A busca da árvore da imortalidade

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Paulo Coelho
La búsqueda del árbol de la inmortalidad
Cuenta el famoso poeta persa Rumi que cierto día, en una
aldea del norte de lo que hoy es Irán, apareció un hombre que contaba
historias maravillosas sobre un árbol que daba la inmortalidad a quien
comiese de sus frutos.
La noticia no tardó en llegar a oídos del rey, pero antes de
que éste pudiera preguntar dónde se hallaba tal prodigio de la
naturaleza, el viajero ya había partido.
El rey, sin embargo, estaba decidido a hacerse inmortal, pues
quería gozar de tiempo suficiente para convertir su reino en un ejemplo
para todos los pueblos del mundo. Cuando era joven, había soñado con
hacer desaparecer la pobreza, enseñar la justicia y alimentar a todos y
cada uno de sus súbditos. Pero al cabo de poco tiempo se dio cuenta de
que ese trabajo duraría más de una generación. Ahora, sin embargo, la
vida le daba una oportunidad y él no iba a dejarla escapar.
Llamó al hombre más valeroso de la corte y le encomendó la
tarea de encontrar aquel árbol.
El hombre partió al día siguiente, llevando consigo dinero
suficiente para obtener información, comida y todo lo necesario para
alcanzar su meta. Preguntado y ofreciendo recompensas, e hombre recorrió
ciudades, atravesó llanuras y escaló montañas. Las personas honestas
respondían que ese árbol no existía, los cínicos demostraban un respeto
irónico y algunos trapaceros lo enviaban a lugares remotos con tal de
conseguir unas monedas a cambio.
Después de muchas decepciones, el hombre resolvió renunciar a
su búsqueda. Pese a sentir una inmensa admiración por su soberano, iba a
regresar con las manos vacías. Sabía que con ello perdería su honor, pero
estaba cansado y convencido de que el árbol no existía.
En el camino de vuelta, al subir una pequeña colina, recordó
que allí vivía un sabio. Pensó: “no tengo esperanza de encontrar lo que
buscaba, pero por lo menos puedo pedir su bendición e implorarle para que
rece por mi destino.”
Al llegar frente al sabio, no aguantó más y rompió a llorar.
-¿Por qué estás tan desesperado, hijo mío? –preguntó el
hombre santo.
-El rey me encomendó la tarea de encontrar un árbol único en
el mundo, un árbol cuyo fruto nos da la vida eterna. Siempre he cumplido
mis tareas con lealtad y coraje, pero esta vez regreso con las manos
vacías.
El sabio echó a reír:
-Lo que buscas existe, y está hecho del agua de la Vida que
proviene del infinito océano de Dios. Tu error fue buscar una forma, un
nombre.
“A veces eso que buscas se llama “árbol”, otras veces, “sol”.
La podemos llamar cualquier cosa que exista sobre la faz de la tierra.
Sin embargo, para encontrar el fruto hay que renunciar a la forma, y
buscar el contenido.
“Cualquier cosa en la que está la presencia de la Creación es
eterna en sí misma. Nada puede ser destruido; cuando nuestro corazón para
de latir, nuestra esencia se transforma en la naturaleza que nos rodea.
Podemos convertirnos en árboles, en gotas de lluvia, en plantas, e
incluso en otro ser humano.
“¿Por qué detenerse en la palabra “árbol” y olvidar que somos
inmortales? Renacemos en nuestros hijos, en el amor que manifestamos para
con el mundo, en cada uno de los gestos de generosidad y caridad que
tenemos.
“Regresa y di al rey que no tiene que preocuparse de
encontrar el fruto de un árbol mágico: cada actitud suya y cada decisión
que tome ahora permanecerán por muchas generaciones. Pídele, por tanto,
Paulo Coelho
que sea justo con su pueblo; si hace su trabajo con dedicación, nadie lo
olvidará, y su ejemplo influirá la historia de su gente y estimulará a
sus hijos y nietos a actuar siempre de la mejor manera posible.
“Y dile también lo siguiente: todo aquél que busca un nombre,
permanecerá siempre atado a las apariencias, sin descubrir jamás el
misterio oculto de las cosas ni el milagro de la vida.
“Todas las luchas que entablamos son por causa de los
nombres: propiedad, envidia, riqueza, inmortalidad. Pero cuando olvidamos
el nombre y buscamos la realidad que se oculta tras las palabras, tenemos
todo lo que deseamos, y también tenemos paz de espíritu.”
© Traducción: Juan Campbell-Rodger
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