Apéndice de la Unidad 2

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Apéndice de la Unidad 2
El origen del conocimiento
Respecto de esta cuestión, los filósofos han defendido básicamente tres posturas: el
racionalismo, el empirismo y el apriorismo.
1. El racionalismo
Aunque el pensamiento racionalista recorre toda la historia, por racionalismo vamos a entender
aquí la posición que adoptaron algunos pensadores de los siglos XVII y XVIII respecto del
problema del origen del conocimiento. Estos autores consideraron que el origen de todo
conocimiento verdadero es la razón humana. Ésta posee una serie de ideas innatas, que no
hemos obtenido a partir de la experiencia, y que constituyen el fundamento de nuestro
conocimiento de la realidad.
Para los racionalistas, el conocimiento tiene que ser lógicamente necesario y universalmente
válido. Un conocimiento es lógicamente necesario cuando la razón juzga que algo tiene que ser
obligatoriamente tal como es, de forma que no puede ser de otra manera, porque, en tal caso,
sería un absurdo. Por ejemplo, un juicio del tipo: "todo triángulo tiene tres lados", es un
conocimiento lógicamente necesario, y, por tanto, universalmente válido, es decir, se cumple
siempre y en cualquier lugar.
Si esto es así, entonces el conocimiento sensible, que obtenemos a partir de la experiencia, no
constituye un verdadero conocimiento, debido a que no posee ese carácter de necesidad y
universalidad, ya que las percepciones en que se basa son particulares y relativas. Dicho
conocimiento sólo resulta válido en los casos individuales.
Los racionalistas adoptaron las matemáticas como modelo de conocimiento, ya que permiten,
por un lado, que el pensamiento actúe de forma independiente de la experiencia, siguiendo
únicamente sus propias leyes, y, por otro lado, que la mente conozca la estructura misma de la
realidad, deduciéndola a partir de unos axiomas. Este era el objetivo de filósofos como
Descartes, Spinoza o Leibniz.
2. El empirismo
También el pensamiento empirista ha estado presente a lo largo de toda la historia, pero la
postura filosófica denominada empirismo se suele identificar con la doctrina de algunos
pensadores de los siglos XVII y XVIII, que afirmaron que el conocimiento tiene su origen en la
experiencia sensorial, es decir, que el único conocimiento verdadero es el que proviene de los
órganos de los sentidos. Esta posición fue defendida por Locke, Berkeley y Hume, y ha ejercido
una fuerte influencia en el desarrollo de las ciencias de la naturaleza.
Un pensador que lleva el empirismo a sus últimas consecuencias es David Hume (1711-1776).
Como Locke, afirma que la experiencia surgida de la percepción sensorial y de la reflexión es la
única fuente de conocimiento, negando, por tanto, la existencia de ideas innatas.
Hume denomina impresiones a las percepciones que se presentan en la mente tal como son
originadas por los sentidos. Por ejemplo, lo que recibe la mente es la impresión de un
determinado color. Y reserva el término ideas para definir las imágenes que, como si fueran
huellas, dejan las impresiones en la mente. Por tanto, las ideas son los fenómenos psíquicos que
se derivan de las impresiones recibidas y que constituyen el hecho de pensar. Por ejemplo, al
cerrar los ojos, pienso en mi habitación, de manera que las ideas que se forman en mi mente son
representaciones exactas de las impresiones que he recibido anteriormente. De esta forma, el
conocimiento es sólo un conocimiento de impresiones.
Las ideas sólo pueden derivar de las impresiones recibidas, y, por tanto, la mente no puede
conocer ninguna realidad de la cual no haya tenido alguna experiencia previa. De esta forma,
y en contra de lo que afirmaron los filósofos racionalistas, Hume niega la posibilidad de conocer
realidades como el alma o Dios.
3. El apriorismo kantiano.
Kant mantiene una postura intermedia entre el racionalismo y el empirismo, al afirmar que,
aunque nuestro conocimiento empieza por la experiencia, no todo nuestro conocimiento
procede de la experiencia.
La mente humana recibe las impresiones que le son dadas mediante la experiencia, y les
impone sus propias formas y categorías, que ya están a priori en la mente. La mente no es un
recipiente pasivo, que se va llenando de conocimiento en la medida en que la experiencia se lo
proporciona, sino que el conocimiento es el resultado de aplicar unas formas y categorías a
priori a las impresiones que los sentidos han recogido el mundo.
En todo conocimiento, por tanto, intervienen dos elementos: por un lado, lo que aporta la
experiencia: los datos de los sentidos - como afirmaban los empiristas-; y, por otro lado, lo que
aporta la mente: las categorías o formas a priori, que ya estaban en el sujeto de conocimiento
con independencia de la experiencia, y con las cuales la mente estructura los datos que
provienen de los sentidos -como decían los racionalistas.
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