La suspensión de los despidos sin causa por el artículo 16 de la ley

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La suspensión de los despidos sin causa por el artículo
16 de la ley 25.561: otra refutación del tiempo
Por Héctor Omar García*
SUMARIO: I. Introducción. II. La suspensión de los despidos sin causa
justificada. II.1. La suspensión: ¿la otra, la misma? II.2. Irrelevancia de la
discusión acerca de la naturaleza jurídica del despido. II.3. Eficacia diferida del
despido. II.4. Efectos sobre el preaviso. II.5. Pago de salarios hasta el
vencimiento de la suspensión. II.6. Efectos sobre el deber de dar ocupación
efectiva. III. La contravención. IV. Irrelevancia de la prórroga con respecto a la
suspensión en curso. V. Imperatividad de la “suspensión” de los despidos. VI.
Razonabilidad de la normativa de emergencia. VII. Constitucionalidad de la
reglamentación. VIII. El Derecho del Trabajo ante la crisis y la emergencia
ocupacional. IX. Reseña de conclusiones.
“... el nombre es arquetipo de la cosa...”
Jorge Luis Borges (El golem)
I. Introducción
El artículo 16 de la ley 25.561 dispone la suspensión de los despidos sin causa
justificada por el plazo de ciento ochenta días. Para comodidad del lector, antes de abordar
el análisis de la norma, la transcribo íntegramente a continuación: “Artículo 16. —
Suspéndese la aplicación de la Ley N° 25.557, por el término de hasta NOVENTA (90)
días. Por el plazo de CIENTO OCHENTA (180) días quedan suspendidos los despidos sin
causa justificada. En caso de producirse despidos en contravención a lo aquí dispuesto,
los empleadores deberán abonar a los trabajadores perjudicados el doble de la
indemnización que correspondiese, de conformidad a la legislación vigente.”
Al margen de los desacuerdos que surjan de mis puntos de vista sobre el tema, planteo
preliminarmente mi deuda con los juristas que me precedieron en el análisis de la norma
transcripta y de su reglamentación1, aclarando que, a pesar de la agudeza y el rigor
* Agradezco, a los Dres. Eduardo L. Zamorano y José Tribuzio, sus discusiones y aportes críticos, y a la
Sta. Sonia Marcela Novick, el archivo de notas gráficas y estadísticas utilizado en el presente trabajo.
1
Cfr. ETALA, Juan José (h.), “Análisis de la ley 25.561 de suspensión de los despidos, de conversión de
pago de deudas en dólares y de actualización monetaria”, DT, 2002-A, pp. 223/39; CARCAVALLO,
Hugo R., “Notas sobre la suspensión de los despidos sin causa dispuesta en la ley 25.561 y en el decreto
264/02”, DT, 2002-A, pp. 441/45; SAPPIA, Jorge, “Los despidos y la crisis. A propósito del artículo 16 de
la ley 25.561 y los decretos 264 y 265 de 2002”, DT, 2002-A, pp. 446/57; FOGLIA, Ricardo Arturo, en
“La duplicación temporal de la indemnización por despido sin justa causa dispuesta por el artículo 16 de
la ley 25.561 y el decreto 264/02”, TySS, 4/2002, pp. 97/104; CONFALONIERI, Juan Ángel (h.),
“Nuevo régimen de procedimiento del despido”, TySS, cit., pp. 105/12; CAUBET, Amanda, “Suspensión
de los despidos sin causa o por causas económicas”, DLErrepar, Nº 199, marzo 2002, pp. 198/200;
1
intelectual que evidencian los respectivos trabajos, mi convicción en la imposibilidad de
considerar agotada la reflexión crítica sobre cualquier tema me hace creer posible todavía
decir algo más —en particular, algo diferente— acerca de esta innovación normativa.
Sin perjuicio del reconocimiento precedente, no comparto en general las opiniones de
quienes me han precedido en el estudio de esta normativa, en cuanto condensan los efectos
del artículo 16 en el solo y directo agravamiento indemnizatorio del despido injustificado2
o postulan la incompatibilidad entre esta norma legal y su reglamentación, el decreto
264/01, tachado —considero que apresuradamente— de inconstitucional.
Me aparto, por ejemplo, de la aguda apreciación de Sappia, para quien lo que se ha
suspendido es la aplicación, durante el plazo referido, de la tasa indemnizatoria de los
artículos 245 de la Ley de Contrato de Trabajo y 7º de la ley 25.013, siendo reemplazada
por un duplicado de los respectivos montos indemnizatorios3.
A contramano también del tratamiento metodológico que le da Foglia al estudio de este
tema4, considero que la ley no plantea desde el vamos o a priori la duplicación de la
indemnización por despido incausado, sino que el efecto principal del artículo 16 es la
suspensión de este tipo de despidos.
Me parece posible profundizar un poco más el estudio de los efectos del enunciado
legal que declara suspendidos los despidos sin causa justificada por el término de 180 días.
Especialmente, considero errado adoptar como eje del análisis del artículo 16 de la ley
25.561 el consecuente, es decir, “la” o “las” indemnizaciones duplicadas, pasando por alto
que el antecedente de esta sanción —según lo establece expresamente la norma— no es la
“prohibición” de los despidos sin causa —ni, como se verá, tampoco la suspensión—, sino
ZAMORANO, Eduardo Leopoldo, “Nuevo régimen de despidos”, en “Panorama Laboral”, ed. Estudio
Zamorano, N° 16, marzo-abril de 2002, p. 2/4; RODRÍGUEZ BRUNENGO, Néstor, “Se ha
cuadruplicado la indemnización por despido”, en “Laboral”, Revista bimestral de la Sociedad Argentina de
Derecho Laboral, N° 13, marzo-abril 2002, p. 22; GRISOLÍA Julio Armando y HIERREZUELO,
Ricardo, “El art. 16 de la ley 25.561, y los decretos 264/2002 y 265/2002”, en “Laboral...”, Rev. cit., p. 23;
VALDOVINOS, Oscar, “El derecho del trabajo, la emergencia y el voluntarismo jurídico”, DT, 2002-A,
pp. 895/900; ACKERMAN, Mario E., “La mal llamada suspensión de los despidos y su prórroga
prematura”, en DT, 2002-A, pp. 1145/54; ALEJANDRO, Sergio J., “Suspensión de los despidos sin
causa (ley 25561) y novedades en el procedimiento preventivo de crisis (decretos 264 y 265/2002”, DT,
2002-A, pp. 1167/82; AMBESI, Leonardo J., “La intervención del Estado en el mercado de trabajo: los
decretos 264/02 y 265/02”, DT, 2002-A, pp. 1183/93; GEREZ, Oscar R., “El despido incausado en la ley
25.561 de emergencia económica. Suspensión, extinción y modificación del contrato de trabajo por causas
económicas y tecnológicas. Procedimiento. Decretos 264/02 y 265/02”, DLErrepar, Nº 201, mayo 2002,
p.400; FERREIRÓS, Estela M., “La ley 25.561 y la suspensión de los despidos. Fecha de entrada en
vigencia y ámbito de aplicación. La coherencia del sistema legislativo transitorio y el derecho del trabajo
en crisis”, DLErrepar, Nº 202, junio 2002, p. 485; ARESE, Mauricio César, “La operatividad del artículo
16 de la ley 25.561 prorrogado por el decreto de necesidad y urgencia 883/2002”, DT 2002-B, p. 1514; y
ROZENBERG, Enrique Mario, “Nuevas disposiciones en materia de suspensiones y despidos por causas
económicas”, página web de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), www.cta.org.ar .
2
ETALA, Juan J. (h.), op. y loc. cits.; CARCAVALLO, Hugo R., op. y loc. cits. Idénticamente, FOGLIA,
Ricardo A., “La duplicación...”, cit., pp. 97/8; RODRÍGUEZ BRUNENGO, Néstor, “Se ha
cuadruplicado...”, cit., p. 22; GRISOLÍA Julio A. y HIERREZUELO, Ricardo, “El art.16...”, cit., p. 23.
3
Cfr. SAPPIA, Jorge J., “Los despidos…”, cit., p. 446.
4
Cfr. FOGLIA, R., op. cit., p. 97.
2
la contravención a lo dispuesto por el mismo artículo 16. Por ello, será imprescindible
dilucidar cuáles son las conductas susceptibles de configurar una contravención a la norma
que habilite la imposición de la duplicación indemnizatoria.
Tampoco me parece adecuado escindir el análisis de la norma del significado
objetivamente incorporado a ella5; significado que —se analizará más adelante— se
relaciona con el contexto socioeconómico objetivamente tenido en cuenta por el
legislador, esto es, la emergencia social. La ponderación del contexto resulta
imprescindible cuando se trata de una norma de excepción, como lo es el artículo 16 de la
ley 25.561, destinada a enfrentar la unánime cuestión ocupacional.
En síntesis, este trabajo intenta arribar a una triple precisión jurídica: a) la primera,
relativa al efecto de suspensión de los despidos in causa por el plazo de ciento ochenta
días; b) la segunda, destinada a determinar cuál es la contravención que la ley pena con la
duplicación indemnizatoria, es decir, a qué obrar antijurídico la ley sanciona con tal
indemnización especial; y c) por último, la validez constitucional de su reglamentación.
El aspecto central del análisis jurídico del controvertido artículo 16 de la ley 25.561, se
cifra en el efecto de suspensión de los despidos sin causa justificada por el plazo de ciento
ochenta días.
II. La suspensión de los despidos sin causa justificada
Como se ha visto, el texto del artículo 16 de la ley 25.561, segunda parte, establece sin
ambages que, por el plazo de 180 días, “quedan suspendidos los despidos sin causa
justificada”. Pero no obstante la taxatividad del enunciado legal, los autores en general
omiten toda consideración al efecto “suspensivo” de los despidos, con las salvedades que
caben a Ackerman y a Foglia, para quienes no pasa desapercibida la hipótesis de la
suspensión del despido sin causa, aunque en definitiva concluyen desechando esta
posibilidad6.
El título del trabajo de Ackerman sugiere que es equívoca la proposición legal. La
suspensión habría sido así “mal llamada” por la ley7.
II.1. La suspensión: ¿la otra, la misma?
Para atribuir “sentido” jurídico a la norma que prescribe la suspensión de los despidos
sin causa —y para evitar la rápida descalificación de un enunciado legal— me inclino por
tener presente que “el acto de nombrar es, con mucho, el caso más simple del uso
descriptivo de las palabras”8. Si, conforme al brocárdico romano, al intérprete le está
5
Tomo prestada la expresión a MONEREO PÉREZ, José Luis, en “Introducción al Nuevo Derecho del
Trabajo. Una reflexión crítica sobre el Derecho flexible del Trabajo”, Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, p.
164.
6
Cfr. ACKERMAN, Mario E., “La mal llamada...”, cit., p. 1146;
duplicación...”, cit., p. 98.
7
FOGLIA, Ricardo A., “La
Cfr. ACKERMAN, Mario E., “La mal llamada...”, cit., p. 1145.
8
Cfr. POPPER, Karl, “Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico”, Paidós, ed.
revisada y ampliada, cuarta reimpresión, Barcelona, 1994, p. 361. Aplicando las enseñanzas de Popper al
3
vedado hacer distinciones allí donde la ley no las dispuso, no le puede estar permitida la
sustitución del nomen iuris impuesto por la ley.
La autorizada voz de Ackerman nos dice que “suspensión” es el nombre equivocado,
pero, cual riguroso cabalista, el catedrático guarda para sí el verdadero. Otra voz, nos diría
que “los nombres no son símbolos arbitrarios sino parte vital de lo que definen”9.
Por mi parte, me atengo al enunciado legal, que es autosuficiente e inequívoco: los
despidos sin causa justificada “quedan suspendidos”.
II.2. Irrelevancia de la discusión acerca de la naturaleza jurídica del despido
Condicionar el análisis del efecto suspensivo del artículo 16 de la ley 25.561 a la
adhesión a una u otra tesis sobre la naturaleza jurídica del despido, conduce a un sendero
que se bifurca engañosamente. Como en un laberinto borgeano, genera una ilusión de
salida, pero puede llevarnos frontalmente hacia un espejo que sólo duplique las apariencias
o, con suerte, nos retorne circularmente al punto de partida10.
Hacer depender el sentido de la suspensión que prescribe la ley, de la “definición” del
despido a la que adhiera el intérprete, puede acarrear dificultades. Vale recordar las que,
según Karl Popper, puede enfrentar el “filósofo del significado” que intente resolver un
problema fáctico o un problema moral valiéndose de definiciones. Ello —advierte el
citado epistemólogo— “significa, por lo común, la sustitución de un problema fáctico por
otro meramente verbal (...) pues se habrá llegado a la solución con completa
independencia de los hechos o decisiones morales”11.
La disidencia planteada precedentemente contra la referida opinión de Ackerman no me
impide encontrar coincidencias y aspectos relevantes en el desarrollo de su análisis. El
catedrático se detiene a considerar la posibilidad de que la admisibilidad del efecto
suspensivo del despido injustificado se relacione con la adhesión a la tesis que lo
considera un acto lícito. En opinión de Ackerman, “si se entiende que el despido sin
causa justificada es un ilícito, no sería admisible su suspensión, ya que en cuanto acto
contrario a un deber jurídico —sea contractual o legal— estaría naturalmente
prohibido”12.
estudio que me ocupa, para interpretar una ley que suspende los despidos sin causa, no sería conveniente
recargar el análisis de significados innecesarios. Más bien convendría adoptar el significado que nos
aseguren nuestras “definiciones implícitas” o el significado aprendido “operacionalmente”, de manera que
la solución no dependa de su significado o, en todo caso, la dependencia sea la menor posible.
9
BORGES, Jorge Luis, “Historia de los ecos de un nombre”, “Otras Inquisiciones”, Obras Completas
1923-1972, Emecé, p. 750.
10
Cfr. BORGES, Jorge Luis, “El jardín de senderos que se bifurcan” y “La biblioteca de Babel”,
“Ficciones”, edición cit., p.. 472 y 465.
11
Cfr. POPPER, Karl, “La sociedad abierta y sus enemigos”, parte II, capítulo 11, nota 49, ed. Orbis –
Hispamérica, Bs. As., 1985, p. 457.
12
ACKERMAN, M., op. cit., p. 1146.
4
Contra esto cabría decir, aplicando alguna noción de lógica deóntica —que me atrevo a
balbucir— que no está prohibido lo que está permitido13. En nuestro sistema de estabilidad
relativa impropia (artículos 245 de la ley de contrato de trabajo y 7º de la ley 25.013), el
despido es, en definitiva, un recurso potestativo del empleador para extinguir el contrato.
Pero no es intención de este trabajo entrar en la discusión acerca de la naturaleza
jurídica del despido. Sí interesa decir que, se considere ilícito o no, el despido inmotivado
nunca ha sido considerado un acto “prohibido”. No lo es para la doctrina que concibe al
despido como un acto ilícito, ni tampoco lo regula como tal nuestra legislación. Los
autores que sostienen la ilicitud intrínseca del despido distinguen nítidamente las
consecuencias del despido (eficacia más obligación de indemnizar) de las consecuencias
de los actos de objeto “prohibido” (nulidad). Para esta doctrina, el despido, aun
considerado ilícito, es válido y eficaz14; y al contrario, los actos “prohibidos” no son
válidos ni eficaces, son nulos15.
Pero, por fuera de la postura dogmática que se adopte sobre la naturaleza jurídica del
despido sin causa, la doctrina que se ha abocado al estudio del artículo 16 de la ley 25.561
es coincidente en que esta norma no establece la prohibición de los despidos16, razón por
la cual —agrego con Etala (h.) y Carcavallo— no desaprobaría un test de
constitucionalidad17.
Por mi parte, entiendo que no es válido razonar que el artículo 16 de la ley 25.561
prohíbe o anula aquello que convalida regulando expresamente las condiciones derivadas
de su eficacia18, como por ejemplo, la suspensión, la sanción por contravención, etc.
Cabe agregar que la eficacia del despido no se disuelve ni aun en el supuesto de que el
principal incumpla en abonar la indemnización. También en ese caso, el acto mantiene su
operatividad extintiva plena; el vínculo contractual se destruye19, aunque diferido en el
tiempo.
Ackerman, se inclina finalmente por sostener que, con indiferencia de la tesis sobre la
naturaleza del despido a la que se adhiera, el resultado es el mismo: eficacia del despido y
duplicación indemnizatoria20.
13
Cfr. ECHAVE, Delia T., URQUIJO, María E. y GUIBOURG, Ricardo A., “Lógica, proposición y
norma”, 2ª reimpresión, Astrea, 1986, pp. 119/23.
14
Para Fernández Madrid, el despido sin causa es un acto “ilícito”, pero su efecto principal —la disolución
del contrato de trabajo— resulta convalidado por el ordenamiento jurídico, originando derechos
indemnizatorios para el trabajador. El citado maestro enumera entre los principales caracteres del despido la
condición de “acto extintivo” del contrato de trabajo. (Cfr. FERNÁNDEZ MADRID, Juan Carlos,
“Tratado Práctico de Derecho del Trabajo”, ed La Ley, Bs. As., 1993, T. II, pp. 1565/6.)
15
Cfr. FERNÁNDEZ MADRID, Juan C., “Tratado ...”, cit., T. I, pp. 619/20.
16
Cfr. ETALA, Juan J. (h.), op. cit., p. 227; ZAMORANO, Eduardo L., op. cit. en nota 1, p. 2.
17
Cfr. ETALA, Juan J. (h.), op. y loc. cits.; CARCAVALLO, Hugo R., op. cit., p. 442.
18
El “mandamiento” legal no podría resumirse en un “No despedirás”. Implica más bien estas proposiciones
subordinadas: “Si despides, suspenderé sus efectos; y si contravienes mi suspensión, te sancionaré con la
duplicación indemnizatoria”.
19
Cfr. ACKERMAN, M., op. cit., p. 1146.
20
ACKERMAN, Mario E., “La mal llamada...”, cit., p. 1146.
5
Coincido en una parte de esta conclusión: el despido es eficaz. Pero no coincido en que
la eficacia sea inmediata, ni en que la consecuencia necesaria ni única sea la duplicación
indemnizatoria.
A mi juicio, el despido sin causa es eficaz, pero su eficacia queda subordinada al
vencimiento del plazo suspensivo que le impone la ley. En segundo lugar, creo que el
mero despido sin causa —aun dispuesto durante el plazo de suspensión— no constituye un
supuesto de “contravención”; por lo cual no da lugar a exigir el pago de la indemnización
duplicada si no viene acompañada de conductas que efectivamente violen, defrauden o
frustren la finalidad legal. (Esto último se desarrolla en el punto III.)
II.3. Eficacia diferida del despido
Lo que pone en cuestión el artículo 16 de la ley 25.561 no es la “extinción” del contrato
de trabajo en sí misma, sino la oportunidad en que esa extinción adquiere operatividad.
Como se ha dicho, la suspensión dispuesta por el artículo 16 de la ley 25.561 no
compromete sustancialmente la eficacia del despido sin causa. Simplemente, la posterga
hasta la finalización del plazo de suspensión, es decir, hasta que se encuentren cumplidos
los 180 días, contados no desde la fecha del despido sino a partir de la fecha de vigencia
de la ley, que, por decreto de necesidad y urgencia nº 50/2002, se estableció en el 6 de
enero de este año.
Por ello, y siendo que —como se ha dicho— el despido no es un acto “prohibido”, el
empleador podrá despedir sin causa aun durante el curso del período de suspensión.
Válidamente, el empleador puede comunicar al trabajador el despido sin causa para que
tenga efecto diferido al vencimiento del plazo legal de suspensión (180 días). Ello lleva
implícitas las siguientes obligaciones para el empleador:
a) aguardar el término del plazo para considerar extinguida la relación laboral;
b) participar de la tramitación del procedimiento administrativo correspondiente
(Procedimiento Preventivo de Crisis o decreto 328/88); y
c) pagar los salarios devengados entre la fecha del despido y el vencimiento del plazo
de suspensión.
Como contrapartida, a este empleador no se le podrá demandar el pago de la
duplicación indemnizatoria21, porque no habrá “contravenido” la ley; al contrario la habrá
cumplido. Estos aspectos se amplían en el punto III del presente.
El contrato de trabajo se extinguirá, pero no de inmediato. El despido tendrá plena
eficacia, aunque no en el momento natural de la recepción de su notificación, sino diferida
al vencimiento del plazo de ciento ochenta días.
La reforma legal no llega a modificar la sustancia de nuestro sistema de extinción
contractual, caracterizado por la doctrina como “de estabilidad relativa impropia”22. Esto
21
Omito pronunciarme por la unidad o pluralidad de conceptos indemnizatorios sobre los que procede la
duplicación, en tanto ese tópico excede el objetivo propuesto para este trabajo.
6
hay que tenerlo presente para evitar interpretar o pensar el artículo 16 de la ley 25.561
como si se tratara del artículo 245 de la LCT o del artículo 7° de la ley 25.013.
La imposición de un plazo suspensivo a la eficacia del despido, no permite asimilar a
nuestro sistema con los regímenes europeos que permiten la declaración de improcedencia
o de nulidad del despido con eventual reinstalación del trabajador despedido. El nuevo
régimen transitorio tiende a parecerse al régimen canadiense que —según descripción de
Adriana Marshall—, en el caso de los despidos colectivos, combina una indemnización
sustancialmente baja con un preaviso prolongado, sumados al esfuerzo concertado con los
representantes de los trabajadores para minimizar las pérdidas masivas de puestos de
trabajo23.
II.4. Efectos sobre el preaviso
Como consecuencia del plazo suspensivo, la principal alteración proveniente de la
aplicación del artículo 16 de la ley 25.561 recae sobre el preaviso, que queda subsumido
dentro del período de ciento ochenta días o la fracción no transcurrida del mismo.
Propongo algunos supuestos para examinar esta hipótesis:
a) El despido sin causa se comunica habiendo transcurrido 90 días del plazo de
vigencia de la suspensión: En este caso, el efecto del despido se diferirá por los 90
días faltantes para completar el plazo de suspensión (de 180 en total). El preaviso,
cualquiera fuera su extensión, queda subsumido dentro del plazo de suspensión
pendiente.
b) El trabajador tiene más de cinco años de antigüedad y el despido se produce 30
días antes del vencimiento del plazo de suspensión: Aquí el trabajador tiene derecho
al otorgamiento de dos meses de preaviso (arts. 231, LCT, y 6º, ley 25.013). El
empleador deberá otorgarle —o, en su caso, indemnizarle— el segundo mes de
preaviso, cuyo curso comienza luego del vencimiento del término de suspensión.
Cabe aclarar que esta subsunción no es equivalente a la ineficacia del preaviso prevista
por el artículo 239 de la LCT para los casos en que la prestación de servicios se encuentre
suspendida por alguna de las causas que otorgan derecho al cobro de salarios. En primer
lugar, no es “la prestación de servicios” sino el despido lo que se encuentra suspendido. En
segundo lugar, carece de razonabilidad agotar el término de suspensión para que el
preaviso inicie su curso. El plazo de suspensión es suficientemente extenso como para
cumplir la finalidad jurídica del preaviso, máxime cuando durante ese período se ha
llevado a cabo un procedimiento tendiente a evitar la pérdida del empleo, como el previsto
en los decretos 264/02 y 328/88.
22
Sobre el sistema, cfr.: DE LA FUENTE, Horacio, “Principios jurídicos del derecho a la estabilidad”, ed.
V. P. Zavalía, Bs. As., 1976; FERNÁNDEZ MADRID, Juan Carlos, “Tratado Práctico de Derecho del
Trabajo”, ed. La Ley, Bs. As., 1990, T. II, pp. 1563/5; VAZQUEZ VIALARD, Antonio (director),
“Tratado de Derecho del Trabajo”, ed. Astrea, Bs. As., 1985, T. 3.
23
En algunas provincias, también en los despidos injustificados. Cfr. MARSHALL, Adriana, “Protección
del empleo en América Latina: Las reformas de los noventa y sus efectos en el mercado de trabajo” en
Varios autores, VILLANUEVA, Ernesto (coordinador), “Empleo y globalización. La nueva cuestión social
en la Argentina”, edición Universidad Nacional de Quilmes, Bs. As., 1997, pp. 436/7.
7
La idea de subsunción del preaviso en el plazo de suspensión del despido es compatible
con la doctrina emanada del fallo plenario nº 286 de la CNAT, autos “Vieyra, Iris c.
Fiplasto S.A.”, según la cual, cuando existe “una garantía temporal de estabilidad de
fuente legal o convencional, ella no es vulnerada por el preaviso otorgado por el
empleador durante su vigencia para que el contrato se extinga una vez vencida dicha
garantía”24.
II.5. Pago de salarios hasta el vencimiento de la suspensión
El empleador que despida sin causa pero sin incurrir en “contravención” a la norma, se
verá obligado a abonar los salarios que se devenguen hasta completar el plazo de
suspensión del despido, pero no deberá abonar la duplicación indemnizatoria, en tanto la
duplicación es una sanción ligada causalmente a la “contravención”.
Como contrapartida —y tomando en cuenta la advertencia crítica de un riguroso
jurista25— aclaro que el “empleador contraventor” debe pagar, no sólo los salarios
devengados durante el plazo de suspensión, sino además la duplicación indemnizatoria.
No debe confundirse la consecuencia de obligación de pagar de salarios durante el
período de suspensión, con la reincorporación derivada de los regímenes de estabilidad
relativa propia. El trabajador no está “reincorporado”, sino que todavía no puede
considerarse despedido hasta que el despido produzca efectos, salvo que se acuerde la
revisión del despido durante el trámite del procedimiento previsto en la reglamentación.
Además, el empleador está sometido a una obligación de dar —no de hacer—, por lo
tanto no colisiona con la regla del artículo 629 del Código Civil que impide la ejecución
forzada de esta especie de obligaciones.
Esta consecuencia no es pasada por alto por Ackerman, en cuyo trabajo vislumbra que
“podría, sin embargo, interpretarse también que la relación de trabajo y el deber salarial
deben mantenerse hasta el vencimiento del plazo establecido en el artículo 16 de la ley
25.561”26.
Cabe añadir que esto surge concordantemente de la reglamentación, cuando el artículo
2° del decreto 264/2002 le otorga a la autoridad administrativa del trabajo —dentro del
procedimiento previsto en dicho reglamento— la facultad de disponer “las medidas para
velar por el mantenimiento de la relación de trabajo y el pago de los salarios caídos”27,
dentro del marco de “emergencia pública en materia social, económica, administrativa,
financiera y cambiaria” declarada por el artículo 1º de la ley 25.561, en virtud de la cual
24
DT, 1996-B, 2073.
25
El Dr. Eduardo L. Zamorano.
26
ACKERMAN, Mario E., op. cit., p. 1150.
27
El texto completo del artículo 2° del decreto 264/2002 es el siguiente: “En caso de verificarse el
incumplimiento al procedimiento previsto en el artículo anterior, la autoridad administrativa del trabajo
intimará, previa audiencia de partes, el cese inmediato de los despidos, disponiendo las medidas para
velar por el mantenimiento de la relación de trabajo y el pago de los salarios caídos”. Véase un análisis de
esta reglamentación y sus normas complementarias en ROZENBERG, Enrique Mario, “Nuevas
disposiciones en materia de suspensiones y despidos por causas económicas”, página Web de la Central de
los Trabajadores Argentinos (CTA), www.cta.org.ar .
8
delega transitoriamente facultades en el Poder Ejecutivo nacional para “Reactivar el
funcionamiento de la economía y mejorar el nivel de empleo y de distribución de
ingresos” (art. 1º, acápite 2, ley 25.561).
Estas normas tienden a recuperar la función “redistributiva de los recursos”28 que supo
tener el ordenamiento jurídico laboral.
II.6. Efectos sobre el deber de dar ocupación efectiva
Durante el período de suspensión del despido, el empleador podrá otorgar ocupación
efectiva al trabajador, respetando la licencia diaria (art. 237, LCT) en el tramo imputable
al preaviso, que corre paralelo —no sucesivo— al período de suspensión.
Pero no puede ser obligado a dar ocupación al trabajador durante el período de
suspensión, luego de concluido el trámite del procedimiento previsto en la reglamentación.
Esto, en virtud de que el empleador tiene el derecho de relevar al trabajador de prestar
servicios durante el preaviso, abonándole a éste la indemnización, conforme lo prescribe el
artículo 236, in fine, de la Ley de Contrato de Trabajo. Por otra parte —como se ha
anticipado—, subsiste la vigencia del artículo 629 del Código Civil, que impide al juez
disponer compulsivamente la ejecución de una obligación “de hacer”, sin perjuicio del
derecho del deudor al reclamo indemnizatorio.
En cuanto al trabajador, éste podrá considerar extinguido el contrato antes del
vencimiento del plazo, perdiendo su derecho a la remuneración por el período faltante,
pero conservando su derecho al cobro de la indemnización que le corresponda (art. 236,
primer párrafo, LCT).
Con respecto a la indemnización que le corresponda al trabajador, cabe reiterar que no
podrá obligar al principal a abonar la duplicación indemnizatoria si éste no ha incurrido en
“contravención” al artículo 16 de la ley 25.561; consecuencia que será objeto de análisis
en el punto siguiente.
III. La contravención
Una vez establecido que el despido injustificado no constituye un acto prohibido, no es
posible concluir que este acto constituye la “contravención” a que se refiere el artículo 16.
El agravamiento indemnizatorio es, según la expresión legal, la sanción o consecuencia
derivada, no del acto de despedir sin causa, sino de contravenir la ley.
Carecería de toda razonabilidad que la ley reputara como contravención el ejercicio de
una conducta no prohibida29.
28
Sobre esta noción, cfr. PALOMEQUE LÓPEZ, Manuel-Carlos, “Derecho del trabajo e ideología”,
quinta edición revisada, ed. Tecnos, Madrid, 1995, p. 21.
29
No sería “razonable” que la ley tendiera una emboscada al empleador, en términos más o menos así: “no te
prohíbo que despidas sin causa, pero si lo haces, te consideraré un infractor y te castigaré”. Ambos
enunciados serían recíprocamente incompatibles, contradictorios entre sí; cuanto menos, contrarios. Es
posible poner de manifiesto la contrariedad que encierra tal razonamiento, con auxilio de la lógica deóntica,
en los siguientes términos: si despedir sin causa no está prohibido por la ley, el despido sin causa no puede
9
Por lo tanto, el empleador que comunica el despido sin causa pero cumple con la
totalidad de las prescripciones legales y reglamentarias, esto es: respeta el plazo de
suspensión (180 días), abona los salarios devengados durante dicho período y se aviene a
la sustanciación del procedimiento que corresponda según la reglamentación —artículos
98 a 105 de la LE o decreto 328/88—, está obrando “de buena fe” al momento de la
extinción contractual y cumpliendo la ley. No sería razonable imputarle una actitud
“contraria” —de contravención a las normas— y castigarlo con el duplo indemnizatorio.
Con otras palabras, no sería susceptible de la imposición de la sanción especial
(duplicación indemnizatoria) que la ley prevé para el caso de contravención.
Enuncio ejemplificativamente algunos supuestos “típicos” de contravención al artículo
16 de la ley 25.561.
a) Violación del período de suspensión
La violación a la suspensión dispuesta por el artículo 16 se consuma, en primera
hipótesis, por la omisión de mantener la relación laboral hasta el vencimiento del plazo de
180 días y, consecuentemente, de abonar los salarios que se devenguen hasta la eficacia
del despido.
b) Falsa invocación de causa
Tanto se trate de una simulada “justa” causa, como de las causas económicas o de
fuerza mayor previstas en los artículos 247 de la ley de contrato de trabajo y 10 de la ley
25.013. Tiene sentido que la ley castigue el intento de defraudar su alcance pretextando
una causal inexistente para evitar el aplazamiento del despido o el pago de la
indemnización íntegra correspondiente (artículos 245 de la ley de contrato de trabajo y 7°
de la ley 25.013).
c) Omisión del procedimiento contemplado en el decreto 264/02
Tipo de contravención previsto en el artículo 3º del decreto 264/02. Esta norma
reglamentaria se relaciona por “articulación” o “complementariedad”, en los términos de
la tipología de las relaciones entre fuentes acuñada por Antonio Martín Valverde. En la
relación de articulación, la norma reglamentaria precisa el supuesto de hecho para la
consecuencia jurídica establecida en la “norma básica”, esto es, el artículo 16 de la ley
25.561. “A la hora de la aplicación, ambas comparecen y funcionan al mismo tiempo”30.
IV. Irrelevancia de la prórroga con respecto a la suspensión en curso
La primera suspensión de los despidos sin causa venció —de acuerdo con el cómputo
iniciado por el referido decreto 50/02— el 6 de julio de 2002. Fue prorrogada por el
configurar la “contravención” que ella misma sanciona con la duplicación indemnizatoria. Con otras
palabras, el despido sin causa no es la conducta que la norma tipifica como “contravención” para imponerle
la sanción de la indemnización duplicada. Para una explicación precisa, clara, completa y sintética de estas
nociones, solicitar ayuda a ECHAVE, D., URQUIJO, M. E. y GUIBOURG, R., op. cit., pp. 83/7.
30
Cfr. MARTÍN VALVERDE, Antonio, “Concurrencia y articulación de normas laborales”, Revista de
Política Social nº 119, julio-septiembre 1978, Madrid, p. 11.
10
decreto de necesidad y urgencia n° 883/02, extendiéndose la suspensión a los
subsiguientes 180 días hábiles administrativos31.
La prórroga no afecta retroactivamente a la suspensión en curso, durante la cual el
empleador bienintencionado decidió el despido, se avino al procedimiento administrativo
y pagó los salarios caídos.
La postergación de la eficacia del despido no se extiende junto con la prórroga. El
carácter determinado del plazo suspensivo no puede alterarse ni desvirtuarse
retroactivamente por una norma que disponga su prórroga, la cual no resultaría aplicable a
los despidos notificados durante el primer período semestral de suspensión. Disiento con
Carcavallo32, en cuanto a que ello obligue a volver sobre la vinculación entre el régimen
de estabilidad relativa y las garantías constitucionales. Tratándose de una suspensión a
plazo cierto y determinado, no se puede considerar afectado el derecho de propiedad ni
tiene que ver con el caso “De Luca, José y otro c. Banco Francés” (DT, 1969-159).
V. Imperatividad de la “suspensión” de los despidos
Como toda prescripción derivada de una norma de orden público, la suspensión de los
despidos sin causa es imperativa. No puede, entonces, redimirse —contra lo que sostiene
la mayoría de la doctrina— por el pago del doble de la indemnización.
La suspensión de los efectos de los despidos sin causa y la búsqueda de alternativas
concertadas ante la crisis están en el núcleo de la regulación integrada por el artículo 16 de
la ley 25.561 y su decreto reglamentario nº 264/02.
Dentro de la gravísima crisis social y económica que motivó la sanción de estas
normas, el desempleo tiene importancia central. Los niveles de desocupación y
subocupación no tienen precedentes en la Argentina; y los puestos de trabajo caídos en el
último año ponen en acto la desmesura:
“En los últimos doce meses la tasa de desempleo en la Argentina ha crecido desde el
17 hasta el 21 por ciento, alcanzándose un lamentable récord histórico (...) La pérdida de
empleo es la causa más inmediata de la pobreza y el hambre (...) Se trata de una situación
excepcional y de una verdadera catástrofe”33.
“Aumentan los despidos y los retiros voluntarios irregulares. Subió del 14 al 35 % la
cantidad de acuerdos de partes rechazados por el Ministerio de Trabajo”34.
“(D)urante julio hubo 58.500 despidos. En lo que va del año, los despidos superan los
388.000”35.
31
Cómputo que, de acuerdo con Zamorano, impide precisar con certeza la fecha concreta de extinción (Cfr.
ZAMORANO, Eduardo Leopoldo, “Panorama Laboral” edición web, mayo-junio de 2002).
32
Cfr. CARCAVALLO, Hugo R., op. cit., p. 442.
33
Editorial del diario La Nación, 18/06/02.
34
Diario La Nación, 15/06/02, suplemento Economía, p. 1.
35
Diario Clarín, 6/08/02, p. 10.
11
“El desempleo en el país llegó en mayo a 21,5 (...) En el último año se destruyeron en
la Argentina 750.000 puestos de trabajo”36.
El último año ha sido el de mayor incremento en la cantidad de altas en el sistema del
Seguro de Desempleo: entre el 1º de agosto de 2001 y el 31 de julio de 2002 se han
registrado 302.00037.
VI. Razonabilidad de la normativa de emergencia
En semejante contexto de pérdida de empleo, no se puede atacar la razonabilidad de
medidas legales tendientes a interrumpir la hemorragia de despidos inmotivados —insisto,
sin entrar en el debate sobre la conveniencia o no de tales medidas38.
El medio elegido por el legislador no supone “alteración arbitraria” de los derechos y
garantías emanados de la Constitución Nacional. Al contrario, el “medio” normativo
elegido —la suspensión transitoria de los despidos sin causa y la promoción de conductas
que tienden a consolidar el sistema de relaciones laborales en un marco reglado y racional
de búsqueda de esfuerzos compartidos y alternativas a la crisis ocupacional— se puede
decir que es “razonablemente proporcional” y “conducente” para alcanzar el “fin”
propuesto —por utilizar conceptos emanados de la doctrina de la Corte Suprema—, y que
el Estado tiene razón valedera para fundar la ley y su reglamentación, así como su
prórroga mientras dure la emergencia39. Por lo tanto, tampoco puede cuestionarse la
legalidad ni la razonabilidad de la prórroga de estas normas mientras perdure la
emergencia, dispuesta por decreto de necesidad y urgencia nº 883/02 (B.O. 29/05/02; DT
2002-A, p.1261). Carente de razonabilidad y de sentido, sería la interpretación y
aplicación de las normas que soslayara el contexto y el marco de relaciones sociales a los
cuales esas normas están destinadas.
Tan “razonable” es la nueva normativa, que parece europea. Si bien —como se ha
dicho más arriba— sus efectos no son identificables con la estabilidad en sentido propio
de los sistemas estatales del centro y sur de Europa, guarda analogías con la Directiva
75/129 del Consejo Económico Europeo (del 17/02/75), modificada por la Directiva
92/56/CEE (del 24/6/92). El artículo 16 de la ley 25.561 y su reglamentación, al igual que
la citada normativa comunitaria europea —en el comentario de José Luis Monereo— no
pretenden introducir limitaciones esenciales a la libertad de decisión del empresario para
despedir; sino solamente garantizar la “procedimentalización del mecanismo decisorio” a
fin de permitir la intervención, el control y la función mediadora de la autoridad de
36
Diario Ámbito Financiero, titular y nota de Victoria Giarrizzo.
37
Fuente: Encuesta Permanente de Hogares, INDEC.
38
No es el propósito de este trabajo abrir juicio sobre la oportunidad, mérito o conveniencia de esta
normativa, aspecto de mayor interés para la política pública que para el Derecho o que al menos excede las
metas del presente análisis. Con respecto a la efectividad de las medidas, cfr. ARESE, Mauricio César, op.
cit., pp. 1514/5.
39
Cfr. BIDART CAMPOS, Germán J., “Manual de la Constitución reformada”, 2ª reimpresión, Bs. As.,
1998, Ediar, T. I, pp. 516/7.
12
aplicación40. Normas como la directiva comentada han surgido en el ordenamiento
comunitario europeo ante “la necesidad de racionalizar y ordenar de forma flexible el
mercado de trabajo”41; argumento éste a tener en cuenta para controvertir los
cuestionamientos que ha efectuado la doctrina local al artículo 16 y sus reglamentación
con fundamento en su supuesto y excesivo sesgo “intervensionista”.
Por otra parte, merece que la nueva normativa de emergencia —al igual que la norma
comunitaria europea citada— es tributaria del Convenio núm. 158 y la Recomendación
núm. 166 de la OIT, sobre la terminación de la relación de trabajo por iniciativa del
empleador. El artículo 13.1, acápites a) y b) del Convenio 158 —recientemente sometido a
la aprobación del Congreso de la Nación— prescribe que, cuando el empleador prevea
extinciones contractuales por motivos económicos, tecnológicos, estructurales o análogos:
“proporcionará a los representantes de los trabajadores interesados, en tiempo oportuno,
la información pertinente, incluidos los motivos de las terminaciones previstas, el número
y categorías de los trabajadores que puedan ser afectados por ellas y el período durante
el cual habrían de llevarse a cabo dichas terminaciones”, y “ofrecerá a los representantes
de los trabajadores interesados, lo antes posible, una oportunidad para entablar consultas
sobre las medidas que deban adoptarse para evitar o limitar las terminaciones para los
trabajadores afectados, por ejemplo, encontrándoles otros empleos”.
VII. Constitucionalidad de la reglamentación
La reglamentación emanada del decreto 264/02 impone un esfuerzo tripartito destinado
a lograr el mantenimiento de la relación de trabajo y evitar o paliar el impacto de la
emergencia sobre el nivel de empleo. La exigencia reglamentaria consiste en la
tramitación forzosa del Procedimiento Preventivo de Crisis previsto en los artículos 98 a
105 de la ley 24.013, o el procedimiento administrativo establecido en el decreto 328/88,
para los casos en que no se alcancen los porcentajes determinados en el mencionado
artículo 98 de la citada Ley de Empleo42.
Estas medidas normativas tienen lugar en el contexto de “emergencia pública en
materia social, económica, administrativa, financiera y cambiaria” declarada por el
artículo 1º de la ley 25.561, que otorga transitoriamente al Poder Ejecutivo nacional
facultades para “Reactivar el funcionamiento de la economía y mejorar el nivel de empleo
y de distribución de ingresos” (art. 1º, apartado 2, ley 25.561).
Concordantemente, el decreto nº 165/02 declara “la Emergencia Ocupacional
Nacional, hasta el día 31 de diciembre de 2002” (B.O. 23/01/2002; DT 2002-A, pp.
321/2).
No comparto las opiniones que encuentran objeciones a la constitucionalidad del
decreto 264/01, en razón de que declara aplicable el Procedimiento Preventivo de Crisis a
la suspensión de los despidos dispuesta por el artículo 16 de la ley 25.561. Para el punto de
40
MONEREO PÉREZ, José Luis, “Los despidos colectivos en el ordenamiento interno y comunitario”,
Cuadernos Civitas, Madrid, 1994, pp. 35/7.
41
Cfr. MONEREO PÉREZ, J. L., op. y loc. cit.
42
Cfr. ROZENBERG, Enrique M., op. y loc. cits.
13
vista que contradigo, la nueva reglamentación no puede ampliar la aplicación del
Procedimiento Preventivo de Crisis a hipótesis no previstas en la Ley de Empleo.
Contra estos argumentos, una vez más, hay que tener presente que el decreto 264/02
viene a reglamentar el artículo 16 de la ley 25.561, no el artículo 245 de la LCT ni el 7º de
la ley 25.013, y que el artículo 16 de la Ley de Emergencia Pública, antes que incrementar
o prohibir los despidos sin causa, los suspende.
El decreto 264/02 reglamenta, entonces, “la suspensión”, que tiene un amplio margen
temporal de ciento ochenta días, dentro del cual la reglamentación impone un trámite de
conciliación mucho más breve, de solo diez días hábiles. Por lo tanto, no hay desborde
temporal por parte de la norma reglamentaria.
Dicho con otras palabras, y atendiendo a la relación entre fuentes, el procedimiento no
“suplementa” el despido; “se articula”43 con la suspensión.
Por lo tanto, no son válidas las objeciones relativas a la supuesta inconstitucionalidad
del decreto 264/02. No cabe ningún reparo constitucional al hecho de que la
reglamentación, dentro de los límites extrínsecos que le imponen la razonabilidad, la letra
de la ley que reglamenta y su espíritu (art. 99, inciso 2, C.N.), remita a otro procedimiento
ya escrito en otra norma —aunque esta segunda norma sea de mayor jerarquía (en este
caso, la ley 24.013)— en lugar de redactarlo íntegramente de nuevo. El decreto 264/02 ha
preferido la técnica de “importación” de un procedimiento preestablecido en otra norma a
la innecesaria re-redacción íntegra del mismo procedimiento en el nuevo reglamento,
quizás para no emular la intrascendente hazaña de Pierre Menard, personaje borgeano que
reescribió el Quijote.
Para ejercer esta opción de técnica normativa, basta la potestad reglamentaria derivada
del artículo 99, inciso 2, de la C.N. No hace falta siquiera invocar las facultades especiales
delegadas por la Ley de Emergencia Pública en el Poder Ejecutivo para “reactivar el
funcionamiento de la economía y mejorar el nivel de empleo y de distribución de
ingresos”.
Sin perjuicio de la posibilidad de debatir el acierto o no de estas normas en tanto
instrumentos de política pública44, visto desde una perspectiva estrictamente jurídica, el
decreto 264/02 resiste el examen de constitucionalidad. Del análisis formal y de contenido
no surgen incongruencias entre este decreto y las normas superiores del ordenamiento
jurídico.
El Estado demuestra intención de reasumir la, denominada por Palomeque, función
histórica de la legislación del trabajo, imponiendo al conflicto social “un cauce de
desenvolvimiento compatible con la permanencia y desarrollo del modo de producción
capitalista y las paredes maestras de la sociedad burguesa”45.
43
Cfr. MARTÍN VALVERDE, A., op. y loc. cits.
44
Debate que el autor no tiene intención de rehuir. Simplemente, se deja de lado porque excede el marco de
este trabajo, que demasiado extenso ya ha salido para la modestia de sus objetivos.
45
PALOMEQUE LÓPEZ, M.-C., op. cit., p. 17.
14
VIII. El Derecho del Trabajo ante la crisis y la emergencia ocupacional
Mucho se recuerda la metáfora de Palomeque, según la cual es la crisis económica “un
compañero de viaje histórico” del Derecho del Trabajo. Así será, sin duda, aunque no
estoy tan seguro de que se pueda atribuir equivalencia a los significados de “crisis
económica” y “emergencia”46. En principio, no creo posible emparentar en forma rápida y
lineal los sentidos de emergencia ocupacional y crisis económica.
El artículo 16 de la Ley de Emergencia Pública y su decreto reglamentario nº 264/02
salen a enfrentar específicamente a la primera —emergencia ocupacional—, no a la
imprecisa y genérica crisis económica, noción que ha sido invocada abusivamente en
sucesivas reformas laborales en busca de un derecho flexible47.
Pensando en cómo ha afectado la crisis a cada uno de los protagonistas de las
relaciones jurídicas reguladas por esta rama del Derecho —los trabajadores, sus
organizaciones y los empleadores—, habrá que decir, seguramente, que “le tocaron, como
a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”48. Pero si el Derecho del Trabajo —
como suele decir Romagnoli— ha sido el Derecho del Siglo XX49, sin duda su parcero,
con o sin crisis económica, habrá sido menos la emergencia ocupacional que el pleno
empleo50.
46
Manuel-Carlos Palomeque distingue entre el Derecho del Trabajo —acompañado o no por la crisis— y el
“Derecho del Trabajo de la crisis”; pero no es objetivo de estas líneas reabrir el “debate sobre las
transformaciones del Derecho del Trabajo”. Baste señalar que este autor advierte que la determinación del
alcance de las transformaciones institucionales, así como la identificación de los objetivos singulares que
motivan las correspondientes iniciativas legislativas que las hacen posibles, no dejan de ser una “cuestión
esencialmente política”, bien que se utilice instrumentos de expresión jurídicos o de otro carácter. Por lo
cual, la discusión acerca de la transformación o reforma del marco normativo de las relaciones de trabajo
corre el riesgo de convertirse en una polémica puramente formal, desprovista de contenidos y amparadora
por ello de las más heterogéneas propuestas en sintonía con los respectivos intereses en juego, al igual que
las cuestiones de matriz ideológica y política semejante (al respecto, el debate sobre la flexibilización del
marco laboral es un buen ejemplo de ello). Reformar o flexibilizar el mercado puede querer significar,
según quien realice la propuesta, desde la pura desarticulación de los elementos de tutela del ordenamiento
laboral hasta la simple adaptación del ordenamiento laboral a las exigencias de las transformaciones
sociales y económicas. Cfr. PALOMEQUE LÓPEZ, M.-C., op. cit., pp. 20/4.
47
Sobre los argumentos esgrimidos en el debate sobre la flexibilización laboral, cfr. SALA FRANCO,
Tomás, “El debate sobre las políticas de flexibilidad laboral y el Derecho del Trabajo”, en varios autores
(Juan RIVERO LAMAS coordinador): “La Flexibilidad Laboral en España”, Facultad de Derecho –
Universidad de Zaragoza, Coop. de Artes Gráficas Librería General, Zaragoza, 1993, p. 39; y VON
POTOBSKY, Geraldo, “Ensayo sobre un futuro anunciado”, en Varios autores, “Ensayos sobre El futuro
del derecho del trabajo”, Zavalía, Bs. As., 1997, p. 132.
48
BORGES, Jorge Luis, “Nueva refutación del tiempo”, “Otras inquisiciones”; Obras Completas 19231972, ed. Emecé, Bs. As., p. 758.
49
ROMAGNOLI, Umberto, “La libertad sindical, hoy”, Revista de Derecho Social, Nº 14, 2001, ed.
Bomarzo, Madrid, p. 9.
50
En la configuración occidental del Derecho del Trabajo, y en su evolución, ha sido preponderante el rol
de Estado como “organizador social” para diseñar el “Estado social de derecho” o “Estado de bienestar”,
con el telón de fondo de las ideas keynesianas, que postulaban la función directiva del Estado sobre la
propensión al consumo (a través de la política fiscal), la socialización de inversiones y el pleno empleo.
Cfr. BAYLOS GRAU, Antonio, “Derecho del trabajo: modelo para armar”, ed. Trotta, Madrid, 1991, pp.
29/32.
15
IX. Reseña de conclusiones
1. – El artículo 16 de la ley 25.561 no prohíbe los despidos sin causa, sino “suspende” sus
efectos hasta el vencimiento del plazo de 180 días.
2. – Los plazos de suspensión y prórroga sucesiva no son acumulables.
3. – El despido sin causa no configura, por sí solo, “contravención” al régimen
constituido por el artículo 16 de la ley 25.561 y su reglamentación (decreto 264/02).
4. – El decreto 264/02 se vincula por “complementariedad” con el artículo 16 de la ley
25.561, y no merece objeciones de constitucionalidad por el hecho de prescribir
razonablemente la aplicación del Procedimiento Preventivo de Crisis o del decreto
328/88 dentro del plazo de suspensión de los despidos, en el marco de la situación de
emergencia ocupacional (art. 1º, ley 25.561 y decreto nº 165/02).
5. – El empleador que despide sin causa durante el período de suspensión, pero “no
incurre en contravenciones” a la normativa legal o reglamentaria, debe abonar los
salarios devengados entre el despido y el término del plazo suspensivo, más la
indemnización del régimen indemnizatorio correspondiente (LCT o ley 25.013), pero
no pagar la duplicación.
6. – El empleador que despida “incurriendo en contravención” (esto es, invocando falsa
causa, omitiendo pagar salarios durante el período de suspensión, no sometiéndose al
procedimiento reglamentario, etc.) deberá abonar: los salarios devengados entre el
despido y el término del período de suspensión, más las indemnizaciones que
correspondan, más la duplicación o duplicaciones que procedan.
Bibliografía complementaria
Jorge Luis BORGES: De “Otras Inquisiciones”: “Nueva refutación del tiempo” e “Historia de los
ecos de un nombre”; de “El otro, el mismo”: “El golem”; de “Ficciones”: “El jardín de senderos
que se bifurcan”, “Pierre Menard, autor del Quijote” y “La biblioteca de Babel”.
Saúl SOSNOWSKI, “Borges y la Cábala. La búsqueda del verbo”, Hispamérica, Bs. As.
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