En la controversia de la cronología del arte rupestre levantino

Anuncio
Cuadernos de Arte Rupestre • Número 2 • Año 2005 • Páginas 127-156
En la controversia de la cronología
del arte rupestre levantino
Miguel Ángel Mateo Saura
*
RESUMEN
La edición en estos últimos años de varios trabajos que apuestan
por una cronología plenamente neolítica para el arte rupestre levantino, apoyados en unos índices de referencia siempre muy locales y,
en algún caso, erróneo, obliga a su valoración en el contexto general
de este estilo y a su distribución por el área mediterránea peninsular.
PALABRAS CLAVE
Arte rupestre, arte levantino, cronología, Epipaleolítico,
Neolítico.
ABSTRACT
The publishing in the last years of several works that support a
fully Neolitic chronology for the Levantine rock-art, based always an
very local reference signs in some case erroneous, compels us to rate
them in the general context of this style and its distribution in the
Mediterranean peninsular area.
KEY WORDS
rock-art, levantine art, chronology, Epipaleolithic, Neolitic.
* C/Amistad, 21 – 2ºB. 30120 - El Palmar (Murcia). [email protected]
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
1. Introducción
Si hiciéramos un repaso por la producción bibliográfica generada
por el arte rupestre levantino en estos últimos años, percibiríamos
de forma clara que la cronología es una de las facetas que mayor
atención ha acaparado en este tiempo en su investigación. Y lo ha
hecho fundamentalmente, en nuestra opinión, porque sin un encuadre cronológico y cultural concreto, el arte levantino, al igual que
cualquier otra forma gráfica de expresión, quedaría reducido a su
forma externa, a un simple repertorio iconográfico, del que podríamos debatir cuestiones muy secundarias como son las de índole técnica, pero del que nunca podríamos atisbar su verdadera dimensión
como forma de comunicación, que en el fondo es lo que lo explica
como hecho antropológico y cultural. En este sentido, parece incontestable que no otorgaremos idéntico significado y función al arte
levantino si lo vinculamos a grupos de cazadores y recolectores que
si lo hacemos con grupos ya inmersos en una economía de producción.
Es éste un tema que hemos abordado con cierta reiteración, sobre
todo tras la publicación de un artículo en Trabajos de Prehistoria
(Mateo, 2002) que pretendía ser, de una parte, una recopilación de
algunas de las ideas que sobre el tema habíamos expuesto de manera un tanto desordenada en otros trabajos y, de otra, una revisión de
alguno de los postulados que en estos últimos años parecen más
afianzados y que nosotros no consideramos tan probados e inamovibles. A saber, la existencia de un horizonte estético y cultural prelevantino, protagonizado prácticamente en su totalidad por lo que en
su día se denominó lineal-geométrico, la identificación de presuntos
paralelos en arte mueble para algunas de las representaciones levantinas, o la sobrevaloración dentro de lo que es el fenómeno del arte
rupestre en general de un horizonte estético que nosotros estimamos
muy local como es el arte macroesquemático. Íntimamente ligado a
todo ello, también debíamos valorar adecuadamente los cada vez
más abundantes paralelos de arte mueble con las representaciones
rupestres esquemáticas. El análisis crítico de todas estas cuestiones
forzosamente nos obligaba a modificar alguna de las secuencias cronológicas y estilísticas hasta el momento formuladas.
En definitiva, nuestro objetivo es ese artículo era la formulación
de una hipótesis de trabajo que contemplara todas esos asuntos, aún
sabiendo que la tarea es compleja y sujeta a discusión.
Con posterioridad, hemos retomado el tema en otros trabajos
como el publicado sobre el arte rupestre de la cuenca del río Zumeta
(Mateo, 2003), al volver a estudiar la pintura rupestre del municipio
de Moratalla (Mateo, 2005), e incluso, en una breve comunicación
128
2 • 2005
En la controversia de…
presentada al IV Congreso de Arqueología Peninsular, celebrado en Faro
el pasado año de 2004 (Mateo, e.p.). No obstante, en estos últimos
trabajos no modificamos sustancialmente los argumentos ya planteados con anterioridad.
En cualquier caso, la reciente edición de varios trabajos en los
que se vuelve a abogar, con mayor insistencia si cabe, por la autoría
neolítica para el arte levantino tomando como puntos de apoyo, o
bien argumentos demasiado frágiles por un lado, o bien claramente
erróneos por otro, nos obligan a volver sobre la cuestión, en la confianza de que la discusión que promueva pueda aportar nuevas
hipótesis de trabajo.
El postulado que adoptamos como punto de partida es que la
autoría del arte levantino, a tenor de los datos que actualmente
podemos manejar, puede ser concedida a los grupos de cazadores y
recolectores epipaleolíticos, partiendo de varias premisas que nos
parecen probadas. A saber, que los horizontes culturales y estéticos
que denominamos como levantino y esquemático se corresponden
con entidades sociales y económicas distintas, a pesar de ciertos rasgos comunes que podemos advertir entre ambos (Mateo, 2001); que
existe una etapa de convivencia de los dos estilos en un área geográfica muy concreta, la vertiente mediterránea peninsular, durante un
periodo de tiempo determinado y más o menos prolongado, como
demuestran las superposiciones mutuas de motivos, y que el
Neolítico lleva aparejado como horizonte estético el del esquematismo, si consideramos los numerosos paralelos identificados en la
decoración de cerámicas y de útiles en hueso, y los datos arqueológicos que proporcionan numerosos yacimientos. Y todo ello al margen de que en un área muy concreta y reducida espacialmente también se documente un estilo macroesquemático.
Quizás los avances más significativos de estos últimos años en
este campo de la datación sean los referidos precisamente a la pintura rupestre esquemática, puesto que el hallazgo de esos materiales
cerámicos neolíticos con motivos decorativos paralelizables a algunos de los tipos pintados ha puesto de manifiesto el origen en el
Neolítico antiguo de parte de ese estilo parietal.
Esquemas antropomorfos simples, de cuadrúpedos, de motivos
esteliformes, puntos, zig-zags, motivos triangulares, algunos dispuestos a modo de “dientes de sierra”, o figuras ramiformes han
sido utilizados en la decoración cerámica desde esos momentos iniciales del Neolítico en yacimientos como el Hondo del Cagitan
(Mula) y Sierra de la Puerta (Cehegín) en Murcia, la Cova de l’Or
(Beniarrés), la Cova de la Sarsa (Bocairent), la Cova de les Cendres
(Moraira) o el Abric de la Falguera (Alcoy) en Alicante, o los yacimientos andaluces de la Cueva del Agua del Prado Negro (Iznalloz),
M. A. Mateo
129
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
la Cueva de la Carigüela (Piñar), la Sima del Carburero (Granada),
la Cueva de Nerja, la Cueva de los Botijos (Benalmádena) o la Cueva
de las Goteras (Málaga), entre otras.
Por otro lado, yacimientos como los abrigos del Pozo de
Calasparra o la Cueva de la Serreta de Cieza, cuyas paredes estan
“decoradas” en ambos casos con medio centenar de motivos esquematicos, tambien aportan interesantes evidencias materiales. En los
dos yacimientos, en sendos niveles neolíticos, antiguo en el primero
y medio en el segundo, aparecen restos de colorante en forma de
pequeñas bolitas de pigmento (Martínez Sánchez, 1994), e incluso,
un molino de piedra y su correspondiente mano en la Cueva de la
Serreta (Salmerón y Lomba, 1995).
Estos paralelos mueble y la temprana cronología neolítica que
de ellos se desprende para una parte del código iconográfico esquemático, evidencia que se inicia entonces, en esas fechas neolíticas
antiguas, un continuo proceso de formación de ese corpus esquemático, vinculado al nuevo sistema económico productor y en el que
tanta importancia debió tener el propio sustrato indígena como las
eventuales aportaciones foráneas. Consecuencia también de ello ha
sido la necesidad de replantear una nueva lectura de lo esquemático, hasta ahora convertido en una especie de cajón de sastre en el
que todo lo que no era levantino tenía cabida, en el que no parecía
haber orden interno ni secuencia evolutiva, y en el que daba la
impresión de que todos los motivos, en general, eran más o menos
coetáneos, salvo puntuales excepciones como podrían ser los ídolos
u oculados, que parecían asociarse de manera evidente a momentos
metalúrgicos.
Parece claro que lo esquemático no es un todo homogéneo, y en
este sentido, esos paralelos mobiliares y su cotejo con lo pintado,
han permitido ir definiendo un primer arte esquemático, lo que en
estos últimos años se viene catalogando como un “arte esquemático
antiguo”, asociado a los primeros momentos neolíticos y protagonizado por ese reducido núcleo de motivos reseñados de antropomorfos simples, cuadrúpedos, zig-zags, esteliformes y ramiformes, entre
otros.
Pero distinta es la problemática que rodea al estilo levantino.
Durante mucho tiempo se ha abogado por su datación neolítica
tomando como puntos de apoyo la existencia anterior al mismo de
un supuesto horizonte artístico de edad epipaleolítica, el llamado
lineal-geométrico, de presuntos paralelos mobiliares en varios fragmentos cerámicos neolíticos de la Cova del l’Or, y por la superposición de unos pocos motivos levantinos sobre otros propios del llamado arte macroesquemático, cuya edad neolítica sí es conocida y
130
2 • 2005
En la controversia de…
aceptada en virtud de los paralelos con arte mueble (Martí y
Hernández, 1988; Hernández, Ferrer y Catalá, 1998).
En estos últimos años, se ha añadido a éstos un nuevo índice de
referencia cronológica como es el de la eventual falta de un contexto epipaleolítico en las distintas zonas levantinas que sirva de respaldo al elevado número de abrigos pintados, con especial insistencia en las comarcas centro-meridionales valencianas, las que se
corresponden con el llamado territorio macroesquemático, en la
que queda documentada la fase A del Epipaleolítico geométrico,
pero no la fase B, la inmediatamente anterior a la llegada de los primeros grupos neolíticos a la zona (Hernández y Martí, 2000-2001;
Fairén y Guilabert, 2002-2003; Molina et alii, 2003; García et alii,
2004).
Actualmente, las posturas se plantean desde un doble posicionamiento, existiendo luces y sombras en ambas, hasta el punto de no
poder dar por cerrada la cuestión. De una parte, quienes defienden
una posible cronología epipaleolítica para el arte levantino, aunque
pueda pervivir durante fechas neolíticas vinculado a los grupos en
vías de neolitización, y de otra, está la hipótesis de quienes asocian
este arte levantino a los grupos productores, sin relación alguna con
lo Epipaleolítico. Tampoco falta aquella teoría que considera que el
arte levantino nace en el seno de los últimos grupos epipaleolíticos,
aquellos que están inmersos en pleno proceso de aculturación,
como respuesta a ese mismo proceso neolitizador (Llavori, 19881989).
1. Arte levantino y Epipaleolítico
Diversos son los argumentos a los que se recurre a la hora de rechazar la eventual filiación del arte levantino a los grupos epipaleolíticos, aún a pesar de que los estudios realizados en estos últimos años
hayan aportado información suficiente como para reconsiderar la
validez de alguno de ellos.
En este sentido, aunque creíamos suficientemente argumentada
la inexistencia de un supuesto arte lineal-geométrico (Mateo, 19921993, 2002; Hernández, 1992), definido a comienzos de los años 70
del siglo pasado por F. Fortea (1974) a partir del hallazgo de las plaquetas grabadas del nivel epipaleolítico de la Cueva de la Cocina y
su posible paralelismo formal con determinados motivos pintados
por debajo de figuras levantinas en los conjuntos de La Sarga de
Alcoy, los Cantos de Visera de Yecla y la Cueva de la Araña de Bicorp,
todavía hoy encontramos algunas referencias al mismo (García et
alii 2004; Utrilla y Calvo, 1999). Con posterioridad, se anexaron
otros ejemplos de motivos geométricos infrapuestos a los levantinos
M. A. Mateo
131
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
en lugares como el Barranco de Benialí en Vall de la Gallinera, la
Balsa de Calicanto en Bircorp, Los Chaparros en Albalate del
Arzobispo y Labarta en Adahuesca (Beltrán, 1989). Incluso a día de
hoy se incluyen en el corpus iconográfico supuestamente lineal-geométrico otros motivos oscenses como los presentes en Barfaluy y
Mallata, o en el Bajo Aragón los de Cañada de Marco de Alcaine o
los Tollos de la Morera de Obón (Utrilla y Calvo, 1999) (fig. 1). La
cronología epipaleolítica de las plaquetas grabadas y la aparente
posición infrapuesta de los motivos parietales pintados a figuras
levantinas, otorgaba a todo el estilo levantino una edad post-epipaleolítica, por tanto, ya neolítica. Y decimos aparente puesto que en
algún caso resulta harto complicado concretar la prioridad en la ejecución de unos motivos u otros, mientras que en otros, como
Labarta, se ha constatado la sobreposición inversa, es decir, de lo
esquemático sobre lo levantino.
Figura 1. Elementos propuestos
como lineal-geométricos: 1,
Cantos de la Visera, según J.
Cabré; 2, Abrigo de Labarta,
según V. Baldellou; 3, Abrigo de
los Chaparros, según Mª J.
Calvo.
132
2 • 2005
En la controversia de…
Pero, tal y como nos pronunciamos hace algunos años (Mateo,
1992-1993) y a pesar de estos supuestos nuevos modelos apuntados, sobre este estilo lineal-geométrico debemos insistir en que su
existencia como horizonte artístico debe ser rechazada por diversas
razones. De una parte, la manifiesta escasez de ejemplos que lo sustenta, a todas luces insuficiente, impide hablar con propiedad de un
horizonte artístico como tal, máxime cuando algunos de los pocos
testimonios aducidos en su día han sido adscritos a otros horizontes
estéticos como son el esquemático y el macroesquemático. Sucede
con los serpentiformes del Barranco de Benialí, considerados ahora
macroesquemáticos (Hernández, Ferrer y Marset, 1994), o los de
Cantos de Visera de Yecla, en donde seguimos pensando que no
habría que descartar una posible filiación paleolítica para los trazos
en zig-zags, las retículas y posiblemente las figuras de zancudas, para
las que no tenemos paralelos en todo el arte postpaleolítico.
Por otro lado, la mayor parte del resto de los motivos deben ser
incluidos en el repertorio iconográfico propio del arte esquemático
circunmediterráneo, en ese arte esquemático del Neolítico antiguo
que mencionábamos, como sucede con los zig-zags y ramiformes de
Los Chaparros, Labarta o Barfaluy, o los serpentiformes de Mallata,
entre otros, que, en una lectura creemos que forzada, han sido relacionados también con el ámbito de lo macroesquemático (Utrilla y
Calvo, 1999). Al respecto, los citados trazos sepentiformes o zig-zags
verticales citados, o los de conjuntos como la Cueva de la Araña de
Bicorp, el Barranco Moreno de Millares o los propios Cantos de
Visera de Yecla, muestran notables disonancias si los relacionamos
formalmente con los serpentiformes típicos del estilo macroesquemático, que por lo común van pareados, rematados en dedos a
modo de garras o, también, en forma de anillos circulares.
Asimismo, volviendo a los presuntos motivos lineal-geométricos,
tampoco podemos pasar por alto las palpables diferencias de diseño
existentes entre los motivos de arte mueble con los pintados y de
éstos, a su vez, entre sí. Sí la línea recta es la base de la decoración de
las plaquetas, entrecruzándose en ocasiones para formar retículas, en
los motivos pintados hay una mayor variedad iconográfica, pero siempre con predominio de la línea curva. Al mismo tiempo, un rápido
análisis comparativo de los propios ejemplos parietales pone de relieve su mínima similitud formal. Baste comparar los signos de Cantos
de la Visera con los de Los Chaparros para percibir su nula semejanza
y, a la vez, la de ambos con las plaquetas grabadas, lo cual hace difícil
concebirlos como partes integrantes de un mismo horizonte iconográfico. De aceptarse su pertenencia a ese mismo horizonte, este
englobaría desde manifestaciones reticulares, con preeminencia de la
línea curva, y serpentiformes como los reseñados en Cantos de la
M. A. Mateo
133
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
Visera, hasta otros motivos en forma de zig-zags como los de Labarta
o en “diente de sierra” como los de Los Chaparros. Ello le otorgaría
una heterogeneidad manifiesta, sobre todo con relación a su supuesta
vertiente mueble, mucho más reducida en la tipología.
Figura 2. Placas grabadas: 1, Cueva de la Cocina, según I. Barandiarán; 2, Forcas II,
según P. Utrilla y Mª J. Calvo; 3, Abrigo de los Millares, según V. Villaverde.
Por último, si atendemos a los pocos ejemplos parietales propuestos, éstos evidenciarían una dispersión territorial demasiado
amplia, lo que contrasta con el reducido ámbito de lo mueble si tenemos en cuenta que sólo la Cueva de la Cocina ha sido la que ha proporcionado elementos de arte mueble, aún cuando recientemente se
hayan relacionado con La Cocina dos plaquitas grabadas con haces
134
2 • 2005
En la controversia de…
de líneas en Forcas II (Huesca) (Utrilla y Calvo, 1999) y en la Cueva
de la Tosca (Millares) (Villaverde et alii, 2000) (fig. 2). No obstante,
a pesar de su adscripción epipaleolítica, en ambos casos tenemos
nuestras reservas a la hora de relacionarlas con las placas valencianas
si nos atenemos a lo estrictamente formal ya que si en éstas la decoración de las piezas se basa en la línea recta que se entrecruza para
formar retículas no regulares, en la placa oscense el espacio está
estructurado de tal manera que toda la superficie queda fraccionada
regularmente por grupos de tres líneas horizontales paralelas, separadas entre sí por líneas verticales dispuestas también de forma regular,
mientras que en la placa de La Tosca las líneas aparecen pareadas y en
espiga, difícilmente relacionables desde lo formal con los ejemplos
de la Cocina e, incluso, con la propia pieza de Forcas.
Por otro lado, los trabajos arqueológicos efectuados en numerosos yacimientos epipaleolíticos, alguno de ellos situado en el entorno de algunos de los conjuntos pintados, como Botiquería dels
Moros, Costalena, Els Secans o El Pontet en Aragón, o la Cueva del
Nacimiento, Valdecuevas o Molino de Vadico en el Alto Segura, entre
otros, no han proporcionado más muestras de arte mueble que
podamos relacionar con las placas de la Cueva de la Cocina. Para
éstas, como hipótesis de trabajo, ya apuntamos hace tiempo la posibilidad de que recogiesen una tradición muy local proveniente de
los niveles magdalenienses de la cercana Cueva del Parpalló, con
cuyas plaquetas grabadas encontramos los mejores paralelos
(Mateo, 1992-1993, 2002).
Así pues, no se puede hablar de la existencia de un horizonte
artístico pre-levantino, caracterización que ni siquiera otorgaremos,
como trataremos de justificar, al llamado arte macroesquemático.
La temática representada en los frisos levantinos es uno de los
puntos de apoyo de quienes defienden su filiación epipaleolítica,
dada la presencia de las escenas de caza y de recolección y, sobre
todo, por la ausencia de escenas y motivos que reflejen actividades
de producción (Mateo, 1992, 1996). Sin embargo, en estos últimos
años se insiste en que la temática, por sí misma, no evidencia esa
cronología epipaleolítica. Se alega repetidamente que si bien hay
una mayoría de escenas de caza, ésta no demuestra que la sociedad
que la pinta sea una sociedad no productora, recurriendo con insistencia al ejemplo de los frisos neolíticos orientales de Çatal-Hüyük.
Lo postulado es cierto en el caso anatólico, e incluso se podrían reseñar otros ejemplos, como el conocido arte egipcio antiguo sin ir más
lejos, que también tiene escenas de caza y no se comprende como
propio de una sociedad de cazadores y recolectores, pero la pobreza
del argumento reside en que tampoco demuestra lo contrario, es
decir, que el arte levantino sí sea un muestrario simbólico de una
M. A. Mateo
135
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
determinadas formas de vida, o si se prefiere, una especie de corpus
de escenas rituales.
Además, pensamos que no deja de ser un planteamiento simplista reducir la iconografía levantina sólo a las escenas de caza. Es
cierto que, dentro del apartado escenográfico, éstas sí son de las más
representadas, pero dentro de los paneles pintados no faltan testimonios de otras actividades, bien de carácter económico como las
dedicadas a la recolección, o también de índole social o ritual, como
las agrupaciones de arqueros o desfiles, o las escenas de guerra, pero
también figuras de arqueros que no cazan ni guerrean, parejas de
mujeres, grupos de animales e, incluso, un sólo animal pintado en
un abrigo, entre otras. Si el predominio de la escenografía cinegética sobre el total de figuraciones levantinas fuese, al menos, notable,
podríamos pensar, como se ha afirmado, que la plasmación gráfica
de esta actividad remite a su valor como acto ritual de victoria sobre
la naturaleza (Guilaine y Zammit, 2002), pero la presencia destacada de esas otras escenas y motivos, reflejo de múltiples acciones, ninguna de las cuales alude, de otra parte, a actividades de producción
por parte de sus autores, nos obliga a pensar que constituyen, al
margen de su intención trascendental, simbólica, un reflejo de sus
modos de vida.
Íntimamente ligado a la cuestión de la temática y su valor como
elemento de adscripción cronológica y cultural, se ha llegado a decir
que los grupos epipaleolíticos peninsulares no podían ser los autores de lo levantino porque, sencillamente, algunas de las composiciones más significativas como son las de enfrentamiento bélico son
difíciles de explicar si las referimos a grupos de densidad demográfica muy baja y de escasa complejidad social como debemos caracterizar a los grupos del Epipaleolítico (Villaverde y Valle, 2002;
Molina et alii, 2003). Aún cuando aceptáramos esa caracterización,
también debemos resaltar el hecho de que la gran mayoría de composiciones escénicas tanto de guerra como de caza están protagonizadas por un reducido número de individuos, apenas siete como en
la Galería del Roure de Morella o nueve en la Cova del Mansano de
Xaló, siendo muy excepcionales las que muestran aglomeraciones
más numerosa, como los 35 combatientes en el Barranco de les
Dogues o los 44 del Cingle de la Mola Remigia, ambos en Ares del
Maestre (fig. 3). Para éstas últimas, insistimos que excepcionales, se
podría recurrir a diversas posibilidades explicativas, entre ellas las de
puntuales alianzas grupales para momentos muy concretos.
Seguramente la densidad demográfica de los grupos epipaleolíticos
no debió ser alta, si nos atenemos a los datos proporcionados por
sus hallazgos materiales, pero no deja de sorprender que su estudio
quede reducido en la mayor parte de los casos a aspectos puramen136
2 • 2005
En la controversia de…
Figura 3. Escenas bélicas: 1, Galería del Roure, según E. Hernández Pacheco; 2, Mola Remigia IX, según
J.B. Porcar.
te tecnológicos. El predominio de los triángulos sobre los trapecios
o la presencia del retoque abrupto, entre otros, son algunos de los
índices de referencia, insistimos que siempre estrictamente tecnológicos, con los que nos encontramos cuando estudiamos estos grupos, sorprendiendo la poca o nula atención que se le presta a otras
facetas que aludan a sus modos de vida, como la eventual racionalización de los recursos, la organización social o, simplemente, a la
más que probable producción ideológica, en la que el arte levantino
o cualquier otra manifestación plástica como las pinturas corporales, por ejemplo, podrían tener cabida.
Es cierto que los pocos restos materiales líticos son, prácticamente,
lo único que ha llegado hasta nosotros, y que a partir de ellos, cualquier
hipótesis que fuera más allá de estas consideraciones, en caso de carecer de apoyos materiales sólidos, podría convertirse fácilmente en
“ciencia-ficción”, pero los datos etnográficos que podemos manejar,
con la debida cautela, son elocuentes a la hora de mostrar a los grupos
de cazadores y recolectores muy alejados de la idea de que son sujetos
pasivos, tal y como se ha presentado a los epipaleolíticos peninsulares
(Molina et alii, 2003). Como simple referencia, aludamos a la sociedad
g/wi del Kalahari central, que viven en un ambiente sin duda más hostil y desfavorable que el que debieron gozar nuestros grupos epipaleoM. A. Mateo
137
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
líticos. Estos g/wi, organizados en bandas reducidas, controlan un territorio muy amplio, con una adecuada racionalización de los recursos,
según la temporada. Así, los Kxaotwe controlan con apenas un grupo
total de 64 individuos un territorio de más de 1000 km2, mientras que
los Hoyas Piper habitan una región de más de 750 km2 con apenas 53
miembros en el grupo (Silberbauer, 1983). Asimismo, durante la
mayor parte del año, estas bandas se disgregan en entidades menores,
incluso de hogares, distribuyéndose por todo el territorio que tienen
bajo su control. Cabe pensar, con la prudencia mínima que exige toda
etnografía comparada, que nuestros grupos del Epipaleolítico también
pudieron desarrollar estrategias parecidas, enfocadas a la obtención del
máximo aprovechamiento de los recursos disponibles. Además, contamos con los antecedentes de las bandas paleolíticas, que ya desde
fechas solutrenses desarrollan prácticas de racionalización en lo que a
la caza de refiere, tendentes a mantener el equilibrio necesario entre
recursos y gasto para no llegar a los umbrales de caza, lo que garantiza
la pervivencia del grupo (Quesada, 1998).
Relacionada también con este apartado temático, la presencia de
determinados objetos en los frisos levantinos ha servido también
como apoyo para invalidar su edad epipaleolítica. En concreto, se
hace referencia a algunos tipos de puntas de flecha y, sobre todo, de
brazaletes (fig. 4), de los que se dice que no pueden ser anteriores al
Neolítico (Hernández y Martí, 2000-2001).
Al respecto, aunque nosotros mismos efectuado análisis etnográficos de las representaciones (Mateo, 1993), que incluyen una clasificación tipológica de los objetos pintados, hemos de reconocer la fragilidad de las conclusiones a las que podemos llegar en esos estudios, sobre
todo porque en modo alguno creemos posible dar a las propias pinturas tal grado descriptivo. No podemos olvidar que el arte levantino es
un arte anónimo, en el que se representan individuos y animales en
tanto que forman parte de un colectivo, pero no se individualiza a ninguno de ellos por encima de los demás. Ni siquiera en escenas tan significativas como son las de enfrentamiento bélico es posible individualizar la figura de un supuesto jefe. Así por ejemplo, siendo las figuras de
arqueros de las más representativas dentro del ciclo levantino, en ocasiones nos encontramos con arqueros en los que el arma aparece
incompleta, faltándole la cuerda, o incluso muestra unas líneas rectas
que imponen ciertas reservas a la hora de leerlo como tal arco.
Además, brazaletes u otros elementos de adorno como los lazos,
entre otros objetos, a tenor de lo que vemos en las representaciones,
bien pudieron estar elaboradas en fibras vegetales o cuero. En lo que
respecta a las reseñadas puntas de flecha, los tipos mostrados no son
en absoluto representativos en el arte levantino, más bien al contrario, deben ser catalogalos como muy excepcionales.
138
2 • 2005
En la controversia de…
Figura 4. Detalle del brazalete de un arquero de La Sarga I. (Fotografía tomada de V.
Villaverde, I. Domingo y E. López, 2002).
Por ello, pensamos que es este un argumento demasiado débil
por sí mismo para datar las pinturas. Quizás lo aconsejable sea no
forzar las conclusiones a las que podemos llegar a partir de las taxonomías establecidas, de validez muy limitada.
2. La hipótesis neolítica
La relación formal establecida entre las figuras impresas en dos fragmentos de la Cova de l’Or y las representaciones levantinas sigue
siendo hoy día uno de los puntos de apoyo aparentemente más sóliM. A. Mateo
139
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
do de quienes defienden la relación del arte levantino con los grupos productores neolíticos. Este argumento va acompañado de la
superposición cromática de arte levantino sobre macroesquemático
en el Abrigo de la Sarga I y posiblemente en el Barranco de Benialí,
y de un aparente vacío poblacional epipaleolítico en fechas precardiales en las tierras centro-meridionales valencianas.
No obstante, la distinta valoración de todos estos elementos de
referencia propicia que dentro de la que podemos denominar como
“tesis neolitista” coexistan también diversas posturas. De una parte,
quienes abogan por una cronología neolítica pero vinculan el arte
levantino a los últimos grupos de cazadores y recolectores epipaleolíticos inmersos en pleno proceso de aculturación (Fortea y Aura,
1987; Utrilla, 2002), y, de otra, la de quienes, rechazada cualquier
relación con lo Epipaleolítico, consideran al arte levantino un hori-
Figura 5. Presuntos paralelos cerámicos “levantinos”: 1-3, Cova de l’Or; 4, Cova de la
Sarsa (Fotografías y dibujo tomados de B. Martí y J. Juan-Cabanilles, 2002).
140
2 • 2005
En la controversia de…
zonte estético de edad neolítica, cuyos autores son grupos ya plenamente productores (Hernández y Martí, 2000-2001; Fairén y
Guilabert, 2002-2003; Molina et alii, 2003; García et alii, 2004).
Sin embargo, como justificaremos, los argumentos en que se
sustentan una y otra, creemos que no son lo suficiente probatorios
y, sobre todo, no anulan una posible filiación de lo levantino con los
grupos epipaleolíticos, los anteriores incluso al proceso aculturador
que parece revelar el modelo dual de la neolitización.
Acerca de la relación establecida entre la decoración cerámica de
la Cova de l’Or, de cronología neolítica conocida, y el arte levantino
son varios los aspectos que nos obligan a su reconsideración (fig. 5).
De una parte, la morfología de las figuras en ellos impresas
muestra una lejanía formal tan acusada respecto de lo levantino que
incluso los propios investigadores que los propusieron, conscientes
de ello, trataron de justificarlo a partir de la rigidez y el esquematismo que impone el soporte cerámico y la técnica impresa (Martí y
Hernández, 1988). Pero su marcado esquematismo, la preeminencia de los ángulos rectos para definir las distintas partes corporales,
los trazos minúsculos empleados para indicar las extremidades y su
desproporción respecto al cuerpo del animal, el aspecto general de
las figuras y la manera de cubrir su espacio interior, son rasgos que,
a nuestro juicio, no se pueden explicar únicamente por las diferencias en el soporte o del proceso técnico seguido, alejándolas de los
conceptos de representación propios del estilo levantino, e incluyéndolos, antes bien, entre los modelos del horizonte esquemático.
Asimismo, aunque aceptáramos hipotéticamente la identidad
levantina de estos motivos, tampoco podemos dejar pasar por alto
el hecho de que en estos últimos años han sido numerosos los yacimientos neolíticos que han aportado fragmentos cerámicos decorados con signos y esquemas variados, todos ellos relacionables sin
mayores dificultades con figuras del estilo esquemático, pero ninguno de ellos ha proporcionado más ejemplos que podamos paralelizar con las representaciones parietales levantinas. Es cierto que se ha
querido sumar a esos primeros ejemplos alguno más. En concreto,
se ha llegado a identificar a “varias figuras humanas de cabeza triangular y tocado de tres plumas que parecen danzar con los brazos en
alto y entrelazados” en un fragmento de la propia Cova de l’Or
(Martí y Juan-Cabanilles, 2002: 156), y un presunto árbol en un
fragmento cerámico de la Cova de la Sarsa, relacionada incluso con
los árboles de la escena de vareo de La Sarga de Alcoy (Martí y JuanCabanilles, 2002). Con muchas reservas, para los primeros podríamos aceptar la identidad humana de lo representado si lo vinculamos al ciclo esquemático, pero hacerlo al horizonte levantino nos
parece, cuanto menos, un exceso arbitrario ya que no admiten la
M. A. Mateo
141
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
más mínima comparación formal con lo levantino, así como tampoco la admite el apuntado árbol de La Sarsa.
Así las cosas, teniendo en cuenta que el número total de yacimientos levantinos supera los 600 abrigos y que, por su parte,
muchos son los yacimientos neolíticos que han aportado arte mueble en cerámica, cabría pensar que los paralelos para las representaciones levantinas en este soporte mueble deberían ser también más
abundantes y no circunscribirse a los dos únicos fragmentos de la
Cova de l’Or. Es más, somos de la opinión de que si la autoría del
arte levantino fuera de los grupos neolíticos, sin duda nos encontraríamos con más ejemplos, y sobre todo más diáfanos, desarrollados
en otros soportes además del rupestre, como la cerámica, tal y como
sucede cuando nos referimos al estilo esquemático y, en menor
medida, al macroesquemático.
Figura 6. Supuestos paralelos macroesquemáticos: 1-2, Abrigo de Barfaluy, según V.
Baldellou; 3, Coquinera de Obón, según Mª J. Perales y J.V. Picazo.
142
2 • 2005
En la controversia de…
Tampoco debemos pasar por alto los problemas estratigráficos
de la Cova de l’Or ya que, procedentes de los mismos sectores y
capas, fechados en el Neolítico antiguo, encontramos fragmentos
decorados con figuras de antropomorfos, de soliformes, de zig-zags
o de estos supuestos animales y hombres “levantinos” precitados,
que según el caso se han asociado a los ciclos macroesquemático,
esquemático o levantino. Frente a ello, por el contrario, también han
aparecido trozos de una misma vasija repartidos en diversas capas e,
incluso, en distintos sectores (Torregrosa y Galiana, 2001), lo que
evidencia esas significativas alteraciones estratigráficas.
Parece claro, pues, que toda esta decoración forma parte de un
mismo corpus iconográfico de concepción esquemática, en la que, no
sin problemas, podríamos escindir un reducido grupo de motivos
que emparentar con lo macroesquemático, que, en nuestra opinión,
se nos presenta de forma clara como una variación formal, con carácter muy local, de lo propiamente esquemático. Y ello a pesar de que
se busquen paralelos macroesquemáticos fuera de su área regional de
desarrollo en motivos parietales claramente esquemáticos como son
los antropomorfos en actitud orante de la Coquinera de Obón, los
personajes de dedos muy marcados y grandes de Barfaluy o los serpentiformes de yacimientos como Remosillo, Dª Clotilde o Mallata
entre otros (Utrilla y Calvo, 1999), lo que, de otra parte, no sería
extraño puesto que forman parte del un mismo sustrato Neolítico
antiguo (fig. 6). O aunque también se mencione más tímidamente
una posible identidad macroesquemática para diversos motivos serpentiformes del Abrigo de Roser, Los Gineses e, incluso, para los de
la Cueva de la Araña y la Cueva de la Vieja (Hernández y Martí, 20002001), identidad que, en este caso, resulta aún más discutible.
Otro de los pilares de la “tesis neolítica” para el arte levantino es
el de la sobreposición cromática de varios motivos levantinos sobre
otras tantas figuras del estilo macroesquemático, circunstancia que
sólo acontece, por el momento, en el panel 2 del abrigo I de La Sarga
de Alcoy y, aunque no hay sobreposición propiamente dicha, en el
Barranco de Benialí, en donde una figura levantina ocupa parcialmente el espacio de un desconchado de la roca que ha destruido un
serpentiforme macroesquemático (fig. 7). Estos dos únicos casos
han servido para otorgar una cronología neolítica a todo el horizonte levantino.
Sin embargo, si consideramos que el macroesquematismo abarca
por el momento un espacio geográfico reducido, como son las
comarcas alicantinas de la Marina Alta y El Comtat, es razonable pensar que estas sobreposiciones pueden ser sólo evidencia de que en
esta área concreta ambos estilos, o bien convivieron durante un
periodo de tiempo determinado, o también que lo levantino tuvo
M. A. Mateo
143
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
Figura 7. Arte levantino sobre motivos macroesquemáticos: 1, Barranco de Benialí; 2,
Abrigo de la Sarga I. Según M. S. Hernández, P. Ferrer y E. Catalá.
una pervivencia mayor. Dada la cronología neolítica temprana de lo
macroesquemático, esta superposición por sí misma no invalida la
posibilidad de que podamos llevar el estilo levantino a fechas anteriores a ese Neolítico antiguo, emparentándolo de esta forma con los
grupos epipaleolíticos, bien como tales grupos epipaleolíticos o, si se
quiere, como grupos retardatarios no neolitizados (Mateo, 2002).
Es más, dado lo reducido de la muestra pensamos que resulta
hasta cierto punto aventurado proponer una cronología más tardía
para todo el estilo levantino tomando como punto de apoyo esas
únicas superposiciones cromáticas.
Es aquí donde entra en juego otro de los elementos de referencia de la hipótesis neolitista incorporado en estos últimos años a la
discusión, el de un vacío poblacional de las comarcas centro-meridionales valencianas en la etapa pre-cardial. Los trabajos arqueoló144
2 • 2005
En la controversia de…
gicos desarrollados en yacimientos como el Tossal de la Roca, Santa
Maira, Collado o Abric de la Falguera parecen indicar que con anterioridad al 5600 a.C. hay una etapa de abandono previa a la llegada
de los primeros influjos neolíticos que se implantarían, por tanto,
en un área deshabitada (Hernández y Martí, 2000-2001; Martí y
Juan-Cabanilles, 2002; Bernabeu et alii, 2002; Fairén y Guilabert,
2002-2003). Con esta premisa, y tendiendo en cuenta las sobreposiciones cromáticas de La Sarga y Barranco de Benialí, se acepta que
todos los horizontes estéticos, a saber el macroesquemático, el
esquemático y el levantino, deben de ser, por lógica, de cronología
neolítica (Martí y Juan-Cabanilles, 2002; Molina et alii, 2003; García
et alii, 2004; Fairén y Guilabert, 2002-2003).
Damos por probado que las investigaciones desarrolladas en esa
comarca han servido, entre otras, cosas para descartar que ese desierto poblacional en fechas anteriores al 5600 a.C. no se debe a su
vez a un vacío de la investigación. Pero no es menos cierto que los
trabajos sistemáticos efectuados en otros sectores afectados por el
arte levantino sí han permitido ir llenando las ausencias hasta ahora
existentes sobre poblamiento epipaleolítico. Sirvan de ejemplo los
casos de la comarca murciana de las tierras altas de Lorca en la que
se localizan los conjuntos levantinos del Abrigo del Mojao y del
Abrigo de las Covaticas I (Mateo, 1999) y en donde parecía existir un
importante hueco en lo que se refiere a la cultura material en general, o la cuenca del río Zumeta, frontera administrativa entre Jaén y
Albacete. En Lorca, los trabajos de prospección llevados a cabo desde
1995 han pemitido localizar diversos enclaves epipaleolíticos en las
proximidades de los conjuntos pintados (Martínez Rodríguez,
1995), mientras que en el Zumeta, en donde se localizan hasta 20
abrigos pintados esquemáticos y levantinos, y donde sólo conocíamos un par de asentamientos mal definidos, las prospecciones desarrolladas por G. Rodríguez (1997) han revelado un rico poblamiento sin solución de continuidad desde fechas paleolíticas.
Paradigmático es también el caso aragonés, en el que las investigaciones de campo realizadas en estos últimos años por V. Baldellou
(2001) y otros investigadores (Utrilla y Calvo, 1999), han puesto de
relieve la estrecha relación que parece existir entre yacimientos epipaleolíticos y arte levantino, por un lado, y yacimientos neolíticos y
arte esquemático, por otro. Lugares como Els Secans, en donde hay
arte levantino y un único nivel epipaleolítico geométrico con algunos elementos exóticos como son dos granos de polen de cereal y
unos pocos fragmentos cerámicos, Huerto Raso, con pintura esquemática y un nivel neolítico puro, Dª Clotilde, con nivel también
neolítico y arte esquemático, o el Abrigo de Remosillo, con pintura
esquemática y niveles neolíticos desde una fase antigua, deben ser
M. A. Mateo
145
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
interpretados como prueba de esa relación manifestada entre arte
rupestre y cultura material. En Murcia, paradigmático, entre algún
otro, resulta el caso de los Abrigos del Pozo de Calasparra, en el que
encontramos representadas medio centenar de figuras esquemáticas
y en donde, al margen de un nivel del Paleolítico superior y otro de
época medieval islámica, destaca un nivel del Neolítico antiguo que
entre los restos materiales proporcionó numerosos trozos de pigmento mezclados entre el sedimento (Martínez Sánchez, 1994).
También nos parece significativo el caso del estrecho de los
Almadenes de Cieza, en Murcia, en el que conocemos una quincena
de estaciones pintadas de estilo esquemático, y en donde los trabajos de prospección desarrollados permitieron documentar un rico
poblamiento neolítico (Salmerón, Lomba y Cano, 2000). Cuanto
menos, llama la atención la ausencia de arte levantino, por un lado,
y de poblamiento epipaleolítico, por otro.
En cualquier caso, y referido al sector centro-meridional valenciano, en ningún momento se explican las causas que pudieron provocar ese vacío poblacional en esta área tan concreta, lo que no se
corresponde con la secuencia de otros lugares como el Bajo Aragón o
el área norteña valenciana, en donde tras la fase A epipaleolítica se
constata incluso, y así lo reconocen los mismos autores (García et alii,
2004) un acrecentamiento del poblamiento durante la fase B.
Además, el carácter local del hecho revela que éste vacío no está originado por un fenómeno general. Ante la ausencia de la fase B,
¿hemos de suponer el desarrollo de movimientos migratorios a gran
escala? Estaríamos hablando de que a mediados del VI milenio a.C.
se abandona una zona muy concreta, por razones aún desconocidas
pero que siempre tendrán que tener un carácter local, y que en cualquier caso no podremos justificar por la llegada de las nuevas poblaciones foráneas, que arribarán hasta aquí más tarde, cuando el área
esté ya deshabitada. Un abandono que dura unos 700 años si nos atenemos a las datas proporcionadas por el Abric de la Falguera, en el
que el último nivel cultural de filiación epipaleolítica se fecha en
5250 a.C. (7200 ± 40 B.P.), mientras que la primera ocupación del
Neolítico lo hace en 4560 a.C. (6510 ± 70 B.P.) (Molina et alii, 2003).
Asimismo, ese desierto poblacional es aún más reducido de lo
expresado puesto que para alguno de los sectores señalados, como
los de Castellón, los trabajos de prospección desarrollados por
miembros del Museo de la Valltorta, sí han documentado un destacado poblamiento epipaleolítico (Guillén y Martínez, 2004).
Incluso en el propio Tossal de la Roca, paradigma de la despoblación, se ha apuntado que el nivel superficial, que contiene apenas
tres fragmentos de cerámica, es por la industria lítica y por los restos
óseos de fauna, un nivel de clara continuidad con el nivel inferior
146
2 • 2005
En la controversia de…
propio de la fase A del Epipaleolítico geométrico (Guillén y
Martínez, 2004).
Por otra parte, no entramos a valorar cuestiones reseñadas por
otros investigadores, como el carácter erosivo del contacto entre
estos los dos niveles en el Tossal de la Roca, semejante al constatado
en otros yacimientos como los de la Cova de les Cendres de Teulada
(Alicante), la Cova Bolumini de Beniarbeig (Alicante) o Cova de
Mallaetes de Bax (Valencia), lo que podría explicar el vacío poblacional. En todos esos lugares, los momentos no documentados se
corresponden con las fases iniciales del periodo Atlántico, en las que
hay un incremento de las precipitaciones (Fumanal, 1995), que por
lo atemporal de la orografía en estas comarcas valencianas debieron
aquí ser superiores, con los consiguientes procesos erosivos a ellas
asociados (Guillén y Martínez, 2004). Quizá el poblamiento no evidenciado sí existió pero no se ha conservado.
Llegados a este punto, hagamos el siguiente planteamiento teórico: el arte levantino de la “zona despoblada” se asocia, al igual que el
de otras comarcas donde no hay tal ruptura poblacional, a los grupos
epipaleoliticos desde la denominada fase A. Ello obligaría a explicar
la sobreposición cromática del Abrigo de la Sarga I, para lo que,
teniendo en cuenta la cronología neolítica muy temprana de lo
macroesquemático y la continuidad de poblamiento fase A-fase B en
los sectores periféricos, este arte levantino bien podría ser el resultado de una “incursión” puntual y ocasional de grupos no productores
en ese territorio cardial, con la intención, por ejemplo, de recuperar
simbólicamente ese territorio, lo que se consigue pintando encima de
lo nuevo, de lo extraño. El carácter ocasional de esa eventual penetración en zona cardial podría explicar también la escasez de ejemplos de este tipo de sobreposiciones cromáticas, reducida en verdad a
estos únicos abrigos de La Sarga I y Benialí. En el supuesto de que el
arte levantino se asociara a grupos productores, ya implantados y
extendidos por la zona tras ese primer momento Neolítico antiguo,
es lógico pensar que esas superposiciones de motivos levantinos
sobre los anteriores macroesquemáticos deberían ser también más
frecuentes.
En todo momento debemos tener presente que cuando nos referimos al área central y meridional valenciana, nos encontramos con
diversos elementos que son excepcionales. A saber, un supuesto
vacío poblacional en el tránsito del Epipaleolítico al Neolítico, vacío
que no documentamos, antes al contrario, en otras zonas, y la presencia de un estilo parietal pintado, el macroesquemático, que sólo
se registra en apenas una veintena de abrigos de ese mismo área, y
no en otros lugares, aún cuando se quieran forzar paralelos formales con motivos de conjuntos como el Abrigo de Roser (Millares),
M. A. Mateo
147
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
Tío Modesto (Henarejos), la Cueva de la Araña (Bicorp) o la Cueva
de la Vieja (Alpera), entre algún otro, o se vincule la decoración cerámica cardial de yacimientos como la Cova de l’Or de Sant Feliu de
Llobregat o la Cova Gran de Collbató de Monserrat (Martí y JuanCabanilles, 2002), lo cual resultaría hasta lógico puesto que estamos
hablando de un mismo sustrato cultural neolítico.
Por todo ello, nos hemos de reafirmar en la posibilidad, ya
expresada, de que lo que denominamos arte macroesquemático sólo
sea una variedad muy local del fenómeno artístico propiamente
neolítico que es el esquemático, que sí muestra un carácter de universalidad más acorde con la dualidad que apreciamos entre arte
parietal y paralelos mueble en los sectores neolitizados, incluida el
área valenciana. En este mismo contexto se encuadrarían los ejemplos aragoneses y catalanes citados. Por otro lado, debemos recordar
la unidad estratigráfica de todos los materiales cerámicos procedentes de la Cova de l’Or de Beniarrés (Torregrosa y Galiana, 2001),
cuyos motivos ornamentales han sido relacionados según el caso
con lo macroesquemático, con lo esquemático, e incluso, con lo
levantino, relación esta última ya comentada y rechazada por falta
de argumentos formales sólidos.
Una vez más hemos de incidir en el hecho constatado de que la
llegada del Neolítico cardial a la zona no debió ser el único factor
que originara el nacimiento del macroesquematismo, puesto que
hay otras zonas nucleares de arribada de lo neolítico como son las
comarcas litorales y prelitorales catalanas, centradas en torno al
curso medio y bajo del río Llobregat (Bernabeu, 1996), y también
sectores andaluces de la costa de Málaga y del Bajo Guadalquivir, e
incluso en Portugal (Martí y Juan-Cabanilles, 1997), en las que no
se desarrolló arte rupestre macroesquemático, pero sí esquemático,
en alguna de ellas levantino, y en todas, cerámicas decoradas con
motivos esquemáticos propios del Neolítico antiguo. Es más, lugares como el Alto Aragón proporcionan fechas más antiguas para el
Neolítico que el área valenciana. El neolítico “puro” del yacimiento
de Chaves (Bastarás, Huesca) se fecha en 4820 a.C., e incluso el neolítico aculturado del yacimiento de Forcas es aún más antiguo, se
data en 4990 a.C. (Baldellou y Utrilla, 1999). Frente a ellos, por
ejemplo, el neolítico de la Cova de l’Or se fecha en 4770 a.C. (Martí,
1978) y en el ya citado Abric de la Falguera (Alcoy) lo hace en 4560
a.C. También la Cueva del Nacimiento de Pontones, en el Alto
Segura, en donde el Neolítico también es aculturado, ha dado fechas
más antiguas que las del núcleo valenciano, 4830 a.C. (Asquerino y
López, 1981; Rodríguez, 1979).
Creemos que todo ello incide en el carácter local del estilo parietal macroesquemático, que por el momento hay que explicar, como
148
2 • 2005
En la controversia de…
decíamos, como una variación de lo propiamente neolítico, el horizonte esquemático. En el estado actual de conocimientos y dados los
numerosos interrogantes planteados, nos parece demasiado arriesgado vincular el origen de todo el arte rupestre postpaleolítico a partir de la zona cardial valenciana y de lo macroesquemático.
3. A modo de conclusiones
Con el panorama general esbozado, seguimos pensando que no hay
argumentos suficientemente sólidos como para descartar una filiación epipaleolítica del arte levantino, más bien al contrario si tenemos en cuenta que el fenómeno esquemático tiene sus inicios bien
fechados en el Neolítico antiguo, manteniéndose con sucesivas adiciones y variaciones durante todo el Neolítico y llegando sin solución de continuidad hasta la Edad del Bronce.
No obstante, se siguen obviando estas consideraciones y se fija el
nacimiento del estilo levantino en etapas del Neolítico medio, dada
la imposibilidad de asociarlo al Neolítico antiguo, cuya dimensión
ideológica y artística ya está bien cubierta con los estilos esquemático y macroesquemático, justificándolo entonces a partir de eventuales cambios sociales y de estructuración espacial del territorio, con el
abandono de antiguos lugares de habitación, la reorientación funcional de otros o la proliferación de cuevas ocupadas relacionadas
con niveles de corral (García et alii, 2004; Molina et alii, 2003).
Sin embargo, con ser importantes estos cambios, en nuestra opinión no son tan profundos y traumáticos como para explicar el nacimiento de un arte completamente nuevo como es el levantino, tan
dispar respecto de los estilos supuestamente anteriores esquemático
y macroesquemático propios del Neolítico antiguo. Máxime cuando
en ningún momento del proceso neolítico se abandona el esquematismo como forma gráfica de expresión, tal y como demuestra la pervivencia y el acrecentamiento de motivos en el repertorio iconográfico, pintado rupestre y de arte mueble, principalmente el grabado
en cerámicas. En este sentido, en alguna ocasión nos hemos manifestado también en contra de la posibilidad de que un mismo grupo
humano tenga dos corrientes de expresión tan distintas como son el
arte levantino y el esquemático (Mateo, 2002, 2003).
Ni siquiera podemos aceptar la idea planteada de que el arte
levantino es fruto de una antigua interacción entre los grupos de
cazadores y recolectores epipaleolíticos y los nuevos grupos productores. En ese proceso se iría gestando una nueva sociedad de economía productora pero que recoge valores sociales de los antiguos grupos depredadores, como la caza. De esta forma, esta actividad ganaría en valor social lo que pierde en valor económico. El arte levantiM. A. Mateo
149
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
no, creado por los propios productores neolíticos, se encargaría de
reflejar ese nuevo valor social de la caza y estaría orientado a una
audiencia muy concreta (Fairén y Guilabert, 2002-2003), la de los
“nostálgicos” de la etapa de los cazadores y recolectores. Sobre el
particular, el rico contenido temático del arte levantino invalida
dicha propuesta, que tal vez podría ser defendible para un momento inicial de esos contactos entre ambas sociedades y entidades económicas, pero no para momentos en que lo depredador como base
de la economía ni siquiera debió ser un vago recuerdo. Además, esa
interacción, motor que presumiblemente impulsa el nacimiento de
lo levantino, debió producirse en otras regiones, ya que para las
comarcas meridionales valencianas se ha propuesto un vacío poblacional en fechas anteriores a la llegada de los primeros neolíticos y,
lógicamente, sin contactos difícilmente puede haber interacción.
Por nuestra parte, y desde nuestro modelo de adscripción cronológica y cultural para el arte levantino, sí defendemos la existencia de contactos para los momentos finales del arte levantino y los
iniciales de lo esquemático. Prueba de esos contactos son las cada
vez más numerosas sobreposiciones cromáticas que documentamos
entre motivos de uno y otro estilo.
Figura 8. Arte esquemático sobre levantino. Molino de
Juan Basura, de Nerpio.
150
2 • 2005
En la controversia de…
Dejando de lado aquellas covachas en las que motivos de ambos estilos conviven compartiendo un mismo espacio de representación, cuyo
número es considerable, representaciones esquemáticas sobre figuras
levantinas las documentamos en la Cueva de la Vieja de Alpera, en los
Cantos de Visera II de Yecla, en el Molino de Juan Basura, en la Solana de
las Covachas III y V de Nerpio, en el Cortijo de Sorbas I de Letur, en el
Abrigo de la Risca I de Moratalla, en la Cañada de Marco de Alcaine, en la
Cueva de Regacens, el Abrigo de Labarta LI y el Barranco de Arpán en
Asque-Colungo, en el Abric de les Torrudanes de La Vall d’Ebo, en el
Barranc de la Carbonera II en Beniatjar, en la Hoz de Vicente de Minglanilla
Figura 9. Arte levantino sobre arte esquemático. Barranc de la
Palla, de Tormos. (Fotografía tomada de M. S. Hernández, P. Ferrer
y E. Catalá, 1998).
o en la Tabla del Pochico en Aldeaquemada, entre otros (fig. 8). A éstos
habría que sumar esos conjuntos en los que se han representado, en algún
caso infrapuestos a lo levantino, aquellos motivos serpentiformes relacionados por algún investigador con el macroesquematismo (Hernández y
Martí, 2000-2001), como pasa en la Cueva de la Araña de Bicorp.
M. A. Mateo
151
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
Figura 10. Abrigo del Tío Modesto, de Henarejos. Detalle. (Fotografía tomada de M. S.
Hernández, P. Ferrer y E. Catalá, 2001).
Por su parte, ejemplos de figuras levantinas sobrepuestas a motivos esquemáticos, más escasos en verdad, los vemos en el Barranc de
la Palla en Tormos, en los Cantos de Visera II de Yecla, en el Racó de
Gorgori V en Castell de Castells, en los Chaparros de Albalate del
Arzobispo y en la Solana de las Covachas IX y Abrigo del Barranco
Bonito, en Nerpio (fig. 9). A éstos habría que anexar también los casos
de arte levantino sobre macroesquemático del Abrigo de la Sarga I y el
Barranco de Benialí, dado que el primer esquematismo y el macroequematismo comparten una misma cronología del Neolítico antiguo.
Compleja hasta el extremo, pero muy ilustrativa sobre el apartado
que reseñamos, se nos presenta la secuencia evolutiva del Abrigo del
Tío Modesto de Henarejos (Cuenca) en donde constatamos superposiciones de levantino sobre esquemático pero también de este último
sobre los motivos naturalistas (fig. 10), producto de las cuatro fases
documentadas en el panel (Hernández, Ferrer y Catalá, 2001).
Todas estas superposiciones manifiestan de forma clara la existencia de una etapa de convivencia, seguramente no muy prolongada, de los dos horizontes artísticos, etapa que, de acuerdo con los
modelos de adscripción cultural que proponemos para cada estilo,
podríamos vincular con el proceso de neolitización de las últimas
comunidades epipaleolíticas de facies geométrica de la vertiente
mediterránea peninsular.
La aculturación de estos grupos de cazadores y recolectores
supondrá la desaparición definitiva del estilo levantino como vehí152
2 • 2005
En la controversia de…
culo de expresión de unas creencias asociadas a un modelo social y
económico caduco, el de los cazadores y recolectores epipaleolíticos,
al tiempo que se iniciará la expansión y generalización del fenómeno esquemático, asociado a las novedosas corrientes sociales, económicas y espirituales que conlleva la forma de vida neolítica.
Se ha planteado el interrogante de que si los epipaleolíticos son
los responsables del arte levantino, ¿por qué no hay arte levantino
en regiones como el Alto Ebro (Álava y Navarra) donde la ocupación
en el Epipaleolítico reciente es intensa y en donde hay una relación
de influencias con el área mediterránea? (García et alii, 2004).
Podríamos intentar explicarlo en función de condicionantes de un
medio físico distinto, que impone estructuras de aprovechamiento
diferentes y quizás producciones simbólicas propias, pero como
todo ello es, en el estado actual de los conocimientos algo hipotético, deberemos incluir esa interrogante en el mismo lugar en el que
situamos aquella otra que busca conocer por qué no hay arte macroesquemático en otras zonas de neolitización antigua o, también, con
la que intenta saber por qué no hay arte levantino en lugares plenamente neolitizados dentro de la Península Ibérica, si debemos de
aceptar que éste es un estilo de autoría estrictamente neolítica.
4. Bibliografía
ASQUERINO, M. D. y LÓPEZ, P. (1981): “La Cueva del Nacimiento
(Pontones)”. Trabajos de Prehistoria 38: 109-152. Madrid.
BALDELLOU MARTÍNEZ, V. (2001): “Art Rupestre a l’Aragó: noves
línies d’investigació”. Cota Zero 16: 85-95. Barcelona.
BALDELLOU MARTÍNEZ, V. y UTRILLA, P. (1999): “Arte rupestre y
cultura material en Aragón: presencias y ausencias, convergencias y divergencias”. Bolskan 16: 21-37. Huesca.
BELTRÁN MARTÍNEZ, A. (1989): Ensayo sobre el origen y significado
del arte rupestre prehistórico. Zaragoza.
BERNABEU, J. (1996): “Indigenismo y migracionismo. Aspectos de
la neolitización en la fachada oriental de la Península Ibérica”,
Trabajos de Prehistoria 53 (1): 37-54. Madrid.
BERNABEU, J.; OROZCO, T. y DIEZ, A. (2002): “El poblamiento
neolítico: desarrollo del paisaje agrario en Les Valls de ‘Alcoi”. En
M. S. HERNÁNDEZ y J. Mª SEGURA (coords): La Sarga: arte
rupestre y territorio: 171-184. Alicante.
FAIRÉN JIMÉNEZ, S. y GUILABERT MAS, A. P. (2002-2003): “El neolítico en las comarcas centro-merionales valencianas: matices sobre
el modelo dual”. Recerques del Museu d’Alcoi 11/12: 9-26. Alicante.
FORTEA PÉREZ, F. J. (1974): “Algunas aportaciones a los problemas
del arte levantino”. Zéphyrus XXV: 225-257. Salamanca.
M. A. Mateo
153
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
FORTEA, F.J. y AURA, J.E. (1987): “Una escena de vareo en La Sarga
(Alcoy). Aportaciones a los problemas del Arte Levantino”.
Archivo de Prehistoria Levantina XVII: 97-120. Valencia.
FUMANAL, M. P. (1995): “Los depósitos cuaternarios en cuevas y
abrigos. Implicaciones sedimentológicas”. El Cuaternario en el
País Valenciano: 105-124. Valencia.
GARCÍA, O.; MOLINA, L. y GARCÍA, Mª R. (2004): “El arte levantino y el proceso de neolitización en el arco mediterráneo peninsular: el contexto arqueológico y su significado”. Archivo de
Prehistoria Levantina XXV: 61-90. Valencia.
GUILAINE, J. y ZAMMIT, J. (2002): El camino de la Guerra. La violencia en la Prehistoria. Ariel. Barcelona.
GUILLÉN, P. y MARTÍNEZ, R. (2004): “Las figuras humanas del abrigo del Barranco Hondo en el contexto del Arte Levantino del
Bajo Aragón-Maestrazgo”. En P. UTRILLA y V. VILLAVERDE
(coords.): Los grabados levantinos del Barranco Hondo. Castellote
(Teruel): 105-122. Teruel.
HERNÁNDEZ PÉREZ, M. A. (1992): “Arte rupestre en la región central del Mediterráneo peninsular”. Aragón/Litoral Mediterráneo:
intercambios culturales durante la Prehistoria: 141-159. Zaragoza.
HERNÁNDEZ PÉREZ, M. S. y MARTÍ OLIVER, B. (2000-2001): “El
arte rupestre de la fachada mediterránea: entre la tradición epipalelítica y la expansión neolítica”. Zéphyrus LIII-LIV: 241-265.
Salamanca.
HERNÁNDEZ, M. S.; FERRER, P. y CATALÁ, E. (1994): “L’Art
Macroesquemàtic. L’albor d‘una nova cultura. Centre d’Estudis
Constestans. Alicante.
HERNÁNDEZ, M. S.; FERRER, P. y CATALÁ, E. (1998): L’Art Llevantí.
Centre d’Estudis Constestans. Alicante.
HERNÁNDEZ, M. S.; FERRER, P. y CATALÁ, E. (2001): “El Abrigo del
Tío Modesto (Henarejos, Cuenca)”. Panel 1: 106-119. Sevilla.
LLAVORI DE MICHEO, R. (1988-1989): “El arte postpaleolítico levantino de la Península Ibérica. Una aproximación cultural al problema de sus orígenes”. Ars Praehistorica 7-8: 145-156. Barcelona.
MARTÍ, B. (1978): “Cova de l’Or (Beniarrés, Alicante). Nuevos datos
sobre el Neolítico del este peninsular”. Carbono 14 y Prehistoria de
la Península Ibérica: 57-60. Madrid.
MARTÍ, B. y HERNÁNDEZ, M. S. (1988): El Neolitic valencià. Art rupestre i cultura material. Servicio de Investigación Prehistórica. Valencia.
MARTÍ, B. y JUAN-CABANILLES, J. (1997): “Epipaleolíticos y Neolíticos:
población y territorio en el proceso de neolitización de la Península
Ibérica”. Espacio, Tiempo y Forma. Serie I, 10: 215-264. Madrid.
MARTÍ, B. y JUAN-CABANILLES, J. (2002): “La decoració de les ceràmiques neolítiques i la seua relació amb les pintures rupestres
154
2 • 2005
En la controversia de…
dels Abrics de la Sarga”. En M. S. HERNÁNDEZ y J. Mª. SEGURA
(coords.): La Sarga: arte rupestre y territorio: 147-170. Alicante.
MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, A. (1995): “El pasado prehistórico, antiguo y medieval de la comarca de Lorca”. Diputaciones lorquinas,
Murcia.
MARTÍNEZ SÁNCHEZ, C. (1994): “Nueva datación de C-14 para el
Neolítico de Murcia: los Abrigos del Pozo (Calasparra)”. Trabajos
de Prehistoria 51 (1): 157-161. Madrid.
MATEO SAURA, M. A. (1992): “Reflexiones sobre la representación
de actividades de producción en el arte rupestre levantino”.
Verdolay. Revista del Museo de Murcia 4: 15-20. Murcia.
MATEO SAURA, M. A. (1992-1993): “Acerca de los signos reticulares
de Cantos de Visera. Yecla (Murcia)”. Yakka 4: 9-13. Murcia.
MATEO SAURA, M. A. (1993): “Rasgos etnográficos del arte rupestre
naturalista en Murcia”. Espacio, Tiempo y Forma. Serie I, 6: 61-96.
Madrid.
MATEO SAURA, M. A. (1996): “Las actividades de producción en el
arte rupestre levantino”. Revista de Arqueología 185: 6-13.
Madrid.
MATEO SAURA, M. A. (1999): Arte rupestre en Murcia. Noroeste y
Tierras Altas de Lorca, KR. Murcia.
MATEO SAURA, M. A. (2001): “Arte levantino adversus pintura esquemática: puntos de encuentro y divergencias entre dos horizontes
culturales de la Prehistoria peninsular”. Quaderns de Prehistoria i
Arqueologia de Castelló 22: 183-211. Castellón de la Plana.
MATEO SAURA, M. A. (2002): “La llamada “fase pre-levantina” y la
cronología del arte rupestre levantino. Una revisión crítica”.
Trabajos de Prehistoria 59 (1): 49-64. Madrid.
MATEO SAURA, M. A. (2003a): Arte rupestre prehistórico en Albacete.
La cuenca del río Zumeta, Instituto de Estudios Albacetenses. Serie
I. Estudios 147. Albacete.
MATEO SAURA, M. A. (2003b): “Religiosidad prehistórica.
Reflexiones sobre la significación del arte rupestre levantino”.
Zéphyrus LVI: 247-268. Salamanca.
MATEO SAURA, M.A. (2005): La pintura rupestre en Moratalla
(Murcia). Murcia.
MATEO SAURA, M. A. (e.p.): “Modelo de adscripción cronológica y
cultural para la pintura rupestre postpaleolítica de la Península
Ibérica”. Actas del IV Congresso de Arqueología Peninsular (Faro,
2004).
MOLINA, L.; GARCÍA, O. y GARCÍA, Mª R. (2003): “Apuntes al
marco crono-cultural del arte levantino: Neolítico vs neolitización”. Saguntum 35: 51-67. Valencia.
M. A. Mateo
155
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE
NAVARRETE, M. S. (1985): “La Cueva de los Molinos (Alhama,
Granada)”. Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada
10: 31-65. Granada.
NAVARRETE, M. S.; CARRASCO, J.; TERUEL, S. y GAMIZ, J. (1986):
“La Sima de los Intentos: yacimiento neolítico en la costa granadina”. Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada 11:
27-64. Granada.
QUESADA LÓPEZ, J. M. (1998): ”La caza en la Prehistoria”.
Cuadernos de Historia 56. Arco/Libros. Madrid.
RODRÍGUEZ, G. (1979): “La Cueva del Nacimiento”. Saguntum 14:
33-38. Valencia.
RODRÍGUEZ, G. (1997): “Últimos cazadores y neolitización del
Alto Segura”. II Congreso de Arqueología Peninsular. Tomo I.
Paleolítico y Epipaleolítico: 405-414. Zamora.
SALMERÓN JUAN, J. y LOMBA MAURANDI, J. (1995): “El arte
rupestre postpaleolítico”. Historia de Cieza I: 91-115. Murcia.
SALMERÓN, J.; LOMBA, J. y CANO, M. (2000): “IV campaña de
prospección sistemática en el cañón de los Almadenes (Cieza,
Calasparra)”. Memorias de Arqueología-1994 9: 691-700. Murcia.
SILBERBAUER, G. (1983): Cazadores del desierto. Cazadores y hábitat
en el desierto del Kalahari. Mitre. Barcelona.
TORREGROSA JIMÉNEZ, P. y GALIANA BOTELLA, Mª F. (2001): El
arte esquemático del Levante peninsular: una aproximación a su
dimensión temporal”. Millars XXIV: 153-198. Valencia.
UTRILLA, P. (2002): “Epipaleolíticos y neolíticos en el Valle del
Ebro”. En E. BADAL; J. BERNABEU y B. MARTÍ (eds): El paisaje en
el Neolítico mediterráneo. Saguntum-P.L.A.V. Extra 5: 179-208.
Valencia.
UTRILLA, P. y CALVO, M. J. (1999): “Cultura material y arte rupestre ‘levantino’: la aportación de los yacimientos aragoneses a la
cuestión cronológica. Una revisión del tema en el año 2000”.
Bolskan 16: 39-70. Huesca.
VILLAVERDE, V., DOMINGO, I. y LÓPEZ, E. (2002): “Las figuras
levantinas del Abric I de la Sarga: aproximación a su estilo y
composición”. En M.S. HERNÁNDEZ y J.Mª SEGURA (coords):
La Sarga: arte rupestre y territorio: 101-1126. Alicante.
VILLAVERDE, V. y MARTÍNEZ, R. (2002): “consideraciones finales”.
En R. MARTÍNEZ y V. VILLAVERDE (coords): La Cova dels Cavalls
en el Barranc de la Valltorta: 191-202. Valencia.
VILLAVERDE, V.; MARTÍNEZ, R.; DOMINGO, I.; LÓPEZ, E. y
GARCÍA, M. R. (2000): “Abric de Vicent: un nuevo abrigo con
arte levantino en Millares (Valencia) y valoración de otros
hallazgos en la zona”. Actas del 3º Congresso de Arqueología
Peninsular IV: 433-445. Porto.
156
2 • 2005
Descargar