PRECISION Y CLARIDAD DE LOS TÉRMINOS

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Revista Miramar nº 155 – Septiembre / Octubre de 2005
PRECISION Y CLARIDAD DE LOS TÉRMINOS
EN LOS INFORMES PERICIALES
Rubén Candela Ramos
Auditor censor jurado de cuentas/Profesor mercantil/Economista
Presidente Nacional de la Asociación Española de Asesores Fiscales (AEDAF)
Miembro del: Registro Oficial de Auditores de Cuentas (R.O.A.C.) nº 2225;
Instituto de Censores Jurados de Cuentas de España (ICJCE); de los Ilustres
Colegios de Economistas y Titulados Mercantiles de Málaga.-
Hace unos meses, al iniciarse el periodo voluntario - ¿voluntario de qué? Algún
día tendríamos que hablar de este término – de declaración del IRPF atendí a
un periodista de una conocida cadena de radio que me quiso hacer unas
preguntas acerca de la campaña del impuesto y antes de salir al aire me pidió
que, por favor, no utilizara expresiones técnicas en beneficio de la claridad. Así
me lo propuse y cuando me preguntó qué novedades había en el impuesto en
2005 le respondí que de tipo técnico apenas ninguna. Sí una nueva obligación
formal, consignar en el impreso la “referencia catastral” de algunos bienes
inmuebles. Y su respuesta fue contundente: ¡Ya empezamos. Hablan ustedes
de un modo que no hay quien les entienda! Esto puede ser ilustrativo de hasta
qué punto ciertos términos usados habitualmente por determinados
profesionales pueden ser desconocidos o por lo menos “raros” fuera del ámbito
de esa profesión.
Todas las profesiones, cuanto más técnicas más, tienen su argot propio y de
ello debemos ser conscientes los profesionales, puesto que algo que para nosotros
tiene un significado preciso, para un ajeno a la profesión puede ser desconocido o,
lo que es peor, malinterpretado. Porque si es desconocido pedirá explicaciones, pero
si se malinterpreta en el convencimiento de estar haciéndolo bien puede llevar a
sacar conclusiones equivocadas. Y si esas conclusiones las saca un magistrado en el
ejercicio de su función podemos imaginar las consecuencias.
Saco esto a colación porque, a veces, algunos peritos judiciales en temas
económicos o contables, utilizan términos – o utilizamos, aunque yo intento
cuidadosamente evitarlo – muy propios del ámbito económico-contable, pero que
son ajenos al mundo del derecho y pueden, por tanto, inducir a error. Supongo que
lo mismo ocurre en otros ámbitos, pero es evidente que hay muchos más litigios
sobre temas económicos que sobre derrumbamientos de minas de carbón, pongo por
caso. Y a la inversa, a veces se nos pide por un profesional del Derecho, ya sea un
letrado o bien el propio Juzgado, una pericia en términos cuya lectura nos puede
inducir a error y a que terminemos dictaminando sobre cuestiones que no eran las
pretendidas.
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Un ejemplo del primer supuesto puede ser el siguiente. Habiéndose
planteado en un procedimiento si la actuación de un administrador había
perjudicado a una sociedad, el perito al que se solicitó el dictamen concluía en el
mismo: “…A consecuencia de estas actuaciones la proporción de masas en la
estructura financiera se ha alterado habiendo aumentado el exigible a corto por lo
que al permanecer prácticamente constantes las proporciones de la estructura
económica, se han visto reducidos los ratios de liquidez, tesorería y solvencia, pero
sin que el working capital haya llegado a ser negativo.” Y dejaba al buen juicio del
Tribunal el determinar si las actuaciones en cuestión debían calificarse de
reprobables. Aparte de lo ininteligible de la exposición para alguien no iniciado en
el análisis de balances, sólo por la cursilería de utilizar la expresión “working
capital” en lugar de las castellanas “Fondo de maniobra” o “Capital circulante”, el
perito debería haber sido recusado, si no enviado directamente a prisión.
Y en otras ocasiones, como digo, la pericia se solicita en unos términos que
la hacen prácticamente irrealizable. Por ejemplo, hágase una auditoría del balance
incorporado a los autos. Y el balance en cuestión está referido a varios años atrás.
Pues bien, la emisión de un informe de auditoría requiere, entre otras cosas, una
serie de verificaciones que son prácticamente imposibles de llevar a cabo una vez
transcurrido un cierto tiempo, verificación de inventarios, arqueos de efectivo,
confirmaciones de terceros, etc. con lo cual, si el auditor no encuentra
procedimientos alternativos que le permitan satisfacerse, lo más probable es que el
perito auditor tenga que concluir su informe con abstención de opinión, es decir,
diciendo que debido a las limitaciones en el alcance de su trabajo no puede emitir la
opinión solicitada. Ya me dirán para qué le sirve esto al Juez o a la parte. Y no es
cuestión de ser especialmente puntilloso. Es que la emisión de opinión está muy
claramente regulada en las Normas Técnicas de Auditoría y ante una situación así
es lo que procede. Lo contrario supondría que el perito auditor habría cometido una
infracción que podría ser sancionada por el Instituto de Contabilidad y Auditoría de
Cuentas y además, pondría a la parte contraria en situación de aprovecharse del
defecto.
También nos encontramos a veces con la necesidad de elegir
cuidadosamente los términos que utilizamos porque pueden tener distintas
acepciones y dar lugar a “malas interpretaciones” interesadas. Hace un tiempo tuve
ocasión de intervenir en una operación de compra venta de una importante sociedad
en funcionamiento. Como es normal, en la operación deben adoptarse por parte de
los compradores todo tipo de cautelas, dadas las contingencias, ya no hablo de mala
fe, que pueden surgir a posteriori. En esta existían unos riesgos, más o menos
cuantificados, pero cuya asunción por la sociedad dependía de una serie de factores.
Se pactó que, en caso de materializarse, los vendedores deberían hacerse cargo de
ellos a lo que se negaron en su momento, iniciándose el correspondiente
procedimiento. Cuando se describió en el informe pericial el montante a que la
sociedad había tenido que hacer frente se aludió a que la misma había
“provisionado” contablemente dicho importe y la parte contraria pretendió hacer
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ver al juzgado que ese reconocimiento por parte de la sociedad indicaba que había
recibido los fondos para afrontar los pagos, cuando la realidad es que el concepto de
provisión contable significa que, en aplicación del principio de prudencia
valorativa, se ha imputado a la cuenta de resultados una pérdida eventual lo que,
como se ve, difiere mucho del concepto jurídico de la provisión de fondos.
Como pueden ver, el tema no es baladí. Los peritos debemos ser muy
conscientes de la responsabilidad que recae sobre nosotros puesto que de nuestro
dictamen puede derivar una sentencia injusta, ya sea por una pericia técnicamente
defectuosa o bien por aquello que decíamos en los tiempos de facultad de algunos
profesores: “Se nota que sabe mucho pero no sabe explicarlo”. Resultaría muy
interesante propiciar encuentros entre profesionales de los ámbitos jurídico y
económico en los que intercambiar opiniones sobre estas cuestiones. Los
compartimentos estancos pueden ser útiles en los buques pero no en un mundo
súper especializado donde cada vez más vamos sabiendo más de casi nada y menos
de casi todo.
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