CAPÍTULO II LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO

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CAPÍTULO II
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
M. a A N G E L S V I L A M U N T A L
I. MARCO LEGAL
A)
M A R C O SUPRANACIONAL:
I. Declaración Universal de los Derechos Humanos
de 10 de diciembre de 1948
Artículo 10. Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un Tribunal independiente e imparcial, para la
determinación de sus derechos y obligaciones o para el
examen de cualquier acusación contra ella en materia
penal.
Artículo 11.1. Toda persona acusada de delito tiene
derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.
II. Convenio para la protección de los Derechos
H u m a n o s y de las Libertades Fundamentales,
h e c h o en Roma, el 4 de noviembre de 1950
Artículo 6.1. Toda persona tiene derecho a que su
causa sea oída equitativa, públicamente y dentro de un
plazo razonable, por un Tribunal independiente e imparcial, establecido por la Ley, que decidirá los litigios sobre
sus derechos y obligaciones de carácter civil o sobre el fun67
M.ª ANGELS VILA MUNTAL
damento de cualquier acusación en materia penal dirigida
contra ella. La sentencia debe ser pronunciada públicamente, pero el acceso a la Sala de Audiencia puede ser
prohibido a la prensa y al público durante la totalidad o
parte del proceso en interés de la moralidad, del orden
público o de la seguridad nacional en una sociedad democrática, cuando los intereses de los menores o la protección de la vida privada de las partes en el proceso así lo exijan o en la medida considerada necesaria por el Tribunal,
cuando en circunstancias especiales la publicidad pudiera
ser perjudicial para los intereses de la justicia.
2. Toda persona acusada de una infracción se presume
inocente hasta que su culpabilidad haya sido legalmente
declarada.
3. Todo acusado tiene, como mínimo, los siguientes
derechos:
a) A ser informado, en el más breve plazo, en una lengua que comprenda y detalladamente, de la naturaleza y de
la causa de la acusación formulada contra él.
b) A disponer del tiempo y de las facilidades necesarias
para la preparación de su defensa.
c) A defenderse por sí mismo o a ser asistido por un
defensor de su elección y, si no tiene medios para pagarlo,
poder ser asistido gratuitamente por un Abogado de oficio,
cuando los intereses de la justicia lo exijan.
d) A interrogar o hacer interrogar a los testigos que
declaren contra él y a obtener la citación y el interrogatorio de los testigos que declaren en su favor en las mismas
condiciones que los testigos que lo hagan en su contra.
e) A ser asistido gratuitamente de un intérprete, si no
comprende o no habla la lengua empleada en la Audiencia.
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III. Pacto Internacional de los Derechos Civiles y
Políticos, firmado en Nueva York el 19 de
diciembre de 1966
Artículo 9.2. Toda persona detenida será informada, en
el momento de su detención, de las razones de la misma, y
notificada, sin demora, de la acusación formulada contra
ella.
Artículo 14.1. Todas las personas son iguales ante los
Tribunales y Cortes de justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías
por un Tribunal competente, independiente e imparcial,
establecido por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la
determinación de sus derechos u obligaciones de carácter
civil. La prensa y el público podrán ser excluidos de la totalidad o parte de los juicios por consideraciones de moral,
orden público o seguridad nacional en una sociedad democrática, o cuando lo exija el interés de la vida privada de las
partes o, en la medida estrictamente necesaria en opinión
del Tribunal, cuando por circunstancias especiales del
asunto la publicidad pudiera perjudicar a los intereses de
la justicia; pero toda sentencia en materia penal o contenciosa será pública, excepto en los casos en que el interés de
menores de edad exija lo contrario, o en las actuaciones
referentes a pleitos matrimoniales o a la tutela de menores.
2. Toda persona acusada de un delito tiene derecho a
que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley.
3. Durante el proceso, toda persona acusada de un delito tendrá derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas:
a) A ser informada sin demora, en un idioma que comprenda y en forma detallada, de la naturaleza y causas de
la acusación formulada contra ella;
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b) A disponer del tiempo y de los medios adecuados
para la preparación de su defensa y a comunicarse con un
defensor de su elección;
c) A ser juzgada sin dilaciones indebidas;
d) A hallarse presente en el proceso y a defenderse personalmente o ser asistida por un defensor de su elección; a
ser informada, si no tuviera defensor, del derecho que le
asiste a tenerlo y, siempre que el interés de la justicia lo
exija, a que se le nombre defensor de oficio, gratuitamente, si careciere de medios suficientes para pagarlo;
e) A interrogar o hacer interrogar a los testigos de
cargo y a obtener la comparecencia de los testigos de descargo y que éstos sean interrogados en las mismas condiciones que los testigos de cargo;
f) A ser asistida gratuitamente por un intérprete, si no
comprende o no habla el idioma empleado en el Tribunal;
g) A no ser obligada a declarar contra sí misma ni a
confesarse culpable.
B)
M A R C O NACIONAL:
I. Constitución Española
Artículo 17.1. Toda persona tiene derecho a la libertad
y a la seguridad. Nadie puede ser privado de su libertad,
sino con la observancia de lo establecido en este artículo y
en los casos y en la forma previstos en la ley.
2. La detención preventiva no podrá durar más del
tiempo estrictamente necesario para la realización de las
averiguaciones tendentes al esclarecimiento de los hechos,
y, en todo caso, en el plazo máximo de setenta y dos horas,
el detenido deberá ser puesto en libertad o a disposición de
la autoridad judicial.
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3. Toda persona detenida debe ser informada de forma
inmediata, y de modo que le sea comprensible de sus derechos y de las razones de su detención, no pudiendo ser
obligada a declarar. Se garantiza la asistencia de abogado
al detenido en las diligencias policiales y judiciales, en los
términos que la ley establezca.
4. La ley regulará un procedimiento de «habéás corpus» para producir la inmediata puesta a disposición judicial de toda persona detenida ilegalmente. Asimismo, por
ley se determinará el plazo máximo de duración de la prisión provisional.
Artículo 24.1. Todas las personas tienen derecho a
obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el
ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en
ningún caso, pueda producirse indefensión.
2. Asimismo, todos tiene derecho al Juez ordinario
predeterminado por la ley, a la defensa y a la asistencia de
letrado, a ser informados de la acusación formulada contra ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas y
con todas las garantías, a utilizar los medios de prueba
pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí mismos, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia.
La ley regulará los casos en que, por razón de parentesco o de secreto profesional, no se estará obligado a
declarar sobre hechos presuntamente; delictivos.
II. Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder
Judicial
7.1. Los derechos y libertades reconocidos en el Capítulo Segundo del Título I de la Constitución vinculan, en su
integridad, a todos los Jueces y Tribunales y están garantizados bajo la tutela efectiva de los mismos.
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2. En especial, los derechos enunciados en el art. 53.2
de la Constitución se reconocerán, en todo caso, de conformidad con su contenido constitucionalmente declarado, sin que las resoluciones judiciales puedan restringir,
menoscabar o inaplicar dicho contenido.
Artículo 11.1. En todo tipo de procedimiento se respetarán las reglas de la buena fe. No surtirán efectos las pruebas obtenidas, directa o indirectamente, violentando los
derechos o libertades fundamentales.
Artículo 229.2. Las declaraciones, confesiones en juicio, testimonios, careos, exploraciones, informes, ratificación de los periciales y vistas, se llevarán a efecto ante Juez
o Tribunal con presencia o intervención, en su caso, de las
partes y en audiencia pública, salvo lo dispuesto en la ley.
Artículo 231.3. Las partes, sus representantes y quienes les dirijan, así como los testigos y peritos, podrán utilizar la lengua que sea también oficial en la Comunidad
Autónoma en cuyo territorio tengan lugar las actuaciones
judiciales, tanto en manifestaciones orales como escritas.
III. Ley Orgánica 5/1995, de 22 de mayo
del Tribunal del Jurado
Artículo 25. Traslado de la imputación. 1. Incoado el
procedimiento por delito cuyo enjuiciamiento venga atribuido al Tribunal del Jurado, el Juez de Instrucción lo pondrá inmediatamente en conocimiento de los imputados.
Con objeto de concretar la imputación, les convocará en el
plazo de cinco días a una comparecencia así como al
Ministerio Fiscal y demás partes personadas. Al tiempo de
la citación, dará traslado a los imputados de la denuncia o
querella admitida a trámite, si no se hubiese efectuado con
anterioridad. El imputado estará necesariamente asistido
de letrado de su elección o, caso de no designarlo, de letrado de oficio.
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2. Si son conocidos los ofendidos p perjudicados por el
delito no personados, se les citará para ser oídos en la comparecencia prevista en el apartado anterior y, al tiempo de la
citación, se les instruirá por medio de escrito, de los derechos a que hacen referencia los artículos 109 y 110 de la Ley
de Enjuiciamiento Criminal, si tal diligencia no se efectuó
con anterioridad. Especialmente se les indicará el derecho a
formular alegaciones y solicitar lo que estimen oportuno si
se personan en legal forma en dicho acto y a solicitar, en las
condiciones establecidas en el artículo 119 de aquella Ley, el
derecho de asistencia jurídica gratuita.
3. En la citada comparecencia, el Juez de Instrucción
comenzará por oír al Ministerio Fiscal y, sucesivamente, a
los acusadores personados, quienes concretarán la imputación. Seguidamente oirá al letrado del imputado, quien
manifestará lo que estime oportuno en su defensa y podrá
instar el sobreseimiento, si hubiera causa para ello, conforme a lo dispuesto en los artículos 637 o 641 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal; En sus intervenciones, las partes
podrán solicitar las diligencias de investigación que estimen oportunas.
Artículo 46. Especialidades probatorias. 1. Los jurados,
por medio del Magistrado-Presidente y previa declaración
de pertinencia, podrán dirigir, mediante escritora testigos,
peritos y acusados las preguntas que estimen conducentes
a fijar y aclarar los hechos sobre los que verse la prueba.
2. Los jurados verán por sí los libros, documentos,
papeles y demás piezas de convicción a que se refiere el
artículo 726 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
3. Para la prueba de inspección ocular, se constituirá el
Tribunal en su integridad, con los jurados, en el lugar del
suceso.
4. Las diligencias remitidas por el Juez Instructor
podrán ser exhibidas a los jurados en la práctica de la
prueba.
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M.a ANGELS VILA MUNTAL
5. El Ministerio Fiscal, los letrados de la acusación y
los de la defensa podrán interrogar al acusado, testigos y
peritos sobre las contradicciones que estimen que existen
entre lo que manifiesten en el juicio oral y lo dicho en la
fase de instrucción. Sin embargo, no podrá darse lectura a
dichas previas declaraciones, aunque se unirá al acta el testimonio que quien interroga debe presentar en el acto.
Las declaraciones efectuadas en la fase de instrucción,
salvo las resultantes de prueba anticipada, no tendrán
valor probatorio de los hechos en ellas afirmados.
IV. Ley de Enjuiciamiento Criminal
Artículo 118. Toda persona a quien se impute un acto
punible podrá ejercitar el derecho de defensa, actuando en
el procedimiento, cualquiera que éste sea, desde que se le
comunique su existencia, haya sido objeto de detención o
de cualquiera otra medida cautelar o se haya acordado su
procesamiento, a cuyo efecto se le instruirá de este derecho.
La admisión de denuncia o querella y cualquier actuación procesal de la que resulte la imputación de un delito
contra persona o personas determinadas, será puesta
inmediatamente en conocimiento de los presuntamente
inculpados.
Para ejercitar el derecho concedido en el párrafo primero, las personas interesadas deberán ser representadas
por Procurador y defendidas por Letrado, designándoseles
de oficio cuando no los hubiesen nombrado por sí mismos
y lo solicitaren y, en todo caso, cuando no tuvieren aptitud
legal para verificarlo.
Si no hubiesen designado Procurador o Letrado, se les
requerirá para que lo verifiquen o se les nombrará de oficio, si requeridos, no los nombrasen, cuando la causa llegue a estado en que se necesite el consejo de aquellos o
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haya de intentar algún recurso que hiciese indispensable
sú actuación.
Artículo 297. Los atestados que redactaren y las manifestaciones que hicieren los funcionarios de Policía Judicial, a consecuencia de las averiguaciones que hubiesen
practicado, se considerarán denuncias, para los efectos
legales.
Las demás declaraciones que prestaren deberán ser firmadas, o tendrán el valor de declaraciones testificales en
cuanto se refieran a hechos de conocimiento propio.
En todo caso, los funcionarios de Policía Judicial están
obligados a observar estrictamente las formalidades legales en cuantas diligencias practiquen, y se abstendrán bajo
su responsabilidad de usar medios de averiguación que la
ley no autorice.
Artículo 385. El Juez, de oficio o a instancia del Ministerio Fiscal o del querellante particular, hará que los procesados presten cuantas declaraciones considere convenientes para la averiguación de los hechos, sin que ni el
acusador privado ni el actor civil puedan estar presentes al
interrogatorio, cuando así lo disponga el Juez instructor.
Artículo 386. Si el procesado estuviere detenido, se le
recibirá la primera declaración dentro del término de veinticuatro horas.
Este plazo podrá prorrogarse por otras cuarenta y ocho
si mediare causa grave, la cual se expresará en la providencia en que se acordase la prórroga.
Artículo 387. No sé exigirá juramento a los procesados, exhortándoles solamente a decir verdad y advirtiéndoles el Juez de Instrucción que deben responder de Una
manera precisa, clara y conforme a la verdad a las preguntas que les fueren hechas.
Artículo 388. En la primera declaración será preguntado el procesado por su nombre, apellidos paterno y mater75
M.a ANGELS VILA MUNTAL
no, apodo, si lo tuviera, edad, naturaleza, vecindad, estado,
profesión, arte, oficio o modo de vivir, si tiene hijos, si fue
procesado anteriormente, por qué delito, ante qué Juez o
Tribunal, qué pena se le impuso, si la cumplió, si sabe leer
y escribir y si conoce el motivo por que se le ha procesado.
Artículo 389. Las preguntas que se le hagan en todas las
declaraciones que hubiera de prestar se dirigirán a la averiguación de los hechos y a la participación en ellos del procesado y de las demás personas que hubieren contribuido a ejecutarlos o encubrirlos.
Las preguntas serán directas, sin que por ningún concepto puedan hacérsele de modo capcioso o sugestivo.
Tampoco se podrá emplear con el procesado género
alguno de coacción o amenaza.
Artículo 390. Las relaciones que hagan los procesados
o respuestas que den serán orales. Sin embargo, el Juez de
Instrucción, teniendo siempre en cuenta las circunstancias
de aquellos y la naturaleza de la causa, podrá permitirles
que redacten a su presencia una contestación escrita sobre
puntos difíciles de explicar, o que también consulten a su
presencia apuntes o notas.
Artículo 391. Se pondrán de manifiesto al procesado
todos los objetos que constituyen el cuerpo del delito o los
que el Juez considere conveniente, a fin de que los reconozca.
Se le interrogará sobre la procedencia de dichos objetos, su destino y la razón de haberlos encontrado en su
poder y, en general, será siempre interrogado sobre cualquiera otra circunstancia que conduzca al esclarecimiento
de la verdad.
El juez podrá ordenar al procesado, pero sin emplear
ningún género de coacción, que escriba a su presencia
algunas palabras o frases, cuando esta medida la conside76
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
re útil para desvanecer las dudas que surjan sobre la legitimidad de un escrito que se le atribuya.
Artículo 392. Cuando elprocesado rehuse contestar o
se finja loco, sordo o mudo, el Juez instructor le advertirá
que, no obstante su silencio, y su simulada enfermedad, se
continuará la instrucción del proceso.
De estas circunstancias se tomará razón por el Secretarió, y el Juez instructor procederá a investigar la verdad de
la enfermedad que aparente el procesado, observando a
este efecto lo dispuesto en los respectivos artículos de los
capítulos II y VII de este mismo título.
Artículo 393. Cuando el examen del proceso se prolongue mucho tiempo, o el número de preguntas que se le
hayan hecho sea tan considerable que hubiese perdido la
serenidad de juicio necesaria para contestar a lo demás
que deba preguntársele, se suspenderá el examen, concediendo al procesado el tiempo necesario para descansar y
recuperar la calma., Siempre se hará constar en la declaración misma el tiempo que se haya invertido en el interrogatorio.
Artículo 395. El procesado no podrá, a pretexto de
incompetencia del Juez, excusarse de contestar a las preguntas que se le dirijan, si bien podrá protestar la incompetencia, consignándose, así en los autos.
Artículo 396. Se permitirá al procesado manifestar
cuanto tenga por conveniente para su exculpación o para
la explicación de los hechos, evacuándose con urgencia las
citas que hiciere y las demás diligencias que propusiere, si
el Juez las estima conducentes para la comprobación de
sus manifestaciones.
En ningún caso podrán hacerse al procesado cargos ni
reconvenciones, ni se le leerá parte alguna del sumario
más que sus declaraciones anteriores si lo pidiere, á no ser
que el Juez hubiese autorizado la publicidad de aquél en
todo o en parte.
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Artículo 397. El procesado podrá dictar por sí mismo
las declaraciones. Si no lo hiciere, lo Hará el Juez procurando, en cuanto fuere posible, consignar las mismas palabras de que aquél se hubiese valido.
Artículo 398. Si el procesado no supiere el idioma
español o fuere sordomudo, se observará lo dispuesto en
los artículos 440, 441 y 442.
Artículo 399. Cuando el Juez considere conveniente el
examen del procesado en el lugar de los hechos acerca de
los cuales deba ser examinado o ante las personas o casos
con ellas relacionadas, se observará lo dispuesto en el artículo 438.
Artículo 400. El procesado podrá declarar cuantas
veces quisiere, y el Juez le recibirá inmediatamente la
declaración si tuviere relación con la causa.
Artículo 401. En la declaración se consignarán íntegramente las preguntas y las contestaciones.
Artículo 402. El procesado podrá leer la declaración, y
el Juez le enterará de que le asiste este derecho.
Si no usare de él, la leerá el Secretario a su presencia.
Artículo 403. Se observará lo dispuesto en el artículo
450 respecto de tachaduras o enmiendas.
Artículo 404. La diligencia se firmará por todos los que
hubiesen intervenido en el acto, y se autorizará por el
Secretario.
Artículo 405. Si en las declaraciones posteriores se
pusiere el procesado en contradicción con sus declaraciones primeras o retractare sus confesiones anteriores, deberá ser interrogado sobre el móvil de sus contradicciones y
sobre las causas de su retractación.
Artículo 406. La confesión del procesado no dispensará al Juez de Instrucción de practicar todas las diligencias
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necesarias a fin de adquirir el convencimiento de la verdad
de la confesión y de la existencia del delito.
Con este objeto, el Juez instructor interrogará al procesado confeso para que explique todas las circunstancias
del delito y cuanto pueda contribuir a comprobar su confesión, si fue autor o cómplice y si conoce a algunas personas que fueren testigos o tuvieren conocimiento del hecho.
Artículo 407. Respecto a la incomunicación de los procesados, se observará lo dispuesto en los artículos 506 al
511.
Artículo 408. No sé leerán al procesado los fundamentos del auto de incomunicación cuando le fuere notificado,
ni se le dará copia de ellos.
Artículo 409. Para recibir declaración al procesado
menor de edad no habrá necesidad de nombrarle curador.
Artículo 520.1. La detención y la prisión provisional
deberán practicarse en la forma que menos perjudique al
detenido o preso en su persona, reputación y patrimonio.
La detención preventiva no podrá durar más del tiempo estrictamente necesario para la realización de las averiguaciones tendentes al esclarecimiento de los hechos. Dentro de los plazos establecidos en la presente Ley y, en todo
caso, en el plazo máximo de setenta y dos horas, el detenido deberá ser puesto en libertad o a disposición de la Autoridad judicial.
2. Toda personal detenida o presa debe ser informada,
demodo que le sea comprensible, y de forma inmediata, de
los hechos que se le imputan y las razones motiyadoras de
su privación de libertad, así como de los derechos que le
asisten y especialmente de los siguientes:
a) Derecho a guardar silencio no declarando si no
quiere, a no contestar alguna o algunas de las preguntas
que le formulen, o a manifestar que sólo declarará ante el
Juez.
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b) Derecho a no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable.
c) Derecho a designar Abogado y a solicitar su presencia para que asista a las diligencias policiales y judiciales de
declaración e intervenga en todo reconocimiento de identidad de que sea objeto. Si el detenido o preso no designara
Abogado, se procederá a la designación de oficio.
d) Derecho a que se ponga en conocimiento del familiar o persona que desee, el hecho de la detención y el lugar
de custodia en que se halle en cada momento. Los extranjeros tendrán derecho a que las circunstancias anteriores
se comuniquen a la Oficina Consular de su país,
e) Derecho a ser asistido por gratuitamente por un
intérprete, cuando se trate de extranjero que no comprenda o no hable el castellano.
f) Derecho a ser reconocido por el Médico Forense o su
sustituto legal y, en su defecto, por el de la Institución en
que se encuentre, o por cualquier otro dependiente del
Estado o de otras Administraciones Públicas.
3. Si se tratare de un menor de edad o incapacitado,
la autoridad bajo cuya custodia se encuentre el detenido
o preso notificará las circunstancias del apartado 2.d) a
quienes ejerzan la patria potestad, la tutela o la guarda de
hecho del mismo y, si no fueran halladas, se dará cuenta
inmediatamente al Ministerio Fiscal. Si el detenido
menor o incapacitado fuera extranjero, el hecho de la
detención se notificará de oficio al Cónsul de su país.
4. La autoridad judicial y los funcionarios bajo cuya
custodia se encuentre el detenido o preso, se abstendrán de
hacerle recomendaciones sobre la elección de Abogado y
comunicarán, en forma que permita su constancia, al Colegio de Abogados el nombre del Abogado elegido por aquél
para su asistencia o petición de que se le designé de oficio.
El Colegio de Abogados notificará al designado dicha elección, a fin de que manifieste su aceptación o renuncia. En
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LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
caso de que el designado no aceptare el referido encargo,
no fuera hallado o no compareciere, el Colegio de Abogados procederá al nombramiento de un Abogado de oficio.
El Abogado designado acudirá al centro de detención a la
mayor brevedad y, en todo caso, en el plazo máximo de
ocho horas, contadas desde el momento de la comunicación al referido Colegio.
Si transcurrido el plazo de ocho horas de la comunicación realizada al Colegio de Abogados, no compareciese
injustificadamente' Letrado alguno en el lugar donde el
detenido o preso se encuentre, podrá procederse a la práctica de la declaración o del reconocimiento de aquél, si lo
consintiere, sin perjuicio de las responsabilidades contraídas en caso de incumplimiento de sus obligaciones por
parte de los Abogados designados.
5. No obstante, el detenido o preso podrá renunciar a
la preceptiva asistencia de Letrado si su detención lo fuere
por hechos susceptibles de ser tipificados exclusivamente,
como delitos contra la seguridad del tráfico.
6. La asistencia del Abogado consistirá en:
a) Solicitar, en su caso, que se informe al detenido o
preso de los derechos en el número 2 de este artículo y que
se proceda al reconocimiento médico señalado en su
párrafo f).
b) Solicitar de la Autoridad judicial o funcionario que
hubiesen practicado la diligencia en que el Abogado haya
intervenido, una vez terminada ésta, la declaración o
ampliación de los extremos que considere convenientes,
así como la consignación en el acta de cualquier incidencia que haya tenido lugar durante su práctica.
c) Entrevistarse reservadamente con el detenido al término de la práctica de la diligencia en que hubiere intervenido.
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M.a ANGELS VILA MUNTAL
Artículo 688. En el día señalado para dar principio a
las sesiones, se colocarán en el local del Tribunal las piezas
de convicción que se hubieren recogido, y el Presidente, en
el momento oportuno, declarará abierta la sesión.
Si la causa que haya de verse fuese por delito para cuyo
castigo se pida la imposición de pena correccional, preguntará el Presidente a cada uno de los acusados si se confiesa reo del delito que se le haya imputado en el escrito de
calificación y responsable civilmente a la restitución de la
cosa o al pago de la cantidad fijada en dicho escrito por
razón de daños y perjuicios.
Artículo 689. Si en la causa hubiere, además de la calificación fiscal, otra del querellante particular con diversas
calificaciones de querellantes de esta clase, se preguntará al
procesado si se confiesa reo del delito, según la calificación
más grave y civilmente responsable, por la cantidad mayor
que se hubiese fijado.
Artículo 690. Si fueren más de uno los delitos imputados al procesado en el escrito de calificación, se le harán
las mismas preguntas respecto de cada cuál.
Artículo 691. Si los procesados fueren varios, se preguntará a cada uno sobre la participación que se le haya
atribuido.
Artículo 693. El Presidente hará las preguntas mencionadas en los artículos anteriores con claridad y precisión,
exigiendo contestación categórica.
Artículo 694. Si en la causa no hubiere más que un
procesado y contestare afirmativamente, el Presidente del
Tribunal preguntará al defensor si considera necesaria la
continuación juicio oral. Si éste contestare negativamente,
el Tribunal procederá a dictar sentencia en los términos
expresados en el artículo 655.
Artículo 695. Si confesare su responsabilidad criminal,
pero no la civil, o aún aceptando ésta, no se conformare
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LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
con la cantidad fijada en la calificación, el Tribunal mandará que continúe el Juicio.
Pero en este último caso, la discusión y la producción
de pruebas se concretarán al extremo relativo a la responsabilidad civil que el procesado no hubiese admitido de
conformidad con las conclusiones de la calificación.
Terminado el acto, el Tribunal dictará sentencia.
Artículo 696. Si el procesado no se confesare culpable
del delito que le fuere atribuido en la calificación, o su
defensor considerase necesaria la continuación del juicio,
se procederá a la celebración de éste.
Artículo 697. Cuando fueren varios los procesados en
una misma causa, se procederá conforme a lo dispuesto en
el artículo 694 si todos se confiesan reos del delito o delitos
que les hayan sido atribuidos en los escritos de calificación,
y reconocen la participación que en las conclusiones sé le
haya señalado, a no ser que sus defensores consideren necesaria la continuación del juicio.
Si cualquiera de los procesados no se confiesa reo del
delito que se le haya imputado en la calificación, o su
defensor considera necesaria la continuación del juicio, se
procederá de conformidad con lo dispuesto en el artículo
anterior.
Si el disentimiento fuere tan sólo respecto de la responsabilidad civil, continuará el juicio en la forma y para
los efectos determinados en el artículo 695.
Artículo 698. Se continuará también el juicio cuando
el procesado o procesados no quieran responder a las preguntas que les hiciere el Presidente.
Artículo 700. Cuando el procesado o procesados hayan
confesado su responsabilidad de acuerdo con las conclusiones de la calificación, y sus defensores no consideren
necesaria la continuación del juicio, pero la persona a
quien sólo se hubiese atribuido responsabilidad civil no
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M.a ANGELS VILA MUNTAL
haya comparecido ante el Tribunal o en su declaración no
se conformase con las conclusiones del escrito de calificación a ella referentes, se procederá con arreglo a lo dispuesto en el artículo 695.
Si habiendo comparecido se negase a contestar las preguntas del Presidente, le apercibirá éste con declararle
confeso.
Si persistiere en su negativa, se le declarará confeso, y la
causa se fallará de conformidad con lo dispuesto en el artículo 694.
Lo mismo se hará cuando el procesado, después de
haber confesado su responsabilidad criminal se negare a
contestar sobre la civil.
Artículo741. El Tribunal, apreciando, según su conciencia las pruebas practicadas en el juicio, las razones
expuestas por la acusación y la defensa y lo manifestado
por los mismos procesados, dictará sentencia dentro del
término fijado en esta Ley.
Siempre que el Tribunal haga uso del libre arbitrio que
para la calificación del delito o para la imposición de la
pena le otorga el Código Penal, deberá consignar si ha
tomado en consideración los elementos de juicio que el
precepto aplicable de aquél obligue a tener en cuenta.
Artículo 785. El Juez de Instrucción empleará para la
comprobación del delito y la culpabilidad del presunto reo
los medios comunes y ordinarios que establece esta Ley,
con las modificaciones siguientes:
Primera.—Cuando los imputados o testigos no hablaren o no entendieren el idioma español, se procederá de
conformidad con lo dispuesto en los artículos 398, 440 y
441 de esta Ley, sin que sea preciso que el intérprete designado tenga título oficial.
Segunda.—La información prevenida en el artículo 364
sólo se verificará cuando a juicio del Instructor hubiere duda
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LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
acerca de la preexistencia de la cosa objeto de la sustracción
o defraudación.
Tercera.—En las declaraciones se reseñará el Documento Nacional de Identidad de las personas que las presten. Cuando por tal circunstancia o por cualquier otra no
ofreciere duda la identidad del imputado y conocidamente
tuviere la edad de dieciocho años se prescindirá de traer a
la causa el certificado de nacimiento. En Otro caso, se
unirá dicho certificado y la correspondiente ficha dactiloscópica.
Cuando los hechos enjuiciados deriven del uso y circulación de vehículos de motor, se reseñarán también, en la primera declaración que presten los conductores los permisos
de conducir de estos y de circulación de aquéllos y el certificado del seguro obligatorio, así como el documento acreditativo de su vigencia.
También se reseñará el certificado del seguro obligatorio y el documento que acredite su vigencia en aquellos
otros casos en que la actividad se halle cubierta por igual
clase de seguro.
Cuarta.—Los informes y declaraciones a que se refieren los artículos 377 y 378 únicamente se pedirán y recibirán cuando el Juez los considerase imprescindibles.
Artículo 785 bis. 1. Cuando el Ministerio Fiscal tenga
noticia de un hecho aparentemente delictivo, bien directamente o por serle presentada una denuncia o atestado practicará el mismo u ordenará a la Policía Judicial que practique las diligencias que estime pertinentes para la
comprobación del hecho o de la responsabilidad de los partícipes en el mismo. El Fiscal decretará el archivo de las
actuaciones cuando el hecho no revista los caracteres de
delito, comunicándolo con expresión de esta circunstancia a
quien hubiere alegado ser perjudicado u ofendido, a fin de
que pueda reiterar su denuncia ante el Juez de Instrucción.
En otro caso instará del Juez de Instrucción la incoación de
85
M.a ANGELS VILA MUNTAL
las correspondientes diligencias previas con remisión de lo
actuado, poniendo a su disposición el detenido si lo hubiere, y los efectos del delito.
2. El Ministerio Fiscal podrá hacer comparecer ante sí
a cualquier persona en los términos establecidos en esta
Ley para la citación judicial, a fin de recibirle declaración,
en la cual se observarán las mismas garantías señaladas en
esta Ley para la prestada ante el Juez o Tribunal.
3. Cesará el Fiscal en sus diligencias tan pronto como
tenga conocimiento de la existencia de un procedimiento
judicial sobre los mismos hechos.
II. A N Á L I S I S J U R I S P R U D E N C I A L
1.
DECLARACIÓN D E L INCULPADO
I. Cuestiones generales
Toda persona a quien se imputa la comisión de un delito, tiene reconocido el derecho a la presunción de inocencia,
según dispone el artículo 24.2 de la Constitución, presunción iuris tantum que sólo puede ser destruida mediante
auténticas pruebas —no por impresiones o apariencias no
contrastadas en juicio—, de acuerdo con las normas que
regulan la actividad probatoria.
La declaración del inculpado para que tenga eficacia
probatoria debe reunir una serie de requisitos, es decir,
debe haberse practicado con respecto a las garantías que el
ordenamiento jurídico prevé para quiénes están detenidos
o son objeto de imputación de un delito. La declaración
debe prestarse ante la Autoridad judicial, bajo la fe del
Secretario y con asistencia de Letrado.
Además, el ordenamiento jurídico prevé otro tipo de
formalidades: las preguntas y respuestas deben consignarse por escrito, no pueden efectuarse preguntas capciosas o
86
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
sugestivas y debe estar asistido de intérprete si no conoce
él idioma español ó tiene dificultades para expresarse. La
ley procesal también pretende garantizar que la declaración del imputado se produzca estando éste en uso de sus
plenas facultades, permitiendo un receso si su declaración
se alarga hasta el extremo qué pueda llegar a perder la
serenidad e incluso posibilita que pueda efectuársele un
reconocimiento médico.
Después de este breve análisis de los requisitos que
deben respetarse en la declaración del inculpado, a continuación, vamos a analizar el tratamiento dado por la jurisprudencia a las irregularidades que puedan producirse en
su práctica y su incidencia en el valor probatorio de la
misma:
a) Falta de consignación íntegra de las preguntas y
las contestaciones (artículo 401 LECrim.). En un supuesto en que no se consignaron algunas de las preguntas, el
Tribunal Supremo entendió que: «hay que decir que tal
norma procesal debe entenderse aplicable solamente a
los casos en qué efectivamente el rnecanismo del interrogatorio se haga en la forma que allí se prevé, pues puede
ocurrir, y ello es lícito y frecuente en la práctica ordinaria de los Juzgados, que un imputado declare todo lo que
sepa y quiera de forma ininterrumpida, sin ser inquirido en concreto respecto de puntos determinados, como
ocurrió en la primera de las declaraciones de autos, y en
ese caso no cabe aplicar lo dispuesto en tal norma procesal». (1)
b) Falta de consignación de la duración de la
declaración. Este requisito lo establece la Ley de Enjuiciamiento para que, en caso de que la declaración sea muy
larga, el imputado pueda descansar y recobrar la serenidad
(artículo 393 LECRim.): «Se dice también que hubo violación del art. 393 de la L. E. Cr. porque no se hizo constar en la declaración misma el tiempo invertido en el
interrogatorio. Cierto que así lo manda tal artículo, pero
en un apartado situado al final del mismo después de
referirse a los casos en que, por él número de preguntas
o por la duración del interrogatorio, se hubiese suspen(1) STS de 25-5-1990, RJ 1990/4440.
87
M.ª ANGELS VILA MUNTAL
dido éste para que el procesado pudiera descansar y
recuperar la calma, y, por tanto, a estos supuestos debe
entenderse aplicable la obligatoriedad de lo dispuesto en
ese apartado final del art. 401, que, cuando sé realiza la
declaración con asistencia de Letrado de la persona interrogada carece, en verdad de significación, pues la
garantía que supone la intervención de este profesional
es muy superior y cubre con holgura la posible omisión
de este requisito meramente formal». (2)
c) Examen médico forense: efectuado durante la interrupción de los interrogatorios para mayor garantía del estado físico y mental del detenido o imputado (3). En la mayoría de los procesos seguidos por delitos de terrorismo, resulta
bastante frecuente la realización de más de un reconocimiento médico forense (4) a los detenidos o imputados, ya
que estos suelen manifestar haber recibido de malos tratos, y
mediante dichos exámenes, se puede constatar si existe algún
indicio de los mismos.
d) Falta de autorización de la declaración por el
Secretario Judicial (artículo 404 de la LECrim): la no
constancia de la autorización de la declaración por el
Secretario Judicial acarrea, según la STS de 5-2-1992 (5), la
nulidad de la misma, de conformidad con lo preceptuado
en el artículo 404 de la LECrim y 281 de la L.O.P.J.
e) Falta de asistencia Letrada: sobre este requisito,
nos remitimos al apartado del presente capítulo que lo
trata de forma más extensa.
f) Vulneración del derecho a estar asistido por letrado de libre elección (articulo 118 y 789.4 de la LECrim):
el Tribunal Supremo, en su sentencia de 14-2-1994, entendió que la declaración prestada por un imputado asistido
de abogado de oficio, pese a que había solicitado ser asistido por un Letrado de libre elección, a lo cual no había accedido el Tribunal —sin que consten las razones en las que se
fundaba dicha decisión—, supuso una vulneración del artículo 6.3.c) del C.E.D.H., que garantiza el derecho a ser asistido por un defensor de libre elección y sólo de forma subsidiaria, cuando el acusado no tenga medios para
procurarse uno, deberá proporcionársele abogado de oficio. Según esta Sentencia dichas declaraciones «no podían
(2)
(3)
(4)
(5)
S T S de 25-5-1990, RJ 1990/4440.
S T S de 17-4-1996, RJ 1996/3707.
S T S de 18-5-1990, RJ 1990/4145, S T S de 17-12-1990, RJ 1990/9536.
S T S d e 5-2-1992, n ú m . 199/1992, R J 1992/1015.
88
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
ser tomadas en consideración por ser diligencias no realizadas de acuerdo con los presupuestos de validez del
proceso penal establecidos en la Constitución». (6)
g) Falta de intérprete (artículos 398 y 520.2.e de la
LECrim): la STS de 23-2-1994, establece que el derecho a
estar asistido de intérprete, pese a no estar reconocido de
forma específica en la Constitución, sí lo está en los artículos 6 del Convenio de Roma y 14.3.f) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, por ello la jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha entendido que dicho
derecho se integra en el derecho de defensa del artículo
24.2 de la CE. (7)
El Tribunal Constitucional, en la sentencia 30/1989 (8),
de 7 de febrero, ante un supuesto en que la imputada era sordomuda
desde el n a c i m i e n t o y c o n s í n d r o m e depresivo,
no sabía leer ni escribir, y a la cual el Tribunal de instancia
n o l e h a b í a n o m b r a d o u n intérprete p a r a q u e l a asistiera
en el juicio de faltas —que, a u n q u e la Ley de Enjuiciam i e n t o Criminal no prevé e x p r e s a m e n t e el n o m b r a m i e n t o
de intérprete en el juicio de faltas, lo cierto es que a efectos supletorios rige el p r o c e d i m i e n t o ordinario q u e sí lo
c o n t e m p l a — dicha situación le había c a u s a d o indefensión,
p u e s t o q u e no se la p u d o oír en declaración y fue condenada sin disfrutar de una efectiva audiencia.
II. D e c l a r a c i ó n d e l i n c u l p a d o
El i m p u t a d o , p u e d e declarar t a n t a s veces c o m o desee,
siempre q u e lo h a g a en relación con el objeto del proceso
penal. Al no declarar sujeto a la obligación de veracidad, a
diferencia de los testigos en m u c h o s casos, nos encontrar e m o s c o n q u e a lo largo del proceso; p u e d e ofrecer distintas declaraciones, las cuales p u e d e n ser radicalmente distintas e n t r e sí. En principio, p o d e m o s afirmar que la
p r i m e r a declaración del detenido p r e s t a d a ante la Policía,
(6) STS de 14-2-1994, núm. 253/1994, RJ 1994/1276.
(7) S T S d e 23-2-1994, n ú m . 354/1994, RJ 1994/1557.
(8) STC 30/1989, de 7 de febrero, Sala 2.ª, B.O.E. de 2-3-1989.
89
M.ª ANGELS VILA MUNTAL
tiene plena eficacia probatoria si es ratificada con posterioridad ante la Autoridad Judicial. No obstante, los problemas sobre el valor de la misma se plantearán cuando se
rectifique o niegue lo declarado anteriormente, cuestión
que será objeto de estudio en el apartado siguiente.
III. Contradicciones. Requisitos para la valoración
de las declaraciones sumariales
Las declaraciones de distinto contenido prestadas por
el acusado —al igual que sucede con los testigos y coimputados— a lo largo de la instrucción o en el juicio oral,
pueden ser consideradas medio probatorio de cargo por el
Tribunal, quien, a la hora de fundar su íntima convicción
sobre la culpabilidad del acusado, podrá basarla en aquellas que le ofrezcan visos mayores de fiabilidad y verosimilitud (9). Las contradicciones, retractaciones o correcciones efectuadas por el acusado que constituyen un
problema de apreciación probatoria, que debe ser sorteado
por el Tribunal a la luz del artículo 741 de la LECrim. («las
contradicciones o retractaciones sobre la implicación
de uno de los sujetos, frecuentes entre las afirmaciones
del sumario y las evacuadas en el acto del juicio oral, no
significa inexistencia de actividad probatoria, sino que
pasa a ser un tema de apreciación probatoria excluido
de la presunción de inocencia, porque el Tribunal sentenciador puede llevar a cabo una confrontación entre
unas y otras y formar un juicio en conciencia sobre su
respectiva veracidad, en los términos que autoriza el
art. 741 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, apreciación exceptuada de la censura casacional». (10)
(9) STC 80/1991, de 15 de abril, Sala 1.*, B.O.E. de 14-5-1991. STS de 13-6-1989, RJ
1989/5098, STS de 4-12-1989, RJ 1989/9414, STS de 25-1-1990, RJ 1990/494, STS de 185-1991, RJ 1991/3698, STS de 12-7-1991, RJ 1991/5815, STS de 29-10-1992, n ú m .
2328/1992, RJ 1992/8602, STS de 31-3-1993, núm. 757/1993, RJ 1993/2596, STS de 174-1996, RJ 1996/3707.
(10) STS de 30-11-1989, RJ 1989/9357, STS de 10-9-1992, n ú m . 1882/1992, RJ
1992/7108, STS de 20-1-1993, núm. 42/1993, RJ 1993/129.
90
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
Pese a la diferencia de deberes existente entre el imputado y el testigo, el criterio de valoración de la prueba es idéntico en ambos casos. El Juez, no está obligado a valorar únicamente lo declarado en el juicio oral, sino que tiene libertad
para conceder mayor o menor credibilidad, en todo o en
parte, a la declaración que le parezca más verosímil de todas
las prestadas, pues ello pertenece a la facultad de valoración
libre de la prueba que le reconoce el ordenamiento jurídico
(«.Esta rectificación, realizada en las sesiones públicas del
juicio oral, no priva a la Sala sentenciadora de la posibilidad de apreciar su firmeza o fiabilidad frente a las concluyentes y precisas declaraciones prestadas con anterioridad
ya que, en caso contrario, se privaría al juzgador de la posibilidad de realizar juicios valorativos sobre las flagrantes
contradicciones que se observan en una y otra declaración» (11). Y si la declaración que considera más verosímil se
ha; producido en el sumario, la misma deberá incorporarse al
debate del plenario, para así poder confrontar una y otras, y
formar un juicio acerca de su respectiva veracidad. (12)
Para que las declaraciones sumariales puedan ser valoradas por el Juzgador en detrimento de las prestadas en el
juicio oral, según la jurisprudencia, deberán observarse
dos requisitos:
1.°. Incorporación al debate del plenario mediante
su lectura, bien por el cauce previsto en el artículo 714 de
la LECrirn., que contempla dicha posibilidad para los testigos y que la jurisprudencia también ha considerado aplicable a los acusados (13), o por cualquier otro que permita la
(11) STS de 29-5-1991, RJ 1991/3985, STS de 20-1-1993, n ú m . 42/1993, RJ 1993/129.
(12) STC 83/1988, de 28 de abril. Sala 1.ª, B.O.E. de 25-5-1988, STC 137/88, de 7 de
julio, Sala 2. a , B.O.E. de 27-7-1988, STC 107/89, de 8 de junio, Sala 1.a B.O.E. de 4-71989. STS de 21-9-89, RJ, 1989/6766, STS de 22-9-89, RJ, 1989/6775, STS de 2-10-89 RJ
1989/7525, STS de 27-10-89, RJ 1989/7764, STS de 29-11-89, RJ 1989/9341, STS de 1212-1989, RJ 1989/9537, STS de 11-4-90, RJ 1990/3237, STS de 25-9-1990, RJ 1990/7234,
S T S d e 31-10-90, RJ 1990/4823, STS de, 11-12-1990, RJ 1990/9463.
(13) STS de 4-12-1989, RJ 1989/9414, STS de 6-2-1990, RJ 1990/1172, STS de 19-31990, STS de 31-10-1990, RJ 1990/8423, RJ 1990/2553, STS de ,29-5-1991, RJ
91
M.a ANGELS VILA MUNTAL
introducción en el debate de dichas declaraciones anteriores (14), c o m o sucede, p o r ejemplo, c u a n d o del contenido
de las preguntas y respuestas efectuadas se d e s p r e n d a q u e
las m i s m a s fueron introducidas en el debate, c o n lo cual no
resultaría necesario recurrir al formalismo del artículo 714
de la LECrim. (15)
El cumplimiento de este requisito resulta de s u m a importancia, puesto que es la única forma de poner de manifiesto
en el plenario las contradicciones entre las distintas declaraciones e inquirir al acusado al respecto, p a r a que dé u n a
explicación razonable y convincente sobre el motivo del cambio de su declaración (16). Dicha lectura p u e d e producirse a
instancia de parte y también de oficio. (17)
2.°. D e c l a r a c i ó n prestada c o n t o d a s las garantías:
p a r a q u e p u e d a leerse u n a declaración y ser valorada c o m o
p r u e b a de cargo, se exigirá q u e ésta se haya practicado c o n
todas las garantías. (18)
Llegados a este p u n t o , t e n e m o s que t r a t a r los problem a s q u e se p l a n t e a r á n respecto de la validez de la declaración policial, c u a n d o se modifique o no se ratifique c o n
posterioridad ante la Autoridad Judicial.
Posiciones jurisprudenciales:
a) Eficacia probatoria de la declaración policial no
ratificada: existe una línea jurisprudencial mayoritaria,
que admite como prueba de cargo la declaración policial
no ratificada, o aún más, completamente rectificada al
declarar con posterioridad ante el juez. Para ello exige que
1991/3985, STS de 10-9-1992, núm. 1882/1992, RJ 1992/7108, STS de 29-10-1992, n ú m .
2328/1992, RJ 1992/8602, STS de 20-1-1993, núm. 42/1993, RJ 1993/129, STS de 2-91996, n ú m . 423/1996, STS de 2-9-1996, núm. 423/1996, RJ 1996/6612.
(14) STS de 29-10-1992, n ú m . 2328/1992, RJ 1992/8602, STS de 23-6-1997, n ú m .
900/1997, RJ 1997/5975.
(15) STS de 31-10-1990, RJ 1990/8423, STS de 11-12-1990, RJ 1990/9463, STS de 182-1991, RJ 1991/1146.
(16) STS de 11-12-1990, RJ 1990/9463.
(17) STS de 29-10-1992, n ú m . 2328/1992, RJ 1992/8602.
(18) STS de 10-9-1992, n ú m . 1882/1992, RJ 1992/7108, STS de 29-10-1992, n ú m .
2328/1992, RJ 1992/8602.
92
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
la declaración se haya p r a c t i c a d o con observancia de los
requisitos exigidos p o r la Constitución y las n o r m a s procesales. (19)
En esta línea se circunscribe el Tribunal Constitucional, cuando en su Sentencia 133/1994, expone, que «las declaraciones
del acusado hechas en la fase de investigación hemos
dicho que las prestadas ante la Policía y el Juez Instructor
pueden ser tenidas en cuenta por el Tribunal para formar
su convicción en cuanto a la determinación de los hechos
probados —SSTC 80/1986 y 217/1989—, siempre que en su
práctica se hayan observado todas las garantías constitucionales y en el juicio oral hayan podido someterse a contradicción, teniendo en cuenta que el órgano judicial que
presidió el acto y percibió la actitud de las declarantes
puede dar mayor credibilidad a una o a otras de tales
manifestaciones en todo o en parte, y contrastándolas con
las realizadas en el juicio». (20)
El Tribunal Supremo, en su Sentencia de fecha 24-5-1990 (21),
consideró que la c o n d e n a no p o d í a fundarse en la confesión p r e s t a d a p o r el p r o c e s a d o a n t e la Policía sin estar presente su Abogado, q u e n u n c a fue ratificada con posterioridad, p u e s t o q u e de admitirse dicha declaración «se estaría
incorporando a un proceso penal posterior a la entrada
en vigor de la Constitución, un medio de prueba que no
va acompañado de las garantías que la propia Constitución establece en su artículo 17». No obstante, c u a n d o la
declaración se haya p r e s t a d o ante la Policía con cumplim i e n t o de los requisitos exigidos p o r la Constitución y las
Leyes Procesales, el J u z g a d o o Tribunal p o d r á valorarla
c o m o p r u e b a de cargo, a u n q u e las declaraciones posteriores sean de signo contrario. (22)
Otra vía utilizada p o r el Tribunal Constitucional y el Tribunal S u p r e m o , p a r a otorgar eficacia p r o b a t o r i a a la declaración del detenido efectuada ante la Policía, asistido de
Letrado, consiste en introducirla en el debate del juicio oral
a través de la declaración de los agentes ante quiénes se
prestó, citándolos p a r a q u e c o m p a r e z c a n al juicio oral p a r a
declarar en calidad de testigo sobre tal extremo («Al respecto, y por señalar la más reciente doctrina no contra(19)
1990.
(20)
(21)
(22)
1-1992,
STC 217/1989, de 21 de diciembre. Sala 1.ª, B.O.E. de 11-1-1990. STS de 19-5STC 133/1994, de 9 de mayo, Sala 2. a , B.O.E. de 13-6-1994.
STS de 24-5-1990, RJ 1990/4433.
STS de 14-9-1990, RJ 1990/6934, STS de 31-10-1990; RJ 1990/8423, STS de 22RJ 1992/295.
93
M.a ANGELS VILA MUNTAL
dicha realmente por anteriores resoluciones, la Sentencia del Tribunal Constitucional de 23 febrero 1995, también las Sentencias del Tribunal Supremo de 15 febrero
1996 y 22 mayo 1995, establecen la eficacia probatoria
de tales manifestaciones. En base a esas resoluciones
puede arguirse que la declaración prestada ante la Policía Judicial correspondiente durante la instrucción del
atestado, adquiriera eficacia probatoria, incluso para
enervar los efectos de la presunción de inocencia, siempre que, extendida a presencia de Letrado y con la observancia de los principios constitucionales que amparan
la dignidad de la persona, sea ratificada por él interesado ante el Juez de Instrucción o ante la Audiencia
durante el plenario, o, si ello no hubiere sido así, que los
funcionarios o agentes ante quienes se prestó el citado
testimonio declaren en concepto de testigos durante la
vista oral con la observancia de los principios de contradicción e inmediación». (23)
b) Insuficiencia de la declaración policial a efectos
probatorios: en otras ocasiones, el Tribunal Constitucional
ha mantenido una postura opuesta, entendiendo como
hizo en la Sentencia 31/1981, de 28 de julio (24), que la
declaración del inculpado efectuada ante la Policía sin ser
ratificada con posterioridad ante la Autoridad Judicial, por
sí sola no puede desvirtuar la presunción de inocencia,
puesto que dicha confesión se incorpora al atestado policial y tiene el valor de mera denuncia. Además, en ese
supuesto se trataba de un medio de prueba que al haberse
practicado en fecha anterior a la Constitución, se estaría
incorporando a un proceso penal posterior un medio de
prueba practicado sin las garantías que establece el artículo 17 de la Constitución.
También el Tribunal S u p r e m o ha otorgado valor de
m e r a denuncia a la p r i m e r a declaración del detenido efect u a d a ante la Policía, c u a n d o resulta rectificada posteriorm e n t e al declarar ante la Autoridad Judicial, no p u d i e n d o
atribuir a dichas manifestaciones carácter de prueba. (25)
(23) STS de 17-4-1996, RJ 1996/3707. También la STC 107/1989, de 8 de junio. Sala
1 a , B.O.E. de 4-7-1989. STS de 24-5-1990, RJ 1990/4433.
(24) STC 31/1981, de 28 de julio, Sala 1.ª, B.O.E. de 13/8/1981.
(25) STS de 26-9-1990, RJ 1990/7241.
94
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
IV. Conclusiones
La jurisprudencia se encuentra dividida en cuanto al
valor probatorio que debe otorgarse a la declaración policial no ratificada ante el Juez. Se utilizan argumentos para
inadmitirla tales como considerar que dicha declaración
forma parte del atestado y como tal tiene el valor de mera
denuncia, o bien, si la diligencia se practicó con anterioridad a la entrada en vigor de la Constitución, tampoco servirían para enervar la presunción de inocencia por tratarse de medios probatorios que no reúnen todas las garantías
constitucionales.
Pero de signo contrario encontramos sentencias, quizás de forma mayoritaria, que nos dicen que si la declaración ha sido practicada con respeto de todas las garantías
y derechos que tiene el detenido, nada impide a que pueda
ser valorada como prueba de cargo si los funcionarios ante
quiénes se prestó declaran en el juicio oral sobre dicho
extremo.
2.
C O N F E S I Ó N DEL INCULPADO
I. Definición y requisitos
El Tribunal Supremo, en alguna de sus sentencias ha
profundizado sobre la confesión del inculpado, definiendo
que es lo que entiende por tal, y cual es su contenido. En
este sentido, STS de 25-5-1982, efectúa una exégesis sobre
el concepto de confesión del imputado:
«Que, por confesión, en Derecho Procesal Penal, ha
de entenderse la declaración que en contra de sí hace el
imputado, reconociéndose culpable del delito y demás
circunstancias, y de su indudable valor procesal y
medios arbitrados para obtenerla, como la admisión y
práctica del tormento, dice mucho el Derecho medieval
con tal de lograrla y poder pronunciar las rituales pala95
M.a ANGELS VILA MUNTAL
bras de habemus confitentem reum, y aun. cuando el tormento fue abolido por la Constitución de 1812, ratificada después por Real Cédula de 25 junio 1814 por Fernando VII, ha conseguido persistir, en cierto modo
como reina de las pruebas con su carácter de prevalente y excluyente, en nuestra longeva L. E. Crim., en sus
arts. 688 y siguientes, y llegar a nuestros días con la promulgación de la Ley Orgánica 10/1980, de 11 noviembre,
sobre enjuiciamiento oral de delitos dolosos, menos graves y flagrantes, en sus arts. 7.º y 8.°, si bien, y paralelamente, aquella vieja Ley procesal, ya hizo gala de acoger
principios humanos y liberales al proscribir el juramento para los inculpados (art. 387), repudiar las preguntas
capciosas o sugestivas y prohibiendo cualquier medio
de coacción o amenaza (art. 389), procurando que el reo
conserve en todo momento la serenidad de juicio y concediéndole el tiempo necesario para descansar y recuperar la calma (art. 393), prohibiendo los cargos y reconvenciones (art. 396) y con expresa admonición al Juez
de imposición de corrección disciplinaria, a no ser que
incurriere en mayor responsabilidad, cuando infringiere aquellas admoniciones, y sin que la confesión dispense al Juez de practicar todas las diligencias necesarias a fin de adquirir el convencimiento de la verdad
(arts. 406 y 820), y cuya última, evolución disgregadora
de la confesión encuentra su culminación en términos
absolutos al proclamar la Constitución de 1978 que
toda persona detenida no puede ser obligada a declarar
(arts. 17,4) y el derecho que asiste a toda persona al
Juez ordinario, a la defensa y asistencia de letrado, a ser
informada de la acusación formulada, a un proceso
público sin dilaciones indebidas y con todas las garantías, a utilizar los medios de prueba pertinentes para su
defensa, a no confesarse culpable y a la presunción de
inocencia (art. 24,2)». (26)
(26) STS de 22-5-1982, RJ 1982/2702.
96
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
La confesión, que no exime al Juez de proseguir en la
búsqueda de la verdad, debe cumplir unos requisitos para
descartar que ésta se produzca guiada p o r otras motivac i o n e s d i s t i n t a s a l a d e e x p l i c a r l o o c u r r i d o (v.g. á n i m o d e
exculpación de terceros, jactancia....).
B á s i c a m e n t e , los requisitos exigidos p o r la j u r i s p r u dencia p a r a que la confesión del a c u s a d o constituya prueba de cargo, son los q u e se refieren a continuación:
1.°) Debe producirse con observancia de las garantías; p r o c e s a l e s (27). O sea, con respetó de los derechos y
garantías q u e el ordenamiento jurídico dispone p a r a el
detenido o i m p u t a d o .
Esta exigencia, según alguna Sentencia del Tribunal
Supremo, «puede estimarse cumplida por la existencia de
Letrado» (28). No obstante, respecto de la falta de asistencia
de Letrado en la declaración del acusado, existen dos
corrientes jurisprudenciales:
a) Validez de la confesión producida sin asistencia de
Letrado: el Tribunal Supremo (29) respecto de una declaración prestada ante la policía y el juez en la época preconstitucional, sin estar presente el letrado del inculpado,
entendió que cumplía con todos los requisitos exigibles en
ese momento y por tanto, ninguna invalidez podía reputársele.
No obstante, también encontramos sentencias del Tribunal
Supremo que en supuestos similares ha fallado en distinto
sentido.
b) Invalidez de la confesión obtenida sin asistencia de
Letrado: «el procesado nunca contó con la asistencia de
Un letrado, a la que tenía derecho desde el momento en
el que fue detenido (art. 118,1 LECr.). Esta omisión no
resulta subsanada por la información del contenido del
art. 118 LECr. de la que fue objeto el recurrente al prestar su primera declaración ante el Juzgado de Instrucción, pues dicha disposición impone al Juez no sólo el
(27) STS de 20-1-1989, RJ 1989/56.
(28) STS de 9-4-1985, RJ 1985/2072.
(29) STS de 26-12-1991, RJ 1991/9637.
97
M.a ANGELS VILA MUNTAL
deber de informar al detenido del derecho a defenderse,
sino también él deber de designarle un defensor de oficio
cuando no contare con otro de su elección.
La carencia de ahogado defensor ha impedido que las diligencias sumariales (anteriores declaraciones autoinculpatorias), que luego la Audiencia ha utilizado para ser contrastadas con la rectificación del procesado, hayan tenido lugar en
presencia de la Defensa. En consecuencia, tales declaraciones
prestadas fuera del juicio oral sin asistencia de letrado no
pudieron ser válidamente contrastadas con la rectificación
producida en el juicio oral en los términos del art.741 LECr.,
dado que no reunían las condiciones exigidas constitucionalmente». (30)
La STS de 30-6-1997 (31) establece que cuando los agentes de la autoridad perciban que la declaración que hace el
detenido tiene un contenido autoinculpatorio, deben proceder a informarle de su derecho a no declarar contra sí mismo
y a contar con asistencia letrada, supuesto que también
resulta de aplicación a quien declara como testigo o decide
libremente efectuar unas manifestaciones ante los funcionarios policiales.
2.°) Debe ser circunstanciada, refiriendo los hechos de
forma detallada: «A este respecto es preciso, entonces, verificar si tales manifestaciones del procesado reúnen los
elementos propios de la confesión pues de lo contrario no
se podría tener el hecho por probado. Desde la época del
procedimiento inquisitorio la doctrina y los Tribunales se
han ocupado de establecer bajo qué condiciones las
manifestaciones de un acusado podían acordar valor de
prueba a sus dichos. Todavía en el siglo XIX se sostenía
que la confesión debía cumplir al menos tres requisitos:
(a) ser circunstanciada,
(b) apoyarse en circunstancias
que hubieran sido percibidas por los sentidos y (c) que no
sea contradictoria consigo misma ni con otras circunstancias. Es indudable que si estas exigencias eran reco-
(30) STS de 29-3-1989 RJ 1989/2764, STS de 28-10-1992, n ú m . 2327/1992, RJ
1992/8600.
(31) STS de 30-6-1997, n ú m . 943/1997, RJ 1997/4956.
98
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
nocidas en el proceso inquisitorio, no sería posible ahora
sostener menores requisitos para aceptar la existencia de
una confesión, dado que el actual prpceso penal tiene la
finalidad de establecer mayores garantías que el inquisitorio. Por lo tanto, es lógico que cuando la confesión sea
la única prueba del hecho el Tribunal deberá observar
reglas especiales de valoración. Estas reglas o requisitos
no son sino la condensación de principios de la experiencia que permiten descartar objetivamente situaciones
dudosas y de alto riesgo de error en la apreciación de la
prueba». (32)
3.°) Debe ser espontánea. (33)
4.°) Debe ratificarse judicialmente. (34)
II. Efectos de la confesión
A tenor del artículo 406 de la LECrim. resulta obvio que
la confesión del acusado no excusa al Instructor de investigar los hechos y de practicar las diligencias necesarias para
llegar al convencimiento de la veracidad de la confesión y
de la propia existencia del delito, puesto que pueden existir
confesiones falsas, debidas a jactancia; dirigidas a exculpar
a terceros o en definitiva, guiadas por motivos contrarios a
la obtención de la verdad. La confesión puede probar pero
no necesariamente debe probar (35), constituyendo «un
indicio importante o principio de prueba que debe ser
confirmada por otros medios probatorios». (36)
En su valoración, que deberá efectuarse en conciencia
según dispone el artículo 741 de la LECRim., deberán tenerse en cuenta factores tales como «La verosimilitud de la
(32)
(33)
(34)
(35)
(36)
STS de 24-6-1991, recurso n ú m . 465/1989, RJ 1991/4794.
STS de 20-1-1989, RJ 1989/56.
STS de 20-1-1989, RJ 1989/56.
STS de 22-9-1989, RJ 1989/8436, STS de 12-7-1991, RJ 1991/5815.
STS de 20-1-1989, RJ 1989/56, STS de 9-7-1992, n ú m . 1720/1992, RJ 1992/6561.
99
M.a ANGELS VILA MUNTAL
confesión, la existencia o no de otras pruebas, la búsqueda de la causa de la confesión, etc.» (37), debiendo comprobarse «hasta donde sea factible, su veracidad y exactitud, desterrando la posibilidad de que semejante
aceptación de las imputaciones que sobre el inculpado
graviten obedezcan a presiones extrañas o a motivos
espurios, determinantes, con frecuencia, de concertadas
fabulaciones en favor de inextricables proyectos que puedan escapar a la agudeza y control del órgano jurisdiccional». (38)
III. Admisión de la confesión
La confesión como prueba de cargo planteará principalmente dos problemas:
1.° Cuando la confesión sea prueba única, resultará
muy difícil otorgarle validez como prueba de cargo, dado
que según hemos expuesto anteriormente, el artículo 406
de la LECrim. no exime al Juez de investigar, por tanto,
además de la confesión, forzosamente deberán existir
otros indicios o pruebas acreditativas de la existencia y
autoría del delito. Por ello la jurisprudencia ha admitido la
confesión como prueba suficiente de la autoría, siempre
que el hecho típico esté acreditado por otros medios probatorios. (39)
2.° Cuando se hayan producido retractaciones y la
confesión no se reproduzca en el juicio oral. Si la confesión
se ha producido con observancia de los requisitos expuestos
con anterioridad y se modifica en el juicio oral, el Juez
podrá valorar la declaración que le resulte más verosímil, al
igual que sucede en los supuestos de contradicciones en las
(37) STS de 9-7-1992, n ú m . 1720/1992, RJ 1992/6561.
(38) STS de 22-5-1986, RJ 1986/2867.
(39) STS de 30-10-1990, RJ 1990/8381, STS de 30-9-1991, recurso n ú m . 896/1990, RJ
1991/6644.
100
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
declaraciones de los testigos, coimputados, etc. («en caso de
retractaciones, el Tribunal a quo puede dar credibilidad a
una u otra de las declaraciones prestadas, con las oportunas garantías, por la misma persona en el sumario o en
el juicio; lo que responde a los criterios inspiradores de
los arts. 405 y 714 LE.Crim.» (40). No obstante, deberá
haberse sometido a contradicción la declaración que contenía la confesión.
Para que el Juzgador pueda valorar la confesión como
prueba de cargo, es preciso que concurran dos requisitos (41):
1.º «Que aquellas manifestaciones primeras hayan
sido practicadas con observancia de las correspondientes normas procesales aplicables a las mismas».
2° «Que, de algún modo, normalmente a través del
mecanismo del art. 714 de la LECrim, las declaraciones
anteriores hayan sido incorporadas al débate del plendrio,
sin que esa última exigencia deba ser interpretada de
modo formalista, pues basta al efecto con que esas declaraciones hayan sido tenidas en cuenta en el acto del juicio,
lo que puede aparecer acreditado por el propio contenido
de las preguntas o respuestas que el mismo acta recoja».
Si se c u m p l e n estos requisitos, el j u z g a d o r p o d r á escoger la declaración q u e le ofrezca m a y o r verosimilitud, a u n q u e se trate de la confesión no ratificada ante el Juez inst r u c t o r o en el juicio oral. (42)
IV. I n a d m i s i ó n d e l a c o n f e s i ó n
Distintos motivos h a n originado la inadmisión de la
confesión, generalmente basados en la falta de los requisitos exigidos a la m i s m a :
(40) STS de 30-10-1990, RJ 1990/8381. También la STS de 22-9-1989, RJ 1989/8436,
STS de 20-1-1990, RJ 1990/462!.
: .
(41) STS de 28-10-1992, núm. 2327/1992, RJ 1992/8600.
(42) STS de 22-5-1986, RJ 1986/2867, STS de 20-1-1989, RJ 1989/56, STS: de 18-51990 RJ 1990/4145, STS de 31-10-1990 RJ 1990/8423, STS de 2-11-1990, RJ 1990/8505.
101
M.a ANGELS VILA MUNTAL
a) Falta de precisión de los hechos: «no cabe admitir
la existencia de una confesión que permita tener el
hecho por probado, dado que las manifestaciones del
procesado, en lo referente a la sustracción del automóvil utilizado, están lejos de cumplir el requisito de exposición circunstanciada de un hecho punible que requiere la confesión. El procesado no precisó qué coche
sustrajo, ni dónde, ni cuándo lo hizo, ni tampoco en qué
lugar ni en qué momento lo abandonó»... «Asimismo las
manifestaciones del procesado referidas al uso ilegítimo
de automotor, no reúnen los requisitos de la confesión
y, por lo tanto, no permiten tener este hecho por probado». (43)
b) Falta de asistencia Letrada en la declaración en la
cual se produce la confesión (44). Aunque, como hemos
dicho anteriormente, ésta no es una cuestión pacífica.
c) Efectuada fuera del proceso penal. En un supuesto de
confesión efectuada al margen y con posterioridad al proceso penal, el Tribunal Constitucional manifestó que para entablar la acción revisora debería haberse efectuado ante la
Autoridad Judicial. (45)
d) Inexistencia de cualquier otra prueba o indicio que
acredite la existencia del hecho delictivo. (46)
V. Confesión extrajudicial
La confesión extrajudicial es aquella que se produce al
margen de las garantías y derechos que amparan al detenido. Consiste en la narración de los hechos efectuada
espontáneamente ante un tercero, ya sea un particular o la
propia Policía. El Tribunal Supremo ha admitido los
(43)
(44)
(45)
(46)
STS de 24-6-1991, recurso núm. 465/1989, RJ 1991/4794.
STS de 28-10-1992, núm. 2327/1992, RJ 1992/8600.
STC 92/1989, de 22 de mayo. Sala 2.a, B.O.E. de 14-6-1989.
STS de 28-1-1992, recurso núm. 628/1990, RJ 1992/477.
102
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
dichos manifestados por el acusado ante ese tercero, que
deberán ser traídos a juicio mediante la testifical de quién
los escuchó.
la STS de 29-10-1993 (47) analiza el caso de una confesión efectuada por un detenido ante funcionarios policiales, al margen de las formalidades que la ley exige para
dicha declaración y s i n que estuviera presente su Letrado.
Lo declarado nunca fue ratificada ni en su declaración
«formal» —con todas las garantías— ante la Policía ni con
posterioridad en el Juzgado. El Tribunal Supremo entendió que dicha confesión extrajudicial, podía ser llevada a
juicio mediante la declaración de los Policías que la escucharon. No obstante, el Tribunal Supremo, en dicha sentencia, entiende que se trata de «una prueba que reúne
todas las exigencias requeridas para que pueda ser
reputada apta partí desvirtuar la presunción de inocencia aunque, por sí sola, lo más probable es que hubiera
de considerarse insuficiente por el Tribunal de instancia
qué es a quien en definitiva corresponde su valoración».
Á la misma conclusión llegó en un supuesto en que la
confesión se había efectuado durante el transcurso de una
cena entre el acusado y un detective privado, cuando el
primero confesó los hechos de forma libre y espontánea.
Dicho detective declaró en el juicio oral como testigo de
directo respecto de la confesión y como testigo de referencia sobre el modo de ejecución del delito. (48)
VI. Narcoanálisis
Se ha planteado por alguna defensa o a veces lo han
solicitado personalmente los inculpados, el sometimiento
a técnicas; de narcoanálisis u otras similares, para demostrar la veracidad de sus afirmaciones y con ello su inocen(47) STS de 29-10-1993, n ú m . 2482/1993, RJ 1993/7986.
(48) STS de 18-9-1992, n ú m . 1916/1992, RJ 1992/7177.
103
M.ª ANGELS VILA MUNTAL
cia. La jurisprudencia se ha mostrado unánime en rechazar tales peticiones, puesto que aparte, de los peligros y
contraindicaciones científicamente reconocidos a la práctica de dichos métodos, supone un desprecio a la dignidad
de la persona humana, derecho fundamental al que no
puede renunciar el titular del mismo y que, consiguientemente, aunque medie una petición del propio interesado
en ese sentido, los órganos de la Administración de Justicia no pueden atentar contra dicho derecho para obtener
una confesión sobre los hechos.
A continuación, exponemos algunos ejemplos de esta
jurisprudencia:
STS de 22-5-1982:
«CDO.: Que el principio de verdad material que preside el proceso penal y el indudable valor de la confesión del inculpado como medio para obtenerla llevaron su atención a la psicología experimental para
dotar al Derecho de un medio de obtener la confesión
o, al menos, cierta evidencia de culpabilidad, que,
amparándose en la turbación moral, llegó a tener
algún predicamento, aplicando la tesis de ideas en conjunción con el tiempo de reacción, hasta llegar a la
moderna psicología y psicoterapia mediante el narcodiagnóstico, narcosugestión,
narcohipnosis,
narcosíntesis y narcocatarsis, conceptos todos ellos indicativos
de que la psicoterapia de que se valen se consigue
mediante el empleo de métodos en que el vehículo adecuado es un narcótico administrado al organismo, por
vía endovenosa y lentamente, y que provoca en el sujeto receptor una liberación de inhibiciones que le llevarán a declarar la verdad en tanto en cuanto se encuentren bajo la influencia de la droga, y de ahí su común
y en un tiempo feliz expresión de suero de la verdad, y
que llevan al sujeto a un estado de narcosis y que se
patentiza por somnolencia,
obnubilación y, finalmente, pérdida de la sensibilidad y de la conciencia, aun
104
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
cuando, hoy por hoy hayan sido sometidas a nuevas
revisiones las conclusiones de antaño, restándoles fiabilidad y afirmando que no han logrado la aceptabilidad científica para establecer la verdad en los términos
absolutos con que antes se predicaba.
CDO.: Que de entre los narcóticos que han encontrado más aceptación en las pruebas clínicas se
encuentran el privenal, el evipán sódico, el amytal
sódico Lilly, la methedrina y el eunarcón y sobre todo
el pentothal sódico, que logró el palmares con holgada
exageración sensacionalista al recabar para sí el talismán de suero de la verdad, y aun cuando se ha llegado
a afirmar, con harto optimismo, que sus resultados
son reales, absolutos y sorprendentes y que no pasan
del riesgo qué supone la administración de una simple
inyección endovenosa, es lo cierto que la polémica
entre científicos y clínicos y psiquiatras las disensiones y recelos se oponen a aquellos otros, señalando
éstos toda una serie de precauciones, contraindicaciones y peligros, llegándose incluso a señalar, por algunos investigadores ingleses, la posibilidad, aunque
realmente rarísima, de provocar síncopes mortales por
inhibición con el uso del pentothal.
CDO.: Que, como no podía por menos de suceder, el
narcoanálisis encontró su asiento en el Derecho procesal y juristas y Tribunales han tomado posturas diamétricamente opuestas, a la par que en el terreno científico
y clínico ocurría, desde su aceptación plena, a su adopción con recelos, para llegar a la postura extrema de su
erradicación de los medios probatorios.
CDO.: Que, en trance de tomar partido, una primera
objeción obliga a entender que el uso del pentothal, o de
otro de los narcóticos comercializados, que no está ante
un supuesto puro y específico de confesión del inculpado, sino que su uso participa más de la técnica pericial
que de la testimonial, cuando no supone una simbiosis
105
M.ª ANGELS VILA MUNTAL
o maridaje de ambas; pero si esta primera objeción
podría salvarse mediante el juego de un criterio de apertura —contrario al numerus clausus en los medios probatorios en aras de la consecución de la verdad material—, principio cardinal del proceso penal, la falta de
fiabilidad de sus resultados, los eventuales peligros que
su empleo entraña, y, sobre todo, la seria objeción que
supone su admisión indiscriminada, llevarían a conculcar los principios de legalidad estudiados al principio,
en tanto en cuanto supondrían una forma indirecta y
torticera de obtener la confesión del reo, y, a la postre,
porque supondría un desprecio de la persona humana
en tanto en cuanto representaría el aniquilamiento de
los resortes psíquicos y físicos del ser humano.
CDO.: Que, todas estas objeciones y cuantas a lo largo
de la presente resolución se han hecho son aplicables al
supuesto ahora enjuiciado, pues lo que, al fin y ala postre pretende el recurrente es someterse a la confesión bajo
los estímulos de la administración del pentothal sódico
erigiéndola como prueba reina y única para demostrar su
inocencia, haciendo tabla rasa de las demás practicadas,
cuando es lo cierto que, en trance de juzgar, siempre vendría obligado el Tribunal de instancia a tener que apreciar
en conciencia las pruebas practicadas en los términos
prescritos en el art. 741 de la L. E. Crim., procediendo, en
consecuencia, la desestimación del único motivo que por
forma ha quedado subsistente tras el trámite de admisión
y en el que al amparo del núm. 1.º del art. 850 se denunciaba la denegación de prueba consistente en la confesión
del procesado bajo los efectos del pentothal u otro producto similar». (49)
STS de 23-6-1997:
«La
parte
recurrente
califica
incorrectamente
dicha prueba como una pericial y no encuentra obje(49) STS de 22-5-1982, RJ 1982/2702.
106
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
dones éticas, morales, materiales o jurídicas para su
práctica. Nos encontramos, por tanto, ante una verdadera confesión del acusado, realizada en condiciones tales que afectan a su capacidad de autodeterminación y no puede accederse a su celebración aun
cuando sea solicitada voluntariamente por el afectado. Como señala el Ministerio Fiscal, esta Sala, en las
Sentencias de 28 abril 1992 y 26 noviembre 1991, ha
manifestado que la confesión arrancada mediante torturas, hipnosis o sueros de la verdad está prohibida
implícitamente por el artículo 15 de la Constitución,
añadiendo que tampoco es admisible cuando la solicitan los propios imputados ya que la dignidad humana
y la libertad o autonomía de la voluntad no son negociables.
El ordenamiento jurídico,
cuya
custodia
corresponde a los Tribunales, ha de velar por estos
valores explícitos en el Texto Constitucional. El imputado no puede invitar a que le torturen ni a que le
inyecten fármacos que le lleven a una pérdida de su
libertad. Si a ello se accede, el ser humano ha perdido
no sólo su libertad sino también su dignidad y grandeza.
La persona a la que se le imputa la comisión de un
hecho delictivo, tiene derecho a guardar silencio y a
reservarse aquellos datos o hechos que considere perjudiciales a sus intereses, para lo que es necesario disfrutar de un absoluto dominio de la voluntad. Su declaración tiene el contenido que ha querido darle, sin que sea
más o menos cierta por el hecho de que posteriormente
realice otra bajo los efectos de los llamados sueros de la
verdad. Si se admite científicamente, cosa discutible,
que el suero de la verdad impide alterar la veracidad de
lo declarado, tenemos que reconocer que la voluntad se
encuentra cautiva y bajo los efectos enervantes de los
fármacos suministrados. Ello nos lleva a considerar que
si el resultado ¿Le la declaración fuera desfavorable para
el imputado, sus consecuencias no podían ser aceptadas
107
M.a ANGELS VILA MUNTAL
por el sistema, al ser el producto de su falta de voluntad
para regular el contenido de lo declarado.
En su consecuencia, es claro que la prueba solicitada carecía de pertinencia y, por tanto, debía ser rechazada como acertadamente hizo la Audiencia Provincial». (50)
VII. Conclusiones
La confesión del inculpado sirve para probar la autoría,
pero no así los hechos, que forzosamente deben estar acreditados a través de otros medios probatorios, para así evitar que se produzcan falsas autoinculpaciones.
Por ello, en aras a la protección de dicho interés, se
exige la concurrencia de una serie de requisitos en la confesión para que esta pueda constituir prueba de cargo.
En cuanto a la posibilidad que el inculpado pueda
declarar bajo los efectos de técnicas de narcoanálisis, la
jurisprudencia se ha mostrado totalmente reacia a su
admisión, puesto que supone una vulneración del derecho
fundamental de la dignidad humana, que resulta irrenunciable incluso para el propio titular del derecho.
3.
DECLARACIÓN COMO IMPUTADO S I N S E R
INFORMADO DE DICHA CONDICIÓN. ADQUISICIÓN
DE LA CONDICIÓN DE IMPUTADO
I. Cuestiones generales
Con anterioridad a la Ley de 4 de diciembre de 1.978
(R. 2655), el inculpado sólo podía participar en las diligencias sumariales una vez adquiría la condición de procesado) STS de 23-6-1997, núm. 900/1997, RJ 1997/5975.
108
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
do, pero a partir de dicha reforma, el artículo 118 de la
LECr. adquirió un nuevo contenido, acomodando el proceso penal a los principios constitucionales recogidos en el
artículo 24 de la Carta Magna.
Según expone la STC 44/1985, de 22 de marzo (51),
«Dicho artículo 118 de la LECr., reconoció la categoría
del «imputado» a toda persona a quien se le atribuya,
más o menos
fundamentadamente,
un acto punible,
permitiéndole ejercitar el derecho de defensa en su más
amplio contenido, actuando en el procedimiento penal
cualquiera que éste sea, desde que se le comunique
inmediatamente la admisión de denuncia o querella o
cualquier actuación procesal de la que resulte la imputación de un delito, O haya sido objeto de detención, o
de cualquier otra medida cautelar, o se haya acordado
su procesamiento, a cuyo efecto se le instruirá de este
derecho.»
Concretamente, en relación con la declaración del
imputado, esta reforma supuso que desde el momento en
que se reconoce a una persona la condición de imputado,
su declaración debe efectuarse bajo las garantías que el
ordenamiento jurídico prevé para quien declara en dicha
condición, no pudiendo ser sometido al régimen de las
obligaciones legales que afectan a los testigos. Otra consecuencia es que el Juez instructor no puede demorar el
reconocimiento de la condición de imputado, cuando las
diligencias practicadas apunten hacia una persona como
presunta autora de la comisión de un hecho delictivo.
II. Adquisición de la condición de imputado
La doctrina constitucional ha establecido que el derecho de defensa en el .marco del proceso abreviado, en rela(51) STC 44/1985, de 22 de marzo, Sala 1.a, B.O.E. de 19-4-1985.
109
M.a ANGELS VILA MUNTAL
ción con las declaraciones que presten quiénes finalmente
van a ser acusados de un delito, conlleva una triple exigencia (52):
a) «en primer lugar, y a fin de evitar acusaciones sorpresivas de ciudadanos en el juicio oral sin que se les haya otorgado posibilidad de participación alguna en la fase instructora, la de que nadie puede ser acusado sin haber sido, con
anterioridad, declarado judicialmente imputado, de tal suerte que la instrucción judicial ha de seguir asumiendo su clásica función de determinar la legitimación pasiva en el proceso penal (art. 299 LECrim), para lo cual ha de regir
también en este proceso ordinario, una correlación exclusivamente subjetiva entre la imputación judicial y el acto de
acusación;
b) en segundo y, como consecuencia de lo anterior, nadie
puede ser acusado sin haber sido oído por el Juez, de Instrucción con anterioridad a la conclusión de las diligencias previas, garantía que ha de reclamarse en este proceso penal
como consecuencia de la supresión del auto de procesamiento y que se plasma en la necesidad de que no pueda clausurarse una instrucción (a salvo, claro está, que el Juez adopte
una resolución de archivo o de sobreseimiento) al menos sin
haber puesto el Juez en conocimiento del imputado el hecho
punible objeto de las diligencias previas, haberle ilustrado de
sus derechos y, de modo especial, de la designación de Abogado defensor y, frente a la imputación contra él existente,
haberle permitido su exculpación en la «primera comparecencia», contemplada en el art. 789.4.º LECrim; y
c) no se debe someter al imputado al régimen de las
declaraciones testificales cuando, de las diligencias practicadas, pueda fácilmente inferirse que contra él existe la sospecha de haber participado en la comisión de un hecho punible, bien por figurar así en cualquier medio de iniciación del
proceso penal, por deducirse del estado de las actuaciones o
por haber sido sometido a cualquier tipo de medida cautelar
o acto de imputación formal (art. 118.1° y 2° LECrim) ya
que la imputación no ha de retrasarse más allá de lo estrictamente necesario, pues, estando ligado el nacimiento del
(52) STC 186/1990, de 15 de noviembre, Pleno, B.O.E. de 3-12-1990, STC 128/1993,
Sala 1.°, B.O.E. de 25-5-1993, STC 129/1993, Sala. 1.a, B.O.E. de 25-5-1993, STC
135/1989, de 19 de julio, Sala 1.a, B.O.E: de 10-8-1989, STC 152/1993, de 3 de mayo, Sala
1.a, B.O.E. de 28-5-1993, STC 277/1994, de 17 de octubre, Sala 2.a, B.O.E. de 22-11-1994.
También la STS de 5-10-1994, núm. 1776/1994, STS de 8-3-1996, núm. 199/1996, RJ
1996/2014.
110
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
derecho de defensa a la existencia de la imputación (art., 118
LECrim), se ha de ocasionar la frustración de aquel derecho
fundamental si el Juez de Instrucción retrasa arbitrariamente la puesta en conocimiento de la imputación, razón por la
cual dicha actuación procesal habría de estimarse contraria
al art. 24 CE y, por ende, acreedora de la sanción procesal de
la «prueba prohibida» (art. 11.1.a LOPJ).»
En relación c o n esta ú l t i m a exigencia, la STC 135/1989,
de 19 de julio (53), estableció q u e la condición de imputado nace de la a d m i s i ó n de una denuncia o querella, no con
la m e r a interposición de u n a u otra, p u e s t o q u e la a d m i sión exige u n a m í n i m a p o n d e r a c i ó n sobre la autoría p o r
p a r t e del Instructor. Debe r e m a r c a r s e que la condición de
i m p u t a d o no se adquiere a u t o m á t i c a m e n t e , es decir, p o r la
m e r a interposición de d e n u n c i a o m e d i a n t e la acusación
efectuada p o r algún otro testigo o i m p u t a d o , sino q u e
requiere u n a valoración p o r el Instructor.
C u a n d o d i c h a i m p u t a c i ó n s e d e d u z c a del r e s u l t a d o
de a l g u n a diligencia, el J u e z I n s t r u c t o r d e b e r á v a l o r a r sí
l a m i s m a está m í n i m a m e n t e f u n d a d a , c o m o p a r a inter r o g a r a esa p e r s o n a en calidad de i m p u t a d o y q u e p u e d a
c o m p a r e c e r e n e l p r o c e s o p a r a ejercer e l d e r e c h o d e
defensa: «Es innegable que la condición de imputado
nace de la admisión de una denuncia o una querella,
(no, por cierto, de la simple interposición de una u
otra) pero si eso es claro no lo es tanto su vinculación
con «cualquier actuación procesal de la que resulte la
imputación de un delito
contra persona o personas
determinadas»
(art. 118, párrafo segundo L.E.Cr.). Si,
como acabamos de ver, no basta la interposición de
denuncia
o
querella contra persona determinada para
convertirlo en imputado con el alcance del art. 118,
menos debe bastar con el mismo efecto la atribución
(53) STC 135/1989, de 19 de julio. Sala 1.ª, B.O.E. de 10-8-1989, STC 18/1990, de 12
de febrero, Sala 2.a, B.O.E. de 1-3-1990, STC 100/1996, de 11 junio, Sala l.ª, B.O.E. de
12-7-1996, núm. 168. STS de 12-11-1996, núm. 844/1996, RJ 1996/8197 ATS de 14-111997, RJ 1997/7828.
111
M.a ANGELS VILA MUNTAL
de un hecho punible a persona cierta y determinada
en cualquier diligencia, o, en concreto, por cualquier
testigo. La fórmula del art. 118.2 L.E.Cr. no puede ser
entendida literalmente, sino que debe ser completada
por la imprescindible valoración circunstanciada del
Juez Instructor, como en términos semejantes dijimos
en el fundamento 3.º de la STC 37/1989. Es el titular
del órgano instructor quien debe ponderar si la atribución, formulada por ejemplo por un testigo, de un
hecho punible a persona cierta es «más o menos fundada» o por el contrario manifiestamente infundada,
inverosímil o imposible en su contenido. Es el instructor quien debe efectuar una provisional ponderación de aquella atribución, y sólo si él la considera
verosímil o fundada de modo que nazca en él una sospecha contra persona determinada, deberá considerar
a ésta como imputada, poner en conocimiento la
imputación y permitirle o proporcionarle la asistencia
de Letrado. (...) es necesario reconocer al Juez instructor un razonable margen de apreciación en el
reconocimiento de la condición de imputado a quien
se atribuya un hecho punible en cualquier actuación
sumarial».
Según esta Sentencia, el artículo 118 LECr. intenta prevenir la situación que pudiera hallarse quien es citado para
declarar ante el Juez instructor o para practicar cualquier
otra diligencia, ignorándose que existe una imputación
más o menos sólida en su contra, impidiéndole, por tanto,
comparecer en el proceso para defenderse. Dicho precepto
permite el ejercicio pleno del derecho de defensa desde el
momento de la declaración de imputación, evitando que se
produzcan situaciones lesivas de dicho derecho durante la
instrucción judicial.
Por ello, cuando en un procedimiento penal deba
declarar una persona en cuya contra existan indicios de
criminalidad, el Juez no debe demorar poner en cónoci112
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
miento de la misma dicha imputación (54), puesto que no
debe declarar sometida a las obligaciones propias de los
testigos, ni tampoco, aprovechar que no se ha efectuado
dicha declaración formal de imputación para obtener de
ese modo información sobre los hechos (55). Tampoco
existe ningún precepto que regule la forma en que debe
materializarse esa declaración de imputación por el Juez
de Instrucción, pero el Tribunal Supremo ha manifestado
que «No es absolutamente imprescindible una imputación formal en resolución judicial independiente cuando esta posición o legitimación pasiva puede deducirse
del estado y contenido de las actuaciones o por haber
sido sometido el interesado a cualquier clase de medida cautelar». (56)
III. Efectos de la declaración «testifical»
del imputado. Casuística
Según la STC 37/1989, de 27 de febrero (57), desde un
punto de vista formal, la declaración en calidad de testigo
cuando materialmente se está declarando como imputado,
sin ser informado, por tanto, de las garantías procesales
que le otorga el ordenamiento jurídico, sólo tendrá efectos
cuando se hayan derivado consecuencias negativas de la
misma. «El desconocimiento en la declaración prestada
por la actora de las garantías que como imputada le
correspondía, no le ha deparado, en efecto, consecuencia negativa alguna, ni en particular ninguna, condena y
(54) STC 135/1989, de 19 de julio. Sala 1.a, B.O.E. de 10-8-1989, STC 62/1994, de 28
de febrero, Sala 2.ª, B.O.E. de 24-3-1994, STC 129/1996, de 9 de julio,. Sala 1.a, B.O.E. de
12-8-1996, núm. 194, B.O.E. de 21-10-1996, n ú m . 254 (rectificación), STS de 5-10-1994,
n ú m . 1776/1994, RJ 1994/7625, STS, de 24-10-1997, n ú m . 1276/1997, RJ 1997/7248.
(55) STS de 30-10-1993, núm: 2396/1993, RJ 1993/8490, STS de 12-11-1996, n ú m .
844/1996, RJ 1996/8197.
(56) STS de 30-10-1993, n ú m . 2396/1993, RJ 1993/8490.
(57) STC 37/1989, de 27 de febrero, Sala l.ª, B.O.E. de 2-3-19S9, STC 129/1996, de 9
de julio, Sala 1.a, B.O.E. de 12-8-1996, n ú m . 194, B.O.E. de 21-10-1996, n ú m , 254 (rectificación).
113
M.ª ANGELS VILA MUNTAL
como es evidente, la irregularidad consistente en haberse tomado declaración sin los requisitos y prevenciones
precisos sólo puede dar lugar a la anulación de las
correspondientes actuaciones cuando de ella se sigue
una resolución condenatoria o una mayor gravedad de
la condena recaída, pues sólo entonces podría este Tribunal considerar viciada la Sentencia de condena que se
fundamentó en él contenido de una declaración prestada sin las garantías que la constitución requiere, procediendo a la anulación de la resolución judicial que así,
en tal hipótesis, se basó en unas manifestaciones del
imputado que, ilegítimamente obtenidas, de ninguna
manera podrían hacerse valer en su contra».
También la STC 135/1989, entiende que se requiere la
causación de indefensión para que la declaración practicada con infracción del artículo 118 de la LECRim. adquiera
relevancia: «la invalidez de las declaraciones sumariales
prestadas con incumplimiento de las garantías reconocidas al imputado en el art. 118 de la L.E.Cr. sólo trascenderán con efecto difusor a otros actos del procedimiento,
cuando se produzca una efectiva indefensión del imputado por ser su declaración irregular el único fundamento
de su procesamiento. Si no se da tal circunstancia, aquella irregularidad no debe trascender por sí sola hasta causar la nulidad del juicio y menos aún la anulación de la
declaración indiciaria de criminalidad a la que se refiere
el art. 384 de la L.E.Cr., siempre que pueda decirse que él
procesamiento se adoptó con abstracción de las manifestaciones del imputado en su declaración irregular, y que
los correspondientes indicios racionales de criminalidad
en que debe basarse todo Auto de procesamiento resultan
de otros elementos o diligencias sumariales distintos de
aquélla declaración viciada y respecto de los cuales no se
formule tacha de invalidez alguna (58)».
(58) STC 135/1989, de 19 de julio, Sala 1.ª, B.O.E. de 10-8-1989. También la STS de
5-10-1994, núm. 1776/1994, RJ 1994/7625.
114
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
La STC 129/1996, de 9 de julio (59), prescinde de que
se haya causado o no indefensión, si el imputado ha prestado declaración testifical como testigo, la misma carece
de todo valor probatorio.
También el Tribunal Supremo en su Sentencia de
12-11-1996, en un supuesto en que el acusado había sido
exhortado a decir la verdad, consideró que pese a existir
esa irregularidad procesal, ésta no causó indefensión y
por tanto no procedía declarar la nulidad de actuaciones. (60)
El Tribunal Supremo entendió que se había vulnerado el artículo 24.2 de la C E . cuando se condenó, al acusado únicamente sobre la base de unas declaraciones
autoinculpatorias prestadas en otro proceso en el que
había declarado en calidad de testigo, sin estar asistido
de Letrado, sin que se le informase del derecho a no
declarar contra sí mismo —lo cual es lógico puesto que
declaraba como testigo— y sujeto a la obligación de
veracidad. La condena se basó no en la declaración prestada como acusado con todas las garantías, sino en sus
declaraciones como testigo, en el otro proceso infringiéndose los derechos constitucionales a un proceso con
todas las garantías, a la defensa, a ser informado de la
acusación, a la asistencia de Letrado, y a no declarar
contra sí mismo, motivos más que suficientes para que
dichas declaraciones nunca fueran tenidas en consideración. (61)
En la STS de 5-10-1994 (62), el condenado declaró
durante la instrucción sólo una vez y en calidad de testigo,
(59) STC 129/1996, de 9 de julio, Sala 1.a, B.O.E. de 12-8-1996, núm. 194, B.O.E. de
21-10-1996, n ú m . 254 (rectificación).
(60) STS de 12-11-1996, núm. 844/1996, RJ 1996/8197.
(61) STS de 18-3-1991, RJ 1991/2313.
(62) STS de 5-10-1994, n ú m . 1776/1994. RJ 1994/7625. En este sentido también la
STS de 30-10-1993, n ú m . 2396/1993, RJ 1993/8490, STS de 8-3-1996, n ú m . 199/1996, RJ
1996/2014.
115
M.a ANGELS VILA MUNTAL
no pudiendo ejercitar el derecho de defensa con todos sus
efectos hasta una vez acordada la apertura del Juicio oral.
El Tribunal Supremo entendió que se había causado indefensión al acusado, acordando decretar la nulidad de las
actuaciones desde el momento anterior a la conclusión de
las diligencias previas, al objeto de que se citara legalmente al condenado en calidad de inculpado.
IV. Conclusiones
En la actualidad resulta una cuestión pacífica la obligación que pesa sobre el Instructor de poner en conocimiento del imputado tal condición. Por ello, cuando existan indicios que apunten hacia un sujeto como responsable de un
delito, el Juez debe efectuar una ponderación de los datos
de que disponga en contra de esa persona, y efectuar una
valoración sobre la procedencia o no declararle imputado.
No se exige que dicha decisión adopte una determinada
resolución, sino que basta con el sujeto conozca que declara como imputado, la trascendencia de ese acto y los derechos que el ordenamiento jurídico le confiere.
Lo que resulta a todas luces inadmisible, es que existiendo materialmente la atribución de unos hechos delictivos a una determinada persona, el Juez retrase la declaración formal de imputación, por descuido o para obtener
información —puesto que quien declara como testigo tiene
el deber de declarar y de decir la verdad—, ya que ello
supondría la obtención de material probatorio mediante la
utilización de un medio que lleva aparejada la vulneración
del derecho de defensa, de la asistencia letrada, del derecho a no decir la verdad, etc. y, por tanto/constituiría una
prueba ilícitamente obtenida según lo dispuesto en el art.
11 LOPJ.
116
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
4.
ASISTENCIA LETRADA
I. Introducción
El derecho a la asistencia letrada es un tema que por sí
solo, podría ser objeto de una monografía, no obstante, en
el presente apartado, vamos a tratar de dar unas pinceladas sobre su tratamiento jurisprudencial, única y exclusivamente en lo que atañe a la declaración del detenido o
imputado.
La asistencia letrada en este contexto constituye un
derecho reconocido en los artículos 17.3 y 24.2 de la CE,
así como en los artículos 6.3.c) del Convenio de Roma y
14.3.d) del Pacto Internacional de Nueva York, teniendo
asignada distinta función dependiendo si se presta al detenido o al imputado, por ser distinto el bien jurídico objeto
de protección en cada una de ellas.
Así, en la declaración del detenido, la asistencia del
abogado se sitúa en el marco del artículo 17.3 de la CE y
con ella se pretende garantizar el respeto al derecho a la
libertad del detenido, velando para que, durante el tiempo
que dure la detención, se respeten los derechos constitucionales y de legalidad ordinaria que tiene reconocidos. En
cambio, en la declaración del imputado, la asistencia del
abogado garantizará el respeto al derecho a la tutela judicial efectiva del artículo 24.2 de la CE:
«el art. 17.3 CE reconoce este derecho al detenido en
las diligencias policiales y judiciales, como una de las
garantías del derecho a la libertad, protegido en el núm.
1 del propio artículo, mientras que el art. 24.2 CE lo
hace en el marco de la tutela judicial efectiva con el significado de garantía del proceso debido... y por tanto, en
relación con el acusado o imputado». En consecuencia,
y en atención a la diversidad de los derechos tutelados
en cada uno de los referidos preceptos constitucionales,
debe valorarse el alcance de la garantía de la asistencia
117
M.a ANGELS VILA MUNTAL
letrada que nuestra Constitución reconoce al detenido»...» el derecho a la asistencia letrada del detenido
tiende a «asegurar (con la presencia personal del Letrado) que los derechos constitucionales del detenido sean
respetados, que no sufra coacción o trato incompatible
con su dignidad y libertad de declaración y que tendrá
él debido asesoramiento técnico sobre la conducta a
observar en los interrogatorios, incluida la de guardar
silencio, así como sobre su derecho a comprobar, una
vez realizados y concluidos con la presencia activa del
Letrado, la fidelidad de lo transcrito en el acta de la
declaración que se le presenta a la firma»...» la función
del Letrado como garante de la integridad física del detenido, y de evitar la autoinculpación por ignorancia de
los derechos que le asisten». (63)
La STS de 28-9-1995 (64), que analizó profusamente
este tema extrajo el significado constitucional y garantías
que supone la presencia del abogado en la declaración del
detenido o imputado:
«En cuanto a la asistencia letrada la Constitución
reconoce el derecho de defensa tanto al detenido como al
acusado, artículos 17.3 y 24.2 de la Carta Magna. La presencia de Letrado durante el proceso en general o la presencia del Letrado cuando el inculpado presta declaración policial o judicial en particular, representa por tanto
una garantía de legitimidad, de ahí que se haya hablado
en otras ocasiones de filtro garantizador de constitucionalidad, testigo fehaciente de veracidad, o fedatario de
legitimidad constitucional, lo que nada significa sin
embargo para la actuación del Secretario Judicial que,
con él prestigio que su función demanda, da fe de cuanto
(63) STC 252/1994, de 19 de noviembre, Sala 1.a, B.O.E. de 21-10-1994. También la
STC 188/1991, de 3 de octubre, Sala 1.a, B.O.E. de 5-11-1991. STS de 11-5-1992, núm.
1036/1992, RJ 1992/3776, STS de 18-12-1997, núm. 1585/1997, RJ 1997/8797.
(64) STS de 28-9-1995, recurso núm. 3862/1994, RJ 1995/6757. También la STS de 63-1995, núm. 351/1995, RJ 1995/1812, STS de 23-12-1996, núm. 1069/1996, RJ
1996/9783, STS de 6-6-1997, núm. 799/1997, RJ 1997/4594.
118
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
a su presencia acontece. No se trata de planteamientos
contradictorios porque la fe judicial no ha de impedir
una presencia que a los ojos del inculpado represente la
garantía de sus intereses, soslayándose en cualquier caso
reclamaciones posteriores que pongan en duda la constitucionalidad del acto judicial llevado a cabo.
Mas ha de tenerse en cuenta que ese derecho de defensa fue incorporado al ordenamiento jurídico del país con
anterioridad a la Constitución, si bien ésta ha servido
para reinterpretar y complementar tal asistencia letrada,
derecho fundamental y requisito decisivo del proceso
penal que nunca puede ser considerado como mero
requisito formal (Sentencias del Tribunal Constitucional
de 14 noviembre 1988 y 5 junio 1982). Su contenido
estricto viene configurado por el derecho del acusado
para encomendar su representación y asesoramiento técnico a quien merezca su confianza y estime más adecuado en la instrumentalización de su defensa. De otro lado
la presencia física, cuando su declaración, significa no
ya la legitimidad antes señalada sino también la confianza, la asistencia, el asesoramiento, en fin, de quien,
sea o no criminalmente responsable, se ve desprotegido
ante los órganos judiciales del Estado».
Una vez constatado el distinto contenido que la jurisprudencia ha otorgado a la asistencia de Letrado dependiendo de que la misma se preste al detenido o al imputado, vamos a analizar más detenidamente cada uno de los
supuestos y los efectos de las declaraciones prestadas sin
estar presente el abogado.
II. Asistencia letrada al detenido
A). Aspectos generales
El artículo 17.3 de la CE configura el «derecho que
tiene el detenido a designar abogado y solicitar su pre119
M.ª ANGELS VILA MUNTAL
sencia, en el lugar de custodia, para que asista al interrogatorio e intervenga en todo reconocimiento de identidad de que sea objeto». (65) Dicha asistencia según la
doctrina jurisprudencial tiene asignados unos fines:
a) «garantía de legitimidad, de ahí que se haya
hablado en otras ocasiones de filtro garantizador de
constitucionalidad, testigo fehaciente de veracidad, o
fedatario de legitimidad constitucional». (66)
b) «asegurar (con la presencia personal del Letrado)
que los derechos constitucionales del detenido sean respetados, que no sufra coacción o trato incompatible con
su dignidad y libertad de declaración y que tendrá el
debido asesoramiento técnico en la conducta a observar
en los interrogatorios, incluida la de guardar silencio,
así como sobre su derecho a comprobar, una vez realizados y concluidos con la presencia activa del Letrado,
la fidelidad de lo transcrito en el acta de declaración que
se le presenta a la firma». (67)
c) «De otro lado la presencia física (del Letrado),
cuando su declaración, significa no ya la legitimidad
antes señalada sino también la confianza, la asistencia,
el asesoramiento, en fin, de quien, sea o no criminalmente responsable, se ve desprotegido ante los órganos
judiciales del Estado». (68)
«Se quiere, en definitiva, proteger y apoyar moralmente, o ayudar profesionalmente, al acusado». (69)
d) «La finalidad de tal derecho es asegurar la efectiva realización de los principios de igualdad y de contradicción que imponen a los órganos judiciales él deber
positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes, o de evitar limitaciones en la
defensa que causen indefensión». (70)
(65) STS de 16-11-1984, RJ 1984/5499.
(66) STS de 28-9-1995, recurso n ú m . 3862/1994, RJ 1995/6757. También la STS de
23-12-1996, núm. 1069/1996, RJ 1996/9783, STS de 6-6-1997, núm. 799/1997, RJ
1997/4594.
(67) STC 196/1987, de 11 de diciembre, Pleno, B.O.E. de 8-1-1988. También la STS
de 18-12-1997, n ú m . 1585/1997, RJ 1997/8797.
(68) STS de 6-3-1995, núm. 351/1995, RJ 1995/1812, STS de 28-9-1995, recurso n ú m .
3862/1994, RJ 1995/6757.
(69) STS de 19-12-1996, n ú m . 1033/1996, RJ 1996/9361. También la STS de 10-101996, núm. 686/1996, RJ 1996/7146.
(70) STS de STS de 10-10-1996, n ú m . 686/1996, RJ 1996/7146.
120
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
En la fase policial, la presencia del abogado en la declaración del detenido, ha sido considerada por la jurisprudencia de carácter necesario (71) e irrenunciable con la
excepción de los delitos contra la seguridad del tráfico, por
estar así previsto en la normativa procesal. Si la obligatoriedad de la asistencia de Letrado al detenido resulta indiscutida, otra cuestión serán los efectos de dicha declaración
cuando se preste sin estar presente el abogado. (72)
El Tribunal Supremo, en la Sentencia de 11-11-1994 (73),
manifestó que la actuación del Letrado en las diligencias
practicadas en sede policial, debe consistir en una «auténtica participación» y no puede ser una asistencia «meramente nominal». En este supuesto, el detenido confesó sin
estar asistido de Letrado, efectuándose una investigación
policial a partir de dichas manifestaciones que llevó al
hallazgo de pruebas de carácter incriminatorio. Posteriormente, dicho detenido declaró asistidp de Letrado, pero el
Tribunal Supremo entendió que la asistencia de Letrado en
esta segunda declaración, tenía un carácter meramente
nominal, puesto que la «verdadera» declaración del detenido se había producido en su ausencia. En otras muchas
sentencias el Tribunal Supremo ha reiterado que la asistencia de letrado debe ser real y efectiva. (74)
B)
Supuestos:
a) Admisión de la declaración policial del detenido sin
estar asistido de Letrado:
(71) STS de 11-11-1994, n ú m . 1851/1994, RJ 1994/8912.
''
(72) STS de 10-11-1992, núm. 2415/1992, RJ 1992/9134.
(73) STS de, 11-11-1994, núm. 1851/1994, RJ 1994/89121 También STEDH caso Pakellí,
caso Pakelli c/. R. F. Alemana, de 25-4-1993 y caso Kamasinski, c/Austria, de 19-12-1989.
(74) STC 162/1993, de 18 de mayo, Sala 2. a , B.O.E. de 21-6-1993, STC 91/1994, de 21
de marzo. Sala l.ª, B.O.E. de 26-4-1994. STS de 24-3-1995, n ú m . 417/1995, RJ
1995/2266.
121
M.a ANGELS VILA MUNTAL
a) STC 47/1986. «El art. 118 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al establecer él derecho a la asistencia
de Letrado, plasma una exigencia constitucional. Sin
embargo, el derecho de defensa que consagra la Constitución no resulta violado simplemente porque se haya
recibido una declaración en sede policial sin la presencia de Abogado pues, como lo expresa, el texto constitucional, la asistencia de Letrado se garantiza «en los términos que la ley establezca» —Sentencia 17511985, de 17
de diciembre— y de la ley procesal se deduce claramente
que los actos realizados sin la asistencia de Abogado
pueden tener validez hasta que «la causa llegue al estado
en que se necesite el consejo de aquéllos o se haya de
intentar algún recurso que hiciese indispensable su
actuación». En este mismo sentido debe entenderse la
jurisprudencia de este Tribunal Constitucional que precisando el texto constitucional, entiende que, si la irregularidad no se ha invocado en su momento, «la falta de
asistencia letrada en la declaración policial sólo podría
ser relevante en la medida en que hubiese determinado
la indefensión posterior» —Sentencia 94/1983, de 14 de
noviembre». (75)
b) La STS de 19-12-1996 (76) establece que si bien es
cierto que la Constitución garantiza la asistencia de letrado
en las diligencias policiales, para que la infracción de dicho
derecho tenga trascendencia deberá provocar indefensión,
que no se produce automáticamente por la mera inasistencia, sino que tendrá que acreditarse que con ello se ha causado un perjuicio al justiciable, exigiendo, incluso, la prueba de que esa falta procesal ha tenido trascendencia en el
resultado final.
c) Manifestaciones efectuadas por detenido fuera de la
declaración, facilitando datos a la Guardia Civil: se concede validez a las mismas como fuente de investigación, pero
no podrán ser valoradas como prueba si con posterioridad
no las ratifica a presencia de su Letrado: «la jurisprudencia (Sentencia de esta Sala de 7 febrero 1996) ha admitido que puedan utilizarse tal tipo de manifestaciones,
hechas por inculpados 'de motu proprio'; sin estar presente su letrado, para realizar diligencias investigativas
relacionadas con el contenido de tales manifestaciones,
aunque estas mismas no puedan servir como medio pro(75) STC 47/1986, de 21 de abril, Sala l.ª, B.O.E. de 29-4-1986.
(76) STS de 19-12-1996, núm. 1033/1996, RJ 1996/9361.
122
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
batorio en tanto no se ratifiquen por el inculpado, estando acompañado de Abogado». (77)
d) El ATC 108/99 (78) consideró que al haber instruido la policía al detenido del derecho de nombrar abogado,
si decidió no ejercerlo, ninguna nulidad ni ilicitud debe
achacarse a dicha diligencia.
b) Ineficacia de la declaración policial del detenido
p o r no estar asistido de Letrado: casuística
a) Declaración inculpatoria prestada por un detenido
ante la Guardia Civil sin tener designado abogado, sin que
consten en el atestado las razones por las no contaba con
dicho asesoramíento técnico, habiendo transcurrido treinta horas desde la detención a la comunicación de la detención al Colegio ide Abogados. El Tribunal Supremo entendió que dicha confesión no pudo considerarse prueba de
cargo por haberse obtenido con vulneración del derecho
fundamental de defensa y de asistencia letrada. (79)
b) Declaración sin Letrado voluntaria, por renuncia a
la misma: según el Tribunal Supremo la asistencia Letrada
es irrenunciable, con la excepción de los delitos contra la
seguridad del trafico. (80)
c) Obligatoriedad de la asistencia de Letrado en la
declaración policial: «En cualquier caso la reforma operada
en el art. 520 por la Ley Orgánica 12-12-1983 ha sido definitiva. La obligatoriedad de la asistencia letrada se impone sin
discusión legal aunque los efectos de la inasistencia sean
diversos.
Es indudable que la ausencia determina por de pronto la
privación de efectos a las declaraciones o manifestaciones prestadas por los acusados sin esa ayuda cualificada que el Abogado presenta». (81)
La STS de 11-6-1993 establece que la falta de asistencia
Letrada al detenido, por sí misma, produce indefensión,
puesto que se configura como preceptiva. (82)
(77)
(78)
(79)
(80)
(81)
(82)
STS de 12-1-1998, n ú m . 1173/1997, RJ 1998/44.
ATC 108/1999, de 28 de abril, Sala 2. a .
STS de 11-11-1994, n ú m . 1851/1994, RJ 1994/8912.
STS de 30-11-1992, n ú m . 2563/1992, RJ 1992/9569.
STS de 10-11-1992, n ú m . 2415/1992, RJ 1992/9134.
STS de 11-6-1993, recurso n ú m . 1184/1991, RJ 1993/5105.
123
M.a ANGELS VILA MUNTAL
d) «la no asistencia del Letrado provocará no sólo la
indefensión formal, sino la material, cuando dicha circunstancia haya podido razonablemente causar un perjuicio a la parte (Sentencia del Tribunal Supremo de 6
octubre 1992), perjuicio que surge de manera palpable
en todos los casos en los que el inculpado presta declaración y comparece sólo en la Policía o ante el Tribunal
de Justicia». (83)
e) Manifestaciones ante la Policía sin asistencia letrada, por comparecer como testigo bien porque de forma
voluntaria se pretende cooperar en la investigación. «En
cualquier caso carece de valor lo por el acusado declarado si tiene un contenido incriminatorio. Por eso las
manifestaciones que se llevaron a cabo con dicha irregularidad podrían ser nulas, entendiendo no obstante que
en tal caso la vulneración de los derechos fundamentales
no implicaría la invalidez de las restantes pruebas practicadas si éstas no traen causa de lo en aquellas declaraciones dicho». ... «el haber declarado en instrucción sin
la intervención de Letrado, sólo produce el efecto de no
poder ser apreciada tal declaración como prueba de
cargo para enervar la presunción de inocencia». (84)
f) Declaración efectuada por el detenido ante la Policía con anterioridad a la promulgación de la Constitución:
carece de garantías y por tanto no es apta para enervar la
presunción de inocencia: «Las declaraciones de los procesados que tuvieron lugar en fecha anterior a la Constitución se realizaron sin presencia de Letrado, con lo que
en todo caso, se estaría incorporando a un proceso
penal posterior a la entrada en vigor de la Constitución,
un medio de prueba que no va acompañado de las
garantías que la propia Constitución establece en su
artículo 17 —cfr. T. Constitucional 31/1981 de 28 de
julio—.
En consecuencia, una vez aprobada la Constitución y
consagrado en el artículo 24 la presunción de inocencia
como derecho fundamental, no puede considerarse que
la declaración del procesado ante la Policía, sin las
garantías establecidas en el artículo 17 de la Constitución, constituye base suficiente para desvirtuar dicha
presunción». (85)
(83) STS de 6-3-1995, núm. 351/1995, RJ 1995/1812.
(84) STS de 19-12-1996, núm. 1033/1996, RJ 1996/9361.
(85) STS de 6-6-1990, RJ 1990/5142, STS de 24-5-1990, RJ 1990/4433.
124
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
g) El Tribunal Supremo consideró prueba ilícita de
conformidad con el art. 11.1 de la L.O.P.J., la declaración
de un detenido ante la Policía, al cual se interrogó sin
haberle informado de los motivos de la detención, tampoco se le instruyó de los derechos que tenía como detenido
ni se le facilitó la asistencia de letrado. (86)
h) Declaración prestada sin Letrado con anterioridad
a la Ley Orgánica 14/1983, de 12 diciembre. La anterior
regulación reconocía el derecho de designar Abogado
desde el momento de la detención, pero debía solicitarlo
expresamente el detenido.
En un supuesto en que no se informó al detenido de la existencia de dicho derecho, además de exigírsele prestar juramento o promesa, el Tribunal Supremo consideró que la
declaración policial debía considerarse como inexistente. (87)
i) El TEDH, en el caso Barbera, Messegué y Jabardo,
analizó el tema de la confesión de los detenidos, sin estar
asistidos de Letrado y en situación de incomunicación. En
este supuesto se produjeron numerosas irregularidades,
pero respecto de dicha declaración, dijo que suscitaba las
reservas del Tribunal. (88)
III. A s i s t e n c i a L e t r a d a a l i m p u t a d o
A)
Aspectos generales
Como hemos dicho anteriormente, la asistencia letrada
al i m p u t a d o o acusado constituye u n a de las garantías del
artículo 24.2 de la CE., que se enmarca dentro del derecho a
la tutela judicial efectiva, en su vertiente del derecho a un
proceso debido. (89)
Según la STC 42/1.982, de 5 de julio, (90) «La asistencia de Letrado es, en ocasiones, un puro derecho del
imputado; en otras, y además (unida ya con la repre(86)
(87)
(88)
(89)
(90)
STS de 24-5-1999, n ú m . 803/1999, RJ 1999/3383.
STS de 20-7-1993, n ú m . 1857/1993, RJ 1993/7135.
STEDH 88TE8, de 6 de diciembre de 1988, caso Barbera, Messeguer y Jabardo.
STC 188/1991, de 3 de octubre, Sala l.ª, B.O.E. de 5-11-1991.
STC 42/1982, de 5 de julio, Sala 2.ª, B.O.E. de 4-8-1982.
125
M.a ANGELS VILA MUNTAL
sentación del Procurador), un requisito procesal por
cuyo cumplimiento el propio órgano judicial debe velar,
cuando el encausado no lo hiciera mediante el ejercicio
oportuno de aquel derecho, informándole de la posibilidad de ejercerlo o incluso, cuando aun así mantuviese
una actitud pasiva, procediendo directamente al nombramiento de Abogado y Procurador».
En la declaración judicial, la asistencia letrada al imputado no tiene carácter preceptivo, a diferencia de lo que
ocurre con el detenido, y si el imputado ha sido advertido
de sus derechos constitucionales entre los cuales se encuentra el de designar abogado que vele por sus intereses, no se
genera indefensión si libremente decide no hacer uso de
dicho derecho (91). Esta situación puede mantenerse hasta
la apertura del juicio oral, momento en que forzosamente
debe estar asistido de un profesional del derecho para que
le defienda. Al respecto, la STS de 15-12-1992 establece que:
«No hubo tampoco indefensión material, pues si bien es
cierto que en sus primeras declaraciones, prestadas en
situación de libertad por esta causa, no fueron asistidos
de Letrado, no lo es menos que tales declaraciones aparecen recibidas en condición de inculpados, habiendo
sido informados de sus derechos y conociendo el hecho
de que se les acusaba y que negaron. En estas condiciones lo único que dispone el art. 118 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al reconocer el derecho de defensa
de los imputados y acusados, es la facultad de designar
Letrado y Procurador que los represente, debiendo designárseles de oficio cuando no los hubieren nombrado por
sí mismos y lo solicitaren, solicitud que no formularon
los recurrentes, por lo que aquél derecho no fue materialmente vulnerado». (92)
(91) STS de 16-12-1997, núm. 1567/1997, RJ 1997/9086.
(92) STS de 15-12-1992, núm. 2706/1992, RJ 1992/10292. También ATS de 30-4-1997,
núm. 851/1997, RJ 1997/3299.
126
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
B)
Casuística
a) Falta de asistencia Letrada hasta el juicio oral acorde con la legalidad vigente. Existen sentencias en los dos
sentidos, unas entendiendo que al tratarse de una situación
conforme con la legalidad vigente en el momento en que se
produjo, no puede alegarse posteriormente el carácter
retroactivo de los derechos fundamentales constitucionalizados (93); y, en sentido contrario; «no puede por menos
que ponerse en cuarentena y, consecuentemente, no
tener en consideración las manifestaciones de los coacusados que en fase instructoria ('preprocesal' o sumarialmente ante el Instructor) realizaron sin ser asistidos
de Letrado y ello aunque no fuera preceptiva en el
momento de ser prestada, ya que se estarían incorporando a un proceso penal posterior a la entrada en vigor
de la Constitución, como medio de prueba que no va
acompañado de las garantías que la Carta Magna establece en su artículo 17, no puede olvidarse que aun reconocida dicha irregularidad, la misma no tiene otro
alcance que el de la 'unidad autónoma' de las declaraciones referidas, no de las restantes acordes a la normativa constitucional, eficientes por sí al enervamiento de
la prístina 'verdad interina de inculpabilidad». (94)
b) La falta de asistencia de Letrado en la declaración
del inculpado producé la nulidad de la misma: «Como se
dice en la Sentencia de 10 noviembre 1992, la ausencia
de Letrado cuando la declaración del o de los inculpados
priva de efectos incriminatorios a la misma. Por eso las
declaraciones iniciales del recurrente, podrían ser nulas
porque se llevaron a cabo sin presencia de su Abogado,
aunque tal consideración sería inoperante porque la
vulneración del derecho fundamental no implica la invalidez de las restantes pruebas practicadas. Si fueran esas
manifestaciones la única prueba de cargo, claró es que
entonces los efectos podrían ser otros.»
... «En la línea de lo antes expuesto, aun en la eventualidad de que la ausencia del Abogado en la primera declaración restara eficacia, lógicamente, a la misma, ello no
invalidaría el restó de las pruebas practicadas y tenidas
en cuenta tras la celebración de un juicio público realizado con todas las garantías». (95)
(93) STC 55/1.984, de 7 de mayo, Sala 1.a, B.O.E. de 29-5-1984.
(94) STS de 23-5-1994, n ú m . 1053/1994, RJ 1994/6701.
(95) STS de 28-9-1995, recurso n ú m . 3862/1994, RJ 1995/6757.
127
M.ª ANGELS VILA MUNTAL
c) Declaración prestada sin asistencia Letrada: «esa
declaración del inculpado debe entenderse, más que
nula de pleno derecho, inexistente en el 'mundo' de la
causa, al haberse conculcado un precepto de orden
público cual es el mencionado artículo 118, y, por ende,
haberse faltado a las garantías mínimas exigibles en esa
parte del proceso, con arreglo a lo establecido en el artículo
24.2 de la Constitución». (96)
d) Declaración indagatoria practicada sin asistencia
de Letrado: «Las irregularidades que se produzcan en
este orden de cosas pueden conducir a nulidades del
acto concreto, si concurren las circunstancias que establece el artículo 238 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, pero no arrastran la nulidad de todo lo actuado, de
tal forma que, si una declaración se presta con vulneración de los principios esenciales del procedimiento, la
misma no podrá servir para apoyar una condena, pero
sí podrán utilizarse otras pruebas de signo acusatorio
con el mismo fin». (97)
IV. Asistencia al d e t e n i d o en c a s o s de i n c o m u n i c a c i ó n
El artículo 527 de la LECrim. regula la asistencia de
Letrado en los supuestos de i n c o m u n i c a c i ó n del detenido,
situación que se p r o d u c i r á c u a n d o así se acuerde mediante resolución motivada dictada p o r el Juez Instructor (98)
y que s u p o n d r á q u e el detenido no p u e d a designar librem e n t e a un profesional q u e le defienda, sino q u e forzosam e n t e deberá declarar asistido de abogado del t u r n o de
oficio, no p u d i e n d o entrevistarse con él al finalizar la
declaración policial.
Si bien dicho precepto suscitó d u d a s sobre su constitucionalidad, el Tribunal Constitucional, en n u m e r o s a s sentencias (99), declaró la conformidad del m i s m o con la
Constitución, al entenderse que desarrolla la expresión
(96) STS de 15-11-1996, núm. 884/1996, RJ 1996/8725.
(97) STS de 11-5-1990, RJ 1990/3908.
(98) STS de 6-10-1997, núm. 1208/1997, RJ, 1997/7599.
(99) STC 196/1987, de 11 de diciembre, Pleno, B.O.E. de 8-1-1988. STC 46/1988, de
21 de marzo y 60/1988, de 8 de abril.
128
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
contenida en el artículo 17.3 de la CE, consistente en que
«la asistencia letrada al detenido se realizará en los términos que la ley establezca». Y la limitación que supone
el artículo 527 de la LECRim. al derecho a la asistencia
letrada, «pretende conciliar la libertad del inculpado a la
elección de abogado con el aseguramiento de la eficacia
de la investigación de los hechos, y constituye una
excepción a los principios constitucionales y ala misma
jurisprudencia constitucional y del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, lo que determina que debe reducirse hasta el límite máximo posible todo cuanto permite y
justifica la incomunicación». (100)
Además, el Tribunal Supremo ha entendido que en los
supuestos de incomunicación, una vez cese la incomunicación, que deberá durar el tiempo mínimo, el detenido podrá
valerse del abogado que libremente designe, con lo cual
tampoco se vulnera el derecho de defensa («Las limitaciones para el detenido que el dicho 527 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal establece no afectan al contenido
esencial de los normales derechos de los detenidos, sobre
todo cuando, tras el que debe ser un corto período de
incomunicación, el detenido recupera el derecho a designar y valerse de letrado de su confianza y elección»). (101)
V. Renuncia a la asistencia de Letrado
A)
Aspectos generales
Al analizar la posibilidad de renuncia a la asistencia de
Letrado y sus efectos, debemos remarcar que trataremos
supuestos de renuncia voluntaria, dado que cualquier
declaración prestada con ausencia Letrado por motivos
imputables a la Policía o al Juez Instructor carecerá de
(100) STS de 24-3-1995, n ú m . 417/1995, RJ 1995/2266.
(101) STS de 20-5-1997, n ú m . 615/1997, RJ 1997/3636.
129
M.ª ANGELS VILA MUNTAL
t o d a virtualidad probatoria, puesto q u e se h a b r á obtenido
con vulneración de derechos fundamentales del artículo 11
de la L.O.P.J.
La pregunta a efectuarnos sobre este t e m a sería ¿es
posible la r e n u n c i a a la asistencia de letrado? Forzosamente deberemos acudir a la distinción efectuada p o r la jurisprudencia sobre la asistencia al detenido o al i m p u t a d o .
La posibilidad de que el i m p u t a d o p u e d a r e n u n c i a r a la
asistencia de letrado en sus declaraciones sumariales,
parece evidente según la jurisprudencia existente al respecto, sin q u e p u e d a producirse n i n g u n a t a c h a a dichas
declaraciones. Precisamente, quien declara c o m o imputado, es informado de los derechos que le confiere el orden a m i e n t o jurídico, entre ellos el de n o m b r a r abogado y
p r o c u r a d o r y si no hace uso de dicho derecho, después no
p u e d e alegar indefensión. (102)
El p r o b l e m a se planteará en la declaración prestada
por el detenido a n t e la Policía, puesto q u e en estos casos
resulta m á s controvertida su admisión, d a d o q u e la jurisprudencia ha entendido que la m i s m a es irrenunciable,
salvo en los delitos contra la seguridad del tráfico. (103)
B)
Casuística
a) Validez de las declaraciones policiales prestadas
sin asistencia de Letrado: La falta de asistencia de Letrado en la declaración policial sólo será relevante si causa
indefensión. En este caso, el imputado renunció expresamente a la asistencia letrada en la policía y sí la tuvo en su
declaración en el Juzgado. (104)
b) Validez de la declaración policial y judicial prestada con renuncia expresa a la asistencia de Letrado
(con anterioridad a la reforma de 1983): la declaración
de los detenidos se produjo en la Policía estando vigente el
(102) ATS de 30-4-1997, núm. 851/1997, RJ 1997/3299.
(103) STS de 29-1-1992, recurso núm. 4854/1987, RJ 1992/580.
(104) STC 94/1983, de 14 de noviembre. Sala l.ª, B.O.E. de 2-12-1983.
130
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
artículo 520 de la L E C r i m según su redacción d a d a p o r la
Ley 53/1978, de 4 diciembre, antes de la reforma procesal
de 1983. Posteriormente, en el Juzgado ratificaron sus
anteriores declaraciones r e n u n c i a n d o a ser asistidos de
L e t r a d o . El Tribunal S u p r e m o e n t e n d i ó lícito r e c u r r i r a
dichas manifestaciones como material probatorio de
cargo. (105)
c) Irrenunciabilidad de la a s i s t e n c i a de Letrado en
la declaración policial: En otro supuesto en que el detenido renunció a la asistencia de letrado en su p r i m e r a
declaración ante la Policía («los funcionarios actuantes
hacen
constar
que
declara
voluntariamente,
fórmula
incorrecta ya que la asistencia letrada no es renunciable
salvo en los casos de hechos susceptibles de ser tipificados exclusivamente
como
delitos contra la seguridad del
tráfico»), el Tribunal S u p r e m o declaró que se trata de un
derecho irrenunciable y la declaración policial prestada sin
estar presente el abogado adolece de nulidad: «El incumplimiento de las garantías que asisten a toda clase de
personas acusadas de haber cometido un hecho delictivo produce la nulidad de los actos procesales que se han
practicado con omisión de las previsiones legales. Ello
nos lleva a considerar la nulidad de las actuaciones en
las que no está presente el Letrado que debió asistir al
acusado, lo que las invalida a efectos probatorios, aunque conviene señalar que al tratarse de medios de investigación no tiene propiamente el carácter de prueba, ya
que sólo disfrutan de esta condición los que se practican
en el juicio oral con la debida publicidad, inmediación y
contradicción, por lo que debe mantenerse la validez de
todo lo actuado en lo que no afecte a las intervenciones
del recurrente y, por supuesto, todo lo actuado desde el
momento en que estuvo asistido de Abogado y Procurador». (106)
El Tribunal Supremo, en sus Sentencias de 18-6-1993 (107)
y de 15-10-1996 (108), entendió que la asistencia letrada en
la declaración policial es un derecho irrenunciable, con la
excepción de los delitos c o n t r a la seguridad del tráfico. En
este último caso, se descubrió un zulo y d e m á s material
p r o b a t o r i o de cargo después de que el detenido declarase
c o n r e n u n c i a a la asistencia de Letrado. El Tribunal Supre(105)
(106)
(107)
(108)
STS de 29-1-1992, recurso núm. 4854/1987, RJ 1992/580.
STS de 30-11-1992, núm. 2563/1992, RJ 1992/9569.
STS de 18-6-1993, núm. 1530/1993, RJ 1993/5199.
STS de 15-10-1996, núm. 695/1996, RJ 1996/7813.
131
M.a ANGELS VILA MUNTAL
mo declaró que «ello determinó infracción del derecho
fundamental que garantizan los artículos 17.3 y 24.2 de
la Constitución y consecuentemente, en aplicación del
artículo 11.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, la
imposibilidad de causar efecto probatorio las pruebas
obtenidas referente a lo encontrado en los zulos y escondites encontrados violentando ese derecho fundamental». (109)
VI. Conclusiones
Pese a que sobre este t e m a e n c o n t r a m o s sentencias en
todos los sentidos, lo cierto es que p o d e m o s distinguir la
existencia de u n a línea jurisprudencial, q u e distingue entre
la asistencia letrada al detenido y al i m p u t a d o .
La p r i m e r a es irrenunciable, con la excepción de los
delitos contra la seguridad del tráfico, puesto q u e tiene consagrados unos fines que van m á s allá de la m e r a asistencia
a la diligencia de declaración. Así, m e d i a n t e la presencia del
abogado se a ñ a d e un filtro garantizador de la constitucionalidad de la detención policial, d a d o q u e el Letrado verificará q u e se respeten los derechos al detenido. Por ello el
detenido no está facultado p a r a r e n u n c i a r a u n a garantía
q u e el o r d e n a m i e n t o jurídico ha i n s t a u r a d o p a r a controlar
el cumplimiento de la legalidad constitucional.
La situación cambia en la declaración del imputado,
puesto que ésta se produce ante la Autoridad Judicial, bajo
la fe del Secretario y el abogado j u g a r á p u r a m e n t e el papel
de defensa técnica, no requiriéndose su presencia a efectos
de verificar la constitucionalidad del proceso judicial. En
este caso, siempre que el i m p u t a d o sea debidamente inform a d o de los derechos q u e le asisten, y entre ellos el de contar con la asistencia letrada, si renuncia a la misma, ninguna infracción de derechos constitucionales p u e d e reputarse.
(109) STS de 15-10-1996, núm. 695/1996, RJ 1996/7813.
132
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
VII. Valoración critica
Existe un tema de gran importancia en la práctica
forense referido al ejercicio del derecho de defensa, cual es
el contenido y finalidad de la asistencia letrada en la declaración policial. Si partimos de la práctica habitual en las
comisarías de policía, lo cierto es que el letrado es conminado a limitarse a verificar que se efectúe la lectura de derechos al detenido y sólo podrá intervenir en la declaración
una vez haya finalizado el interrogatorio por parte de los
funcionarios. Pobre osado aquel que intenta hablar con el
detenido antes de dar por finalizada la diligencia de declaración, puesto que con toda seguridad, será reprendido por
los funcionarios policiales y obligado a cumplir escrupulosamente con lo establecido en el artículo 520.6 de la
LECrim., que regula la asistencia letrada al detenido y que
no prevé el asesoramiehto técnico del abogado hasta una
vez finalizada la declaración.
Además, la intervención al final de la declaración, también resulta muy difícil para el abogado, ya que puede efectuar aclaraciones y preguntas sobre unos hechos de los que
prácticamente no tiene información, dado que lo único
que conoce sobre el caso concreto es el breve y escueto
relato fáctico que los funcionarios policiales le hayan efectuado, resultando bastante absurdo y arriesgado, interrogar al detenido si antes ¡no ha podido ¡entrevistarse conél.
Por ello, en la mayoría de las ocasiones, lo más prudente
será no preguntar nada: hasta que haya acabado la declaración policial, momento en el que será, posible la entrevista privada entre el letrado y el detenido. Como vemos,
esta situación dista mucho de ser un exponente de los derechos de defensa y a la asistencia letrada consagrados por la
Constitución.
Entendemos que la restricción que sufre el derecho de
defensa y de asistencia letrada en la declaración policial
del detenido resulta inadmisible. Si la Constitución con133
Mª ANGELS VILA MUNTAL
sagra el derecho de defensa, parece que éste debería desplegar sus efectos desde el primer momento en que debe
ser ejercido y qué mejor momento que el de la detención
policial, en el que la declaración del detenido puede ser
crucial, hasta el punto de decidir cual va ser el final del
proceso. Por ello, el detenido debería gozar de una auténtica defensa letrada desde su detención, recibiendo asesoramiento sobre la conveniencia de declarar o no, sobre el
contenido que debe tener su declaración, el enfoque que
debe darse a la defensa y, en definitiva, una serié de extremos que, a frecuencia, resulta inútil tratar una vez se ha
declarado. Además, si admitimos que la declaración policial del detenido, prestada con todas las garantías, puede
constituir una prueba de cargo si es reproducida en el juicio oral —haya sido ratificada o no por el inculpado—, no
podemos negar que desde el momento en que existe una
imputación y qué duda cabe que ésta existe cuando se
detiene a una persona y se la somete a un interrogatorio
en las dependencias policiales, debería poder nacer el
derecho de defensa.
La jurisprudencia se ha pronunciado tímidamente
sobre este tema, pero siempre diciendo que la asistencia
letrada en la detención policial debe constituir una «auténtica» asistencia, debiendo rechazar que dicha actuación
sea meramente «nominal». Incluso el Tribunal Constitucional, se ha pronunciado en el sentido de entender que el
detenido debe recibir un auténtico asesoramiento técnico,
no sólo de los derechos que tiene, sino de la conducta a
desplegar durante el interrogatorio e incluso sobre la idoneidad de declarar o no en dichas dependencias. Lo cierto
es que esta jurisprudencia existe, pero es a todas luces
insuficiente para hacer frente a la práctica forense, que
desgraciadamente está fuertemente arraigada. (110)
(110) STC 196/1987, de 11 de diciembre, Pleno, B.O.E. de 8-1-1988. También la STS
de 18-12-1997, núm. 1585/1997, RJ 1997/8797.
134
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
5.
VALORACIÓN DEL SILENCIO D E L IMPUTADO
I. Cuestiones generales
El artículo 520.2:a) de la LECrim. confiere al detenido
el derecho a guardar silencio, no pudiendo deducirse consecuencias negativas de su decisión de no declarar, sin que
tampoco pueda considerarse la misma una confesión tácita o un allanamiento con los hechos imputados. No obstante, la jurisprudencia ha considerado que el silencio del
acusado, «puede privar al Tribunal de los elementos precisos para reinstaurar la presunción de inocencia que
había desaparecido» (111), puesto que al no declarar,, no
proporciona argumentos para desvirtuar las pruebas existentes en su contra.
En éste sentido, la STS de 1-10-1992, establece que «El
imputado tiene, desde luego, legítimo derecho a declarar
o no declarar y nadie puede obligarle a hacerlo en uno u
otro sentido, y si declara sólo lo hará en los términos, respecto a su contenido, que quiera, pero este principio esencial es perfectamente compatible con la valoración, igualmente legítima, que el Tribunal hace, incluido el hecho de
no querer declarar. De la no declaración, sin tnás, no
podrá nunca obtenerse una presunción de confesión de
hechos o de participaciones, pero si otras pruebas imputan a una persona un hecho y aquélla no quiere declarar,
no podrá, con toda obviedad, por imposibilidad al mantenerse en silencio, contradecir los argumentos contrarios e introducir así la convicción de lo opuesto a la tesis
acusatoria ante el juzgador o, en último término, incorporar la duda razonable de existir que habría de ser interpretada siempre en favor del reo». (112)
(111) STS de 21-6-1985, RJ 1985/3041. También la STS de 28-10-1997, núm. 1/1997,
RJ 1997/7843, STS de 29-11-1997, núm. 2/1997, RJ 1997/8535.
(112) STS de 1-10-1992, núm. 2106/1992, RJ 1992/8092.
135
M.a ANGELS VILA MUNTAL
Cuando el detenido o imputado se acoge al derecho a
no declarar, no puede ser compelido por los funcionarios
policiales o por la Autoridad Judicial para que declare,
puesto que ello supondría una vulneración del derecho
fundamental a no declarar, reconocido en los artículos 17.3
y 24.2 de la Constitución: «El derecho a no declarar y a
no confesarse culpable constituye un principio que
resalta él valor de la libertad de toda persona sometida
a un proceso criminal, prohibiendo cualquier actividad
encaminada a quebrantar su integridad y libertad obligándole a declarar en un determinado sentido.
Se trata de un derecho fundamental que puede ser
renunciado en cualquier momento y que cede en los
casos en que él procesado o acusado decide libre y
voluntariamente declarar colaborando con las autoridades judiciales en la averiguación e investigación de
cualquier hecho delictivo. Hasta tal punto esta decisión
es posible, que él mismo sistema legal la incentiva al
establecer como una causa de atenuación de la responsabilidad criminal la confesión espontánea a las autoridades de la infracción cometida». (113)
En un supuesto en que el acusado fue expulsado del
juicio oral por negarse a prestar declaración, el Tribunal
Supremo manifestó que del derecho a no declarar que
tiene todo acusado, no puede deducirse ninguna sanción y
que dicha expulsión vulneró el derecho a defenderse por sí
mismo previsto en el artículo 24.2 de la CE y en el artículo
6.3.c) del C.E.D.H., puesto que además de que no se motivaron las razones de la expulsión, deduciéndose de las
actuaciones que efectivamente ésta se produjo a raíz de la
negativa del acusado a declarar, tampoco concurría la
situación prevista en el artículo 687 de la LECRim. que es
la única que la autorizaría (114). El Tribunal Supremo con(113) STS de 24-4-1992, recurso n ú m . 3292/1990, RJ 1992/4057.
(114) STS de 26-11-1993, n ú m . 2637/1993, RJ 1993/8827.
136
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
sideró totalmente injustificada la expulsión, «toda vez que
el procesado no tiene, el deber de responder a las preguntas del Tribunal, de los defensores o de las acusaciones. Ciertamente el procesado no sólo es sujeto del proceso, sino también objeto del mismo. Pero ello no
significa que esté obligado a responder al interrogatorio
del Tribunal, pues el art. 24.2 CE le concede, por él contrario, el derecho a no declarar contra sí mismo, lo que
le autoriza a no responder —como es lógico-— las preguntas que él entienda que podrían perjudicarlo. El ejercicio del derecho de negar la declaración no puede,
naturalmente,
generar sanciones».
II. Conclusiones
El derecho que tiene el detenido o acusado a no declarar, está amparado constitucionalmente, por tanto, cualquier actuación por parte de los funcionarios Policiales o de
la Autoridad Judicial que de alguna manera constriña dicho
derecho, constituirá una prueba ilícitamente obtenida de
acuerdó con lo establecido en el artículo 11.1 de la L.O.P.J.,
puesto que la misma se habrá obtenido violentando el derecho fundamental a no declarar.
Cuando el imputado o acusado decide no declarar, ninguna consecuencia negativa debe deducirse de dicha decisión, lo cual resulta lógico, puesto que carecería de sentido
valorar negativamente ese silencio cuando precisamente
éste encuentra su justificación legal en un derecho fundamental. Otra cuestión distinta será que de existir pruebas
de cargo contra el acusado, si éste opta por no declarar privará al Tribunal de obtener elementos exculpatorios de la
imputación, con lo cual únicamente contará con el material
probatorio de cargo para fundar su íntima convicción.
137
M.a ANGELS VELA MUNTAL
6.
DECLARACIÓN RESPECTO DE FAMILIARES
I. Cuestiones generales
Por lo que respecta a la declaración que presta el detenido o imputado contra sus familiares sin ser advertido de
su derecho a no declarar contra éstos, la jurisprudencia se
muestra unánime en otorgar plena validez a la misma, por
entender que una vez que el imputado es informado de los
derechos que le confiere el artículo 520 de la LECrim.,
entre los que se encuentra el derecho a no declarar —comprendiéndose dentro del mismo el derecho no declarar
contra nadie, incluidos los familiares—, no resulta necesario que expresamente se le informe de dicho derecho en
relación con sus familiares. Como ha dicho el Tribunal
Supremo (115), si el detenido o imputado no está obligado
a declarar, ¿cómo se puede después intentar configurar
una exención a una obligación que no existe?
La STS de 6-10-1997 recoge que «Es evidente, que no
existiendo obligación de declarar en el imputado,
pudiendo optar libremente por no efectuarlo, no puede
vulnerar ningún derecho fundamental, ni hay necesidad
de instruirle de ningún derecho que no tiene reconocido
(cfr. Tribunal Supremo Sentencias de 25 junio 1990, 4
marzo y 16 mayo 1995), 21 y 29 octubre 1996 y 18 abril
1997)». (116)
A lo sumo, lo ha considerado una irregularidad procesal
carente de toda trascendencia constitucional (117). No obstante, en la mayoría de supuestos, ha considerado innecesario informar al imputado de dicha exención, puesto que la
misma únicamente está prevista para los testigos y teniendo
el imputado el derecho mucho más amplio a no declarar nin(115) STS de 29-10-1996, núm. 799/1996, RJ 1996/8391.
(116) STS de 6-10-1997, núm. 1208/1997, RJ 1997/7599. También la STS de 18-41997, núm. 514/1997, RJ 1997/4539.
(117) STS de 2-12-1997, núm. 1463/1997, RJ 1997/8762.
138
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
gún derecho fundamental ni norma procesal se infringe si no
se le informa de la posibilidad de no declarar contra familiares, puesto que no hay necesidad de instruirle de un derecho
que no tiene reconocido. (118)
II. Conclusiones
Ninguna discusión plantea este tema, puesto que la
jurisprudencia se muestra unánime en considerar totalmente irrelevante la no información al detenido o imputado sobre la posibilidad de no declarar contra familiares.
No podemos hablar de derecho pues como tal no existe. Se
englobaría dentro del derecho genérico y absoluto a no
declarar, por lo que, teniendo el detenido o imputado reconocido tal derecho, no resulta necesario efectuarle precisiones sobre las manifestaciones de ese derecho que le
facultan a no declarar contra sus familiares.
III. Valoración crítica
No compartimos tal criterio jurisprudencial, pese a la
rotundidad con que el mismo se ha manifestado. Cuando
el inculpado presta declaración bien en la Comisaría o en
el Juzgado, se le informa de los derechos del artículo 520
de la LECrim., entre los cuales se encuentra el derecho a
no declarar, a no contestar alguna o algunas de las preguntas que se le formulen y a no declarar contra sí mismo.
Estos derechos, le permiten silenciar aquellos hechos que
le perjudiquen y pretenden evitar una autoinculpación.
En cambio, la exención a declarar contra familiares,
tiene distinta naturaleza, pues nada tiene que ver con la evitación de autoinculpaciones, sino que responde a los víncu(118) STS de 29-10-1996, n ú m . 799/1996, RJ 1996/8391, STS de 18-4-1997, n ú m .
514/1997, RJ 1997/4539.
139
M.a ANGELS VILA MUNTAL
los de solidaridad y fidelidad que unen a los miembros de
una familia y que en ocasiones pueden resultar incompatibles con el deber de veracidad que se exige a los testigos.
Por ello, aunque ambos derechos tienen la misma traducción en la práctica, es decir, permiten no declarar,
entendemos que no tienen que considerarse como un todo
unitario. Por tanto, quien declara como detenido o imputado y es informado del derecho que tiene a no declarar, se
trata de un derecho que por el contexto en que se presta —
con información del derecho a no declararse culpable y a
no responder a preguntas—, si bien permite silenciarlo
todo, en realidad está dirigido a evitar autoinculpaciones y
que, en cambio, no impide efectuar manifestaciones que
puedan afectar —negativamente— a familiares.
Para evitar estas situaciones, lo lógico sería que, aparte
de informar al detenido o imputado del derecho que tiene
de guardar silencio sobre aquellos hechos que le afecten, si
del transcurso de la declaración o del tenor del interrogatorio se desprende que éste podrá efectuar imputaciones
contra sus familiares, debería informársele de la exención
que contempla el ordenamiento jurídico y que le permite
no declarar en contra de dichos familiares ni efectuar
manifestaciones que pudieran afectarles. Quien declara
como inculpado sobre unos hechos y efectúa manifestaciones que pueden resultar incriminatorias para terceros,
en este caso, familiares, respecto de esos terceros su declaración será una testifical, y, por tanto, debería ser informado de la dispensa que tiene el testigo de declarar contra
familiares.
7.
DECLARACIÓN PRESTADA BAJO TORTURA
I. Cuestiones generales
Nuestra legislación, además de procurar ser garantista
con los derechos del detenido y del acusado, vela también
140
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
para que en las declaraciones que preste, lo haga en pleno
uso de sus facultades físicas y mentales. En la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, se contienen una serie de disposiciones que persiguen que la declaración se preste con
todas las garantías, prohibiendo someter al imputado a
cualquier tipo de coacción o amenaza, efectuarle preguntas capciosas o sugestivas (artículo 389), le permiten consultar notas o incluso declarar por escrito cuando los términos sobre los que deba versar su declaración sean
difíciles de explicar verbalmente (artículo 390) y, finalmente, también podrá suspenderse la declaración cuando
ésta se prolongue tanto tiempo que el imputado haya llegado a perder la serenidad a la hora de responder (artículo 397).
Quedan absolutamente vedadas aquellas prácticas que
para obtener la declaración o confesión del detenido o
imputado, menoscaben su integridad física o moral, puesto que además de infringir la legalidad ordinaria, suponen
una vulneración del derecho fundamental a la integridad
física y moral, que prohibe las torturas y tratos inhumanos
o degradantes (artículo 15 CE.), a la libertad y sólo privación de la misma en la forma prevista en la ley (artículo 17
CE.) y al de no confesarse culpable (artículo 24.2 CE.),
entre otros.
La STS de 6-6-1997, remitiéndosela sentencias anteriores que ya habían analizado este tema, efectuó un estudio
sobre la tortura y los malos tratos: «la tortura ha sido ya
definida por la Convención contra la Tortura y Malos
Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes de 10
de diciembre de 1984, ratificada por España el 21 octubre 1987, como todo acto por el cual se inflinjan intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos
graves con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o una confesión o con el fin de castigarla
por un acto que haya cometido o se sospeche que ha
cometido también para intimidar o coaccionar a esa
141
M.ª ANGELS VILA MUNTAL
persona o a otros. Tal definición se corresponde con la
idea iniciada por el V Congreso de la ONU para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente de 1 de
septiembre de 1975. Ideas también acogidas por el viejo
artículo 204 bis del Código Penal que ha de analizarse
en todo caso de acuerdo con los artículos 5 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, 7 del Pacto
Internacional de Nueva York, 3 del Convenio de Roma y
6 de la Ley General Penitenciaria. Y ha de analizarse
teniendo en cuenta que el párrafo 2
del precepto fue
establecido por la Ley Orgánica 3/1989, de 21 junio, después de que la Constitución Española y los Tribunales
hubieran demandado la necesidad de perfeccionar una
figura delictiva totalmente incompatible con él espíritu
democrático.
Como valor derivado del artículo 15 de la Constitución Española aparece él rechazo más absoluto para
cuanto representa o suponga menosprecio a la dignidad
humana en cualquier caso y sean cuáles fueren las circunstancias fue la Sentencia de 25 abril 1978 del Tribunal Europeo de Derechos Humanos la primera que vino
a marcar la diferencia entre la tortura o trato inhumano con lo que únicamente puede estimarse como trato
degradante. Queda así de manifiesto que el trato degradante no tiene porqué ser inexcusablemente elemento
constitutivo de la tortura.
Los malos tratos definen una actitud general y
amplia, son un 'plus' de perversidad y maldad que acoge
sin embargo distintas y variadas conductas de mayor o
menor entidad de más o menos trascendencia. Pero dentro de esos malos tratos son evidentemente diferentes él
trato degradante y la tortura. El trato degradante implica quizás una conducta desde la habitualidad (Sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 25
febrero 1982 y 28 enero 1979), conducta repetida más
en relación a situaciones de menor entidad aunque
siempre hirientes a la dignidad porque suponen en todo
142
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
caso menosprecio y humillación. La tortura supone por
el contrario una conducta más intensa que en la legislación española por lo común supone la comisión de
otra figura delictiva, aunque también se castigue, como
excepción más atenuada, el interrogatorio con intimidación o violencia física». (119)
II. Efectos de la declaración obtenida
mediante «tortura»
Que la confesión obtenida mediante tortura u otros
medios que menoscaben la integridad física o moral del
acusado no puede constituir medio de prueba, es una conclusión a la que llega de forma unánime la jurisprudencia
del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo. No
obstante, existen dos líneas sobre el tratamiento que deba
darse a dicha declaración, puesto que en algunas ocasiones
sel ha considerado prueba nula mientras que en otras se ha
declarado prueba ilícita, otorgando idénticos efectos en
uno u otro caso:
a) Prueba nula: una línea jurisprudencial entiende
que se trata de una prueba obtenida violentando principios
constitucionales y, por tanto, nula de pleno derecho según
el artículo 238.3 de la L.O.P.J. (120) («la declaración prestada bajo tortura supone, desde luego, prueba obtenida
violentando derechos fundamentales, y como tal inadmisible y radicalmente nula»). (121)
b) Prueba ilícita: «Ciertamente si las pruebas en virtud de las cuales se ha de dictar la resolución del proceso
se hubieran obtenido mediante violaciones de derechos o
libertades fundamentales carecerán de efectos según establece el artículo 11 número 1.° de la Ley Orgánica del
Poder Judicial» (122). A esta conclusión llega la Jurisprudencia del Tribunal Supremo de forma mayoritaria. (123)
(119)
(120)
(121)
(122)
(123)
STS de 22-9-1995, RJ 1995/6743, STS de 6-6-1997, núm. 799/1997, RJ 1997/4594.
STS de 9-3-1990, RJ 1990/2433.
ATC 970/1987.
STS de 24-3-1995, n ú m . 417/1995, RJ 1995/2266.
STS de 11-5-1992, n ú m . 1036/1992, RJ 1992/3776.
143
M.a ANGELS VILA MUNTAL
La denuncia de malos tratos por parte de los detenidos
tendrá un doble efecto, puesto que por un lado deberá iniciarse una investigación para determinar los autores y circunstancias del hecho y, por otro, deberá verificarse la
influencia que dichos malos tratos tuvieron en la declaración, para valorar su eficacia probatoria y la posible contaminación de las pruebas derivadas de la misma (124). En
la STS de 2-9-1996, se hace constar que las denuncias efectuadas por los detenidos en el sentido de haber sido sometidos a malos tratos en sede policial, al tramitarse éstas en
un proceso distinto del que motivó su detención, podrían
dar lugar al recurso de revisión basado en el artículo 954.3
de la LECrim., pero no impiden que puedan tomarse en
consideración a efectos probatorios las declaraciones prestadas durante la detención. (125)
No obstante, el principal problema que va a plantearse
cuando un acusado manifieste durante la instrucción o en el
juicio oral, que el contenido de su declaración policial se
debió a la presión o a los malos tratos a que fue sometido
—generalmente cuando estuvo detenido en las dependencias policiales—, va a ser la acreditación de dichos malos
tratos cuando no exista ninguna constancia sobre ese extremo, como sucede en la mayoría de los casos en que el detenido denuncia haber sido sometido a torturas por parte de
la Policía y el Médico Forense le efectúa un reconocimiento,
o varios, y no encuentra ningún indicio de ello (126), o cuando una vez el detenido pasa a disposición judicial, ratifica
sus anteriores manifestaciones y ni él ni su Letrado mencionan la existencia de malos tratos durante la estancia en las
dependencias policiales (127). En estos supuestos, entrará
(124) STS de 11-5-1992, n ú m . 1036/1992, RJ 1992/3776.
(125) STS de 2-9-1996, n ú m . 423/1996, RJ 1996/6612. También la STS de 28-11-1997,
núm. 1473/1997, RJ 1997/8237.
(126) STC 2/1.984 de 18 de enero, Sala 2. a , B.O.E. de 18-2-1984. STS de 11-5-1992,
núm. 1036/1992, RJ 1992/3776, STS de 24-3-1995, n ú m . 417/1995, RJ 1995/2266. STS de
16-5-1995, n ú m . 668/1995, RJ 1995/4484, STS de 6-6-1997, n ú m . 799/1997, RJ
1997/4594.
(127) STS de 11-5-1992, n ú m . 1036/1992, RJ 1992/3776, STS de 16-5-1995, n ú m .
668/1995, RJ 1995/4484, STS de 6-6-1997, núm. 799/1997, RJ 1997/4594.
144
LA DECLARACIÓN DEL EXCULPADO
dentro de las facultades de la libre valoración de la prueba
del Tribunal creerse unas declaraciones o las otras. (128)
III. Conclusiones
Resulta inadmisible que pueda concederse eficacia probatoria a una declaración obtenida mediante la causación
de torturas o malos tratos al detenido, puesto que ello entra
a todas luces dentro del ámbito de la prueba ilícita del artículo 11 de la L.O.P.J., ya que se trata evidentemente, de una
prueba obtenida violentando derechos fundamentales (a la
integridad física y moral, a la libertad y solo privación de la
misma en la forma prevista en la ley, al de no confesarse culpable, etc.) y como tal no resulta apta para enervar la presunción de inocencia del acusado. El problema principal
será la acreditación de la existencia de esos malos tratos. El
ordenamiento jurídico ofrece recursos al detenido/imputado/acusado, para que pueda denunciar dichos malos tratos
(reconocimientos médico forenses, asistencia letrada en
comisaría, declaración a presencia del juez después de la
detención, etc.) y sólo mediante su utilización podrá conseguir que las declaraciones efectuadas en dicha situación no
sean valoradas a efectos probatorios.
8.
D E R E C H O A LA ÚLTIMA PALABRA
I. Cuestiones generales
El derecho comúnmente conocido como a «la última
palabra», recogido en el. artículo 739 de la LECRim., constituye una manifestación del derecho la la autodefensa que
establecen los artículos 6.3, c) del Convenio Europeo para la
Protección de los Derechos Humanos y 14.3, d) del Pacto
(128) STS de 2-9-1996, núm. 423/1996, RJ 1996/6612.
145
M.a ANGELS VILA MUNTAL
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y también en el
artículo 24.2 de la CE., que consagra el derecho a la defensa, que no debe circunscribirse a la defensa técnica, sino que
también incluye la posibilidad de autodefensa, limitada al
alcance dado por las leyes procesales. Esta manifestación del
derecho de defensa permite al acusado una vez finalizado el
juicio oral, manifestar lo que estime conveniente para su
defensa, corrigiendo algún error de sus declaraciones o aportando datos con los que desvirtuar las pruebas existentes en
su contra.
La STS de 26-12-1996 (129) señaló que pese a tratarse
de un derecho cuya traducción práctica consiste en que el
acusado puede efectuar alguna manifestación, ésta presenta una gran diferencia con la declaración del imputado o
acusado, no sólo por el momento procesal en que se formula, sino por la finalidad que una y otra declaración persiguen. La citada Sentencia manifestó que «En ambos
casos tal finalidad es defensiva, pero mientras que la
declaración como imputado y con las garantías propias
de tal 'status' permite a aquél la defensa frente a la imputación, la oportunidad procesal final o última sirve sólo
para corregir cualquier olvido o error o matizar hechos
o afirmaciones barajados en el curso del juicio. Como
señalan las recientes STC 181/1994, de 20 junio (F. 3) y
29/1995, de 6 febrero (F. 6), dicho artículo 739 de la
LECrim 'ofrece al acusado el «derecho a la última palabra», por sí mismo, no como una mera formalidad, sino
—en palabras del Fiscal que la Sala asume— «por razones íntimamente conectadas con el derecho a la defensa
que tiene todo acusado al que se brinda la oportunidad
final para confesar los hechos, ratificar o rectificar sus
propias declaraciones o las de los coimputados o testigos, o incluso discrepar de su defensa o completarla de
(129) STS de 26-12-1996, núm. 1075/1996, RJ 1996/9652. También la.STS de 9-121997, núm. 1505/1997, RJ 1997/8938.
146
LA DECLARACIÓN DEL INCULPADO
alguna manera». La raíz profunda de todo ello no es sino
el principio de que nadie pueda ser condenado sin ser
oído, audiencia personal, que, aun cuando mínima, ha
de separarse como garantía de la asistencia letrada, dándole todo el valor que por sí misma le corresponde. La
viva voz del acusado es un elemento personalísimo y
esencial para su defensa en juicio».
Según la STS de 9-12-1997, las normas procesales permiten «el derecho a expresar directamente y sin mediación alguna, cuantas alegaciones estime el acusado
puedan contribuir al ejercicio y reforzamiento de su
derecho de defensa. Estamos ante una nueva garantía
del derecho de defensa del acusado entroncada con el
principio constitucional de contradicción, ella permitirá, a la vez, suministrar al Tribunal elementos dignos de
advertencia y reflexión que los defensores hubieren omitido». (130)
II. Efectos de la omisión del derecho a la última
palabra
Según la STC 181/1994, de 20 de junio (131), en un
caso en que no constaba en el acta del juicio que se hubiera ofrecido al acusado ejercitar su derecho a la «última
palabra», el Tribunal Constitucional, entendió que ello no
suponía vulneración de ningún derecho fundamental. No
obstante, esa misma sentencia contiene un voto particular
de Vicente Gimeno Sendra, en el cual se dice que el acta
del juicio oral da fe pública de lo que existió o no en el juicio oral, y si en ella no consta que se formulara el ofrecimiento del derecho a la «última palabra» al acusado, la
única conclusión jurídica posible es que no se confirió al
acusado el trámite de audiencia material previo a la sen(130) STS de 9-12-1997, núm. 15,05/1997, RJ 1997/8938.
(131) STC 181/1994, de 20 de junio. Sala l.ª, B.O.E. de 26-7-1994.
147
M.ª ANGELS VILA MUNTAL
tencia, y al no respetarse se dejó sin sentido la disposición
contenida en el artículo 6.3.c) del C.E.D.H.
La STS de 26-12-1996 entendió que la vulneración de
este derecho por no darse la posibilidad al acusado de alegar lo que quisiera en aras a defenderse, «daría lugar a
amparo jurisdiccional o, subsidiariamente, constitucional».
En otro supuesto, el Tribunal Supremo acordó la nulidad del juicio por no haberse observado dicho trámite,
aduciendo que aunque no hubiese existido protesta por
parte del Letrado defensor, ello no podía afectar a «la subsistencia de un derecho de defensa que, por su trascendencia y autonomía, no está a merced de una especial
diligencia reclamatoria del Letrado que le asista». (132)
III. Conclusiones
El derecho a la última palabra ha sido objeto de una
gran defensa por parte de la más reciente jurisprudencia
del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo. Realmente, ha sido dicha interpretación jurisprudencial la que
ha logrado que ese derecho se configure como auténtico
derecho, dejando de ser una mera formalidad rituaria.
Por ello, cuando se omita dar al acusado la oportunidad de esa «última palabra» una vez finalizado el juicio
oral, además de la infracción de una norma procesal, se
estará vulnerando un derecho fundamental, cual es el de
defensa, en su vertiente de autodefensa, y, por tanto, debe
llevar a la nulidad de lo actuado desde que se produjo
dicha infracción.
(132) STS de 9-12-1997, núm. 1505/1997, RJ 1997/8938.
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