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Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala K
Autos: MASTRÁNGELO, Juan Carlos Antonio y otros c. EFE 2
PRODUCCIONES S.R.L.
Fecha: 18/03/2010
Sumario:
La etapa preliminar de la formación de los contratos se
caracteriza por tratativas o "pourparlers" que tienden a la
formación de un contrato, pero en sí mismas no son vinculantes;
aunque su ruptura intempestiva trae aparejada la responsabilidad
precontractual de aquel que la produjo.
La responsabilidad en el tramo de tratativas previas es
precontractual o extracontractual, en cambio, el incumplimiento de
un contrato preliminar, perfecto en sus alcances, genera
responsabilidad contractual.
Es común que en el desarrollo de la formación del contrato las
partes progresivamente vayan arribando a puntos de entendimiento,
configurándose acuerdos parciales, los que tendrán fuerza
vinculante si versan sobre el objeto, la causa o elementos
esenciales particulares del contrato, debiendo tenerse por
concluido aquel, integrándose los rubros faltantes mediante un
convenio posterior, y en su defecto, por lo que resulte de las
normas imperativas, de las normas supletorias y de los usos y
costumbres de lugar de celebración, en cuanto sean aplicables.
La existencia de los contratos puede ser acreditada inclusive con
documentos privados carentes de firma, por cuanto de no ser
esencial para su perfeccionamiento, el propio instrumento en sí firmado o no-hace a la prueba de la convención, pero no a su
validez.
El Tribunal no puede fallar sobre capítulos no propuestos a la
decisión del juez de primera instancia, encontrando ello su
fundamento no sólo en el principio de congruencia que rige la
materia, sino también en la circunstancia que, de no ser así, a la
demanda nueva propuesta en apelación, le faltaría el primer grado
de jurisdicción.
La valoración de la expresión de agravios, a los fines de
determinar si reúne las exigencias necesarias para mantener el
recurso de apelación, no debe llevarse a cabo con injustificado
rigor formal que afecte la defensa en juicio. Si así se actúa,
cabe descalificar lo resuelto por haberse incurrido en
arbitrariedad.
Vocablos: CONTRATOS - CONSENTIMIENTO CONTRACTUAL - VOLUNTAD COMÚN
– GESTACIÓN - TRATATIVAS O “POURPALERS” - RESPONSABILIDAD
EXTRACONTRACTUAL - CONTRATO PRELIMINAR - RESPONSABILIDAD
CONTRACTUAL - ETAPAS EN LA FORMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO NACIMIENTO DEL CONTRATO - FINALIDAD DE LOS CONTRATOS PREVIOS PRUEBA DE LOS CONTRATOS - DOCUMENTOS PRIVADOS CARENTE DE FIRMA En Buenos Aires, a los 18
días del mes de marzo de 2010,
hallándose reunidos los Señores Vocales de la Sala K de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Capital Federal, a fin
de dictar sentencia en los autos: " MASTRÁNGELO, Juan Carlos
Antonio y otros c/ EFE 2 PRODUCCIONES S.R.L." y habiendo acordado
seguir en la deliberación y voto el orden del sorteo de estudio,
el Dr. Ameal dijo:
I.- Contra la sentencia definitiva de fs.
427/433 se alza a fs. 434 la accionada expresando agravios a fs.
463/472, cuyo traslado no fuera contestado por la parte actora.
Asimismo, contra dicho pronunciamiento se alza a fs. 436 la parte
actora, expresando agravios a fs. 454/458, los que previo traslado
de ley fueran contestados a fs. 478/483.
II.- La sentencia.
El pronunciamiento en crisis hace lugar a la demanda por daños y
perjuicios promovida por Juan Carlos Antonio Mastrángelo, Javier
Esteban Castro y Fernando Martín Perri Grance, contra el EFE 2
Producciones S.R.L., como consecuencia de un incumplimiento
contractual. En su mérito, la condena a abonarles a los
accionantes la suma de $ 25.200 con más sus intereses y costas.
III.- Agravios.
Parte actora.
En su memoria, se agravia la
accionante respecto al "quantum" determinado por la "a-quo" en
el capítulo denominado "incumplimiento de contrato-lucro cesante".
Sostiene que el resultado al que arriba la magistrada es magro por
no haber hecho una correcta valoración de las constancias que
emergen de autos. Se agravia también por cuanto se trató en un
mismo acápite el lucro cesante y el daño emergente. Refieren
haber acreditado fehacientemente la existencia de otros trabajos
vinculados con el mundo del espectáculo que venían desarrollando
con anterioridad a los ensayos los que tuvieron que ser dejado
para cumplir con éstos, lo que no fuera evaluado debidamente por
la magistrada. Se agravian además en cuanto a los montos
establecidos en concepto daño moral los que consideran exiguos.
Requieren se haga lugar a los agravios expresados modificándose la
sentencia recurrida.
Corrido el traslado pertinente es
contestado a fs. 478/483 por la parte demandada, quien sosteniendo
la orfandad de argumentos serios, peticiona se declare la
deserción del recurso. Refiere que la jueza no ha hecho un
exhaustivo examen de la prueba aportada, incurriendo en errores
reñidos con la ley adjetiva que de ser tomados en consideración
habrían dado como conclusión el rechazo de la demanda en todas sus
partes. Cuestiona los términos adoptados por la "a-quo". Expresa
que con el único que se fijo un "cachet" de $ 1.800 fue con
Mastrángelo, pero por un solo mes. Refiere que no se valoró
debidamente la confesión ficta de Mastrángelo, y que respecto de
los otros dos reclamantes no existe prueba alguna de que hubiesen
sido contratados. Sostiene que los actores no acreditaron ninguna
de las afirmaciones que vuelcan en la apelación respecto de los
supuestos daños indemnizables. Pide se tengan por reproducidas las
expresiones vertidas al expresar agravios, especialmente la
vinculada con el rechazo (o reducción) del resarcimiento por daño
moral. Solicita se rechacen los agravios.
Parte Demandada.
A
su vez, la demandada expresa en su memoria obrante a fs. 463/472,
la incorrecta valoración de las constancias que emergen de la
causa. Alude que la recurrente al contestar la demanda lo hizo
siguiendo los lineamientos y reclamos de aquella, vale decir,
tratando en primer término los aspectos genéricos de la misma y
luego de manera discriminada el reclamo formulado por cada actor.
Expresa que el análisis global de la prueba conforma un error
procesal que lleva a desnaturalizar los efectos de la rebeldía en
las posiciones contenidas en el pliego obrante a fs. 426. Sostiene
además que la jueza no valoró adecuadamente las pruebas rendidas
en el expediente. Discrepa con los fundamentos del decisorio y
sostiene que la magistrada se ha apartado de la realidad de los
hechos, no ha guardando el principio de congruencia. Objeta la
procedencia de los rubros y el monto establecido. Pide se
rechace la demanda con costas a los actores o subsidiariamente se
reduzcan los montos de condena y se distribuyan las costas por su
orden.
IV.- Considerandos.
Que dada la íntima relación
existente entra ambos recursos ha de procederse a su consideración
en forma conjunta.
Que el art. 277 del ritual dispone que el
Tribunal no puede fallar sobre capítulos no propuestos a la
decisión del juez de primera instancia, encontrando ello su
fundamento no sólo en el principio de congruencia que rige la
materia, sino también en la circunstancia que, de no ser así, a la
demanda nueva propuesta en apelación, le faltaría el primer grado
de jurisdicción. En su mérito y con tal alcance habré de evaluar
los agravios en vista.
Que la valoración de la expresión de
agravios, a los fines de determinar si reúne las exigencias
necesarias para mantener el recurso de apelación, no debe
llevarse a cabo con injustificado rigor formal que afecte la
defensa en juicio. Si así se actúa, cabe descalificar lo resuelto
por haberse incurrido en arbitrariedad.
De ahí que, en la
sustanciación del recurso de apelación, el cumplimiento de sus
requisitos debe ponderarse con amplitud, mediante una
interpretación que los tenga por cumplidos aun frente a la
eventual precariedad de la crítica del fallo apelado.
Este
lineamiento tiende a armonizar el cumplimiento de los recaudos
legales , garantizando de tal forma la defensa en juicio.- Por
ello, ante la duda corresponde considerar como expresión de
agravios el escrito que no reuniría estrictamente los requisitos
procesales. El criterio amplio que preside la materia tiende,
así, a asegurar a las partes en litigio una mayor oportunidad para
defender sus derechos y afianzar con ello la garantía consagrada
por el art. 18 de la Constitución Nacional.
En ese marco, y
dado que la parte actora al expresar su disconformidad con el
pronunciamiento en vista ha dado cumplimiento, en lo pertinente,
con lo dispuesto por el art. 265 del Código Procesal, he de
desestimar la declaración de deserción perseguida por la parte
demandada.
Ahora bien, se agravian los recurrentes en cuanto a
la metodología implementada por la magistrada para resolver la
cuestión.
Sobre el particular diré, como sostuve in re: "Expte.
35.700/2003 "DIEZ DE OÑATE, JOSE MARIA c/ F.O.E.E.S.I.T.R.A
s/
Daños y Perjuicios" R. 503388, que más allá de lo que la
magistrada hubo ponderado, lo cierto es que como directora del
proceso (art. 34 inc. 5° del CPCC) se encuentra habilitada de
disponer el método a aplicar en el pronunciamiento que dicta, no
siendo cuestionable que al existir aspectos coincidentes que hacen
a la esencia de la demanda los tratara en forma común, analizando
la prueba aportada a la luz de los principios de la sana crítica
(cfr. art. 386 del Código Procesal).
Tómese en consideración
que la magistrada ha resuelto la cuestión guardando los
principios de plenitud y congruencia que rigen en la materia (cfr.
arts. 34 inc. 4° y 163 inc. 6° del Código adjetivo), no pudiendo
obviarse que es de su incumbencia el encuadre jurídico del planteo
en análisis, lo que -más allá de que pudiere o no compartirse realizó.
Adviértase también que con su argumentación, fijó
su posición intelectual acerca de los hechos debatidos,
interpretando los elementos del juicio obrantes en la causa, es
decir, ha motivado debidamente su decisorio.
Además, el hecho
de tratarse -por razones también metodológicas- en forma conjunta
dos conceptos que integran el plexo de daños reclamados, no es
capaz de producir agravio de conformidad con lo normado por el
art. 242 del CPCC, máxime cuando desde la postura que asume
pondera no solo las particularidades que rodean a la cuestión,
sino también sus respectivos alcances.
Por ende, la
circunstancia de que el temperamento y metodología adoptados por
la "a - quo", en mérito a facultades propias, no fuere
compartido por los recurrentes, aparece por sí inhábil a fin de
enervar lo decidido, razón por la cual los agravios expresados
desde tal óptica no habrán de prosperar.
Ello no impide, que se
valore si el encuadre jurídico efectuado por la magistrada resulta
compartido por el Tribunal.
Cabe entonces pues, con la
finalidad de efectuar tal ponderación, desentrañar la virtualidad
jurídica de la relación existente, indagando su esencia y alcance
valorado a la luz de las conductas asumidas por los contratantes.
Es que las particularidades propias de cada caso son las que
habrán de determinar "el substractum" de la relación en análisis,
sin que sea conveniente atenerse a pautas genéricas
preestablecidas.
He de evaluar, entonces, sus elementos
constitutivos, la determinación de la verdadera voluntad de las
partes y sus actitudes, a fin de establecer los alcances y
efectos que derivan de la relación "sub-examen".
En dicha
interpretación tengo presente el principio rector de la
autonomía de la voluntad, que enmarcado por la buena fe y las
limitaciones que imponen la moral, las buenas costumbres y el
orden público, determina que debe buscarse en toda relación
jurídica, precisamente, la verdadera intención de las partes, y
la
finalidad que tuvieran en mira, lo cuál permitirá resolver
las situaciones dudosas (conf. Gastaldi, J.M., "Las X Jornadas de
Derecho Civil y la regla favor debitoris (lo tratado y lo no
tratado)", ED 117-838 y sigs., apart. V, y Contratos II, Cap.
XIV).
Desde otra óptica también tomo en consideración que el
ordenamiento legal vigente impone a la parte que afirma la
existencia de un hecho controvertido su demostración no
importando dicha carga la aportación de uno o más elementos de
acreditación, sino que ellos tengan la fuerza que conduzca a una
convicción favorable para quien la produce (art. 377 del CPCC).
En la especie, la compulsa de las actuaciones permite advertir
que las partes son contestes en cuanto a que los actores
fueron seleccionados en un "casting" realizado en el mes de agosto
de 2004 por la productora aquí demandada, con motivo de la obra
"Marionetas del Pene". También que durante los meses de agosto/
septiembre realizaron ensayos, refiriendo la demandada su
extensión hasta el mes de octubre. Son igualmente contestes en
cuanto a que se instrumentó un contrato con el co-actor
Mastrángelo del que resulta una retribución de $ 1.800 por el
lapso de un mes computado a partir del 26 de diciembre de 2004.
De igual modo coinciden en que la obra fue estrenada oficialmente
en el local "Niceto" habiendo también actuado en él los
accionantes, aún cuando discrepan si ello se debió o no, a la
calidad de "ensayo con público y sin cobro de entradas". Son
contestes también en cuanto a la validez de los recibos "de
haberes" acompañados en el expediente; y en haber existido
publicidad en la que se promocionara la obra con participación de
los actores, aún cuando discrepan en cuanto al tipo y entidad de
la misma.
A fin de resolver el "thema decidendum", cabe
previamente efectuar algunas consideraciones, con la finalidad de
poder efectuar un debido encuadre jurídico.
Que la gestación
del consentimiento contractual, para arribar a la declaración de
"voluntad común" requerida por el art. 1137 del Cód. Civil, dando
existencia a un contrato, tiene un lapso de duración, en el que
los interesados cambian ideas en pos de la cristalización del
negocio jurídico al que se hallan abocados, conformando lo que se
da en llamar tratativas previas o preliminares.
Desde ya
quedan exentos de tal mecanismo consensual los contratos
celebrados en forma instantánea, en un acto único, en los que se
da la formulación de la oferta seguida, por la inmediata o
simultánea aceptación, prescindiéndose de aquellas tratativas
preliminares, pero ello configura la excepción, salvo en casos de
contratación predispuesta (cfr. Stiglitz, R. "Contratos Civiles y
Comerciales", pág. 141).
La realidad de las negociaciones y la
complejidad de la vida moderna hacen que la gestación de un
acuerdo contractual se prolongue en el tiempo, vaya progresando en
la medida en que los interesados concuerden en tópicos o cláusulas
del futuro contrato.
Esta etapa preliminar se caracteriza por
tratativas o "pourparlers" que tienden a la formación de un
contrato, pero en sí mismas no son vinculantes; aunque su ruptura
intempestiva trae aparejada la responsabilidad precontractual de
aquel que la produjo.
Es necesario entonces, distinguir las
tratativas preliminares del contrato preliminar. Este último es un
verdadero contrato en el que las partes se obligan a concluir
otro.
En cambio las "pourparlers" no lo son e incluso pueden
ser llevadas a cabo en la formación del contrato preliminar.
Dicha distinción es importante, en la medida en que la
responsabilidad en el tramo de tratativas previas es
precontractual o extracontractual, en cambio, el incumplimiento de
un contrato preliminar, perfecto en sus alcances, genera
responsabilidad contractual.
Se dirá también, que en la
formación del consentimiento, como previas al negocio jurídico,
deben distinguirse tres etapas: una denominada de ideación o
elaboración del acuerdo, conformada por la "pourparlers"; otra
referida a la concreción de la oferta y una tercera en que la
propuesta es comunicada (cfr. Stiglitz, R. ob.cit. pág. 142/143).
Que en el primer período se dan los contactos iniciales entre las
partes en los que se formulan inquietudes e interrogantes,
proyectan el contrato, elaboran cláusulas condiciones y detalles
del futuro convenio.
En esta etapa el deber de informar cumple
un rol preponderante, el que debe estar regido por la buena fe,
recíproca lealtad y corrección de trato.
Nuestro Código no
trata las negociaciones previas al contrato, no obstante, a la luz
de la normativa, se puede entrever las pautas que se les aplican,
como así también la responsabilidad extracontractual
(precontractual), que deriva de la ruptura intempestiva de
aquellas originando la reparación del daño, a interés negativo
(cfr. Ameal, O. "Obligaciones y contratos en los albores del siglo
XXI" pág. 516 /517).
Cabe aquí señalar, que en nuestro
ordenamiento jurídico, para que exista contrato la oferta y su
aceptación deben versar sobre todos los rubros en discusión sin
distinguirse entre principales y secundarios.
Más puede
acontecer que la oferta formulada por una de las partes no
contemple acabadamente todos los puntos del contrato o que la
aceptación frente a una oferta autosuficiente y completa no brinde
aquiescencia a todos los rubros por ésta expuestos, sobreviniendo
un acuerdo parcial ya que se refiere a algunos asuntos.
En tal
sentido, si la falta de acuerdo se relaciona a un elemento
esencial del contrato, éste no puede tener existencia, salvo que
la ausencia pueda ser suplida por la ley, o por los usos del
tráfico (arg. Art. 17 Cód. Civil y art. 219 del Código de
Comercio).
Y si bien el art. 1148 del CC referido a la
completividad de la oferta y el art. 1152 del citado código, que
exige que la aceptación de aquella lo sea en todo su contenido,
configuran argumentos sólidos que impiden la aplicación de la
"punktation" (teoría originada en el derecho germánico que
distingue entre elementos esenciales y secundarios del contrato,
que se considera concluido en caso de existir acuerdo sobre los
primeros), en épocas modernas concordando con dicha doctrina se ha
abierto camino el sistema de acuerdos parciales.
En tal
contexto, es común que en el desarrollo de la formación del
contrato las partes progresivamente vayan arribando a puntos de
entendimiento, configurándose acuerdos parciales, los que tendrán
fuerza vinculante si versan sobre el objeto, la causa o elementos
esenciales particulares del contrato, debiendo tenerse por
concluido aquel, integrándose los rubros faltantes mediante un
convenio posterior, y en su defecto, por lo que resulte de las
normas imperativas, de las normas supletorias y de los usos y
costumbres de lugar de celebración, en cuanto sean aplicables
(cfr. Alterini, Atilio A. "Contratos Civiles, Comerciales y de
Consumo" pág. 328; Convención de Viena sobre Compraventa
Internacional de Mercaderías de 1980 (arts. 14 y 19.2); y Ameal,
Oscar, op.cit. pág. 519/20).
En cuanto a los contratos previos,
cabe acotar, que configuran verdaderos contratos perfectos, cuyo
incumplimiento genera responsabilidad contractual y pueden
realizarse con dos finalidades distintas con el alcance de a) un
"pactum de contrahendo", que obliga a las partes a celebrar un
contrato definitivo reglando su configuración, o b) de un "pactum
de modo contrahendo", que fija exclusivamente el modo de
configuración de futuros contratos, pero sin obligar a las partes
a celebrarlos.
Así se puede clasificar los contratos en
"preliminares" y "preparatorios", siendo los primeros los que
tienden a la conclusión de un contrato definitivo fijando sus
bases y condiciones, por ej. el contrato de promesa en el que las
partes se obligan a celebrar un contrato futuro (CCiv. DF Mex.
(art. 2243) y CCiv. Peruano 1984 (art. 1414); y el contrato de
opción, supuesto en el que una de las partes acuerda con la otra
la posibilidad de requerir la celebración de un contrato
definitivo (cfr. C.Civ. Italiano 1942 (art. 1331), Peruano de
1984 (arts. 1419 y 1420) y en nuestro ordenamiento arts. 1366 CC
(pacto de retroventa) y 1367 CC (pacto de reventa).
En cuanto a
los preparatorios, se celebran con la finalidad de fijar ciertas
bases para la realización de contratos futuros, sin la obligación
de llevarlos a cabo.
Dentro de tal marco cognoscitivo,
evaluadas que son las constancias y circunstancias que emergen de
estas actuaciones, no he de compartir el criterio sostenido por la
magistrada de grado en cuanto considera que la cuestión en
análisis debe ser enmarcada bajo la órbita precontractual o
extracontractual.
A fin de avalar lo expuesto, cabe acotar,
que la existencia de los contratos puede ser acreditada inclusive
con documentos privados carentes de firma, por cuanto de no ser
esencial para su perfeccionamiento, el propio instrumento en sí firmado o no- hace a la prueba de la convención, pero no a su
validez.
Por ello, se puede recurrir a otros medios
probatorios, como testigos y presunciones, siempre que medie
principio de prueba por escrito, imposibilidad de obtener o
presentar el instrumento, o principio de ejecución del negocio,
entre otros muchos supuestos, variables según las circunstancias
del caso (cfr. en tal sentido CNCiv. Sala C in re: 161913, autos:
"TRANI, Gabriel c/ SOLARI, Alberto y otro s/ ESCRITURACION" de
fecha 20-07-95).
Ahora bien, siguiendo al Diccionario de la
Real Academia Española, Edición Vigésimo Segunda, cabe
interpretar etimológicamente a la palabra "casting" como la voz
inglesa que importa la selección de actores o de modelos
publicitarios para "determinada actuación".
Asimismo se dirá
que la palabra actuación deriva de "actuar" que significa en la
acepción que nos ocupa "interpretar un papel en una obra teatral o
cinematográfica".
En el caso, se encuentra reconocido y
además debidamente acreditado, que los reclamantes fueron
seleccionados, mediante un "casting" realizado con motivo de la
obra denominada "Marionetas del Pene".
De igual modo ha
quedado acreditada la existencia de acuerdos celebrados con los
tres actores, con la finalidad de ensayar dicha obra, recibiendo
como contraprestación por tal actividad las sumas de que dan
cuenta los recibos acompañados por la parte actora a fs. 18, 19 y
26/30, los que fueran reconocidos expresamente por la demandada.
En tal contexto, considero que, aún cuando la elección de los
accionantes tuviera como finalidad liminar la posibilidad de
elegir a aquellos que iban a participar ulteriormente en la obra,
el objeto de los acuerdos que motivó los "ensayos" se cumplió con
su práctica y retribuciones percibidas.
Sin perjuicio de ello,
surge también de la prueba rendida, que los accionantes
participaron en la obra de marras, en el local denominado
"Niceto", con público que hubo abonado por dicha actuación,
circunstancia ésta que, cabe considerar, excede lo que
"técnicamente" constituye un "ensayo", entendiendo por tal al
hecho de hacer una prueba de cualquier tipo de actuación antes de
efectivizarla.
Sabido es que los contratos deben celebrarse,
interpretarse y ejecutarse de buena fe de acuerdo con lo que las
partes entendieron o pudieron verosimilmente entender obrando con
cuidado y previsión, constituyendo para las partes una regla a la
que deben someterse como a la ley misma (cfr. doct. arts. 1137,
1197, 1198 sgtes. y concords. del Código Civil).
Siguiendo
dicha línea argumental, así como las particularidades reseñadas,
no puede obviarse que el negocio jurídico que motiva la
realización de actos, obras o servicios, por los cuales cabe
recibir una suma dineraria como contraprestación, importa un
contrato de locación en los términos y alcances de los arts. 1493,
1623, 1629 sgtes. y concords. del Código Civil.
Que nuestro
ordenamiento legal no exige forma especial alguna para celebrar el
contrato de locación de obra, rigiendo el principio de libertad
consagrado por el art. 974 del Código Civil, de manera que puede
ser hecho por escrito, verbalmente y aún en forma tácita.
Se
dirá además que en materia probatoria contractual ha perdido
actualidad la referencia dineraria establecida el art. 1993 del
Código Civil, cediendo el rigorismo que impone la forma escrita,
así como la inadmisibilidad de testigos y presunciones cuando
mediare imposibilidad de obtener dicha forma, o existiere -como
en el caso- principio de prueba por escrito o principio de
ejecución del contrato (conf. arts. 1191, 1192 y 1627 del Cód.
Civ.).
Por ende, siendo dicha convención consensual en la
medida que se perfecciona por el mero acuerdo de voluntades,
dicho negocio quedó concluido para producir sus efectos propios
desde que las partes recíprocamente manifestaron su consentimiento
(cfr. art. 1140 del Código Civil).
Cabe además acotar, que tal
circunstancia se concreta desde el momento en que los actores
participaron en la obra producida por la demandada, en un local
con público al que se le cobró su ingreso (cfr. doctrina arts.
1144, 1145, y 1148 del Código citado).
En efecto, surge de
las testimoniales brindadas por los testigos ofrecidos por la
parte actora Sres. Caberlotto, Baró, Martínez, y Polastri
obrantes a fs. 207/208, 209, 210/11, y 212/213 -las que aparecen
como suficientemente precisas y debidamente circunstanciadas sin
incurrir en contradicción pese a las repreguntas formuladas por la
contraria- que los accionantes participación en la obra
"Marionetas del Pene" lo que corroboran por haber asistido a dicha
representación o por desempeñarse como empleados del local
"Niceto" donde se llevó adelante la producción.
Surge también
de tales declaraciones, que se cobraba entrada para poder ver la
obra; que la demandada era quien la producía; que eran varios
elencos los que actuaban; y que se hubo publicitado la obra por
distintos medios.
Resulta también significativo lo declarado
por el
testigo -Marques- propuesto por la demandada (para quien
prestara servicios), en sus respuestas a la 3° y 4° repregunta de
fs. 309 vta., al señalar que cuando se estrena la obra se
seleccionaron para formar los elencos tres parejas y una suplente,
en total ocho actores, entre los que estaban los accionantes.
En el caso, adquiere igualmente singular relevancia, la publicidad
que ambas partes reconocen realizada, no obstando a los alcances
que "infra" se consignan, la entidad, extensión o calidad de
aquella.
En efecto, la publicidad es una forma de comunicación
producida por una persona física o jurídica, pública o privada,
con el fin de promover la contratación o el suministro de
productos o servicios (cfr. Lorenzetti, Luis R. "Consumidores",
pág. 153).
Bajo tales parámetros, no ha de obviarse, que del
juego armónico de los arts. 7° y 8° de la ley 24.240 modificada
por leyes 24.747 y 26.361, en su ensamble teleológico con el art.
42 de la Constitución Nacional, surge como efectos de la
publicidad, que las precisiones formuladas en ella o en anuncios,
prospectos, circulares u otros medios de difusión, obligan al
oferente y se tienen por incluidas en el contrato con el
consumidor, bajo apercibimiento de las sanciones establecidas en
el art. 47 de la citada normativa.
Es decir, el empresario
queda obligado con el consumidor por considerarse lo anunciado
una oferta (cfr. en tal sentido, Stiglitz, Gabriel "Reglas para
la defensa de los consumidores y usuarios" pág. 18/19), siendo
sancionado en caso de incumplir lo acordado.
Siguiendo dicho
línea argumental, aparece como contrapartida de lo expuesto, que
la publicidad realizada por la empresa productora, a través de
diversos medios promoviendo la participación de los actores en la
obra de marras, tal como dan cuenta las declaraciones
testimoniales antes referidas; la nota periodística que luce a fs.
62/63 de la revista "Paparazzi" (reconocida a fs. 374 por quien
la edita); el Spot promocional para televisión obrante en el CD
acompañado a fs. 6; la publicidad impresa con fotografías de los
actores, reconocida por la demandada en el pto. V, 3° párrafo de
fs. 141, y restante documental incorporada al expediente; no
hace más que reflejar o exteriorizar el nexo contractual existente
con éstos.
A mayor abundamiento, es la propia recurrente quien
al observar la pericial contable practicada, expresa en el pto.
III de fs. 352 que los pagos efectuados por EFE 2 Producciones a
los actores de este juicio "... en realidad correspondieron a
"cachets" por actuaciones y no a "ensayos"...".
Si a ello
agregamos los términos que emergen de la pericial contable
realizada a fs. 336/346, ampliada a fs. 357/358 al contestarse la
impugnación formulada por la demandada; y contestaciones de oficio
de fs. 228/305, 325/329, 330 y 331, queda corroborado además del
principio de ejecución de los acuerdos existentes, su falta de
continuidad.
Y si bien no se discute que el dueño de la obra
puede desistir de su ejecución por su sola voluntad, aunque ésta
se hubiere empezado, ello no lo releva de abonar al locador la
indemnización correspondiente (cfr. doctrina art. 1638 del Código
Civil).
No escapa al suscripto las especiales circunstancias
que emergen de la causa, como ser la aclaración que formula el
perito contador a fs. 358 dictaminando que sin desmerecer las
registraciones contables de la demandada podría darse el caso de
existir omisiones en sus registros contables.
Tampoco lo que
resulta del informe que a fs. 331 fuera brindado por la Asociación
Argentina de Actores -Delegación Córdoba- señalando que nunca
fueron presentados contratos o acuerdos -verbales o escritosrelacionados con la intervención del Sr. Juan Carlos Mastrángelo
en la obra "Marionetas del Pene" que se presentara en Villa Carlos
Paz, pese a ser contestes las partes que aquel existió.
Tales
circunstancias hacen perder seriedad, al planteo que efectúa la
accionada respecto de la registración.
En tal sentido se ha
señalado que la omisión de los demandados en instrumentar y
registrar los contratos celebrados con actores ante la asociación
sindical, no puede colocarlos en una mejor situación que aquella
en que se encontraría quien los contrata y observa las normas
convencionales (cfr. en tal sentido CNAT en autos caratulados: "
Callau, Manuel y otros c/ Carlassare, Viviana y otros s/
Incumplimiento de contrato" de fecha 20 de julio de 2001).
Igual suerte han de correr, los agravios vinculados con la
ponderación de la prueba, en la medida que los jueces no están
obligados a seguir a las partes en todas sus alegaciones ni
valorar toda la prueba, sino solamente tomar en cuenta la que
razonablemente estimen conducentes para la correcta solución del
litigio (conf., C.S.J.N., L.L., Rep. XXXIV, pág. 1562, sum. 56),
criterio éste que también aplico en la oportunidad.
Determinada
la relación jurídica vinculante, existiendo principio de ejecución
contractual y acreditado también el desistimiento de ejecución
de la obra por parte de la demandada, corresponde adentrarnos al
análisis de los agravios vinculados con los rubros perseguidos.
Al incoarse la acción los actores individualmente reclaman la suma
de $ 5.400 como daño emergente, derivado de la falta de pago de
los "cachets" acordados de $ 1.800 mensuales por los meses de
octubre a diciembre de 2004.
Que la indemnización pretendida
resulta procedente, en la medida que al desistir por su sola
voluntad el dueño de la obra de su ejecución tal circunstancia
impone abonar al locador la indemnización correspondiente (cfr.
doctrina art. 1638 del Código Civil), y que se concreta, en el
caso, con las sumas que los accionantes se vieron privados de
obtener a consecuencia de tal decisión.
Por ende, tomando en
consideración ello, surge el deber jurídico del comitente de
abonar los "cachets" correspondientes.
En cuanto a su
determinación, se tiene en cuenta como pauta interpretativa la que
emerge del art. 218 del Código de Comercio, valorada conjuntamente
con lo normado por los arts. 1137, 1197 y 1198 del Código Civil.
En efecto, los usos y costumbres de la actividad a la que se
refiere el acuerdo de partes que originó el proceso constituye un
importante marco interpretativo de la voluntad de aquéllas.
Nuestro ordenamiento comercial es suficientemente ilustrativo al
señalar que a los fines de desentrañar el sentido de un contrato
"el uso y práctica generalmente observados en el comercio, en
casos de igual naturaleza y especialmente la costumbre del lugar
donde debe ejecutarse el contrato prevalecerán sobre cualquier
inteligencia en contrario que se pretenda dar a las palabras"
(conf. art. 218, inc. 7°, del Código de Comercio).
Se toma
asimismo en consideración que los hechos de los contrayentes,
subsiguientes al contrato, son la mejor explicación de la
intención de las partes al tiempo de celebrarlo, no pudiendo
obviarse el principio de ejecución antes señalado.
Además, que
la actividad desarrollada no se presume gratuita.
Dentro de
tal marco cognoscitivo, cabe tener en cuenta
que los
accionantes percibían en concepto de "ensayo" idéntica
retribución, circunstancia ésta que hace suponer igual
categorización.
Cabe también considerar a la luz del art. 1198
citado, que
la documental obrante a fs. 133 (contrato suscripto
con Mastrángelo) pone de relieve, el monto estipulado como
contraprestación por su labor interpretativa, lo que es aplicable
al caso como pauta indiciaria.
De igual modo se tiene en
consideración la fecha a partir de la cual aquel rigió, sirviendo
ésta de pauta temporal para poner fin a las anteriores
contrataciones.
Tomando en cuenta lo expuesto, que resulta
razonable dicho monto y que son los propios actores quienes en
forma "expresa" determinaran el alcance de su pretensión en la
suma de $ 5.400 para cada uno de los accionantes al momento de
incoarse la demanda, he de propiciar en el acuerdo se confirme el
monto que sobre el particular estableciera la "a-quo" en la
sentencia recurrida. Darle otra inteligencia a lo pretendido por
los actores, importaría en su caso, contrariar la doctrina de los
propios actos, esto es, ir contra actitudes anteriores,
jurídicamente relevantes y plenamente eficaces.
En lo que hace
a los agravios expuestos con relación al lucro cesante, sin
perjuicio de lo oportunamente meritado respecto al plano
metodológico, no puede obviarse que quien formula su petición,
debe traer al pleito los elementos de prueba que demuestren su
extensión o por lo menos dejar en el ánimo del juzgador la certeza
de que una ventaja no se produjo por haberlo impedido las
circunstancias del caso, lo que en la especie no se acredita.
En efecto, la admisión de la existencia del lucro cesante
presupone una prueba certera de la cuantía de las ganancias
dejadas de percibir, demostración de la cual solo cabrá dispensar
a quien formule el reclamo cuando concurran circunstancias que
tornen, sino imposible, al menos muy dificultosa la prueba del
daño, lo que no se advierte en la oportunidad.
En su mérito, no
encontrándose acreditado con la prueba producida los extremos que
hacen a la procedencia de este rubro, he de propiciar al acuerdo
se confirme lo resuelto sobre el particular por la magistrada.
Distinta suerte ha de correr, lo que fuera decidido en concepto de
daño moral.
Es que la especiales y particulares
características del caso a lo que cabe agregar el tipo de negocio
jurídico en examen y ámbito cognoscitivo propio que de él deriva
a la luz de los efectos consignados en el art. 1638 del Código
Civil, torna improcedente tal pretensión.
En tal sentido ha
sostenido la Sala F de esta Excma. Cámara que cuando el dueño
ejerce el derecho de desistir de la obra conferido por el art.
1638 del Código Civil, no se presenta, en sentido estricto, una
hipótesis de incumplimiento contractual, sino que se pone en juego
una facultad discrecional con consecuencias indemnizatorias que
están previstas en la norma. Se trata, sin duda, de un derecho
potestativo (en tanto no requiere expresión de motivos y puede
ejercitarse en cualquier tiempo) de orden legal, que constituye
una excepción a la intangibilidad de los contratos y que no
encuentra otra limitación que la obligación de indemnizar los
perjuicios que prevé la propia ley. (cfr. CNCiv. Sala F in re:
"GOLDIUK NAUM c/ EPSZTEIN, Mario s/ DAÑOS Y PERJUICIOS" Expte. Nº:
226408 de fecha: 04-12-97).
Ello así, he de proponer al
acuerdo se revoque lo decidido en tal sentido.
En cuanto a los
restantes planteos, sin perjuicio de encontrarse subsumidos en lo
precedentemente meritado, cabe además estarse a lo normado en los
arts. 265 y 277 del Código Procesal.
Por ende y si mi voto es
compartido, propongo a mi distinguida colega modificar la
sentencia recurrida en los términos y con los alcances expresados,
rechazándose lo reclamado en concepto de daño moral y
confirmándola -por los fundamentos vertidos- en lo demás que
decide y fuera motivo de agravios. Las costas de la Alzada se
impongan por su orden en atención a los fundamentos vertidos en
los precedentes considerandos, particularidades del caso y forma
en que se decide la cuestión (cfr. arts. 68, 69 y 161 del CPCC).
Las Dra. Díaz por las consideraciones
y razones
aducidas
por el Dr. Ameal vota en igual sentido a la cuestión
propuesta. OSCAR J. AMEAL- SILVIA A. DIAZ-CAMILO ALMEIDA PONS
(SEC.). Es copia.
Buenos Aires,
18
marzo de
2010.
Y visto lo deliberado y conclusiones
establecidas en el Acuerdo trascripto precedentemente, por
unanimidad
de votos, el Tribunal decide: modificar la
sentencia recurrida en los términos y con los alcances expresados,
rechazándose lo reclamado en concepto de daño moral y
confirmándola -por los fundamentos vertidos- en lo demás que
decide y fuera motivo de agravios. Las costas de la Alzada se
impongan por su orden en atención a los fundamentos vertidos en
los precedentes considerandos, particularidades del caso y forma
en que se decide la cuestión (cfr. arts. 68, 69 y 161 del CPCC).
Difiérase la regulación de honorarios para una vez aprobada
en autos la liquidación definitiva (art. 279 del CPCC).
Se
deja constancia que la Dra. Hernández no firma la presente por
encontrarse
excusada (fs. 453).
Regístrese, notifíquese y
devuélvase.
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