GENERACION DEL 27 Nombre con el que se identifica al grupo de

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GENERACION DEL 27
Nombre con el que se identifica al grupo de escritores españoles ligados históricamente por el
homenaje a Luis de Gongora, al cumplirse, en 1927, el tricentenario de su muerte.
La recuperación del poeta barroco plantea una diferencia sustancial con el movimiento ultraísta:
mientras éste proponía una búsqueda constante de lo nuevo, en la generación del 27 se produce un
encuentro entre ciertos principios de las vanguardias literarias y la poesía española clásica, desde la
lírica popular, Gonzalo de Berzeo o Gil Vicente, hasta poetas barrocos, además de Góngora, como el
conde de Villamediana, Pedro Soto de Rojas, Bocángel, Polo de Medina y, entre otros,Gustavo Adolgo
Becquer y Fray Luis de Leon a quien la revista Carmen, dirigida por Gerardo Diego, rindió homenaje
en 1928, con ocasión del cuarto centenario de su nacimiento. En efecto, como muy bien definiera al
grupo del 27 uno de sus poetas representativos, Rafael Alberti, ellos eran "vanguardistas de la
tradición". Tienen incluso una actitud de reconocimiento hacia la generación del 98 aunque, más
interesados por una literatura de alcance universal, no se ocuparon tanto de asuntos relacionados con las
debilidades de la estructura social española. No obstante, un escritor joven del 98, el filósofo Jose
Ortega y Gasset, aporta con La deshumanización del arte (1925) una visión crítica y en cierto modo
descriptiva de la estética del 27.
Además de la recuperación de Góngora y de la influencia del pensamiento de Ortega y Gasset, la
generación del 27 tuvo especial admiración por Juan Ramon Jimenez, sobre todo por su idea de la
poesía pura, que implicaba, en su afán de superar las formas del realismo, un culto de la imagen (que
también realizó, a su manera, el ultraísmo) y una elaboración del sentimiento ajeno al desborde y a la
emoción fácil. Al mismo tiempo proponían la pluralidad de estilos y de lenguajes, sin renunciar a las
formas clásicas. Pero también se hizo visible la presencia del surrealismo, que permitió incorporar
nuevos temas e imágenes a la poesía, desde el mundo de los sueños hasta otros lenguajes (las
hipérboles numéricas en el poeta Federico Garcia Lorcao los juegos matemáticos en Alberti), sin
desdeñar impurezas tales como la denuncia y la burla dirigidas contra las instituciones. Destacan, por
su clara filiación surrealista, obras como La flor de California (1926) y La sangre en libertad (1931) de
José María Hinojosa (1904-1936); Sobre los ángeles (1929) de Rafael Alberti (1902); Los placeres
prohibidos (1931) de Luis Carnuda(1902-1963); Poeta en Nueva York de Federico García Lorca (18981936). Esta obra de Lorca, así como sus piezas teatrales El público y Comedia sin título, y el guión
cinematográfico Viaje a la luna, fueron el resultado del viaje del poeta a Nueva York en 1929 y revelan
una afinidad con las búsquedas estéticas de Luis Buñuel y Salvador Dali, cuyo cortometraje Un chien
andalou (Un perro andaluz) se había estrenado ese mismo año en París, al que siguió L´âge d´or (La
edad de oro), con guión sólo de Buñuel.
Los componentes
La diversidad de la generación del 27 queda suficientemente probada porque en ella se incluyen autores
como Pedro Salinas (1891-1951), traductor de Paul Valéry y Marcel Proust, autor de Presagios (1924),
Fábula y signo (1931), La voz a ti debida (1933), Razón de amor (1939), entre otras obras; Jorge
Guillén (1893-1984), premio Cervantes 1976, ejemplo de poesía casi pura, en la que abunda el "esprit
géometrique" de que hablaba Valéry y una visión afirmativa de los seres a través de una emoción que
depura y condensa en libros como Cántico (1928) y Clamor (1957-1963), obra esta última donde se
detiene en ciertas personalidades históricas y en algunos horrores contemporáneos, sin renunciar a un
'Resumen' alentador:
"Amé, gocé, sufrí, compuse. Más no pido.
En suma: que me quiten lo vivido".
Vicente Aleixandre (1898-1984), premio Nacional de Literatura en 1934, premio Nobel en 1977, autor
de Ámbito (1928), Espadas como labios (1932), Pasión de la tierra y La destrucción o el amor (1935),
Sombra del paraíso (1944), Historia del corazón (1954), Diálogos del conocimiento (1974); Dámaso
Alonso (1898-1990), premio Cervantes en 1978, estudioso de Góngora, especialmente de la Fábula de
Polifemo y Galatea y las Soledades, de quien cabe mencionar El viento y el verso (1923-1924), Hijos
de la ira (1944), Duda y amor sobre el Ser Supremo (1985); Luis Cernuda (1902-1963), entre cuyas
obras sobresalen La realidad y el deseo (1936-1964) y sus estudios críticos sobre poesía en general,
poesía española y poesía inglesa del siglo XIX; Rafael Alberti (1902), premio Nacional de Literatura en
1925 por Marinero en tierra, premio Cervantes en 1983, autor, entre otros, de un poemario como Yo
era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos (1929), en el que rinde homenaje a actores del
cine mudo (Buster Keaton, Charles Chaplin, Harold Lloyd); Gerardo Diego (1896-1987), partícipe
junto con Juan Larrea del ultraísmo, realizó en 1932 una antología de la Poesía española
contemporánea 1915-1931 y escribió Versos humanos (1925), canciones, sonetos, odas y una Fábula
de Equis y Zeda (1932), homenaje paródico al gusto barroco por las fábulas mitológicas. Mención
aparte merecen escritores como Emilio Prados (1899-1962) y Manuel Altolaguirre (1905-1959),
fundadores de la revista Litoral. Muchos de los escritores del 27 debieron exiliarse al estallar la Guerra
Civil española: Salinas en Puerto Rico, Emilio Prados y Luis Cernuda en México, Rafael Alberti en
Argentina e Italia, Manuel Altolaguirre en Cuba y México.
Aunque siempre se habla de poesía al hacer referencia a la generación del 27, cabe recordar que
algunos de los poetas ya citados también escribieron en prosa narrativa y no sólo poética. Es el caso de
Pedro Salinas (Víspera del gozo, La bomba increíble), Luis Cernuda, Rafael Alberti, Dámaso Alonso,
José María Hinojosa. Hubo dos vertientes principales: la novela lírico-intelectual y la humorística. En
la primera destacan Benjamín Jarnés (Paula y Paulita y Locura y muerte de Nadie, de 1929; Teoría del
zumbel, de 1930); Antonio Espina (Pájaro pinto, 1927, y Luna de copas, 1929); Mauricio Becarisse
(Las tinieblas floridas, 1927, y Los terribles amores de Agliberto y Celedonia, 1931), entre otros.
Dentro de la novela de humor, un buen ejemplo es el de Enrique Jardiel Poncela, sobre todo con Amor
se escribe sin hache, ¡Espérame en Siberia, vida mía! y Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?,
escritas entre 1928 y 1931, muy próximas a la obra de Gómez de la Serna y Fernández-Flórez.
El modernismo
Fue un movimiento de profunda renovación literaria, que apareció durante la década de 1880,
tuvo su auge hacia 1910 y toca su fin en el primer tercio del siglo; sus autores fundieron lo nuevo y lo
antiguo, lo nativo y lo foráneo tanto en la forma como en los temas.
La mayoría de los modernistas eran poetas, pero muchos de ellos cultivaron, además, la prosa,
hasta el punto de que la prosa hispana se renovó al contacto con la poesía del momento. El iniciador del
movimiento fue el peruano Manuel González Prada, ensayista de gran conciencia social. Entre los
principales poetas modernistas se encontraban el patriota cubano José Martí, el también cubano Julián
del Casal, el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera y el colombiano José Asunción Silva, aunque fue el
nicaragüense Rubén Darío quien se convirtió en el más destacado representante del grupo tras la
publicación de Prosas profanas (1896), su segunda obra mayor, y él fue el verdadero responsable de
conducir el movimiento a su punto culminante. Tanto él como sus compañeros de grupo materializaron
el mayor avance de la lengua y de la técnica poética latinoamericana desde el siglo XVII.
Al mismo tiempo, otros muchos escritores ignoraron el modernismo y continuaron escribiendo
novelas realistas o naturalistas centradas en problemas sociales de alcance regional.
El relato breve y el teatro maduraron a comienzos del siglo XX de la mano del chileno
Baldomero Lillo, que escribió cuentos de mineros, como Sub terra (1904), y de la de Horacio Quiroga,
autor uruguayo de historias de la jungla en Cuentos de la selva (1918).
La Literatura Contemporánea
La Revolución Mexicana, iniciada en 1910, coincidió con un nuevo interés de los escritores
latinoamericanos por sus características distintivas y sus problemas sociales. A partir de esa fecha los
autores latinoamericanos comenzaron a tratar temas universales y han llegado a conseguir una
impresionante calidad literaria que ha despertado la admiración internacional.
La poesia
En la poesía, numerosos autores reflejaron en su obra los ideales del arte europeo como el
cubismo, expresionismo y surrealismo y españoles como el ultraísmo, denominación que recibió un
grupo de movimientos literarios que se desarrollaron en España a comienzos del siglo.
Teatro
El teatro latinoamericano continuó su proceso de maduración en gran cantidad de ciudades
como Ciudad de México y Buenos Aires, en las que se convirtió en un importante vehículo cultural. En
México pasó por una completa renovación experimental, representada por el Teatro de Ulises (1928) y
el Teatro de orientación (1932).
Ensayo
Los ensayistas posteriores al modernismo han sido muy activos, han adoptado una dirección
nacionalista y universal, y han ofrecido una gran variedad de puntos de vista intelectuales.
Narrativa
A partir de comienzos de siglo, la novela latinoamericana en español se ha desarrollado en tres
fases: la primera en la que dominaba la concentración en temas, paisajes y personajes locales, y que se
vio seguida por otra en la que se produjo una extensa obra narrativa de carácter psicológico e
imaginativo ambientada en escenarios urbanos y cosmopolitas, para llegar finalmente a una tercera en
la que los escritores adoptaron técnicas literarias contemporáneas, que llevaron esta literatura a un
reconocimiento internacional y a un continuo interés por parte del mundo literario.
La nueva novela mexicana evolucionó a partir del realismo como consecuencia de la
influencia de escritores como James Joyce, Virginia Woolf, Aldous Huxley.
Entre los restantes novelistas latinoamericanos que han escrito en español y que han
conseguido reconocimiento internacional, el antiguo regionalismo ha sido superado por nuevas
técnicas, estilos y perspectivas extremadamente variadas. El realismo mágico se puede aplicar a los más
destacados narradores capaces de descubrir el misterio que se esconde tras los acontecimientos de la
vida cotidiana.
Con la obra de estos escritores, la novela latinoamericana escrita en español no sólo alcanzó su
madurez, sino que parece estar atrayendo la atención de un público internacional cada vez más
numeroso.
Modernismo
El surgimiento de una estética nueva:
A fines del siglo XIX, dos escuelas literarias reemplazan al Romanticismo y representan tendencias
opuestas: el Realismo y el Naturalismo en la novela y en el teatro, y el Modernismo en la poesía.
El Modernismo es una escuela literaria de gran renovación estética. El canto de los poetas modernistas
constituye la primera expresión de autonomía literaria de los países hispanoamericanos .
El modernismo se desarrolla entre los años 1880-1914. Esta escuela busca separarse de la burguesía y
su materialismo, por medio de un arte refinado y estetizante.
Con respecto al lenguaje, el Modernismo reacciona contra el retorcismo, el descuido formal del
Romanticismo y la “vulgaridad” del Realismo y del Naturalismo. Se nutre básicamente de dos
movimientos líricos surgidos en Francia, en la segunda mitad del siglo XIX: el Parnasianismo y el
Simbolismo.
Parnasianismo y Simbolismo:
El Parnasianismo es una escuela literaria que adhiere al “arte por al arte”. Según esta tendencia
artística encabezada por Theóphile Gaurier, se desarrollaba una poesía de una confección perfecta,
separada de la realidad, y que reaccionaba contra los poetas sociales y el hombre burgués. Los
escritores buscaban la perfección a través de una poesía descriptiva, basada principalmente en la
temática grecolatina.
El Simbolismo es una corriente literaria subjetiva, que concibe el mundo como una trama misteriosa
que presenta correspondencias entre los objetos que lo forman.
Para sus representantes, la misión del poeta es sugerir esas alianzas por las que un objeto evoca a otro,
con un lenguaje imaginativo lleno de símbolos (figura del discurso que representa un objeto abstracto
mediante la mención de un objeto concreto, ej.: el cisne, símbolo de los modernistas, significa la
belleza).
Los simbolistas dan al verso efectos musicales y aportan nuevas métricas que conjugan el ritmo, el
color y la plasticidad.
Influido por las elaboraciones plásticas de los parnasianos y por las visiones musicales de los
simbolistas, el Modernismo realiza su original trabajo artístico con la palabra buscando “la armonía
verbal” del verso.
Desarrollo del Modernismo:
En el desarrollo del modernismo, es posible identificar los siguientes momentos: v Iniciación: La
primera generación modernista (1882-1896). José Martí y Manuel Gutiérrez Nájera inician un trabajo
de actualización de la lengua, principalmente en la prosa, aunque también en el verso, muy fijos al
modelo español. v Culminación: En 1888, Rubén Darío publica su libro Azul. En esta época ya se
habían realizado grandes innovaciones en la palabra poética. Por medio de su obra en Chile, Argentina
y España, Darío realiza una tarea excepcional, que consolida el Modernismo como movimiento
continental y se convierte en su síntesis más brillante, tanto en América como en España. En 1896 se
edita Prosas Profanas, el libro de Darío que oficializa el Modernismo en Hispanoamérica. v
Continuación: La segunda generación modernista. Consagrado Rubén Darío como jefe de la escuela
del Modernismo, cuando ya los iniciadores habían muerto prematuramente, los escritores de esta
segunda generación continuarían la obra con sus aportes personales. Ellos son, entre otros, Leopoldo
Lugones, Ricardo Jaimes Freyre, Amado Nervo, y Julio Herrera y Reissig.
Las etapas:
De acuerdo con su temática y, a través de ella, y la manera en que el artista “mira” el mundo, se
diferencian dos etapas en el desarrollo del Modernismo:
ü Etapa Preciosista: Predominan los temas exóticos y símbolos de la antigüedad. El arte no ejerce un
compromiso con l realidad sino que se relaciona con una estética de evasión, se eligen los paisajes
versallescos y las innovaciones de la poesía francesa. Está representada por Prosas Profanas. ü Etapa
mundonovista: Se valorizan las raíces hispánicas de América y aparece el interés por los temas sociales
y políticos de la época. Está representada por el Darío de Cantos de vida y esperanza, por Santos
Chocano y el Lugones de Odas seculares.
Características del Modernismo:
Se pueden establecer los siguientes rasgos del Modernismo:
¨ Amplia libertad creadora.
¨ Sentido aristocrático del arte. Rechazo de la vulgaridad.
¨ Perfección formal.
¨ Cosmopolitismo: el poeta es ciudadano del mundo, está por encima de la realidad cotidiana ¨ Actitud
abierta hacia todo lo nuevo.
¨ Correspondencia de las artes (aproximación de la literatura hacia la pintura, la música, la escultura).
¨ Gusto por los temas exquisitos, pintorescos, decorativos y exóticos. Se constituyen como temas la
mitología, la Grecia antigua, el Oriente, la Edad Media, etc.
¨ Práctica del impresionismo descriptivo (descripción de las impresiones que causan las cosas y no las
cosas mismas).
¨ Renovación de los recursos expresivos: supresión de vocablos gastados por el uso; inclusión de
vocablos musicales y de uso poco frecuente; simplificación de la sintaxis; aprovechamiento de las
imágenes visuales; etc.
¨ Renovación de la versificación: se le dio flexibilidad al soneto. Se prefirieron la versificación
irregular, el verso libre y la libertad estrófica, que dio a la silva variedades desconocidas.
Significación del Modernismo:
“Modernismo” es la palabra tomada de los simbolistas y elegida por Darío para designar la fructífera
tendencia.
Se ha dicho que el Modernismo representa la inquietud de una época: el final del siglo XIX, el cambio
histórico que se refleja en el arte, la religión. Pero el Modernismo literario, más allá de ese contexto
cierto, aportará un cambio definitivo en el manejo expresivo del idioma.
Se ha señalado que el Modernismo concreta el sueño de los escritores románticos: diseñar un lenguaje
típicamente latinoamericano, reconocido por los mismos españoles.
A veces defendido y otras combatido, el Modernismo es la base sobre la que se desarrollará la literatura
hispanoamericana del siglo XIX.
Rubén Darío
Nació en Metapa, Nicaragua, en el año 1867. Su verdadero nombre era Félix Rubén García Sarmiento.
Fue periodista y diplomático. Hasta 1898 vivió, publicó y actuó en Chile, Centroamérica y la
Argentina. En 1898 viajó a España, y vivió en Francia y otros países de Europa.
Murió en León, Nicaragua, en 1916.
Escribió prosa y poesía. Entre toda su producción se destacan tres
obras que ayudan a comprender la evolución del Modernismo: Azul, Prosas profanas y Cantos de vida y
esperanza. Los raros, en prosa, y El Canto Errante son otras de sus obras.
Tres Obras:
v Azul (1888): fue su primera obra importante. Publicada en Valparaíso, está constituida por relatos
breves y algunos poemas. Significó para su autor el reconocimiento en América y en España. Sus
rasgos son: sensualidad, erotismo y musicalidad. En los sonetos que cierran la obra, Darío revela sus
preferencias y su cosmopolitismo. v Prosas profanas: fue publicado en Buenos Aires, en 1896. Las
variaciones temáticas y las audacias métricas, son tantas que provocaron en América y en España
grandes polémicas. Predomina el tema erótico, envuelto en un arte cromático y perfecto. v Cantos de
vida y esperanza (1903): Los temas del libro son, entre otros: el paso del tiempo, la misión del poeta, la
búsqueda de la fe, la preocupación por el futuro de América, etc. El libro termina con una expresión de
temor y duda sobre el misterio de la vida. De contenido diferente, este volumen presenta el mismo
cuidado formal y la notable variedad de metros y riqueza de lenguaje que caracterizan al gran poeta.
EL MODERNISMO
El siglo XX comienza en el momento de máximo esplendor de la estética modernista. Iniciado plenamente
por Rubén Darío en 1888 con la publicación de Azul, el Modernismo supone una integración de diversas
tendencias que se habían desarrollado a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, en especial del
Simbolismo y del Parnasianismo.
El Modernismo fue, entre otras cosas, una resurrección de la angustia que caracterizó a la literatura
europea romántica, que por un momento parecía haber desaparecido con la fe del XIX en el
racionalismo cientifista. Demostrada la inoperancia de la razón (Schopenhauer, Kant... ) se recupera ese
malestar. Y se sueña, en la nueva poesía, con los momentos felices pasados, donde aún existían
seguridades: la niñez lejana, los paraísos perdidos, los jardines cerrados y ordenados; añoranzas de un
mundo que se fue.
El Modernismo acoge influencias de diversos movimientos. En realidad "el Modernismo no rechazó nada
como no fuera la vulgaridad, el prosaísmo, la rutina y el conformismo estético y adocenado" (E.Rull).
Con antecedentes tan diversos (Parnaso, Simbolismo, Poe, decadentismo, prerrafaelismo...), es fácil
entender que existieran tendencias diferenciadas, fundamentalmente dos: En América (y algunos
españoles: M.Machado, Marquina, Villaespesa...) tomó un sesgo fundamentalmente esteticista; se escribe
una poesía cromática, brillante, sensual. En España se toma una segunda línea, más sobria y sencilla,
que arraigó en los hombres preocupados por el la decadencia nacional: es la vertiente conocida como
"Generación del 98", que no deja de ser una línea del Modernismo.
El Modernismo fue conscientemente cosmopolita. Sus cultivadores, sorprendidos, comprendieron que
estaban participando en una evolución de la sensibilidad que no se limitaba a España, ni siquiera a
Europa. El centro era, indiscutiblemente, París. Los poetas españoles se inspiraron directamente en
Francia (Verlaine), salvo en los aspectos formales, en los que Darío fue el maestro.
Principales tendencias del Modernismo.
Las tendencias que influyen en la génesis del Modernismo son muy variadas. Especialmente relevantes
son los movimientos estéticos franceses. Hay un deseo evidente en los escritores de habla hispana de
crear un lenguaje nuevo ("anti-español", según Jean Franco; quizás, sencillamente, anti-burgués). Otros
movimientos influyen: la poesía de los estadounidenses Whitman y Poe; el Prerrafaelismo británico, el
decadentismo de D'Anunzio... Sin olvidar las fuentes hispánicas: Berceo, Manrique, los Cancioneros...
Juan Ramón definió al Modernismo como un movimiento "envolvente", que va acumulando elementos de
diversa procedencia y los hace suyos. E.Rull afirma que "el Modernismo no rechazó nada como no fuera
la vulgaridad, el prosaísmo, la rutina y el conformismo estético y adocenado"
Las dos tendencias más marcadas dentro del Modernismo son:
Métrica modernista.
La métrica modernista está marcada por la experimentación y la renovación. Sus rasgos principales son:
-Uso de los versos alejandrinos (14), dodecasílabos (12), y eneasílabos (9), escasos en la tradición
poética anterior.
-Introducción de novedades en las estrofas clásicas:
+Sonetos en alejandrinos, con serventesios en vez de cuartetos.
+Sonetillos (sonetos de arte menor).
+Abundante uso de la silva, en la que, además de los clásicos endecasílabos y heptasílabos, se añaden
pentasílabos (5) y eneasílabos. También se escriben silvas octosílabas.
+Romances de 7, 9, 11 sílabas por verso.
+Uso de los endecasílabos dactílicos, con acentos principales en las sílabas 4ª, 7ª y 10ª.
+Uso generalizado del alejandrino en todo tipo de estrofas.
+Aparición del versolibrismo es las últimas etapas del Modernismo, por influjo de W.Whitman.
+Intentos de crear una poesía basada en pies métricos, al estilo de la latina ("Salutación del optimista",
de Rubén, escrita en hexámetros).
Nómina modernista.
Rubén Darío.
-Nació en Nicaragua en 1867. Fue un hombre cosmopolita; viajó por toda Europa y América (Chile,
Buenos Aires, españa, París -en 1900...). Los excesos le llevan a la muerte en 1916.
-Es el creador y principal representante del Modernismo. Se caracteriza por su capacidad para poetizar
todo tipo de temas: medievales, renacentistas, dieciochescos, americanos... Es el poeta del amor y el
erotismo (Amorós), en un afán de gozar sin límites.
-Obra.
*Azul (1888). Observamos ya variedad de ritmos y metros. Son poemas de elegancia refinada, otros de
enorme sensualidad. El libro fue desigualmente recibido (Valera le acusó de "galicismo mental").
*Prosas profanas (1896; en 1901 se añaden 21 poemas). Junto con Azul, pertenece al Modernismo
parnasiano. Esta obra representa la plenitud del movimiento. Se produce una castellanización de las
formas francesas. Sorprende por la musicalidad de los versos, de enorme variedad: versos de 11, 9, 14,
12... Es una poesía preciosista, exótica, de fantasía refinada. El poeta, que ya declaró que detestaba "la
vida y el tiempo que me tocó nacer", se refugia en una torre de marfil.
El último soneto del libro ("Yo persigo una forma...", poema nº54, añadido en 1901) marca la evolución
en su estilo.
*Cantos de Vida y Esperanza (1905). Se produce una crisis en el esteticismo anterior. Ahora asistimos a
una poesía más íntima, más preocupada por el Hombre, más angustiada. Por eso, en esta obra abundan
temas serios, hondos, a veces muy amargos. Darío reflexiona sobre el arte, el placer, el amor, el tiempo,
la muerte (preocupación obsesiva), la vida, la religión...
Destacan varios poemas: "Juventud, divino tesoro" y "Lo fatal". También trata temas españoles
("Salutación del optimista", escrito en hexámetros). Muy conocida es la "Oda a Roosevelt", en la que se
critica el imperialismo de los Estados Unidos.
-Estética: Es el principal modernista. Lleva al máximo todos los postulados de este movimiento
(originalidad, renovación métrica y estrófica, perfección formal, elevado número de figuras retóricas...).
Su figura es fundamental el la lírica española de este siglo.
El Modernismo en España.
-En España existía un ambiente premodernista similar al hispanoamericano, que resultó muy influido por
la irrupción de Rubén Darío (al igual también que en H.A.). El Modernismo en España vino a romper
con el tradicionalismo de la poesía anterior.
-Son fundamentales las figuras de Bécquer y Rosalía, puente a la modernidad. Su poesía intimista
marcará a los mejores modernistas españoles (se ha hablado de un "Modernismo intimista",
denominación que acogería a A.Machado y a Juan Ramón).
Premodernistas.
-Continúan la línea de Campoamor y Núñez de Arce, con una poesía gran-dilocuente y vacía, de raíz
parnasiana.
-Autores: Ricardo Gil, Manuel Reina y Salvador Rueda (que introduce innovaciones métricas; su
principal obra es En Tropel (1893), prologada por R.Darío).
Modernistas plenos.
Manuel Machado (1874-1947).
-Injusticia histórica con M.Machado.
-Brillantez poética. Preciosismo. Elegancia. Decadentismo. Poesía desarraigada y escéptica.
-Entre Andalucía y París; se deja notar muy fuertemente el influjo de Verlaine. Alma(1902) es su mejor
obra: ligereza, agilidad, gracia, colorismo. El resto de su producción no alcanza, en su conjunto, la
misma calidad. Cante hondo (1912) Ars Moriendi (1922), Phoenix (1936).
Otros autores: Fco. Villaespesa (1877-1936), Eduardo Marquina (1879-1946)...
- Generación del 98:
Se señala que debemos distinguir entre una generación que acepta su herencia de sus
antecesores –generaciones acumulativas- que conserva y enriquece el legado cultural; y otra, que
rechaza esa herencia y busca una respuesta espontánea, original: son generaciones eliminatorias o de
combate. De este tipo es la Generación del 98.
A pesar de los numerosos cambios políticos y sociales que afectaron a España durante la primera
mitad del siglo 20, la creación cultural fue testigo de un nuevo renacimiento, un esplendor que provocó
que algunos estudiosos hablaran de este periodo como “La edad de plata”, que tiene sus inicios en 1898 y
termina con el estallido de la guerra civil en 1936.
El primer cambio lo inicia la pérdida de las últimas colonias de España, y en general, la
conclusión de un largo periodo de decadencia que tuvo su origen en el siglo XVII. Un amplio grupo de
escritores reaccionó en contra de estos acontecimientos, en una búsqueda constante de las causas y las
soluciones para volver a construir lo que fue España. Se les conoce como La Generación del 98 y en este
grupo se encuentran muchas figuras importantes en la literatura española. Sin embargo, sus actividades no
se limitaban únicamente a la literatura, sino que se extendían desde el campo de la ciencia, la medicina y
la historia hasta la realización de ensayos.
La Generación del 98 estaba obsesivamente preocupada con lo que se conocía como ‘el
problema de España’, y el re-descubrimiento de la belleza del oscuro lado de Castilla y desarrolló una
renovación estilística que desechó la retórica característica del siglo XIX.
Algunos miembros de esta Generación alcanzaron un lugar en la literatura universal, como es el
caso del escritor vasco Miguel de Unamuno, quien en su “Sentimiento trágico de la vida”, nos anticipa las
reflexiones y los temas básicos del Existencialismo. Otro escritor de origen vasco, Pio Baroja, el gran
novelista realista, crea su narración con tal simplicidad, naturaleza y dinamismo que no es sorprendente
que Hemingway lo haya proclamado como su maestro. Azorín nos describe con sorprendente sensibilidad
la serenidad de Castilla y su gente, de la “belleza de lo ordinario”. El gallego Ramón María del Valle
Inclán nos proporciona la musicalidad de su prosa española, la primera estética modernista y después el
expresionismo español conocido como el “esperpento”. El andaluz, Antonio Machado, inició su poesía
contemporánea con una profunda meditación temporal, reflexión y la combinación de motivos cívicos
con el simbolismo. A lo largo de estas mismas líneas sentimentales surge la poesía del ganador del
premio Nobel Juan Ramón Jiménez, quien desarrolló con el tiempo el perfeccionismo a través de un
lirismo complejo más profundo y abstracto.
Las características de la “Generación del Noventa y Ocho” son las siguientes:
1- 1- Pesimismo patriótico, el cual conlleva a dos postulados:
a) a) La Patria no debe ser cantada aparatosamente de puertas afuera.
b) b) España debe ser conocida en sus bellezas olvidadas.
En casi todos los escritores de la generación del Noventa y Ocho es fundamental la
preocupación por España y sus problemas.
2- 2- La europeización: La cultura española pierde su carácter tradicional y se orienta según
modelos extranjeros, singularmente alemanes, ingleses y franceses.
3- 3- El Autodidactismo: Se refiere a que los escritores de esta generación son autodidactas y
batalladores; llevan a la prensa, a la tribuna y al libro sus e ideas y sus doctrinas.
4- 4- Los Guías: A pesar de su libre formación, es común a los escritores del Noventa y Ocho
la influencia del liberalismo.
5- 5- La Rebeldía: La generación del Noventa y Ocho rompe con la generación precedente.
Toda su labor está presidida por una noble ansia renovadora.
6- 6- El Estilo: Los escritores del Noventa y Ocho se aplican a un estudio concienzudo del
lenguaje, aprovechando el sentido etimológico de las palabras.
LITERATURA HISPANOAMERICANA
Literatura de los pueblos de México, Centroamérica, Sudamérica y el Caribe cuya lengua madre es el
español. Su historia, que comenzó durante el siglo XVI, en la época de los conquistadores, se puede
dividir a grandes rasgos en cuatro periodos. Durante el periodo colonial fue un simple apéndice de las
literaturas, pero con los movimientos de independencia que tuvieron lugar a comienzos del siglo XIX,
entró en un segundo periodo dominado por temas patrióticos. Sin embargo, durante la etapa de
consolidación nacional que siguió al periodo anterior, experimentó un enorme auge, hasta que alcanzó
su madurez a partir de la década de 1910, llegando a ocupar un significativo lugar dentro de la literatura
universal. La producción literaria de los países latinoamericanos forma un conjunto armónico, a pesar
de las diferencias y rasgos propios de cada país. Para la literatura latinoamericana en portugués.
El periodo de independencia
El periodo de la lucha por la independencia ocasionó un denso flujo de escritos patrióticos,
especialmente en el terreno de la poesía. La narrativa, censurada hasta el momento por la corona de
España, comenzó a cultivarse y, en 1816, apareció la primera novela escrita en Latinoamérica —
Periquillo sarniento, del escritor y periodista mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi. En ella, las
aventuras de su protagonista enmarcan numerosas vistas panorámicas de la vida colonial, que contienen
veladas críticas a la sociedad. La literatura y la política estuvieron íntimamente relacionadas durante
este periodo en que los escritores asumieron actitudes similares a las de los tribunos republicanos de la
antigua Roma. Desde sus inicios dan claras muestras de su preocupación por destacar los aspectos
costumbristas de la realidad así como de su interés por los problemas de la crítica social y moral. El
poeta y cabecilla político ecuatoriano José Joaquín Olmedo alabó al líder revolucionario Simón Bolívar
en su poema ‘Victoria de Junín’ (1825), mientras que el poeta, crítico y erudito venezolano Andrés
Bello ensalzó la agricultura tropical en su poema Silva (1826), similar a la poesía bucólica del poeta
clásico romano Virgilio. El poeta cubano José María Heredia se anticipó al romanticismo en poemas
como Al Niágara (1824), escrito durante su exilio en los Estados Unidos. Hacia ese mismo año, en el
sur, comenzó a surgir una poesía popular anónima, de naturaleza política, entre los gauchos de la región
de La Plata.
Periodo de consolidación
Durante el periodo de consolidación que siguió al anterior, las nuevas repúblicas tendieron a dirigir su
mirada hacia Francia aún más que hacia España, aunque con nuevos intereses regionalistas. Las formas
neoclásicas del siglo XVIII dejaron paso al romanticismo, que dominó el panorama cultural de
Latinoamérica durante casi medio siglo a partir de sus inicios en la década de 1830. Argentina entró en
contacto con el romanticismo franco-europeo de la mano de Esteban Echeverría y, junto con México, se
convirtió en el principal difusor del nuevo movimiento. Al mismo tiempo, la tradición realista hispana
halló continuación a través de las obras llamadas costumbristas (que contenían retratos de las
costumbres locales).
La consolidación económica y política y las luchas de la época influyeron en la obra de numerosos
escritores. Muy destacable fue la denominada generación romántica argentina en el exilio de oponentes
al régimen (1829-1852) del dictador Juan Manuel de Rosas. Este grupo, muy influyente también en
Chile y Uruguay, contaba (además de con Echeverría) con José Mármol, autor de una novela
clandestina, Amalia (1855), y con el educador (más adelante presidente de Argentina) Domingo
Faustino Sarmiento, en cuyo estudio biográfico-social Facundo (1845) sostenía que el problema básico
de Latinoamérica era la gran diferencia existente entre su estado primitivo y las influencias europeas.
En Argentina, las canciones de los bardos gauchos fueron dejando paso a las creaciones de poetas
cultos como Hilario Ascasubi y José Hernández que usaron temas populares para crear una nueva
poesía gauchesca. El Martín Fierro (1872) de Hernández, en el que narra la difícil adaptación de su
protagonista a la civilización, se convirtió en un clásico nacional, y los temas relacionados con los
gauchos pasaron al teatro y a la narrativa de Argentina, Uruguay y el sur de Brasil.
La poesía en otras zonas del continente tuvo un carácter menos regionalista, a pesar de que el
romanticismo continuó dominando el ambiente cultural de la época. Los poetas más destacados de esos
años fueron la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, autora también de novelas, y el uruguayo Juan
Zorrilla de San Martín, cuya obra narrativa Tabaré (1886) presagió el simbolismo.
La novela progresó notablemente en este periodo. Así, el chileno Alberto Blest Gana llevó a cabo la
transición entre el romanticismo y el realismo al describir la sociedad chilena con técnicas heredadas
del escritor francés Honoré de Balzac en su Martín Rivas (1862). Escribió la mejor novela histórica de
la época, Durante la reconquista (1897). Por otro lado, María (1867), un cuento lírico sobre un amor
marcado por un destino aciago en una vieja plantación, escrito por el colombiano Jorge Isaacs, está
considerada como la obra maestra de las novelas hispanoamericanas del romanticismo. En Ecuador,
Juan León Mera idealizó a los indígenas de América al situar en la jungla su novela Cumyá (1871). En
México el más destacado de los realistas románticos fue Ignacio Altamirano, en la misma época en que
José Martiniano Alencar inició el género regional con sus novelas poemáticas e indianistas románticas
(cuentos de amor entre indios y blancos), como El Guaraní (1857) e Iracema (1865). La más famosa es
Cumandá (1879) del ecuatoriano Juan León Mera. Los novelistas naturalistas, entre los que se contó el
argentino Eugenio Cambaceres, autor de Sin rumbo (1885), pusieron de manifiesto en sus obras la
influencia de las novelas experimentales del escritor francés Émile Zola.
El ensayo se convirtió en este periodo en el medio de expresión favorito de numerosos pensadores, a
menudo periodistas, interesados en temas políticos, educacionales y filosóficos. Un artista y polemista
muy característico del momento fue el ecuatoriano Juan Montalvo, autor de Siete tratados (1882),
mientras que Eugenio María de Hostos, un educador y político liberal portorriqueño, llevó a cabo su
obra en el Caribe y en Chile, y Ricardo Palma creó un tipo de viñetas narrativas e históricas muy
peculiar denominada Tradiciones Peruanas (1872).
El modernismo, movimiento de profunda renovación literaria, apareció durante la década de 1880,
favorecido por la consolidación económica y política de las repúblicas latinoamericanas y la paz y la
prosperidad resultantes de ella. Su característica principal fue la defensa de las funciones estética y
artística de la literatura en detrimento de su utilidad para una u otra causa concreta. Los escritores
modernistas compartieron una cultura cosmopolita influida por las más recientes tendencias estéticas
europeas, como el parnasianismo francés y el simbolismo, y en sus obras fundieron lo nuevo y lo
antiguo, lo nativo y lo foráneo tanto en la forma como en los temas.
La mayoría de los modernistas eran poetas, pero muchos de ellos cultivaron, además, la prosa, hasta el
punto de que la prosa hispana se renovó al contacto con la poesía del momento. El iniciador del
movimiento fue el peruano Manuel González Prada, ensayista de gran conciencia social a la vez que
osado experimentador estético. Entre los principales poetas modernistas se encontraban el patriota
cubano José Martí, el también cubano Julián del Casal, el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera y el
colombiano José Asunción Silva, aunque fue el nicaragüense Rubén Darío quien se convirtió en el más
destacado representante del grupo tras la publicación de Prosas profanas (1896), su segunda obra
mayor, y él sería el verdadero responsable de conducir al movimiento a su punto culminante. Solía
mezclar los aspectos experimentales del movimiento con expresiones de desesperación o de alegría
metafísica, como en Cantos de vida y esperanza (1905), y tanto él como sus compañeros de grupo
materializaron el mayor avance de la lengua y de la técnica poética latinoamericana desde el siglo
XVII. A la generación más madura pertenecieron escritores como el argentino Leopoldo Lugones y el
mexicano Enrique González Martínez, que marcó un punto de inflexión hacia un modernismo más
íntimo y trató temas sociales y éticos en su poesía. El uruguayo José Enrique Rodó aportó nuevas
dimensiones artísticas al ensayo con su obra Ariel (1900), que estableció importantes caminos
espirituales para los autores más jóvenes del momento. Entre los novelistas se encontraban el
venezolano Manuel Díaz Rodríguez, que escribió Sangre patricia (1902) y el argentino Enrique
Larreta, autor de La gloria de Don Ramiro (1908). El modernismo, que llegó a España procedente de
Latinoamérica, alcanzó su punto culminante hacia 1910, y dejó una profunda huella en varias
generaciones de escritores de lengua hispana.
Al mismo tiempo, otros muchos escritores ignoraron el modernismo y continuaron produciendo
novelas realistas o naturalistas centradas en problemas sociales de alcance regional. Así, en Aves sin
nido (1889), la peruana Clorinda Matto de Turner pasó de la novela indianista sentimental a la moderna
novela de protesta, mientras que el mexicano Federico Gamboa cultivó la novela naturalista urbana en
obras como Santa (1903), y el uruguayo Eduardo Acevedo Díaz escribió novelas históricas y de
gauchos.
El relato breve y el teatro maduraron a comienzos del siglo XX de la mano del chileno Baldomero Lillo
que escribió cuentos de mineros, como Sub terra (1904), y de la de Horacio Quiroga, autor uruguayo de
historias de la jungla quien, en Cuentos de la selva (1918), combinó un enfoque de tipo regional
centrado en la relación entre los seres humanos y la naturaleza primitiva, con la descripción de
fenómenos psicológicamente extraños en unos cuentos de misterio poblados de alucinaciones, mientras
que el dramaturgo Florencio Sánchez enriqueció el teatro de su país con sus obras sociales de carácter
local.
Literatura contemporánea
La Revolución Mexicana, iniciada en 1910, coincidió con un rebrote del interés de los escritores
latinoamericanos por sus características distintivas y sus propios problemas sociales. A partir de esa
fecha, y cada vez en mayor medida, los autores latinoamericanos comenzaron a tratar temas universales
y, a lo largo de los años, han llegado a producir un impresionante cuerpo literario que ha despertado la
admiración internacional.
Poesía
En el terreno de la poesía, numerosos autores reflejaron en su obra las corrientes que clamaban por una
renovación radical del arte, tanto europeas —cubismo, expresionismo, surrealismo— como españolas,
entre la cuales se contaba el ultraísmo, denominación que recibió un grupo de movimientos literarios de
carácter experimental que se desarrollaron en España a comienzos del siglo. En ese ambiente de
experimentación, el chileno Vicente Huidobro fundó el creacionismo, que concebía el poema como una
creación autónoma, independiente de la realidad cotidiana exterior, el también chileno Pablo Neruda,
que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1971, trató, a lo largo de su producción, un gran número
de temas, cultivó varios estilos poéticos diferentes e incluso pasó por una fase de comprometida
militancia política, y el poeta colombiano Germán Pardó García alcanzó un alto grado de humanidad en
su poesía, que tuvo su punto culminante en Akróteras (1968), un poema escrito con ocasión de los
Juegos Olímpicos de México. Por otro lado, surgió en el Caribe un importante grupo de poetas, entre
los que se encontraba el cubano Nicolás Guillén, que se inspiraron en los ritmos y el folclore de los
pueblos negros de la zona.
La chilena Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura (1945) otorgado por primera vez a las letras
latinoamericanas, creó una poesía especialmente interesante por su calidez y emotividad, mientras que
en México el grupo de los Contemporáneos, que reunía a poetas como Jaime Torres Bodet, José
Gorostiza y Carlos Pellicer, se centró esencialmente en la introspección y en temas como el amor, la
soledad y la muerte. Otro mexicano, el premio Nobel de Literatura de 1990 Octavio Paz, cuyos poemas
metafísicos y eróticos reflejan una clara influencia de la poesía surrealista francesa, está considerado
como uno de los más destacados escritores latinoamericanos de posguerra, y ha cultivado también la
crítica literaria y política.
Teatro
El teatro continuó su proceso de maduración en gran cantidad de ciudades latinoamericanas, en especial
Ciudad de México y Buenos Aires, en las que se convirtió en un importante vehículo cultural, y vivió
un periodo de afianzamiento en otros países, como Chile, Puerto Rico y Perú. En México pasó por una
completa renovación experimental, representada por el Teatro de Ulises (que comenzó en 1928) y el
Teatro de orientación (en 1932), activados por Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Celestino
Gorostiza, y que culminaría con la obra de Rodolfo Usigli y continuaría con la de un nuevo grupo de
dramaturgos, con Emilio Carballido a la cabeza. Por otro lado, entre los más destacados autores de
teatro argentinos se encuentra Conrado Nalé Roxlo.
Ensayo
Los ensayistas posteriores al modernismo han sido muy activos, han adoptado una dirección
nacionalista y más universal, y han ofrecido una gran variedad de puntos de vista intelectuales. La
generación del Centenario de la Independencia de 1910 tuvo representantes como José Vasconcelos,
conocido por su sueño utópico de una “raza cósmica” (La raza cósmica, 1925), el erudito dominicano
Pedro Henríquez Ureña, autor de Ensayos en busca de nuestra expresión (1928) y Alfonso Reyes,
supremo mexicano universal, humanista completo y autor de Visión de Anáhuac (1917). Por otro lado,
el ensayista colombiano Germán Arciniegas sobresale como un cualificado intérprete de la historia en
El continente de siete colores (1965) y el argentino Eduardo Mallea, autor de Historia de una pasión
argentina (1935), destaca entre los novelistas de ese país.
Narrativa
A partir de comienzos de siglo, la novela latinoamericana en español ha experimentado un enorme
desarrollo que ha pasado por tres fases: la primera, dominada por una gran concentración en temas,
paisajes y personajes locales se vio seguida por otra en la que se produjo una extensa obra narrativa de
carácter psicológico e imaginativo ambientada en escenarios urbanos y cosmopolitas, para llegar
finalmente a una tercera en la que los escritores adoptaron técnicas literarias contemporáneas, que
condujeron a un inmediato reconocimiento internacional y a un continuo y creciente interés por parte
del mundo literario.
La narrativa de carácter regional tuvo en el argentino Ricardo Güiraldes, autor de Don Segundo Sombra
(1926), la culminación de la novela de gauchos; al colombiano José Eustasio Rivera creador de La
vorágine (1924), de la novela de la jungla y al venezolano Rómulo Gallegos Freire, autor de Doña
Bárbara (1929), de la novela de las planicies. La revolución mexicana inspiró a novelistas como
Mariano Azuela, autor de Los de abajo (1915), y a Gregorio López, que escribió El indio (1935). La
situación de los indígenas atrajo el interés de numerosos escritores mexicanos, guatemaltecos y
andinos, como el boliviano Alcides Arguedas, que trató el problema en Raza de bronce (1919), y el
peruano Ciro Alegría, autor de El mundo es ancho y ajeno (1941), mientras que el diplomático
guatemalteco Miguel Ángel Asturias, que recibió en 1966 el Premio Lenin de la Paz y en 1967 el
Premio Nobel de Literatura, se reveló como un excelente autor de sátiras políticas en su obra El señor
presidente (1946).
En Chile, Eduardo Barrios se especializó en novelas psicológicas como El hermano asno (1922), y
Manuel Rojas se alejó de la novela urbana y cultivó una especie de existencialismo en Hijo de ladrón
(1951). Otros escritores, entre los que se cuenta María Luisa Bombal, autora de la novela La última
niebla (1934), cultivaron el género fantástico.
En Argentina, Manuel Gálvez escribió una novela psicológica moderna acerca de la vida urbana,
Hombres en soledad (1938). En este país, así como en Uruguay, se desarrolló una rica corriente
narrativa donde se hacía gran énfasis tanto en los aspectos psicológicos como fantásticos de la realidad.
Así, el argentino Macedonio Fernández abordó el absurdo en Continuación de la nada (1944), mientras
que Leopoldo Marechal escribió una novela simbolista, Adán Buenosayres (1948), y Ernesto Sábato
una novela existencial, El túnel (1948). Jorge Luis Borges, por otro lado, fue en sus comienzos un poeta
ultraísta y, más tarde, se convirtió en el escritor más importante de la Argentina moderna, especializado
en la creación de cuentos (Ficciones, 1945), traducidos a numerosos idiomas. Colaboró en varias
ocasiones con Adolfo Bioy Casares y despertó el interés por la novela policiaca complicada y por la
literatura fantástica. Bioy Casares fue pionero en el terreno de la novela de ciencia-ficción con La
invención de Morel (1940), y el uruguayo Enrique Amorim inauguró la novela policiaca larga con El
asesino desvelado (1944). Otro de los escritores que obtuvieron inmediato reconocimiento
internacional por su brillantez y originalidad fue el argentino Julio Cortázar, en especial debido a su
antinovela experimental Rayuela (1963). Entre los autores uruguayos centrados en la novela
psicológica urbana se encuentran Juan Carlos Onetti con El astillero (1961) y Mario Benedetti con La
tregua (1960).
La nueva novela mexicana evolucionó a partir del crudo realismo como consecuencia de la influencia
de escritores como James Joyce, Virginia Woolf, Aldous Huxley y, especialmente, John Dos Passos y
William Faulkner. Con un escenario y una trama de carácter local, a la que añadieron nuevas
dimensiones psicológicas y mágicas, José Revueltas escribió El luto humano (1943) y Agustín Yáñez
Al filo del agua (1947). Juan Rulfo escribió en un estilo similar su Pedro Páramo (1955), mientras que
Carlos Fuentes, en La región más transparente (1958), alterna lo puramente fantástico y psicológico
con lo regional, y Juan José Arreola, autor de Confabulario (1952), destaca por sus fantasías breves, de
carácter alegórico y simbólico. Otros novelistas han experimentado con técnicas multidimensionales,
como, por ejemplo, Vicente Leñero, creador de Los albañiles (1964), y Salvador Elizondo, que escribió
Farabeuf (1965).
Entre los restantes novelistas latinoamericanos que han escrito en español y que han conseguido
reconocimiento internacional, el antiguo regionalismo ha sido superado por nuevas técnicas, estilos y
perspectivas extremadamente variadas. La etiqueta estilística realismo mágico se puede aplicar a
muchos de los más destacados narradores —aquellos capaces de descubrir el misterio que se esconde
tras los acontecimientos de la vida cotidiana. El novelista cubano Alejo Carpentier añadió una nueva
dimensión mitológica a la novela ambientada en la jungla en Los pasos perdidos (1953), al tiempo que
su compatriota José Lezama Lima consiguió crear en Paradiso (1966) un denso mundo mitológico de
complejidad neobarroca. Por otro lado, el peruano Mario Vargas Llosa descubrió a sus lectores variadas
perspectivas escondidas en el aparentemente cerrado mundo de una academia militar en La ciudad y los
perros (1962), mientras que el colombiano Gabriel García Márquez, galardonado con el Premio Nobel
en 1982, se dio a conocer internacionalmente con su novela Cien años de soledad (1967), en la que, a
través de una mágica e intemporal unidad, logró transcender el ámbito puramente local en el que se
desarrolla la trama narrativa. Con la obra de estos escritores, la novela latinoamericana escrita en
español no sólo alcanzó su mayoría de edad, sino que parece estar atrayendo la atención de un público
internacional cada vez más numeroso.
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