¿Multas o astricciones? – Una indefinición de la Nueva Ejecución

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¿Multas o astricciones? – Una indefinición de la Nueva Ejecución
Forzosa Española
Manuel Ortells Ramos
I.- INTRODUCCIÓN
En un plano general, los medios o instrumentos para la ejecución forzosa pueden ser
clasificados en dos grandes modalidades. Por una parte, los denominados medios de
subrogación, que prescinden de la voluntad de la persona que tiene el deber de cumplir y
sustituyen su conducta por una actividad del órgano del poder público que produce un
resultado igual al cumplimiento. La segunda modalidad es la de los medios de coerción.
Estos persiguen vencer la resistencia al cumplimiento, en unos casos directamente,
mediante compulsión física sobre la persona que tiene el deber de cumplir; en otros casos
indirectamente, mediante una afectación, o amenaza de afectación, a los derechos e
intereses de esa persona que le cause más perjuicio que la ventaja que espere obtener con el
incumplimiento.
En España, hasta la Ley de Enjuiciamiento Civil (en adelante: LEC) de 7 de enero de
2000,[1] los medios de coerción indirectos -sea en la forma de multas coercitivas, sea en la
de astreintes- eran desconocidos en el proceso civil, aunque no en el procedimiento
administrativo, ni en procesos judiciales diferentes al civil.
En este artículo me propongo, en primer lugar, examinar el régimen de las multas
coercitivas en la redacción originaria de la LEC de 2000. La implantación de este medio
ejecutivo ha sido muy bien acogida, porque satisface, en términos generales, una antigua
reclamación que lo consideraba necesario, principalmente, para garantizar la efectividad de
la ejecución por prestaciones de hacer infungible y por prestaciones de no hacer. No
obstante, la regulación del mismo por la LEC es, en muchos aspectos, insatisfactoria, por
imprecisa o por inadecuada.
En segundo término, trataré de dos modificaciones importantes que la LEC ha
experimentado en esta materia y cuyo alcance está limitado a unas modalidades específicas
de asuntos litigiosos. Estas dos modificaciones son, además, aparentemente contradictorias
entre sí.
Esa aparente contradicción y, sobre todo, la circunstancia de que las dos modificaciones
mencionadas se hayan producido con escasísima diferencia temporal respecto de la
aprobación de la LEC[2], revelan que existe una gran inseguridad sobre aspectos básicos
del régimen jurídico de estas “multas”. Por esa razón, concluiré mis reflexiones indicando
algunos criterios que sirvan para reducir esa inseguridad, principalmente lege ferenda.
II.- Una visión general del régimen jurídico de las multas coercitivas en Derecho español
El art. 711[3] es la única disposición de la LEC en cuyo epígrafe son mencionadas las
multas coercitivas. No obstante, la disposición no está destinada a una regulación general
de ese instrumento jurídico, sino sólo a la de un aspecto parcial del mismo: la
determinación de la cuantía de las multas en dos supuestos específicos.
1.- Las previsiones normativas de multas coercitivas
Las multas coercitivas -con ese mismo nombre o con la denominación de apremios
pecuniarios- son un medio de ejecución previsto por las leyes, tanto para la ejecución de los
actos de las Administraciones públicas, como para la actividad ejecutiva y el cumplimiento
de resoluciones cautelares de los tribunales.
No existe una regulación general de las mismas, ni siquiera regulaciones con ese carácter
para cada uno de los ámbitos jurídicos acabados de mencionar. La del art. 99 de la Ley de
Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo
Común (en adelante: LRJAPPAC), aplicable a la ejecución administrativa, está muy lejos
de ser una regulación general suficiente.
Por la razón que se acaba de apuntar, tiene especial interés considerar las diferentes
disposiciones normativas que regulan esta clase de multas. De esa consideración pueden
inducirse elementos útiles para “reconstruir” un régimen jurídico que, a primera vista, está
muy fragmentado. Esa “reconstrucción” proporcionará criterios para integrar las lagunas
que pueden existir en los diferentes regímenes específicos de estas multas en la LEC.
A) Multas coercitivas para la ejecución de actos administrativos
La norma más general es la del art. 99 LRJAPPAC que requiere ley formal para el
establecimiento de estas multas, determina el fin de las mismas como coacción al
cumplimiento del acto administrativo en ciertos supuestos, las distingue de las sanciones
pecuniarias -con las que las declara compatibles-, prevé que tengan carácter periódico y
dispone que los plazos de imposición deben ser suficientes para que el cumplimiento que se
dirigen a forzar sea factible.
El art. 107.3 Ley 22/1988, de 28 julio, de Costas, prevé la aplicación de estas multas en
caso de incumplimiento de requerimientos emitidos al amparo de la misma y fija un límite
porcentual de cuantía. El art. 39.4 Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de
Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres, prevé expresamente su aplicación, y
complementa esa previsión sólo con el establecimiento de un límite absoluto de cuantía por
cada multa.
El art. 11 de la Ley 16/1989, de 17 de julio, de Defensa de la Competencia, formula
previsiones de unos límites mínimos y máximos de cuantía, especifica los supuestos en los
que puede ser decidida la imposición de las multas -forzar la abstención de una conducta
prohibida y la remoción de efectos de una infracción- y contiene la expresa disposición de
que el Tribunal de Defensa de la Competencia[4] podrá reducir, en algunos casos, la
cuantía de las multas inicialmente impuestas.
B) Multas coercitivas para la ejecución de resoluciones judiciales
El art. 95.4 de la Ley Orgánica 2/1979, de 3 de octubre, del Tribunal Constitucional (en
adelante: LOTC) contiene una previsión de estas multas -a las que declara compatibles con
otras responsabilidades- muy ampliamente concebida en cuanto a los sujetos pasivos
(pueden ser impuestas a cualquier persona, sean partes procesales o terceros) y en cuanto a
los supuestos en que proceden (cumplimiento de cualesquiera requerimientos que formule
el Tribunal). Fija un límite mínimo y máximo de cuantía, pero, aunque está presupuesto que
las multas pueden imponerse por lapsos temporales, la ley no fija la duración de estos. El
límite temporal de aplicación no es un plazo cierto, sino el cumplimiento de lo requerido.
El art. 239.2 y 3 de la Ley de Procedimiento Laboral, Texto Refundido aprobado por Real
Decreto Legislativo 2/1995, de 7 de abril (en adelante: LPL) establece las multas
coercitivas en el proceso laboral, a las que también denomina apremios pecuniarios.
Determina los sujetos pasivos y los supuestos en que procede la imposición, unos criterios
para fijar su cuantía y un límite máximo diario para la misma. Contiene expresa previsión
de la potestad de modificar el importe e incluso de dejarlas sin efecto en determinados
casos.
La Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa
(en adelante: LJCA) regula multas coercitivas para forzar la remisión al tribunal del
expediente administrativo (art. 48.7 y 9) y también como medio para la ejecución,
cualquiera que sea la clase de prestación impuesta por el título ejecutivo (art. 112.a).
La LEC contiene previsiones de multas coercitivas en las siguientes materias:
1º) Manifestación de bienes por el ejecutado en el proceso de ejecución dineraria,
concretamente para forzar el cumplimiento puntual y exacto del deber de manifestación
(art. 589.3 LEC).
2º) Deberes de colaboración de terceros en el proceso de ejecución, cuyo cumplimiento
puede ser forzado con la imposición de estas multas (art. 591.2 LEC).
3º) Administración forzosa del ejecutante, en la que las multas son un medio para vencer
las conductas obstaculizadoras del ejecutado o de terceros (art. 676.3 LEC).
4º) Ejecución por prestaciones de hacer no fungible (art. 709) y de no hacer, estas últimas
en cuanto al cumplimiento del deber de deshacer lo indebidamente hecho (art. 710.1,
párrafo segundo). De las multas coercitivas previstas para estos supuestos me ocuparé más
ampliamente en los apartados II y IV de este trabajo.
5º) Ejecución por prestaciones dinerarias, aunque solamente las establecidas en títulos
ejecutivos obtenidos en procesos matrimoniales (art. 776 LEC).
6º) Por la remisión del art. 738, algunas de las anteriores disposiciones pueden ser aplicadas
a la ejecución de resoluciones que concedan medidas cautelares.
C) Presupuestos de las multas coercitivas, efectos (cuantía, periodicidad y variabilidad) y
procedimiento para su imposición
Aunque el examen de los principales componentes de las multas coercitivas lo dejemos
limitado a los casos en que están previstas respecto de la actividad procesal, se constata una
gran heterogeneidad de la regulación.
a) Presupuestos
En el aspecto objetivo -es decir, en lo que se refiere a los supuestos de hecho cuya
concurrencia determina que el tribunal ejercite su potestad de imponer la multa- la variedad
es grande.
En unos casos, esos supuestos están constituidos por el incumplimiento de cualesquiera
requerimientos que tengan por fin la realización de actuaciones instrumentales para el
desarrollo del proceso (art. 95.4 LOTC; art. 239.2 LPL, en cuanto autoriza la aplicación de
las multas para obtener el cumplimiento de las obligaciones legales impuestas en una
resolución judicial).
En otros casos, sólo están previstas para el incumplimiento de algunos de estos
requerimientos (art. 589.3 LEC -de manifestación de bienes para embargo-, art. 591.2 LEC
-de informar de bienes embargables y prestar otras colaboraciones para la ejecución-, art.
676.3 LEC -de no impedir, ni obstaculizar las facultades del titular de la administración
forzosa-; art. 48 LJCA -de remisión al tribunal del expediente administrativo-).
En un tercer grupo de casos, es presupuesto objetivo la negativa a cumplir lo dispuesto por
el título ejecutivo cualquiera sea la clase de prestación que imponga (art. 95.4 LOTC; art.
112 LJCA), o bien solamente si la prestación es de dar, de hacer o de no hacer (art. 239.2
LPL), o, de modo más restrictivo, si la prestación de hacer es infungible o se han producido
determinados incumplimientos de la prestación de no hacer (arts. 709 y 710 LEC).
La LEC llega a distinguir los títulos ejecutivos que imponen el deber de pagar créditos
dinerarios derivados de cierta clase de relaciones jurídicas -generadas por la terminación de
la relación matrimonial; responsabilidades parentales- para autorizar, en supuestos de
reiterado incumplimiento, la imposición de multas que fuercen el cumplimiento por parte
del obligado y eviten aplicar la ordinaria ejecución por medios de subrogación -embargo y
posterior realización forzosa-.
Coherentemente con la diversidad de los supuestos que constituyen presupuesto objetivo,
en el aspecto subjetivo de los presupuestos de las multas coercitivas también cabe reseñar
gran variedad. En cuanto puedan imponerse por incumplimiento de requerimientos
referidos a actuaciones instrumentales para el desarrollo del proceso, es lógico que puedan
ser sujetos pasivos de las mismas no sólo las partes, sino también terceros (art. 95.4 LOTC;
art. 239.3 LPL; arts. 591 y 676 LEC), aunque unas y otros en aquellos casos en que el
supuesto de hecho contempla su conducta como determinante de la aplicación de estas
multas.
b) Efectos (cuantía, periodicidad y límite temporal, variabilidad)
En la configuración de los efectos jurídicos -es decir, en la entidad de la multa coercitiva,
como consecuencia jurídica de los supuestos previstos por la ley- también es notable la
diversidad de regulaciones.
Respecto de la cuantía se establecen, en unos casos, mínimos y máximos (art. 95.4 LOTC;
48 LJCA); en otros, límites máximos (art. 239.2 LPL; art. 711 LEC); una tercera clase de
normas no alude a límites precisos (arts. 589.3, 591.2 y 676 LEC). Concurriendo con lo
anterior, algunas normas establecen criterios a seguir para la fijación discrecional de la
cuantía (art. 239.2 LPL; art. 589.3 LEC), mientras que otras los omiten (art. 95.4 LOTC;
arts. 676, 711, 776 LEC).
La periodicidad de la multa y la duración temporal de su imposición es también objeto de
una diferente configuración normativa. En unos casos, no se fijan los periodos de
imposición (art. 95.4 LOTC; art. 239 LPL -aunque se deduce que pueden ser multas
diarias-; arts. 589.1, 676 y 710 LEC); en otros se disponen periodos mensuales (arts. 709 y
776 LEC). En unos casos, se omite toda referencia a un límite temporal para la imposición
periódica (art. 239 LPL; arts. 589.3, 591.2 y 676 LEC). En otros casos, se especifica que el
límite está “en el total cumplimiento de lo interesado” (art. 95.4 LOTC). En otros casos, por
fin, hay un límite temporal preciso (art. 709 LEC), aunque se hace salvedad expresa de ese
límite en la ejecución referida a determinada clase de relaciones jurídicas (art. 776.2.º
LEC).
En dos casos hay previsión expresa de que, aun después de la resolución de imponer las
multas y de fijación de su periodicidad y cuantía, esa resolución puede dejarse sin efecto o
modificarse su contenido en atención a la conducta que -después de la imposición de las
multas- hubiera tenido el sujeto pasivo y a las alegaciones que formule para justificar su
actitud (art. 239 LPL; art. 589.3 LEC).
c) Procedimiento
Sobre la cuestión fundamental de si es procedente la audiencia del sujeto pasivo (y de las
partes) previa a la imposición de la multa, sólo tres disposiciones establecen norma expresa
en sentido afirmativo (art. 239. 2 LPL; art. 591.2 LEC; art. 48.8 LJCA).
2.- Función y naturaleza jurídica de las multas coercitivas
De la consideración de los diversos aspectos de la heterogénea regulación de las multas
coercitivas se deduce que su función consiste en estimular al cumplimiento, según los
casos, de deberes instrumentales para el desarrollo del proceso, o de la propia prestación
impuesta en un título ejecutivo.
Obviamente esto no significa que las multas coercitivas estén autorizadas en todos los casos
en que sería adecuado que aquella función fuera cumplida. La ley -y específicamente la
LEC- opta por la limitación de los supuestos en que proceden, pero esos supuestos revelan
indudablemente que estas multas están al servicio de la función apuntada. Concretamente
en la LEC, el estímulo para el cumplimiento de deberes instrumentales (arts. 589. 591 y 676
LEC) y para el cumplimiento de prestaciones impuestas en un título ejecutivo (arts. 709,
710 y 776 LEC).
Esta función subyace en todos los supuestos de regulación de las multas, por diversa que
sea tal regulación en aspectos parciales. Esto la convierte en un criterio importante para
apreciar la existencia de lagunas en el régimen -siempre específico, como hemos apuntadode una multa coercitiva, así como para integrar esas lagunas.
Por otra parte, la multa coercitiva constituye un ingreso de Derecho Público, destinado
como tal al Tesoro Público (expresamente en este sentido el art. 239.2 LPL), cuya
determinación y recaudación ejecutiva, si se trata de multas instrumentales de procesos
judiciales, no se realiza por las Administraciones públicas, sino por el tribunal que conoce
del proceso.
Esto revela que el legislador español no ha optado por un medio ejecutivo cuya función es
similar a la multa coercitiva: las denominadas astreintes.
La astreinte es, también, un medio adecuado para la ejecución por medios de coerción produce una presión patrimonial sobre el sujeto pasivo para inducirlo a adoptar la conducta
debida-, que, con origen en Derecho francés, y con amplia difusión en otros ordenamientos,
tiene una multiforme configuración normativa y muchas veces jurisprudencial, en la que
resalta una característica distintiva muy relevante en este momento: las sumas impuestas en
concepto de astreinte están destinadas al ejecutante.[5]
Es cierto que el régimen de la multa coercitiva peca de imprecisión y que sólo en el caso
del art. 239.2 LPL se dispone expresamente que su destino es el Tesoro Público, pero hay
razones que apoyan la extensión de este aspecto de su régimen jurídico a los demás
supuestos de multas coercitivas aplicadas en un proceso.
En primer lugar, la denominación de multa, que, en Derecho español, suele reservarse para
una modalidad de ingreso de Derecho Público de naturaleza sancionatoria. Así, por
ejemplo, el art. 2.1.g Ley 39/1988, de 28 de diciembre, reguladora de las Haciendas
Locales, determina que uno de los recursos que las constituyen lo son las multas en el
ámbito de su competencia; similarmente para las Comunidades Autónomas, el art. 4.1.g, de
la Ley Orgánica 8/1980, de 22 de diciembre, de Financiación de las Comunidades
Autónomas.
En segundo lugar, frente a lo que deriva del significado de la terminología utilizada por la
LEC (y a la analogía a partir del art. 239.2 LPL), no hay ningún dato normativo que
posibilite entender que el acreedor de las cantidades obtenidas por este concepto sea el
ejecutante y que, cuando las leyes procesales establecen multas coercitivas, están
estableciendo astreintes -por cierto, ¿con qué régimen jurídico?- aunque bajo una distinta
denominación.
Los autores españoles han sido muy críticos con el legislador por esta falta de claridad en
un punto tan básico. Pero eso no ha sido obstáculo para que, de manera casi unánime,
hayan concluido que las multas son debidas a la Hacienda Pública.[6]
3.- Integración de lagunas en el régimen de las multas coercitivas en el proceso civil
Como ya apunté más arriba, el conjunto de normas que regulan los diversos supuestos en
los que procede imponer multas coercitivas, puede ser tomado en consideración para
integrar las lagunas que existan en el régimen de las diversas multas coercitivas previstas en
la LEC. Con toda seguridad pueden utilizarse de ese modo las normas reguladoras de las
multas coercitivas procesales en procesos distintos del civil, pero también las que
configuran las multas coercitivas administrativas, en cuanto las normas relativas a éstas no
sean absolutamente peculiares de la actuación de la Administración, sino que reflejen la
función común de este instrumento jurídico.
Ahora bien, para que una laguna legal deba ser integrada resulta necesario, como es obvio,
que esa laguna exista.
En este sentido, por ejemplo, no sería correcto entender que el hecho de que la LEC sólo
haya previsto multas coercitivas para una serie de supuestos determinados de
incumplimiento de requerimientos, en todo caso menos amplia que los supuestos de
aplicación de estas medidas según el art. 95.4 LOTC o el art. 239 LPL o el art. 112 LJCA,
signifique una correspondiente laguna en la LEC, que deba integrarse con el contenido
normativo de los preceptos últimamente citados.
O también este otro ejemplo: aunque el art. 709 LEC ha introducido un límite temporal a la
imposición de multas mensuales de un año para el supuesto que contempla -límite que no
establece el art. 776.2.ª para el mismo supuesto, aunque sólo respecto de cierta clase de
relaciones jurídicas-, ello no significa que haya laguna en este aspecto en aquellos
preceptos que, expresamente, no fijan ese límite temporal. En efecto, más bien debe
pensarse que, siendo la finalidad de las multas coercitivas coaccionar al cumplimiento, las
mismas deben -salvo norma expresa en contrario- subsistir hasta que el cumplimiento se
produzca o sea imposible.
Y un tercer ejemplo de integración de lagunas se refiere a si el tribunal tiene o no la
potestad de, considerando el éxito que ha tenido la imposición de las multas para alcanzar
el objetivo perseguido, reducir el importe de las mismas e incluso revocarlas
completamente. Los arts. 709, 710 y 711 nada disponen al respecto, mientras que otras
disposiciones sobre multas coercitivas -algunas referidas a actividades procesales e,
incluso, procesales civiles (art. 11 LDC; art. 239.2 LPL; art. 589.3 LEC)- atribuyen
expresamente esa potestad al tribunal.
En principio, si hubiera que aplicar la regla general sobre variabilidad de la resolución de
fijación de las multas, la respuesta negativa vendría dada por el art. 207.3 LEC: “Las
resoluciones firmes pasan en autoridad de cosa juzgada y el tribunal del proceso en que
hayan recaído deberá estar en todo caso a lo dispuesto en ellas”.
Ahora bien, puede pensarse que la falta de mención por el art. 711 -y por los arts. 709 y
710, todos de LEC- de las posibilidades de revocación y de reducción expresamente
previstas en otras disposiciones sobre multas coercitivas poco antes citadas, constituye una
laguna de regulación de los artículos primeramente citados. En efecto, estas posibilidades
de revocación y de reducción son perfectamente funcionales con la razón de ser de estas
multas -que no persiguen sancionar, sino facilitar la actividad ejecutiva-, consecuentemente
la falta de su expresa previsión en algunas disposiciones no puede entenderse como una
prohibición, sino como un vacío legal, que puede ser integrado con la regulación expresa de
otras disposiciones más completas sobre multas coercitivas, como el art. 239.2 LPL y el art.
589.3 de la propia LEC.
4. Orden de prelación de crédito por el equivalente dinerario de la prestación y del crédito
por las multas coercitivas impuestas al ejecutado
La opción legislativa por la técnica de la multa coercitiva -de la que es acreedor el erario
público- plantea el problema de la respectiva prelación del crédito por las multas y del
crédito que definitivamente -en caso de no haberse conseguido la ejecución en forma
específica- se liquide como importe del equivalente dinerario de la prestación incumplida.
Ambos créditos han de hacerse efectivos sobre el patrimonio del ejecutado.
Algunos autores se han limitado a señalar el problema, sin proponer una solución clara[7] o
simplemente advirtiendo del riesgo de que la prioridad del crédito a favor de la Hacienda
Pública por el importe de las multas coercitivas puede impedir, total o parcialmente, la
satisfacción del crédito del ejecutante por el equivalente dinerario de la prestación no
cumplida in natura.[8] Otros autores rechazan que el ordenamiento ampare la prioridad que
se acaba de apuntar,[9]aunque no explican las razones de técnica jurídica en las que fundan
su conclusión.
La ley no formula ninguna norma expresa y la aplicación de las normas generales de
clasificación y prelación de créditos conduce a resultados muy confusos.[10]
En principio, el orden de pago está determinado por la prioridad de los embargos
practicados con base en los respectivos títulos ejecutivos (art. 613 LEC). El título ejecutivo
por las multas es diferente al título ejecutivo que ha dado lugar a la ejecución, porque el
acreedor es diferente y el supuesto de hecho al que se vincula la eficacia ejecutiva también
(en el caso de las multas: la resolución que amenaza con la multa y el transcurso, sin
cumplimiento de la prestación, del tiempo señalado). Si, además, se tiene en cuenta que no
es seguro que el tribunal pueda proceder de oficio a la ejecución forzosa de lo debido por
las multas –el artículo 216 LEC lo excluye, en principio- y que sería necesario notificar a la
Hacienda Pública la existencia de los correspondientes créditos para que pudiera solicitar la
ejecución, es muy probable que el ejecutante “principal” se haya adelantado en la obtención
del embargo y haya asegurado, con ello, la prioritaria satisfacción de su crédito.
No obstante, esta solución no es adecuada, porque se basa en una situación de hecho –el
adelantamiento en el embargo por parte del ejecutante principal- que puede no producirse
en todos los casos.
La solución correcta sería una norma que atribuyera preferencia al crédito por el
equivalente dinerario de la prestación no cumplida in natura, frente al crédito de la
Hacienda Pública por las multas coercitivas, aunque éste hubiera producido un embargo
temporalmente prioritario. La solución correcta también debería consistir, obviamente, en
la ausencia de normas de preferencia por las multas, que pudieran desplazar un embargo
temporalmente prioritario por el equivalente dinerario de la prestación incumplida in
natura.
Ninguna de las dos condiciones de la solución correcta se dan, actualmente, en Derecho
español.
Mientras esas condiciones no se cumplan, las dudas interpretativas han de resolverse con un
criterio favorable al derecho a la tutela judicial efectiva del ejecutante “principal” (art. 24.1
Constitución Española; en adelante, CE). Cualquier interpretación en virtud de la cual el
crédito por el equivalente dinerario de la prestación no pudiera ser satisfecho en toda su
extensión a causa de la satisfacción preferente del crédito por las multas coercitivas, sería
abiertamente contradictoria con la función de éstas en la ejecución. Las multas han sido
establecidas como medio para la mayor efectividad de la tutela judicial ejecutiva. Por lo
tanto, no tendría sentido que, de una parte, las multas no hayan contribuido a que se cumpla
la prestación según la impone el título ejecutivo, y que, de otra parte, impidan total o
parcialmente la satisfacción del ejecutante mediante la obstaculización de la ejecución
dineraria subsidiaria.
III.- Multas coercitivas y ejecución por prestaciones de hacer infungible en la LEC de 2000
Uno de los supuestos para los que la LEC ha previsto la aplicación de multas coercitivas es
el de la ejecución por prestaciones de hacer infungibles (art. 709 LEC).
Las actividades ejecutivas previstas por el art. 709 LEC deben ser realizadas si el tribunal,
en primer término y en todo caso, ha apreciado el carácter infungible de la prestación de
hacer que el título impone al ejecutado, y en función, en segundo lugar, de las situaciones
diferentes que se enuncian a continuación:
1º) De las peticiones del ejecutante que el tribunal hubiera estimado. En función de esto se
podrá proceder –si el ejecutante ha pedido la ejecución en forma específica- a la imposición
de multas coercitivas, con reiteración trimestral de los requerimientos de cumplimiento de
la prestación (art. 709.1 y 3), o bien –si el ejecutante ha optado por la ejecución de un
equivalente dinerario de la prestación incumplida- a la imposición de una multa única, con
simultánea iniciación del procedimiento para liquidación del equivalente dinerario de la
prestación (art. 709.2).
2º) De la concurrencia de casos de imposibilidad de cumplimiento, que conduce a que deba
adecuarse el procedimiento a la determinación y ejecución del equivalente dinerario,
aunque sin aplicación de multas (art. 18.2 Ley Orgánica del Poder Judicial; en adelante,
LOPJ).
3º) Del agotamiento del período máximo de imposición de multas coercitivas, sin que haya
sido cumplida la prestación. Esta situación conduce a adecuar el procedimiento a la
determinación y ejecución del equivalente dinerario o a la adopción de otras medidas aptas
para la satisfacción del ejecutante (art. 709.3).
A continuación desarrollaremos el régimen jurídico de cada una de estas actividades,
centrando la atención en lo que se refiere a las multas coercitivas.
1. Coacción al cumplimiento de la prestación por el ejecutado: multas coercitivas
mensuales y requerimientos trimestrales
La coacción del ejecutado al cumplimiento del hacer infungible se realiza, de acuerdo con
el art. 709, con multas de periodicidad mensual, hasta un máximo temporal, y con
requerimientos que reiteran trimestralmente el que se realizó al comenzar la ejecución,
como primer acto ejecutivo del tribunal, y que prescriben los arts. 699 y 705 LEC.
A) La resolución de imposición de multas coercitivas y sus efectos
Aunque en el auto de despacho de ejecución el tribunal puede decidir que, en el
requerimiento de cumplimiento de lo dispuesto en el título ejecutivo, ya se advierta al
ejecutado de que se impondrán, si resulta procedente, multas pecuniarias (art. 699, párrafo
segundo LEC), la decisión de imponerlas no puede ser adoptada en esa resolución judicial,
sino, de acuerdo con el art. 709, después de haber transcurrido, sin cumplimiento, el plazo
concedido por aquel primer requerimiento, y mediante el auto que se dicta a consecuencia
de ese incumplimiento y a petición del ejecutante.
En este auto, previsto expresamente por el art. 709, el tribunal debe resolver:
1º) La imposición de todas las multas por los períodos previstos por la ley y hasta el
máximo establecido por ésta, con la salvedad –que no es necesario que sea explícita- de la
concurrencia de circunstancias que obsten a los efectos de la imposición (cumplimiento de
la prestación, imposibilidad de la misma). No estaría de acuerdo con la letra del art. 709, ni
contribuiría a evitar dilaciones indebidas en la ejecución, que el tribunal actuara dictando
resoluciones sucesivas –con periodicidad mensual- sobre la imposición de cada multa.
Además esta práctica privaría al ejecutante de parte del tiempo –que legalmente está
limitado- en el que puede utilizar este medio ejecutivo, como puede comprobarse en el
siguiente apartado referido al requerimiento.
2º) La cuantía de las multas con arreglo al art. 711, que puede ser la misma para todas las
multas o distinta para cada una. En efecto, la LEC no impone que todas las multas
mensuales tengan la misma cuantía, sino sólo que cada una de ellas no exceda del veinte
por ciento de la cantidad-base. Aunque la ley tampoco lo prescribe, es coherente con la
función de estas multas que su cuantía se vaya incrementando en los sucesivos periodos de
exigibilidad –acompasándolas a una mayor presión sobre el ejecutado-. Atendidos los
requerimientos trimestrales del art. 709.3, también es adecuado acompasar su cuantía a los
periodos de cada requerimiento.
Este auto debe ser notificado al ejecutado, aunque no se hubiera personado en la
ejecución,[11] porque sin esa notificación el auto no podría cumplir su fin, consistente en
estimular, en consideración de las multas impuestas, el cumplimiento por el propio
ejecutado de la prestación impuesta por el título.
Las multas previstas por el auto se devengan por meses vencidos, a partir de la fecha de
notificación del auto (art. 709.1 LEC: “se apremie al ejecutado con una multa por cada mes
que transcurra sin llevarlo a cabo”). Para establecer con claridad el momento en que el pago
de la multa mensual es exigible por haber transcurrido el mes sin cumplimiento, el
secretario judicial debe dictar una resolución de ordenación formal del proceso en la que
constate el fin de un periodo mensual y el comienzo de otro.
Durante el transcurso de cada uno de los períodos mensuales, el ejecutado puede cumplir la
prestación o hacer valer la concurrencia de una causa de imposibilidad de cumplimiento. Si
el cumplimiento es correcto o si el tribunal estima la alegación de imposibilidad, se
extinguen los efectos del auto en cuanto a las multas no vencidas. Sobre si el tribunal
puede, y en qué condiciones, revocar total o parcialmente las ya exigibles, véase lo que he
dicho al final del apartado II, 3 de este trabajo.
B) Requerimientos trimestrales
Simultáneamente a la periódica efectividad de las multas, la ley impone que “se reiterarán
trimestralmente los requerimientos, hasta que se cumpla un año desde el primero” (art.
709.3 LEC).
La finalidad de este requisito es servir de recordatorio del requerimiento inicialmente
practicado como consecuencia del despacho de ejecución (arts. 699 y 705 LEC). A mi
juicio, la utilidad buscada con el mismo –que, previsiblemente, es ejercer influencia
psicológica sobre el ejecutado- es dudosa. Para ese objetivo pueden tener efectos más
incisivos las sucesivas notificaciones mensuales de las resoluciones de ordenación del
secretario judicial que constatan el inicio del período de una nueva multa.
Más interés que esta observación tienen las consecuencias jurídicas ligadas a la práctica de
estos requerimientos trimestrales. En cuanto a las mismas debe hacerse notar:
1º) Mediante el requerimiento se ordena una determinada conducta o actividad (art. 149.4.º
LEC) y, cuando se practica, el requerido puede dar una respuesta, que deberá hacerse
constar en la documentación del acto (art. 152.3 LEC). Esto no significa, sin embargo, que
si el ejecutado tuviera una manifestación que realizar, relevante respecto a la actividad
ejecutiva requerida -por ejemplo: el cumplimiento, la imposibilidad del mismo-, deba
esperar a que se practique el requerimiento trimestral, para hacer la manifestación. Más
bien tendrá que aducirla inmediatamente, cuando concurra el evento relevante, porque ello
incide en el devengo mensual de las multas pendientes.
2º) La omisión del requerimiento trimestral no es óbice, a mi juicio, para la exigibilidad de
las multas posteriores, porque la imposición de las mismas, sus cuantías, plazos y la
prestación que debe ser cumplida, se hallan establecidos en el auto dictado con arreglo al
art. 709.1 LEC, que fue notificado al ejecutado en su momento. Sólo habría que hacer la
salvedad de que, al establecerse la cuantía de las multas, el tribunal hubiera decidido
asignarles una cuantía diferente (creciente), según su devengo se produzca después del
segundo y de cada uno de los subsiguientes requerimientos. Para aplicar esas multas, los
correspondientes requerimientos deberán haber sido realizados efectivamente.
Los requerimientos tienen trascendencia en cuanto a la fijación del límite temporal final de
la imposición de multas, porque la ley fija ese límite en un año desde el primer
requerimiento (art. 709.3).
Por primer requerimiento se entiende el practicado, como primer acto ejecutivo del tribunal,
de acuerdo con los arts. 699 y 705 LEC. Según el art. 709.1 LEC no se practica un nuevo
requerimiento al acordar la imposición de multas, sino que, a partir de entonces, se reiterará
un requerimiento, que sólo puede serlo el establecido por los dos artículos antes
mencionados.
Partiendo de esto, sobre el dies a quo del plazo de un año se plantea alguna duda. Veamos
las posibilidades:
1º) Desde el momento en que el tribunal ordenó practicar el primer requerimiento -es decir,
el de los arts. 699 y 705-. Esta posibilidad debe descartarse, porque éste es un momento
irrelevante a los efectos de influir en el ejecutado para estimularlo a cumplir la prestación.
Para esto lo importante es la práctica del requerimiento.
2º) Desde la práctica de ese primer requerimiento. Tampoco esta interpretación es
satisfactoria: habría un plazo de cumplimiento, abierto por el primer requerimiento, que
transcurriría sin la coacción de las multas pendientes (arts. 699, párrafo primero y 705
LEC); sólo después del incumplimiento en el plazo establecido por el primer requerimiento
pueden acordarse las multas (art. 709.1 LEC). Si se aceptara esta interpretación quedaría
reducido el tiempo de utilización de un medio que se establece para la mayor efectividad de
la tutela ejecutiva.
3º) Desde que se incumplió el primer requerimiento y, en consecuencia, el ejecutante
solicitó y obtuvo la emisión del auto imponiendo las multas periódicas. Realmente el dies a
quo del plazo máximo de un año es el día en que este auto produce sus efectos. Dado que es
imposible evitar que exista un “tiempo muerto” entre el incumplimiento del primer
requerimiento y la emisión del auto que ordena la iniciación de la serie de multas, ese
espacio temporal que transcurre inútilmente no puede perjudicar al ejecutante, reduciendo
el período durante el que puede contar con las multas como medio ejecutivo.
2. Liquidación del equivalente dinerario de la prestación debida, ejecución dineraria e
imposición de una multa única
La liquidación del equivalente dinerario de la prestación debida –para proceder a la
ejecución dineraria- y la imposición de una multa única constituyen la actividad ejecutiva
prevista por el art. 709.2 LEC. Esa actividad es procedente si el ejecutante hubiera optado
por el equivalente dinerario de la prestación de hacer y, además, el tribunal hubiera
apreciado que esa prestación tiene carácter infungible.
El auto que acuerda esta actividad ejecutiva tiene dos pronunciamientos principales que
deben analizarse por separado.
A) Adecuación de la ejecución al procedimiento de la ejecución dineraria
En primer término, el auto ha de acordar “seguir adelante la ejecución para obtener el
equivalente pecuniario de la prestación debida” (art. 709.2 LEC).
Este pronunciamiento deberá ser dictado si el ejecutante ha optado por este modo de
actividad ejecutiva frente a la imposición periódica de multas coercitivas. Cuando digo que
deberá ser dictado estoy sosteniendo que el tribunal está vinculado a hacerlo, puesto que el
único aspecto en que los dos incisos finales del art. 709.1 dejan libertad de apreciación al
tribunal es el de si el hacer tiene carácter infungible. Si no lo aprecia así, acordará que la
ejecución prosiga con arreglo al art. 706 LEC –ejecución por prestaciones de hacer
fungible, en la que no están previstas las multas coercitivas-. Pero si estima que “la
prestación que sea objeto de la condena tiene las especiales cualidades que caracterizan al
hacer personalísimo” accederá a lo solicitado por el ejecutante; consiguientemente, a la
ejecución del equivalente dinerario, si tal ha sido su solicitud en la opción prevista por el
art. 709.1 LEC.
B) Imposición de una multa única
Dice el art. 709.2 LEC que: "En la misma resolución se impondrá al ejecutante una única
multa con arreglo a lo dispuesto en el artículo 711”.[12]
Debe reflexionarse sobre la procedencia de la imposición de esta multa, tanto sobre el
presupuesto objetivo de la misma -supuesto de hecho que da fundamento a su imposición-,
como sobre el requisito procesal de si es o no necesaria la instancia del ejecutante.
a) El supuesto de hecho que hace procedente la multa única y la naturaleza jurídica de la
misma
Resulta evidente que el supuesto de hecho que autoriza a imponer una multa única está
compuesto de dos elementos:
1º) Que, por haberlo pedido el ejecutante, la ejecución se hubiera dirigido a la
determinación y exacción del equivalente dinerario de la prestación de hacer.
2º) Que el hacer merezca la calificación de infungible.
Consiguientemente, cuando el auto impone la multa única, el régimen del proceso de
ejecución ya no concede al ejecutado ninguna oportunidad para que cumpla
específicamente la prestación impuesta por el título ejecutivo. No le concede, por así decir,
ninguna oportunidad ordinaria; porque no puede considerarse ordinaria la vía, que sigue
abierta durante la ejecución (art. 19.3 LEC), de que ejecutante y ejecutado acuerden
transigir.
A partir de la precedente consideración, está justificado pensar que la multa única tiene una
naturaleza diferente a la de las multas periódicas. A diferencia de éstas, su ratio no consiste
en influir en la conducta futura del ejecutado, coaccionándole al cumplimiento de la
prestación en los términos del título ejecutivo, sino en sancionar la actitud rebelde ante el
requerimiento de los arts. 699 y 705 LEC, primer acto ejecutivo del tribunal en la ejecución
por prestaciones de hacer. Específicamente ante ese requerimiento; ni siquiera respecto a la
posterior resolución del tribunal en la que, a pesar estimar que la prestación de hacer es
fungible, establece, vinculado por la petición del ejecutante, la adecuación a la ejecución
dineraria.
El régimen legal de la multa única no posibilita concebirla como la culminación de una
serie de multas, cuya máxima cuantía estuviera destinada a generar en el ejecutado un
fuerte interés en evitar la gran multa final. Tampoco permite entender que es un tratamiento
especial para casos en los que fuera previsible que una serie de multas sólo retrasaría el
momento de una inevitable ejecución por el equivalente dinerario, tratamiento consistente
en conceder un solo plazo y amenazar con una sola multa. Según el art. 709.2 LEC, cuando
la multa se impone ya se ha decidido que la ejecución se adecue a la del equivalente
dinerario.
Sólo prescindiendo de la letra inequívoca del art. 709 LEC podría dársele a la multa única
la misma función que a las multas periódicas: adelantando su fijación al auto de despacho
de ejecución, de modo que su imposición pudiera ser concretamente amenazada -no sólo
advertida la posible imposición futura- en el requerimiento del art. 699 LEC.
Tal como está regulada, la multa única constituye una estricta sanción por la infracción -en
determinados supuestos- del deber de cumplir en sus propios términos las sentencias de los
tribunales. Sanción que incluso prescinde del interés del ejecutante -titular del derecho a la
tutela judicial en su manifestación como derecho a la ejecución- en admitir la ejecución por
el equivalente dinerario.
b) Imposición de oficio o a instancia de parte
Lo expuesto sobre el presupuesto objetivo de la multa única, no hace más que corroborar lo
que se deduce del art. 709.2, en el sentido de que la imposición de esta multa procede de
oficio, como una consecuencia accesoria de haberse acordado -a petición del ejecutante- la
ejecución por el equivalente dinerario de un hacer infungible.
Esto completa un conjunto de factores que inducen a pensar que la multa única ees un
elemento peligroso para la efectividad de la ejecución subsidiaria por el equivalente
dinerario, en los casos en que el patrimonio del ejecutado no pudiera soportar esas distintas
responsabilidades. Es dudoso el régimen de la prelación de créditos, como he explicado en
el apartado II, 4 de este trabajo. Es problemático, aunque hay argumentos para una solución
adecuada, que el importe de las multas pueda variarse después de su inicial imposición.[13]
A esto se añade, ahora, que el ejecutante ni siquiera podría precaverse frente a los
inconvenientes derivados de lo anterior, mediante la táctica procesal de no solicitar la
imposición de la multa única.
3. La imposibilidad de cumplimiento, en la ejecución, de la prestación de hacer infungible y
sus consecuencias sobre las multas coercitivas
Apreciada por el tribunal la existencia de la imposibilidad de cumplimiento, importa
determinar cuáles son sus efectos sobre el desarrollo de la actividad ejecutiva,
específicamente en cuanto a las multas coercitivas.
Como respecto de la ejecución por prestación de hacer fungible debe advertirse, en todo
caso:
1º) Que la imposibilidad de la prestación en el momento del proceso de ejecución no
determina ni la nulidad de la obligación, ni la extinción de la misma, porque la cosa
juzgada o la preclusión operada en el proceso declarativo impiden esas consecuencias
respecto de una obligación que la sentencia ya declaró válida y exigible.
2º) Que, de acuerdo con el art. 18.2 LOPJ, la imposibilidad conduce a que la ejecución deba
dirigirse a la determinación y exacción del equivalente dinerario de la prestación
imposible.
Pero en el caso de ejecución por hacer personalísimo la imposibilidad tiene consecuencias
especiales.
Desde el momento en que concurra, no deberá acordarse la imposición de multas
coercitivas, ni deberán imponerse mensualmente las que hubieran sido acordadas. Es
contradictorio con la función de estas multas imponerlas cuando se ha constatado la
imposibilidad de cumplimiento que están destinadas a estimular.
Para excluir la imposición de la multa única el razonamiento no puede ser el mismo. Pero si
la causa de imposibilidad ya existiera en el momento del requerimiento de los arts. 699 y
705 LEC, la multa no debe ser impuesta, porque el incumplimiento no es debido a una
negativa del ejecutado frente a un mandato derivado del despacho de ejecución -que es lo
que justifica esta sanción-, sino a la situación de imposibilidad. Negar esto con el
argumento de que el ejecutado pudo tener, durante la pendencia del proceso declarativo y
antes del mismo, posibilidad de cumplir, convierte la multa única del art. 709.2 LEC en un
medio al servicio del proceso de declaración –y, dentro de él, de la tutela de condena-, en
vez de un instrumento al servicio de la ejecución.
4. Finalización del período máximo de imposición de multas coercitivas: ejecución por el
equivalente dinerario de la prestación o adopción de otras medidas idóneas para la
satisfacción del ejecutante
Concluido el período máximo de imposición de multas coercitivas, sin que el ejecutado
haya realizado la prestación requerida, el ejecutante puede optar entre la adecuación a la
ejecución por el equivalente dinerario de la prestación o la petición de unas medidas
indeterminadas, idóneas para la satisfacción del derecho que le reconoce el título (art. 709.3
LEC). ¿Puede ser una de tales medidas indeterminadas la continuación de la imposición de
multas coercitivas más allá del limite temporal fijado por el art. 709 LEC?
En principio, y dado que la posibilidad de pedir estas medidas está prevista para cuando la
ley ha puesto fin a la imposición de multas coercitivas, no parece que se compagine con
esta determinación legal entender que las medidas pueden consistir en alguna prórroga del
período de imposición de multas. Sin embargo, un límite temporal a las multas coercitivas
no es una exigencia de su función. La función de esas multas más bien requeriría
prolongarlas hasta que se cumpla la prestación. En consecuencia, el art. 709.3 LEC da
fundamento para la ampliación del período legal, como una potestad discrecional del
tribunal. Esta interpretación del precepto tampoco conduce a una indebida confusión del
mismo con el art. 776.2.ª LEC. Esta segunda disposición no establece límite legal de tiempo
para las multas coercitivas; mientras que, aunque la interpretación propuesta reconoce que
el art. 709.3 LEC establece el limite, afirma, adicionalmente, que es posible la prórroga por
discrecionalidad judicial.
IV.- Multas coercitivas y ejecución por prestaciones de no hacer en la LEC de 2000
La prestación de no hacer impuesta por el título ejecutivo puede ser de clases diversas, de
ellas depende también el modo en que el título ejecutivo (el deber por él impuesto) puede
ser infringido. Ambos factores son, a su vez, condicionantes de los medios que son
adecuados para la ejecución, en el caso de que no se haya producido el cumplimiento.
Combinando los factores apuntados, resulta el siguiente cuadro de situaciones de infracción
del título ejecutivo y de los medios ejecutivos que son adecuados para tratarlas:
1º) Infracciones reiterables y que producen resultados permanentes.
Para el tratamiento de los resultados producidos por la infracción y que permanezcan
después de su realización, se dispone la actividad ejecutiva de deshacer lo mal hecho (art.
710.1 LEC; art. 1099 Código Civil, en adelante, CC).
La reacción normativa frente a la posibilidad de reiteración de la conducta infractora
consiste -o podría consistir, en cuanto no siempre la ley los establece- en los siguientes
medios ejecutivos:
1) Requerimiento de abstención con apercibimiento de tratamiento penal (art. 710.1 LEC).
2) Requerimiento con apercibimiento de imposición de multas coercitivas en cada caso en
que se realice la conducta prohibida. No es claro que este medio ejecutivo sea, según la
LEC, aplicable en estos casos.
3) Privación al ejecutado de los medios o instrumentos que, de un modo exclusivo o
principal, sirven para la realización de las conductas infractoras. Este medio ejecutivo sólo
está previsto por la ley para supuestos especiales.
La imperfecta satisfacción del derecho del ejecutante, que se produce aunque se desarrolle
actividad ejecutiva de deshacer lo mal hecho, impone la previsión de actividad ejecutiva
dineraria, a la que se accede previa la determinación de la indemnización por los daños y
perjuicios causados.
2º) Infracciones reiterables y que no producen resultados permanentes
La imposibilidad de la actividad ejecutiva de deshacer lo mal hecho comporta, de un lado,
la aplicación de la ejecución dineraria subsidiaria, y, de otro, acentúa la conveniencia de
aplicar los medios ejecutivos preventivos (apercibimiento de proceso penal y, en su caso,
de multas coercitivas o privación de los medios que sirven para consumar la infracción).
3º) Infracciones no reiterables,[14] con resultados permanentes o no.
En función de que la conducta infractora del título haya producido o no resultados
permanentes, la actividad ejecutiva será la de deshacer lo mal hecho o la ejecución
dineraria subsidiaria de una indemnización de daños y perjuicios. Esta segunda es, también,
aplicable si ha sido total o parcialmente imposible reponer las cosas al estado anterior a la
infracción (art. 710.2 LEC).
Las multas coercitivas en la ejecución por prestaciones de no hacer regulada por la LEC de
2000 llaman la atención tanto por el supuesto para el que, expresamente, está previsto su
empleo –la actividad ejecutiva dirigida a deshacer lo hecho con infracción del título-, como
por la falta de previsión de las mismas como medio para evitar la continuación o reiteración
–cuando sean posibles- de la infracción del deber de abstención establecido en el título
ejecutivo. Consideramos, a continuación, estos dos aspectos problemáticos.
1. La actividad ejecutiva dirigida a deshacer lo mal hecho
Esta actividad ejecutiva es adecuada si el obligado ha realizado el hacer prohibido por el
título ejecutivo y esa realización ha dado lugar a unos resultados que permanecen y pueden
ser eliminados. Si, en ese supuesto, el ejecutante lo pide en la demanda o solicitud ejecutiva
(art. 549.1.2.º LEC), el auto que acuerde despachar ejecución ordenará que se requiera al
ejecutado para deshacer lo mal hecho.
Si el ejecutado no cumple el requerimiento de deshacer en el plazo señalado, el art. 710.1,
párrafo segundo LEC, sólo establece, de entrada, un medio ejecutivo: “se le intimará con
imposición de multas por cada mes que transcurra sin deshacerlo”.
Por un lado, sorprende el establecimiento de este medio ejecutivo, dado que la LEC lo
acaba de reservar, en el art. 709, para la ejecución de hacer personalísimo. Por otra parte,
no es el único teóricamente adecuado, porque también lo es el deshacer a costa del
ejecutado.
El medio últimamente citado es, además, un medio ejecutivo de mayor utilidad que las
multas coercitivas, porque, siempre que el ejecutado sea solvente, garantiza la obtención a
costa de éste del resultado perseguido por el ejecutante.
El art. 1099 CC resuelve cualquier problema que se pudiera plantear respecto de si es un
medio ejecutivo que también puede ser aplicado para deshacer lo mal hecho.
Es criticable que el art. 710 LEC olvide mencionarlo, pero también es cierto que si sólo
estuviera establecido el deshacer a costa del ejecutado -como hace el art. 1099 CC- el
régimen jurídico tampoco hubiera sido correcto, porque hubiera privado al ejecutante de la
posibilidad de obtener la satisfacción más específica de su derecho en los casos en que la
conducta de deshacer tuviera carácter personalísimo (por ejemplo: instar la resolución de
contratos celebrados con infracción del deber de abstención).
Como consecuencia, la combinación de lo dispuesto por el art. 710.1, párrafo segundo LEC
y por el art. 1099 CC da lugar a un régimen muy completo de medios ejecutivos para
deshacer lo mal hecho: deshacer a costa del ejecutado y multas coercitivas.
En cuanto a las multas coercitivas, la interpretación del art. 710.1, párrafo segundo LEC,
admite estas dos posibilidades.
La primera –que se funda en que la actividad de deshacer es, en definitiva, un hacerconsiste en integrar el artículo considerado con el art. 709, para concluir que las multas
coercitivas sólo pueden ser impuestas si la actividad de deshacer tiene carácter
infungible.[15]
Para una segunda interpretación –que estimo más correcta- el art. 710.1, párrafo segundo
LEC es regla especial respecto del art. 709 LEC, por lo que las multas coercitivas pueden
ser impuestas sin la demostración rigurosa de que la actividad de deshacer es infungible en
el caso concreto. A partir de esto, sin llegar a sostener –a pesar de que lo autorizaría el
significado de las expresiones que utiliza el art. 710- que el tribunal está vinculado a lo
pedido por el ejecutante, sí que debe entenderse que el precepto autoriza al tribunal a
resolver la aplicación de multas, simplemente por razones de mayor conveniencia y utilidad
de este medio ejecutivo en el caso concreto. Por ejemplo, la retirada de productos de una
red de distribución, con la que habitualmente opera el ejecutado, puede ser más eficaz y
rápida si la realiza éste coaccionado por las multas, que si hay que contratarla con terceros.
También en otro aspecto se demuestra el carácter de regla especial del art. 710.1, párrafo
segundo LEC: las multas que se impongan a su amparo no tienen limitación temporal, sino
que son efectivas hasta que se cumpla la prestación de deshacer. En efecto, la falta del
límite temporal previsto en el art. 709.3 no puede estimarse una laguna, dado que la función
de estas multas es forzar al cumplimiento de la prestación, por lo que, salvo disposición
contraria, han de poder ser impuestas hasta que se produzca tal cumplimiento.
2. El requerimiento de abstención con apercibimiento de persecución penal y la falta de
previsión, para este caso, de la imposición de multas coercitivas
Si la conducta infractora del título es susceptible de repetición, en la demanda o solicitud de
ejecución podrá pedirse que en el requerimiento de no reiterar la conducta se haga constar
un expreso apercibimiento de iniciación de persecución penal (art. 710.1, párrafo primero
LEC).
Se trata de un medio de carácter preventivo, que persigue inducir al ejecutado a mantener la
conducta omisiva por el mayor inconveniente que puede suponer para él ser sometido a
proceso penal y, eventualmente, condenado en el mismo.
Con la misma finalidad que el apercibimiento de persecución penal, el legislador hubiera
podido establecer multas coercitivas para el caso de que el ejecutado incurriera en un nuevo
incumplimiento. La efectividad hubiera sido incluso mayor, porque el tribunal de la
ejecución tiene la potestad de imposición de las multas, lo que hace más real la amenaza de
sanción e induce con mayor intensidad a evitarla.
Sin embargo, el art. 710 no contiene esa previsión, ni tampoco el art. 711 LEC. A ello se
añade la dificultad de considerar esa falta de previsión como una laguna legal, desde el
momento en que estas mismas disposiciones sí que prevén multas coercitivas, aunque,
como acabamos de ver, para supuestos de hecho distintos dentro de la ejecución por
prestaciones de no hacer.
Por otra parte, la falta de previsión de las mismas no puede suplirse con una aplicación
analógica del régimen de estas multas establecido por LEC. En primer lugar, no existe un
régimen general de las mismas; el art. 711, en la redacción inicial de LEC, sólo regula la
determinación de la cuantía de las multas. En segundo lugar, la analogía respecto de las
multas previstas para la ejecución por prestaciones de hacer (o de deshacer lo
indebidamente hecho) debería conducir a la imposición de multas para hacerlas efectivas
después de cada periodo de incumplimiento del deber de no hacer. Por el contrario, el uso
apropiado de las multas, si con ellas se persigue impedir que la reiteración de la conducta
prohibida, consiste en amenazar con la concreta imposición de una multa para cuando se
produzca una nueva infracción del título, y en imponerla concretamente en caso –y en cada
caso- de que esa infracción se lleve a cabo.
En el caso de prestaciones de no hacer continuas o periódicas, cada conducta infractora
genera una nueva acción ejecutiva. Partiendo de eso, el legislador hubiera podido establecer
que, cuando se cometiera la conducta infractora, se pudiera apercibir con la imposición de
una multa si se produjera una nueva infracción. En cualquier caso, esta multa sería un
medio ejecutivo aplicado en una ejecución distinta, aunque conexa.
En definitiva, nos hallaríamos ante un instrumento jurídico diferente al de las multas
coercitivas periódicas, que se acuerdan para ser aplicadas en un mismo proceso de
ejecución y que, en principio, operan con automatismo.
Los autores han criticado que la LEC 2000 no contenga una previsión expresa de multas
coercitivas como respuesta específica frente a las posibilidades de reiteración de la
infracción de la conducta prohibida por el título ejecutivo.[16]Comparto esas críticas, pero
no que la falta de una disposición expresa pueda ser suplida por la genérica referencia del
art. 699, párrafo segundo LEC, al apercibimiento de empleo de multas coercitivas, que el
tribunal puede formular en el primer requerimiento de todas las ejecuciones por
prestaciones de dar cosa mueble o inmueble, de hacer o de no hacer.
A mi juicio, si el art. 699, párrafo segundo LEC tuviera ese pretendido alcance de norma
habilitadora de la imposición de multas coercitivas en todos los supuestos en que las
mismas fueran útiles en las ejecuciones mencionadas por el artículo, el legislador hubiera
podido ahorrarse las regulaciones específicas de los arts. 709 y 710 LEC. Más
correctamente, el art. 699, párrafo segundo LEC ha de ser interpretado, en cuanto a su
mención de las multas coercitivas, como una norma de remisión, que ha de integrarse con
las normas que establecen los diversos supuestos en que está prevista la aplicación de estas
multas.
V.- Dos reformas asistemáticas y TEMPORALMENTE próximas a la nueva LEC: El
artículo 44 de la Ley de Marcas (ley 17/2001, de 7 de diciembre) y el nuevo apartado 2 del
articulo 711 LEC (ley 39/2002, de 28 de octubre)
El régimen jurídico de las multas coercitivas que ha sido expuesto –incluidas las
inseguridades y deficiencias que presenta- ha experimentado, poco tiempo después de su
establecimiento por la LEC 2000, dos modificaciones de importancia, aunque con un
ámbito de aplicación limitado a específicas materias.
Poco antes de que se cumplieran dos años de la promulgación de la LEC 2000, la nueva
Ley de Marcas (17/2001, de 7 de diciembre) estableció, para la ejecución de las condenas a
abstención de violar un derecho de marca un medio similar, análogo, aunque no igual que
las multas coercitivas.
Aun no había pasado un año desde la ley que se acaba de mencionar, cuando la Ley
39/2002, de 28 de octubre, de transposición al ordenamiento jurídico español de diversas
directivas comunitarias en materia de protección de los intereses de consumidores y
usuarios, añadió al art. 711 LEC un segundo apartado, que modifica los supuestos de
aplicación de las multas coercitivas en la ejecución por determinadas prestaciones de no
hacer y, además, expresa el carácter de ingreso de Derecho Público de esas multas. Esto
último contradice, en cierto modo, la orientación de la Ley de Marcas a favor de las
astreintes.
1.- Las indemnizaciones coercitivas del artículo 44 de la Ley de Marcas 2001
El art. 44 de la Ley de Marcas (17/2001, de 7 de diciembre) dispone que “cuando se
condene a la cesación de los actos de violación de una marca, el Tribunal fijará una
indemnización de cuantía determinada no inferior a 600 euros por día transcurrido hasta
que se produzca la cesación efectiva de la violación. El importe de esta indemnización y el
día a partir del cual surgirá la obligación de indemnizar se fijará en ejecución de sentencia”.
Esta disposición no afecta directamente al régimen de las multas coercitivas. Lo que regula
aquélla es diferente a lo que regula éste, incluso en aspectos esenciales.
Por un lado, las sumas de dinero periódicamente debidas están destinadas a indemnizar al
ejecutante. Es, en consecuencia, un instrumento jurídico de naturaleza más próxima a la
astreinte, que a las multas coercitivas –que, a pesar del silencio de la LEC 2000, han de
entenderse destinadas a la Hacienda Pública-.
Por otra parte, el supuesto de hecho determinante de la aplicación de las indemnizaciones
coercitivas no esta previsto para las multas coercitivas –como acabamos de ver en el
apartado IV, 2-: infracción reiterable de un deber de abstención, que justifica aplicar un
medio destinado a estimular el mantenimiento de la conducta omisiva debida.
No obstante, entre las dos regulaciones existen conexiones evidentes.
En primer lugar, en el plano de los criterios de política legislativa, resulta manifiesta la
inseguridad del legislador español al regular la ejecución por medios de coacción de
naturaleza no penal. En la LEC 2000 estableció las multas coercitivas –ingresos de Derecho
Público-, aunque de manera un tanto vergonzante por la falta de norma expresa. En la Ley
de Marcas 2001, por el contrario, regula indudablemente astreintes.
En segundo lugar, en el plano de la aplicación de las normas, se plantea el problema de la
concurrencia de aplicación de las multas coercitivas de la LEC 2000 y de las
indemnizaciones coercitivas de la Ley de Marcas 2001. En mi opinión, la aplicación de la
Ley de Marcas 2001 desplaza, en caso de concurrencia, la aplicación de las multas
coercitivas del art. 710.1 LEC. La primera disposición es norma posterior, y también norma
especial, cuyo contenido normativo consume el de la norma que establece las multas
coercitivas. En efecto, las indemnizaciones coercitivas, además de la utilidad de las multas
para estimular el cumplimiento del deber de no hacer, sirven para la indemnización de los
daños causados por el incumplimiento irreversible.
2.- El nuevo apartado 2 del artículo 711 LEC introducido por la Ley 39/2002, de 28 de
octubre
La Ley 39/2002, de 28 de octubre, de transposición al ordenamiento jurídico español de
diversas directivas comunitarias en materia de protección de los intereses de consumidores
y usuarios, ha añadido al art. 711 LEC un nuevo apartado 2, que dispone: “La sentencia
estimatoria de una acción de cesación en defensa de los intereses colectivos y de los
intereses difusos de consumidores y usuarios impondrá, sin embargo, una multa que
oscilará entre seiscientos y sesenta mil euros, por día de retraso en la ejecución de la
resolución judicial en el plazo señalado en la sentencia, según la naturaleza e importancia
del daño producido y la capacidad económica del condenado. Dicha multa deberá ser
ingresada en el Tesoro Público”.
La incidencia de este nuevo precepto en el régimen jurídico de las multas coercitivas es
doble.
De una parte, en el tema básico de los criterios de política legislativa sobre la ejecución por
medios de coerción de naturaleza no penal, tiene un significado ambivalente. Establece
expresamente que la “multa deberá ser ingresada en el Tesoro Público”, lo que podría
considerarse una confirmación de la naturaleza de ingreso de Derecho público de las multas
coercitivas en la LEC 2000. Pero también podría argumentarse que, dado el carácter de
norma especial de esta nueva disposición, realmente su clara expresión arroja dudas sobre
aquella naturaleza de las multas coercitivas en los supuestos más generales. En cualquier
caso, la disposición rectifica nuevamente el rumbo respecto de la Ley de Marcas 2001,
marginando la opción por las astreintes.
Por otra parte, el precepto da respuesta, aunque sólo en su específico ámbito de aplicación,
a la necesidad de utilizar las multas coercitivas con la finalidad de forzar al condenado a
respetar la prohibición que le ha impuesto la sentencia, incluso sin tener que esperar a un
nuevo incumplimiento posterior al momento en que la sentencia de condena a abstención
haya adquirido eficacia ejecutiva.
vi.- Consideraciones finales lege ferenda
La recepción de la técnica de las multas coercitivas en la nueva ejecución forzosa española
constituye una de las novedades más apreciables de la LEC 2000.
No obstante, los defectos de la regulación de esas multas en la LEC y dos innovaciones
legislativas sobre esta materia, realizadas asistemáticamente y aplicables en asuntos
litigiosos específicos, aconsejan que, en una reforma legal que atienda al conjunto de
problemas de este medio ejecutivo, se tengan presentes las siguientes consideraciones:
1ª) El legislador debe definir con claridad su opción por el modelo de las multas coercitivas
–destinadas a la Hacienda Pública- o por el modelo de las astreintes. Si opta por el primer
modelo, ha de establecer las normas adecuadas para que, en ningún caso, la exacción de las
multas sobre el patrimonio del ejecutado impida o limite la satisfacción del ejecutante
mediante el equivalente dinerario de la prestación que no ha podido ser, a pesar de la
imposición de las multas, ejecutada in natura (apartado II, 4 de este trabajo).
2ª) Deben ser modificados los supuestos de aplicación de las multas coercitivas en la
ejecución por prestaciones de abstención. Principalmente en el sentido de establecer la
posibilidad de imponer tales multas para evitar el incumplimiento del deber de abstención,
amenazando concretamente con la imposición de las mismas cada vez que ese deber sea
incumplido o mientras ese deber sea incumplido. Habría que ampliar a todas las
ejecuciones por prestaciones de no hacer lo que ya está previsto para algunas de ellas por
las disposiciones que hemos comentado en el apartado V de este trabajo.
Disponível
em:<
http://www.ripj.com/art_jcos/artjuridicos/art.12_13_14/13Multas%20o%20ASTRICCION
ES_RIPJ.mht > Acesso em.: 18 out. 2007.
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