Eutanasia

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Eutanasia
o es fácil hablar de eutanasia, entre otras razones, porque es un
tema que nos enfrenta de manera muy directa con la muerte,
ese acontecimiento inevitable que nos espera al final de la vida
y sobre el cual no queremos pensar; quizá, en gran parte (y de forma equivocada),
porque creemos que no podemos hacer mucho al respecto. Lo cierto es que el tema
de la eutanasia no sólo nos hace recordar ese destino que tratamos de ignorar, sino
que nos enfrenta con la idea de una acción que produce voluntariamente esa tan
temida muerte.
Por supuesto, existen otras causas que hacen difícil discutir la eutanasia. Los valores personales, por ejemplo. Cuando éstos se basan en creencias religiosas, muchas
personas consideran que la eutanasia representa una afrenta a sus principios y se
sienten obligadas a atacarla. Llevan la discusión a un terreno ideológico y piensan
en abstracto un tema que se refiere a decisiones tremendamente importantes y
personales que se toman en situaciones concretas y reales.
Pero lo que más dificulta mantener un debate sobre la eutanasia es el desconocimiento sobre el tema y los prejuicios que se tienen sobre esta acción, los cuales suelen
ser equivocados. Sin embargo, vale la pena superar los diferentes obstáculos y hablar
sobre esta opción de terminación de vida que algunas personas han elegido porque,
ante la proximidad de una muerte que no pueden evitar, tienen la posibilidad de
morir mejor. Otras personas hubieran querido elegirla, pero no pudieron por tratarse
de una acción ilegal. Acaso algunos lectores querrán contar con la opción de la eutanasia (o alguna persona cercana a
ellos) cuando enfrenten el final de la
vida. Tan sólo por esto, es importante abrir la discusión para resolver si
la eutanasia es una acción éticamente
aceptable y, si lo es, reflexionar sobre
los pros y los contras de permitirla
legalmente. En este espacio queremos compartir algunas preguntas
que sirvan a ese debate que requiere
la participación de la sociedad.
por Asunción Álvarez del Río
y Arnoldo Kraus
ILUSTRACIONES: MANUEL MONROY
¿Qué debemos entender
por eutanasia?
El término euthanasia, compuesto
por las raíces griegas eu y thanatos,
que significan bueno y muerte, se ha
utilizado desde el tiempo de la cultura greco-romana para referirse a
una muerte tranquila y sin dolor. Sin
embargo, en diferentes momentos y
contextos, el término eutanasia ha
estado asociado a diversos significados: 1) dejar morir a las personas;
2) inducir la muerte a quienes están
sufriendo; 3) dar atención a los moribundos; 4) terminar con la vida de
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quienes son indeseables. Es evidente que entre algunas de estas acepciones existen notables diferencias en términos éticos,
razón por la cual es tan importante ser muy precisos al definir
una práctica que genera tanta discusión para decidir si es o no
aceptable: Eutanasia es el acto o procedimiento, por parte de un
médico, para producir la muerte de un paciente, sin dolor, y a
petición expresa de éste.
Esta definición se inspira en la utilizada en los Países Bajos,
donde ha sido necesario establecer muy claramente los límites
de lo permitido legalmente desde que se despenalizó la eutanasia en 1984 (se legalizó en 2002). Con esta fórmula se evita
la ambigüedad porque especifica: 1) que la acción, que tiene
el propósito de causar la muerte, la realiza un médico; 2) que
la persona que muere, padece una enfermedad, puesto que es
un paciente y, se sobrentiende, que existe una relación entre el
médico y él; 3) que la muerte se produce sin dolor y, 4) aspecto
primordial, la terminación de la vida se realiza en respuesta a
la petición de la persona que muere.1
De acuerdo a esta definición, resulta inexacto hablar de
eutanasia si la persona que provoca la muerte no es un mé1 La eutanasia también está permitida legalmente en Bélgica. En el estado de Oregon, Estados Unidos, está permitido el suicidio médicamente
asistido, lo que significa que un médico puede ayudar a morir a un paciente, pero sólo proporcionándole una prescripción de una dosis letal de
medicamentos que el enfermo deberá administrarse por sí mismo. Más
adelante nos referiremos a la experiencia de Oregon.
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nexos
dico, si la persona que muere no padece una enfermedad o
una condición médica que le cause sufrimiento, si la acción
que causa la muerte va acompañada de dolor y, sobre todo, si
la muerte no se produce en respuesta a la solicitud de quien
fallece. Para mayor claridad de lo que es esta práctica en los
Países Bajos (en donde es poco frecuente, aunque se crea
lo contrario), es útil mencionar las condiciones que deben
cumplirse para aplicarla: 1) el paciente la solicita de manera
voluntaria, explícita, competente y persistente (al médico le
corresponde asegurarse que el pedido del paciente resulta
de una deliberación y no es una manifestación de depresión
o desesperación); 2) la solicitud se basa en el conocimiento
completo sobre su situación; 3) el
paciente sufre en forma física o psicológica intolerable (es el paciente
quien lo determina así, a pesar de la
subjetividad que esto implica, pero
el médico ha de valorar tal juicio
para estar de acuerdo en ayudarlo
a morir); 4) se han agotado todas
las alternativas posibles de alivio
al sufrimiento y, 5) el médico ha
consultado a otro colega.
Una clasificación muy utilizada
(fuera de los Países Bajos) es la que
distingue entre eutanasia activa en
que la finalización deliberada de
la vida es resultado de una acción
encaminada a procurar la muerte,
como es la administración de una
droga, y eutanasia pasiva en que
la muerte se produce como efecto de la omisión o suspensión de
acciones médicas que permitirían
preservar la vida.2
En general, la eutanasia pasiva
tiene mayor aceptación en diferentes países desde el punto de vista
legal, religioso y de la opinión pública. Se podría decir que plantea
menos problemas de conciencia
porque parecería que implica menor responsabilidad una
omisión que una acción. En realidad, pensamos que si ambas
formas de eutanasia buscan que sobrevenga la muerte para
poner fin a un sufrimiento intolerable, en respuesta al pedido
del paciente, no tiene por qué implicar un juicio moral que
en una se requiere hacer y en otra dejar de hacer. Que se recurra a una u otra opción depende de la situación física del
paciente, de la evolución de su enfermedad y de la respuesta a
los tratamientos que haya recibido. Parece una contradicción
que se considere válido ayudar a morir, a quien pide dejar de
2 En los Países Bajos no funciona esta diferencia. Con el término de eutanasia se refieren a la eutanasia activa. Lo que suele llamarse eutanasia
pasiva se considera un procedimiento médico normal que consiste en
suspender un tratamiento médico inútil.
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sufrir, cuando esto supone abstenerse de dar tratamiento, y no
lo sea cuando no hay nada que quitar o dejar de hacer para
que la persona muera.
puesto a ayudarlos?4 Desde luego, cada país debe encontrar la
mejor manera de responder esta pregunta tomando en cuenta
sus características propias y la experiencia de otros países.
¿Cómo se justifica la eutanasia?
¿Qué experiencia tomar de otros países?
En primer lugar, se reconoce que un enfermo tiene derecho a
decidir poner fin a su vida cuando la enfermedad que padece
o la condición médica en que se encuentra le representan
un sufrimiento intolerable sin posibilidad de mejoría. Esto significa que se respeta la autonomía del individuo para tomar decisiones sobre su vida porque es dueño de ella.
Por supuesto, no todas las personas piensan así, por lo que
consideramos igualmente respetable la posición de quienes
piensan que su vida no les pertenece, al grado de poder decidir el final de su vida, porque eso le corresponde a Dios. Lo
importante es que nadie pretenda imponer a otros su propia
creencia ni quiera impedir a otros que actúen de acuerdo a
sus propios principios.
En segundo lugar, la eutanasia se justifica porque se entiende como una acción que se da en el contexto de la atención
médica cuando se han agotado las alternativas para curar o
aliviar a un enfermo. Un paciente que se encuentra en tales
condiciones y reflexiona sobre su situación puede llegar a la
conclusión de que lo mejor para él es adelantar su muerte y
pide ayuda a su médico porque quiere que ésta sea “lo mejor
posible”. Algunos de sus motivos podrían ser que quiere estar
acompañado al morir; desea un final que no signifique un
sufrimiento adicional; quiere que su muerte sea segura y, en
algunas ocasiones, pide ayuda porque está físicamente incapacitado para quitarse la vida por sí mismo. La cooperación
del médico se entiende como un acto de solidaridad hacia el
paciente. La podrá asumir el profesional cuyas creencias y
valores —nuevamente— no le impidan realizar una acción
que tiene la intención de causar la muerte de otra persona.
Por supuesto, los médicos que están dispuestos a aplicar una
eutanasia lo hacen porque consideran que es la última forma
en que pueden cumplir con su deber de poner fin al sufrimiento del paciente.3
Ahora bien, si la eutanasia se entiende como una acción
concertada entre un paciente y un médico, basada en el respeto
a la autonomía del paciente y en la solidaridad del médico, es
lógico preguntarse cómo es la mejor forma de realizar esta
práctica en una sociedad determinada. ¿De manera clandestina o con el respaldo del Estado? Es decir, si se reconoce como
una acción éticamente aceptable, ¿se justifica que los médicos
que la realicen se arriesguen a ser perseguidos como criminales
o que los pacientes que la pidan no cuenten con un médico dis3 En
realidad, otra opción de ayuda es la sedación terminal, mediante la
cual se induce al enfermo a un estado en el que pierde la conciencia y un
tiempo después sobreviene la muerte. Aunque esta práctica se distingue
de la eutanasia, existe un importante debate al respecto pues no siempre
puede establecerse con claridad la línea entre ambas formas de terminación de la vida. Mientras que unos sostienen que la intención primera es
aliviar el dolor y la consecuencia inevitable es que se produzca la muerte,
para otros se trata de una eutanasia disfrazada.
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Lo primero a resaltar es que en los Países Bajos se legalizó la
eutanasia después de años de discutir abiertamente el tema. El
debate se abrió en 1971 cuando la doctora Geertruida Postma
inyectó a su madre, internada en una clínica, una dosis letal
de morfina. Informó al director y éste notificó a la policía.5
A raíz del juicio de esta doctora (se encontró culpable, pero
sólo se le dio una semana de suspensión) la opinión pública
expresó su aceptación ante tal acción y numerosos médicos
manifestaron haber cometido el mismo “crimen”. El gobierno
reconoció que la práctica existía y respondía a una necesidad
de la sociedad. Lejos de limitarse a prohibirla para que se siguiera realizando de manera clandestina, sin posibilidad de
conocerla y regularla, sentó las condiciones para el debate.
Esto permitió ir consiguiendo consensos entre los legisladores, los médicos y la sociedad.
La experiencia de los Países Bajos es una referencia ineludible en el tema de la eutanasia. En primer lugar, por la manera
en que este país enfrentó el reto que significaba admitir que,
bajo ciertas condiciones, la ayuda médica para morir podía ser
aceptable: promovió una discusión transparente para encontrar
soluciones y tomó en cuenta a toda la sociedad. En segundo
lugar (no en importancia), por el debate que ha documentado
a lo largo de todos estos años, el cual incluye las investigaciones encargadas por el gobierno para conocer lo más posible la
frecuencia y la forma en que se aplica la eutanasia, así como los
casos llevados a juicio. Detrás de cada resolución jurídica y de
cada modificación legal, subyacen preguntas éticas sobre el sentido de la vida, el sufrimiento humano, los límites de la atención
médica y el poder del médico, por citar algunos temas.
Otra experiencia de gran importancia es la de Oregon, Estados Unidos, por ser un sólido ejemplo de transparencia y
buena aplicación de la ayuda para morir. En 1997, mediante
una ley, exclusiva para los residentes con enfermedades terminales de ese estado, se permitió el suicidio médicamente
asistido.6 Después de varios años y diversas votaciones, los
ciudadanos eligieron legalizar esta opción de terminación de
vida (60% a favor, 40% en contra). A partir de 1998 en que la
ley se hizo efectiva, un médico puede prescribir a su paciente
4
Cabe aclarar que en los países en que se permite la eutanasia, ésta es
solamente una posibilidad, no un derecho positivo. Saber que se cuenta
con ella permite a las personas vivir la fase terminal de la vida sin temor,
sabiendo que tienen una salida si las condiciones finales son insostenibles.
Véase Torbjörn Tännsjö, K. Moral dimensions. BMJ 2005; 331: 689-691.
5 Lo único que la doctora Postma lamentó fue no haber ayudado antes a su
madre, quien estaba sorda, parcialmente paralítica, apenas podía hablar,
pero se lo había solicitado previamente y ella misma había tratado de suicidarse. Una interesante descripción del proceso que llevó a la legalización
de la eutanasia en los Países Bajos se encuentra en Tulloch, G., EuthanasiaChoice and Death, Edinburg, Edinburg University Press, 2005.
6 La ley se llama Death with Dignity Act (Documento para Morir con
Dignidad).
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una dosis letal de medicamentos que el enfermo ingerirá en el
momento en que éste considere oportuno, pero sin contar con
la presencia del médico.7 Cabe mencionar que en ocasiones
el paciente no llega a ingerir los medicamentos; le basta la
tranquilidad de saber que, llegado el caso, cuenta con ellos. El
Departamento de Salud de Oregon recibe toda la información
pertinente de los enfermos y de los doctores implicados en
actos de suicidio médicamente asistido y tiene la obligación
de publicar anualmente todos los datos disponibles.
Entre 1998 y 2004, bajo el amparo de la ley, 208 pacientes
residentes de Oregon ingirieron medicamentos para morir
con dignidad. Las tres razones principales por las cuales lo
hicieron fueron: imposibilidad para gozar la vida, pérdida de
la autonomía y pérdida de la dignidad.
Las estadísticas demuestran que, al cabo de los años, el
número de personas que optan por el suicidio médicamente asistido se ha incrementado muy poco: uno de cada 800
enfermos ha elegido esta vía. El hecho de que no se haya
generalizado la práctica contradice la opinión de los grupos
antieutanasia, quienes habían asegurado que la aprobación de
este tipo de leyes incrementaría notablemente las solicitudes
para morir voluntariamente.
Los requisitos para obtener medicamentos que produzcan
la muerte, de acuerdo con el Documento para Morir con Dignidad, son: 1) ser adulto (mayor de 18 años); 2) residir en
Oregon; 3) tener la capacidad de entender y comunicar decisiones relativas a la propia salud; 4) contar con el diagnóstico
de enfermedad terminal, cuya evolución producirá la muerte en
un periodo no mayor a seis meses.
Los enfermos que llenen esos requerimientos deberán solicitar los medicamentos que produzcan la muerte a un médico
que resida en Oregon, y para recibir la prescripción deben seguirse los pasos siguientes: 5) el paciente debe solicitarla oralmente a su médico, en dos ocasiones, con un intervalo de 15
días; 6) el paciente debe llenar una solicitud escrita dirigida a
su médico y firmada en presencia de dos testigos; 7) el médico
que proveerá los fármacos y un segundo médico deben confirmar el diagnóstico y el pronóstico; 8) tanto el médico que
prescriba los fármacos como un segundo médico debe determinar si el paciente es intelectualmente capaz; 9) si cualquiera
de los dos médicos considera que el enfermo tiene alteraciones
psiquiátricas, el enfermo debe ser referido para que un especialista lo valore; 10) el médico responsable debe informar al
paciente de las alternativas posibles al suicidio asistido, como
son los hospicios y las técnicas para control del dolor; 11) el
médico que prescriba puede solicitar que el paciente notifique
a su pariente más cercano su decisión.
7 Es interesante señalar que en los Países Bajos y en Bélgica no se distingue, ni desde el punto de vista ético ni desde el punto de vista legal, entre
eutanasia y suicidio médicamente asistido. El paciente puede elegir la
modalidad de ayuda que desee. Si opta por el suicidio asistido, a diferencia
de lo que sucede en Oregon, el médico debe estar presente para ayudar al
paciente en caso de que se presente alguna complicación. Lo que es más, si
no está presente, se considera que el médico no ha cubierto los requisitos
de buen cuidado, exigidos por la ley.
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nexos
¿Qué sucede con los otros pacientes?
Como se ha visto, las leyes que permiten la eutanasia y el
suicidio médicamente asistido establecen con toda claridad
los límites dentro de los cuales pueden aplicarse. Las leyes
reconocen la autonomía de las personas para decidir el final
de su vida y, por tanto, excluyen la muerte asistida para los
pacientes que no puedan ejercer su autonomía. En esta categoría se incluyen los pacientes conscientes pero mentalmente
incompetentes (dentro de los que hay una variedad de trastornos, entre ellos depresión, psicosis, demencia) y pacientes
inconscientes, como es el caso de las personas en estado vegetativo persistente.8
En el caso de la ley de Oregon, hay otro límite que impide
a muchos pacientes poner fin a su vida, aun cuando tengan
la competencia mental para decidirlo: estar físicamente incapacitado para tomar por sí mismo la dosis letal de medicamentos. Es el caso de pacientes muy graves, paralizados por
su enfermedad,9 que hubieran podido suicidarse en una fase
anterior del padecimiento, pero entonces no hubieran cumplido el requisito de tener una enfermedad terminal con una
expectativa de vida no mayor a seis meses.
¿Qué hacer con los individuos que se beneficiarían con
la muerte asistida aunque no cumplan los requisitos legales?
Creemos que las leyes deben revisarse y adecuarse a las nuevas
exigencias que plantea la realidad. En Oregon la ley se ha mantenido inalterada. Puede ser que más adelante se modifique para
incluir a los pacientes que necesitan, por su incapacidad física,
la ayuda de un médico para morir. Pero quizá esto no suceda,
porque en Oregon es esencial que la misma persona que fallece
sea quien realice la acción última responsable de la muerte.
En los Países Bajos, con muchos más años de experiencia
y con una perspectiva que considera esencial la participación
del médico, sí se han ampliado los criterios: los menores con
capacidad de discernimiento pueden solicitar la eutanasia, lo
mismo pacientes que padecen un sufrimiento exclusivamente psicológico, mientras conserven la competencia mental. Si
bien se trata de casos muy excepcionales, se ha aplicado la
eutanasia, de acuerdo a la ley, en pacientes con enfermedad
psiquiátrica; también en pacientes con enfermedad de Alzheimer, todavía competentes, cuyo sufrimiento intolerable
consistía en anticipar, en un futuro próximo, la pérdida de su
personalidad y dignidad.
En los últimos años se ha dado una importante discusión
para resolver el problema que plantean los neonatos y bebés
con enfermedades o discapacidades muy graves. Cuando no
existen tratamientos, ni de curación ni de alivio a su dolor y
la calidad de su vida será muy limitada, los padres y médicos
coinciden en que lo mejor para esos niños es morir. Aunque
no se ha modificado la ley, se han establecido claramente los
8 En los Países Bajos se reconoce como un pedido legítimo la solicitud por
escrito de eutanasia cuando los pacientes la realizan previendo el caso de
encontrarse en el futuro en una situación médica en que la querrían pero
no podrían solicitarla.
9 Como sucede a un paciente con esclerosis lateral amiotrófica en estados
avanzados.
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criterios que debe seguir un médico para tener la seguridad de
que no será investigado penalmente por esa acción.
Sin embargo, hay otros grupos de personas que querrían
contar con la opción de la eutanasia y no está claro que deban
quedar incluidos en la ley. Es lo que sucede a personas de edad
avanzada que no padecen una enfermedad grave, pero están
“cansados de vivir” y consideran que ha llegado el momento
de morir. “¿Cómo se justifica orillar a estas personas a que
busquen una muerte violenta, tirándose de un edificio, por
ejemplo, sólo porque no están enfermos?”.10
E
v
l debate sobre la eutanasia es necesario en nuestro país
porque también en México hay pacientes que piden a sus médicos que los ayuden a morir y éstos se ven obligados a responder de alguna manera. Algunos dan la ayuda que les piden y
10 Son las palabras de Rob Jonquière, director de la Federación Holandesa
por la Eutanasia Voluntaria. Entrevista realizada el 12 de abril de 2006.
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aplican la eutanasia, pero saben que asumen riesgos enormes
porque actúan fuera de la ley. Muchos otros no responden al
pedido de sus enfermos, quienes se ven privados de la única
ayuda que quieren recibir.
Que los Países Bajos sigan buscando soluciones para que
la muerte médicamente asistida sea la más adecuada desde el
punto de vista ético y legal, nos puede dar una idea de todas
las preguntas que nosotros debemos responder. La primera, si
decidimos, como sociedad, que la eutanasia es una opción de
terminación de vida éticamente aceptable para quienes la elijan (no sobra recordarlo, tampoco, que ningún médico estaría
obligado a aplicarla si esto fuera en contra de sus principios).
Después habría que decidir qué criterios deben cubrirse
para permitir su aplicación, bajo qué modalidad (con la ayuda
del médico, como suicidio médicamente asistido o ambas),
qué pacientes podrán recibirla, qué procedimientos establecer
antes y después de su aplicación, qué necesitamos hacer para
garantizar una práctica que busca respaldar la libertad de todas las personas hasta el final de su vida… Queda mucho por
decidir, ¡no posterguemos más el debate! n
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