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ANIMALES FANTÁSTICOS
Teníamos en casa un libro que guardábamos con esmero, pues el abuelo Ignacio se
lo había obsequiado a papá cuando cumplió diez años. En sus amarillentas y gruesas
páginas de papel satinado, aparecían bellos dibujos de extraños animales.
Había, por ejemplo, una especia de venado blanco con un largo y recto cuerno
cónico en el centro de la frente. Era el unicornio. También había dibujos de batallas
con centauros, que hasta hoy no sé si eran “hombres con lomo y patas de caballo” o
“caballos con torso, brazos y cabeza de hombre”.
Recuerdo también el dibujo del cancerbero, que eran un perro con tres cabezas,
con las que, por separado miraba, ladraba o mordía a quienes osaran acercársele por
cualquier lado.
Yo estaba convencido de la existencia de estos seres y ansiaba verlos alguna vez.
Pero, leyendo y preguntando, supe que eran sólo seres fantásticos, es decir, frutos de
la fantasía humana. Fue así como conocía esas palabras.
Entonces, con mis primos y hermanos comenzamos a imaginar animales exóticos
que podrían solucionar algunos problemas domésticos. Se nos conocieron docenas de
posibilidades útiles y divertidas. Recuerdo, por ejemplo, el Caballo Extralargo, para
que monte en él toda la familia. La Paloma Parlante, que sería una mezcla de loro con
paloma mensajera. El Burro Sabio que, sin perder fortaleza, seriedad y paciencia,
tendría muchos conocimientos. El Perro Mímico que, además de menear la cola
movería la cabeza para decir “Sí, No, Tal vez” y que con su pata señalaría “aquí” y
“allá” o la movería como diciendo “más o menos… así, así”. Pensábamos también que
debería existir un Pez Deshuesado, es decir, sin cartílagos ni espinas, para comerlo con
confianza y seguridad, así como el Pollo Cuadrúpedo, para que en el almuerzo
dominguero todos recibiéramos nuestra presa favorita.
Después de hacer muchos dibujos y de conversar con nuestros padres, nos sentimos
muy frustrados. Nuestros animales de fantasía no existirían realmente jamás. Pero
luego pensamos ¡No importa! Para nosotros serán como el Pato Donald, Popeye, Papá
Noel y Pinocho. Es cierto que ninguno de ellos existe ni existió, pero ¡con cuanto
entusiasmo creímos en su existencia y gozamos y sufrimos con sus aventuras!
Elmo Ledesma Zamora
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