BLOQUE I: EL SER HUMANO

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Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
BLOQUE I: EL SER HUMANO
UNIDAD DIDÁCTICA 1: LA ESPECIFICIDAD DE LA
NATURALEZA HUMANA
La asignatura de Filosofía I se encuentra dividida en varios bloques que intentan analizar y
reflexionar sobre prácticamente todos los aspectos que tienen que ver con las condiciones de la
existencia de los seres humanos: el modo en que los seres humanos nos relacionamos socialmente
(Bloque IV), el tipo de acciones característicamente humanas (Bloque III), la manera en que nos
relacionamos con la realidad exterior para conocerla (Bloque II); y un asunto todavía más
fundamental: el conocimiento de lo que somos los humanos, de dónde venimos, cuáles son nuestras
peculiaridades y nuestro destino… Esto es lo que comenzaremos a ver en este Bloque I y en este
tema.
APARTADO 1: INTRODUCCIÓN: EL MITO DE PROMETEO
La filosofía es una actividad fundamentalmente reflexiva. Supone siempre reflexionar y
preguntarse por el origen, el sentido y el por qué de las cosas. La filosofía como forma de
conocimiento comenzó a tomar cuerpo en Grecia hace aproximadamente unos 2600 años (no
obstante, todas estas cuestiones las veréis con mucho más detalle en la asignatura de Historia de la
Filosofía el año próximo). Nuestra herencia y nuestra tradición cultural es fundamentalmente de
origen griego, así que comenzaremos a analizar y reflexionar sobre el ser humano a partir de las
primitivas ideas de los griegos. Veremos entonces qué pensaban ellos acerca del origen de los
seres humanos, de su destino y de sus características peculiares.
Hay un texto clásico dónde todas estas ideas aparecen de una forma muy clara y muy
ilustrativa. Se trata de una de las historias más conocidas de la mitología griega: el mito de
Prometeo (Texto 1). Se trata de una historia muy peculiar y característica que intenta dar respuesta
a la siguiente cuestión: cuál es el origen y la peculiaridad de los seres humanos, y su relación
con el resto del mundo natural. Este mito demuestra que el asunto es, como poco, sorprendente.
Los seres humanos somos una rareza; somos y no somos animales. Como el resto de los animales,
estamos sometidos a pautas biológicas, pero no nos parecemos a ninguno de ellos: hablamos,
pensamos, construimos edificios y sistemas sociales, establecemos creencias. Así como un tigre se
parece a una pantera, y una golondrina a un vencejo, ¿a qué o a quién nos parecemos nosotros?
¿Cuál puede ser nuestro peculiar origen? Somos una rareza y una extrañeza, y de esta manera
hemos sido percibidos desde muy antiguo. De hecho, culturas muy diversas en el tiempo y en el
espacio construyeron mitos que intentaron dar una explicación a estas cuestiones. (Se apreciará con
claridad en los textos 2 –un mito característico de la civilización maya americana-, 3 –otro de la
cultura judía, sobre la que se inserta el cristianismo- y 4 –otro de la civilización brahmánica de la
India-).
Ahora bien ¿Son estas cuestiones igualmente acuciantes para nosotros? ¿Nos llaman la
atención en la misma medida? La respuesta ha de ser ambigua: sí y no. Sí, porque dada la
capacidad humana para abstraerse y reflexionar, sería raro encontrar un humano que no se haya
hecho muchas veces estas preguntas. Y no, porque en buena medida la ciencia moderna ha resuelto
buena parte de nuestras dudas al respecto, y ha logrado explicar el origen del universo, de nuestro
sistema solar y del planeta tierra, de la vida sobre ella y de nuestro origen evolutivo; y ha logrado
comprender que tipo de animal somos desde el punto de vista anatómico y fisiológico; y también
desde el cultural y social. No obstante, sin los intentos de nuestros antepasados difícilmente
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Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
podríamos haber adquirido todas estas respuestas. Con esto podríamos dar por contestada la
Cuestión 1.
Y de paso, aprovechamos para ir dando respuesta a la Cuestión 2. El asunto del origen y la
peculiaridad del ser humano es tratado en el texto desde una perspectiva diferente de la científica.
Se trata, obviamente, de la perspectiva mitológica. ¿Qué es lo que caracteriza la perspectiva
mitológica frente a la científica? ¿Por qué la humanidad comenzó construyendo e imaginando
mitos antes que buscando la verdad observando e investigando el mundo que nos rodea? ¿Qué
sentido histórico tienen los mitos?
Vamos a ir respondiendo a estas cuestiones narrando otro mito griego diferente de este e
igualmente muy ilustrativo:
“En un pasado feliz, Helios, el dios sol, vivía contento y alegre con su
hermosa hija. Brillaba y alumbraba constantemente, alegrando y facilitando la vida
de los pobres mortales. Pero ¡ay! Un día, Hades, el dios oscuro de las profundidades
de la tierra la vio y se enamoró de ella. En vano se la pidió en matrimonio a su
padre; este se negó una y otra vez a concedérsela. Ni corto ni perezoso, Hades la
rapta y la lleva consigo a su morada, donde no alcanzan los rayos del Sol. Inútil era
para este buscarla; sus rayos no alcanzaban a verla. Ida la tristeza de su vida, su vida
se iba apagando, y con ella su luz y su calor. Los mortales inocentes, padecían su
pesar, y se morían de hambre y frío, sin que los dorados rayos del sol hicieran crecer
las cosechas, y calentaran sus moradas. Imploraron a Zeus con generosos sacrificios,
el dios supremo, y éste envió al mensajero Hermes en búsqueda de una explicación a
este suceso. Descubrió éste con su habitual perspicacia y habilidad la causa de la
lenta agonía del Sol, y también la traidora acción de Hades. Reunió Zeus a ambos y
les pidió una solución para evitar que desapareciera la raza mortal. El Solo quería su
hija de vuelta con él; y Hades no estaba dispuesto a entregar a su esposa”. Por tanto
estableció Zeus el dios supremo que a partes iguales habrían de repartírsela los dos.
La mitad del año viviría con uno, y la mitad con el otro. Es por eso por lo que el Sol
brilla más y despliega su alegría más alto por el firmamento cuando le acompaña su
hermosa hija; y menos brilla y menos deseos tiene de elevarse a ver el mundo desde lo
alto cuando la tristeza le amarga y en vano desea la vuelta de su hija y le quedan años
de larga espera. Es por eso por lo que se suceden las estaciones, y los humanos tienen
que trabajar duro en la fértil primavera y el cálido verano para sobrevivir a los
rigores del triste otoño y el frío y cruel invierno, agudizando su ingenio y su
laboriosidad para la mayor gloria de Zeus y de los dioses”.
Vemos, pues, que con una lógica peculiar, los mitos sirven para explicar. Explican desde
los fenómenos de la naturaleza, a los fenómenos sociales. Es característico de ellos que en todos
aparecen los dioses, o figuras divinizadas. Estas figuras divinizadas personalizan en sus
características antropológicas precisamente esos elementos o fuerzas naturales y sociales. Entonces
el mito, adoptando una estructura típicamente narrativa, nos cuenta una historia humanizada que
simboliza precisamente el funcionamiento y el comportamiento de todos esos elementos mediante
las relaciones y sucedidos de esos personajes. Es también peculiar del mito el suceder de forma
irreversible; es decir: suceder en un tiempo y un lugar indefinidos (“érase una vez”) de una vez
para siempre, sin posible enmienda ni marcha atrás. Sobre esto volveremos más adelante, cuando
contestemos a la Cuestión 4 de los Textos 2, 3 y 4.
Pues bien ¿qué nos cuenta el mito de Prometeo, con sus peculiares características, sobre el
origen del ser humano? Pues nos describe una serie de elementos que podríamos describir de la
forma siguiente: en primer lugar, que frente al resto de los animales, con una clara especialización
biológica de carácter adaptativo (nuestro lenguaje es científico y moderno, ya no es el del mito), el
ser humano no posee ningún rasgo peculiar que le permita sobrevivir frente al resto de la
naturaleza.
Por lo tanto, las peculiaridades humanas residen más bien en su capacidad técnica,
ejemplificada sobre todo por el poder del fuego. Y por supuesto, por su capacidad racional, su
“logos”. Capacidad racional que le permite, no sólo utilizar las más diversas técnicas, sino también
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emplear el lenguaje para organizarse, adquirir nociones religiosas o espirituales que le vinculan a
sus creadores, y por último, adquirir la capacidad social, la capacidad de vivir junto a otros
humanos estableciendo normas y valores que organicen y determinen sus relaciones. Con estas
ideas daríamos por respondida la Cuestión 3.
Es evidente, que la primera característica, la ausencia de especialización competitiva, el
hecho de no tener ningún rasgo peculiar que permita al ser humano sobrevivir es diferente de las
otras características posteriores, y no es el elemento más peculiar a la hora de distinguir al ser
humano del resto de los animales. Esa primera característica es de tipo biológico o natural. Las
otras características son de tipo cultural. Los animales se distinguen todos ellos unos de otros por
sus características biológicas o naturales, pero el ser humano no se distingue de ellos
fundamentalmente por sus características naturales, sino por la posesión peculiar de una serie de
elementos culturales. Con esto daríamos por respondidas la Cuestión 4 y la Cuestión 5. Conviene
retener y comprender bien el significado de estos dos conceptos, naturaleza y cultura, y el alcance
de la diferencia entre lo natural y lo cultural. Ahora podemos decir que todo lo que nos rodea
pertenece a alguno de estos dos mundos (“categorías” dirían los filósofos): la naturaleza o la
cultura. La naturaleza vendría a ser lo que existe, se caracteriza y/o se comporta con
independencia de los actos intencionales o voluntarios humanos; la cultura, todo lo demás.
1.1. EL PAPEL DEL MITO EN LA EXPLICACIÓN DEL ORIGEN DEL
SER HUMANO
Vamos a ver a continuación otros textos de carácter mitológico que nos ayudarán a
comprender mejor el papel esencial que juegan los mitos a la hora de comprender qué son los
seres humanos. Se trata de los Textos 2, 3 y 4. Como ya comentamos, el primero de ellos es un
mito que proviene de la cultura maya del centro de América; el segundo es un fragmento del libro
del Génesis, que forma parte del Antiguo Testamento: su origen es judío, pero también se encuentra
asimilado a la cultura cristiana, y parcialmente a la cultura islámica; el tercero, por último es
característico de la cultura y la civilización propia de la religión hinduista. Evidentemente, el tema
que tratan es común a todos ellos y al mito que acabamos de ver: ¿cuál es el origen del ser
humano?
Tras su lectura crítica, conviene preguntarse de una vez si los mitos pueden ser creíbles.
Es la única manera de comprender su papel histórico, y de dar respuesta a la Cuestión 1.
Evidentemente las respuestas posibles son dos: o bien no son creíbles, desde nuestra perspectiva, o
bien sí lo son, en su contexto histórico. Vamos a analizarlas y comprobar que no son
contradictorias.
Efectivamente, para nosotros no son creíbles, porque los vemos como invenciones
fantásticas que no resisten la comprobación con los hechos observables, y además contradictorios
entre sí, puesto que dan explicaciones diferentes para una misma pregunta. Pero precisamente esa
es la perspectiva moderna, la perspectiva racional científica. Para quien carece de esa perspectiva
son perfectamente creíbles, puesto que tienen lógica interna y logran explicar algo. Al escuchar el
mito del Sol y su hija todos comprendisteis que ese mito explicaba la sucesión de las estaciones y la
necesidad del trabajo humano; las personas que escuchaban los mitos, entendían y comprendían el
sentido de las cosas.
Por lo tanto (y lo comentaremos con más detalle más adelante): los mitos son creíbles en
estadios de la civilización históricamente anteriores al nuestro. Los mitos son la infancia de la
civilización y la cultura humana. Un niño cree que los Reyes Magos pasaron por su casa a traer
regalos, y no se plantea la imposibilidad de movilizar miles y miles de camellos que en una sola
noche son capaces de dejar regalos en ¡millones! de hogares. Cuando deja de ser niño, pierde la
ingenuidad y comprende de donde vienen los regalos, y se da cuenta de la imposibilidad de que tres
personas y unos cuantos pajes puedan ser los responsables de todo eso: ¿cómo podrían tener
tiempo? ¿Dónde fabrican los juguetes? ¿Por qué no me despertaba el ruido de los miles de
camellos…? El mito acaba por ser superado por la perspectiva científica, pero constituye una
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escalera necesaria para subir a un piso superior, aunque una vez arriba, no tengamos necesidad de
bajar y podamos tirarla. Más adelante explicaremos el contexto filosófico en el que se da la
superación de la forma de pensamiento mitológica.
De esta forma también explicamos en buena medida la Cuestión 2: ¿Qué razones tenían
para inventar estos mitos? La necesidad de saber y comprender. Estos pueblos carecían de otra
forma racional de explicar y dar sentido a la peculiaridad de la existencia del ser humano.
Analizándolos con más detalle, vemos que todos ellos tienen una estructura muy
similar: en todos ellos los seres humanos aparecen como una creación intencional divina. Son los
dioses los que deciden crearlos, animando (dando vida y alma) la materia inanimada. En todo ellos
se establece un vínculo entre los humanos y los dioses. Hasta ahí, sus similitudes. ¿Sus diferencias?
Que en el primer caso es el maíz, en el segundo el barro y en el tercero los trozos de un gigante (y
que, como explicaremos a continuación sus motivos y sus relaciones son diferentes). De esta
manera respondemos a la Cuestión 3.
No obstante, no está de más la siguiente aclaración: los mitos responden al contexto
cultural propio en el que son construidos. Seguro que en un mito propio de las culturas esquimales
el ser humano está hecho de hielo o de algún material que allí abunde; por eso en América esta
hecho de maíz. En Extremo Oriente, donde abunda el agua y la tierra despojada de vegetación, y
existe una amplia tradición alfarera, el ser humano está hecho de barro.
Fijémonos ahora en la Cuestión 4. ¿Qué motivos tienen los dioses para crear los seres
humanos? En el mito americano, para que los sustenten y alimenten. El ser humano ha de ser
sumiso a los dioses gracias a los que obtuvo su vida y su existencia, así que es lógico que los
alimente. ¿Cómo? Sacrificándose para ellos. Los sacrificios humanos eran corrientes en las culturas
maya y azteca, y sorprendieron e impresionaron incluso a los violentos y brutales conquistadores
españoles.
En el segundo, el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto se
aparta del resto de la naturaleza que los humanos deben dominar con su trabajo y esfuerzo para
hacer méritos de cara a ganarse el perdón divino e ir al cielo, desde que fue expulsado del paraíso
por haber pecado… (estas cosas ya las sabes aunque no están en el mito).
En el tercero, el ser humano aparece de forma accidental, y lo que es más importante:
pierde la unidad. Distintos tipos de seres humanos aparecen de distintos fragmentos del gigante:
aquí tenemos justificadas las famosas castas de la india, y porque algunas de esas castas son
sacerdotales y están en contacto directo con la divinidad (los brahmanes), y otras son más sucias e
impuras (los dalit, intocables o parias), deben realizar los peores trabajos y someterse a penosos
ciclos de reencarnaciones.
Lo peculiar de estos sucesos es que sucedieron en un tiempo y espacio indefinidos
(retomamos ahora el asunto pendiente), y no tienen posible marcha atrás. Sucedieron de una vez
para siempre y solo cabe resignarse. La condición y la situación social humana es la que es y no
admite crítica ni enmienda, sino resignación. De esta forma, los mitos, a la vez que explican algo,
justifican un orden social o unas determinadas relaciones humanas e imposibilitan su crítica.
Es una pena que el pobre y humilde azteca sufra la extracción de su corazón… ¡Qué se la va a
hacer, las cosas son así! ¡Claro que la vida es durísima y hay que trabajar mucho para sobrevivir de
mala manera…! Pero Dios no puede hacer nada, que más quisiera, ya nos había dado toda la
felicidad en el paraíso, pero con un pecado original tan gordo… No cabe crítica ni enmienda social:
las cosas son como son de una vez por todas.
La Cuestión 5 ya no tiene lugar en estos apuntes; con la información recibida el alumno
debe tener la capacidad de redactar y elaborar una definición exhaustiva de lo que es un mito, y
aprender a reconocerlos y señalar sus características peculiares. A continuación pasaremos a ver la
manera en que la perspectiva mitológica se fue superando.
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La especificidad de la naturaleza humana
1.2. LAS EXPLICACIONES FIJISTAS
De la misma forma en que fue la cultura griega la que desarrolló una mitología más rica,
compleja y desarrollada, fue también la cultura y la civilización griega la que sintió por primera vez
la necesidad de superar esa perspectiva y establecer una forma de explicación y comprensión del
mundo radicalmente diferente. Este acontecimiento cultural histórico se denomina “el paso del
mito al logos”, o en un lenguaje más actual, el paso del pensamiento mitológico al pensamiento
lógico, científico y racional (aunque, como ya sabemos, los mitos tienen su forma propia y
original de racionalidad).
La cuestión de la perspectiva científica ya apareció páginas atrás y llega el momento de
desarrollarla. Una serie de “amantes del conocimiento”, es decir filósofos (porque eso es lo que
significa este término de origen griego), desde el siglo VI A. de C. y en las costas del Mar Jónico
que hoy en día pertenecen a Turquía, comenzaron a plantearse sistemáticamente la crítica y la
superación de la forma de pensar mitológica.
No obstante, no vamos a ver en detalle el porqué de este proceso ni su evolución, por ser
materia de la Historia de la Filosofía de 2º de Bachillerato: nos limitaremos a mencionar su aspecto
fundamental: que estos filósofos jónicos empezaron a plantear lo que ya hemos comentado
anteriormente; que los mitos no son creíbles, son contradictorios, son imaginarios, no hay garantías
de que las cosas sucedieran así, no se pueden comprobar, son diferentes para cada cultura, impiden
el cambio y el progreso social… En este momento, y con esta actitud, los filósofos jónicos o jonios
inauguran la perspectiva racional, científica, crítica y filosófica moderna, de la que nosotros somos
herederos.
Ya en el siglo IV, situado ya en plenamente en esta perspectiva filosófica y científica, uno
de los filósofos más importantes de todos los tiempos, Aristóteles (384-322), y en Atenas,
desarrolló la primera teoría científica sobre el origen y el lugar del ser humano en el
universo: la teoría fijista griega.
Aristóteles argumenta de la forma siguiente: desde el punto de vista lógico, de la nada,
nada puede salir. Las cosas aparecen a partir de otras cosas. Las cosas se transforman unas en otras,
pero nada sale de la nada y nada puede volver a la nada. Por lo tanto, la idea de una creación es
absurda; nada puede ser creado si no existe anteriormente. Además, sostener que el ser humano fue
creado por los dioses, complica el problema, porque entonces, ¿quién creó a los dioses? ¿Otros
dioses? ¿Y a éstos? Tendríamos infinitas causas, que no explican nada. Y si decimos que a los
dioses no los creó nadie, estamos en las mismas, porque si algo puede existir sin que nadie lo
hubiera creado, ¿qué necesidad tenemos de buscar creadores para los seres humanos?
La única solución posible para Aristóteles era que todas las especies y el cosmos en su
conjunto fuera eterno y existiera desde siempre. El cosmos y las especies de seres vivos, son, pues,
infinitas en el tiempo; carece de sentido preguntar de dónde salen. Segunda cuestión: ¿Cómo eran
antes? Y Aristóteles razona por observación: ¿cómo eran antes las personas? ¿Y los perros, los
gatos o las truchas; o los robles y las encinas? Tal y como son ahora; nadie ha visto, ha escrito o
recuerda que alguna vez hayan sido distintas. Por lo tanto, las especies son fijas e inmutables y no
están ni han estado nunca sometidas a cambio alguno ni evolución; son eternamente idénticas a
sí mismas, tal y como hoy las vemos. De ahí el nombre para su teoría de teoría fijista o fixista,
como se escribe algunas veces, latinizando la expresión. (¿Qué pasa entonces con los fósiles?
Contestaremos a esta cuestión al final de este subapartado).
El ser humano, por lo tanto, es una especie viva más, un animal más, pero con la
peculiaridad de poseer logos (lenguaje, razón o entendimiento). Es por ello por lo que es un zoon
politikón, un animal capaz de vivir en polis, en sociedad. Ese es el nombre científico con el que
Aristóteles nos bautizó en la clasificación de los seres vivos. Un discípulo sueco de Aristóteles muy
posterior, al filo de la Ilustración, llamado Linneo, diseño el sistema moderno de nomenclatura
científica de los animales en el que nos correponde el nombre de Homo Sapiens Sapiens.
Aunque incorrecto (las especies no son fijas, evolucionan), el punto de vista aristotélico
es plenamente científico: en primer lugar, no emplea dioses ni figuras divinizadas, sino términos
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concretos de carácter abstracto; no explica lo natural acudiendo a lo sobrenatural, sino acudiendo a
causas y efectos naturales, intentando apoyarse siempre en la comprobación y la observación
experimental, y utilizando una estructura argumental de carácter lógico, estableciendo premisas y
conclusiones, y razonando paso a paso.
Y en segundo lugar: con una actitud que muestra que hay que ir hacia la verdad poco a
poco, paso a paso, argumentando y razonando, y que la verdad y el conocimiento no está dado de
una vez por los dioses, sino que es construido poco a poco por los seres humanos. Por eso, aunque
su teoría sea incorrecta, eso no es problemático, puesto que admite la crítica racional, y que los que
vengan detrás analicen sus pruebas y argumentos, descubran en que se pudo equivoca y mejoren y
corrijan sus teorías (que será el asunto de los fósiles, fundamentalmente).
La cultura clásica griega, de la que Aristóteles forma parte, se extendió por buena parte del
mundo conocido entonces, y fue asimilada por el Imperio Romano. De esta manera, Aristóteles y
las ideas fijistas se fueron imponiendo entre todas las personas mínimamente cultas e ilustradas de
su tiempo. Sin embargo, dando inicio al siglo I, un fenómeno histórico y cultural radicalmente
nuevo cambia el mapa cultural de la sociedad de su época. Se trata de la aparición del
cristianismo, religión con una ideología propia y peculiar, opuesta en buena medida al
pensamiento griego, y que se extiende rápidamente por todas las clases sociales alrededor del
Mediterráneo (de hecho, se convierte en la religión oficial del Imperio Romano en el siglo IV). La
ideología cristiana se fusiona y se mezcla con la cultura griega y romana, y nuestra civilización
actual es en buena medida mezcla de esa fusión.
El cristianismo tiene una visión propia sobre el origen del ser humano y su relación con el
resto del universo, y esa visión se fusiona parcialmente con la visión griega aristotélica, de la forma
que explicaremos a continuación. La teoría cristiana se denomina “fijismo creacionista” o
“creacionismo”, sin más:
El cristianismo comienza por coincidir con Aristóteles que las especies son fijas e
inmutables, aunque por motivos diversos a los suyos: porque un libro sagrado (la Biblia, dentro de
ella el Antiguo Testamento, y dentro de éste, el Génesis), dictado por Dios, cuenta como éste creo
el mundo, y en esta creación aparecen seres vivos exactamente iguales a los que hoy en día
conocemos. Por lo tanto las especies son fijas e inmutables, y no están sometidas a cambio alguno.
A partir de aquí, comienzan las diferencias: en primer lugar, se vuelve a la idea de que las
especies y el universo no son eternos, sino que tienen un origen en el tiempo; previamente a este
origen, no existían. Este origen se sitúa en la creación divina, con lo que también volvemos a la
idea de creación a partir de la nada. Y por último, el ser humano recupera un vínculo directo con
Dios, a cuya imagen y semejanza fue creado, con un fragmento de alma inmortal dentro de él, que
le separa y opone al resto de la naturaleza animal, que carece de este vínculo.
Desde el punto de vista de la historia de las ideas, el cristianismo es un paso atrás con
respecto al pensamiento griego, más racional y científico. El fijismo creacionista cristiano no tiene
otro argumento frente el fijismo griego que el de la fe. Es preciso creer ciegamente en lo que dice
un libro que fue dictado directamente por Dios. Esta actitud era un disparate a los ojos de las
personas cultivadas, pero todas las clases populares del mundo romano adoptaron este punto de
vista con facilidad, porque aunque irracional, el cristianismo primitivo tenía una actitud
comprensiva y piadosa para los pobres y miserables (que eran prácticamente todos; estamos
hablando de una sociedad esclavista). Todos, sin distinción de clases, podrían vivir una vida feliz
en el paraíso futuro si amaban a Dios y se comportaban con bondad, y por eso el cristianismo fue
adoptado masivamente como religión.
Volvamos ahora al papel de los fósiles. Los fósiles, restos petrificados de la estructura ósea
de los animales, nos muestran la existencia de animales desaparecidos y que hoy en día ya no
vemos. ¿Cómo los podemos hacer compatibles con los puntos de vista fijistas? Para el fijismo
griego, de la manera siguiente: en la eternidad del tiempo, algunas especies han desaparecido. Las
que quedan siguen siendo exactamente iguales a como han sido desde siempre. Los fósiles tan sólo
nos muestran que algunas se quedaron por el camino.
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Para el fijismo creacionista cristiano, en principio, no hay que dar ninguna explicación; se
cree por fe y punto. La palabra de Dios no admite dudas ni cuestionamientos.
Pero los fósiles no se limitan a estar ahí, en el suelo y entre las rocas. Los fósiles muestran
parecidos de familia, muestran parentescos, muestran secuencias relacionadas. En otras palabras,
los fósiles de especies desaparecidos muestran parecidos sospechosísimos con las especies actuales,
como abuelos, padres e hijos… En palabras modernas: muestran líneas y árboles evolutivos. Esta
claro que los puntos de vista fijistas, sean griegos o sean cristianos, no se pueden sostener,
puesto que son incompatibles con los hechos que se pueden observar en la naturaleza. Pero no
fueron los hechos los que nos obligaron a reformar las teorías, sino las teorías las que nos
obligaron a ver los hechos –los fósiles, en este caso, bajo otra perspectiva diferente-. Veremos a
continuación la pequeña historia de las teorías evolucionistas.
APARTADO 2: LAS TEORÍAS EVOLUCIONISTAS SOBRE EL
ORIGEN DEL SER HUMANO
Ahora bien, adoptar este punto de vista, el de que los fósiles demuestran que las especies de
seres vivos no son fijas, sino que cambian y evolucionan a partir de otras, es adoptar de nuevo un
punto de vista racional, y admitir que los argumentos, las razones y los hechos valen más que lo
que digan una serie de curas que afirman que están en contacto con Dios. Admitir eso es recuperar
el punto de vista científico y filosófico y superar de nuevo la perspectiva mitológica. La
humanidad nunca se acaba de librar del todo de las barreras mentales del pensamiento mitológico,
la superstición o la religión, pero ese proceso comenzó con la Edad Moderna, en el Renacimiento,
y se consolidó en el Siglo de la Razón o Siglo de las Luces: la Ilustración, en el siglo XVIII. Por
eso las primeras teorías científicas de tipo ilustrado aparecen en ese siglo (y acaban por triunfar en
el siglo XIX), porque es el siglo XVIII en el que por motivos históricos que ya conocéis, el poder
de la iglesia se debilita y los seres humanos pueden volver a pensar con cierta independencia sin
miedo a que los quemen en la hoguera.
La pregunta a la que toca contestar ahora es la siguiente: ¿por qué las iglesias se oponen a
la verdad científica? Se trata de una constante histórica, y la encontramos tanto en los tiempos de
Galileo (encarcelado, castigado y amenazado por decir que la Tierra se movía en torno al Sol)
como en el presente (intentos sistemáticos de impedir el uso del preservativo en el Tercer Mundo –
y en el primero- para prevenir el Sida y los embarazos no deseados).
Con respecto a la teoría de la evolución, la respuesta es sencilla: la visión y concepción
filosófica del ser humano que implica la teoría de la evolución es radicalmente diferente de la
que implica el cristianismo.
Veamos este asunto con más detalle. La visión que tiene sobre el ser humano el
cristianismo es la siguiente (la visión antropológica, sería el término filosófico adecuado): el ser
humano es un ser que tiene un sentido, un propósito y un destino. Es un ser de origen sobrenatural,
vinculado directamente a Dios que lo crea a su imagen y semejanza. Su existencia es fundamental
para el conjunto de la naturaleza; su existencia es necesaria, porque sin él no se concibe para qué
existe el universo. Es un ser subordinado y dependiente, con obligaciones respecto a su creador. A
cambio de ello, su vida no es una vida animal, puesto que además de un cuerpo natural, tiene un
alma inmortal y eterna. En esta alma inmortal y eterna, destinada a Dios, descansa el sentido y el
valor de su vida. Porque el sentido y el valor de la vida humana no es inmanente, sino trascendente
(recuerda la explicación en clase de estos términos), no está aquí ni ahora, sino más allá, en un
futuro tras la muerte física y biológica. Todo el universo y todo lo que le rodea tiene un sentido
claro: es el escenario diseñado por Dios para que el ser humano, usando su libertad, juegue la
partida de su salvación o su condenación.
La visión antropológica de la filosofía griega, por el contrario, es inmanente. En general,
los filósofos griegos no creen en el alma y su inmortalidad, sino que piensan en ella como una
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fuerza y un aliento de carácter psicológico. Por lo tanto, la vida genuinamente humana es la que se
desenvuelve en el mundo presente, buscando la eudaimonía o felicidad a partir del uso del logos o
razón que nos hace genuinamente humanos. Y lo razonable es buscar esa felicidad a partir de la
belleza estética, de los bienes materiales, de los placeres del cuerpo, de la reflexión, de la búsqueda
del conocimiento, de la mejor comprensión del mundo que nos rodea, de la amistad… Sobre estas
cuestiones las distintas escuelas filosóficas griegas mantienen distintos puntos de vista; los
epicúreos, por ejemplo, hacen más hincapié en los placeres sensibles que los aristotélicos (son más
hedonistas, diríamos nosotros).
En cambio, la visión antropológica de la teoría de la evolución es la siguiente: el ser
humano no se encuentra separado del resto de la naturaleza. Es un ser biológico más, con sus
peculiaridades (el ciempiés tiene muchos pies, y el Homo Sapiens, mucho cerebro), pero con un
origen puramente natural. Su aparición se puede explicar científicamente paso por paso, y es un
resultado más de un proceso evolutivo que en buena medida es aleatorio, azaroso y fruto de la
casualidad. Existe tal y como lo conocemos, pero podría no existir. No es preciso sostener la
existencia de ningún dios para explicar porque está aquí. No tiene cuerpo y alma, sino un cuerpo
con unas funciones cerebrales muy sofisticadas (que descansan en la estructura y conexión de sus
neuronas). Muerto el cuerpo, muere el ser que vive dentro; el destino humano es inmanente y se
encuentra aquí y ahora, porque no hay nada más allá de la muerte, y el universo no es el escenario
escatológico de su lucha por ningún paraíso. Ningún Dios lo crea, y todo lo que haga, bueno o
malo, de él depende y él será quien lo valore. No es ninguna excepción de la naturaleza, y en
ningún sentido es un ser extraordinario.
Evidentemente, el cristianismo, católico o protestante, no puede tolerar que una teoría así
se investigue o se difunda, porque eso debilita el control ideológico y mental sobre los seres
humanos, asustándolos con el pecado y el infierno, y premiando las conductas que le interesan con
el paraíso y la vida eterna. Pero si nada de eso existe, o por lo menos, no es una verdad
incuestionable, ¿por qué han de ser los sacerdotes los guías de la conducta humana? Desde este
momento no está claro cuál ha de ser la conducta humana ni su sentido, así que nadie puede
intentar establecer estas cuestiones por la fuerza.
(Ampliando un poco más estas cuestiones, podemos decir que lo que se debilita cada vez
más es el antropocentrismo. El antropocentrismo es la idea de que el ser humano es el centro de
todo el universo, lo más importante y fundamental, el ser en función del cual existen todas las
cosas. El antropocentrismo, históricamente se ha visto enormemente debilitado por tres teorías
científicas. En primer lugar (siglo XVI), por la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico: la casa
del ser humano, la Tierra, no ocupa ningún lugar central ni preponderante en el universo. El ser
humano vive en un planeta cualquiera de un sistema solar cualquiera, en una esquina del universo.
En segundo lugar, la teoría de la evolución (segunda mitad del siglo XIX), como ya hemos
explicado: el ser humano no ocupa ningún lugar central en la creación, porque no hubo nunca tal
cosa. Es un animal más en la naturaleza. Y en tercer lugar, la teoría psicológica de Sigmund Freud,
la llamada teoría del inconsciente, o el psicoanálisis (finales del siglo XIX): el ser humano no
posee ni siquiera el privilegio de ser el único animal racional, porque buena parte de lo que los
humanos pensamos que son comportamientos conscientes y libres, en buena medida se encuentran
determinados por nuestros instintos inconscientes.)
2.1. EVOLUCIONISMOS PIONEROS: ANAXIMANDRO, LAMARCK Y
DARWIN
Aunque la historia cultural de la humanidad haya sido fundamentalmente fijista, es curioso
descubrir que un filósofo jónico anterior a Aristóteles, ya se había planteado la hipótesis de la
evolución humana. Se trata de Anaximandro de Mileto (tercio central del siglo VI A.C.), y son
muy pocos los fragmentos que se conservan de él. Entre ellos, los que llevan el nombre de Texto 5.
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Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
¿Qué es interesante comentar de dichos fragmentos? En principio, que lo que en ellos
aparece es, según hoy en día sabemos, falso. Pero no es esto lo que nos interesa, sino que en primer
lugar, apreciamos que Anaximandro tiene ya una perspectiva claramente científica y racional y
en absoluto mitológica. Sin emplear dioses, y utilizando la observación y la lógica, trata de conocer
cuál es el origen del ser humano. Su explicación es plenamente naturalista, y razona de forma
excelente cuando en el segundo fragmento anticipa la idea de la competencia entre las especies y
de la lucha por la existencia. Como él dice, el ser humano no pudo ser siempre como lo
conocemos hoy en día, porque no habría podido sobrevivir en competencia –luchando por la
existencia- con las otras especies, que adquieren su madurez orgánica antes que él y se encuentran
antes en condiciones de defenderse.
El resto de lo que comenta nos parece fantástico, pero al menos refleja el intento de
observar el comportamiento de otras especies animales y deducir a partir de ello como podría haber
sido el proceso evolutivo humano. En cualquier caso, mencionamos a Anaximandro como una
curiosidad histórica, porque fue totalmente oscurecido por el éxito y la influencia de Aristóteles y
no tuvo nada que ver con el desarrollo de las ideas evolutivas modernas.
Es con Jean Baptiste de Lamarck (1744-1829) con quien se abre paso el evolucionismo
moderno en el siglo XVIII. La primera cuestión que plantea es que la evolución es un hecho
biológico necesario, y la única manera de comprender como pueden existir tantas especies
diferentes con tantos rasgos tan variados. Y la evolución se da necesariamente como una respuesta
de los seres vivos a los cambios continuos en el ecosistema que les fuerzan necesariamente a
cambiar y modificar sus rasgos y características si es que quieren sobrevivir. Hasta aquí sabemos
que lo que plantea es correcto. También acierta plenamente cuando se plantea claramente la idea
de establecer un mecanismo que explique el cambio evolutivo, o dicho en otras palabras, un
mecanismo que establezca cómo pueden aparecer los rasgos nuevos, y cómo pueden aparecer
especies nuevas sumando rasgos diferenciales y poco. Sin un mecanismo evolutivo, la idea de la
evolución pierde toda su fuerza.
Sin embargo, se equivoca a la hora de determinar el mecanismo. El mecanismo evolutivo
lo constituyen las llamadas leyes de Lamarck. La primera ley es aparentemente verdadera (el uso
continuado de los órganos los fortalece, agranda y/o desarrolla), pero si se examina con más
cuidado, se aprecia que sólo puede ser cierta en el caso de los músculos. La segunda ley (los
caracteres adquiridos en vida por los progenitores son transmitidos a la descendencia) es
rotundamente falsa: ninguna característica biológica adquirida en vida puede ser transmitida a los
hijos por herencia; sólo las que se poseen de forma innata.
No obstante, las leyes lamarckistas, aplicadas al ser humano, podrían ayudar a entender su
ascendencia evolutiva. ¿De dónde podría haber salido la especie humana? Pues ante el cambio
climático y la desaparición de las selvas que eran su hábitat natural, algún tipo de mono primitivo
se enderezó para poder caminar por las praderas que iban apareciendo, etc. Pues bien: Lamarck,
deliberadamente, mantuvo al ser humano al margen del esquema evolutivo que aplicó al resto
de los seres vivos, y atribuyó directamente sus características a la creación divina. Pero el hecho de
la evolución de las especies ya se plantea abiertamente.
Igualmente es curioso reconocer que las explicaciones de tipo popular acerca de la
evolución humana, son de tipo lamarckista, como se desprende de lo que acabamos de mencionar
hace unas pocas líneas: “el ser humano desciende del mono, de un tipo de mono que bajó de los
árboles y se puso de pie…”
¿A qué se debe esto? Al hecho de que Lamarck mantiene una concepción teleológica de la
evolución, es decir, la idea de que la evolución responde a una finalidad, un propósito, una
intención… y que por lo tanto tiene un sentido, y se puede sostener que hay algún director y
planificador de esta evolución (¿Dios?). Cuando hablemos del neodarwinismo veremos que ni
siquiera podemos afirmar eso: la evolución carece de sentido y dirección, y eso afecta a la visión
que podamos tener del ser humano como especie.
9
Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
Por obra de Lamarck y de otros evolucionistas posteriores como un abuelo de Charles
Darwin, Erasmus Darwin, o contemporáneos suyos como Alfred Russell Wallace o Herbert
Spencer, hacia la mitad del siglo XIX la teoría de la evolución de las especies no era considerada
una rareza ni un disparate, sino una hipótesis que podía ser tomada en consideración. Es en 1859,
cuando Darwin (1809-1882) publica El origen de las especies, unos de los libros científicos más
influyentes en la historia cultural humana, el momento en que la evolución comienza a poner las
bases para imponerse en el campo científico.
El planteamiento inicial de Darwin es muy similar al de Lamarck,: la evolución de las
especies es un hecho en la naturaleza, un hecho consecuencia de una serie de fenómenos del que
los seres vivos no pueden escapar. En primer lugar, de la superpoblación. Darwin conocía una
obra política y sociológica de un estudioso escocés, Robert Malthus, el Ensayo sobre la población.
En ella se defendía la idea de que la población humana tenía la capacidad de crecer de forma
exponencial o geométrica, y la producción de alimentos, de manera aritmética. Si no se ponen
límites a la fertilidad humana, la mortalidad de la población y la incapacidad del planeta para
mantener a tanta gente es la única consecuencia posible.
Darwin aplicó este esquema a todos los seres vivos; todos ellos sin excepción tienden a
producir más descendientes de los que pueden sobrevivir. Una pareja de una especie cualquiera
podría llenar de descendientes la Tierra; sin embargo no lo hace porque la superpoblación entraña
la mortalidad forzosa de la mayoría de los seres. La superpoblación lleva a la lucha por la
existencia.
Si a ello añadimos que no todos los miembros de una especie son exactamente iguales en
cuanto a sus funciones y sus capacidades, sino que entre ellos hay pequeñas diferencias
(variabilidad) que, en circunstancias determinadas les pueden ayudar a sobrevivir, no hay otra
conclusión posible que la de que sólo los seres que porten esos rasgos más adaptativos pueden
sobrevivir, y transmitir por herencia esos caracteres a la descendencia. Los seres que no
posean esos rasgos no podrán sobrevivir ni tener descendientes, por lo que sus rasgos diferenciales,
que son diferentes, irán desapareciendo con ellos. (Ojo: esos caracteres que permiten la
supervivencia no los han adquirido en vida fruto de una intención y un propósito deliberados –
teleologismo: la jirafa “estira el cuello”, como sostenía Lamarck; sino que ya nacen con ellos, de
forma aleatoria y casual).
Darwin creía que con el tiempo suficiente, la especie inicial va modificando sus rasgos, y
con el tiempo suficiente, puede dar lugar a una especie nueva (especiación). En esto consiste el
mecanismo evolutivo, la llamada selección natural, como una respuesta a las presiones continuas e
incesantes del medio ambiente.
2.2. EL NEODARWINISMO Y LA GENÉTICA MOLECULAR
Había sin embargo, dos cosas que Darwin no fue capaz de explicar, y para dar respuesta
a las cuales tendremos que esperar hasta el siglo XX. En primer lugar: ¿Dónde reside la capacidad
de los seres naturales para producir una casi infinita variedad de formas y caracteres? Es decir,
¿dónde reside la variabilidad? Y en segundo lugar: ¿Cómo funciona la herencia? ¿Cómo es posible
que, en general, los rasgos se transmitan a la descendencia, pero que, a pesar de todo, esta
mantenga intacta su variabilidad?
La respuesta y la solución a todas las dos cuestiones anteriores la tenemos en el Texto 6,
que en realidad es un resumen de la teoría neodarwinista de la evolución, o teoría sintética de
la evolución. Esta teoría, en realidad, no es más que la aplicación de los conocimientos adquiridos a
lo largo del siglo XX sobre la existencia y el funcionamiento de los genes, a la selección natural
darviniana. Se trata de encajar todos los nuevos conocimientos de genética en el marco general del
pensamiento de Darwin, solucionando los asuntos que éste dejó sin respuesta.
Vamos en primer lugar con la herencia. A finales del siglo XX, un monje austríaco,
Gregor Mendel (1822-1844), experimentando con arbejos, descubrió que los rasgos de éstos
(color, tipo de piel) dependían de unos elementos que denominó genes, y que era la combinación
10
Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
de ellos en la reproducción la responsable de las características que adquirían los descendientes.
Ahora ya sabemos de qué dependen los rasgos que permiten el éxito: de los genes que los
determinan. Y también sabemos por qué los descendientes tienden a parecerse a sus padres y
conservar sus rasgos exitosos: porque llevan los genes de sus antecesores.
¿Y cómo es posible que, pese a todo, se conserve siempre la variabilidad, y la posibilidad
de que los genes provoquen nuevas adaptaciones? A causa de varios mecanismos que sólo vamos a
comentar (pues ésta no es una clase de biología), y que ya no fueron descubiertos únicamente por
Mendel sino a lo largo del siglo XX: la recombinación (el nuevo ser lleva genes mezclados
aleatoriamente del padre y de la madre, en los casos de reproducción sexual), las mutaciones al
azar (un gen se transforma de forma absolutamente casual; normalmente es perjudicial pero nunca
se sabe…); los errores en la copia (el ARN copia el ADN para que la célula trabaje con él, y en la
copia siempre hay errores: nuevos genes o genes diferentes). Con estos asuntos ya entramos dentro
del campo de la genética molecular o de la bioquímica, y basta por tanto con comentarlo.
(Un resumen de todas estas ideas Darvinistas y neodarwinistas lo realizaremos en el
transcurso de las clases, al construir un esquema sintético de todas estas cuestiones, con ejemplos
concretos -como el de la población de los osos en América del Norte, o algún otro comentado en
clase, como la distribución del color de la piel de la población humana desde el trópico hasta los
polos-, basándonos en el Texto 6).
Volviendo ahora a la perspectiva filosófica, ¿cuál es la visión antropológica que implica
el neodarwinismo? O para ser más exactos, ¿en qué sentido cambian las nuevas ideas de la
genética la concepción acerca de lo que es un ser humano?
Hay que realizar antes una pequeña distinción. Como ya dijimos, Mendel descubrió que
existían unos paquetes llamados genes responsables de las características de los seres vivos, pero
en realidad no sabía lo que eran. Watson y Crick, dos científicos estadounidenses, descubrieron en
1953 la famosa estructura en doble hélice del ADN. Como igualmente dijimos, esta asignatura no
es biología, y no nos interesa saber la estructura y el funcionamiento bioquímico de todo este
asunto. Lo importante es que el descubrimiento de Watson y Crick abre camino a la
comprensión de cómo se fabrica un cuerpo, un organismo o materia viva a partir de unas
estructuras químicas determinadas (los genes) y siguiendo unas transformaciones químicas
determinadas. Y abre paso a la idea de que puede ser posible fabricar o modificar materia
viva trabajando con su materia prima, los genes (en esto consiste la ingeniería genética).
Además, deja traslucir la sospecha de que si el soporte del comportamiento de un animal es su
cuerpo orgánico, que se fabrica con genes, también los genes pueden ser los responsables de la
conducta social y psicológica de los animales, y por lo tanto, del ser humano.
Desde este momento, el ser humano pierde los últimos restos de excepcionalidad y misterio
que le acompañaban. Su origen es puramente natural. En primer lugar, el ser humano carece total y
absolutamente de originalidad. No es más que una máquina. Una complejísima maquinaria
biológica, cuyas instrucciones de montaje y de funcionamiento vienen escritas en un manual de
instrucciones: su código genético. No se diferencia de cualquier otro ser vivo más que en el hecho
de ser una máquina con más piezas en algunas partes de su estructura y de funcionamiento en
algunos sentidos más complejo.
En segundo lugar, la libertad que el ser humano se supone a sí mismo se encuentra
gravemente amenazada, porque en realidad no es más que una suposición. Creemos que nuestra
conducta es libre, pero en realidad se encuentra determinada por las características de
funcionamiento de nuestro organismo, que a su vez determinan nuestra conducta. El
neodarwinismo y la genética abren paso a una visión determinista del ser humano.
Y en tercer lugar, se rompen las barreras entre naturaleza y cultura. Toda la naturaleza (y el
ser humano también, puesto que forma parte de ella) puede pasar a ser un elemento cultural, un
elemento artificial creado por las tecnologías adecuadas. El ser humano, mediante el control de las
técnicas adecuadas de ingeniería genética puede alterar y construir tipos de frutas o virus, pero
también el propio cuerpo humano y quizá también su comportamiento y personalidad. Podemos
fabricar niños altos o bajos, hombres o mujeres, rubios o morenos; podemos repetir (clonar)
11
Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
ejemplares que nos gusten las veces que queramos, etc. ¿Dónde podemos entonces situar los seres
humanos nuestra identidad, nuestra personalidad individual, nuestro yo…?
Si tuviéramos que resumir todas estas ideas en una sola expresión, deberíamos decir que a
lo largo de la segunda mitad del siglo XX, el Dios tradicional ha sido definitivamente desterrado
del origen y la esencia humana; y ha sido sustituido por una nueva divinidad: el código genético.
También es justo reconocer que muchas de las potencialidades de la ingeniería genética están muy
lejos de poder alcanzarse, si es que acaso es posible alcanzar alguna vez todo lo que aquí se ha
planteado.
APARTADO 3: HOMINIZACIÓN Y HUMANIZACIÓN
Una vez conocidos los mecanismos evolutivos responsables del origen del ser humano, así
como sus consecuencias ideológicas, vamos a contar su historia natural, o su historia evolutiva.
Vamos a ir viendo en concreto cómo y de qué organismos anteriores aparecieron los animales
humanos, así como sus características peculiares, y no sólo en el plano biológico y natural, sino
también en el cultural, recogiendo nuevamente la distinción que aparecía en el mito de Prometeo.
Las distintas especies de homínidos (reconstrucción aproximada)
No obstante, veamos antes un pequeño cuadro como materia de reflexión:
MILLONES
DE AÑOS
HISTORIA DE LATIERRA:
ACONTECIMIENTOS
AÑO
SOLAR
- 4.600
Formación de la tierra
1 de enero
- 3.800
Formación de las rocas más antiguas
5 de marzo
- 3.600
- 2.000
- 650
- 590
- 440
- 400
“Fósiles” más antiguos: algas
Cantidades significativas de O
Vida pluricelular en los océanos
Comienzo del registro fósil
Vida en tierra firme
Abundancia de peces-vertebrados
22 de marzo
26 de julio
10 de nov.
14 de nov.
25 de nov.
29 de nov.
- 250
Aparición de los dinosaurios
12 de dic.
- 65
Extinción de los dinosaurios
26 de dic.
-4
- 100.000 años
- 5000 años
Primeros homínidos
Primeros homo sapiens sapiens
Historia escrita
31 dic.; 7:30
23:49
23:59:34
12
Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
Veamos también una serie de datos básicos sobre todos nuestros antepasados homínidos:
Australopithecus Afarensis: 4 - 3 millones de años. 400 cm3. SSE África.
Australopithecus Africanus Gracilis: 3 - 2 millones de años. 450 cm3. SSE África.
Homo Habilis: 2 - 1´5 millones de años. 650 - 800 cm3. SSE África.
Homo Erectus: 1´5 millones de años – 300.000 años. 900 – 1100 cm3. África, Asia y Europa.
Homo Sapiens Neandertalis: 300.000 – 35.000 años. 1300 – 1500 cm3. Europa, Extremo Oriente.
África y Asia: Homo Sapiens Arcaicus.
Homo Sapiens Sapiens: ¿75.000? 40.000 años. África y Asia primero; Europa después.
Australopithecus Africanus Robustus: ¿2´5 – 1´5 millones de años? SSE África.
Australopithecus Africanus Boisei: ¿2´5 – 1´5 millones de años? SSE África.
Veamos igualmente las distintas hipótesis evolutivas:
HIPÓTESIS DE DONALD JOHANSON
AUSTRALOPITHECUS AFARENSIS
AUSTRALOPITHECUS AFRICANUS GRACILIS
AUSTRALOPITHECUS AFRICANUS ROBUSTUS
AUSTRALOPITHECUS AFRICANUS BOISEI
HOMO HABILIS, HOMO ERECTUS
HOMO SAPIENS
HIPÓTESIS DE RICHARD LEAKEY
ANTEPASADO DESCONOCIDO
HOMO HABILIS ARCAICOS
HOMO HABILIS, HOMO ERECTUS
HOMO SAPIENS
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TODOS LOS AUSTRALOPITHECUS
Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
HIPÓTESIS DEL JARDÍN DEL
EDÉN
HOMO ERECTUS EN ÁFRICA
HOMO SAPIENS NEANDERTALIS EN EUROPA
HOMO SAPIENS ARCAICUS EN ÁFRICA
HOMO SAPIENS SAPIENS EN ÁFRICA
HOMO SAPIENS SAPIENS EN EL RESTO DEL MUNDO
3.1. LA EVOLUCIÓN DE LOS HOMÍNIDOS
NOTA: Los árboles anteriores muestran los esquemas evolutivos más habituales sobre el
origen del ser humano. El último de ellos se refiere a la aparición concreta del Homo Sapiens
Sapiens y el papel que juega en ello el Homo Sapiens Neandertalis. Por otra parte, las especies,
fechas y lugares que aparecen son las clásicas en la historia de la paleo antropología. De hecho, los
últimos descubrimientos, como los de Atapuerca, obligarían a introducir nuevas especies (Homo
Ergaster, Homo Heidelbergensis y Homo Antecesor) y modificar fechas y lugares, si bien es cierto
que, en lo sustancial, el esquema que seguiremos es correcto.
Australopithecus Afarensis
Suele ser considerado el primero de todos los homínidos, es decir, el antepasado de todos
ellos. La cuestión de considerarlo en la clasificación taxonómica un homínido y no un hominoide
proviene de una apreciación sencilla: es el primer "mono" del que sabemos con absoluta certeza
que caminaba erguido (en 1976, Mary Leakey descubrió en Laetoli huellas bípedas de 3.750.000
años de antigüedad, correspondientes a pisadas Afarensis). El primer animal puramente bípedo, por
lo tanto.
A partir de esta adaptación biológica fundamental, se inicia el firme y decisivo proceso de
hominización que nos llevará a ser lo que somos hoy en día: Homo Sapiens Sapiens y sus
complejas formas culturales. Una hipótesis muy general acerca de como se inició este proceso
de hominización con el Afarensis puede ser la siguiente:
Por motivos climáticos (en los que no nos vamos a extender), hace 4 millones de años las
selvas estaban en recesión en África, y las zonas de sabana, más despejadas, cubiertas de altas
hierbas y con menos árboles, en aumento. La competencia entre los primates superiores, todos
animales de un hábitat boscoso y arborícola, aumentó terriblemente. En ese momento, algunos de
ellos adoptaron la locomoción bípeda ("bajaron de las ramas": no hay que interpretarlo en sentido
lamarckista) y se decidieron a vivir en los bordes de la selva y de las zonas de sabana. Al caminar
sobre dos patas, erguidos, podían ver mejor por encima de las hierbas de la sabana y practicar allí
una vida de cazadores y recolectores. Pero hay muchas adaptaciones relacionadas: las manos libres
permiten el empleo de útiles; que a su vez refuerzan la pericia como cazadores y recolectores; que a
la vez estimula la necesidad de una visión más aguda y compleja; de un cerebro más refinado; de
14
Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
un mecanismo de regulación de la temperatura mediante el sudor; de una dentición más omnívora;
de una rebaja de la mandíbula; de la capacidad de fonación más desarrollada, para practicar un
lenguaje exigido por unas formas de vida más complejas y sociales, que a la vez exigen una
prolongación de la maduración y el desarrollo de las crías, y una socialización enorme entre los
miembros de cualquier especie homínida... En cualquier caso, ninguno de estos factores podía
aparecer aislado de los demás. Todos son mutuamente independientes y están en mutua
interconexión.
Pero es preciso aclarar un nuevo punto: el factor que se considere más importante en el
proceso de hominización es en buena medida respuesta a los prejuicios culturales de cada época.
En distintas épocas se consideró esencial para el proceso de hominización alguno de los siguientes
factores: la competencia entre homínidos, el uso cada vez mayor de más armas e instrumentos para
evolucionar más que los rivales y superarlos; el desarrollo de la inteligencia y el aumento de la
capacidad cerebral; el empleo de útiles, la capacidad cada vez mayor de transformar la naturaleza;
la agresividad y violencia innata del homínido que le permitió exterminar a sus competidores; el
empleo y desarrollo de un lenguaje cada vez más complejo; la capacidad para formargrupos
humanos de caza y recolección muy cooperativos y eficientes…
Sobre estas cuestiones no es mucho lo que tenemos claro, pero en cualquier caso, lo que es
evidente es que la hominización ha de ser un complejo proceso de interrelación y equilibrio entre
todos estos factores.
Australopithecus Africanus
Con este homínido, evolución del anterior y enormemente similar a él, son dos los
problemas que se suelen plantear. Uno de ellos ya fue mencionado anteriormente, y es el problema
de la agresividad instintiva.
En uno de los yacimientos de restos de Africanus más famosos, el de Makapansgaat, Dart,
un famoso antropólogo, encontró muchos de los cráneos rotos y con señales de haber sido objeto de
violencia (hipótesis acogida con entusiasmo por otros famosos estudiosos, como Robert Ardrey,
Konrad Lorenz, y Desmond Morris). Para ellos se trataba de una prueba indudable de que los
primeros homínidos eran agresivos por naturaleza y genética, y que la violencia y la destrucción
mutua se encuentran asociadas a los mismos orígenes de los seres humanos. (Esta teoría, en el
fondo, es una justificación de la violencia, y una negación del hecho de que la violencia tiene
causas culturales -pobreza, ignorancia, etc.-, y que eliminando esas causas culturales, también ella
puede ser eliminada)
Bob Brain, otro famoso estudioso, demostró sin embargo que las presuntas lesiones de los
cráneos se debían a la presión de las piedras colocadas en los estratos superiores del yacimiento
debido a su peculiaridad geológica -en la que no vamos a entrar-, que, por así decirlo, hacían de
maza o de perforador sobre los cráneos que se encontraban debajo. No había pues, evidencias de
violencia y destrucción sistemáticas entre los Africanus. (Aquí vemos con claridad como las teorías
y los prejuicios guían la interpretación de los hechos). Lo que sí es cierto es que entre los
homínidos hay algunas pruebas de violencia y canibalismo ritual -entre los Erectus, por ejemplo-,
pero en modo alguno sistemáticas y universales, como pertenecientes a una innata genética
violenta. (No obstante, recientes descubrimientos de Atapuerca pueden volver a modificar nuestro
análisis de estas cuestiones).
La otra cuestión hace referencia a la posibilidad de que emplease útiles
sistemáticamente. Aquí deberíamos realizar comparaciones con los útiles que los animales son
capaces de emplear. Lo mejor es establecer analogías a partir de los estudios realizados sobre
monos, especialmente con una especie de monos del Japón. Estos macacos eran capaces de fabricar
esponjas masticando hojas, que luego escurrían e introducían en troncos de agua para que se
empaparan de agua que luego bebían; o eran capaces de apilar cajas que estaban por el suelo y
subirse a ellas para llegar a un piño de plátanos colgado del techo de una habitación, etc. Todos los
primates superiores son capaces de emplear útiles en procesos no codificados genéticamente.
15
Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
(Un útil sería un medio material interpuesto entre el organismo biológico que se sirve de él,
y la acción o resultado a conseguir sobre el medio. Si un pájaro deja caer un huevo para romperlo y
comerlo, eso no es un útil. Si en cambio, coge una piedra con el pico y la deja caer sobre él, eso sí
que es un útil).
El empleo de útiles en el Africanus iría por estos derroteros. Lo que no existe todavía
entre ellos es su empleo universal, sistemático y organizado, que luego se transmite
culturalmente de una generación a otra, y va progresando acumulativamente.
Homo Habilis
Entre los Habilis sí que se da ese empleo sistemático, universal y organizado de útiles
artificiales. Por eso no son meros homínidos, por eso ya son animales humanos, pertenecientes a
nuestro mismo género. Son los primeros animales que emplean útiles de forma universal,
sistemática y organizada y que transmiten su empleo y aprendizaje, culturalmente de una
generación a otra (de ahí su nombre científico; más adelante se comentarán más cosas respecto de
esta cualidad humana). En el barranco de Olduvai (por eso la cultura típica del Homo Habilis se
suele denominar cultura Olduvaiense), en Tanzania, se encontraron numerosos restos de útiles del
Habilis -aunque existen en todos los yacimientos de Habilis-: básicamente "chopers" o rascadores
de pieles para suavizarlas y pelarlas; pero también piedras para machacar, golpear animales o cortar
huesos y tendones. Todos estos útiles -los más antiguos de los cuales tienen casi 2 millones de años
de antigüedad- confirman una vida social y organizada relativamente compleja de cazadores y
recolectores.
La relativa complejidad de la vida social y el aumento de la capacidad cerebral también
hizo suponer que el Homo Habilis poseía un lenguaje relativamente complejo, y quizá iniciaba la
peculiaridad del lenguaje humano frente al resto de los lenguajes animales: la doble articulación.
(Se trata, de todas formas, de hipótesis sin posible confirmación. En cualquier caso, volveremos a
hablar en detalle de estas cuestiones más adelante).
Homo Erectus
El Homo Erectus es el primer homínido que, aunque evolucionando, como los anteriores,
en África, se extendió desde allí por Europa y Asia (No obstante, los descubrimientos de
Atapuerca nos deben hacer mostrarnos cautos en este punto. Es muy posible que una especie
intermedia y antepasada de esta – el Homo Antecesor - haya poblado Europa con anterioridad). Ello
se debe a una serie de innovaciones culturales (aunque, evidentemente, le corresponden mejoras
biológicas como el aumento de la capacidad cerebral, etc.):
La primera de esas innovaciones culturales es la utilización del fuego. La importancia
cultural del fuego es amplia y múltiple. Para autores como Lévy-Strauss, es otro de los factores
fundamentales de hominización, puesto que permite pasar "de lo crudo a lo cocido". Con el fuego
aumenta la eficacia de la recolección, puesto que cociéndolo y ablandándolo, prácticamente todo lo
que se recoge es comestible. Esto garantiza una mayor supervivencia de los grupos de cazadores
recolectores, guardar comida para cocinar: es decir, organizarse y hacer previsiones y cálculos de
futuro... Además refuerza los vínculos sociales y la organización del grupo, con el consiguiente
desarrollo de la inteligencia y del lenguaje. Por si esto no fuera poco, el fuego sirve como fuente de
calor para colonizar zonas más frías que África, como así fue, puesto que se encuentran Erectus
muy al norte de Europa. Y por último, no solo mejora la eficacia de la recolección, sino también la
de la caza, puesto que permite asustar a los animales y, por ejemplo llevarlos así a despeñarse por
barrancos -como se aprecia en los famosos yacimientos españoles de Torralba y Ambrona-. No es
extraño entonces que fuera el Erectus el primer homínido en colonizar el mundo.
Otra importante innovación es la casi seguridad existente acerca de la posesión por parte
de los Erectus de un lenguaje doblemente articulado. En el cerebro humano hay un área
encargada de regular las funciones lingüísticas, llamada área de Broca. Las circunvoluciones
cerebrales de las distintas áreas dejan marcas microscópicas en el interior de la caja craneana. Con
16
Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
esta idea, los paleoantropólogos buscaron y encontraron marcas del área de Broca en el interior de
cráneos de Habilis y sobre todo, mucho más grandes y claras, en el interior de los cráneos de
Erectus. La importancia y volumen de estas últimas, el aumento general de la capacidad cerebral y
la socialización muchísimo mayor es lo que hace pensar que el Erectus ya tenía un lenguaje
específicamente humano (desarrollaremos este asunto un poco más páginas adelante).
Y, por supuesto como tercera innovación, la mejoría cultural general. A los útiles de los
Habilis podemos añadir el fuego, evidentemente, y también lanzas -no el arco y la flecha-, hachas
de mano, bifaces, cuchillas, cinceles, yunques y martillos de piedra, taladros, posibles útiles de
hueso, quizás cuencos de madera… La cultura típica del Erectus se suele llamar Acheulense, por la
importancia del yacimiento francés de Saint Acheul.
Homo Sapiens Neandertalis
Con el Neandertalis o Neanderthalensis entramos dentro de lo que se considera la especie
humana. ¿Qué es lo que añade el Neandertal a los anteriores homínidos, y que nos obliga ya a
calificarlo de Homo Sapiens? El factor fundamental que nos obliga a ello, al margen de su
desarrollo biológico, es el de que con el Neanderthal tenemos evidencias de una sensibilidad muy
cercana a la nuestra y de una plena autoconciencia humana.
Para afirmar lo anterior nos basamos en las evidencias de un descubrimiento del norte de
Iracq, como fue el del famoso hombre de Shanidar. Dicho fósil fue descubierto enterrado de forma
ritual, cuidadosa y respetuosa, y con el cuerpo cubierto de flores -lo que se supo por los restos de
polen que le cubrían-. A partir de aquí, los antropólogos suelen desarrollar las siguientes
precisiones: en primer lugar, que esto muestra una alta sensibilidad y sentido estético. Las flores
son hermosas y efímeras, como la vida humana (tras un breve y bello florecer, se arrugan y secan,
pierden la gracia, y mueren). Por eso son el adorno de prácticamente todos los rituales funerarios
humanos: son el perfecto símbolo de nuestra vida y de nuestra muerte. Ahora bien: estas
consideraciones acerca de la muerte y su sentido solo las puede hacer un animal con sentido y
autoconciencia plena de su destino, que se sabe destinado a morir, y que no contempla sus
congéneres muertos con indiferencia, sino con respeto, tristeza y temor. Y cuando hablamos de esta
sensibilidad y autoconciencia, de esta reflexión acerca del propio destino, estamos hablando de
seres humanos, sin duda alguna, de animales que saben que son ellos mismos y son conscientes de
serlo. (No obstante, desarrollaremos este asunto más adelante).
Hay otra cuestión que conviene aclarar. La transmisión y la evolución cultural siguen los
patrones establecidos por Lamarck, que ya conoces. Es por ello por lo que cada generación
conserva todas las aportaciones culturales adquiridas en vida de la generación anterior. Su
transmisión no se realiza mediante genes, sino mediante la socialización, el lenguaje y el
aprendizaje de una generación sobre las adquisiciones de la anterior, y así sucesivamente (los
rasgos biológicos, sin embargo, y como ya sabes, se almacenan y transmiten a través de los genes,
y las ganancia biológicas conseguidas en vida de un animal no se transmiten a la descendencia). ¿A
qué viene esta aclaración? Pues a que desde este momento ya no iremos señalando todos los útiles
y avances culturales de los homínidos -lo que correspondería más a la asignatura de Historia-. Se
debe dar por sentado que se conservan y mejoran todos los anteriores, y que cada vez se es mejor
cazador y recolector, y técnicamente más dotado. Tan solo hemos mencionado del Neandertal, por
tanto, el avance cultural filosóficamente novedoso y significativo. Lo mismo haremos con respecto
al Homo Sapiens Sapiens.
Una última aclaración con respecto al Neandertalis. Encontrado básicamente en Europa,
Extremo Oriente y Oeste de Asia, según algunas teorías es una particular adaptación homínida a
ambientes fríos y glaciales; según otras fue justamente esto lo que acabó con él. Biológicamente es
ancho, tosco y achaparrado, estructura fisiológica que permite conservar mejor el calor corporal en
ambientes fríos. Se supone que era blanco -según esto los anteriores homínidos serían negros;
adaptación lógica al sol y calor de la sabana-, para poder adaptarse a la sintetización de vitamina C,
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Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
para lo cual es necesaria la luz solar: en zonas boscosas, nubladas, con pocos día de insolación, el
ambiente seleccionaría (al revés que en zonas cálidas), las pieles que mejor dejaban pasar la luz
solar. En zonas glaciales, evidentemente, el cáncer de la piel no sería problemático ni
seleccionador. (Estos asuntos ya los tomamos como ejemplos para explicar la teoría de la
evolución).
En África y otros lugares de la tierra, sin embargo, se prefiere hablar de otra especie o
subespecie, en lugar de Neandertalis, y lo que tendríamos entonces sería el Homo Sapiens
Arcaicus. Esto se debe al hecho de que no esta claro ni dónde, ni cómo, ni cuándo se dio el paso
del Horno Sapiens al Homo Sapiens Sapiens.
Homo Sapiens Sapiens. El hombre de Cro-Magnon
Uno de los primeros fósiles de Homo Sapiens Sapiens (y por lo tanto de nuestro mismo
género, especie y subespecie: un ser humano idéntico a nosotros) es el Hombre de CroMagnon, encontrado en Francia. ¿Qué aspecto filosóficamente significativo en el proceso de
hominización aporta a la ya evolucionada sensibilidad y autoconciencia del Neandertalis? Pues
uno de los ingredientes fundamentales de la conciencia humana: la presencia del arte. El CroMagnon y sus contemporáneos eran refinados artistas. Algunos de los mejores ejemplos del arte
prehistórico, paleolítico, o arte de las cavernas se encuentran en España: Altamira, Tito Bustillo...;
y sobre todo en Francia: Lascaux, Niaux, Pech-Merle...
Los hermosos frescos de las cavernas de estos seres indican de forma directa varias cosas:
En primer lugar, una refinadísima pericia, sentido estético, sensibilídad, sentido del gusto... El
arte es propio de formas de conciencia muy elevadas y complejas. De homínidos que ya no tienen
nada de primitivos.
En segundo lugar, una técnica compleja y conocimientos muy amplios acerca de
pigmentos, composición de las substancias vegetales, fabricación de tintes. De nuevo muestra esto
formas de conciencia superiores.
Y sobre todo, que esto nos indica un mundo mental de una complejidad y un
simbolismo extremadamente sofisticados. ¿Con que finalidad realizaron los primeros Sapiens
Sapiens estas pinturas? Ni siquiera nosotros, con nuestros gigantescos avances culturales, somos
capaces de comprender estas pinturas o interpretarlas: ¿extraños rituales de caza, muestras de
religiones complejas, pinturas sin otro sentido que el de decorar y entretenerse...? Otras pruebas de
los extraños vericuetos de la mente de estos homínidos nos las dan las pinturas de manos humanas
en las cuevas francesas de Gargas y Tibiran y la española de Maltravieso. ¡Dichas pinturas
muestran mutilaciones sistemáticas y rituales de las falanges de los dedos!
¿Con que finalidad nuestros antepasados se automutilaban? Esta conducta es, desde luego,
biológicamente no adaptativa, dolorosa, potencialmente infecciosa. La explicación de este
fenómeno seguramente seguirá siendo un misterio para nosotros (podríamos enumerar muchísimos
más extraños simbolismos del arte de las cavernas, pero con estos ejemplos ya es suficiente). Si la
mente del Cro-Magnon ya era tan extraña y retorcida como la nuestra, toda la técnica del primitivo
Homo Sapiens Sapiens no le va a la zaga y le convierte en un cazador cada vez más poderoso y un
recolector más eficiente. El proceso de hominización quizá sea completo en este momento.
Pero hace 10.000 años, el Homo Sapiens Sapiens, en ciertas zonas del Centro y del Sur de
América, del Extremo Oriente, y del Sudoeste de Asia, dieron pasos decisivos hacia la civilización.
Por motivos que no vamos a enumerar aquí, se produjo la llamada Revolución Neolítica, y se
superó la Edad de Piedra. Apareció la ganadería y la agricultura, el sedentarismo y la vida en
ciudades. (Evidentemente, no de golpe: hay indicios de domesticación de animales
correspondientes incluso al Erectus, por las marcas dentales de los fósiles de caballos, que
indicaban cautividad). ¿Cuál es el significado filosófico de la aparición de esta nueva forma de
vida? La vida en ciudades exige orden, normas acerca de lo que se puede hacer y lo que no
para organizar la convivencia. Pero esto supone establecer lo bueno y lo malo, lo que está
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Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
bien y lo que esta mal. Acordémonos del mito de Prometeo; el sentido de la justicia y de la vida
moral en sociedad era el último elemento que adquirían los humanos.
De esta forma, junto con el sedentarismo y la vida en ciudades aparecen por primera vez de
forma sistemática y organizada nociones de justicia, derecho, ética, moral, religión (de forma
asistemática e implícita, es evidente que el hombre de Cro-Magnon ya poseía referencias
morales)... Y, sobre todo, la escritura, la documentación acerca del tiempo y espacio en que se vive.
Pero con ello ya entraríamos dentro de la Historia en que prácticamente se mueve toda la
humanidad hoy en día. Los aspectos esenciales acerca de lo que supone, biológica y culturalmente,
ser un humano, ya quedan con esto totalmente tratados.
En este momento, y para terminar, convendría resolver una serie de cuestiones. Hoy en día,
aunque cada vez más escasamente, existen poblaciones humanas que viven en la Edad de
Piedra. Por ejemplo, los primitivos habitantes de Australia entraron allí hace unos 50.000 años,
aprovechando la desecación de los mares fruto del hielo acumulado en los polos por la glaciación.
Al subir el mar, al terminar la glaciación, se quedaron aislados. Biológicamente, evolucionaron
desde Homo Sapiens arcaicos hacia Homo Sapiens Sapiens. Culturalmente, sin embargo, no
evolucionaron desde el paleolítico, sino que la civilización le fue traída por difusión, por la
colonización anglosajona. Así pues, el paso hacia la civilización y la vida sedentaria no es algo
esencial en el desarrollo humano: puede darse o no darse.
Lo mismo podríamos decir de América: poblada un poco más tarde que Australia,
aprovechando también la glaciación (el Estrecho de Bering era entonces un paso seco y terrestre),
sus pobladores evolucionaron biológicamente hacia Homo Sapiens Sapiens, aunque culturalmente,
por evolución interna, muchos de sus pobladores no pasaron de la Edad de Piedra -pueblos
amazónicos, por ejemplo- y muchos de ellos sí dieron el paso hacia la civilización -mayas, aztecas,
etc.-. Lo que sucede es que junto a la evolución cultural, la difusión también opera, y acabará por
traer la civilización a todos los grupos humanos, por aislados que se encuentren.
Una última aclaración: todos los seres humanos del planeta tierra pertenecen a la
misma subespecie Homo Sapiens Sapiens, y poseen la misma capacidad y potencialidad
biológica de desarrollo. La clasificación en razas carece de valor científico, y se trata, tan solo, de
una aproximación descriptiva a los diferentes tipos humanos. Todo el patrimonio genético de la
humanidad se encuentra extraordinariamente repartido, y el color de la piel, por ejemplo, apenas
tiene relevancia biológica.
3.2. CARACTERÍSTICAS BIOLÓGICAS ESPECÍFICAS DEL SER HUMANO
Vamos a retomar en un contexto radicalmente distinto la vieja distinción entre las
características naturales y culturales que anticipaba el mito de Prometeo. ¿Cuáles son las
características biológicas o fisiológicas, específicas del ser humano? ¿Cuáles son las
características que hacían de él, según el viejo mito, un animal débil e indefenso, sin ninguna
especialización funcional? Son las siguientes, y tras revisarlas, no podremos negar que en muchos
sentidos también somos un animal peculiar, aunque no tengamos trompa o garras:
Bipedismo, bipedestación: la postura del ser humano es la postura erguida. Nos
desplazamos sobre las dos patas traseras con la mirada al frente, y toda la estructura de nuestra
columna vertebral y nuestras caderas se encuentra adaptada a ello.
Pulgar en oposición, mano prensil: la postura erguida nos deja las patas de alante libres;
en realidad ya no son patas, sino brazos con manos, unas manos en las que el pulgar se opone a los
demás dedos y nos permite agarrar las cosas con mucha fuerza o con mucha precisión, según
necesitemos.
Sistema nervioso: nuestro sistema nervioso es único. No tanto por su tamaño y lo peculiar
de su centro, el cerebro, sino por la increíble capacidad de conexión e integración neuronal que
tiene, lo que le proporciona un rendimiento descomunal.
Dependencia cría-progenitores, lento proceso de maduración: Apenas exige
comentarios; somos un animal que madura enormemente despacio en todos los sentidos: tardamos
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La especificidad de la naturaleza humana
en aprender a caminar, retrasamos la madurez sexual, etc. Y sobre todo: nuestro sistema nervioso
tarda mucho en interconectarse y organizarse debidamente.
Visión estereoscópica: poseemos una visión bastante precisa y realista, que nos permite
coordinar nuestro movimiento y el movimiento de nuestras manos, por ejemplo, con enorme
exactitud, fundiendo en nuestro sistema nervioso central imágenes diferentes provenientes de
ambos ojos.
Piel desnuda: somos el único animal cuya piel carece de protección aparente. Además,
regulamos la temperatura mediante una enorme cantidad de glándulas sudoríparas responsables de
enfriar el cuerpo.
Órganos adaptados a la fonación: poseemos una estructura muy peculiar en la laringe y
la faringe que nos permite articular, producir y emitir una enorme cantidad de sonidos.
Mandíbula y dientes pequeños: tenemos una dentición muy particular, en el sentido de
que no está adaptada a ningún tipo concreto de alimentación, y carece de grandes molares (lo que
permite aumentar el tamaño del cerebro, de paso).
Hay un típico ejercicio que conviene realizar al llegar a este punto. Se trataría de intentar
reflexionar sobre la importancia relativa de todas estas adaptaciones. ¿Cuáles podrían haber
aparecido primero? ¿En qué medida dependen unas de otras? ¿Pudieron aparecer todas, o alguna, a
la vez? En la redacción sirve de mucha ayuda lo que se comento acerca del inicio de proceso de
hominización al hablar del Australopithecus Afarensis. Se podrá apreciar entonces la complejidad
de la hominización, y lo lejos que estamos todavía de alcanzar un conocimiento preciso de este
asunto.
3.3. CARACTERÍSTICAS
HUMANO
CULTURALES
ESPECÍFICAS
DEL
SER
¿Cuáles son las características no biológicas que hacen a los seres humanos diferentes de
cualquier otro animal? Ya sabemos que el mito de Prometeo recogía ya esta distinción; sabemos
igualmente que la mejor manera de denominarlas era el de características culturales. Casi todas
ellas fueron mencionadas en el curso de las explicaciones anteriores; ahora las veremos de forma
sistemática y exhaustiva.
La posibilidad de crear útiles artificiales: el ser humano es el único que animal que
puede prolongar las limitaciones de su cuerpo físico mediante el uso sistemático e intensivo de
útiles artificiales, uso que transmite después, de forma cultural, a la descendencia. La capacidad
adaptativa que permite este empleo de los útiles no admite comparación. En primer lugar, porque
como acabamos de mencionar, permite al ser humano traspasar cualquier límite impuesto a su
cuerpo por el mundo físico (con una espada tenemos mejores garras que un león; y con un coche
corremos más que los más rápidos antílopes); y en segundo lugar, porque le permite transforma la
naturaleza en algo más sencillo, comprensible y amable para él, lo artificial. Mediante los útiles el
ser humano transforma la naturaleza en artificio a la medida de nuestras necesidades, desde las
casas hasta la luz artificial, pasando por la agricultura…
La existencia de un lenguaje doblemente articulado: el ser humano es el único animal
que dispone de la posibilidad de utilizar un lenguaje que tiene una potencialidad infinita. Mediante
una serie de sonidos limitados construimos arbitrariamente una serie amplia de “palabras” que, a su
vez, articuladas en oraciones, nos permiten expresar, virtualmente cualquier contenido (infinitas
cosas diferentes). La capacidad adaptativa del lenguaje es descomunal: permite referirse a la
realidad sin tenerla delante, razonar en abstracto sin acudir a la realidad, almacenar de forma
económica los conocimientos, transmitirlos… E igualmente proporciona al ser humano una
extraordinaria capacidad (el fundamento de la creación y la sensibilidad artística): la capacidad
simbólica. Somos un animal simbólico que es capaz de relacionarse con la realidad de forma
indirecta. Por así decirlo, no con las cosas, sino con símbolo y signos de las cosas, cuyo sentido es
en buena medida una creación humana arbitraria. Y eso afecta a nuestra forma global de razonar y
pensar, porque nuestro cerebro se organiza lingüísticamente.
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Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
La sociabilidad: el ser humano es un animal que va más allá del simple gregarismo, o de la
enorme sociabilidad de los primates superiores, como los chimpancés. El ser humano es un animal
esencialmente social; es un animal que sólo se entiende en sociedad (recuerda como lo llamaba
Aristóteles: zoon politikon). Todo en él, desde su lenguaje y su pensamiento hasta su manipulación
de lo artificial, de su sensibilidad a su organización biológica en familias, se tiene que realizar de
forma social. No es posible concebir un ser humano al margen de las formas sociales.
La autoconciencia: la autoconciencia, la capacidad racional, el alma, la mente el
pensamiento, el entendimiento…; todas estas son maneras diferentes de nombrar a lo que para
muchos es la esencia humana, lo que realmente nos hace ser lo que somos. Quizá autoconciencia
sea la mejor forma de entender esta peculiaridad humana. En pocas palabras: algunas formas de
vida muy sencillas no son, con casi total seguridad, conscientes. Es decir: no perciben ni
representan lo que les rodea, el mundo exterior. Algunos, o muchos, animales complejos, sí que lo
son; sin duda perciben o representan la realidad. Nadie en su sano juicio duda del hecho de que un
perro representa, percibe o conoce la realidad. Pero sólo el ser humano percibe la realidad, la
representa o la conoce, y además y a la vez, es consciente de que la percibe, la representa o la
conoce. Incluso se percibe a sí mismo, a su interior, dentro de su mente. Es decir, que el ser
humano es autoconsciente. El ser humano posee autoconciencia.
Por lo tanto, el ser humano es el único animal consciente de su conciencia, consciente de
que conoce, consciente de que él es él mismo. Cuando teníamos pocos meses de vida, éramos
conscientes del mundo exterior, nos alegrábamos al ver a nuestra madre, o reaccionábamos con
curiosidad ante las cosas. Pero no nos acordamos de ello, no pensamos que aquello forma parte de
nuestro yo, porque entonces todavía no éramos autoconscientes. El verdadero yo humano es
consciente de sí mismo.
Dos cosas cabe comentar respecto de esta espléndida (o terrible) originalidad: en primer
lugar, ¿cómo sabemos que no la poseen otros animales, quizá los más inteligentes de entre ellos?
La respuesta es fácil: no lo sabemos pero lo suponemos con casi total fundamento, por las
conclusiones que adoptamos al conocer los ritos florales del Hombre de Shanidar (y,
evidentemente, muchos otros fenómenos similares), sin comparación posible en ninguna otra
especie animal. Ya dijimos que puede ser una posesión terrible: ningún otro animal sufre lo que
nosotros podemos sufrir ante el temor a la muerte y desaparición definitiva de nuestra conciencia y
nuestro yo.
En segundo lugar: ¿Cómo pudo aparecer? No es una cuestión del todo clara. Está claro que
depende de las peculiaridades y la organización de nuestro cerebro. Un cerebro tan grande como el
nuestro, tan complejo y tan enormemente interconectado, es el requisito esencial para una
propiedad mental tan sofisticada. Diríamos que en algún punto de nuestro desarrollo evolutivo, el
cerebro adquirió esa propiedad. Al llegar a un punto determinado de complejidad, pudo
desarrollarla, y cuando aún no poseía tanta, pues no podía alcanzar. En realidad viene a ser una
pregunta similar a ésta: ¿en que momento los antepasados de los pájaros pudieron volar?
A su vez, la posesión de la autoconciencia permite el desarrollo de una serie de
aspectos que enriquecen y hacen definitivamente sorprendente la sensibilidad humana, alejándonos
ya de cualquier similitud con en el resto de la vida animal. Vendrían a ser los siguientes:
La autoconciencia humana posibilita el ensimismamiento. Cada uno de nosotros, en el
interior de su conciencia, posee una serie de contenidos, recuerdos, puntos de vista, imágenes, en
las que puede sumergirse. Toda persona puede refugiarse en su yo interior, en el interior de su
conciencia, olvidándose del mundo exterior. De ahí la expresión: “fulano esta ensimismado”. No
está atendiendo en clase, aunque su cuerpo está aquí, su mente no lo está, porque se encuentra
“sumergida en sí misma”, esto es ensimismada.
La autoconciencia humana posibilita la temporalidad. El hecho de poseer una conciencia
que se ve a sí misma posibilita a su vez su dimensión temporal. La conciencia humana puede
escarbar en sí misma dentro de los recuerdos pasados, puede recrearlos y revisarlos (San Agustín,
de hecho, decía que el único soporte de la identidad humana es la memoria de todo lo que nos ha
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Filosofía I
La especificidad de la naturaleza humana
sucedido); y la conciencia humana puede también realizar previsiones y cálculos para el futuro,
porque se ve a sí misma existiendo en el tiempo futuro, en su autoconciencia.
La autoconciencia humana posibilita el libre albedrío. “Libre albedrío” es la expresión
filosófica que significa, sin más “libertad”. El ser humano, en principio, parece el único animal
libre. Un animal, que no es autoconsciente, vive en el puro presente, sometido a sus instintos. Un
ser humano puede, si quiere, ante una acción determinada, escarbar en su conciencia, y ver que le
sucedió en situaciones similares en el pasado, o que le podría suceder, de comportarse de tal
manera, en el futuro. Sólo a partir de esa reflexión actúa. Por eso el libre albedrío se encuentra
también relacionado con la temporalidad de la conciencia.
Por otra parte, la autoconciencia humana posibilita la vida en la realidad. Un animal vive
en mundo de estímulos. La realidad no es para él sino una fuente de estímulos ante la que responde
instintivamente; casi podríamos decir pasivamente. Pero nosotros, por nuestro uso de lenguaje, nos
relacionamos con la realidad de forma simbólica e indirecta. Para nosotros las cosas tienen sentido
y significado, deben ser interpretadas, relacionadas, manipuladas, admiradas, olvidadas,
recordadas… La conciencia humana vive en una realidad plena de sentido, vive en un mundo rico
de interpretaciones. El mundo objetivo que nos rodea no es una realidad pasiva.
La autoconciencia humana posibilita la apertura al mundo. Se deduce claramente de lo
anterior. ¿Cómo no vamos a ser el animal más curioso? La realidad que nos rodea, el mundo, nunca
se puede agotar, porque no se limita a estimularnos para que respondamos de forma automática. En
la medida en que es preciso interpretarla, relacionarla y darle sentido, el ser humano ha de
permanecer siempre abierto, curioso y dispuesto a reaccionar de forma activa ante todo lo que le
rodea.
La autoconciencia humana posibilita la inconclusión. Igualmente se deduce de lo que
acabamos de comentar. La conciencia de un animal es finita. Cuando llega a la madurez, todas sus
funciones se encuentran establecidas, funcionan correctamente y no van a evolucionar. Eso jamás
se puede decir del ser humano. Su conciencia nunca se termina de formar, nunca se completa: está
inconclusa. Continuamente la realidad le obliga a introducir en ella nuevos elementos y a
relacionarlos de formas diferentes. Eso implica necesariamente modificar de continuo lo que en ella
se almacena, sus recuerdos; modificar sus previsiones de futuro; modificar sus estrategias de
interpretación y conocimiento… A pesar de todo ello, y paradójicamente, seguramente somos el
animal que más se aburre.
Una última reflexión para ir ya concluyendo con este tema. Todas estas curiosas
peculiaridades humanas son las que no sólo abren la posibilidad de la cultura, sino que constituyen
propiamente la cultura humana (no obstante, esto lo veremos con detalle en la Unidad 2). Quizá lo
más interesante de la cultura para los seres humanos es que sea enormemente superior como
adaptación, a las adaptaciones biológicas.
¿Por qué? En primer lugar, por su superior plasticidad: si sobreviniera una terrible
glaciación, la especie humana no necesitaría esperar a la lenta selección natural dejando sobrevivir
solo a los capaces de almacenar más grasa; mejoramos nuestra vivienda, ponemos más ropa y la
calefacción. En segundo lugar, por su transmisión lamarckista: heredamos la cultura adquirida en
vida por nuestros antepasados (cuando nacimos ya había teléfono y luz eléctrica, y nacimos a un
lenguaje rico y elaborado). Y en tercer lugar, porque puede superponerse a la propia
naturaleza, modificándola y alterándola. De hecho, nuestro hábitat no es natural, se encuentra
modificado por la cultura (pueblos, ciudades, carreteras, cultivos…); e incluso nuestra propia
naturaleza puede ser modificada por la ingeniería genética.
Hay un típico ejercicio que conviene realizar al llegar a este punto. Se trataría de intentar
reflexionar sobre la relación de dependencia que guardan todos estos rasgos culturales con
los rasgos biológicos. ¿Podrían haber aparecido los unos sin los otros? ¿Es lo específicamente
humano lo natural, o lo es lo cultural? ¿Dónde está la auténtica y verdadera esencia humana?
¿Existe algo así como la esencia humana, al margen de su substrato natural y biológico? Todas
estas son preguntas filosóficas de difícil solución.
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