El calentamiento global amenaza intereses vitales de Venezuela JULIO CÉSAR CENTENO AGOSTO 2014 El calentamiento global es una de principales amenazas de la actualidad. Ya se ha producido un aumento en la temperatura promedio del planeta de cerca de 1°C sobre el promedio de la época pre‐industrial. Las tendencias actuales apuntan hacia un aumento catastrófico entre 3°C y 5°C para finales de siglo, propiciando condiciones planetarias desconocidas por la humanidad, derritiendo las masas de hielo tanto en el Ártico como en la Antártida, elevando varios metros el nivel del mar y acidificándolo, sacrificando buena parte de las formas de vida que hoy conocemos, generando hambrunas, desatando guerras y fenómenos climáticos como inundaciones, sequías, huracanes y tormentas con frecuencias e intensidades nunca antes conocidas. En la cumbre de jefes de estado de Copenhague en el 2009, se acordó evitar que la temperatura aumente más de 2°C sobre el promedio de la época preindustrial para finales de siglo. Según la NASA, tales condiciones no se han registrado en la Tierra en los últimos 800.000 años (NASA, Columbia University Earth Institute, 2013). El calentamiento global es principalmente consecuencia de un modelo de desarrollo basado en el consumo de energía fósil: petróleo, gas y carbón mineral, fundamentalmente. Sobre esta plataforma se desarrollaron y fortalecieron las economías de los países industrializados. Las economías emergentes y los demás países en desarrollo tratan de emular tales procesos en su lucha por mejorar sus niveles de vida y superar la pobreza. Como producto de la actividad humana, en la actualidad se emiten gases de efecto invernadero que superan los 50.000 millones de toneladas de CO2‐equivalentes cada año. Desde 1900 se han emitido 1.4 billones (millones de millones) de toneladas de CO2 sólo por el consumo de energía fósil. El 72% provino de países industrializados, el 28% de países en desarrollo. En los países industrializados se encuentra el 18% de la población mundial. A esta minoría, más rica, más industrializada, con mayores recursos económicos y tecnológicos, le corresponde la mayor parte de la responsabilidad por las consecuencias que hoy enfrenta toda la humanidad. Para que el aumento de temperatura no supere los 2°C, la concentración de CO2 en la atmósfera no debe superar las 450 partes por millón (ppm). La concentración de CO2 pasó de 285 ppm a inicios del siglo 20 a 400 ppm a inicios del 2014. Una concentración de CO2 superior a 300 ppm no se había presentado en los últimos 800.000 años (NASA, Columbia University Earth Institute, 2013). Miles de años antes del presente El desbalance energético planetario es la diferencia entre la energía que se recibe del sol y la que se emite. Al emitirse menos energía de la que se recibe, el planeta acumula la diferencia en forma de calor. La retención actual de energía es de 0.6 vatios por metro cuadrado. Por la interferencia humana, el planeta retiene actualmente 300 Tera‐Joules de energía por segundo, equivalente a 20 veces el consumo anual de energía de toda la humanidad. Al año es también equivalente a la energía contenida en 400.000 bombas atómicas como la lanzada sobre Hiroshima, detonadas cada día, 365 días al año. (La bomba con la que Estados Unidos asesinó en pocos segundos a cerca de 100.000 japoneses el 6 de Agosto de 1945, y contaminó con isótopos radioactivos a otros 300.000, desató sobre Hiroshima en fracción de segundos un infierno de 63 Tera‐Joules de energía, equivalente a 15.000 toneladas de TNT. Tres días después se repitió el crimen en Nagasaki). El umbral de los 2°C es el límite entre un cambio climático peligroso y uno catastrófico. De este balance pende la estabilidad climática del planeta. Para evitar cruzarlo, las emisiones anuales de CO2 deben reducirse entre 60% y 70% en los próximos 40 años. Un gigantesco reto, pues implica reducir en proporciones similares el consumo de combustibles fósiles del que actualmente depende la economía mundial. Sin embargo, es inevitable desacoplar el desarrollo económico del consumo de combustibles fósiles y fundamentarlo en el aprovechamiento de energías renovables, libres de emisiones de carbono. Urge igualmente detener la deforestación en países tropicales, en donde se destruyen 12 millones de hectáreas de bosques cada año, no sólo aportando más de 4.000 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera por año, sino destruyendo buena parte del patrimonio biológico del planeta. Los intereses vitales de Venezuela se encuentran amenazados por la alta dependencia de su economía de la exportación de petróleo. La mayor parte de sus reservas deberá permanecer bajo tierra. El país cuenta con apenas un par de décadas para desacoplar su economía de la explotación petrolera. Para superar este reto se requiere del concurso decidido de todos. El cupo atmosférico disponible para el período 2012‐2050 es de sólo 850 Giga‐toneladas de CO2. El potencial de emisiones de las reservas probadas de hidrocarburos es varias veces superior. Es evidente que la mayor parte debe permanecer en las entrañas de la tierra. Jc‐[email protected] Agosto 2014 Julio Cesar Centeno- especialista venezolano graduado en la Universidad de Nueva York; postgrados en la Universidad de California - Berkeley. Asesor de la Secretaría de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo [UNCED]. Profesor de la Universidad de los Andes. Director Ejecutivo del instituto Forestal Latino Americano. Representante de Venezuela en negociaciones internacionales sobre bosques y cambios climáticos. Investido por el Príncipe Bernhard de Holanda con la Orden del Arca Dorada. Vicepresidente de la Fundación TROPENBOS en Holanda. Miembro del Consejo Directivo del Forest Stewardship Council, FSC. Miembro del Consejo Directivo de SGS-Forestry, Oxford. Profesor visitante del Departamento de Política y Economía Forestal de la Universidad de Viena, Austria (1999). Asesor internacional.