Al encuentro de quien se perdió

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Una Buena Noticia
para la semana
SUMMA
Aldapeta
Año II Nº 146
4
Asterako berri ona
Al encuentro de
quien se perdió
“
Quizá dejar a las noventa y nueve ovejas en el
campo a su aire, sin que nadie las vigile, para lanzarse a buscar la descarriada, no sea lo más prudente. Se corre el riesgo
de que se disgreguen y, en medio de la confusión, se pierdan
algunas más. Para justificar la decisión del pastor, algunos han
dicho que la oveja extraviada era la más gorda, la mejor, y,
debido a ello, la más apreciada. Por eso, este último la habría
ido a buscar sin medir los peligros.
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús
los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los
fariseos y los letrados murmuraban entre ellos:
“Ese acoge a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo esta parábola: “Si uno de vosotros tiene
cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa
y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta
que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a
casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ‘¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se
me había perdido’. Os digo que así también habrá
más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta, que por noventa y nueve justos que no
necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se
le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la
casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra?
Y cuando la encuentra, reúne a las vecinas para
decirles: ‘¡Felicitadme!, he encontrado la moneda
que se me había perdido’. Os digo que la misma
alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierta”. (Lc 15, 1-10)
Pero, en la parábola, la oveja por la que vale la pena
arriesgarse no es que tenga virtudes especiales sino que es
amada de modo especial precisamente por haberse perdido. Y
lo provocativo para aquellos fariseos y letrados que murmuraban porque Jesús se acercaba a los publicanos y pecadores,
es que Jesús manifieste sin ambages que los que ellos menosprecian son los preferidos de Dios.
Dios ama a todos sin excepción pero se desvive especialmente por los que no cuentan con el favor de los oficialmente buenos, de los que se permiten juzgar a los demás y se
erigen en escatimadores de la salvación. Por gracia para nosotros, la actitud de Dios es generosa, acogedora y compasiva,
con debilidad especial por el más vulnerable.
Jesús recuerda constantemente, en esta y otras parábolas, que el mensaje que él anuncia no es una religión puritana y mercantilista que abandone a los que son tachados de
pecadores indeseables y que parece que se alejan del buen
camino. Nuestro Dios no es un amo severo que da a cada uno
implacablemente su merecido. Lo que caracteriza al Dios Padre que Jesús da a conocer es la gratuidad y la misericordia, ir
a buscar con enorme cariño a la oveja extraviada.
Además, el clima que Jesús propone en nuestra relación con Dios y en nuestro modo de vivir la religión no es sombrío sino festivo: el pastor está muy contento, carga gustosamente con la oveja sobre sus hombros, proclama su alegría a
amigos y vecinos. Según Jesús, esa misma alegría se vive en
el cielo cuando alguien desata las cadenas que en el fondo le
mantenían triste. Dios es alegre.
Ignacio Otaño SM
Emailgelio 146 del 11 de septiembre de 2016
Domingo 24 del tiempo ordinario (C)
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