Una novela hermosa, dura y necesaria

Anuncio
Una novela
hermosa, dura
y necesaria
Fernando Tomás
En un artículo publicado en el diario El País, la novelista Clara
Usón (Barcelona, 1961) recordaba una frase de Osear Wilde: «De
pequeños, los hijos quieren a sus padres; de mayores, los juzgan,
rara vez los perdonan», para iniciar un recorrido por las historias
de algunas mujeres que tuvieron la particularidad o infortunio
comunes de ser hijas de dictadores o genocidas: Svetlana Stalina,
Carmen Franco, Alina Fernández (hija de Fidel Castro), Gudrun
Himmler y Ana Mladic, de cuya historia parte para escribir La
hija del Este, y planteaba una serie de preguntas inquietantes:
«¿Qué sucede cuando las leyes del Estado las dicta tu padre?
¿Cuando lo que está bien y lo que está mal, no solo en el seno
familiar, sino en todo el país, lo determina su voluntad o su capricho? Cuando tu padre es lo más parecido a una divinidad de carne
y hueso que conoces; cuando su efigie adorna los billetes, cuando
las calles llevan su nombre... Y de pronto llega un día en que el
mundo que conoces sufre un vuelco y tu padre, que era un héroe,
se convierte en el enemigo público número uno y los medios de
comunicación denuncian sus crímenes. ¿Cómo es la vida de la hija
de un tirano? ¿Se hereda la culpa? ¿Juzgan a sus padres? Y si lo
hacen, ¿los absuelven o los condenan?» De esas interesantísimas
cuestiones surge la nueva obra de la autora.
En La hija del Este, la autora de La noche de San Juan y Corazón de napalm, con la que ganó el Premio Biblioteca Breve y que
Clara Usón: La hija del Este. Seix Barral, Barcelona, 2012.
156
tiene algunos puntos en común con su nuevo libro, Usón recrea
la historia de la joven Ana Mladic, estudiante en la universidad de
Belgrado del último curso de Medicina e hija del general Ratko
Mladic, comandante en jefe del Ejército serbobosnio, un supuesto héroe nacional que se ganó el apodo de El Carnicero de Srebrenica por las atrocidades que ordenó llevar a cabo durante la
guerra de los Balcanes, entre otras el asedio sanguinario de la ciudad de Sarajevo, que causó miles de víctimas, y la matanza de
ocho mil musulmanes en Srebrenica. Usón cuenta cómo Ana idolatraba a su padre, a quien creía un ser modélico, entregado por
puro idealismo al servicio de su patria y desinteresado de todo lo
que no fuera lograr construir un país y, por extensión, un mundo
más justo y más libre. El personaje es así en la primera parte del
libro, y vemos como la hija de Mladic no sólo defiende con uñas
y dientes a su padre de las primeras críticas que oye en su contra,
por parte de algunos compañeros, durante un viaje de fin de carrera a Moscú, sino que se niega a creer algunos acontecimientos que
empezaban a ser públicos y que ella reducía a la categoría de simples calumnias. La reconstrucción de la vida desenfadada, rodeada de lujos y caprichos que hace Clara Usón, es uno de los primeros aciertos de esta novela.
El segundo es la forma en que Usón sabe partir en dos a su personaje, por fuera una joven leal a su padre y sus ideas, por dentro
un mar de dudas. Ganaron las dudas, y una noche del mes de
marzo de 1994, Ana se disparó un tiro en la sien con la pistola
favorita de su padre, una quele habían regalado sus compañeros
cuando se graduó como el mejor cadete de su promoción en la
academia militar de Belgrado y que el propio Mladic había dicho
que solo la dispararía para celebrar el nacimiento de su primer
nieto. La muerte de su hija, por lo tanto, era además de una tragedia, un acto simbólico.
A partir de ahí, Clara Usón especula con las razones que
pudieron llevar a una privilegiada como Ana Mladic a acabar con
su vida, y su intuición es que no pudo soportar lo que descubrió
y le contaron en Moscú, es decir, las atrocidades llevadas a cabo
por su padre: el dolor y la decepción forman un cóctel peligroso.
El tirano, actualmente preso en el Tribunal de la Haya, sólo dijo,
tal vez para descargarse: «Mi hija nunca se mataría con esa pisto-
157
la», afirma. «Sabía lo que significaba para mí». Y a los pocos días
de su muerte, emprendió la ofensiva de Gorazde, que bautizó con
el nombre de Operación Estrella, que era como llamaba en la intimidad a su hija; después, en julio de 1995, invadió Srebrenica y en
cuatro días asesinó a ocho mil varones musulmanes de entre 12 y
75 años, que se habían refugiado en la base militar de la O N U de
Potocari. Sus crímenes permanecieron impunes hasta mayo de
2011, cuando fue arrestado por fin en Serbia. Ratko Mladic pidió
al Gobierno de su país que antes de extraditarlo a La Haya le permitieran visitar la tumba de su hija, «o si no, que me traigan su
ataúd a la cárcel», dijo.
Toda esa historia, y mucho más, la cuenta Usón en esta novela
absorbente que además de contar lo ocurrido en los Balcanes y el
caso concreto de los Mladic, es todo un tratado contra el horror,
y un alegato contra las razones de cualquier tipo, ya sean ideológicas, religiosas o geográficas, que intentan justificar los crímenes
horrendos que cometen las tiranías de cualquier signo, da igual de
qué color sea la bandera detrás de la cual se esconden. Una gran
novela, hermosa, dura y necesaria©
158
Descargar