El acta del Tribunal de Juicio Oral en Lo Penal

Anuncio
Individualización de Audiencia de Juicio Oral TOP.
Fecha
San Fernando, dieciocho de diciembre de dos mil quince.
Juez Presidente
JOAQUÍN NILO VALDEBENITO
Juez Redactor
ÁLVARO MARTÍNEZ ALARCÓN
Juez Integrante
ROBERTO COCIÑA GALLARDO
Fiscal
FABIOLA ECHEVERRÍA GARCÍA
Abogado Fiscalía
FRANCISCO SOTO DONOSO
Abogado Querellante LUIS MARAMBIO HERRERA
Defensor
CRISTIAN DE LA JARA FUENTES
Defensor
LEONARDO DÍAZ VALENCIA
Hora inicio
09:10 AM
16/12/2015
Hora termino
12:13 PM
18/12/2015
Sala
Sala
Tribunal
Tribunal de Juicio Oral en lo Penal San Fernando.
Acta
LEONARDO CARIS FUENTES
RUC
1200786738-5
RIT
73 - 2014
NOMBRE IMPUTADO
CRISTIAN EDUARDO
BRIONES BECERRA
YONATAN EDMUNDO
PIZARRO CANALES
RUT
0016165552-K
0016164641-5
DIRECCION
Calle ESMERALDA POBLACIÓN
SAN MARTIN Nº 1286
Calle MANSO DE VELASCO N°1040
COMUNA
San Fernando.
San Fernando.
Actuaciones efectuadas
Absolución o condena:
RUC
1200786738-5
RIT
73-2014
Ámbito afectado
CAUSA.:
R.U.C=1200786738-5
R.U.I.=73-2014
RELACIONES.:
PIZARRO CANALES
YONATAN
EDMUNDO / ABUSO
SEXUAL
CALIFICADO
C/INTRODUCCION
OBJETOS O
RELACIONES.:
BRIONES BECERRA
CRISTIAN EDUARDO
/ ABUSO SEXUAL
CALIFICADO
C/INTRODUCCION
OBJETOS O
Detalle del Hito
Duración (Horas)
Valor
0 25
Fecha de deliberación
Fecha audiencia
Juez redactor
Sala
Hora audiencia
Resultado
2015/12/18
2015/12/23
ALVARO JAVIER
MARTINEZ
ALARCON
Sala
16:00 PM
Absuelto.
Resultado
Absuelto.
ACTA DE DELIBERACIÓN RIT 73-2014.
San Fernando, dieciocho de diciembre de dos mil quince.
Esta sala del Tribunal Oral en lo Penal, luego de deliberar, conforme
con lo dispuesto en el artículo 340 del Código Procesal Penal, decidió por
votación unánime, absolver a YONATHAN EDMUNDO PIZARRO
CANALES y CRISTIAN EDUARDO BRIONES BECERRA como coautores
de un delito de abuso sexual agravado en la persona de Gabriela Marín
Mejías, previsto y sancionado en el artículo 365 bis N°1 y 361 N°1, todos
del Código Penal, por cuanto la prueba de cargo resultó insuficiente para
generar una convicción de condena y desvirtuar así la presunción de
inocencia de los acusados, que es la situación jurídica primaria de las cual
goza todo imputado.
En primer lugar, nadie controvirtió en el juicio que Gabriela, el día 7
de agosto del año 2012, fue atacada sexualmente por sujetos, quienes en
lo esencial, previa coacción física y síquica, le quitaron sus prendas de
vestir, introduciéndole piedras en su vagina, todo ello en el sector del
recinto Estación de la ciudad de San Fernando. Lo anterior, no sólo se
demostró con el cúmulo de antecedentes directos e indirectos, tales como
la declaración de la propia ofendida que relató en reiteradas
oportunidades y a distintas personas aquello que le tocó padecer, relato
que a su vez se introdujo al juicio con los dichos de María Pilar Salas
Moraga, Luis Romero Martínez, Jean Carvajal Faúndez, Luis Marín Mejías,
Dumila Mejías Córdova, Eugenia Herrera Muñoz y Lloana Pavez
Henríquez, delito que científicamente además, se comprobó con los
dichos del médico del Hospital local que atendió a Gabriela, el galeno
Ricardo Jure, horas después de ocurrido los hechos, quien concluyó que
las lesiones que padecía la ofendida eran compatibles con la agresión
física y sexual por ella sufrida.
Sin perjuicio de lo anterior, y en torno a lo discutido en la presente
Litis, que fue la participación en los hechos de los encartados, es menester
exponer con claridad que todo Tribunal de la República debe formar su
convencimiento condenatorio, no en base a la convicción íntima de cada
juez, es decir, a si se “piensa o cree” o asegura, que en realidad se esté
frente a los autores de un hecho criminal. Si esa fuera la manera de forjar
convicción sobre algo en un juicio penal, en realidad no existiría un
proceso racional y justo, sino más bien un escenario ritual en que la
prueba solamente adornaría tal misse en scenne y no cumpliría el rol de
objetivizar la decisión.
Esto resulta ser central de ser explicado a la sociedad porque un Tribunal
debe resolver sobre la base de la prueba que se rinde, pero no solamente
aquello, debe hacerlo además, considerando aquella que cumple con las
formalidades y requisitos que el mismo legislador ha puesto para hacer
fiable la información que se recibe y no adoptar una decisión que sea
expresión de lo que se “piensa o cree” o lo que “dice la mayoría”, porque
lo que importa es si se acreditó algo con prueba legalmente obtenida al
efecto, en este caso, la participación como autores de los acusados en el
delito imputado.
Lo anterior, representa una garantía no solo para los acusados
presentes, sino que para todas las personas que a buenas cuentas
quedamos sometidos siempre al riesgo de enfrentar un proceso penal, y
por ello es relevante el apego irrestricto y respeto de las garantías que
todos tenemos entretanto no seamos declarados culpables.
Entonces,
convicción
procesal,
no
es
lo
mismo
que
el
convencimiento personal, y es la primera [la convicción procesal] la única
que permite expedir una condena justa, porque ella es la que se sustenta
en la prueba obtenida válidamente y sin infracción de garantías
constitucionales.
En efecto, el control del ingreso y valoración de la prueba, en la
audiencia del juicio oral, se encuentra gobernado por el artículo 334 del
Código Procesal Penal, en su inciso segundo, expresa a la letra: “Ni aun en
los casos señalados se podrá incorporar como medio de prueba o dar
lecturas a actas o documentos que dieren cuenta de actuaciones o
diligencias declaradas nulas, o en cuya obtención se hubieren vulnerado
garantías fundamentales”.
Así, a este Tribunal le correspondió conocer un juicio con la víctima
de un delito de la mayor gravedad, y más allá del drama humano
generado a partir de tan deleznables hechos- reprochables desde todo
punto de vista- cuando se cometen errores policiales en el procedimiento
y negligencias evidentes en la dirección de la investigación, no se puede
pretender después, que ello no posea una consecuencia o impacto en la
decisión final, porque el ente jurisdiccional está obligado a ponderar
dichas faltas u omisiones que se generen, sobre todo, cuando ello tiene
repercusiones en la fiabilidad de una incriminación. Esto último no tiene
que ver con que si una víctima miente o no respecto de ese punto, sino
que responde a conocer el cómo se da un reconocimiento, sobre todo
cuando se trata de un caso en que el punto central ha sido justamente la
manera en que se pudo inferir que fueron los acusados los que actuaron
en el hecho delictuoso.
En este contexto, y por ello se viene tratando lo anterior, no resultó
discutido en el juicio, de hecho tanto fiscal como defensor lo concordaron
de esa manera, que carabineros, cuando adoptó el procedimiento que
generó el inicio de este proceso, sólo registró en el parte policial – en lo
que dice relación con la participación -, las declaraciones de María Pilar
Salas Moraga, primero y la de la misma ofendida, omitiendo el registro de
todas las otras diligencias efectuadas esa noche. Ahora bien, por lejos, la
más importante y evidente, fue la diligencia de reconocimiento que se
hizo en el recinto de estación, de la cual dieron cuenta varios testigos,
así como los dichos de dos sujetos, apodados el “Tica” y el “Chagui”, de
quienes tampoco se dejó constancia en el parte policial, ni siquiera a título
de un antecedente más a considerar por la policía. Esa carencia de
registro, como lo ha establecido de manera reiterada la Excma. Corte
Suprema, viola de manera flagrante el artículo 19 N° 3 inciso 5° de la
Constitución Política de la República, que garantiza que toda sentencia de
un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo
legalmente tramitado, norma que a su vez se relaciona con lo dispuesto en
el artículo 181 Código Procesal Penal, en epígrafe “Actividades de la
investigación”, donde se consigna que ésta se “…llevará a cabo de modo de
consignar y asegurar todo cuanto condujere a la comprobación del hecho y
a la identificación de los partícipes en el mismo. Así, se harán constar el
estado de las personas, cosas o lugares, se identificará a los testigos del
hecho investigado y se consignarán sus declaraciones.” A su turno, el
artículo 228 del mismo cuerpo legal, regula el registro de las actuaciones
policiales, estableciendo que “la policía levantará un registro, en el que
dejará constancia inmediata de las diligencias practicadas, con expresión
del día, hora, y lugar en que se hubieren realizado y de cualquier
circunstancia que pudiere resultar de utilidad para la investigación. Se
dejará constancia en el registro de las instrucciones recibidas del fiscal y del
juez.”
Todas estas exigencias que contemplan la normativa antes
transcritas no es algo baladí, ya que la idea central del proceso penal es la
posibilidad de que las diligencia de la policía y del Ministerio Público
sean conocidas de manera clara por la Defensa, eso se demuestra en el
artículo 93 letra e) del Código Procesal Penal, donde se le faculta al
imputado a “Solicitar que se active la investigación y conocer su
contenido…” Esto es reconocer el derecho del imputado a imponerse de
los antecedentes de la investigación, lo que resulta necesario no sólo para
la elaboración de la estrategia defensiva o la teoría del caso, sino que para
la presentación adecuada a la audiencia de preparación del juicio, como
asimismo, para el desarrollo de los contrainterrogatorios de los testigos
de cargo.
Luego, todas las diligencias no consignadas en el parte policial y
efectuadas tanto en las últimas horas de la noche del día 7 de agosto de
2012, cuanto aquellas desarrolladas a primera hora del día siguiente, no
pueden ser valoradas, en tanto hacerlo, conlleva una confrontación no
sólo con las normas del ordenamiento jurídico nacional ya citadas, sino
que además diversos instrumentos internacionales de Derechos Humanos
y que contemplan regulaciones del debido proceso.
Lo anterior no debe confundirse con la actividad desarrollada por la
policía sin orden previa, ya que este Tribunal entiende que todas aquellas
realizadas por carabineros ese día caben dentro de aquellas que describe
el artículo 83 del Código Procesal Penal, sino que la falencia fue de
registro y esa falta, a diferencia de lo que sostuvo la Fiscal no puede ser
suplida por la declaración y registro posterior de los testigos que dieron
cuenta de ella, pues su valoración de manera positiva acarrea la misma
infracción, ya que la obligación contemplada en artículo 228 del CPP,
exige dejar constancia inmediata, entendiendo por inmediatez un plazo
razonable, incluso luego de terminado el procedimiento, lo que en este
caso lo fue cerca las 02:00 de la madrugada del día 8 de agosto de 2012,
pero no un mes después, como lo fue la declaración de Luis Torres
Paredes y Fabián Salinas Paredes. Entonces, es necesario relevar y dejar
en claro, que por la dinámica propia del procedimiento, incluso
probablemente carabineros pudo no haberle tomado declaraciones a
estos testigos, pero ello tampoco se consignó en dicho parte como
antecedente, y nada de ello dijo la ofendida y la testigo en sus
declaraciones policiales, pese a tratarse de un aporte evidentemente
relevante, ya que permitió en definitiva concurrir al sitio del suceso y
capturar a dos sujetos que se indicaban como autores del delito.
Insistimos en que la mentada obligación de registro prevista en el
párrafo 4° del Libro segundo del Código Procesal Penal, prevista en el
artículo 227, para el Ministerio Público y en el artículo 228, para la
policía, posee dos efectos relevantes que es necesario comentar. El
primero, por cierto el más evidente, dice relación con la evitación de la
sorpresa para la Defensa en tanto se trata de prueba o, ejemplifiquemos
con un testigo, que sea presentado a declarar al juicio y del cual no haya
constancia en la investigación ni sobre su existencia, ni sobre lo que ha
dicho. Por cierto, la Defensa, que no conoce tal aporte informativo no
puede articular una reacción adecuada posible y tampoco ejecutar un
contra examen adecuado.
Empero, hay un segundo efecto, quizá más invisibilizado que tiene
también la obligación de registro, que se refiere a lo que denominaremos
“control de la información”, que no es solo verificar el tenor de lo que se
dijo, sino fijar aquello que se expresó en un momento determinado o
aquello que sucedió. Es lo que podríamos denominar “inmovilidad de
datos” y esto impacta derechamente en la fiabilidad de la información que
se recepciona. Asumimos, que es verdad que una víctima o testigo pueda
agregar datos con el tiempo, porque si está conmocionada es fácil que
pueda olvidar elementos importantes, sin embargo, ni siquiera
apuntamos a eso en este caso, solo direccionamos este argumento a que el
registro ni siquiera dio cuenta de que existiera una incriminación libre y
espontánea de la víctima como aquí se verbalizó en la audiencia,
vinculado al momento en que detuvieron a los acusados en la línea férrea.
Todo ello hacía fundamental que se consignara el cómo se sucedieron los
acontecimientos, es decir, qué fue primero, y qué después y nada de ello
aconteció. Como corolario de lo anterior, resulta que el único registro
válido existente sobre antecedentes de incriminación se da en la unidad
policial a las 01:40 horas y éste es distinto de lo que habría afirmado
Gabriela sobre las características de los hechores comunicado
supuestamente, antes de la detención de los acusado. Con mayor razón
era relevante esa fijación de datos momentos después de la agresión
sexual; en este caso, no es que fuera un registro incompleto de aquellos,
sino que derechamente la policía nada registró sobre eso.
Entonces, la falta de registro en este caso sobre las diligencias de los
momentos inmediatamente posteriores al hecho, impacta la fiabilidad de
la información sobre la incriminación y ello a riesgo de ser majadero, es
central en este caso.
Por tanto, la prueba que no resulta infectada por los vicios aludidos,
es decir, la que queda sin objeción– por supuesto tendiente a demostrar la
participación de los acusados, que es lo discutido en el juicio – se basa en
la denuncia previa de la ofendida que luego se registró a las 01:40 horas
del día siguiente a los hechos en la unidad policial tomada por la
carabinero Eugenia Herrera, así como los dichos de María del Pilar Salas
Moreno, declaración tomada a las 00:20 horas del día 8 de agosto de 2012
en el Hospital local.
En este sentido, el registro válido y único posible de considerarse,
de estas declaraciones resulta vital, porque por lo ya sabido, no podemos
contar con la única fuente directa del hecho y por tanto la credibilidad de
lo que realmente expresó la ofendida en esa oportunidad debe ser
controlada por el soporte de su declaración y en ella (única declaración
formal de la víctima), identifica a un tipo con chaqueta negra y gorro de
lana plomo con blanco y a otro con chaqueta roja, desconociendo todo
antecedente del tercer sujeto que la atacó, por cuanto cerró los ojos al
momento del ataque y por la oscuridad del lugar, sin observar el rostro de
ninguno de ellos, descripción que entregó después de ver a los acusados y
reconocerlos en la unidad policial a través de una ventana cuando los
bajaban del furgón, e incluso, la declaración fue tomada posteriormente a
que carabineros le preguntara por unas zapatillas y un par de teléfonos
móviles, precisándole que ya habían encontrado sus cosas y a los tipos
también y que la iban a llevar a la unidad para hacer un reconocimiento,
precisando que la ofendida no dijo nada y tampoco se registró en su
declaración todo lo relativo a un reconocimiento efectuado en el recinto
de Estación.
Agregaron los persecutores, siempre para acreditar participación,
los dichos de los funcionarios de la Policía de Investigaciones, quienes a
través de un rastreo lograron entrevistar a una testigo que no compareció
al juicio, pero que a ellos les aseguró haber visto al acusado Yonathan
Pizarro en las
afueras de una botillería molestando a la gente que
deseaba comprar en el lugar, versión que en este punto podría ser
compatible con los dichos de la ex pareja de este acusado, quien aseguró
haber estado con él en diversos sectores de San Fernando, hasta
aproximadamente las 21:00 horas, yéndose a su casa y que el mismo
vestía ropa oscura y un gorro de lana. Por último, y en rango de menor
peso, también declaró la suegra de la afectada, quien aseguró que en una
oportunidad del mes de julio de ese año, fue con su nuera a un local de
juegos, donde se percató de un sujeto que miraba y casi acosaba a
Gabriela, dándose cuenta, después de todo lo ocurrido que ese sujeto era
el acusado Pizarro.
En este contexto, es efectivo que para demostrar la participación
que no existió en este juicio ninguna prueba directa, y la indiciaria, que
válidamente se pudo valorar, resultó feble por sí sola, ya que de la misma,
por una parte, se logra obtener a partir de un reconocimiento
absolutamente inducido por el personal a cargo del procedimiento, al
detener tres sujetos, indicarle a la víctima que ya habían detenido a los
autores del hecho, exhibírselos a la ofendida y luego de ello, obtener un
relato donde ésta entregaría las características escuetas de vestimentas
de dos de los tres sujetos, antecedentes que quedaron en evidencia de la
misma y única declaración que ésta brindó el día de los hechos.
Luego, la otra prueba indiciaria, tampoco fue capaz de desvirtuar la
presunción de inocencia, pues sólo sitúa al acusado Pizarro en el sector
céntrico de la ciudad en horas de la noche del día en cuestión, y nada hay
respecto al acusado Briones, entonces la pregunta que fluye es: ¿existe
prueba suficiente para demostrar su intervención? La respuesta que se
obtiene de un racional análisis probatorio es de carácter negativo.
A todo lo anterior, se debe agregar además las múltiples situaciones
que harían dificultoso expedir un veredicto condenatorio, que en su
acumulación harían plenamente posible afirmar la existencia de dudas
razonables y que se han generado a partir de la misma prueba de cargo,
la principal, que el día de los hechos se detuvo a tres personas, una de
ellas portando un gorro de lana, sujeto llamado Bruno Ruz Díaz, a quien la
víctima lo habría reconocido como uno de los autores del hecho y por su
relato, habría sido además el individuo que la capturó en el centro de San
Fernando y la trasladó al recinto estación, para luego ser abordada por los
otros dos sujetos, supuestamente los acusados. Esta información además
la entregó la misma testigo María Salas Moreno en el primer juicio,
información incorporada de conformidad a lo previsto en el artículo 336
del Código Procesal Penal. Sin embargo, este sujeto no estuvo en el juicio
y tal actividad los persecutores en definitiva se la atribuyeron a Pizarro,
pero este acusado al momento de la detención no portaba gorro alguno.
En el mismo sentido, ambos detenidos tampoco lo hacían con especies de
la víctima, tales como $10.000 o un anillo que en el algún minuto al
parecer la víctima habría señalado que le habrían sustraído además, de
hecho el policía a cargo del procedimiento dijo que los acusados al
momento de su detención no portaban ni armas ni especies. Podría
deducirse que la advertencia previa de ellos habría provocado lo que se
conoce como el descargo de especies incriminatorias, pero tampoco se les
encontró encendedores que eran los adminículos que se destacaban como
la forma en que ellos se comunicaban en la línea férrea.
Pero las falencias no se detuvieron ahí, la prueba biológica tampoco
resultó concluyente, pues a los acusados no se les encontró ningún rastro
de perfil genético de la ofendida, y la que se obtuvo de parte de Pizarro,
esto es, líquido seminal y espermios en sus calzoncillos, no se logró
determinar, cuando éstos fueron incautados ni se logró explicar la cadena
de custodia de los mismo, lo que ahondó aún más las dudas. Esto último,
de nuevo, consecuencia de la declaración de ilegalidad original, que por
cierto impacta en sede de ponderación, ahora ante el juicio oral.
Por otra parte, tampoco se supo por qué los persecutores fijaron las
22:40 horas, cómo la hora de comienzo de la ejecución del delito, qué
antecedente les permitía hacerlo o deducirlo, sobre todo por que el inicio
del procedimiento policial se dio inicio a las 22:50, lo que supone, por
toda la dinámica denunciada un espacio más o menos prolongado de
tiempo, que en ningún caso será inferior a una hora.
En síntesis, la versión de la ofendida, valorada por este Tribunal es
la que dio en la madrugada del día siguiente a los hechos en la policía,
primero porque es la única que puede controlar la defensa y segundo,
porque todas aquellas versiones de la ofendida incorporadas en el juicio
por terceras personas o como testimonios de oídas demuestran la
variabilidad del relato de ésta y por ende la poca confiabilidad de las
mismas. Sólo a modo ejemplar, la carabinero Herrera fue enfática en
señalar que la ofendida no observó rostro alguno de sus atacantes, solo
las vestimentas ya descritas, pero su hermano Juan Gabriel Marín aseguró
algo totalmente distinto, señalando que sí le vio el rostro al sujeto que la
trasladó al recinto estación, y que era precisamente Yonathan Pizarro, o
bien lo que escucharon la testigo María Salas, o los carabineros que
primitivamente llegaron donde la ofendida, pues ellos aseguran que
individualizó con prendas de vestir distintas a tres sujetos. Precisamente
esas diferencias, que son vitales, hacen que la prueba indiciaria sea
valorada
con
menos
peso
por
sus
mismas
inconsistencias
y
contradicciones.
Finalmente, como ya se expresó en este veredicto el Tribunal, al ser
uno de derecho, debe juzgar con base a prueba legalmente obtenida y una
vez realizada la depuración de aquella, y considerando la que resulta
incuestionada, no es posible alcanzar una convicción procesal de condena
sobre la participación de los acusados en el hecho punible comprobado.
La audiencia de comunicación de la sentencia se efectuará el día
miércoles 23 de diciembre en curso, a las 16:00 horas. En este acto las
partes quedan notificadas de la presente resolución.
La sentencia la redactará el juez Álvaro Javier Martínez Alarcón.
Art .347 CPP.
Resolvieron los Jueces don Joaquín Nilo Valdebenito, don
Álvaro Martínez Alarcón y don Roberto Cociña, todos Titulares del
Tribunal Oral en Lo Penal de Rancagua, subrogando legalmente.
Certifico Registro de audios:
“La presente acta solo constituye un registro administrativo que contiene una relación
resumida de lo obrado y resuelto en la audiencia. Los argumentos vertidos por las
partes y la fundamentación de la resolución dictada, se encuentran íntegramente en el
registro de audio de la presente audiencia.”
Descargar