Literatura hispanoamericana contemporánea

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Literatura de los pueblos de México, Centroamérica, Sudamérica y el Caribe cuya lengua madre es el español.
Su historia, que comenzó durante el siglo XVI, en la época de los conquistadores, se puede dividir a grandes
rasgos en cuatro periodos. Durante el periodo colonial fue un simple apéndice de las literaturas, pero con los
movimientos de independencia que tuvieron lugar a comienzos del siglo XIX, entró en un segundo periodo
dominado por temas patrióticos. Sin embargo, durante la etapa de consolidación nacional que siguió al
periodo anterior, experimentó un enorme auge, hasta que alcanzó su madurez a partir de la década de 1910,
llegando a ocupar un significativo lugar dentro de la literatura universal. La producción literaria de los países
latinoamericanos forma un conjunto armónico, a pesar de las diferencias y rasgos propios de cada país.
Las primeras obras de la literatura latinoamericana pertenecen tanto a la tradición literaria española como a la
de sus colonias de ultramar. Así, los primeros escritores americanos como el soldado y poeta español Alonso
de Ercilla y Zúñiga, creador de La Araucana (1569−1589), una épica acerca de la conquista del pueblo
araucano de Chile por parte de los españoles no habían nacido en el Nuevo Mundo.
Las guerras y la cristianización del recién descubierto continente no crearon un clima propicio para el cultivo
de la poesía lírica y la narrativa, por lo cual la literatura latinoamericana del siglo XVI sobresale
principalmente por sus obras didácticas en prosa y por las crónicas. Especialmente destacadas en este terreno
resultan la Verdadera historia de la conquista de la Nueva España (1632), escrita por el conquistador e
historiador español Bernal Díaz del Castillo, lugarteniente del explorador también español Hernán Cortés, y la
historia en dos partes de los incas de Perú y de la conquista española de este país, Comentarios reales (1609 y
1617), del historiador peruano Garcilaso de la Vega, el Inca. Las primeras obras teatrales escritas en
Latinoamérica, como Representación del fin del mundo (1533), sirvieron como vehículo literario para la
conversión de los nativos.
El espíritu del renacimiento español, así como un exacerbado fervor religioso, resulta evidente en los textos de
comienzos del periodo colonial, en el que los más importantes difusores de la cultura eran los religiosos, entre
los se encuentran el misionero e historiador dominico Bartolomé de Las Casas, que vivió en Santo Domingo y
en otras colonias del Caribe; el autor teatral Hernán González de Eslava, que trabajó en México, y el poeta
épico peruano Diego de Hojeda.
México (actualmente Ciudad de México) y Lima, las capitales de los virreinatos de Nueva España y Perú,
respectivamente, se convirtieron en los centros de toda la actividad intelectual del siglo XVII, y la vida en
ellas, una espléndida réplica de la de España, se impregnó de erudición, ceremonia y artificialidad. Los
criollos superaron a menudo a los españoles en cuanto a la asimilación del estilo barroco predominante en
Europa. Esta aceptación quedó de manifiesto, en el terreno de la literatura, por la popularidad de las obras del
dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca y las del poeta, también español, Luis de Góngora, así como
en la producción literaria local. El más destacado de los poetas del siglo XVII en Latinoamérica fue la monja
mexicana Juana Inés de la Cruz, que escribió obras de teatro en verso, de carácter tanto religioso por ejemplo,
El divino narciso (1688) como profano. Escribió asimismo poemas en defensa de las mujeres y obras
autobiográficas en prosa acerca de sus variados intereses. La mezcla de sátira y realidad que dominaba la
literatura española llegó también al Nuevo Mundo, y allí aparecieron, entre otras obras, la colección satírica
Diente del Parnaso, del poeta peruano Juan del Valle Caviedes, y la novela Infortunios de Alonso Ramírez
(1690), del humanista y poeta mexicano Carlos Sigüenza y Góngora.
En España, la dinastía Borbón sustituyó a la Habsburgo a comienzos del siglo XVIII. Este acontecimiento
abrió las colonias, con o sin sanción oficial, a las influencias procedentes de Francia, influencias que quedaron
de manifiesto en la amplia aceptación del neoclasicismo francés y, durante la última parte del siglo, en la
extensión de las doctrinas de la ilustración. Así, el dramaturgo peruano Peralta Barnuevo adaptó obras
teatrales francesas, mientras que otros escritores, como el ecuatoriano Francisco Eugenio de Santa Cruz y el
colombiano Antonio Nariño, contribuyeron a la difusión de las ideas revolucionarias francesas hacia finales
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del siglo.
Durante esta segunda época, surgieron nuevos centros literarios. Quito en Ecuador, Bogotá en Colombia y
Caracas en Venezuela, en el norte del continente, y, más adelante, Buenos Aires, en el sur, comenzaron a
superar a las antiguas capitales de los virreinatos como centros de cultura y creación y edición literarias. Los
contactos con el mundo de habla no hispana se hicieron cada vez más frecuentes y el monopolio intelectual de
España comenzó a decaer.
El periodo de la lucha por la independencia ocasionó un denso flujo de escritos patrióticos, especialmente en
el terreno de la poesía. La narrativa, censurada hasta el momento por la corona de España, comenzó a
cultivarse y, en 1816, apareció la primera novela escrita en Latinoamérica Periquillo sarniento, del escritor y
periodista mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi. En ella, las aventuras de su protagonista enmarcan
numerosas vistas panorámicas de la vida colonial, que contienen veladas críticas a la sociedad. La literatura y
la política estuvieron íntimamente relacionadas durante este periodo en que los escritores asumieron actitudes
similares a las de los tribunos republicanos de la antigua Roma. Desde sus inicios dan claras muestras de su
preocupación por destacar los aspectos costumbristas de la realidad así como de su interés por los problemas
de la crítica social y moral. El poeta y cabecilla político ecuatoriano José Joaquín Olmedo alabó al líder
revolucionario Simón Bolívar en su poema `Victoria de Junín' (1825), mientras que el poeta, crítico y erudito
venezolano Andrés Bello ensalzó la agricultura tropical en su poema Silva (1826), similar a la poesía bucólica
del poeta clásico romano Virgilio. El poeta cubano José María Heredia se anticipó al romanticismo en poemas
como Al Niágara (1824), escrito durante su exilio en los Estados Unidos. Hacia ese mismo año, en el sur,
comenzó a surgir una poesía popular anónima, de naturaleza política, entre los gauchos de la región de La
Plata.
Durante el periodo de consolidación que siguió al anterior, las nuevas repúblicas tendieron a dirigir su mirada
hacia Francia aún más que hacia España, aunque con nuevos intereses regionalistas. Las formas neoclásicas
del siglo XVIII dejaron paso al romanticismo, que dominó el panorama cultural de Latinoamérica durante casi
medio siglo a partir de sus inicios en la década de 1830. Argentina entró en contacto con el romanticismo
franco−europeo de la mano de Esteban Echeverría y, junto con México, se convirtió en el principal difusor del
nuevo movimiento. Al mismo tiempo, la tradición realista hispana halló continuación a través de las obras
llamadas costumbristas (que contenían retratos de las costumbres locales).
La consolidación económica y política y las luchas de la época influyeron en la obra de numerosos escritores.
Muy destacable fue la denominada generación romántica argentina en el exilio de oponentes al régimen
(1829−1852) del dictador Juan Manuel de Rosas. Este grupo, muy influyente también en Chile y Uruguay,
contaba (además de con Echeverría) con José Mármol, autor de una novela clandestina, Amalia (1855), y con
el educador (más adelante presidente de Argentina) Domingo Faustino Sarmiento, en cuyo estudio
biográfico−social Facundo (1845) sostenía que el problema básico de Latinoamérica era la gran diferencia
existente entre su estado primitivo y las influencias europeas.
En Argentina, las canciones de los bardos gauchos fueron dejando paso a las creaciones de poetas cultos como
Hilario Ascasubi y José Hernández que usaron temas populares para crear una nueva poesía gauchesca. El
Martín Fierro (1872) de Hernández, en el que narra la difícil adaptación de su protagonista a la civilización,
se convirtió en un clásico nacional, y los temas relacionados con los gauchos pasaron al teatro y a la narrativa
de Argentina, Uruguay y el sur de Brasil.
La poesía en otras zonas del continente tuvo un carácter menos regionalista, a pesar de que el romanticismo
continuó dominando el ambiente cultural de la época. Los poetas más destacados de esos años fueron la
cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, autora también de novelas, y el uruguayo Juan Zorrilla de San
Martín, cuya obra narrativa Tabaré (1886) presagió el simbolismo.
La novela progresó notablemente en este periodo. Así, el chileno Alberto Blest Gana llevó a cabo la transición
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entre el romanticismo y el realismo al describir la sociedad chilena con técnicas heredadas del escritor francés
Honoré de Balzac en su Martín Rivas (1862). Escribió la mejor novela histórica de la época, Durante la
reconquista (1897). Por otro lado, María (1867), un cuento lírico sobre un amor marcado por un destino
aciago en una vieja plantación, escrito por el colombiano Jorge Isaacs, está considerada como la obra maestra
de las novelas hispanoamericanas del romanticismo. En Ecuador, Juan León Mera idealizó a los indígenas de
América al situar en la jungla su novela Cumyá (1871). En México el más destacado de los realistas
románticos fue Ignacio Altamirano, en la misma época en que José Martiniano Alencar inició el género
regional con sus novelas poemáticas e indianistas románticas (cuentos de amor entre indios y blancos), como
El Guaraní (1857) e Iracema (1865). La más famosa es Cumandá (1879) del ecuatoriano Juan León Mera.
Los novelistas naturalistas, entre los que se contó el argentino Eugenio Cambaceres, autor de Sin rumbo
(1885), pusieron de manifiesto en sus obras la influencia de las novelas experimentales del escritor francés
Émile Zola.
El ensayo se convirtió en este periodo en el medio de expresión favorito de numerosos pensadores, a menudo
periodistas, interesados en temas políticos, educacionales y filosóficos. Un artista y polemista muy
característico del momento fue el ecuatoriano Juan Montalvo, autor de Siete tratados (1882), mientras que
Eugenio María de Hostos, un educador y político liberal portorriqueño, llevó a cabo su obra en el Caribe y en
Chile, y Ricardo Palma creó un tipo de viñetas narrativas e históricas muy peculiar denominada Tradiciones
Peruanas (1872).
El modernismo, movimiento de profunda renovación literaria, apareció durante la década de 1880, favorecido
por la consolidación económica y política de las repúblicas latinoamericanas y la paz y la prosperidad
resultantes de ella. Su característica principal fue la defensa de las funciones estética y artística de la literatura
en detrimento de su utilidad para una u otra causa concreta. Los escritores modernistas compartieron una
cultura cosmopolita influida por las más recientes tendencias estéticas europeas, como el parnasianismo
francés y el simbolismo, y en sus obras fundieron lo nuevo y lo antiguo, lo nativo y lo foráneo tanto en la
forma como en los temas.
La mayoría de los modernistas eran poetas, pero muchos de ellos cultivaron, además, la prosa, hasta el punto
de que la prosa hispana se renovó al contacto con la poesía del momento. El iniciador del movimiento fue el
peruano Manuel González Prada, ensayista de gran conciencia social a la vez que osado experimentador
estético. Entre los principales poetas modernistas se encontraban el patriota cubano José Martí, el también
cubano Julián del Casal, el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera y el colombiano José Asunción Silva, aunque
fue el nicaragüense Rubén Darío quien se convirtió en el más destacado representante del grupo tras la
publicación de Prosas profanas (1896), su segunda obra mayor, y él sería el verdadero responsable de
conducir al movimiento a su punto culminante. Solía mezclar los aspectos experimentales del movimiento con
expresiones de desesperación o de alegría metafísica, como en Cantos de vida y esperanza (1905), y tanto él
como sus compañeros de grupo materializaron el mayor avance de la lengua y de la técnica poética
latinoamericana desde el siglo XVII. A la generación más madura pertenecieron escritores como el argentino
Leopoldo Lugones y el mexicano Enrique González Martínez, que marcó un punto de inflexión hacia un
modernismo más íntimo y trató temas sociales y éticos en su poesía. El uruguayo José Enrique Rodó aportó
nuevas dimensiones artísticas al ensayo con su obra Ariel (1900), que estableció importantes caminos
espirituales para los autores más jóvenes del momento. Entre los novelistas se encontraban el venezolano
Manuel Díaz Rodríguez, que escribió Sangre patricia (1902) y el argentino Enrique Larreta, autor de La
gloria de Don Ramiro (1908). El modernismo, que llegó a España procedente de Latinoamérica, alcanzó su
punto culminante hacia 1910, y dejó una profunda huella en varias generaciones de escritores de lengua
hispana.
Al mismo tiempo, otros muchos escritores ignoraron el modernismo y continuaron produciendo novelas
realistas o naturalistas centradas en problemas sociales de alcance regional. Así, en Aves sin nido (1889), la
peruana Clorinda Matto de Turner pasó de la novela indianista sentimental a la moderna novela de protesta,
mientras que el mexicano Federico Gamboa cultivó la novela naturalista urbana en obras como Santa (1903),
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y el uruguayo Eduardo Acevedo Díaz escribió novelas históricas y de gauchos.
El relato breve y el teatro maduraron a comienzos del siglo XX de la mano del chileno Baldomero Lillo que
escribió cuentos de mineros, como Sub terra (1904), y de la de Horacio Quiroga, autor uruguayo de historias
de la jungla quien, en Cuentos de la selva (1918), combinó un enfoque de tipo regional centrado en la relación
entre los seres humanos y la naturaleza primitiva, con la descripción de fenómenos psicológicamente extraños
en unos cuentos de misterio poblados de alucinaciones, mientras que el dramaturgo Florencio Sánchez
enriqueció el teatro de su país con sus obras sociales de carácter local.
La Revolución Mexicana, iniciada en 1910, coincidió con un rebrote del interés de los escritores
latinoamericanos por sus características distintivas y sus propios problemas sociales. A partir de esa fecha, y
cada vez en mayor medida, los autores latinoamericanos comenzaron a tratar temas universales y, a lo largo
de los años, han llegado a producir un impresionante cuerpo literario que ha despertado la admiración
internacional.
Poesía
En el terreno de la poesía, numerosos autores reflejaron en su obra las corrientes que clamaban por una
renovación radical del arte, tanto europeas cubismo, expresionismo, surrealismo como españolas, entre la
cuales se contaba el ultraísmo, denominación que recibió un grupo de movimientos literarios de carácter
experimental que se desarrollaron en España a comienzos del siglo. En ese ambiente de experimentación, el
chileno Vicente Huidobro fundó el creacionismo, que concebía el poema como una creación autónoma,
independiente de la realidad cotidiana exterior, el también chileno Pablo Neruda, que recibió el Premio Nobel
de Literatura en 1971, trató, a lo largo de su producción, un gran número de temas, cultivó varios estilos
poéticos diferentes e incluso pasó por una fase de comprometida militancia política, y el poeta colombiano
Germán Pardó García alcanzó un alto grado de humanidad en su poesía, que tuvo su punto culminante en
Akróteras (1968), un poema escrito con ocasión de los Juegos Olímpicos de México. Por otro lado, surgió en
el Caribe un importante grupo de poetas, entre los que se encontraba el cubano Nicolás Guillén, que se
inspiraron en los ritmos y el folclore de los pueblos negros de la zona.
La chilena Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura (1945) otorgado por primera vez a las letras
latinoamericanas, creó una poesía especialmente interesante por su calidez y emotividad, mientras que en
México el grupo de los Contemporáneos, que reunía a poetas como Jaime Torres Bodet, José Gorostiza y
Carlos Pellicer, se centró esencialmente en la introspección y en temas como el amor, la soledad y la muerte.
Otro mexicano, el premio Nobel de Literatura de 1990 Octavio Paz, cuyos poemas metafísicos y eróticos
reflejan una clara influencia de la poesía surrealista francesa, está considerado como uno de los más
destacados escritores latinoamericanos de posguerra, y ha cultivado también la crítica literaria y política.
Teatro
El teatro continuó su proceso de maduración en gran cantidad de ciudades latinoamericanas, en especial
Ciudad de México y Buenos Aires, en las que se convirtió en un importante vehículo cultural, y vivió un
periodo de afianzamiento en otros países, como Chile, Puerto Rico y Perú. En México pasó por una completa
renovación experimental, representada por el Teatro de Ulises (que comenzó en 1928) y el Teatro de
orientación (en 1932), activados por Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Celestino Gorostiza, y que
culminaría con la obra de Rodolfo Usigli y continuaría con la de un nuevo grupo de dramaturgos, con Emilio
Carballido a la cabeza. Por otro lado, entre los más destacados autores de teatro argentinos se encuentra
Conrado Nalé Roxlo.
Ensayo
Los ensayistas posteriores al modernismo han sido muy activos, han adoptado una dirección nacionalista y
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más universal, y han ofrecido una gran variedad de puntos de vista intelectuales. La generación del Centenario
de la Independencia de 1910 tuvo representantes como José Vasconcelos, conocido por su sueño utópico de
una raza cósmica (La raza cósmica, 1925), el erudito dominicano Pedro Henríquez Ureña, autor de Ensayos
en busca de nuestra expresión (1928) y Alfonso Reyes, supremo mexicano universal, humanista completo y
autor de Visión de Anáhuac (1917). Por otro lado, el ensayista colombiano Germán Arciniegas sobresale
como un cualificado intérprete de la historia en El continente de siete colores (1965) y el argentino Eduardo
Mallea, autor de Historia de una pasión argentina (1935), destaca entre los novelistas de ese país.
Narrativa
A partir de comienzos de siglo, la novela latinoamericana en español ha experimentado un enorme desarrollo
que ha pasado por tres fases: la primera, dominada por una gran concentración en temas, paisajes y personajes
locales se vio seguida por otra en la que se produjo una extensa obra narrativa de carácter psicológico e
imaginativo ambientada en escenarios urbanos y cosmopolitas, para llegar finalmente a una tercera en la que
los escritores adoptaron técnicas literarias contemporáneas, que condujeron a un inmediato reconocimiento
internacional y a un continuo y creciente interés por parte del mundo literario.
La narrativa de carácter regional tuvo en el argentino Ricardo Güiraldes, autor de Don Segundo Sombra
(1926), la culminación de la novela de gauchos; al colombiano José Eustasio Rivera creador de La vorágine
(1924), de la novela de la jungla y al venezolano Rómulo Gallegos Freire, autor de Doña Bárbara (1929), de
la novela de las planicies. La revolución mexicana inspiró a novelistas como Mariano Azuela, autor de Los de
abajo (1915), y a Gregorio López, que escribió El indio (1935). La situación de los indígenas atrajo el interés
de numerosos escritores mexicanos, guatemaltecos y andinos, como el boliviano Alcides Arguedas, que trató
el problema en Raza de bronce (1919), y el peruano Ciro Alegría, autor de El mundo es ancho y ajeno (1941),
mientras que el diplomático guatemalteco Miguel Ángel Asturias, que recibió en 1966 el Premio Lenin de la
Paz y en 1967 el Premio Nobel de Literatura, se reveló como un excelente autor de sátiras políticas en su obra
El señor presidente (1946).
En Chile, Eduardo Barrios se especializó en novelas psicológicas como El hermano asno (1922), y Manuel
Rojas se alejó de la novela urbana y cultivó una especie de existencialismo en Hijo de ladrón (1951). Otros
escritores, entre los que se cuenta María Luisa Bombal, autora de la novela La última niebla (1934),
cultivaron el género fantástico.
En Argentina, Manuel Gálvez escribió una novela psicológica moderna acerca de la vida urbana, Hombres en
soledad (1938). En este país, así como en Uruguay, se desarrolló una rica corriente narrativa donde se hacía
gran énfasis tanto en los aspectos psicológicos como fantásticos de la realidad. Así, el argentino Macedonio
Fernández abordó el absurdo en Continuación de la nada (1944), mientras que Leopoldo Marechal escribió
una novela simbolista, Adán Buenosayres (1948), y Ernesto Sábato una novela existencial, El túnel (1948).
Jorge Luis Borges, por otro lado, fue en sus comienzos un poeta ultraísta y, más tarde, se convirtió en el
escritor más importante de la Argentina moderna, especializado en la creación de cuentos (Ficciones, 1945),
traducidos a numerosos idiomas. Colaboró en varias ocasiones con Adolfo Bioy Casares y despertó el interés
por la novela policiaca complicada y por la literatura fantástica. Bioy Casares fue pionero en el terreno de la
novela de ciencia−ficción con La invención de Morel (1940), y el uruguayo Enrique Amorim inauguró la
novela policiaca larga con El asesino desvelado (1944). Otro de los escritores que obtuvieron inmediato
reconocimiento internacional por su brillantez y originalidad fue el argentino Julio Cortázar, en especial
debido a su antinovela experimental Rayuela (1963). Entre los autores uruguayos centrados en la novela
psicológica urbana se encuentran Juan Carlos Onetti con El astillero (1961) y Mario Benedetti con La tregua
(1960).
La nueva novela mexicana evolucionó a partir del crudo realismo como consecuencia de la influencia de
escritores como James Joyce, Virginia Woolf, Aldous Huxley y, especialmente, John Dos Passos y William
Faulkner. Con un escenario y una trama de carácter local, a la que añadieron nuevas dimensiones psicológicas
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y mágicas, José Revueltas escribió El luto humano (1943) y Agustín Yáñez Al filo del agua (1947). Juan
Rulfo escribió en un estilo similar su Pedro Páramo (1955), mientras que Carlos Fuentes, en La región más
transparente (1958), alterna lo puramente fantástico y psicológico con lo regional, y Juan José Arreola, autor
de Confabulario (1952), destaca por sus fantasías breves, de carácter alegórico y simbólico. Otros novelistas
han experimentado con técnicas multidimensionales, como, por ejemplo, Vicente Leñero, creador de Los
albañiles (1964), y Salvador Elizondo, que escribió Farabeuf (1965).
Entre los restantes novelistas latinoamericanos que han escrito en español y que han conseguido
reconocimiento internacional, el antiguo regionalismo ha sido superado por nuevas técnicas, estilos y
perspectivas extremadamente variadas. La etiqueta estilística realismo mágico se puede aplicar a muchos de
los más destacados narradores aquellos capaces de descubrir el misterio que se esconde tras los
acontecimientos de la vida cotidiana. El novelista cubano Alejo Carpentier añadió una nueva dimensión
mitológica a la novela ambientada en la jungla en Los pasos perdidos (1953), al tiempo que su compatriota
José Lezama Lima consiguió crear en Paradiso (1966) un denso mundo mitológico de complejidad
neobarroca. Por otro lado, el peruano Mario Vargas Llosa descubrió a sus lectores variadas perspectivas
escondidas en el aparentemente cerrado mundo de una academia militar en La ciudad y los perros (1962),
mientras que el colombiano Gabriel García Márquez, galardonado con el Premio Nobel en 1982, se dio a
conocer internacionalmente con su novela Cien años de soledad (1967), en la que, a través de una mágica e
intemporal unidad, logró transcender el ámbito puramente local en el que se desarrolla la trama narrativa. Con
la obra de estos escritores, la novela latinoamericana escrita en español no sólo alcanzó su mayoría de edad,
sino que parece estar atrayendo la atención de un público internacional cada vez más numeroso.
APUNTE BIOGRÁFICO DE D. MARIO BENEDETTI
1920: Nace en Paso de los Toros, Departamento de Tacuarembó (Uruguay), el 14 de septiembre.
1928: Inicia sus estudios primarios en el Colegio Alemán de Montevideo.
1934: Entra en la Escuela Raumsólica de Logosofía.
1935: Estudios secundarios. Un curso en el Liceo Miranda, el resto en condición de libre. Desde los catorce
años trabaja ocho horas diarias en la «Will L. Smith, S.A., repuestos para automóviles».
1938: Entre este año y 1941 reside casi continuamente en Buenos Aires.
1945: Entra a formar parte del equipo de redacción del célebre semanario Marcha; allí se forma como
periodista junto a Carlos Quijano. Permanecerá en el equipo hasta su clausura en 1974. Publica su primer libro
de poemas La víspera indeleble que no se volverá a editar.
1946: Se casa con Luz López Alegre.
1948: Dirige la revista literaria Marginalia. Publica el volumen de ensayos Peripecia y novela.
1949: Miembro del consejo de redacción de Número, una de las revistas literarias más destacadas de la época.
Publica su primer libro de cuentos Esta mañana.
1950: Publica Sólo mientras tanto (poesía), editado por Número.
1951: También Número se hace cargo de las ediciones de Marcel Proust y otros ensayos y El último viaje y
otros cuentos. Ambas obras quedarán posteriormente integradas a otros títulos.
1952: Participa activamente en el movimiento contra el Tratado Militar con los Estados Unidos. Es su primera
acción de militante.
1953: Publica su primera novela, Quién de nosotros.
1954: Director literario de Marcha.
1956: Se publica Poemas de la Oficina.
1957: Viaja a Europa por primera vez, visitando nueve países, corresponsal de Marcha y El Diario.
1959: Aparece su volumen de cuentos Montevideanos, piedra de toque de la concepción urbana y
«montevideana» de la literatura narrativa.
Viaja a Estados Unidos, donde permanece durante cinco meses.
1960: Publica La tregua, novela que será editada en veinte países, traducida a trece idiomas y trasladada al
teatro, la radio, la televisión y el cine.
También publica El país de la cola de paja, ensayo sobre la crisis «moral» por la que atravesaba el país.
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1961: Recopila las crónicas humorísticas, firmadas por Damocles, en el volumen Mejor es meneallo.
1963: Inventario, Poesía 1950−1958 y Poesía de hoy por hoy.
1964: Codirige la página literaria semanal «Al pie de las letras» del diario La mañana y publica crítica de
teatro en el mismo periódico. Colabora como humorista en la revista Peloduro.
1965: Publica la novela Gracias por el fuego.
Escribe crítica de cine en La tribuna popular.
1966: Viaja a La Habana para participar en el jurado de novela del concurso Casa de las Américasy a París,
donde reside durante un año.
1967: Publica Letras del continente mestizo en el que reúne ensayos y artículos referidos a literatura
Latinoamericana.
Vuelve a Cuba para participar en el jurado del concurso Casa de las Américas. Participa en el encuentro con
Rubén Darío. Viaja a México para participar en el II Congreso Latinoamericano de Escritores.
1968: Participa en el Congreso Cultural de La Habana con la ponencia Sobre las relaciones entre el hombre de
acción y el intelectual. Publica Sobre artes y oficios, recopilación de artículos sobe literatura europea y
norteamericana, y el libro de cuentos La muerte y otras sorpresas. Miembro del Consejo de Dirección de Casa
de las Américas. Funda y dirige el Centro de Investigaciones literarias de Casa de las Américas.
1969: Viaja a Argel, invitado al Primer Festival Cultural Panafricano. Publica Cuaderno Cubano que incluye
poemas, artículos y entrevistas a propósito de Cuba y de su experiencia profesional en aquel país.
1971: Funda, junto con otros ciudadanos uruguayo, el Movimiento de Independientes 26 de marzo que
integrará, poco más tarde, la coalición de izquierdas Frente Amplio.
Publica El cumpleaños de Juan Ángel.
Es nombrado director del Departamento de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Universidad de Montevideo.
1972: Publica Crónica del 71, compuesto de editoriales políticos publicados en el semanario Marcha en su
mayoría, un poema inédito y tres discursos pronunciados durante la campaña del Frente Amplio. También
publica Los poemas comunicantes, con entrevistas a diversos poetas latinoamericanos.
1973: A raíz del golpe militar renuncia a su cargo en la universidad y debe abandonar el país por razones
políticas. Se exilia a Buenos Aires.
1974: Publica El escritor latinoamericano y la revolución posible.
1976: Vuelve a Cuba, esta vez como exiliado, y se reincorpora al Consejo de Dirección de Casa de las
Américas.
1977: Aparecen su libro de cuentos Con y sin nostalgias y el de poemas La casa y el ladrillo.
1979: Publica Pedro y el Capitán (obra teatral), y Cotidianas (poesía).
1980: Se traslada a Palma de Mallorca. Empieza a escribir su novela Primavera con una esquina rota.
1981: Publica su libro de poesía Viento del exilio.
1982: Publica Primavera con una esquina rota y su antología Cuentos. Inicia su colaboración semanal en las
páginas de Opinión del diario El País.
El Consejo de Estado de Cuba le concede la Orden Félix Varela.
1983: Traslada su residencia a Madrid.
1984: Versión cinematográfica de Pedro y el Capitán. El teatro Ictus de Santiago de Chile adapta a la escena
su novela Primavera con una esquina rota. Publica Geografías, libro de cuentos y poemas y El desexilio y
otras conjeturas sobre la situación de América Latina y sobre el problema del exilio.
1985: Con la restauración de la democracia en Uruguay vuelve al país. A partir de este momento residirá una
parte del año en Montevideo y la otra en Madrid. Miembro del Consejo Editor de la nueva revista Brecha, que
va a dar continuidad al proyecto de Marcha, interrumpido en 1974.
1986: Aparece Cuentos Completos y Preguntas al azar (poesía). Premio Jristo Botev de Bulgaria, por obra
poética y ensayística.
1987: Galardonado en Bruselas por Amnistía Internacional con el premio Llama de Oro por su novela
Primavera con una esquina rota.
1988: Publica su libro de poemas Yesterday y mañana.
1989: Publica su libro de cuentos, Despistes y franquezas y el de ensayo La cultura ese blanco móvil. En el
volumen Canciones del Más Acá reúne sus numerosas letras de canciones que se van incorporando al
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repertorio de más de cuarenta cantantes.
Condecorado con la medalla Haydeé Santamaría por el Consejo de Estado de Cuba.
Como ejemplos significativos de la gran difusión de su obra cabe señalar que en este año La tregua llega a la
75ª edición, Gracias por el fuego, a la 46ª, El cumpleaños de Juan Ángel, a la 30ª, Inventario, a la 31ª, Pedro y
el capitán, a la 15ª y La muerte y otras sorpresas, a la 27ª.
1991: Publica el libro de poemas Las soledades de Babel y La realidad y la palabra, una aproximación a los
grandes temas de la reflexión contemporánea, situados en Latinoamérica, y un interesante recorrido por los
principales autores y corrientes de la literatura sudamericana.
1993: Inaugura en la Universidad de Alicante el Congreso Literatura y espacio urbano. Publica La borra del
café.
1994: Aparece en Madrid Inventario 2 (1985−1994), recopilación de su obra poética. Imparte en la
Universidad de Alicante el curso de doctorado Un creador nos introduce en su mundo.
Comienza la aparición en Argentina de su obra completa desarrollada en 36 volúmenes.
1995: Aparece en España su recopilación Cuentos completos y el conjunto de ensayos El ejercicio del criterio.
1996: Se publica en Montevideo y en España la biografía realizada por Mario Paoletti Mario Benedetti, el
aguafiestas.
Recital A dos voces con Daniel Viglietti en la Universidad de Alicante.
En Argentina se publica el volumen 28 de las Obras completas y la novela Andamios.
Biografía
Mario Benedetti nació en Montevideo el 14 de septiembre de 1920, en Paso de los Toros, Departamento
de Tacuarembó, República Oriental del Uruguay. Entre 1938 y 1941 residió casi continuamente en Buenos
Aires.
En 1945, de vuelta en Montevideo, integró la redacción del semanario Marcha. En 1949 publicó Esta mañana,
su primer libro de cuentos y, un año más tarde, los poemas de Sólo mientras tanto. En 1953 apareció su primer
novela, Quien de nosotros....pero fue con el volumen de cuentos Montevideanos, publicado en 1959, que tomó
forma la concepción urbana de su obra narrativa. Con La Tregua, que apareció en 1960, Benedetti adquirió
trascendencia internacional.
La novela tuvo más de un centenar de ediciones, fue traducida a diecinueve idiomas y llevada al teatro, la
radio, la televisión y el cine. En 1973 debió abandonar su país por razones políticas. Etapas de sus doce años
de exilio fueron la Argentina, Perú, Cuba y España. Su vasta produccion literaría abarca todos los géneros,
incluyendo famosas letras de canciones, y suma más de sesenta obras, entre las que se destacan la novela
Gracias por el Fuego (1965), el ensayo El escritor latinoamericano y la revolución posible (1974) los cuentos
de Con y sin nostalgias (1977) y los poemas de Viento del exilio (1981). En 1987 recibió el Premio Llama de
Oro de Amnistía Internacional por su novela Primavera con una esquina rota. Otros libros como, La borra del
café (1992), Perplejidades de fin de siglo (Seix Barral, 1993) y El olvido esta lleno de memoria (Seix Barral,
1995). Su obra poética está recogida en Inventario Uno (1950−1985), e Inventario Dos (1986−1991), Cuentos
Completos (1994). Su última novela es Andamios y su último libro de poesía "La vida ese paréntesis"
Mario Benedetti (1920)
Verdadero cronista de su ciudad (Montevideo) y de su tiempo, Benedetti es un prolífero intelectual −
aproximadamente 80 títulos publicados − que transíta la critica literaria, el ensayo prolífico, la poesía y, por
supuesto, la narrativa. Como apuntó un periodista, a Benedetti sólo "le falta nada más que la ópera". Sus
textos, inteligentes y cálidos, recuperan un país que ha transitado el memorioso recuerdo, el costumbrismo,
pero también el dolor de las épocas difíciles de la dictadura. Su popularidad se extiende a todos los ámbitos de
habla hispana donde habitualmente es best seller y su lectura de poemas emocionan a miles de espectadores.
Mario Benedetti nació el 14 de septiembre de 1920, en Paso de los Toros, Departamento de
Tacuarembó, República Oriental de Uruguay, pero su familia se trasladó a Montevideo cuando sólo tenía
8
cuatro años. De ahí es que se sienta "absolutamente motevideano". No es de extrañar, entonces, que el espacio
privilegiado de su obra de ficción sea Montevideo, y que sus habitantes sean los personajes que lo habitan. La
literatura ciudadana es, por lo tanto, el medio que tiene Benedetti para comunicarse con sus lectores que, en la
actualidad, no son sólo los hispanoparlantes, sino también de otras lenguas por las abundantes traducciones de
sus obras.
Sus estudios primarios los hizo en el Colegio Alemán de Montevideo, donde comenzó a escribir
poemas y cuentos. Debido a la inestabilidad económica familiar, pronto tuvo que trabajar, de manera que sólo
pudo completar sus estudios secundarios como alumno libre. Ese contacto tan temprano con el trabajo, le
permitió conocer a fondo una de las constantes que registra su literatura: el mundo gris de las oficinas
montevideanas. Pero no lo abrumó; siguió escribiendo, y leyendo: Maupassant, Chejov y Horacio Quiroga,
primero; luego Faulkner, Hemingway, Joyce, Henry James Proust, Virginia Woolf, Italo Svevo. Más tarde
literatura uruguaya y latinoamericana, además de textos políticos.
Entre 1938 y 1941 residió casi continuamente en Buenos Aires. Allí vivió largo tiempo trabajando
como taquígrafo en una editorial. Años después, en 1984, recordará: "Volver a la Argentina, después de ocho
años, ha sido muy estimulante. Al segundo día fui, como cumpliendo un rito, a la Plaza San Martín, adonde
iba en mi adolescencia a leer. Allí decidí ser escritor, y empecé a escribir mi primer libro de poemas que ahora
lo tengo olvidado, o que trato de olvidar, porque era muy malo". Ese poemario es La víspera indeleble, que
publicó en 1945, y nunca reeditado. En 1946 Benedetti se casó con Luz López Alegre. Treinta años después
evocará esa duradera relación en el poema "Bodas de Perlas", recogido de La casa y el ladrillo (1977).
De regreso a Montevideo, dirigió en 1948 la revista literaria Marginalia, que duró hasta el año
siguiente, fecha en que pasa a formar parte del consejo de redacción de la revista Número, cuya primera etapa
se extiende hasta 1955. Esta publicación es clave en la formación y el desarrollo de la llamada "generación del
45" o "generación crítica", integrada entre otros, además de Benedetti, por Carlos Martínez Moreno, Mario
Arregui, Angel Rama, José Pedro Díaz, Armonía Somers, Idea Cilariño, Sarandy Cabrera, Ida Vitale, Carlos
Maggi y Emir Rodriguez Monegal.
También en 1949, Benedetti publicó su primer libro de cuentos, Esta mañana y un año más tarde los
poemas de Sólo mientras tanto. Con Esta mañana obtuvo el premio del Ministerio de Instrucción Pública. Este
galardón lo obtendrá varias veces en distintos géneros, pero a partir de 1958 renunció sistemáticamente a estos
premios por discrepancias con su reglamentación. En cuanto a la actividad cuentística de ese momento,
Benedetti dirá años después: "No había prácticamente ninguna posibilidad de publicar novelas en la época en
que empezábamos a escribir los del cuarenta y cinco. En cambio, era posible publicar cuentos, en revistas, en
los suplementos literarios de los diarios. Y eso tuvo influencia. A tal punto que cuando empezó a haber
editoriales, empezó a haber novelistas".
En 1953 apareció su primera novela, Quién de nosotros. Entre 1954 y 1960 ocupó tres veces la
dirección literaria de Marcha, el semanario más influyente de la vida política y cultural del Uruguay y uno de
los más importantes de América Latina. Fue clausurado en noviembre de 1974, después de sufrir numerosas
suspensiones tras el golpe de estado de 1973. A la memoria de su fundador y director, Carlos Quijano,
Benedetti dedicó el libro El desexilio y otras conjeturas (1985), conjunto de crónicas aparecidas en el diario El
País de Madrid.
Con Poemas de la oficina, publicado en 1956, Benedetti impactó en el desarrollo de la poesía uruguaya
al insertarse directamente en una temática considerada, hasta ese momento, como "no poética". Testimonió
allí al burócrata de clase media y lo interpretó a cabalidad. A partir de ese libro se originó la creciente
popularidad y difusión de la obra de Benedetti. Su forma sencilla, directa y coloquial tiene su origen en la
admiración que sentía por la poesía de Baldomero Fernández Moreno y Antonio Machado. Como experiencia
personal, recoge la actividad del propio Benedetti: cajero en una casa de repuestos de automóvil, funcionario
público, tenedor de libros, taquígrafo en la Facultad de Química. Sólo a partir de 1969, Benedetti podrá vivir
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del periodismo y de sus libros.
En 1957 viajó por primera vez a Europa. Fue con el volumen de cuentos Montevideanos, publicado en
1959, que tomó forma la concepción urbana de su obra narrativa. También en 1959 viajó a Estados Unidos,
hecho que lo conmueve porque "me muestra el verdadero rostro del imperialismo". En ese mismo año, a nivel
continental se produce un acontecimiento que marcó no sólo a Mario Benedetti sino a todos los intelectuales
latinoamericanos: la Revolución Cubana. Este hecho es fundamental para el desarrollo literario y político del
escritor uruguayo. Como el mismo ha declarado, le hizo mirar a América Latina cuando la mayoría de los
intelectuales vivían encandilados por lo europeo y también "me sirvió para comunicarme con mi país, para ver
de una manera distinta el Uruguay, y frutos de eso son evidentemente ciertos cambios que se establecen en el
orden literario". En 1966 visitó por primera vez Cuba y, entre 1968 y 1971, trabajó en la Casa de las
Américas, institución cultural cubana.
En 1959 publicó los ensayos El país de la cola de paja este libro es la primera reflexión de Benedetti
sobre el Uruguay oficial, por eso "estalló como un trueno en el limpio cielo montevideano". Con La tregua,
que apareció en 1960, Benedetti adquirió trascendencia internacional. La novela tuvo más de un centenar de
ediciones, fue traducida a diecinueve idiomas y llevada al teatro, la radio, la televisión y el cine. Ambos
textos son la denuncia y toma de conciencia frente a una sociedad en crisis, cuya manifestación extrema será
el golpe de estado en 1973 y su dolorosa secuela.
La actividad posterior de Mario Benedetti se multiplicó. A su intensa labor de escritor y periodista, se
sumó una cada vez más activa participación política. En 1971 fue uno de los fundadores del Movimiento de
Independientes 26 de marzo, que integrará más tarde el Frente Amplio. Pero esta alternativa en desarrollo será
frustrada por la fuerza.
En 1973 debió abandonar su país por razones políticas. Etapas de sus doce años de exilio fueron la
Argentina, Perú, Cuba y España. Su vasta producción literaria abarca todos los géneros, incluyendo famosas
canciones, y suma mas de sesenta obras, entre las que se destacan la novela Gracias por el fuego (1965), el
ensayo El escritor latinoamericano y la revolución posible (1974), los cuentos de Con y sin nostalgias (1977)
y los poemas de Viento del exilio (1981). En 1987 recibió el Premio Llama de Oro de Amnistía Internacional
por su novela Primavera con una esquina rota. Sus libros mas recientes son Despistes y franquezas (1990),
Las soledades de Babel (1991), La borra del café (1992), Perplejidades de fin de siglo (1993) y su más
reciente novela Andamios (1996). Su obra poetica completa ha sido recogida en Inventario Uno (1950−1985)
e Inventario Dos (1986−1991) y sus cuentos en Cuentos completos (1947−1994) los tres de la casa editora
Seix Barral.
Más de diez años vivió Benedetti en el exilio, alejado de sus montevideanos. "Sin embargo, pienso que
lo único positivo que hizo la dictadura uruguaya fue desparramar a mis montevideanos por todo el mundo, y
seguí escribiendo sobre ellos en las distintas geografías del exilio", afirmó en una oportunidad. Así lo hizo en
Buenos Aires, Lima, La Habana y Madrid, sus ciudades de paso, pero que también dejan huellas.
Reseña
Mario Benedetti nació en Paso de los Toros, Uruguay, en 1920.
Se educó en un colegio alemán y se ganó la vida como taquígrafo, cajero, vendedor, contable, funcionario
público, periodista, traductor.
De 1945 a 1975 hizo periodismo en el semanario Marcha, clausurado en esa fecha por la dictadura.
Es autor de novelas, cuentos, poesía, teatro, ensayos, crítica literaria, crónicas humorísticas, guiones
cinematográficos, letras de canciones.
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Ha publicado más de 40 libros y ha sido traducido a 18 idiomas.
Sus novelas y cuentos fueron adaptados a la radio, la televisión y el cine.
Su teatro ha sido representado en más de diez países.
Fue director del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas, en La Habana, y del
Departamento de Literatura Latinoamericana, en la Facultad de Humanidades de Montevideo.
Tras el golpe militar de 1973, renunció a su cargo en la Universidad y tuvo que exiliarse, primero en
Argentina, y luego en Perú, Cuba y España.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. Apunte biográfico
He sido capaz de escribir porque Mercedes llevó el mundo sobre sus espaladas
El secreto de la felicidad es hacer sólo aquello con lo que uno disfruta.
Gabriel García Márquez nace el 6 de marzo de 1928, en Aracataca, un pueblo de la costa atlántica
colombiana.
Gabo, como se le conoce cariñosamente, fue el mayor de una familia numerosa de doce hermanos, que
podríamos considerar de clase media: Gabriel Eligio García, su padre, fue uno de los numerosos inmigrantes
que, con la fiebre del banano, llegaron a Aracataca en el primer decenio del siglo XX.. Su madre, Luisa
Santiaga Márquez, pertenecía, en cambio a una de las familias eminentes del lugar: era hija del coronel
Nicolás Márquez y de Tranquilina Iguarán, que no vieron con buenos ojos los amores de su hija con uno de
los aventureros de la hojarasca (como se llamaba despectivamente a los inmigrantes), que desempeñaba el
humilde oficio de telegrafista. Por eso, cuando tras vencer múltiples dificultades, Gabriel Eligio y Luisa
Santiaga consiguieron casarse, se alejaron de la familia y se instalaron en Riohacha. Sin embargo, cuando
tenía que nacer su primer nieto, sus padres convencieron a Luisa Santiaga de que diera a luz en Aracataca.
Poco después Gabriel Eligio y Luisa Santiaga regresaron a Riohacha, pero el niño se quedó con sus abuelos
hasta que, cuando tenía ocho años, murió el abuelo, al que García Márquez consideró siempre la figura más
importante de mi vida.
De esos primeros ocho años de infancia prodigiosa surge lo esencial del universo narrativo y mítico de
García Márquez, hasta el punto de que, con alguna exageración, ha llegado a decir: Después todo me resultó
bastante plano: crecer, estudiar, viajar... nada de eso me llamó la atención. Desde entonces no me ha pasado
nada interesante. Lo que sí es cierto es que los recuerdos de su familia y de su infancia, el abuelo como
prototipo del patriarca familiar, la abuela como modelo de las mamas grandes civilizadoras, la vivacidad del
lenguaje campesino, la natural convivencia con lo mágico... aparecerán, transfigurados por la ficción, en
muchas de sus obras ( La hojarasca, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera ...) y el mundo
caribeño, desmesurado y fantasmal de Aracataca se transformará en Macondo, que en realidad era el nombre
de una de las muchas fincas bananeras del lugar y que según unos alude a un árbol que no sirve pa un carajo y
según otros a una milagrosa planta capaz de cicatrizar heridas.
Como el propio novelista explica: Quise dejar constancia poética del mundo de mi infancia, que
transcurrió en un casa grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba el
porvenir, y numerosos parientes de nombres iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y
la demencia.
El paralelismo entre algunas circunstancias biográficas de García Márquez con algunos elementos de Cien
años de soledad resulta evidente. Veamos algunos:
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Su abuelo, como José Arcadio Buendía, fue uno de los fundadores de Aracataca. En la novela se nos cuenta
que José Arcadio, abandona su pueblo al verse continuamente hostigado por el fantasma de Prudencio
Aguilar, al que se vio obligado a matar por un problema de honor. Con veintún compañeros, José Arcadio
Buendía cruza la cordillera y funda Macondo. La fundación de Aracata, tal como Nicolás Marquez se la
contaba a su nieto es muy parecida. También su abuelo había matado de muy joven a un hombre y cuando no
podía soportar la amenaza que existía contra él en ese pueblo, se fue lejos con su familia y fundó un pueblo. A
Gabo le solía decir siempre: Tú no sabes como pesa un muerto.
Nicolás Márquez era un sobreviente de las dos últimas guerras civiles y, como aquél tenía una larga progenie
de hijos de la guerra, todos de edades parecidas, que se alojaban en su casa cuando estaban de paso por el
pueblo y que doña Tranquilina recibía como propios. Como es evidente, Nicolás Márquez es asimismo el
modelo del coronel Aureliano Buendía que promovió treinta y dos guerras y las perdió todas. Tuvo diecisiete
hijos varones de diecisietes mujeres distintas, que fueron exterminados en una sola noche. Escapó a catorce
atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento.
Úrsula Iguarán se inspira en la abuela Tranquilina − que no sólo presta su apellido a Úrsula, si no que, al igual
que el personaje, murió ciega y loca. Tranquilina Iguarán es, efectivamente, el modelo de muchos de los
personajes femeninos de García Márquez que Vargas Llosa define así: un caso ejemplar de la mater familias,
matriarca medieval, emperadora del hogar, hacendosa y enérgica, prolífica, de temible sentido común,
insobornable ante la adversidad, que organiza férreamente la vida familiar a la que sirve de aglutinante y
vértice.
La inmensa y asombrosa casa de los abuelos la reencotraremos en las solidas y tristes mansiones de su mundo
narrativo: la casa de la Mama Grande, de los Asís, de los Nasar y, indudablamente, de los Buendía. García
Márquez la recuerda así: En cada rincón había muertos y memorias, y después de las seis de la tarde la casa
era intransitable. Era un mundo prodigioso de terror (...) En esa casa había un cuarto desocupado donde
había muerto la tía Petra. Había un cuarto donde había muerto el tío Lázaro. Entonces, de noche no se podía
caminar en esa casa porque había más muertos que vivos.
En 1936 tras vivir un breve tiempo con sus padres en Sucre −donde Garbriel Eligio regentaba una farmacia−
lo envían a estudiar bachillerato a diferentes internados: primero en Barranquilla y, durante más tiempo, en
Zipaquirá, lugar del que guarda recuerdos sombríos y dolorosos y donde, paralizado por la nostalgia de
Aracataca, nunca llegó a integrarse. De ese periodo y de ese lugar cuenta García Márquez: Zipaquirá era una
ciudad fría, con techos de teja desagastada, y el colegio, un gran internado donde vivíamos doscientos
trescientos niños... Los sábados y los domingos había salida, pero yo no me movía del edificio porque no
quería enfrentarme con la tristeza y el frío del pueblo. Durante esos años pasé encerrado la totalidad de las
horas libres despachando libros de Julio Verne y Emilio Salgari. Seguramente, esos años de soledad,
reclusión y lectura fueron decisivos para su futura vocación de escritor que, según Mario Vargas Llosa, es
como una solitaria que atenaza el espíritu.
En 1947, García Márquez se instala en Bogotá y empieza a estudiar derecho. Sus impresiones de Bogotá no
son mejores que las de Zipaquirá: con sus cachacos que siempre andaban de negro, parados ahí con
paraguas y sombreros de coco, y bigotes, la capital le parece gris y yerta, asfixiante, sinónimo de aprehensión
y tristeza. Con estros rasgos describirá a Bogotá cuando raramente aparezca en su mundo ficción.
Aunque estudia los cinco cursos de Derecho −algunos en Bogotá y otros en Cartagena, donde se había
trasladado su familia y donde se hace amigo del poeta Álvaro Mutis− no llega a graduarse, porque, según
confiesa, me aburría a morir esa carrera. Lo más importante de ese periodo es el encuentro con alguna de las
personas más decisivas de sus vida −especialmente, Camilo Torres, el que luego será cura guerrillero
cruelmente asesinado y Plinio Apuleyo Mendoza, desde entonces uno de sus amigos más íntimos. Otro
circunstancia importante es que, en Bogotá, empieza a escribir, para el periódico El Espectador, sus primeras
obras: diez cuentos, de los que abjurará después, que constituyen su prehistoria como escritor. También es
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remarcable que García Márquez participase, como otros muchos estudiantes, en las manifestaciones surgidas a
raíz del bogotazo: el asesinato en 1948 de Jorge Eliecer Gaitán, político progresista aspirante a la presidencia
de la república. El asesinato de Gaitán desencadena una escalofriante y larga oleada de violencia (casi
trescientos mil muertos entre 1948 y 1962) que tendrá su reflejo en la literatura de García Márquez y de otros
escritores, como Fernando Garrido y Álvaro Mutis, hasta el punto de que la narativa colombiana de estas
décadas ha sido designada como literatura de la violencia.
Pronto, García Márquez abandona los estudios de Derecho: en un viaje a Barranquilla conoce a un grupo de
periodistas que le fascinan y decide instalarse allí y orientar totalmente su vida al periodismo, por lo que
empieza a trabajar de columnista en El Heraldo, y a la literatura: se instala en un cuartucho ínfimo de un
bloque de cuatro pisos llamado el Rascacielos y allí empieza a escribir su primera novela, La hojarasca.
Gabo se integra en el llamado Grupo de Barranquilla, que se reúne en el Café Happy y el Café Colombia.
Miembros del Grupo de Barranquilla son: Germán Vargas, Álvaro Cepeda y Alfonso Fuenmayor, periodista
de El Heraldo de gran formación intelectual, al que García Márquez le debe el descubrimiento de los autores
que más tarde se convertirán en sus modelos literarios: Kafka, Joyce y, muy especialmente, Faulkner, Virginia
Woolf, y Hemingway. A las tertulias del Café Colombia acude también Ramón Vinyes, un viejo catalán
republicano, escritor, ex−librero y profesor de un colegio de señoritas, al que García Márquez homenajeará en
el sabio catalán, junto a sus tres amigos, en las últimas páginas de Cien años de soledad.
En Barranquilla, García Márquez conocerá a Mercedes Barcha, quien más tarde se convertirá en su
compañera de toda la vida.
En 1954, convencido por Álvaro Mutis, García Márquez regresa a Bogotá. Allí, de nuevo para El
Espectador, trabaja como reportero y crítico de cine. Ese periodo de apasionada dedicación al periodismo,
dejará posteriormente huella en su literatura. Como señala Vargas Llosa, de allí proviene en buena medida su
fascinación por los hechos y personajes inusitados, la visión de la realidad como una suma de anécdotas y las
virtudes de concisión y transparencia de estilo de sus mejores libros, en los que narra con la precisión de un
cirujano. Esta simbiosis de literatura y periodismo es clara en algunas sus obras narrativas publicadas, Relato
de un náufrago (1955), Crónica de una muerte anunciada (1981), Noticia de un secuestro (1997).
Desde ese momento, García Márquez no abandonará nunca su actividad periodística y posteriormente será
colaborador habitual en periódicos de Colombia, Venezuela, México, España y Estados Unidos.
En 1955, García Márquez va por primera vez a Europa como corresponsal de El Espectador. El que tenía que
ser un breve viaje para alejarlo de las iras gubernamentales desencadenadas por la publicación de El relato de
un náufrago, se convierte en una estancia de más de cuatro años: Ginebra, Roma −donde, además de cubrir la
información de la enfremedad de Pío XII, se matricula en el Centro Sperimentale de Cinematografía− y
finalmente París. Al poco de llegar a Francia, recibe la noticia de que El Espectador había sido clausurado y
un cheque para el pasaje de regreso. Pero García Márquez, que había decidido seriamente ser escritor, decide
quedarse en París. Afrontando grandes penalidades económicas (Estuve viviendo durante cuatro años de
milagros cotidianos) y trabajando, como explica Vargas Llosa, a diario, con verdadera furia, desde que
oscurecía hasta el amanecer, escribe La mala hora (1961) y paralelamente, a partir de un episodio que se le
desprendió de esa obra, una de sus mejores novelas: El coronel no tiene quien le escriba (1958).
Con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza hace un viaje a los países del Este (Alemania Oriental,
Checoslovaquia, Polonia, Rusia...) y luego escribe diez reportajes (al más célebre lo tituló 90 días en la
Cortina de Hierro) que quieren ser fundamentalmente objetivos, pero que contienen una serie de valoraciones
contradictorias de adhesión y crítica, lo que demuestra la sinceridad e independencia de su opinión.
En 1958, tras una estancia de dos meses en Londres, decide regresar a América, entre otras cosas porque
sentía que se le enfriaban los mitos. Primero se instala en Venezuela, donde su amigo Plinio Apuleyo
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Mendoza le había conseguido trabajo de redactor en la revista Momentos. Al poco de llegar a Caracas, es
testigo del bormbardeo aéreo y del asalto al Palacio presidencial, hechos que concluirán días después con el
derrocamiento del dictador Pérez Jiménez.
Estos hechos, especialmente la imagen, según cuenta Vargas Llosa, de la huida de un oficial con una
ametralladora bajo el brazo y con las botas embarradas y la entrevista que le hizo al que, durante 50 años,
había sido mayodormo de Palacio, sirviendo a varios presidentes y dictadores, serán decisivos en la gestación
de un proyecto literario que empieza a obsesionarle: escribir una novela de tiranos, que reflexione sobre el
misterio del poder y la capacidad de fascinación hipnótica de los tiranos. Otras experiencias recientes se
imbrican con las que está viviendo en Venezuela y le ayudan a entender los mecanismos de la dictadura: el
poder supremo del sumo pontífice en Roma, la fanática pervivencia del culto a Stalin que, cuatro años después
de la muerte del dictador, había palpado en Moscú... Tardará 17 años en hacer realidad ese proyecto en la
quinta de sus novelas: El otoño del patriarca (1975).
En un viaje relámpago a Barranquilla, se casa con su novia Mercedes Barcha, con la que pronto tiene dos
hijos, Rodrigo (que nació en Bogotá en 1959) y Gonzalo (que nacería en México tres años más tarde).
Aunque su actividad periodística en Venezuela es muy intensa, García Márquez no abandona el quehacer
literario: escribiendo sólo los domingos, redacta casi todos los cuentos de Los funerales de la Mama Grande
(1961).
En 1960, tras el triunfo de la Revolución Cubana, vive seis meses en la Habana, trabajando para Prensa
Latina, agencia de noticias que dirige el periodista argentino, amigo del Ché Guevara, Jorge Ricardo Massetti.
Prensa Latina fue creada por el gobierno cubano para contrarrestar la propaganda contra Cuba. Meses antes,
García Marquez había creado la sede de Prensa Latina en Bogotá. En Prensa Latina participan, además de su
inseparable amigo Plinio Apuleyo Mendoza, otros destacados intelectuales como el argentino Roberto Walsh
y el novelista uruguayo Juan Carlos Onetti. Uno de los grandes éxitos de Prensa Latina es interceptar y
descifrar un informe donde se daban detalles del desembarco armado americano en Playa Girón. Llegaron a
averiguar el lugar exacto donde la CIA preparaba la operación: una hacienda de Retahulheu (Guatemala).
En 1961 se instala en Nueva York como corresponsal de Prensa Latina. Se trata de un trabajo apasionante
−por fin García Márquez dispone de un sueldo fijo y puede ejercer el periodismo con plena independencia,
lejos de los monopolios capitalistas de opinión− pero es también un trabajo agotador y de mucho riesgo: es el
momento más álgido de la campaña anticastrista y las continuas amenazas de la CIA y de los exiliados
cubanos le hacen temer por la seguridad de su familia. No será por esto, sin embargo, por lo que García
Márquez renunciará a Prensa Latina: dimitirá en solidaridad a Massetti, a quien, tras el ascenso del sector
más sectario y burocrático, es alejado de la dirección de Prensa Latina.
García Márquez decide establecerse en México, y probar suerte con la tercera de sus aficiones: el cine. Pero
antes de abandonar Estados Unidos, recorre el sur de su admirado Faulkner. De ese viaje, que emprende sin
apenas dinero, escribirá: Son veinte días de ruta infernal por carreteras marginales, ardientes y tristes...Son
veinte días de carretera, alimentándonos con leche malteada, con hamburguesas, conociendo en Atlanta un
áspero rostro de los Estados Unidos (no querían recibirnos en los hoteles porque creían que éramos
mexicanos) y leyendo, en otro pueblo del Sur, un letrero que decía: <Prohibida la entrada de perros
mexicanos>.
Cuando descubre que es muy difícil abrirse camino en el mundo del cine, se encarga, aunque sin escribir una
sola línea, de la organización de dos revistas de gran tiraje: una revista de señoras, La Familia y otra de
crímenes sensacionalistas, Sucesos. Más tarde, trabaja en el mundo de la Publicidad.
A partir de 1963, García Márquez consigue por fin trabajar como guionista. Su primer guión, El gallo de oro,
lo escribe en colaboración con Carlos Fuentes a partir de un cuento de Juan Rulfo. (Dos años después, García
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Márquez y Fuentes volverán a trabajar juntos en la adaptación cinematográfica de Pedro Páramo, lo que
demuestra la admiración que ambos sienten por la escueta e intensísima obra del silencioso escritor
mexicano).
Otros trabajos de guionista de García Márquez son: Tiempo de morir de Arturo Ripstein (aparentemente una
esquemática película de charros, pero que contiene ya algunas de las obsesiones de García Márquez: la
venganza, la muerte, el destino trágico, la soledad...), H.O. también con Ripstein; Patsy, mi amor y una
adaptación de su cuento En este pueblo no hay ladrones. Aunque García Márquez dice no estar satisfecho de
ninguno de sus trabajos cinematográficos, considera que su decepcionante experiencia en el mundo del
celuloide le fue de gran utilidad, pues paradójicamente le ayudó a tomar conciencia de las limitaciones del
cine (que hasta este momento consideraba el medio de expresión perfecto) y a entender por fin que las
posibilidades de la novela son ilimitadas.
Sin esa convicción, tal vez García Márquez no hubiera superado nunca ese periodo de sequía literaria (de
1961 a 1965 no escribió ni una sola línea de creación), consecuencia de un íntimo sentimiento de fracaso
respecto a la obra que había escrito hasta ese momento. Así lo describe el crítico Emir Rodríguez Monegal en
1964: Entonces García Márquez era un hombre torturado, un habitante del infierno más exquisito: el de la
esterilidad literaria.
Gabo escapa de ese infierno con la escritura de la que, seguramente, es la más importante de sus obras: Cien
años de soledad (1967), lo cual sólo fue posible cuando, casi como en en un milagro, sabe de repente con qué
técnica y con qué procedimientos ha de escribir la historia de ese Macondo y de ese universo mítico de su
infancia que le obsesionan desde sus inicios como escritor.
La revelación tuvo lugar un día de enero de 1965 mientras conducía su Opel por la carretera de México a
Acapulco. Inesperadamente para el coche y le dice a Mercedes: ¡Encontré el tono! ¡Voy a narrar la historia
con la misma cara de palo con que mi abuela me contaba sus historias fantásticas, partiendo de aquella
tarde en que el niño es llevado por su padre a conocer el hielo!.
García Márquez decide encerrarse a escribir su novela de Macondo y los Buendía. Logra reunir cinco mil
dolares (los ahorros de la familia, las ayudas de sus amigos, especialmente de Álvaro Mutis) y le dice a
Mercedes que mientras tarde en escribir su novela se ocupe de todo y no lo moleste bajo ningún concepto.
Cuando después de 18 meses de duro trabajo concluye Cien años de soledad, Mercedes le espera con una
deuda doméstica que sobrepasa los 10.000 dolares. Para enviar el manuscrito de Cien años de soledad a
Buenos Aires, concretamente a la Editorial Sudamericana de Francisco Porrua, deben empeñar los tres
últimos objetos de un cierto valor que les quedan: una batidora, un secador de pelo y la estufa.
Cien años de soledad aparece en junio de 1967. El éxito es fulminante: en pocos días se agota la primera
edición y en tres años se venden más de medio millón de ejemplares. Según Vargas Llosa, el éxito resonante
deja a García Márquez mareado y algo incrédulo, aunque feliz porque por fin puede dedicarse
exclusivamente a escribir.
De 1968 a 1974 vive en Barcelona: quiere alejarse −aunque inútilmente− de la persecución cada vez más
agobiante de la fama y palpar el ritmo de la vida cotidiana en una dictadura (aquí se viven los últimos años del
franquismo), pues se ha decidido por fin a convertir en novela esa imagen que le persigue desde hace
diecisiete años: un déspota viejísimo se queda sólo en un palacio lleno de vacas.
En 1975 aparece por fin El otoño del patriarca, que, escrita según la técnica del monólogo múltiple (voces
diferentes que cuentan, desde perspectivas diferentes, la misma historia) es para García Márquez mi libro más
experimental y el que más me interesa como aventura poética. También el que me ha hecho más feliz .
Entre Cien años de soledad (1967) y El otoño del patriarca (1975) escribe algunos cuentos y un guión de
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cine, a partir de un episodio desgajado de Cien años de soledad, que finalmente se convierte en una novela
breve: La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada (1972).
Desde 1974, García Márquez alterna su residencia entre México, Cartagena de Indias, La Habana y París.
Desde esos años, tan difíciles para América Latina, García Márquez es consciente de su resposabilidad como
intelectual de prestigio: estrecha lazos de amistad con mandatarios de tendencia progresista (Fidel Castro,
Torrijos, Carlos Andrés Pérez , los sandinistas, últimamente, Hugo Chávez...), se convierte en embajador
extraoficial del continente, lucha activamente en defensa de los derechos humanos...
En 1981 escribe Crónica de una muerte anunciada, novelando unos hechos reales acaecidos en Sucre
durante su juventud y asumiendo por primera vez el papel de narrador. Al escribir Crónica de una muerte
anunciada, García Márquez contraria a su madre que le había pedido que no escribiera una historia en la que
intervenían tantos parientes, al menos mientras la madre del hombre que inspiró a Santiago Nasar siguiera
viva.
Ese mismo año, en pleno lanzamiento de Crónica de una muerte anunciada, el gobierno conservador lo
acusa de financiar al grupo guerrillero M−19. García Márquez se ve obligado a pedir asilo político en la
embajada mexicana y abandona Bogotá en medio de un gran escándalo. Meses después, ya en 1982, le
conceden el Premio Nobel de literatura.
En la ceremonia del Nobel, viste con una guayabera caribeña blanca y lleva en la mano un rosa amarilla,
símbolo de Colombia y su amuleto personal (Mercedes coloca cada día una en su mesa de trabajo). Elige
como tema musical el Intermezzo interrotto de Bela Bartok. Su discurso de agradecimiento es un canto de
amor a América Latina. Entre otras cosas dijo:
Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha
merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Todas las criaturas de aquella realidad desaforada
hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación porque el desafío mayor para nosotros ha sido la
insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíbles nuestra vida. Éste es el nudo de nuestra
soledad.
Concluyó formulando un deseo: el de una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir
por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las
estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la
tierra.
Con parte de los 157 mil dolares que gana con el Nobel, decide fundar un diario en Colombia con
periodistas menores de treinta años, para que adquieran el oficio como se debe. Un diario destinado a
exaltar los valores fundamentales del hombre, sin banderías. En homenaje a un cuento de Borges decide
llamar al periódico El otro, aludiendo con ello a su otra vocación y personalidad.
Involucra en el proyecto a dos de sus grandes amigos: a Rodolfo Terragno, fundador de El diario de
Caracas y el novelista argentino Tomás Eloy Martínez. El proyecto, sin embargo, morirá antes de nacer, como
dice García Márquez, asfixiado por la literatura. Una noche inquieta (a García Márquez le preocupa encontrar
el tono adecuado para El otro: ¿un realismo mágico sembrado de adjetivos restallantes? ¿la precisión de
cirujano de sus crónicas políticas?) sueña con una novela en la que un viejo de 80 vive una historia de frenesí
sexual con una vieja de 70. El demonio de la literatura le ha entrado otra vez en el cuerpo y sabe que ya no
puede escapar de él.
Cuando todo está preparado para la aparición de El otro, les dice a sus amigos: Instálense en Bogotá y
empiecen a trabajar. Yo tengo que encerrarme a escribir la novela sobre los viejos. Sus amigos, obviamente,
se niegan (¿cómo El otro de García Márquez se va a escribir sin García Márquez?) y el García Márquez
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novelista se instala en la mágica Cartagena de Indias, donde, en un periodo de felicidad casi completa escribe
la historia de Florentino Ariza y Fermina Daza, en la que recrea el difícil noviazgo de sus padres: El amor en
los tiempos de cólera (1985).
En 1986 cumple una vieja deuda con la tercera de sus pasiones: promueve la Fundación del Nuevo Cine
Latinoamericano y funda −con la ayuda del director argentino Fernando Birri, al que conocía desde sus años
en Italia− la Escuela de cine de San Antonio de los Baños, en Cuba. Allí cada año, García Márquez dirige
un taller de guión, donde diez jóvenes inventan conjuntamente una historia. A los mejores alumnos se los
lleva a México para trabajar en otro taller de guiones, éste profesional: realizan guiones para la televisión y,
con parte de los beneficios, consiguen fondos para financiar la Fundación y la Escuela.
En Cómo se cuenta un cuento (1995) relata una de las experiencias del taller de guión: inventar una historia
que pueda ser contada en formato de media hora. El guión Me alquilo para soñar −que primero fue uno de los
doce Cuentos peregrinos (1992)− es uno de los frutos de ese taller de guión, que fruto del trabajo conjunto de
García Máqrquez, el cineasta brasileño Doc Comparato y diez jóvenes enamorados del cine y de la literatura.
En 1989 escribe El general en su laberinto, una nueva novela histórica donde cuenta el camino hacia la
muerte de Simón Bolívar a los 47 años, por el río Magdalena de su infancia. El origen de esta novela es una
frase de su manual escolar de historia, que guardaba en su memoria: Al cabo de un largo y penoso viaje por el
río Magdalena, murió en Santa Marta abandonado por sus amigos.
Aunque ya no lo necesita económicamente, García Márquez se ha impuesto la disciplina, para mantener el
brazo caliente, de escribir, entre novela y novela, un artículo semanal que publica en diferentes periódicos.
Una selección de estos artículos que, hablan de sus impresiones y recuerdos de las diferentes ciudades
europeas en las que vivió, las recoge en Notas de prensa (1991), obra que se convierte así en una especie de
memorias noveladas de sus años en Europa. Antes de editarlo en forma de libro vuelve a las ciudades
emblemáticas de su juventud (Ginebra, Roma, París, Barcelona...) y escribe: Ninguna tenía ya nada que ver
con mis recuerdos. Todas estaban enrarecidas por una inversión asombrosa: los recuerdos reales parecían
fantasmas de la memoria, mientras que los recuerdos falsos eran tan convincentes que habían suplantado a la
realidad (...) En esos ocho meses febriles no necesité preguntarme dónde terminaba la vida y dónde
empezaba la imaginación, porque me ayudaba la sospecha de que quizás no fuera cierto nada de lo vivido
veinte años antes en Europa. Tras ese viaje hacia su propia memoria, vuelve a reescribir todos los artículos.
En 1992 escribe Doce cuentos peregrinos. Según el propio autor se trata de : una colección de cuentos
cortos, basados en hechos periodísticos, pero redimidos de su condición mortal por las astucias de la poesía.
Muchos de ellos, antes de ser finalmente cuentos, fueron historias escritas con otros fines: cinco fueron notas
periodísticas; otros cinco, guiones de cine y uno, un serial de televisión.
En 1994 publica su última novela, Del amor y otros demonios , una novela ambientada en la Cartagena de
Indias del siglo XVIII, que cuenta los amores imposibles entre un cura de treinta años y una marquesita criolla
de doce, a la que debía exorcizar.
Aunque desde hace años lucha incansablemente contra un cáncer, García Márquez continúa lleno de
proyectos y sigue demostrando una admirable energía. Consciente de que nunca ni un solo minuto he dejado
de ser periodista, convence a su amigoel novelista argentino Tomás Eloy Martínez para que funden juntos un
taller de periodismo, la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. Se trata de una escuela sin
muros, donde −a través de seminarios, conferencias y cursos−se convoca a estudiantes de periodismo de todo
el mundo para profundizar sobre temas que las escuelas de periodismo y las redacciones de periódicos suelen
omitir. La Fundación es su personal homenaje al que sigue considerando el mejor oficio del mundo.
En 1996 publica Noticia de un secuestro, un reportaje novelado de un secuestro colectivo, de diez personas
(ocho de ellas periodistas), a manos de la banda de narcotraficantes de Pablo Escobar. García Márquez, que
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trabajó duramente en este libro tres años, definió esta tarea otoñal como la más difícil y triste de mi vida y
como una experiencia humana desgarradora e inolvidable. A finales de 1995, cuando acaba de concluir
Noticia de un secuestro y el país vive pendiente de otro secuestro −el de Juan Carlos Gaviria, hermano del ex
presidente− lee un insólito comunicado en la prensa: los secuestradores ofrecen la liberación de Juan Carlos
Gaviria si García Márquez asume la presidencia del gobierno en lugar del actual mandatario, Ernesto Samper.
La respuesta de García Márquez es contundente: Nadie puede esperar que asuma la irresponsabilidad de ser
el peor presidente de la República (...) Liberen a Gaviria, quiténse las máscaras y salgan a promover sus
ideas de renovación al amparo del orden constitucional.
Actualmente se dice que trabaja en sus memorias (que posiblemente se llamarán Vivir para contarlo) y en
tres novelas. Una de ellas cuenta la historia de un hombre que morirá al escribir la última frase. García
Márquez tiene la extraña sensación de que puede ocurrirle lo mismo que a su personaje. Tal vez por ello, la
novela avanza lentamente...
Neftalí Ricardo Reyes Basoalto (quien escribiría posteriormente con el seudónimo de Pablo Neruda) nació en
Parral el año 1904, hijo de don José del Carmen Reyes Morales, obrero ferroviario y doña Rosa Basoalto
Opazo, maestra de escuela, fallecida poco años después del nacimiento del poeta.
En 1906 la familia se traslada a Temuco donde su padre se casa con Trinidad Candia Marverde, a quién el
poeta menciona en diversos textos como Confieso que he vivido y Memorial de Isla Negra con el nombre de
Mamadre. Realiza sus estudios en el Liceo de Hombres de esta ciudad, donde también publica sus primeros
poemas en el periódico regional La Mañana. En 1919 obtiene el tercer premio en los Juegos Florales de
Maule con su poema Nocturno ideal.
En 1921 se radica en Santiago y estudia pedagogía en francés en la Universidad de Chile, donde obtiene el
primer premio de la fiesta de la primavera con el poema La canción de fiesta, publicado posteriormente en la
revista Juventud. En 1923, publica Crepusculario, que es reconocido por escritores como Alone, Raúl Silva
Castro y Pedro Prado. Al año siguiente aparece en Editorial Nascimento sus Veinte poemas de amor y una
canción desesperada, en el que todavía se nota una influencia del modernismo. Posteriormente se manifiesta
un propósito de renovación formal de intención vanguardista en tres breves libros publicados en 1926: El
habitante y su esperanza ; Anillos (en colaboración con Tomás Lagos) y Tentativa del hombre infinito.
En 1927 comienza su larga carrera diplomática cuando es nombrado cónsul en Rangún, Birmania. En sus
múltiples viajes conoce en Buenos Aires a Federico García Lorca y en Barcelona a Rafael Alberti. En 1935,
Manuel Altolaguirre le entrega la dirección a Neruda de la revista Caballo verde para la poesía en la cual es
compañero de los poetas de la generación del 27. Ese mismo año aparece la edición madrileña de Residencia
en la tierra.
En 1936 al estallar la guerra civil española, muere García Lorca, Neruda es destituido de su cargo consular, y
escribe España en el corazón.
En 1945 obtiene el premio Nacional de Literatura.
En 1950 publica Canto General, texto en que su poesía adopta una intención social, ética y política. En 1952
publica Los versos del capitán y en 1954 Las uvas y el viento y Odas elementales. En 1958 aparece
Estravagario con un nuevo cambio en su poesía. En 1965 se le otorga el título de doctor honoris causa en la
Universidad de Oxford , Gran Bretaña. En octubre de 1971 recibe el Premio Nobel de Literatura.
Muere en Santiago el 23 de septiembre de 1973 . Póstumamente se publicaron sus memorias en 1974, con el
título Confieso que he vivido.
El gran escritor peruano es un personaje interesante por lo complejo y contradictorio de su personalidad y su
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carácter, los cuales son producto de lo que él mismo reconoce como "sus demonios", es decir, una serie de
vivencias que lo fueron marcando −y a veces traumatizando− desde su infancia.
Serían esas mismas vivencias las que lo formarían literariamente para, al escribir, dejar salir todo aquello que
desde el pasado siempre lo persiguió. Lo mismo puede decirse de su vida pública y política, también
caracterizada por extremos y contradicciones que lo hicieron amar u odiar alguna causa, pero siempre con
pasión, tal vez con intolerancia, como también lo reconoce.
Nació el 28 de marzo de 1936 en la ciudad de Arequipa, la segunda más importante del Perú. De muy niño
viaja con su madre a Bolivia, país en donde pasa los primeros diez anos de su vida, creyendo que su padre
había muerto, Creció por ello sin una idea clara de la figura paterna, siendo engreído por su progenitora y sus
tías. Con una de estas últimas, Julia Urquidi, sostendría un apasionado romance, pese a ser familiares y ella
ser diez años mayor que él. Posteriormente se casarían, pero la relación no duraría mucho. No obstante, dicha
experiencia, como muchas otras de su vida, sería reflejada en un libro: "La Tía Julia y el Escribidor", el que
no sólo sería un gran éxito editorial, sino que además, luego de unas polémicas declaraciones del escritor,
llevaría a la señora Urquidi a escribir su propia versión de los hechos. "Lo que Varguitas No Dijo", libro que a
su vez también fue un best seller. Encantadoras serían las mujeres de su familia, porque años después de su
primera experiencia matrimonial, se casó con Patricia Llosa, prima suya , con quien ha tenido tres hijos,
además, de continuar felizmente unidos hasta el presente.
A los diez años de edad sufriría un golpe que lo marcaría literaria y políticamente por el resto de sus días− su
padre, el que le habían dicho que había muerto, reaparece en la vida familiar, pero no como un padre amoroso
y comprensivo, sino todo lo contrario−. déspota y violento. Así perdió Vargas Llosa el paraíso.
En una entrevista hecha en el diario "La Nación" de Buenos Aires hace unos meses, él habla sobre este tema y
lo hace con dolor. Ante el comentario del entrevistador, en el sentido que todavía no ha hecho la catarsis
literaria de algo tremendamente traumático y doloroso para el escritor. Él responde: "es verdad,
novelescamente no lo he hecho, He escrito sobre ello en "El Pez en el Agua" (libro de memorias), ahí he
contado nuestra relación, dificilísima... Pero quizá es un material todavía tan lacerante que me he sentido
como −inhibido para transformarlo en una novela. No lo había pensado pero si es muy posible. Es
seguramente la relación más importante de mi vida, la que me ha marcado más fuerte". En esas memorias
escribe: "Cuando me pegaba, yo perdía totalmente los papeles y el terror me hacía muchas veces humillarme
ante él y pedirle perdón con las manos juntas. Pero ni eso lo calmaba. Y seguía golpeándome (...) Cuando
terminaba y podía encerrarme en mi cuarto, no eran los golpes, sino la rabia y el asco conmigo mismo por
haberle tenido tanto miedo y haberme humillado ante él de esa manera, lo que me mantenía despierto llorando
en silencio.
En referencia a esto último, Vargas Llosa comenta, "Sí pues. Es que yo no había sentido nunca miedo hasta
que entré en relación con mi padre, es la primera persona a la que yo tuve terror, y un terror que, creo, no
desapareció nunca, incluso cuando yo era un hombre y él era un viejo, y teníamos una relación muy distante,
pero a mí me intimidaba tremendamente, sobre todo la mirada, yo recuerdo siempre la mirada un poco fija, un
poco amarilla, a mi me paralizaba −y creo que me ha marcado tremendamente. En otro sentido es una relación
a la que seguramente yo debo mi vocación, creo que yo no hubiera tenido esa perseverancia para seguir"
Como su padre aborrecía la escritura, el que el joven Mario escribiese, erauna manera de resistirlo, de
enfrentarse a él, una manera cobarde, pero manera al fin.
El entrevistador le recuerda que la escritura es una forma de restitución, sobre todo en novelistas que han
pasado por una percepción muy temprana y dramática de la pérdida. Que siendo niños, antes de llegar a la
pubertad, tuvieron la vivencia traumática de una pérdida monumental y que por eso escriben, para restituir,
para rehacer. En el caso de Vargas Llosa piensa que es evidente: en sus primeros diez años de vida era el rey
de la casa y de repente. lo perdió todo. El responde, "Sí claro la felicidad, la inocencia, era un niño mimado,
dueño de todo, y tenías esa relación con tu madre, que era una relación claro, conyugal, y de pronto eso se
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pierde, se quiebra con la llegada de mi padre () En mi caso es clarísimo, a los diez años hay una frontera
traumática que me marca por completo y creo que mi literatura no se puede explicar sin eso desde luego".
Desde el punto de vista político, en dicha entrevista trata de, a partir de la relación traumática con su padre,
explicar, justificar o tratar de hacer entender lo que piensa es su posición anti autoritaria, − lo que siempre he
creído es que si mi padre no hubiera impuesto su autoridad de esa manera tan violenta, casi brutal, sobre mí
probablemente yo no tendría esa resistencia visceral a toda forma de autoritarismo e imposición violenta y
arbitraria, es algo que me subleva, creo que una de las pocas cosas en las que creo haber mantenido toda mi
vida una coherencia política absoluta en ese rechazo digamos visceral contra la imposición autoritaria". "Al
que no es muy cierto, que digamos, si vemos que por muchos años fue un defensor de la dictadura socialista
de Fidel Castro en Cuba, como veremos más adelante.
El regresar de Bolivia al Perú, más específicamente a la ciudad de Piura en el norte peruano, también
constituyó otro de los traumas que lo marcó " Yo recuerdo muchísimo −dice el escritor− lo que significó para
mí llegar al Perú después de haber vivido mis diez primeros años en Bolivia, y entrar en el colegio en Piura y
ser objeto de la burla generalizada por mi manera de hablar− yo hablaba como un serranito, pronunciaba las
eses de los serranitos (adelantaba el morro para hacer una demostración práctica.), schhh., schhh schhh, y eso
provocaba realmente la hilaridad de mis compañeros. iY qué angustia experimentaba yo al sentirme apestado!
Me pasó cada vez que cambiaba de colegio, cada vez que cambiaba de amigos, que cambiaba de barrio. El
sentirme distinto no era un motivo de orgullo, sino al contrario, de vergüenza, de complejos. Ahora más bien
pienso que eso era una manifestación de independencia y que debería ser reivindicado, pero lo cierto es que
no ocurre así, porque siempre hay una sanción social contra el que es diferente".
Al regresar a Lima, ingresa al Colegio Militar Leoncio Prado, experiencia que también lo marcara y a la que
volcará en su Obra "La Ciudad y los Perros" (1963) que fue muy criticada en ese centro de estudios y por todo
el establishment militar en sí porque se quemaron públicamente muchas copias del libro. El había sido
expulsado del colegio militar y aun no son claras las razones que motivaron dicha expulsión. A fines de la
década de los ochenta sería llevada al cine con mucho éxito. Antes, en 1959, habla publicado "Los Jefes".
El año 1962, influenciado por el marxismo−leninismo, publica "Crónica de la Revolución Cubana" en la que
alaba la supuesta pluralidad y tolerancia de la revolución y describe en grandes términos su entusiasmo por
Castro. Pasa a ser parte del Comité Editorial de la Casa de las Américas.
En 1969 se publican "La Casa Verde" y "Conversación en la Catedral' en la que pinta los tiempos de la
dictadura del general Manuel Odría, quien gobernó al Perú entre 1948 y 1956. Es en esta obra que uno de los
personajes hace una pregunta que se ha convertido en clásica cuando los peruanos analizan su situación, sobre
todo en momentos de crisis: "¿En qué momento se jodió el Perú?".
Dos años más tarde de la publicación de esta novela, manda una suscinta a Haydeé Santamaria, directora de la
revista "Casa de Las Américas", renunciando al comité editorial en protesta por los métodos usados contra
compañeros forzados a firmar confesiones por "Traiciones imaginarias", y diciendo "este no es el ejemplo de
socialismo que quiero siga mi país". Furibundo anti comunista a partir de entonces, se gana la enemistad de la
mayoría de los escritores de la región, en especial la del colombiano Gabriel García Márquez (ganador del
Premio Nóbel de Literatura en 1982, galardón al que Vargas Llosa ha postulado en innumerables ocasiones),
quienes formaban parte del llamado "boom latinoamericano" y defendían a capa y espada a Castro y su
revolución.
Como muestra de esa relación publica García Márquez: "Historia de un Suicidio" en 1971. En 1973 publica su
exitosa "Pantaleón y las Visitadoras", que próximamente será llevada al cine. Dentro de la crítica literaria, en
1978 publica "Flaubert y Madame Bovary: la "Orgía Perpetua", y en 1981, una novela en la que trata un tema
no peruano, que es la rebelión de los Canudos en Brasil a fines del siglo pasado: 'La Guerra del Fin del
Mundo". Cuatro años después es publicada su "Historia de María" en la que pinta un sombrío panorama de un
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Perú dominado por la violencia subversiva. Y en 1986 aparece "¿Quién Mató a Palomino Molero?" En 1989
se publicaría "El Hablador", en 1993 "El Elogio de la Madrastra," polémica obra de corte erótico y en 1996
"Los Cuadernos de Don Rigoberto", también en la misma línea.
Volviendo a otras de sus actividades, en 1980 es co−fundador del Instituto Libertad y Democracia, junto al
economista Hernando De Soto, con la finalidad de impulsar las ideas económicas neoliberales. Prolongaría el
exitoso libro de este último, "El Otro Sendero ",
En mayo de 1980 la organización terrorista Sendero Luminoso inicia sus acciones en el Perú durante el
segundo gobierno del arquitecto Fernando Belaúnde Terry. Inicialmente ordena que la policía se encargue del
problema. Esta es derrotada y a fines de 1982 se ordena el ingreso de
las fuerzas armadas en Ayacucho, departamento en el que se concentraban las acciones terroristas. En enero
de 1983, en la lejana comunidad ayacuchana de Ucchuracay, ocho periodistas son asesinados por los
comuneros de esa localidad. Belaúnde ordena una investigación y se le encarga a Vargas Llosa y a otras
personas que elaboren un informe sobre lo que realmente sucedió Su informe reveló que la "guerra popular"
en el Perú era mucho más complicada que la dicotomía buenos versus malos, de la que hablaban algunos. Se
puede decir que esta fue su primer actuación política.
En 1987 y ya durante el desastroso gobierno de Alan García, después que éste decretara la estatización de la
banca privada., Vargas Llosa y De Soto formarían el Movimiento Libertad, que no pretendía ser un partido
político. Dos años más tarde ambos personajes se distanciarían cuando Vargas Llosa decide aliarse con los
partidos tradicionales Acción Popular de Belaúnde y el Partido Popular Cristiano de Luis Bedoya Reyes− De
Soto había captado muy bien el nuevo humor político peruano−, rechazó a esos mismos partidos tradicionales
con los que se aliaba su ex socio y con los que conformaría el Frente Democrático o FREDEMO.
Su primera prueba electoral se daría en las elecciones municipales de noviembre de 1989, en las que los
candidatos del gobernante partido aprista, el candidato del FREDEMO y el candidato de la izquierda, fueron
derrotados fácilmente en la capital de la república por Ricardo Belmont: un exitoso empresario y hombre de
televisión. Esta fiesta electoral fue la primera gran demostración que De −Soto estaba en lo correcto, pero aun
así Vargas Llosa no hizo caso y decidió postular a la presidencia en las elecciones de abril de 1990.
El país estaba totalmente polarizado entre el partido aprista y el FREDEMO. Pocos dudaban que la victoria de
estos últimos era algo seguro: tenían a su disposición mucho dinero y así pudieron contratar a los mejores
técnicos del medio para redactar un verdadero plan de gobierno que presentar al electorado peruano. Este se
asustó por la dureza de las medidas Socio−económicas que podía tomar el candidato Vargas Llosa para poder
salir de la crisis en la que Alan García y Abimael Guzmán habían dejado al Perú. Una muy buena contra
propaganda aprista ayudaría en ello.
Mientras tanto, un desconocido ingeniero agrario llamado Alberti Fujimori, había organizado un movimiento
llamado "Cambio 90" con la sola intención de llegar al Senado. Aliado con los evangelistas y con muy pocos
recursos y con una propaganda tipo "hormiga" de boca a boca pronto comenzó a subir en las encuestas.
Algunos asesores de Vargas Llosa le hicieron ver lo peligroso en que devenía este nuevo fenómeno político
que amenazaba con traerse abajo todo el esfuerzo y la inversión de los socios del FREDEMO, pero el
arrogante candidato prefería escuchar los consejos de gente como su hijo Alvaro y Alfredo Barnechea. Estos
lo hicieron mirar por encima del hombro a Fujimori
La Constitución peruana establecía que habría un candidato en primera vuelta electoral sólo si alcanzaba más
del 50% de los votos válidamente emitidos. El domingo 12 de abril de 1990 se llevó a cabo esa primera
vuelta, terminando Vargas Llosa y Fujimori en primero y segundo lugar, respectivamente, pero lejos del 50%.
Los apristas, la izquierda y los estratos menos favorecidos se unieron para cerrarle el paso a Vargas Llosa.
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Antes de la segunda vuelta electoral que se llevaría a cabo el domingo 10 de junio, ambos candidatos
polemizaron por televisión. Todo el mundo creía que el escritor daría fácil cuenta de Fujimori, más no fue así.
Se batió muy bien y lo derrotó por amplio margen.
El candidato del FREDEMO reconoció su derrota pero en el fondo nunca le perdonó ni a Fujimori el haberlo
derrotado, ni al pueblo peruano no haber votado por él. Lo mismo sucedió con su hijo Alvaro, quien
ejerciendo el periodismo desde Miami, nunca dejó de atacar al gobierno de Fujimori
El 5 de abril de 1992 y ante la falta de cooperación de los parlamentarios de oposición, quienes eran mayoría
en el Congreso bicameral, para derrotar a la creciente amenaza del terrorismo homicida de Sendero Luminoso
y el MRTA, Fujimori tomó la drástica decisión de cerrar el Parlamento y otras instituciones que no cumplían
sus funciones, como el poder judicial, el cual entró en reorganización. Los índices de aprobación a esas
medidas fueron de más del 85% de las personas encuestadas a nivel nacional. Entre las principales razones
que dieron para manifestar su apoyo al Presidente fue lo que consideraron la corrupción y el fracaso de la
clase política tradicional. Los años venideros sólo acentuaría la tendencia en esa dirección.
Las críticas del clan Vargas Llosa, no se hicieron esperar y comenzaron a despotricar contra el gobierno
peruano desde diversas tribunas periodísticas de América y Europa. No obstante que nadie le impedía volver a
nuestro país, decidió no solo radicarse definitivamente en España, sino que aun más, adoptó la ciudadanía de
ese país. Entre los argumentos que expuso para tomar esa medida fue el de un supuesto plan de Fujimori para
quitarle la nacionalidad peruana, algo que sí hizo en ocasiones el gobierno militar que gobernó el Perú entre
1968 y 1980. En el caso que nos referimos era imposible hacerlo porque lo prohibía la Constitución aprobada
en un referéndum a fines de 1993. El escritor pretendió armar un escándalo internacional sin fundamento
alguno y, ya afincado en Europa, de vez en cuando se dedicó a atacar a Fujimori.
Lo que muchos, muchísimos peruanos no lo perdonaron fue la posición que asumió durante la guerra no
declarada que enfrentó al Perú y al Ecuador a principios de 1995. Los hechos; se produjeron porque tropas
ecuatorianas se habían asentado en territorio peruano de la zona del Río Cenepa. Como las fuerzas armadas
peruanas habían estado casi quince años abocados a combatir a los homicidas terroristas, había descuidado lo
referente a una eventual amenaza externa. Nuestro material de guerra probó ser obsoleto porque no sólo no se
le había renovado, sino que por lo agudo de la crisis en la que Alan García dejó al país, su mantenimiento fue
deficiente ello fue la mejor prueba que el Perú pudo dar al mundo que no habíamos iniciado ese conflicto
fraticida, sino que había sido el Ecuador, país que desde la derrota que le infligimos a inicios de 1981 en la
zona de la Cordillera del Cóndor, decidió prepararse con ahínco para la venganza, aprovechando que
estábamos completamente abocados a la problemática de combatir al terrorismo.
No obstante, los Vargas Llosa no lo creyeron cierto. El 8 de febrero de 1995, el escritor publicó en el diario
"El País" de España un artículo titulado "La Guerra Absurda", en el que afirmaba que dicho conflicto
respondía a una maniobra del gobierno de Fujimori para distraer la atención sobre los problemas que tenía,
diciendo que "el momento elegido para tratar de desalojar de las orillas del Río Cenepa a los intrusos, fue
oportuno para los aprendices de brujo del régimen". Según el autor, Fujimori había descendido diez puntos en
las últimas encuestas y a dos meses de las elecciones del 9 de abril necesitaba utilizar electoralmente ese
problema de frente externo. EI ciudadano común y corriente criticó duramente a Vargas Llosa no entendiendo
su actitud anti peruana. Podía entender que tuviera una posición discordante y crítica con el gobierno de
Fujimori, porque así es la democracia, pero no podía entender el que criticara a su gobierno en medio de una
guerra absurda que los peruanos no habíamos desatados, sino en la que éramos agredidos. Vargas Llosa
recibió duras críticas incluso de personas que habían colaborado estrechamente con él dentro del FREDEMO.
A partir de entonces, sus críticas contra Fujimori se han centrado en el supuesto carácter "dictatorial" del
mismo. Por ejemplo, el 5 de noviembre de 1996 dijo que en América Latina "no se puede bajar la guardia" "
porque hay "fuerzas oscurentistas, retrógradas, qué quisieran volver al pasado, llamar a los hombres fuertes,
sacar tanques y acabar con la democracia". Admitió que la política de Fujimori "ha conseguido algunos
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logros, pero en lo político ha significado una marcha atrás en el proceso de democratización".
En el colmo de los colmos, el 25 de abril de 1997, declaró que el éxito de la Operación "Chavín de Huántar"
que rescató con vida a 71 de los 72 personas que el MRTA tuvo de rehenes por más de cuatro meses, sería
utilizado por el gobierno de Alberto Fujimori para limpiar las "manchas" de su régimen, al que calificó de
facto, autoritario y violatorio de los derechos humanos". Dos semanas más tarde, el 7 de mayo, afirmó que "la
mejor manera de ayudar a los peruanos es ayudarlos a liberarse de el presidente Fujimori". También consideró
que éste "ha consolidado su dictadura"
En menos de un mes después, señaló en una entrevista, que América Latina se ha ido democratizando en los
últimos años pero lamentó que las excepciones sean Cuba y Perú, donde detrás de la fachada de un presidente
civil se esconde una dictadura, la fuerza bruta un Congreso servil y una pequeña oposición para dar una
apariencia de pluralismo; el sistema dictatorial con un maquillaje democrático". Tales afirmaciones no son
ciertas porque en el Perú, que sí existe una democracia constitucional, a diferencia de Cuba. Existe no sólo
una oposición democrática, sino que ésta expresa sus opiniones a través de la total libertad de prensa que
existe en el Perú.
El 24 de agosto de ese mismo año siguió vertiendo sus críticas venenosas contra el gobierno peruano,
apuntando sus baterías contra el presidente Fujimori y "la cúpula militar que mantienen el control del poder en
el país", tras supuestamente, haber convertido al Perú en una dictadura y en una "república bananera". Siguió
en la misma línea política, a pesar de permanecer alejado de nuestro país. Al regresar al Perú para recibir una
distinción académica, sus críticas no cesaron en esa oportunidad, ni han cesado después.
Definitivamente, una cosa es el Mario Vargas Llosa escritor, el eterno candidato al Premio Nóbel de
Literatura, y otra es el que pretende hacer política siendo a veces desleal para con la tierra que lo vio nacer,
como se comprobó a principios de 1995 durante la guerra que el Ecuador inició.
El está en todo su derecho de hacer política, de financiar políticos e incluso de volver a la palestra política,
pero que lo haga respetando la verdad histórica y no falseando hechos ni denigrando personas.
Sin duda su enorme inspiración, puede dejar para la historia de las letras del Perú, una página de gloria que
Vargas Llosa, se encarga diariamente en opacar.
Tema Página
Introducción a la Literatura Hispanoamericana 4
Periodo Colonial 5
Periodo de Independencia 7
Periodo de Consolidación 8
Literatura Contemporánea 11
Mario Benedetti 15
Gabriel García Márquez 22
Pablo Neruda 32
Mario Vargas Llosa 34
23
Bibliografía 41
Enciclopedia Temática Salvat. Tomo Lengua y Literatura
Enciclopedia en CD−Rom Universal Multimedia Micronet
24
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