tema 1. descartes - Grado de Historia del Arte UNED

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TEMA 1: DESCARTES
1. LA UNIDAD DEL PENSAMIENTO DE DESCARTES
- Bertrand Russell afirmó que es justo considerar que Descartes es el fundador de la filosofía moderna. Descartes,
dice Russell, es el primer pensador de alta capacidad filosófica cuya perspectiva está profundamente influida por la
nueva física y la nueva astronomía. Es verdad que aún conserva mucho de escolástico, pero no acepta los cimientos
edificados por sus predecesores y se esfuerza por construir ex novo un edificio filosófico completo.
- Kepler y Galileo estaban profundamente convencidos de que la estructura del mundo era de tipo esencialmente
matemático, y de que el pensamiento matemático estaba por consiguiente en condiciones de penetrar en la armonía
del universo. Descartes lleva tal concepción hasta sus últimas consecuencias, identificando la matemática con la
ciencia de la naturaleza. En el proyecto filosófico de Descartes se hallan estrecha mente vinculados y son
sólidamente interfuncionales método, física y metafísica. Toda la filosofía, es como un árbol cuyas raíces son la
metafísica, el tronco es la física, y las ramas que proceden del tronco son todas las demás ciencias.
- La metafísica cartesiana es una metafísica correcta porque, por una parte, logra interpretar los resultados más
destacados de la ciencia de su época, y por otra —al decir de qué está hecho el mundo y cómo está hecho— ha
constituido el programa de investigación que influyó en la ciencia posterior.
- No obstante, ¿cuál es la metafísica de Descartes? Como veremos, el fundamento del sistema metafísico cartesiano
se encuentra en la identidad de materia y espacio. Tal principio nos lleva de inmediato a una serie de consecuencias:
a) El mundo tiene una extensión infinita;
b) Está constituido en todas sus partes por la misma materia;
c) La materia es infinitamente divisible;
d) El vacío, es decir, un espacio que no contenga ninguna materia, es una noción contradictoria y, por lo tanto,
imposible».
- La metafísica, pues, nos dice de qué y cómo está hecho el mundo. Por consiguiente, la ciencia se ocupará «sólo de
aquellos objetos sobre los cuales nuestro espíritu parece capaz de adquirir conocimientos ciertos e indudables». La
metafísica preestablece al científico qué debe buscar, qué problemas son relevantes o no, y a qué tipo de leyes hay
que llegar. Para ello se necesita un método. «El método es necesario para […] la verdad. Lo seguiremos
exactamente, si reconducimos gradualmente las proposiciones complicadas y obscuras hasta las más simples, y si a
continuación, partiendo de las intuiciones más simples, nos elevamos por los mismos grados al conocimiento de
todas las demás.»
- Descartes marcó un giro radical en el terreno del pensamiento, debido a la crítica a que sometió la herencia cultural,
filosófica y científica de la tradición, y por los nuevos principios sobre los que edificó un tipo de saber que ya no se
centraba en el ser o en Dios, sino en el hombre y en la racionalidad humana.
2. LA EXPERIENCIA DEL HUNDIMIENTO CULTURAL DE UNA ÉPOCA
- Descartes recibió una sólida formación filosófica y científica de acuerdo con la ratio studiorum de la época, que
abarcaba seis años de estudios humanísticos y tres de matemática y de teología. Aquella enseñanza —inspirada en
los principios de la filosofía escolástica, considerada como la defensa más válida de la religión católica— dejó
insatisfecho y confuso a Descartes. Pronto se dio cuenta de la distancia enorme entre aquella corriente cultural y los
nuevos fermentos científicos y filosóficos que pugnaban por salir a la luz en diversos contextos.
- Con respecto a la filosofía, cree que no puede ufanarse «de nada que no se discuta y que por ello no sea dudoso».
A la lógica —que él reduce a la silogística tradicional— le concede como máximo un valor didáctico-pedagógico.
Mediante la tradicional cadena silogística no se pueden formar silogismos que concluyan lo verdadero, si antes no
tenemos su contenido, es decir, si no hemos conocido previamente aquella verdad que se deduce de él. Por
consiguiente no se conoce nada nuevo y, en consecuencia, la dialéctica común es del todo inútil para quien anhela
indagar la verdad de las cosas, y únicamente puede servir a veces para exponer a los demás con más facilidad las
razones ya conocidas, y por eso hay que trasladarla desde la filosofía hasta la retórica.
- Además, aunque admire el rigor del saber matemático, critica tanto la aritmética como la geometría tradicionales
porque han sido elaboradas con procedimientos no subordinados a una dirección metodológica clara. Que sus
deducciones sean rigurosas y coherentes no significa que hayan sido establecidas en el marco de un método
correcto. Cuando ante nuevos problemas nos vemos como desarmados y casi inducidos a comenzar desde el
principio, es por la falta de un criterio rector que nos acompañe en la solución de los nuevos problemas. De aquí
surge su propósito de crear una especie de matemática universal, liberada de los números y de las figuras, para que
pueda servir de modelo a todos los saberes.
- Para elaborar teóricamente este modelo, Descartes cree que es necesario demostrar que las diferencias entre
aritmética y geometría no son relevantes, porque ambas se inspiran en el mismo método. Para ello convierte los
problemas geométricos en problemas algebraicos, mostrando su homogeneidad substancial mediante lo que se
denomina «geometría analítica», por medio de la cual Descartes otorga una mayor nitidez a los principios y a los
procedimientos matemáticos.
- Si toda la casa se derrumba, si se hunden la vieja metafísica y la vieja ciencia, entonces el nuevo método aparecerá
como el principio de un saber nuevo, que está en condiciones de impedir que nos dispersemos en una serie
inarticulada de observaciones, o que caigamos en formas nuevas de escepticismo. En efecto, estas son dos posibles
consecuencias del derrumbamiento de las antiguas concepciones, bajo la presión de nuevas conquistas científicas y
de las nuevas instancias filosóficas. Se hace urgente diseñar una filosofía que justifique la confianza general en la
razón. Al escepticismo disgregador no se le podía oponer más que una razón metafísicamente fundamentada, capaz
de dirigir la búsqueda de la verdad, y un método universal y fecundo.
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- No se trata, pues, de la puesta en discusión de esta o de aquella rama del saber, sino del fundamento mismo del
saber. Descartes no separa la filosofía de la ciencia. Lo que urge poner en claro es el fundamento que permita un
nuevo tipo de conocimiento de la totalidad de lo real. Se hacen necesarios nuevos principios que, substituyendo a los
aristotélicos, contribuyan a la edificación de la nueva casa.
3. LAS REGLAS DEL MÉTODO
- Descartes quiere ofrecer «reglas fáciles y ciertas que, a quien las observe escrupulosamente, le impidan tomar lo
falso por verdadero, y sin ningún esfuerzo mental, aumentando gradualmente la ciencia, lo conduzca al conocimiento
verdadero de todo aquello que sea capaz de conocer». En el Discurso del método reduce a cuatro tales reglas:
= Primera regla: es la regla de la evidencia, que consiste en “Nunca acoger nada como verdadero, si antes no
se conoce que lo es con evidencia, y no abarcar en mis juicios nada que esté más allá de lo que se presenta ante mi
inteligencia de una manera tan clara y distinta que excluya cualquier posibilidad de duda.” Todo debe converger hacia
la claridad y la distinción, a las que precisamente se reduce la evidencia. Hablar de ideas claras y distintas, y hablar
de ideas evidentes, es la misma cosa.
El acto intelectual mediante el cual se logra la evidencia es el acto intuitivo o la intuición: “No es el testimonio
fluctuante de los sentidos o el juicio falaz de la imaginación, sino un concepto de la mente pura y atenta, tan fácil y
distinto que no queda ninguna duda alrededor de lo que pensamos” Se trata de aquella idea clara y distinta que
refleja «solo la luz de la razón», sin que todavía se haya puesto en relación con otras ideas, sino considerada en sí
misma, intuida y no argumentada. Se trata de la idea presente ante la mente y de la mente abierta a la idea sin
mediación alguna. El objetivo .de las otras tres reglas consiste en llegar a esta transparencia mutua.
= Segunda regla: “Dividir todo problema que se someta a estudio en tantas partes menores como sea posible
y necesario para resolverlo mejor” Se trata de una defensa del método analítico, el único que puede llevar hasta la
evidencia, porque al desmenuzar lo complicado en sus elementos más sencillos permite que la luz del intelecto disipe
sus ambigüedades. Es una fase preparatoria esencial, ya que si la evidencia es necesaria para la certeza y la
intuición es necesaria para la evidencia, para la intuición es necesaria la simplicidad, que se logra a través de una
descomposición de lo complejo en partes elementales. Y si las dificultades existen porque lo verdadero está
mezclado con lo falso, el procedimiento analítico permite que aquél se libere de éste.
= Tercera regla: La reducción de lo complejo a sus elementos simples no es suficiente, porque ofrece un
conjunto inarticulado de elementos, pero no el nexo cohesivo que lo transforma en un todo complejo y real. Por esto
al análisis debe seguir la síntesis, que debe partir de elementos absolutos o no dependientes de otros, y proceder
hacia los elementos relativos o dependientes, dando lugar a una cadena de argumentos que iluminen los nexos del
conjunto.
= Cuarta regla: Para impedir toda precipitación, madre de todos los errores, hay que controlar los pasos
individuales. Por esto, Descartes concluye diciendo: «La última regla es la de efectuar en todas partes
enumeraciones tan complejas y revisiones tan generales que se esté seguro de no haber omitido nada.»
Enumeración y revisión: aquélla controla si el análisis es completo, y la segunda, la corrección de la síntesis.
- Lo simple de Descartes no es lo universal de la filosofía tradicional, al igual que la intuición no es la abstracción. Lo
universal y la abstracción, que son dos momentos fundamentales de la filosofía aristotélico-escolástica, son
substituidos por las naturalezas simples y por la intuición.
4. LA DUDA METÓDICA
- Una vez establecidas las reglas del método es necesario dar cuenta de su universalidad. Es cierto que la
matemática siempre se ha atenido a estas reglas. Sin embargo, ¿quién nos autoriza a extenderlas fuera de su
ámbito, convirtiéndolas en modelos del saber universal? ¿Existe una verdad no matemática que pueda justificar tales
reglas? Para responder, Descartes aplica sus reglas al saber tradicional para comprobar si contiene alguna verdad
tan clara y distinta que permita eliminar cualquier motivo de duda. Si el resultado es negativo, en el sentido de que
con estas reglas no es posible llegar a ninguna certeza, a ninguna verdad que posea los caracteres de claridad y
distinción, entonces habrá que rechazarlo. Al contrario, si la aplicación de estas reglas nos conduce a una verdad
indubitable, entonces habrá que asumir que ésta es el comienzo de una larga cadena de razonamientos o el
fundamento del saber.
- Buena parte del saber tradicional pretende estar basado en la experiencia sensible. Ahora bien, ¿cómo es posible
considerar como cierto e indudable un saber que se origina en los sentidos, si es verdad que éstos a veces se nos
revelan como engañadores? Dado que los sentidos algunas veces nos engañan, decide suponer que ninguna cosa
era tal como nos la representaban los sentidos.
- Una parte relevante de dicho saber se fundamenta en la razón y en su poder discursivo. Sin embargo, tampoco este
principio parece exento de obscuridad e incertidumbre puesto que hay quien se equivoca al razonar, por lo que
rechaza como falsas todas las demostraciones que antes había aceptado como demostrativas.
- Existe el saber matemático que parece indudable, porque es válido tanto en estado de vigilia como en el sueño. Dos
más dos suman cuatro, en cualquier circunstancia y en cualquier estado. ¿Quién me impediría pensar que existe «un
genio maligno, astuto y engañador» que mofándose de mí me lleva a considerar como evidentes cosas que no lo
son? ¿Acaso el saber matemático no podría ser una construcción grandiosa, basada en un equívoco?
- No existe en el saber ningún sector válido. La casa se hunde porque los cimientos están socavados. Nada resiste a
la fuerza corrosiva de la duda. Descartes escribe: «Yo su pongo que todas las cosas que veo son falsas; me digo a
mí mismo que jamás ha existido nada de lo que mi memoria llena de mentiras me representa; creo que el cuerpo, la
figura, la extensión, el movimiento y el lugar no son más que ficciones de mi espíritu. ¿Qué podrá, pues, ser
considerado como verdadero?
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5. LA CERTEZA FUNDAMENTAL: «COGITO ERGO SUM»
- Después de haberlo puesto todo en duda constata que, “aunque quería pensar que todo era falso, era por fuerza
necesario que yo, que así pensaba, fuese algo. Y al observar que esta verdad «pienso, luego soy» era tan firme y tan
sólida que no eran capaces de conmoverla ni siquiera las más extravagantes hipótesis de los escépticos, juzgué que
podía aceptarla sin escrúpulos como el primer principio de la filosofía que yo buscaba.” Yo soy, yo existo es
absolutamente verdadera.
- ¿Qué entiende Descartes por «pensamiento»? Todo lo que en nosotros está hecho de forma que nos permite ser
inmediatamente conscientes de ello; así, todas las operaciones de la voluntad, del intelecto, de la imaginación y de
los sentidos son pensamientos.
- Nos hallamos ante una verdad que carece de intermediarios. La transparencia del «yo» ante sí mismo elimina
cualquier duda e indica por qué la claridad es la regla básica del conocimiento y por qué la intuición constituye su
acto fundamental. Aquí solo se admite la existencia en la medida en que se hace presente a mi yo, sin ningún paso
discursivo. Aunque esté formulada como si fuese un silogismo, la proposición «pienso, luego soy» no es un
razonamiento, sino una pura intuición. No consiste en una abreviación de una argumentación. Se trata simplemente
de un acto intuitivo gracias al cual percibo mi existencia en tanto que pensante.
- De este modo conquista una certeza inquebrantable, la primera e irrenunciable, porque está relacionada con la
propia existencia, la cual, en la medida en que es pensante, resulta clara y distinta. La aplicación de las reglas del
método ha llevado así al descubrimiento de una verdad que de manera retroactiva confirma la validez de aquellas
reglas, que encuentran un fundamento y pueden entonces tomarse como norma de cualquier saber.
- A partir de ahora la actividad cognoscitiva, sin preocuparse por fundamentar sus conquistas en un sentido
metafísico, tendrá que buscar la claridad y la distinción, que son los rasgos típicos de aquella primera verdad que se
ha impuesto a nuestra razón, y que deben caracterizar a todas las demás verdades. Para llegar a tales verdades es
preciso recorrer el itinerario señalado por el análisis, la síntesis y el control. Una aserción que posea estas cualidades
ya no estará sujeta a la duda. La filosofía deja de ser la ciencia del ser, para transformarse en doctrina del
conocimiento. Se convierte antes que nada en gnoseología.
- Por lo tanto el banco de pruebas del nuevo saber filosófico y científico es el sujeto humano, la conciencia racional.
Cualquier tipo de investigación únicamente habrá de preocuparse por obtener el máximo grado de claridad y
distinción, y una vez conseguidos, no tendrá que preocuparse de otras justificaciones. Nos enfrentamos con una
radical humanización del conocimiento, que se ve reconducido a su fuente primigenia.
6. LA EXISTENCIA Y EL PAPEL DE DIOS
- Si el cogito es la primera verdad evidente por sí misma, ¿qué otras ideas se presentan con el mismo grado de
evidencia? ¿Es posible tomarlo como punto de partida y reconstruir con ideas claras y distintas el edificio de saber?
Descartes coloca el fundamento del saber en la conciencia, ¿cómo se logrará salir de ésta y reafirmar el mundo
exterior? Las ideas, que Descartes considera como presencias reales ante la conciencia, ¿poseen acaso un carácter
objetivo, en el sentido de representar un objeto, una realidad? En otras palabras: las ideas como formas mentales
resultan indudables, pero en la medida en que representan una realidad distinta de mí, ¿son verídicas, representan
una realidad objetiva o son simples ficciones mentales?
- Descartes divide las ideas en tres clases: ideas innatas, las que encuentro en mí, nacidas junto con mi conciencia;
ideas adventicias, que me llegan desde fuera y se refieren a cosas por completo distintas de mí; e ideas artificiales o
construidas por mí mismo. Descartando estas últimas como ilusorias, el problema hace referencia a la objetividad de
las ideas innatas y de las adventicias. Si bien las tres clases de ideas no difieren entre sí desde el punto de vista de
su realidad subjetiva, resultan profundamente diferentes desde la perspectiva de su contenido. Las ideas adventicias
¿son realmente objetivas? ¿Quién garantiza tal objetividad?
- En el ámbito de la conciencia, entre las muchas ideas que ésta posee, Descartes tropieza con la idea innata de
Dios, en cuanto «substancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, y por la cual yo mismo y todas las
demás cosas que existen (si es verdad que existen cosas) hemos sido creados y producidos». A propósito de esta
idea Descartes se pregunta si es puramente subjetiva o también es objetiva. Se trata del problema de la existencia de
Dios, que ya no se plantea a partir del mundo exterior al hombre, sino a partir del hombre mismo o, mejor dicho, de
su conciencia. Dice que el creador de la idea innata de Dios no puede ser el ser humano que la posee, imperfecto y
finito, ni ningún otro ser igualmente limitado. Tal idea sólo puede tener como causa adecuada a un ser infinito, es
decir, a Dios.
- Descartes demuestra la existencia de Dios con otros dos argumentos: Si el origen de la idea de Dios no estuviese
en él sino en mí ¿no me habría producido yo mismo de un modo perfecto e ilimitado? Quien niega a Dios creador, se
considera productor de sí mismo. En tal caso, al tener la idea de un ser perfecto, me habría concedido todas las
perfecciones que encuentro en la idea de Dios, lo cual está en contradicción con la realidad. Además formula la
prueba deontológica: La existencia es parte integrante de la esencia, por lo cual no es posible tener la idea (esencia)
de Dios sin admitir al mismo tiempo su existencia, al igual que no es posible concebir una montaña sin un valle.
- La dependencia del hombre con respecto de Dios no lleva a Descartes a las mismas conclusiones que habían
elaborado la metafísica y la teología tradicionales: la primacía de Dios y el valor normativo de sus preceptos y de todo
lo que está revelado en la Escritura. La idea de Dios en nosotros, como la marca del artesano en su obra, es utilizada
para defender la positividad de la realidad humana y su capacidad natural para conocer la verdad y, en lo que
concierne al mundo, la inmutabilidad de sus leyes. Aquí es donde se ve derrotada de forma radical la idea del genio
maligno o de una fuerza destructiva que pueda burlar al hombre o burlarse de él. Bajo la protectora fuerza de Dios las
facultades cognoscitivas no nos pueden engañar. Aquel Dios, en cuyo nombre se intentaba obstaculizar la expansión
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del nuevo pensamiento científico, aparece aquí como el que, garantizando la capacidad cognoscitiva de nuestras
facultades, nos espolea a tal empresa.
- Además del poder cognoscitivo de las facultades, Dios garantiza todas aquellas verdades claras y distintas que el
hombre está en condiciones de alcanzar. Se trata de aquellas verdades eternas que, manifestando la esencia de los
diversos sectores de lo real, constituirán el esqueleto del nuevo saber. Dichas verdades, creadas libremente por Dios,
son eternas porque Dios es inmutable. Puesto que estas verdades contingentes y eternas no son una participación
de la esencia de Dios, nadie, a partir del conocimiento de tales verdades, puede pensar que conoce los designios
inescrutables de Dios. El hombre conoce y nada más, sin la menor pretensión de emular a Dios. La razón del hombre
es específicamente humana, no divina, pero su actividad se halla garantizada por aquel Dios que la ha creado.
- Sin embargo, si bien es cierto que Dios es veraz y no engaña, también es cierto que el hombre yerra. ¿Cuál es
entonces el origen del error? Ciertamente el error no es imputable a Dios sino al hombre, porque no siempre se
muestra fiel a la claridad y la distinción. Las facultades del hombre funcionan bien. Pero de éste depende el hacer
buen uso de ellas, no tomando como si fuesen claras las ideas confusas. El error tiene lugar en el juicio, y para
Descartes —a diferencia de lo que ocurrirá en Kant— pensar no es juzgar, porque en el juicio intervienen tanto el
intelecto como la voluntad. El intelecto, que elabora las ideas claras y distintas, no se equivoca. El error surge de la
inadecuada presión de la voluntad sobre el intelecto.
7. EL MUNDO ES UNA MÁQUINA
- Descartes llega hasta la existencia del mundo corpóreo profundizando en las ideas adventicias, es decir, aquellas
ideas que nos llegan desde una realidad externa a la conciencia, que no es su artífice, sino su depositaria.
- En nosotros se da una facultad diferente del intelecto: la facultad de imaginar y de sentir. La esencia del intelecto
consiste en pensar. En cambio la facultad de imaginar es esencialmente representativa de entidades materiales o
corpóreas, por lo que la liga al cuerpo. El intelecto puede dedicarse a reflexionar sobre el mundo corpóreo en la
medida en que se sirve de la imaginación y de las facultades sensibles, que se manifiestan como pasivas o
receptivas de estímulos y de sensaciones.
- Las facultades imaginativas y sensibles atestiguan la existencia del mundo corpóreo. Esto no debe inducirnos a
«admitir temerariamente todas las cosas que los sentidos parecen enseñarme»; tampoco debe llevarnos a «ponerlas
en duda a todas en general». ¿Cómo se lleva a cabo tal selección? Aplicando el método de las ideas claras y
distintas, y admitiendo como reales únicamente aquellas propiedades que logro concebir de un modo claro y distinto.
- Descartes llega a la conclusión siguiente: la única propiedad esencial que se puede predicar del mundo material es
la extensión, porque sólo ésta puede concebirse de un modo claro y con total distinción de las demás propiedades. El
mundo espiritual es res cogitans y el mundo material es res extensa. Todas las demás propiedades —el color, el
sabor, el peso o el sonido— Descartes las considera secundarias, porque no es posible tener de ellas una idea clara
y distinta.
- El universo cartesiano está constituido por unos pocos elementos y principios: Materia y movimiento, o mejor dicho
(porque la materia cartesiana homogénea y uniforme no es más que extensión) extensión y movimiento; y mejor aún
(por que la extensión resulta estrictamente geométrica) espacio y movimiento. La materia en cuanto pura extensión
lleva a rechazar el vacío. ¿Cómo explicar entonces la multiplicidad de los fenómenos y su carácter dinámico? A
través del movimiento: el universo está compuesto sólo de materia en movimiento, y todos sus acontecimientos están
causados por el choque de partículas que se mueven una sobre otra.
- ¿Cuáles son las leyes fundamentales que rigen el mundo? Ante todo, el principio de conservación, según el cual
permanece constante la cantidad de movimiento El segundo principio es el de inercia. Al haber excluido de la materia
todas sus cualidades, sólo puede darse en ella un cambio de dirección a través del impulso producido por otros
cuerpos. Se agrega otro principio, según el cual cada cosa tiende a moverse en línea recta. El movimiento rectilíneo
es el movimiento originario, del cual se derivan los demás.
- Este mecanicismo de Descartes es un intento de unificar la realidad, a primera vista múltiple y variable, mediante
una especie de modelo mecánico que resulte fácilmente dominable por el hombre. Se trata de un proceso de
unificación al que no se substraen aquellas realidades tradicionalmente reservadas a las demás ciencias, como por
ejemplo la vida y los organismos animales. Tanto el cuerpo humano como los organismos animales son máquinas y
funcionan de acuerdo con principios mecánicos que rigen sus movimientos y sus relaciones.
8. LAS REVOLUCIONARIAS CONSECUENCIAS DEL MECANICISMO
- El universo es simple, lógico y coherente. No hay que descubrir ninguna profundidad. Desaparece definitivamente el
modo de pensar substancialista. La matemática no es sólo la ciencia de las relaciones entre los números, sino el
modelo mismo de la realidad física. Aquel mundo compuesto de cualidades, significados, fines, que la matemática no
podía interpretar, se ve substituido por un mundo cuantificado y matematizable.
- Se ha invertido la concepción tradicional. Se está ante un mundo cuantitativo y dinámico. Si en el mundo
grecomedieval el reposo es la condición natural de los cuerpos y el movimiento constituye una anomalía, ahora tanto
movimiento como reposo son estados diferentes. Si en la concepción precedente cada cosa tiende a su lugar natural,
donde está ordenada en el marco de una visión jerárquica, ahora las cosas ya no tienen una dirección hacia la que se
encaminen de un modo apreciable. Ya no es posible moverse en un mundo con rasgos humanos y con consuelos
religiosos. El mismo Dios le es ajeno. El Dios cartesiano es creador y conservador del mundo, pero no tiene nada
más que compartir con éste. Dios no es el alma que penetra, vivifica y mueve el mundo. Puesto que es infinito y
espiritual, Dios está fuera del mundo.
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9. EL ALMA Y EL CUERPO
- A diferencia de todos los demás seres el hombre es aquel en el que se encuentran a la vez dos substancias
radicalmente distintas entre sí, la res cogitans y la res extensa. La heterogeneidad de la res cogitans con respecto a
la res extensa significa antes que nada que el alma no hay que concebirla en relación con la vida El alma es
pensamiento pero no vida, y su separación del cuerpo no provoca la muerte, que está determinada por causas
fisiológicas. Alma y cuerpo son dos realidades que nada tienen en común.
- A pesar de todo, la experiencia nos da testimonio de una constante interferencia entre ambas vertientes, como se
deduce del hecho de que nuestros actos voluntarios mueven el cuerpo, y las sensaciones, procedentes del mundo
exterior, se reflejan en el alma, modificándola.
- Descartes profundiza en el dualismo y el posible contacto entre res cogitans y res extensa, al clasificar las pasiones
en tres grupos:
= Primer grupo: Formado por las pasiones fisiológicas, va desde la admiración hasta la cólera, desde la
alegría hasta la tristeza: aquí la sensación impone su ley al sujeto que la padece.
= Segundo grupo: Formado por las pasiones psicológicas, en las que la unión del alma y del cuerpo define el
equivalente de una tercera substancia, unión que hay que realizar y que se realiza en el interior mismo de la pasión.
Es el caso del deseo, la esperanza, el temor, el amor y el odio, que pueden provenir tanto del sujeto como del objeto.
= Tercer grupo: Formado por las pasiones morales, aquellas que se relacionan con el libre arbitrio, en
nosotros y en los demás. Estas llevan de un modo demasiado manifiesto el sello del alma como para ser explicadas a
través de la máquina (del cuerpo). El tipo de estas pasiones es la generosidad.
- Se trata de un cuadro bastante complejo en el que se analizan las acciones, originadas en la voluntad, y las
afecciones —las percepciones, los sentimientos o las emociones— provocadas por el cuerpo y recibidas por el alma.
El objetivo moral de este estudio consiste en demostrar que el alma puede vencer las emociones, o por lo menos
poner un freno a las solicitaciones sensibles que la distraen de la actividad intelectual. el hombre no debe guiarse por
las emociones o, más en general, por los sentimientos, sino que la razón es la única que puede valorar, y por lo tanto
inducir a aceptar o rechazar determinadas emociones.
10. LAS REGLAS DE LA MORAL PROVISIONAL
- Para favorecer el dominio de la razón y eliminar la tiranía de las pasiones Descartes propuso como moral
provisional algunas normas que más tarde consideró definitivas:
= 1º: “Obedecer las leyes y las costumbres de mi país, observando de forma constante la religión y
ajustándome en todas las demás cosas a las opiniones más modernas y más alejadas de todo exceso, que resulten
aceptadas y practicadas por lo general por las más sensatas personas.”
= 2º: “Perseverar en mis acciones con la mayor firmeza y resolución y seguir las opiniones más dudosas con
la misma constancia que emplearía en el caso de que se tratase de opiniones segurísimas”. Invita a eliminar las
dilaciones y a superar la incertidumbre y la indecisión, porque la vida no puede esperar, sino que nos urge, si bien
permanece vigente la obligación de encontrar en las opiniones el máximo de verdad y de bondad, que siguen siendo
los ideales reguladores de la vida humana.
= 3º: “Esforzarse siempre por vencerme más a mí mismo que a la suerte, y por cambiar mis deseos más bien
que el orden del mundo; en general, habituarme a creer que no hay nada que esté completamente en nuestro poder,
salvo nuestros pensamientos”
= 4º: “Emplear toda mi vida en el cultivo de mi razón y avanzar lo más posible en el conocimiento de lo
verdadero, siguiendo el método que me había prescrito”
- La dirección de la ética cartesiana es una lenta y laboriosa sumisión de la voluntad a la razón, como fuerza que
sirve de guía a todo el hombre. La virtud, a la que conduce la moral provisional, se identifica con la voluntad del bien,
y ésta a su vez, con la voluntad de pensar lo verdadero.
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