Fachada y columnata exterior de la Basílica de San Pedro del

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Fachada y columnata exterior de la
Basílica de San Pedro del Vaticano.
Universidad Complutense de Madrid
Alumno: Raphael Alves de Oliveira
Turismo – 1ºB
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Sobre la fachada de la Basílica de San Pedro del Vaticano (Carlo
Maderno, Roma, 1607-1014) y la columnata exterior de la Basílica
(G.L. Bernini, Roma, 1656-1667).
 INTRODUCCIÓN.
En el año 326 Constantino ordenó la construcción de la basílica de San Pedro en Roma, en el
lugar donde el apóstol sufrió martirio y fue enterrado, edificándose en una parte de la
superficie donde ocupaba el Circo de Nerón. El apóstol, al igual que otros muchos cristianos,
fue martirizado tras haber sido responsabilizado del gran incendio de Roma. Éste, por voluntad
propia, fue crucificado cabeza abajo, ya que consideraba que no debería de morir de la misma
manera que lo hizo Cristo.
La voluntad de Constantino era realizar una basílica de 5 naves que se convertiría en la
antecesora de la que conocemos en la actualidad. En el siglo XV, tras llegar a la conclusión de
que la basílica debería de ser ampliada, el papa Julio II decidió construir una nueva basílica, ya
que la anterior se encontraba muy deteriorada. La construcción de esta nueva iglesia empezó
el 18 de abril de 1506. El primer proyecto fue presentado por Bramante. Tras la muerte de
éste, su trabajo fue continuado por Rafael, Sangallo y Peruzzi. En 1547, el papa Pablo III ordenó
a Miguel Ángel que prosiguiera la obra. El 18 de noviembre de 1623 concluyeron las obras de
la basílica de San Pedro, con lo que el papa Urbano VIII, por fin, pudo consagrarla. La
construcción había durado 120 años.
En el siglo XV tuvieron lugar los cambios que llevaron al fin de la Edad Media y a los inicios de
la llamada Edad Moderna. En este periodo la economía europea se recuperó, lo que llevó a un
nuevo crecimiento de la población. La falta de autoridad del papado y del Imperio permitió el
desarrollo de las llamadas monarquías autoritarias. Por el contrario, en el Sacro Imperio y en
Italia se mantuvo la fragmentación territorial y política. A pesar de estas circunstancias, los
Gobiernos independientes italianos se hicieron más fuertes. La toma de Constantinopla en
1453 provocó la llegada a Italia de sabios y artistas que dieron a conocer aspectos de la antigua
cultura griega olvidados en Occidente. El desarrollo de las universidades y el nacimiento de las
Academias dieron lugar a un nuevo pensamiento basado en el estudio científico y en el
conocimiento del propio ser humano. Este antropocentrismo fue la base de la transformación
cultural surgida en el siglo XV que llegó a afectar a todo Occidente en el siglo XVI: el
humanismo.
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A comienzos del siglo XVI, el pensamiento humanista se encontraba en pleno desarrollo. Los
viajes de los humanistas por las principales ciudades europeas y el uso de la imprenta de
Gutenberg en Europa ayudaron a difundir sus teorías. Surgiendo así nuevos focos de
pensamiento fuera de la Península Itálica.
Erasmo de Rotterdam fue uno de los primero en aplicar el espíritu crítico a la teología cristiana
y a la Iglesia desde su propio seno. Tras él surgieron voces más críticas con la propia doctrina
cristiana, enmarcadas en la llamada Reforma protestante, que llevaron a la escisión de nuevas
Iglesias. Frente a la Reforma, el papa Paulo III convocó en 1545 el Concilio de Trento, por el
que pretendía aumentar la formación del Clero y la disciplina, así como confirmar los dogmas
católicos frente al protestantismo. Este movimiento recibió el nombre de Contrarreforma.
Entre 1545 y 1563, tuvo lugar el Concilio ecuménico de Trento que fue un intento de
solucionar los graves problemas que afectaban a la Iglesia católica. La Reforma protestante se
había convertido en un problema político, pero también era un grave desafío religioso para la
Iglesia romana. Ante estas circunstancias, se hizo preciso emprender un movimiento de
reacción que surgió de Trento y que es conocido como Contrarreforma. En Trento se
adoptaron resoluciones como la reafirmación del dogma católico, se aceptó la necesidad de
reformar la iglesia católica y se fundó la Compañía de Jesús, para ratificar la supremacía del
Papa.
Desde finales del siglo XV, había tenido lugar una progresiva reafirmación de la autoridad
monárquica en detrimento de los poderes locales nobiliarios. Esta exaltación del poder de los
reyes alcanzó su máxima expresión en el siglo XVII, cuando se instauraron en Europa las
monarquías absolutistas. La monarquía absoluta suponía una convalidación de las monarquías
autoritarias del siglo XVI pero con una percepción más exclusivista del poder. El siglo XVII, por
tanto, asistió a la consolidación de dos poderes que pretendían reafirmar su carácter
incontestable y que en ocasiones rivalizarían entre sí, el Papa y los monarcas absolutos.
 FACHADA DE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO DEL VATICANO.
La fachada principal de la basílica fue construida por el arquitecto Carlo Maderno entre 1607 y
1614. Carlo Maderno fue un arquitecto de considerable talento que llevó la arquitectura de
finales del siglo XVII a una fase más barroca. Su carrera, como su vida, estuvo enraizada en la
tradición. Nacido en 1556 en la ciudad de Capolago, al norte de Italia (actualmente Suiza),
hacia los 20 años se marchó a Roma para trabajar con su tío Domenico Fontana, el arquitecto
favorito de Sixto V. Al trasladarse Fontana a Nápoles en 1594, cuatro años después de la
muerte de Sixto V, inmediatamente Maderno se estableció como maestro independiente.
En 1606 Maderno fue nombrado arquitecto de San Pedro para suceder al recientemente
fallecido Giacomo della Porta. Tras la elección de Pablo V en 1605, apareció un pontífice que,
de acuerdo con el espíritu de una nueva era más avanzada, aceptó el reto, asumió los gastos y
se atribuyó la gloria de finalizar la gran basílica comenzada por Julio II un siglo antes. Cuando
Maderno entró en escena, todavía quedaban en solar restos de la primitiva basílica
constantiniana del siglo IV, no habiéndose construido todavía el brazo de entrada ni la fachada.
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Pablo V mandó demoler los ruinosos restos del edificio paleocristiano para, a continuación,
convocar un concurso que determinase la manera de concluir el nuevo edificio. Los únicos
requisitos funcionales fueron una logia en la fachada para las bendiciones papales y el añadido
en el interior de una sacristía y un coro.
Maderno resultó vencedor del concurso y dos años después de la construcción de la nave
empezó con la de la fachada en el año 1607 y la terminó en el año 1614.
La fachada construida por Maderno es profundamente clásica. Está construida en piedra
travertina, contiene fragmentos de granito, mármol de Carraca y otros materiales. Tiene 115
metros de ancho y 46 metros de altura.
Está compuesta por dos niveles. El
nivel inferior está compuesto por
columnas y pilastras de orden corintio.
La parte central de la fachada está más
adelantada y sobre ella un frontón
triangular. Ésta tiene tres puertas, una
central adintelada y más alta y ancha
que las de los extremos con arco de
medio punto. Sobre la puerta central
encontramos un vano con un balcón
con arco de medio punto también
mayor que los laterales, que es llamado “el balcón de las bendiciones”, lugar desde donde el
Papa imparte la bendición tras ser elegido, en el día de Pascua de Resurrección y en el día de
Navidad. El cuerpo inferior consta de cinco puertas de entrada al atrio de arriba y nueve
ventanas, tres de ellas con balcón. En las esquinas de esta parte central de la fachada
encontramos columnas pareadas de mismo orden que las anteriores.
Después encontramos otros dos cuerpos que flanquean la parte central, que es cuando la
fachada de va retrayendo. Estos dos cuerpos están formados por una puerta adintelada y
sobre ésta un vano con arco de medio punto y un balcón. Flanqueando estos dos cuerpos
encontramos otros dos cuerpos situados más atrás que los anteriores, enmarcados por
columnas del mismo orden que las anteriores y ambos cuerpos poseen un nicho inferior con
frontón curvo y otro superior con frontón triangular y un pequeño balcón.
En los dos últimos cuerpos, situados en los extremos de la fachada de la basílica, encontramos
una bóveda de cañón y sobre ésta un vano adintelado con frontón curvo.
Sobre el entablamento se desplegaron las majestuosas letras de la inscripción conmemorativa:
In honorem Pincipis Apost. Paulus V Borgesius Romanus Pont. Max. An. D.CXII. Pont. VII. (En
honor del Príncipe de los Apóstoles, Pablo V Borghese Romano Pontífice Máximo año 1612,
año séptimo de su pontificado).
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En la parte superior de la fachada se sitúa el
ático con pilastras que corresponden con las
columnas del nivel inferior. Este cuerpo está
compuesto por vanos cuadrados adintelados
situados entre las pilastras. Coronando el ático
se ubica una balaustrada en la que hay trece
estatuas gigantes de Bernini, de 5,7 metros de
altura, que representan a 11 de los Apóstoles,
Cristo Redentor en el centro portando la cruz y
San Juan Bautista a su derecha. Las esculturas
son, de izquierda a derecha: Judas Tadeo,
Mateo, Felipe, Tomás, Santiago el Mayor, Juan
el Bautista, Cristo Redentor, Andrés, Juan el Evangelista, Santiago el Menor, Bartolomé, Simón
y Matías. Estas esculturas siguen las líneas de las columnas del primer nivel, excepto la de
Jesucristo, que se sitúa en el centro.
A ambos lados de la parte alta de la
fachada hay dos relojes enormes
añadidos por el arquitecto Giuseppe
Valadier en 1785.
Casi había sido finalizada la fachada de San Pedro, cuando el papa decidió modificar la traza de
Maderno levantando campanarios en ambos extremos. Después de ampliarse la fachada con
dos tramos para dotar las infraestructuras, se localizaron en el solar aguas subterráneas, no
siendo aptos los cimientos para soportar el enorme peso de las torres. Éstas, visibles en el
grabado de Greuter de 1613, no se construyeron, conservándose en cambio las
infraestructuras. Dichos tramos suplementarios producen la impresión de una fachada quizás
demasiado ancha para su altura, demasiado monótona para su anchura y carente de una
relación orgánica con la iglesia que está detrás.
Al erigir esta fachada-palacio, Maderno tuvo un cuidado manifiesto en preservar el efecto de la
cúpula. Un motivo central de dos órdenes lo hubiera hecho menos visible aún. Maderno se
contentó con un frontón, por otra parte bastante próximo al de Miguel Ángel. Encima del
entablamento, dispuso el ático, cuya balaustrada lleva las trece estatuas gigantes. Desde ese
momento, en el conjunto de la basílica, esta fachada pondría una nota de horizontalidad, hasta
el punto de parecer ella misma demasiado estirada o demasiado baja.
La fachada de la basílica fue restaurada en 1999, lo que permitió recobrar algunas tonalidades
y enlucidos elegidos por Maderno, que habían permanecido escondidos por la pátina del
tiempo. Se trató de la restauración más importante comprendida en el Gran Jubileo del año
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2000 que realizó la Fábrica de San Pedro, en colaboración con el grupo petrolero estatal
italiano Ente Nacional de Hidrocarburos. Según el arquitecto que realizó esta restauración, la
operación de acondicionamiento de la fachada se dio en tres fases. La primera fase se centró
en la parte más externa de la fachada, la segunda abarcó la parte semicentral y la tercera la
parte central, incluyendo la galería de las bendiciones. La fachada sufre las consecuencias de la
contaminación atmosférica, además de una serie de vibraciones debidas a fenómenos sísmicos
y a dilataciones térmicas. Pero a pesar de esto según el arquitecto que la restauró, la fachada
goza de “buena salud”. Los trabajos de restauración se han efectuado con las técnicas más
avanzadas. Diez años atrás la fachada fue sometida a restauración también. El Ente Nacional
de Hidrocarburos se comprometió en prevenir la fachada de todos los efectos de la
contaminación urbana, principalmente la generada por los tubos de escape de los coches y por
la calefacción de las viviendas.
El estilo artístico en la que podemos situar esta obra es el Barroco.
 COLUMNATA EXTERIOR.
Gian Lorezo Bernini fue un escultor, arquitecto y pintor italiano considerado como el gran
genio del barroco italiano, el heredero de la fuerza escultórica de Miguel Ángel y principal
modelo del Barroco arquitectónico en Europa.
Aprendió los rudimentos de la escultura en taller de su padre, Pietro, un escultor manierista de
cierto relieve. En 1629, fue nombrado arquitecto de la basílica de San Pedro del Vaticano por el
papa Urbano VIII. Desde entonces hasta su muerte trabajó para continuamente para los sumos
pontífices, salvo durante el pontificado de Inocencio X. Su mejor aportación para la basílica de
San Pedro fue la columnata que rodea la plaza. Esta columnata representó una gran novedad,
no sólo por sus dimensiones, sino también por disposición elíptica.
Con la elección de Alejandro VII en 1655, Bernini
obtuvo el favor de un papa que iba a apoyar
entusiásticamente su trayectoria como arquitecto.
Uno de los primeros encargos de Alejandro consistió
en una gran plaza con columnatas con capacidad para
las multitudes que se congregaban frente a la basílica.
Entre un gran número de datos que hubo que tener en
cuenta, hubo dos rituales a los que desde el principio
se dio particular importancia. En Pascua de
Resurrección y en otras ocasiones el Papa bendice al
pueblo de Roma desde la Loggia de la Bendición
situada encima de la entrada central de la iglesia. Es
una bendición simbólicamente extensible a todo el
mundo: urbi et orbi. La plaza, por esto, no sólo tenía
que contener el máximo número de personas, y la
Loggia tenía que ser lo más visible posible, sino que la forma de la propia plaza tenía que
sugerir e carácter envolvente de su función. Otra ceremonia que había que tener en cuenta era
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la bendición papal a los peregrinos desde una ventana de los aposentos privados del Papa.
Otras consideraciones vitales se referían al palacio papal. Su vieja entrada en el ángulo
noroeste de la plaza no podía ser movida y sin embargo, tenía que estar integrada en la
arquitectura del conjunto. La propia basílica requería una aproximación a gran escala de
acuerdo con su preeminencia entre todas las iglesias del mundo católico. Además se
necesitaban recintos cubiertos de alguna forma para las procesiones y en particular para las
solemnes ceremonias del Corpus Cristi; éstos también eran necesarios como protección contra
el sol y la lluvia, para los caminantes así como para los carruajes.
Bernini empezó la construcción de la plaza en el año 1656 y terminó en el año 1667, logró en
ella sorprendentes efectos de perspectiva, y dio un uso ilógico a los elementos clásicos,
aportando, además, una importante simbología religiosa.
La plaza está dividida en dos partes, la más próxima a la basílica de planta trapezoidal, también
llamada “Piazza Retta”, donde el lado de mayor longitud paralelo a la fachada, y la otra parte
de la plaza la configuró con dos brazos que formaban un espacio elíptico enmarcado por una
columnata de carácter gigantesco.
Dos alas rectas parten desde los extremos de la fachada de basílica y se va ensanchando hasta
llegar a la columnata, formando la plaza de forma trapezoidal. Éstas carecen de vanos y en su
centro empieza una escalinata de seis peldaños que llega hasta la fachada de la basílica. En los
extremos de esta escalinata hay dos pedestales sobre los que están las esculturas de San Pedro
y San Pablo.
La otra parte de la plaza está formada por dos brazos curvos que forman una elipse y posee
unas dimensiones de 340 metros por 240 metros. Estos brazos semicirculares están formados
por cuatro hileras de columnas de unos quince metros de altura con capiteles toscanos
conectados por un entablamento liso. La columnata, hecha a tres carriles, cuenta con 284
columnas de orden dórico y 88 pilastras realizadas con travertino de Tívoli, creando así entre
ellas el espacio del exigido corredor procesional.
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Sobre la cornisa se dispone una balaustrada y coronando la columnata se encuentran 140
estatuas de santos de 3,10 metros de altura, realizadas por los discípulos de Bernini y 6
grandes escudos de armas de Alejandro VII Chigui. Cada estatua corresponde a una columna y
representa a la Iglesia
Triunfante en relación con la
Iglesia militante, es decir, la
gran cantidad de fieles que
rezan en la plaza.
En el centro de la plaza ovalada se encuentra un obelisco con
dos fuentes en ambos lados. Procedente de Egipto y llevado a
Roma en tiempos del controvertido Caligula. Realizado en
granito rojo, mide 25,31 metros de altura, se sitúa sobre una
base de 8,25 metros, realizado en un solo bloque, pesa
alrededor de 330 toneladas y es el único de Roma que carece de
inscripciones jeroglíficas.
Hasta principio de 1667 Bernini pensaba en cerrar la plaza ovalada, por la parte opuesta a la
basílica, mediante un cuerpo que continuara la arquitectura de los brazos largos. Este “tercer
brazo” nunca fue construido ya que impediría la visibilidad de la cúpula realizada por Miguel
Ángel. Este “tercer brazo” fue trasladado desde el perímetro del óvalo a la Piazza Rusticuci.
En el año 2009 la plaza de San Pedro del Vaticano fue restaurada con el fin de conseguir
recuperar su aspecto original, el que presentaba en el siglo XVII. Los trabajos de restauración
afectaron a las 284 columnas, las 92 pilastras, las 140 estatuas, los 6 escudos papales, 1200
metros de balaustras y otras tantas cornisas de coronamiento. Las obras también afectaron a
los 3400 metros cuadrados de artesones que constituyen los intradoses de cobertura de los
hemiciclos. También se restauraron las dos fuentes gemelas, el obelisco y las farolas en torno
al obelisco. La restauración incluye la revisión de las cubiertas y de los canalones de agua, se
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quitarán las viejas restauraciones y se limpiará las zonas afectadas por sulfataciones, entre
otras actuaciones.
La restauración contó con la colaboración de numerosos colaboradores y de la divina
Providencia y se realizó bajo la dirección de la Gobernación del Estado de la Ciudad del
Vaticano.
Después de más de trescientos años, los signos de deterioro de la columnata de Bernini
empezaban a ser evidentes, por lo que se consideró necesario intervenir para proporcionar
utilizó travertino respondiendo a los deseo del entonces papa Alejandro VII.
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 USO Y FUNCIÓN DE LA OBRA A LO LARGO DE LA HISTORIA.
Durante la reconstrucción de la basílica de San Pedro se buscaba, sobre todo, la belleza de
una iglesia sobre la tumba del príncipe de los Apóstoles. Básicamente este objetivo no había
variado. Bajo su gigantesca cúpula, la basílica de Miguel Ángel, con el pórtico de columnas que
le daba acceso, era una iglesia de peregrinaje y la más bella de todas. En la época de Pablo V,
San Pedro se convirtió en la catedral de Roma, y por lo tanto de toda la cristiandad, la iglesia
del Papado. Es un gran santuario construido sobre la tumba de Pedro, pero es sobre todo es un
templo en el que se ve oficiar a San Pedro reencarnado en la persona de su sucesor y es donde
se rinde homenaje a la tradición ininterrumpida de la Iglesia. La nave latina va desde el altar
hasta la fachada, que es donde el Papa derrama su bendición sobre la ciudad y el mundo. La
fachada de basílica de San Pedro tiene dos funciones, la primera es cerrar la basílica y la
segunda es ser el lugar desde donde el Papa bendice el universo.
Hoy en día la fachada de la basílica cumple esta misma función, desde el balcón de las
bendiciones el Papa imparte la bendición al mundo entero, además de hacerlo en Navidad y en
Pascuas. La basílica ha sido considerada como una obra arquitectónica de gran importancia por
la magnitud de su fachada y la calidad de su trabajo, anualmente recibe a millones de
peregrinos de diferentes países que acuden a admirarla y también durante las bendiciones
papales.
La plaza de la basílica de San Pedro fue construida para albergar a toda la muchedumbre, ante
la basílica, permitiendo ver al Papa durante sus apariciones en público. La Plaza de San Pedro
del Vaticano es el verdadero punto central de la ciudad y también el punto de encuentro de
miles de fieles. Actualmente la plaza cumple la misma función para la que fue construida, que
es la de acoger a los cristianos de todo el planeta.
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Bibliografía:
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IPS Correspondents, “VATICANO: Restauración de la Basílica de San Pedro”, Inter Press
Service Agencia de Noticias.
www.vatican.va, La basílica. Página consultada el 18 de abril de 2013.
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