Literatura de la Revolución Mexicana

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La literatura de la Revolución Mexicana
Para poder hablar de la literatura de la Revolución Mexicana, especialmente de sus novelas, primero hay que
definir su concepto. El maestro Antonio Castro Leal dice que se entiende por novela de la Revolución
Mexicana el conjunto de obras narrativas, de una extensión mayor que el simple cuento largo, inspiradas en
las acciones militares y populares, así como en los cambios políticos y sociales que trajeron consigo los
diversos movimientos (pacíficos y violentos) de la Revolución.1 Así también hay que ubicarse en el tiempo:
la Revolución inicia el 20 de noviembre de 1910, y termina el 21 de mayo de 1920, se puede decir que con la
caída y muerte de Venustiano Carranza.
Es difícil para un estudiante de éstos tiempos, a 82 años del fin del conflicto armado, poder imaginar los
súbitos y violentos cambios que vivió el pueblo mexicano entonces. Las evidencias fotográficas no son muy
claras − obvio, la fotografía se encontraba en pañales − y era utópico pensar en el video. Sin embargo, existe
una evidencia que prácticamente nos ubica en medio de la lucha: la novela de entonces. La literatura de la
Revolución Mexicana refleja en sus letras el momento bélico que se vivió entonces, debido a que las novelas
de esa época dan al lector una idea de lo que fue la Revolución.
Un gran ejemplo de esto es la novela Los de abajo, de Mariano Azuela. En la novela Los de abajo, el pueblo,
sin ninguna preparación militar, y sin saber por qué peleaba, era llevado a la lucha. Los diálogos en la obra, no
son imaginarios, sino los que en realidad se oían en los labios de la gente del pueblo, en los cuarteles, en los
campos de batalla, etc.
Lozano Fuentes menciona sobre Azuela: sus novelas, inspiradas en escenas de la lucha armada, se distinguen
por una observación minuciosa y llena de vigor que ayuda al lector a darse una idea de lo que fue la
Revolución2
Otra obra que ayuda a ejemplificar perfectamente es la novela Memorias de Pancho Villa, de Martín Luis
Guzmán. Es una novela en la que el autor, tomando el lugar del héroe habla y relata con gran claridad todos
los episodios de su vida con un lenguaje apropiado a su personalidad.
El maestro Lozano dice de Martín Luis Guzmán: su prosa es clarísima y nos muestra un ingenio que penetra
hasta las cosas más profundas, ya que también es un gran observador. Sus novelas nos dan a conocer datos
sobre el período más dramático de la Revolución.3
1 Antonio CASTRO LEAL, La novela de la Revolución Mexicana, España, Aguilar, 1960, pp. 17
2 José Manuel LOZANO FUENTES, Literatura española y mexicana, México, Continental, 1973, pp. 323
3 José Manuel LOZANO FUENTES, Literatura española y mexicana, México, Continental, 1973, pp. 325
Además de las obras de Azuela y Guzmán, la literatura de Mauricio Magdaleno también recrea el ambiente
revolucionario. Entre sus novelas está El Resplandor, cuyo tema es la historia vulgar de todos los políticos
cuya preocupación principal, al iniciarse en esta carrera, es ayudar a los demás; una vez que alcanzan el poder,
se olvidan de sus promesas, considerando que la caridad empieza en ellos mismos, olvidándose de las
necesidades del pueblo que los ayudó a elevarse.
Magdaleno describe al México de entonces y sin saberlo, involuntariamente también al actual: la acción se
centra en dos pueblos de México, como hay tantos: uno de tierras resquebrajadas y paupérrimas, y otro
cercano al que ya se ha descrito, en el que se desarrollan los políticos.
1
De Mauricio Magdaleno en su obra apreciamos un gran realismo realzado por la riqueza del idioma que
emplea. La descripción de los paisajes es tan vívida que no podemos dudar de que es un gran observador.4
Queda claro, sin embargo, que la literatura de la Revolución no se limita a estos tres autores, aunque sin duda
estos son sus más grandes exponentes. El maestro Lozano Fuentes menciona que : tres libros son, a mí juicio,
los más completos y valiosos que produjeron los escritores que nos ocupan; unidos los tres, se obtiene un
cuadro cabal en cuanto al significado y a las consecuencias del movimiento armado. Estos son: Los de abajo,
de Mariano Azuela; Memorias de Pancho Villa, de Martín Luis Guzmán; y El resplandor, de Mauricio
Magdaleno. 5
No hay que olvidar a autores como José Vasconcelos, José Rubén Romero, Gregorio López y Fuentes y
Rafael Muñoz.
Pero seamos más profundos y vayamos a las raíces del movimiento. Después de la muerte de Benito Juárez,
en 1872, ocupa la presidencia Sebastián Lerdo de Tejada (Presidente de la Suprema Corte), posteriormente
electo para el período
1873 − 1876, al fin del cual es reelecto. Contra esa reelección se pronuncia el general Porfirio Díaz. Triunfa y
ocupa la presidencia. Salvo el período del general Manuel González (1880 − 1884), gobierna desde entonces
hasta que lo derroca la Revolución, en 1911. Su gobierno suma treinta años y siete reelecciones. Cuando se
declara reelecto para el período de 1910 − 1916, en octubre de 1910, es cuando Madero se rebela y levanta el
movimiento armado un mes después.
Contra esa continua reelección, el escribir siempre fue una manera de protestar, los periódicos y los libros
publicados hacían enérgicas condenas hacia la dictadura de Díaz. Madero lanza el 5 de octubre el Plan de San
Luis, en el que hace a la gente un llamamiento a levantarse en armas y luchar por un interés común, fijando el
20 de noviembre para un levantamiento general.
4 José Manuel LOZANO FUENTES, Literatura española y mexicana, México, Continental, 1973, pp. 326
5 José Manuel LOZANO FUENTES, Literatura Mexicana y española, México, Continental, 1973, pp. 323
Durante el conflicto armado se libraron cruentas batallas, México quedó casi desecho al final de la
Revolución. Los testigos en sus memorias escritas dan a conocer con detalle muchas anécdotas en las que
narran como sus familiares o amigos iban desapareciendo, al ser asesinados la mayoría de las veces con una
tremenda frialdad, por eso, no es de extrañarse que la novela de la Revolución tenga, en algunas ocasiones, un
carácter autobiográfico. Esto es no solo natural, sino inevitable. Sin embargo, es lógico pensar que la visión de
las cosas varía según las circunstancias por las que cada autor atravesó y por la clase de realidad que le haya
tocado contemplar.
Por ejemplo, Mariano Azuela, médico castrense de las tropas campesinas de Julián Medina en la época más
revuelta y caótica de las luchas militares, nos da una visión objetiva, a veces pesimista, y verídica, de la vida
de campaña de los grupos rebeldes improvisados, que crecían y se organizaban más por casualidad y
accidente que por un sistema ordenado de reclutamiento y disciplina.
Vasconcelos se mueve en un mundo distinto del que conoció Azuela. Figuró en misiones reservadas de
intentos internacionales y, después, fue del grupo de los dirigentes cuya opinión era escuchada y a veces
seguida.
Así pues, aunque cada autor persigue un fin común − el narrar los hechos revolucionarios − , cada novela
posee su propia perspectiva y su juicio de los hachos, así como su particular manera de adentrar al lector en
las situaciones vividas en el conflicto.
2
Claro está por lo tanto, que la novela de la Revolución Mexicana de la primera época es siempre una novela
vivida y verídica.
El desarrollo de la novela es siempre lineal, respetando un orden cronológico, en el que los sucesos se
acomodan uno detrás del otro, como una especie de combinación entre novela y narración de historia.
Generalmente está escrita en el español que habla el pueblo de México. Dessau dice: el requisito
indispensable consiste en que los autores se vuelvan hacia los hombres de pueblo, hacia temas relacionados
con los problemas de México, y que creen una forma de narrativa popular que satisfaga las necesidades del
público, especialmente en obras de realismo crítico.6
Así, Gregorio López y Fuentes, en Mi General, y sobre todo José Rubén Romero en La vida inútil de Pito
Pérez, se entroncan con la vieja forma de la narración autobiográfica y la desarrollan hasta hacerla una ficticia
autobiografía de crítica social, en la que el hombre de pueblo es, por decirlo así, entronizado como el
protagonista principal y al mismo tiempo, la víctima y el victimario, la solución y la medida.
6 Adalbert DESSAU, La novela de la Revolución Mexicana, México, Fondo de cultura económica, 1972, pp.
470.
El desarrollo de la novela revolucionaria dependió en gran medida del realismo que le dieron sus autores. Los
temas, debido a que se limitaban a sólo unos cuantos , siempre fueron concretos.
A manera de conclusión, se infiere que la novela revolucionaria constituyó uno de los movimientos más
vastos y radicales en las historia no sólo de la literatura mexicana, sino también de toda la latinoamericana. Su
importancia se basa en la estrecha participación social y el íntimo contacto con el pueblo. Fue la literatura de
las capas sociales revolucionarias; sus autores, casi sin excepción, se mantuvieron cerca de los trabajadores.
Se concentraron en reproducir la realidad de México en formas acordes con la Revolución.
Tal vez el mayor mérito que tienen los autores, es que los surgidos del pueblo se pusieron del lado del pueblo,
y eso les llevo a comprender y también a ser comprendidos, en una época donde la paz era una utopía y todos
y cada uno de los integrantes del país eran socios del mismo dramatismo.
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