173 CAPÍTULO VIII RELACIONES ENTRE JUECES, ABOGADOS, FUNCIONARIOS, EMPLEADOS Y PARTES LITIGANTES. Bajo el título genérico de “relaciones” este capítulo trata los siguientes temas: 1) El tratamiento de los jueces, funcionarios y empleados hacia los abogados, con motivo de la gestión judicial, que incluye el trillado tema del “tratamiento igualitario”. 2) La recepción de los abogados por parte de los jueces y funcionarios, cuando los primeros solicitan verlos con motivo de las causas: su permeabilidad o resistencia a hacerlo. 3) La percepción que el magistrado o funcionario tiene de la corrección o incorrección de ser visitado por los abogados por tal motivo. 4) El tratamiento de los abogados hacia los jueces, funcionarios y empleados, con motivo de la misma gestión. I. El tratamiento de los jueces, funcionarios y empleados hacia los abogados con motivo de la gestión judicial. Consideramos ahora las opiniones del fuero civil en materia de tratamiento de los abogados, en la equiparación debida a la función judicial. Se les preguntó a los entrevistados si creían que los abogados eran tratados como iguales de los jueces en su ejercicio profesional, tanto por ellos, como por los restantes magistrados, funcionarios y empleados del tribunal, y si estimaban que se les depara un tratamiento similar a un magistrado, de conformidad con el art. 58 del C.P.C.C. En la investigación anterior señalamos la distancia que existía entre el tratamiento prescrito y el real, según los abogados. En la parte cualitativa del trabajo, estimamos que la distancia estaba confirmada por los términos de los abogados, la mitad de los cuales indicó que no se sentía tratado como igual. Sin embargo, muchos de ellos distinguían el trato no igualitario de la distancia social necesaria por la función, posición en cuyos extremos no coincidimos. Aparecía una falta de fluidez en la comunicación, por diversos motivos (prejuicios y sospechas, por un lado, decisión de que así fuera, o imposibilidad de acceso por el otro) para muchos de ellos, que no parece necesario incorporar como ingrediente para administrar justicia correctamente1. El presunto equilibrio entre las respuestas que reconocían trato igualitario y las que no lo consideraban así, se rompió en la etapa siguiente. En el estudio cuantitativo, se preguntó específicamente si al concurrir a Tribunales, se sentían tratados como iguales de los jueces. Las respuestas fueron para las categorías de aceptación, (siempre y muchas veces) 25 % en total y para las de rechazo (algunas veces y nunca) 73 %. El 36 % respondió “nunca”. Analizadas las categorías, no hubo diferencias por sexo, aunque el trato mejoraba en la opinión de los abogados mayores; los jóvenes se quejaban más (88 %). Era significativo también el análisis por Colegios de matriculación: en algunos del interior era manifiesto el trato respetuoso declarado (también había algunos Departamentos de igual dimensión en que tal respeto no existía), y en algunas ciudades principales y otras del G.B.A., fueron notorias las declaraciones de mal trato 2. El tema es ahora ver cómo los jueces y funcionarios enfocaban el asunto. Nuestra hipótesis es que, a diferencia de lo que piensan los abogados, los jueces en su mayoría consideran que se los trata igualitariamente. Las 35 respuestas más relevantes, categorizadas por los principales criterios que pudieron definirse, son las siguientes: A) Son tratados como iguales. 1 2 PAPBA, I, pag. 191 y ss. PAPBA, II, pag. 119 y ss. 174 1) Aquí hay tratamiento igualitario. Los empleados tienen en claro el trato que hay que darle al abogado. Se lo hemos inculcado, y yo lo hice en todos los puestos en los que estuve. Cuando ha venido algún abogado a quejarse de un mal trato del empleado, se ha llamado la atención al empleado. El juez no es un personaje estrafalario en la cumbre, sino que está prestando un servicio. Tengo muy claro que estamos para eso. Para cada litigante su pleito es lo más importante del mundo y hay que tratarlo así. A mí me hace daño la incertidumbre, y pienso que el que está hace diez años para que le resuelvan algo, sufre mucho. Uno no sabe si está bien lo que hace, pero trata (C 60/64 no ejr CI). 2) El maltrato se evita poniendo en mesa de entradas gente muy especial. Este tiene la atención al público. El abogado que anda todo el día, puede tener un trato desigual con aquél que viene de Capital y no lo conocen. Eso se da en todos los órdenes, aunque sea una mala práctica. El conocido en el juzgado entra directamente a hablar, y hay que cuidar la imagen, es lo difícil (C 60/64 no ejr G.B.A.). 3) Creo que los abogados son tratados como iguales de los jueces. Yo los trato como corresponde, como iguales (Jza 55/59 ejr. 1/4 CI). 4) En mi juzgado sí. No se si en todos. Me enorgullezco del personal que tengo. Quizá tengan falencias de capacidad, pero tienen buena voluntad para trabajar. Yo se lo que es estar del otro lado, y traté de inculcarles eso, aunque eran buenos cuando yo entré, respecto de ser servicial. Yo mismo tengo las puertas abiertas, cuando un abogado quiere verme, dejo todo y que pase. Los letrados no me ocupan demasiado tiempo. Los de otros Departamentos Judiciales me llevan más tiempo. En ...(Departamentos del G.B.A.) era distinto cuando yo trabajaba. Yo tenía dificultad allí para que me atendieran como abogado. Aquí el empleado puede solucionar muchos temas. Si viene el empleado diciéndome que hay un abogado de afuera que trae un escrito y pide si puede salir despachado, llamo al oficial primero o a la secretaria para ver si lo hacemos. Hay pedidos seguidos de ese tipo. Las razones de urgencia se entienden. Algunos se van del otro lado y abusan de ese tipo de pedido, pero uno los va conociendo, al igual que los empleados. Si es una medida cautelar, de acuerdo, pero si es de mero trámite que espere un día o dos (J 55/59 ejr 5/9 CI). 5) Yo estoy convencida que debe ser así y es lo que trato. Ahora, si en algún momento no se da es en contra de lo que yo propongo. Tuve problemas en un sólo caso que me asombró mucho porque fue una queja respecto a alguno de mis secretarios que son unas personas que cuidan mucho el trato con los abogados. Nunca tuve problemas (Jza 45/49 ejr 10/14 G.B.A.). 6) Nunca tuve problema, ni como abogado, ni como juez. Nunca tuve recusaciones por enemistad, si tuve alguna fue por amistad. Cuando ejercía la profesión, todos los jueces me han recibido muy bien, me trataron bien. Con los empleados no tuve problemas, pero cuando me recibí como era empleado, también me conocían. Yo tengo una convivencia pacífica con todos (J 45/49 ejr +15 CP). 7) En este Juzgado el tratamiento es igualitario. Se le da un amplio trato como marca el Código Procesal a todo el mundo. Que haya errores, los puede haber, lo que pasa es que hay que ver cómo interpreta el abogado un error del juzgado. De todas maneras el art. 58, no solo hay que reclamarlo, sino en cada escrito que hago tengo que acordarme de él. Si esa norma que dice que en cuanto al trato y jerarquía están equiparados con los jueces se cumpliera, sabe cuántas cosas nos ahorraríamos. Veo que eso se invoca cuando las papas queman (J 40/44 no ejr G.B.A.). 8) Acá el abogado es tratado como igual del juez. Para mi tienen la misma importancia que el juez, en el sistema judicial. Por mí sí. Yo no se que pasa en otro juzgado (J 40/44 no ejr CI). 9) Creo que existe, pero le hablo de mi juzgado; yo personalmente valoro al profesional como a un colega. Nunca me senté en el sillón de juez pensando que soy más que un abogado. Yo soy otro abogado que está en otra función, pero soy un colega y como tal los valoro y mi secretaria lo valora así, y mis empleados le dan la misma jerarquía. Un abogado es como un juez del otro lado del mostrador. Yo jerarquizo a todos los abogados, además nunca considero o menosprecio el trabajo profesional del colega. En respuesta a eso me gustaría también que conservara sus límites éticos, que tratara de superarse día a día, que tratara de elaborar y fundar las demandas, que eso ayuda increíblemente al juez (Jza 55/59 ejr 10/14 CP). 10) Aquí el trato es igualitario. Yo lo fomento en el juzgado, pero es general en la ciudad. Somos corteses y tenemos trato igualitario. El abogado que me quiere ver, toca la puerta y habla. El que tiene poder no debe discriminar. El abogado que no me gusta tiene el mismo drama que el otro: solucionar el problema de una persona. Así, no puedo discriminar aunque no me guste; es parte de la lealtad: no puedo recibir a uno que me gusta y no hacerlo con el que no me gusta porque el problema no es de ellos, sino del particular que espera solución (J 45/49 ejr 1/4 CP). 11) En ... (ciudad del interior provincial) los abogados no creo que reciban un tratamiento de menosprecio ni mucho menos. Yo diría que no. Incluso es una característica de muchos juzgados recibir a todo el mundo para lo que necesite. Si tienen un trato indebido por parte de algún empleado, o de algún secretario, si no lo transmiten es porque no quieren, o porque por ahí es cierto que uno se encuentra a la misma gente todo el tiempo. Pero incluso a uno le interesa recibir las quejas aunque sea anónimamente porque quiere que el juzgado funcione bien. El juzgado entiende que esto es un servicio público, yo como todo el personal está el servicio de la gente. Si hay algo que funciona mal, a mí me interesa que me lo digan para cambiarlo. Porque somos humanos y tenemos diferencias. Por ahí hay cosas que yo puedo resignar y otro dice: no, para mí eso es inamo- 175 vible. Pero por ahí nos faltaría a lo mejor juntarnos un poco más, porque uno con el trajín diario va tomando particularidades que el vecino no las toma. Entonces por ahí hacemos una especie de Código paralelo que el de al lado no hace. Y hay infinidad de esas cosas que se pueden eliminar, y que no se han eliminado porque nadie dijo: “Ojo, que son el único juzgado que hace esto”. Cosas que por ahí ni siquiera son importantes y uno ni sabe de dónde salieron. Tenemos un personal que por ahí un día se levantó mal, y atiende al profesional ni en siete puntos. Y el profesional por ahí sale de un juzgado donde tuvo un mal momento, y viene mal. Pero en general el trato es muy bueno (J 45/48 ejr 1/4 CI). 12) Yo creo que acá, al menos por lo que sé, los abogados son muy bien tratados. Yo, por ejemplo, recibo a todo el mundo. Pero eso acá es algo habitual. Yo tengo amigos en Buenos Aires que han visto a dos secretarios en el último año. Acá si piden hablar no hay problemas, y creo que en la mayoría de los juzgados es así. Hay por supuesto una serie de grados que ya el profesional que ha pleiteado unos añitos conoce. Esto se lo pido al empleado, esto al secretario y ya por este asunto hablo con el juez. Son generalmente los nuevos los que creen que por una cédula tienen que hablar con el juez directamente y cosas así. Pero eso por falta de experiencia (J 55/59 ejr -5 CI). 13) Por lo general el trato con los abogados es muy respetuoso, cordial, y lógicamente hay mayor o menor relación con uno o con otro, pero eso se maneja en carriles satisfactorios (J 65/69 ejr 25/29 CI). 14) Creo que el respeto se debe a toda persona, no por la función o el cargo que tenga. Los expedientes están al servicio de ellos. Se le da un trato preferencial, porque la parte no puede venir por sus fueros a litigar, de modo que respetar al abogado es respetar a la parte. Las quejas acá no exceden la atención de la mesa de entradas, la falta de espacio, de personal y las demoras (J 45/49 ejr 1/4 CI). 15) Existe, no sólo en este juzgado sino en general. Cuando yo ejercí la profesión me sentí muy respetado cuando tuve que hablar con algún funcionario, secretario e incluso con el juez. No solo en ... (Cabecera departamental) sino en los juzgados de Paz de ... (ciudades intermedias). Acá, yo que estuve de los dos lados puedo decir que se actúa con mucho respeto, tanto de abogados por los funcionarios como en sentido inverso (S 30/34 ejr 5/9 CP). B) No son tratados como iguales. 16) En realidad, a veces, no hacemos un tratamiento igualitario. Algunos jueces en esta jurisdicción no reciben a los abogados. Hay temor a recibirlos. Hay problemas con esos jueces. Otro juez es terrible, dice que está todo mal hecho, y dificulta el trato con los abogados. Los abogados a veces tampoco los tratan bien a ellos. El empleado se siente protegido desde el juzgado, porque está de este lado. Hacer un trabajo de persuasión y decirles que hay que tratar al abogado igualitariamente, es difícil. Hay que estar encima todo el tiempo, porque no se siente eso de adentro. Les decimos “por qué le hablaste así, por qué le contestaste así”, continuamente. Eso a nivel de juzgado. El empleado aquí está presionado, en una situación de conflicto (C 54/49 no ejr CP). 17) Los abogados no son tratados como iguales por los jueces. Hay un prejuicio que muchos no han conseguido vencer. Por ejemplo: un abogado que quiere entrevistar al juez, y el juez lo hace esperar o ese tipo de cosas. O en las audiencias se ven manejos arbitrarios. Y bueno, la culpa es también de los abogados que lo consienten. En ... (Departamento del G.B.A. en el cual el entrevistado fue juez) había más formalidad en el trato con los abogados. Acá es para mi gusto exageradamente informal. El respeto requiere de ciertas formas. El trato entre empleados y abogados no es bueno porque veo excesiva familiaridad. Acá en la Cámara hemos dado un corte con eso. Como el personal lo nombramos de inicio, en eso fuimos claros. Se quería un trato ultrarrespetuoso; para nada burocrático, pero no permitirle al abogado que acorte distancia y al empleado tampoco. Y, bueno, se exige un trato inmediato, diligente y -no importa que sea un abogado o una persona justiciable - permanentemente mirarlo a los ojos y cada vez que se presenta un problema, el problema ya deja de ser de esa persona y pasa a ser de uno, y uno lo tiene que resolver. Pero en general, no, no ha habido grandes problemas. Usted dirá que somos formalistas, pero no. Ahora me doy cuenta que tendría que haberme puesto el saco cuando usted llegó, pero se ve que he cambiado. Se ve que me estoy poniendo viejo, pero no sé, le doy mucha importancia a estas cosas. Y la excesiva familiaridad no ayuda al letrado. Después se desubica y vienen las quejas. Y acá en la Cámara nunca hemos tenido una queja por el trato que nuestros empleados dispensan a las partes o a los letrados. Quejas formales no ha habido; a veces alguna oral. Pero tienen la directiva de no discutir. Cuando el asunto los rebasa, se dirigen al secretario o al juez (C 45/48 no ejr CI). 18) Yo creo que los abogados no son tratados como iguales de los jueces. En primera instancia yo les exigía a mis empleados que trataran como iguales a los abogados, pero esto no ocurre. El abogado mismo produce errores, se equivoca y hay algún tipo de sanción en el distinguir entre su posición y la del juez.(C 50/54 no ejr CI). 19) No hay. El art. 58 no se aplica, los abogados se quejan y a veces con razón. No digo un abogado joven, que puede bancarse colas o lo que sea, pero uno que tiene una trayectoria y muchos años, va a mesa de entradas, el expediente no está, quiere hablar con el juez, no lo puede atender, el secretario tampoco, está en audiencia, y así, hace mella en su honor. No creo que sea voluntad del juez no atender igualitariamente. Pero el medio lo hace no igualitario. (SC 30/34 no ejr CP). 176 20) No creo que el trato para con los abogados sea el mejor. Creo que se podría mejorar la atención hacia el magistrado, es producto de algo más importante como la falta de mejores condiciones de trabajo tanto para ellos como para nosotros, pero nosotros con lo que contamos podríamos dar una mejor respuesta, un mayor sentido de servicio y mayor voluntad (S 45/49 no ejr G.B.A.). 21) Entiendo que no son tratados como iguales. El abogado es mal tratado, y también maltrata. Doy fe que me esfuerzo por atender lo mejor que puedo a cada uno, pero no puedo atender a todos los que quisiera. Cuando me dicen que un abogado me quiere ver, en general le digo al empleado que les conteste la consulta de tal manera. Si aún así me quiere ver, que venga. Hay gente tan educada que aunque tenga que plantear un error que cometió el juzgado, viene con la mayor buena predisposición, y hay gente que no. Pero en general he notado que el abogado no es bien tratado. A veces la gente se queda contenta con que uno la escuche, no más. Eso me llama la atención, porque no están ni siquiera pidiendo la solución, quieren llegar al secretario o al juez para decirles lo que piensan. Vienen a decir cual es su problema, y a veces con que uno separe el expediente, con decirles que hace lo posible para ocuparse, se quedan conformes. Eso me lleva a pensar que no son bien tratados. Además me lo dicen. “Ah, Ud. doctora, me atendió, en otros juzgados ni me atienden...”. No lo puedo entender. Cómo que el secretario no los atiende, quien es el secretario? el Papa? (SC 25/29 no ejr G.B.A.). C) Depende del juzgado. 22) En líneas generales hay un trato diferencial. Cada juzgado es un mundo. Hay muchas circunstancias o elementos que generan conductas diferentes. Según como se venga dando en el juzgado el trato, eso se mantiene. Si los nuevos empleados ven que los veteranos tratan con deferencia, se encaminan hacia eso. Antiguamente el capataz -- el oficial primero -- era el encargado de tener a raya a los de mesa de entradas y tenía un trato muy deferente con los profesionales, y estos con aquél, con el que se conectaban normalmente por algún problema. El oficial primero era el que iba indicando el trabajo a los empleados, y los iba tratando con más deferencia cuando progresaban. Por ejemplo, cuando pasaban adentro a proveer, el trato era diferente, y era más riguroso con el nuevo que lo reemplazaba. Esa visión jerárquica se transmitía a todo el personal. Cuando no existía eso, cuando las jubilaciones masivas hicieron que se fueran todos los oficiales de la guardia vieja, quedó al frente del personal jóvenes que ya venían con otro trato, y esta fue la nueva pauta. Nunca faltan algunas rispideces, pero nunca me han hecho planteos a mí sobre maltrato profesional, y por la forma en que se porta el personal aquí, no pasa. Muchas veces las cuestiones se solucionan con “mandalo a tal lado” o “hacé tal cosa”. Muchas veces no se da, y sin juzgar a mis colegas, si el oficial primero no atiende, el secretario tampoco, y el juez tampoco, los problemas aumentan. Hay temas triviales que con una palabra del juez se solucionan y el abogado está dando vueltas desde las 8 hasta las 12. Cuando uno está del otro lado del mostrador, no tiene tiempo para eso. Espera una respuesta inmediata, blanco o negro, y a otra cosa. Eso lo aprendí como Defensor. Por otro lado, el trato depende de cómo el profesional se acerque a la mesa de entradas. El empleado está atento a ver como va a ser la conducta del profesional en el manejo diario. Si le empieza a preguntar temas rudimentarios, logra un trato fluido con el empleado, pero disminuye su jerarquía y su imagen. Los abogados nuevos, prácticamente, preguntan cómo tienen que hacer las cédulas, y cosas así (J 40/44 no ejr CI). 23) Acá el abogado es tratado como un juez. Probablemente no es lo que ocurra en otros juzgados. Nosotros controlamos mucho a la mesa de entradas. Recomendamos el mejor trato posible a los abogados en la mesa. No se olvide que la justicia es un servicio, entonces tenemos que brindar sencillez, cordialidad, buen trato, nada de sofisticación ni rebusque y una imagen de austeridad (J 45/49 no ejr G.B.A.). 24) En nuestro tribunal son tratados como iguales. En otros casos me da la impresión que, para algunos jueces, entre Dios y la tierra están ellos. Y no es así. Jueces y abogados somos iguales porque fuera de servicio somos personas comunes. No tenemos más derechos que los abogados, tenemos más deberes porque al tener mayor posibilidad de violar la ley tenemos una mayor obligación de respeto. Dentro del sistema hay personas soberbias que no están preparadas para el cargo de juez. El cargo no da prerrogativas sino deberes. Eso no quita que si en algún momento hay que poner los puntos sobre las ies se pongan, pero eso es en casos muy particulares (JF 45/49 ejr 5/9 G.B.A.). D) Depende de la instancia o del fuero. 25) Creo que se los trata bien, aunque esto es una materia individual que hace a la personalidad de cada uno. Todo depende de como uno se pare. Con los abogados no hay dificultad ni demérito. Yo no me siento más por estar en la justicia que en la profesión. Con los empleados, siempre he recibido críticas por parte de los abogados, y creo que están justificadas. El abogado está más de gestor que de abogado, con el tiempo que se pasa haciendo trámites con resultados pobres, y con respuestas que son denigrantes para ellos. No puede estar sometido a una mesa de entradas que le diga “El expediente no está en letra.” Y por qué no lo busca? “No tengo tiempo, doctor”. El abogado no está para eso, pero desgraciadamente el sistema ha llevado a eso. Causas que no terminan nunca, quiebras que llevan todo el tiempo del juzgado, pasillos abarrotados. El empleado muestra las uñas de la burocracia en algo que no tiene que ser. La burocracia entró en la justicia, y el empleado se hizo un burócrata. Yo conocí un tiempo y no tan lejano, donde el oficial primero era un señor, y cuando iba el abogado a verlo, se paraba, lo trataba de Ud. y le daba explicaciones sobre el expediente. Ahora le dice: “Qué querés? no tengo tiempo, vení, mañana”. En Cámara el tratamiento de los abogados es diferente, porque es más distanciado, pero en primera instancia se sienten agredidos y deben reaccionar. No puede ser que 177 todos los días tengan cuestiones de este tipo. Alguna vez cuando fui juez recibí quejas de abogados contra una empleada por mal trato. Los llamé a ambos y le di la razón al abogado. “Mire, este hecho no se tiene que repetir, el Doctor tiene todo el derecho del mundo en hacer la crítica, Ud. le busca su expediente, que es su medio de vida, y si no puede, le explica lo mismo de otra manera”. Traté de enmendar esas cosas, pero el empleado está saturado por el trabajo excesivo, por las dificultades que soporta. La Asociación de empleados es demasiado permisiva. Tiende más a amparar a la persona que buscar la verdad. Es corporativista, pero también ocurre con los jueces y los abogados. (C 55/58 no ejr CP). 26) Este tema merece una respuesta personal. Con respecto a mis colegas jueces y mis colegas abogados he tenido las mismas respuestas en lo verbal, escrito y gestual. Pero admito que de parte de algunos órganos de administración, no siempre es así, y esa norma no siempre se cumple. Quizás ocurre también a la inversa, la relación entre jueces y abogados no es simple en el proceso, las aristas del carácter, de la personalidad y formación cultural de cada uno influye. Los que hace más de 25 años estamos en la justicia hemos visto un marcado deterioro en la calidad personal de los auxiliares, que posteriormente serán funcionarios y magistrados. Errores en la designación, donde no se ha elegido los más capaces. Son comprensibles las protestas del abogado que debe esforzadamente litiga en tribunales con colaboradores en los cuales no encuentra eco. Eso pasa en primera instancia, en la Cámara no pasa, somos cuidadosos en la selección del personal y promoción de los ascensos (C 60/64 no ejr CP). 27) No sé qué ocurre en el Poder Judicial en general, pero entiendo que en el fuero de familia en particular el respeto entre jueces y abogados es un elemento imprescindible, porque estamos ante situaciones de mucho conflicto humano y jurídico. En nuestro Tribunal existe paridad en el tratamiento con los abogados y creo que, en los juzgados de este Departamento, esta es una línea de comportamiento (JF 40/44 no ejr G.B.A.). E) A veces son tratados como iguales. 28) No siempre los abogados son tratados como iguales de los jueces. Los jueces consideran que son semidioses, que están en una posición más elevada. Yo siempre consideré como colega al abogado. Lo cual no significa que le rechace algunas peticiones o no lo trate de ubicar. Mi relación con ellos es buena, pero veo que hay algunos que no son tratados muy bien. Hay veces que falta una verdadera situación de diálogo importante. Yo no tengo problemas con los letrados, me gusta mucho que planteen su punto de vista. Por lo general se presentan como verdaderos colaboradores de la justicia y no noto que existan diferencias en cuanto a generación o sexo, por las razones que ya le mencioné. Es muy importante que el abogado esté comprometido con su función. En ese caso tenemos verdaderos compañeros. Me siento estimado y totalmente reconocido por los abogados del Departamento Judicial (C 50/54 ejr 5/9 CI). 29) Puede haber trato desigual según jerarquía, prestigio, localismo o extranjerismo. Es cierto que en la relación profesional se cuelan elementos de una relación preexistente. Los modos de acercamiento pueden diferir. Lo más grave es el no trato. Cuando yo me inicié los jueces se resistían a recibir, se enclaustraban, era todo una ceremonia para que recibieran al abogado. Hoy ha ido desapareciendo. Parecía que en su despacho el juez parecía más juez o era más conocedor, que si se corría el velo y lo conocía (C 50/54 no ejr CP). 30) El trato con el profesional es una de las cosas más conflictivas que existe. Por supuesto que se insiste con el tema del buen trato, por parte de la gente de mesa de entradas, el tema del buen trato sobre la base que aquel que está del otro lado del mostrador no es un enemigo, está trabajando y haciendo algo que nos interesa a nosotros. A veces, resulta difícil por la gran cantidad de gente, en estos momentos, atendemos por día aproximadamente entre 400 y 600 en mesa. Es mucho. De todas esas, no todas viene de buen humor. Además, tal vez se bancó una cola de media hora y le dijeron: no está, y el hombre o la mujer -empieza: “pero cómo!”... y el empleado que hace tres o cuatro horas que está atendiendo, le contesta y se va haciendo el círculo vicioso de que “me agrede, lo agredo”. El trabajo en ... (Departamento del G.B.A en el cual el entrevistado es juez.) es muy grande, además el cuidado de que no falte el expediente, o parte de él, que no se le entregue a quien no corresponda, a veces se tomaron medidas de seguridad, como pedir la credencial, pero no fueron bien recibidas por los abogados, y los comprendo, porque hace perder tiempo. Se crea tensión y mucha presión. Creo que todo eso deriva de la falta de infraestructura, concretamente, de número de juzgados para atender adecuadamente a todos y trabajar con cierto margen de tranquilidad. En mi juzgado, camina porque tengo empleados muy buenos que se quedan sin que se los pida, hasta las cuatro, cinco o seis de la tarde.. Se equivocan, por supuesto, todos nos equivocamos (J 55/59 no ejr G.B.A.). 31) Depende, entre los jueces jóvenes y los abogados el trato es igualitario. Yo soy el tipo de juez joven y es bastante difícil hacer camino con esta imagen. Hay diferentes estilos de jueces. Hay jueces que están vestidos de jueces todo el tiempo y en todas partes. En estos casos es difícil el trato igualitario. Pero debería procurarse. Los abogados, a veces, desean encontrarse con jueces de gesto adusto al que tratan mejor que al juez joven, que intenta de colaborar con él. Hay un libro de Calamandrei que habla sobre las relaciones de los abogados y los jueces. Cierra cada capítulo con una balanza en la que hay un libro gordo de un lado, y una rosa del otro que pesa más que el libro. Y recuerdo que en uno de los capítulos comienza con una imagen de una mesa a la que están sentados el juez y los abogados procurando resolver el problema. Esa es la relación perfecta que deberíamos tener unos y otros (Jza F 40/44 ejr G.B.A.). F) En lo personal, si, en el sistema no. 178 32) El trato es igualitario, por lo menos las instrucciones que damos a los empleados es que a los abogados hay que tratarlos con altura y consideración al igual que a los magistrados. Pero cada juzgado tiene largas colas, esto no pasa en ... (otro Departamento Judicial de la provincia) ni lejanamente, donde los abogados son atendidos como señores, los hacen pasar adentro, les dan un café, charlan todos... Acá después de la cola, quizás el expediente no está en letra, es un atentado contra la dignidad del abogado que tenga que esperar y hacer semejantes colas, o en las audiencias. También es un atentado contra la dignidad de los jueces, funcionarios y empleados que tengan que vivir en trabajo forzado, en un fárrago de expedientes que llegan a marear y se incurre en errores (C 65/69 ejr 15/19 G.B.A.). 33) Una cosa es la relación directa entre el abogado y el juez en la audiencia, o el intercambio de opiniones para tratar una situación, y otra es la relación del profesional con el resto del órgano jurisdiccional. El desmedro o la queja generalmente se presenta en el trato en mesa de entradas, o con el audiencista, por inexperiencia, o porque es un estudiante de derecho y se cree que sabe, y pueden cometer una falta de respeto. En lo particular trato de hacer “academia” con el personal y recordarle como son las reglas del juego. Hay una época de alerta amarilla (quince días antes de la feria chica y 45 días antes de la de verano) cuando el profesional está sometido a la enorme presión del cliente que quiere saber si termina el juicio, si la escritura se hace, etc. Se encuentran en la mesa de entradas con otros profesionales que están en la misma. Todo esto genera la posibilidad de la mala pregunta y la mala respuesta. Yo tengo una reunión con los empleados y les advierto que estamos llegando a la alerta roja. Ante cualquier problema, que vean que la cuestión se sale de madre, les pido que evalúen y lo manden hacia arriba para ver como se soluciona. Hay que evitar el problema. Una vez que se produjo el encontronazo conspira con el trabajo de todos (J 55/59 no ejr G.B.A.). 34) Yo pienso que es igualitario, salvo con algún chico de mesa de entradas. Aquí faltan empleados en mesa, adentro, porque dos se fueron. Puede pasar cuando el juzgado no tiene juez mucho tiempo, hacen lo que quieren (Jza F ejr 15/19 CP). 35) No estoy tan seguro de que al abogado se lo trate como a un igual del juez. Ocurre que en el despacho de un juez se lo trata correctamente pero esto no siempre sucede en mesa de entradas. No se respeta al abogado desde el momento que tiene que hacer mucha cola y además soportar a los “pibes” de mesa de entradas (C 50/54 ejr 1/4 G.B.A.). G) Conclusiones y comentarios Se computan 35 respuestas (64 % de la muestra), de las cuales 15 (27 % del total muestral) se pronuncian por la vigencia real del trato igualitario, 6 (11 %) por la existencia de un trato no igualitario, y el resto (14 respuestas, 25 %) por el reconocimiento de realidades de distinto tipo. Nuestra hipótesis no se confirma. De las respuestas favorables, 8 corresponden a Departamentos Judiciales del interior provincial, 3 al G.B.A. y 4 a ciudades principales. Por el contrario, si analizamos la composición de las 20 respuestas que niegan o tienen reservas sobre el trato igualitario, 5 corresponden a ciudades principales, 11 al G.B.A. y 4 a ciudades del interior provincial. La tendencia confirmada es que, sin perjuicio de excepciones de ambos lados, a mayor concentración de juzgados, de litigiosidad y de abogados, peor trato. En cuanto al reconocimiento del trato igualitario, los argumentos considerados, como en otras oportunidades, son los que remiten a la realidad y no a la norma. No se han computado a los entrevistados que han organizado su respuesta en torno a así lo establecen las normas procesales, o es el trato que corresponde (7 respuestas) porque no se trataba de saber qué dice la ley, sino cómo se aplica. Es curioso observar, cada tanto, que al preguntar sobre la realidad, algunos jueces y abogados responden sobre la norma, como si “lo que debe ser” según la ley, automáticamente “fuera” en los hechos, o estos, autónomamente, no tuvieran importancia. En las respuestas positivas, muchas remiten a la propia realidad del juez opinante o de su juzgado, dejando aparte a los otros. Aquí hay tratamiento igualitario (C 1), En mi juzgado, sí (J 4, 7, 8, 9, 10, 23, 24), o en todo caso en su Departamento Judicial controlable en dimensión (J 11, 12, excepcionalmente, S 15, de ciudad principal). En algunos casos se considera que sólo en la Cámara el trato es igual (C 25, 26) o en fueros especiales (JF 27). Estos jueces o funcionarios dicen controlar el respeto que el empleado le debe al profesional (C 1, J 23, entre otros) o poniendo en mesa de entradas los empleados más adecuados en personalidad al trato del público (C 2, 4). Algunos dicen no haber tenido nunca problemas, ni como abogados ni como jueces (J 4, 6) y otro, que el trato igualitario 179 hay que reclamarlo por un lado y tenerlo presente por el otro (J 7). Estas opiniones se refuerzan en el discurso por elementos democráticos: El juez no es un personaje estrafalario en la cumbre (C 1), para mí tiene la misma importancia que el juez (J 8), valoro al profesional como un colega (Jza 9), el que me quiere ver toca la puerta y habla(J 10), esto es un servicio público (J 11). En el trato no igualitario, hay varias limitaciones propuestas por los entrevistados, y en general, muchos se autoexcluyen del mal trato que atribuyen a otros jueces o funcionarios. Algunos jueces de esta jurisdicción no reciben a los abogados (C 16, ciudad principal), Hay prejuicios... el juez lo hace esperar (C 17). Un Secretario de Cámara de ciudad principal sostiene sin vueltas: No hay. El art. 58 no se aplica... el expediente no está, quiere hablar con el juez, no lo puede atender, el secretario tampoco, está en audiencia, y así se hace mella en su honor (SC 19). Algunos comentarios son duros o irónicos: Hay jueces que están vestidos de jueces todo el tiempo y en todas partes. En estos casos es difícil el trato igualitario (Jza F 31). Para algunos jueces, entre Dios y la tierra están ellos (JF 24). La observación de lo que hacen los jueces vecinos es el centro de algunas reflexiones: cada juzgado es un mundo... Hay temas triviales que con una palabra del juez se solucionan y el abogado está dando vueltas desde las 8 hasta las 12 (J 22). Este juez, y algún otro, sostiene que el trato que el empleado da al profesional depende de la autoridad de éste, en cuanto al conocimiento que ostenta: Si empieza a preguntar temas rudimentarios, logra un trato fluido con el empleado, pero disminuye su jerarquía y su imagen. Cierto, pero hay empleados soliviantados que tratan mal a profesionales mayores, que conocen correctamente su función, y que resultan descalificados por quien no sabe ni rudimentos de derecho. Un irrespetuoso puede estar en cualquier función, y ser de cualquier edad. Algunos camaristas y funcionarios de Cámara sostienen que en esa instancia el trato es bueno, pero no en primera. ( C 25, 32). Estos tienen en claro la dinámica de la desconsideración al profesional e incluso la teatralizan con realismo. --El expediente no está en letra. --Y por qué no lo busca? --No tengo tiempo, doctor. (C 25) O la confrontación entre el antiguo oficial que se paraba cuando el abogado llegaba a preguntar por su causa, y le explicaba correctamente la situación y el trato actual: Qué querés? No tengo tiempo, vení mañana. (C 25). Puede ser gente cercana a la jubilación, que hoy ya no tendría margen para llamar al empleado, y exigirle que le buscara el expediente que es su medio de vida, y si no puede, le explica al doctor lo mismo de otra manera. También menciona en el deterioro, a las asociaciones de empleados y su corporativismo, que reconoce igualmente en jueces y abogados. La misma distinción en el trato hace otro camarista mayor (C 28, al igual que los jueces 22 y 34), respecto del deterioro en la calidad del personal, aunque sea en el trato, o en la limitada capacidad técnica. Pero este problema hace al deterioro y a la “franqueza” general en el trato, que llega a la grosería, como puede observarse no sólo en los medios de comunicación, sino en la terminología que se dispensan muchos jóvenes al tratarse en público. Pero también, en el campo específico que nos ocupa, la anarquía del juzgado es buen caldo de cultivo para el maltrato: cuando el juzgado no tiene juez mucho tiempo, hacen lo que quieren (Jza 34). En las respuestas que hemos agrupado en la persona del juez o de su grupo de trabajo, nuevamente aparecen las críticas de algunos camaristas y jueces a colegas que consideran que son semidioses (C 28, JF 24), o incluso la de una secretaria a sus pares, frente al comentario de los abogados, según los cuales se niegan a recibirlos: Cómo que el secretario no recibe? Quien es, el Papa?. En realidad, el Papa concede audiencias y recibe a los fieles, no como al parecer hacen algunos jueces y secretarios con los abogados. 180 También se contabilizan las diferencias clasificadas por otro camarista, en jerarquía, prestigio, localismo o extranjerismo (C 29), ratificada una y otra vez en las entrevistas de la investigación anterior y en esta. Tanto cuando se reconoce concretamente que se trata mejor al abogado local que al que viene “de otro Departamento”, y peor aun si viene de Buenos Aires o del G.B.A, como cuando se imputan las faltas éticas exclusivamente a “los abogados que no son de aquí”, que en el mejor de los casos, parecen incapaces de entender la forma local de trabajar, o las reglas particulares del juego judicial en ese Departamento puntual. Esta forma de prejuicio la hemos notado de ambos lados, entre abogados y jueces por igual. Estas respuestas han distinguido entre el trato del juez (que pueden considerar correcto) y el trato “del sistema” que es desconsiderado por la forma en que se ejerce la procuración (J 33, C 32, y especialmente J 30). El juez 30 vincula el mal trato al profesional con el trato que el abogado puede tener, en tanto reacción frente a las adversidades y molestias cotidianas, como un círculo vicioso. Pero la cuestión del trato del abogado hacia los jueces y hacia el sistema fue preguntado aparte. La jueza 31 da una respuesta atípica: el trato igualitario puede ser entre abogados jóvenes y jueces jóvenes, pero algunos de los primeros prefieren encontrarse con jueces adustos, a los que -- dice -- tratan mejor que a los jueces jóvenes que quieren colaborar. Hace mérito (es la única) de los Diálogos de Calamandrei, sobre la colaboración entre jueces y abogados, y su imagen del juez y los abogados sentados en una mesa procurando resolver el problema. Resulta altamente satisfactorio que tenga presente esa obra, y asuma tal rol, aunque se enfrente al autoritarismo y el prejuicio de algunos abogados, y también se vea afectada por la tradición que critica. Pero significa que la obra de Calamandrei no ha quedado en vano: todavía algún juez joven la lee. Ojalá fueran muchos los jueces que dedicaran algún tiempo a su relectura, por el bien de los intereses, más que los derechos, de las partes. II. Recepción de abogados por parte de jueces y funcionarios con motivo de las causas judiciales. A partir de la investigación anterior sabemos que los abogados, en su gran mayoría, realizan personalmente la procuración de sus asuntos. Asimismo, que han formulado gran cantidad de quejas sobre el trato y el despacho, las demoras y la mala atención del personal, en especial de los empleados. Se ha criticado el despacho dilatorio y lento, con energía y extensión. Todo esto surge de la etapa cualitativa 3. Las encuestas de la etapa posterior confirmaron claramente lo primero, al establecer que el 61 % declara concurrir siempre a tribunales, y el 22 % casi siempre, frente a un 12 % que concurre de vez en cuando y un 6 % muy pocas veces o nunca4. También determinamos que entre los que concurren con asiduidad a tribunales, la sensación de trato no igualitario es mayor que entre los que concurren poco 5. En la primera etapa se requirió también sobre la visita de los abogados a los jueces, y sobre la relación social con jueces y secretarios. La conclusión fue que, a juicio de los abogados entrevistados, se manifestaba una distancia social pronunciada. ya que, aun los que decían ser bien tratados, tendían a visitar poco a los jueces, para no molestar o por respeto, o por considerar que no debían incurrir en alegatos verbales indebidos. Veintitrés menciones de reserva entre poco más de 50 entrevistas es un número considerable. Se sostuvo, por un lado, la prescripción de la comunicación por escrito, y por otro que los interlocutores diarios eran el secretario o el oficial primero, ya que el juez no era molestado o no recibía. En principio, la visita se reservaba, para la mayoría, en aquellos casos en que no había más remedio o no se encontraba otra salida. El despacho abierto fue considerado sólo 3 PAPBA, I, pags. 167/175. PAPBA, II, pag. 67/69. 5 Op. cit. II, pag 123. 4 181 patrimonio de algunas jurisdicciones de poca carga procesal, limitado número de abogados y trato civilizado entre los operadores jurídicos 6. Nuestra hipótesis era que los jueces contestarían de un modo parecido a los abogados en este punto, con iguales fundamentos, tanto en la recepción como en la no recepción. En este sentido nos separamos de las conclusiones de la investigación sobre la justicia nacional, en la cual los jueces entrevistados habían contestado en un 81 % que recibían inmediatamente al profesional, si era posible, y sólo el 10 % le otorgaba audiencia diferida, frente a un 6 % que no los atendían7. Las preguntas, para determinar el punto de vista de los jueces sobre este tema, fueron: 1) ¿Recibe abogados que se lo solicitan, inmediatamente o con diferimiento? 2) ¿Prefiere delegar cualquier cuestión jurídica que se les pretenda plantear personalmente, en el secretario, o en empleados subalternos? 3) ¿Le parece adecuado ser visitado con motivo de las causas en trámite, o preferiría que todas las presentaciones se realizaran por escrito? Las respuestas, en atención a los resultados de la primera investigación, se sistematizaron por jurisdicciones de ejercicio, y dentro de ellas, por niveles jerárquicos. A) Ciudades principales a) Jueces y Secretarios de Cámara. 1) En la Cámara recibimos a los abogados cotidianamente. El alegato de oreja sigue existiendo, no es numeroso, no debe pasar del 2 o 3 %. Estos van enmarcados en un plano de cortesía. Cuando los asuntos tienen particular importancia, alguna vez hemos puesto freno pidiendo que se haga en paridad de tratamiento y concurran todas las partes. Esto, si hay materia, si sirve para componer la litis, si no se hace sin ton ni son. En asuntos de familia muchas veces lo hacemos (C 50/54, no ejr). 2) En las Cámaras de Apelación, es muy escaso el número de abogados que desean tener entrevistas, pero cuando suceden son atendidos sin audiencia previa. En no pocos casos, me permito respetuosamente hacer algunas advertencias previas, respecto del “alegato de oreja”, que es comprensible, pero no justificable. Me permito formular el ejemplo de cualquier juez de condado norteamericano que no recibiría al abogado sin que se pusiera en contacto con el de la otra parte, y que ambos concurrieran. Esos diálogos no pueden sobrevolar los puntos litigiosos, sino sobre la pronta solución de caso. Pero tras esa advertencia, nunca el abogado avanza más allá como para alegar in voce, porque están planteadas las condiciones. En un procedimiento escriturario donde alegar hechos y pruebas tiene vehículos específicos, es muy poca la influencia que puedan tener las alegaciones verbales; tienen poca relevancia, salvo pedir alguna medida para mejor proveer. Aquí tanto en el pasado remoto como en el cercano, hay jueces que se niegan rotundamente a recibir abogados, lo que no me parece una actitud encomiable (C 60/64, no ejr). 3) Recibo abogados. Las más veces son alegatos de oreja, o no se justifica, pero como estamos todos aquí desde jóvenes, vienen a hablarnos porque nos conocen; si hubiéramos venido de afuera o hace poco, quien sabe no lo harían. Uno está acostumbrado a recibirlos (C 45/49, no ejr). 4) Recibo siempre a abogados, porque pienso, como lo hacía en primera instancia, que es mejor escuchar al abogado que recibir un escrito. En una de esas lo podemos solucionar. Esto es como la escuela. Si uno sabe que estudió bien la materia, está deseando que lo llamen. Acá pasa lo mismo, cuando uno conoce el expediente, hizo la resolución y sabe lo que firmó, cuando viene el abogado, le puedo explicar por qué hice lo que hice. Uno está tranquilo, cómo no lo voy a recibir. Me evito una revocatoria sin sentido que tengo que resolver, remitiéndome a lo mismo. Le puedo explicar que si quiere apelar, lo haga, pero no presente revocatoria, por tales argumentos (C 55/58, no ejr). b) Jueces de primera Instancia. 5) En general vienen por causa justificada, y si vienen a preguntar para anticipar opinión, se les dice que deben saber cómo proceder. Esto es raro (Jza F. 50/54, ejr. +15). 6 7 Op. cit. I, pag. 191 y ss.. esp. 196/197. La justicia según los jueces, citado, La Ley 1993 A 1174. 182 6) Recibo abogados que solicitan entrevista. Abro la puerta, porque golpean acá, y los recibo, salvo que esté en audiencia o solucionando un problema urgente. Así que abro la puerta y los hago pasar. No delego, los atiendo, salvo que directamente el letrado vaya a hablar con la secretaria porque considera que se lo puede solucionar ella. Si la visita es con motivo de las causas en trámite, yo preferiría no recibirlos, y se los aclaro cuando entran ... Si vamos a hablar de un asunto controvertido en el proceso que Ud. me trae ahora, preferiría que estuvieran las dos partes. Eso lo aclaro desde el comienzo; que traigan al abogado de la otra parte, y luego me lo traigan por escrito, así evitamos cualquier tipo de suspicacia. Si es solamente interesarse en cómo es la forma adecuada para pedir una audiencia, llegar a una solución conciliatoria, o algún comentario, o en una sucesión para solucionar algo que se presenta, no hay problema (Jza 55/59, ejr. 15/19). c) Secretarios de primera Instancia. 7) Los recibo inmediatamente porque se que ellos tienen necesidad, vienen por algo concreto y atajándose: Perdoná que te moleste, me pasa esto, me pasa aquello, por eso los recibo en forma inmediata. No delego la atención, porque tenemos una distribución de tareas lógicas y las que me competen las atiendo personalmente. También los recibo si el juez no puede (S 30/34, ejr.5/9). 8) Trato abogados permanentemente, a nivel función. Si la puerta está cerrada es porque estamos conversando un tema que no queremos que trascienda. Les pido a los abogados y sobre todo a los jóvenes, que si no quedan satisfechos con la respuesta que les da el oficial mayor, que me vengan a ver. Me parece fundamental (Sa. 45/49, ejr.10/14). 9) Recibo abogados y los atiendo, creo que no es correcto, porque en un expediente con dos partes habría que recibirlos conjuntamente a los dos. A los alegatos de oreja, se hace oídos sordos, pero cuando nos dicen que hay demora y que el expediente está hace dos meses, se lo busca y se le da importancia, porque se puede haber traspapelado. También cuando hay temas de derecho de familia (S 30/34, no ejr.). B) Ciudades intermedias a) Jueces y Secretarios de Cámara. 10) Siempre recibí abogados en primera instancia. En la Cámara tratamos de no recibir a nadie ya que acá se tratan temas más jurídicos y muchas veces no hay necesidad de recibir a alguien (C 50/54, no ejr.). 11) Recibo abogados que piden verme. Hay de todo en cuanto a motivos. Algunos vienen a pedir cuando tienen asuntos muy urgentes, divorcio del cliente porque quiere casarse, indemnización que se necesita rápido, que se altere el orden de estudio. Eso es lógico. Otros vienen a hacer el alegato de oreja, y eso no sirve para nada. El adagio dice que lo que no está en el expediente no está en el mundo. Yo les pregunto si lograron probar lo que dicen, y contestan que no saben si alcanzará; entonces lo que digan no sirve para nada. Al contrario, a veces perturba y el cuentito del abogado empieza a molestar, se va a buscar esa prueba y lleva más tiempo. A veces la situación humana que está detrás de los papeles es muy penosa pero no tiene solución. Con estos intentos no se pierde independencia pero se la roza (C, 60/64, no ejr). 12) Cuando me lo solicitan recibo inmediatamente a los abogados, si no estoy en ese momento con otra cosa. No delego. Si la conversación ser revela improcedente o fuera de lugar, bueno, la cuestión es tomarle el punto a la entrevista y a otra cosa. Pero si alguien viene a hablar, ni siquiera pregunto: “¿A ver, de qué quiere hablar?” En un gran porcentaje de entrevistas uno se da cuenta que no tiene objeto la conversación, así que uno dice: “Mire, doctor, lo que está dicho, dicho está, y si tiene algún recurso interpóngalo, y de lo contrario se terminó”. En otras ocasiones de las entrevistas surgen cosas útiles que nos ayudan a nosotros, así que no hay que ser prejuicioso. Si vienen a hablar, bueno, escuchémoslos. En general, los límites son claros. Uno no puede mantener conversaciones con una parte sin que la otra esté enterada. De modo tal que cuando lo que se discute es algo sustancial, uno lo primero que dice es: mire, doctor, vamos a poner esto en carriles formales. Pero muchas veces vienen dándole una oportunidad al tribunal para salvarlo de un error. Aprovechamos esa veta informal para resolver esos problemas. A veces vienen planteando cosas como: mire, me voy de vacaciones en tal fecha y tengo audiencia, la corremos y sí, eso no es nada fuera de lugar. (C 45/49 no ejr). 13) Me gusta recibir a los abogados. En la Cámara no suele suceder seguido, pero no tengo inconvenientes, si hay problemas me gusta conocerlos y arreglarlos sin ninguna interferencia (C 60/64, no ejr). b) Jueces de primera Instancia. 14) Yo recibo a los que me quieren ver, no delego. Si piden hablar conmigo, que vengan. Hay de todo un poco, desde aquel que viene a hacer el alegato de oreja, hasta el que viene por cuestión importante o menor. Y eso lo maneja uno con bastante individualidad. Para mí un tema que es claro, es el trámite urgente, como el amparo. Si uno cree realmente que el amparo tiene que ser operativo, si me lo llevan a mi casa, tengo que recibirlo, atenderlo, y si me lo traen acá, despacharlo yo directamente. O se hace así, o vamos a la burocracia de todo el trámite, y no es un amparo. Los profesionales de alguna forma lo saben. Si la cosa clama al cielo, y vienen con fundamentos, se hace ya. Pero depende de cada uno. Mi experiencia en la Defensoría fue deciso- 183 ria. Lo haría como un paso inevitable de toda función judicial. Que en algún momento el que está en la función judicial tenga que estar en el otro. Así se aprecia lo que es la angustia de la gente, lo que significa para el profesional que alguien esté ansiosamente esperando una respuesta. Yo había trabajado en un juzgado y en Cámara, pero vivir la realidad de la gente reclamando, lo que puede ser un estudio donde la gente va con sus angustias y espera del profesional una respuesta, y tiene que acceder a un lugar donde a lo mejor le contestan algo, es muy desgastante (J 40/44, no ejr.). 15) Recibo sin problemas a la gente. Lo que pasa es que a veces parece que uno no los quiere recibir porque está tomando una audiencia y tienen que esperar una hora. Delego algunas de estas al secretario, y otras veces es el secretario el que me las delega. A veces, por ejemplo, que se trata de cuestiones de procedimiento que por ahí el secretario las maneja mejor que uno. Otras por razones de tiempo. Acá, como puede ver, las puertas no están cerradas. Viene el ordenanza y entra, no golpea; por ahí es incómodo, pero si ve que estoy con gente se asoma y se va. Así hacen todos. Prefiero eso y no que golpeen y me tenga que parar a cada rato (J 45/49, ejr. 1/4). 16) Sí recibo a los abogados que lo solicitan, sin ningún tipo de problemas. Aunque, por supuesto, delego la mayoría de las veces si es que el secretario puede solucionar la situación, si puede evacuar las dudas. Por supuesto siempre depende de la situación. No permito, eso si, el alegato de oreja (Jza, 55/59, ejr. 1/4). 17) Nunca nadie me ha hecho un planteo de por qué recibí a una sola parte con su abogado sin la otra. Tampoco cierro la puerta cuando recibo a abogados y partes. Fuera del alegato de oreja que se hace, sobre todo por el abogado que viene de afuera, y cada vez que vienen aquí, piden hablar con el juez. A veces les he pedido consideración, porque no es posible que cada vez que vengan pidan hablarme, cuando lo hacen muchas veces. Me dicen lo mismo que dice el escrito. Yo prefiero peticiones por escrito, por la transparencia; puede ser que pedir hablar no tenga nada de malo, y no perjudica a nadie; salvo algunos casos muy contados, yo no tuve intentos de presión de los profesionales (J 55/59, ejr 5/9). 18) Cuando no interfieren con lo que yo tengo que hacer, en beneficio de todos, los recibo. Cuando estoy firmando no atiendo a nadie, salvo que sea urgente. Lo que ocurre es que todos los días trato de tener firmado antes de la 13:30, todo los despachos que van a estar disponibles para su consulta al día siguiente. El interés del abogado puede afectarme si viene después de la s 12:00 hs. porque afecta mi trabajo. Cuando puedo ayudarlos o explicarles algún tema lo hago. No me gusta mucho que me visiten por las causas. No me gusta que el abogado quiera buscar en mi cerebro lo que voy a decidir. Sí, los ayudo con las dudas. Con la bibliografía, también. No acepto que se quiera influir o saber de antemano una resolución (J 40/44, ejr.1/4). 19) Frente al abogado que desea ser recibido yo he ido variando. En otras épocas que había menos trabajo, se podía recibir a la gente. A medida que se incrementa el trabajo, disminuye la posibilidad de recibir. El letrado tiene que entender que en la mesa de entradas se le va a preguntar por qué quiere hablar con el juez o con el secretario. No se debe enojar. Yo selecciono a la gente que recibo. Muchas entrevistas son una pérdida de tiempo. No se olvide que el procedimiento es escrito. Hay cosas que se vienen a plantear acá y lo debieran hacer por escrito. Creo que vienen, a veces, para hacerle “pisar el palito al juez”. Antes había más tiempo para recibir. Eso hace muy difícil una atención personalizada. Pero años atrás se podía recibir más seguido. Ahora es realmente difícil. (J. 55/59, ejr. 1/4). 20) Hay dos maneras de trabajar acá: están los jueces que prefieren trabajar enclaustrados, llenos de libros, de expedientes. A mí en cambio me gusta trabajar mucho en contacto con las partes, con los abogados. Acá no hay pedido de audiencia por escrito para hablar con el juez. Si el juez está disponible, inmediatamente uno lo recibe. Inclusive desde hace un par de años tengo un teléfono inalámbrico en la mesa de entradas, porque eso facilita mucho la tarea. Ese teléfono permite hablar con cualquiera de los integrantes del juzgado. Entonces si un abogado necesita algo, habla y se terminó el problema; no necesita entrar, pasar, hablar conmigo; si quieren hablar y estoy desocupado, que pasen; si estoy ocupado, les diré que vuelvan a tal hora, así que en eso no tenemos problemas. Acá en ...(cabecera departamental del interior) hay jueces que reciben con gran amplitud, hay otros que reciben en ciertos horarios, pero nunca jamás hubo un pedido de audiencia por escrito para una conversación con el juez (J. 65/59, ejr. 25/29). 21) Recibo a todos los letrados. En general han sido prudentes en sus planteos verbales. Tengo trato con ellos, no hay problemas en ese sentido (J 45/ 49, ejr. 1/4). c) Secretarios de primera instancia y funcionarios. 22) Cuando lo solicitan, en lo posible los recibo inmediatamente. No delego su atención. Me gustan que me planteen los temas por escrito, pero cuando se trata de temas de familia, es bueno semblantear a las partes. Y la posibilidad que me da el código de la audiencia de conciliación, es de mucha utilidad. Pero luego quiero el planteo todo por escrito; cuando cambiemos el sistema será todo oral (A, 40/44, ejr. 10/14). 23) Recibo constantemente a los abogados. Me gusta que se me consulte por distintas situaciones, de esa manera controlamos posibles errores. La presentación por escrito cuando es necesario, pero prefiero desplazar la rigurosidad de lo escrito. Además si se lo puede solucionar con una charla mejor, menos demoras, menos trámites. Sin transgredir las facultades, cuando puedo ayudar, ayudo (S, 40/44, no ejr.). 184 24) Recibo inmediatamente a los abogados que lo solicitan. Los atiendo yo porque a mí me gusta que el abogado se acerque para hacer planteos jurídicos; la inmediatez es importante porque a veces en un escrito el abogado no puede traducir todo lo que quiere y esto facilita la comprensión del asunto, me gusta conversar. No es lo mismo leer la jurisprudencia que discutirla o dialogarla. No hace falta que todo sea por escrito (Sa. 35/39, no ejr.). 25) Acá atendemos en seguida a los abogados cuando nos piden ser recibidos. La gente ya sabe por el sistema de trabajo del juzgado que hay cosas que las supervisa el juez y otras que las superviso yo, y también a veces van a hablar primero con los empleados, y si ellos no lo pueden solucionar, entonces hablan conmigo. Pero yo nunca delego cuando piden hablar conmigo. En realidad a mí no me gusta hablar de las causas en trámite. Cuando vienen, me explican alguna cosa y les digo: “Bueno, eso cuando presente el escrito lo vemos”. Pocas veces vienen a hablar y, cuando vienen, en general vienen a aclarar algo pero ya con el escrito presentado. Tampoco le decimos lo que tienen que hacer (S 30/35, ejr. 1/4). 26) Yo no tengo inconveniente en recibirlos en la medida de lo posible. Lo que sucede es que muchas veces los planteos que me traen son los mismo que aparecen en los escritos. Entonces, muchas veces piden entrevistas con el secretario y no sirve de nada. Tampoco sirve de nada el alegato de oreja y todos perdemos tiempo. Por lo general no logran cambiar nada. De todos modos las entrevistas no me comprometen tanto, a diferencia tal vez del juez, que es el que juzga y firma. Suelen venir para saber cuál es el criterio del tribunal, pero no afecta en nada la administración de justicia (Sa. 40/44, ejr. 1/4). C) Gran Buenos Aires. a) Jueces y Secretarios de Cámara. 27) Acá somos reacios a atender a la gente, a recibir al abogado que viene a hacer un alegato de oreja. A veces si no tengo más remedio, los atiendo, porque es un poco escucharlo, escucharlo, no decir absolutamente nada, y después voy a dictar sentencia con lo que tengo acá adentro, nada más. A veces se piden cosas de urgencia, y es atendible, pero la mayoría de las veces vienen a replantear todo el problema que está en el expediente, para refrescarle al juez el caso. Las entrevistas tienden a eso, no a algo concreto, o a decir algo novedoso sobre una prueba que se ha recibido. Se trata de revivir todo el problema, del planteo escrito del cual no podemos apartarnos. No delegamos la recepción, no recibimos, y mis dos colegas son igual, no lo aceptamos, y si insiste mucho, fijamos una audiencia y citamos a las dos partes. En ese caso no insisten. Quieren venir solos a hablar, hablar y hablar. Lo vemos inconducente. Tenemos todo el material, los límites de la expresión de agravios (C 60/64, no ejr.). 28) En general, como aquí nos sacamos en seguida los expedientes, no tienen mucha posibilidad de lo que vulgarmente se llama el alegato de oreja, pero no me niego (C 65/69, ejr.15/19). 29) Siempre tengo las puertas abiertas. Recibo a cualquiera que lo solicita siempre depende, por supuesto, del tiempo que tenga y del tema que se trate. Hay veces que, necesariamente, se tienen que delegar cuestiones. Pero siempre el abogado puede consultarme por cualquier cuestión. Yo entiendo que no siempre se da. Tengo entendido que hay jueces que se encierran en su despacho y no atienden a nadie. Es una cuestión personal. Lo que sucede es que yo vengo del fuero laboral y tengo otra actitud hacia el abogado. En el fuero civil y en el penal es otra la situación. En general el que se encierra o se escuda en su escritorio es porque tiene miedo de algo (C 60/64, ejr.10/14). 30) Recibo a los abogados que lo solicitan pero en la medida de mis posibilidades, aunque en Cámara esta situación no es muy frecuente. (C 50/54, ejr 1/4) b) Jueces de primera Instancia. 31) Es una obligación la de recibir abogados que lo piden, pero me conviene a mí también. Es una cuestión que muchas veces no se entiende. A mi me costó mucho cambiar el criterio cuando entré a tribunales. En general la formación que se tiene, de los mismos empleados, es que esto no sirve. No me saca tiempo porque se arreglan muchas más cosas. Algunas consultas a veces son irrelevantes, pero no la mayor parte. Y muchas veces evacuando una pregunta evita que un expediente entre cuatro o seis veces a despacho. El tiempo se gana ahí (Jza 55/59, ejr.). 32) En general recibo a los abogados. Cuando viene alguien que quiera hablar con el juez, los empleados preguntan por qué cuestión. Si es por un despacho, se le pregunta si no se lo puede solucionar el oficial mayor, y si el abogado dice que ya lo hizo, o que quiere hablarlo con el juez o el secretario, la indicación expresa es que avisen y lo anuncien. Si no lo atiendo en seguida es porque estoy en un audiencia, o en una junta de acreedores, o un tema de familia que no se puede interrumpir. Creo que en general recibir a los abogados es muy útil. En general se clarifican muchas cuestiones. Si hay error en el despacho, que puede pasar, le digo que lo deje y se corrige de oficio revocando la anterior. Si viene un abogado por un error de nombre en la declaratoria y me dice que necesita llevarse la declaratoria, y es viernes, y o necesitan verla para poder firmar un boleto, lo hago. El abogado recién recibido no deslinda la relevancia del tema por el consulta. Pide hablar 185 con el juez y resulta que dice por qué me cobraron el bono, o por qué no puedo levantar el embargo; son temas que le podía haber contestado el empleado que despacha (J 50/54, no ejr). 33) El concepto es que todos tenemos que recibir, porque le conviene al juez y demás empleados, aparte que se debe hacer. No lo planteo para quedar bien y decirle que lo hacemos porque somos muy amables, sino porque es conveniente; de lo contrario se arriesga a que presenten un escrito confuso que le va a costar despachar y va a tener que presentar otro escrito; ahorramos trabajo. Así el abogado conoce el criterio de por que se despacha así. Los jueces sacamos proveídos que no resultan del todo claros, como “estése a fs. tanto” y ¿qué es eso? Y bueno, es importante que pregunten, para saber qué escrito tienen que dejar, así es más conveniente para todos (JF, 40/44, ejr. 10/14). 34) Al abogado que pide hablar con el juez, se lo atiende. Los oficiales atienden a todo el mundo, así que si el abogado tiene que llegar al juez, es porque algo anda mal en el camino, a veces necesita que lo escuchen, porque tiene la presión de su cliente y a lo mejor no entenderá algún escrito, o nos hace saber que nos equivocamos. Hay una atención proporcional al requerimiento. No a los alegatos de oreja, considero que si estoy por resolver un caso que me permitan hacerlo (J 40/44, no ejr). 35) El que pide hablar conmigo habla, a menos que yo esté en audiencia. Inclusive la parte. Esa puerta (señala la entrada) ahora está cerrada porque Ud. está aquí, sino no. Para hablar conmigo basta anunciarse. Es un tema que yo he tenido que revisar porque Ud. lo va modificando de conformidad con el ensayo y error, y yo lo que he tratado de hacerle entender a algunos abogados cuál es mi opinión. Puedo estar equivocado ¡qué duda cabe! pero tengo que actuar porque esto no es una unidad filosófica. Yo no puedo discutir los proveídos permanentemente porque lo puedo hacer en la esquina, lo puedo hacer en una unidad académica, a mi me gustan las discusiones pero esto es de decisión y de gestión. El que no está de acuerdo, me puede pedir una revocatoria o lo que sea, como ha sucedido más de una vez (sobre todo al principio), y si la revocatoria a mi me convence yo modifico, como me ha pasado. Cuando no me convence no lo hago. Al tema del famoso alegato in voce del cual, le tengo que confesar, yo también era afecto, hay que ponerle limites (J 45/49, ejr. 20/24). 36) Trato de no recibir a las partes en forma individual, porque puede dar lugar a malos entendidos o a sospechas. Además, no creo que el juez esté para dar explicaciones o para enseñar o decir que es lo que pasa, sino para resolver lo que le piden. Soy enemigo del alegato de oreja, prefiero que haga su presentación por escrito. No quiero desigualdad entre las partes y menos terminar diciendo lo que tienen que hacer con el juicio, porque después lo pienso de otra forma y se enojan. Lo mismo le digo a los empleados: no den consejos. Primero porque no saben, segundo porque el abogado no necesita que le enseñen y, además después los empleados se comprometen y cuando me lo traen a mí, cambio las cosas y me dicen “Pero si su empleado me dijo”. Mi empleado no es la voz del juzgado y el único que resuelve soy yo, lamentablemente. Porque a veces me siento bastante solo, me gustaría tener a alguien a quien consultar. Otra cosa es que, la gente cree que porque me cuenten cosas voy a poder hacer algo, yo sólo voy a hacer de acuerdo a las pruebas y material que me aporten al expediente, lo que no está no existe. Además, el recibir puede entenderse como prejuicio, y el día de mañana aparece la recusación (J. 40/44, no ejr.). 37) Si sé de qué se trata y lo puede resolver un empleado, no, pero si no sé de qué se trata e insiste en hablar conmigo, lo recibo. (Jza. 45/49 ejr. 10/14). 38) Este es un juzgado de puertas abiertas. Cualquiera que tenga un problema yo se lo trato de resolver. Siempre los recibo pero en la medida del tiempo que disponga. No tengo problemas (J 45/49, no ejr). 39) Cuando alguien quiere hablar conmigo yo pregunto por qué. Si es una cuestión funcional, procesal, lo derivo al Secretario o al Oficial Mayor. Si hay alguna incógnita o problema, llamo a las partes a una audiencia para que todos estén presentes y se evite el desequilibrio. Trabajamos para todos. Sólo, excepcionalmente, un juez atiende a un abogado porque no nos gusta que el alegato llegue extraprocesalmente. De otro modo a la otra parte le pueden entrar sospechas y, a veces, fundadamente. No hay que negar la posibilidad de diálogo con las partes pero hay que mantenerla dentro de un marco ético (JF 40/44 no ejr). 40) Siempre los recibo. Si no, hacemos papeles. (JF, 45/49, ejr 5/9) 41) Siempre recibo a los abogados que piden verme (Jza F. 40/44, ejr). c) Secretarios de primera instancia. 42) En particular recibo a los abogados. Reconozco que en este juzgado todos recibimos, entonces al recibir todo el mundo se va filtrando la gente, pero aquel que solicita ser recibido por mí, lo hago en forma inmediata, no tengo reparos (S, 45/49, no ejr). 43) Recibo a los abogados siempre. A veces me consultan los empleados y si puedo contesto para que le digan al abogado la respuesta. Si insiste en verme, lo recibo. Algunos son un poco insistentes. Hay un abogado que cada vez que presenta un escrito viene a verme. Puede ser que necesite sentirse oído; lo recibo hasta el punto que tengo motivo para hacerlo. Me encanta recibir profesionales, a veces vienen profesores universitarios, y puedo intercambiar opiniones sobre temas generales (Sa, 50/54, ejr. 10/14). 186 44) Es un juzgado abierto, así que se trata a todos los abogados que vienen y consultan. No me gusta que me hagan alegatos de oído. Eso no quiere decir que no los reciba y trate de escuchar a todo el mundo. Delego cuando es algo sencillo, cuando no me necesitan a mí. Y soy leal con el profesional, se lo advierto, si se equivoca y en lugar de venir a preguntar una cuestión de criterio o una emergencia, viene a hacer su alegato in voce, le digo no, porque debería darle esa misma oportunidad a la contraparte, pero lo hablamos bien, frente a frente. Muchas veces es importante escucharlo, porque trae una cuestión de emergencia, todavía tenemos cuestiones de familia, y a veces hay cuestiones de mucha emergencia: una medida cautelar; vienen y lo comentan para que dentro de las posibilidades se le de prioridad. Vienen con mucha frecuencia, en este juzgado y por lo que se ve en la jurisdicción. El que tiene profesionalismo, es el que va a venir por la consulta realmente de emergencia. Que más que una consulta es un aviso, más por un sentido de colaboración que por un pedido (Sa. 35/39, no ejr.). 45) Recibo siempre que puedo a los abogados que lo piden, y en general puedo. Los motivos por los que vienen a veces no son relevantes (Sa. 40/44, no ejr.). D) Conclusiones y comentarios Contestaron esta pregunta 45 entrevistados (82 % de la muestra). Las respuestas se dividen entre los que dicen recibir sin limitaciones (35 de ellas, 64 %), los que no reciben (3 respuestas, 5 %) y las condicionales (7 respuestas, 13 %). Los que no contestan son 10 (18 %). Si analizamos las 12 respuestas de los jueces de Cámara de Apelación (4 de ciudades principales, 4 de intermedias y 4 del G.B.A.), surgen perfiles claros, desde los más permeables a la recepción (lo que no significa ser permeable a lo que dice el abogado que se recibe) hasta los que rechazan sin pretender conocer el motivo de la visita, por mero prejuzgamiento basado en los antecedentes generales. En este sentido, la amplitud en la gama de respuestas justifica la hipótesis sustentada, que puso en duda la unanimidad de los jueces nacionales entrevistados. Un tipo claro de la primera categoría es el camarista 4; piensa que es mejor escuchar a un abogado que recibir un escrito y que, como el alumno que estudió bien la materia no tiene inconveniente en explicar los fundamentos de lo que ha hecho, para evitar, si cabe, una revocatoria inútil. Del “cómo no lo voy a recibir”, de este juez, que puede considerarse correlativo al de la cita 1, que sostiene en Cámara recibimos a los abogados cotidianamente, ambos de ciudades principales, hasta la posición del camarista 10 (ciudad intermedia) que sostiene “en Cámara tratamos de no recibir a nadie” o peor aun, el de la cita 27, exponente de la mayor rigidez, correspondiente al G.B.A., hay un buen trecho. Este último sostiene que sólo lo hace si no tiene más remedio, pero que no dicen nada -- aunque se contradice luego al sostener que a veces piden cosas urgentes y atendibles -- no obstante lo cual concluye: no delegamos la recepción, no recibimos, y mis dos colegas son igual, no lo aceptamos, y si insiste mucho, fijamos una audiencia y citamos a las dos partes. Un tema importante, al que se han referido varios entrevistados, es la necesidad, no institucionalizada en nuestra costumbre forense, de recibir obligatoria y conjuntamente a ambos abogados cuando uno de ellos desea realizar algún planteo vinculado con la litis. Sobre esto, el camarista 2, manifiesta que advierte previamente al abogado requirente, sobre el contenido de la entrevista que ha concedido, respecto de alegatos indebidos, y la presencia de ambas partes para algunos planteos, pero a la vez no tiene inconveniente en tratar sobre su más rápida resolución, o sobre medidas para mejor proveer; el de la cita 12 también advierte, en caso necesario, de darle un marco formal, si se discute algo sustancial. Otra conducta es, como en el citado caso 27, la que consiste en amenazar con fijar una audiencia al solo efecto de no escuchar al abogado, o disuadirlo de que insista en tratar de ver al juez de Cámara. No parece que sea el rechazo conducta adecuada; pero en todo caso, resulta minoritaria entre ese grupo. Sin embargo, varios se refieren a que hay jueces de primera instancia que se niegan “rotundamente” a recibir abogados o viven encerrados en su despacho (citas 2 y 29); ninguno de los jueces entrevistados asumió tal rol, como lo hicieron dos camaristas. 187 Sin que pueda afirmarse representatividad, los 4 camaristas de ciudades principales, aparecieron más permeables, por una cuestión de trato, aun reconociendo alguno que las visitas en Cámara no tienen mucha utilidad (C 3). Llama la atención que se discrepe tanto en el nivel cuantitativo de los alegatos verbales, que para uno de los entrevistados no supera el 2 o 3 % (C 1) y para otro son la mayoría (C 3). En las ciudades intermedias, tres de los cuatro entrevistados presentaron posiciones amplias en este tema. Es en el G.B.A. donde aparecen mayores resistencias en este nivel, porque las 4 opiniones relevadas, son condicionales. Las dos que presentan una característica de mayor permeabilidad (C 29 y 30) la condicionan a su tiempo y al tema de que se trate. Puede ser esclarecedor que el camarista 29 sostenga que su posición amplia se debe a su experiencia en el fuero laboral, ya que en el fuero civil y en el penal es otra la situación. Y probablemente no deba dejarse de lado su observación final: en general el que se encierra o se escuda en su escritorio es porque tiene miedo de algo. Un solo camarista, de ciudad intermedia, reconoce que a veces, el abogado visitante da la oportunidad al Tribunal para evitar un error (C 12). En lo que hace a los jueces, en conjunto parecen ser más permeables a la recepción de los abogados. Aunque se distinguen aquéllos que consideran claramente conveniente hacerlo, y aun aceptan que hayan planteos superfluos o que los abogados jóvenes no discriminen lo que puede plantearse al juez de lo que basta plantear al oficial primero, en general se nota una actitud de apertura más clara. No puede considerarse limitacionistas a los que piden que se retorne luego, si se está en una audiencia (J 15), o firmando despacho (J 18), sino a los que filtran excesivamente a los abogados, como si la recepción fuera una conducta in extremis. Algunos dicen delegar las cuestiones procesales en el secretario (J 15, Jza 16). Queda en claro que los motivos de las visitas son muchos, (hay de todo un poco, J 14) y algunos son injustificados: si vienen a preguntar opinión, se les dice que deben saber cómo proceder (Jza 5); si la visita es con motivo de la causa en trámite... se los aclaro cuando entran (Jza 6). No me gusta que me visiten por las causas. No me gusta que el abogado quiera buscar en mi cerebro lo que voy a decidir (J 18). Aquí también impera el criterio pragmático que hemos visto poco expresado entre los camaristas (C 4). Se hace mérito de prestar atención a lo urgente (el amparo como ejemplo del juez 14: si la cosa clama al cielo, y vienen con fundamentos, se hace ya). Para este juez la experiencia en la Defensoría -- como para el camarista citado antes, el fuero laboral -- parece haber sido definitoria: se aprecia lo que es la angustia de al gente, lo que significa para el profesional que alguien estén ansiosamente esperando una respuesta. En igual sentido opina el juez 34. También el juez 32 sostiene la utilidad de recibir a los abogados, ya que así se clarifican muchas cuestiones. La urgencia pesa para este juez, no en casos como los amparos, sino en cuestiones de otro cariz, como la necesidad de llevarse la declaratoria para firmar un boleto. Del mismo modo, le conviene al juez 33, ya que el recibimiento le ahorra trabajo, y aclara situaciones. Nos hace saber que nos equivocamos (J 34). Con mayor humildad, este juez dice: si el abogado tiene que llegar al juez, es porque algo anda mal en el camino. La otra posición se ve claramente en varios entrevistados. Un juez de localidad intermedia sostiene que los propensos a los alegatos in voce son los abogados de afuera (J 17); es otra de las acusaciones que se escuchan contra los “de afuera”, sean de donde sean. También sabemos que los de afuera son los que cometen faltas éticas y no respetan las normas locales. El prejuicio puede ser un buen marco de estas expresiones. De todos modos, este juez pide consideración, porque no es posible que cada vez que vengan pidan hablarme. ¿Todos los abogados de afuera tendrán esa conducta? Queda en claro que este juez es de los que prefieren peticiones por escrito. Otro de este grupo sostiene que no creo que el juez esté para dar explicaciones o para enseñar o decir qué es lo que pasa, sino resolver lo que piden (J 36). Es el modelo tradicional: las partes peticionan por escrito, el juez resuelve; la palabra está prohibida, salvo que el código la autorice. 188 En algún caso la resistencia a la recepción de abogados se asocia con la cantidad de trabajo creciente (J 19), para justificar que selecciono a la gente que recibo. Pero este juez también tiene un prejuicio. Estima que muchas entrevistas son una pérdida de tiempo... creo que vienen, a veces, para hacerle pisar el palito al juez. Con tal prevención, es lógico que seleccione. Puede perder de vista las urgencias que otros jueces valorizan en el momento de recibir al colega que ejerce la profesión, como muestra, por ejemplo, el juez 20, claramente aperturista: A mi me gusta trabajar en contacto con las partes, con los abogados... si el juez está disponible, inmediatamente lo recibe. Llama la atención la separación tajante entre la posición de este grupo, que sostiene, por ejemplo, que en general (los abogados) han sido prudentes en sus planteos verbales (J 21), frente a los que prejuzgan sobre sus intenciones antes de recibirlos sobre la base de una tendencia estadística personal, aparentemente inapelable. Todo esto ocurre en Departamentos judiciales de similar perfil, como ocurre en los del interior provincial, en los que se han encontrado posiciones encontradas, aun desde perspectivas de litigiosidad y conocimiento que deberían ser comunes. También está el que se persigue sosteniendo que la recepción de un abogado puede entenderse como prejuicio, y el día de mañana aparece la recusación (J 36). Dentro de estas posiciones duras, llama la atención que un juez de familia se enrole en ellas: la cita 39 muestra a un representante de la cultura tradicional en este nuevo fuero, donde la recepción debería ser inmediata y sin cortapisas, como en todos los otros, o mejor aun, en atención a la materia. Pero son figuras aisladas de la vieja cultura en una nueva forma de entender el proceso: en definitiva, a pesar de la oralidad instalada, este juez, al igual que muchos abogados acusados por otros de no actualizarse, también representa al pasado: no recibe al abogado, y si hay alguna incógnita o problema, cita a las partes a una audiencia para que todos estén presentes y se evite el desequilibrio. No pareció estar fundado en la desconfianza hacia el abogado, acusado por otros jueces de carencia de objetividad en temas de familia, sino de una concepción tradicional no revisada, el manejo de la causa como una cuestión patrimonial, según han sostenido varios jueces refiriéndose a abogados con actitudes equiparables. Sin embargo, hay veces que la urgencia no permite tales rechazos, y habría que dar, especialmente en esta materia, la oportunidad de hablar al letrado que lo requiere y luego decidir. Resultó el caso más chocante en la negativa a recibir abogados, seguramente por la materia involucrada, y en todo caso, es una muestra adicional de las dificultades de todo tipo que los abogados enfrentan en estos nuevos tribunales. En el caso específico, con todo, parece ser una posición minoritaria en el contexto del fuero de familia. Y ojalá así sea. Como puede notarse, los perfiles están claramente definidos, y sin posibilidad de establecer mayor o menor presencia de cada uno, según las jurisdicciones. Depende, seguramente, de la personalidad del juez, de su actualización procesall, de su desenvoltura personal y de su necesidad defensiva, si es que la tiene. Hay personas que no temen perder el control de la situación, y se arriesgan a que alguien se pase de lo debido -- con la consiguiente necesidad de poner las cosas en su lugar -- frente al riesgo de perder alguna información valiosa. Esto puede ser más significativo para el juez de primera instancia que para el camarista, que se supone atado por los agravios de las partes, pero no deja de ser útil para todos. La delegación puede ser adecuada para temas menores cuando el personal tiene capacidad y autonomía. A veces encubre el desconocimiento del juez sobre algunos temas que manejan sus subordinados, o la delegación indebida de tareas. Los secretarios también reciben, con un nivel de mayor informalidad que los jueces. Alguno no parece muy ubicado en su función, ya que no es el juez, y no se entiende su temor a escuchar una sola de las partes sin presencia de la otra (cita 9); pero ya anticipa sus reservas al trato personal, y su afecto a la distancia social, a pesar de su juventud. La secretaria 26 tampoco es afecta a la recepción, pero se da cuenta que no resulta comprometida, en todo caso, ya que no es el juez. Se nota en este grupo una satisfacción de varios, que parecen complacidos de recibir: les pido que me vengan a ver (Sa 8); me gusta que me con- 189 sulten (S 23), me gusta que el abogado se acerque a hacer planteos jurídicos... me gusta conversar (Sa 24); me encanta recibir profesionales (Sa 43). La prevención al alegato verbal está en muchos de este grupo, de modo que resulta evidente que se realizan, sin perjuicio de los escritos. En algunos casos, reiteran lo escrito, pero se escuchan, por si realizan algún planteo urgente o necesario (cita 44), o en casos de familia (misma cita, y también S 9, a pesar de no ser secretarios especializados). En este grupo se encuentra la posición favorable con los mismos argumentos que presentaron los jueces (por ejemplo prefiero desplazar la rigurosidad del escrito -- S 23, la inmediatez es importante Sa 24), y se perfilan criterios más permeables a la interacción, sin mengua del proceso y de los planteos escritos cuando proceden. Los duros no aparecen en la muestra con la fuerza de los jueces, probablemente porque su función no les permite tanto rechazo, o porque no nos hemos topado con ninguno de los secretarios que, al decir de otros, no atienden abogados. La conclusión es que seguramente los abogados visitan jueces, secretarios y camaristas con los más variados fines, algunos irrelevantes que pueden ser satisfechos por el personal, otros relevantes, unos indebidos en sus intenciones, y otros debidos, y en algunos casos puede alterar la suerte del litigio. Puede ser que existan alegatos indebidos, o que se repita lo expresado por escrito, por temor a que no se lea; también que alguno desee hacer pisar el palito al juez. Pero la eventual presencia de planteos serios exigiría que los jueces depusieran su prejuzgamiento y recibieran al abogado, aunque más no fuera para escucharlo. Nada le impediría detener alegatos indebidos, sostener que lo que se expresa requiere la presencia de la contraria, o señalar lo pertinente; como beneficio, pueden evitarse escritos improcedentes, peticiones fundadas en la no comprensión de lo actuado o resuelto, reconocimiento o marcación de errores, clarificación de posiciones que eviten desgastes en vistas, traslados y revocatorias. La evitación física tiene sus ventajas superficiales y sus riesgos profundos. La recepción también debe tener de unas y otras, pero resulta, después de todo, un modo más natural de definir posiciones y puntos de vista, y un respeto para la función del “otro”, cualquiera sea el que ocasionalmente desarrolle el rol respectivo. De todos modos, puede verse que la política de “despacho abierto” no parece patrimonio exclusivo de una sede geográfica sino de la particular relación que algunos jueces -en cualquier lugar que desarrollen su actividad -- tienen con sus colegas abogados, sin perjuicio que se vea facilitado en algunas localidades donde la relación es amigable y poco conflictiva. Y también que, aún incorporado formalmente a un nuevo modelo, existe algún juez de familia que no desea recibir a los abogados. III. Tratamiento de los abogados hacia los jueces, funcionarios y empleados con motivo de la gestión judicial. Percepción de estima o maltrato por parte de los abogados. El grupo siguiente de preguntas se refiere al trato que los abogados dispensan a los jueces, funcionarios y empleados. En primer lugar, requerimos sobre el trato genérico entre jueces, funcionarios y abogados, y entre estos y los empleados judiciales. Luego, la pregunta se torna más personal. ¿Qué consecuencias derivan, a nivel de sentimientos para el entrevistado, en su trato profesional con abogados? Aquí preguntamos sobre la variable de necesidad de “estima” que en una jerarquía conocida, tiene un elevado nivel8. La estima relevante para un juez no se agota en los abogados, sino que se integran principalmente por otros jueces, superiores, empleados y miembros del contorno profesional. Pero los primeros, de algún modo variable, según las consideraciones de cada uno, lo constituyen, como 8 La jerarquía de Maslow ha sido tomada en estudios organizacionales para determinar el nivel de gratificación que puede alcanzar el miembro de la organización a través de su actividad. En el modelo original, cada nivel debía ser cumplido para pasar al siguiente: necesidades fisiológicas, de seguridad, de amor, de estima, y por último, de autorrealización. En este caso, preguntamos por aquellas que hacen al reconocimiento y prestigio frente a otros significativos del contorno laboral, que son, en el caso, los abogados. (V. Maslow, A. Motivación y personalidad, Sagitario, Barcelona, 1954, pp. 85 y ss). 190 para que se pudiera preguntar sobre la materia. Y también el maltrato -- su contrapartida -implica una falta de estima sobre la que se puede inquirir. Nuestra hipótesis es que los abogados, generalmente, tratan bien a los jueces y funcionarios, sin precisar si el fundamento es un sentido del respeto al magistrado o la conveniencia, pero en todo caso, no optan en general por el enfrentamiento, constituyendo estos, casos aislados. Las preguntas realizadas fueron: 1) Cómo tratan los abogados a los jueces, funcionarios y empleados? 2) ¿Se ha sentido maltratado por abogados en el ejercicio de la función? 3) ¿Se siente estimado por los abogados que litigan ante su Juzgado? A) Ciudades principales 1) Maltrato no recuerdo haber tenido, pero problemas existen siempre. No lo he sentido como maltrato, sino propio de la defensa, también pasa desde la función cuando uno tiene que decidir, son hechos naturales, no graves. Me siento estimada. (C 45/49). 2) Maltrato nunca tuve. Creo que la imagen la cree yo. A mi me tienen respeto, me podrán criticar un fallo, pero delante mío, no dicen nada. Tengo que ser leal, tampoco ningún abogado vino a decirme “Ud. me perjudicó”. Me podrán decir “pensaba que iba a salir de otra manera”, y les contesto que lo vi así, tampoco soy Dios. Reconocimiento tampoco tuve mucho. Es como la Facultad. Es raro que algún alumno venga y diga que conmigo aprendió mucho, o que me recuerde. Son más los indiferentes, y los comprendo. Los abogados ganan unos pleitos y pierden otros, pero se acuerdan los que pierden. No puedo pensar en un reconocimiento explícito (C 55/59). 3) Son pocos los abogados que se salen de la línea de trato. Yo después de 12 años de juez me excuso con 3 abogados. Muchas veces la expresión de agravios en contra de la sentencia se transforma en una expresión contra el juez. A veces uno observa cosas que son dolorosas. Hace unos años leo los fallos de Cámara, me instruyo y trato de aprender, y si la Cámara me revoca algo, lo leo para ver como mis superiores ven algo que yo no pude ver, por el trabajo que tengo. Pero viene una sentencia y el voto de la camarista que lo hizo en primer término era particularmente dura con el letrado. Yo, que no leo los agravios, leo el escrito y decía que “el juez desfachatadamente...” dos veces. Era un abogado que yo lo había tratado con mucho afecto siempre, y lo hice venir. Le dije “Doctor, Ud. puso esto?” Me pidió disculpas, me dijo que era el correr de la máquina. Y bueno. Puedo merecer cualquier calificativo menos desfachatado. Hoy a las seis y media estaba buscando jurisprudencia para una sentencia que tengo que sacar esta tarde, y entró ayer. Podemos discrepar con una sentencia, pero no tenemos que llegar a la situación del viejo hampón que perseguido por la policía le dispara todos los tiros, y después en señal de impotencia, le tira el revolver. Cuando no pueden atacar la sentencia, tiran con el expediente. Son casos contados, pero son dolorosos. Uno lo recibe mal, yo todavía no me he hecho el cuero de paquidermo, hay cosas que me duelen (J 60/64). 4) Trato descortés hacia el juez no, puede haber alguna vez con el secretario, pero este sabe lo que es tratar con la gente como para controlar. Exceso de los abogados con el juez no, pero sí de las partes. (Jza F 50/54). 5) Nunca me sentí mal tratada. Siempre encuentro la calidez de mis colegas y en muchas oportunidades he recibido muestras de que se sienten cómodos en la forma en que estamos manejando el juzgado y las audiencias y demás, y me lo han manifestado incluso, a la salida de una junta de acreedores, que es una cosa muy complicada de manejar (Jza 55/59). 6) He hablado con muchos abogados, pero muchas veces el abogado obtiene la reacción como consecuencia de su propia conducta. El empleado es un ser humano, y tiene mis ordenes, por ejemplo, el reservado no se presta, el que sale en lista de hoy no se presta, el que tenemos acá escondido porque ya sabemos que se lo van a robar, tampoco se presta. El abogado no solo insiste con el empleado que no tiene la culpa, sino que lo llega a maltratar. Hay muy pocos empleados que se la banquen, y no digan nada, algo le van a contestar. Después viene el abogado y me dice que me maltrató, pero ¿él qué hizo primero?. Si nosotros los abogados, que hemos vivido pidiendo trato respetuoso, no lo damos, no podemos hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan. Hay por supuesto, siempre hubo, empleados con mal carácter, pero no son la mayoría (J 45/49). 7) Nunca me sentí mal tratado por abogados; no lo hubiera permitido. Para evitarlo está el Código Procesal y el de ética profesional. Sí, existen rispideces profesionales y tensiones, por defender una causa. No se trata de una situación pacífica inventada. Me siento bien tratado, aunque hay gente que no me quiere por falta de afinidad. Me siento muy estimado en la ciudad por algunos, otros me son y les soy indiferentes, y con otros no me llevo, pero no tengo enemigos. No me recusan, salvo las chicanas de los ejecutivos (J 45/49). 191 8) Una sola vez tuve maltrato, y por la personalidad del abogado, no por la función. Estoy tranquilo porque no es problema nuestro, sino que ha tenido problemas en otros lados también. Me siento estimado (S). 9) No me sentí maltratada como funcionaria. Pero a las mujeres les cuesta todo el doble. Tenemos que estar demostrando permanentemente que podemos hacer todo. Desde ese punto de vista, sí una puede hablar de maltrato. En lo personal, nunca tuve un episodio de maltrato. Me siento estimada, por otro lado. A pesar de que suelo recibir algunas críticas duras. Soy bastante perseguidora en el tribunal (Sa). 10) Maltrato he sentido, he levantado broncas o enojos, y a veces hay que pararlos, sobre todo en audiencias. No fue común, pero me ha pasado. También siendo secretario, atendiendo gente en mesa de entradas, tratando de calmar a un abogado que había levantado bronca contra un empleado por lo que fuere. El abogado levanta el tono muchas veces por la situación, pero otras injustificadamente. A veces, hasta dolosamente. (SC 30/34). B) Ciudades intermedias 11) Los abogados me acompañan. Es increíble como me cuidan y no me hacen meter la pata (C 50/54). 12) En ....(Departamento del G.B.A.) me sentí maltratado por abogados en dos oportunidades. Me quedé con una bronca terrible. Uno de ellos hizo prominente carrera política. Pero acá nunca me pasó (C 45/49). 13) Me siento muy bien tratado por los abogados. Me siento, además, muy acompañado por el profesional. Pero recuerde que este es un Departamento chico, el trato es muy bueno, no hay dificultades (C 60/64). 14) Siempre me sentí bien tratado por los abogados. Siempre he recibido comentarios muy favorables. (C 50/54). 15) Me siento estimado y totalmente reconocido por los abogados del Departamento Judicial (C 50/54). 16) Los abogados en general son respetuosos, aunque hay alguno desubicado o prepotente, depende de la personalidad (C 60/64). 17) Nunca leo las expresiones de agravios de mis sentencias, por las dudas. Sólo leo las sentencias de Cámara, así que es muy difícil que me sienta agraviado o maltratado. Cuando ha habido algún exceso contra mí, si es por escrito se lo he hecho saber y he ordenado testarlo. Y ahí ha quedado. Si se repitiera, no sé, no me ha pasado. Y en alguna audiencia, por ahí, bueno, yo también los reto y a veces estamos a los gritos. No tengo recusaciones por enemistad, ninguno me recusó (J 45/49). 18) Los abogados nos tratan muy bien. Yo me siento muy bien tratada. Recuerde que este es un departamento chico. Aquí hay familiaridad. Es una situación especial, hay un trato fluido. Nunca me he sentido mal tratada por los abogados. Me siento muy estimada, una a esta edad ya sabe o puede distinguir quien lo quiere, lo respeta y lo estima, de quien no lo hace (Jza, 55/59). 19) Me siento bien tratado, incluso con los abogados que han perdido pleitos aquí, salvo casos excepcionales, que hasta he tenido que pedirles que se retiraran. Las dificultades han sido mínimas (J 55/59). 20) En ocasiones me he sentido maltratado o presionado. Por ejemplo, en un caso que sancioné a un abogado9...Yo me hice distintos replanteos, me preguntaba qué estaba haciendo. En ese momento me sentí muy mal. Me pareció muy injusto teniendo en cuenta todo lo que se había hecho en este juzgado para tratar de mejorar la actividad judicial. No me sentí ni acompañado, ni comprendido. El tema llevó a una resistencia exagerada, llevada a cabo por un grupo de abogados influyentes. Después, en otras cosas el Colegio me acompañó. (J. 40/44). 21) Me siento muy bien tratado por los abogados y aquí se los trata como a iguales de los jueces. El respeto, básicamente, es mutuo. Se puede disentir, eso es bueno y admisible. No se sabe mucho si hay crítica, eso es de la mesa de entrada para afuera. En este Departamento nunca se ha llegado a niveles de una gran tensión. No nos tratan mal. Son muy respetuosos. Hay otros problemas que tienen que ver con la infraestructura. El problema en la mesa de entradas es cierto. En estos momentos tenemos un sólo empleado y está rodeado de abogados con distintos requerimientos, más otros que son parte y que vienen a ver el expediente. El pobre empleado por más que se esfuerce le absolutamente imposible cumplir con todos. Eso es un problema de infraestructura. Me siento acompañado por los abogados y por el Colegio. Estos nos ayudan a hacer algún reclamo por problemas de infraestructura (J 55/59). 22) Ha habido algunas situaciones excepcionales en las que me he sentido maltratado por abogados. A veces he tomado medidas y a veces no, porque, mire, yo le voy a confiar una anécdota (con el grabador detenido, 9 El juez relató un caso en el que al haber tomado una medida contra un abogado, que, más allá de su procedencia, aparece objetivamente como atípica en el contexto de las sanciones aceptadas en el foro local, generó la reacción y fue censurado por el Colegio Departamental. Finalmente la Cámara revocó la sanción. 192 el juez relata la deliberada e injuriosa destrucción de un objeto de su propiedad al salir de una recepción organizada por el Colegio de Abogados). (J 60/64). 23) Yo no tengo problemas con nadie, y decir con nadie es decir mucho porque he tenido problemas. Pero si hablamos de problemas con tres personas o cuatro en doce años de ejercicio del cargo, no creo que eso sea problema. Veo que algunos abogados buscan el problema porque a veces no les gusta la forma en que el juzgado controla las cosas, lo toman como algo personal. Lo que pasa es que acá yo controlo todo el trámite, eso ahorra mucho tiempo ( J 65/69). 24) Conflictos con abogados he tenido. Me sacaron una nota en contra en un diario local sobre el funcionamiento del juzgado, no tuvieron un diálogo previo conmigo. Aunque por supuesto, nadie asumió que lo hizo o que estuvo de acuerdo con la nota. No discuto el contenido de la nota, porque era para hablarlo, pero me lo hicieron mal y en mal momento. Eso fractura un poco la relación, es una equivocación por parte de ellos. Después mezclaron a todos los juzgados, cuando los problemas de uno y otro son distintos. De todos modos en honestidad no me pueden decir nada. Atraso, hubo, aunque ahora estoy al día, pero tuve un mal momento (J. 45/49). 25) Yo me siento muy bien tratada. Pido que se me hagan las críticas que sean convenientes. No me molesta que hagan las críticas que crean necesaria. Yo la expresión de agravios no la leo hasta que el expediente venga de Cámara. Si es así veré. Estudio el expediente y veo en qué me equivoque. Acá hay un absoluto respeto a la investidura del juez. Acá se respeta la figura del juez, no sé si esto se da en las grandes ciudades. Ese respeto no sólo proviene del abogado, sino también del cliente (Jza 40/44). 26) En general los letrados se portan bien, algunos son muy maleducados y se merecen que el empleado de mesa les conteste mal. Algunos gritan. Yo dicté el otro día una medida cautelar y el abogado de la parte afectada se puso a gritar en mesa de entradas, pidió a hablar conmigo porque la secretaria le dijo que no lo iba a atender si seguía gritando, lo hice pasar en seguida, entró corriendo, alterado, y me dice, sin saludar, “Doctor, es una barbaridad!”. Le dije, primero, con quien tenía el gusto de hablar. Una vez que le di la mano, le dije que si venía a cuestionarme la medida dictada, estaba perdiendo el tiempo. “Ud. sabe que para eso están los recursos”. Terminó en buenos términos el diálogo. No tenía razón. La medida se mantuvo (J. 55/59). 27) Entre los abogados hay de todo, pero dentro de ese todo hay un altísimo porcentaje que trata satisfactoriamente a los jueces y a los demás integrantes del Poder Judicial (J 65/69). 28) Nunca me he sentido maltratado por los abogados. Al contrario, me siento estimado (AI). 29) Nunca me he sentido maltratado por un abogado. Creo que lo que importa para lograr un buen trato es estar preparado técnicamente e intelectualmente. Yo creo que eso lo logré. Conozco al abogado, no le tengo miedo. Los conozco como personas, sé lo que necesitan (S). 30) A mí no me ha pasado. Este es un lugar chico y si uno acá no se sube a ningún caballo y sigue siendo la misma que conocieron antes de que ejerciera el cargo, eso no pasa. En cuanto a la estima, supongo que sí; nunca se sabe (Sa). 31) No me he sentido nunca maltratado. Alguno puede estar disconforme alguna vez, pero nada más (S). 32) En general me siento bien tratada por los abogados. Yo creo que el trato tiene que ver con la lealtad y con el conocimiento del derecho. Si no se tiene un buen conocimiento del derecho, éste es el más proclive a no respetar a la persona que ha tomado una decisión, llámese juez o secretario. En general es buena la relación (Sa). 33) Bien tratada la mayoría de las veces, mal tratada, un par de veces. Hay algunos que son prepotentes y quizás nosotros pedimos cosas que son fundamentales para los chicos, pero para ellos no lo son. Tenemos la costumbre de citar a los chicos y a los abogados les molesta, porque demoramos la resolución de un divorcio. También les molesta cuando pedimos que el alimentante acredite cuánto gana. De estas cosas, a veces me entero por afuera, por amigos. En otros casos, me he sentido por mi juventud menospreciada por algunos abogados mayores (SF). 34) Maltrato personal no recibí, sí muestras de estima (Sa). 35) Pocas veces, pero ha habido mal trato. Dado mi personalidad, no doy lugar a una agresión o mal trato, porque no lo genero, y el que viene mal predispuesto, como una es más tranquila, se aplaca, pero me ha pasado (Sa). 36) Maltrato nunca sentí por parte de abogados (SC). C) Gran Buenos Aires 37) Los abogados, en general, tratan bien a los jueces. Yo me siento muy bien tratado. No tengo problemas con ellos (C 60/64, C 50/54). 193 38) Nos sorprende incluso la agresividad que hay hacia los jueces, porque más allá del error en que puedan incurrir, sobre todo en una jurisdicción como la nuestra, con semejante fárrago de trabajo, hace que sea irritante leer los escritos de abogados que no tienen razón y que critican lo que dice el juez. Acá tenemos un conjunto de jueces con mucha experiencia, porque tienen muchos años en el cargo, o como secretario o como auxiliar letrado. Y esos abogados, se colocan en un terreno inconveniente para con ellos mismos, recuerdo que cuando ejercía la profesión trataba de no herir susceptibilidades, porque los jueces son hombres y cuando tiene que confirmar una sentencia o resolución, deben darle la razón al juez o al abogado y se encuentran que en ese escrito se empleó un lenguaje agresivo hacia el juez, hace que a uno lo predisponga, aunque no debe, porque uno debe ser fuerte para eso, pero uno es hombre y esa agresión es contraproducente para el abogado. Creo que los Colegios tendrían que hacer cursos obligatorios, donde se hablar de estas cosas. La altura, aunque el Juez esté errado no se debe perder nunca. (C 65/59). 39) Hay muchos abogados que vienen mal a la mesa de entradas, a diferencia de como vienen acá. Cuando vienen a ver al juez o al secretario vienen de una forma, cuando se dirigen al empleado de mesa, muchas veces lo hacen mal. Pero eso también depende de las directivas que les dé a los empleados. Ellos saben que tienen que tratar bien. Les digo que si el profesional trata de discutir con ellos, les tienen que decir que lo va a atender el secretario o el juez. Eso primero por nivel, porque si el empleado discute, yo tengo que entender que el abogado tiene razón. Entonces lo que tienen que hacer es no discutir. Si la personalidad del empleado es difícil tiene que estar la mano del juez: lo cambia de lugar, si es eficiente para otro trabajo. No puedo disponer de cambio de empleados, pero sí de cambio de lugar en el juzgado. No es fácil sacárselo de encima si el empleado es malo. Problemas con abogados tuve. Un caso fue por los expedientes reservados, que ordené que lo vieran los profesionales de las partes o los autorizados en el expediente. No por otro profesional, salvo que justificara que iba a tomar intervención y quería verlo antes. Y otra vez que no quería que apoyaran maletines o computadoras en la mesa de entradas, que los pusieran abajo. Eso me trajo protestas y quejas pero los atendí y les expliqué, y no hubo problemas. Un solo profesional me la siguió, hizo la denuncia en Fiscalía y llegó a la Corte, pero ésta me dio la razón (Jza 55/59). 40) Jamás, pero creo que tal vez parte de mí la forma de como los atiendo y como quiero que me traten. Si pudiera estar con toga me la pondría, porque me parece que es lo más práctico y lo más claro para el Juez. Es la investidura del juez, por lo que tengo derecho, en algún momento, a sacarme la toga. Y es una forma de que el interlocutor observe esa forma y pueda saber plantarse ante ella: está hablando con alguien que representa la Justicia. Para mí es moderno el concepto de la toga, es como otro uniforme, pero también para que el otro vea el ámbito en el que se desenvuelve y como deben ser las cosas y para que también yo lo tenga claro, porque soy un ser humano y me puedo impacientar y demás, entonces me sacaré la toga y se verá al hombre, pero que eso no involucre al juez (JF 40/42). 41) Mal tratado no. Tampoco puedo pedir que todos me aplaudan, no puedo conocer la trastienda, apenas uno conoce su casa. Pero, personalmente no, además como digo, hay que tener domado el potro de la susceptibilidad, porque para hacernos mala sangre hay miles de expedientes. Quizás algún memorial con frases poco felices, pero cuando uno sabe que es atildado, que ha hecho lo mejor posible, si estudié la causa, me tienen que respetar, les guste o no. Cumplí con mi deber. Hemos tenido un caso donde me agredieron en un memorial y la Cámara lo consideró desierto por insuficiencia recursiva. Pero son casos aislados, que no incide en nuestra gimnasia diaria. (J 40/44). 42) Maltratado, no. ¡Es muy fuerte! pero muchas veces presionado. Cuando me siento presionado tomo distancia, no lo resuelvo en el momento, dejo que se decante y, después, tomo una resolución. En cuanto a estima, no sé, pienso que me respetan (J 45/49). 43) Hay un alto porcentaje que yo le diría que es el que domina la situación, que es gente muy educada, muy correcta. Yo le hablo de un 70, de un 80 %. Hay un 20% donde ya entramos en una zona gris, de mala educación, de faltas de respeto, muchas veces (J 45/49). 44) Hay cosas que me dan bronca, que quiere que le diga. (risas) Me enojo, no me gustan. Acepto que se pueda criticar, porque no me creo ... pero hasta he tenido cambio de palabras con abogados amigos que empiezan “....porque el juez...”. “No me digas eso, me agraviás, si te pareció que está mal, hacé todos los argumentos, pero no agravies”. De la misma manera que trato de ser cuidadoso en la forma en que me dirijo a los abogados...He tenido un oficial que le gustaban esas cosas y ponía “...la supina ignorancia del abogado...”, No! Qué “supina”, es un burro, es una barbaridad lo que pide, pero no tengo derecho a agraviarlo, trato en lo posible de no adjetivar. Creo que todos tienen que ser tratados con deferencia, es una norma básica de convivencia y no solo en la justicia. Lo que pasa que se está perdiendo paulatinamente en toda la sociedad, nos llevamos tan mal en la calle, manejando, chocamos y nos decimos cuanta lindura hay. A veces me siento mal tratado. Los abogado utilizan el tema de la equiparación con los magistrados y es cierto, pero yo también, y a veces vienen y gritan, a veces en contra mío, otras con los empleados. No mucho, porque no recibo mucho, para evitar eso. Recibir a gente que viene, levanta la voz, falta el respeto y se olvidan de que soy el magistrado, simplemente porque represento al Poder Judicial (J 55/59). 45) Sí, he tenido un maltrato directo e insultante. Me agravia el agravio y como creo que no es la forma de proceder y que entorpece al proceso, se aplican las sanciones. En otro caso, también tuve un agravio pero... inconcebible, yo he sido muy castigada por dos profesionales, cosa que no ocurrió, creo, que con mis colegas varones. No lo han vivido el resto de los colegas, que tuvieran una actitud muy prejuiciosa al comienzo y 194 también desde la función. Yo venía desde lo penal y me han dicho que como juez era muy fiscal, muy formalista y creo que era injusto, si bien al principio las inseguridades, porque todos somos inseguros al principio, entonces me atuve más a la ley como un escudo. Por ahí, alguna crítica era razonable pero no desde mi otra función sino desde las primeras inseguridades. Al principio me costó, creo que más que a los otros, por estas ofensas, que las titulo así. Concretamente en una de ellas, en la que la Cámara directamente le aplicó la sanción al profesional sin yo conocerlo; decía cosas durísimas, desde que tendrían que haber hecho juicio político a los legisladores que aprobaron mi pliego, por ejemplo. Cosas que no he visto que le pasaran a otros profesionales abogados y jueces, cosas rayanas en el insulto. En cuanto a la estima, no lo sé. Es una larga lucha para ir cimentándola. Creo que lentamente lo voy consiguiendo pero es una larga lucha que cuesta y tendremos que ganarla (Jza 45/49). 46) Me ha pasado y he reaccionado en un caso aplicando una sanción. Me ha dolido, me afecta, es inevitable que me afecte sobre todo la injusticia, no el reclamo, ni un recurso o planteo, hasta duro, respecto a un tema de litis. Eso no me afecta sino me ayuda. Prefiero que me haga ver el error el profesional y no la Cámara a través de un recurso de revocatoria. Eso no me agravia (J 45/49). 47) A mi siempre me han tratado muy bien. Pero el abogado tiene una actitud de prepotencia en lo profesional. Parece que Llambías fuera un aprendiz al lado de ellos. Viene y se llevan juzgados por delante y empleados y funcionarios por delante. Pero esto se da especialmente en el egresado de ...... (menciona una universidad con localización provincial criticada por otros jueces) (J 45/49). 48) Hay de todo. Cuando una persona es un señor es un señor en todas las manifestaciones de su vida. En algunos casos hay un nivel de desubicación y de mala educación muy importantes pero no es porque ellos sean abogados sino porque ellos son mal educados. En 14 años un par de abogados fueron groseros conmigo. Es poco. En la primera oportunidad yo era muy pichón, me quedé frío porque no lo podía creer. En la segunda oportunidad ya era muy viejo y casi le como el hígado (JF 45/49). 49) En principio hay un buen respeto y los pocos casos excepcionales, que he visto, en que no hay respeto ha sido por problemas de formación. El abogado, a veces, reacciona mal pero hay que comprender que está cercado, en muchas oportunidades, por sus propias circunstancias: ir y venir a los distintos juzgados, pedir expedientes, ver, resolver (JF 40/44). 50) Al principio me sentí maltratada, porque soy mujer, porque tengo el aspecto de ser más joven, porque no tengo el estilo de juez tradicional, porque sigo siendo la misma que era antes de que me nombraran en este cargo. Igual me pasó cuando era abogada y trabajaba privadamente. Hasta que no se dan cuenta de que más allá del aspecto Ud. estudia y es seria o, al menos, lo intenta, la puede pasar mal. Ahora, las cosas son diferentes y quizás me dispensen más respeto de lo que es normal. (Jza F 40/44). 51) A la gente se la atiende, no se la pelotea, y se le dice la verdad de cómo se presenta la dificultad. En cuanto al mal trato, es muy poca la gente con la que puedo tener una palabra. No me puedo quejar; pero por ahí el empleado de mesa de entradas viene todo exaltado porque el profesional le dijo esto, le dijo lo otro. Después a mí no, yo no registro esa actitud. Pero a veces doy vueltas por mesa de entradas, porque hay gente que no me conoce, ni sabe que soy la secretaria, y alguien me grita: “Alcanzame esa bandeja!” Yo se las alcanzo. “Quiero hablar con la Secretaria!” “Bueno dígame”. “No, con la Secretaria!” “Yo soy la Secretaria”. Y ahí, el cambio de trato. Siempre ha habido gente maleducada, como acá hay gente muy maleducada para atender al profesional, a mi gusto (Sa 25/29). D) Conclusiones y comentarios Casi todos han opinado sobre este tema (52 respuestas10, el 94,5 % de la muestra). El análisis general muestra que 24 (44%) sostienen que el trato es bueno, sin limitaciones, 8 (14,5 %) relata hechos que los han afectado y muestran una imagen negativa de la cuestión. Y 20 (36 %) tienen una posición intermedia, sea por referir algún maltrato hacia el entrevistado u otro miembro del tribunal. No contesta el 5,5 %. Si analizamos en primer lugar a los camaristas, vemos que de 11 respuestas sólo uno dice haber quedado resentido por un mal trato (C 12) en otro Departamento Judicial, se supone que en el cargo de juez. Los restantes no acusan hechos graves, salvo situaciones que pasan por la función cuando hay que decidir. Del análisis del material, estimamos que la hipótesis está confirmada. Entre los jueces, se notan algunos casos que, por extremos, han dolido humanamente, más allá de las discrepancias que pueda tener el abogado con el fallo. Se trata de los consabidos colegas que prefieren los argumentos duros y descalificadores contra el juez antes que atacar la sentencia. Es más fácil que pensar y además permite el desahogo, aun10 Dos fueron colocadas bajo el mismo número. 195 que no sirva para objetivo procesal alguno. El juez 3 se manifiesta resentido con el abogado que lo llamó “desfachatado”, como argumento de ataque de la sentencia; el 22, por una mezquina venganza sobre un objeto de su propiedad tomada por abogados muy molestos con algún fallo adverso; el 24, por una nota sin firma -- pero manifiestamente de pluma de abogados -- publicada en un diario local contra su juzgado, sin visitarlo previamente para analizar lo que ocurría con las demoras que al parecer le imputaban. El 44 se queja de los términos de algunas expresiones de “agravios” que constituyen tales, para el juez y no para la causa, y entiende que esos excesos también se intentan del otro lado del mostrador, pero deben ser reprimidos 11. Pero, por los términos del diálogo, parece que puede increpar directamente a los injuriosos, por la informalidad que existe entre ellos. También llama la atención el juez 17, al decir: Y en alguna audiencia, bueno, yo también los reto y a veces estamos a los gritos. No debe ser un ejercicio muy agradable la pelea a gritos entre jueces y abogados, sobre todo si se tiene en cuenta el futuro de la relación. Se trataría de domar el potro de la susceptibilidad según las palabras del juez 41, tarea nada fácil para los propensos al insulto, con el que pretenden suplantar los argumentos. Lo mismo ocurre con la jueza 45, respecto de un abogado que obnubilado por un fallo adverso, arremete exigiendo --en la expresión de agravios -- el juicio político a los legisladores que aprobaron su pliego. En otro lugar de estas mismas entrevistas hemos recogido la reiteración de la consabida e histórica injuria al juez, de donarle los honorarios para la compra de libros jurídicos, frase que, conocida de antaño, se reitera cada tanto en los escritos de abogados un tanto pasados en su falta de respeto, y hasta poco novedosos en el arte de injuriar. Se trata de excesos, excepcionales y lamentables, en los cuales el letrado, que en definitiva es un intermediario de intereses ajenos, da rienda suelta a su necesidad de agraviar, olvidando que su tarea es defender lo mejor posible tales intereses encomendados. Bien pudo pensar que así nada aportaba, y además, que humanamente podría predisponer a la Cámara en su contra, con afectación de la objetividad que él mismo había liquidado primero. El camarista 38 dice claramente que la agresividad del abogado contra el juez predispone a la Cámara en su contra; no debería ser así, pero los irrita leer escritos de abogados que no tienen razón e insultan al juez. El que hiere susceptibilidades, genera defensas corporativas. Es cierto que, como dice, deberían hacerse cursos en los Colegios de Abogados donde se trataran estas cuestiones. Y más que injuriar e indignarse contra los jueces de Cámara, por ser humanos y susceptibles, la crítica debería empezar con los que desencadenan con su actitud la emoción negativa en el juzgador. En general, los jueces de primera instancia que relatan tales casos se preocupan en señalar que las providencias que originaron los excesos, fueron confirmadas. Los abogados deberían preguntarse si fue porque eran ajustadas a derecho, o como una sanción informal a la parte por la incontinencia verbal de su abogado. Cualquiera sea el fundamento o el resultado, no hay justificación alguna para los abogados que, sin balas, le pegan a los jueces con el revólver, o con el expediente (J 3). El caso relatado por el juez 26, del abogado que grita en mesa de entradas frente a una medida cautelar que perjudica a su cliente, muestra un exceso emotivo que debió evitarse, pero un compromiso con su tarea que es necesario salvaguardar. Este tipo de hechos Algunas veces lo es. Por ejemplo, “calificar en el memorial, a la resolución apelada de basarse en considerandos “ridículos, arbitrarios y que prejuzgan sobre el fondo de la cuestión”, no se ajusta a la necesaria sobriedad que debe imperar en toda presentación judicial, cualquiera sea el grado de disenso que la actuación de un magistrado pudiera provocar en el recurrente, ya que a fin de conseguir la revocatoria de lo que se considera errado valen los argumentos jurídicos que se expongan ante las instancias superiores y no la verborragia grandilocuente, vacía de sentido y agraviante hacia la investidura de quien se limita a resolver una cuestión sometida a su decisión... (C.N.Civ. Sala K, 232/10/92, La Ley 1993 B 301). En el caso se impuso una multa solidaria a la parte y su letrado. O “Las manifestaciones irónicas y sarcásticas contenidas en un escrito son notablemente lesivas del respeto debido a la contraparte y al tribunal, carecen del mínimo decoro con el que un profesional debe actuar ante cualquier órgano administrador de justicia y se excede sin motivo el ejercicio del derecho de defensa y el cumplimiento del patrocinio y el mandato. (CS, 27/9/1994, La Ley, Supl. actualización jurisprudencia: “Conducta procesal”, por M. D. Feldman, 29/7/1996, pag. 8). 11 196 no parecen tan graves, ya que , en definitiva, el diálogo se encarrila con el juez, y termina en buenos términos, más allá de la diferencia de criterios. De todos modos, lo anecdótico, entre tantas entrevistas, muestra que se trata de situaciones personales, y excesos emotivos, por ello mismo, difíciles de controlar, y en este sentido nuestra hipótesis queda confirmada. Un tercio de los 28 jueces que opinaron, han sostenido que nunca tuvieron episodios de mal trato, y la mayoría de los restantes lo ha limitado a algún hecho aislado en largos años de ejercicio. La conclusión es que el trato es en general correcto. Temas distintos, y que no se refieren al maltrato, son los casos en que la protesta o el enojo proviene de medidas que toma el juez en su actividad de gestión judicial y que ocasionan quejas. En todo caso, se trata de cuestiones institucionalizadas, que indican por una parte, un error de apreciación del juez, y por la otra, una reacción que no parece excesiva ni injuriosa por parte del abogado. Tal el caso de la jueza 39, con sus medidas en mesa de entradas para controlar la observación de expedientes reservados, que puede originar la justa reacción del abogado privado de la lectura, ya que debe fundamentar su interés previo a la exhibición (lo que resulta un tanto difícil, si trata de obtener elementos de juicio para decidir si tomará intervención o si aceptará un mandato en la causa). Aquí se está privando de un derecho básico al ejercicio profesional, que recuerda otro analizado, sobre la obligación de notificarse impuesta por otro juez, a todo abogado que intentara ver un expediente en mesa de entradas. Creemos que si el abogado se queja, y lo hace con el debido respeto, tiene mucha razón. Otro tanto cabe decir de la jueza citada, que, al igual que otros magistrados de varias jurisdicciones, impide que se coloquen maletines sobre el mostrador, para evitar el hurto de expedientes, haciendo un poco más difícil la penosa tarea de leer autos, copiar proveídos, hojear cuerpos de expedientes, tomar escritos para agregar, etc. Si bien los hurtos son realidades, no pueden controlarse haciendo más dificultosa o vejatoria la tarea del abogado. El caso del juez 20, muestra a un magistrado que quiere reformar las costumbres del foro a partir de su particular concepción de la ley y de la ética, y quiere, además, que se acepte sin discusión. No es fácil. La sociología del derecho enseña que tales intentos son de dificultosa implementación, porque se alzan con lo sobreentendido en la comunidad, más allá de lo debido o indebido de la conducta de acuerdo con la ley, y aunque la medida que se quiere imponer sea razonable. Se trata del “deber ser costumbrista”, de gran fuerza en su oposición al legal. Por otro lado, habría que determinar si el caso está claramente ubicado en la prohibición legal, o es dudoso12, para aclarar la dificultad de revertir la práctica desviada por tales medios. Lo que surge es la oposición que existe cuando un juez no busca el consenso antes de tratar de alterar lo que es sobreentendido hasta ese momento en la práctica forense. Caso parecido al anterior, es el juez que dice haber ejercido más de quince años como abogado (cita 6); sostiene que el abogado que maltrata lo hace por no aceptar las órdenes que el juez le ha dado al empleado (vinculado al préstamo de expedientes, en su ejemplo). En este caso, se justifica el mal trato del empleado, porque el abogado ha levantado el tono primero. En este sistema “democrático” el empleado discute en igualdad de condiciones con el abogado, y el juez da órdenes desde el nivel superior de la jerarquía social. El empleado de mal carácter sería una excepción. Algunos jueces evitan el disgusto y no leen las expresiones de agravios contra sus sentencias (J 3, 17). Una sana práctica, al parecer, sobre todo si hay tanta carga laboral, y se desconoce el destino de los agravios en el Superior. Es seguramente saludable la práctica del juez 3, que lee los fallos de Cámara cuando vuelven revocados, para ver cómo mis superiores ven algo que yo no pude ver, por el trabajo que tengo. Menos sana es la práctica del juez 44: no recibir abogados que levantan la voz o faltan el respeto, porque olvidan que 12 Se disculpará que no se circunstancie el caso, por dos motivos: primero, porque su relato podría identificar al juez y al abogado protagonistas. Y segundo, porque no es tema de este trabajo analizar la razonabilidad de las sanciones específicas o los criterios esgrimidos por las partes en defensa de sus posiciones. 197 “soy el magistrado”. Si como dice, tal es su conducta, es probable que su aislamiento defensivo en tales casos (en otros parece salir a discutir mano a mano con el abogado que se excede) sea parte de esos problemas que no logra enfrentar, y que es difícil diferir a sus subordinados. Parece propio de la función del juez enfrentar el problema y el conflicto humano y no abroquelarse en las jerarquías, el procedimiento escrito y los expedientes. Los problemas de comunicación no se resuelven cerrando canales, sino abriendo otros alternativos. Algunos entrevistados han sostenido que el abogado discute autoritariamente con el empleado, pero baja el tono al tratar al secretario o al juez (Jza 39, J 26, Sa 51). Esto es cierto, y se nota, por lo menos en la primera parte, en las mesas de entradas. El buen o mal trato no está sólo de un lado. La juventud de la secretaria 51 le ha permitido protagonizar ambas formas de trato del abogado, de acuerdo al ámbito del juzgado donde se encuentre ocasionalmente; lo toma, al parecer, de buen modo. El diálogo que dice haber sostenido con un abogado que la maltrata en mesa de entradas, creyéndola una empleada, hasta que se entera que es la secretaria, resulta también verosímil. En este caso, con ecuanimidad, la entrevistada reconoce que si bien hay abogados maleducados, también acá hay gente muy maleducada para atender al profesional. Otra secretaria (Sa 33) dijo en otros casos me he sentido por mi juventud menospreciada por algunos abogados mayores. Lo reseñamos porque es exactamente la palabra que usamos en la pregunta realizada a las profesionales, en la encuesta cuantitativa de la investigación sobre los abogados, que originó el rechazo de algunas de ellas 13. También maltratada por ser mujer y con aspecto joven, dice haber sido la jueza 50. La discriminación no es un invento de los investigadores, el menosprecio por género tampoco. En el mismo sentido, la secretaria 9, aunque no reconoce maltrato, sostiene que a las mujeres todo nos cuesta el doble. Un comentario especial cabe a la afirmación del juez 40, que cree que la toga mejoraría estas cuestiones del respeto, ya que su interlocutor sabría que está hablando con alguien que representa la Justicia. No se requerirá seguramente, de tales formas, para que el abogado sepa quién es el juez, y el juez sepa quien es el abogado. No agregará, seguramente, ningún respeto que no se obtenga por medios más sutiles y propios de culturas más elaboradas: un uniforme, al que el citado juez equipara la toga, nada agrega al mundo material, aunque pueda crear alguna fantasía en lo formal. Ni togas ni galones: sólo mejor calidad de desempeño. No es un caso aislado. Recordamos que en nuestra investigación de 1993 en la justicia nacional, otro magistrado abogó por las togas como modo de mejorar la imagen de los jueces. El tema es que, si no está incorporado a las tradiciones -- y en nuestra cultura forense no lo está -- poco podrá hacer para mejorar un deterioro visible en el desempeño. Pensamos que es mejor el juez que lo sea más allá de sus vestimentas, por sus acciones, por su liderazgo en la causa, por el respeto que tenga y que inspire al abogado, y por su personalidad total 14. Más difícil, pero más profundo y más valioso, cuando pocos creen en las formas, las apariencias y las ostentaciones. Tenemos presente que un Asesor de Incapaces ha notado que al tratar a jóvenes, el traje y la corbata son vistos con recelo, y obtiene mejor acercamiento si opta por una vestimenta informal (cita 17 del apartado siguiente). Se trata de acercar, no de colocar vallas jerárquicas y sociales. Pero algunos jueces no ven esto: preferirían aumentar la distancia. El trato razonable parece ser la regla, y en todas las jurisdicciones, salvo algunas que tienen particular suerte de no haber contado, hasta ahora, con inmoderados que dificulten el trato, pueden aparecer anomalías y desvíos. La mayoría actúa correctamente, pero alguno puede actuar de modo prepotente, hosco, peleador, o maleducado. 13 Sobre los comentarios y su análisis, PAPBA, II, pag. 177/178. Les vendría bien a estos opinantes leer al juez Frank, todavía temido por los burócratas y aparatosos de la justicia. Alguna vez escribió que la toga sólo servía para intimidar a los jóvenes abogados y a los testigos. “...de atrás parecemos una cierta clase de mujeres que no se ven en ninguna parte, salvo en los teatros de burlesque, y de frente verdaderamente aterradores. En conjunto, permite que el juez necio y el juez fanático parezcan mucho mejor de lo que son” (Introducción de Edmond Cahn a la obra de Jerome Frank, Courts on Trial, Mith and Reality in American Justice, Atheneum, N.Y. 1963, pag. VII). 14 198 En definitiva, y más allá de lo anecdótico, es obvio que hay personas educadas y otras maleducadas con independencia de su profesión, pero la situación en la que se trabaja genera malestar y tensión, que exige una templanza cada vez mayor para soportarla. Esto no justifica ni el maltrato, ni el exabrupto, ni las desconsideraciones con los jueces. En el caso de los empleados es cierto que de uno y de otro lado existen excesos. Pero si bien el abogado no debe descolocarse preguntando a un empleado sobre el trámite, esto no justifica el posicionamiento que el empleado toma frente al abogado inexperto. Y es manifiesto que hay empleados que, abroquelados en el pequeño gran poder que les otorga estar del otro lado de la mesa de entradas, ven al abogado como una persona que obstaculiza su trabajo y molesta su tarea. Estos roces parecen inevitables en dos situaciones que no parece posible controlar: la cantidad de abogados, causas y las condiciones en que se trabaja actualmente en la Capital Federal, el G.B.A. y en las ciudades principales, por un lado, y la baja general en el trato social, que de modo creciente introduce la desconsideración por el otro, sea en el rol profesional, laboral, o en la vía pública, donde hoy una gentileza parece propia de ancianos sin “urgencias”. El respeto no forma parte actual de lo valioso y prestigiado, y se considera, al parecer, una formalidad del pasado, desechable y propia de generaciones anteriores, no urgidas por la “tolerancia cero” que muchos tienden a cultivar con cualquier conducta del prójimo que no les convenga. Nadie está exento de pasar por tales hechos de tensión. Aun así, debe rescatarse la cantidad de camaristas, jueces y secretarios que dicen haber sido bien tratados, que llega en varios casos a sostener Los abogados me acompañan y en uno a decir: es increíble cómo me cuidan y no me hacen “meter la pata” (C 11). La solución para tales cuestiones cotidianas fue sugerida por un camarista del G.B.A.: acuerdos y reuniones entre el Colegio de Abogados, el Colegio de Magistrados y la Asociación Judicial a través de delegados específicos, para evitarlos. Manifiesta este entrevistado haber formado parte de una experiencia similar en su Departamento Judicial, con el cual desactivaron, en reuniones que se realizaban, problemas como los que él mismo relata (por ejemplo, denuncia radial de un abogado contra un juez, manifestaciones públicas de este en contra del abogado, términos impropios de jueces en las sentencias contra los abogados de las causas, etc.). También se analizaban casos para evitar la repetición de situaciones (maltrato en mesa de entradas, mala atención del personal, excesos de los abogados). Aunque reconoce la dificultad frente a los intereses contrapuestos, teniendo en cuenta que suma a los empleados judiciales, lograron, según dice, resolver problemas del diario acontecer. Pero para que todo funcione, se debe partir del diálogo. Si hay una solución, ese puede ser el comienzo. IV. Recepción por parte de los jueces de actores o demandados sin acompañamiento letrado. Los interlocutores de los jueces, en las cuestiones atinentes a las causas, son los abogados. ¿Qué ocurre cuando las partes del juicio desean entrevistar al juez, sin ser acompañados por abogados? Preguntamos si los recibían, y en caso afirmativo, por qué lo hacían. Quisimos saber también los motivos que llevaban a los particulares al despacho del juez. En el punto no existían hipótesis sobre ninguna de las preguntas realizadas, tratándose de la búsqueda exploratoria de información. La pregunta fue: ¿Lo visitan partes o litigantes sin acompañamiento de abogados? ¿Por qué motivos? ¿Qué actitud toma Ud.? A) Ciudades principales a) Jueces y Secretarios de Cámara. 1) Las partes vienen en menor medida que los profesionales, y estas entrevistas tienen otras características, ya que traen toda su carga emocional, llegan aquí después de toda la primera instancia, luego de varios años, y uno tiene que tener paciencia para escucharlos, y darle una respuesta satisfactoria o tranquilizadora (C 60/64). 199 2) A veces vienen partes, no sabemos si vienen por propia voluntad, si lo impulsa el abogado por estrategia para impactar al juez, y a veces después de la sentencia a quejarse (C 50/54). 3) Partes también vienen solas, y a veces los recibimos los tres camaristas. Los fundamentos son quejarse del abogado, o situaciones familiares. En primera instancia vienen más a quejarse, aquí los particulares vienen por asuntos de créditos laborales de las quiebras, vienen representantes laborales, y los recibimos para evitar conflictos mayores. Esto a veces es mal visto, incluso por el Colegio de Abogados, que dicen por qué los recibimos sin asistencia letrada. Una vez nos hicieron una denuncia que fue rechazada por la Corte. Pero es el único camino, cuando es para evitar conflictos sociales y no por causas que están paradas. Ellos (las partes) saben el procedimiento de primera instancia y de aquí, y vienen a preguntar (C 45/49). 4) A las partes también las recibo, porque son lo principal del expediente. A veces vienen solas, y en primera instancia me pasaba que a veces era para hablar mal del abogado, o del juzgado. En el segundo caso, cuando venían con que en este juzgado no se trabaja, me lo dijo mi abogado, les mostraba el expediente, y les decía: su abogado presentó el escrito el 5 de noviembre, se proveyó el 7 de ese mes. El siguiente escrito lo presentó el 15 de febrero, le dijimos tal cosa el 17, vea quien demora el expediente. Ahora si quiere cambiar de abogado es su cuestión, es libre de hacer lo que quiere. O venían con sentencia de cámara firme, a ver que hacían con la liquidación, como el enfermo grave al médico. Arreglar, pedir cuotas, qué otra cosa pueden hacer. En esos casos falta orientación, cuando hay un embargo de una casa por una suma reducida, y pueden perder todo en el juicio. El consejo es que no lo dejaran avanzar. Cómo no los iba a recibir. En Cámara es rarísimo que vengan. (C 55/59). b) Jueces de Primera Instancia. 5) Recibo partes con el abogado, trato de no recibirlas solas, porque se pueden plantear cuestiones jurídicas que no van a conocer y es importante que esté su abogado para explicárselas (J 60/64). 6) Recibo también litigantes. Generalmente, lo que quieren lograr es inmediatez, el contacto personal con el juez, el asunto no los deja dormir y vienen a contarme. Cuando arrancamos la entrevista les digo que como no tienen patrocinio letrado podemos hablar de cuestiones banales. Les puedo decir en qué estado procesal está en la causa, pero no si le falta o le sobra prueba. Salvo un caso, que pidió de hablar conmigo y cuando me vio me dijo que quería conocer a la persona gracias a la cual hacía tres años que no podía cobrar. Le expliqué y le traje el expediente, y lamentablemente le tuve que mostrar que la desidia y la negligencia era de su abogado, no mía (J 45/49). B) Ciudades intermedias a) Jueces y Secretarios de Cámara. 7) Visitas de partes solas no las recibo, porque la parte no tiene claro como están sus cosas y su expediente. Partes con abogados, sí las recibo. En las audiencias de conciliación llamamos primero a los abogados, y les explicamos por qué consideramos necesario llamar a la audiencia. Recibir a las partes sin abogado, alguna vez lo hice por inexperiencia, me ha complicado la vida, porque yo no puedo recibir a una parte para que me hable mal de su abogado. Es una violencia muy grande y puede comprometerme: “yo le dije al juez que mi abogado esto y entonces el juez sabiendo esto hizo...”. Lo que tiene que hacer es cambiar de abogado (C 60/64). 8) Acá a la Cámara no es frecuente que vengan partes, pero cuando vienen se los atiende. Alguna vez puede ser que vengan porque desconfían de sus abogados. Ahora no es tan frecuente, pero cuando estaba en primera instancia el asunto era: “me vendió el abogado”. Esa era una sospecha muy recurrente. Muchas veces las consultas las hacen directamente con los secretarios, que son los requeridos para solucionar algo (C 45/49). b) Jueces de Primera Instancia. 9) En general no me visitan partes, alguna vez puede pasar pero uno trata de limitarlo, uno puedo informar pero les dice “a partir de acá vea a su abogado”. También alguna vez el abogado los trae para que el juez les ratifique que no haya mala voluntad del abogado. A veces los expedientes se complican porque tenemos que pedir una causa penal de otra provincia, o faltan oficios, y el abogado ha hecho todas las gestiones. Las primeras dos veces la gente confía pero después empieza a mirar de reojo. Entonces si lo quiere traer para mostrarles lo que hicieron, y uno puede avalar una cosa así, lo hace. Esto ha pasado (J 40/44). 10) A veces vienen partes sin abogado, a veces por un problema de confianza porque a la gente muchas veces les resulta difícil entender las cosas. En esos casos, lo que hago es mostrarles el expediente. Desde que yo fui secretario hasta ahora, no creo que esto haya cambiado tanto (J 45/49). 11) A veces vienen también las partes, sobre todo en casos de familia, vienen angustiados y a veces los delego en el Secretario, y les informa. Claro, la gente no sabe que hay un secretario; ellos quieren hablar con el 200 juez. Siempre ha pasado que las partes vengan porque no le creen mucho al abogado. A lo mejor esto pasa ahora un poco más porque ahora la gente se mueve más (J 55/59). 12) Es importante que las partes tengan acceso al juez. Este puede ayudar en los problemas sociales. Yo recuerdo que unos años atrás la gente no venía al juzgado, ahora si y mucho. Por ejemplo yo fijo de oficio una audiencia antes de que se subaste un inmueble para evitar que suceda lo peor. Trato de llegar a algún arreglo. Hago lo que puedo, llamo a alguien para lograr una solución provisoria. Por ejemplo frente a una subasta, la semana pasada conseguí un lote para que una familia construya una pieza y un baño, y por supuesto conseguí más tiempo. Pero la mayoría de las veces no puedo hacer nada y la gente no lo entiende. Hay verdaderos problemas sociales que no se pueden resolver. Yo hago lo que puedo, trato de hablar con las autoridades buscando una salida. Por lo menos, que se lo reciba ya es algo (Jza 55/59). 13) No los recibo. Solo los recibo con los letrados. Este es un juzgado de puertas abiertas para letrados y partes siempre que vengan acompañadas con los letrados. Porque mis primeras experiencias aquí, yo recibía a todo el mundo, la partes vienen con inquietudes sobre por qué es esto o esto otro, y el juez no está para asesorar a las partes. Así que en el primer año de juez me di cuenta que era mala política. La parte puede tener inquietud para conocer al juez, pero es la que no sabe bien donde se encuentra, porque a lo mejor el letrado no sabe asesorarla. Cuando viene con el abogado me permite decirle esto se lo tiene que preguntar a su letrado (J 55/59). 14) Acá se da el caso de que el cliente venga a hablar con el juez, a ver como va su caso. A veces viene con su abogado y otras veces viene solito. Normalmente vemos el expediente, vemos los plazos procesales que siguen, vemos como van a ser los tiempos. Cuando advierto en algún caso que el cliente viene con información que no es correcta, se lo aclaro, se lo digo (Jza 40/44). 15) Cuando vienen partes sin abogado, ya tengo más o menos orquestada la cosa. Ellos creen: “yo me presento, hablo con el juez, lo convenzo y gano el juicio”. Bueno, entonces, el empleado de mesa de entradas le dice que tiene que venir con su abogado. Si él insiste, entonces para que no crea que uno se está ocultando porque acá hay algo misterioso, que se hace al margen de lo legal, entonces se lo hace pasar y yo le digo lo mismo: le explico por qué tiene que venir con su abogado. Ya tengo algunas imágenes o argumentos preparados. Yo le digo: “¿usted viajó alguna vez en colectivo?” “Sí”. “Y cuando subió al colectivo, ¿usted tomó el volante?” “No”. “Bueno, mire, acá el que tiene que llevar el volante es su abogado”. El motivo número uno por el que vienen sin el abogado es porque creen que ellos tienen razón y que basta con hablar con el juez, creen que ellos los van a convencer al juez. Después vienen por otras cosas, pero rara vez por desconfianza del abogado. Al contrario, muchas veces a abogados que yo los veo en dificultades con sus clientes les digo: “avísenme, tráiganmelo un día, y yo le voy a mostrar el expediente y a su cliente le voy a decir: mire su abogado hizo esto, y esto, no se desespere”. Porque es la angustia que les produce no saber cómo son las cosas. Dicen: “¿cómo no me dan la razón si yo tengo toda la razón?”. La función mía en esos casos es tranquilizarlos y ubicarles el problema. Decirles: “Señor, si usted quiere cambiar de abogado puede hacerlo. Desde ya, no es un trámite beneficioso, hay que pensarlo muy, muy bien, pero se puede -- yo se lo digo delante del abogado y el abogado no se ofende --. Todo lo que en la vida sea comunicación, sea diálogo, enriquece, en todas las situaciones de la vida. Lo mismo pasa acá (J 65/69). 16) Partes y litigantes también vienen. Cuando vienen, tengo el honor de no hablar mal de los abogados. Cuando vienen a criticarlo, les digo que es un problema suyo, de confianza, no le puedo decir vea a tal o vea a cual. Analice y asesórese por otro lado. No puedo juzgar la actitud del abogado. Otros vienen porque hablando con el juez piensan que la cosa le puede salir distinta, y no es así, porque depende de la razón que tengan (J 45/49). c) Secretarios y funcionarios de primera instancia. 17) Cuando me visitan las partes sin los abogados en general es por la preocupación por los hijos; aún los abogados los envían a la asesoría a hablar, lo hacen como un coseguro. Lo que noto es que voy con jean y sin corbata al tribunal y entrevisto algún menor, logro mayor y mejor comunicación que cuando estoy formalmente vestido con traje y corbata (AI 40/44). 18) Visitan, pero no es por desconfianza a la honestidad sino por desconocimiento, y prefieren tener la opinión de quien tiene en sus manos los papeles, y porque además de que la persona que va a resolver es bueno que los escuche, se aseguran de que el caso está ahí. Pero es entendible porque es producto del desconocimiento. Se van mas tranquilos sabiendo que el caso está llevándose. Alguna vez pasó que se diga que una sucesión está iniciada acá y no es así, pero son casos muy puntuales (Sa. 35/39). C) Gran Buenos Aires a) Jueces y Secretarios de Cámara. 201 19) Partes con abogados que vengan para que el tribunal explique la demora del trámite, aquí no pasa, pero he escuchado que pasa en primera instancia, me lo han contado. Partes sin abogados a pedir explicaciones acerca de su expediente, sí, y puede ser por desconfianza (SC 40/44). b) Jueces de Primera Instancia. 20) Antes las partes no solían venir al tribunal. Hoy las partes vienen a preguntar, en parte por desconfianza a los abogados y en parte desconfianza a la justicia. A veces vienen con los abogados a ratificar la confianza, pero muchas veces vienen a preguntar, por ejemplo, si es cierto que el juzgado no despacha en mucho tiempo. Tengo por costumbre mostrar el expediente y le explico a la parte que cada vez que el abogado presentó un escrito le ponemos un cargo con su fecha, y que tienen que mirar esa fecha y la del despacho del juzgado para ver quien le dice la verdad y quien le miente. Viene gente de todo nivel educativo, y desgraciadamente tanto para la justicia como para los abogados muchas veces dicen: “me voy a ir a los medios de difusión”, que son los tribunales supletorios (Jza 55/59). 21) Está el caso donde el abogado trae a la parte porque aunque le explica que el juez tiene 30 días para dictar sentencia, la parte no sabe si le dice la verdad, o peor, otro abogado le dice “la sentencia ya tuvo que dictarse”. O le muestra el código de procedimientos y le dice: “el juez le va a explicar”. Y vienen. Son casos muy puntuales. Otro, por ejemplo, fue un desalojo muy chicaneado, hasta el extremo. Aquí viene el abogado del actor y me pide que le explique a su cliente esta barbaridad de un juicio en rebeldía en el cual además de haberle dado una oportunidad al locatario, no puede concretar la recuperación del inmueble. Le expliqué a la parte, pero había que resolverlo... En este caso si uno a la parte no le explica que su abogado tiene serias dificultades, no tiene solución (J 50/54). 22) Siempre pido a las partes que vengan acompañados por su abogado, a veces vienen mujeres desesperadas, hay casos y casos, entonces les explico que deben ser acompañados. Es un riesgo, cada palabra que se dice hay que medirla, Ud. no sabe qué diálogo o relación tiene con el abogado y después Ud. tiene algún problema. Nuestra obligación es proveer en tiempo y forma lo que se nos presenta y tomar las medidas que sean urgentes, nadie nos obliga a atender a las partes, eso no significa que no se fomente un clima de cordialidad y propicio para el buen entendimiento entre litigantes y juzgado. (J 40/44). 23) Por supuesto que tomo audiencias y recibo a las partes donde están todos juntos, pero el tema de que vengan -- sobre todo las partes --, no me gusta. El otro día me pasó que con un juicio largo, vino una de las partes para que le diga por qué era largo, le dije que me lo preguntara por escrito y que no estaba para dar audiencias particulares, para eso que se lo explique el abogado. Si fuera el juez de instrucción, posiblemente sí le daría una explicación, pero no manejo el expediente; me remito a resolver de acuerdo a lo que me piden (J 55/59). c) Secretarios y funcionarios de primera instancia. 24) Las partes vienen a veces sin el abogado y si quieren que les expliquemos cómo va la causa o si quieren ver el expediente se lo mostramos, pero si piden algo, les decimos lo mismo: que tiene que buscar al abogado y pedirlo por escrito. Hay gente que no entiende e insiste; no entienden que por más que me cuenten durante una hora lo que les pasó, si no está por escrito no me sirve de nada. Si no tienen confianza en su abogado, se tendrán que buscar otro abogado. Yo no les digo nada. Pero no creo que tengan desconfianza en general. Yo creo que la gente, cuando tienen un problema económico y ya creen que son abogados, vienen, peticionan. Esa gente creo que tiene un problema psicológico, están detrás del expediente. Acá se los atiende sólo para explicarles o para que vean el expediente (S 30/34). 25) Insisto en que si la parte requiere hablar conmigo lo haga con el profesional, creo que el profesional es necesario, por respeto a su trabajo y porque creo que es el que tiene que manejar a su cliente, no el cliente a su abogado, por lo tanto pongo en primer lugar al profesional y en segundo al litigante. El paso obligado es el profesional, pero con una apertura y con un manejo del cliente, porque uno advierte muchas veces que es el cliente quien maneja al profesional, con lo cual no sirve su presencia. Pero en general, lo maneja a su cliente, en el buen sentido (S 45/49). 26) Trato de no recibir partes sin abogados, y si lo hacen los mando a su abogado. Aquí hay mucha gente pobre, en desalojos, por ejemplo, viene llorando que los van a desalojar, les digo las cosas como son dentro de lo que surge del expediente. En situaciones límites entre la pobreza y la desgracia los recibo solos. Han venido muchas veces abogados con sus clientes para que les explique por qué el asunto se demora. Me ha pasado muchas veces, les explico lo que pasa. En general ayudo al abogado. Si viene con el cliente no está en falta. Venían mucho cuando no tenía juez, no salían sentencias porque los jueces subrogantes no tenían obligación de dictar sentencias. (Sa. 50/54). 27) Y ahora me esta pasando lo que no pasaba antes. Vienen partes a manifestarme su desconfianza respecto del abogado, lo que me produce mucha violencia, porque es un colega. A veces la preocupación es totalmente inmotivada, hay gente que viene con el prejuicio contra la justicia que abarca a los abogados. No entienden que el proceso tiene sus tiempos y no puede haber una audiencia para mañana. Pero otras veces no lo es, y no puedo hablar mal del abogado. Les digo que hablen con el abogado, que tienen una relación de confianza, y 202 lo hagan antes de venir, pero no le creen al abogado. También vienen abogados con las partes para que le expliquemos sobre las demoras y el trámite. Pasa mucho ahora (Sa 25/29). 28) Vienen las partes y tratamos en lo posible a raíz de la experiencia, aconsejar que sean acompañadas por sus letrados, porque al no ser letrados pueden mal interpretar alguna opinión que uno le de y, además, creo que es una cuestión de ética y lealtad al abogado que actúa en la causa, salvo que me estén hablando de emergencia por insania, o una cuestión de familia (Sa 45/49). D) Conclusiones y comentarios Nos encontramos frente a un tema polémico, tanto para los abogados como para los jueces. En este punto las respuestas no pueden ser más diversificadas. Se nota una verdadera falta de criterio general y actitud unificada, que se justifica por las posiciones tomadas sobre los motivos de las visitas. Debe tenerse en cuenta que nos estamos refiriendo al fuero civil, de modo que no cabe pensar, en principio, que el tipo de causas genere diferencias en la actitud, salvo los temas de familia. Veremos que el fuero criminal y correccional, y el laboral nos aportarán nuevos datos. El análisis numérico señala 28 respuestas (51 % de la muestra), de las cuales 21 (38 %) se encuentran en el marco de la aceptación, y 7 (13 %) en el del rechazo. Hay 27 entrevistados que no contestan (49 %). La generalidad parece ser permeable, por lo menos hasta determinar el motivo de la visita. No encontramos diferencias sustanciales de conductas o argumentos según el tipo de jurisdicción: en todas ellas es minoritario el rechazo y mayoritaria la aceptación de la entrevista. Los argumentos de aceptación o rechazo no son distintos según esta variable. Contrariamente a lo que podría presumirse, entre los camaristas la aceptación parece ser mayor que la media, o por lo menos, no es mayor que entre los jueces. Esto puede estar motivado porque a las Cámaras las partes concurren poco (C 1, 4 y 8, SC 19), pero aun así, registramos un solo caso de rechazo frontal: el camarista de la cita 7 simplemente no los recibe, bajo el concepto de que las partes no pueden tener en claro ni entender cómo está su pleito. El prejuicio es aquí presumir, de todo litigante, ignorancia e incapacidad de comprender cualquier cuestión jurídica. Dice que por inexperiencia personal tal actitud en los comienzos le complicó la vida, porque no puede recibir a las partes para que se quejen o acusen al abogado. Este fundamento de las visitas, como se verá, es bastante extendido. Es evidente que trata de evitar tensiones y situaciones de manejo dificultoso, y evade la cuestión. Alguien puede quejarse del abogado y entender perfectamente una explicación sobre su pleito. Dependerá en todo caso, del tecnicismo que se emplee en la respuesta, y del nivel educativo e inteligencia del visitante. Los jueces se dividen entre los que aceptan, aconsejan y ayudan, los que escuchan el fundamento de la visita, y allí deciden, y los que rechazan frontalmente cualquier acercamiento como si la presencia comportara necesariamente una traición al abogado (sin pensar que puede existir un acto doloso o mala praxis previa del abogado, o acusaciones de éste contra el juez, y por lo menos la obligación de escuchar debería respetarse), o como si todas las cuestiones a tratar fueran tecnicismos inaccesibles para las partes. Entre los que aceptan la visita, una posición razonable es la del juez 6: advierte que sin patrocinio, no puede hablarse de derechos, ni de ausencia o defecto de prueba, pero puede informarse el estado procesal de la causa. Sin embargo, esto resulta suficiente, porque sólo van a que los escuchen, o a conocer al juez. Algunos jueces van más allá y tratan autónomamente de resolver cuestiones sociales: la jueza 12 se preocupa, por ejemplo, en casos de desalojo, y ante la indefensión del desalojado, de conseguir un lote para que construya una pieza. Pero lo hace dentro del expediente, citando una audiencia. Lo que existe aquí es inmediación y asunción del problema de la parte, no la distancia burocrática del “no se puede hacer nada, abandone el inmueble”. Es una actitud valiosa de inmediación y acceso al juez, y debe destacarse. Podrá confrontarse con otras citas menos comprometidas, ya transcriptas, en el mismo marco de las conductas disponibles. 203 La actitud informativa no parece violación de ninguna especie. Muchos jueces la cumplen, sobre la base expresada por el camarista 4: las partes son lo principal del expediente. El que no puedan entender cuestiones jurídicas, no impide que sean capaces de comprender, si tienen una formación media, un informe sobre el estado procesal del expediente, los pasos cumplidos y lo que le falta para concluir, que no dependa del abogado. Este tema no es simple, ni justifica posiciones extremas, aperturistas o presuntamente democráticas del acceso a la justicia sin abogados o, por el contrario, corporativas a ultranza. El siguiente análisis tratará de mostrarlo. Descontados aquellos que no tienen abogado, al parecer, existen por lo menos seis posibles grupos de partes y litigantes que piden ver al juez, sin la presencia del abogado que los patrocina o representa: a) Los que se encuentran angustiados por la situación, y tratan de que el juez los escuche. b) Los que desconfían autónoma y justamente del abogado. c) Los que lo hacen por ignorancia, creyendo que son culpa del letrado las demoras procesales. d) Los que piensan mal por simple inclinación intelectual o se encuentran obsesionados con las causas y procesos. e) Los azuzados por el mismo abogado, que imputa al juzgado sus propias demoras, sin pensar que sus dichos pueden ser confrontados con la fuente. f) Los inducidos por “abogados del diablo” que critican al colega que lleva la causa. g) Los que concurren tras un objetivo sindical, un juicio colectivo, o la averiguación de un tema de relevancia institucional. Los analizamos a continuación. a) Los primeros son un grupo importante en temas de familia, deudores que pueden ser privados de sus pocos bienes, o inminentes desalojados. A algunos, con que los escuchen les basta: carga emocional (C 1), angustia en temas de familia (J 11), mujeres desesperadas (J 22), deseo de impresionar al juez (C2, que sospecha tras algunos de estos intentos el consejo del abogado, o J 15), contacto personal con el juez porque el asunto no los deja dormir (J 6), por un problema de comprensión ante la imposibilidad de entender las situaciones procesales 15 (J 9). Hemos relatado más arriba el caso de una jueza que se preocupa personalmente por los casos más graves, tratando de cumplir el imperativo procesal de hacer menos oneroso el cumplimiento de la sentencia al deudor. En este grupo hay algunos que, al decir de los jueces, pretenden impresionar al juez con su presencia: yo me presento, hablo con el juez, lo convenzo y gano el juicio (J 15). b) Son los que desconfían más o menos del abogado, y no tienen a quien acudir, hacen lo que pueden para salir del atolladero. Si a algunos abogados les parece mal esta actitud, puede ser que la confronten con su propia calidad de desempeño. Pero si tal no es el caso, habría que determinar cuáles son los recursos que la parte tiene frente a una situación similar. Algunos jueces ni quieren escuchar estas críticas, y por eso, presumiéndolas, no reciben (como el ya citado camarista 7). Otros, frente a la misma situación, escuchan y ponen el punto en manos del que debe decidirlo. Es el caso del camarista 4: Si quiere cambiar de 15 No puede imputarse solo a los legos, por su falta de formación jurídica, tal incomprensión. Muchos abogados tampoco entendemos los fundamentos de muchas cuestiones procesales, ni su génesis, su existencia o su utilidad práctica. Algunas alternativas parecen haber sido creadas para complicar lo simple, o para impedir los resultados. Lo novedoso es que algunos procesalistas también comparten ahora tales criterios antes heterodoxos. 204 abogado es su cuestión, es libre de hacer lo que quiere. O del juez 15, delante del abogado: Señor, si Ud. quiere cambiar de abogado, puede hacerlo. También habría que colocar en este grupo de temerosos que acuden al juez, aquellos que, aun siendo bien atendidos por el abogado, son motivados por no ser informados puntualmente por éste de lo que ocurre en la causa. Este grupo de abogados que exige puntual confianza del cliente, pero no comunica lo que está pasando en el juicio, no es pequeño. De todos modos, ir al juez para criticar al abogado o a denunciar que el abogado los vendió no es una excepción en las visitas, se los quiera escuchar o no se lo haga: C 3, 4, 7, 8, J 16, Jza 20, S 24, 27, refieren al caso. c) Los de este grupo, pueden ser instados por los letrados, para tratar de parar las críticas a su gestión. El mismo abogado es el que le pide a la parte que vea al juez, o a éste que la reciba. Se trata de los casos en que la mayor diligencia del letrado no ha podido superar adversidades del procedimiento o chicanas temerarias, pero que obtienen su objetivo dilatorio. Pruebas pendientes en otra jurisdicción (J 9), desalojos interminables (J 21). En estos casos, el juez acepta explicarle a la parte, en ausencia del abogado, que éste ha sido diligente y que la causa tiene sus tiempos (a veces inverosímiles). El juez 15 dice ofrecerle esa posibilidad al abogado en casos de este tipo. Mientras el juez sea confiable y respetable, el método puede funcionar. Si el desprestigio es común, esta válvula de seguridad fallará, y seguramente el litigante frustrado amenazará o concurrirá a los “tribunales supletorios”: los medios de comunicación (Jza 20). d) Este grupo está formado por aquéllos que no aceptan el manejo procesal ni personal del abogado, ni se confían en él, sea quien sea el letrado. Lo utilizan por obligación procesal ineludible, pero se consideran capaces de defenderse solos. Probablemente no confíen en nadie. Se trata de una cuestión de personalidad. Concurren una y otra vez al juzgado, con cierta manía litigante o vocación frustrada por el derecho, para averiguar y ver la causa. El secretario 24 dice que son los que tiene un problema económico y ya creen que son abogados, vienen, peticionan. Esta gente creo que tiene un problema psicológico, están detrás del expediente. Todos hemos visto esta clase de personas en tribunales, y existen descripciones de tales personalidades que practican el “juego de tribunales”16 y necesitan tener juicios vigentes. Es lo que advierte también el Secretario 25, que observa en algunos casos, al pedir a la parte que concurra con el profesional, para que éste guíe la entrevista, que es el cliente el que maneja al profesional y no la inversa. e) En estos casos, el abogado termina cocinado en su propia salsa, ya que son los únicos en que el juez no puede resistir la verdad, porque se lo acusa directamente. Se trata del supuesto en el que el abogado ha imputado su propia negligencia y mora al juzgado, y el cliente se atreve a ir a decírselo personalmente al juez. En este juzgado no se trabaja, me lo dijo mi abogado (C 4). Quiero conocer a la persona gracias a la cual hace tres años que no puedo cobrar (J 6). En este caso, si el abogado juega con fuego, no es dudoso que termine quemado. Varios jueces han dicho que en esos casos muestran al concurrente el expediente, y les expresan a través de cargos y despachos, de quién es la negligencia (C 4, al recordar su experiencia como juez, J 6, Jza 20). No se puede negar en este caso el derecho a ver al juez, ni el derecho del juez a recibirlo y expresarle la verdad; si se negara, quedaría el litigante indefenso entre el abogado que le miente y el juez que no lo recibe. Su alternativa sería acudir a otro abogado para que revisara lo actuado por el primero, lo que es posible, pero con riesgos para el que no cuenta con recursos y relaciones suficientes, por una parte, y sin la certeza que no existirá complicidad corporativa entre los abogados, por la otra, sobre todo en comunidades reducidas. De todos modos, la cándida acción del particular, al concurrir al juzgado a “poner las cosas en su lugar” puede aclararle cómo debe actuar en el futuro. Lamentablemente la profesión no aumenta su prestigio con tales manejos de los colegas. 16 En el descriptivo libro de Eric Berne -- más allá de su opinable fundamento teórico -- Juegos en que participamos (Diana, México, 1977), se refiere el juego de este nombre, que puede realizarse en la vida común (y especialmente en la matrimonial), pero que puede jugarse en su lugar natural. También el juego “deudor” y “acreedor” se puede practicar como deporte o modo de vida. (pags. 85 y ss, 101 y ss). 205 f) Los que hemos llamado abogados del diablo, tienen actitudes insidiosas con los colegas, y le hacen “el favor” al particular de advertirle de los hechos. Dejemos un margen para una advertencia seria, que pretende impedir perjuicios y no quedarse con el pleito. Pero comentarios tales como “la sentencia debió haber salido” , o “el juez le va a explicar”, impulsan a que el juez descalifique al letrado patrocinante o apoderado (J 21). En general no lo hacen, porque es claro que todos los entrevistados se resisten al consejo profesional frente al actor o demandado. g) Este caso es el relatado por el C 3, cuando un grupo de trabajadores o representantes sindicales concurren a interiorizarse por el estado de una causa con gran cantidad de involucrados. Se verá con mayor frecuencia en sede laboral, pero aquí puede ocurrir si la deudora está concursada o en quiebra. Este camarista relata un conflicto con un Colegio de Abogados por un caso similar, en el cual justifica la recepción, en el superior objetivo de evitar conflictos sociales. Creemos que está justificado, más aun cuando en tales causas nada puede hacerse sin patrocinio letrado, ni frente a la dimensión de la causa, podrán intentarlo los representantes gremiales o los obreros damnificados, aunque lo quisieran. El derecho a la información no puede ser confundido con el rechazo de la actuación profesional, y la recepción informativa por jueces o camaristas en tales casos puede desactivar o evitar el aumento un conflicto en el cual los intereses de la corporación de abogados no es el más relevante, sobre todo porque no se encuentra comprometida su actuación como grupo profesional. Lo que notamos en las transcripciones es que las ideas valiosas pueden enmarcarse en un modelo respetuoso del litigante y del abogado, o de rechazo y mala educación nunca justificados. Cuando la Secretaria 28 dice: Vienen las partes y tratamos en lo posible, a raíz de la experiencia, aconsejar que sean acompañadas por sus letrados, porque...pueden mal interpretar alguna opinión que uno les de, y además es una cuestión de ética y lealtad al abogado que actúa en la causa, salvo que me estén hablando de emergencia, por insania, o una cuestión de familia” expresa moderadamente una situación comprensible y aceptable, en lo humano y en lo ético. Pero cuando el juez 23 , preguntado por un litigante “Por qué (el juicio) es largo?” le contesta: Le dije que me lo preguntara por escrito, y que no estaba para dar audiencias particulares, para eso que se lo explique el abogado...no manejo el expediente, me remito a resolver de acuerdo a lo que me piden, incurre en una rudeza innecesaria donde debió dar una explicación sencilla, y en una grosería (ya que no un exceso burocrático) al responder “peticione por escrito” a una pregunta cándida y elemental de un lego. No hay derecho alguno involucrado en tal pregunta como para merecer tal respuesta. En las posiciones de rechazo a las visitas de partes sin letrado, aun aceptando los fundamentos, encontramos algunos excesos. Aunque no se comparta nuestro punto de vista, según el cual puede actuarse y recibir, sin violar ni la ley, ni la ética, ni los derechos del abogado, algunas pocas son muy duras. Además de la citada del juez 23, la del juez 13 es del mismo tenor: una cerrada negativa, justificada en este caso por la mala experiencia que dice haber tenido al comienzo de su función (al igual que el camarista 7), respecto de la petición de las partes de que los asesorara. Si el abogado no sabe asesorar a la parte, situación que reconoce como posible, la única alternativa no es tomar el rol de abogado; puede informarle, como hacen otros, sobre la marcha de la causa, y que decida el particular el curso a seguir. En este punto, no es posible generalizar, como muchos lo han hecho. El que concurre difícilmente sea un litigante instruido, con buenos recursos intelectuales y económicos. Las dudas de éste seguramente se canalizarán hacia otros abogados. Se trata muchas veces de asuntos de familia, temores por los hijos en materia de tenencia o de alimentos, (nos queda la frase mujeres desesperadas del juez 22, que sin embargo, es reticente en la recepción, o las situaciones límites entre la pobreza y la desgracia a que alude la secretaria 26), viviendas que se pierden por desalojo, deudas que crecen sin límite, en suma, cuestiones sociales. Cerrar puertas no parece el recurso adecuado, aunque nadie pide que se asuma el rol de defensor jurídico. En esto, no debe marginarse tampoco un argumento de los jueces: 206 el temor de cómo serán interpretadas sus palabras, y las consecuencias de una mala interpretación (J 22, J 13). Para concluir, no debe olvidarse que la totalidad de los entrevistados ha valorizado, en otra parte de su entrevista, el rol imprescindible del abogado en el juicio, y ninguno de ellos, sea cual fuere su posición, pretende reemplazarlo, en este punto, ni marginarlo. En ese orden, las conductas extremas no son necesarias: si para la técnica jurídica está el abogado para la comprensión humana, para escuchar al desvalido o al angustiado, estamos todos, y los jueces no son excepción, a pesar de su rol calificado. Aunque se corra el mínimo riesgo de ser, alguna vez, mal interpretado. V. Intercambio y trato social entre jueces y abogados El trato entre abogados y jueces no es fluido en nuestro sistema; sospechas y evitación mutua parecen regirlo. Señalamos en nuestra anterior investigación que algunos abogados habían reconocido la relación con jueces y secretarios, pero no para tratar las causas, sino por otros objetivos culturales o deportivos; esto no era general, y se advertía una división derivada de las personalidades y de las autolimitaciones impuestas. Es claro que quien decía sentir “cierto temor reverencial por los jueces” y le gustaba que así fuera (abogada 45/49, localidad intermedia)17, no podía considerarse amiga de ellos. También se recogía alguna denuncia sobre la entrada en los despachos judiciales por parte de algunos abogados privilegiados por amistad. Pero en conjunto, la tendencia parecía ser que, aquellos que reconocían amistad, se preocupaban por dejar sentado que no tenía nada que ver con las causas en trámite, y que evitaban tratar sobre esos temas para no comprometer al juez. En esta parte, requerimos sobre los mismos asuntos a los jueces. La hipótesis gira, entonces, sobre la evitación mutua y mayoritaria de ambos grupos profesionales. Las preguntas introductorias fueron: 1) ¿Trata abogados, tiene relación de amistad con algunos o varios de ellos? 2) ¿En alguna oportunidad el trato le dificultó el ejercicio del cargo? 3) ¿Le parece que el intercambio y trato social entre jueces y abogados es conveniente o inconveniente para una correcta administración de justicia? A) Ciudades principales a) Jueces y Secretarios de Cámara. 1) Tengo trato, nunca me dificultó, no recuerdo pedidos inadecuados de abogados con los que tengo trato social o amistad. Salvo que el tema pase por una cuestión de honorarios, nunca tuve necesidad de excusarme en casos que el cliente tiene por letrado o apoderado a algún abogado amigo. Me excuso cuando hay intereses del amigo. Cuando fui juez en otra jurisdicción el trato entre jueces y Colegio era más intenso que aquí. Pasa por las características personales de quienes encarnan al Colegio. Los jueces son poco afectos a concurrir al Colegio. No veo por qué, en actos de abogados donde no habría problemas. A mi me parecía hasta agradable, pero a otros no les gustaba. A veces hay jornadas entre Colegios de magistrados y abogados, participan algunos jueces y dan algunas charlas, pero no más. (C 50/54 no ejr). 2) En general y en lo personal no he considerado conveniente ni aconsejable el trato social habitual entre jueces y abogados. Me he abstenido, salvo las amistades de larga data, que son escasas. Esto no es una crítica respecto de otras actitudes, pero en definitiva una relación frecuente, inevitablemente se desliza hacia la conversación del litigio y la consulta al juez, de otro caso que el abogado tiene radicada, que no está en tu juzgado o no está en tu sala, pero no me agrada. La relación y el trato institucional es otra cosa, y debería incentivarse. El Colegio lleva a cabo programas en los que no se excluyen los jueces. Lo que falta son mecanismos más fluidos de comunicación en las actividades de los Colegios. Había que incentivarlos en problemas comunes, como la administración de justicia. (C 60/64 no ejr). 17 PAPBA, I, pag. 195. 207 3) Tengo amigos en el Colegio, voy a un instituto y tengo buenas relaciones con abogados, voy a conferencias. No tengo problemas, si tengo algún amigo me excuso. Me lo han preguntado muchas veces, pero en realidad, nunca me pasó que alguien se haya excedido o pedido indebidamente (C 45/49 no ejr). 4) Tengo poco trato. Debo tener siete u ocho amigos, y veinte conocidos. El juez con el que entré como secretario hace casi treinta años, sostenía que era mejor tener poco trato con abogados, porque después comprometían. En parte es así, pero hay abogados que no, que no sacan ventaja ni lo pretenden, con los que se puede practicar deporte, ir a cenas, y jamás van a pedir nada. Otros, apenas lo conocen y vienen: Escuchame, ..., porqué no me sacás tal cosa, fijate bien, ojo, mirá que la demandada está mintiendo. Es otro tipo de gente. La cosa es seleccionarla. Hay amigos de verdad, y de los otros. Los primeros no vienen nunca al despacho (C 55/59 no ejr). 5) Tengo amigos, que nos hemos recibido juntos. El trato entre jueces y abogados lo veo inconveniente, más en una comunidad chica como esta. Hace a la imparcialidad del juez, mantenerse un poco extraño al grupo profesional. Pero no ajeno, no en una burbuja. Conocer lo de afuera, saber que pleitear cuesta mucho y saber lo que pasa. Pero eso no significa un trato íntimo. Y cuando lo hay, que se excusen (SC 30/34 no ejr). b) Jueces de Primera Instancia. 6) No tengo amistad íntima, pero sí trato a muchos. El trato no dificulta la actividad, cuando me pasa me excuso. Respecto de los que trato, probablemente ellos me han seleccionado muy bien a mí o yo a ellos. Nuestra amistad es venir, sentarse un minuto, conversar un poquito, traer un trabajo publicado, yo regalarle un libro. Es una amistad muy consecuente, que tengo con una buena cantidad de profesionales. Hoy vino un colega joven a saludarme, porque hacía mucho que no me veía (J 60/64 no ejr). 7) Tengo trato, nunca tuve problemas, ni en el cargo anterior ni en este. Por supuesto puedo conservar mis amistades, pero les digo que acá soy jueza, y que se olvidaran de pedidos en las causas. Yo no veo el trato como inconveniente, si uno sabe ubicarse (Jza 50/52 ejr 10/14). 8) En la generación anterior se consideraba sumamente inconveniente el trato social con abogados, yo creo que ahora ya no, porque en mi caso particular he podido separar mi actividad social de mi función judicial. Socialmente me vinculo con los abogados sin ningún problema, y le diría que cuando nos reunimos nunca hablamos de juicios ni de temas jurídicos, porque en realidad estamos deseando salir del tema y hablar de otras cosas (Jza 55/59 ejr 10/14). 8) Tengo amigos que me dicen lo malo y lo bueno del juzgado; por ejemplo, me dicen sobre la demora, o critican a algún empleado, o porque la lista de despacho sale tarde. Esto es necesario y me lo tienen que decir, para mejorarlo (J 45/49 ejr 1/4). 9) La amistad con abogados no me ha dificultado para nada el trabajo. Le digo más: a mis amigos, los tengo que llamar par que me vengan a ver. No entran ni siquiera a saludarme. (J 45/49 ejr 15/19). c) Funcionarios y secretarios de primera instancia. 10) Sí tengo relación de amistad con alguno de ellos, y además por consultas y por que los veo todos los días tengo contacto con ellos. Es conveniente porque las cuestiones se van a plantear y el juez las va a resolver conforme a derecho, pero en un Departamento chico como éste es casi inevitableel trato (S 30/34 ejr 5/9). 11) Yo me tuteo con prácticamente todos los abogados y hasta a los jóvenes que me tratan de Ud. les pido que no me hagan más vieja de lo que soy. Somos pares. Nunca tuve un episodio de maltrato. Yo me excuso si hay algún problema, y tuve un solo caso en que por una cuestión de decoro lo hice. No es común que los secretarios se excusen, pero lo hice en caso de amistad íntima. A mí me resulta muy violento firmar un mandamiento contra un amigo ‘amigo´; prefiero directamente excusarme por amistad y lo asumo. Se que no me lo van a cuestionar y prefiero eso a pedirle al otro secretario que firme (Sa 45/49 ejr +10). B) Ciudades intermedias a) Jueces y Secretarios de Cámara. 12) Si, tengo relaciones de amistad con los abogados. Las relaciones las viví con mucha comodidad. Nunca me sentí con dudas en mi función, ni presionado, o sospechado de que por tener un amigo podía resolver algo a su favor. Me sentí siempre con tanta independencia que no tuve ningún reparo en tener amigos abogados. Nunca tuve una amistad íntima pero acá en este medio, cuando me acerqué, había cincuenta abogados y yo era amigo de veinticinco. Ahora hay que tener mucho más cuidado. Yo me acuerdo que antes iba a los estudios porque pescábamos o iba a pedirles alguna revista. Nos poníamos a charlar con los abogados, la relación era fluida. Ahora lo he dejado de hacer, no voy al estudio de nadie. Antes nadie iba a dudar de como yo manejaba mi juzgado o mi función. Nos sentíamos todos muy tranquilos, éramos una gran familia. Ahora todo eso se ha perdido, nos ha pasado por encima la sociedad (C 50/54 no ejr). 208 13) No tengo relaciones de amistad con lo abogados. En general no tengo muchas relaciones. Es decir soy una persona que no tiene y no le gusta mucho el trato social. No frecuento a muchas personas. No tengo amigos íntimos, tal vez alguno. Tengo conocidos, no sé si a esas relaciones se las puede llamar de amistad. No me parece mal que existan relaciones de amistad entre jueces y abogados, siempre que se sepa cuál es el límite. Lo que sí he visto que hay abogados que no saben cuál es el límite en una relación y le exigen al juez determinadas conductas. No se ubican (C 50/54 ejr 5/9). 14) Tengo relación con abogados. Pero las excusaciones por amistad son con las partes, no con los letrados. Aquí hay una tradición, porque es un Departamento chico, todos tenemos relación con abogados, pero a la hora de resolver no pesa. A veces puede ser contraproducente y uno piensa si no le está negando la razón porque es amigo. Pero esto ha pasado siempre, y los jueces hemos adquirido una formación de no confundir ni dejarse influir por el abogado amigo (C 60/64 no ejr). 15) Como yo vivo hace poco acá no tengo amistad con abogados. Tengo muy buena relación con todos. Pero amistad, como se diría, definida por la frecuencia de trato, no. En una ciudad chica es inevitable que haya amistad entre algunos magistrados y abogados. Eso no es ni bueno ni malo, simplemente es así. Y supongo que eso tendrá algún costo emocional para los jueces. Y qué se yo, decir: le di por el coco a un compañero de colegio, pero bueno... qué le va a hacer, tiene algún costo emocional; hay alguno al que le puede pesar, pero finalmente hace lo que corresponde. (C 45/49 no ejr). 16) Tengo muchos amigos que son abogados. Los trato muy frecuentemente. No veo ningún inconveniente en tener amigos abogados. Mi hermano fue abogado, los amigos de mi hermano son abogados. En realidad todos somos abogados. Yo vengo de Buenos Aires donde los abogados venían al tribunal, al final nos conocíamos y terminábamos siendo amigos. No veo para nada inconvenientes. El que es buen funcionario o buen juez no tiene problemas con el abogado. Yo diría que la situación de amistad es peor para el abogado porque su amigo, el juez o el secretario, va hacer un segundo análisis para no verse comprometido, para tratar de ser lo más objetivo posible, para ver si “lo hace por amistad”. Si nos mantenemos sin vinculación con el abogado pienso que es perjudicial (C 60/64 no ejr). b) Jueces de Primera Instancia. 17) Tengo muchos amigos abogados, aunque la función a uno lo va alejando. Aun con los que son muy amigos de siempre, uno se va alejando porque no es bueno tampoco que ande compartiendo mucho con el abogado. ¿Cómo le explica al cliente de la otra parte que no le sacó la sentencia en contra porque era amigo del otro? Eso hace que tratemos de evitar el acercarnos mucho. No es que nos mantengamos distantes; lo que pasa es que a veces uno trata de no crear nuevas amistades. De las que tengo desde chico - si uno fue compañero desde el jardín de infantes, por ejemplo - no voy a apartarme. Pero de ahí a crear ahora nuevas amistades sin necesidad... (J 45/49 ejr 1/4). 18) Esta es una ciudad chica y tengo relación con los abogados de mi generación, con todos. Y con toda la gente de otra generación tengo trato fluido y frecuente y muy buenas relaciones. No creo que eso tenga ninguna influencia sobre mi trabajo. El trato social se limita a eso, se habla de generalidades y con la gente con la que uno tiene amistad, con esos se excusa, así que no hay problemas (J 55/59 ejr 1/4). 19) Tengo amigos abogados. No creo que haya ningún problema en relaciones de amistad entre abogados y jueces (Jza 55/59 ejr 1/4). 20) No me parece mal acá, en el juzgado. Pero hay que saber en qué niveles se mueve afuera, y en qué actividades. Yo he tratado de estimular las relaciones con los profesionales, y el canal ideal es el Colegio de Abogados. Me gusta el buen trato, no me gusta el juez arriba y el abogado en el llano (J 55/59 ejr -5). 21) Tengo relaciones con otros padres al tener hijos chicos. Alguno de estos padres son profesionales. No tengo relaciones de amistad profunda, sí algún tipo de relación de conocimiento con letrados. Tengo tratos con ellos al estar juntos en cumpleaños, o en reuniones sociales, en eventos deportivos. En la medida que al juez le permita mantener un intercambio en el trato o en el conocimiento, no veo mal esta relación. No me sentí presionada. Yo fui absolutamente imparcial y no tuve ningún problema de decirle que no al planteo del padre de un compañero de mis hijos. Llegado el momento de decidir, jamás me he sentido presionada. Lo que sucede es que acá se da la particularidad de la comunidad chica. Yo vengo resolviendo temas que hacen al patrimonio de gente que conozco, gente que me saluda, que se ofrece a llevarme a algún lado. Es decir que, en las comunidades chicas, es difícil que el juez se pueda mantener al margen de todo aquello que está juzgando. Usted tiene el cobro de deudas de la persona a la que le compra la verdura o compro una heladera a la persona que tiene acá 20 juicios ejecutivos de los electrodomésticos que no les pagan. Es decir que, las relaciones son tan chiquitas, son tan interpersonales. Esto es inevitable. En una relación de amistad profunda uno debe excusarse. El trato o el hecho de asistir a los festejos que hacen los abogados creo que es positivo, así uno ve la visión de la calle porque si no uno corre el riesgo de quedarse entre el planteo del caso concreto y la postura doctrinaria. Para mí es importante la opinión del pasillo y de la calle. En charlas uno se puede enterar de lo que sucede detrás del expediente, esto suele ser mucho más rico. El trato con el profesional ayuda a mantener la perspectiva de decir “detrás de este expediente hay una realidad”. Yo creo que es enriquecedor para los dos. (Jza 40/44 no ejr). 209 22) Con algunos tengo muy buenas relaciones, también yo los tuteo. Tenemos, en la medida de lo posible, buena relación. Acá yo no puedo cambiar de la noche a la mañana. Me gusta el tuteo en la medida que el abogado no pase los límites o las barreras. Lo importante es no confundir. Hay mucha confianza, vivimos en un pueblo (J 40/44 ejr 1/4). 23) Tengo trato social y relaciones de amistad. Hay un letrado que es un gran amigo mío que ya no vive acá. Otros colegas, amigos de algunos cursos. Pero siempre se mantiene la distinción de lo que es amistad por un lado y lo profesional por el otro. No crea inconvenientes ni para él ni para mi. No está para nada mal la relación entre abogados y jueces, lo que sucede es que a veces no se da ( J 55/59 ejr 1/4). 24) Tengo muchos amigos abogados. No he tenido problemas con eso porque con los abogados amigos hay un valor entendido: somos amigos en el bar y para hablar de fútbol, pero acá adentro cada uno en lo suyo. En eso hay claridad. Nunca tuve un problema. Al contrario, mire, he encontrado muchas veces pedidos incorrectos de abogados que no eran amigos míos pero nunca de amigos. Los amigos han sido muy cuidadosos en jamás pedirme algo que pudiera estar un poquito fuera de lugar (J 65/69 ejr 25/29). 25) Me parece bueno el trato entre abogados y jueces, siempre que esté referido a generar camaradería: para generar confianza y evitar recelos. Creo que la relación entre ambos es bastante embromada. Será por envidia o celos de los jueces hacia los abogados o porque los abogados no aceptan decisiones de los jueces. Puede ser por incomprensión. Hay una barrera, ésta existe. Suele haber un choque ya que el sistema hace que estén en posiciones diferentes (J 40/44). c) Funcionarios y secretarios de primera instancia. 26) No me parece inconveniente el trato social con abogados, al contrario; hay que separar las haciendas, son cosas distintas (AI 40/44 ejr 10/14). 27) Tengo muchos amigos abogados. Es más, tenemos un club social donde nos reunimos miembros del Poder Judicial con abogados. Tenemos todo tipo de actividades. Nunca me sentí presionado. Es muy conveniente el intercambio social entre jueces y abogados. Hay jueces que no han salido nunca de su despacho. El mejor juez es el que sabe lo que pasa en la calle. Tiene que saber lo que los abogados tienen en la cabeza. Si el juez no entiende a los abogados, cosa que pasa muy frecuentemente, no puede estar sentado en el sillón de su despacho. No veo nada de malo que exista un trato social entre ellos, esto ayudaría muchísimo al juez en su función. No se olvide que en el abogado está el cambio. El abogado es el hacedor de justicia (S 40/44 no ejr). 28) Tengo trato, de hecho me muevo en un círculo de abogados. Yo no creo que sea conveniente o inconveniente; la objetividad que tenga un juez debe ser independiente de su trato social; la justicia la tiene que llevar adentro. Si su función le impide relacionarse con abogados, no está capacitado para su función (Sa 35/39 ejr 1/4). 29) Mis amigos aquí son en su mayoría abogados. Si una persona es amiga mía no va a venir a pedir favores ni nada de eso. Hay gente que por ahí sí, es desubicada, y no son amigos míos y vienen a pedir cosas... No favores, porque sabe que uno no los da, pero por ejemplo, porque tienen algún problema con un escrito. Tengo muchos amigos dentro de la profesión y también conocidos, jugamos al fútbol. Pero nunca me molestó. Creo que las cosas son más fáciles aquí porque todos nos conocemos. (S 30/34 ejr 1/4). 30) No tengo amistad con los abogados. Tengo muchos conocidos, pero ninguna amistad. No se olvide que yo vengo de otra jurisdicción y mis amigos de los primeros momentos del ejercicio de la profesión no están cerca. No me parece mal que los jueces y los integrantes del tribunal tengan relaciones con los abogados. El tema es que se conozcan los límites (Sa 40/44 ejr 1/4). C) Gran Buenos Aires a) Jueces y Secretarios de Cámara. 31) Tengo amigos abogados, por ahí tenía antes más amigos que ahora, pero los que quedan entienden que si el cliente no tienen razón, no lo tiene. Algunos no lo han entendido, eran buenos amigos antes, pero si uno les falla en contra de su cliente, no lo entienden. Pero no nos podemos mantener en una burbuja. Nunca me ha afectado, y si lo hiciera, me excuso. Tengo la suerte de tener colegas con mucha ética (C 60/64 no ejr). 32) Por motivo de mi actividad docente trato a muchos abogados (C 65/69 ejr 20/24). 33) Yo siempre he tenido muy buenas relaciones con los abogados aunque no siempre se da. No tengo dificultades con nadie. Comparto muchas cosas con los abogados. Participo de los torneos deportivos con ellos. Tengo una relación de igual a igual al punto de dormir en la misma habitación o bañarnos en el mismo vestuario cuando hacemos las prácticas deportivas. No, nunca me he sentido presionado. Jamás he tenido miedo a ningún tipo de presiones, como también jamás se me plantearon esas cuestiones, afortunadamente. Me parece correcta la relación entre jueces y abogados (C 60/64 ejr 10/14). 210 34) Sí, tengo muchos amigos abogados. La relación de amistad entre jueces y abogados es inevitable, porque existe desde la Facultad. Esta situación no afecta a nadie si cada uno de nosotros tenemos claro cuál es nuestra función y nos sentimos seguros. Conmigo no influyen. Creo que ni hay que excusarse ya que hay tranquilidad en decirle que no al amigo como a cualquier otro. Además nunca me pasó de que un amigo me pidiera algo a lo que me tuviera que negar (C 50/54 ejr 1/4). b) Jueces de Primera Instancia. 35) Tengo abogados que fuera del ámbito de tribunales somos amigos, pero aquí yo soy el juez y el otro el abogado. Si alguno está confundido, depende del juez ubicarlo, pero la confianza o relación que puede existir pueda servir para que la gente se desubique. Si cada uno se ubica bien no hay problemas con la libertad del juez (Jza 55/59 ejr.) 36) Tengo amigos. Tengo once años de juez, ya conozco a bastantes, a lo que se suma ser de la zona. En el caso personal lo he visto hasta bueno, porque no dejo de ser abogado; es más, en cierta medida estoy un poco disminuido, porque hay cosas que el abogado puede ver y yo no puedo estar, en la faz comercial, por ejemplo. Entonces, estar en contacto me sirve mucho, el tema es saber marcar los tiempos (JF 40/44 ejr 10/14). 37) Es imposible no tener trato o amistad en un lugar como éste que, por más que sea una ciudad importante y donde el Departamento Judicial abarca varios municipios, por tener 25 años acá adentro, tenemos un diálogo sano, me tuteo con abogados y jamás me vienen a molestar por un expediente (J 40/44 no ejr). 38) Tengo amigos y me reúno con ellos, siempre que puedo, todos los meses. Nos juntamos para hablar de muchas cosas. Ninguno, nunca, me ha pedido nada en relación a mi función (J 45/49 ejr 20/24). 39) Desde la amistad del compañerismo de años, por haberlo sido de estudio, pero no desde un abogado a un juez. Este tipo de amistad no tengo, conocimientos, sí. Tengo amigos que son abogados, que son jueces, que son ingenieros (Jza 45/49 ejr 10/14). 40) Yo no tengo amigos. Yo tengo a mi familia y a mis amigos en otra órbita. Amigos no. No se me dio pero tengo una buena relación con todos e incluso he ido a jugar al paddle o me han invitado a comer a algún lado, pero no uno en particular, sino por ejemplo para una reunión del Colegio de Abogados. Me invitan, charlamos pero no somos amigos (JF 45/49 ejr 5/9). 41) Tengo amistades de abogados de toda la vida (JF 40/44 ejr). 42) Sí, tengo amigos pero, prácticamente, no tengo una permanente amistad, íntima, con abogados que estén actuando en este Departamento. Esto no quita que aquí haya gente que estudió conmigo y que conozco desde hace muchos años. Con ellos hay un buen trato, un conocimiento pero no una amistad. En este Tribunal hay mucho cuidado, por parte de los jueces, en cuidar ese aspecto de familiaridad con los profesionales actuantes por cuestiones éticas (JF 40/44 no ejr). 43) No tengo muchos amigos abogados, lo que sucede es que yo no vivo aquí. Este es mi ámbito profesional, en el ámbito afectivo y familiar no tengo amigos abogados, creo que los amigos de la Facultad nos fuimos separando, yendo por distintos lados. Creo que hay que manejarlo con mucho cuidado porque se pueden dar lugar a equívocos. Hay veces que de la mejor buena fe de ambas partes nos debemos cuidar mucho, porque es difícil excusarse ya que esto sólo ocurre cuando hay una relación con la parte y no con el letrado. Hay que tener mucho cuidado, porque hasta uno se puede poner mucho más exigente con un amigo o conocido y eso no es justo, como tampoco es justo regalarle el fallo. Hay que tener cuidado con una sociedad que constantemente sospecha (J 45/49 no ejr). c) Funcionarios y secretarios de primera instancia. 44) Tengo, por suerte, amistad con abogados en ejercicio (Sa 25/29 no ejr). 45) En general, con los abogados que vienen acá no tengo amistad, pero sí tengo muchos abogados amigos; con ellos pasé gran parte de mi vida estudiando y del Colegio de Abogados los conozco todos. Amigas me habrán hecho consultas, pero gracias a Dios nunca tuve una audiencia donde los abogados fueran amigos. No sé como lo manejaría, porque no tengo mucha experiencia. Concurro a muchas reuniones del Colegio de Abogados y de Magistrados, pero como no hablo de mi trabajo, no influye (Sa 30/34 no ejr). 46) Tengo muchísima relación. Tengo muchos amigos abogados, aquí menos que en Capital donde siempre estuve conectada, en la Universidad. Aquí, en la secretaría no se me dio, no hice amistades, tampoco estoy en el Colegio. Solo he ido a conferencias (Sa 50/54 ejr 10/14). 47) Algunos son más conocidos que otros, por haber sido compañeros de estudio, o que me han conocido cuando fui empleada de mesa de entradas. Hay más trato con unos que con otros. Creo que tiene que haber un trato social, no pegoteado, pero sí una relación cordial, porque estamos todos en lo mismo, lo que no implica una amistad íntima con nadie. Si la hubiera, lo más decoroso de un juez es apartarse (Sa 45/49 no ejr). 211 D) Conclusiones y comentarios Una primera lectura de los testimonios muestra que de 47 respuestas (85 % de la muestra contestó la pregunta), se ubican 32 en el marco de la aceptación de las relaciones (58 %), y las que optan por el rechazo o los condicionamientos son 15 (27 %). No contestan 8 (14 %). Debemos aceptar, entonces, que según las opiniones de este fuero, la evitación entre los grupos profesionales no es la regla ni funda la expectativa. De los jueces de Cámara, 5 están en el marco del rechazo, sobre un total de 14 opinantes de ese nivel. De los 22 jueces de primera instancia, 8 optan por esa actitud; de los 11 secretarios y funcionarios de primera instancia, solo 2 comparten la posición de evitar relaciones o limitarlas. Podría concluirse que a mayor nivel jerárquico, mayor tendencia a la evitación de trato con abogados, pero dentro de un marco general que señala un 68 % de aceptaciones. Los argumentos para no evitar el trato, permitirlo, fomentarlo o aconsejarlo, son: 1) Nunca dificultó la tarea judicial (C 1, J 9 y 18, Jza 19). 2) Si tengo un abogado amigo me excuso (C 1, 3 y 31, Jza 21, S 11, 47). 3) Nunca nadie se excedió, ni presionó, ni pidió indebidamente. Los amigos no piden favores (C 3, 33, 34, J 24, 37 y 38). 4) No hay inconvenientes, si uno sabe ubicarse y lo sabe el abogado (Jza 7, J 22). 5) Se puede separar la actividad social de la función judicial (C 14, Jza. 8 y 33, Jza 21, J 23 y 24, A 26). 6) Los amigos informan sobre hechos relevantes (lo malo y lo bueno del juzgado, o sobre los empleados) (J. 8). 7) Sirve para ver la visión de la calle, lo que sucede detrás del expediente (Jza. 21, S 27). 8) Es enriquecedor para los dos. El abogado puede ver cosas que el juez no ve (Jza. 21, JF 36). 9) Es conveniente, pero también en lugares chicos es casi inevitable (C 15, 34, J 37, Jza 21, S 10). 10) No sólo no dificulta la tarea, sino que a veces uno puede pensar que le niega la razón porque es amigo (C 14 y 16). 11) Si el juez no trata o no entiende a los abogados, o si su función le impide relacionarse, no puede estar sentado en su sillón. No se puede mantener en una burbuja. En el abogado está el cambio. (C 31, S 27, Sa 28). Los argumentos para rechazar un trato fluido o íntimo son: 1) No es conveniente. Las conversaciones se deslizan hacia el litigio, aunque no esté radicado en el juzgado o sala (C 2). 2) Tener amigos abogados compromete, aunque no sea general (C 4, JF 43). 3) En las comunidades chicas es inconveniente; la imparcialidad debe mantener al juez extraño al grupo profesional. La función aleja ( J 17, SC 5). 4) Hay que tener cuidado. No ir a estudios jurídicos. Antes nadie iba a dudar de cómo se manejaba la función. La sociedad nos ha pasado por encima y se generan sospechas (C 13, JF 42, 43, J 17 ). 5) Las relaciones son difíciles por envidia o celos de los jueces hacia los abogados o porque los abogados no aceptan las decisiones de los jueces. Las barreras existen (J 25). 212 6) No debe haber trato pegoteado. Cuando hay amistad íntima, lo más decoroso es apartarse (Sa 47). En varios casos, los mismos argumentos sirven para un objeto o para el contrario. El tema involucrado por los entrevistados es el de la ética, o la sospecha de connivencia, y su constitución a través del trato fluido entre jueces y abogados. Es necesario ser prudente, pero del conjunto, se pueden rescatar muchos de los argumentos que explican o justifican las relaciones sociales. Sin embargo, hay que tener en cuenta también algunos de aquellos que fundan la evitación. El límite y el remedio es la excusación; muchos la mencionan y no puede considerarse fuera del sistema real, a pesar de que debe fundarse en la amistad con la parte y no con el letrado; pero tampoco está en esa condición de excepcionalidad -- y esto resulta novedoso -- que varios se hayan preocupado por no perjudicar al amigo, frente al riesgo de darle la razón, con fundamento en la amistad y no en los derechos que sustenta. En este caso, ser amigo puede constituir una desventaja apreciable. El otro punto relevante es la ubicación de ambos “relacionados”. La vida social no tiene que ver con los roles profesionales; puede alternarse social o deportivamente, sin temor a que el amigo pida favores indebidos; puede ser que ni siquiera vaya al despacho, por temor a ser mal interpretado. Algunos abogados pensaron en igual sentido. Los “contubernios” entre jueces y abogados no requieren de trato social; pueden constituir sociedades ilícitas, y no necesitan encubrimientos deportivos. Por otro lado, no pueden considerarse “favores” que se adelante el estudio de una causa urgente, si lo justifica, o cualquier planteo que podría hacerse de igual modo aunque no existiera relación íntima o fluida. Además, pedir no equivale a obtener la concesión. También es importante la opinión de los jueces que sostienen que tales amistades les informan sobre lo que pasa en el mundo del derecho según la óptica del abogado. Son los que sienten la necesidad de no quedar aislados entre expedientes y jurisprudencia, y evalúan adecuadamente que tratan de conflictos humanos, y no de papeles y de normas. Es enriquecedor, y el juez se entera de lo que no puede ver desde su posición; también le serviría al abogado para enterarse de temas, necesidades y requerimientos de trabajo, que sólo el trato con jueces y la experiencia muestra. En este sentido la opinión fuerte de un camarista y dos secretarios ponen un broche a esta posición: Si no se trata o no se entiende a los abogados, si la función impide la relación, por el temor o por el fundamento que sea, el juez no puede actuar con libertad. Su sentido de justicia no puede depender de un trato social, ni puede guiarse por el temor de no ser capaz de detener un pedido incorrecto o antiético. Si esto ocurre, y si el amigo deja de serlo porque se falló en contra, lástima por la relación y lástima por el abogado tan mal ubicado o con expectativas erradas sobre lo que es la amistad, como dice con sana filosofía el camarista 30. La inevitabilidad de los lugares pequeños, o la historia de haber compartido los estudios en la Facultad, es otro elemento relevante para valorizar la relación. Si no se puede evitar, por lo menos que sea controlado, y no pase por la negación de situaciones que, repetidas, generan irritación: el juez con actitud superior que no saluda al abogado que conoce, o a su ex compañero de estudios, o que actúa altaneramente, compartiendo ambos lugares comunes de actividades sociales, es una situación no reconocida por muchos para sí mismos, pero comentada en general respecto de otros “enclaustrados”. La jueza 21 extiende el supuesto a la ciudad chica en la cual el juez conoce y trata socialmente a las personas cuyos juicios maneja, porque no puede ser de otro modo. En la ciudad pequeña, las alternativas a tratar de adaptarse y ser objetivo en los juicios del comerciante de artículos del hogar o del carnicero a los cuales necesariamente les compra, o en el tema del padre del compañero de colegio del hijo, es no vivir en ese lugar, o excusarse en la mayoría de las causas. De los argumentos contrarios a la relación, algunos son muy sutiles y podrían considerarse excesivos. Por ejemplo, el de un camarista que evitaría tratar con abogados de 213 temas jurídicos que no tienen relación con su jurisdicción o con causas en trámite. Podría pensarse que no hay nada de malo que un abogado comente o pida opinión sobre un tema que atiende otro tribunal, o un tema jurídico de interés que se debate o se resolvió en otra jurisdicción, con jueces conocidos. Tanta sutileza en la evitación muestra, por lo menos, cierta compulsión en evitar el trato social o creencia en el compromiso que generan las opiniones vertidas. Pero por lo menos, este opinante deja a salvo las relaciones institucionales entre magistrados y abogados para el tratamiento de temas comunes. El juez 25 va más allá al reconocer la existencia de barreras entre jueces y abogados. Existen, dice, por las posiciones diferentes que ambos tienen en el sistema, y por la envidia o celos de los jueces hacia los abogados y la no aceptación por parte de estos de las decisiones de los jueces. Es decir, que existiría una barrera cultural que separa, y que hace a la relación bastante embromada. Si ese es el diagnóstico urge luchar contra tal situación, no someterse a ella. Este juez propone incentivar relaciones de camaradería, para inspirar confianza y evitar recelos. Pero él mismo no parece adoptar conductas aptas para encarrilar hacia ese destino sus relaciones con los abogados, que aparece conflictiva, según surge de varios tramos de la entrevista. Si se supone que la relación siempre compromete, como hacen otros de este grupo, se incurre en un prejuicio, justificado en códigos éticos muy estrictos, o en situaciones de sospecha social generalizada. Pero como bien han dicho opinantes del otro grupo, todo depende de las personas con las que uno se relacione. En algunos casos, la exageración es manifiesta, pues rechaza el trato institucional: el camarista 1, dice que los jueces son poco afectos a concurrir al Colegio. No veo por qué, en actos de abogados donde no habría problemas. La negación del trato institucional no tiene justificación alguna, salvo el desinterés, criterios tradicionales de superioridad social, u otros sentimientos antidemocráticos de los jueces. En cuanto a pensar que la imparcialidad debe mantener ajeno al juez del grupo profesional podría justificarse en un ambiente maledicente. En este punto, debe prestarse atención al camarista 12, que funda su cambio de actitud, desde la amistad plena, sin problemas ni presiones, a la reticencia actual, a las circunstancias sociales de descrédito profesional. Quien nunca tuvo reservas de ir a un estudio a pedir revistas, a charlar sin temor a ser sospechado, ahora lo tiene. Donde todos piensan mal, parece obligatorio comenzar a cuidar las apariencias. Esta actitud resulta, en el fondo, más cuidadosa de las formas que del fondo, en cuanto cualquier trato ilícito entre jueces y abogados puede hacerse fuera de tales lugares. Pero en esto, como en las viejas ideas sobre moral matrimonial, parece que las apariencias tienen más peso que las realidades, a la hora de desacreditar sin pruebas. Si la amistad genera sospechas, (otra de las opiniones) es por la actitud cómplice de los que así se tratan. Si un juez dispensa un trato excesivamente familiar a un abogado, que niega a otro, seguramente podrá generar sospechas. Pero la prudencia en el trato no es sólo un requisito en esta relación sino en toda función en la cual debe mantenerse cierto equilibrio. El juez debe ser siempre una figura moderada y equilibrada, no sólo al tratar abogados. Sin embargo, no se puede vivir sobre la exclusiva base de “qué dirán de mí” porque se acabará en una persecución guiada por fantasmas. No es ocioso observar que tales actitudes puntillosas se encuentran en auge en estos tiempos de mayor corrupción; es la preocupación que parece existir en las organizaciones, sobre todo norteamericanas, y que han exacerbado criterios que antes no se hubieran considerado violadores de norma ética alguna. En este caso la presión de la competencia por el cliente, la necesidad de vender, hace incurrir en conductas que posteriormente se evalúan como inadecuadas, y buscando standard, aparecen ideas tales como lo que se siente incorrecto, en la mayoría de los casos, termina siéndolo18, con lo cual parece identificarse moral con ética. Pero a esto se agrega cuando lo que no se siente incorrecto lo parece, la apariencia prevalece. Estas organizaciones crean códigos de ética más o menos estrictos, en 18 Véase, por ejemplo, el artículo de Milton Bordwin, Por encima de sospechas, publicado en la Revista Gestión, Vol 3, N. 5, Buenos Aires, Sept./Oct. 1998, pag. 170 y ss, de donde fue tomada la cita anterior y las que siguen. 214 los cuales la apariencia de irregularidad puede valer tanto como la irregularidad misma. No sólo preocupa la publicidad de actos ilegales o antiéticos, sino la sospecha que afecte la reputación. Por este camino de hipercontrol de conductas, -- que justificaría el camarista 13 --, es difícil decir si se llegará a un mundo de elevada ética, pero seguramente, a la parálisis de la acción social con algunos daños perceptibles. Y habrá más sospechosos que culpables, ya que se dejará abierto el camino a los maledicientes atareados en deshacer reputaciones ajenas sobre la base de sus propias fantasías. Mientras tanto, ocupada la sociedad en las apariencias, los corruptos podrán trabajar tranquilos. No es un modelo nuevo: durante siglos la represión se basó en sospechas, o en supercherías, y también la actividad procesal penal quedó signada por iguales preconceptos. Se trata de colocar como modelo el sentimiento de falta de ética, y la apariencia, aunque la conducta sea correcta, sobre la base de la máxima la mujer del Cesar no sólo debe ser honesta sino parecerlo. Puede ser que por este camino de evitación se logre que los jueces estén por encima de toda sospecha, pero a condición de separarse del mundo, de ponerse por encima de los abogados y de las personas a las que tienen que juzgar. Es posible que sea mejor coincidir con los que arriesgarían un poco -- no mucho -- de su reputación, si por ese camino pudieran obtener mejores informaciones sobre el mundo (social, profesional) que deben necesariamente conocer y en el que tienen que vivir. En definitiva, sin desconocer que algunos argumentos de este grupo excesivamente prevenido pueden ser válidos, no parece útil basarse en criterios muy estrictos o cuestionar todo trato social posible, como “trato desmedido” o “confianzas que privan de objetividad”. Aunque la excusación sea aconsejable en muchos casos, no hay duda que los criterios del primer grupo parecen más sensibles al conocimiento que deben dispensarse, sin reservas, y sin desubicación, ambos grupos profesionales. No sea cosa que por no encontrarse jamás en situación de excusarse, algunos jueces vivan en un virtual aislamiento que les haga perder de vista lo que se piensa en el mundo de los profesionales del derecho, que también es parte de su propio mundo. Aunque no lo crean.