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La gaceta
14 de enero de 2013
CRISTIAN ZERMEÑO
D
Una
vida
en una
calada
Marley, de Kevin McDonald, se exhibió
en el Cineforo dentro de la 54 muestra
internacional de cine de la Cineteca
nacional. El documental es un relato de
múltiples voces —a la manera de coro
trágico— de la vida breve y trepidante
trayectoria del profeta del reggae
en pocos años logró construir un
acervo que hoy continúa sonando
en todo el mundo de forma masiva,
y que deja a sus herederos (11 hijos
además de una esposa y múltiples
concubinas) una jugosa herencia
sin duda.
El apóstol del gospel caribeño
En su novela Caribe, el escritor estadounidense James A. Michener
dedica un capítulo a los rastas y
explica la génesis de esta curiosa
secta. Los rastafaris hacen una lectura parcial del Viejo Testamento
y se autoproclaman una de las 12
tribus de Israel (la de Judá) que
se disgregaron por el mundo en el
mítico Éxodo. A partir de un sincretismo que defiende conceptos como
el dejarse crecer libremente el pelo
(para formar los famosos dreads,
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Escena del
documental
Marley (2012) de
Kevin McDonald.
Fotograma:
Archivo
cine
e los probables subgéneros del cine documental,
el dedicado a las leyendas de la música (los
frontman) es de los más vitales y
—por el morbo que despiertan— de
los más interesantes. No son pocas
las incursiones de importantes directores de cine que se toman un
respiro de la ficción para ahondar
en las atormentadas vidas que por
lo general se esconden detrás de los
artistas.
Cabría diferenciar entre el documental puro y duro (aquel que con
recursos de la historiografía y el periodismo va desentrañando la vida
de estos míticos personajes), con las
producciones llamadas biopics, que
suelen ser muy premiadas y hasta
gozan del público masivo, pero que
quedan a deber por concentrarse
demasiado en una etapa (por lo general la muerte) de sus biografiados. Ejemplos de estas última sobran como las producciones La vie
en rose, de Oliver Dahan, Bird, de
Clint Eastwood o Ray, del director
Taylor Hackford.
Los documentales más apegados
a la realidad, si cabe dicha explicación sin sonar a pleonasmo, buscan
mostrar al personaje en toda su
complejidad, ni todo lo malo ni todo
lo bueno de su vida: un claroscuro,
aunque tendiendo sin querer tal vez
hacia la sombra de la que por cierto
suele emanar la creatividad en muchos de los casos. De Martin Scorsese con los Rolling Stones, hasta Gus
Van Sant con Kurt Cobain, estas
producciones son un caleidoscopio
que suele ser más efectivo para conocer a los héroes de nuestra cultura popular.
Kevin MacDonald ha incursionado tanto en el biopic como en el
documental. Aunque El último rey
de Escocia no es propiamente una
biografía, y en cambio está basada
en la novela de Gile Foden, el resultado es el retrato por demás fiel de
un personaje patético y hasta carismático como el déspota ugandés Idi
Amin. En cambio en Senna, MacDonald reconstruye de manera muy
objetiva, pero sin dejar fuera recursos evocadores de la mejor ficción,
el ascenso y caída hasta su muerte
del extraordinario piloto brasileño
de Fórmula-1, Ayrton Senna.
En su última entrega, McDonald retoma la vida del músico jamaicano Bob Marley para tratar de
mostrar el origen y desarrollo de un
artista (y un género, el reggae) que
literalmente: enredado), tener las
mujeres que se quieran y “fumar
la hierba” que aparentemente no
viene en la primera parte de la Biblia sino en el Libro de las Revelaciones, es decir en el Apocalipsis;
los rastas promulgan además el
retorno a África, como el paraíso
prometido y del cual los negros
abandonaron por la esclavitud, y
construyeron por último un curioso culto al “emperador” de medio
pelo y uno de los primeros líderes
de las independencias africanas, el
etíope Haile Selassie.
Bajo este contexto pseudoreligioso —y como lo destaca el documental de Kevin MacDonald—, el
reggae se convirtió sin quererlo,
aunque con la definitiva colaboración de Bob Marley, en el gospel
caribeño, que al tiempo que proclamaba un “tiempo nuevo” para los
negros del mundo, ensalzaba a Jah,
quien algunas veces es Dios y algunas otras Selassie, quien los guiará
de regreso al continenente del cual
salieron encadenados hace siglos.
Todo esto bajo una nube espesa de
marihuana y aderezado por un ritmo por demás pegajoso que nació
del calipso y del ska, pero sobre
todo de la curiosa interpretación
que hicieron los jamaicanos de la
música popular estadounidense de
los años 50 y 60.
Como se puede ver en Marley, el
reggae es principalmente el descubrimiento de un riff que va y viene,
y que da peso a un ritmo basado en
el contrapunto, donde la melodía
se acentúa en lugares inesperados.
Dejando de lado las letras, que a
veces dan tumbos entre la simple
apología de la marihuana y que llegan hasta el contenido social y la
reivindicación de las minorías, se
trata sin duda de una música bailable y que tuvo en el mestizo Bob
Marley a su carismático apóstol
que la volvió universal.
Si algo deja claro el documental de Kevin McDonald es que Bob
Marley tenía una idea muy clara
para con su música. Después de
deshacerse de la parte más ortodoxa
de los Wailers (Peter Tosh y Bunny
Wailer) construyó un auténtico culto a su personalidad, hijos, músicos
y demás corifeos que no dejaron de
ensalzarlo y estuvieron disponibles
para todos sus caprichos (creativos
y hasta infantiles) para apuntalar,
desde esa guardia pretoriana, la
leyenda que nacería a partir de su
temprana muerte en 1981, con apenas 36 años de edad por un melanoma mal tratado. [
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