2. La ejecución dineraria

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Francisco Javier Izquierdo Carbonero
2. La ejecución dineraria
2.1. Normas generales
La ejecución dineraria procede cuando el título a ejecutar contenga una obligación de tal naturaleza y su finalidad
no es otra que de la obtener la satisfacción del crédito del
acreedor acudiendo al patrimonio del deudor como garante de
aquella finalidad.
Al ceñirnos a la ejecución dineraria excluiremos, por
definición, aquellas obligaciones que consisten en hacer, no
hacer o entregar alguna cosa (distinta a cantidad monetaria).
Debemos matizar una salvedad, aún tratándose de ejecuciones no dinerarias, se pueden sustanciar por el trámite que
ahora analizamos siempre y cuando la ejecución no dineraria
tenga un equivalente económico, por sustitución. Sírvanos el
supuesto de los despidos con readmisión optada por el representante sindical o el despido nulo, donde tratándose de una
obligación de hacer cabe un devenir en el reconocimiento de
una cantidad a percibir por el acreedor.
No olvidar que en ejecuciones no dinerarias (en las dinerarias, llegado el caso, también procedería) se tiene derecho a
una serie de conceptos jurídicos valorables económicamente
en cantidades monetarias. Entre éstos aludiremos a: Indemnización de daños y perjuicios a que tiene derecho el ejecu-
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tante si el ejecutado contraviene las obligaciones que le son
impuestas; multas por mala fé o por notoria temeridad manifiesta en el procedimiento (en esta modalidad el cobro de las
mismas se transferirían al Tesoro Público); multas coercitivas
o apremios pecuniarios dimanantes de la tramitación procesal
ejecutiva por incumplimiento de las órdenes judiciales que se
den al ejecutado; intereses por mora o demora (los primeros
no superarán el 10% de la cantidad principal, los segundos se
cuantificaran –como cabe en los anteriores- con una simple
operación aritmética) y la condena en costas (tener muy en
cuenta si proceden o no y, en su momento, el límite que fija el
art. 394. 3 de la LEC y, en los supuestos de la segunda instancia, los importes establecidos por el Tribunal sentenciador que
utiliza generalmente un máximo de honorarios que concreta
la sentencia dictada en el recurso . Lo manifestado trae causa
tanto de ejecuciones dinerarias como no dinerarias pero son
conceptos que se cuantifican económicamente en todo caso.
Las sentencias de condenas de futuro por prestaciones
periódicas no precisan de continuos procedimientos ejecutivos sino que a la primera demanda se pueden unir los distintos pedimentos nacidos del transcurso de los plazos para el
cumplimiento de la sentencia. Con la simple presentación de
un escrito en el procedimiento de ejecución es suficiente para
que por el juzgador se acuerde lo procedente, sin necesidad de
nueva apertura de expedientes.
Hay autores que inciden en el sentido de que la ejecución dineraria va encaminada a obtener forzosamente el importe de lo adeudado de los bienes del deudor. A nuestro pare-
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cer, aunque este suele ser el modo usual de conseguir aquella
satisfacción de la ejecución dineraria, no es el único y así despachada ejecución tiene opción el ejecutado para consignar
o pagar la cantidad que se le reclama, lo que conlleva la no
necesidad de acudir al trámite más complejo de la ejecución
forzosa (vía de apremio).
Criticamos la carencia estructural de la LPL en este
tema ya que principia unas normas generales sobre la ejecución dineraria sin establecer, en primer lugar, en qué consiste
la misma y posteriormente ir entrado en una regulación más
pormenorizada y coherente. De pronto nos encontramos con
un precepto que ya habla directamente de “concurrencia de
embargos” cuando ni siquiera hemos hablado de esta figura
tan característica de la fase ejecutiva. No nos queremos detener más en esta crítica pero su mero enunciado nos sirve para
sentar nuestra discrepancia con el legislador en la forma del
inicio en el tratamiento de la materia.
El título ejecutivo podrá consistir en una sentencia firme
y además: un acto de conciliación extrajudicial (ante el UMAC),
un acta de conciliación ante el propio órgano jurisdiccional y,
por último, un laudo arbitral.
En el artículo 246 de la LPL, los dos primeros apartados,
apuntan a las ejecuciones singulares y se acuerda su acumulación. Se nos plantean dos situaciones diferenciadas:
-Si los bienes embargados no son coincidentes y se consideran suficientes a los efectos de la ejecución, sin acu-
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mulación de éstas, seguirán su tramitación oportuna,
sin que las unas interfieran en el procedimiento de las
otras.
-Si la traba del embargo son sobre los mismos bienes
(parcial o totalmente) y no son coincidentes, sería conveniente la acumulación de ejecuciones conforme aludimos en el art. 37.2 de la LPL a fin de racionalizar todo el
procedimiento y su resultado. La acumulación se pretenderá del juzgado que con prioridad trabó dichos bienes.
De todas formas, habrá de tenerse en cuenta la prelación
de ciertos créditos laborales (al caso, art. 32 ET) y respetar el
rango establecido por la normativa laboral sobre las diferentes
prelaciones de créditos.
Las cantidades obtenidas en la ejecución se distribuirán
al acreedor si con ellas se cubre su crédito. Caso contrario habrá de procederse (al igual que si no hay prelación o ésta es del
mismo rango) al reparto proporcional del importe de aquellas
sumas.
El párrafo tercero del precepto ha sufrido una profunda
modificación por la nueva Ley Concursal al disponer dejar en
suspenso la ejecución laboral hasta tanto se resuelvan los procedimientos previstos en aquella norma.
Nada cita la LPL sobre la posible coincidencia de la ejecución laboral con otras de carácter civil (judicial) o administrativa (judicial o no). Estimamos que al trabajador ejecutante se
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le abren dos soluciones: o seguir su ejecución separadamente
o unirse a aquellas modalidades y constatar sus posibles privilegios para ser tenidos en cuenta por el órgano jurisdiccional
(salvedad supone la ejecución administrativa del artículo 32
de la Ley de Ordenación del Seguro Privado). Dicho esto, sensu contrario, el ejecutante civil o administrativo puede acudir
al procedimiento laboral en ejecución y adherirse al mismo
haciendo uso igualmente de los créditos privilegiados que le
reconozcan las respectivas normas y será el juzgador quien
decidirá la jerarquía y prelación de los distintos créditos y su
distribución.
Se anticipó la LPL a la LEC en la previsión del art. 247 al
regular la obligación del ejecutado sobre la manifestación de
sus bienes o derechos, con la precisión necesaria para garantizar sus responsabilidades. Mientras que en la LEC el requerimiento es de oficio, la LPL admite además de esta facultad
la reclamación de esta conducta a instancia de parte o de un
tercero interesado.
Nuestra práctica forense nos dice que no es un sistema
dotado de la eficacia que pretende la ley, siendo mucho más
productivo y aconsejable acudir a los distintos registro públicos a fin de obtener esa información patrimonial del deudor
(piense el lector que, actualmente, en la mayoría de los Juzgados tenemos aplicaciones telemáticas directas para obtener
esta información, aunque dejan mucho que desear por su falta
de actualización patrimonial) dirigiéndose directamente el órgano jurisdiccional a los mismos en el hallazgo de bienes.
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Las sanciones prevista en la norma para el caso de incumplimiento por parte del ejecutado de esta información de
bienes para la que ha sido requerido abarca dos tipos de sanciones: las multas coercitivas o apremios pecuniarios de un
lado y, el posible delito de desobediencia a la autoridad judicial. Ambas no solucionan el problema del ejecutante: el cobro
de su crédito. La repercusión de la negativa a la información
sólo perjudicaría al ejecutado sin beneficio alguno para el ejecutante. Reiteramos, las multas coercitivas o apremios pecuniarios de obtenerse se ingresarían en el Tesoro Público y la
comisión delictiva ni le va ni le viene al ejecutado, salvo una
cierta satisfacción moral.
Por cierto y sobre este último punto concreto nos planteamos un serio interrogante: cómo es posible la tipificación
de este delito por no manifestar un patrimonio cuando en el
derecho penal el imputado no está obligado a declarar contra
sí mismo. No se cumple aquí el axioma “quien puede lo más
puede lo menos”. Cómo conjugamos un derecho legal en la
rama más coercitiva (derecho penal) con la perpetración de
un delito ex proceso laboral con mucha menos significación
actuarial. Indicado queda.
Seguimos insistiendo en nuestra experiencia para resaltar que la mejor solución es que el ejecutante designe los
bienes a embargar y a falta de ello, o por su insuficiencia demostrada, se acuda a la averiguación de oficio a los registros
públicos.
La obligación incumbe, cuando se trata de personas jurí-
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dicas, a sus administradores o a las personas que legalmente
las representen; cuando se trate de comunidades de bienes o
grupos sin personalidad, a quienes aparezcan como sus organizadores, directores o gestores.
Dentro de esa manifestación patrimonial del requerimiento nos causa extrañeza el deseo de que el ejecutado indique los
derechos de cualquier naturaleza sobre sus bienes y de estar
sujetos a otro proceso, concretar los extremos de éste que puedan interesar a la ejecución. Añadiendo el precepto que, en el
caso de que los bienes estuvieran gravados con cargas reales,
el ejecutado estará obligado a manifestar el importe del crédito
garantizado y, en su caso, la parte pendiente de pago en esa
fecha. El legislador, imbuido por su querer buen hacer, no se
ha planteado de que su intención plasmada en la norma sea
irrealizable, porque: es normal que el ejecutado desconozca
aquellos derechos de cualquier naturaleza sobre sus bienes
e, incluso, que exista un proceso (declarativo o de ejecución)
pendiente sobre su patrimonio. Puede haberse incoado aquél
sin que el deudor al momento del requerimiento del Juzgado
de lo Social los desconozca o, por cualquier otra razón, se halle en situación de rebeldía procesal (inexactitud en la dirección facilitada de emplazamiento, citación por edictos, etc). No
argüimos supuestos excepcionales sino de cierta frecuencia
en la práctica de los juzgados. Más aún, y continuando con
el mismo planteamiento, aún conociendo la existencia de un
derecho real de gravación sobre sus bienes exigirle manifieste
el importe del crédito garantizado es factible ya que lo debe
conocer, pero la parte pendiente de pago a la fecha del requerimiento es inusualmente imposible de determinar. Cualquiera
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de nosotros, por muy diligente que sea en la llevanza de sus
asuntos, determinados créditos gravados con derechos reales
sabemos lo que pagamos y hacer un cálculo aproximado de la
deuda pendiente, pero si pedimos a la entidad constituyente
del gravamen que nos indique el importe debido, la cantidad
que se nos facilita, por un concepto u otro nos desequilibra
toda la contabilidad propia sobre el tema. Son muchas las ocasiones en que los Secretarios Judiciales cuando tienen que
hacer liquidación de cargas en un procedimiento ejecutivo se
las ven y se las desean para que las cuentas cuadren (generalmente las entidades bancarias tienden a la confusión y lo
decimos sin animus injuriandi) y nunca tendrán la certeza de
acertar en la práctica de aquella actuación. Es más cabe casi
siempre la duda de que se ha contabilizado en más a favor del
garante que del ejecutado. Reitero, pedir aquella manifestación es tanto como instar un imposible. La exigencia debería
ser más benevolente sin permitir, ello no es óbice, a una mínima conducta de buena fé, sancionable cuando se demuestre
la temeridad o fraude en dicha manifestación si el acreedor
tiene una idea aproximada de los datos sobre los que ha sido
requerido.
Nos produce especial extrañeza que en este precepto se
olvide una mínima referencia siquiera al posible conflicto entre
el requerimiento de designación de bienes al deudor ejecutado y la Ley Orgánica 1/82 de Protección Civil del Derecho al
Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y a la Propia Imagen
y las controversias que suscitarían, colocando al órgano jurisdiccional en tesituras que deberá solventar sobre la marcha.
Curiosamente este despiste legislativo se salva en el artículo
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248 de la LPL disponiendo sobre el tema el comentario que
hicimos sobre el mejor acierto de ser el deudor, en su caso,
y la vía de colaboración de los organismo públicos y la Administración en general el más acertado trámite para averiguar
los bienes que constituyen el patrimonio del ejecutado. Hasta
dónde deben situarse los límites de la protección del derecho
al Honor… y el deber de colaboración de las personas físicas y
jurídicas en general con la Administración de Justicia (con la
propia obligación de aquella protección por ésta) ha sido objeto de jurisprudencia del Tribunal Constitucional (entre otras,
94/98, 144/99, 98/00 y 292/00) cuya doctrina ha sentado
el amparado por este derecho de protección a “todos aquellos
–datos- que identifiquen o permitan la identificación de la persona, pudiendo servir para la confección de su perfil ideológico, racial, sexual, económico o de cualquiera otra índole, o
que sirvan para cualquier otra utilidad que en determinadas
circunstancias constituyan una amenaza para el individuo” en
sintonía con el sentido similar que encontramos en el art. 7 de
aquella Ley Orgánica: “la revelación de datos privados de una
persona o familia conocidos a través de la actividad profesional u oficial de quien los revela”.
En los Juzgados de lo Social nos hemos sorprendido en
alguna ocasión, y en esta fase procedimental, que interesados
datos sobre bienes de un ejecutado se nos han negado por la
AEAT aduciendo el art. 113 de la Ley General Tributaria y la
protección de datos que tal norma otorga a aquellos de los que
conoce dicha Administración por sus propios medios. Hemos
quedado un tanto confusos ante dicha negativa y leyendo el
precepto en su fundamento se ha insistido en la obligación que
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La ejecución en el proceso laboral
les constriñen a su colaboración y, finalmente, se ha resuelto
el incidente. Los años de experiencia en la fase de ejecución
nos han servido, entre otras muchas cosas, para cuando peticionamos este tipo de información acordarlo por resolución
motivada, adquiriendo ésta la forma de auto para que aquella
petición no presente ninguna dificultad ni a la AEAT ni para
el propio Juzgado ejecutante. A mayor abundamiento, este autor, aconsejaría que, vista la posibilidad de dirigirse a aquella
Agencia Tributaria desde el mismo momento que se está despachando la ejecución, resolver en el auto que encabeza este
trámite la futura facultad de remitir despachos al organismo
tributario indicado, con lo cual fortaleceríamos aún más nuestra posición, resolviendo las más que fundadas dudas de la
administración tributaria, y no precisaríamos de otro nuevo
auto para acordar lo que ya pudimos hacer desde un principio
(ello, no obstante, que por razones elementales haya que dictarlo en cualquier otro momento de esta fase procesal). Colaboración versus información radica en ponderar los derechos
fundamentales en colisión (honor, intimidad, propia imagen,
tutela judicial efectiva, defensa…) y la decisión por medio de
auto –seguimos insistiendo- es el remedio más eficaz para que
aquella controversia no se suscite, ni siquiera nazca.
La cantidad por la que se despache ejecución incluirá,
con carácter provisional, los intereses de demora y las costas
que no excederá, para los primeros, del importe de los que
se devengarían durante un año y, para las costas, del 10 por
100 de la cantidad objeto de apremio (el principal), salvo que
motivadamente se disponga otra cosa. Hagamos una serie de
precisiones sobre esta disposición: a) la sentencia fijará unos
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intereses cuando deriven del propio objeto de la condena (art.
29 ET) no siendo éstos a los que se refiere el art. 249 de la
LPL; por esta vía se sanciona el interés por el impago de cantidad; b) El interés que comentamos tiene lugar “ope legis” y,
consecuentemente, no necesitan de su reflejo en la sentencia,
yendo el T.S. más lejos al no considerar ni siquiera su expresión en el auto despachando ejecución en base a su operatividad legal; por esta vía se condena por el retraso en abonar la
cantidad que se fija en sentencia; c) los intereses de demora
se cuantifican en el importe que proceda legalmente por los
devengados en un año (se aplica el interés legal del dinero considerado anualmente, aumentado en dos puntos); d) el abono
de intereses se adeuda desde que se dicta la sentencia hasta
su pago o consignación judicial; e) la petición del pago de los
intereses, pese a su operatividad “ope legis” de fuero interno, debe realizarse por la parte acreedora en el proceso en el
escrito instando el despacho de la ejecución, al no ejecutarse de oficio. Si no lo hace de este modo el auto de ejecución
sólo se ceñiría al principal, empezando a computarse el plazo
para la prescripción de aquéllos; f) para las costas se limita su
importe de despacho provisional en el 10% del quantum del
principal, cantidad menor que la establecida en el art. 394.3
de la LPL como honorarios de Abogados (y las costas incluye
muchos más conceptos), prevaleciendo dicho porcentaje, por
contemplarlo expresamente la Ley Rituaria Laboral sin tener
que acudirse al reenvío a la Ley Adjetiva Civil, mantiene el artículo comentado “salvo que motivadamente se disponga otra
cosa” y aquí es donde entendemos que adquiere más sentido
esta frase ya que en los intereses no la comprendemos pues se
aplican por operatividad legal y las sentencias de suplicación
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La ejecución en el proceso laboral
o casación no pueden modificar éstos; g) la condena al pago
del interés legal del dinero más dos puntos incumbe a todas
las personas condenadas en la sentencia (públicas o privadas)
con un trato de favor o privilegio ostentado por la Hacienda
Pública a la que se le concede el plazo de espera de tres meses
desde notificación de la sentencia condenatoria por aplicación
de lo dispuesto en el art. 45 de la LGP; h) el auto que sanciona
al pago de intereses es susceptible de recurso de suplicación o
extraordinario de casación.
El auto por el que se despacha la ejecución y demás resoluciones en que se decreten embargos se notificarán a los representantes de los trabajadores de la empresa deudora a efectos de que puedan comparecer en el proceso. Esta imposición
normativa estimamos que se referirá a aquellos supuestos en
los que quepa irrogar grave perjuicio al montante patrimonial
de la empresa (o persona jurídica) ejecutada, de lo contrario
carecería de un sentido lógico, más allá del puramente declarativo. Nos interrogamos sí en la posibilidad que admitimos no
es más conveniente que sea el FO.GA.SA., por el interés del
resto de trabajadores y del suyo propio, quien ejercite estos
derechos. Así lo contempla el art. 251 de la LPL.
El Fondo de Garantía Salarial y las Entidades gestoras
o servicios comunes de la Seguridad Social, cuando estén legitimados para intervenir en el proceso asumen la obligación
ex lege de asumir el depósito, la administración, intervención
o peritación de los bienes embargados, designando a tal fin
persona idónea, desde que se les requiera judicialmente. Como
vemos esta obligación nace con el requerimiento judicial para
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algunas de las funciones que se recogen en el precepto. Aún
tratándose de organismos públicos se les puede imponer apremios pecuniarios o multas coercitivas (si son o no partes, respectivamente) si la llevanza de aquellos cargos no se presta con
las mínimas garantías para el fin del proceso. Admite la LPL la
facultad de que, previa autorización judicial y con justificaciones de causas que imposibiliten el cumplimiento o gravosidad
de aquellas funciones por estos organismos administrativos,
se designe persona idónea a estos fines. Dos opciones pues:
o su prestación por dichas entidades públicas o por persona
nombrada por ellas.
Asimismo se admite una nueva facultad: que tal obligación y con los mismos límites quepa, motivadamente, imponerse a cualquier persona o entidad que por su actividad y
medios pueda hacerse cargo de la misma, sin perjuicio del resarcimiento de los gastos y abonos de las remuneraciones que
procedan. Un paso más en el camino iniciado por el legislador,
si bien ya se podía dar por encuadrado en un más exacto y
comprensivo contenido del primer apartado del precepto. La
especialidad podría devenir en incluir en este párrafo en concreto a las personas físicas o jurídicas sin relación con la Administración Pública y con capacidades materiales y humanas
suficientes para aquellos desempeños. La añadidura de un párrafo que se silenció en el primero de los párrafos concreta el
cubrimiento de los gastos que ocasionen aquellas funciones.
En nuestra opinión dichas remuneraciones deben incluir tanto a las entidades públicas (FO.GA.SA. o entidades gestoras
de la Seguridad Social) como a cualquier persona, pública o
privada, ya que de lo contrario difícilmente vamos a encon-
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La ejecución en el proceso laboral
trar alguien que se haga cargo de tal responsabilidad anexa
a unos gastos que conlleva cualesquiera de aquellas tareas.
Con una suficiente acreditación de aquellos y considerados
justos y proporcionados por el Juzgado ejecutante deberán ser
incluidos en las costas procesales.
Vuelve el artículo con una retórica inexplicable, dada su
lamentable redacción, a admitir en el último de sus apartados
la encomienda a entidades autorizadas administrativamente
las actuaciones materiales de estas funciones. Demos por reproducido lo manifestado en relación con los gastos y remuneraciones en este nuevo supuesto legal.
Las negativas al cumplimiento de estas obligaciones (en
el último apartado articular no consta esta definición) deben
justificarse por su imposibilidad o desproporción manifiesta
de los gastos y remuneraciones en relación con el fin último de
la ejecución: el resarcimiento de su crédito al ejecutante.
Si hemos criticado el artículo por lo redundante, por lo no
dicho y después enunciado para volver a silenciar, en definitiva, por una estructura gramatical y semántica que bien pudo
ser otra distinta correctora de estos déficits, ahora procede su
alabanza por su acercamiento a la realidad fáctica en este tipo
de actuaciones típicas del proceso de ejecución. El ejecutante
rara vez ejercerá las tareas de depositario, administrador… y
ello supone un grave riesgo para el fin de la ejecución al dejar los bienes en manos del deudor ejecutado constituyendo
un abanico de conductas defraudatorias. En nuestra practica
profesional advertíamos y aconsejábamos a los trabajadores
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(los ejecutantes tradicionales) la búsqueda de persona que
realizará alguna/s de aquella/s tarea/s con el convencimiento
que de no hacerlo difícilmente iba a ver satisfechos sus intereses legítimos –como ocurría casi en la unanimidad de los
casos- pese a que los bienes fueren más que suficientes para
cubrir aquella expectativa. No causaba extrañeza que embargados unos bienes (y precintados, llegado el caso) cuando el
perito procedía a su avalúo aquellos existían en lo físico aparente pero con unos daños no visibles que le hacían perder la
mayor parte de su valor. Los efectos de la subasta pública eran
siempre negativos.
Destacar, igualmente, que con este precepto se da cumplida salida a la problemática de los depósitos judiciales de
bienes muebles (más concretamente vehículos) encomendados
a particulares que comprueban como utilizan unos enormes
espacios físicos y durante largas temporadas cobrando rara
vez de la Administración de Justicia, pues cuando se consigue
la venta en subasta y adjudicación de algún bien se les exige
que los entreguen sin cargo para el adquirente, por lo que su
irritación era de perfecta comprensión. Peticionar la inclusión
en costas (si hay sobrante para ello después de la adjudicación
y pago del principal) de aquellos gastos y remuneración de una
persona que no ha sido parte en el procedimiento y a la que la
parte ejecutante, una vez cobrada, tampoco le interesa, más
al contrario de poder cobrar algo, en su intención prevalecerá
siempre los gastos procesales propios (Abogado, Graduado Social, etc) a los de una persona que además, desde ese momento, se convierte en un contrario para sus objetivos, nos puede
dar una idea aproximada de la situación en que se encuentran
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La ejecución en el proceso laboral
aquellas personas (depositarios, usualmente) que “obligados”
a cumplir una función de tanta trascendencia en la fase ejecutiva ven como una y otra vez sus expectativas de lucro por
un trabajo –del que hacen una profesión-desaparecen y, en
contadas ocasiones, consiguen ver mínimamente cumplidas
sus aspiraciones profesionales por una labor que, por ende, se
les ha impuesto. Si traemos este tema a colación lo es por el
hecho de vivirlo en primera persona y comprender problemática tan desesperante para estos depositarios, mermados en
sus derechos por una normativa propia para estos depósitos
tan oscura y difusa que resulta casi irrealizable, teniendo en
cuenta que son pocos los Jueces y Secretarios Judiciales que
la conocen o, sabiendo de su existencia y contenido, se atreven
–el problema no va con ellos- a dar una solución que tampoco
se nos antoja tan complicada: si los vehículos carecen de valor,
o no se han vendido en pública subasta, o no los hace propios
el ejecutante…en definitiva, no se ha realizado su precio, bien
se podía arbitrar un sistema eficaz y efectivo para que, presentada cuenta de gastos y remuneración de estas personas,
darles entrada en el procedimiento y si nadie se opone fundadamente a sus pretensiones, adjudicárselos directamente y, al
menos que con el desguace o venta de determinadas partes o
piezas de los bienes depositados puedan cubrir en algo aquellos perjuicios económicos que les está ocasionando una depósito al que han sido llamados, casi nunca se les ha ofrecido.
Sólo pretendemos dejar constancia de tal asunto por si quien
tiene competencia para ello es capaz de solucionar tanta problemática, más ocasionada por la dejadez y la desidia que por
lo espinoso de su arreglo.
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2.2. EL EMBARGO
Pasamos a continuación al estudio de una actuación judicial de lo más compleja y que dada la parca y elemental regulación por la LPL el reenvió y la integración con las normas
de la LEC será una constante a lo largo de todo este epígrafe.
Intentaremos una exposición clara y concisa que no lleve a
confusión al lector, quien de su simple lectura quede meridianamente enterado de todos los avatares de esta institución
procesal.
Definiremos el embargo como aquella actividad jurisdiccional por medio de la cual se declaran afectos determinados
bienes o derechos del deudor a la ejecución despachada y se
consideren suficientes para cubrir la cuantía del importe por
el que se ha despachado ejecución. Aunque esta definición,
al igual que otra muchas sobre el concepto, son de contenido
parecido, aclaramos desde este momento que el embargo pretende la vinculación de bienes del deudor en cuantía suficiente
pero puede ocurrir, y ocurría, que aquéllos no alcancen (ni
siquiera desde un primer momento) ese quantum, pero no por
ello pierde significación el embargo, toda vez que conforme al
Código Civil (art. 1911) el deudor responde con todos sus bienes, presentes y futuros. Por ello el embargo se despacha por
la suma que se considere suficiente, adelantándose al hecho
de que el ejecutado viniere a mejor fortuna y, con ello, seguiría respondiendo de la deuda (o importe de la misma) que no
satisfizo en su momento. Será complicada esta observancia en
muchos de los casos, pero si no se formaliza conforme a ley
aquella dificultad se convertiría en imposibilidad.
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La ejecución en el proceso laboral
Establece la LPL que de constar la existencia de bienes
suficientes, el embargo que se decrete se ajustará al orden
legalmente establecido. Su objeto, el ya indicado, asegurar la
efectividad de la resolución judicial cuya ejecución se insta.
La materia a estudiar se nos complica. Antes de entrar
en el estudio del “orden legalmente establecido” resultan evidente que han ocurrido (o debido suceder) una serie de actividades jurisdiccionales previas. Empecemos a escudriñar y
desmembrar el artículo:
Hemos de dar por reproducido cuanto hemos tratado con
anterioridad en relación al señalamiento de bienes a embargar,
los requerimientos a los distintos obligados a aquella designación y las responsabilidades en que incurren en caso de no
hacerlo o hacerlo con manifiesta temeridad, mala fé o fraude
de ley, la averiguación patrimonial y los organismos y registros
obligados en aquella investigación.
Una vez ello, establecer que el embargo se acordará en el
auto por el que se despacha ejecución o en resolución posterior si se averiguan bienes que no constaban en la primera o
que se desconocían al dictado de aquélla.
Caben dos opciones:
-Que en el propio auto por el que se despacha ejecución
se designen los bienes concretos sobre los que trabar
embargo y de los que el Tribunal haya tenido conocimiento por cualesquiera de los medios indicados (este
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supuesto casi se limita a que así lo haya constatado la
parte acreedora en la demanda ejecutiva) y será a partir
de este momento cuando surta sus efectos y eficacia jurídica.
-Que en el auto (lo normal) no se haya hecho mención
alguna de los bienes sino de la cantidad objeto de ejecución –principal, intereses y costas procesales- y, consiguientemente, se deba practicar la diligencia de embargo
por la comisión judicial. En este caso, será desde este
momento cuando se tenga por hecho el embargo.
La LPL en concordancia con la LEC (esta conexión no se
va a perder en el tratamiento de este epígrafe casi en ningún
momento) configura una serie de garantías del embargo, ya se
trate de bienes muebles o inmuebles (depósito, anotación registral… sobre las que retornaremos) que nos puede confundir
sobre el momento exacto en que se produce el embargo. Este
punto debe quedar despejado desde ya: el momento en que el
embargo se tiene por hecho con las responsabilidades, de todo
tipo, en que pueda incurrir el embargado es el instante en que
se dicta el auto despachando ejecución si en él constan concretamente los bienes objeto de embargo o desde la práctica de
la diligencia de embargo por el órgano jurisdiccional (art. 587
LEC). Ello no se opone a que se garantice con las medidas que
abordaremos posteriormente.
Destacar que ni en el auto despachando ejecución ni en
la diligencia de embargo se pueden trabar bienes indeterminados, salvo el embargo de depósitos bancarios y los saldos
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favorables que arrojaren las cuentas abiertas en entidades de
crédito, siempre que, en razón del título ejecutivo, se determine, por medio de auto, una cantidad como límite máximo, y de
cuyo exceso pueda disponer libremente el ejecutado.
Enfoquemos ahora la diligencia de embargo pues su importancia precisa de especial mención. En la diligencia de embargo, que practicara un funcionario del Cuerpo de Auxilio
Judicial y otro de Gestión Procesal (salvo que el Secretario
Judicial arrogue esta última función para sí), se mencionarán
y enumerarán los bienes sobre los que se producen la traba,
indiferentemente de que sean bienes muebles o inmuebles. Es
una actuación judicial que requiere de una buena dosis de
conocimientos jurídicos aderezada con un nivel de experiencia
suficiente en la comisión judicial para obtener los resultados
deseados. La LEC dispone que la descripción de los bienes que
figuren en la diligencia de embargo ha de ser lo más detallada
posible (art. 624) pudiendo utilizarse medios visuales o gráficos. Hemos practicado cientos de diligencias de embargo y en
cuanto a estos últimos medios nunca se nos ha facilitado por
la Administración y en lo que respecta a la descripción más
detallada posible, por muy exacta que sea ésta nunca podrá
suplir a un documento de aquel tipo. Pero es más, si no se
nos facilitan dichos medios –gráficos o visuales- nos puede
explicar el legislador como se consiguen estas pretensiones en
la descripción cuando los objetos muebles a embargar sean
decenas o cientos y el tiempo es el factor que más echamos
en falta en la labor cotidiana de los Juzgados, lo que provocaría que cumplir el pié de la letra la ley (que sería, por otro
lado, lo idóneo) supondría una acumulación de trabajo en las
Francisco Javier Izquierdo Carbonero
comisiones judiciales ejecutivas que repercutirían en otras decenas o cientos de diligencias de embargo a practicar. Es fácil
legislar desde una realidad virtual, pese a los buenos criterios
doctrinales, estudios e informes que se posean, si se ignora
la realidad cierta en las que nos movemos en los despachos
judiciales y en sus exteriores. Siempre hemos sostenido que
todas estas reformas legislativas si no van acompañadas de los
necesarios aportes presupuestarios terminan por convertirse
en papel mojado y un cúmulo de buenas intenciones.
Si los bienes embargados son inmuebles con una correcta descripción registral se garantiza que el embargo cumpla
aquellos requisitos descriptivos previstos en la ley. En otro tipo
de bienes de inscripción registral (los trataremos al hacerlo sobre el orden de prelación) la descripción de aquellos datos de
registro pueden no ser suficientes a los efectos interesados.
Otra cuestión dudosa que surge en la práctica de la diligencia de embargo es aquella sobre las manifestaciones que
sobre la titularidad de los bienes a los que se va a trabar sean
o no del ejecutado. Es obvio que de una simple manifestación
verbal se debe desconfiar e ignorar por la comisión judicial
en todo momento. El interrogante se producirá cuando se documente de alguna manera que aquellos bienes que se están
relacionando no son de titularidad del deudor embargado. Si
el ejecutante asiste a la diligencia de embargo el tema adquiere
tintes menos dramáticos dado que el buen criterio del funcionario de Auxilio Judicial requerirá a éste o a su representante
presente en el acto para que alegue lo que a su Derecho convenga y sí se considera que ha quedado demostrada la titula-
63
La ejecución en el proceso laboral
ridad de un tercero ajeno al proceso se evitará su inclusión en
el listado. Más, como quiera que la comisión judicial se constituye sin este importante apoyo en los lugares donde practicar
la diligencia (por lo general, no siempre) aquí si va a plantearse
una duda que se debe resolver en el momento. Siempre hemos
adoptado el criterio, apoyado en el fin teleológico de la ley y
de la diligencia que practicamos, de incluir dichos bienes en
el listado y que el Juez una vez la ratifique decida sobre tal
extremo o, en su caso, que por el ejecutado o tercero se presente la oportuna reclamación por comparencia, escrito e incidentalmente para dilucidar tal cuestión. Se puede producir el
perjuicio a ese tercero que se ha llamado a un procedimiento a
sabiendas de la existencia, más o menos cierta, de su derecho
pero es preferible este riesgo a vulnerar el reconocido judicialmente a favor del acreedor ejecutante.
De todas maneras, en aquellos supuestos en que la duda
sobre la realidad de la titularidad del dominio (u otro derecho real) del tercero no exista ya que de la documental que se
nos aporte quede patente la veracidad de sus manifestaciones
acorde con la manifestación del dueño de los bienes, la LEC
(art. 593.2 y 3) dispone la suspensión o aplazamiento del embargo o, se posponga con audiencia del tercero o las partes,
por cinco días, para resolver lo procedente sobre el embargo
de tales bienes.
Ha salido a colación la ratificación o modificación por
parte del Juez una vez se le dé cuenta de la diligencia de embargo practicado (en el mismo día o en el siguiente hábil) que
acoge como requisito propio la LPL, en su art. 257.1, y no en-
64
Francisco Javier Izquierdo Carbonero
contramos parangón del mismo en la LEC. Si bien, insistimos
en que esa ratificación o modificación, no altera en nada el momento del embargo, pues se entenderá producido en aquel que
enunciamos más arriba, al no existir colisión entre las normas
debatidas por cuanto de esta última actuación judicial se vela
por la correcta extensión y contenido de la diligencia de embargo, con su posible nulidad o modificación, pero persistiendo sus efectos en cuanto al resto de pronunciamientos dimanantes de la práctica de la diligencia de embargo (por cierto, se
llama diligencia de embargo cuando en puridad estamos más
ante un acta que ante una diligencia, técnicamente hablando,
pero respetamos la dicción legal y el usus fori).
Dos principios determinan el art. 592 de la LEC en el
orden de embargo:
-lo pactado por el acreedor y deudor, dentro o fuera de
la ejecución. Esta probabilidad la consideramos difícil de
producirse al contradecir lo dispuesto en el art. 245 de
la LPL que prohíbe en el derecho laboral la transacción o
renuncia de derechos reconocidos en sentencias firmes y
es muy respetable el criterio de la doctrina sobre el fraude o perjuicio de terceros a que puede producir el pacto
de las partes en conexión con el orden legal ex art. 592,
proponiéndose otro.
-A falta del anterior pacto se tendrá en cuenta la mayor facilidad de su enajenación y la menor onerosidad
de ésta para el ejecutado. Este segundo principio supone
una bicefalía de complicada aplicación práctica, pues el
65
La ejecución en el proceso laboral
criterio de la facilidad es extremadamente difuso y así
bienes trabados considerados de ardua adquisición en
subasta judicial obtienen una pronta adjudicación y viceversa. En cuanto a la onerosidad su graduación, al fin
y al cabo, sólo se debe tener en cuenta si el ejecutado no
consigue la satisfacción de su crédito, pues de lo contrario, tampoco significa mayor problemática. También
lo que parece poco costoso se convierte en muy gravoso y al revés. Asimismo, no podemos respetar estos dos
criterios porque los bienes del deudor se podrán trabar
conforme se vaya teniendo conocimiento de los mismos,
que no necesariamente tiene que ser en unidad de acto
ni darse, como ya aludimos, en el auto despachando la
ejecución o en resolución posterior, apareciendo en momentos posteriores y se acordará en el momento procesal
oportuno.
En defecto de aplicar los anteriores principios, en el embargo seguirá el siguiente orden legal:
1º. Dinero o cuentas corrientes de cualquier clase. La
LEC prevé que ha de determinarse ese importe con un límite
máximo.
2º. Créditos y derechos realizables en el acto o a corto
plazo, y títulos, valores u otros instrumentos financieros admitidos a negociación en un mercado oficial de valores. Por ejemplo: créditos vencidos, líquidos y exigibles; cheques bancarios,
depósitos en entidades de créditos, créditos contra la Administración; avales hasta el importe que cubran su afianzamiento.
66
Francisco Javier Izquierdo Carbonero
3º. Joyas y objetos de arte.
4º. Rentas en dinero, cualquiera que sea su origen y la
razón de su devengo. Vr. Gr. Los frutos civiles; dividendos o
ganancias de sociedades mercantiles capitalistas sin afectar a
la acción o participación social;
5º. Intereses, rentas y frutos de toda especie. Así: los
frutos que no tengan la consideración de civiles (art. 354 a 357
del Código Civil) y siempre que lo sean con independencia del
bien del que provienen.
6º. Bienes muebles o semovientes, acciones, títulos o valores no admitidos a cotización oficial y participaciones sociales. Habremos de remitirnos a lo dispuesto en el Código civil
sobre la cualidad del bien muebles y los semovientes. Respecto
a los últimos se tendrá en consideración lo dispuesto para los
mismos en las leyes societarias y normativa del mercado de
valores.
7º. Bienes Inmuebles. Su definición y contenido lo encontramos igualmente en el Código Civil, art. 334 y ss.
8º. Sueldo, salarios, pensiones e ingresos procedentes
de actividades profesionales y mercantiles autónomas. Existen
unos límites impuestos por la legislación que analizaremos en
el apartado de bienes inembargables.
9º. Créditos, derecho y valores realizables a medio y largo plazo. Se efectuará en bienes donde aquellos créditos y de-
67
La ejecución en el proceso laboral
rechos no sean exigibles en el acto de la práctica del embargo
(por ejemplo: al no estar vencidos).
Por último, el apartado tercero del artículo de mención
decreta el embargo de empresas cuando, atendidas las circunstancias, resulte preferible al embargo de sus distintos
elementos patrimoniales. El embargo de este bien (conjunto
de bienes ordenados como unidad de producción) supone un
avance, ya que si procedemos a esa traba de forma individual
al final conseguiremos un resultado no deseado pues los elementos de más valor y fácil enajenación de la empresa son
aquellos precisamente más necesarios para que la entidad
empresa siga desarrollando sus labores. Ineludiblemente el
embargo de una empresa va a instar el nombramiento de un
administrador judicial con las consecuencias que ya veremos.
De todos modos, es mejor este embargo tratando a la empresa
como un todo que el hacerlo como elementos independientes e
integradores de aquel conjunto. De poner una ejecución a este
tipo de embargos, es nuestra opinión personal que la traba
debe afectar a empresas de medianas a grandes dimensiones
–económicamente hablando- dado que si a una pequeña o mediana empresa (sin muchos trabajadores y con poco margen
económico de beneficios, en ambos supuestos) la administración judicial, y los gastos que le provocaría esta última institución de derecho procesal serían un lastre más que finalizaría
con la inviabilidad de su operatividad y cese de actividades.
Hay que sopesar muchos factores en cada caso sobre este tipo
de embargo y las consecuencias que acarrea.
Examinado el orden legal del embargo y los bienes que se
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Francisco Javier Izquierdo Carbonero
enumeran en el mismo es hora de tratar la inembargabilidad
de algunos bienes atendiendo a distintos criterios tales como:
límites en cuanto a su importe y titularidad y los surgidos con
motivo de su naturaleza que los hagan inembargables total o
parcialmente.
-El importe de los bienes a embargar los fija el auto por
el que se despacha ejecución donde asentimos que se engrosaban el principal, intereses y costas. Este límite es de fácil
comprensión aunque no exento de concreción para su correcta
llevanza en la práctica. Téngase en cuenta que la comisión judicial (o el juzgado directamente) va a proceder a la traba sobre
unos bienes cuyo valor se ignora. Recordemos la importancia
que dábamos a la experiencia profesional de los integrantes de
la comisión judicial. Más no acaban aquí las cuestiones dubitativas: si desconocemos el valor de los bienes a embargar (que
persona acertaría a valorar, sobre la marcha, lo que valdría,
pongamos por caso…un mamógrafo) cómo,además realizamos
unas operaciones tan elementales como descontar de dicho
importe no sólo el quantum de la ejecución sino el valor de adquisición en pública subasta. Son operaciones no tan simples
que hemos advertido aquellos que, en etapas de nuestra vida
profesional, nos dedicábamos a la difícil tarea de embargar
fuera de las sedes judiciales. Es más, y nos jugamos enemigos
en esta opinión, es mejor el exceso (dentro de una lógica elemental) a reiterar un nuevo embargo que añadiría más gastos
a la ejecución en perjuicio de un deudor cuya tutela judicial
efectiva tampoco debemos soslayar.
-La titularidad del bien embargado es tema poliédrico y
69
La ejecución en el proceso laboral
pese a la imposición legal al ejecutado de manifestarnos su titularidad, mencionamos que el margen de error cuando aquella
rompe la presunción de propiedad por posesión del ejecutado
de los bienes embargados, nos va a conducir indefectiblemente
a reclamaciones basadas en tercerías de dominio o de mejor
derecho. Las analizaremos en su momento.
-Bienes inembargables: absoluta o parcialmente.
Absolutamente inembargables: Se regulan en los artículos 605 y ss de la LEC. Como premisa el art. 609 de
este Cuerpo Legal decreta que el embargo trabajado
sobre bienes inembargables es nulo de pleno derecho,
pudiendo el ejecutado denunciar esta nulidad ante el
Tribunal mediante los recursos ordinarios o por simple comparecencia ante aquél si no se hubiera personado en la ejecución ni deseara hacerlo. La sanción es
la más grave de las posibilidades que admite el derecho: la nulidad.
Establecido lo anterior, el art. 605, enumera la relación de bienes que tienen esta consideración:
1º. Los bienes que hayan sido declarados inalienables.
El Código Civil y las leyes administrativas nos califican como tales: los bienes destinados al uso público
ya pertenezcan al Estado, a las CC.AA, a las Provincias o a los Municipios (puertos, aeropuertos, carreteras, playas, montes, etc); los considerados de dominio
público (ríos, mar territorial…); aquellos afectos a un
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Francisco Javier Izquierdo Carbonero
servicio público o al fomento de la riqueza nacional
(minas, hidrocarburos, etc).
2º. Los derechos accesorios que no sean enajenables con independencia del principal. Nuevamente el
Código Civil nos facilita una lista de estos derechos:
servidumbres, derecho de tanteo y retracto; hipoteca,
prenda o anticresis…Cuando lo embargado sea una
Comunidad de Propietarios (algo relativamente usual)
partiremos de la base de la inembargabilidad de las
partes comunes del edificio debiendo acudir a otros
bienes tales como: cuotas debidas o de pago futuro,
bienes no integrantes de aquellas partes comunes y
separables de la misma y, en último extremo, los bienes privativos de los propietarios comuneros.
3º. Los bienes que carezcan, por sí solos, de contenido patrimonial. Carecen de valor económico. Sírvanos
como ejemplo el embargo de un título honorífico (Conde, Duque, Medalla al Mérito Militar, Condecoración
de San Raimundo de Peñafort, etc), político, social…
(cargo de Presidente del Gobierno, Medalla de Alfonso
X el Sabio al Trabajo, etc).
4º. Los bienes expresamente declarados inembargables por alguna disposición legal. Con tal consideración: los bienes de Patrimonio del Estado (ir al
apartado primero), CC.AA., Provincias y Municipios;
concesiones administrativas. No se deben incluir en
este apartado aquellos bienes que son desafectados
del uso o servicio público ya que desde ese momento
71
La ejecución en el proceso laboral
no les protege de embargabilidad disposición legal alguna.
5º. Son también inembargables los bienes del ejecutado enumerados en el art. 606 de la LEC, a saber:
-El mobiliario y el menaje de la casa, así como las ropas
del ejecutado y de su familia, en lo que no pueda considerarse superfluo. En general, aquellos bienes como alimentos, combustible y otros que, a juicio del tribunal,
resulten imprescindibles para que el ejecutado y las personas de él dependientes puedan atender con razonable
dignidad a su subsistencia.
-Los libros e instrumentos necesarios para el ejercicio
de la profesión, arte u oficio a que se dedique el ejecutado, cuando su valor no guarde proporción con la cuantía
de la deuda reclamada.
-Los bienes sacros y los dedicados al culto de las religiones legalmente registradas.
-Las cantidades expresamente declaradas inembargables por Ley.
-Los bienes y cantidades declarados inembargables por
Tratados Internacionales ratificados por España.
Asistimos, nuevamente –y como ya viene siendo demasiado habitual-, a un alejamiento de la ley a la realidad diaria
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Francisco Javier Izquierdo Carbonero
del trabajo en los órganos jurisdiccionales. Es muy complicado
imaginar como una Comisión Judicial que, en la mayoría de
las ocasiones y usualmente en el procedimiento laboral, va a
practicar sin acompañamiento de parte la diligencia de embargo pueda tener unos conocimientos exactos sobre estos bienes inembargables si, precisamente, los criterios que facilita
el dictado de la ley son totalmente abiertos y basados en concepciones tan amplias y de aplicación tan extraordinariamente
confusa (son términos legales en blanco) que provocan incertidumbres y dudas en el momento de la práctica actuarial de la
comisión judicial. La ratificación posterior del Juez o Tribunal
puede reducir considerablemente el contenido de lo mal diligenciado por la comisión judicial actuante, mas tengamos en
cuenta que el propio órgano judicial será el que en la mayoría
de las ocasiones tendrá interrogantes más que razonables sobre la inembargabilidad o no de los bienes que se hacen constar en la diligencia de embargo. Pongo un ejemplo general al
lector de este manual: en las últimas oposiciones para ingreso
en el Cuerpo de Auxilio Judicial (antes, Agentes Judiciales)
que es el funcionario que ejecuta el embargo y que ostenta la
representación del Juez en la práctica de esta diligencia, por
los Tribunales calificadores se han emitido supuestos de exámenes con ejercicios de embargos cuyas respuestas ofrecidas
al opositor han sido posteriormente impugnadas sin atenerse
a un criterio pacífico estos Tribunales calificadores y, consecuentemente, teniendo que estimar las impugnaciones y anular las contestaciones a algunas de las cuestiones planteadas
o admitir otra solución distinta. Y partimos de la base, no lo
perdamos de vista, que los Tribunales calificadores de estos
Cuerpos Nacionales están formados por Magistrados, Secreta-
73
La ejecución en el proceso laboral
rios Judiciales y otros funcionarios de cuerpos técnicos sobre
la materia. Sí, ellos mismos que crean el ejercicio tienen posteriormente que anular respuestas o admitir otras para validar
los exámenes transpongamos esta situación a una Comisión
Judicial que se encuentra sola (en sentido lato) en el momento
de llevar a la práctica el embargo que viene acordado. Después
de muchos años de experiencia profesional en la fase ejecutiva
aún hoy nos surgen multitud de incertidumbres sobre la posibilidad o no de embargar algunos bienes relacionados en este
apartado. Jurisprudencia (mayor o menor) encontramos poca
sobre el tema y, si la hallamos, tampoco es pacífica. Comprendemos que la ley, a veces, en su dicción no puede ser más tajante, clara y concisa lo que nos conduce a suplir aquel déficit
con unos criterios de experiencia y estudios sobre la materia
que tampoco solucionan la problemática a que nos han encaminado.
6º. Embargo de sueldos y pensiones: Es inembargable
el salario, sueldo, pensión, retribución o equivalente, que no
exceda de la cuantía del salario mínimo interprofesional. No
se aplicará esta inembargabilidad absoluta en los supuestos
del art. 608 de la LEC, )de casi nula aplicación al orden social), cuando afecte a condena de pago de alimentos o en pronunciamientos dictados en procesos de nulidad, separación o
divorcio sobre alimentos debidos al cónyuge o a los hijos, así
como las medidas cautelares dimanante de aquellos. Hemos
aludido a la escasísima aplicación de estos supuestos en la
rama laboral si atendemos a su aplicabilidad directa pues son
procedimientos que no son competencia de este orden social
pero que se puede ver afectado en la ejecución si previamente
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Francisco Javier Izquierdo Carbonero
o, con posterioridad, un órgano del orden civil o penal (violencia doméstica) acuerda el embargo por debajo del SMI y habría
que detraer importes de conformidad con lo dispuesto en los
artículos de la ley rituaria civil.
Está inembargabilidad absoluta: recordemos, cuando es
por debajo del SMI (salvo los supuestos indicados) se convierte
en parcial en el momento que los salarios, sueldos, jornales,
retribuciones o pensiones sean superiores a aquél conforme a
una escala que fluctúa desde el 30, 50, 60, 75 hasta el 90 por
ciento en relación a las veces que aquellos emolumentos superen el SMI, multiplicándolo.
Si el ejecutado es beneficiario de más de una percepción,
se acumularán todas ellas para deducir una sola vez la parte inembargable. Igualmente serán acumulables los salarios,
sueldos y pensiones, retribuciones o equivalentes de los cónyuges cuando el régimen económico que rija entre los mismos
sea el de separación de bienes, acreditándose ante el Tribunal.
Si los conceptos retributivos citados estuvieren gravados
con descuentos permanentes o transitorios de carácter público (fiscal, tributario, seguridad social) la cantidad líquida que
percibiere el ejecutado, deducidos éstos, será la que sirva de
tipo para regular el embargo.
Atendiendo a las cargas familiares del ejecutado el baremo porcentual referido más arriba podrá ser deducido por el
Tribunal entre un 10 a un 15 por ciento.
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La ejecución en el proceso laboral
Lo anteriormente expuesto es de aplicación a los ingresos procedentes de actividades profesionales y mercantiles
autónomas. En este punto se extiende aquella legislación a
epígrafe más propio de la legislación laboral y, por ello mismo, de estas cantidades se rebajarán los gastos necesarios
que estas actividades precisen para su mantenimiento. Todo
ello, obvia aunque es preciso aclararlo, que estos importes no
hayan pasado al patrimonio del ejecutado, ya que dado el supuesto nos remitiremos nuevamente a los límites generales de
la LEC (art. 584 y ss). De todas maneras, la LEC adquiere aquí
todo el contenido de su aplicación subsidiaria a la normativa
procesal laboral.
7º. Bienes de Fundaciones u otras Instituciones Benéficas. Ignorada por la LEC y la LPL nos debemos remitir a la
Ley de Fundaciones, a la sazón, 30/1994, que ha sido aplicada jurisprudencialmente en distintos casos. Vr. Gr. Cruz Roja,
ACNUR, etc.
8º. Bienes Gananciales: Debe notificarse el embargo de
bienes al cónyuge no ejecutado, puesto que cada miembro del
matrimonio responde con su patrimonio personal de las deudas propias y sólo si los bienes privativos son insuficientes
puede peticionarse el embargo de los bienes gananciales, ex
art. 1373 del C.C. Se puede suspender la ejecución si el cónyuge no deudor, ante esta situación personal y procesal, pide
la disolución de la sociedad de gananciales. El interrogante
se plantea en si debe ser el Juez de lo Social el que conocerá
incidentalmente de esta disolución o, por el contrario, la competencia es del Juez de Primera Instancia. No es, en absoluto,
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Francisco Javier Izquierdo Carbonero
baladí esta cuestión, ya que la LPL sólo permite la suspensión
del procedimiento laboral en cuestiones prejudiciales penales
no así en las civiles (como es el caso). Si tenemos que optar
por una postura la nuestra se manifiesta en conformidad con
la de que sean los juzgados del orden civil los que resuelvan
la cuestión y, posteriormente, el laboral continúe la ejecución
pendiente y suspendida. No la establece la LPL pero no empece a que se pueda adoptar esta elección más garante con los
derechos del ejecutado.
El embargo trabado sobre bienes inembargables será
nulo de pleno derecho. Esta nulidad se puede denunciar por el
ejecutado ante el Tribunal mediante la utilización de los recursos ordinarios o por simple comparecencia ante el Tribunal si
no se hubiera personado en la ejecución ni deseara hacerlo.
2.3. Reembargo. Embargo de sobrante. Mejora,
reducción y modificación del embargo
2.3.1. Reembargo
Se puede dar el caso, y de hecho así ocurre en multitud
de procedimientos de ejecución, que un mismo bien haya sido
previamente embargado. Estos embargos anteriores o posteriores lo han podido decretar tanto órganos jurisdiccionales
como órganos administrativos. La LEC contempla esta institución en el art. 610 y se conoce con el nombre de reembargo.
Otorgará al reembargante el derecho a percibir el producto de
lo que se obtenga de la realización de los bienes reembargados,
una vez satisfechos los derechos de los ejecutantes a cuya ins-
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La ejecución en el proceso laboral
tancia se hubiesen decretado embargos anteriores o, sin necesidad de esta satisfacción previa, sí por cualquier causa, fuere
alzado el primer embargo, el ejecutante del proceso en el que
se hubiere trabajo el primer reembargo quedará en la posición
del primer ejecutante para instar, si le conviene, la realización
forzosa de los bienes reembargados.
Sin embargo, el reembargante podrá solicitar la realización forzosa sin necesidad de alzamiento del embargo o embargos anteriores, cuando los derechos de los embargantes precedentes no se vean afectados por aquella realización.
Los ejecutantes de este tipo de ejecuciones tiene abierta
la opción de peticionar al Juzgado que adopte medidas de garantía de esta traba siempre que no entorpezcan una ejecución
anterior y no sean incompatibles con las adoptadas a favor de
quien primero logró el embargo.
Resumiendo, pues: ante una situación de reembargo de
bienes al ejecutante le caben tres opciones:
-Esperar a que se realice el embargo anterior al suyo y,
de sobrar algo del crédito por el que se trabó aquel, percibir este remanente.
-Si el primer embargante (o embargantes) alzaren su
embargo, colocarse el ejecutante como primer embargante con los derechos y obligaciones inherentes a esa
posición.
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Francisco Javier Izquierdo Carbonero
-Instar la realización de los bienes reembargados si no
se ven afectados los derechos de los embargantes anteriores sin necesidad de alzamientos de los embargos
precedentes.
En los casos de reembargo se comunicará al órgano jurisdiccional o administrativo este hecho para que acuerde lo
procedente para su garantía y, en el plazo máximo de diez días,
informará al reembargante sobre las circunstancias y valor de
los bienes, cantidad objeto de apremio de la que respondan y
estado de sus actuaciones.
Deberá, asimismo, comunicar al órgano que decretó el
reembargo las ulteriores resoluciones que pudieren afectar a
los acreedores reembargantes.
Si se tuviera conocimiento a través de estas comunicaciones de la imposibilidad de futuro de realizar el reembargo o
percibir cualquier cantidad con motivo u ocasión de éste, bien
se peticionaría del juzgado o adoptaría éste de oficio resolución
acordando la insolvencia técnica (en los casos contemplados
por la ley) a fin de que los trabajadores cobrasen del FOGASA,
sin perjuicio de que este organismo público se subrogara en
los derechos crediticios de aquéllos dimanante de la ejecución
concreta.
La legislación admite una especialidad en el reembargo
de bienes inmuebles atendiendo a si se han anotado preventivamente los embargos o no de los mismos:
79
La ejecución en el proceso laboral
-En el primer caso, la realización forzosa de los bienes
por el segundo ejecutante deja subsistentes los embargos anteriores y preferentes. Más, si la realización forzosa lo es del primer ejecutante será el sobrante lo que se
ponga a disposición del reembargante con cancelación
de la segunda anotación preventiva registral.
-En el segundo caso, nos debemos remitir al momento
efectivo en que debe tenerse por efectuado el embargo
(art. 587) sin perjuicio de las garantías de la anotación
preventiva registral del tercero de buena fé. Habrá de estarse, también, a lo dispuesto en el art. 611 en relación
con el embargo del sobrante.
2.3.2. Embargo de sobrante
Cabría instar el embargo de lo que sobrare en la realización forzosa de bienes celebrada en otra ejecución ya despachada. La cantidad así obtenida se ingresará en la Cuenta de
Depósitos y Consignaciones del juzgado que ordenó el embargo del sobrante que dispondrá lo concerniente.
Cuando los bienes realizados sean inmuebles, se ingresará la cantidad que sobrare después de pagado el ejecutante, así como los acreedores que tengan su derecho inscrito o
anotado con posterioridad al del ejecutante y que tengan preferencia sobre el acreedor en cuyo favor se acordó el embargo
del sobrante.
No se precisa en este supuesto aquellas medidas de ga-
80
Francisco Javier Izquierdo Carbonero
rantía y de comunicación de las que hablamos en el reembargo.
En beneficio del segundo o ulterior acreedor es practica
aconsejable que, a la vez que se pida el reembargo de bienes,
se inste igualmente el embargo del sobrante, con objeto de
garantizar el cobro de alguna cantidad y que un alzamiento
de un bien reembargado no perjudique el cobro de sobrante si
éste no se hubiere peticionado.
2.3.3. Mejora, reducción y modificación del embargo
El ejecutante peticionará, si a su derecho conviniere,
la mejora o la modificación del embargo o de las medidas de
garantía adoptadas cuando un cambio en las circunstancias
(incluida la admisión y estimación de una tercería de dominio
como prevé la norma) permita dudar de la suficiencia de los
bienes embargados en relación con la exacción de la responsabilidad del ejecutado.
También el ejecutado podrá solicitar la reducción o la
modificación del embargo y de sus garantías cuando aquél o
éstas pueden ser variadas, sin peligro para los fines de la ejecución.
Estas peticiones se resolverán por el tribunal mediante el
dictado de una providencia, sin ulterior recurso.
Es posible acordarse, igualmente, la mejora del embargo si el ejecutante instara que se mande hacer constar en la
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La ejecución en el proceso laboral
anotación preventiva de embargo el aumento de la cantidad
prevista en concepto de intereses devengados durante la ejecución y las costas de ésta, acreditando que unos y otras han
superado la cantidad que, por tales conceptos, constara en la
anotación anterior.
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