¿Es importante para mí obrar el bien?

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UNIDAD 9
¿Es importante
para mí obrar el
bien?
Miramos la realidad
Cuántas veces escuchamos cotidianamente “¡Está bien porque todo el
mundo lo hace: es normal!”, “¡Yo pienso que esto es bueno, pero tú no!”
o “Siento que está mal, pero no sé por qué” o “Lo que importa es que te
sientas bien con lo que haces”.
¿Cómo podemos saber qué es bueno o malo? ¿Qué actitudes debemos
tomar en las diferentes situaciones que vivimos?
“Brille así vuestra luz
delante de los hombres,
para que vean vuestras
buenas obras y
glorifiquen a vuestro
Padre que está en los
cielos”1.
Ante estas interrogantes, Juan Pablo II nos responde: “Es necesario que
el hombre de hoy se dirija nuevamente a Cristo para obtener de Él la respuesta sobre lo que es bueno y lo que es malo”2.
¿Quieres realmente seguir al Señor Jesús,
obrando el bien?
1 Mt 5, 16.
2 Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis Splendor, 8.
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UNIDAD 9
Iluminamos al mundo con la fe
Con este tema vamos a profundizar en la moralidad de los actos humanos.
Aquellos que libremente realizados tras un juicio de conciencia pueden ser
calificados como moralmente buenos o malos3.
1. Los principios básicos del recto obrar
La pregunta del recto obrar está relacionada con la identidad de la naturaleza humana, su origen y su destino. Esto es así porque, para saber qué
hacer, en primer lugar, debemos tener claro quiénes somos.
Los principios básicos del recto obrar se encuentran inscritos en el corazón
del hombre, en la ley natural y en su culminación, en la ley evangélica, que
es el “mandamiento del amor”, revelado por el Señor Jesús.
a. La ley natural
Es el conjunto de juicios objetivos y universales que el ser humano formula
a base del conocimiento de los dinamismos fundamentales de permanencia y despliegue4 y el conocimiento de la naturaleza5 de las cosas.
La ley natural está inscrita por Dios en el corazón de todo ser humano. Esta
ley es conocida en la conciencia, sagrario del hombre donde se encuentra
con Dios6. La ley natural “contiene los preceptos primeros y esenciales que
rigen la vida moral”, es universal y objetiva, y se llama natural “no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la
proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana”7.
“El hombre participa de la sabiduría y la bondad del Creador que le confiere el dominio de sus actos y la capacidad de gobernarse con miras a la
verdad y al bien. La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la
verdad y la mentira:
‘La ley natural [...] está inscrita y grabada en el alma de todos y cada
uno de los hombres porque es la razón humana que ordena hacer
el bien y prohíbe pecar. Pero esta prescripción de la razón humana
no podría tener fuerza de ley si no fuese la voz y el intérprete de una
razón más alta a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben
estar sometidos’8”9.
3 Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1749.
4 Dinamismos fundamentales: Ver Tema 5 ¿Quién soy?, del
presente Manual de Formación.
5 Naturaleza se refiere a La esencia y propiedad característica de cada ser; la Virtud, calidad o propiedad de las cosas.
6 Ver Concilio Vaticano II, Constitución Gaudiun et spes, 16.
2
7 Catecismo de la Iglesia Católica, 1955.
8 León XIII, Carta Encíclica Libertas praestantissimum, 6.
9 Catecismo de la Iglesia Católica, 1954.
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b. La ley antigua
Es la primera etapa de la ley revelada. Sus prescripciones morales se
resumen en los diez mandamientos.
La Ley de Moisés contiene muchas
verdades naturalmente accesibles a
la razón. Dios las ha revelado porque los hombres no las leían en su
corazón. La ley antigua es una preparación al Evangelio.
c. La ley evangélica
Es la revelación que nos trajo el Señor Jesús. Está sintetizada en el Sermón
de la Montaña y perfecciona la ley natural. Es obra del Espíritu Santo, y por
Él viene a ser la ley interior del amor10: “Concertaré con la casa de Israel
una alianza nueva [...], pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las
grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”11.
“Toda la ley evangélica está contenida en el mandamiento nuevo de Jesús12: amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado13”14. Al centro del
Evangelio se encuentra la persona misma del Señor Jesús, que se convierte
así en la norma de toda vida humana, ya que en Él, Dios nos muestra en
primera persona cómo se “obra bien”, cómo se llega a ser hombres y mujeres plenos.
Por esta Ley obramos por el amor
que infunde el Espíritu Santo más
que por el temor. Además, nos
confiere la fuerza de la gracia para
obrar mediante la fe y los sacramentos; nos inclina a obrar espontáneamente bajo el impulso de la caridad;
y nos conduce de la condición del
siervo “que ignora lo que hace su
señor” a la de amigo de Cristo15 o a
la condición de hijo heredero16.
Muchas veces al estar heridos por
el pecado, la ley natural inscrita en
10 Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1965.
11 Hb 8, 8.10.
12 Ver Jn 13, 34.
13 Ver Jn 15, 12.
14 Catecismo de la Iglesia Católica, 1970.
15 Ver Jn 15, 15.
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16 Ver Gal 4, 1-7; Rm 8, 15.
17 Jn 8, 32.
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nuestro corazón no es entendida a cabalidad. Entonces en la luz del Evangelio encontramos el camino definitivo: “La Verdad os hará libres”17.
d. El dinamismo de despliegue y el recto obrar
El ser humano tiene un dinamismo de despliegue, que es una fuerza ontológica que lo impulsa a la acción en el amor, siguiendo las coordenadas de
la ley natural. Este dinamismo lo lleva a “realizarse en la vida temporal con
acciones que lo conducen a un mayor encuentro de comunión con Aquel
que es la plenitud, Dios; a realizarse como ser humano concreto; y, por ello,
a realizarse con los otros humanos y a la transformación de la realidad. Por
este mismo dinamismo, la persona realiza acciones encaminadas al despliegue personal, al encuentro de comunión con los demás seres humanos
y a usar la creación según la intención del creador”18.
La palabra moral viene del latin, mosmoris y significa “comportamiento”. La moral se refiere entonces a los actos humanos, estudia
quién es y cómo debe obrar el hombre para encaminarse a su fin
sobrenatural, es decir, a la bienaventuranza eterna, y a comportarse
ya en este mundo como hijo de Dios19.
2. La cuestión moral
La libertad hace del ser humano un sujeto moral. Cuando actúa de manera
deliberada, el hombre es, por así decirlo, padre de sus actos y si bien el
cristianismo no se reduce a una moral, es decir, a unas normas de comportamiento para regir nuestra vida por caminos del bien, sí posee una dimensión ética20 que le es propia y esencial. La fe en Cristo incluye la moral,
ya que Jesús con sus palabras y con su vida enseña una praxis, un estilo de
vida, una determinada manera de vivir y de obrar.
La enseñanza moral es parte de la Revelación. En muchos pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento aparecen enseñanzas morales que señalan
indicaciones concretas acerca del comportamiento que deben vivir aquellos
que buscan seguir el Plan de Dios y responder a la auténtica orientación de
la naturaleza humana.
18 Eduardo Regal Villa, La ética cristiana, Vida y Espiritualidad, Lima 2009, pp. 7-8.
19 Ver Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis Splendor, 29.
20 La ética está en directa relación con el quehacer del ser
humano al definir normas, expresar criterios de juicio o
proporcionar motivos para la acción de la persona huma-
4
a. La crisis moral
Al haberse alejado el ser humano de su fundamento, Dios, el mundo vive
una profunda crisis moral y de valores; y con ello se juega la supervivencia
de la humanidad.
La crisis consiste en que hoy se ha oscurecido la ley natural, y su
valor objetivo y universal en la conciencia de los hombres.
Hoy se han resquebrajado las antiguas certezas morales que sostenían las
diversas culturas y todo se torna relativo. Antes, la gente sabía distinguir lo
bueno de lo malo, antes la gente pecaba, pero podía reconocerlo.
Según los pregoneros del relativismo, los criterios de moral no son objetivos, sino subjetivos, es decir: dependen de las personas. Esto significa
que algo no es ni bueno ni malo, sino que está enteramente condicionado
por las circunstancias de la vida y de cada individuo. Dado que vivimos
en un mundo tan cambiante, ya no
existiría ninguna verdad moral permanente. Lo único que queda es
“crear” verdades, que suelen ser establecidas por el consenso de todos.
Así, vemos cómo, a lo largo de las
últimas décadas, los valores morales han cambiado radicalmente. Lo
vemos en el caso del aborto, y de la
homosexualidad, entre otras realidades, donde las personas han cedido a la idea de su intrínseca maldad.
La incoherencia entre la fe y la vida
que ha existido siempre, y que manifiesta la condición caída de la naturaleza humana herida por el pecado, se traduce hoy, a nivel filosófico,
en el escepticismo y agnosticismo.
Estos conllevan a un creciente rela-
na. Ver Karol Wojtyla, La moral y la ética, en Mi visión del
hombre. Hacia una nueva ética, Palabra, Madrid 1997, pp.
25 y ss.
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tivismo que lleva a que la mayoría de personas no tenga una noción clara
y objetiva de la verdad. De esta manera, los valores éticos del bien, de la
justicia, de la dignidad inalienable de la vida humana, etc. han perdido su
valor real y su vigencia universal. Por consiguiente, la conciencia moral y el
obrar de las personas pasa por una crisis ética.
“En algunas corrientes del pensamiento moderno se ha llegado a
exaltar la libertad al extremo de considerarla algo absoluto, que sería la fuente de los valores. En esta dirección se orientan las doctrinas que desconocen el sentido de lo trascendente o las que son
explícitamente ateas. Se han atribuido a la conciencia individual las
prerrogativas de una instancia suprema del juicio moral, que decide
categórica e infaliblemente sobre el bien y el mal. Al presupuesto
de que se debe seguir la propia conciencia, se ha añadido indebidamente la afirmación de que el juicio moral es verdadero por el hecho
mismo de que proviene de la conciencia. Pero, de este modo, ha
desaparecido la necesaria exigencia de verdad en aras de un criterio
de sinceridad, de autenticidad, de ‘acuerdo con uno mismo’, de tal
forma que se ha llegado a una concepción radicalmente subjetivista
del juicio moral”21.
Hoy vemos cómo se han trastocado
los valores, al punto de que la sociedad y los medios de comunicación
enaltecen los vicios y deploran la
virtud: se celebra la ira y la violencia, la lujuria, la codicia, la envidia,
la vanidad, y la soberbia, etc., y se
desacreditan y son objeto de burla,
la castidad, honestidad, humildad,
etc.
Cuántas veces los modelos actuales
tienen más que moderna, una vida
bastante autodestructiva. Hoy el individualismo, el liberalismo, el no
tener parámetros, entre otras cosas,
son consideradas virtudes: “Vales
más si tienes más, si te vendes más,
si dominas más”. Muchas veces, la mejor o la más aceptada del grupo no
es quien vive las virtudes, sino al contrario. Por ejemplo, quien es infiel “no
hace mal y la pasa bien”; no hace mal quien usa un billete sabiendo que es
falso.
A esto debemos añadir la desproporción entre el inmenso desarrollo de la
ciencia y la tecnología, y el inmenso retroceso en el campo moral y espiritual. Vamos construyendo un mundo aparentemente más desarrollado,
pero que atenta contra la dignidad del hombreen otros aspectos.
Incluso se van estableciendo normas y leyes que no tienen a la ley
natural como sustento.
Por ejemplo, hoy se han planteado
nuevos derechos para el ser humano. Entre otros, está el que le atribuye a la mujer el derecho de decidir sobre su cuerpo. Así, se permite
el aborto y, sin importar el bien y la
verdad, se acepta matar al ser humano que una mujer embarazada
lleva en su vientre.
“Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y, sin embargo, una gran
parte de la humanidad sufre hambre y miseria y son muchedumbre
los que no saben leer ni escribir. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y entretanto surgen nuevas formas de
esclavitud social y psicológica. Mientras el mundo siente con tanta
viveza su propia unidad y la mutua interdependencia en ineludible
solidaridad, se ve, sin embargo, gravísimamente dividido por la presencia de fuerzas contrapuestas. Persisten, en efecto, todavía agudas
tensiones políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas, y ni
siquiera falta el peligro de una guerra que amenaza con destruirlo
todo. Se aumenta la comunicación de las ideas; sin embargo, aun
las palabras definidoras de los conceptos más fundamentales revisten sentidos harto diversos en las distintas ideologías. Por último,
se busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin que
avance paralelamente el mejoramiento de los espíritus.
21 Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis Splendor, 32.
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Afectados por tan compleja situación, muchos de nuestros contemporáneos difícilmente llegan a conocer los valores permanentes y a
compaginarlos con exactitud al mismo tiempo con los nuevos descubrimientos. La inquietud los atormenta y se preguntan, entre angustias y esperanzas, sobre la actual evolución del mundo. El curso de la
historia presenta un desafío al hombre que le obliga a responder”22.
la vida, guarda los mandamientos’‘¿Cuáles?’ – le dice él. Y Jesús dijo
‘No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo
como a ti mismo’. Díjole el joven: ‘Todo eso lo he guardado, ¿Qué
más me falta?’ Jesús le dijo: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende
todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los
cielos; luego ven, y sígueme’. Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes”25.
3. El joven rico y la cuestión moral23
a. ¿Qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?
La pregunta sobre la vida eterna se refiere al fin último o a la felicidad: una
felicidad en esta tierra y una felicidad eterna. El cuestionamiento acerca de
la moral brota del anhelo de felicidad que tiene el corazón humano.
Se trata de una pregunta existencial. No es un diálogo que pertenezca al
pasado, sino que todos estamos implicados en él, porque todos anhelamos
ser felices. Este anhelo es común a todo ser humano y es puesto por Dios
en el corazón humano26.
Cristo y el joven rico - Heinrich Hofmann
La Iglesia, en su reflexión sobre la moral, siempre ha tenido presentes las
palabras que Jesús dirigió al joven rico. En la Sagrada Escritura encontramos la fuente siempre viva y fecunda de la doctrina moral de la Iglesia,
como ha recordado el concilio Vaticano II: “El Evangelio (es)... fuente de
toda verdad salvadora y de toda norma de conducta”24. La Iglesia ha custodiado fielmente lo que la Palabra de Dios enseña no solo sobre las verdades
de fe, sino también sobre el comportamiento moral, es decir, el comportamiento según el Plan de Dios.
Hay en el joven rico una conciencia de que para ser feliz y alcanzar la vida
eterna es necesario obrar de una determinada manera. A partir del buen
o mal uso de la libertad, el ser humano puede ganar o frustrar su vida en
este mundo y en la vida eterna.
En este pasaje, aparecen diversas afirmaciones que iluminan la reflexión
moral:
Es una pregunta dirigida a Jesús: el joven rico intuye en su corazón que este
Rabí, puede responder a sus interrogantes más profundos.
“En esto se acercó uno y le dijo: ‘Maestro, ¿Qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?’ Él le dijo: ‘¿Por qué me preguntas
acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Más si quieres entrar en
Cristo es la respuesta decisiva a los interrogantes religiosos y morales del ser humano27.
22 Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, 4.
23 Ver Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis Splendor, 1-27.
24 Concilio Vaticano II, Constitución Dei Verbum, 7.
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Es una pregunta moral por excelencia. El joven rico pregunta “¿Qué tengo
que hacer?” Se cuestiona acerca del tema de la conducta, del comportamiento.
La pregunta plantea una relación íntima entre el bien moral de los
actos y la vida eterna.
25 Mt 19, 16-22.
26 Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1718.
27 Ver Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, 22.
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b. ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es
el Bueno
Detrás de toda pregunta moral, hay una pregunta religiosa.
La respuesta a la pregunta moral y existencial del hombre por la felicidad,
solo puede encontrarse dirigiendo la mente y el corazón al único que es
bueno.
La búsqueda del bien moral está inseparablemente unida con nuestra actitud hacia Dios. Solo Él es bueno sin límites. El Bien por excelencia es un
ser personal y no simplemente un valor ético. Llegar a ser bueno, significa
como horizonte definitivo llegar a ser semejante a Dios.
El Bien por excelencia es un ser personal y no simplemente un
valor ético.
c. Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos
Todas las prescripciones morales están resumidas en los diez mandamientos, que prescriben lo que es esencial para ser feliz y llegar a la vida eterna
y prohíben lo que atenta contra el amor a Dios y al prójimo.
Jesús destaca en este pasaje los mandamientos que se refieren a la relación
con el prójimo. Quienes cumplen con los mandamientos están en camino
hacia Dios, aún cuando todavía no lo hayan conocido.
Los mandamientos son una auto-revelación de Dios
y un camino para cumplir su Plan.
“¿Quieres ser mejor?
Cumple el Plan de Dios para ti.
¿Quieres ser feliz de verdad?
Sigue siempre el sendero de Jesús y nunca te apartes de él”28.
28 Luis Fernando Figari, Oraciones y pensamientos, Vida y
Espiritualidad, Lima 2009, n. 20.
10
d. Todo eso lo he guardado, ¿Qué más me falta?
El ser humano experimenta que no le basta obrar bien, es decir,no le basta
con ser una persona ética y recta para ser feliz. En su interior hay un vacío,
una insatisfacción, que expresa una profunda nostalgia de Dios. Esto sucede
porque el hombre es un ser teologal.
Solo en Dios puede el ser humano saciar ese anhelo de felicidad y
esa búsqueda de sentido para su vida, puesto que hemos sido creados a su Imagen y Semejanza:
“Me hiciste para Ti, mi Dios, inquieto mi corazón, hasta que descanse en Ti”29.
e. Si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y
dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme
El Señor Jesús, conociendo el corazón del joven rico y viendo sus anhelos
de vida eterna, le muestra aquello que lo ata: sus posesiones. Por eso le
dice “Vende todo lo que tienes”.
Con esto nos muestra cómo el corazón del ser humano, lleno de anhelos
de vida y de verdad, está herido por la concupiscencia que puede impedirle
volar alto. También nos muestra el verdadero camino para lograrlo: dejar
radicalmente todo aquello que nos aleja de Él.
A continuación, Jesús le hace una invitación diciéndole: “Luego, ven y sígueme”. Esto porque en el seguimiento a Cristo se realiza y perfecciona la
plenitud de la ley moral delineada en los diez mandamientos. El seguimiento a Cristo es una invitación a la plenitud de la libertad y un camino para
alcanzar la perfección de la caridad.
La perfección moral solo puede alcanzarse en el seguimiento del
Señor Jesús
29 San Agustín, Confesiones, I, 1, 1.
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f. Para los hombres es imposible, pero para Dios todo es
posible.
sos, aquellos que se apartan del recto orden moral y que desde la fe son
llamados “pecaminosos”, como mentir, robar, matar, etc.
El seguimiento del Señor Jesús que es el “cumplimiento” pleno de la ley
moral solo puede lograrse con la ayuda de la gracia, como una participación en la bondad divina que se revela y se comunica en Él, el “Maestro
Bueno”. El Espíritu Santo, es la fuerza moral de la nueva criatura.
Para juzgar si un acto es bueno o malo debemos considerar tres elementos:
Solo en Cristo y con la fuerza del Espíritu Santo se puede vivir la
plenitud de la vida moral.
• El fin o la intención: Responde a la pregunta ¿para qué o por qué lo
hago? Se refiere al fin que se busca o la intención de la persona. Por
ejemplo: por dinero, para evitar males mayores, para vengarme, para
servir.
Todos anhelamos ser plenamente felices. No basta ser “buenos” y cumplir
con normas de comportamiento correcto. Es clave ir más allá: nuestro corazón anhela llegar a grandes alturas y, en este camino, es María quien nos
guía y nos ayuda a obtener la presencia del Espíritu30.
4. La moralidad de los actos humanos
El acto humano es aquel que procede del hombre en cuanto
inteligente y libre.
Por tanto, se entiende por acto humano todo acto libre del hombre, es
decir, realizado libremente tras un
juicio de conciencia. El acto humano
es conocido como:
• A
cto voluntario o deliberado
• Moral e imputable
Todo acto humano es calificable
moralmente como un acto bueno o
malo. Así, encontramos actos buenos o virtuosos, aquellos que responden a la ley moral y al Plan de
Dios, como dar una limosna, ayudar
al necesitado o perdonar al que nos
ha ofendido; y actos malos o vicio-
30 Ver Hch 1, 14.
12
• El objeto o el acto en sí mismo: Responde a la pregunta ¿qué hago? Se
refiere al acto mismo,es decir, al objeto intrínseco del acto. Por ejemplo:
un asesinato, una calumnia, un robo, una mentira.
• Las circunstancias: Responde a la pregunta ¿en qué circunstancias lo
hago? Se refiere a la situación concreta de la persona, a las circunstancias que rodean el acto. Por ejemplo: si robo un dinero, cuánto robé,
que necesidades tenía, cómo lo robé, cuándo.
a. Los actos buenos y los actos malos31
El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto,
del fin y de las circunstancias.
a1. El objeto de la elección puede
por sí solo viciar el conjunto
de todo el acto. Hay comportamientos concretos —como el
homicidio— que siempre son
un error, porque comporta un
desorden de la voluntad, o sea,
un mal moral.
a2. Una finalidad mala corrompe la acción aunque su objeto
sea naturalmente bueno (como
orar y ayunar para ser visto por
los hombres). Por otro lado,
“No se puede justificar una acción mala por el hecho de que
la intención sea buena”32. El fin
no justifica los medios.
31 Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1755-1756
32 Santo Tomás de Aquino, In duo praecepta caritatis et in
decem Legis praecepta expositio, 6.
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a3. Las circunstancias no determinan la maldad o bondad del acto, pero sí
entran en consideración para su gravedad o atenuación.
Por tanto, es erróneo juzgar la moralidad de los actos humanos considerando solo la intención que los inspira o las circunstancias (ambiente, presión social, coacción o necesidad de obrar, etc.) que son su marco.
Hay actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias y de las intenciones, son siempre gravemente ilícitos por razón de su
objeto; por ejemplo, la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el adulterio.
No está permitido hacer el mal para obtener un bien.
Ante una decisión moral, la conciencia puede formar un juicio recto de
acuerdo con la razón y la ley divina o, al contrario, un juicio erróneo que
se aleja de ellas. La conciencia moral puede permanecer en la ignorancia o
formar juicios erróneos. Estas ignorancias y estos errores no están siempre
exentos de culpabilidad.
a. La formación de la conciencia moral36
5. La conciencia moral33
El ser humano debe
obedecer siempre el juicio
cierto de su conciencia.
La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la calidad moral de un acto concreto. Es el juicio particular
respecto de la adecuación de un acto concreto respecto de la ley natural
general.
14
La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la
asimilemos en la fe y en la oración, y la pongamos en práctica. Así
se forma la conciencia moral.
Es muy importante formar nuestra conciencia moral y esclarecer nuestro
juicio moral. Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus
juicios según la razón, conforme al bien verdadero, que está en el Plan de
Dios. La educación de la conciencia moral es indispensable ya que estamos heridos por el pecado y sometidos a los criterios del mundo que nos
inducen a preferir nuestro propio juicio.
Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral34 le ordena, en
el momento oportuno, a practicar el bien y evitar el mal. Juzga también
las opciones concretas, aprobando las que son buenas y denunciando las
que son malas35. Atestigua la autoridad de la verdad con referencia al Bien
supremo por el cuall a persona humana se siente atraída y cuyos mandamientos acoge. La persona prudente, cuando escucha la conciencia moral,
puede oír a Dios que le habla.
En la formación de la conciencia moral, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”37. Es preciso
que nos adhiramos a ella en la oración, en el estudio y reflexión de la fe; y
que la pongamos en práctica, mediante la vivencia de la virtud38. Es preciso
33 Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1776 - 1802.
34 Ver Rm 2, 14-16.
35 Ver Rm 1, 32.
36 Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1783-1785.
37 Jn 8, 32.
38 La virtud es la respuesta de cooperación con la gracia que
realiza el hombre para madurar en el camino de la fe.
Es el esfuerzo del hombre por reunificar sus facultades,
heridas por el pecado, y así cooperar con el Plan de Dios
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en su vida. La virtud permite a la persona no solo realizar
actos buenos, sino desplegar los propios dones para dar
lo mejor de sí misma, procurando asemejarse en todo a
Jesucristo y a su Santísima Madre, modelos de una vida
virtuosa.
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también que examinemos nuestra conciencia frecuentemente, confrontándonos con la persona del Señor Jesús quien “muestra al hombre su propio
ser”39.
6. Solo en el Señor Jesús, el ser humano
puede vivir una vida moral plena
Además, debemos recordar que estamos asistidas por los dones del Espíritu
Santo, ayudadas por el testimonio o los consejos de otros hermanos en la fe
y guiadas por la enseñanza autorizada de la Iglesia40.
El Señor Jesús vino al mundo para salvarnos del pecado y reconciliarnos
con Dios, con nosotros mismos, con los demás, y con toda la creación. Solo
con su ayuda podemos vivir una vida moral plena. La plenitud de la vida
moral es la santidad que consiste en la conformación con Él, viviendo así la
perfección de la caridad, resumen de toda la ley moral.
“…lo vivido ha de estar subordinado a la virtud,
so pena de no haber sido plenamente vivido”41.
Hay que recordar siempre que “Cuanto mayor es el predominio de la conciencia recta, tanto más las personas y los grupos se apartan del arbitrio
ciego y se esfuerzan por adaptarse a las normas objetivas de moralidad”42.
Cristo le muestra al hombre cómo ser hombre pleno43, ser feliz en esta vida
y alcanzar la vida eterna, el fin último para el que ha sido creado. Estamos
llamadas a cooperar con la gracia, esforzándonos por conformarnos con Él,
viviendo la virtud, como una disposición habitual y firme de la voluntad a
hacer el bien, para alcanzar esta felicidad.
Hemos sido creadas por el Amor y para el Amor. En nuestro corazón Dios
ha depositado su voz, que clama interiormente en nuestras conciencias exhortándonos a una vida santa, cumpliendo con fidelidad su Plan de salvación. Es importante que luchemos día a día, cooperando activamente con la
gracia de Dios para que sea el Amor llevado hasta la cruz el que guíe cada
uno de nuestros pasos. Solo así podremos forjar un mundo reconciliado.
La plenitud de la vida moral es la santidad que consiste en vivir la
perfección de la caridad, resumen de toda la ley moral.
La educación de la conciencia moral es una
tarea de toda la vida que garantiza la libertad
y engendra la paz del corazón.
39 Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, 22.
40 Ver Declaración del Concilio Vaticano II: Dignitates humanae, 14.
41 Karol Wojtyla, Amor y responsabilidad, Biblioteca Palabra,
Madrid 2012, p. 51.
42 Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, 16.
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43 Ver Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, 22.
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Vivamos nuestra fe
“Yo soy la luz del mundo; el que me siga
no caminará en la oscuridad, sino que
tendrá la luz de la vida”.
Jn 8,12.
¿Qué haré para cooperar
con la gracia?
Interiorizamos...
¿Cómo vivo esto?
El Señor Jesús nos llama a ser plenamente felices, y nos da toda la gracia
necesaria para poder lograrlo, buscando cumplir su Plan día a día. Pero es
muy importante abrirnos a la luz de la Verdad que siendo Él mismo, ilumina
las tinieblas de nuestro interior para ver con claridad. Cristo nos ha revelado la verdad sobre el bien del hombre y la verdad que nos hace libres44.
Nuestra santidad consiste en vivir coherentemente según la verdad revelada. A partir de esta base firme, se establece la relación entre la libertad y
la ley, entre la conciencia y la verdad, y entre la elección fundamental y los
comportamientos concretos.
Es muy importante que formemos nuestra conciencia para que nuestros
actos sean coherentes con nuestra opción de seguir radicalmente al Señor
Jesús, buscando en todo momento pensar, sentir y actuar como Él.
Preguntas para el diálogo
• ¿Qué relación existe entre el cumplimiento del Plan de Dios y nuestra
felicidad?
• ¿Qué consecuencias trae a la vida del ser humano el “no vivir coherentemente según la verdad revelada”?
Acciones personales
Acciones Comunitarias
• Medita el texto del joven rico y, a la luz
del tema reflexionado, responde ¿Qué
conclusiones sacas para tu vida?
• ¿Hay alguna cosa o realidad que antes veías buena y al ir avanzando en tu
vida cristiana ahora comprendes que
no es así? ¿Hay otras cosas que todavía necesitas clarificar?
• Es muy importante formarnos en la
mente para tener claros los criterios
de fondo y discernir el Plan de Dios en
las circunstancias concretas de nuestra vida. ¿Le dedicas tiempo a tu formación? Si aún no lo haces, proponte
empezar esta semana.
• Visita al Santísimo para encontrarte personalmente con el Señor Jesús y pídele que te ayude a conformarte con Él.
• Lee el libro “María paradigma de unidad”.
• L ean los numerales del 1776 al 1802
del Catecismo de la Iglesia Católica,
que hablan sobre la conciencia moral
y dialoguen en grupo.
• Vean la película “San Agustín” (Sant’
Agostino), y analícenla.
• Lean el texto del libro “El arte de vivir”
de Dietrich y Alice von Hildebrand,
que se encuentra en el Anexo de este
tema y respondan a las preguntas.
• Vean la película “Gravedad” (Gravity)
y comenten en el grupo sobre las consecuencias de las decisiones personales y el valor de la vida humana.
• “El amor se hace concreto en el servicio”. Organiza con tu grupo una visita
solidaria en algún proyecto del MVC
en la ciudad donde vives.
• ¿Por qué es importante formar nuestra conciencia, con la Verdad que
nos trae el Señor Jesús?
• ¿Qué medios concretos crees son importantes para abrirnos a la luz de
la Verdad del Señor Jesús, que ilumina las tinieblas de nuestro interior y
nos permite ver la realidad con claridad?
• ¿Cómo le explicas a alguien la diferencia entre “sentirse bien” y realmente “estar bien”?
44 Ver Jn 8, 32.
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TEMA
UNIDAD 9
Celebramos nuestra fe
3. Hombres como nosotros,
compañeros del silencio extasiado
y de la lucha
en la fatiga de todos los senderos.
Recemos en comunidad
Todas:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.
4. Danos, Padre, gozar
su compañía, ser testigos del cielo
aquí en la tierra
y como ellos vivir en armonía. Amén.
Monitora:
Te damos gracias, Señor, por este espacio de formación y crecimiento en la fe. Sabemos bien que el ideal que nos presentas de ser santas es inmenso y que implica
opciones concretas por acoger tu Palabra y vivirla en las circunstancias concretas de
nuestra vida.
Monitora:
Pidámosle a Santa María, la Madre del Reconciliador, que nos acompañe en nuestro
caminar, que nos eduque en su escuela de amor y nos enseñe a amar como el Señor
Jesús.
Lectora 1:
“Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y
cenaré con él, y él conmigo”45.
Monitora:
Acojamos las palabras del Señor que nos invitan a abrirle la puerta de nuestro corazón. Vivamos con Él, Él es la respuesta.
Cantamos juntas “Himno de todos los Santos”.
Todas:
1. Nacidos del amor para la vida,
vivieron de un amor nunca acabado;
se nutrieron del amor crucificado
en una carne débil no abatida.
Rezamos juntas la oración “Para ser mejor”46.
Auxilio de los pecadores,
siempre dispuesta al perdón y a la intercesión
obtenme las gracias que me sean necesarias
para encaminar rectamente mi vida,
rechazar enérgicamente el pecado,
huir de sus ocasiones y poner los mejores medios
para purificarme según el divino designio
así encaminarme hacia quien es la Vida misma.
Amén.
Todas:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
2. Hirieron con la sangre de su herida
al animal salvaje del pecado,
floreció su bautismo en el Amado
con una santidad comprometida.
45 Ap 3, 20.
20
46 Luis Fernando Figari, Con María en oración, Fondo Editorial, Lima 2000, P. 64.
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TEMA
Anexo
Texto “El Arte de Vivir”47
“La capacidad para aprehender los valores, afirmarlos y responder a ellos, es el fundamento que permite comprender los bienes morales del hombre.
Estas características sólo se encuentran en el hombre que posee reverencia. Se trata de
la actitud que puede considerarse la madre de la entera vida moral, puesto que, a través
de ella, el individuo adopta una posición con respecto al mundo, la cual abre sus ojos
espirituales y lo capacita para aprehender los valores. En consecuencia, al examinar las
actitudes éticas, es decir, las que proporcionan una base a la vida moral en su conjunto y
son presupuestos de ella, debemos hablar en primer lugar de la reverencia.
El hombre irreverente y atrevido es incapaz de cualquier entrega o subordinación de su
yo. Es el esclavo de su orgullo, de una egolatría paralizante, que lo convierte en prisionero de sí mismo, lo ciega para los valores y lo empuja a preguntarse de continuo:¿se
acrecentará mi prestigio, aumentará mi gloria? O bien, es el siervo de la concupiscencia
y todo cuanto hay en el mundo se convierte en una ocasión para satisfacer su lujuria. El
hombre irreverente no sabe guardar el silencio interior. Jamás concede a las situaciones,
cosas o personas, la oportunidad de revelarse en su carácter y valor. Enfoca los hechos de
una manera tan inoportuna y carente de tacto, que sólo se observa y escucha a sí propio e
ignora al resto de los seres. No conserva una distancia reverente con respecto al mundo.
Existen dos clases de irreverencia, según que esta actitud hunda sus raíces en el orgullo o
en la concupiscencia. La primera es la del hombre cuya posición es fruto de la soberbia,
esto es, el impertinente. Se trata de ese tipo humano que enfrenta los problemas y situaciones con una superioridad fingida y presuntuosa y jamás realiza el menor esfuerzo para
comprenderlos ‘desde adentro’...
El otro tipo de irreverente, el torpe y poseído por la concupiscencia, también está afectado de ceguera. Limita sus intereses a un atributo único, esto es, si algo es agradable
o no para él, si le proporcionará o no satisfacción, si involucrará o no una determinada
utilidad. No ve en las cosas más que el aspecto que se refiere a su interés inmediato y
accidental. Los seres representan para él nada más que un medio para cumplir sus metas
egoístas. Se arrastra eternamente en el círculo de su estrechez y jamás logra salir de sí
mismo...
El hombre reverente se acerca de muy otra manera. Se ha liberado del orgullo, egoísmo
y concupiscencia. No llena el mundo con su yo, sino que otorga a los seres el espacio que
necesitan para manifestarse. Entiende la dignidad y nobleza que entraña el ser como tal,
el valor que le adjudica su condición de ser, como opuesto a la nada. En consecuencia,
sabe que existe un valor inherente a cada piedra, cada gota de agua, cada brizna de hierba, en su calidad de seres, es decir, de entidades que poseen su propio ser, que es ése y no
cualquier otro. En contradicción a una fantasía o a una mera semejanza, se trata de algo
independiente de la persona que lo considera, algo que escapa a su voluntad. De ahí que
cada una de esas cosas tenga el valor general de la existencia.
A causa de esta autonomía, el hombre reverente jamás interpreta al ser como un simple
medio donde cumplir sus fines accidentales y egoístas. No se siente con derecho a usarlo,
sino que lo contempla con suma seriedad y le permite espacio bastante para que descubra su misterio en forma adecuada. Frente al ser, permanece en silencio, para concederle
la oportunidad de que hable. Sabe que el mundo de los seres lo supera, que él no es el
Señor dotado de la facultad de hacer con las cosas cuanto quiera y que debe aprender de
los seres y no por conducto de otros medios.
Esta actitud que responde al valor de los seres, está penetrada por la disposición a reconocer la existencia de algo superior al placer y voluntad arbitrarios del individuo y lo
prepara para la entrega de sí mismo y la subordinación. Capacita la mirada del espíritu
para observar la naturaleza más profunda de cada ser y permite que se muestre en su
esencia, y hace del hombre alguien que está en condiciones de aprehender los valores...
Hacia donde miremos, descubrimos que la reverencia es la base y, al mismo tiempo, un
factor esencial en la vida y los valores morales. Sin una actitud fundamental de reverencia, son imposibles el amor verdadero, la justicia, la bondad, el mejoramiento, la pureza,
la sinceridad. Por encima de cualquier otra consideración, su ausencia excluye por completo la profundidad. La persona irreverente es chata y superficial, porque no entiende la
hondura del ser, ya que para ella no hay otro mundo más allá del que es visible y palpable. Sólo el hombre que posee reverencia logra que el mundo de la religión se abra para
él, y nada más que para él, este mundo como un todo revela su significado y su valor.
Por ello, la reverencia en calidad de posición básica, descansa en el comienzo de toda
religión. Es el cimiento de la actitud correcta del hombre para consigo mismo, su prójimo,
cada uno de los estratos del ser y, por encima de todo, Dios”.
Preguntas:
ANEXOS
ANEXOS
UNIDAD 9
• ¿Cómo es el hombre irreverente?
• ¿ Cómo plantea el autor la relación entre reverencia y la vivencia de los valores morales?
• ¿Qué busca el hombre irreverente y qué busca el hombre reverente?
• C
uando optamos de fondo por el Señor buscamos aproximarnos a la realidad como
Él la ve. Esto implica una actitud de amar todo el tiempo con el Corazón del Señor.
¿Cómo vives esto?
• Pon medios concretos para ser más reverente esta semana.
47 Dietrich y Alice von Hildebrand, El arte de vivir, Club de Lectores, Buenos Aires 1966, pp. 13-22.
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NOTAS
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