Guía comentario de texto Platón

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PLATÓN
ONTOLOGÍA: LO SENSIBLE Y LO INTELIGIBLE
Como podemos comprobar en la alegoría de la caverna, en el núcleo del pensamiento
platónico encontramos la distinción entre dos ámbitos de la realidad: el mundo sensible
(representado en la alegoría por la «vivienda-prisión») y el mundo inteligible (en la alegoría el
exterior de la caverna). Siguiendo con esta alegoría, vemos que para Platón la realidad en que
habitualmente vivimos los humanos, el mundo sensible, no es sino un reflejo de la verdadera
realidad, el mundo inteligible, las «ideas». Sólo mediante un proceso esforzado al que Platón
denomina «educación» y cuya culminación constituye la «filosofía» o «dialéctica», el ser humano
puede contemplar −no mediante los sentidos, sino mediante la inteligencia o razón− el mundo
inteligible, lo que las cosas son «en sí mismas», su «esencia». Para Platón, este proceso que va de
lo sensible a lo inteligible culmina con la contemplación de la más importante de las ideas, la idea
del bien (el sol en la alegoría). Pero con ello no termina el proceso de la educación: los «educados»
deben descender a la caverna, es decir, tomar parte en los «asuntos humanos», y aprender a utilizar
aquí sus conocimientos para dirigir con buen criterio el gobierno de la polis.
Veamos a qué alude Platón con esta distinción entre lo sensible y lo inteligible. Para ello
puede resultar útil reflexionar sobre objetos matemáticos (no en vano, Platón consideraba el
conocimiento matemático como una preparación indispensable para la filosofía). Mediante los
sentidos podemos percibir multitud de objetos particulares de los que podemos decir que «son
cuadrados». Podemos pensar en multitud de cuadrados. Sin embargo, en cada caso, para poder
decir que □ es un cuadrado debemos conocer de antemano, de forma más o menos clara y
consciente, la idea de cuadrado. Podemos pensar en cualquier cuadrado, éste siempre será un
cuadrado particular, un ejemplo concreto de cuadrado con unas propiedades sensibles particulares
(un tamaño concreto, un color concreto, un soporte concreto, etc.) que no pertenecen a la idea de
cuadrado. Así, los cuadrados sensibles «imitan a» o «participan de» la idea de cuadrado, pero ésta
es algo diferente de cada uno de los cuadrados concretos en que podamos pensar o que podamos
ver en el mundo. Frente a la multiplicidad de cuadrados particulares, la idea de cuadrado es única y
universal, siempre idéntica a sí misma. Y no aprehendemos esta idea mediante los sentidos, sino
mediante el pensamiento, el entendimiento, la inteligencia (en griego nous), por eso, pertenece al
mundo inteligible (kosmos noetos) En la lógica platónica, la existencia de la idea de cuadrado es
independiente de la de los cuadrados del mundo sensible: estos pueden cambiar, ser más o menos
perfectos, e incluso desaparecer de la faz de la tierra; sin embargo, la idea de cuadrado, como todas
las ideas, es eterna e inmutable (no sujeta a cambio, ni a generación, ni a destrucción). Por el
contrario, los objetos del mundo sensible son perecederos y mutables (sujetos a la generación, al
cambio y a la destrucción). Reciben su ser (ser siempre esto o aquello) en la medida en que imitan
y participan de las ideas; al mismo tiempo, es su participación en las ideas lo que permite que las
conozcamos, e incluso más: sólo podemos llamar propiamente conocimiento o ciencia (episteme)
al conocimiento de las ideas.
Ahora bien, es preciso señalar que para Platón esta dualidad entre lo sensible y lo inteligible
no sólo se limita a objetos matemáticos como un cuadrado. Antes bien, ésta atañe a toda la
realidad. De hecho, para Platón el estudio de la matemática constituía sólo una preparación para el
conocimiento de las ideas que más le interesaban: las de las virtudes éticas y estéticas. Del
mismo modo que conocer la idea de cuadrado nos permitirá trazar con pericia uno o muchos
cuadrados sensibles, el conocimiento, por ejemplo, de la idea de justicia nos permitirá realizar
actos justos.
Para Platón existía un orden jerárquico entre las ideas. En la cúspide de esta jerarquía se
halla la idea del bien, comparada con el sol en la alegoría de la caverna. Es preciso señalar que
en sus diálogos Platón siempre se refiere a la idea del bien de forma metafórica y esquiva.
Además en una carta que conservamos (carta VII) Platón sostiene que sobre esto nunca
escribió ni escribiría nada1. Por Aristóteles (discípulo en la Academia durante dos décadas)
sabemos que la gente que acudía a las lecciones Sobre el bien se sorprendía por oír hablar a
Platón acerca de «la identidad entre el bien y lo uno». Sabemos que para Platón la idea del bien
es la «idea de las ideas», es decir, podemos pensar, la idea que hace referencia no a cosas del
mundo sensible sino a lo que son las ideas como tales, a la idealidad del mundo inteligible
como tal. No en vano, la idea siempre representa lo mejor o la perfección de cada cosa (ningún
rostro bello alcanzará la belleza en sí, pero cuanto más la imite, cuanto más participe de ella,
mejor será su belleza2. Por otro lado, las tres características que en el libro VII de la República
se dan del bien apoyan esta interpretación. El bien es: causa de todo lo bello y lo recto,
productor de verdad y conocimiento, necesario para obrar con sabiduría (la belleza y rectitud
de cada cosa depende de su participación en las ideas; el conocimiento de cada cosa depende
de su participación en las ideas; el conocimiento de las ideas permite actuar con sabiduría).
EPISTEMOLOGÍA: EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO
Grados de conocimiento
Ya hemos señalado que Platón considera que el verdadero conocimiento o ciencia
(episteme) es aquel que tiene a lo inteligible como objeto. Esto es así porque conoce objetos
que son inmutables y siempre idénticos a sí mismos, las ideas o esencias, y por lo tanto
comparte estas características. Por el contrario, considerará que el conocimiento de lo sensible,
en la medida en que se halla siempre sujeto al cambio permanente, a la generación y a la
destrucción, es un tipo de conocimiento inseguro y poco fiable. Lo denominará opinión (doxa).
De este modo, Platón hace frente a las tesis de algunos sofistas que, como Crátilo, seguidor de
Heráclito, consideraban que, en la medida en que «todo fluye», que todo está en constante
cambio, no es posible conocer las cosas porque éstas ya habrán cambiado, o que, como
Protágoras, defendían que todo conocimiento es relativo, es decir, que las cosas son para mí de
una manera y para ti de otra. Platón considera que éstos pueden tener razón en lo que se refiere
al conocimiento de lo sensible. Sin embargo, más allá de esto, es posible un verdadero
1
«Así, pues, ni hay ni podrá haber jamás ningún tratado mío sobre estas cosas, porque este tema no es
comunicable mediante palabras como lo son las demás ciencias. En él sólo se entra después de frecuentarlo
mucho y de gastar toda una vida en meditarlo: sólo entonces se enciende una luz en el alma, cual llama
viva que, en adelante, se alimenta a sí misma»
2
Recordad que mejor es el comparativo y el superlativo de ‘bien’.
1
conocimiento, una verdadera ciencia, la que tiene como objeto no lo sensible, sino lo inteligible.
De este modo Platón cree escapar al relativismo y escepticismo epistemológico, ético y político de
los sofistas. Sólo fijando un criterio de verdad absoluto y garantizando un verdadero conocimiento
se podrán fundamentar criterios políticos y morales sólidos. La permanencia y estabilidad de las
ideas garantizan su carácter absoluto, fundamento de una verdad segura e inmutable.
En la República Platón intentará desarrollar con más precisión esta distinción. Para ello,
diferencia en total cuatro grados de conocimiento, dos relativos a la doxa (eikasia y pistis) y dos
relativos a la episteme (dianoia y noesis). Platón desarrolla esta distinción en el símil de la línea
(libro VI). Parece posible hallar una correspondencia con diferentes estancias de la alegoría de la
caverna (libro VII).
- Imaginación o eikasia: es el nivel más bajo de conocimiento. En el símil de la línea Platón
nos dice que es un conocimiento de «imágenes» (reflejos y sombras).
- Creencia o pistis: conocimiento de aquello de lo que lo anterior son imágenes.
- Pensamiento discursivo (en trad. ‘pensamiento’) o dianoia: es el conocimiento propio de la
«geometría y artes afines». Se sirven de representaciones sensibles para conocer lo inteligible.
Parte de supuestos o hipótesis para llegar a conclusiones, pero no se pregunta por lo supuestos
mismos.
- Pensamiento puro (en trad. ‘conocimiento’) o noesis: Facultad dialéctica. Frente a la
dianoia, la noesis no utiliza representaciones sensibles para captar las ideas. Tampoco las acepta
como supuestos o hipótesis con las que obtiene conclusiones, sino que se ocupa con las ideas como
tales, en tanto que principios de todo (mientras que la geometría y afines utilizan las ideas para
operar y llegar a conclusiones, la dialéctica trata de captar las ideas en tanto tales, es decir, en tanto
que principios constituyentes de la realidad, en su dimensión ontológica).
De este modo, en relación con la alegoría de la caverna podríamos decir que 1) la eikasia es
representada por los encadenados para los que la realidad está formada por sombras de imitaciones
(figurillas); 2) la pistis representa la percepción de quienes, dentro de la caverna (mundo sensible)
contemplan los objetos que proyectan las sombras, pero que a su vez son copias o imitaciones de
los objetos del exterior (recordar que los objetos sensibles son lo que son en la medida en que
«imitan a» o «participan de» las ideas); 3) la dianoia constituye la primera visión fuera de la
caverna: la de los objetos del exterior (ideas) pero no en sí mismos y como tales, sino en reflejos
(recuérdese lo dicho sobre la geometría y artes afines); 4) por último, la noesis consiste en la
contemplación de los objetos del exterior en sí mismos. Dentro de la noesis también habría niveles
relacionados con la jerarquía de las ideas. Desde las ideas de los objetos sensibles, hasta la idea del
bien, pasando por ideas con un alto grado de abstracción (tales como: ser / identidad / alteridad /
movimiento / reposo).
En cuanto a la distinción entre eikasia y pistis podemos decir que, siendo ambos conocimiento
de lo sensible, la eikasia supone un conocimiento ficticio, que no refleja la realidad misma de lo
sensible. La referencia platónica al término «imágenes» para referirse a este tipo de conocimiento
hace plausible pensar, en relación a observaciones que hace en otros lugares, que este tipo de
consideración de la realidad es la que ofrecen los sofistas (que nos engañan con su retórica) y los
poetas (a los que en el libro X de la República se les acusa de ofrecer, justamente, imágenes de
imágenes)3. Frente a la eikasia, pistis parece señalar a un conocimiento sensible pero con
mayor criterio. Ya hemos dicho que en la alegoría de la caverna este tipo de conocimiento
parece remitir a la contemplación de las figurillas que proyectan sombras. Si prestamos
atención a la narración, veremos que el prisionero no percibe de forma adecuada estas figurillas
hasta el momento en que vuelve a descender a la caverna y, una vez acostumbrado de nuevo a
la oscuridad, percibe los objetos y las sombras adecuadamente. Así pues, cabe pensar que con
este tipo grado de conocimiento Platón hace referencia a un conocimiento de lo sensible con
especial buen criterio de quien ya conoce lo inteligible (algo así como una física basada en la
metafísica de las ideas).
Reminiscencia o que conocer es recordar.
Hemos visto que las ideas son eternas, inmutables y perfectas. Sin embargo, el mundo en
que vivimos los seres humanos se caracteriza justamente por el cambio, la generación, la
finitud y la imperfección. Así pues, ¿cómo es posible el conocimiento de las ideas? Para
Platón, sólo es posible porque conocer lo inteligible no es otra cosa que recordar algo que
existe desde siempre en el alma humana. En uno de sus diálogos, el Menón, Platón defiende
esta consideración con el ejemplo de un esclavo que jamás ha estudiado geometría y que, sin
embargo, ante las preguntas que Sócrates le va planteando, es capaz de resolver un problema
que implica el conocimiento del teorema de Pitágoras. Ahora bien, si nunca lo había estudiado,
¿cómo es posible que llegara el solo a la solución? Pues porque, dirá Platón, se trata de algo
que él y todos ya sabemos, pero hemos olvidado. Las ideas, en definitiva, no son para Platón
fruto de la experiencia, sino más bien innatas.
Platón también utiliza en ocasiones narraciones de carácter mítico para explicar la
doctrina de la reminiscencia. El alma, cuenta Platón en estos mitos, preexiste a nuestra
existencia sensible. Antes de caer en un cuerpo el alma contemplaba de forma directa lo
inteligible. Al encarnarse el alma olvida las ideas contempladas, pero el ejercicio dialéctico le
puede llevar a recordar lo que ya sabía.
De este modo, Platón trata de explicar la presencia en nuestra alma de ideas que no
pueden proceder del mundo de los sentidos. Si en nuestra alma tenemos, por ejemplo, la idea
de igualdad, cuando en el mundo sensible nada hay que sea totalmente igual, ¿de dónde
procede esta idea? Hay un desnivel entre los datos de los sentidos y las nociones que
poseemos, si no han podido proceder de lo sensible (que sólo nos proporciona un conocimiento
imperfecto) estas nociones deben estar en nuestro alma (innatismo). El alma posee
originariamente estas nociones ideales, el recuerdo es posible por la visión que el alma ha
tenido del mundo de las ideas. El contacto con las cosas despierta el recuerdo de las ideas
contempladas por el alma anteriormente
3
Es preciso recordar la relevancia que sofistas y poetas tenían en la educación griega. El rol de los poetas
era muy diferente al de los actuales. Ellos que eran quienes componían y cantaban los grandes relatos que
sostenían la visión griega del mundo (el ejemplo más claro es Homero).
2
ANTROPOLOGÍA: EL SER HUMANO
Acabamos de ver que Platón considera que nuestro conocimiento de las ideas no puede
originarse en la experiencia (siempre ligada a lo sensible), sino que de algún modo debe preexistir
en nuestra alma. Esto nos introduce en la concepción platónica del ser humano. De forma
coherente con su concepción de la realidad y del conocimiento, Platón distingue dos elementos
diferenciados en el ser humano: por un lado, el cuerpo, que comparte las características del mundo
sensible (nacimiento, transformación, destrucción); por otro lado, el alma, que, en la medida en
que es capaz de conocer las ideas, ha de tener una naturaleza afín a ellas., es decir, como las ideas,
el alma humana es inmortal (Fedón). Además, sólo esta inmortalidad explica la concepción
platónica del conocimiento como reminiscencia, es decir, que seamos capaces de conocer ideas
que no han podido tener origen en la experiencia sensible.
Pero, más allá de esta concepción dualista del ser humano, Platón trata de dar cuenta de la
complejidad de la psique humana. En algunos de sus diálogos (por ejemplo en la República),
Platón distingue diferentes partes o aspectos dentro del alma humana:
- Parte racional, que Platón localiza en la cabeza, y que es la parte del alma que es capaz del
conocimiento inteligible.
- Parte impulsiva (o apetitiva), que Platón ubica en el pecho, y es fuente de los impulsos
nobles que nos mueven a la acción (fama, honor, rebelión ante lo injusto, etc.)
- Parte apetitiva (o concupiscible), que Platón sitúa en el abdomen, y que relaciona con la
búsqueda de placeres y la satisfacción de las necesidades corporales.
Con esta división tripartita del alma Platón parece querer reflejar los conflictos que ocurren en
el ser humano. En el Fedro Platón ilustra metafóricamente esta división comparando el alma
humana con un carro de dos caballos, siendo la parte racional del alma el auriga que dirige el carro,
la parte impulsiva un caballo de buena naturaleza que acepta ser guiado por la razón, y la parte
apetitiva un caballo indócil que quiere desobedecer las ordenes y al que hay que obligar con dureza
a aceptar el gobierno de la razón. Esta comparación muestra también que este análisis platónico de
la naturaleza tripartita del alma tiene una motivación ética. La vida buena será para Platón aquella
que sea gobernada, con la ayuda de las pasiones nobles, por la razón y el conocimiento. Por el
contrario, una vida de desenfreno y gobernada por las pasiones será una vida innoble e infeliz. En
cualquier caso, es preciso señalar que para Platón el ideal de vida feliz es justamente aquel que sea
capaz de armonizar las diferentes partes del alma en sus funciones y sus virtudes. Para Platón, a
cada parte del alma le corresponde una virtud. A la parte apetitiva la moderación, a la impulsiva el
valor y a la racional la sabiduría o prudencia. La virtud del alma como un todo será la justicia, que
consiste justamente en la armonía de todas las partes dando lugar a un alma feliz.
POLÍTICA: EL GOBIERNO DE LA POLIS
La concepción platónica de la polis, al menos tal y como es presentada en la República, se
halla en estrecha relación con esta concepción tripartita del alma humana. Del mismo modo que en
el alma, Platón distingue tres grandes clases dentro de la polis. En primer lugar, están los
productores (artesanos y labradores), aquellos que aportan los recursos necesarios para la vida
de la comunidad. Por otro lado, encontramos a los guardianes, que tienen como función
mantener el orden de la polis defendiéndola tanto de las amenazas externas como de los
posibles conflictos internos. Por último, está la clase de los gobernantes, que proceden de los
mejores guardianes, y son los han de dirigir con criterio la vida de la comunidad. Para Platón,
existe un paralelismo entre la partición del alma y la de la polis. Los productores son aquellos
que poseen un alma principalmente apetitiva, los guardianes, impulsiva, y los gobernantes,
racional. Del mismo modo que en lo referente a la vida del individual, la polis debe estar regida
por la parte racional. La justicia consistirá en la armonía entre las partes (que cada cual obre
conforme a su función).
Platón dedica buena parte de la República a estudiar cómo debería ser la educación
adecuada de estas dos últimas clases. De entre todas las cuestiones que allí se desarrollan,
podemos destacar algunas:
- Es preciso evitar que quienes participen en el gobierno de la polis lo hagan movidos por
el interés particular. Por ello, en la polis que Platón imagina, tanto los guardianes como los
gobernantes deben carecer de posesiones privadas, de vida familiar, etc.
- La educación del gobernante consiste en adquirir el mayor grado de sabiduría posible.
Por ello, para Platón está educación consiste justamente en el conocimiento del mundo
inteligible. El largo programa de la educación del gobernante culmina en la dialéctica en la que
es capaz de captar con la inteligencia la verdad en sí, la justicia en sí, etc. (recuérdese todo el
camino de la alegoría de la caverna). Por eso, Platón sostiene que en esta polis ideal el
gobierno corresponde a los filósofos.
Formas de gobierno
Hemos visto que para Platón la ciudad justa es aquella en la cual cada parte de la ciudad
cumple con su propia tarea. Además de esto, Platón analiza y clasifica las diferentes formas de
gobierno:
- La aristocracia. (de aristós: mejor; crateo: mandar) Es el gobierno de los "mejores", tanto si
manda uno como varios (incluiría la monarquía). Es la forma mejor de gobierno. Ahora bien,
quiénes son los mejores no viene determinado, como en la aristocracia tradicionales, por la la
sangre o las riquezas, sino sólo por la sabiduría.
- La timocracia (timé: honor). Representa el gobierno de la parte impulsiva del alma, es decir,
de los guardianes o guerreros (movidos por el honor y la ambición). Para Platón es una
degeneración de la aristocracia.
- La oligarquía. (de oligós: pocos). Es una degeneración de la timocracia. Lo que mueve ahora
a la clase gobernante no es el honor, sino el dinero, la avaricia.
- La democracia (de demos: pueblo). El pueblo (oprimido por la avaricia de los oligarcas)
termina por hacerse con el poder, aunque no está preparado para gobernar.
- La tiranía: para Platón es la peor forma de gobierno. Nace como una reacción a la excesiva
libertad de los regímenes democráticos.
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