HOMILIA EN SAN ISIDRO LABRADOR

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HOMILIA EN SAN ISIDRO LABRADOR. Fco Javier Leoz Ventura
* El futuro de muchos pueblos depende en buena medida –hay que decirlo claramente- del
futuro de la fe de sus gentes. El valor con el que testimoniemos con palabras y obras la presencia
de Cristo y de su Evangelio aquí y ahora. Lo mismo que el fruto del campo depende, en parte, del
gran esfuerzo del labriego, también el horizonte cristiano depende, y mucho, del perfil de políticos
que tengamos al frente de las instituciones donde se generan las leyes, de los profesores que
establecen los parámetros de la educación, de las familias que han de ser las bombas racimo que
siembren el evangelio en sus descendientes.
San Isidro Labrador, no lo olvidemos, fue ante todo eso: sembrador. Pero no sólo de semilla humana
sino de aquella divina que, de mañana, le invitaba a madrugar (antes que el oficio cumplir) y de
tarde en acción de gracias por lo acontecido.
1.Queridos hombres y mujeres del campo; agricultores y ganaderos:
Cuarenta años antes de que ocurriera, había escrito Cicerón: “De una tienda o de un taller nada
noble puede salir”. Unos años después, en el año primero de la era cristiana, salió de un taller de
carpintero el Hijo de Dios. Las mismas manos que crearon el sol y las estrellas y dibujaron las
montañas y los mares bravíos, manejaban la sierra, el formón, la garlopa, el martillo y los clavos y
trabajaban la madera. Desde entonces, ni la azada ni el arado ni la faena de regar y de escardar
tendrían que avergonzarse ante la pluma ni ante el manejo de los medios modernos de
comunicación, ni ante las coronas de los reyes. El patrón de aquella villa recién conquistada a los
musulmanes, Madrid, hoy capital de España, no es un rey, ni un cardenal, ni un rey poderoso, ni un
poeta ni un sabio, ni un jurisconsulto, ni un político famoso. El patrón es un obrero humilde, vestido
de paño burdo, con gregüescos llenos de polvo y sucios de barro, con capa parda de capilla, con
abarcas y escarpines y con callos en las manos.
Y, en este 15 de mayo, –la fiesta de San Isidro- vuelve a traernos la alegría de la Pascua: por Jesús
merece la pena dar la vida; por Jesús, este santo, fue un testimonio vivo, alegre, sencillo que os ha
llevado con el correr de los siglos a celebrarlo y cantar sus grandezas.
2. Un año más, todos los que honramos a San Isidro, tenemos una gran tarea: descubrir las raíces
cristianas de nuestra tierra; intentado hacer de nuestros pueblos unos lugares más humanos,
humanizadores a la luz del evangelio. ¿Seremos capaces? ¿Seremos capaces de mantener
nuestra fe cristiana frente a otras civilizaciones, culturas y religiones?
¿A quien se le oculta que hoy, nuestro pueblo, con muchas más posibilidades que el Madrid de San
Isidro, está necesitado de una nueva levadura cristiana que fermente la masa? ¿A quién se le oculta
que, nuestra tierra, está muy lejos de ser el pueblo de Dios por el que han trabajado los santos?
-Celebrar la fiesta de San Isidro, es celebrar la vida de Cristo que ha comunicado a gente
como San Isidro (sin mucha ciencia, arte ni letras) pero con un corazón de oro y con una
sensibilidad especial para las cosas de Dios.
-Celebrar la vida de San Isidro, queridos labradores, no solamente es un día al año, ni es
quedarnos encerrados en el campo; también hay que arar el corazón y cuidar el alma
cristiana. Y para ello, no lo olvidéis, la eucaristía de cada domingo es la mejor agua, el más rico
abono y la mejor siembra en vuestras vidas. Esta fiesta, queridos amigos, nos urge a renovar la
identificación histórica entre San Isidro y nuestros pueblos sin reducirla a lo meramente festivo y
cultural en que a menudo sucumben las fiestas patronales. San Isidro nos invita hoy a redescubrir la
esencia de la vida cristiana que es la adhesión a Jesucristo.
Termino; el futuro de nuestra tierra depende en buena medida –hay que decirlo claramentedel futuro de la fe de sus gentes. El valor con el que testimoniemos con palabras y obras la
presencia de Cristo y de su Evangelio en nuestros pueblos.
El relativismo y el subjetivismo en los que el hombre actual se ha instalado para defenderse en
realidad de su primera obligación moral de buscar la verdad, afecta también a muchos cristianos
que, desorientados, pueden relativizar su adhesión a Cristo y su permanencia en Él. Cristo nos
recuerda que, separados de Él, no podemos hacer nada, que es una forma de decir que sólo en Él
hay Vida y fecundidad.
Hoy se nos insta, por pasiva y por activa, en los medios de comunicación social, en lo escrito y en lo
que no está escrito a potenciar, cultivar y cuidar lo aparente, lo que cuenta, lo que da fruto.
El peligro no está en lo que se nos ofrece sino en la poca capacidad del mundo cristiano, de los
cristianos de a pie, para poner dique a toda pretensión de aniquilar el cultivo interior, el dinamismo
de la vida interior, la riqueza de la vida de piedad.
Que San Isidro nos ayude a no perder el norte: con las manos en las faenas de cada día pero, con el
corazón, glorificando el nombre de Dios.
Así sea
SAN ISIDRO, OFICIO HONRADO
Ejemplar y de buen corazón
nos invitas, lejos de perdernos en la tierra de cada día,
a mirar más allá del simple arado o dulce siembra.
Danos, San Isidro, ilusión por el trabajo del alma
Encontrar, en la oración,
el mejor arado para nuestra vida de piedad
Saber que, en la lluvia de la Gracia,
es donde está el futuro de nuestra existencia
Ayúdanos, con tus manos curtidas,
en afanarnos no solamente por el alimento de cada jornada
sino, también, en acariciar soñando
la hacienda que nos aguarda
más allá del áspero surco del día a día.
Tú que, cavaste pozos buscando el agua,
haz que también broten de los manantiales de nuestro vivir
el agua fresca de la caridad para los que necesitan
la tibia para los que sufren
y la de la fortaleza para los que dudan.
Tú, que en luces del alba, acudías hasta el sagrario
empújanos a postrarnos, y no permanecer de pie,
ante el que siendo Rey de Reyes,
no dudó en arrodillarse ante nuestra débil humanidad.
Tú que tuviste a los animales como confidentes y amigos
ayúdanos a que, nunca las mascotas,
sean más importantes que la vida que gime en un vientre humano.
Tú, que supiste de engaños y de traiciones,
de mentiras y de envidias, de celos y de habladurías
inspíranos un corazón dulce y afable
para soportar la contrariedad cuando, sabemos,
que tarde o temprano asomará y amanecerá la verdad.
Ayúdanos, San Isidro, a cuidar la espiga de la fe
para que, cuando Dios aparezca a por la cosecha,
la encuentre dorada y en su punto
y fortalecida por la Palabra, la justicia,
la alegría, la esperanza y el ansia de vida eterna.
Amén.
Javier Leoz
2015
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