La suspensión de los despidos sin causa por el artículo 16 de la ley 25.561: otra refutación del tiempo Por Héctor Omar García* SUMARIO: I. Introducción. II. La suspensión de los despidos sin causa justificada. II.1. La suspensión: ¿la otra, la misma? II.2. Irrelevancia de la discusión acerca de la naturaleza jurídica del despido. II.3. Eficacia diferida del despido. II.4. Efectos sobre el preaviso. II.5. Pago de salarios hasta el vencimiento de la suspensión. II.6. Efectos sobre el deber de dar ocupación efectiva. III. La contravención. IV. Irrelevancia de la prórroga con respecto a la suspensión en curso. V. Imperatividad de la “suspensión” de los despidos. VI. Razonabilidad de la normativa de emergencia. VII. Constitucionalidad de la reglamentación. VIII. El Derecho del Trabajo ante la crisis y la emergencia ocupacional. IX. Reseña de conclusiones. “... el nombre es arquetipo de la cosa...” Jorge Luis Borges (El golem) I. Introducción El artículo 16 de la ley 25.561 dispone la suspensión de los despidos sin causa justificada por el plazo de ciento ochenta días. Para comodidad del lector, antes de abordar el análisis de la norma, la transcribo íntegramente a continuación: “Artículo 16. — Suspéndese la aplicación de la Ley N° 25.557, por el término de hasta NOVENTA (90) días. Por el plazo de CIENTO OCHENTA (180) días quedan suspendidos los despidos sin causa justificada. En caso de producirse despidos en contravención a lo aquí dispuesto, los empleadores deberán abonar a los trabajadores perjudicados el doble de la indemnización que correspondiese, de conformidad a la legislación vigente.” Al margen de los desacuerdos que surjan de mis puntos de vista sobre el tema, planteo preliminarmente mi deuda con los juristas que me precedieron en el análisis de la norma transcripta y de su reglamentación1, aclarando que, a pesar de la agudeza y el rigor * Agradezco, a los Dres. Eduardo L. Zamorano y José Tribuzio, sus discusiones y aportes críticos, y a la Sta. Sonia Marcela Novick, el archivo de notas gráficas y estadísticas utilizado en el presente trabajo. 1 Cfr. ETALA, Juan José (h.), “Análisis de la ley 25.561 de suspensión de los despidos, de conversión de pago de deudas en dólares y de actualización monetaria”, DT, 2002-A, pp. 223/39; CARCAVALLO, Hugo R., “Notas sobre la suspensión de los despidos sin causa dispuesta en la ley 25.561 y en el decreto 264/02”, DT, 2002-A, pp. 441/45; SAPPIA, Jorge, “Los despidos y la crisis. A propósito del artículo 16 de la ley 25.561 y los decretos 264 y 265 de 2002”, DT, 2002-A, pp. 446/57; FOGLIA, Ricardo Arturo, en “La duplicación temporal de la indemnización por despido sin justa causa dispuesta por el artículo 16 de la ley 25.561 y el decreto 264/02”, TySS, 4/2002, pp. 97/104; CONFALONIERI, Juan Ángel (h.), “Nuevo régimen de procedimiento del despido”, TySS, cit., pp. 105/12; CAUBET, Amanda, “Suspensión de los despidos sin causa o por causas económicas”, DLErrepar, Nº 199, marzo 2002, pp. 198/200; 1 intelectual que evidencian los respectivos trabajos, mi convicción en la imposibilidad de considerar agotada la reflexión crítica sobre cualquier tema me hace creer posible todavía decir algo más —en particular, algo diferente— acerca de esta innovación normativa. Sin perjuicio del reconocimiento precedente, no comparto en general las opiniones de quienes me han precedido en el estudio de esta normativa, en cuanto condensan los efectos del artículo 16 en el solo y directo agravamiento indemnizatorio del despido injustificado2 o postulan la incompatibilidad entre esta norma legal y su reglamentación, el decreto 264/01, tachado —considero que apresuradamente— de inconstitucional. Me aparto, por ejemplo, de la aguda apreciación de Sappia, para quien lo que se ha suspendido es la aplicación, durante el plazo referido, de la tasa indemnizatoria de los artículos 245 de la Ley de Contrato de Trabajo y 7º de la ley 25.013, siendo reemplazada por un duplicado de los respectivos montos indemnizatorios3. A contramano también del tratamiento metodológico que le da Foglia al estudio de este tema4, considero que la ley no plantea desde el vamos o a priori la duplicación de la indemnización por despido incausado, sino que el efecto principal del artículo 16 es la suspensión de este tipo de despidos. Me parece posible profundizar un poco más el estudio de los efectos del enunciado legal que declara suspendidos los despidos sin causa justificada por el término de 180 días. Especialmente, considero errado adoptar como eje del análisis del artículo 16 de la ley 25.561 el consecuente, es decir, “la” o “las” indemnizaciones duplicadas, pasando por alto que el antecedente de esta sanción —según lo establece expresamente la norma— no es la “prohibición” de los despidos sin causa —ni, como se verá, tampoco la suspensión—, sino ZAMORANO, Eduardo Leopoldo, “Nuevo régimen de despidos”, en “Panorama Laboral”, ed. Estudio Zamorano, N° 16, marzo-abril de 2002, p. 2/4; RODRÍGUEZ BRUNENGO, Néstor, “Se ha cuadruplicado la indemnización por despido”, en “Laboral”, Revista bimestral de la Sociedad Argentina de Derecho Laboral, N° 13, marzo-abril 2002, p. 22; GRISOLÍA Julio Armando y HIERREZUELO, Ricardo, “El art. 16 de la ley 25.561, y los decretos 264/2002 y 265/2002”, en “Laboral...”, Rev. cit., p. 23; VALDOVINOS, Oscar, “El derecho del trabajo, la emergencia y el voluntarismo jurídico”, DT, 2002-A, pp. 895/900; ACKERMAN, Mario E., “La mal llamada suspensión de los despidos y su prórroga prematura”, en DT, 2002-A, pp. 1145/54; ALEJANDRO, Sergio J., “Suspensión de los despidos sin causa (ley 25561) y novedades en el procedimiento preventivo de crisis (decretos 264 y 265/2002”, DT, 2002-A, pp. 1167/82; AMBESI, Leonardo J., “La intervención del Estado en el mercado de trabajo: los decretos 264/02 y 265/02”, DT, 2002-A, pp. 1183/93; GEREZ, Oscar R., “El despido incausado en la ley 25.561 de emergencia económica. Suspensión, extinción y modificación del contrato de trabajo por causas económicas y tecnológicas. Procedimiento. Decretos 264/02 y 265/02”, DLErrepar, Nº 201, mayo 2002, p.400; FERREIRÓS, Estela M., “La ley 25.561 y la suspensión de los despidos. Fecha de entrada en vigencia y ámbito de aplicación. La coherencia del sistema legislativo transitorio y el derecho del trabajo en crisis”, DLErrepar, Nº 202, junio 2002, p. 485; ARESE, Mauricio César, “La operatividad del artículo 16 de la ley 25.561 prorrogado por el decreto de necesidad y urgencia 883/2002”, DT 2002-B, p. 1514; y ROZENBERG, Enrique Mario, “Nuevas disposiciones en materia de suspensiones y despidos por causas económicas”, página web de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), www.cta.org.ar . 2 ETALA, Juan J. (h.), op. y loc. cits.; CARCAVALLO, Hugo R., op. y loc. cits. Idénticamente, FOGLIA, Ricardo A., “La duplicación...”, cit., pp. 97/8; RODRÍGUEZ BRUNENGO, Néstor, “Se ha cuadruplicado...”, cit., p. 22; GRISOLÍA Julio A. y HIERREZUELO, Ricardo, “El art.16...”, cit., p. 23. 3 Cfr. SAPPIA, Jorge J., “Los despidos…”, cit., p. 446. 4 Cfr. FOGLIA, R., op. cit., p. 97. 2 la contravención a lo dispuesto por el mismo artículo 16. Por ello, será imprescindible dilucidar cuáles son las conductas susceptibles de configurar una contravención a la norma que habilite la imposición de la duplicación indemnizatoria. Tampoco me parece adecuado escindir el análisis de la norma del significado objetivamente incorporado a ella5; significado que —se analizará más adelante— se relaciona con el contexto socioeconómico objetivamente tenido en cuenta por el legislador, esto es, la emergencia social. La ponderación del contexto resulta imprescindible cuando se trata de una norma de excepción, como lo es el artículo 16 de la ley 25.561, destinada a enfrentar la unánime cuestión ocupacional. En síntesis, este trabajo intenta arribar a una triple precisión jurídica: a) la primera, relativa al efecto de suspensión de los despidos in causa por el plazo de ciento ochenta días; b) la segunda, destinada a determinar cuál es la contravención que la ley pena con la duplicación indemnizatoria, es decir, a qué obrar antijurídico la ley sanciona con tal indemnización especial; y c) por último, la validez constitucional de su reglamentación. El aspecto central del análisis jurídico del controvertido artículo 16 de la ley 25.561, se cifra en el efecto de suspensión de los despidos sin causa justificada por el plazo de ciento ochenta días. II. La suspensión de los despidos sin causa justificada Como se ha visto, el texto del artículo 16 de la ley 25.561, segunda parte, establece sin ambages que, por el plazo de 180 días, “quedan suspendidos los despidos sin causa justificada”. Pero no obstante la taxatividad del enunciado legal, los autores en general omiten toda consideración al efecto “suspensivo” de los despidos, con las salvedades que caben a Ackerman y a Foglia, para quienes no pasa desapercibida la hipótesis de la suspensión del despido sin causa, aunque en definitiva concluyen desechando esta posibilidad6. El título del trabajo de Ackerman sugiere que es equívoca la proposición legal. La suspensión habría sido así “mal llamada” por la ley7. II.1. La suspensión: ¿la otra, la misma? Para atribuir “sentido” jurídico a la norma que prescribe la suspensión de los despidos sin causa —y para evitar la rápida descalificación de un enunciado legal— me inclino por tener presente que “el acto de nombrar es, con mucho, el caso más simple del uso descriptivo de las palabras”8. Si, conforme al brocárdico romano, al intérprete le está 5 Tomo prestada la expresión a MONEREO PÉREZ, José Luis, en “Introducción al Nuevo Derecho del Trabajo. Una reflexión crítica sobre el Derecho flexible del Trabajo”, Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, p. 164. 6 Cfr. ACKERMAN, Mario E., “La mal llamada...”, cit., p. 1146; duplicación...”, cit., p. 98. 7 FOGLIA, Ricardo A., “La Cfr. ACKERMAN, Mario E., “La mal llamada...”, cit., p. 1145. 8 Cfr. POPPER, Karl, “Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico”, Paidós, ed. revisada y ampliada, cuarta reimpresión, Barcelona, 1994, p. 361. Aplicando las enseñanzas de Popper al 3 vedado hacer distinciones allí donde la ley no las dispuso, no le puede estar permitida la sustitución del nomen iuris impuesto por la ley. La autorizada voz de Ackerman nos dice que “suspensión” es el nombre equivocado, pero, cual riguroso cabalista, el catedrático guarda para sí el verdadero. Otra voz, nos diría que “los nombres no son símbolos arbitrarios sino parte vital de lo que definen”9. Por mi parte, me atengo al enunciado legal, que es autosuficiente e inequívoco: los despidos sin causa justificada “quedan suspendidos”. II.2. Irrelevancia de la discusión acerca de la naturaleza jurídica del despido Condicionar el análisis del efecto suspensivo del artículo 16 de la ley 25.561 a la adhesión a una u otra tesis sobre la naturaleza jurídica del despido, conduce a un sendero que se bifurca engañosamente. Como en un laberinto borgeano, genera una ilusión de salida, pero puede llevarnos frontalmente hacia un espejo que sólo duplique las apariencias o, con suerte, nos retorne circularmente al punto de partida10. Hacer depender el sentido de la suspensión que prescribe la ley, de la “definición” del despido a la que adhiera el intérprete, puede acarrear dificultades. Vale recordar las que, según Karl Popper, puede enfrentar el “filósofo del significado” que intente resolver un problema fáctico o un problema moral valiéndose de definiciones. Ello —advierte el citado epistemólogo— “significa, por lo común, la sustitución de un problema fáctico por otro meramente verbal (...) pues se habrá llegado a la solución con completa independencia de los hechos o decisiones morales”11. La disidencia planteada precedentemente contra la referida opinión de Ackerman no me impide encontrar coincidencias y aspectos relevantes en el desarrollo de su análisis. El catedrático se detiene a considerar la posibilidad de que la admisibilidad del efecto suspensivo del despido injustificado se relacione con la adhesión a la tesis que lo considera un acto lícito. En opinión de Ackerman, “si se entiende que el despido sin causa justificada es un ilícito, no sería admisible su suspensión, ya que en cuanto acto contrario a un deber jurídico —sea contractual o legal— estaría naturalmente prohibido”12. estudio que me ocupa, para interpretar una ley que suspende los despidos sin causa, no sería conveniente recargar el análisis de significados innecesarios. Más bien convendría adoptar el significado que nos aseguren nuestras “definiciones implícitas” o el significado aprendido “operacionalmente”, de manera que la solución no dependa de su significado o, en todo caso, la dependencia sea la menor posible. 9 BORGES, Jorge Luis, “Historia de los ecos de un nombre”, “Otras Inquisiciones”, Obras Completas 1923-1972, Emecé, p. 750. 10 Cfr. BORGES, Jorge Luis, “El jardín de senderos que se bifurcan” y “La biblioteca de Babel”, “Ficciones”, edición cit., p.. 472 y 465. 11 Cfr. POPPER, Karl, “La sociedad abierta y sus enemigos”, parte II, capítulo 11, nota 49, ed. Orbis – Hispamérica, Bs. As., 1985, p. 457. 12 ACKERMAN, M., op. cit., p. 1146. 4 Contra esto cabría decir, aplicando alguna noción de lógica deóntica —que me atrevo a balbucir— que no está prohibido lo que está permitido13. En nuestro sistema de estabilidad relativa impropia (artículos 245 de la ley de contrato de trabajo y 7º de la ley 25.013), el despido es, en definitiva, un recurso potestativo del empleador para extinguir el contrato. Pero no es intención de este trabajo entrar en la discusión acerca de la naturaleza jurídica del despido. Sí interesa decir que, se considere ilícito o no, el despido inmotivado nunca ha sido considerado un acto “prohibido”. No lo es para la doctrina que concibe al despido como un acto ilícito, ni tampoco lo regula como tal nuestra legislación. Los autores que sostienen la ilicitud intrínseca del despido distinguen nítidamente las consecuencias del despido (eficacia más obligación de indemnizar) de las consecuencias de los actos de objeto “prohibido” (nulidad). Para esta doctrina, el despido, aun considerado ilícito, es válido y eficaz14; y al contrario, los actos “prohibidos” no son válidos ni eficaces, son nulos15. Pero, por fuera de la postura dogmática que se adopte sobre la naturaleza jurídica del despido sin causa, la doctrina que se ha abocado al estudio del artículo 16 de la ley 25.561 es coincidente en que esta norma no establece la prohibición de los despidos16, razón por la cual —agrego con Etala (h.) y Carcavallo— no desaprobaría un test de constitucionalidad17. Por mi parte, entiendo que no es válido razonar que el artículo 16 de la ley 25.561 prohíbe o anula aquello que convalida regulando expresamente las condiciones derivadas de su eficacia18, como por ejemplo, la suspensión, la sanción por contravención, etc. Cabe agregar que la eficacia del despido no se disuelve ni aun en el supuesto de que el principal incumpla en abonar la indemnización. También en ese caso, el acto mantiene su operatividad extintiva plena; el vínculo contractual se destruye19, aunque diferido en el tiempo. Ackerman, se inclina finalmente por sostener que, con indiferencia de la tesis sobre la naturaleza del despido a la que se adhiera, el resultado es el mismo: eficacia del despido y duplicación indemnizatoria20. 13 Cfr. ECHAVE, Delia T., URQUIJO, María E. y GUIBOURG, Ricardo A., “Lógica, proposición y norma”, 2ª reimpresión, Astrea, 1986, pp. 119/23. 14 Para Fernández Madrid, el despido sin causa es un acto “ilícito”, pero su efecto principal —la disolución del contrato de trabajo— resulta convalidado por el ordenamiento jurídico, originando derechos indemnizatorios para el trabajador. El citado maestro enumera entre los principales caracteres del despido la condición de “acto extintivo” del contrato de trabajo. (Cfr. FERNÁNDEZ MADRID, Juan Carlos, “Tratado Práctico de Derecho del Trabajo”, ed La Ley, Bs. As., 1993, T. II, pp. 1565/6.) 15 Cfr. FERNÁNDEZ MADRID, Juan C., “Tratado ...”, cit., T. I, pp. 619/20. 16 Cfr. ETALA, Juan J. (h.), op. cit., p. 227; ZAMORANO, Eduardo L., op. cit. en nota 1, p. 2. 17 Cfr. ETALA, Juan J. (h.), op. y loc. cits.; CARCAVALLO, Hugo R., op. cit., p. 442. 18 El “mandamiento” legal no podría resumirse en un “No despedirás”. Implica más bien estas proposiciones subordinadas: “Si despides, suspenderé sus efectos; y si contravienes mi suspensión, te sancionaré con la duplicación indemnizatoria”. 19 Cfr. ACKERMAN, M., op. cit., p. 1146. 20 ACKERMAN, Mario E., “La mal llamada...”, cit., p. 1146. 5 Coincido en una parte de esta conclusión: el despido es eficaz. Pero no coincido en que la eficacia sea inmediata, ni en que la consecuencia necesaria ni única sea la duplicación indemnizatoria. A mi juicio, el despido sin causa es eficaz, pero su eficacia queda subordinada al vencimiento del plazo suspensivo que le impone la ley. En segundo lugar, creo que el mero despido sin causa —aun dispuesto durante el plazo de suspensión— no constituye un supuesto de “contravención”; por lo cual no da lugar a exigir el pago de la indemnización duplicada si no viene acompañada de conductas que efectivamente violen, defrauden o frustren la finalidad legal. (Esto último se desarrolla en el punto III.) II.3. Eficacia diferida del despido Lo que pone en cuestión el artículo 16 de la ley 25.561 no es la “extinción” del contrato de trabajo en sí misma, sino la oportunidad en que esa extinción adquiere operatividad. Como se ha dicho, la suspensión dispuesta por el artículo 16 de la ley 25.561 no compromete sustancialmente la eficacia del despido sin causa. Simplemente, la posterga hasta la finalización del plazo de suspensión, es decir, hasta que se encuentren cumplidos los 180 días, contados no desde la fecha del despido sino a partir de la fecha de vigencia de la ley, que, por decreto de necesidad y urgencia nº 50/2002, se estableció en el 6 de enero de este año. Por ello, y siendo que —como se ha dicho— el despido no es un acto “prohibido”, el empleador podrá despedir sin causa aun durante el curso del período de suspensión. Válidamente, el empleador puede comunicar al trabajador el despido sin causa para que tenga efecto diferido al vencimiento del plazo legal de suspensión (180 días). Ello lleva implícitas las siguientes obligaciones para el empleador: a) aguardar el término del plazo para considerar extinguida la relación laboral; b) participar de la tramitación del procedimiento administrativo correspondiente (Procedimiento Preventivo de Crisis o decreto 328/88); y c) pagar los salarios devengados entre la fecha del despido y el vencimiento del plazo de suspensión. Como contrapartida, a este empleador no se le podrá demandar el pago de la duplicación indemnizatoria21, porque no habrá “contravenido” la ley; al contrario la habrá cumplido. Estos aspectos se amplían en el punto III del presente. El contrato de trabajo se extinguirá, pero no de inmediato. El despido tendrá plena eficacia, aunque no en el momento natural de la recepción de su notificación, sino diferida al vencimiento del plazo de ciento ochenta días. La reforma legal no llega a modificar la sustancia de nuestro sistema de extinción contractual, caracterizado por la doctrina como “de estabilidad relativa impropia”22. Esto 21 Omito pronunciarme por la unidad o pluralidad de conceptos indemnizatorios sobre los que procede la duplicación, en tanto ese tópico excede el objetivo propuesto para este trabajo. 6 hay que tenerlo presente para evitar interpretar o pensar el artículo 16 de la ley 25.561 como si se tratara del artículo 245 de la LCT o del artículo 7° de la ley 25.013. La imposición de un plazo suspensivo a la eficacia del despido, no permite asimilar a nuestro sistema con los regímenes europeos que permiten la declaración de improcedencia o de nulidad del despido con eventual reinstalación del trabajador despedido. El nuevo régimen transitorio tiende a parecerse al régimen canadiense que —según descripción de Adriana Marshall—, en el caso de los despidos colectivos, combina una indemnización sustancialmente baja con un preaviso prolongado, sumados al esfuerzo concertado con los representantes de los trabajadores para minimizar las pérdidas masivas de puestos de trabajo23. II.4. Efectos sobre el preaviso Como consecuencia del plazo suspensivo, la principal alteración proveniente de la aplicación del artículo 16 de la ley 25.561 recae sobre el preaviso, que queda subsumido dentro del período de ciento ochenta días o la fracción no transcurrida del mismo. Propongo algunos supuestos para examinar esta hipótesis: a) El despido sin causa se comunica habiendo transcurrido 90 días del plazo de vigencia de la suspensión: En este caso, el efecto del despido se diferirá por los 90 días faltantes para completar el plazo de suspensión (de 180 en total). El preaviso, cualquiera fuera su extensión, queda subsumido dentro del plazo de suspensión pendiente. b) El trabajador tiene más de cinco años de antigüedad y el despido se produce 30 días antes del vencimiento del plazo de suspensión: Aquí el trabajador tiene derecho al otorgamiento de dos meses de preaviso (arts. 231, LCT, y 6º, ley 25.013). El empleador deberá otorgarle —o, en su caso, indemnizarle— el segundo mes de preaviso, cuyo curso comienza luego del vencimiento del término de suspensión. Cabe aclarar que esta subsunción no es equivalente a la ineficacia del preaviso prevista por el artículo 239 de la LCT para los casos en que la prestación de servicios se encuentre suspendida por alguna de las causas que otorgan derecho al cobro de salarios. En primer lugar, no es “la prestación de servicios” sino el despido lo que se encuentra suspendido. En segundo lugar, carece de razonabilidad agotar el término de suspensión para que el preaviso inicie su curso. El plazo de suspensión es suficientemente extenso como para cumplir la finalidad jurídica del preaviso, máxime cuando durante ese período se ha llevado a cabo un procedimiento tendiente a evitar la pérdida del empleo, como el previsto en los decretos 264/02 y 328/88. 22 Sobre el sistema, cfr.: DE LA FUENTE, Horacio, “Principios jurídicos del derecho a la estabilidad”, ed. V. P. Zavalía, Bs. As., 1976; FERNÁNDEZ MADRID, Juan Carlos, “Tratado Práctico de Derecho del Trabajo”, ed. La Ley, Bs. As., 1990, T. II, pp. 1563/5; VAZQUEZ VIALARD, Antonio (director), “Tratado de Derecho del Trabajo”, ed. Astrea, Bs. As., 1985, T. 3. 23 En algunas provincias, también en los despidos injustificados. Cfr. MARSHALL, Adriana, “Protección del empleo en América Latina: Las reformas de los noventa y sus efectos en el mercado de trabajo” en Varios autores, VILLANUEVA, Ernesto (coordinador), “Empleo y globalización. La nueva cuestión social en la Argentina”, edición Universidad Nacional de Quilmes, Bs. As., 1997, pp. 436/7. 7 La idea de subsunción del preaviso en el plazo de suspensión del despido es compatible con la doctrina emanada del fallo plenario nº 286 de la CNAT, autos “Vieyra, Iris c. Fiplasto S.A.”, según la cual, cuando existe “una garantía temporal de estabilidad de fuente legal o convencional, ella no es vulnerada por el preaviso otorgado por el empleador durante su vigencia para que el contrato se extinga una vez vencida dicha garantía”24. II.5. Pago de salarios hasta el vencimiento de la suspensión El empleador que despida sin causa pero sin incurrir en “contravención” a la norma, se verá obligado a abonar los salarios que se devenguen hasta completar el plazo de suspensión del despido, pero no deberá abonar la duplicación indemnizatoria, en tanto la duplicación es una sanción ligada causalmente a la “contravención”. Como contrapartida —y tomando en cuenta la advertencia crítica de un riguroso jurista25— aclaro que el “empleador contraventor” debe pagar, no sólo los salarios devengados durante el plazo de suspensión, sino además la duplicación indemnizatoria. No debe confundirse la consecuencia de obligación de pagar de salarios durante el período de suspensión, con la reincorporación derivada de los regímenes de estabilidad relativa propia. El trabajador no está “reincorporado”, sino que todavía no puede considerarse despedido hasta que el despido produzca efectos, salvo que se acuerde la revisión del despido durante el trámite del procedimiento previsto en la reglamentación. Además, el empleador está sometido a una obligación de dar —no de hacer—, por lo tanto no colisiona con la regla del artículo 629 del Código Civil que impide la ejecución forzada de esta especie de obligaciones. Esta consecuencia no es pasada por alto por Ackerman, en cuyo trabajo vislumbra que “podría, sin embargo, interpretarse también que la relación de trabajo y el deber salarial deben mantenerse hasta el vencimiento del plazo establecido en el artículo 16 de la ley 25.561”26. Cabe añadir que esto surge concordantemente de la reglamentación, cuando el artículo 2° del decreto 264/2002 le otorga a la autoridad administrativa del trabajo —dentro del procedimiento previsto en dicho reglamento— la facultad de disponer “las medidas para velar por el mantenimiento de la relación de trabajo y el pago de los salarios caídos”27, dentro del marco de “emergencia pública en materia social, económica, administrativa, financiera y cambiaria” declarada por el artículo 1º de la ley 25.561, en virtud de la cual 24 DT, 1996-B, 2073. 25 El Dr. Eduardo L. Zamorano. 26 ACKERMAN, Mario E., op. cit., p. 1150. 27 El texto completo del artículo 2° del decreto 264/2002 es el siguiente: “En caso de verificarse el incumplimiento al procedimiento previsto en el artículo anterior, la autoridad administrativa del trabajo intimará, previa audiencia de partes, el cese inmediato de los despidos, disponiendo las medidas para velar por el mantenimiento de la relación de trabajo y el pago de los salarios caídos”. Véase un análisis de esta reglamentación y sus normas complementarias en ROZENBERG, Enrique Mario, “Nuevas disposiciones en materia de suspensiones y despidos por causas económicas”, página Web de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), www.cta.org.ar . 8 delega transitoriamente facultades en el Poder Ejecutivo nacional para “Reactivar el funcionamiento de la economía y mejorar el nivel de empleo y de distribución de ingresos” (art. 1º, acápite 2, ley 25.561). Estas normas tienden a recuperar la función “redistributiva de los recursos”28 que supo tener el ordenamiento jurídico laboral. II.6. Efectos sobre el deber de dar ocupación efectiva Durante el período de suspensión del despido, el empleador podrá otorgar ocupación efectiva al trabajador, respetando la licencia diaria (art. 237, LCT) en el tramo imputable al preaviso, que corre paralelo —no sucesivo— al período de suspensión. Pero no puede ser obligado a dar ocupación al trabajador durante el período de suspensión, luego de concluido el trámite del procedimiento previsto en la reglamentación. Esto, en virtud de que el empleador tiene el derecho de relevar al trabajador de prestar servicios durante el preaviso, abonándole a éste la indemnización, conforme lo prescribe el artículo 236, in fine, de la Ley de Contrato de Trabajo. Por otra parte —como se ha anticipado—, subsiste la vigencia del artículo 629 del Código Civil, que impide al juez disponer compulsivamente la ejecución de una obligación “de hacer”, sin perjuicio del derecho del deudor al reclamo indemnizatorio. En cuanto al trabajador, éste podrá considerar extinguido el contrato antes del vencimiento del plazo, perdiendo su derecho a la remuneración por el período faltante, pero conservando su derecho al cobro de la indemnización que le corresponda (art. 236, primer párrafo, LCT). Con respecto a la indemnización que le corresponda al trabajador, cabe reiterar que no podrá obligar al principal a abonar la duplicación indemnizatoria si éste no ha incurrido en “contravención” al artículo 16 de la ley 25.561; consecuencia que será objeto de análisis en el punto siguiente. III. La contravención Una vez establecido que el despido injustificado no constituye un acto prohibido, no es posible concluir que este acto constituye la “contravención” a que se refiere el artículo 16. El agravamiento indemnizatorio es, según la expresión legal, la sanción o consecuencia derivada, no del acto de despedir sin causa, sino de contravenir la ley. Carecería de toda razonabilidad que la ley reputara como contravención el ejercicio de una conducta no prohibida29. 28 Sobre esta noción, cfr. PALOMEQUE LÓPEZ, Manuel-Carlos, “Derecho del trabajo e ideología”, quinta edición revisada, ed. Tecnos, Madrid, 1995, p. 21. 29 No sería “razonable” que la ley tendiera una emboscada al empleador, en términos más o menos así: “no te prohíbo que despidas sin causa, pero si lo haces, te consideraré un infractor y te castigaré”. Ambos enunciados serían recíprocamente incompatibles, contradictorios entre sí; cuanto menos, contrarios. Es posible poner de manifiesto la contrariedad que encierra tal razonamiento, con auxilio de la lógica deóntica, en los siguientes términos: si despedir sin causa no está prohibido por la ley, el despido sin causa no puede 9 Por lo tanto, el empleador que comunica el despido sin causa pero cumple con la totalidad de las prescripciones legales y reglamentarias, esto es: respeta el plazo de suspensión (180 días), abona los salarios devengados durante dicho período y se aviene a la sustanciación del procedimiento que corresponda según la reglamentación —artículos 98 a 105 de la LE o decreto 328/88—, está obrando “de buena fe” al momento de la extinción contractual y cumpliendo la ley. No sería razonable imputarle una actitud “contraria” —de contravención a las normas— y castigarlo con el duplo indemnizatorio. Con otras palabras, no sería susceptible de la imposición de la sanción especial (duplicación indemnizatoria) que la ley prevé para el caso de contravención. Enuncio ejemplificativamente algunos supuestos “típicos” de contravención al artículo 16 de la ley 25.561. a) Violación del período de suspensión La violación a la suspensión dispuesta por el artículo 16 se consuma, en primera hipótesis, por la omisión de mantener la relación laboral hasta el vencimiento del plazo de 180 días y, consecuentemente, de abonar los salarios que se devenguen hasta la eficacia del despido. b) Falsa invocación de causa Tanto se trate de una simulada “justa” causa, como de las causas económicas o de fuerza mayor previstas en los artículos 247 de la ley de contrato de trabajo y 10 de la ley 25.013. Tiene sentido que la ley castigue el intento de defraudar su alcance pretextando una causal inexistente para evitar el aplazamiento del despido o el pago de la indemnización íntegra correspondiente (artículos 245 de la ley de contrato de trabajo y 7° de la ley 25.013). c) Omisión del procedimiento contemplado en el decreto 264/02 Tipo de contravención previsto en el artículo 3º del decreto 264/02. Esta norma reglamentaria se relaciona por “articulación” o “complementariedad”, en los términos de la tipología de las relaciones entre fuentes acuñada por Antonio Martín Valverde. En la relación de articulación, la norma reglamentaria precisa el supuesto de hecho para la consecuencia jurídica establecida en la “norma básica”, esto es, el artículo 16 de la ley 25.561. “A la hora de la aplicación, ambas comparecen y funcionan al mismo tiempo”30. IV. Irrelevancia de la prórroga con respecto a la suspensión en curso La primera suspensión de los despidos sin causa venció —de acuerdo con el cómputo iniciado por el referido decreto 50/02— el 6 de julio de 2002. Fue prorrogada por el configurar la “contravención” que ella misma sanciona con la duplicación indemnizatoria. Con otras palabras, el despido sin causa no es la conducta que la norma tipifica como “contravención” para imponerle la sanción de la indemnización duplicada. Para una explicación precisa, clara, completa y sintética de estas nociones, solicitar ayuda a ECHAVE, D., URQUIJO, M. E. y GUIBOURG, R., op. cit., pp. 83/7. 30 Cfr. MARTÍN VALVERDE, Antonio, “Concurrencia y articulación de normas laborales”, Revista de Política Social nº 119, julio-septiembre 1978, Madrid, p. 11. 10 decreto de necesidad y urgencia n° 883/02, extendiéndose la suspensión a los subsiguientes 180 días hábiles administrativos31. La prórroga no afecta retroactivamente a la suspensión en curso, durante la cual el empleador bienintencionado decidió el despido, se avino al procedimiento administrativo y pagó los salarios caídos. La postergación de la eficacia del despido no se extiende junto con la prórroga. El carácter determinado del plazo suspensivo no puede alterarse ni desvirtuarse retroactivamente por una norma que disponga su prórroga, la cual no resultaría aplicable a los despidos notificados durante el primer período semestral de suspensión. Disiento con Carcavallo32, en cuanto a que ello obligue a volver sobre la vinculación entre el régimen de estabilidad relativa y las garantías constitucionales. Tratándose de una suspensión a plazo cierto y determinado, no se puede considerar afectado el derecho de propiedad ni tiene que ver con el caso “De Luca, José y otro c. Banco Francés” (DT, 1969-159). V. Imperatividad de la “suspensión” de los despidos Como toda prescripción derivada de una norma de orden público, la suspensión de los despidos sin causa es imperativa. No puede, entonces, redimirse —contra lo que sostiene la mayoría de la doctrina— por el pago del doble de la indemnización. La suspensión de los efectos de los despidos sin causa y la búsqueda de alternativas concertadas ante la crisis están en el núcleo de la regulación integrada por el artículo 16 de la ley 25.561 y su decreto reglamentario nº 264/02. Dentro de la gravísima crisis social y económica que motivó la sanción de estas normas, el desempleo tiene importancia central. Los niveles de desocupación y subocupación no tienen precedentes en la Argentina; y los puestos de trabajo caídos en el último año ponen en acto la desmesura: “En los últimos doce meses la tasa de desempleo en la Argentina ha crecido desde el 17 hasta el 21 por ciento, alcanzándose un lamentable récord histórico (...) La pérdida de empleo es la causa más inmediata de la pobreza y el hambre (...) Se trata de una situación excepcional y de una verdadera catástrofe”33. “Aumentan los despidos y los retiros voluntarios irregulares. Subió del 14 al 35 % la cantidad de acuerdos de partes rechazados por el Ministerio de Trabajo”34. “(D)urante julio hubo 58.500 despidos. En lo que va del año, los despidos superan los 388.000”35. 31 Cómputo que, de acuerdo con Zamorano, impide precisar con certeza la fecha concreta de extinción (Cfr. ZAMORANO, Eduardo Leopoldo, “Panorama Laboral” edición web, mayo-junio de 2002). 32 Cfr. CARCAVALLO, Hugo R., op. cit., p. 442. 33 Editorial del diario La Nación, 18/06/02. 34 Diario La Nación, 15/06/02, suplemento Economía, p. 1. 35 Diario Clarín, 6/08/02, p. 10. 11 “El desempleo en el país llegó en mayo a 21,5 (...) En el último año se destruyeron en la Argentina 750.000 puestos de trabajo”36. El último año ha sido el de mayor incremento en la cantidad de altas en el sistema del Seguro de Desempleo: entre el 1º de agosto de 2001 y el 31 de julio de 2002 se han registrado 302.00037. VI. Razonabilidad de la normativa de emergencia En semejante contexto de pérdida de empleo, no se puede atacar la razonabilidad de medidas legales tendientes a interrumpir la hemorragia de despidos inmotivados —insisto, sin entrar en el debate sobre la conveniencia o no de tales medidas38. El medio elegido por el legislador no supone “alteración arbitraria” de los derechos y garantías emanados de la Constitución Nacional. Al contrario, el “medio” normativo elegido —la suspensión transitoria de los despidos sin causa y la promoción de conductas que tienden a consolidar el sistema de relaciones laborales en un marco reglado y racional de búsqueda de esfuerzos compartidos y alternativas a la crisis ocupacional— se puede decir que es “razonablemente proporcional” y “conducente” para alcanzar el “fin” propuesto —por utilizar conceptos emanados de la doctrina de la Corte Suprema—, y que el Estado tiene razón valedera para fundar la ley y su reglamentación, así como su prórroga mientras dure la emergencia39. Por lo tanto, tampoco puede cuestionarse la legalidad ni la razonabilidad de la prórroga de estas normas mientras perdure la emergencia, dispuesta por decreto de necesidad y urgencia nº 883/02 (B.O. 29/05/02; DT 2002-A, p.1261). Carente de razonabilidad y de sentido, sería la interpretación y aplicación de las normas que soslayara el contexto y el marco de relaciones sociales a los cuales esas normas están destinadas. Tan “razonable” es la nueva normativa, que parece europea. Si bien —como se ha dicho más arriba— sus efectos no son identificables con la estabilidad en sentido propio de los sistemas estatales del centro y sur de Europa, guarda analogías con la Directiva 75/129 del Consejo Económico Europeo (del 17/02/75), modificada por la Directiva 92/56/CEE (del 24/6/92). El artículo 16 de la ley 25.561 y su reglamentación, al igual que la citada normativa comunitaria europea —en el comentario de José Luis Monereo— no pretenden introducir limitaciones esenciales a la libertad de decisión del empresario para despedir; sino solamente garantizar la “procedimentalización del mecanismo decisorio” a fin de permitir la intervención, el control y la función mediadora de la autoridad de 36 Diario Ámbito Financiero, titular y nota de Victoria Giarrizzo. 37 Fuente: Encuesta Permanente de Hogares, INDEC. 38 No es el propósito de este trabajo abrir juicio sobre la oportunidad, mérito o conveniencia de esta normativa, aspecto de mayor interés para la política pública que para el Derecho o que al menos excede las metas del presente análisis. Con respecto a la efectividad de las medidas, cfr. ARESE, Mauricio César, op. cit., pp. 1514/5. 39 Cfr. BIDART CAMPOS, Germán J., “Manual de la Constitución reformada”, 2ª reimpresión, Bs. As., 1998, Ediar, T. I, pp. 516/7. 12 aplicación40. Normas como la directiva comentada han surgido en el ordenamiento comunitario europeo ante “la necesidad de racionalizar y ordenar de forma flexible el mercado de trabajo”41; argumento éste a tener en cuenta para controvertir los cuestionamientos que ha efectuado la doctrina local al artículo 16 y sus reglamentación con fundamento en su supuesto y excesivo sesgo “intervensionista”. Por otra parte, merece que la nueva normativa de emergencia —al igual que la norma comunitaria europea citada— es tributaria del Convenio núm. 158 y la Recomendación núm. 166 de la OIT, sobre la terminación de la relación de trabajo por iniciativa del empleador. El artículo 13.1, acápites a) y b) del Convenio 158 —recientemente sometido a la aprobación del Congreso de la Nación— prescribe que, cuando el empleador prevea extinciones contractuales por motivos económicos, tecnológicos, estructurales o análogos: “proporcionará a los representantes de los trabajadores interesados, en tiempo oportuno, la información pertinente, incluidos los motivos de las terminaciones previstas, el número y categorías de los trabajadores que puedan ser afectados por ellas y el período durante el cual habrían de llevarse a cabo dichas terminaciones”, y “ofrecerá a los representantes de los trabajadores interesados, lo antes posible, una oportunidad para entablar consultas sobre las medidas que deban adoptarse para evitar o limitar las terminaciones para los trabajadores afectados, por ejemplo, encontrándoles otros empleos”. VII. Constitucionalidad de la reglamentación La reglamentación emanada del decreto 264/02 impone un esfuerzo tripartito destinado a lograr el mantenimiento de la relación de trabajo y evitar o paliar el impacto de la emergencia sobre el nivel de empleo. La exigencia reglamentaria consiste en la tramitación forzosa del Procedimiento Preventivo de Crisis previsto en los artículos 98 a 105 de la ley 24.013, o el procedimiento administrativo establecido en el decreto 328/88, para los casos en que no se alcancen los porcentajes determinados en el mencionado artículo 98 de la citada Ley de Empleo42. Estas medidas normativas tienen lugar en el contexto de “emergencia pública en materia social, económica, administrativa, financiera y cambiaria” declarada por el artículo 1º de la ley 25.561, que otorga transitoriamente al Poder Ejecutivo nacional facultades para “Reactivar el funcionamiento de la economía y mejorar el nivel de empleo y de distribución de ingresos” (art. 1º, apartado 2, ley 25.561). Concordantemente, el decreto nº 165/02 declara “la Emergencia Ocupacional Nacional, hasta el día 31 de diciembre de 2002” (B.O. 23/01/2002; DT 2002-A, pp. 321/2). No comparto las opiniones que encuentran objeciones a la constitucionalidad del decreto 264/01, en razón de que declara aplicable el Procedimiento Preventivo de Crisis a la suspensión de los despidos dispuesta por el artículo 16 de la ley 25.561. Para el punto de 40 MONEREO PÉREZ, José Luis, “Los despidos colectivos en el ordenamiento interno y comunitario”, Cuadernos Civitas, Madrid, 1994, pp. 35/7. 41 Cfr. MONEREO PÉREZ, J. L., op. y loc. cit. 42 Cfr. ROZENBERG, Enrique M., op. y loc. cits. 13 vista que contradigo, la nueva reglamentación no puede ampliar la aplicación del Procedimiento Preventivo de Crisis a hipótesis no previstas en la Ley de Empleo. Contra estos argumentos, una vez más, hay que tener presente que el decreto 264/02 viene a reglamentar el artículo 16 de la ley 25.561, no el artículo 245 de la LCT ni el 7º de la ley 25.013, y que el artículo 16 de la Ley de Emergencia Pública, antes que incrementar o prohibir los despidos sin causa, los suspende. El decreto 264/02 reglamenta, entonces, “la suspensión”, que tiene un amplio margen temporal de ciento ochenta días, dentro del cual la reglamentación impone un trámite de conciliación mucho más breve, de solo diez días hábiles. Por lo tanto, no hay desborde temporal por parte de la norma reglamentaria. Dicho con otras palabras, y atendiendo a la relación entre fuentes, el procedimiento no “suplementa” el despido; “se articula”43 con la suspensión. Por lo tanto, no son válidas las objeciones relativas a la supuesta inconstitucionalidad del decreto 264/02. No cabe ningún reparo constitucional al hecho de que la reglamentación, dentro de los límites extrínsecos que le imponen la razonabilidad, la letra de la ley que reglamenta y su espíritu (art. 99, inciso 2, C.N.), remita a otro procedimiento ya escrito en otra norma —aunque esta segunda norma sea de mayor jerarquía (en este caso, la ley 24.013)— en lugar de redactarlo íntegramente de nuevo. El decreto 264/02 ha preferido la técnica de “importación” de un procedimiento preestablecido en otra norma a la innecesaria re-redacción íntegra del mismo procedimiento en el nuevo reglamento, quizás para no emular la intrascendente hazaña de Pierre Menard, personaje borgeano que reescribió el Quijote. Para ejercer esta opción de técnica normativa, basta la potestad reglamentaria derivada del artículo 99, inciso 2, de la C.N. No hace falta siquiera invocar las facultades especiales delegadas por la Ley de Emergencia Pública en el Poder Ejecutivo para “reactivar el funcionamiento de la economía y mejorar el nivel de empleo y de distribución de ingresos”. Sin perjuicio de la posibilidad de debatir el acierto o no de estas normas en tanto instrumentos de política pública44, visto desde una perspectiva estrictamente jurídica, el decreto 264/02 resiste el examen de constitucionalidad. Del análisis formal y de contenido no surgen incongruencias entre este decreto y las normas superiores del ordenamiento jurídico. El Estado demuestra intención de reasumir la, denominada por Palomeque, función histórica de la legislación del trabajo, imponiendo al conflicto social “un cauce de desenvolvimiento compatible con la permanencia y desarrollo del modo de producción capitalista y las paredes maestras de la sociedad burguesa”45. 43 Cfr. MARTÍN VALVERDE, A., op. y loc. cits. 44 Debate que el autor no tiene intención de rehuir. Simplemente, se deja de lado porque excede el marco de este trabajo, que demasiado extenso ya ha salido para la modestia de sus objetivos. 45 PALOMEQUE LÓPEZ, M.-C., op. cit., p. 17. 14 VIII. El Derecho del Trabajo ante la crisis y la emergencia ocupacional Mucho se recuerda la metáfora de Palomeque, según la cual es la crisis económica “un compañero de viaje histórico” del Derecho del Trabajo. Así será, sin duda, aunque no estoy tan seguro de que se pueda atribuir equivalencia a los significados de “crisis económica” y “emergencia”46. En principio, no creo posible emparentar en forma rápida y lineal los sentidos de emergencia ocupacional y crisis económica. El artículo 16 de la Ley de Emergencia Pública y su decreto reglamentario nº 264/02 salen a enfrentar específicamente a la primera —emergencia ocupacional—, no a la imprecisa y genérica crisis económica, noción que ha sido invocada abusivamente en sucesivas reformas laborales en busca de un derecho flexible47. Pensando en cómo ha afectado la crisis a cada uno de los protagonistas de las relaciones jurídicas reguladas por esta rama del Derecho —los trabajadores, sus organizaciones y los empleadores—, habrá que decir, seguramente, que “le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”48. Pero si el Derecho del Trabajo — como suele decir Romagnoli— ha sido el Derecho del Siglo XX49, sin duda su parcero, con o sin crisis económica, habrá sido menos la emergencia ocupacional que el pleno empleo50. 46 Manuel-Carlos Palomeque distingue entre el Derecho del Trabajo —acompañado o no por la crisis— y el “Derecho del Trabajo de la crisis”; pero no es objetivo de estas líneas reabrir el “debate sobre las transformaciones del Derecho del Trabajo”. Baste señalar que este autor advierte que la determinación del alcance de las transformaciones institucionales, así como la identificación de los objetivos singulares que motivan las correspondientes iniciativas legislativas que las hacen posibles, no dejan de ser una “cuestión esencialmente política”, bien que se utilice instrumentos de expresión jurídicos o de otro carácter. Por lo cual, la discusión acerca de la transformación o reforma del marco normativo de las relaciones de trabajo corre el riesgo de convertirse en una polémica puramente formal, desprovista de contenidos y amparadora por ello de las más heterogéneas propuestas en sintonía con los respectivos intereses en juego, al igual que las cuestiones de matriz ideológica y política semejante (al respecto, el debate sobre la flexibilización del marco laboral es un buen ejemplo de ello). Reformar o flexibilizar el mercado puede querer significar, según quien realice la propuesta, desde la pura desarticulación de los elementos de tutela del ordenamiento laboral hasta la simple adaptación del ordenamiento laboral a las exigencias de las transformaciones sociales y económicas. Cfr. PALOMEQUE LÓPEZ, M.-C., op. cit., pp. 20/4. 47 Sobre los argumentos esgrimidos en el debate sobre la flexibilización laboral, cfr. SALA FRANCO, Tomás, “El debate sobre las políticas de flexibilidad laboral y el Derecho del Trabajo”, en varios autores (Juan RIVERO LAMAS coordinador): “La Flexibilidad Laboral en España”, Facultad de Derecho – Universidad de Zaragoza, Coop. de Artes Gráficas Librería General, Zaragoza, 1993, p. 39; y VON POTOBSKY, Geraldo, “Ensayo sobre un futuro anunciado”, en Varios autores, “Ensayos sobre El futuro del derecho del trabajo”, Zavalía, Bs. As., 1997, p. 132. 48 BORGES, Jorge Luis, “Nueva refutación del tiempo”, “Otras inquisiciones”; Obras Completas 19231972, ed. Emecé, Bs. As., p. 758. 49 ROMAGNOLI, Umberto, “La libertad sindical, hoy”, Revista de Derecho Social, Nº 14, 2001, ed. Bomarzo, Madrid, p. 9. 50 En la configuración occidental del Derecho del Trabajo, y en su evolución, ha sido preponderante el rol de Estado como “organizador social” para diseñar el “Estado social de derecho” o “Estado de bienestar”, con el telón de fondo de las ideas keynesianas, que postulaban la función directiva del Estado sobre la propensión al consumo (a través de la política fiscal), la socialización de inversiones y el pleno empleo. Cfr. BAYLOS GRAU, Antonio, “Derecho del trabajo: modelo para armar”, ed. Trotta, Madrid, 1991, pp. 29/32. 15 IX. Reseña de conclusiones 1. – El artículo 16 de la ley 25.561 no prohíbe los despidos sin causa, sino “suspende” sus efectos hasta el vencimiento del plazo de 180 días. 2. – Los plazos de suspensión y prórroga sucesiva no son acumulables. 3. – El despido sin causa no configura, por sí solo, “contravención” al régimen constituido por el artículo 16 de la ley 25.561 y su reglamentación (decreto 264/02). 4. – El decreto 264/02 se vincula por “complementariedad” con el artículo 16 de la ley 25.561, y no merece objeciones de constitucionalidad por el hecho de prescribir razonablemente la aplicación del Procedimiento Preventivo de Crisis o del decreto 328/88 dentro del plazo de suspensión de los despidos, en el marco de la situación de emergencia ocupacional (art. 1º, ley 25.561 y decreto nº 165/02). 5. – El empleador que despide sin causa durante el período de suspensión, pero “no incurre en contravenciones” a la normativa legal o reglamentaria, debe abonar los salarios devengados entre el despido y el término del plazo suspensivo, más la indemnización del régimen indemnizatorio correspondiente (LCT o ley 25.013), pero no pagar la duplicación. 6. – El empleador que despida “incurriendo en contravención” (esto es, invocando falsa causa, omitiendo pagar salarios durante el período de suspensión, no sometiéndose al procedimiento reglamentario, etc.) deberá abonar: los salarios devengados entre el despido y el término del período de suspensión, más las indemnizaciones que correspondan, más la duplicación o duplicaciones que procedan. Bibliografía complementaria Jorge Luis BORGES: De “Otras Inquisiciones”: “Nueva refutación del tiempo” e “Historia de los ecos de un nombre”; de “El otro, el mismo”: “El golem”; de “Ficciones”: “El jardín de senderos que se bifurcan”, “Pierre Menard, autor del Quijote” y “La biblioteca de Babel”. Saúl SOSNOWSKI, “Borges y la Cábala. La búsqueda del verbo”, Hispamérica, Bs. As. 16