La centralidad de la persona - Cáritas Diocesana de Zaragoza

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LA CENTRALIDAD DE LA PERSONA.
OTRO CAMBIO COPERNICANO PENDIENTE
Claudio Tolomeo, un astrónomo y matemático del siglo II de nuestra era, en
un tratado de astronomía (el Almagesto) expuso su teoría según la cual todo el firmamento giraba en torno a la Tierra, inmóvil en el centro del universo. Pero esta teoría tenía un fallo. Partía de un principio que parecía evidente pero era radicalmente erróneo. Nicolás Copérnico, astrónomo polaco
del siglo XVI, no pudiendo explicarse bien los movimientos del cielo si admitía que todo el sistema sideral giraba alrededor del contemplador (teoría
geocéntrica de Tolomeo), probó si no sería mejor suponer que era el espectador el que giraba. Para Copérnico, el centro de la esfera celeste no era la
Tierra, sino que la Tierra y todos los demás planetas giraban en torno al
Sol. Con esto se eliminaron de golpe todos los problemas que planteaba un
sistema astronómico construido con un centro equivocado. Su teoría fue
confirmada por Galileo Galilei en 1610. Y fue precisamente la afirmación de
éste de que era la Tierra la que se movía alrededor del Sol, la que le llevó al
enfrentamiento con la curia romana.
Antonio Zugasti ha señalado el paralelismo entre la teoría de Tolomeo
y la de nuestra economía. “La vida económica de nuestro mundo está regida por un sistema como el de Tolomeo, gira sobre un centro equivocado.
Todo gira en torno al dinero. El beneficio económico es el centro sobre el
que pivota toda la actividad económica de los seres humanos. (...) se hace
girar al ser humano en torno a lo que sólo debía ser una herramienta a su
servicio. La riqueza, el capital se ha convertido en el Señor, en el ídolo, y los
hombres y mujeres de este planeta en esclavos a su servicio. Es necesaria
una revolución copernicana que devuelva al ser humano todo su valor y lo
ponga como centro de nuestro mundo, también como centro del mundo
económico. Los primeros defensores de la revolución copernicana en astronomía no lo tuvieron fácil. Además de enfrentarse a la Inquisición, tenían
que oponerse a la experiencia común de la gente que veía la Tierra quieta y
al Sol moverse a su alrededor. Hoy tampoco está fácil la revolución copernicana en economía. Además de los grandes poderes económicos, que no están dispuestos a bajarse de la burra ni a soltar el mango de la sartén, la
mentalidad capitalista está tan metida en la sociedad que ya se admite como lo normal el que todo gire en torno al dinero. Por eso, esta revolución
económica no puede conseguirse por un simple cambio de partido en el
poder político. Es necesario un profundo cambio de mentalidad, de valores,
de visión de la vida. (...) En el terreno económico el Evangelio de Jesús de
Nazaret es radicalmente opuesto, de arriba abajo, a un sistema en que todo, hasta la vida de los seres humanos gira en torno al dinero. (...) Ciertamente no es una tarea fácil cambiar el eje sobre el que gira toda la actividad humana. Pero es una revolución que cada uno podemos empezar a
realizar en nuestra propia vida, sin necesidad de esperar a que cambie el
mundo. Construyendo una vida que no esté centrada en el dinero, recuperando unos valores humanos, culturales y éticos olvidados por la ideología
capitalista; con un modelo de bienestar diferente al que nos presenta la
publicidad. Un estilo de vida que, además, nos va a permitir una existencia
más relajada y feliz. Para los cristianos esto no es una opción que más o
menos libremente podemos aceptar o rechazar. Es lo que verifica nuestra fe
y nos sitúa entre los creyentes en Jesús o no creyentes.” (Los Tolomeos de
hoy, Eclesialia, 27 de marzo, 2006).
En la Edad Media, Dios era la medida de todas las cosas; en el Renacimiento, fue el Hombre y la referencia a lo humano quien daba la medida
del valor de las cosas. En nuestros tiempos el Dinero ha pasado a ser la
medida de todo, lo que da valor a todo según su precio. La gran blasfemia
de nuestros días es la macroidolatría del mercado total; el anti-dios es el
dinero. Dice el obispo Casaldáliga: “Creo que el capitalismo es intrínseca-
mente malo: porque es el egoísmo socialmente institucionalizado, la idolatría pública del lucro, el reconocimiento oficial de la explotación del hombre, la esclavitud de muchos al yugo del interés y la prosperidad de los pocos”. Es preciso reinventar una economía de convivencia que ponga al dinero al servicio de la centralidad de la persona humana.
José Luis García Remiro es voluntario de Cáritas.
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