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HISTORIA DE LAS CIVILIZACIONES
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L
CAPÍTULO 8: El fenómeno “Buddenbrooks”1
os comunistas chinos asumieron el poder en 1949, decididos a romper el predominio del familismo
en la sociedad china. Estaban convencidos, - erróneamente – de que la tradicional familia patrilineal
china constituía una amenaza para la modernización económica. Pero lo que, además, veían con
suma claridad era que la familia era un contrincante político que debilitaba el poder que la influencia
de la ideología comunista y el concepto de nación podían ejercer en la población de ese inmenso país. Por
lo tanto, procedieron a tomar una serie de medidas destinadas a destruir la estructura familiar tradicional:
se introdujo una legislación familiar “moderna”, la poligamia fue declarada ilegal y se reafirmaron y
garantizaron los derechos de la mujer; la gran familia campesina fue dividida mediante la colectivización de
la agricultura; se nacionalizaron o expropiaron las empresas familiares; y los niños eran adoctrinados para
que consideraran que el partido, y no la familia, era la autoridad máxima en su vida. Las medidas de
planificación familiar destinadas a disminuir el explosivo crecimiento demográfico en China, limitando la
descendencia a un solo niño por familia, acaso constituyeron el ataque más frontal al confucianismo
tradicional y a su imperativo milenario de engendrar muchos hijos varones.
Pero los comunistas subestimaron, y mucho, el arraigo y la persistencia de la cultura confuciana y de la
familia china como institución. Esta última resurgió, después de medio siglo de confusión política, más
fuerte que nunca. La clave para entender la naturaleza de la sociedad económica china, así como de otras
sociedades familistas del mundo de hoy, es una comprensión adecuada del papel de la familia en la cultura
china.
El confucianismo, mucho más que el budismo o el taoísmo, ha definido el carácter de las relaciones sociales
dentro de la sociedad china durante los últimos dos milenios y medio. Consiste en una serie de principios
éticos que se suponen la base de una sociedad que funcione de la manera adecuada. Ese tipo de sociedad
no está regulado por una constitución ni por el sistema legal que emana de ésta, sino por la internalización
de los principios éticos del confucianismo, por parte de cada individuo, como resultado de un proceso de
socialización. Estos principios éticos definen la naturaleza adecuada de una amplia variedad de relaciones
sociales. De estas relaciones, las cinco principales son las de gobernante-ministro, padre-hijo, maridomujer, hermano mayor-hermano menor y amigo-amigo.
Se ha escrito mucho sobre lo que Tu Wei-Ming caracteriza como el “confucianismo político”, es decir, el
apoyo del confucianismo a un sistema jerárquico de las relaciones sociales, con un emperador a la cabeza
y una clase de gentiles hombres-intelectuales que ocupan una organizada burocracia centralizada por
debajo de aquel. Esta estructura política fue considerada como la “super familia” del pueblo chino, y la
relación del emperador con su gente era vista como la de un padre con sus hijos. En este sistema, a través
de una serie de exámenes imperiales para el ingreso a la burocracia, era posible la promoción meritocrática,
pero el ideal social al que aspiraban los examinados era llegar a ser un intelectual, versado en los textos
confucianos tradicionales. El hombre superior (chun tzu) poseía li, o sea la habilidad de comportarse de
acuerdo con las elaboradas reglas del decoro y la corrección, con lo cual se hallaba muy lejos de parecerse
al empresario moderno. Más que al arduo trabajo, aspiraba al descanso; gozaba de ingresos generados
por rentas; se consideraba un custodio de la tradición confuciana, no un innovador. En la sociedad
confuciana tradicional, muy estratificada, el comerciante no gozaba de gran estima. Si la familia de un
comerciante se enriquecía, los hijos no aspiraban a continuar con el negocio paterno sino a presentarse al
Los Buddenbrooks, novela del escritor alemán Thomas Mann, donde se relata la decadencia de la burguesía,
utilizando la saga de la familia que da título a la obra.
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examen imperial e ingresar en las filas de la burocracia. En lugar de reinvertir, muchos comerciantes
desviaban las ganancias de sus negocios hacia la adquisición de tierras, cosa que les confería un prestigio
social mucho mayor.
Muchas de las afirmaciones negativas acerca del impacto del confucianismo sobre la economía durante la
primera mitad del siglo XX, se debieron, en gran parte, a que se consideraba que los aspectos políticos de
la doctrina constituían el núcleo del sistema cultural. De todas formas, el confucianismo político casi ha
desaparecido de la escena. La última dinastía china fue derrocada en 1911, con lo cual la burocracia
imperial quedó abolida. Aun cuando, en los últimos años, varios generalísimos y comisarios han sido
comparados con emperadores, el sistema imperial ha muerto hace tiempo y no hay muchas probabilidades
de que reviva. La estratificación social apoyada por el confucianismo político también ha sido desmantelada
en su mayor parte. La antigua estructura de clases fue disuelta, por la fuerza, en la República Popular
China, después de la revolución y anulada como resultado del exitoso desarrollo económico de Taiwán.
Tampoco fue posible exportar el sistema político tradicional chino a otras comunidades chinas de
comerciantes y pequeños industriales, de una relativa homogeneidad étnica2. Algunas sociedades chinas,
como Singapur, han intentado resucitar una forma de confucianismo político, como medio para legitimizar
su versión particular de “autoritarismo blando”, pero esos esfuerzos han resultado un tanto artificiales.
En todo caso, la verdadera esencia del confucianismo chino nunca fue el confucianismo político sino lo que
Tu Wei-Ming denomina la “ética personal confuciana”. El núcleo central de estas enseñanzas éticas fue la
apoteosis de la familia – en chino, la jia – como relación social, a la que se subordinan todas las demás,
incluso las obligaciones para con el emperador, el Cielo o cualquier otra fuente de autoridad, divina o
temporal.
De las cinco relaciones cardinales del confucianismo, la que tenía lugar entre padre e hijo era la
fundamental, ya que establecía la obligación moral del xiao, o sea de la piedad filial, el imperativo moral
central del confucianismo. En todas las culturas se fomenta en los hijos el respeto por la autoridad paterna,
pero en la cultura tradicional china esto llega a grados extraordinarios. Los hijos tienen la obligación de
respetar, aun de adultos, los deseos de sus padres, apoyarlos económicamente en su vejez, honrar sus
espíritus una vez muertos y mantener una línea familiar que se remonte hacia atrás en la historia, a través
de generaciones de antepasados. En Occidente, la autoridad paterna compite contra una cantidad de
rivales, entre los que se incluyen maestros, empleadores, el Estado y, en última instancia, Dios. En los
Estados Unidos, por ejemplo, la rebelión contra la autoridad paterna prácticamente ha sido
institucionalizada como ritual de ingreso en la mayoría de edad. En la cultura china tradicional, esto sería
algo inconcebible. No existe un equivalente del concepto juedo-cristiano de la existencia de una fuente
divina de autoridad o ley superior, que pueda aprobar la rebelión individual contra los dictados de la familia.
En la sociedad china, la obediencia a la autoridad paterna equivale a un acto divino y no hay ningún
concepto de conciencia individual que pueda inducir al individuo a contradecir dicha autoridad.
La centralidad de la familia en la cultura tradicional china se torna evidente cuando se presenta un conflicto
entre la lealtad a la familia y la lealtad hacia alguna autoridad política como el emperador o, en la República
Popular China, el comisario. Por supuesto que, de acuerdo con los dogmas del confucianismo ortodoxo,
tales conflictos nunca debieran surgir. En una sociedad ordenada, todas las relaciones sociales están en
armonía. Sin embargo, aparecen. Y se hacen presentes en forma aguda si el padre ha cometido un delito
Esto no quiere decir que no hubo diferencias de clase en las comunidades chinas de ultramar. Muchos chinos
emigraron como trabajadores culíes, que, obviamente, constituían una clase distinta de los comerciantes y
empresarios; pero no hubo nobleza ni burocracia, ya que en todas las sociedades del sudeste asiático esas posiciones
estaban reservadas a las élites locales.
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y la policía lo está buscando. Muchos dramas clásicos chinos reflejan la agonía del hijo que se ve obligado
a elegir entre la lealtad hacia el Estado y la lealtad para con su familia, pero al final siempre es la familia la
que gana: no entrega al padre a la policía. En un cuento clásico, que tiene por protagonistas a Confucio y
al jefe de Estado de un reino vecino, “el rey se ufanaba frente a Confucio de que, en su país, la virtud de
sus habitantes era tal, que si un hombre robaba, su hijo denunciaba el delito y al delincuente ante las
autoridades del Estado. Confucio replicó que, en su Estado, la virtud de sus habitantes era aún mayor, ya
que a ningún hijo se le ocurriría tratar a su padre de ese modo”. Los comunistas tenían razón cuando
consideraban que la autoridad de la familia constituía una amenaza para sus objetivos, e iniciaron una larga
lucha para subordinar la familia al Estado: de acuerdo con sus pautas, el hijo virtuoso entregaba a su padre
delincuente a la policía. Sin embargo, existen pruebas contundentes de que el comunismo ha fracasado
por completo en su intento de sojuzgar a la familia. La prioridad de la familia sobre el Estado y, de hecho,
sobre cualquier otra relación fuera de ella, es lo que diferencia marcadamente al confucianismo ortodoxo
chino de su rama japonesa, lo cual tiene importantes consecuencias sobre la organización empresarial en
uno y otro país.
La competencia entre las familias hace que las sociedades chinas parezcan muy individualistas, pero no
existe competencia entre el individuo y su familia, en el sentido occidental de la palabra. La identidad
individual está contenida en la familia, forma parte indisoluble de ella. La antropóloga Margery Wolf, es su
estudio de un pueblo taiwanés, afirma lo siguiente:
Un hombre que no está contenido totalmente por una red de familiares y parientes no es digno de
confianza, porque no se puede tratar con él en forma normal. Si su comportamiento es inapropiado,
no se lo puede discutir con su hermano o exigir reparación a sus padres. Si se lo quiere abordar
en un asunto delicado, no se puede recurrir a su tío para que haga de intermediario y prepare el
camino. La riqueza no es capaz de compensar esa deficiencia, del mismo modo como no puede
suplir la pérdida de un brazo o de una pierna. El dinero no tiene pasado, no tiene futuro y no tiene
obligaciones. Los parientes sí3.
La fragilidad del sentido de compromiso u obligación para con cualquiera ajeno a la familia, en la China
tradicional, se manifiesta a través de la familia campesina. Los campesinos, por lo general, procuraban no
depender en nada de sus vecinos, a pesar de que podían realizarse algunas tareas colectivas en momentos
pico durante la época de la cosecha. Al contrario de lo que sucedía en los sistemas feudales de la Edad
Media, en los cuales los campesinos estaban estrechamente vinculados con la familia de sus señores y
dependían de estos para obtener tierras, créditos, semillas y otros servicios, el campesino chino en general
era dueño de su tierra y mantenía un contacto casi nulo con el estrato social superior, salvo cuando se le
cobraban los impuestos. La familia constituía una unidad independiente tanto para la producción como para
el consumo. En el campo, había poca división del trabajo. La familia campesina procuraba producir ella
misma todos los productos no agrícolas que necesitaba en la vida cotidiana, en lugar de comprarlos en el
mercado. Las pequeñas industrias domésticas campesinas, que fueran fomentadas en la República Popular
China y que surgieron en forma espontánea en Taiwán, tienen, profundas raíces en la cultura china.
Entre las familias de la burguesía, el grado de autosuficiencia era menor, a pesar de que seguía siendo un
ideal social. En una familia de buena prosapia había excedente suficiente como para mantener hogares
más grandes y más mujeres. Los miembros de la familia no trabajaban, sino que dirigían, y dependían del
trabajo de empleados no familiares. El sistema de examinación imperial existía como camino hacia el
ascenso social fuera de la familia. La familia burguesa a menudo vivía en la ciudad, donde había más
Margery Wolf, The House of Lim: A Study of a Chinese Farm Family (Englewood Clifts, N.J., Prentice-Hall, 1968),
pág 23.
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distracciones y oportunidades para entablar relaciones fuera de la familia. Sin embargo, las familias
aristocráticas chinas seguían siendo mucho más autosuficientes que las familias burguesas europeas.
Si se estudia el familismo chino desde una perspectiva histórica, resulta claro que detrás de él existía una
buena dosis de racionalidad económica. En la China tradicional no se conocían derechos de propiedad
legalmente establecidos. A lo largo de gran parte de la historia china, el sistema impositivo era por completo
arbitrario; el Estado subcontrataba la recaudación de impuestos a funcionarios locales o cobradores de
impuestos, que fijaban el nivel impositivo de acuerdo con lo máximo que podía soportar la población4. Los
campesinos también podían ser reclutados en forma arbitraria para servir en el ejército o para trabajar en
proyectos de obras públicas. A cambio de todos los impuestos que cobraba, el Estado ofrecía muy pocos
servicios sociales. El sentido de obligación patriarcal que existía entre el señor y los campesinos en el
sistema feudal europeo y que, por incoherente e hipócrita que pudiera ser, ofrecía cierta protección, no tuvo
nunca un paralelo chino. La China tradicional enfrentaba situaciones de superpoblación y escasez de
recursos (por ejemplo, tierras), y la competencia entre las distintas familias siempre fue muy fuerte. En la
mayoría de las sociedades confucianas no existía un sistema formal de seguridad social, carencia que ha
persistido hasta nuestros días.
En ese entorno, un sistema familiar fuerte puede verse como el mecanismo de defensa fundamental contra
un medio externo hostil y arbitrario. El campesino solo podía confiar en los miembros de su propia familia,
porque todos los que estaban fuera de ella – funcionarios públicos, burócratas, autoridades locales y
burguesía – carecían de todo sentido de obligación recíproca y no tenían el menor reparo en cometer
abusos contra él. Como la mayoría de las familias campesinas vivían permanentemente al borde de la
inanición, no había excedente alguno que les permitiera ser generosas con amigos o vecinos. Los hijos
varones –la mayor cantidad posible – eran una necesidad absoluta, ya que sin ellos no había posibilidad
de sobrevivir en la vejez. En esas condiciones tan duras, la familia autosuficiente constituía la única fuente
de amparo y cooperación disponible.
La China tradicional no logró desarrollar una riqueza concentrada que podría haber aportado el capital para
una industria temprana, debido al principio de la distribución igualitaria de la herencia entre los hijos
varones, firmemente arraigados en esa cultura. El sistema familiar chino es estrictamente patrilineal; la
herencia pasa sólo por los miembros masculinos de la familia y es compartida por igual entre todos los hijos
de un mismo padre. Con el crecimiento de la población, las tierras se fueron subdividiendo de generación
en generación, hasta convertirse en predios demasiados pequeños para alimentar en forma adecuada a
una familia. Este fenómeno perduró hasta el siglo XX5.
Aun entre las familias adineradas, la división igualitaria de la herencia provocaba que las fortunas se
diluyeran en el término de una o dos generaciones. Una de las consecuencias de esto es que en la China
existen muy pocas mansiones comparables con las europeas, es decir, grandes residencias construidas
para que las ocupara una misma familia aristocrática a lo largo de generaciones. Las residencias de las
familias acaudaladas eran construcciones pequeñas, de una sola planta, abigarradas alrededor de un patio
común, en las cuales vivían las familias de los hijos del patriarca. Al contrario de lo que sucede en
sociedades con un sistema de primogenitura, como la inglesa o la japonesa, los hijos menores de una
familia, al no ser excluidos de la herencia familiar, no se veían obligados a buscar su fortuna en el comercio,
Desde el punto de vista de los derechos de la propiedad, el hecho de que la carga fiscal se fijaba en forma arbitraria,
era más importante que su peso en términos absolutos. Existen pruebas de que, en la práctica, la carga fiscal
disminuyó en promedio durante la dinastía Qning.
5 Además, los predios a menudo consistían en franjas de tierra no contiguas, que eran difíciles de trabajar.
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las artes o el ejército. Por lo tanto, en China siempre hubo una mayor permanencia de mano de obra en la
zona rural, que en los países con un sistema de primogenitura.
Los hijos eran importantes no solo para continuar con la herencia de sus mayores sino como una forma de
seguridad social. Pero resultaba sumamente difícil adoptar a alguien que no perteneciera a la familia, en el
caso de no tener hijos varones o de que estos murieran a temprana edad o fuesen incompetentes. A pesar
de que, en teoría, era posible adoptar un hijo no biológico pero de alguna forma emparentado (en general
a través del matrimonio de una hija con un tercero, que era incorporado a la familia), ese no era un
procedimiento muy aceptado. Un hijo adoptado no sentiría la misma obligación para con su nueva familia
que un hijo biológico, y desde la perspectiva del padre siempre existía el riesgo de que el hijo adoptado
tomara a sus niños y se separara por completo de la familia si, por ejemplo, sentía que no había recibido la
parte de la herencia que le correspondía. A causa de ese riesgo de deslealtad, se preferían las adopciones
de niños recién nacidos. En estos casos, el padre adoptivo tomaba cuidadosas precauciones para mantener
en secreto la identidad de la familia biológica del adoptado. De todos modos, las adopciones se realizaban
básicamente dentro de la familia consanguínea6. Recurrir a la adopción de alguien por entero ajeno a la
familia era un hecho fuera de lo común, marcado por la humillación pública hacia el hombre sin hijos varones
que se veía obligado a adoptar7. En la cultura china, el límite entre familiares y no familiares está trazado
con gran nitidez. Como veremos más adelante, en Japón las costumbres con respecto a la adopción, son
diametralmente opuestas.
La combinación de familismo intenso, herencia masculina igualitaria, ausencia de mecanismo de adopción
de extraños y desconfianza hacia quienes no están unidos entre sí por lazos sanguíneos condujo a la
sociedad tradicional china a un comportamiento económico que, en muchos aspectos, se asemeja a la
cultura empresarial contemporánea de Taiwán y Hong Kong. En las áreas rurales no había grandes fincas
sino propiedades minúsculas, que se iban reduciendo aún más de una generación a otra. Había un ciclo
constante de crecimiento y decadencia de las familias: aquellas que eran trabajadoras, ahorrativas y
capaces acumulaban dinero y ascendían en la escala social. Pero la fortuna familiar – no solo las tierras
sino también la residencia o las residencias y el equipamiento doméstico – se iba diluyendo en la segunda
generación a causa de la división igualitaria entre los hijos varones. No estaba garantizado que, en las
siguientes generaciones, la capacidad y la moral fueran virtudes inamovibles, y con el tiempo la familia
volvía a caer en la pobreza y en la oscuridad. El antropólogo Hugh Baker comentó, con respecto a la vida
pueblerina china: “Ninguna familia en nuestra aldea había sido capaz de conservar la misma cantidad de
tierra a lo largo de tres o cuatro generaciones”8. Las comunidades campesinas experimentaban, a través
Existían reglas muy elaboradas con respecto a quiénes podían ser adoptados: un hombre sin hijos varones trataba,
en primer lugar, de adoptar a uno de los hijos varones de su hermano; en esas circunstancias, el hermano mayor en
general, tenía acceso privilegiado a los hijos varones de sus hermanos varones. Si no había ningún hijo varón
disponible, optaba por otros descendientes de su abuelo (es decir, sus primos) y, en caso de que esto fallara, podía
buscar entre la familia vincular, o del linaje o clan, y así sucesivamente, en círculos de parentesco cada vez más
amplios. Solo en casos extremos un hombre podía comprar un hijo varón a un extraño menesteroso.
7 Lo que sigue es la descripción de una ceremonia de adopción: “La iniciación (de un hijo varón no familiar adoptado)
tiene lugar durante un banquete muy organizado. A diferencia de los banquetes de bodas, los invitados no traen
regalos ni dinero para recompensar la hospitalidad del anfitrión. Todo el clima que se vive en ese banquete es
diferente, porque el padre adoptivo debe recompensar a los demás miembros de su linaje por haber aceptado a un
extraño en el seno de la familia. Los invitados hacen todo lo posible por humillar al anfitrión, gritándole insultos y
echándole en cara su incapacidad de engendrar sus propios herederos. Durante el banquete, cualquiera de los
invitados puede dirigirse al anfitrión y pedirle dinero prestado. Esto se hace con plena conciencia de que el prestador
nunca pedirá la devolución del préstamo, porque solo sería un embarazoso recuerdo de la iniciación. A medida que
abandonan la sala, los huéspedes vuelven a insultar al anfitrión por profanar el linaje y se quejan de la horrible comida”.
Watson (1975), pág.298.
8 Baker (1979), pág.131.
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del tiempo, un ciclo repetitivo de crecimiento y decadencia en sus distintas familias. Al respecto, sigue
diciendo Baker: “Este proceso de crecimiento y decadencia de las fortunas familiares se parecía a un
caldero con su contenido en ebullición. Las familias emergían en la superficie como burbujas, estallaban y
volvían a descender al fondo. Al estallar las familias, también se fragmentaban sus propiedades y el aspecto
de una manta de patch-work, producido por el constante ciclo de parcelamiento y reagrupación de las
tierras, constituía una característica muy particular del paisaje chino”9. Las familias no podían enriquecerse
demasiado, al menos no con las oportunidades tecnológicas de la agricultura tradicional china. Pero
tampoco podían caer en la extrema pobreza, dado que, por debajo de un cierto nivel de indigencia, el
hombre no tenía los medios como para casarse y tener hijos.10 La única oportunidad de romper ese ciclo
se presentaba cuando un hijo especialmente dotado era aceptado para rendir el examen imperial, cosa que
sucedía muy raras veces y, de todos modos, afectaba a un solo individuo.
Hasta aquí he utilizado el término “familia” como si familia china fuera idéntica a su paralelo occidental Pero
esto no es así. Las familias chinas, por lo general, siempre han sido más grandes que sus equivalentes de
Occidente, tanto antes como después de la industrialización, de modo que les era posible sostener
unidades económicas algo mayores. La familia confuciana ideal es, de hecho, la que reúne cinco
generaciones, donde los bisabuelos viven junto a sus bisnietos. Obviamente, este tipo de familia vincular
raras veces era factible; lo más común era un conglomerado familiar en el cual el padre y la madre (y
posiblemente las familias de los hermanos del padre) vivían con las familias de sus hijos adultos.
Investigaciones históricas realizadas sobre la familia china han demostrado que ese tipo de conglomerado
familiar constituía más que un ideal que una realidad. Las familias nucleares han sido mucho más comunes
en la China que lo que los mismos chinos suponen, aun entre los campesinos más tradicionalistas de las
zonas rurales. La gran familia unida fue, en cierta forma, un privilegio de la clase acomodada: solo quien
tuviera cierto nivel económico podía mantener a muchos hijos varones con sus familias y dar de comer a
tantos miembros al mismo tiempo. Entre las familias adineradas, se producía una evolución cíclica de
familia nuclear a conglomerado familiar y la regresión a familia nuclear, a medida que los hijos se hacían
adultos, los padres morían y se establecían nuevas familias.
No es correcto pensar que la familia tradicional china es una unidad tan armónica y cohesionada como se
la podría percibir desde afuera. La jia estaba plagada de una serie de tensiones internas. Era tanto
patrilineal como patriarcal: se esperaba que la mujer que ingresaba en una familia a través del matrimonio
cortara los lazos con su propia familia y viviera estrictamente subordinada a su suegra. En la China
tradicional, los hombres adinerados a menudo tomaban varias esposas y/o concubinas, de acuerdo con
su capacidad económica para mantenerlas11. Las mujeres aportaban mayor fuerza laboral en las familias
campesinas que en las familias adineradas, y por lo tanto ejercían mayor influencia sobre el hombre. El
resultado de esto era una escisión más frecuente de esas familias. La fuerza y la estabilidad de la familia
tradicional china provenían, por lo tanto, de su capacidad de controlar y sojuzgar a la mujer. Cuando ese
control se debilitaba, las familias tendían a fragmentarse.
Baker (1979), págs.133-134.
Jenner (1992), págs. 119-120.
11 La poligamia, una práctica muy común en las clases acomodadas, creaba problemas de herencia. Los principios de
la herencia igualitaria solo se aplicaban a los hijos varones de una esposa determinada, pero la parte que correspondía
a esos hijos dependía de su rango dentro de la familia. Los hijos de una tercera o cuarta esposa, o de una concubina,
tenían cada vez menos derechos a la herencia. Esos herederos a menudo tenían que recurrir a complejas estrategias
para obtener sus partes de los hijos de posición más privilegiada y de las madres de estos. Una mujer de posición
más baja, por ejemplo, una vez muerta (es decir, como fantasma) ejercía mayor presión sobre su esposo que en vida.
El problema para la mujer era cómo hacer que el marido le temiera a su espíritu vengador sin que para ello tuviera
que llegar al extremo de suicidarse.
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Además, la igualdad de status de todos los hermanos conducía a una rivalidad considerable, y eran
innumerables las historias que daban cuenta de los conflictos y los celos que surgían entre las esposas de
los hermanos. De hecho, en los niveles más acomodados la convivencia del conglomerado familiar – en
que las familias de los diversos hermanos vivían bajo el mismo techo o en casas separadas ubicadas
alrededor del patio común – solía ser una fórmula explosiva y muchas de esas familias terminaban
atomizándose en familias nucleares, porque no podían contener la tensión provocada por dicha
convivencia. De ahí que, a pesar de que la familia que reunía a cinco generaciones bajo un techo seguía
siendo el ideal teórico, había considerables presiones que conducían a su desintegración en unidades más
pequeñas12.
Más allá de la jia, ya fuera en su forma amplia o nuclear, había otros círculos concéntricos de parentesco
de gran importancia económica. La forma más importante de ese tipo de asociación era determinada por
el linaje, definido como “un grupo corporativo que establecía una unidad ritual y se basaba en la
descendencia comprobada de un antepasado en común”.13 De manera alternativa, se puede entender esa
organización como una familia de familias que se remontan a un origen común. Esa asociación por linajes
se encuentra sobre todo en las provincias costeras del sur de la China, como Guangdong y Fujian, mientras
que es mucho menos frecuente encontrarla en el norte. Los linajes chinos, a veces descritos como clanes,
pueden abarcar una aldea entera, en la cual todas las familias llevan el mismo apellido. Más allá del linaje,
existe lo que se denomina “linaje de orden superior”, que comprende distintos linajes, reunidos en un gran
clan por el denominador común de antiguos ancestros en un gigantesco clan. Por ejemplo, en los Nuevos
Territorios de Hong Kong existen varias aldeas conformadas por linajes con el apellido Deng, que remontan
su origen a un individuo de ese apellido que se afincó en esa zona hace mil años. Los linajes, por lo general,
poseen alguna finca o propiedad común, por ejemplo un paraninfo que se utiliza para fines rituales, algunos
de ellos conservan una serie de tradiciones y registros genealógicos muy elaborados, que se remontan a
varios siglos.
Económicamente, los linajes han cumplido con la función de ampliar el círculo del parentesco y, por lo tanto,
es posible confiar en una mayor cantidad de personas, dentro de un emprendimiento económico. Las
obligaciones de los miembros de un mismo linaje para con el grupo son mucho menores que las que tienen
para con la familia. El mismo linaje puede comprender familias muy ricas y muy pobres, y los miembros
ricos no tienen ninguna obligación particular de ayudar a los más pobres. Los linajes a veces pueden ser
ficticios: todos los individuos que llevan apellidos como Chang o Li y provienen de la misma región
geográfica podrían considerar que pertenecen al mismo linaje, cuando en realidad no existe ningún tipo de
parentesco entre ellos. Sin embargo, los vínculos familiares, por más atenuados que estén, brindan la base
para un grado de confianza y compromiso que no existe para con extraños, e incrementan enormemente
la cantidad de gente que se puede incorporar a la empresa familiar sin sentir que se están corriendo
riesgos14.
Los lazos del linaje son sumamente importantes para comprender la naturaleza del desarrollo económico
chino contemporáneo. Muchas de las empresas chinas establecidas en el exterior, denominadas nanyang,
en las prósperas comunidades de la región del Pacífico – Singapur, Malasia, Indonesia, Hong Kong, Taiwán
-, se originaron a partir de la inmigración proveniente de las provincias de Fujian y Guangdong, ubicadas al
Baker (1979), pág. 49. En una familia tradicional china, el status de la mujer es inferior al de sus hijos varones. Por
lo tanto, no tiene autoridad para castigarlos, sino que debe derivarlos a su padre.
13 Baker (1979), págs. 49-50.
14 En la sociedad china existían algunas organizaciones tradicionales que no se basaban en el parentesco. Las
sociedades secretas y las tongs o bandas de delincuentes, por ejemplo, que operan en las comunidades de
inmigrantes chinos en los Estados Unidos, exigen a sus miembros romper con sus lazos de parentesco y, mediante
el equivalente a un pacto de sangre, jurar fidelidad a su nueva “familia”. Baker (1979), pág.170.
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sur de China. A pesar de que dicha inmigración se produjo, en muchos casos, hace tres o cuatro
generaciones, los chinos establecidos en el exterior han mantenido los lazos que los unen a sus parientes
residentes en la China. Gran parte del desarrollo económico que se ha producido en Fujian y Guangdong
durante las últimas décadas se basa en capital chino expatriado que vuelve al continente a través de
ramificadas redes familiares y de linaje. Esto vale en especial para Hong Kong y sus Nuevos Territorios,
que físicamente está al lado de Guangdong, y cuyas organizaciones de linaje en alguna medida se
superponen entre sí. En muchos casos, los empresarios del exterior han sido bienvenidos en sus aldeas o
regiones natales por las autoridades locales, que les han dado un tratamiento especial gracias a sus lazos
sanguíneos. La existencia de estos vínculos de parentesco es lo que ha dado a los chinos que viven fuera
de su país la confianza necesaria para invertir en la República Popular China, a pesar de la ausencia de
derechos de propiedad o de un entorno político estable. Esto también explica por qué los chinos de ultramar
tienen ventaja frente a otros inversores del exterior, como, por ejemplo, los japoneses, los estadounidenses
o los europeos.
En la cultura china, la prioridad de la familia y, en menor grado, la de los lazos de linaje dan un significado
por entero nuevo a los términos “nacionalismo” y “ciudadanía”. Muchos observadores, a lo largo del tiempo,
han notado que, en comparación con algunos vecinos como Vietnam o Japón, tanto el sentido chino de la
identidad nacional como su conciencia de ciudadanía y su espíritu público son mucho más débiles. Sin
embargo, los chinos poseen un sentido de identidad nacional muy desarrollado, basado en una cultura
común tan antigua como rica. La identidad nacional en la China tradicional, tal como hemos visto, estuvo
sustentada por el confucianismo político, que fijó una serie de obligaciones frente a toda una jerarquía de
autoridades políticas, que culminaba en el emperador. A fines del siglo XIX y principios del siglo XX se fue
forjando un sentido de identidad nacional negativo y xenófobo, debido a la ocupación sufrida por China,
primero por poderes coloniales europeos y luego por el Japón. En el siglo XX, el Partido Comunista chino
intentó ocupar el lugar del emperador y adquirió un aura de legitimidad nacionalista gracias al desempeño
en la lucha contra los japoneses.
Pero, desde los tiempos de las dinastías hasta la victoria comunista en 1949, las principales lealtades del
individuo en la China no eran para con las autoridades políticas de turno, sino para con su familia. El
concepto de “China” nunca tuvo para los chinos el mismo significado afectivo de “comunidad de valores,
intereses y experiencias compartidas” que tiene “Japón” para los japoneses. En el confucianismo chino no
existe nada parecido a una obligación moral universal para con todos los seres humanos, obligación que sí
se observa en las religiones cristianas15. Las obligaciones implican distintos grados de intensidad, la cual
disminuye cuanto más uno se aleja del núcleo familiar más estrecho16. Como dice Barrington Moore: “Es
evidente que la aldea china, que, como en todo el mundo, constituye el núcleo básico de la sociedad rural,
carecía de cohesión si se la compara con las de la India, las de Japón y las de muchas partes de Europa.
Eran muchas menos las ocasiones en que una gran cantidad de integrantes de la aldea cooperaban en
alguna tarea común que creara hábitos y sentimientos de solidaridad. Más que de una comunidad viva y
activamente operativa, se trataba de una aglomeración edilicia de hogares campesinos individuales”17. En
Una doctrina de este tipo fue enseñada por el rival de Confucio, Mo Di, un siglo después de este, pero la doctrina
del Mohismo siempre fue tratada como una peligrosa herejía por los confucianos ortodoxos. Jenner (1992), pág. 113.
16 La ausencia de principios éticos universales en el confucianismo evidentemente constituye el fondo del debate
actual sobre derechos humanos entre estadounidenses y asiáticos. El Dios cristiano es tanto unitario como celoso;
impone una serie de principios morales que son aplicables a todos los seres humanos, sin distinción. Las enseñanzas
políticas liberales de Locke y de los prohombres fundadores de los Estados Unidos tienen características similares de
universalidad e igualdad; y los movimientos contemporáneos de defensa de los derechos humanos en los Estados
Unidos extienden esos principios a sociedades que no tienen un sentido similar de responsabilidad similar.
17 Barrington Moore, Social Origins of Dictatorship and Democracy: Lord and Peasant in the Making of the Modern
World (Boston, Beacon Press, 1996), pág.208.
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HISTORIA DE LAS CIVILIZACIONES
sociedades chinas como la República Popular China, Singapur y Taiwán se ha logrado imponer un espíritu
ciudadano mediante un gobierno autoritario, que también fue el que subsidió el crecimiento de las grandes
empresas en esos países. Pero los propios chinos han podido observar que existe un grado muy bajo de
espíritu ciudadano “espontáneo”, cosa que se puede medir en aspectos como el uso y cuidado de los
espacios públicos, la disposición a apoyar campañas caritativas, colaborar en forma voluntaria en grupos
de interés comunitario o morir por su país.
Sin embargo, las fuerzas del cambio socioeconómico han modificado la familia tradicional china y la red de
linajes, tanto en la Republica lar China como en las sociedades chinas establecidas en el exterior. La
urbanización y la movilidad geográfica debilitan las organizaciones basadas en el linaje, dado que los
miembros de este último ya no pueden vivir todos en una misma aldea, como lo hicieran sus antepasados.
En un entorno urbano, resulta más difícil mantener la gran familia vincular, y esta es sustituida de manera
gradual por la familia conyugal. Las mujeres reciben cada vez mayor educación y, en consecuencia, están
menos dispuestas a aceptar la posición subordinada que les asignaba la familia tradicional. Tanto la
agricultura a cargo de las familias campesinas como la industrialización rural están alcanzando los límites
de su potencial productivo. Todo futuro progreso económico exigirá que la población rural china se vaya
urbanizando en mayor grado, o que logre crear alguna forma nueva de organización económica rural, con
lo cual se destruiría la autosuficiencia de la familia campesina tradicional. Muchos de estos cambios ya se
han producido en sociedades chinas no comunistas, como Taiwán y Hong Kong.
Sin embargo, es aún prematuro hablar de la desaparición o incluso de la erosión de la jia. Se está
demostrando, cada vez más, que los cambios en el esquema familiar chino han sido menos profundos de
lo que se suponía. De hecho, en los entornos urbanos modernos las relaciones familiares han logrado
reconstituirse. Es evidente que, en su competencia con la familia tradicional, el comunismo ha llevado las
de perder. El sinólogo australiano W.J.F. Jenner ha observado que la única institución que logró emerger
fortalecida del naufragio ocurrido en la historia china del siglo XX, es la familia patrilineal china. Ésta siempre
ha sido un refugio para protegerse de los caprichos de la vida política, y los campesinos chinos han
comprendido que, en última instancia, los únicos en que podían confiar realmente eran los miembros de su
familia más cercana. La historia política del presente siglo ha reforzado esa sensación. Dos revoluciones,
la dictadura militar, la ocupación extranjera, la colectivización y la locura de la Revolución Cultural, seguida
de la descolectivización después de la muerte de Mao, han enseñado al campesino chino que, en el entorno
político, nada es seguro. Quienes hoy detentan el poder, mañana pueden ser los sojuzgados. La familia,
por el contrario, le brinda el último ápice de seguridad: para asegurarse su vejez, es mucho mejor confiar
en los hijos que en las leyes o en las cambiantes autoridades políticas.
Desde las reformas implementadas por Deng Xiao-Ping a fines de 1970 y la “marketización” de un amplio
sector de la economía china a partir de ese momento, se han producido cambios monumentales en China.
Pero en cierto sentido la reforma no fue sino la restauración de las relaciones sociales chinas anteriores.
Resultó que la familia china autosuficiente no había muerto bajo el comunismo, y resurgió con toda su
fuerza a la primera oportunidad que le ofreció el nuevo sistema de responsabilidad rural. El antropólogo
Víctor Nee admitió, con cierto sarcasmo, que habría dio comprobar que los lazos sociales creados por el
sistema comunitario comunista se habían fortalecido a lo largo de dos décadas de explotación agraria
colectivizada. Lo que encontró, en cambio, al igual que muchos otros, fue solo el individualismo de la familia
campesina. Jenner señala que en las últimas décadas muchos funcionarios del partido comunista chino, a
pesar de su ideología marxista, abrieron cuentas bancarias en el exterior y educaron a sus hijos en
Occidente, a fin de estar preparados para el día en que el comunismo ya no ejerciera el poder. Para ellos,
al igual que para el más humilde de los campesinos, la familia es y seguirá siendo el único refugio seguro.
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En el capítulo I de este libro hablé de la pequeña escala de la empresa china y del hecho de que todas
solían ser propiedad de las familias y operadas por estas. La razón de la perdurabilidad de esa pequeña
escala no puede ser atribuida ni al nivel de desarrollo de las sociedades chinas contemporáneas ni a la
carencia de instituciones legales o financieras modernas. Otras sociedades, de menor nivel de desarrollo y
con instituciones mucho más frágiles, han sido capaces, a pesar de ello, de superar a la familia como forma
predominante de organización comercial.
Por otra parte, es bastante probable que la estructura de la moderna empresa china tenga sus raíces en el
lugar especial que ocupa la familia en la cultura china. El esquema de vida social en la China moderna es
igual al de la China tradicional. El continuo surgimiento y desaparición de empresas familiares atomizadas;
la incapacidad de esas empresas para institucionalizarse o sobrevivir más allá de dos o tres generaciones;
la profunda desconfianza hacia cualquier extraño y la renuencia a incorporar en la familia a individuos no
emparentados; y los obstáculos sociales que implica la tradicional ley de herencia para la acumulación de
grandes fortunas, son todos aspectos que existían en la sociedad china mucho antes de la industrialización
de posguerra de Taiwán, Hong Kong, Singapur y la República Popular China.
Referencia:
Fukuyama, F. (1996). Confianza (Trust). La situación del hombre en el fin de la historia. Buenos Aires:
Atlantida S.A.
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