VOZEXPER (Josep Pla-46

Anuncio
VOZEXPER (Josep Pla-46
5/1/05
12:52
Página 1
LA VOZ DE LOS EXPERTOS
Juan Esteva de Sagrera
Catedrático de la Universitat de Barcelona.
Pla confiesa que le hubiera gustado estudiar medicina, de la que se declara apasionado, al igual que de la química, por su respeto al materialismo experimental
Josep Pla, la universidad y los farmacéuticos
Pla (1887-1981) escribió mucho sobre la universidad barJosep
celonesa y también sobre los farmacéuticos, la mayoría ampurdaneses. Quizá las mejores y más desternillantes páginas de El
quadern gris de Pla son las que hacen referencia a sus estudios
en la Universidad Central de Barcelona, en las facultades de
ciencias y letras, de las que ofrece un panorama a la vez cómico y
desolador. El comportamiento incívico y desconsiderado de los
estudiantes, la banalidad de las enseñanzas impartidas por los
profesores, hacen que Pla ofrezca una visión muy peculiar de la
universidad, como una actividad que supone una gran pérdida
de tiempo sin que reporte utilidad alguna.
El quadern gris contiene muchas páginas con sus recuerdos de
estudiante pasmado ante una institución anacrónica que Pla describe de forma más risible que patética. Pla es el autor del comentario
más severo que se haya escrito jamás sobre la universidad, un dardo
envenenado que lanza como al azar: “A veces pienso que si los obreros, los comerciantes, los industriales, los payeses, los banqueros,
fuesen en el trabajo, en la industria, en la banca, en la tierra, como
los profesores de la Universidad, todo quedaría detenido y parado.
El mundo se detendría en seco”. Una frase que acaso fuera conveniente grabar con letras bien visibles en más de un aula magna.
La negativa opinión de Pla sobre la universidad como institución le lleva a la siguiente conclusión: “Después de estos cinco
años pasados en la universidad, me parece lo que se suele decir
rutinariamente: que se pierde el tiempo y que es al salir cuando
se tiene que empezar a trabajar y, sobre todo, cuando se debe olvidar lo que se ha aprendido, absolutamente secundario”. La
universidad como pérdida de tiempo, posiblemente no se pueda
ser más duro con menos palabras.
En El quadern gris Pla describe el comportamiento de los estudiantes de ciencias en las clases de Vila i Vendrell, profesor de
química general, a quien los alumnos aplaudían burlonamente
en sus demostraciones de laboratorio. Las excursiones naturalistas dirigidas por el profesor Vila i Nadal al frente de los alumnos
de mineralogía y botánica no tienen desperdicio y sirven de contrapunto a cualquier historia que haga un estudio de la universidad barcelonesa de principios del siglo XX.
Pla confiesa que le hubiera gustado estudiar medicina, de la
que se declara apasionado, al igual que de la química, por su respeto al materialismo experimental. En el Hospital Clínico se sorprende de que la anatomía se estudie de memoria y de que todo
resulte tan anacrónico y libresco como en las facultades de letras.
Desengañado de sus estudios en la ampliación de ciencias, decide matricularse en derecho, según sus propias palabras, “sin sentir ningún interés específico ni por el Derecho ni por las Leyes”.
Si la universidad que le tocó vivir no hubiera sido tan decadente,
tan inapropiada para que un hombre mordaz se la tomase en serio, quizá Josep Pla hubiera sido médico o farmacéutico.
Los boticarios aparecen en varias páginas de El quadern gris,
sin que ninguno de ellos asuma un papel relevante. Forman par10
JANO 14-20 ENERO 2005. VOL. LXVIII N.º 1.547
te de la burguesía ampurdanesa, de una minoría de comerciantes ilustrados y en todos ellos se observa una cierta decepción
por su ejercicio profesional, un desánimo que debía de resultarle
muy grato a Pla, enemigo de los entusiasmos y de las soflamas.
Por el tono de sus observaciones sobre sus amigos farmacéuticos,
parece como si Pla se encontrase a gusto y relajado junto a esos
boticarios que compartían con él una plácida versión del desánimo.
En la tertulia del café frecuentado por Pla aparece una figura
universitaria típica de los inicios del siglo XX, el eterno estudiante
que peregrina por las facultades españolas por culpa de una asignatura que se le ha atragantado. Se trata de Pere Poch, que desde hace 20 años encuentra un obstáculo insuperable en la asignatura de técnica física y farmacéutica, por lo que emprende un
peregrinaje por todas las facultades de la península. No consigue
aprobar, a pesar de que en la práctica se encarga de una farmacia, sin problema alguno.
Uno de los amigos farmacéuticos de Pla, Ramon Casabó, se
vende la farmacia: “Encontraba que hacer de boticario en un
pueblo, es un triste oficio, un oficio de hombre ligado permanentemente a un mostrador. Se ha ido a vivir a su país, Olot, y ha
empezado a estudiar para dentista”. El farmacéutico Almeda, de
Girona, compra la farmacia de Casabó. Es un hombre que usa
con frecuencia diminutivos: “Sobre el granito —dice a sus clientas— se pondrá esta pomadita”, o “Antes de cenar tomará este
jarabito con una cucharadita…”. Pla lo describe como un cínico
y un gerundense rancio, que practica el adulterio más para molestar a los maridos que por interés hacia las mujeres.
El señor Juanola es oriundo de Palafrugell y tiene una farmacia en Barcelona. Es un hombre ordenado y puntual, que ha instaurado un horario rígido en su botica y en su casa. Su gran afición es mirar los barcos con un catalejo, adornado con una gorra
japonesa de charol. Almeda es un farmacéutico decepcionado
por las minucias en que ocupa su vida profesional. El boticario
Preses habla en el club de sus recuerdos del Amazonas, donde
vivió muchos años vendiendo productos farmacéuticos a los indígenas. Lluís Matas es un hombre “que, si se atreviese, se pondría
un vidrio en el estómago para que la gente se parase a ver cómo
le funciona y está construido”. Un pequeño mosaico de boticarios a los que no les sucede nada extraordinario, salvo que se les
escapa la vida en unas menudencias de las que Pla sabía extraer
observaciones sutiles y comentarios sagaces. En esta capacidad
de aprovechar al máximo lo ínfimo como material literario, Pla
fue un digno discípulo de Marcel Proust, quien escribió en El
mundo de Guermantes: “Los simples de espíritu se imaginan que
las grandes dimensiones de los fenómenos sociales son una excelente ocasión para penetrar en el alma humana; deberían, por el
contrario, comprender que como tendrían probabilidad de comprender esos fenómenos es descendiendo en profundidad en
una individualidad”.
(72)
Descargar