Ceguera o discernimiento espiritual

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Ceguera
o discernimiento
espiritual
Paul Fusier
Traducido de “El Mensajero Evangélico” año 1949
Ceguera o discernimiento espiritual
En su estado natural, el hombre está ciego, está en tinieblas. Tinieblas morales lo han
invadido porque el pecado lo ha alejado de Dios, que es la única fuente de luz y vida.
La luz divina hace resaltar el obstáculo, la incompatibilidad que existe entre ella y las
tinieblas. « La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella » (Juan 1: 5).
Dios invita a los hombres a volverse « de las tinieblas a la luz (Hechos
26: 16-18)
— « La luz verdadera » dada por Jesús
Cristo apareció aquí en la tierra « La luz verdadera » pero fue rechazado: « la luz vino al
mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas
(Juan 1: 9-11;
3: 19-20). Sin embargo, lo vemos a lo largo de su camino cumplir su obra de gracia. Abre
los ojos a los ciegos (Mateo 9: 27-29; 11: 5; 12: 22; 15: 30-31; 20: 29-34; 21: 14; Marcos
8: 22-26; 10: 46-52; Lucas 4: 19; 7: 22; Juan 9) — Ilustración de la obra que actúa aun
hoy, en virtud de su muerte expiatoria y en virtud de su gloriosa resurrección. El
evangelio es predicado
en este mundo, el mismo que anunciaba el apóstol Pablo,
enviado por el Señor hacia los gentiles « para que abras sus ojos, para que se conviertan de las
tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios
(Hechos 26: 16-18).
El pueblo de Israel que rechazó a su Mesías, luego del testimonio del Espíritu
Santo, es objeto del juicio de Dios, actuando en su gobierno; sus oídos se han agravado,
sus ojos han sido cerrados (Isaías 6: 10); un velo ha sido puesto sobre las Escrituras
donde el sentido se
ha escondido, y también sobre el corazón de este pueblo infiel,
culpable de haber crucificado a Cristo. Dentro de un día venidero, el velo será levantado,
sus ojos serán abiertos (Isaías 29: 18). Durante este tiempo de gracia, mientras que
este juicio pesa sobre Israel, el Evangelio es predicado entre los gentiles, dirigiéndose a
todos sin excepción.
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— Los esfuerzos de Satanás para «cegar» a los hombres
Satanás despliega esfuerzos incesantes para impedir que el hombre reciba el
Evangelio: « a los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les
resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
» (2ª Corintios 4:
4). A pesar de esta oposición, Dios obra, por su Palabra y su Espíritu (Juan 3: 3-5) con el
fin de traer almas al conocimiento de la verdad, arrancándolos del poder de Satanás.
¡Aun hoy, abre los ojos de los ciegos!
Abiertos nuestros ojos, tenemos que rechazar los asaltos,
desbaratar las
astucias de un adversario que jamás se da por vencido y trata, por tantos medios, de
“cegarnos” nuevamente. Si no velamos, si no tenemos cuidado, aunque ya no estemos
« en la carne » , nos hará vivir « según la carne », conduciéndonos así a actuar como los
incrédulos, como los que están aun « ciegos » y seremos entonces de los que duermen
« entre los muertos ». Los que duermen no tienen ninguna visión; son semejantes a los
ciegos — e incluso a los «muertos». ¿Cómo podrán luego « caminar con diligencia…»?
(Efesios 5: 14-15).
Algunos ejemplos en la Escritura de los hombres caracterizados por
un estado de ceguera espiritual
Sin duda que estamos al final de la dispensación de la gracia. En las Escrituras en
muchos pasajes, el
fin de una dispensación está caracterizado por un estado de
ceguera.
—Eli, el sacerdote (1ª Samuel 2- 3)
Mientras el tiempo de los Jueces se acercaba a su fin y el primer profeta
(Samuel) iba a ser levantado, la infidelidad del sacerdote era manifiesta. Los hijos de Eli
pisoteaban los derechos de Jehová como de los fieles que se acercaban para adorar.
En el seno de tal estado de cosas, Eli carecía del discernimiento espiritual que le habría
conducido a hacerle frente a sus responsabilidades. En efecto, sus ojos comenzaban a
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estar borrosos, « no podía ver ». Y además: « tenía los ojos fijos y no podía ver » (1ª Samuel
3: 2; 4: 15 versión Biblia francesa). Por cierto comprendía que sus hijos actuaban mal, e
incluso, sufría por su conducta y les reprendía (2: 22-24), pero no discernía lo que debía
hacer, Eli era un hombre piadoso, pero le faltaba la energía necesaria para ejercer la
autoridad que tenía; el discernimiento espiritual le hacia falta para esto. (2ª Samuel 2736; 3: 12-13).
No basta con ver el mal, con desaprobarlo, conviene separarse de el. Muchas cosas,
aun hoy, son susceptibles que retienen a un cristiano piadoso que ve el mal y sufre por
ello, sin embargo no se separa. Estas serán, por ejemplo, relaciones según la carne,
sentimientos que se le dará el paso para todas las demás cosas.
¡Qué obediencia y qué fidelidad la de los hijos de Leví! Tomaron su espada contra su
hermano, su compañero, su amigo íntimo, a pesar de todo lo que les costaba; era
doloroso cumplir el acto que les mandaba Jehová, dirigiéndose a ellos por boca de
Moisés, pero ponen de lado los sentimientos del corazón, ¡porque la gloria de Jehová
estaba ante todo!
Igualmente para Eli, era penoso actuar con respecto a sus hijos y
retrocedió ante el cumplimiento de este deber; también Dios le dirige esta palabra:
« has honrado a tus hijos más que a mí »
(1ª Samuel 2: 29-30; ver Mateo 10: 37).
En su ceguera, había colocado los sentimientos de su corazón antes de la gloria del
Jehová. ¿Pensaba posiblemente que, reprobando el mal de sus hijos, podía no obstante
tolerarlo, usar de gracia hacia ellos? — ¡qué ceguera! — Eli al no detener a sus hijos, y
no habiéndose separado del mal que habían cometido, Eli permanecía solidario con
ellos (ver 1ª Samuel 2: 29; observe él “vosotros” en el cual Eli es incluido). ¡También
Dios va a ponerlo a un lado! Cuán serio es. A pesar de su piedad, está considerado como
un sacerdote infiel, porque Dios declara: « me suscitaré un sacerdote fiel » (v. 35).
— Los hombres de Jabes (1ª Samuel 11: 1-2)
El
Amonita, enemigo del pueblo de Dios y con respecto al cual un juicio severo se
había sido pronunciado (Deuteronomio 23: 3-4) sube y acampa contra Jabes de Galaad.
Los hombres de Jabes retroceden delante del combate que tenían que librar en contra
del adversario y prefieren proponerle una alianza, prestos a servirles.
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Para esta alianza, Nahas amonita pone una condición: « que cada uno de todos vosotros se
saque el ojo derecho»
(v. 2).
La falta de energía para el combate, el perder de vista la
posición de separación que es la del pueblo de Dios, asociarse con el mal bajo cualquier
forma, conduce siempre a este resultado: el ojo derecho reventado, debilitamiento de la
visión espiritual.
—Sansón (Jueces 16)
Los Filisteos pudieron apoderarse de Sansón y reventarle los ojos, su fuerza se había
ido de el porque: « Jehová ya se había apartado de él» (v. 20). ¿Cómo llegó a suceder?
¡Porque había perdido uno de los caracteres del nazareato! El que debía ser
nazareo de Dios desde el vientre de mi madre»
«
(16: 7) había entregado el secreto de su fuerza
y la navaja de afeitar fue pasada en su cabeza. Las mismas causas producen siempre
los mismos efectos: si ya no estamos “separados”, si no manifestamos los caracteres del
nazareato, estamos sin fuerza espiritual, sin discernimiento espiritual.
—Sedequías (2ª Reyes 25: 1-7)
Sedequías, último de los reyes de Judá, también tuvo los ojos reventados (v. 7).
Así como para Sansón, se trató de un juicio de Dios. Sedequías había hecho lo malo
ante
los ojos de Jehová. No se
humilló después de haber oído
las palabras de
Jeremías, dichas de parte de Dios; había rechazado la autoridad de Nabucodonosor,
aunque este último le hizo jurar por Dios; tenía
su cuello erguido
y su corazón
endurecido para no regresar a Jehová (2ª Crónicas 36: 12-13). Tal conducta recibe su
castigo.
La ceguera puede constituir un juicio gubernamental hacia aquel que anda por el camino
de la desobediencia y que, despreciando las advertencias de Dios y su reprehensión, se
niega a escuchar y a humillarse. Ha sido así, para el pueblo de Israel.
Trabas para el discernimiento espiritual del creyente
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La falta de discernimiento de los creyentes a menudo es evidente por un estado de
infancia espiritual (Hebreos 5: 12); es una de las razones por las cuales tantas doctrinas
falsas pudieron, por desgracia, propagarse fácilmente en la cristiandad. Muchos
cristianos se quedan “pequeños” (niños)
(Efesios
4: 14), mientras que deberían
desarrollarse y crecer « en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 ª
Pedro 3: 18).
—La falta de alimento sacado de la Palabra de Dios
Si somos “carnales” y en lugar de alimentar nuestras almas de la Palabra y de Cristo
en la Palabra, quedamos, — así como los Corintios en otro tiempo (1ª Corintios. 3: 1-2)
— enanos espirituales. ¡Y esto, a pesar de todas las pretensiones de conocimiento y de
poder! Un estudio puramente intelectual de la Biblia ayudará apenas al desarrollo del
creyente (más bien será un obstáculo), porque las verdades del santo Libro deben ser
gustadas y sentidas por el corazón en el cual el amor de Dios ha sido derramado, de tal
manera que trazando la Palabra sea probado por una conciencia ejercitada. Solamente
así la vida espiritual será
enriquecida y
el andar
práctico
corresponderá
al
pensamiento de Dios.
— El predominio dejado a nuestros propios pensamientos
o a nuestros
sentimientos
La ausencia de discernimiento conduce a menudo al creyente a dejarse guiar por sus
propios sentimientos. Por ejemplo, ¿Cuánto, se afligirá
explicando por qué motivo se
relaciona con tal denominación más bien que con otra? Se encuentra alguna simpatía, o
se manifiesta un afecto al cual fueron sensibles y es lo que, en definitiva, los decide s
seguir en ella. Esto denota, en el fondo, un cierto egoísmo: ¿que decir cuando se va a la
reunión por si mismo, en lugar de ir por Dios? Si, por el contrario, escogimos por la
fe de que es Dios quien quiere reunir a los suyos, seremos conducidos a buscar en su
Palabra las enseñanzas que nos da a este respecto. Ya no serán los sentimientos
naturales que nos guiarán, sino la Palabra de Dios.
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Si, por gracia, hemos sido instruidos sobre esto, ¿no sucede, sin embargo, que nos
falta discernimiento sea en lo que concierne a nuestro andar individual, o en lo que
concierne a la vida y la administración de la asamblea? Allí también, las consideraciones
sentimentales naturales tienen a veces más peso que aquellas que deberían dirigirnos
¿Nos fijaríamos en tales consideraciones si nuestras almas estuvieran mas ocupadas y
alimentadas por Cristo para que se nos vuelva imposible hacer pasar lo que sea antes
de la gloria del Señor y sus intereses aquí en la tierra?
— La atracción hacia lo que le agrada al corazón natural
Para que podamos « discernir las cosas excelentes», es necesario que « vuestro amor
abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento
» (Filipenses 1: 9-11 versión Biblia
francesa) — Es decir, que la vida divina en nosotros se desarrolle y lleve frutos. Si, por
el
contrario, buscamos aquello que le agrada a
nuestros corazones naturales, no
tendremos el discernimiento que conviene en las cosas de Dios. Posiblemente, en tal o
cual circunstancia, tendremos el deseo de ser fiel, de cumplir la voluntad de Dios, pero no
sabremos “ver” lo que nos pide. ¿Quién no lo ha experimentado?
De manera que si vivimos « según la carne » nos faltará el discernimiento en las cosas
espirituales y, como consecuencia, nos dejaremos conducir por los pensamientos de
nuestros propios corazones en lugar de dejarnos gobernar por la voluntad de Dios.
Un caminar en el temor de Dios y la separación del mal nos hace
capaces para discernir la voluntad de Dios
El apóstol Pedro nos dice que aquel
que no manifiesta los caracteres del nuevo
hombre está « ciego » (2 ª Pedro 1: 5-9). ¿Si no tiene el discernimiento de su propio
estado,
Como
tendría
los pensamientos de Dios?
Para que seamos capaces de
discernir « la buena voluntad de Dios» (Romanos 12:2), es necesario que habitualmente
caminemos, en su temor, separados del mal
conforméis a este siglo»,
y viviendo
la vida de Cristo. « No os
siglo que está caracterizado por la actividad de los pensamientos
del hombre y por las tinieblas cuyo príncipe es Satanás. Esta es la separación exterior;
que debe emanar de una verdadera separación interior para Dios:
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« transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento
». El creyente fiel evitará toda conformidad con
el mundo — social, político o religioso — porque tiene una nueva naturaleza que debe
producir en él una nueva manera de pensar y actuar.
Su entendimiento es renovado,
renovación efectuada de una vez para siempre, porque el nuevo hombre es una creación
totalmente nueva y no el resultado del mejoramiento del viejo hombre. En la medida en la
cual el creyente vive de la vida del nuevo hombre, una separación interior es producida
de cuál proviene la separación exterior que nos transforma, o nos transfigura.
Esta
transformación se consigue por la contemplación de « la gloria del Señor » (2ª Corintios 3:
18), porque es Él quien nos ha dado la vida nueva, quien es también el objeto y el
alimento. Nuestros pensamientos
así
« transformados », ya no son los del
corazón natural, están de acuerdo con los pensamientos de Dios, de tal modo que
tenemos el discernimiento de Su voluntad. Esta voluntad es « buena, agradable y perfecta »
Sólo el corazón renovado puede decirlo de verdad. Al contrario, para la vieja naturaleza,
para el creyente que vive « según la carne », la voluntad de Dios es algo penoso y no
presenta ninguno de tres caracteres que acabamos de recordar.
« Por cuanto los
pensamientos de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco
pueden
» (Romanos 8: 7, versión Biblia Francesa). He allí una piedra de tope: si la
voluntad de Dios (que no habremos discernido nosotros mismos, sino que nos habrá sido
presentada) nos es una carga pesada, esto es porque vivimos « según la carne ». Ella es
« buena, agradable, y perfecta » para aquel que ha seguido las exhortaciones de Romanos
12: 2. ¡Cuánto nos alumbra esto en nuestro verdadero estado!
El remedio divino para el estado de ceguera de los cristianos.
Lo que la Palabra de Dios dice con respecto al final de la historia de la Iglesia
responsable, son enseñanzas que conciernen muy especialmente a los cristianos de hoy,
puesto que están al término de esta historia.
— El llamado del Señor a Laodicea (Apocalipsis 3: 14-22)
¡Uno de los rasgos qué caracterizan a Laodicea es la ceguera! Lo más grave
aun, es que incluso ella no está consciente: « no sabes que tú eres… ciego »
(v. 17). La
asamblea en Laodicea se vanagloria de todo lo que cree que posee y estima que no
necesita nada. ¡Que poco conoce su verdadero estado! No tiene el sentimiento de su
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miseria, de su pobreza, de su ceguera. No sabe lo que es según el pensamiento de
Dios. Todo estaba, lo hemos dicho, oscuro en cuanto a la verdad e incierto en cuanto al
juicio del mal.
Pero el remedio está allí para Laodicea, y para nosotros aun hoy: « te aconsejo que
de mí compres… y unjas tus ojos con colirio, para que veas
». ¡Es necesario ir
a El! Para
« comprar» hay que pagar, y el precio, es la renunciación a todo lo que le agrada al
corazón natural, al mundo y a sus placeres, a todo lo que es de la carne, incluso la
carne bajo su carácter religioso, porque es siempre la carne. En el fondo, en Laodicea,
habían buscado las satisfacciones de su corazón, se habían
dejado guiar por sus
propios sentimientos, pensaban sólo en sí mismos. Es necesario llevar el hierro al rojo
a todo esto, realizar Romanos 6: 11; Gálatas 2: 19-20; 5: 24-25; 6: 14, — aunque sea
para la carne. ¡Luego el corazón se vuelve hacia Cristo! ¡Más ceguera hay cuando el ojo
está fijado sobre un solo objeto! — « La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno,
todo tu cuerpo estará lleno de luz»
(Mateo 6: 22). ). Entonces ya nada traba a la actividad
del Espíritu Santo que puede actuar sin ser entristecido, y que viene para ocupar el
corazón de Cristo. Los ojos abiertos por el divino colirio, el discernimiento espiritual
resulta de lo que tenemos, « la unción del Santo» es reencontrado.
— Los recursos que permanecen a disposición de todo creyente
Todos los recursos necesarios están en nuestra disposición:
pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder»
« todas las cosas que
(2ª Pedro 1:3). Somos
inexcusables y culpables si no lo utilizamos. Al ser participantes de la naturaleza divina,
la naturaleza moral de Dios, somos hechos capaces, por medio de la acción del Espíritu
Santo en nosotros, de producir los frutos de esta naturaleza, de juntar uno a otro sus
caracteres: virtud, conocimiento, templanza, paciencia, piedad, afecto fraternal, amor. Si
estas cosas están en nosotros y abundan, manifestaremos una santa actividad y
llevaremos frutos en lo que es verdaderamente la vida cristiana: el conocimiento de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Luego, ya no seremos semejantes a
fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina…
», Sino que « siguiendo la verdad en
amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo
conocerle…
« niños
» (Efesios 4: 13-16). « A fin de
» (Filipenses 3: 10), este es el objeto del cristiano. Este conocimiento es el
más alto grado del desarrollo espiritual: los « padres » conocen a Aquel que es desde el
principio (1ª Juan 2). ¡Qué contraste con el estado de infancia que va generalmente a
la par con la falta de discernimiento espiritual! El apóstol Pedro agrega: « el que no tiene
estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego
» (2ª Pedro 1: 9).
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— La confesión de nuestro verdadero estado, con el propósito de recibir el «
colirio» divino
¡Cuánto tenemos que humillarnos de qué « estas cosas » se encuentren aunque
sea un poco en nosotros! Manifestamos tan poco estos diversos caracteres, carecemos
de amor los unos con respecto a los otros, faltamos sobre todo de un amor verdadero.
Si tuviéramos una visión clara y espiritual, tendríamos con respecto a cada uno el
comportamiento adecuado, las palabras apropiadas — las que son « en un espíritu de
gracia, sazonadas con sal
(Colosenses 4: 6 versión francesa) — Y así, seríamos útiles para
nuestros hermanos como con « los de afuera», actuaríamos en miras de su bien. Es lo
que caracteriza el amor según Dios.
Pero sobre todo, el discernimiento que nos falta tan arduamente abriría nuestros
ojos sobre nuestro propio estado y, en el juicio del yo, iríamos a buscar el socorro y las
direcciones cerca de Aquel que quiere ayudarnos y conducirnos. ¡Qué habríamos hecho
ya si verdaderamente hubiéramos estado
conscientes de lo que nos concierne, de lo
que concierne a nuestras casas, de nuestros hermanos, de las asambleas! Es necesario
comenzar por allí ¡ Dios permita ejercitarnos a cada uno sobre esto!
Lectores inconversos, ustedes aún están en las tinieblas, vengan a Jesús, « la luz del
mundo
» con el fin de tener « la luz de la vida (Juan 8: 12). No espere que sea demasiado
tarde, porque « hoy día es el día de salvación » (2ª Corintios 6: 2);
« la noche viene »
¡para los que no creen! dice al Señor.
Y nosotros que, por la gracia de Dios, somos « hijos de luz», ansiemos
verdaderamente caminar
por la luz. Vivamos cada día en el temor de Dios y en
separación del mal. Sepamos reconocer delante de Él nuestra falta de discernimiento;
¡escuchemos el consejo de Aquel que nos invita a comprar de Él colirio para ungir
nuestros ojos a fin de que podamos ver.
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