Documentación Los Toros en el Cine Apuntes sobre las películas taurinas Gustavo Arturo de Alba Escritor mexicano, Gustavo Arturo de Alba es el editor y propietario de la revista "Crisol". También un investigador brillante de todos los interesados acerca de corrida de toros en Aguascalientes. Este texto se presentó originalmente como conferencia en el Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes, como del Seminario de Cultura Mexicana. En el ensayo no contempla alguna filmografía, pero realiza un análisis de especial interés sobre toros y cine. Taurologia.com Página 0 La Fiesta Brava ha servido como tema o telón de fondo en más de un centenar de cintas, repartidas principalmente entre las cinematografías mexicana, española y norteamericana. Aunque también la francesa y la alemana han puesto su granito de arena. Italia con una coproducción con España tiene un lugar destacado en el renglón de calidad con la obra “El Momento de la Verdad” realizada por Francesco Rossi en 1965, llevando a la cabeza del reparto al diestro Miguel Mateo “Miguelin”. Pero no se angustien. No tienen que arremolinarse en sus sillas, ya que no es mi intención hacer una revisión exhaustiva de cada una de ellas, sino que pretendo ofrecerles un acercamiento general, sobre como el cine ha abordado el tópico taurino, por lo que posiblemente decepcione a algunos de los presentes al no mencionar cintas sin el mínimo mérito cinematográfico, pero que contienen fragmentos de célebres faenas, como podría ser el caso del melodrama “Ora Ponciano” realizada por Gabriel Soria en 1936, con un argumento del torero Pepe Ortiz, centrado, antes que nada, en anécdotas de la supuesta vida amorosa del pintoresco y bigotudo torero Ponciano Díaz, interpretado por el diestro Jesús Solórzano, en dónde podemos disfrutar, precisamente, el mítico momento cumbre del diestro michoacano, en que sin moverse un ápice, le pegó una serie de ocho verónicas, si no mal recuerdo, al toro “Redactor” de La Laguna. Por ejemplo, a este respecto, el excelente taurófilo Jesús Antonio de la Torre, suele recordar que su padre, en cuanta ocasión era exhibida, dicha cinta, en Aguascalientes iba a verla y una vez pasado ese fragmento se salía de la sala, porque lo truculento de la trama no le interesaba para nada y supongo que casi todos ustedes pueden narrarnos una experiencia similar. Estamos entonces en el entendido de que vamos a privilegiar la calidad cinematográfica, por encima de la virtud intrínseca de los momentos de ejecución del arte de Cuchares, que nos es presentando en la pantalla, en esta aproximación, precisamente como lo señala el título de la charla: El Cine y los Toros. Y si bien en términos de buena fe podemos afirmar que todos los cineastas, tanto los considerados mayores como menores, se han acercado al tema tratando de penetrar en su esencia, en su misterio, pocos, solo unos cuantos lo han logrado. Lo taurino es presentado como mero documento de la época de los inicios del cine, cuando los operadores de la Casa Lumiere, se dedicaron a fotografiar todo lo fotografiable que veían en los diversos países que visitaban en su tournée de promoción del cinematógrafo. Por ello podemos señalar que el torero Luis Mazzantini es el primero del cual hay constancia de haber participado en una cinta titulada “Gran corrida de toros”, proyectada en Jerez de la Frontera en 1898, pero se desconoce cuándo fue filmada, aunque en el catalogo de 1896 de los Lumiere, ya se da cuenta de unas “vistas” tituladas “Arrivée del toreadors”. Mientras que Taurologia.com Página 1 en México fueron los señores Enrique Maulinie y Churrich, iniciaron la producción de películas mexicanas en la ciudad de como lo señala Paco Ignacio Taibo, en su libro “Los Toros en mexicano”, los cuales en agosto de 1897 proyectaron un filme “Corrida entera de toros por la cuadrilla de Ponciano quienes Puebla, el cine titulado Díaz”. Será en 1911 cuando aparezca el primer filme taurino de argumento, realizado en Francia, por Jean Durand y titulado “Carolino toreador” y curiosamente también es el primer filme cómico de tema taurino. Después en esa misma década aparecerían las primeras versiones de “Carmen”, en Estados Unidos y España, mientras que aquí en México se filma, en 1918, bajo la dirección de Luis G. Peredo la primera de las cuatro versiones de “Santa”, basada en la novela del mismo título de Federico Gamboa, llevando en el protagónico femenino a Elena Sánchez Valenzuela. En 1931 le dará vida a la infeliz muchacha Lupita Tovar; en 1943 Esther Fernández y en 1968 Julissa. Y para dejar por la paz las tribulaciones de Santa y El Jarameño, en que lo taurino es un mero telón de fondo, para el melodrama moralizante, señalare que la mejor versión es la realizada por Norman Foster en 1943, con Esther Fernández y la de Julissa es simplemente infumable, en cuanto a la de 1918, los recortes de periódicos de la época no la tratan muy mal que digamos. Pero en rigor la primera adaptación de “Sangre y Arena” de Vicente Blasco Ibáñez, con Rodolfo Valentino como “Juan Gallardo”, realizada por Fred Nieblo en 1922, es la que se vino a convertir en la paradigmática de las películas de toros, dejando esa mala influencia de melodramas cargados de sensiblería y cursilería en que han caído casi todas las diversas versiones, en que toman como punto de partida el romance imposible del maletilla con la hija del mayordomo, o el hacendado o el empresario y que llevado el torero por el desdén se promete triunfar, a toda costa, para regresar a su pueblo natal y casarse con la muchacha, aunque en descargo de la cinta, también es digno mencionar que igualmente pone de moda a los toreros en el mundo entero: como personajes heroicos, orgullosos, generosos y románticos. (Cabe mencionar que en la novela “Sangre y arena”, Carmen, la novia del torero y con la cual se casa, es una chica igual de humilde que Juan Gallardo, a la que conocía desde chica en el barrio en que vivían y de ninguna manera era hija del administrador de una ganadería de reses bravas, como la ponen en las versiones de 1922 y 1941, aunque en la de 1989 debida al español Javier Elorrieta, se respeta en ese aspecto más la propuesta de la novela). Posiblemente la novela “Sangre y Arena ” del valenciano Vicente Blasco Ibáñez, publicada en 1908, no sea la primera obra literaria de ficción que buscó acercarse al mundo de los toros con intenciones sociológicas; pero de lo que no cabe duda es que su trama argumental, junto con las de “El Niño de las Monjas” de Juan López Núñez y el “Currito de la Cruz” de Alejandro Pérez Lugin, son las inspiradores de que más del 95% de las Taurologia.com Página 2 películas taurinas, sean cursis melodramas en los cuales, lo que menos importa es el encuentro dramático, por si mismo, del hombre con el toro en el centro del ruedo. (Aunque los culpables de esta visión folletinesca del drama, se deba más a los guionistas cinematográficos, que a los autores de las obras mencionadas, en particular Blasco Ibáñez, cuya novela entra más bien en la categoría del “realismo social”, a la manera en que lo proponía Emilio Zola. Hace ya muchos años que Blasco Ibáñez, permanece en el olvido del baúl literario, a pesar de que en su época logró cierto renombre debido a su compromiso social y el conocimiento de las costumbres de los campesinos valencianos que tuvo a bien volcar, en la que quizás sea la más rescatable de sus obras: “La Barraca”, aunque quizás sus “Cuatro Jinetes del Apocalipsis, merezcan una revisión y “Sangre y arena” hay que leerla y no quedarse con la versión hollywodesca de la misma. Y precisamente el cine vino a aprovechar de su obra “Sangre y Arena” lo más pueril y deleznable de la misma. O sea esa entelequia argumental del torero pobre, que en las noches oscuras, se atreve a ir al campo bravo a torear o bien a espiar en la lejanía, a la hija del mayordomo a la cual no se atreve a confesar su amor, y si lo hace, será para prometerle, como ya lo dijimos antes, que regresará por ella cuando ya sea el mejor torero del mundo y entonces el padre de Carmen y el dueño de la hacienda, le rogarán, uno que lleve al altar a su hija y el otro que toree sus toros. Para que después irrumpa en su idilio la veleidosa y coqueta Doña Sol, la cual con sus atributos de mujer fatal, hará que el torero caiga rendido a sus pies, para que se haga verdad ese acierto que dice: ¡”puede más un par de tetas que otra cosa”. Claro está que Juan Gallardo recibirá merecido castigo a su infidelidad, al terminar siendo cogido por un toro, para morir en los brazos de su adorada mujer. Y si vale el “chascarrillo”, es indudable, que en cuanto a la concepción simplista, que el cine nos ha vendido sobre lo taurino, hay que enmendarle la plana a Luis Spota y reconocer que “Más Cornadas da el Amor”. Variantes más, variantes menos, si hacemos un recorrido globalizador por las ciento y pico de películas “taurinas”, éstas repiten los estereotipos aportados por “Sangre y Arena”, haciendo solo ligeras modificaciones al triángulo amoroso, pero sin llegar al exceso de plantearlo como un asunto entre: el toro, el torero y la mujer. Aunque el controvertido cineasta español Pedro Almodóvar en “Matador”, con sus recovecos psicologistas, raya los linderos de la zoofilia o mejor dicho de la interpretación simbólica a través de la posesión del macho a la hembra, al grado de darle significados paralelos a la culminación del acto amoroso de la pareja, con el llamado momento cumbre del toreo: o sea el instante de entrar a matar. Dicho de esta manera quizá suena prosaico, Taurologia.com Página 3 pero es indudable que el obsesionado y enfermo personaje de Almodóvar en “Matador” nos ofrece un desusado acercamiento sobre el erotismo en los toros, el cual indudablemente, por lo menos en forma latente se percibe en el ruedo. Y en cuanto a esto del simbolismo del entrar a matar, podemos apuntar que algo de esto pretendió de manera fallida matizar Juan Ibáñez en su cinta documental sobre Manolo Martínez: “Los caprichos de la agonía”, en una larga secuencia de los frustrantes intentos de lograr una estocada el torero, que como todos sabemos era el punto flaco de esa cumbre del toreo nacional, por ello cuando después de un sinfín de tropiezos, al lograr una perfecta estocada, se nos presenta un close-up del rostro de Martínez, en una actitud de satisfacción, mientras que en off escuchamos su equiparación de la estocada, con la culminación de una eyaculación. Igualmente en 1989 el español Javier Elorrieta realizó una nueva versión de “Sangre y Arena” con Sharon Stone en el rol de Doña Sol, en la cual, lo único novedoso es que las escenas de amor son harto explícitas y rayanas en lo pornográfico, las cuales fueron primordiales para que los productores de “Instinto básico” le dieran el rol que encumbró a la Stone en el firmamento cinematográfico. Pero lo cierto es que con todo y lo chabacano que pueda resultar el tratamiento de lo sexual en las versiones de 1924 y 1941, son superiores a la versión de Elorrieta, con todo y su destrampado Juan Gallardo, en que al ubicar la trama en los años ochenta, el torero, ahora no solo sucumbe a las redes del amor y del alcohol, sino que también le entra a la coca, cosa que no estaba de moda en 1908, conforme a la obra original. Pero dejemos los terrenos resbaladizos del sexo explícito en las cintas taurinas y mejor regresemos a los triángulos normales, a cuyo ciclo pertenecen los “Currito de la Cruz ” El Niño de las Monjas” y las que protagonizaron aquí toreros como Carlos Arruza, Alfonso Ramírez “El Calesero”, Procuna y Silveti entre otros, llevándose la cumbre de la cursilería y del humor involuntario, lo cual es mucho decir dado lo copioso de los participantes en la competencia, en la cual tenemos de manera destacada a un Juan Orol y su Taurologia.com Página 4 “Calvario de una esposa”, pero indudablemente el trofeo se lo doy a “Un domingo en la tarde”, con Lorenzo Garza, en una patética y torpe actuación, solo rescatable por algunos momentos de sus faenas, que en algo compensan al aficionado taurino, pero para nada al cinéfilo. En cuanto a Manuel Capetillo se merecería un capítulo aparte por sus ”churros cinematográficos”, en donde a partir de los pretextos más baladíes y sin que viniera al caso en el argumento, se nos presentaban fragmentos de alguna faena del torero, pero realmente el “tapatío” nunca hizo una película de “Toros”. La cinta que realizó nuestro paisano “Calesero” fue “El Precio de la Gloria”. Ahora bien en eso del humor involuntario y para que no se diga que sólo le cargamos la mano a las cintas nacionales voy a referirme a “Fiesta Brava” y para ello les voy a leer un fragmento del libro de Emilio García Riera “México visto por el cine extranjero”, tomo 3, 1941-1969: “Fiesta Brava (Fiesta), realizada ya en la posguerra, en 1947, fue producida por la MGM con lujos de coreografía, de música (uno de sus personajes -Ricardo Montalbán- componía según la trama la célebre suite de Aaron Copland “Salón México”), de escenografía (Cedric Gibbons aportó en ella su conocimiento de lo mexicano) y de reparto: lo encabezaron Esther Williams, célebre “estrella” nadadora, el mexicano Montalbán, debutante en Hollywood, y la excelente bailarina Cyd Charisse, entre otros. Produjo la película Jack Cummings y la dirigió el hábil y ecléctico Richard Thorpe, exrealizador de westerns de clase B”. “El joven Ricardo Montalbán, nacido en México, D.F., en 1920, cumplió antes una breve pero interesante carrera en el cine de su país, donde el norteamericano Norman Foster lo dirigió en tres aceptables películas: Santa (1943), La Fuga (1944) y La Hora de la Verdad (1944). En la última, hizo muy bien de torero, cosa que supuestamente debía volver a ser en “Fiesta Brava”, pero lo impedía un curioso y delirante giro del argumento: mientras el joven, hijo de torero, prefería la música, era su hermana gemela (Esther Williams) quien se empeñaba en emular al padre en los ruedos. Se probaba así „que no todos los mexicanos son toreros‟, según Abel (en el Variety del 18 de junio de 1947), quién añadía a propósito de la cinta: „No se acentúa el peonaje. Todos los personajes son provistos de dignidad y autoridad: el énfasis en la cultura del país es personificado en el muy respetado maestro (mentor musical de Montalbán) que Hugo Haas representa muy bien. Eso en contraste con la idolatría masiva por el matador‟. No sólo Haas (actor checoslovaco) representaba a una cultura mexicana recién descubierta e insólita para Hollywood y para su público: el galán también mexicano de Williams, John Carroll, hacía en la película de bacteriólogo, lo que no le impedía vestir de charro en algunas escenas.” “Fiesta Brava” contenía escenas taurinas filmadas al parecer en ruedos de Puebla y Tlaxcala, pero lo que „dignificaba‟ a la cinta, según Abel, era la música. La suite de Copland se convertía en una Fantasía mexicana Taurologia.com Página 5 orquestada por Johnny Green; mientras la componía, Montalbán probaba sus habilidades de bailarín en pareja con Charisse: ambos danzaban La Bamba y una cosa algo andaluza, Flamnig Flamingo (acompañados por un conjunto cantante vasco, Los bocheros), para probar una vez más la confusión hollywoodense entre lo mexicano y lo español”. Aunque la visión de “Fiesta Brava” es sólo recomendable bajo la premisa de verla con ánimo chocarrero, vale recordar, en aras de la anécdota aguascalentense que “El Calesero” participó en la misma, como doble, en las escenas taurinas y que lo acompaño en esa incursión cinematográfica su fiel banderillero Arturo Muñoz Pedroza “La Chicha”, el cual, este último, guarda, en su privilegiada memoria, gratos recuerdos de su participación en la cinta, como el hecho de que la productora le comprara a los señores Madrazo, dueños de la ganadería de La Punta, algo así como quince toros para ser utilizados durante la filmación, los cuales fueron lidiados en varias ocasiones. Recuerda -don Arturo- que les pagaban buen dinero y que ya en el rodaje los de producción, le ofrecieron cinco mil dólares extras- al torero venezolano Luis Sánchez “ Diamante Negro” con el objeto de que aceptara que al siguiente día el toro le diera un “cate”, para simular la cornada que recibía Esther Williams, al final de la película. El torero se lo meditó un buen rato y al final de cuentas rechazó la tentadora oferta…pero hete aquí que en el momento de la filmación, mal tardó el director en dar la voz de “acción” que al susodicho torero írsele directo el toro, propinándole un tremendo y apantallante trompicón, con el cual el director quedó bastante complacido y los productores felices de no tener que pagarle nada extra al venezolano, pues la zarandeada se debió a “gajes del oficio” y no a sus habilidades de “stunt man”. También don Arturo, entre otras sabrosas anécdotas de la filmación, suele no escatimar elogios, al placer que fue para él poder convivir y estar cerca de la bella Esther Williams, la cual no era muy remilgosa para mostrar sus encantos, a los compañeros de la locación, cuando tomaba el sol con sus pechos desnudos en todo su esplendor. Si bien las películas de ficción de “El Berrendito de San Juan” no merecen el menor comentario, o sea me refiero a la versión de El niño de las monjas de 1944, Sol y Sombra de 1945, y Una dama torera de 1949, no sucede lo mismo con el documental basado en su vida. ”TORERO“. Escrito así con mayúsculas porque se trata de la mejor cinta de toros, realizada en 1956 por Carlos Velo y producida por Manuel Barbachano Ponce quien en una entrevista realizada por aquellos años explicó la génesis de ”TORERO“: “Tengo tres pasiones. el teatro, la música y los toros”. Mi noticiario ‘Tele Variedades’ toma todas las semanas las corridas. Hace unos dos años se filmó la corrida con que Luis Procuna regresaba al ruedo. Procuna había estado retirado después de una gravísima cogida y ahora intentaba recobrar su puesto de ídolo entre los taurófilos mexicanos. Alternaba con un torero portugués, Alonzo, y con otro héroe de México, el diestro Carlos Arruza. Arruza y Alonzo tuvieron Taurologia.com Página 6 tardes brillantes pero a Procuna le tocó un mal toro de Tecatetén y dio una demostración tan mala, que tuvo que ser multado con cinco mil pesos por „La Autoridad‟. Con el ruedo lleno de almohadillas y el aire cargado de insultos, Procuna pidió el favor de regalar un toro. A la arena salió un toro alto, negro, bravo y que a la primera embestida contra los burladeros, saltó la barrera y se co1ó en el callejón. Era Polvorito, un toro señalado por la inmortalidad: sería famoso, Procuna tendió el capote y esperó la acometida. Polvorito cargó y el torero ejecutó unos faroles casi perfectos. En la suerte de varas, Polvorito mató a uno de los caballos y derribó al otro picador Cuando empezó la faena con la muleta, y Polvorito y Procuna se habían ganado al público que los miraba fascinado por aquel juego de la muerte. Al final con una estocada limpia y segura, Procuna coronó la tarde (ya le habían tocado tres dianas) con orejas y rabo. Mientras el toro moría lentamente su muerte solitaria, Procuna era llevado en hombros hasta su casa, había regresado, toreando y triunfando. Ahora podía empezar “TORERO”. Barbachano Ponce y su equipo de filmación del noticiario “Tele Variedades”, se dieron a la tarea de recrear la vida de Procuna desde sus inicios hasta la faena de Polvorito, bajo el hilo conductor de un tema similar al presentado por Robert Rossen en su estimable filme “Toros Bravos” (The Brave Bulls): El torero tiene dos enemigos. el toro y el miedo, pero mientras en “Toros Bravos” con Mel Ferrer y Miroslava había melodrama en “TORERO” encontramos el drama. Aunque a fuer de ser sinceros la reducción simplista nos puede llevar a una subvaloración de “Toros Bravos”, realizada con indudable maestría por Robert Rossen, el cual logro que la crítica de la época considerara que había conseguido contemplar el mundo del toro mexicano con una agudeza y penetración grande. La anécdota se centra alrededor de la Taurologia.com Página 7 depresión de un torero famoso que ve como muere un amigo intimo y después abandona a su amada. La presión del público va desmoronando al matador, pero, al final, consigue el triunfo. Posteriormente en una revisión de las cintas taurinas Tomas Pérez Turrent señalaría que “Toros bravos” acierta al tratar al toreo como una aventura individual , estableciendo como esencial la relación torero-público, algo que también encontramos de manera señalada en el “TORERO” de Velo y quiero hacer un paréntesis para señalar que indudablemente junto con la versión de “Sangre y arena” que dirigiera en 1941 Rouben Mamoulian con Tyrone Power, en el rol de “Juan Gallardo”; “Santos, el Magnifico” de Budd Boetticher con Anthony Quinn y Maureen O‟Hara, así como el documental “Arruza” realizado también por Bottichear, forman la cuarteta de las mejores cintas de toros realizadas por el cine norteamericano sonoro, lista a la cual se podría agregar, si nos ponemos elásticos “Y ahora brilla el sol” de Henry King, con Tyrone Power y Ava Gardner, basada en la novela “Fiesta” de Ernest Hemingway, ubicada primordialmente en la feria de Pamplona de 1925, al igual que “La hora de la verdad” del director norteamericano Norman Foster, aunque en sentido estricto se trata de una producción mexicana. Aunque también se nos anda quedando por allí olvidada la apreciable “El Torero y la dama” de Boetticher con Robert Stack de torero rubio. Pero si estamos entrados en gastos de hacer excepciones incluiremos a “El niño y el toro” (The brave one) de Irving Rapper realizada en 1956, con Michael Ray y Elsa Cárdenas, llevando el peso taurino Fermín Rivera, sobre la historia de un niño que salva la vida en el ruedo al toro que había cuidado desde pequeño. El arranque de la historia es sobre un célebre toro al que indultaron en la ciudad de México, aproximadamente en 1912, igualmente si no mal recuerdo, el cual comía de la mano de su cuidador. Dicha anécdota también rondó por la mente del gran director Orson Welles, que quiso llevarla a la pantalla en 1943. Parece ser que los guionistas de “El niño y el toro” en algún momento tuvieron contacto con Orson Welles y le tomaron parte de sus ideas al respecto. Pero para entender un poco esto vayamos al libro “Norman Foster y los otros directores norteamericanos en México” del pintor y gran aficionado al cine, el yucateco Gabriel Ramírez, quien nos dice: “…En 1941 Orson Welles se embarcó en la aventura de realizar una cinta titulada „It‟s all true‟, el ambicioso proyecto panamericano de Rockefeller y la RKO, que en su forma definitiva constaría de cuatro episodios, dos de los cuales se rodarían en Brasil: el carnaval de Rio (The story of Samba/ The Samba story/ Carnival) y Jangadeiros. “La tercera parte que se filmaría en México, sería dirigida por Foster. El documental se completaría con The story of Jazz, basado en la vida de Louis Armnstrong y del que apenas existió un esbozo (de Elliot Paul y David Stuart) y algunas tomas de prueba Foster se había adelantado a Welles y trasladado a México a fines de 1941 a iniciar el rodaje de My Taurologia.com Página 8 Friend Bonito (Mi amigo Bonito), sobre un argumento del mismo Foster y John Fante. La fotografía estuvo a cargo, en un principio, de Alfred Gilks, quién pronto fue reemplazado por Floyd Crosby al ser llamado aquél al servicio militar. My Friend Bonito, un cuento acerca de la amistad de un niño manso y un toro tranquilo, sería llevada a la pantalla quince años después como The Brave One, por Irving Rapper, y su historia le haría ganar una estatuilla dorada a su autor inexistente y un quebradero de cabeza a sus productores, los hermanos King, quienes no pudieron responder satisfactoriamente a las investigaciones iniciadas por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Fred Zinnemann acudió, en abril de 1957, a la Academia e informó que la historia de The Brave One era „casi idéntica, en sus principales líneas dramáticas, a una que Bob Flaherty me contó alrededor de 1931‟. Por una visita a Frances Hubbard Flaherty, viuda del gran documentalista , se supo que éste había escrito en 1928, en Santa Fe, una historia llamada Benito (sic) and the bull, y que „Orson Welles se la compró en 12 mil dólares y fue parcialmente filmada en México por la RKO con fotografía de Floyd Crosby‟. La esposa de Flaherty, en su libro Elephant Dance (1937), habla de este proyecto que se pensó filmar en España: „(…) El primer argumento que escribimos era sobre un niño español y estaba basado en un hecho real: la absolución por deseo del público de un toro de lidia en una plaza española. Nuestro argumento, siguiendo las aventuras de los dos juntos, desarrollaba el afecto del niño por el toro hasta su ensalzamiento y agonía en la última escena a vida o muerte(…)‟ Charles Higham (en The Films of Orson Welles, 1970), corroboraba lo anterior al afirmar que la historia se remontaba hasta fines de los veinte, a raíz de una excursión mexicana de Flaherty y los camarógrafos Leon Shamory y Floyd Crosby, para hacer el documental Acoma, the Sky City; suspendido durante su rodaje. Años después, Flaherty planearía con Alexander Korda llevar al cine Bonito and the bull, que terminó convirtiéndose en Elephant boy (o Sabu, bautizada en México El niño y el elefante), cambiando al antipático toro por un atrayente elefante, aunque éste llevaría constantemente al lomo al eternamente desagradable Sabú. Esta película de 1937 fue dirigida por Zoltan Korda y Flaherty. “En México, las informaciones periodísticas de la época acreditaban My Friend Bonito a Welles, quién estuvo presente en las primeras tomas: „Contrataron a un chamaco mestizo con mucha sangre india que encontraron en Aguascalientes deambulando por cuarteles, calles y fonduchas. El niño se llama Jesús Vázquez y tiene una gran tristeza en la mirada. Esos ojos fueron los que atrajeron la atención de Welles y lo escogió para un papel importante en su cinta‟. Pero cuando Welles regresó a Hollywood, „el indito Jesús Vázquez, a quién Orson llamaba my little Hamlet, se quedó en Aguascalientes añorando la filmación, los buenos tratos, etcétera‟. La noticia agregaba que desde Hollywood se le había enviado dinero a Vázquez para que fuera allí a continuar la filmación”. Taurologia.com Página 9 Esta larga cita sobre “My Friend Bonito” tiene el objeto de resaltar, como ustedes ya comprendieron, la noticia de que un aguascalentense hubiera trabajado, aunque fuera en una cinta inconclusa de ese genio de la cinematografía mundial que fuera Orson Welles. Desafortunadamente a pesar de haber preguntado a algunos de los memoriosos del “pueblo”, no he podido corroborar la existencia del “indito” Jesús Vázquez, pero si es verídico el dato de que el equipo de Welles hubiera estado en la ganadería de La Punta, de los ya mencionados señores Madrazo, filmando en esa época fragmentos de My Friend Bonito. Quede asentado el punto y esperemos que algún otro investigador de la región tenga mayor suerte que nosotros en cuanto a la participación de nuestro paisano. Aprovechando el tópico de Norman Foster y en virtud de que nunca he visto el melodrama La Hora de la Verdad de la cual hay buenos elogios tanto de Paco Ignacio Taibo I; Emilio Garcia Riera, Tomás Pérez Turrent y de Gabriel Ramírez, aprovechemos un fragmento del libro del pintor yucateco, para hacer un acercamiento a esa cinta basada en un argumento de Janet Riesenfrend, quién fuera conocida como bailarina de flamenco, bajo el nombre de Raquel Rojas, la cual después se casó con el cineasta Luis Alcoriza, para pasar a firmar sus guiones cinematográficos con el nombre de Janet Alcoriza; pero ahora bien Gabriel Ramírez nos cuenta: “El film era un tupido melodrama al que Foster enfrentó y agarró por los cuernos hasta „lograr (una) muy notable y bien ambientada película taurina‟ (Garcia Riera, tomo 2 de su Historia Documental del Cine Mexicano) y la que abrió, definitivamente, las puertas de Hollywood a su intérprete principal, Ricardo Montalbán.” La cinta contaba las desgracias, fracasos y triunfos del aspirante a torero, Montalbán. Sus primeros pasos en el duro oficio ayudado por la nobleza y preocupación de Carlos Orellana y Carlos Martínez Baena. Sus luchas posteriores contra algo que se mostraba más peligroso que una mala tarde frente a un toro de lidia: su matrimonio con Lilia Michel, toda egoísmo, celos y desequilibrio mental. La entrada a su vida de la consoladora socialité Virginia Serret, poco después del ingreso de Lilia al manicomio. Los nuevos conflictos de Ricardo: sus relaciones con Virginia, que la conducían al embarazo y a aprovechar una adecuada gira de Ricardo por Sudamérica para refugiarse en Guadalajara, donde daba a luz. Taurologia.com Página 10 Montalbán regresaba y Virginia le ocultaba que ya era padre, pero juntos hacían una absurda visita a Lilia al manicomio. Horrorizada del estado de la enferma; Virginia huía de nuevo a Guadalajara. Abandonado, Ricardo quedaba solo con los tragos de compañeros. Sus borracheras le harán perder facultades fuera y dentro del ruedo. Herido en una corrida, Virginia le visitaba y prometía no separarse de él jamás. En este punto , todo se precipitaba: Ricardo ya no conseguía corridas y las dificultades económicas se instalaban en sus vidas; Lilia moría en el manicomio y Ricardo era contratado finalmente e incluido en un cartel. En el peor momento, Virginia le revelaba la existencia de su hijo y Ricardo salía nervioso al paseíllo y continuaba nervioso en su primer toro con el que fracasa. Pero con el segundo, al que brinda a su hijo, hacía una gran faena que sería la última de su vida: Ricardo era cogido y moría en la enfermería. El resultado de este castigado melodrama fue precisamente el que se podía esperar de un director de la clase de Foster. A estas alturas después de Santa y La Fuga, habían escasas dudas acerca de su capacidad. Sus condiciones artesanales estaban ya bien desarrolladas, su sentido del cine era de confianza y, sobre todo, tenía un adecuado respeto para todas las conveniencias que normalmente agobiaban la existencia de realizadores más pretenciosos y menos capaces. Garcia Riera, acertadamente, señalaba que Foster, „muy de acuerdo con una buena tradición norteamericana, (aceptaba) las reglas del juego: no (tenía) la menor intención de desnaturalizar el melodrama; (y que) eso mismo le daba fuerza para eludir, en aras de la fluidez del relato, sus peores convenciones y (sabía) valerse de la elipse (para demostrar) que un melodrama podía ser inteligente sin dejar de ser melodrama‟.”. Por lo anterior se desprende un interés por La Hora de la Verdad, más en el sentido cinematográfico que por estar su tema inserto en el mundo de los toros, algo que como ya lo hemos venido reiterando, sucede con harto frecuencia en este género de películas. Pero regresemos a la cinta de Velo. Estructurada “TORERO” a partir del montaje de diversos documentos, la cinta desde el inicio nos ubica en la angustia y el miedo del torero, cuando vemos el coche en que va Procuna rumbo a la plaza, precedido por motociclistas de tránsito y el “Berrendito” con voz en “off‟ y de manera obsesiva se interroga sobre ¿quién es?, ¿de dónde viene?, y ¿hacia dónde va? El sabe que ”los toros están en la plaza y mi nombre está en el cartel”. A partir de allí se inicia una serie de “flash backs” en que vemos cuales han sido los momentos decisivos de la vida del torero, para llegar a ser lo que es. En dónde Velo logra fundir lo documental con la ficción o mejor dicho lo novelesco, de forma indisoluble, para lograr captar el sentido oculto del hecho que estamos viendo, de tal forma que se pierde la ficción, para encontrar la vida misma, en este caso el drama interno del Taurologia.com Página 11 torero, ante lo que le espera frente a la puerta de “chiqueros” en el ruedo de la plaza. Velo se olvida fácilmente del espectáculo taurino en su forma externa al contrario de Boetticher en su excepcional “Arruza” para lograr la cinta más profunda en cuanto la presentación del drama individual del hombre que está en el centro del ruedo, enfrentándose a los tres enemigos naturales del torero: el público, el toro y el torero mismo, que tiene que vencer su miedo. Y cuando le ha cortado las orejas y el rabo a Polvorito. Procuna ya en hombros por la muchedumbre se pregunta. ¿Y, el próximo domingo?. Así las imágenes que presenciamos en esta cinta son la angustia misma del torero, lejos de una abstracción metafórica o intelectualizada del drama, que en forma dialéctica es el de Procuna y al mismo tiempo el de cualquier torero, que tarde con tarde, al salir al ruedo sabe que tiene que vencer al miedo, ese demonio que lleva dentro y que sólo unos cuantos logran derrotar. En esos mismos años, para ser precisos en 1955, Lazdlo Vadja dirige en España la cinta “Tarde de Toros”, especie de documental con ciertos ribetes de ficción, bastante apreciable, aunque no tanto como lo señala Fernando Méndez Leitte en su libro Historia del Cine Español en donde nos dice: “En “Tarde de Toros”, de Vajda, ofrece el lienzo de plata por vez primera con toda realidad y en deslumbrante tecnicolor toda una corrida, espectáculo multitudinario que desde tiempos inmemoriales ha sido fiel reflejo de valentía, emoción, belleza y policromía. El estudioso animador ha sabido dar vida al leve argumento trazado por Tamayo, Coll y Santugini, sacando el máximo rendimiento posible del espectáculo más fotogénico concebible que en el cine adquiere su mejor lucimiento con el aditamento del color. Surge así, a la vez, un auténtico documental de la fiesta brava, trazado con generosidad y sin tergiversaciones, dentro de los aspectos que este ambiente acostumbra a retener. Se han superado los escollos que podrían haber en la interpretación de tan españolismo asunto, en el que unas veces predomina la nota alegre y, en otras, la trágica. Empezando por los protagonistas -Domingo Ortega, Antonio Bienvenida y Enrique Vera, toreros de verdad y no actores profesionalesy terminando por las figuras de menor relieve, se mueven con naturalidad como solo en contados casos se consigue en una obra de verdadera categoría artística.” Sin dejar de reconocer que “Tarde de Toros” es excelente, también se denota en el texto del crítico español Mendez Leite su desconocimiento de Taurologia.com Página 12 las muestras de películas taurinas realizadas en México, en especial la multicitada TORERO, que presentada fuera de concurso, en 1957, en el Festival de Cannes y dentro del Festival de Venecia, llamó la atención de los críticos cinematográficos, no parando mientes en sus elogios, como fue el caso del francés Jacques Doniol-Valcroze en “Cahiers du Cinéma”, no 77 (París, diciembre de 1957), quien señala: “Ese film, en efecto, reunía las dos cualidades: ser perfectamente válido y auténtico en el plan taurino y constituir una obra cinematográfica de una gran calidad y de una fascinante originalidad”. En todo caso cabe recordar que durante un buen tiempo, en dos o tres ocasiones al año, era posible disfrutar, en alguno de los cines de la ciudad y en particular recuerdo haberlo visto en el Plaza y el Alameda unas seis veces, el magnifico programa triple integrado por “TORERO”; “TARDE DE TOROS” y “EL NIÑO DE LAS MONJAS”, con Enrique Vera en el papel protagónico, aunque esta última llegaba a ser sustituida por la versión interpretada por Jorge Mistral de “Currito de la Cruz”. Y puede decirse que a pesar de llenarse hasta el tope la sala, era posible, como en los tendidos de una plaza de toros, distinguir a los espectadores habituales de este banquete de películas de toros, al grado de que una vez que se exhibió una maltrecha y mutilada copia de TORERO, las protestas del respetable fueron atendidas por “El Chino” del Valle, gerente del “Plaza” y a los tres meses que regresó el gustado programa triple, anunció con gran bombo y estruendo que le habían asegurado de la distribuidora de México, que venían copias nuevas…y claro estuvimos allí todos para corroborarlo. Cercana a TORERO en cuanto a tomar el tema del miedo como hilo conductor, aunque con resultados menos afortunados, conforme al recuerdo que de ella tenemos, es la cinta española “Los Clarines del Miedo”, con Francisco Rabal en el papel principal, pero en aras del “fair play” dejemos la palabra a Fernando Mendez-Leite: “Antonio Román, realizador ambicioso y hombre de amplia cultura, se había fijado en Los Clarines del Miedo, novela original de Angel María de Lera, obra que había quedado finalista del premio Nadal 1957. Ofrece esta un aspecto inédito del tema taurino -explotado tan asiduamente por buen numero de realizadores-, el que se refiere al miedo con que los toreros han de enfrentarse cada vez que salen al ruedo a jugarse la vida. El miedo… Ese resorte secreto que domina los nervios, el temple y la ilusión, que cada tarde destruye la confianza del hombre que pisa la arena vestido de luces. La novela en cuestión aborda así esta visión de la tauromaquia, dedicando atención preferente a aspectos profundamente humanos que afectan a muchos seres que intervienen en su brillante desarrollo, pero que en realidad quedan supeditados, dentro de lo que se cabe, a una emoción o perturbación tan tiránica como es el miedo; factor este que se erige en el centro motor de toda la acción fílmica a través de una ilación intensa y vibrante que a veces escalofría y, otras entusiasma, como los clarines de Taurologia.com Página 13 la fiesta, que nadie sabe lo que anuncian: victoria o muerte, gloria o fracaso”. “Acertó el voluntarioso realizador galaico en la elección del tema, que no tardó en quedar convertido en un aprovechable guión confeccionado por el propio autor en colaboración con Antonio Vich. La continuidad cinematográfica refleja bien las profundas calidades ambientales de la novela, enfocando certeramente los matices que más contribuyen a su esplendor, aspectos que poseen un sabor genuinamente cinematográfico y que no se pierden en esa trama de la que emana un extraordinario vigor. Antonio Román con oficio sólido y decididamente encauzado hacia el logro más espectacular posible de tan escollosa empresa, consigue reflejar con impresionante expresividad el conflicto interno del valiente y del miedoso. Fiel retrato de la lucha psicológica del héroe en su retiro o cuando está rodeado de una muchedumbre enardecida, e incluso cuando se enfrenta con el toro, su terrible enemigo”. La contraparte de “TORERO” que ve el drama de la fiesta brava desde lo individual es indudablemente por su acierto “El Momento de la Verdad” de Francesco Rossi que con elementos autobiográficos del diestro “Miguelín” nos ofrece una aguda crítica al entorno social en que nace y se desarrolla ese torero, en una España franquista, en que para los “lumpen”, los marginados no hay más expectativa de ascenso social que la que ofrece la difícil profesión de torero. La película llega a irritar al aficionado, porque Rossi va más allá de los entretelones del drama individual para presentar lo que hay de barbarie y de sádico en su público que se solaza viendo la angustia del torero por sobresalir, por ganarse unas migajas de aplausos, por ser alguien en esa sociedad cerrada y aristocrátizante de España. Una cinta más de crítica social que de toros, pero que de cualquier manera es una de las mejores de ambiente taurino. En esto del tema de lo social no puedo dejar de mencionar la cinta mexicana El Toro Negro, en la cual a través del drama de un torero mediocre, intento el guionista Luis Alcoriza realizar una crítica de la mitología del éxito y si bien el guión, aparentemente, permite intuir que estabamos ante una tragedia, la torpeza de dirección de Benito Alazraki reduce todo al nivel de melodrama, dejando de lado o simplemente no Taurologia.com Página 14 ahondando en lo que de denuncia social tenía la historia, protagonizada por Fernando Casanova, el cual aportó la idea original sobre la que trabajo el guionista, claro que a un público como ustedes resulta un tanto ocioso recordarles que Fernando Casanova, originario de Los Altos de Jalisco, en sus años mozos, cuando vivió aquí hacía “sombra” al lado de Bernabé Esparza, Javier Maceira y otros ilustres aspirantes a matadores de toros, al igual que él, a mediados de los años cuarenta, por lo que puede reflejar, precisamente “El Toro Negro”, parte de las experiencias personales de Casanova, en sus afanes por convertirse en figura del toreo, Lo cierto es que “El Toro Negro” por su característica de ser una obra fallida, nos deja con la inquietud y sensación de que en manos de un cineasta menos torpe que Alazraki, podría haber sido otra de las grandes cintas taurinas… Si la memoria no me falla y si bien en “Toros Bravos”, el personaje principal tenía discrepancias con su apoderado, mas que nada por razones de conflicto amoroso en que se interponía la bella Miroslava entre los dos o sean Mel Ferrer y Anthony Quinn, será en la película de Juan Antonio Bardem: “A las Cinco de la Tarde” donde se intente un acercamiento a la relación del torero y el apoderado, aunque con resultados cinematográficos no muy brillantes por cierto, más que nada por que la adaptación de la obra teatral de Alfonso Sastre: “La Cornada”, sobre el drama de un torero joven, en rápida ascensión, y el de un torero viejo, vencido por los toros y degradado por los toros, al tiempo que nos muestra las sucias maniobras de algunos apoderados desaprensivo y ambiciosos, que una vez que han exprimido lo mejor de su torero, lo abandonan, al primer destello de fracaso. La verdad que el director Bardem dominado por sus manías intelectualizantes, llevó la historia a una serie de situaciones inverosímiles, a las que pretendió cargar con un sinnúmero de simbolismos, al tiempo que no trascendía lo manido de los clichés con que atosiga su historia, desarrollada siempre en cuatro paredes, respetando el universo de la obra teatral, al grado de que es una película taurina, en la cual no vemos ni un sólo pie de imágenes de faenas de toros. La he mencionado, más que nada, porque es de las pocas cintas que intenta Taurologia.com Página 15 asomarse al universo de la relación apoderado-torero, pero con poca fortuna. Y antes de finalizar este breve repaso por las películas taurinas, voy a destacar como otra de las grandes al “Arruza” de Budd Boettichear. Documental realizado a lo largo de diez años, por el cineasta, el cual se dedicó a seguir al “Ciclón” en sus actuaciones de rejoneador por todas las plazas de la República. Y paso solo a mencionar la apreciable “Aprendiendo a morir” de Pedro Lazaga, realizada en 1962 y que nos dió a conocer a Manuel Benitez “El Cordobés”, aquí en México, ya que se estrenó, antes de que el controvertido torero hiciera su primera gira por nuestro país en 1963. Si bien en cuanto a temática no va más allá de “TORERO” no cabe duda que “Arruza” destaca por la sapiencia de Boetticher para hacer resaltar el espectáculo taurino como tal en toda su dimensión de belleza plástica que tiene. Puede uno soslayar su peregrina tesis de “porque regresan los toreros?, pero es indudable que en lo formal ”Arruza“ es una de las mejores cintas de toros, al lado de nuestra arbitraria trilogía de lo máximo del género, en que esta incluida como la número uno “TORERO”, a la que acompaña “El Momento de la Verdad”, pues quiero hacer hincapié que esta selección se hace, antes que nada, desde la óptica de lo cinematográfico, más que de lo taurino. Taurologia.com Página 16 Anexo 1 Los Toros en el Cine Por Xavier González Fisher, CINEFOREVER Hace algunos años, en una sesión del Centro Taurino México España, alguno de los asistentes a la tertulia afirmó que el llamado Séptimo Arte, era el que más daño le había hecho a la fiesta de los toros, principalmente por no haber sabido representar en su exacta medida los valores intrínsecos de ella y por redundar en lo externo, en lo que solo es apariencia, sin penetrar a la sustancia misma del toreo. Definitivamente creo que nuestro contertulio se refería a la faceta argumental del cine taurino, porque existe otro aspecto, de indudable valor, en el que el cine sirve de medio de difusión y engrandecimiento de la fiesta y este aspecto es el que se refiere al cine documental, que sin pretensión de construir una historia, nos presenta acontecimientos en la forma en la que sucedieron, perpetuándolos para el conocimiento de las generaciones futuras y para gloria o vejamen de sus protagonistas. Prueba de ello lo son las conocidas filmotecas de José Gan y Fernando Achucarro en España y la del Licenciado Julio Téllez y la de los sucesores del siempre buen amigo Ramón Avila Salceda en México. El cine taurino argumental difícilmente ha rebasado las fronteras del melodrama de folletín, en el cual el muchacho pobre que aspira a ser amado por la hija de potentados, a través de derrochar valor y gallardía delante de las astas de los toros tarde a tarde, consigue la gloria y el dinero y como consecuencia de ello, la posición social necesaria para culminar sus aspiraciones sentimentales. Existen varios ejemplos de esa clase de culebrones, partiendo todos de Currito de la Cruz, la obra de Alejandro Pérez Lugín el célebre Don Pío, llevado al celuloide en varias oportunidades. Sangre y Arena, de Vicente Blasco Ibáñez (1922), en su primera versión fue protagonizada por Rodolfo Valentino y que en su remake de 1941 fuera estelarizada por Tyrone Power y en su día parodiada por Cantinflas, el mejor torero bufo de la historia, en Ni Sangre, ni arena. La Hora de la Verdad, con Ricardo Montalbán (1944); Un Domingo en la Tarde (1938) y Toros, Amor y Gloria (1943), estelarizadas por el Califa regiomontano Lorenzo Garza, que además fue acreditado como el autor del guión de esta última y Mi Reino por un Torero (1943) con Carlos Arruza, son otras muestras de esta manifestación de cine taurino. Taurologia.com Página 17 Como se aprecia de los anteriores ejemplos, todas esas películas se refieren principalmente a enredos sentimentales entre toreros y bellas damas, pero al aficionado le resulta evidente que ni se penetra al fondo de las cosas de la fiesta, ni se intenta siquiera desentrañar su verdadero sentido. Algunos realizadores se ha preocupado por otros aspectos del torero como protagonista de la fiesta. Francesco Rossi realiza en 1964 Il Momento de la Veritá (El Momento de la Verdad), teniendo como protagonista a Miguel Mateo Miguelín y en la trama intenta desarrollar el aspecto sociológico de la fiesta, al presentar el caso de un joven andaluz que sale de su medio rural hacia la ciudad, con el objeto de ser alguien. Al fracasar en varios intentos, el protagonista decide hacerse torero, pero dejemos que Tomás Pérez Turrent nos explique esto: …estamos muy lejos del elegido. Es un desesperado que encuentra una vía única para escapar a su destino. El torero a base de valor triunfa y finalmente es matado por un toro . . . Como lo había hecho en Salvatore Giuliano anteriormente, Rossi analiza un mito . . . El torero no es el elegido que obedece a una vocación de sangre y muerte, es un trabajador que busca sacar la mayor cantidad de dinero de su corta carrera para integrarse a la clase de poseedores. Pero no es nada mas esto, si así fuera, el personaje podría ser un boxeador o un futbolista. El propósito de El Momento de la Verdad es describir la carrera del torero en paralelo con la sociedad en que se da. (Revista de Revistas, número 3912, 18 de enero de 1985, Pág. 44). Como podemos deducir de la crítica de Pérez Turrent, la fiesta de toros no es mas que un escenario para esa cinta en particular, sin que se intente penetrar en el ambiente taurino mas allá de lo estrictamente necesario y por ello, la película tampoco entra al fondo de las cosas, quizá por la visión parcial que de la misma se nos ofrece en ella. Hay dos películas realizadas en torno a la fiesta de toros en las que a mi juicio sí se trata de revelar en alguna forma los valores intrínsecos de esta manifestación cultural de nuestros pueblos. La primera de ellas es Torero (1956), producida por Manuel Barbachano Ponce y dirigida por Carlos Velo. En Torero, se trata de mostrar de alguna forma la psicología del que se viste de luces. Jorge Ayala Blanco atinadamente comenta que Carlos Velo intenta descubrir en este filme la densidad propia de torero como ser humano y el resultado es que en gran medida el personaje fílmico y la persona real logran una real identificación. Sobre esto afirma Ayala Blanco: No estamos aquí frente a la fiesta brava llena de colorido y enormes atributos folclóricos. (La Aventura del Cine Mexicano.- Edit. Posada, 2ª Edición, México 1979, Pág. 285). Taurologia.com Página 18 Es decir, la realización de Velo (co – argumentista junto con Hugo Butler), penetra mas bien en la realidad humana del torero, dejando de lado el oropel que en ocasiones envuelve a la fiesta y a su ambiente. La otra película a la que me he referido, es un documental realizado por Budd Boetticher titulado Arruza, mismo en el que se ilustra en buena forma lo que fue la vida de Carlos Arruza, haciendo énfasis en los últimos cinco años de su vida. Cabe señalar que este documental quedó trunco debido a la muerte del torero en un accidente automovilístico. Debo agregar aquí que Arruza reivindica cinematográficamente al torero, después del patético resultado obtenido en Mi Reino por un Torero. En Arruza se toma una visión más global de la vida del torero, enfrentando no nada mas su propia angustia como protagonista de la fiesta, sino también las de aquellos que lo rodean. Recuerdo un pasaje en el cual el Ciclón Mexicano, ya retirado de los ruedos, recorre a caballo y vestido de charro, los cerrados de su finca de Pastejé, acompañado por su esposa. Un utrero se corta de la piara y para evitar un desaguisado, Arruza lo encela con el caballo para reunirlo con sus hermanos. Al observar esto, su mujer comenta angustiada su presentimiento de que la paz hogareña iba a estar en peligro. Eso que hizo Arruza, lo vivió de niña en Andalucía y se llama toreo a caballo, el que practican los rejoneadores. El tiempo le daría la razón a la esposa del torero, pues este inició una brillante carrera como representante del Arte de Marialva. Por otra parte, Arruza es un excelente documental ilustrativo de la técnica del torero que la protagoniza y es indudable su valor didáctico para los aspirantes a conocer la fiesta. Concluyo afirmando que quizá el cine argumental ha podido dañar a la fiesta de toros al presentarlo exclusivamente como un espectáculo propio del folklore de una serie de pueblos, pero igualmente ha contribuido a engrandecerla, ya que los documentos fílmicos relativos a su historia y a la de sus protagonistas, son la mejor herencia que los aficionados hemos podido recibir, pues ellos nos permiten conocer más a fondo el arte de todas las artes que es la fiesta de los toros. Suerte y hasta una nueva oportunidad. Taurologia.com Página 19