HISTORIA DE ESPAÑA Tema 12. La construcción y consolidación del Estado liberal 12.1. El Reinado de Isabel II. La oposición al liberalismo: Carlismo y Guerra civil. La cuestión foral. El reinado de Isabel II (1833-1868) Desmantelamiento del Antiguo Régimen Durante el reinado de Isabel II se produjo el desmantelamiento del Antiguo Régimen instalándose en España el estado liberal. Para ello, los liberales se enfrentaron a los sectores sociales más reaccionarios en las guerras civiles conocidas como carlistas. Los militares intervinieron activamente en la vida política, alcanzando gran peso político. Conflicto dinástico: isabelinos frente a carlistas El enfrentamiento comenzó como un problema dinástico. En España la Ley Sálica impedía a las mujeres heredar la Corona. Carlos IV había redactado una ley para derogarla, llamada Pragmática Sanción, pero no llegó a promulgarse, por lo que la Ley Sálica continuó vigente con Fernando VII. Cuando en 1830 su esposa María Cristina de Borbón se quedó embarazada, Fernando VII publicó la Pragmática Sanción de 1789, derogando la Ley Sálica, asegurando el trono a su descendiente, aunque fuera niña. De esta forma, cuando nació Isabel fue proclamada heredera del trono, quedando Carlos María Isidro, hermano del rey, el segundo en el orden sucesorio. Carlos María Isidro no aceptó esta modificación legal y contó con el apoyo de los defensores del Antiguo Régimen, conocidos como carlistas. Para hacerles frente Fernando VII se apoyó en los monárquicos más moderados, nombrando Jefe de Gobierno a Cea Bermúdez y desterró a su hermano a Portugal. En 1832, Fernando VII enfermó y María Cristina asumió la regencia. Mantuvo su apoyo a los moderados, que pasaron a conocerse como cristinos o isabelinos. Cea Bermúdez, que defendió los derechos sucesorios de Isabel II, depuró el ejército de militares carlistas y disolvió los Voluntarios Realistas. Al morir Fernando VII en 1833 Carlos María Isidro publicó dos manifiestos desde Abrantes (Portugal) reclamando el trono de España con el nombre de Carlos V. Comenzaba así la primera guerra carlista. La oposición al liberalismo: carlismo y guerra civil Lo que empezó como un pleito dinástico se convirtió en una guerra civil que enfrentó a liberales y absolutistas. Aunque el carlismo surgió a finales del reinado de Fernando VII, su origen se encuentra en las posiciones de defensa del Antiguo Régimen mantenidas por los diputados serviles de las Hist. Esp. Tema: 12.1. Pág.: 1 de 3 Cortes de Cádiz, los rebeldes de la Regencia de Urgell durante el Trienio Liberal, o los Voluntarios Realistas de la Década Ominosa. El carlismo era un movimiento tradicionalista que defendía: - Monarquía absoluta de origen divino y legitimista. Sólo los varones podían reinar. - Sociedad estamental. Mantenimiento de los privilegios estamentales. - Religión. Gran influencia de la iglesia. - Mantenimiento de los fueros y privilegios tradicionales. El carlismo tuvo una gran implantación en las áreas rurales del País Vasco, Navarra, Cataluña y el Maestrazgo. Contaba con el apoyo de la baja nobleza rural, el bajo clero, los mandos intermedios del ejército y gran parte del campesinado. Por el contrario, la alta nobleza, la jerarquía eclesiástica, los altos mandos militares, las clases urbanas –incluidas las de ciudades de regiones carlistas como Bilbao y San Sebastián- y los intelectuales apoyaban a Isabel II. Al morir Fernando VII se formaron las primeras partidas de guerrilleros y comenzó la primera guerra carlista (1833-1839), que tuvo tres etapas: - Primera etapa: 1833-1835. Las partidas carlistas se hacen con el control del País Vasco, Navarra y Cataluña, excepto las ciudades. El general carlista Zumalacárregui consigue formar un ejército regular aglutinando las partidas dispersas. Aunque se aseguró el control de las áreas rurales, fracasó en el sitio de Bilbao, en el que murió. - Segunda etapa: 1835-1837. Los carlistas emprenden varias expediciones militares desde el norte, que fracasaron. La expedición del propio Carlos María Isidro, pretendiente al trono, llegó hasta Madrid en 1837. El general Espartero, partidario de Isabel II, adquirió gran prestigio tras liberar a Bilbao de su segundo sitio por parte de los carlistas. - Tercera etapa: 1837-1839. La imposibilidad de vencer provocó la división de los carlistas en transaccionistas –partidarios de negociar la paz- y exaltados –no partidarios de la negociación. Tras la victoria de Luchana, el general Espartero y el general carlista Maroto –líder de los Transaccionistas- firmaron la paz mediante el Convenio de Vergara (1839). Los carlistas cesaron en la lucha y se reintegraron a la vida civil. Espartero se comprometió a solicitar a la gente la incorporación al ejército nacional de los carlistas que lo deseasen, manteniendo su graduación militar y su retribución. Los exaltados no aceptaron negociar la paz y continuaron la lucha en el Maestrazgo bajo el mando del general Cabrera hasta la conquista de Morella (Castellón) por los liberales en 1840. Durante la guerra ambos bandos contaron con apoyo internacional: - Los carlistas tuvieron el apoyo de Austria, Prusia y Rusia. Hist. Esp. Tema: 12.1. Pág.: 2 de 3 - Los liberales eran apoyados por Inglaterra, Francia y Portugal, estados con los que firmaron la Cuádruple Alianza en 1834. Consecuencias de la guerra carlista: - Pérdidas humanas y materiales - Consumo de los recursos económicos generados por la desamortización de Mendizábal. A pesar de su derrota militar, el carlismo siguió latente, dando lugar a dos guerras más (1846-1849 y 1872-1876). La cuestión foral Carlistas: a sus reivindicaciones iniciales los carlistas añadieron la defensa del mantenimiento de los fueros en el País Vasco y Navarra, así como su recuperación en Cataluña, Aragón y Valencia (perdidos en el siglo XVIII tras los Decretos de Nueva Planta). Los fueros otorgaban privilegios, como exenciones fiscales y militares, así como el mantenimiento de algunas instituciones y leyes propias. La defensa de la cuestión foral dio un gran apoyo popular al carlismo en dichas regiones. Liberales: eran contrarios a los fueros porque su pervivencia impedía la existencia de un Estado centralista en el que todos se rigieran por las mismas leyes. Sin embargo, tras la primera guerra carlista, los cristinos se comprometieron a mantener sus aspectos esenciales –privilegios fiscales y mantenimiento de instituciones forales como las Juntas Generales provinciales- con el fin de atraerse a los carlistas moderados. En 1876, tras el fin de la tercera guerra carlista, las Cortes abolieron los fueros de las provincias vascas aunque, en contrapartida, en 1878 se aprobaron conciertos económicos para el País Vasco y Navarra. Hist. Esp. Tema: 12.1. Pág.: 3 de 3