Líquidos y Electrolitos en el Transoperatorio

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Rev. Col Anest 8:115, 1980
Líquidos y Electrolitos en el Transoperatorio
Héctor López F.*
Una de las funciones y también responsabilidades del anestesiólogo en el
transcurso de las intervenciones quirúrgicas, es la de velar por una oportuna y correcta reposición de líquidos
y electrolitos al paciente. Este reemplazamiento hidro-electrolítico debe
hacerse siguiendo ciertas normas o
pautas generales, pero como en todo,
existen casos individuales en su manejo que se apartan de dichas reglas.
Pero antes de entrar en materia, es
necesario hacer una breve revisión
acerca de la respuesta metabólica del
paciente quirúrgico y que tiene mucho
que ver con el manejo hidro-electrolítico del mismo.
La respuesta metabólica al acto operatorio o trauma anestésico-quirúrgico
se manifiesta por el aumento de la secreción de tres hormonas: hormona
antidiurética (ADH), aldosterona y
cortisol. Como consecuencia de esto
se produce un efecto directo sobre el
túbulo renal, con aumento en la reabsorción de agua y disminución de la
excreción de sodio y bicarbonato,
mientras que se aumenta la de potasio e iones hidrógeno. La secreción
Profesor
Medicina
t e d r a de
Hospital
zales.
ad-honorem de la Facultad de
de la Universidad de Caldas. CáAnestesiología y Reanimación.
Universitario de Caldas. Mani-
aumentada de ADH resulta en un estado antidiurético que es típico en el
período postoperatorio o postraumático. La administración de agua en estas
condiciones no induce diuresis sino retención corporal de líquidos. Debido a
que la retención de agua es superior a
la del sodio, se produce hiponatremia
dilucional. La secreción aumentada de
ADH se debe a varios estímulos. La
disminución de los líquidos extra e intracelulares, el aumento de la osmolaridad extracelular, así como el dolor,
la fiebre, el stress, ciertos fármacos y
agentes anestésicos son poderosos estimulantes de la secreción de ADH.
Las modificaciones del volumen sanguíneo, que detectan los receptores de
la aurícula izquierda y derecha, gobiernan también la secreción de dicha
hormona. La hipovolemia o el secuestro de líquidos en el "tercer espacio",
la PPI y el PEEP que disminuyen el
llenado auricular izquierdo, también
estimulan la liberación de ADH.
Con relación a la aldosterona, se
produce retención de sodio y pérdida
inicial de potasio debido a incapacidad
renal para conservarlo. A su vez el
cortisol va a actuar sobre el metabolismo celular, con catabolismo proteico y liberación de potasio intracelular.
Moore (1, 2), uno de los científicos que más ha trabajado en este campo, ha establecido las alteraciones me-
tabólicas que se producen a consecuencia del trauma en el paciente quirúrgico.
En consecuencia podemos clasificar
las pérdidas de líquidos transoperatorios en tres clases:
En la gráfica número uno, modificada de Shoemaker y Walker (3) se resumen los cambios principales que
ocurren como resultado del trauma y
la cirugía.
1. Pérdida de líquido intravascular
(sangre) por hemorragia.
1. Retención de agua por acción de la
ADH.
2. Retención de sodio por acción de la
aldosterona.
3. Pérdida rápida inicial de potasio
por acción de la aldosterona, por
salida del mismo del interior de la
célula e incapacidad renal de conservar este electrolito.
4. Pérdida de nitrógeno por el catabolismo proteico (cortisol).
El efecto de estas tres hormonas
empieza a disiparse aproximadamente
a las setenta y dos horas del postoperatorio, pero en el caso de la ADH, ésta aparece rápidamente en la sangre
en las operaciones de cirugía mayor y
en elevadas concentraciones, las cuales persisten inclusive hasta el cuarto
día, Moran (4).
Pérdida real de líquidos durante las
operaciones
En las intervenciones quirúrgicas
ocurre una considerable y bien definida pérdida de líquidos corporales.
Estos deben ser reemplazados lo más
exactamente posible, para evitar
desequilibrios que puedan llevar a
una disminución de la perfusión tisular de órganos vitales, con seria interferencia de su función y metabolismo.
Desde este punto de vista, debemos
decir, que compete casi exclusivamente al anestesiólogo velar por esta correcta reposición de líquidos durante
el acto quirúrgico.
116
2. Pérdida de líquido extracelular
(suero) por trasudación y redistribución interna.
3. Pérdida de agua propiamente dicha por vaporización insensible.
A estas pérdidas hay que agregar
las que ocurren por succión nasogástrica, fístulas, sudoración excesiva,
etc., que en muchas ocasiones se presentan en notable cantidad durante el
transoperatorio y las cuales deben ser
corregidas inmediatamente de acuerdo con las características de cada uno
de ellos.
Analizaremos a continuación cada
una de las tres clases de pérdidas de
líquidos descritas arriba:
1. La pérdida de líquido intravascular, o sea de sangre, se produce por
hemorragia, que es visible y puede ser
medida o calculada. Con respecto a
esta clase de pérdida debe decirse que
'la sangre sólo se reemplaza con sangre ' y que únicamente se considera la
posibilidad de este reemplazamiento,
cuando la pérdida es del veinte por
ciento o más de la volemia total del paciente. En casos de emergencia, si no
se dispone de sangre pueden usarse el
plasma, sustitutos del plasma o soluciones salinas balanceadas. Lo importante es evitar abusos con las transfusiones sanguíneas, pues al fin y al cabo pueden acarrear complicaciones o
riesgos potenciales para el paciente.
Aunque la autotransfusión fue propuesta hace unos ciento cincuenta
años, sólo hacia 1936 Watson y
Watson presentaron los dos primeros
casos. Posteriormente se han ido presentando otros trabajos y perfecciona-
do la técnica. Comenzando la década
del setenta George J. Reul y col. (5),
presentan otro trabajo en el que evalúan la autotransfusión intraoperatoria y un nuevo aparato para conseguir
dicho objetivo. Aunque la casuística
es pequeña, se obtuvieron conclusiones muy importantes como la disminución de hepatitis en los receptores,
se reduce el empleo de "sangre de
banco", disminuye la dependencia de
los donantes, además de que se gana
tiempo. Actualmente se sigue trabajando en este campo, que abre nuevas
perspectivas en el manejo quirúrgico
de nuestros pacientes.
2. La pérdida de líquido extracelular, se hace a expensas especialmente
del suero intersticial, siendo aquella
invisible y no medible. Se trata realmente de una redistribución interna,
en la cual el líquido extracelular funcional se acumula en los tejidos del
campo operatorio y de la vecindad, en
forma de edema en la misma herida
quirúrgica, en el peritoneo, en las paredes del intestino o depositándose en
el interior de las cavidades. Es lo que
se ha llamado "la translocación del líquido extracelular" o "secuestro en el
tercer espacio". Resulta de esta manera un déficit de líquido extracelular funcional, déficit que puede significar volúmenes de mucha consideración. Como se trata de un transudado
de suero, la pérdida es de tipo isotónica con relación al plasma, es decir,
que el líquido secuestrado tiene la
misma concentración electrolítica de
la sangre.
Se calcula que las pérdidas de líquidos atribuibles a esta causa son del
orden de los 350 a 700 centímetros cúbicos por hora de operación (un promedio aproximado a 500 c c . / h o r a ) ,
dependiendo específicamente de la
magnitud del procedimiento quirúrgico.
Los trabajos de Shires y col. (6) que
fueron los primeros en demostrarlo,
probaron que durante la hemorragia
hay una disminución notoria del líquido extracelular funcional. Además de
que el tratamiento del shock hemorrágico con sangre, únicamente resul117
taba en un retorno a la normalidad de
la "masa eritrocítica", pero no del
líquido extracelular funcional.
Realmente, el tratamiento concomitante con solución isotónica que restablece el volumen del líquido extracelular funcional, se manifiesta en una
reducción significativa de la morbimortalidad por shock hemorrágico, al
mismo tiempo que disminuyen las demandas de transfusión en pacientes
con hipovolemia por hemorragia.
La contribución de Shires y colaboradores ha sido muy grande y vino a
clarificar el concepto de que el volumen de líquido del compartimento extracelular es una "unidad móvil" y
de gran dinámica funcional y anatómica, con relación al total del agua corporal.
En consecuencia, descuido u olvido
en el reemplazo de esta pérdida intraoperatoria de líquido extracelular,
puede dar como resultado inestabilidad cardiovascular o franca hipotensión postoperatoria, con deficiente
perfusión de órganos vitales, con
oliguria y aún falla renal aguda.
en forma proporcional al aumentar la
temperatura ambiente.
Las pérdidas por succión nasogástrica pueden ser reemplazadas con
solución salina normal o una dilución
al 50% o sea una mitad del volumen
con solución salina y la otra mitad de
dextrosa al 5% en agua destilada.
La técnica de hidratación intraoperatoria ha dado beneficios prácticos,
que han sido bien demostrados por
varios autores en trabajos que definieron las normas actuales del manejo de
líquidos en el curso de las intervenciones quirúrgicas (7) (8).
A continuación presentamos un
plan o esquema sobre el manejo de
líquidos en el transoperatorio en pacientes adultos normales y elaborado
por Jenkins M.T. (9).
1. La terapia empieza con dextrosa
al 5% en agua destilada y continúa
con dextrosa en solución salina balanceada o solución de lactato de Ringer,
en los siguientes volúmenes:
a) Operaciones intrabdominales y de
cadera: 12 a 15 c.c./Kg./hora, en
la primera hora de operación. 6 a
10 c.c./Kg./hora, en las siguientes
horas.
Ya está plenamente demostrado,
que la mortalidad operatoria y la frecuencia de complicaciones se han
visto francamente disminuidas al administrar cantidades que giran de 500
a 700 centímetros cúbicos de solución
de lactato de Ringer por hora de operación, además del reemplazó de sangre, con lo cual se logra mantener una
diuresis (el mejor parámetro para
evaluar la correcta reposición de líquidos) intraoperatoria inclusive superior a los 50 centímetros cúbicos por
hora.
2. En las siguientes operaciones la
terapia de líquidos se inicia y continúa
con dextrosa al 5% en solución salina:
3. Las pérdidas por evaporación insensible son de agua y deben ser
reemplazadas por agua, en forma de
dextrosa al 5% en agua destilada. Estas pérdidas ocurren por vía pulmonar
a través de la respiración y aumentan
a) Procedimientos intracraneanos. En
este caso las soluciones salinas balanceadas son administradas solamente en volúmenes suficientes
para mantener una vía intravenosa
lista hasta cuando el cirujano em-
118
b) Operaciones intratorácicas (no cardíacas): 6 a 10 c.c./Kg./hora.
c) Operaciones en extremidades o
superficiales mayores: 6 a 10 c c . /
Kg./hora.
pieza el cierre, después de lo cual
el reemplazamiento se hace con las
normas ya establecidas.
b) Cirugía de próstata (vía transuretral).
3. La terapia de fluidos es iniciada
y continuada con dextrosa al 5% en
agua destilada, en volúmenes suficientes para mantener una vía intravenosa, en los siguientes tipos de procedimientos:
a) Microcirugía de oído y laringe.
b) Mayoría de cirugías oftálmicas.
c) Herniorrafias, circuncisiones,
droceles, etc.
hi-
4. La transfusión con sangre total o
su equivalente, debe iniciarse cuando
la pérdida sanguínea llegue o exceda
el 20% del volumen sanguíneo total.
5. El gasto urinario debe monitorizarse en las intervenciones quirúrgicas prolongadas (tres o más horas
de duración).
6. Las normas antes dadas deben
modificarse cuando ocurren complicaciones intraoperatorias imprevistas
tales como la ampliación de la herida
quirúrgica, hemorragia intempestiva,
trauma quirúrgico severo, succión o
pérdida de líquidos por sonda nasogástrica, etc.
Por lo regular se acostumbra, que
en el paciente quirúrgico se inicie la
administración de fluidos con dextrosa al 5 % en agua destilada para reemplazar las pérdidas de agua, pues el
paciente llegará al quirófano con un
ayuno de diez o doce horas y por lo
general estará sediento. Su sed es
consecuencia de un ligero aumento de
la osmolaridad del suero, debido a la
restricción de agua y a la pérdida continua de ésta a través del riñon y a la
que ocurre por pérdidas insensibles.
Nuestra técnica más usual en cirugía electiva es comenzar la infusión intravenosa con 500 c.c. de dextrosa al
5% en agua destilada, para ser administrada en los primeros quince o
treinta minutos de anestesia o mejor
unos minutos antes de iniciarse el procedimiento anestésico. Tenemos varias razones para iniciar la infusión de
líquidos con soluciones dextrosadas:
a) Provee agua libre para reemplazar las pérdidas insensibles.
b) También provee agua
promover el flujo urinario y
excreción renal de cuerpos
electrolitos, drogas y otros
tos.
libre para
facilitar la
cetónicos,
metaboli-
c) Previene la cetoacidosis por
hambre y la depleción de glucógeno
hepático.
d) Suple parte de las calorías requeridas para las necesidades metabólicas del paciente.
e) Reduce el catabolismo de las
proteínas y el balance nitrogenado negativo del período postoperatorio.
f) Reduce la pérdida de sodio, potasio y agua extra o intracelular.
Los requerimientos diarios de carbohidratos en la dieta de un adulto son
de unos 450 gramos y probablemente
una cuarta o un tercio de esta cantidad
puede ser suplida durante un procedimiento quirúrgico de mediana duración.
Pero quizá lo más importante con
relación al uso de las soluciones dextrosadas en estas circunstancias, se
relaciona con el hecho de que el paciente pobremente nutrido o que ha
estado en ayuno prolongado, generalmente presenta una depleción severa
de su glucógeno hepático, lo que hace
que el hígado sea particularmente
susceptible a cualquier toxina o mejor
119
se vuelva vulnerable a la injuria de
agentes anestésicos halogenados, que
en otras circunstancias serían inocuos
desde el punto de vista hepático.
Finalmente, el uso racional de
fluidos en cualquier tipo o clase de
operación demanda un buen monitoreo y buena interpretación de la información dada por el mismo.
El gasto urinario es quizá la guía o
parámetro más valioso para evaluar la
terapia de líquidos en el transoperatorio. La presión venosa central por otra
parte nos dará información sobre la
manera como el corazón maneja la
carga de fluidos que se le presentan,
pero no es una medida directa de
adecuado reemplazamiento de volumen.
Manejo de líquidos transoperatorios
en neonatos e infantes
El agua corporal en el neonato se
aproxima al 80% del peso total dividida casi equitativamente entre los compartimentos extra e intracelular. A
causa de la relativa abundancia de
fluido extracelular, los disturbios menores del equilibrio hidro-salino son
compensados fácilmente. La cirugía
menor asociada a trauma tisular y pérdida sanguínea mínimos, generalmente no requiere reemplazamiento con
líquidos.
Una revisión de la literatura respecto al reemplazamiento de fluidos en
los neonatos que son sometidos a cirugía mayor nos muestra opiniones divergentes, originadas en el concepto
falso que existe sobre la función renal
de aquellos. El concepto tradicional
sobre la función renal en el período
neonatal, es el de que existe una inmadurez de la misma e incapacidad
para excretar cargas de sodio y concentrar la orina.
De acuerdo con los estudios verificados por Bennett y colaborado120
res (10), estos conceptos son inexactos. Relacionado con un volumen de
fluido extracelular normal, la función
renal del neonato no es inmadura. El
riñon del neonato a menudo falla en su
capacidad para retener sodio a pesar
de la hiponatremia, no obstante que
es evidente en el infante febril y deshidratado su capacidad de concentración.
En cuanto al manejo de líquidos en
niños en el transoperatorio se hace siguiendo una fórmula semejante a la
de los adultos. Como rutina nosotros
administramos ocho centímetros cúbicos de fluidos por kilogramo de peso.
Esto es la suma de los requerimientos
normales (4 c.c./Kg./hora), más las
pérdidas insensibles en los sistemas
anestésicos de no reinhalación y la
traslocación del fluido extracelular.
Hay indicaciones para dar fluidos
adicionales al neonato. Estas situaciones especiales son: a) Líquido de aspiración gástrica, que se reemplaza con
volúmenes iguales de cloruro de sodio
al 0.9%. b) La acidosis metabólica que
se maneja con bicarbonato de sodio a
dosis de 10 mEq. y de acuerdo con los
gases sanguíneos, c) Hipovolemia
persistente, a pesar del uso racional
de las soluciones cristaloides, en cuyo
caso se recomienda la administración
de albúmina y d) Pérdida gradual de
sangre, en cuyo caso se recomienda la
transfusión sanguínea cuando aquella
sea de 15 ó 20 por ciento de la volemia.
Manejo de líquidos en el transoperatorio en adultos con desequilibrio
hidroelectrolítico
En lo que respecta a la terapia de líquidos en este tipo de pacientes,
debemos decir que hay que establecer
primero tres tipos de parámetros: a)
Grado de desequilibrio, b) Clase o tipo
de desequilibrio, c) Repercusiones hemodinámicas.
Con relación al primer parámetro o
sea el grado de descompensación o
desequilibrio hidroelectrolítico, nosotros podemos guiarnos por una clasificación o escala clínica que nos permite
por medio del estudio de los signos y
síntomas que presenta el paciente, establecer ese grado de déficit. A continuación presentamos dicha escala,
que en el Hospital Universitario de
Caldas, servicio de Anestesia y Reanimación tenemos muy en cuenta en el
momento de iniciar el manejo de estos
pacientes:
Grado I. En este grupo, el paciente se
queja de sed y presenta al examen
mucosas y piel secos. Se considera
que éste tipo de enfermo presenta
un déficit de líquidos equivalente al
2 % de su peso corporal.
Los pacientes que quedan clasificados en los grados III y IV invariablemente deben ser cateterizados con
una sonda vesical y además instalárseles una "presión venosa central".
Esto con el fin de hacer un monitoreo
estricto de los líquidos a administrar
durante el transoperatorio y que en
algunos casos (como en el secuestro
de líquidos que ocurre en la peritonitis
o en la oclusión intestinal) puede llegar a ser de ocho o más litros en una
misma operación.
En cuanto a la clase o tipo de deshidratacion, puede ser lenta o rápida e
hipotónica o hipertónica. Hablaremos
someramente de cada una de ellas.
Grado IV. Al cortejo de síntomas ya
mencionados se agregan signos
mentales
como
desorientación,
obnubilación e inclusive coma (esto
último en casos muy graves o avanzados). En éste grupo el déficit corresponde aproximadamente a un
15% del peso del paciente.
El efecto de la deshidratación depende de la cantidad de agua perdida,
la rata a la cual ocurre esta pérdida y
el tipo de electrolitos perdidos. En la
deshidratación lenta, como la que ocurre por ejemplo en el paciente con obstrucción del colon sigmoide y distensión abdominal progresiva, la pérdida
de agua y electrolitos es proporcional
al volumen entre el plasma, fluido intersticial y fluido intracelular. Mientras el volumen total de agua perdida
puede ser muy grande, el efecto sobre
el paciente no es tan profundo como el
visto en la deshidratación rápida. El
paciente aparece clínicamente deshidratado pero en grado moderado, la
densidad específica de la orina está
usualmente alta, se pierde la turgencia de la piel y el hematocrito si no hay
anemia pre-existente, muestra una
discreta a moderada elevación.
Como podemos observar, se trata
de una clasificación eminentemente
clínica, que se establece por medio del
interrogatorio, examen físico del paciente y una buena historia clínica.
Obviamente, que este desequilibrio
de líquidos generalmente va acompañado de un imbalance de electrolitos,
de lo cual hablaremos brevemente al
final.
En la deshidratación rápida la pérdida de fluidos y electrolitos se hace
primordialmente a expensas del plasma y líquido intersticial. Es el caso de
la obstrucción aguda del intestino delgado acompañada de vómito abundante, en donde el paciente empieza a
deshidratarse rápidamente, observándose además un hematocrito marcadamente elevado con disminución del
Grado II. En este caso además de la
sed y las mucosas secas, hay oliguria. El déficit corresponde al 5% del
peso del paciente.
Grado III. Aquí se presenta además
de los signos y síntomas ya enumerados, hipotensión arterial. Para
estos pacientes existe un déficit
equivalente al 10% del peso.
121
volumen sanguíneo circulante en un
período de pocas horas. La forma más
rápida de deshidratación, es la pérdida directa de volumen circulante como
resultado de una hemorragia.
La composición de los fluidos reemplazantes, requeridos en la deshidratación, depende de la rata o velocidad
en que se instala aquella y el grado de
depleción electrolítica. En la deshidratación lenta es obvio que una gran
proporción del agua perdida, es del
compartimiento intracelular. El reemplazamiento será entonces de agua,
potasio y posiblemente fosfato y además una pequeña cantidad de sodio,
cloro y bicarbonato. Por el contrario,
en la deshidratación rápida, que ocurre principalmente a expensas del líquido extracelular, el reemplazamiento debe hacerse con agua y electrolitos
de acuerdo a la proporción en la cual
ellos existen normalmente en el
compartimiento afectado. Para una
completa expansión del fluido extracelular, sirven tanto la solución de
lactato de Ringer (solución de Hartman), como una mezcla de dos tercios
de cloruro de sodio y un tercio de bicarbonato de sodio (11).
Ya habíamos dicho que la deshidratación también puede ser de tipo hipotónica e hipertónica. En la primera
hay una depleción tanto de agua como
de electrolitos, pero con predominio
de la pérdida de estos últimos. Mientras que en la deshidratación hipertónica la situación es inversa.
Una anemia pre-existente, puede
estar enmascarada por un grado relativo de deshidratación, para darnos
valores normales de hemoglobina, hematocrito y recuento de glóbulos rojos. Esta situación fue descrita por
Clark y asociados (12) como de ' 'shock
crónico" y existe en muchos casos de
enfermedades debilitantes o infecciones crónicas.
122
Finalmente debemos decir que una
vez calculado el déficit de líquidos que
presenta el paciente, éste debe corregirse antes de la operación y si no se
dispone de tiempo para ello, se hará
durante el transoperatorio, sumado a
los líquidos que normalmente deben
administrarse por la operación misma
y de acuerdo al esquema o programa
presentado al comienzo de este trabajo.
Electrolitos en el transoperatorio
Por lo general en el paciente normal, no hay ningún problema, puesto
que en los líquidos que normalmente
le administramos durante el transoperatorio le estamos entregando los requerimientos o necesidades normales
de electrolitos más importantes, las
necesidades básicas son aproximadamente las siguientes:
Sodio, 3 mEq. por cada 100 cc. de
líquidos administrados.
Potasio, 2 mEq. por cada 100 cc. de
líquidos administrados.
La situación ya cambia cuando existe un imbalance de electrolitos siendo
lo más común un déficit de los mismos. Hablaremos solamente y en
forma breve, del potasio, por ser quizás el electrolito más importante.
Hipokalemia
En el curso de la hipokalemia, se
desarrollan signos y síntomas que clasificamos en generales y locales. Los
primeros comprenden la astenia, adinamia, anorexia, los signos clínicos de
deshidratación, etc. En cuanto a los
segundos, tenemos los siguientes:
a) Digestivos: distensión abdominal,
íleo y ausencia o disminución del peristaltismo intestinal, b) Renales: oliguriao anuria, c) Cardíacos: arritmias
cardíacas, extrasistolia, taquicardia
ectópica e inclusive fibrilación ventricular, d) Musculares: debilidad
muscular, hipotonia muscular y pará-
lisis flaccida de las extremidades,
etc., e) Nerviosos: depresión mental,
obnubilación, reflejos perezosos, etc.
El diagnóstico de hipokalemia se
puede hacer de varias maneras: 1) Por
el cuadro clínico antes descrito, 2) Por
el laboratorio, 3) Por medio de un
electrocardiograma (ondas T aplanadas o invertidas, depresión del segmento ST, intervalo QT prolongado,
extrasistolia, aumento del automatismo cardíaco, etc.).
Ya para calcular el déficit total de K
o Na, es necesario verificar las cifras
séricas de ambos iones por medio del
laboratorio. Si éste por ejemplo, nos
informa que el potasio se halla en 3,5
mEq./Lt., el cálculo se hace de la siguiente manera. Se multiplica el 20%
del peso corporal del paciente (este
20% representa el compartimento
extracelular) por el déficit por litro, lo
que nos dará el déficit total y real de
dicho ion.
20% de 70 (peso en Kgs.) = 14
5 — 3,5 = 1,5 (déficit por litro)
14 x 1,5 = 21 mEq (déficit total y
real)
A este déficit se le deben sumar las
necesidades transoperatorias o diarias
normales de dicho electrolito.
De la misma manera se procede en
el caso del ion sodio.
Signos de correcta aplicación de líquidos en el transoperatorio
1. Buen gasto urinario (40-50 c.c. de
orina por hora)
2. Buena perfusión periférica.
3. Signos vitales más o menos normales y estabilizados.
4. Mucosas húmedas (incluye mucosa
oral y visceral)
Complicaciones en el manejo de líquidos en el transoperatorio
1. Sobrecarga de líquidos o hipervolemia
a) Insuficiencia cardíaca
b) Edema agudo de pulmón
2. Déficit de líquidos o hipovolemia
a) Hipovolemia con pobre perfusión tisular e hipotensión
b) Daño e insuficiencia renal
La estricta atención a los cálculos de
líquidos y electrolitos, la vigilancia
atenta del paciente y una monitoria
cuidadosa en el transoperatorio, constituyen los fundamentos para el manejo del paciente quirúrgico.
Realmente quedan por mencionar
otros aspectos con relación al manejo
de los líquidos y electrolitos en el
transoperatorio, sobre todo en ciertas
situaciones como en la falla renal aguda, insuficiencia cardíaca, diabetes,
etc., que pueden constituir la base
para otro trabajo.
BIBLIOGRAFÍA
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metabolic sequence after injury". Manual of preoperative and postoperative
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second edition. W . B . Saunders company, Philadelphia, 1971.
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