Darwinismo y Marxismo

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Darwinismo y Marxismo
Anton Pannekoek
I. - El darwinismo
Pocos científicos influyeron tanto el pensamiento de la segunda mitad del siglo xix como
Darwin y Marx. Sus contribuciones revolucionaron la concepción que las masas se hacían del
mundo. Durante décadas, sus nombres estuvieron en boca de la gente y sus obras están en el
centro de las luchas intelectuales que acompañan las luchas sociales de hoy. La razón está en
el contenido altamente científico de su obra.
La importancia científica del marxismo así como del darwinismo se apoya en su fidelidad
rigurosa a la teoría de la evolución, uno refiriéndose al ámbito del mundo orgánico, el de los
seres animados, y el otro al ámbito de la sociedad. Esta teoría de la evolución, sin embargo,
no era nada nueva: ya había tenido sus defensores antes de Darwin y Marx; el filósofo Hegel
incluso hizo de ella el punto central de su filosofía. Es entonces necesario examinar de cerca
las contribuciones de Darwin y Marx en este ámbito.
La teoría según la cual plantas y animales se desarrollaron unos a partir de otros aparece por
primera vez durante el siglo xix. Antes, a la pregunta: ¿"De dónde vienen los miles y miles de
diferentes clases de plantas y animales que conocemos?", se contestaba: "En tiempos de la
creación, Dios los creó a todos, cada cual según su especie". Esta teoría primitiva
correspondía a la experiencia adquirida y a los mejores datos entonces disponibles sobre el
pasado. Según esos datos, todas las plantas y todos los animales conocidos siempre habían
sido idénticos. A nivel científico, la experiencia se expresaba de la siguiente forma: "Todas las
especies son invariables porque los padres transmiten sus características a sus hijos".
Sin embargo, debido a ciertas particularidades entre las plantas y los animales, se hizo
necesario plantearse otra concepción. Por eso esas particularidades fueron ordenadas según
un sistema establecido, en primer lugar, por el científico sueco Linneo. Según este sistema,
se divide a los animales en reinos (phylum), ellos mismos divididos en clases, las clases en
órdenes, los órdenes en familias, las familias en géneros, cada género con sus especies. En
este sistema, cuanto más similares son las características de los seres vivos, más cercanos son
unos de otros, y más pequeño es el grupo al que pertenecen. Todos los animales clasificados
como mamíferos presentan las mismas características generales en su forma corporal. Se
diferencia después a los animales herbívoros, a los carnívoros y a los simios, que pertenecen a
órdenes diferentes. Osos, perros y gatos, que son animales carnívoros, tienen muchos más
puntos comunes en su forma corporal entre sí que con los caballos o los monos. Esta similitud
crece de forma evidente cuando se examinan variedades de la misma especie; el gato, el
tigre y el león se parecen en muchos aspectos y difieren de los perros y osos. Si dejamos la
clase de los mamíferos para examinar a otras clases, como las de las aves o los peces, vemos
diferencias mayores entre las clases que en una misma clase. Siempre persiste sin embargo
una semejanza en la formación del cuerpo, del esqueleto y del sistema nervioso. Estas
características desaparecen cuando dejamos a esta división principal que abarca a todos los
vertebrados, para examinar los moluscos (animales de cuerpo blando) o los pólipos.
El conjunto del mundo animal puede pues organizarse en divisiones y subdivisiones. Si se
hubiese creado cada especie de animal diferente con total independencia de las demás, no
habría ninguna razón para que existan tales categorías. No habría ninguna razón para que no
haya mamíferos con seis patas. Habría entonces que suponer que cuando llegó el momento de
la creación, Dios habría seguido el plan del sistema de Linneo y lo habría creado todo según
ese plan. Disponemos afortunadamente de otra explicación. La semejanza en la construcción
del cuerpo puede ser debida a un verdadero parentesco. Según esta concepción, la similitud
de las particularidades indica en qué medida el lazo es cercano o distante, como son mayores
las semejanzas entre hermanos y hermanas que entre parientes más distantes. Las especies
animales no fueron, pues, creadas de forma individual, sino que descienden unas de otras.
Forman un tronco que comenzó sobre bases simples y que se ha ido desarrollando
continuamente; las últimas ramas, más finas, las constituyen las especies hoy existentes.
Todas las especies de gatos descienden de un gato primitivo que, como el perro primitivo y el
oso primitivo, es el descendiente de un determinado tipo primitivo de animal carnívoro. El
animal carnívoro primitivo, el animal con pezuñas primitivo y el mono primitivo descienden
de un mamífero primitivo, etc.
Esta teoría de la filiación fue defendida por Lamarck y por Geoffroy Saint-Hilaire. Sin
embargo, no conoció la aprobación general. Estos naturalistas no pudieron probar la exactitud
de dicha teoría y, por lo tanto, permaneció en estado de hipótesis, de simple suposición. Pero
en cuanto llegó Darwin, con su obra principal, el Origen de las especies, ésta fue como un
relámpago en las mentes de entonces; su teoría de la evolución se aceptó inmediatamente
como una verdad perfectamente demostrada. Desde entonces, la teoría de la evolución es
inseparable del nombre de Darwin. ¿Por qué es así?
Es en parte debido a que, con la experiencia, se ha acumulado cada vez más material para
fundamentar esa teoría. Se descubrieron animales que no podían colocarse claramente en la
clasificación, como los mamíferos ovíparos, peces con pulmones y animales vertebrados sin
vértebras. La teoría de la filiación afirmaba que eran simplemente vestigios de la transición
entre los grupos principales. Las excavaciones revelaron restos fosilizados que parecían
diferentes de los animales que viven hoy. Estos restos resultaron en parte ser las formas
primitivas de los animales de nuestro tiempo y pusieron de manifiesto que los animales
primitivos evolucionaban poco a poco para convertirse en los animales de hoy. Ha progresado
después la teoría celular; cada planta, cada animal consta de millones de células,
desarrollándose por división y diferenciación incesante a partir de células únicas. Una vez
alcanzado este punto, pensar que los organismos más desarrollados descendieron de seres
primitivos constituidos de una única célula, ya no parecía ser tan extraño.
Todas estas nuevas experiencias, sin embargo, no podían elevar la teoría a un nivel de verdad
demostrada. La mejor prueba de su exactitud habría sido poder observar con sus propios ojos
una verdadera transformación de una especie animal en otra. Pero es imposible. ¿Cómo
demostrar entonces que una especie animal se transforma en otra? Se puede hacer mostrando
la causa, la fuerza que propulsa tal desarrollo. Y eso, Darwin lo hizo. Darwin descubrió el
mecanismo del desarrollo animal y dio así la prueba de que algunas especies animales se
transformaban necesariamente en condiciones idóneas en otras especies animales. Vamos
ahora a aclarar este mecanismo.
Su principal fundamento es el carácter de la transmisión, el hecho de que los padres
transmiten sus peculiaridades a sus hijos pero que, al mismo tiempo, los hijos divergen de sus
padres en ciertos aspectos y también difieren unos de otros. Por ello los animales de la misma
especie no son todos idénticos, sino que difieren en todas las direcciones a partir de un tipo
medio. Sin esta variación, sería totalmente imposible que una especie animal se transforme
en otra. Para la formación de una nueva especie, es necesario que se incremente la
divergencia a partir del tipo central y prosiga en la misma dirección hasta hacerse tan
importante que el nuevo animal ya no se asemeja al animal del que desciende. ¿Pero cuál es
esa fuerza que suscitaría una variación creciente siempre en la misma dirección?
Lamarck declaró que el cambio se debía al uso y a la utilización intensa de algunos órganos;
que debido al ejercicio continuo de algunos órganos, éstos se iban mejorando más y más. Así
como los músculos de las piernas de los hombres se refuerzan al correr mucho, también
adquirió el león patas poderosas y la liebre patas veloces. De la misma manera, las jirafas
desarrollaron su largo cuello para alcanzar y comer las hojas altas de los árboles; a fuerza de
extender el cuello, algunos animales de cuello corto fueron desarrollando un cuello largo
como la jirafa. Para muchos, esta explicación no era creíble y no daba cuenta de que la rana,
por ejemplo, debía ser verde para garantizar su protección.
Para solucionar ese problema, Darwin se tornó hacia otro campo de experiencia. El ganadero
y el horticultor son capaces de desarrollar de forma artificial nuevas razas y nuevas
variedades. Cuando un horticultor, partiendo de una determinada planta, quiere desarrollar
una variedad con flores grandes, ha de suprimir, antes de la madurez, todas las plantas con
flores pequeñas y preservar las que las tienen grandes. Si repite esto durante unos años
seguidos, las flores serán cada vez mayores, porque cada nueva generación se asemejará a la
anterior, y nuestro horticultor, siguiendo con la selección de las mayores de entre las grandes
con el objetivo de extenderlas, conseguirá desarrollar una planta con flores muy grandes.
Mediante acciones así, a veces deliberadas y otras accidentales, los hombres desarrollaron un
gran número de razas de nuestros animales domésticos que difieren aún más de su forma de
origen que las especies salvajes difieren entre sí.
Si le pidiéramos a un ganadero que desarrollara un animal de cuello largo a partir de un
animal de cuello corto, eso no le parecería imposible. Todo lo que tendrá que hacer será
seleccionar los animales con cuello relativamente más largo, cruzarlos, suprimir a los jóvenes
de cuello corto y cruzar de nuevo los que tienen un cuello largo. Si repite esto a cada nueva
generación, el resultado sería un cuello cada vez más largo y un animal parecido a la jirafa.
Este resultado se obtiene porque hay una voluntad definida con un objetivo definido que, con
el fin de criar una determinada variedad, elige a determinados animales. En la naturaleza, no
existe semejante voluntad y todas las variaciones van a reducirse con el cruce; resulta
entonces imposible que un animal se separe del tronco común original y siga en la misma
dirección hasta convertirse en una especie enteramente diferente. ¿Cuál es pues, en la
naturaleza, la fuerza que selecciona los animales como lo ha hecho el ganadero?
Darwin meditó mucho tiempo sobre este problema antes de encontrar su solución en la "lucha
por la existencia". En esta teoría, tenemos un reflejo del sistema productivo de la época en
que vivió Darwin, porque es el combate de la competencia capitalista que le sirvió de modelo
para la lucha por la existencia que prevalecía en la naturaleza. No fue gracias a sus propias
observaciones si encontró esa solución. Le vino de su lectura de los trabajos del economista
Malthus. Malthus intentaba explicar que si hay tanta miseria, hambre y privaciones en nuestro
mundo burgués, es porque la población aumenta mucho más rápidamente que los medios de
subsistencia existentes. No hay bastante comida para todos: los individuos deben pues luchar
unos contra otros para vivir, y muchos sucumben en esa lucha. Con esta teoría, la
competencia capitalista tanto como la miseria existente se declaraban ley natural inevitable.
En su autobiografía, Darwin declara que fue el libro de Malthus el que le incitó a pensar en la
lucha por la existencia.
"En octubre de 1838, o sea quince meses después de empezar mi investigación sistemática, se
me ocurrió leer, para distraerme, el ensayo de Malthus sobre la población; y como estaba
bien preparado, debido a mis observaciones prolongadas sobre las prácticas de animales y
plantas, a apreciar la presencia universal de la lucha por la existencia, me llamó la atención
la idea de que en estas circunstancias, las variaciones favorables tenderían a preservarse, y
las desfavorables a ser aniquiladas. El resultado sería la formación de nuevas especies. Había
encontrado ahí, por fin, una teoría para trabajar."
Es un hecho que el aumento de la natalidad en los animales excede al de la cantidad de
comida necesaria para su subsistencia. No hay ninguna excepción a la norma según la cual el
número de los seres orgánicos tiende a crecer a tal velocidad que nuestra tierra sería
rápidamente desbordada por la descendencia de una única pareja, si parte de ésta no se
destruyera. Por eso ha de existir una lucha por la existencia. Cada animal intenta vivir, hace
cuanto puede para comer e intenta evitar ser devorado por otros. Con sus peculiaridades y sus
armas específicas, lucha contra todo el mundo antagónico, contra los animales, contra el frío,
el calor, la sequía, las inundaciones, y otras circunstancias naturales que pueden amenazar
con destruirlo. Ante todo, lucha contra los animales de su propia especie, que viven de la
misma manera, poseen las mismas características, utilizan las mismas armas y viven de la
misma alimentación. Esta lucha no es directa; la liebre no lucha directamente contra la
liebre, ni el león contra el león salvo si se trata de una lucha por la hembra, sino que es una
lucha por la existencia, una carrera, una lucha competitiva. Todos no pueden alcanzar la
edad adulta; la mayoría es destruida, y solo sobreviven los que ganan la carrera. ¿Pero cuáles
son los que triunfan? Los que, por sus características, por su estructura corporal, son más
aptos para encontrar comida o huir del enemigo; en otros términos, sobrevivirán los que
mejor se adaptan a las condiciones existentes.
"Puesto que hay siempre más individuos que nacen que supervivientes, el combate por la
supervivencia debe reiniciarse sin cesar y la criatura que posee una determinada ventaja con
relación a las demás sobrevivirá; pero, como esas características particulares se transmiten a
las nuevas generaciones, es la propia naturaleza la que elige, y la nueva generación surgirá
con características diferentes de la anterior."
Tenemos aquí otro esquema para entender el origen de la jirafa. Cuando la hierba no crece
en ciertos lugares, los animales deben alimentarse de las hojas de los árboles, y todos los que
tienen un cuello demasiado corto para alcanzarlas van a perecer. Es la propia naturaleza la
que hace la selección y la naturaleza selecciona solamente a los que tienen cuellos largos. Al
haberla comparado con la selección realizada por el ganadero, Darwin llamó a ese proceso
"selección natural".
Este proceso produce necesariamente nuevas especies. Puesto que nacen demasiados
individuos de una misma especie, más que los que las reservas de comida dejan subsistir,
intentan permanentemente extenderse sobre una superficie más amplia. Para obtener su
comida, los que viven en los bosques van hacia los prados, los que viven por los suelos van al
agua, y los que viven en el suelo suben a los árboles. En esas nuevas condiciones, una aptitud
o una variación resultan idóneas cuando antes no lo eran, y de ahí que se desarrollen. Los
órganos cambian con el modo de vida. Se adaptan a las nuevas condiciones y, a partir de la
antigua especie, se desarrolla una nueva. Este movimiento continuo de las especies existentes
que se ramifican en nuevas ramas conduce a la existencia de miles de animales diferentes
que van a diferenciarse cada vez más.
Así como la teoría darwiniana explica la filiación general de los animales, su transmutación y
su formación partiendo de los seres primitivos, también explica la maravillosa adaptación que
existe en toda la naturaleza. Hasta entonces, esta maravillosa adaptación no podía explicarse
sino por la sabia intervención de Dios. Ahora, se entiende claramente esa filiación natural, al
no ser esa adaptación sino la adaptación a los medios de existencia. Cada animal y cada
planta se van adaptando exactamente a las circunstancias existentes, ya que todos los que
son menos conformes a ellas se adaptan menos y la lucha por la existencia los extermina. Las
ranas verdes, que proceden de las ranas marrones, deben preservar su color protector, ya que
todas las que se desvían de éste son descubiertas más rápidamente por sus enemigos y
destruidas, o tienen mayores dificultades para alimentarse y perecen.
Así es como Darwin nos demostró, por primera vez, que las nuevas especies se han formado
siempre a partir de antiguas. La teoría transformista, que no era hasta aquel entonces sino
una simple presunción inducida a partir de numerosos fenómenos que no se podían explicar
de otra manera, alcanzó así la certidumbre de un funcionamiento necesario de unas fuerzas
específicas que podían demostrarse. Es una de las razones principales que permitió que se
impusiera tan rápidamente esa teoría en los debates científicos y llamara la atención del
público.
II. - El marxismo
Cuando se examina el marxismo, vemos inmediatamente una gran semejanza con el
darwinismo. Como con Darwin, la importancia científica del trabajo de Marx consiste en que
descubrió la fuerza motriz, la causa del desarrollo social. No tuvo que demostrar que tal
desarrollo existía, cada cual ya sabía que, desde los tiempos más primitivos, unas formas
nuevas siempre habían superado las antiguas; pero las causas y los fines de ese desarrollo
seguían siendo desconocidos.
En su teoría, Marx partió de los conocimientos de que disponía en su tiempo. La gran
revolución política que confirió a Europa el aspecto que ahora tiene, la Revolución francesa,
era algo sabido de todos por haber sido una lucha por la supremacía, llevada a cabo por la
burguesía contra la nobleza y la monarquía. Tras esa lucha aparecieron nuevas luchas de
clases. La lucha realizada en Inglaterra por los capitalistas industriales contra los
terratenientes dominaba la política; al mismo tiempo, la clase obrera se rebelaba contra la
burguesía. ¿Cuáles eran esas clases? ¿En qué diferían unas de otras? Marx puso de manifiesto
que estas distinciones de clase se debían a las funciones distintas que cada una desempeñaba
en el proceso productivo. Es en el proceso de producción donde tienen su origen las clases, y
es este proceso lo que determina a qué clase se pertenece. La producción no es sino el
proceso de trabajo social por el que los hombres obtienen sus medios de subsistencia
partiendo de la naturaleza. Es esa producción de bienes materiales necesaria para la vida lo
que constituye el fundamento de la sociedad y que determina las relaciones políticas, las
luchas sociales y las formas de la vida intelectual.
Los métodos de producción no han cesado de cambiar durante la historia. ¿De dónde vienen
estos cambios? La forma de trabajar y las relaciones de producción dependen de las
herramientas con las que trabaja la gente, del desarrollo de la técnica y de los medios de
producción en general. En la Edad Media se trabajaba con herramientas rudimentarias,
mientras que hoy se trabaja con máquinas gigantescas. En la Edad Media existía el pequeño
comercio y el feudalismo, mientras que ahora tenemos el capitalismo. Por esa razón también,
la nobleza feudal y la pequeña burguesía eran las clases más importantes en la Edad Media,
mientras que hoy las clases principales son la burguesía y el proletariado.
La causa principal, la fuerza motriz de todo el desarrollo social, es el desarrollo de las
herramientas, de ese material técnico que los hombres ponen en práctica. Ni que decir tiene
que los hombres siempre intentan mejorar las herramientas para que su trabajo sea más fácil
y más productivo, y la práctica que adquieren utilizándolas les conduce a su vez a desarrollar
y mejorar su pensamiento. Este desarrollo acarrea un progreso de la técnica, lento o rápido,
que a su vez transforma las formas sociales del trabajo. Esto conduce a nuevas relaciones de
clase, a nuevas instituciones sociales y a nuevas clases. Al mismo tiempo surgen luchas
sociales, o sea políticas. Las clases que dominaban en el antiguo modo de producción intentan
preservar artificialmente sus instituciones, mientras que las clases ascendentes pretenden
promover el nuevo modo de producción; y al encabezar luchas de clase contra la clase
dirigente y al conquistar el poder, preparan, ya sin trabas, el terreno para un nuevo
desarrollo de la técnica.
Así pues, la teoría de Marx reveló la fuerza motriz y el mecanismo del desarrollo social. Así
puso de manifiesto que la historia no es algo errático, y que los distintos sistemas sociales no
son el resultado de la casualidad o de acontecimientos aleatorios, sino que existe un
desarrollo regular en una dirección definida. También probó así que el desarrollo social no
cesa con nuestro sistema, porque la técnica sigue desarrollándose continuamente.
Así pues, las dos enseñanzas, la de Darwin y la de Marx, en el ámbito del mundo orgánico y en
el de la sociedad humana, elevaron la teoría de la evolución a nivel de ciencia positiva.
Y así hicieron de la teoría de la evolución algo aceptable para las masas como concepción
básica del desarrollo social y biológico.
III. - El marxismo y la lucha de clases
Aunque sea cierto que, para que una teoría tenga una influencia duradera sobre el espíritu
humano, deba tener un valor altamente científico, eso no es sin embargo suficiente. Ha
sucedido muy a menudo que una teoría científica de primera importancia para la ciencia no
suscite ningún interés, si no es para algunas personas instruidas. Así fue, por ejemplo, con la
teoría de la atracción universal de Newton. Esta teoría es la base de la astronomía, y gracias
a ella conocemos los astros y podemos estudiar el movimiento de los planetas y prever los
eclipses. Sin embargo, cuando aparece la teoría de Newton sobre la atracción universal, sólo
la aceptaron algunos científicos ingleses. Las grandes masas no le prestaron ninguna atención,
y no la conocerían más que gracias a un libro popular de Voltaire, escrito medio siglo más
tarde.
Nada extraño en todo eso. La ciencia se ha convertido en una especialidad para un
determinado grupo de hombres instruidos, y sus progresos sólo les concierne a ellos, así como
la fundición es la especialidad del herrero, y cualquier mejora en la fundición del hierro sólo
le concierne a él. Solo un conocimiento del que todo el mundo pueda servirse y que resulte
ser una necesidad vital para todos puede granjearse la adhesión de las grandes masas. Cuando
vemos que una teoría científica suscita entusiasmo y pasión entre las grandes masas, esto
puede deberse a que esta teoría les sirve de arma en la lucha de clases. Porque es la lucha de
clases lo que moviliza a la gran mayoría de la sociedad.
Esto se puede constatar más claramente con el marxismo. Si las enseñanzas económicas de
Marx no tuviesen importancia para la lucha de clases moderna, solo serían unos cuantos
economistas quienes le dedicarían tiempo. Pero debido a que el marxismo sirve de arma a los
proletarios en su lucha contra el capitalismo, las luchas científicas se concentran en esta
teoría. El favor que ésta hizo a millones de personas hace que respeten el nombre de Marx a
pesar de que conozcan poco su obra, y también que millares de otros lo desprecien sin
entenderla. Gracias al gran papel que la teoría marxista desempeña en la lucha de clases es
estudiada asiduamente por las grandes masas y predomina en el espíritu humano.
La lucha de clase proletaria existía antes de Marx, ya que es fruto de la explotación
capitalista. Es totalmente natural que los obreros, al ser explotados, piensen en otro sistema
de sociedad en el que la explotación será abolida y lo reivindiquen. Pero lo único que podían
hacer era esperarlo y soñarlo. No estaban seguros que eso se pudiera alcanzar algún día. Marx
dio al movimiento obrero y al socialismo unas bases teóricas. Su teoría social puso de
manifiesto que los sistemas sociales se desarrollan en un movimiento continuo en el que el
capitalismo sólo es una forma temporal. Su estudio del capitalismo puso de manifiesto que,
debido al perfeccionamiento constante de la técnica, el capitalismo ha de dejar paso
necesariamente al socialismo. Sólo los proletarios podrán establecer el nuevo sistema de
producción, mediante su lucha contra unos capitalistas cuyo interés es mantener el antiguo
sistema de producción. El socialismo es así el fruto y el objetivo de la lucha de clase
proletaria.
Gracias a Marx, la lucha de clase proletaria tomó una forma totalmente diferente. El
marxismo se convirtió en arma entre las manos de los proletarios; en lugar de vagas
esperanzas, les dio un objetivo positivo y, al poner de relieve claramente el desarrollo social,
dio fuerza al proletariado y creó las bases para la aplicación de una táctica correcta. A partir
del marxismo los obreros pueden probar el carácter transitorio del capitalismo así como la
necesidad y la certeza de su victoria. Al mismo tiempo, el marxismo barrió las antiguas
visiones utópicas según las cuales el socialismo se instauraría gracias a la inteligencia y a la
buena voluntad de los hombres sabios, que consideraban el socialismo como una
reivindicación de justicia y moral, como si el objetivo fuera instaurar una sociedad infalible y
perfecta. La justicia y la moral cambian con el sistema de producción, y cada clase tiene, en
realidad, una idea diferente de ellas. El socialismo no puede ser alcanzado sino por la clase
que tiene interés en el socialismo. No se trata del establecimiento de un sistema social
perfecto, sino de una transformación en los modos de producción, que los lleve a una etapa
superior, o sea a la etapa de la producción social.
Puesto que la teoría marxista del desarrollo social es indispensable a los proletarios en sus
luchas, los proletarios procuran integrarlo en su ser; domina su pensamiento, sus
sentimientos, toda su concepción del mundo. Al ser la teoría del desarrollo social en el que
nos encontramos, el marxismo es el epicentro de los grandes combates intelectuales que
acompañan nuestra revolución económica.
IV. - El darwinismo y la lucha de clases
El que el marxismo haya adquirido su importancia y su posición gracias al papel que ocupa en
la lucha de clase proletaria es algo perfectamente conocido de todos. Para el observador
superficial, en cambio, las cosas parecen ser diferentes con el darwinismo porque éste trata
de una nueva verdad científica que ha de enfrentarse a la ignorancia y a los prejuicios
religiosos. Sin embargo, no es difícil darse cuenta de que, realmente, el darwinismo ha tenido
que sufrir las mismas vicisitudes que el marxismo. El darwinismo no es una simple teoría
abstracta que habría sido adoptada por el mundo científico tras haberla discutido y puesto a
prueba de forma puramente objetiva. ¡No!, inmediatamente después de su aparición, el
darwinismo tuvo sus abogados entusiastas y sus adversarios apasionados; también el nombre
de Darwin fue enaltecido por las personas que habían entendido algo de su teoría, y
desprestigiado por quienes lo ignoraban todo de su teoría sino es aquello de que "el hombre
desciende del mono" y que eran indiscutiblemente incompetentes para juzgar desde un punto
de vista científico la exactitud o la falsedad de la teoría de Darwin. El darwinismo también
desempeñó un papel en la lucha de clases, y por ello se extendió también rápidamente y tuvo
partidarios entusiastas como adversarios encarnizados.
El darwinismo sirvió de instrumento a la burguesía en su combate contra la clase feudal,
contra la nobleza, los derechos del clero y de los señores feudales. Era una lucha totalmente
diferente de la lucha que llevan hoy los proletarios. La burguesía no era una clase explotada
que luchaba para suprimir la explotación, ¡ni mucho menos! Lo que la burguesía quería, era
deshacerse de los viejos poderes dominantes que le cortaban el paso. La burguesía quería
controlar y basaba sus exigencias en el hecho de que era la clase más importante que dirigía
la industria. ¿Qué argumentos podían oponerle la antigua clase, la clase que ya no era sino un
parásito inútil? Sus argumentos eran la tradición, sus antiguos derechos "divinos". Ésos eran
sus pilares. Gracias a la religión, los sacerdotes mantenían sometida a la gran masa,
preparándola para oponerse a las exigencias de la burguesía.
Para defender sus propios intereses, la burguesía se vio obligada a socavar el derecho "divino"
de los gobernantes. Las ciencias naturales se convirtieron en armas para oponerse a la
creencia y a la tradición; se potenciaron las ciencias y las leyes de la naturaleza,
recientemente descubiertas; fueron esas armas con las que la burguesía entabló su combate.
Si los recientes descubrimientos podían poner de manifiesto que era falso lo que los
sacerdotes enseñaban, la autoridad "divina" de estos sacerdotes se agotaría y se
desmoronarían los "derechos divinos" que disfrutaba la clase feudal. Obviamente, la clase
feudal no fue vencida únicamente así; el poder material sólo puede derribarse con el poder
material; pero las armas intelectuales se convierten en armas materiales. Por ello la
burguesía ascendente dio tanta importancia a la ciencia de la naturaleza.
El darwinismo llegó en el momento idóneo. La teoría de Darwin, según la cual el hombre es
descendiente de un animal inferior, destrozaba todo el fundamento del dogma cristiano. Por
eso la burguesía se apoderó el darwinismo con tanto empeño en cuanto hizo su aparición.
No ocurrió así en Inglaterra. Vemos una vez más hasta qué punto era importante la lucha de
clases para la propagación de la teoría de Darwin. En Inglaterra, la burguesía ya dominaba
desde hacía varios siglos y, en general, no tenía entonces ningún interés en atacar o destruir
la religión. Por eso la teoría de Darwin no apasionó a nadie en Inglaterra, a pesar de ser muy
conocida; se consideró simplemente como una teoría científica sin gran importancia práctica.
El propio Darwin la consideraba así y, por temor a que su teoría desafiara los prejuicios
religiosos reinantes, evitó voluntariamente que se aplicara inmediatamente a los hombres.
Sólo tras muchas demoras y después de que otros lo hicieran antes que él, Darwin decidió
comprometerse. En una carta a Haeckel, deploraba que su teoría chocara con tantos
prejuicios y encontrara tanta indiferencia, hasta tal punto de que creía que no viviría lo
suficiente para verla superar esos obstáculos.
Pero las cosas fueron completamente diferentes en Alemania; y Haeckel respondió con razón
a Darwin que en Alemania, la teoría darwiniana había levantado un enorme entusiasmo. En
realidad, cuando la teoría de Darwin se publicó, la burguesía se estaba preparando para
entablar un nuevo ataque contra el absolutismo y los junkers. Los intelectuales dirigían la
burguesía liberal. Ernest Haeckel, un gran científico y, además, de lo más audaz, extrajo
inmediatamente las conclusiones más avanzadas contra la religión, en su libro Natürliche
Schöpfungsgeschichte. Así pues, mientras que el darwinismo gozaba de una recepción
entusiasta por parte de la burguesía progresista, también era violentamente combatida por
los reaccionarios.
La misma lucha también tuvo lugar en otros países europeos. Por todas partes, la burguesía
liberal progresista debía luchar contra las fuerzas reaccionarias. Los reaccionarios ocupaban
ya o querían volver a ocupar el tan reñido poder gracias a sus apoyos religiosos. En tales
circunstancias, incluso los debates científicos estaban animados por el ardor y la pasión
propios de una lucha de clases. Los textos que se publicaron, a favor o en contra de Darwin,
tenían pues un carácter de polémica social, a pesar de que los firmaban autores científicos.
Muchos escritos populares de Haeckel, si se les considera desde un punto de vista científico,
son muy superficiales, mientras que los argumentos y protestas de sus adversarios eran de una
estupidez increíble cuyo equivalente sólo puede observarse en los argumentos utilizados
contra Marx.
El objetivo de la lucha de la burguesía liberal contra el feudalismo no era llevarla a su
término. En parte eso se debía a que por todas partes aparecían proletarios socialistas, que
amenazaban a todos los poderes dominantes, incluso el de la burguesía. La burguesía liberal
se fue calmando y las tendencias reaccionarias acabaron imponiéndose. El antiguo ardor por
combatir la religión desapareció completamente y, a pesar de que liberales y reaccionarios
seguían combatiéndose unos a otros, en realidad se iban aproximando. El interés por la
ciencia como arma de la lucha de clases que se había manifestado desapareció enteramente,
mientras se reforzaba la tendencia reaccionaria según la cual las masas deben educarse en la
religión.
La evaluación de la ciencia también sufrió un cambio. Anteriormente, la burguesía instruida
había basado en la ciencia una visión materialista del universo, en la que encontraba la
solución del enigma de éste. Ahora volvía a dominar el misticismo; todo lo que se había
solucionado se consideró insignificante, mientras que todo lo que no lo había sido tomaba una
importancia enorme, abarcando las cuestiones más importantes de la vida. Un estado de
ánimo hecho de escepticismo, espíritu crítico y de duda sustituyó al antiguo espíritu exultante
a favor de la ciencia.
Esto se percibió también en la posición tomada con respecto a Darwin. "¿Qué demuestra su
teoría? ¡Deja el enigma del universo sin solución! ¿De dónde viene esta naturaleza maravillosa
de la transmisión, de dónde viene esta capacidad de los seres animados a modificarse de
manera tan conveniente?" Ahí está el enigma misterioso de la vida que no puede solucionarse
con principios mecánicos. ¿Qué queda pues del darwinismo después de esa crítica?
Naturalmente, los avances de la ciencia permitieron rápidos progresos. La solución a un
problema siempre hace surgir nuevos problemas que resolver, unos problemas que estaban
ocultos en la teoría de la transmisión. Esta teoría, que Darwin tuvo que aceptar como base de
investigación, seguía siendo profundizada, y surgió un debate difícil con respecto a los
factores individuales del desarrollo y de la lucha por la existencia. Mientras unos científicos
dedicaban su atención a la variación a la que consideraban debida al ejercicio y a la
adaptación a la vida (según el principio establecido por Lamarck), otros como Weissman
rechazaban expresamente esa idea. Mientras que Darwin sólo admitía cambios progresivos y
lentos, De Vries descubría casos de variaciones súbitas y saltos que tenían como resultado la
aparición repentina de nuevas especies. Todo esto, mientras se reforzaba y desarrollaba la
teoría de la filiación, daba en algunos casos la impresión de que los nuevos descubrimientos
demolían la teoría de Darwin, y los reaccionarios saludaban por lo tanto cada uno de ellos
como prueba de la quiebra del darwinismo. Al mismo tiempo, la concepción social tenía
efecto retroactivo sobre la ciencia. Los científicos reaccionarios declaraban que un elemento
espiritual era necesario. Lo sobrenatural y lo misterioso, que el darwinismo había barrido,
iban a reintroducirse por la puerta trasera. Fue la expresión de una tendencia reaccionaria
creciente en el seno de esta clase que, en un primer tiempo, se había hecho la abanderada
del darwinismo.
V. - El darwinismo contra el socialismo
El darwinismo fue de una utilidad inestimable para la burguesía en su lucha contra las
potencias del pasado. Era de lo más natural que la burguesía lo utilizara contra su nuevo
enemigo, el proletariado; no porque el darwinismo se opusiera a los proletarios, sino por la
razón opuesta. En cuanto el darwinismo hizo su aparición, la vanguardia proletaria, los
socialistas, saludó la teoría darwiniana, porque en ella veía una confirmación y una
realización de su propia teoría; no, como lo creían algunos adversarios superficiales, porque
quería fundar el socialismo sobre el darwinismo, sino en el sentido de que el descubrimiento
darwiniano (que pone de manifiesto que, incluso en el mundo orgánico aparentemente
estacionario, existe un desarrollo continuo) es una confirmación y una confirmación patente
de la teoría marxista del desarrollo social.
Era sin embargo normal que la burguesía utilizara el darwinismo contra los proletarios. La
burguesía había de enfrentar a dos ejércitos, y las clases reaccionarias lo sabían bien muy.
Cuando la burguesía combatía la autoridad de las clases reaccionarias, éstas señalaban con el
dedo a los proletarios y prevenían a la burguesía contra todo debilitamiento de la autoridad.
Al actuar así, los reaccionarios pretendían asustar a la burguesía para que renunciara a su
actividad revolucionaria. Naturalmente, los representantes burgueses respondían que no
había nada que temer; que su ciencia no refutaba sino la autoridad sin fundamento de la
nobleza y en cambio mantenía el orden contra sus enemigos.
En un congreso de naturalistas, el político y científico reaccionario Virchow acusó a la teoría
darwiniana de apoyar el socialismo. "Cuidado con esta teoría, dijo a los darwinianos, ya que
está muy estrechamente vinculada a lo que causó tanto pavor en el país vecino." Esta alusión
a la Comuna de París, hecha durante ese año célebre por la caza que en su transcurso se hizo
a los socialistas, provocó su efecto. ¡Qué decir, sin embargo, de la ciencia de un profesor,
que ataca el darwinismo con el argumento de no es correcto porque es peligroso! Este
reproche, de ser un aliado de los revolucionarios rojos, se opuso frecuentemente a Haeckel,
partidario de esta teoría. No lo pudo soportar. Intentó inmediatamente demostrar que era
precisamente la teoría darwiniana la que mostraba el carácter indefendible de las
pretensiones socialistas, y que darwinismo y socialismo "se apoyan mutuamente como el fuego
y el agua".
Sigamos las controversias de Haeckel, cuyas ideas principales se repiten en la mayoría de los
autores que basan sus argumentos contra el socialismo en el darwinismo.
El socialismo es una teoría que presupone la igualdad natural entre las personas y que se
esfuerza en promover la igualdad social; igualdad de derechos, de deberes, igualdad de
propiedad y de su disfrute. El darwinismo, al contrario, es la prueba científica de la
desigualdad. La teoría de la filiación demuestra que el desarrollo animal va en el sentido de
una diferenciación o de una división cada vez mayor del trabajo; cuanto más superior es el
animal y se acerca a la perfección, más importante es la desigualdad. Esto también vale para
la sociedad. Aquí también, vemos la gran división del trabajo entre oficios, entre clases, etc.,
y cuanto más está desarrollada la sociedad, más aumentan las desigualdades en la fuerza, la
habilidad, el talento. Es necesario, pues, recomendar la teoría de la filiación como "el mejor
antídoto a la pretensión socialista de igualitarismo total".
Eso también se aplica, en mayor medida todavía, a la teoría darwiniana de la supervivencia.
El socialismo quiere suprimir la competencia y la lucha por la existencia. Pero el darwinismo
nos enseña que esta lucha es inevitable y que es una ley natural para el conjunto del mundo
orgánico. No sólo es natural esta lucha, sino que también es útil y saludable. Esta lucha
favorece una perfección creciente, y esta perfección consiste en la eliminación cada vez
mayor de lo inadaptado. Sólo la minoría seleccionada, aquellos que están capacitados para
resistir a la competencia, puede sobrevivir; la gran mayoría ha de desaparecer. Son muchos
los llamados y pocos elegidos. Al mismo tiempo, la lucha por la existencia tiene como
resultado la victoria de los mejores, mientras que los menos buenos y los inadaptados han de
ser eliminados. Se puede deplorar, como también se deplora que todos deban morir, pero el
hecho no puede ni negarse ni cambiarse.
Queremos observar aquí cómo un cambio insignificante de términos casi similares sirve a la
defensa del capitalismo. Darwin hablaba, respecto a la supervivencia de los más aptos, de
quienes están mejor adaptados a ciertas condiciones. Al ver que, en esta lucha, los que están
mejor organizados triunfan sobre los demás, los vencedores fueron denominados "los
vigilantes" y, más tarde, "los mejores". Esta expresión fue introducida por Herbert Spencer. Al
ser los vencedores en su ámbito, vencedores de la lucha social, los grandes capitalistas se
proclamaron los mejores.
Haeckel
mantuvo
esta
concepción
y
la
sigue
confirmando.
En
1892,
dice:
"El darwinismo, o la teoría de la selección, es enteramente aristocrático; se basa en la
supervivencia de los mejores. La división del trabajo aportada por el desarrollo es
responsable de una variación cada vez mayor en el carácter, de una desigualdad siempre
mayor entre los individuos, en su actividad, su educación y su condición. Cuanto más va
avanzando la cultura humana, mayores son la diferencia y el foso entre las distintas clases
existentes. El comunismo y las pretensiones de igualdad de condición y actividad, que los
socialistas proponen, son sinónimos de retorno a las épocas primitivas de barbarie."
El filósofo inglés Herbert Spencer ya tenía, antes de Darwin, una teoría sobre el desarrollo
social. Era la teoría burguesa del individualismo, basada en la lucha por la existencia. Luego
relacionó estrechamente esta teoría con el darwinismo.
"En el mundo animal, decía, se destruye siempre a los viejos, a los débiles y al enfermo y
sólo sobreviven los elementos fuertes y sanos. La lucha por la existencia sirve pues a la
purificación de la raza, protegiéndola del decaimiento. Es el efecto benéfico de esta lucha ya
que, si cesara y que cada uno estuviera seguro de satisfacer sus necesidades sin la menor
lucha, la raza degeneraría necesariamente. La ayuda a los enfermos, a los débiles y a los
inadaptados conlleva un decaimiento general de la raza. Si la simpatía, que encuentra su
expresión en la caridad, va más allá de los límites razonables, falla su objetivo; en vez de
disminuir el sufrimiento, lo aumenta para las nuevas generaciones. El efecto benéfico de la
lucha por la existencia se observa mejor en los animales bravos. Todos son fuertes y están
bien de salud porque tienen que resistir a miles de peligros que necesariamente han
eliminado a todos los que no se adaptaban. En los hombres y los animales domésticos, la
debilidad y la enfermedad se generalizan porque se preserva a los enfermos y a los débiles.
El socialismo, cuyo objetivo es suprimir la lucha por la existencia en el mundo humano,
aportará necesariamente un decaimiento mental y físico creciente."
Son los principales argumentos de los que se sirve el darwinismo para defender el sistema
burgués. Por convincentes que parezcan ser a primera vista, no fue sin embargo difícil a los
socialistas aniquilarlos. No son, esencialmente, sino los viejos argumentos utilizados contra el
socialismo, vestidos de seda con la terminología darwiniana, y expresan una ignorancia total
tanto del socialismo como del capitalismo.
Los que comparan la organización social al cuerpo del animal dejan de lado que los hombres
no difieren unos de otros como difieren células u órganos, sino que son diferentes en sus
capacidades. En la sociedad, la división del trabajo no puede alcanzar un punto en el que
todas las capacidades tuviesen que desaparecer a favor de una sola. Además, cualquiera que
entienda algo de socialismo sabe que la división eficaz del trabajo no cesa con el socialismo,
sino, al revés, con el socialismo, por primera vez una verdadera división será posible. La
diferencia entre obreros, entre sus capacidades y sus empleos no desaparecerá; lo que sí
dejará de existir será la diferencia entre los obreros y los explotadores.
Si bien es totalmente cierto que, en la lucha por la existencia, sobreviven los animales
fuertes, sanos y bien adaptados, eso no se produce con la competencia capitalista. Aquí, la
victoria no depende de la perfección de los que están comprometidos en la lucha, sino de
algo que se sitúa fuera de su cuerpo. Mientras que puede ser válida esta lucha para el
pequeño burgués, cuyo éxito depende de sus capacidades y sus calificaciones personales, el
éxito en el desarrollo posterior del capital ya no depende de las capacidades personales sino
de la posesión del capital. El que dispone de un mayor capital va a vencer al que tiene
menos, aunque éste esté más cualificado. No son las cualidades personales, sino la posesión
de dinero lo que decide quién será el vencedor de la lucha. Cuando desaparecen los pequeños
capitalistas, no desaparecen como hombres, sino como capitalistas; no se eliminan de la vida,
sino de la burguesía. Siguen existiendo, pero no como capitalistas. La competencia que existe
en el sistema capitalista es, pues, en sus exigencias y sus resultados, diferente de la lucha
animal por la existencia.
Quienes dejan de existir como personas son miembros de una clase totalmente diferente, una
clase que no participa en el combate de la competencia. Los obreros no compiten con los
capitalistas, solo les venden su fuerza de trabajo. Porque no tienen ninguna propiedad, ni
siquiera tienen la ocasión de comparar sus grandes cualidades, como tampoco de competir
con los capitalistas. Su pobreza, su miseria no se deben a haber fracasado en una lucha
competitiva a causa de su debilidad; sino que, al estar tan mal pagados a cambio de su fuerza
de trabajo, sus hijos mueren masivamente aunque hubieran nacido fuertes y con buena salud;
mientras que los hijos nacidos de padres ricos, incluso si nacieron enfermos, sobreviven
gracias a la alimentación y a los numerosos cuidados que se les prestan. Los hijos de los
pobres no se mueren porque estén enfermos o débiles, sino por razones exteriores. Es el
capitalismo, con la explotación, la reducción de los sueldos, las crisis del desempleo, los
malos alojamientos y las largas horas de trabajo, lo que provoca esas condiciones
desfavorables. Es el sistema capitalista el que hace sucumbir a tantos seres fuertes y sanos.
Así los socialistas ponen de manifiesto que, a diferencia del mundo animal, la lucha
competitiva que existe entre los hombres no favorece a los que son mejores y más
cualificados, sino que destruye por la miseria a muchos individuos fuertes y sanos, mientras
que los ricos, incluso débiles y enfermos, sobreviven. Los socialistas ponen de manifiesto que
la fuerza personal no es el factor determinante, sino que es algo exterior al hombre; es la
posesión de dinero lo que determina quién sobrevivirá y quién morirá.
Anton Pannekoek
[1]) Es necesario destacar que, poco tiempo después, en otra carta a Engels con fecha del 18
de junio de 1862, Marx cambiará su apreciación haciendo esta crítica a Darwin: "«Cabe
señalar cómo Darwin reconoce en los animales y las plantas a su propia sociedad inglesa, con
su división del trabajo, su competencia, sus aperturas de nuevos mercados, sus invenciones y
su maltusiana lucha por la vida. Es el bellum omnium contra omnes de Hobbes (la guerra de
todos contra todos), y recuerda a Hegel en la Fenomenología, donde la sociedad civil
interviene como "reino animal del Espíritu", mientras que en Darwin, es el reino animal el
que interviene como sociedad civil" (Marx-Engels, Correspondencia, Ediciones sociales, París,
1979). En consecuencia, Engels retomará en parte esta crítica de Marx en el AntiDühring
(Engels hará alusión al "error maltusiano" de Darwin) y en Dialéctica de la naturaleza. En el
próximo número de la Revista internacional, volveremos de nuevo sobre esto que se puede
considerar como una interpretación errónea de la obra de Darwin por Marx y Engels.
[2])
La traducción se ha hecho a partir de la versión inglesa (1912, Nathan Weiser) y se
ha mejorado basándonos en el original en holandés.
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