Cocuy - Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de Colombia

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Experiencias turísticas únicas
Para todo lo que quieres vivir...
Nevados en
El Cocuy
y Güicán
El Cocuy: luz de la tarde
Uno de los retos más simbólicos para todo
colombiano hasta ahora ha sido el de escalar
una de sus altas montañas... Nosotros quisimos asumirlo y para ello viajamos al Parque
Nacional Natural El Cocuy, llamado también
Güicán y Chita por los pobladores de esa región. Allí nos esperaba una caminata que se
convirtió en una lucha interior que nos dejó
inmensa satisfacción, conocimientos insospechados y una gran historia para contar.
Definitivamente ver las fotografías que
fueron tomadas por otros viajeros en esta
sierra e imaginar el camino que se aproximaba nos producía una sensación de cosquilleo
en todo el cuerpo. Intuimos que debíamos
enfrentar el miedo interior y llevar al máxi-
mo el estado físico mientras recorríamos paisajes que parecían de otro mundo.
Son más de 80 ríos, quebradas y 150 lagunas de inigualable belleza que conforman
el parque, las cuales han sido consideradas
tradicionalmente como sagradas por muchas
de las comunidades indígenas ancestrales
de la región, en especial por los U’wa. Estos
sitios son para ellos lugares de la creación y
del nacimiento; incluso la laguna de La Plaza,
considerada como una de las más hermosas
de Colombia, es una mágica formación de la
naturaleza, que conduce sus aguas hacia una
cascada cristalina. Ella está ubicada justo en
la parte de atrás de la sierra, la zona oriental,
la cual alberga paisajes que se convirtieron
durante muchos años en un poderoso atractivo turístico de visitantes europeos.
Hoy, como una forma de conservación, esta zona se encuentra cerrada por disposición
del resguardo indígena U’wa o Tunebo, una
comunidad heredera de los chibchas que
por derecho natural se ha mantenido como
guardiana y protectora del agua.
Iniciamos nuestra aventura junto a Daniel
Calderón, un guía experto, salimos de Bogotá
por la Autopista Norte, vía que conduce hacia
Tunja y Duitama, en Boyacá; luego dejamos el
altiplano cundiboyacense y nos introdujimos
en el último ramal de la cordillera Oriental.
Durante el recorrido Daniel nos comentó
que conoceríamos el célebre ‘Púlpito del Dia-
blo’, una roca gigantesca en forma de prisma
que alcanza los 70 metros de altura y que se
encuentra a 4.900 metros sobre el nivel del
mar (msnm). Acompaña al nevado Pan de
Azúcar (5.100 msnm) y semeja una ‘pared’
natural, no nevada, en la que escalan aguerridos montañistas. Finalmente, después de 10
horas en vehículo, llegamos a nuestro primer
destino, el municipio de El Cocuy Ñ.
Se acercaba la noche, las verdes montañas
se sumergían en el suave tono amarillo y
rojizo del cielo que anunciaba el atardecer.
Viendo la primera estrella que se asomaba
por entre las nubes, Daniel me recordó que
El Cocuy significa ‘Luz de la tarde’.
Con esta imagen irreal nos fuimos a descansar.
Cuenta la leyenda que hace muchos años un hombre de la región hizo un pacto con el diablo. Este
consistía en que a cambio de su alma el maligno le construiría un grandísimo puente que llegaría
hasta Arauca. Así, hecho el acuerdo el diablo empezó a cargar a su espalda la primera roca
desde Güicán; sin embargo cuando el hombre vio su tamaño se aterrorizó y empezó a gritar a los
cielos por ayuda divina, diciendo que creía en Dios y en la Virgen. Luego, al ver la reacción del
hombre el diablo desapareció y dejó esa inmensa piedra al lado del nevado. Y es por esa razón
que hoy en día se conoce como el Púlpito del diablo.
1
“Hay en el norte de Boyacá/ Un pueblo donde nací y me crié/
Es el orgullo de ser de allá/ Por eso nunca lo olvidaré/ Canto al
Cocuy, mi tierra hermosa/ A la provincia de Gutiérrez/ También
a Panqueba, y Güicán, Guavita y San Mateo/ A Guacamaya
voy a cantar/ Porque a esos pueblos también los quiero”.
El cocuyano, Amar Carranguero.
Veinticinco centinelas vestidos de nieve
A la mañana siguiente vimos un pueblo de
El Cocuy reluciente: las calles empedradas albergan tradicionales viviendas que han sido
mantenidas según el estilo republicano y colonial con el que fueron construidas; además, la
mayoría conserva su fachada blanca, con marcos de puertas y ventanas en color verde claro,
una muestra de la declaración del municipio
como centro histórico en 1995.
La calidez de los ‘cocuyanos’ nos hace olvidar el frío; así que nos dejamos contagiar
de la costumbre de las personas mayores que
aún visten el sombrero y la ruana boyacenses, y compramos en una tienda tradicional
una ruana de lana, abrigada y suave, unos
guantes y un gorro con orejeras.
Vamos al centro del encantador pueblo, y
Daniel nos muestra en una gran maqueta situada frente a la iglesia el recorrido que iniciaremos dos días después. Mientras avanzamos
nos cuenta que en 1541 el capitán Hernán Pérez
de Quesada envió a Gonzalo García Zorro a
poblar y a conquistar la provincia de El Cocuy.
Al llegar, observo detenidamente en la maqueta
los 25 picos de la Sierra Nevada y el panorama
de la caminata que nos llevará a una cabaña
conocida como Sisuma , que es propiedad del
Parque Nacional Natural (PNN) El Cocuy pero
administrada por campesinos, donde dormiríamos durante dos noches, a 4.000 metros de
altura sobre el nivel del mar.
Luego, nuestro camino nos conduciría hacia el nevado Pan de Azúcar y al ‘Púlpito del
Diablo’, entraríamos por el lado sur de la sierra.
Mientras escuchábamos asombrados las
narraciones de las creencias populares sobre
el ‘Púlpito del Diablo’, Daniel continuaba mostrándonos el modelo a escala, el cual dejaba
ver la cadena montañosa ‘bañada’ con abundante nieve. Viendo nuestra expresión, en seguida nos aclaró que esa podría ser una imagen de la forma en que lucía la sierra hace 100
años, cuando los glaciares llegaban hasta las
lagunas. Sin embargo, de acuerdo con estudios
recientes debido al calentamiento global, entre 1850 y 2010, la masa se redujo en un 89 por
ciento, un proceso que ha continuado hasta el
día de hoy, lamentablemente.
Por esa razón, nos advirtió que para proteger
la zona y prolongar la vida de los ecosistemas,
se ha prohibido el ingreso de caballos a la sierra, lo que nos dejaba ver que nuestro recorrido
sería a pie: un camino que sería custodiado, paso a paso, por los 25 centinelas que protegen a
los pobladores de El Cocuy y Güicán.
2
La Morenita
El Sol empezó a brillar y el canto de un gallo nos avisaba que un nuevo amanecer aproximaba la jornada para la que nos habíamos
preparado; una anciana nos sirvió una humeante taza de café mientras me señalaba con
la mano que arriba en la sierra me esperaban
los 25 centinelas vestidos de nieve. Pero antes,
un destino especial nos aguardaba. Uno que
relacionaba las maravillas de la madre Tierra y
de la sierra con las creencias religiosas de los
boyacenses de esta parte del país.
Tomamos el apetitoso desayuno y partimos
hacia una hacienda que ha servido como sitio
de hospedaje tanto para aventureros como para
peregrinos, quienes se dirigen hacia la cueva
de La Cuchumba cada 6 de enero. Después
ä
de tomar una aguadepanela
bien caliente, caminamos aproximadamente 40 minutos y ubicamos una extensa cavidad formada en la montaña, la cual se conjugaba armónicamente con
el paisaje, como si se tratara de un bosque mágico cuyo tesoro está guardado sigilosamente.
En la entrada, unas piedras habían sido
suavemente ‘envueltas’ en un manto de musgo verde y amarillo, y más allá se escuchaba
el rumor del agua de un manantial; este tranquilo paraje cobraba mayor fuerza a medida
que nos acercábamos, porque luego nos convertíamos en espectadores de una enérgica
corriente que era impulsada hacia afuera, y
que golpeaba vigorosamente varias rocas gigantes: un sonido fascinante.
Nos adentramos y Daniel nos contó que allí,
según la tradición popular, un anciano de barba blanca se apareció a los indígenas U’wa y les
dio un lienzo con la imagen de la Virgen María,
años antes de la llegada de los primeros frailes
evangelizadores provenientes de España.
Luego, en 1736, el padre Miguel Blasco, como parte de la catequesis, les dio una estampa
de la Virgen del Rosario, pero enseguida los
indígenas le advirtieron que ellos tenían de
esa princesa una imagen más grande y bella
para adorar. Llevaron al sacerdote a la cueva
de La Cuchumba donde reposaba la Virgen
María, a quien los indígenas alumbraban con
velas hechas con una especie de cera negra, lo
que la había cubierto de hollín, haciendo que
su piel pareciera ser más oscura. Por esto la
llamaban cariñosamente ‘La Morenita’.
Pasaron los días y, junto a los indígenas, el
padre logró hacer una procesión para llevar
a la Virgen a un caserío que sería conocido
más tarde como Parroquia de la Inmaculada
Concepción de Güicán.
Desde ese año miles de creyentes, provenientes de diferentes ciudades, realizan peregrinaciones a la cueva, y llegan a la iglesia del
municipio de Güicán para rezar y hacer sus
súplicas ante la ‘Virgen Morenita’; así, tanto
pobladores como visitantes dicen ser testigos
de admirables milagros realizados por esta
imagen, una menuda Virgencita a la que le pedimos que apacigüe a los centinelas de la montaña cuando emprendamos nuestro ascenso.
Después de escuchar esta historia quedamos maravillados, no solo por la belleza de la
cueva sino porque también presencié que a lo
largo de esta habían sido puestas decenas de
cruces hechas con pequeños palos, una muestra de la fe de los creyentes en la imagen de
la Virgen, que una vez fue puesta en un altar
hecho por la naturaleza. Una visita que se repite cada año para la que ahora es presentada
como la Patrona de la Sierra.
En una novena
sobre la Virgen
La Morenita de
Güicán se lee:
“Grande fue su
sorpresa cuando
este rechazándolo
dijo: no lo queremos,
porque tenemos otro
mejor y más hermoso
legado de nuestros
antepasados, por
un anciano bueno y
venerable que nos
enseñó a quererla y,
por lo tanto, jamás la
cambiaremos, ni ella
nos dejará”.
3
Las hechiceras
Volvimos a la hacienda y dirigimos nuestro
recorrido hacia el sector de Lagunillas. Mientras tanto presenciábamos el milagro en el
que el ecosistema andino se transformaba en
uno alto andino y en páramo.
Caminamos por el valle de un río cristalino
llamado Lagunillas ë. Lo hicimos durante una
hora y alcanzamos los 4.000 metros sobre el
nivel del mar; nuestros ojos estaban fijos en
aquel fantástico paisaje: un brillante cielo azul,
con pocas nubes, frailejones cubiertos con
suaves ‘abrigos’ blancos, pequeños arbustos
verdes con toques de diminutas flores azules
y rojas, el sonido del agua, y a lo lejos, imponente, el Pan de Azúcar, una visión espléndida.
Nuestros pies, a lado y lado, estaban rodeados de flores blancas, sin tallo, que formaban
una larga alfombra, como si un experto anfitrión las hubiera puesto allí para los visitantes.
Así, pensamos, las montañas daban la bienvenida a nuestra primera exploración.
4
Llegamos a la cabaña Sisuma, donde nos
recibieron con alegría dos pequeños niños
y su madre, quienes nos esperaban con una
suculenta aguadepanela con queso. Allí advertimos que a pesar de realizar tareas que implicaban un mínimo esfuerzo, como desabrocharnos las botas, el corazón nos empezaba
a latir rápidamente. Daniel, notando nuestra
reacción, nos comentó que esa era una clara
muestra de que el cuerpo comenzaba a sentir
la altura y se adaptaba para lo que vendría.
Después de almorzar salimos en busca de las
‘hechiceras’: cuatro lagunas de origen glaciar
conocidas como La Pintada, La Cuadrada, La
Atravesada y La Parada, todas estas interconectadas por un río. Las llaman así porque
encantan a quienes las miran fijamente.
La Pintada, la primera, estaba muy cerca
de nuestra cabaña. Y justo al aproximarnos
ocurrió algo sorprendente, sus aguas transparentes fueron ‘bañadas’ por la luz del Sol y to-
maron coloraciones rojas, amarillas y verdes.
Cerramos los ojos y los frotamos suavemente
para saber si se trataba de un espejismo, pero
realmente fue así como ocurrió. Así que Daniel nos dijo que esa era la razón por la que
esta formación de agua recibía ese nombre
alusivo a una pintura. Sin duda, esa mágica
transformación nos había dejado hechizados.
Kilómetro y medio más adelante, a 4.050
msnm, llegamos a la más grande de todas,
La Cuadrada, que recibe ese nombre porque
sus aguas han tomado esa forma; tiene una
profundidad aproximada de nueve metros, es
misteriosa y guarda el silencio de la montaña.
Luego continuamos hacia La Atravesada
y La Parada, la primera una ‘hechicera’ cuya
posición está en medio del paisaje, como reclamando lo que es ‘suyo’, y la segunda, rodeada y custodiada por un gran número de
montículos de roca que dificultan el paso de
los curiosos que desean verla, haciendo que
las condiciones del sendero sean empinadas.
Después de emprender el regreso, al final
del día, volvimos a la cabaña Sisuma y escuchamos voces al fondo en una de las habitaciones. Allí, frente a la chimenea, intentando calentarse, se encontraba una pareja de
adultos mayores junto a su guía, ellos al día siguiente subirían al Pan de Azúcar y al ‘Púlpito
del Diablo’. Nos dijeron que al subir al nevado
aparecerían todos sus temores, pero también
su talante y que su persistencia y el trabajo
junto a su líder, el guía, sería la herramienta
para lograr su meta.
Así los animamos a emprender sus desafíos, mientras mirábamos el fuego de la chimenea y pensábamos en la magia de aquellas
cuatro ‘hechiceras’ fantásticas que nos recordaban las leyendas de los seres del agua como
‘Bachué’, en el altiplano cundiboyacense, y ‘La
Mojana’ en la Costa Caribe.
El mensaje de la montaña
Con gallardía y espíritu conquistador, de la
misma forma en la que los exploradores inician
una travesía por un lugar desconocido, iniciamos el recorrido por el sendero que conduce al
‘Púlpito del Diablo’ y al nevado Pan de Azúcar.
Daniel nos recomendó cargar un morral
con el fin de mantener el calor en la espalda,
no llevábamos nada pesado en estos así que
aprovechamos para llevar algunos bocadillos
de guayaba (conocidos como “veleños” por su
origen en la localidad de Vélez, Santander) para
que nuestro cuerpo produjera calorías.
Ya estaba todo listo, eran las 6:00 a.m., la ansiedad superaba los límites…
Salimos de la cabaña y el astro rey se asomaba a lo lejos, calentado un poco las altas
montañas y alumbrando sus picos, como saludando un nuevo día. Fue nuestro testigo y
acompañante durante esta aventura.
Desfilamos por un diminuto puente sobre las
aguas de La Pintada e iniciamos el ascenso por
un sendero que nos llevaría hacia La Plazuela,
un bello lugar que actualmente es considerado
como una zona de restauración del ecosistema.
Nos encontramos con los frailejones, estaban
5
en pie, muy estirados, como apuntando hacia el
cielo. Algunos llegaban a medir hasta dos metros de altura, sus troncos negros pero robustos
los elevan lentamente, un centímetro al año.
Enseguida transitamos por un terreno bastante
pedregoso, mientras divisábamos una delicada caída de agua cristalina que bordeaba las montañas.
Pasamos por Morrenas y después llegamos a El
Hotelito ¤, conocido así porque anteriormente
servía de lugar para acampar. Estaba protegido por
arbustos que hacían sombra sobre una planicie acolchada, la mejor forma para tomar un respiro. Ya superábamos los 4.300 metros sobre el nivel del mar.
Debido a la altura, el cuerpo humano se
comporta diferente, nuestros pasos tenían
que ser sumamente lentos y era un tanto difícil respirar. Las manos estaban algo hinchadas; no obstante, hasta ahora, después de dos
horas, todo el recorrido parecía sencillo.
Exactamente en ese momento reaccionamos
ante el Paso del Conejo ü, el cual nos propusimos alcanzar para cumplir nuestro primer
gran reto: este paso está formado por varias
rocas de diferentes tamaños y forma una pendiente de casi 50 grados, un área bastante in-
clinada que nos desafiaba a escalar.
Daniel nos contó que debido a algunos derrumbes el camino había sido borrado varias veces, pero que la experiencia de los guías facilitaba que se hallara uno nuevo; así que divisamos
la meta, tomamos aire y empezamos a subir.
Las rocas tenían formas irregulares, pasar por
estas exigía bastante precaución. Seguimos las recomendaciones de no mirar lo que nos faltaba por
recorrer, y nos concentramos en cada paso para seguir avanzando. Así comprendimos que todas las
limitaciones se originan solo en los pensamientos,
y que venciéndolos con valor lograríamos llegar…
Así, con alegría, vislumbramos lo que habíamos
dejado atrás: ¡subimos el Paso del Conejo!
Nos encontrábamos a 4.500 msnm, allí tuvimos
una panorámica fabulosa del nevado Pan de
Azúcar y del ‘Púlpito del Diablo’ Å se veían
tan cerca que sentíamos que tal vez podíamos
probar la ‘dulce’ nieve y celebrar esta pequeña,
y al mismo tiempo, grande victoria. Nos premiamos abriendo nuestro morral y consumiendo
un bocadillo, también tomamos bastante agua.
Estábamos dispuestos a seguir.
Caminamos 900 metros por entre unas
gigantescas lajas. El Sol brillaba con fuerza,
continuaba siendo nuestro fiel acompañante.
Estábamos muy cerca. Nuestro cuerpo parecía cansado pero nuestras ganas podían más
que el agotamiento, soñábamos con tocar
la nieve y pararnos frente al nevado, así que
continuamos despacio, con nuestros pensamientos apuntando hacia el manto blanco y
brillante que se conjugaba con algunas nubes.
Atravesamos las lajas y, justo allí, a los pies la
teníamos: la anhelada nieve. Nos agachamos
lentamente, arrancamos un puñado con suavidad y la tuvimos largamente en las manos.
Sentimos una fuerte explosión de emoción que nos sacudía el alma, una sensación
indescriptible que nos llenaba de alegría, no
solo porque vencimos las propias cargas, las
erróneas ideas y las superamos, sino también
porque en un instante el viento corrió con más
fuerza, el frío nos rodeó y un sonido, hasta
ese momento desconocido para nosotros, nos
inundó… Era la voz del nevado, las ‘palabras’
del ‘gigante blanco de piedra’… No lo pudimos
evitar, y fue imposible sostener el llanto.
“Qué inolvidable experiencia”, pensamos.
El espíritu de los güicanes
Daniel esperó pacientemente a que retornáramos a la realidad. Con suavidad y firmeza nos
recordó que hasta ahora nuestro recorrido iba
en el 50 por ciento y teníamos que devolvernos…
Después de las lajas, el desafío se hacía visible ante mí nuevamente: el Paso del Conejo, esta vez en bajada. Si había significado un
gran esfuerzo esta parte de la aventura hacía
unas horas, al momento del descenso requirió
de toda nuestra voluntad y de perseverancia.
Incluso, dependía completamente de nuestra
mente que el cuerpo se concentrara y aferrara
a las rocas con más firmeza que en el ascenso.
Incluso hubo momentos en que tuvimos
que detenernos y respirar profundamente, inhalar el ‘soplo’ de la montaña para encontrar
la vitalidad que necesitábamos. Recordamos
el mensaje del ‘gigante blanco de piedra’, recobramos el aliento y seguimos adelante.
De esa manera, descendimos. Confiamos
en nosotros mismos y, poco a poco, arribamos al Hotelito.
Al llegar a Sisuma celebramos el triunfo con
los demás aventureros con el mejor caldo de papa que hayamos probado; también compartimos
nuestros pensamientos, reímos y después de una
emocionante jornada nos fuimos a descansar.
Esa noche soñé que un anciano me mostraba un gran pueblo indígena que se había convertido en ave, lanzándose desde una montaña
para no soportar el yugo español. A la mañana
siguiente conté el sueño a Daniel y a una anciana mujer que nos atendía; ella nos dijo que me
había visitado el espíritu de sus ancestros.
Salimos hacia una parada para cerrar con broche de oro nuestra experiencia: Güicán î (que
en chibcha significa ‘en el cercado de la esposa’).
Allí la anciana nos mostró una escultura y nos
contó que esa era la tribu indígena con la que
había soñado. Se trataba de los tunebos, ancestros de la población actual y descendientes de la
civilización chibcha. Ellos estaban presentes en
este territorio antes de la llegada de los conquistadores y eran liderados por el cacique Güicaní,
quien los guió hacia un cerro conocido como
el Peñón de la Gloria de los Tunebos, a más o
menos 400 metros de altura. En ese lugar todos
se arrojaron para acabar con sus vidas y evitar
su sometimiento por los españoles. Se dice que
esta leyenda es verídica pues se han encontrado
“San Agustín quedará como el mejor de mis recuerdos
colombianos”, Paul Rivet, etnólogo francés y fundador
del Museo del Hombre (Francia) en una carta dirigida a
Gregorio Hernández de Alba.
restos humanos al pie del peñón.
Hoy día los güicanenses llevan en sus venas la sangre de la comunidad U’wa, la etnia
heredera de los aguerridos tunebos, quienes
ahora representan la defensa del agua para
la humanidad. Actualmente, los U’wa viven
en un resguardo y conservan muchas de sus
tradiciones, siendo la más importante: la protección de la madre Tierra y del agua. Daniel
nos recordó que el objetivo más importante de
esta comunidad desde su existencia, ha sido
mostrar al mundo la importancia de sus tierras
ancestrales, la defensa de sus creencias y la
supervivencia de su etnia, por esa razón han
sobrevivido con fortaleza al paso del tiempo.
De allí nos dirigimos hacia la plaza central
del municipio de Güicán. Cerca de la iglesia
encontramos la escultura del anciano que tenía
en sus manos la imagen de la Virgen Morenita,
y más abajo reposaba un texto que explicaba
estos hechos, así que nos desplazamos hacia la
iglesia, entramos lentamente y, al fondo, en el
altar reposaba la imagen de la madre de Dios,
con sus pies sobre la Luna, vestida con una
corona de oro, ropajes blancos y un manto de
tonalidad oscura. Y, claro, su piel estaba oscurecida, como lo cuenta la tradición oral.
En el regreso hacia Bogotá pensaba que esta
aventura no solo me había permitido conocer
paisajes que jamás había imaginado, habíamos
sido testigos de un nevado que se eleva glorioso y que se cubre con las nubes, de una Sierra
Nevada maravilla de Colombia, una riqueza
cultural autóctona de las poblaciones que recorrí y que nos dejó con una profunda admiración; también entendí que solo los que quieren
vivir una real aventura vienen hasta este paraje; comprendí que se avecina una tragedia
ambiental porque los 25 picos nevados de esta
maravillosa sierra, esos 25 centinelas, en los
próximos años, según los cálculos de los expertos, están destinados a perder su masa glaciar.
Es un desafío que todos los colombianos,
y extranjeros, deberían vivir, es sin duda una
de las más grandes experiencias que nos
pueden suceder: haber conocido, palpado y
escalado las nieves colombianas.
¡La visita al Parque Nacional El Cocuy, la Sierra Nevada de Güicán y Chita, es una experiencia turística única!
6
Negro como el diablo/ Caliente como
el infierno/ Puro como un ángel/ Dulce
como el amor. Talleyrand (1754-1838).
Los U’wa,
guardianes del agua
“A diferencia de algunos destinos concurridos, como el
Kilimanjaro (Tanzania) y el Aconcagua (Argentina), El Cocuy
ha sido la gema montañista sin descubrir de Latinoamérica”.
Traducido al español. Matthew Fishbane, The New York Times. 29
de julio de 2009 (Fotografía: Laguna de la Plaza Ø).
Para vivir
mejor esta
experiencia…
•
Es esencial que entre al parque
acompañado de un guía profesional,
porque no solo le dará unas instrucciones
claras sobre lo que necesita y le mostrará
muy bien el lugar, sino que estará pendiente de la forma en la que su cuerpo
responde a la altura y sabrá qué hacer.
El mínimo de edad para abordar esta experiencia es de 8 años, y el máximo
de 70. No obstante, ese rango de edades puede ser relativo teniendo en cuenta la condición física de cada persona.
Es primordial hidratarse suficiente-
•
•
Los U’wa o Tunebos “habitan las inmediaciones y
estribaciones de la Sierra Nevada en su flanco oriental, diferenciados entre sí por el dialecto utilizado (…).
Los aproximadamente cinco mil U’wa (están) dispersos en un área de alrededor de 100.000 hectáreas”
(Colombia Parques Naturales. Unidad de Parques
Nacionales Naturales de Colombia. Villegas Edit).
La sierra siempre fue su casa desde sus antiguos
ancestros chibchas. Una casa que aman y defienden
entrañablemente, y cuya profunda relación con el
entorno natural se percibe en esta leyenda:
“Los viejos U’wa dicen que el mundo fue construido por Karasa como quien construye una casa. Esta construcción obedeció al pensamiento
de Sira. Antes de todo Sira creó otros Personajes
para que le colaboraran en la construcción del
mundo. Aparecen entonces cuatro Personajes
dispuestos a cumplir lo que Sira dijera. Los Personajes se llamaban: Rutá, Ruruna, Rumura y
Chija. A estos Personajes Sira les confió la tarea
de organizar los pisos del suelo; por eso recorrieron el espacio, hicieron las delimitaciones, localizaron los sitios para los animales y cosas como
árboles, plantas, ríos, caños, quebradas, lagos y
lagunas. Finalmente establecieron los espacios
para la gente U’wa y Rioá. También delimitaron
las montañas, cerros, cordilleras y llanuras (…).
La construcción del mundo la hizo Karasa. Lo
mismo que al techo, al cual le colocó unas hojas
azules –el firmamento–. Luego consiguió unos
adornos para que se mirara bonito durante la
noche; clavó unas piedras amarillas y brillantes
que son las estrellas. Después de la construcción
de la casa, otro personaje llamado Yacchoá trae el
agua. Siembran después los árboles en la tierra.
(…). Luego llegaron toda clase de animales como
las abejas, el paujil, el cerdo, los camuros –kabura– o cabros, las ovejas y las vacas”.
(En: “Tengo los pies en la cabeza”. Autores:
Berichá y Correa, Hernán Darío, Colección: Credencial Historia).
Esta es la casa sagrada de los U’wa, que nos
enseñan a visitarla con respeto y admiración.
mente, esto hará que el organismo se
prepare para la altura.
Algunas mujeres presentan un edema
periférico (leve hinchazón de pies y manos), esto es normal y no hay que asustarse
si no se presenta otro síntoma adicional.
Al llegar a los 4.000 msnm pueden llegar a experimentarse mareos y
dolores de cabeza, así se sabe que el
cuerpo está cambiando para aclimatarse. No hay que tomar ningún medicamento para eliminar estos síntomas,
se requiere hidratación y tiempo. Sin
•
•
embargo, estos deben duran máximo
un día, si se prolongan es mejor regresar a los 2.700 msnm.
Es necesario llevar botas cómodas,
de caña alta, las cuales protejan los pies
del terreno pedregoso y del frío.
Si es posible lleve ropa térmica (elaborada específicamente para aguantar las
bajas temperaturas) que sea liviana, expulse fácilmente la transpiración, le permita
estar seco y guarde el calor. No olvide las
gafas para el sol.
•
•
7
Nevados en El
Cocuy y Güicán
9
7
MUNICIPIO EL COCUY
3
CABANA SISUMA
CUEVA DE LA CUCHUMBA
4
LAGUNILLAS
5
EL HOTELITO
6
EL PASODEL CONEJO
7
NEVADO PAN DE AZUCAR
Y PULPITODEL DIABLO
8
MUNICIPIO GUICAN
9
LAGUNA DE LA PLAZA
8
6
2
1
Paisaje Cultural
Cafetero
5
Océano
Pacífico
Océano
Pacífico
Océano
Pacífico
Bogotá
Altitud: El Cocuy: 2.750 m.s.n.m. Güicán: 2.925 m.s.n.m.
Extensión: la Sierra Nevada tiene aproximadamente
4
3.060 kilómetros cuadrados
Temperatura promedio: oscila entre los 23,6 ºC y los -3 ºC
Ubicación: centro-oriente de Colombia, entre los
departamentos de Boyacá y Arauca.
Municipios cercanos: Chita, El Cocuy, Güicán, Chiscas
y Cubará en Boyacá. En Arauca, Tame y Fortul.
Indicativo telefónico: 8
Hoteles: Cuenta con una amplia oferta de pequeños
hoteles en sus cascos urbanos. Para una experiencia
diferente se recomienda la zona de camping y el
hospedaje rural.
Restaurantes: predominan los establecimientos de
comida típica del departamento.
Fiestas patronales:
6 de enero: La peregrinación hacia la Virgen Morenita y
la cueva de la Cuchumba.
1 al 5 de febrero: Fiestas patronales de Güicán.
16 de julio: honor a la Virgen del Carmen
Copyright 2013. Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular.
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