Los Países Industrializados tienen una Deuda Ecológica con la Humanidad* Manaos, corazón legendario de la Amazonia Por primera vez desde la firma del Tratado de Cooperación Amazónica, en 1978, nos reunimos los jefes de Estado de los países que hacen parte de este convenio internacional de cooperación para la protección y el desarrollo. Muy grato es para nosotros que este encuentro se lleve a cabo en Manaos. Esta ciudad -corazón casi legendario de la Amazonia, encrucijada de ríos y vínculo evidente entre los cuatro puntos cardinales de estas inmensas y promisorias tierras- ha vivido el esplendor y la tragedia que marcan la historia de la belleza, las riquezas y las posibilidades de esta región. Hoy estas selvas parecen constituirse en centro de inmenso interés político de lejanos estados, los cuales ni siquiera saben con precisión el carácter y la fortaleza de los pueblos que compartimos su esplendor. El Pacto Amazónico: cooperación para la conservación * Intervención del señor presidente de Colombia. Virgilio Barco, en la reunión de presidentes de los países miembros del Tratado de Cooperación Amazónica, Manaos, Brasil, 6 de mayo de 1989. La verdad es que nuestros países, anticipándose en mucho a ese inusitado interés por la Amazonia, se comprometieron desde hace un decenio a luchar por la preservación del medio ambiente, por la conservación cuidadosa de los ecosistemas y por la utilización adecuada de los recursos naturales renovables de nuestros territorios. El manejo racional y prudente de la fauna y la flora; la protección de las riquezas arqueológicas y de las culturas indígenas del área amazónica; al igual que la búsqueda de modelos de desarrollo adecuados para preservar los ecosistemas de nuestros países y, simultáneamente, satisfacer las necesidades del hombre, son todas tareas que, soberana e independientemente, venimos adelantando en forma conjunta. El Pacto Amazónico, que hoy nos reúne, es una innovación del derecho internacional, que se anticipa a la preocupación regional y global por el medio ambiente, que hoy se ha hecho tan explícita. La deuda ecológica de los países industrializados Los países industrializados tienen una deuda ecológica con la humanidad que pretenden evadir imponiendo restricciones sobre el desarrollo social y sobre los recursos naturales que están ubicados en las naciones del Tercer Mundo. En menos de dos siglos, el modelo agresivo y devastador de explotación de los recursos naturales en las naciones industrializadas, no sólo arrasó con la fauna y los bosques de Europa y Norteamérica, sino que prácticamente llevó a la extinción a las poblaciones indígenas y las razas autóctonas. En aras de la ganancia y del crecimiento, estos países destruyeron el grueso de sus recursos naturales renovables, sin reparar para nada en las inmensas consecuencias y costos que traería para toda la humanidad su falta de conciencia ecológica. Es cierto que ellos construyeron un alto nivel de vida para sus sociedades, pero a costa del deterioro del medio ambiente para todas las demás gentes del mundo. La destrucción de la capa de ozono, la contaminación de los mares, la lluvia acida, las modificaciones climáticas, las pruebas y los desastres nucleares, son sólo los más evidentes efectos de un desarrollo sin control en las naciones industrializadas. Ellas están en deuda con nosotros, con toda la humanidad. No pueden aspirar a que nosotros ahora paguemos esa deuda inmensa e incuantificada sacrificando las posibilidades de progreso de nuestros pueblos. convivan y se apoyen mutuamente en estas zonas Existen experiencias alentadoras en Colombia y en otros países que nos permiten pensar que la conjugación entre ecología y desarrollo es evidentemente posible. Alcanzar este objetivo requiere de una activa y vigilante intervención del Estado en las decisiones tecnológicas, en el uso del suelo y en la utilización de los recursos naturales renovables y no renovables de manera que se garantice el desarrollo del potencial productivo sin sacrificar la protección del medio ambiente. La planeación y la investigación ecológica necesariamente tienen que ser los ejes de ese manejo público y socializado de un patrimonio que le pertenece a nuestros pueblos. Una de las formas en que los países industrializados podrían pagar la deuda ecológica que tienen con el Tercer Mundo y la humanidad sería proveer los recursos indispensables para que el modelo alternativo de desarrollo para la Amazonia pueda ser una realidad. Igualmente, un tratamiento más equitativo a los productos provenientes de nuestros países, y en las condiciones impuestas al endeudamiento externo, con seguridad aliviaría las presiones sociales y económicas que se esconden detrás de gran parte de la deforestación. En vez de pretender que nosotros asumamos solos la responsabilidad por el futuro ecológico del mundo, las naciones desarrolladas tienen la posibilidad de cooperar con nosotros, de manera realista, para lograr el inseparable objetivo de mayor bienestar para nuestros pueblos y un medio ambiente libre de las secuelas de la destrucción y de la contaminación. Nuevas reservas ecológicas e indígenas Al igual que otros aspectos de las relaciones internacionales, la discusión ecológica y la problemática ambiental están afectadas por inequidades que privilegian las perspectivas, las demandas y las prelaciones de los principales centros del poder mundial. Es así como ellos han logrado concentrar el interés de la opinión pública mundial en los problemas ecológicos que afectan los procesos de desarrollo en nuestros países. Ante ese fenómeno debemos unir esfuerzos para una nueva formulación equitativa y global sobre el tratamiento de las amenazas ambientales que se ciernen contra toda la humanidad. Un modelo alternativo: la conciliación del hombre y de la naturaleza No se puede pretender que naciones en vía de desarrollo lleven la carga del descuido inmemorial de las potencias industrializadas con sus recursos naturales. Podemos buscar la aplicación de fórmulas tecnológicas ya existentes, e investigar asiduamente para desarrollar y mejorar otras, que permiten que el hombre y la naturaleza Dentro de la política de conservación del medio ambiente en Colombia hemos establecido, por ejemplo, nuevos parques nacionales naturales y resguardos indígenas que alcanzan más de 18.000.000 de hectáreas. Recientemente hice entrega a las comunidades indígenas del llamado "Predio Putumayo", ubicado entre los ríos Putumayo y Caquetá con una extensión de más de cinco millones de hectáreas. Esas nuevas reservas equivalen en área a los territorios de Bélgica, Holanda y Dinamarca juntos. En la actualidad estamos realizando un estudio de factibilidad para la creación del nuevo Parque Nacional Chiribiquete, uno de los enclaves geológicos del Escudo Guayanés, que presenta una de las más importantes configuraciones biológicas de nuestra Amazonia. Este esfuerzo de conservación atestigua nuestro compromiso con la protección del medio ambiente y de las poblaciones indígenas, al igual que confirma la voluntad del pueblo colombiano de no repetir los errores del pasado, cometidos impunemente por las sociedades que hoy se consideran más avanzadas. El narcotráfico: una nueva amenaza para la Amazonia Existe hoy una silenciosa amenaza que está destruyendo las selvas de la Amazonia y que tiene sus verdaderas raíces en los países industrializados. Me refiero al narcotráfico. Este flagelo ha impulsado un proceso de colonización sin control, en las zonas selváticas de Colombia y de muchos otros países de la región, convirtiéndose así en una de las primordiales causas de deforestación y destrucción del ecosistema de la cuenca alta del Amazonas. La verdad es que la rentabilidad incomparable de la cocaína ha creado un espejismo social, llevando a que miles de campesinos y colonos se dediquen a tratar de encontrar una redención económica con el cultivo del arbusto de coca. Si no fuera porque los consumidores de los países desarrollados están dispuestos a pagar inmensas cantidades de dinero por la droga, no existirían las grandes rentas ilegales que justifican ciertos procesos de colonización en nuestras selvas y que de ninguna otra manera hubieran sido económicamente factibles. Además de sus perniciosos efectos sobre los consumidores y de su impacto desestabilizador sobre la democracia, el narcotráfico también está acarreando costos ecológicos inimaginables. Por la combinación de todas estas razones, en Colombia estamos librando una lucha sin cuartel contra el narcotráfico. Esa guerra nos ha costado mucho. El sacrificio ha sido inmenso, pero ha valido la pena. Hoy el narcotráfico en mi país está arrinconado. Ojala les países industrializados comprendan el daño que le están causando a nuestros países y a la humanidad con ese vicio, y realicen esfuerzos equivalentes a los que se han venido haciendo en Bolivia, Perú, Colombia y tantas otras naciones hermanas. Cooperación regional para la protección de la Amazonia Sin duda los países miembros del Pacto Amazónico tienen un patrimonio natural que es fascinante y único en el mundo. Debemos aceptar las inmensas responsabilidades que significan la preservación de esa riqueza común. La forma de cumplir con esas obligaciones es actuando de manera armónica y coordinada entre nosotros. Creo, entonces, que es la consulta y la concertación entre nosotros, con el objetivo de la conservación ecológica y el desarrollo social, el instrumento adecuado para poder entregarle a las futuras generaciones de latinoamericanos una sociedad más justa y un medio ambiente apropiado para vivir. Saludamos la cooperación de buena voluntad que en esa misión nos quieran brindar los países industrializados, pero deben entender que esa labor está en las manos de nuestros pueblos y sólo ellos pueden decidir y actuar soberanamente y con plena autoridad. La solución se logra mediante la cooperación sin condicionamientos y dentro del respeto estricto a la soberanía de cada uno de nuestros estados sobre los recursos naturales renovables y no renovables. Estimados amigos presidentes Relaciones Exteriores de Bolivia: y ministro de Esta es una oportunidad única e histórica para imprimirle al Pacto Amazónico un mayor contenido de cooperación e integración. Estamos identificados por la fortuna de compartir la riqueza y la grandiosidad de la cuenca amazónica. Pero nuestra hermandad nace de fuerzas aún más grandes que el propio río Amazonas: se encuentra en el corazón de nuestros pueblos, en nuestra decidida vocación por la independencia, en nuestra lucha por la paz, en nuestra batalla contra la pobreza y en nuestro compromiso con la democracia. Es el momento de que nuestro Pacto Amazónico adquiera una nueva dinámica y contribuya a que la Amazonia no sea el gran obstáculo natural que nos divide, sino el gran vínculo que nos une. Muchas gracias.