La política de los Estados ... países de Latinoamérica, parece fundarse en

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Año: 4, Abril 1962 No. 40
Los Estados Unidos y el
socialismo en América Latina
Por el Prof. Hans F. Sennholz
(Tomado de Espejo)
La opinión del prestigiado economista Prof. Hans F. Sennholz, que
enseguida presentamos, es una de las más autorizadas sobre la
materia y revela el profundo interés que en los últimos tiempos hay
en los Estados Unidos, sobre los problemas de desarrollo
económico de Latinoamérica.
La ayuda extranjera que hasta ahora se ha otorgado por parte de
los Estados Unidos condicionándola a que se adopten por parte de
los gobiernos recipientes, una serie de medidas socializantes,
indudablemente nos llevará, como atinadamente apunta el Prof.
Hans F. Sennholz, al comunismo.
Muchos «liberales» (N. del T. en el sentido
en que se usa en Estados Unidos, esta
palabra equivale a adoptar una ideología de
tipo
medianamente
socializante),
norteamericanos creen de buena fe que las
reformas sociales constituyen la mejor
defensa contra el avance mundial del
comunismo.
Para ayudar a los países pobres o subdesarrollados, muchos de ellos recomiendan
la adopción de reformas agrarias,
impositivas y todo tipo de programas de tipo
social. Se dice que éstas reformas
contribuirán a distribuir la riqueza nacional
en una forma más equitativa y a aumentar la
producción económica para llenar las
necesidades del pueblo.
La política de los Estados Unidos hacia los
países de Latinoamérica, parece fundarse en
las mismas ideas. A principios de mayo,
cuando el Presidente Kennedy anunció la
concesión de nuevos subsidios y créditos a
Bolivia, hizo un elogio de las reformas
económicas adoptadas por el gobierno de
dicho país. «Vuestra gran Revolución»,
escribió al Presidente de Bolivia, «ha abierto
una ruta para que los demás países la sigan».
Es interesante recordar que el gobierno
socialista de Bolivia hace 9 años confiscó
minas, tierras y propiedad privada en
general. El entonces Ministro del Trabajo y
ahora Vice-Presidente, Juan Lechín, alardeó
que la reforma agraria de Bolivia se realizó
en forma más radical aún que la que llevó a
cabo la China Roja. El Gobierno llegó
inclusive a encarcelar o expulsar a miles de
terratenientes y capitalistas.
Pero esta llamada «Revolución», en lugar de
producir abundancia, sólo ha traído miseria
y hambre a Bolivia; la producción minera
que antes constituía el pilar de la economía
de
Bolivia,
se
ha
derrumbado
estrepitosamente. El país está en bancarrota,
el pueblo empobrecido y a tal punto
fanatizado, que puede admitir fácilmente la
forma más descarada de comunismo.
El Presidente Kennedy en un reciente
mensaje a la Conferencia Interamericana en
Punta del Este, claramente reiteró su
posición «liberal».
Hablando acerca del plan de «autocapacitación» de los países latinoamericanos
dijo: «Para una Nación en vías de desarrollo,
ello significa una cuidadosa planificación
nacional, el establecimiento de metas,
prioridades y programas de largo alcance…
ello significa el pleno reconocimiento del
derecho que tienen todas las gentes a
participar en nuestro proceso Porque dentro
de la vida democrática, no hay lugar para
aquellas instituciones que beneficien a los
pocos y nieguen las necesidades de los
muchos, aún cuando la eliminación de ellas
pudiera exigir cambios difíciles y de gran
trascendencia como la Reforma Agraria, la
Reforma Impositiva y un énfasis en la
resolución de los problemas de la educación,
salubridad y vivienda».
Estamos totalmente de acuerdo con el
Presidente Kennedy en que los países pobres
necesitan urgentemente de ciertas reformas
sociales y económicas. Pero el problema
radica en saber elegir cuáles reformas han de
aplicarse. Algunas mejoran las condiciones
económicas y promueven el avance de las
instituciones democráticas, en tanto que
otras abaten la producción, la iniciativa, la
moralidad y por ello no provocarán otra cosa
sino el incremento del comunismo.
Las reformas benéficas alientan la libertad
individual y son salvaguarda de la propiedad
privada. Dejan en entera libertad el
desarrollo e inventiva de los hombres y
protegen a todo productor hábil e
industrioso, del odio y envidia de los
incapaces y de aquellos grupos que se
coaligan para obtener beneficios por la vía
política.
América Central y Sudamérica necesitan,
desde luego, liberarse de los numerosos
controles burocráticos, de los carteles y
monopolios oficiales.
Los pueblos de Latinoamérica que
actualmente
sufren
serias
presiones
inflacionarias, necesitan una política de
estabilidad monetaria y de integridad fiscal
que promuevan el ahorro individual, la
industrialización y la confianza en general.
Necesitan también, adoptar urgentemente las
mismas políticas que hicieron de los Estados
Unidos el país libre y próspero que es ahora.
Las reformas dañinas consisten en la
intervención gubernamental que hostiliza la
libertad e iniciativa individuales y que no
hacen sino despojar a los productores del
fruto de su trabajo y distribuir sus ingresos y
propiedades a través de subsidios y regalos.
Dichas reformas no hacen sino preparar el
camino para el advenimiento del socialismo,
que no es otro que el antecedente del
comunismo.
Nadie puede negar que la adopción de
planes
económicos
gubernamentales
constituye la característica esencial del
socialismo. No son más que un substituto
socialista del libre mercado, o sea aquél en
que la gente está en libertad para perseguir
sus propias metas o fines. Los planes
oficiales despojan al pueblo de la libertad de
elección individual y establecen en su lugar,
un control político sobre la economía.
El término «Planificación Nacional»,
significa la planeación política por parte de
planificadores e inspectores, quienes actúan
de acuerdo con sus propias ideas sobre lo
que es justo, adecuado y políticamente
aceptable.
Significa,
también,
la
organización de grupos de presión política
con la finalidad de quitarles su riqueza a los
productores y distribuirla entre los favoritos
del Estado. En esas circunstancias, dicha
política destruye la producción, la iniciativa
y la moralidad.
Las demandas de reforma agraria e
impositiva provienen del arsenal ideológico
del socialismo. La confiscación de los altos
ingresos y la expropiación de tierras,
destruyen los fundamentos de una sociedad
libre, de la propiedad privada y de la
productividad individual e impiden la
formación de capital, su acumulación la
investigación tecnológica y el desarrollo en
general. Son causas del estancamiento
económico y de la pobreza y contribuyen al
desarrollo de la mentalidad estatista, que es
la condición mental propia del comunismo.
Es trágico, desde luego, que el Gobierno de
los Estados Unidos, esté ejerciendo su gran
influencia, hacia el logro de reformas
dañinas para Latinoamérica. Con nuestros
dispendiosos programas de ayuda extranjera,
estamos financiando un sinnúmero de
esquemas y experimentos socialistas. Los
gobiernos que reciben nuestra ayuda, deben
cumplir con nuestras condiciones de elevar
los ingresos y los impuestos y de dividir las
grandes posesiones agrícolas, distribuyendo
los despojos entre el populacho. Estamos
recomendando los déficits presupuestarios y
la expansión crediticia como condiciones
para el desarrollo económico, y cuando un
Gobierno ha dilapidado sus ingresos y se
enfrenta al problema de una devaluación
monetaria, el Gobierno de los Estados
Unidos viene en su ayuda a través de ayuda
extranjera facilitándole reservas de oro y
divisas.
Desgraciadamente, quienes gastan la ayuda
económica que los Estados Unidos otorgan,
ignoran que nuestra propia moneda está muy
debilitada,
que
nos
amenaza
una
devaluación y una suspensión de nuestros
pagos al extranjero en oro.
Los pueblos desposeídos de Latinoamérica
necesitan de impuestos más bajos, de una
sana política monetaria y de más iniciativa y
capital privado, no obstante que el criterio
de las autoridades norteamericanas, su
ejemplo y consejos prediquen exactamente
lo contrario.
Ellos no necesitan de ninguna «Alianza para
el Progreso», sino de una alianza para la
libertad, que es la condición indispensable
para el progreso.
«La economía de mercado social no implica
la libertad de los empresarios para eliminar
la competencia por medio de convenios del
tipo de los carteles; por el contrario, implica
la obligación de granjearse el favor del
consumidor por aquello que rinda y realice
en competencia con el concurrente. No es el
Estado el que debe decidir quién ha de
vencer en el mercado, ni tampoco una
organización de empresas como son los
carteles, sino exclusivamente el consumidor,
la calidad y el precio determinan la clase y
orientación de la producción, y sólo
conforme a estos criterios se verifica la
selección en el terreno de la economía
privada».
(Tomado de «Bienestar para Todos», de
Ludwig Erhard).
El Centro de Estudios Económico-Sociales,
CEES, fue fundado en 1959. Es una entidad
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son sin afan de lucro, apoliticos y no
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