Nuestra presencia en la eucaristía expresa, sin decirlo, nuestro deseo de seguir a Jesús. En el seguimiento del Señor él es quien nos señala el camino y las actitudes del caminante. No podemos andar cada uno a nuestro antojo. Una escucha atenta del encuentro con Eliseo (1 Re 19,21) y con los protagonistas del evangelio (Lc 9,58.60.62) nos ayudará a seguir a Jesús como él quiere ser seguido. Lógicamente se trata de un seguimiento que, desde la libertad, se convierte en respuesta a la llamada de amarnos mutuamente (Gal 5,13-14). QUIERO, SEÑOR, SEGUIR TUS CAMINOS. Más allá de mi necesidad y más acá de mi indigencia, fuera del ruido y del miedo que me atenaza, con mis sentidos y con mis sentimientos, con mi vida y con todo lo que soy y lo que tengo, quiero seguirte, Señor. QUIERO, SEÑOR, SEGUIR TUS CAMINOS. “Te necesito, me dices, para que mi obra no se acabe conmigo; necesito que tú seas mis manos, mis pies, mi voz…” Y convencido de que quiero seguirte, yo también pregunto desde el silencio de mi corazón: “Señor, ¿en qué te puedo ayudar, ahora, en este presente inquieto que me ofreces, y mirando al futuro, que tengo que construir con mis manos? ¿En qué te puedo echar una mano, Señor?”. Y en este viaje de la vida: “¿A dónde te llevo, Señor”. Porque con mi vida y con todo lo que soy y lo que tengo, quiero seguirte, Señor. QUIERO, SEÑOR, SEGUIR TUS CAMINOS. También yo tengo que tomar la decisión de subir a mi Jerusalén, no por el camino del reconocimiento y del prestigio sino por los atajos de la ayuda y de la comprensión, por los senderos del cariño y del servicio a mis hermanos… A esta tarea quiero dedicar mi tiempo, mi esfuerzo y mi trabajo sabiendo que el camino por el que he decido seguirte es un camino de resurrección y de felicidad, aunque en ocasiones me cueste reconocerlo… Con mi vida y con todo lo que soy y lo que tengo, quiero seguirte, Señor. ¡Te seguiré adonde quiera que vayas! ¡Te seguiré adonde quiera que me lleves!, porque con mi vida, con lo que soy y lo que tengo, quiero, Señor, seguir tus caminos; quiero seguirte, Señor.