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La Comunidad del Cenáculo: dejar la droga sin terapia ni sustitutivos
Cuando un drogadicto ingresa en una de las 50 casas de la hermana Elvira,
se enfrenta a un duro ritmo de oración y trabajo apoyado por un
compañero que ya se desintoxicó.
El muchacho llega a una de las Comunidades del Cenáculo. No le queda más
remedio: sus padres le han dicho que no le van a dar más dinero, que ya no
piensan seguirle la corriente, haciendo como si no pasase nada. El muchacho está
enganchado y por sí solo no puede dejar la adicción a la droga. Sus padres se han
puesto muy duros, siguiendo las instrucciones del centro del Cenáculo: en casa ya
no se le va a admitir hasta que se haya desintoxicado.
El joven no piensa demasiado en el mañana. Sí, no le queda más remedio que
entrar en este sitio una temporada. Allí al menos estará tranquilo, ¿no?, y siempre
tendrá algo para chutarse, lo que ha escondido en los zapatos, en el cinturón;
siempre se puede conseguir más.
Pero nada más llegar le presentan a Mario. "Este será tu ángel guardian", le dicen.
"Te acompañará a todas partes, será tu sombra, irá contigo al lavabo, a dormir, a
trabajar; será tu hermano y amigo; le odiarás porque no te dejará drogarte; él
estaba enganchado a la droga como tú, pero lo ha dejado hace tiempo y ahora
ayuda a los demás a dejarlo; le costó pero sobrevivió con oración, trabajo y el
apoyo de su ángel guardián; también a ti te costará pero lo conseguirás".
Cuando Mario cachea al recién llegado, enseguida encuentra todas las
dosis escondidas. Mario ha sido drogadicto, ha pasado por todo aquello, se lo
sabe. Y como él, los otros chicos de la comunidad. El muchacho nuevo hoy no
tendrá su dosis, ni mañana, ni pasado. Gritará, sudará, se revolcará, se pondrá
violento, romperá cosas, merodeará de noche... pero los chicos del Cenáculo ya
han pasado por ello, lo han vivido, y le van a acompañar con firmeza.
En la Comunidad del Cenáculo hay un ritmo muy intenso de oración en la capilla
con los otros chicos, oración combinada con mucho, mucho trabajo físico: construir
vallas, edificios, muebles, serrar, transportar, apilar, demoler, cultivar, arar, segar,
plantar, cocinar... Hay momentos para compartir charla con los veteranos. Es
absurdo intentar sacarles una dosis: no tienen, no la quieren y te dicen que "yo
también estaba como tú al principio".
.
Aquí no hay televisión, ni radio, ni CDs, ni Internet, ni siquiera periódicos.
Al inicio de la Comunidad había cigarrillos, pero sor Elvira, al ver cómo se peleaban
los chicos por ellos, los prohibió, reconociendo que eran otra forma de adicción.
Alguna vez se les permite ir juntos a ver algún importante partido de fútbol en la
TV: es un momento especial.
Al acabar el día, uno está tan cansado que sólo quiere dormir. Sin embargo,
muchos de estos chicos cuya vida estaba atada a la droga, el sexo y el
alcohol pasan largas horas de la noche en la capilla.
"Todo el mundo se beneficia de la disciplina, no importa en qué etapa de la vida
estén", dice a THE TIMES Mary Godwin, fundadora de la casa del Cenáculo en Reino
Unido. "Las vidas de los drogadictos y alcohólicos son totalmente caóticas, y el
tiempo no significa nada para ellos. Tener disciplina les ayuda a pensar y hacerles
responsables de lo que sucede en sus vidas cada día".
En las comunidades del Cenáculo no hay asistencia de psicólogos, no hay terapia
farmacológica. "Aquí sólo hay Cristoterapia", dice la comunidad, fundada por
la italiana Elvira Petrozzi, Hermana de la Caridad, en 1983. Hoy hay más de
50 comunidades en Europa, EEUU y América del Sur, algunas de chicas y otras de
chicos, atendiendo a más de 1.500 jóvenes.
Sor Elvira en la primera Comunidad del Cenáculo en 1991
En México, Brasil y Perú el Cenáculo ha abierto casas para niños de la calle. Allí
acuden como responsables y monitores chicos que se han desintoxicado. Así
adquieren habilidades de responsabilidad, de cuidar niños, de dar ejemplo, de nutrir
y proteger... habilidades que quizá no experimentaron en su infancia. Para muchos,
es el paso final para reincorporarse a la vida civil, para fundar una familia.
Muchos pasan un par de años en una comunidad en el extranjero,
desintoxicándose, y luego pasan algunos años más apoyando como "ángel
guardián" a los recién llegados. Es el caso del inglés John Stanley, de 35 años, que
pasó 2 años en una comunidad de Italia y ahora es el guardián de un chico en la
comunidad de Nuestra Señora Reina de los Mártires, en Dodging Green, Kendal,
Inglaterra.
"Empecé con las drogas a los 15 años, con cannabis, y después pasé al speed y
finalmente la heroína". John Stanley vendió drogas y pasó dos años en la cárcel,
dos años en los que no pudo drogarse. Los pasó en el gimnasio y estudiando.
Parecía posible salir de la droga, pero en cuanto lo liberaron fue en busca de
heroína.
"Hay la mentalidad de que una vez eres drogadicto, siempre lo serás", dice Stanley
en THE TIMES. "Toqué fondo, me sentí destruído física, mental, emocional y
espiritualmente. Cuando oí hablar del Cenáculo, supe que o me unía a una
comunidad o moriría".
Stanley había probado muchos programas de desintoxicación, pero ninguno le pudo
ayudar ni tampoco a los cientos de adictos que conoció durante sus 15 años con la
heroína.
"El Cenáculo me ayudó a pisar firme, a reconstruir mi vida de una forma
que nunca habría pensado que era posible; ahora quiero ayudar a otros a
hacer lo mismo", explica Stanley.
Los primeros compañeros del Cenáculo en 1991; dejaron la droga y la
mayor parte ayudaron después en otras comunidades
Sor Elvira, la madre espiritual de todos los muchachos y muchachas que pasan por
el Cenáculo, escribe asombrada de los frutos de la Comunidad que ha creado.
"Me convierto cada día porque veo a Dios actuar claramente, en forma
transparente, en el corazón, en la mente de los jóvenes que antes estaban
muertos, tristes, solos, enojados, con violencia . Hoy en cambio son jóvenes
serenos. Los jóvenes saben que si están muertos, tristes , en lo mas profundo de
su ser aún brilla una luz de esperanza que puede, que debe ser un motivo para
vivir, que vale la pena vivir y esta esperanza la encuentran a través de Jesucristo
resucitado. No muchos saben que la resurrección debe experimentarse a través del
don de la propia vida hacia los demás."
"La Comunidad nos enseña cosas esenciales de la vida que anteriormente no
habíamos querido aprender y nadie nos las había ensenado. Para nosotros era
normal confundir el placer con el gozo y en nuestra vida habíamos siempre
perseguido los placeres más inmediatos, no pensabamos que el gozo pudiera nacer
del sufrimiento, que significa ser débiles, frágiles, inferiores, mientras que ahora
estamos aprendiendo que detrás de cada sufrimiento está el gozo. Solamente aquél
que ha sufrido puede entender, amar, ayudar a otro que se se encuentra mal."
.
"La vida en la Comunidad es verdaderamente muy simple, pero también muy rica,
se vive la oración en concreto basada en una amistad libre sin algún interés, las
cosas materiales influyen poco, aprendemos que las personas son más importantes
que las cosas futiles, el dinero, la carrera, nos enfrentamos con nuestras
debilidades pidiendo ayuda a Jesús que se manifiesta también en los hermanos que
nos rodean."
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