Thomas Edison

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GRANDES ENTREVISTAS
EDISON:
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‘ESO ES LO QUE A MÍ ME
INTERESA: FÁBRICAS
INMENSAS QUE FUNCIONAN
DÍA Y NOCHE, LA LUCHA DEL
HOMBRE CONTRA EL METAL’
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Genio. Edison
patentó más de
1.000 inventos (durante su vida adulta,
inventaba algo cada
quince días) y
contribuyó a darle,
tanto a Estados
Unidos como a Europa, los perfiles tecnológicos del mundo contemporáneo.
Entrevista
Cuando le pedí que me concediese cinco
minutos para charlar con él, Edison me
contestó lo siguiente por escrito: “De acuerdo. El viernes sobre las once de la mañana.
Estaré cuerdo a esa hora. Mi intelecto está
ahora a 275 revoluciones por minuto”.
Me presenté en el Hotel du Rhin esta
mañana a las once y fui conducido a un
elegante salón del primer piso. Edison estaba en pie junto a la chimenea. Sentados
a un secretaire junto a la ventana estaban
el coronel Gouraud1, el señor Durer2, y
otros. En el extremo más alejado se encontraba su dulce y joven esposa, la señora
Edison, rodeada de varias personas. Para
quien ha llegado para molestar, siempre
resulta difícil romper el hielo, pero fui inmediatamente al grano.
— Por lo que se refiere a la máquina extractora de minas —dijo Edison—, va a
ser algo grandioso. Tenemos ya ochenta
funcionando en las minas de hierro. En
efecto, por el momento solo está adaptada a la extracción de hierro. Estoy estudiando la construcción de una
máquina para el tratamiento de minerales refractarios de oro y plata y con el
tiempo podremos sacarla adelante. Entonces ganaremos más dinero.
— Le estaba pidiendo detalles sobre la máquina en cuestión cuando se acercó un personaje entusiasta que “hablaba en nombre
de la humanidad” al “rey de la ciencia”. Era
un hombre lenguaraz y gesticulante. Creo
que todo aquel que haya visto a Edison enfrentarse con un pelmazo le adorará el resto de sus días. Tiene la más dulce de las
sonrisas y, aparentemente, presta atención
a todo lo que le dicen: la expresión misma
de la cortesía en una conversación. Quienes le conocen bien aseguran que, en momentos así, y con la ayuda de cierta sordera,
sus pensamientos se encuentran en otro
lugar, y más vale que sea así.
— ¿Qué hay de la máquina de visión a
distancia?
— Me han llegado noticias —comentó—
de que algunos inventores europeos dicen habérseme anticipado, pero no he
oído nada acerca de sus invenciones. Mi
máquina va saliendo adelante sin dificultades. No creo que jamás sirva para distancias demasiado largas. Es absurdo
suponer que nos permitirá vernos los
unos a los otros a 15.000 kilómetros de
distancia. No obstante, sí que tendrá
aplicaciones prácticas en las ciudades.
No estoy buscando nada que vaya más
allá, al menos por ahora.
Entonces el coronel Gouraud dijo:
— Puedo decirle algo que el señor Edison jamás le contaría. Ese caballero que
está hablando con él es el cavaliere Copello. Acaba de llegar a París con una misión encomendada por el rey de Italia:
entregarle la condecoración de Gran Oficial de la Corona de Italia.
Esta distinción otorga a Edison el título
de conde y a la señora Edison el de condesa. No pude evitar el deseo de que algunos de los representantes de la cohorte de
aduladores europeos hubieran podido ver
a Edison cuando, medio en broma, uno
de ellos le llamó “conde”. La risotada que
esto le produjo valió por todas las revoluciones jamás propiciadas por la democracia contra los mencionados lacayos.
—Que no se enteren de esto en Nueva
York —dijo—. Mi ilustrísima se convertiría
en el hazmerreír de todo el mundo.
— ¿Y el fonógrafo?
— Ya lo hemos desarrollado a nivel práctico. En este momento hay 1.800 máquinas en locales comerciales y nuestras
fábricas producen ya cuarenta de ellas al
día. Además, he conseguido por fin hacer
un cilindro perfectamente sólido que
puede ser enviado por correo y sobrevivir
ria. Tengo aquí el prototipo, y puede verlo
el día que quiera. Con todo, este modelo
aún no está listo para ponerlo a la venta.
— ¿Qué impresión le ha producido París?
— Estoy abrumado. Tengo la cabeza hecha un lío y supongo que me llevará al menos un año recuperar el sentido. Ahora
desearía haber venido con mi bata de laboratorio y haber podido ir de acá para allá
sin ser reconocido. Así podría haber visto
algo. La Exposición es impresionante, mayor que la nuestra de Filadelfia. Con todo,
hasta el momento solo he podido visitar
Sí –respondió Thomas
Edison, cogiendo un
habano–, mi desayuno
comienza con esto
una pequeña parte. Eso sí, esta mañana he
visto una máquina que va a ahorrarme alrededor de 6.000 dólares limpios al año. Es
un cortafrío accionado por presión hidráulica. Lo vi de pasada; solo tuve tiempo de
echarle un vistazo. Pienso encargar unos
cuantos y enviarlos de vuelta a casa. Nos
permitirán reducir nuestra mano de obra
en dieciséis puestos de trabajo.
— Ha sido una mañana provechosa —
afirmó el coronel Gouraud.
— Así es —respondió Edison, y siguió hablando—: Hasta el momento, lo que más
me ha llamado la atención es la absoluta
indolencia que reina entre la gente de por
aquí. ¿Cuándo trabaja esta gente? ¿En
qué se ocupa? No he visto un camión de
mercancías desde que llegué a París. Parece haberse instituido un elaborado sis-
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THOMAS
E
n 1889 el cine no era más que un espectáculo de variedades que apenas
había echado a andar, pero el concepto de celebridad ya existía y Thomas
Alva Edison (1847-1931) encajaba perfectamente en esa categoría. Por eso cuando
el periodista Robert Harborough Sherard
acompaña a almorzar al inventor estadounidense al restaurante de la Torre Eiffel,
durante la Exposición Universal de París
de 1889, tiene plena conciencia de que está a punto de vivir un momento especial.
Lo cierto es que se puede trazar un paralelismo entre la torre —inaugurada en
marzo de ese mismo año como gran
atracción de la exposición— y Edison, ya
que ambos eran símbolo de los nuevos
tiempos y transmitían cierta petulancia
de la modernidad.
Sherard consigue sumergirse en el
mundo de Edison, un hombre genial que
durante su estancia parisina estuvo rodeado por una corte integrada en igual
proporción por admiradores y aduladores. Motivos no faltaban porque en una
década este hombre práctico y obsesionado por el trabajo había cambiado la vida de las personas gracias al micrófono
de carbono (1877), el fonógrafo (1878), la
lámpara de luz incandescente (1879) y la
válvula eléctrica (1883), sin contar que en
1880 había fundado su propia compañía
eléctrica (Edison Electric, que luego se
transformaría en General Electric). El
mismo año en que se realiza la entrevista,
Edison presenta su versión de la película
de celuloide y un poco más adelante presentaría el kinetoscopio (1891), que resultó ser el primer paso hacia los
proyectores cinematográficos.
Para muchos, esta vertiginosa productividad entrañaba una faceta oscura del
inventor, ya que consideraban que se trataba más de un empresario que de un
hombre de ciencia, de hecho algunos señalaban su falta de escrúpulos para “inspirarse” en invenciones de otros. Sherard
muestra algo de ello en la entrevista, en
particular esa preocupación constante de
Edison por hacer dinero; sin embargo, no
duda a la hora de plasmar en la entrevista
que está ante uno de los grandes revolucionarios de la vida de los seres humanos.
a la manipulación del servicio postal sin
sufrir el menor daño. Todo esto ha supuesto mucho trabajo. Solo en las herramientas necesarias para fabricar el
fonógrafo grande hemos invertido 5.000
dólares. También he creado un modelo
pequeño, un fonógrafo portátil, si quiere
llamarlo así, cuyo cilindro puede contener hasta 300 palabras, la extensión de
una carta normal, que resultará muy
práctico para la correspondencia ordina-
1 George Edward Gouraud era un militar estadounidense (de padre francés) que recibió la medalla de honor por su participación en la Guerra de Secesión. Gouraud había
ayudado a Edison a presentar el nuevo modelo de fonógrafo en Inglaterra en 1888. 2 Emil Durer escribió un ensayo sobre Thomas Alva Edison que fue publicado en 1889.
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