“La negociación no fue un fracaso”: Alto Comisionado de Paz Camilo Gómez fue alto comisionado de Paz durante los últimos tres años del gobierno de Andrés Pastrana. Hasta que se rompió el proceso de paz, en febrero de 2002, Gómez viajó al Caguán y al sur de Bolívar casi todas las semanas para hablar con las Farc y el ELN, respectivamente. Sin duda Gómez fue uno de los grandes protagonistas de este gobierno. SEMANA lo entrevistó para conocer en detalle el balance que hace de estos dos procesos de paz que, aunque fallidos, dejan importantes lecciones. SEMANA: ¿Cuál es su balance del proceso de paz? Camilo Gómez: La paz está hoy en un punto muy diferente al que estaba hace cuatro años. El nuevo gobierno tiene un camino recorrido y la sociedad colombiana tenía que pasar por unas etapas para llegar a la paz. La paz no llega de un día para otro y tres años de proceso no es un tiempo muy largo si se compara con las negociaciones de otros países. SEMANA: ¿Cuáles diría usted que son los tres principales avances que se dieron durante este gobierno en ese campo? C.G.: Al comienzo era impensable que la comunidad internacional participara. Al final estaban sentados en la mesa como facilitadores. Las Farc no veían posible un cese del fuego sino hasta que se negociara el 80 por ciento de la agenda, al final se dio en este campo un avance sin igual. El tercer avance fueron los acuerdos. Con el Acuerdo de San Francisco las Farc se dieron cuenta de que tenían que negociar sin estar en medio de la confrontación. Por último, se dio una madurez en la conciencia del país. Hace cuatro años nadie tenía conciencia de la dimensión del problema, hoy una gran cantidad de colombianos son conscientes de la necesidad de la paz. SEMANA: A juzgar por las encuestas parecen más conscientes de la urgencia de una salida militar que de una negociación política para llegar a la paz. C.G.: No es eso lo que decía la encuesta de opinión que presentó Fescol en una conferencia reciente en Estados Unidos, en la que el 60 por ciento de la gente creía que la solución debía ser negociada. Más que una encuesta era un opinómetro, que no es tan confiable como, por decir algo, la elección de Uribe Vélez y su propuesta de mano dura. Es evidente que se presentó un cansancio en la opinión pública. Se confundió la causa de lo que sucedió en el conflicto con el proceso. El proceso era la fórmula para que cesaran el secuestro y los ataques a la población civil pero la política fallida de las Farc llevó a que la opinión le achacara la violencia al proceso. SEMANA: Teniendo en cuenta estos avances, ¿no fue un error terminar el proceso? C.G.: La decisión del Presidente fue acorde con el momento y las circunstancias. Fueron las acciones de las Farc las que nos llevaron a eso. Pero yo sigo y seguiré pensando que la negociación era la salida. Estoy convencido de que la opción militar sola no es viable. Pero desafortunadamente las últimas acciones de las Farc nos llevaron a esa decisión. SEMANA: ¿Por qué precisamente rompieron con el secuestro del senador Gechem y no, por ejemplo, con el asesinato de Consuelo Araújo o cualquiera de las otras graves infracciones al DIH cometidas antes por las Farc? ¿Qué cambió? C.G.: No fue sólo ese acto, fue una sucesión de hechos de la misma guerrilla lo que condujo al rompimiento. Después del acuerdo de enero, que buscaba disminuir la intensidad del conflicto, se dedicaron a volar torres, puentes. Era un desafío. No fue sólo el secuestro del doctor Gechem en el avión, era el abuso en la zona de distensión, el asesinato de Consuelo. Era imposible pensar que en las Farc estaba ganando la línea que quería la paz. SEMANA: Esa es la responsabilidad que le atañe a las Farc. ¿Cree usted que el gobierno se equivocó en el diseño del proceso? ¿Que usted, por ejemplo, terminó actuando más como mediador entre la guerrilla y los militares que como negociador? C.G.: Nunca hice el papel de mediador. Por el contrario, si algo hice fue negociar y ser firme en defender la democracia y los principios de la Constitución. No estaba allá para ser el vendedor de la guerrilla ante nadie. Una de las paradojas de este trabajo es que yo llegaba al Caguán y los guerrilleros me decían que yo era el representante de los militaristas, del Establecimiento, de los enemigos de la paz. Y aquí me criticaban por ser componedor y por vender la idea de que la guerrilla era buena. Pero mi posición siempre fue la de representar a los colombianos. Desde el punto de vista del diseño, no hay manuales para negociar con guerrillas como las colombianas. Hay fallas pero se logró mucho. SEMANA: ¿Qué cambiaría si pudiera devolver estos tres años y arrancar de nuevo? C.G.: Las circunstancias de la intensidad del conflicto complicaron las discusiones en la mesa. El día a día del conflicto no debería afectar tanto el proceso. SEMANA: ¿Sería entonces mejor negociar afuera? C.G.: Comparado con el proceso del ELN, la presión era mucho menor porque la negociación era afuera. SEMANA: ¿Quizás un mediador hubiera ayudado? C.G.: Cada instrumento de negociación tiene su momento. En el momento en que negociamos no era necesario un mediador. Este se requiere cuando las partes no pueden hablar entre sí y este no era el caso nuestro. No me refiero en todo caso a la propuesta del Presidente electo. Sólo digo que nosotros no requeríamos un mediador porque teníamos conversaciones directas. SEMANA: Sin embargo la mesa parecía tener una incapacidad real para producir acuerdos. El acuerdo de Los Notables o la liberación de los soldados y policías, que fueron los dos logros más grandes del proceso, no se alcanzaron en la mesa de negociación. C.G.: Eso no es verdad. Desde julio de 2000 la mesa propuso un cese del fuego y de hostilidades. La mesa discutió todo el Acuerdo de los Pozos, la participación de la comunidad internacional, los acuerdos metodológicos, se discutieron problemas importantes del proceso. La mesa sí operó. El acuerdo para liberar a los soldados no era de la mesa y no se quiso discutir allí precisamente para no entorpecer su trabajo. En una negociación se dan conversaciones de distintos niveles pero la mesa sí discutió temas de la agenda como el del empleo. Al principio en la mesa estaban representados los partidos, la Iglesia, los gremios. Luego, cuando avanzó el proceso, se vio que se requería una mayor presencia de técnicos del Estado y por eso se cambió el equipo negociador. SEMANA: ¿No cree que el presidente Pastrana sobredimensionó la confianza que había entre él y ‘Marulanda’ y que quizá hizo falta una estrategia de mayor alcance? C.G.: No, el proceso siempre tuvo una estrategia clara. La quiero resumir porque la paz no estaba sólo en la negociación en el Caguán. La estrategia de paz integral estaba basada en cinco puntos. El primero era la inversión social, basada en el desarrollo del Plan Colombia como el plan de inversión social más ambicioso que ha habido. Segundo, la lucha contra el narcotráfico, que sin duda es el mayor generador de violencia en Colombia. Para eso logramos toda la parte de lucha contra el narcotráfico del Plan Colombia, todo lo que se hizo internacionalmente para que se aceptara el principio de la corresponsabilidad en la lucha contra el problema de las drogas y todo lo que se intensificó en el tema de la lucha contra los cultivos ilícitos, industriales y no industriales. Tercero, la paz pasaba también por el tema internacional. Nadie en Colombia puede dudar que la diplomacia para la paz no haya sido un acierto importante del gobierno. Cuarto, uno de los puntos más importantes que iba de la mano con el proceso de paz ha sido el fortalecimiento de las Fuerzas Militares. Esto no es una contradicción. Si uno quiere un Estado fuerte quiere que el monopolio de las armas regrese a sus Fuerzas Militares. Para ello tienen que estar más capacitadas y mucho más fuertes, como en efecto lo logramos. Y, por último, estaba la negociación, que era uno de los cinco puntos de la estrategia de paz. Y que ese sí no dependía solamente de nosotros, dependía también de la guerrilla y la guerrilla le falló al país. Creo que de los cinco puntos de la estrategia cuatro se cumplieron muy bien y hoy nadie puede dudar que el Plan Colombia y la inversión social, la lucha contra el narcotráfico, la diplomacia por la paz y el fortalecimiento de las Fuerzas Militares son un éxito. Y en la parte de la negociación también hubo cosas importantes, como ya lo he mencionado. No fue un fracaso la negociación. Sentamos a los dos grupos guerrilleros durante tres años a una mesa. Ese solo hecho ya es muy significativo. SEMANA: Algunos críticos anotan que a las Farc igual les convenía sentarse a la mesa a hablar, como una estrategia para ganar tiempo y fortalecerse militarmente. Tres años después la guerrilla tiene más combatientes, más dinero y una capacidad de intimidación bastante grande. Entonces es posible que el solo hecho de sentarlos sólo los beneficie a ellos. C.G.: La visión simplista de analistas que desde los clubes de Bogotá analizan el proceso de paz indicaría que si no se firmó la paz el fracaso del proceso fue todo. Pero es bastante equivocado ser así de superficial en los análisis. Las páginas del libro de la paz que se escribieron sin duda muestran que el país avanzó en esa materia. No se alcanzó la paz pero eso no significa que lo que se haya hecho haya sido perdido. Por el contrario, creo que lo que se logró es y va a ser para el país de gran importancia hacia el futuro. El nuevo presidente recibe muchas mejores condiciones para avanzar en la paz, ojalá lo logre además. De corazón, creo que todos los colombianos lo queremos. SEMANA: ¿Y qué opina de que la guerrilla se haya fortalecido militarmente con la zona de distensión, como dicen los militares? C.G.: La guerrilla hoy está derrotada políticamente, está derrotada internacionalmente, e incluso militarmente hoy nuestra situación es totalmente distinta a la de hace cuatro años. Sería un poco tonto pensar que si no hubiera habido proceso de paz la guerrilla no hubiese crecido. La guerrilla ha venido creciendo desde que nació. Cuando nacen las Farc eran 30 hombres y sin proceso de paz crecieron. Después del proceso Betancur no hubo proceso con las Farc y crecieron muchísimo más que ahora. Durante estos tres años del proceso de paz las Farc sufrieron las más grandes derrotas. Internacionalmente, políticamente, militarmente. Es que acordémonos que cuando empezó el proceso veníamos de las más grandes derrotas militares que nos había propinado la guerrilla: Patascoy, El Billar, las Delicias, etc. Nunca se ha vuelto a ver eso porque hoy tenemos unas Fuerzas Militares mucho más preparadas y porque parte de la estrategia de paz significaba eso. Vuelvo y repito: el proceso no es el causante de la violencia, el proceso era una fórmula para acabar la violencia, y se equivocan los analistas cuando le achacan la responsabilidad al proceso por la violencia actual. SEMANA: Usted destaca como otro logro del proceso la participación de la comunidad internacional. Pero algunas personas consideran que con el fracaso de la intervención de James Lemoyne al final del proceso la ONU se quemó. C.G.: Yo no creo eso. Creo que la participación internacional tuvo distintas instancias, útiles todas. Tanto con las Farc como con el ELN se conformaron grupos de países amigos y facilitadores. No era solamente Naciones Unidas, eran varios Estados participando. En el caso de las Farc cerca de 30 y 10 en el caso del ELN. Naciones Unidas actuó dentro de un marco determinado para este caso, no era ni cumplía funciones de mediación, cumplía funciones de facilitación, y el hecho de que en un punto específico del proceso eso no hubiera tenido un desarrollo adicional no significa que se haya quemado esa instancia. Naciones Unidas cumplió un papel importante en la labor que estaba desarrollando. Uno no puede pretender que cumpla una labor para la cual no fue pensada en el proceso. Naciones Unidas cumplía la labor de facilitación y esa labor la cumplió. En el futuro, en Colombia, no creo que haya un solo proceso de paz sin la participación de la comunidad internacional, bien sea a través directamente de los Estados o bien sea a través de Naciones Unidas. SEMANA: Respecto a lo que dice que el proceso no dependía solamente de la mesa de negociación o del gobierno, en retrospectiva ¿cómo analiza el papel que desempeñaron la sociedad civil y las ONG en el proceso? C.G.: Hubo una participación más amplia de lo que se cree. Cerca de 38.000 personas fueron al Caguán a las audiencias. Nadie me puede decir que esos 38.000 colombianos eran todos llevados por la guerrilla, eso sería un poco fantasioso pensarlo. Las ONG participaron, tanto con las Farc como con el ELN. Los sindicatos participaron. Los gremios estuvieron sentados en la mesa desde el primer momento. La Iglesia participó. Yo no me aparto, sin embargo, de que en la sociedad colombiana hace falta un mayor consenso sobre cuál es la paz que queremos. Creo que una de las lecciones hacia el futuro es que la sociedad debe encontrar un mayor consenso, si se puede llamar así, sobre qué tipo de paz se quiere y qué está dispuesta la sociedad a aportar en esa materia. Ahí hay todavía contradicciones en eso. SEMANA: ¿Y no cree que en ese campo le faltó liderazgo al gobierno para lograr una negociación con el Establecimiento sobre cuál era la oferta que se le podía hacer a la guerrilla? C.G.: No, el gobierno estuvo siempre abierto y siempre oyendo a muchos sectores. Tal vez no se hacía mucha publicidad de eso pero no sólo el Comisionado, sino el Presidente directamente, oían constantemente en el tema de la paz a todos los sectores con los que estaba. El tema de la paz ha sido, y creo que seguirá siendo, el tema por fortuna en Colombia durante mucho tiempo. Lo que creo es que no es un problema de liderazgo del gobierno. Había un problema de conciencia sobre el problema que teníamos y creo que en eso el proceso ayudó mucho. Había un desconocimiento sobre a qué tipo de guerrilla nos enfrentábamos en la negociación. El proceso mostró qué guerrilla teníamos. El proceso le puso a los colombianos de frente, de manera abierta por los mismos medios del Estado, el proceso y la guerrilla que tenemos. Eso creo que generó un cambio importante en la concepción general de la paz en Colombia y de esa participación a futuro que debe tener la sociedad. La indiferencia, sobre todo en muchas de las etapas del proceso y frente a algunos fenómenos como el secuestro, es un enemigo muy grande en los avances que uno pueda tener. SEMANA: ¿En qué caso en particular siente que si la sociedad hubiera actuado de otra forma se hubiera logrado algo más rápido? C.G.: Le doy un ejemplo positivo. Cuando desarrollamos el acuerdo para la liberación de los soldados y los policías todo el Estado se metió en él, los distintos poderes y diferentes sectores de la sociedad, y se logró, y fue un hecho positivo. En otros aspectos lamentablemente no se logró eso. Uno oía voces encontradas que hacían que las cosas fueran un poco más complejas. Uno debe ver ese asunto desde el otro lado, desde el punto de vista de la guerrilla. La guerrilla se sentaba y veía a una sociedad con contradicciones, y la sociedad muchas veces cayó en las contradicciones que ellos mismos buscaban que tuvieran. Para nadie es desconocido que ese tipo de izquierda, el marxismo leninismo, ha usado lo que ellos llaman “ahondar las contradicciones de la burguesía”. Es una metodología que les encanta usar y aquí la sociedad caía en ese juego con mucha frecuencia. Hablaba ‘Marulanda’ y se formaba una tormenta, aún se forma a veces, y seguimos cayendo en el juego de las Farc. Creo que ahí falta unidad para no caer en los juegos de la guerrilla. SEMANA: Es interesante lo que dice sobre cómo el país desconocía quién era la guerrilla. ¿Qué se aprendió sobre ella? C.G.: Yo creo que aprendimos muchas cosas, no sólo los colombianos sino el mundo entero. Primero, que las Farc no son el Robin Hood que muchos pensaban; segundo, que si uno va a ver los planteamientos concretos de las Farc tampoco los encuentra tan fácilmente; tercero, que ahí hay un problema de pronto más grande de lo que pensábamos en cuanto a que la solución militar es compleja o es prácticamente imposible y que naturalmente la negociación política con la guerrilla es también compleja y no es de un día para otro. Ahí uno se enfrenta a un enemigo muy complicado, que es el tiempo de la democracia y el tiempo de los totalitarismos. Nosotros, por fortuna, tenemos los límites de tiempo que la democracia impone. Ellos, en su totalitarismo, no están limitados a ningún tiempo y eso dificulta muchas veces la negociación. Pero con los medios del Estado y con los medios de comunicación, que tuvieron la más amplia libertad de prensa, el país vio en vivo y en directo a esa guerrilla, la palpó y fue a la zona de distensión y le dijo lo que quiso. Eso le deja enseñanzas a los colombianos. SEMANA: ¿Frente a el ELN tiene una percepción diferente? C.G.: Frente al ELN se hicieron de pronto en ocasiones más esfuerzos que con las Farc y logramos avances importantes. Lamentablemente siempre en el último momento el ELN se echaba para atrás. Ojalá el nuevo gobierno avance rápido con el ELN ya tiene un enorme camino recorrido. El ELN no se había sentado nunca a la mesa y se sentó con este gobierno, y discutió y avanzó.. Creo que el ELN también tiene dudas sobre cómo avanzar o hacia dónde avanzar y ojalá tomen la decisión de hacerlo para que el Presidente electo pueda lograr avances importantes con ellos. Como lo dije, tiene un camino recorrido que ojalá lo aproveche. SEMANA: En la opinión pública quedaron muchas dudas sobre qué fue lo que pasó con ese proceso. La gente tenía la percepción que iba andando y que el ELN tenía la voluntad de llegar a un acuerdo. C.G.: El ELN siempre se ha encargado de generar unas expectativas muy grandes frente a la opinión pública, pero en la negociación no tomaron las decisiones de fondo. Por ejemplo, no quisieron avanzar más en el tema del cese de fuego y hostilidades porque llegaron a puntos imposibles de aceptar, como el tema de la ubicación, el tema de la financiación, del sostenimiento de la guerrilla; y finalmente, cuando logramos redactar un acuerdo, hecho por el vocero que nos habían dicho que tenía plenas facultades, los demás miembros del comando central que estaban en Colombia lo desautorizaron. El proceso, entre otras cosas, no se rompió, se suspendió, dejando abierta la puerta para que el presidente Uribe lo retome si lo quiere, y como colombiano espero de corazón que lo pueda hacer. SEMANA: Mirado en retrospectiva, ¿cree que la zona de distensión fue un error? C.G.: La zona de distensión por sí sola no era un error. El error fue el abuso de las Farc en la zona de distensión. Pero la zona de distensión también permitió que fuéramos muchos los que asistimos al Caguán; permitió que la guerrilla entrara en contacto con los medios, con la sociedad, con la comunidad internacional; que entrara en contacto con las poblaciones en una forma distinta a como lo había hecho siempre porque lo hacía públicamente; permitió que la guerrilla conociera la vida urbana; permitió que allí tuviéramos unas discusiones amplias sobre todos los temas. El instrumento no es el error, el error fue el abuso que cometieron las Farc. SEMANA: Quizás el error fue no haber establecido los controles desde un principio en forma estricta como lo hicieron después. C.G.: Desde el primer momento había parámetros de control a la zona y el problema, vuelvo y lo repito, más que de sólo reglamentaciones era de voluntad de las Farc de no abusar de la zona. SEMANA: Pero esos controles estaban sólo en el papel porque cuando realmente se pusieron en la práctica ellos decidieron romper, ¿no? C.G.: Pues tan había controles que, por ejemplo, cuando ingresaron los irlandeses, se capturaron a la salida. Controles siempre los hubo. SEMANA: ¿Entonces por qué duraron tres meses discutiendo lo de los controles si existían desde el principio? C.G.: Eso fue una disculpa que sacaron las Farc después del Acuerdo de San Francisco. Yo no creo que ese fuera el problema de fondo. El problema de fondo estaba en que con el Acuerdo de San Francisco, con el documento de Los Notables, se le estaba dando un giro al proceso y a las Farc les costó trabajo asimilarlo. SEMANA: ¿Después de hablar con ellos durante dos años qué cree que quieren las Farc o qué sería necesario ofrecerles para que negocien? C.G.: Pues las Farc hicieron sus planteamientos durante el proceso. Ellos indudablemente piensan en ser parte de la vida política del país y yo creo que eso acaba siendo viable en la medida en que sea sin armas y dentro de la democracia, que es un principio no negociable. Lo que no se puede pensar es que un esquema totalitario como existe en las Farc se implante en el país porque los colombianos no lo aceptarían jamás. Yo creo que hoy ‘Marulanda’ debe estar dándose cuenta de la enorme oportunidad que botó a la caneca. Si ‘Marulanda’ hubiese avanzado hacia la paz hoy sería un protagonista de la vida política colombiana. Las Farc dejaron de lado la posibilidad de ser el gran nuevo actor político y optaron por ser el gran protagonista del terrorismo en el país. SEMANA: ¿Qué oferta concreta le hizo el Establecimiento a las Farc en la mesa de negociaciones? C.G.: Se discutió el tema del desempleo que era un tema muy complejo. Es que ahí por bien que nos fuera no nos iba a ir bien. Me explico: si por medio de cualquier acuerdo se lograba disminuir el desempleo en 2 ó 3 puntos era emplear a 500 o a un millón de colombianos y seguía siendo el desempleo alto, porque esa es una variable que no depende directamente de una u otra decisión. Eso fue una insistencia muy grande de las Farc que nosotros contrarrestamos mucho. Creo que debiéramos haber empezado por el tema político o por el tema agrario que puede ser un poco más específico. Sin embargo se analizaron muchísimas posibilidades en el tema de empleo, combinándolo con otros temas. SEMANA: ¿Esa fue la oferta que se le terminó haciendo? ¿Bajar unos puntos de empleo por el cese de hostilidades? C.G.: No. Un problema que hubo obviamente es que las Farc se empeñó en el tema del desempleo. Cuando logramos pasar a otros temas ya se iban concretando las alternativas. Existen los documentos, las posiciones por ejemplo, que surgían de las mismas audiencias, unas un poco absurdas pero también había ideas concretas y proyectos concretos que se podían llegar a realizar. Pero las Farc siempre ven un país que ya no es el que hay y es parte de su problema, ven un país que no es como ellos se lo imaginan y por eso la negociación también se hacía muy difícil. Las Farc se han metido en sí mismas y se encontraron en este proceso con una país muy distinto al que se imaginaban. SEMANA: Desde afuera se tiene la percepción de que el proceso tenía un nudo gordiano en la medida en que el Establecimiento sentía que si les hacían alguna concesión a las Farc sin que éstas dieran pruebas de su voluntad de paz jamás dejarían las armas porque sentirían su poder. Y las Farc, por su parte, pensaban que mientras el Establecimiento no hiciera reformas profundas ellos no mermarían sus ataques. ¿Cómo se podría evitar caer otra vez en esa trampa? C.G.: Eso, en otros términos se llama unos enormes niveles de desconfianza entre la sociedad y la guerrilla, generada por muchos motivos. Por ejemplo, para la guerrilla es difícil pensar en hacer política, que sería lo ideal, después de que aquí se mató a una buena parte de la UP. Entonces la guerrilla cree que si hace política la matan y nosotros creemos que la guerrilla debe hacer política para que las cosas funcionen mejor. Entonces ahí entra en juego un tema de confianza, no entre los equipos de negociación sino de confianza en general, de si la guerrilla quería la paz o no la quería. Creo que ahí las Farc se equivocaron tremendamente no dando señales más claras de la paz que ellos estaban buscando. Si las Farc hubiesen dado señales de paz concretas la sociedad les hubiera creído que eso era posible y con seguridad tendría una posición de más acercamiento hacia las posibilidades de paz. SEMANA: ¿Pero después de conocerlos durante cuatro años cree que por lo menos hay un sector mayoritario de la guerrilla que sí quisiera algún día dejar las armas? ¿O cree que en el fondo la negociación lo que hace es crear un ambiente propicio para seguir con el narcotráfico? C.G.: Me parece que sí hay sectores de las Farc que quisieran avanzar en la paz, pero hay otros sectores que prefieren la guerra y el narcotráfico y desafortunadamente esos fueron los que se impusieron. Yo tengo la seguridad de que dentro de las Farc debe haber un debate enorme en este momento sobre lo que desaprovecharon y perdieron por cuenta de sus acciones que fueron las que llevaron a romper el proceso. SEMANA: ¿Qué tanto influyó la aprobación del Plan Colombia en la evolución del proceso? C.G.: El Plan Colombia es visto hoy en una dimensión más real, que es su dimensión social. Lamentablemente se quedaron las primeras imágenes que surgieron para el Plan Colombia, que fueron los helicópteros, la lucha contra el narcotráfico. Pero el 70 por ciento del Plan Colombia es de aspectos sociales. La guerrilla debió haber aprovechado más bien el Plan Colombia y no ver en él un coco que no era el real. Indudablemente la guerrilla hubiese podido aprovechar el Plan Colombia que era una especie de Plan Marshall, como lo dijo el Presidente en su campaña, para darle a los pueblos y a las veredas posibilidades de nuevas obras no solamente físicas sino de inversión en el capital humano que tenemos, y así se está haciendo en educación para los niños, en capacitación para los jóvenes. SEMANA: ¿Pero no cree que el que Plan Colombia también signifique un fortalecimiento militar que hizo que las Farc se metieran en un escalamiento militar para contrarrestarlo? C.G.: No. Obviamente la lectura de las Farc tendrían que darla las Farc, ellos siempre se opusieron al Plan Colombia. Desde mi punto de vista lo que quiero significar es que fue un error de las Farc haberlo visto así. SEMANA: ¿No cree que el Establecimiento también se ilusionó con la posibilidad de una victoria militar y le dejó de meter la ficha al proceso de paz? C.G.: Colombia en eso es muy curioso, pues uno ve historia de encuestas desde hace 10 años y en los momentos en que el país está en una confrontación más fuerte la opinión busca la salida negociada y cuando estamos avanzando en la salida negociada el país ve con más ansias la salida militar. Me parece que eso pudo haber pasado y a la gente se le olvidó que veníamos de una manifestación democrática muy clara con esos 10 millones de votos que en el año 97 le dijeron al Presidente que saliera electo, el que fuera, que su misión era buscar la solución política. Fue ese mandato por la paz precisamente que el actual vicepresidente electo impulsó. SEMANA: Mucha gente criticó la deslizada de Juan Gabriel Uribe y de Luis Guillermo Giraldo hacia la campaña de Uribe como evidencia de su falta de convicción en la salida negociada. ¿Si hubiera tenido la posibilidad usted también optaría ahorita por una salida más militar? C.G.: En lo personal siempre he creído y seguiré creyendo en la solución negociada. SEMANA: ¿Para usted también fue una sorpresa esa deslizada teniendo en cuenta que por lo menos Juan Gabriel Uribe era su llave en la negociación? C.G.: Me consta que Juan Gabriel se dedicó con la mayor dedicación al tema de la paz. Otra cosa son los elementos electorales que creo que no tienen que ver con las convicciones. No me corresponde a mí hacer ninguna clase de juicios al respecto, lo que sí puedo afirmar es que Juan Gabriel fue una persona que trabajó de la manera más comprometida y seria con la paz de este país. Es más, el presidente Uribe también está hablando de la salida negociada. En eso tampoco uno puede tapar el sol con las manos. En su discurso del día de la elección el presidente Uribe habló de la salida negociada y me parece que es un camino muy acertado. SEMANA: ¿Qué tan lejos estamos de llegar a un acuerdo de paz con la guerrilla? ¿Por lo menos de reanudar un proceso? C.G.: No quiero desde mi cargo hacer predicciones a futuro. Sí puedo decir con certeza que hacia adelante quien quiera avanzar en la paz tiene un camino recorrido, no tiene que empezar de ceros, no tiene que empezar en las circunstancias que tuvimos que empezar nosotros. La paz es un rompecabezas que se va armando poco a poco y parte de ese rompecabezas está armado, antes no lo estaba. Creo que el país no puede desaprovechar lo que pasó. SEMANA: ¿Qué lecciones de este proceso debería recoger el próximo gobierno? C.G.: Hay varias. Muchos confundieron la persistencia del Presidente con debilidad, lo cual no es así; la persistencia es un elemento clave para hacer la paz. La paciencia que tuvo el Presidente es un elemento que no se puede perder, la audacia que tuvo el Presidente, el liderazgo que tuvo el Presidente, esos elementos son importantes para el futuro, uno en la paz tiene que ser persistente, paciente, audaz y llevar un liderazgo. Ya he mencionado a lo largo de la entrevista otros factores que sin duda le quedan al país de mucha utilidad. SEMANA: Frente a los paramilitares, ¿cree que fue un error no haberse sentado a negociar con ellos en la medida en que en muchas ocasiones torpedearon los avances del proceso? C.G.: El problema de los grupos de autodefensa y paramilitares hacia el futuro de Colombia es muy delicado, es tal vez el problema más grande que va a tener que enfrentar en el futuro el país. Esto no solamente lo he dicho yo sino que lo han dicho los propios militares. Las posibilidades existentes con las autodefensas estaban vinculadas no a procesos de negociación política sino a procesos de sometimiento a la justicia y reincorporación a la vida civil. SEMANA: En retrospectiva, ¿cree que el gobierno los ha debido tratar diferente para que no fueran un obstáculo? C.G.: Es imposible seguir pensando que los paramilitares son el obstáculo para la paz de Colombia. Me parece que la óptica ahí sí se debe cambiar un poco. La paz debe avanzar a pesar de ellos porque ese es un anhelo que está definitivamente por encima de ese tipo de grupos vinculados al narcotráfico hoy en día y con los problemas que todos hemos visto, están dedicados también al secuestro. Es sin duda un problema y hay que darle un tratamiento, pero no quisiera yo meterme a hacer sugerencias en terrenos del próximo gobierno. SEMANA: ¿Hay algún otro obstáculo que se tendría que neutralizar para avanzar en la paz? C.G.: El gran enemigo de la paz es el narcotráfico. El gran perdedor de un acuerdo de paz en Colombia sería el narcotráfico. Por eso una de nuestras estrategias fue aumentar la lucha contra el narcotráfico, ese es un lío para la paz enorme. SEMANA: ¿Qué tanto afectó la evolución del proceso el 11 de septiembre? C.G.: El gobierno norteamericano siempre apoyó, y lo dijo públicamente, la política de paz del presidente Pastrana. Sin duda, los hechos del 11 de septiembre sí generan un cambio, pero no solamente por Estados Unidos sino porque el mundo entero dejó de ver el problema del terrorismo como lo venía haciendo, con tonos grises, y empezó a verlo en blanco y negro. Colombia es uno de los países que más ha sufrido el terrorismo en el mundo, y creo que lo que el 11 de septiembre obligó a los grupos guerrilleros a definirse entre esa salida política que se les estaba ofreciendo o la vía del terrorismo, y optaron por la vía del terrorismo. Eso es una definición que no es ni de Estados Unidos ni de Europa ni de nosotros, esa es una definición que era de los grupos guerrilleros. Tal vez la guerrilla aún no haya asimilado todo lo que implicó el 11 de septiembre, pero tendrá que darse cuenta de que no es con terrorismo como se logra una solución al conflicto. SEMANA: ¿Y la muerte de los indigenistas? Algunos piensan que ese fue el día en que realmente se murió el proceso. C.G.: La muerte de los indigenistas fue un problema grande y es tal vez una de las pocas veces que las Farc reconocieron y pidieron perdón por lo hecho. Fue un error grande de las Farc. SEMANA: ¿O sea que sí afectó la negociación? C.G.: Claro. No solamente ese hecho. Hubo hechos puntuales del conflicto que afectaron la negociación, hechos cometidos por las Farc. SEMANA: ¿En un nuevo proceso redefiniría la relación con los medios de comunicación? C.G.: Creo que en los medios hubo también un proceso de maduración. En un principio los medios se engolosinaron con la guerrilla pero después tal vez se dieron cuenta y se engolosinaron en contra de la guerrilla. Por otra parte, creo que los medios no pueden seguir pensando que son neutrales en el conflicto colombiano. El conflicto pone de un lado de la mesa a la guerrilla y del otro lado a todos los demás colombianos que defendemos a nuestras instituciones y a nuestra democracia y nuestra libertad de prensa. Adicionalmente los medios muchas veces crecieron hechos que no eran tan significativos y menospreciaron hechos que sí lo eran. SEMANA: ¿Algunos ejemplos? C.G.: La lista es larga. Por ejemplo, ataques que en momentos nunca eran objeto siquiera de registro por parte de los medios cuando había una circunstancia especial del proceso los crecían, pero también a veces dejaban de lado cosas positivas que pasaban. Ahora, desde otro punto de vista, reconozco que los medios sirvieron y fueron un instrumento para que el país conociera transparentemente todo lo que pasaba. Los medios tuvieron acceso a todo lo del proceso, fueron cuantas veces quisieron al Caguán, entrevistaron cuantas veces quisieron a los guerrilleros y la negociación se hizo con las cámaras en frente. SEMANA: ¿Y eso le parece positivo? C.G.: A mí me parece que le dio transparencia al proceso. Los medios del Estado transmitieron las audiencias para que muchas veces insultaran incluso al Presidente desde allí. Más libertad de prensa era absolutamente imposible y eso permitió que los colombianos palparan de cerca esa guerrilla y se convencieran de la guerrilla que tenían. Hay cosas positivas y negativas de los medios. SEMANA: Hablando de las audiencias, pareciera como si la estrategia inicial del gobierno fuera crear un ambiente para que las Farc se politizaran y pudieran en las audiencias tener una cercanía con la gente, exponerlos al mundo, pero sobre todo querían como rescatar la línea más política de la guerrilla, y me parece que la segunda fase del proceso fue, por el contrario, como a desenmascararlos como terroristas, como narcotraficantes y un poco como que el resultado que tu ves de la guerrilla es como que la gente se dio cuenta de que no eran políticos, que fue realmente lo contrario de lo que se intentó al principio. ¿Tú crees que eso fue algo deliberado o fue simplemente como el producto del proceso? C.G.: Uno de los puntos de la estrategia del proceso obviamente era que la guerrilla fuera política, disminuir el elemento militar y aumentar el político. El fin de todo proceso de paz es ese: que quien está alzado en armas vuelva a la política, que cambien las balas por propuestas y por eso se le dio toda la oportunidad posible para que la guerrilla mostrara su cara política. Naturalmente ellos no quisieron hacerlo o lo hicieron a medias, porque le daban más realce a veces a sus propios actos militares. Pero la idea sí era claramente abrir la ventana política para ir cerrando la ventana militar. SEMANA: ¿Pero no es triste que el gran fruto del proceso haya sido exactamente lo contrario a lo que se propusieron en un inicio ya que al final los colombianos quedaron convencidos de que las Farc tienen poco de político? C.G.: Pero eso no es un resultado de la estrategia, es un resultado de lo que son las Farc. La estrategia era mostrarlos, que el mundo los conociera. El señor ‘Manuel Marulanda’ llevaba no sé cuántos años sin aparecer en público, los demás también. ‘Jojoy’ no había aparecido en su vida en televisión. Todos dieron entrevistas, todos hablaron, todos propusieron. Que en el interior de ellos haya ganado la línea guerrerista no es una consecuencia de nuestra estrategia sino un error de la guerrilla. SEMANA: ¿Cree que de alguna manera si usted hubiera tenido una mayor experiencia en procesos le habría ido mejor? C.G.: Este es un proceso de paz sobre el cual no se dictan cursos ni hay manuales. Hoy se cuenta con una experiencia que era imposible antes. En todo caso hablamos con todas las personas involucradas en procesos anteriores. La guerrilla de hoy no es como la de hace 15 años. Yo duré más de tres años hablando con la guerrilla y los conocí. Fue un gran esfuerzo y no sólo físico. Como todo lo humano, siempre hay fallas pero tuvimos un muy buen equipo de gente. Hice buen equipo con el gobierno y con los militares. Este proceso fue un asunto de muchos que ayudaron en el tema. SEMANA: ¿Le queda el recuerdo de buenos momentos? C.G.: Hubo momentos muy buenos. Cuando lográbamos acuerdos como el de San Francisco de la Sombra, el de Los Pozos, cuando se iniciaron las negociaciones, cuando se definió la metodología. Pero los más emocionantes fueron cuando logramos que muchos colombianos retornaran a la libertad. Ver la cara de los liberados, pero sobre todo la de sus familiares, fue muy satisfactorio. Aunque aún me queda la tristeza de no haber logrado que todos los secuestrados volvieran a la libertad.