CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE CASACION CIVIL Magistrada Ponente MARGARITA CABELLO BLANCO Bogotá, D.C. veintisiete (27) de agosto de dos mil doce (2012). REF: Exp.: No. 11001 3103 042 2006 00712 01 Decide la Corte el recurso de casación propuesto por MARTHA PATRICIA MARTÍNEZ PINZÓN y MARCO ANTONIO LEAL VELASQUEZ, demandantes, frente a la sentencia que el 17 de junio de 2010, profirió la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, dentro del proceso ordinario de responsabilidad iniciado por los mismos y el señor GUILLERMO LEÓN TORRES contra el BANCO DEL ESTADO. ANTECEDENTES 1. Ante el Juzgado Cuarenta y Dos Civil del Circuito de Bogotá, luego de haberse cumplido el reparto del caso, cursó el proceso judicial referido en líneas precedentes. La parte actora reclamó en el libelo, en esencia, pronunciamiento sobre las siguientes declaraciones: 1.1. Que la entidad bancaria demandada (antes Banco Uconal), con motivo del préstamo efectuado a los accionantes por la suma de $5.000.000.oo., abusó de la posición dominante que ostentaba, pues, al momento del desembolso de los dineros mutuados, retuvo el valor de $1.000.000.oo., restringiendo su disponibilidad; además, en la medida en que no accedió a compensar el saldo de la deuda adquirida con el monto señalado, incursionó en actos de exceso de poder. 1.2. Que la entidad bancaria demandada en ejercicio de sus derechos atropelló a los demandantes, al haber promovido en contra de ellos en forma dolosa e irresponsable un proceso ejecutivo, amén del desbordamiento en que incurrió al peticionar, de manera excesiva, medidas cautelares en dicha acción coercitiva. 1.3. Que debido a la arbitrariedad mencionada y de la posición dominante ejercida por el establecimiento bancario demandado, los actores sufrieron perjuicios, tanto de orden material (daño emergente y lucro cesante), como moral (objetivados y subjetivos) y, por esa razón, la accionada debe ser compelida a su resarcimiento. 1.4. Solicitó, igualmente, que las sumas reconocidas deberían serlo con intereses y sometidas a la respectiva indexación. 2. En el escrito de demanda, la parte actora plasmó los siguientes aspectos fácticos como soporte de las súplicas elevadas, indicando, por separado, los atinentes a la posición dominante y los concernientes con el abuso del derecho. 2.1. De los primeros, de manera sucinta, dijo: 2.1.1. Que el 14 de agosto de 1996, los señores Martha Patricia Martínez Pinzón, Marco Antonio Leal Velásquez y Guillermo León Torres Zapata, recibieron del Banco Uconal un préstamo por la suma de $5.000.000.oo., que debía ser restituido al cabo del pago de 36 cuotas mensuales, causándose la última de ellas el 14 de agosto de MCB Exp.2006 00712 01 2 1999, circunstancia que los convirtió en deudores de dicha entidad Bancaria. Tal operación dio lugar a la suscripción del pagaré No. 052000447-7. 2.1.2. Al momento del desembolso, la acreedora sólo entregó a la señora Martha Patricia Martínez la suma de $4.000.000.oo., pues el dinero restante, esto es, $1.000.000.oo., “restringió la disponibilidad”, habiéndolos acreditado a una cuenta de ahorro de los obligados. 2.1.3. Una vez que los accionantes cancelaron la cuota número 30 de las 36 pactadas, atendiendo el valor retenido por el Banco accionado, el 2 de marzo de 1999, le solicitaron que compensara el saldo de la deuda con el millón de pesos ($1.000.000.oo.), que se encontraba en su poder, solicitud que el 9 del mismo mes y año fue negada y, contrariamente, fueron requeridos para el pago de la obligación pendiente. En esta misma data les fue dado a conocer sobre la emisión de algunos bonos representativos del valor retenido y que, por disposición de los estatutos del banco, debían ser convertidos, obligatoriamente, en acciones. 2.1.4. Los demandantes fueron insistentes en que el pago de las ultimas seis cuotas debía producirse a través de la compensación ya solicitada, lo que, en últimas, no se produjo. Bajo esas circunstancias, en la medida en que la demandada les atribuyó la calidad de deudores morosos por el incumplimiento en que incurrieron, al considerar que no se satisfizo la obligación, en abril de 1999, fueron reportados a las centrales de riesgo Asobancaria y Datacrédito. 2.1.5. Informaron, también, que junto con el Banco demandado cruzaron varias cartas, e inclusive, sostuvieron algunas reuniones relacionadas con el saldo de la obligación y los dineros que en poder de este último habían quedado, todo con el propósito de la MCB Exp.2006 00712 01 3 compensación o cruce de cuentas que aquellos reclamaban. No obstante la persistencia que sobre el tema mostraron, Uconal siempre estuvo renuente a la solución del asunto. 2.1.6. El 27 de junio de 2000, el acreedor presentó demanda ejecutiva y luego del trámite previsto en la ley, el Juzgado 3º Civil Municipal, oficina que conoció el asunto, resolvió acoger la excepción de prescripción propuesta por los aquí demandantes. Sin embargo, a pesar de esa determinación, adujeron, la entidad bancaria fue reiterativa en mantener los reportes realizados a los bancos de datos. 2.1.7. La parte actora afirmó, como corolario de este aspecto del debate, que el establecimiento bancario incurrió en posición dominante, pues de los préstamos efectuados, en el año 1993 y 1996, dispuso, unilateralmente, retener unos dineros y calificarlos como aportes, o sea, volvió a los deudores socios del banco, lo que no fue concertado con ellos. Y, por el contrario, esa suma de dinero debió ser utilizada para cruzar cuentas o compensar el saldo, proceder que no acometió a pesar de estar así autorizado por los deudores. 2.1.8. Afirmaron, así mismo, que en época anterior, concretamente, en el año 1993, la misma entidad Bancaria le había concedido a la actora otro préstamo por la suma de $6.000.000.oo., y al momento del desembolso, en un ejercicio similar al descrito en líneas anteriores, retuvo el valor de $1.000.000.oo., por lo que al encontrarse cancelado en su totalidad ese crédito debía estar consignada esa suma en su cuenta de ahorro. 2.2. Concerniente con el abuso del derecho los impugnantes sostuvieron que, simultáneamente, con la iniciación de la acción ejecutiva, el banco solicitó medidas cautelares que les MCB Exp.2006 00712 01 4 generaron grandes perjuicios, a pesar de la solicitud que de manera permanente le formularon de no practicarlas. Además, la arbitrariedad del acreedor fue evidente por cuanto que en los pagarés expedidos como consecuencia de los dos créditos adquiridos, fue convenida una cláusula que autorizaba al banco para compensar o cruzar saldos existentes en contra de los deudores, con dineros que los mismos tuvieran en cualquier cuenta de ahorro o aportes; sin embargo, la entidad no procedió en tal sentido y, apartándose de esa directriz, persistió en la ejecución y la práctica de cautelas, mostrando así terquedad en la solución del conflicto. 3. Con respecto a las circunstancias fácticas que rodearon, de manera concreta, la generación de los perjuicios denunciados, la actora sostuvo que por razón del proceso ejecutivo y las medidas preventivas llevadas a cabo, así como por los reportes a las centrales de riesgo, debieron soportar, entre otras consecuencias, la afectación de su buen nombre, la negación del acceso al sector bancario, lo que los obligó a acudir a créditos externos en procura de salvar algunas necesidades y, por ello, debieron soportar mayores costos; también vieron deteriorada la buena imagen que tenían en el trabajo y otras actividades, no pudieron conseguir o mantener los empleos, etc. 4º. Una vez vinculado formalmente el banco accionado a la contienda, en tiempo, dio respuesta al escrito de demanda; aceptó algunos hechos y otros fueron negados rotundamente; a unos más los descalificó como tales, pues, según el opositor, resultaban ser sólo apreciaciones o interpretaciones de la actora. Concerniente con las pretensiones se opuso por completo a las mismas; además, formuló las excepciones de mérito que denominó: i) “Petición de modo indebido. Ausencia del presupuesto procesal denominado demanda en forma”, fincada en el argumento de que el actor no adujo con la precisión y claridad sus pretensiones, pues acumuló la responsabilidad contractual MCB Exp.2006 00712 01 5 y la extracontractual; ii) “Ausencia de los requisitos de la responsabilidad civil extracontractual”, fundada en que los daños reclamados, además de que su existencia debía ser una realidad, su origen tenía que localizarse en una conducta culposa del demandado, lo que no aconteció en el sub-lite; iii) “Inexistencia de abuso del derecho”, en cuanto que la parte demandada no actúo contrario “al propósito de la institución, a su espíritu y a su finalidad”; la acción ejecutiva que adelantó el Banco acreedor tuvo como causa la mora en que incurrieron los deudores en el cumplimiento de las obligaciones adquiridas con dicha entidad; iv) “Cosa Juzgada”, basada en que la excepción de prescripción aducida por los demandados en el proceso ejecutivo prosperó y, debido a ello, la demandante (el banco aquí demandado), fue condenada al pago de perjuicios, circunstancia que permitió la valoración del asunto y, en fin, de todos los aspectos vinculados a los posibles daños generados; luego, a través de este proceso, no podría volverse sobre el tema; v) “Falta de legitimación en la causa”; soportada en que la actora Martha Patricia Martínez estuvo vinculada con el Banco Uconal, más no con el Banco del Estado S.A., y, en ese orden, los actos dañinos, de haber existido, debían ser reclamados a aquél y no a este; vi) “Inexistencia de cláusulas abusivas o abuso de posición dominante”, planteada sobre la base de que las partes convinieron la retención y el destino de los dineros de que trata la demanda; además, no fue solo un préstamo sino dos, por tanto, para la deudora no resultaba una novedad la situación acaecida; vii) “El reporte en las centrales de riesgo es una actuación legítima”; adujo, con respecto a este medio de defensa, que el reporte a las centrales de riesgo es un proceder legítimo, autorizado por la ley, amén de haber sido considerado por la Corte Constitucional como ajustado a la carta. Que de haberse presentado, eventualmente, un abuso, el mismo tendría origen en la prolongación del reporte más allá del tiempo estipulado, empero, tal situación no acaeció; por otro lado, los registros dispuestos dan cuenta de una sucesión de hechos reales, o sea, que la obligación no ha sido cancelada sino que la misma se declaró MCB Exp.2006 00712 01 6 prescrita; viii) “Culpa exclusiva de la victima”; arguyó que el proceder del Banco estuvo determinado por el permanente incumplimiento de los deudores en satisfacer las obligaciones adquiridas y, en ese contexto, ellos tienen la culpa, por ende, deben asumir las consecuencias sobrevinientes; y, ix) “genérica”, la parte demandada, por último, reclamó el reconocimiento de cualquier hecho que condujera a su exoneración. 5. El Juzgador a-quo, una vez agotó en su totalidad las etapas establecidas por la normatividad vigente para esta clase de asuntos, profirió sentencia desestimatoria de las pretensiones. 6. La parte demandante, dados los resultados adversos del fallo de primera instancia, procedió a recurrir en apelación el mismo y, el Tribunal acusado, al resolver la instancia, decidió confirmarlo en su totalidad. LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL 1. En la sentencia emitida, el ad-quem expresó, en primer lugar, que no existen reparos sobre el cumplimiento de los presupuestos procesales y no se evidencian vicios que invaliden lo actuado; igualmente, presentó diversas reflexiones sobre la legitimación en la causa por pasiva y la cosa juzgada. Con respecto a la primera asentó que debido a la absorción del Banco Uconal por parte del Banco del Estado S.A., resultaba irrefutable que los “derechos y obligaciones” del absorbido podían blandirse por y en contra del absorbente. Relativamente a la cosa juzgada, planteada en virtud del incidente de perjuicios que se intentó a continuación del proceso ejecutivo, el fallador afirmó que, si bien fue declarada probada en primera instancia, en realidad ella no operó porque la vía incidental solo estaba prevista para reclamar perjuicios derivados de la demanda y medidas cautelares y no MCB Exp.2006 00712 01 7 los originados en la inclusión en las centrales de riesgo y por tanto equivocaron el camino, circunstancia que condujo, en últimas, a que el fondo del asunto no fuera abordado en aquella oportunidad. 2. Desde el comienzo, el ad-quem, dejó claro que los aspectos factuales giraban alrededor del contrato de mutuo y, por esa razón, las obligaciones y derechos de las partes derivados de ese vínculo negocial debían ser, en definitiva, el faro que alumbraría el estudio acometido. En esa línea argumentativa concluyó que la clase de responsabilidad reclamada y que debía ser estudiada, aludía a la contractual y no a la extracontractual, así esta última, también, se haya puesto en consideración del juzgador. Fincó su decisión, entonces, en los siguientes pilares: a) Que resultaba indispensable acreditar la existencia de los siguientes elementos: i) un contrato válido; ii) el daño o menoscabo patrimonial padecido por el actor; iii) el incumplimiento culposo del dicho contrato por parte del demandado; y, iv) una relación o conexidad entre ese incumplimiento y el agravio sufrido. b) Que la carga probatoria sobre la presencia de tales circunstancias recaía sobre el actor. c) Sostuvo que “(…) las pruebas recaudadas no dan lugar para tener por sentada la existencia concreta y real de las circunstancias fácticas que se traen a colación en la demanda, y que quizás las mismas obedezcan a la indebida ejecución del contrato de mutuo que liga a las partes de esta litis” (folio 103, cuaderno del Tribunal). d) “(…) lo que se puede extraer de la actuación es el incumplimiento por parte de los demandantes al pago de la deuda contenida en el pagaré No. 052 00447-7, otorgado a favor del Banco Uconal, lo cual legitimó al absorbente, Banco del Estado, a reclamar por MCB Exp.2006 00712 01 8 la vía ejecutiva el recaudo del saldo insoluto de la deuda, como en efecto lo hizo ante el Juzgado 3º Civil Municipal, siendo infundado pretender (…) la aplicación de la figura jurídica de la compensación (…)” –folio 104 ib-. e) “(…) dicha institución (la compensación) jamás podía tener lugar, si se tiene en cuenta que el aporte de $1.000.000, que constituyó la demandada Martha Patricia Martínez ante el Banco Uconal, legalmente no es constitutivo de una obligación a cargo de la entidad, como tampoco una acreencia de la asociada, pues como lo expone la demandada los aportes no constituyen un depósito de ahorros (sic) a la vista, del cual pueda disponer el ahorrador en cualquier momento, sino que está sometido al régimen social y económico, de acuerdo con los estatutos del banco Uconal (…) tampoco era posible que la entidad hiciera las deducciones directas de la deuda, conforme la autorización que con tal fin se consignara en el cuerpo del pagaré (..) máxime que, por concepto de dicho aporte, fue emitido por parte del precitado Banco, antes de que se presentara la demanda ejecutiva, la devolución a través de un bono en acciones (…)” –folios 104 y 105 idem-. f) “(…) no existe prueba de la supuesta deuda que tenía el Banco Uconal con la demandante Martha Patricia Martínez Pinzón (…) por razón de la obligación que con anterioridad había adquirido dicha señora (…) monto con el cual, junto con el valor del aporte, se ha pretendido hacer valer la compensación de deudas, y conforme a ello, no es posible tener por justificado el no pago del saldo insoluto de la prestación que dio lugar al proceso ejecutivo (…)” -mismo folio y cuaderno-. g) “De manera que esa cascada de circunstancias que narraron los demandantes, con las cuales apoyan el reconocimiento indemnizatorio pretendido, para que pudiera tener mérito estimatorio, era menester que tuviera una correspondencia directa, sin ambages, y MCB Exp.2006 00712 01 9 sin miramiento a otra posible causa, con un hecho ilegítimo de la parte demandada, con el cual, de manera concreta y directa se hubiesen gestado los daños que dicen haber padecido, lo cual no tiene cabida con lo analizado, y, menos aún, con las pruebas recaudadas”. h) El sentenciador aludió, así mismo, que de las pruebas recogidas, por un lado, las testimoniales, dan cuenta de la situación económica de los actores pero por comentarios que ellos mismos realizaron y, en cuanto a la culpa de la demandada, no informaron nada concreto; referente a las declaraciones de parte, afirmó, no estructuran una confesión y, en todo caso, sostuvo, dichos elementos de juicio, “se subordina a los actos de legalidad ejecutados por el banco demandado” (folio 106 idem). Y sobre la prueba documental, el Tribunal, a folio 106, refirió lo que sigue: i) Que no podía ser valorada por cuanto que se adujo al proceso “sin que las mismas estén consideradas por la legislación adjetiva como medios probatorios (…) ni corresponden a la hipótesis de prueba trasladada (…)”, por tratarse la mayoría de copias informales. ii) Que dichos “instrumentos (…) no consultan el hecho investigado: la culpa del banco demandado”, como tampoco “los demás elementos constitutivos de la responsabilidad contractual”. Relativamente a la prueba pericial sostuvo: i) Que dicho elemento de persuasión no fue practicado ante el a- quo por cuanto que la parte demandante se sustrajo de sufragar los gastos fijados, lo que generó, conforme lo previene la Ley Procesal MCB Exp.2006 00712 01 10 Civil, que se declarara desistida, determinación que no cuestionó la actora. ii) Que las pruebas de oficio no están erigidas para “descargar el deber que tienen las partes de acreditar los fundamentos de sus peticiones (…)”. iii) Tampoco pueden ser utilizadas para suplir la desidia o negligencia de las partes. iv) Además, que las condiciones impuestas por el artículo 361 del C. de P. C., para ordenar la práctica de pruebas en segunda instancia, no concurrían en el proceso. Concluye el ad-quem aseverando, respecto a la negativa del a-quo de practicar la experticia, que antes que establecerse la cuantía del daño, debía acreditarse la ocurrencia del mismo y, además, que la causa del agravio provenga de los actos del demandado. LA DEMANDA DE CASACION El escrito incorpora tres cargos trazados, todos, por la causal primera de casación, vía indirecta, y fundados en los supuestos errores de derecho y de hecho en que incurrió el Tribunal al emitir la sentencia de segunda instancia. Su estudio comprenderá el orden en que se propusieron, aunque el primero y segundo cargo serán conjuntados, pues la violación denunciada, con respecto a algunos elementos de juicio, coinciden en uno y otro. MCB Exp.2006 00712 01 11 CARGO PRIMERO 1. El recurrente asegura que el juzgador al elaborar el fallo impugnado incurrió en algunas equivocaciones de disciplina probatoria, en cuanto que desconoció los artículos 174, 185, 252 y 254 (num. 1º), del Código de Procedimiento Civil; 25 del Decreto 2651 de 1991; 11 de la Ley 446 de 1998; 26 de la Ley 794 de 2003; y, 11 de la Ley 1395 de 2010; yerros que generaron, a su vez, la violación, por falta de aplicación, de los artículos 1602, 1603, 1714, 2221, 2409, 2410 y 2411 del Código Civil; y, 98, 101, 619,752, 830, 882 y 1173 del Código de Comercio. 2. Sostuvo que según la perspectiva del Tribunal, la documental aportada no podía ser validada como elemento persuasivo, habida cuenta que, por un lado, siendo copias, no cumplían con las exigencias previstas en el artículo 254 del C. de P. C.; por otro lado, tampoco lograban la categoría de prueba trasladada en los precisos términos del artículo 185 ib. Aseguró, entonces, que el error en que incurrió el fallador se redujo al desconocimiento del “mérito jurídico de una prueba regularmente allegada” (folio 18 cuaderno de la Corte). Afirmó que el a-quo, a instancia de las dos partes, en el auto que dispuso la apertura a pruebas del presente proceso, ordenó librar oficio al juzgado que tramitó y resolvió la ejecución adelantada entre las mismas partes, con el propósito de que remitiera la reproducción de todo el proceso ejecutivo y, ciertamente, dicho juzgador así lo decidió, habiendo librado la Secretaría del mismo el oficio pertinente junto con el cual fue remitido el material mencionado. En esa dirección, arguyó, las copias enviadas por el Juzgado 3º Civil Municipal de Bogotá, correspondientes a lo actuado dentro de la ejecución que la entidad bancaria adelantó en contra de los aquí demandantes, en procura de recaudar el saldo de la obligación MCB Exp.2006 00712 01 12 mutuada, si bien tienen la atestación, únicamente, del Secretario de la oficina judicial mencionada, en donde precisa la coincidencia de dicha reproducción con los originales que reposan en esa dependencia judicial, son consecuencia de la orden del juez de conocimiento y deben ser valoradas. Siendo así las cosas, las réplicas expedidas, en los términos en que lo fueron, responden a la categoría de auténticas y, como en esa foliatura aparecen duplicados los pagarés suscritos por los demandantes, atendiendo igual número de mutuos, así como los planes o proyecciones de pago de uno y otro, cumplen las exigencias propias de la prueba trasladada. 3. Argumentó el censor, así mismo, que el Juzgador también incurrió en error por cuanto que, aun dando por cierto que las réplicas allegadas no reunían la calidad de auténticas y tampoco respondían al carácter de prueba trasladada, debió valorarlas, por así establecerlo multitud de normas expedidas en ese sentido; por tanto, los calcos informales sí prestaban mérito probatorio. 3.1. Agregó, que el dislate atribuido al sentenciador es de tal envergadura que de haber brindado el poder de persuasión que corresponde al material referido, el sentido del fallo hubiese sido muy diferente. En esa medida, insistió, el desatino denunciado es notorio y trascendente. 3.2. Por último, exhorta a la Corte a revisar y replantear su posición con respecto al valor probatorio de esas imitaciones, pues no hacerlo, además de contrariar las tendencias legislativas sobre el particular de los últimos tiempos, afecta principios como la buena fe y condena el derecho sustancial a instancia del procesal. MCB Exp.2006 00712 01 13 CARGO SEGUNDO 1. En esta oportunidad, el censor, debido a los errores de hecho en que supuestamente incurrió el Tribunal, opugna la sentencia emitida por haber trasgredido, en la medida en que no los aplicó, los artículos 1602, 1603, 2409, 2410 y 2411 del Código Civil y, 98, 101, 619, 752, 830, 882 y 1173 del Código de Comercio y, por aplicación indebida, los artículos 1714, 2221, de la primera obra citada. 2. Bajo tal perspectiva, expuso que las siguientes pruebas fueron preteridas por el ad-quem: i) la nota crédito emitida por el Banco Uconal el 14 de agosto de 1996, que le hubiese revelado al Tribunal que la entidad bancaria retuvo indebidamente parte del mutuo “con fines de garantía y con función compensatoria futura”; ii) el plan de pagos, persona natural, expedido por dicha entidad en la misma fecha; cuya preterición “contribuyó a los desvaríos en la conceptualización legal del vínculo entre las partes”; iii) las Escrituras Públicas Nos. 1628 de 1 de septiembre de 1998, de la Notaría 27; 2091 de 28 de diciembre de 1999, de la Notaría 44; 1042 de 12 de junio de 1998, de la Notaría 27 y, 1813 de 23 de septiembre de 1998, de la Notaría 27, todas del Circulo Notarial de Bogotá. Informó además que los elementos probativos como: i) el pagaré No. 052-000447-7 de 14 de agosto de 1996; y, ii) El título 058765 de 31 de agosto de 1998, representativo del bono convertible obligatoriamente en acciones, no fueron apreciados debidamente. Afirmó, en definitiva, que los referidos documentos, en cuanto que unos no fueron apreciados y otros de manera indebida, condujeron al Tribunal a no comprender las características de la relación contractual nacida del mutuo celebrado. MCB Exp.2006 00712 01 14 Otro error de hecho en que incurrió el juzgador, agrega, concierne con la valoración de la página 3ª de la contestación de la demanda, pues, según la percepción del casacionista, el proceder del juzgador configuró “(…) un evento de suposición absoluta de prueba” (folio 28, cuaderno de la Corte), reproche que más adelante (folio 31 ib), valida aseverando que “El folio 799 del cuaderno 1B contiene la página 3ª de la contestación a la demanda y su referencia como los estatutos del Banco Uconal constituye una suposición absoluta de prueba”; tema que retoma a folio 33 (numeral 6), insistiendo en que el discernimiento del Tribunal, “lo llevó a concluir asociación donde sólo adhesión abusiva se había configurado”. El recurrente arguye que el Tribunal cuando refiere a aquella pieza procesal (página 3 de la contestación de la demanda), da por establecido la existencia de los estatutos del Banco Uconal y que los mismos consagran que la cuenta de aportes no constituye un depósito de ahorro a la vista, cuando dicho clausulado no aparece, siquiera, glosado en el expediente. En fin, el casacionista, procedió a desarrollar la acusación y plasmó, en los siguientes términos, lo que consideró que había estructurado, puntualmente, el yerro denunciado con respecto al pagaré, la nota crédito y el plan de pagos: i) “(…) el mismo día que nació para las partes un contrato de mutuo, la mutuaria principal quedó con un crédito –de ahí su nombre de nota crédito-, con un activo patrimonial, con un saldo a su favor, con una suma de dinero disponible en una cuenta de ahorros, por la suma de 1 millón (sic) de pesos”. ii) Las partes convinieron en el pagaré suscrito que el acreedor quedaba facultado para servirse como garantía, de todos los saldos o sumas de dinero que los deudores tuvieran en cualquier cuenta con el Banco y la facultad de descontar o debitar de esas cuentas los valores pendientes de cancelar. Así lo patentizó el actor: MCB Exp.2006 00712 01 15 “Que las condiciones de retención y garantía que se pactaron en el pagaré con sentido claramente compensatorio, debieron operar en el momento moratorio respectivo”. iii) “Y que la conversión del depósito a la vista en cuenta de ahorros en bono obligatoriamente convertible en acciones fue violatorio del contrato de mutuo originario y abuso de posición dominante”. Concerniente con el bono convertible en acciones, dijo el censor: “(…) no solo porque su creación e imposición a la mutuaria principal se efectuó dos años después, sino porque se oponía de manera ostensible a las reglas pactadas en el contrato de mutuo y al necesario elemento de consentimiento y voluntad interna de Martha Patricia Martínez Pinzón”. En la emisión del referido bono no se tuvo en cuenta el reglamento de emisión que establecía un procedimiento que no fue cumplido. Relativamente a las Escrituras mencionadas y a la página 3ª de la contestación de la demanda, dice el accionante en casación que el juzgador consideró que allí aparecían los estatutos o reglamentos del Banco demandado, atinentes al “régimen social y económico” de la entidad bancaria, a partir del cual podía inferirse que, efectivamente, la suma retenida podía convertirse en acciones, cuando la realidad es otra; allí no se refería a esos aspectos, sino al cambio de la razón social, disolución y liquidación de la demandada, la fusión del Banco Uconal con el del Estado, lo que implica una suposición de prueba, sin tener en cuenta que dichos documentos fueron posteriores al mutuo celebrado. Definitivamente, el actor arguyó que los errores cometidos condujeron al Tribunal a considerar que la retención efectuada del 20% del préstamo estuvo ajustada a la legalidad, que el Banco podía, antes MCB Exp.2006 00712 01 16 que compensarla o validarla como garantía del mutuo, convertirla en acciones y sin el consentimiento de la deudora. Los errores de valoración probatoria en que incurrió el fallador, sostuvo el impugnante, le impidieron ver que la entidad bancaria, además de haber abusado al retener los porcentajes aludidos, no procedió, como había sido convenido, a compensar los saldos pendientes con dichos dineros. CONSIDERACIONES 1. La acusación delineada en el primer cargo, en lo fundamental, pone al descubierto que el Tribunal acusado desconoció el valor probatorio del material que, proveniente del Juzgado Tercero Civil Municipal, fue aducido en copias, pues, según lo argumentó dicha Corporación, la nota de autenticidad inserta en ellas no respondía, en estrictez, a las exigencias de la normatividad procesal civil. Sobre el particular, pertinente resulta decir que el artículo 254 del C. de P.C., en su numeral 1º, ordenó que las reproducciones están revestidas de la misma fuerza probatoria que los originales de los cuales provienen, siempre y cuando, “hayan sido autorizadas por (….) secretario de oficina judicial, previa orden del juez, donde se encuentre el original o una copia autenticada”. Ha sido criterio de la Corte, como ya lo ha manifestado en múltiples providencias (Sents. Cas. Civ., 22 de abril del 2002, Exp. 6636; 14 de mayo de 2002, Exp. 6062; 22 de noviembre de 2005, Exp. 1994 1325; 19 de diciembre de 2006, Exp. 2000 00483 01; 4 de noviembre de 2009, Exp. 2001 00127 01; 15 de diciembre de 2009, Exp. 1999 01651 01; 30 de julio de 2010, Exp. 2006 00035 01; y, 6 de abril de 2001, Exp. 2004 00206 01, entre otras) que, los documentos en copia sean valorados como iguales al original de donde fueron tomados, se exige la constancia secretarial que así lo certifique, atestación que habrá de indicar con total claridad que dichas reproducciones fueron autorizados por la autoridad judicial respectiva. MCB Exp.2006 00712 01 17 2. Fijado ese derrotero y luego de revisar el trámite, deviene innegable que las circunstancias que rodearon la solicitud, expedición e incorporación de los calcos mencionados por el recurrente, ponen en evidencia que el Tribunal, como lo denunció el actor, incurrió en el error endilgado, pues le negó a las copias provenientes del Juzgado Tercero Civil Municipal, relativas al proceso ejecutivo que allí cursó, en el que estuvieron involucradas las mismas partes, el valor probatorio que la ley dispensa a esta clase de pruebas y, además, bajo la misma línea equivocada, consideró que no concurrían los requisitos para validar parte de ese material como prueba trasladada. 2.1. En efecto, los documentos glosados en folios 1295 a 1975 de los cuadernos 1D y 1E, son reproducción mecánica del proceso ejecutivo que cursó en el juzgado referido en precedencia, en donde el Banco del Estado fungió como accionante y los ejecutados fueron los aquí demandantes. El título ejecutivo lo constituyó el pagaré suscrito por los deudores que hace parte de la controversia ventilada a través de este juicio ordinario. Aquellas fotocopias fueron solicitadas expresamente por la parte demandada y ordenadas por el juez de conocimiento al momento de abrir la controversia a pruebas; además, cuentan con nota de la Secretaría del Juzgado señalado (reverso de los folios 1361, 1513 y 1975 ib), en cuanto que coinciden con los originales que reposan en esa oficina judicial y, según se atestó por este empleado, fueron expedidas atendiendo la orden emitida por el juez en auto de fecha 19 de noviembre de 2007. Tal afirmación consta en el oficio No. 3272 de 3 de diciembre de la misma anualidad, obrante a folio 1976, librado por el despacho mencionado. El procedimiento descrito y, en particular, la constancia inserta en el cuerpo del material referido, tanto en las copias expedidas como en el oficio a través del cual fueron remitidas con destino al presente proceso, cumplían plenamente, las exigencias fijadas por la MCB Exp.2006 00712 01 18 norma evocada (art. 254 C. de P. C.), por tanto, no había razón para desestimar su poder persuasivo; resultaba por completo improcedente exigir más formalidades que las observadas, habida cuenta que con ello, itérase, se acataban las pautas impuestas por la norma citada. 2.2. De los mismos documentos se desprende, igualmente, que el sentenciador le desconoció a varias de las piezas recibidas la calidad de prueba trasladada, en los términos regulados por el artículo 185 idem, concretamente, a las reproducciones de los dos pagarés suscritos por los demandantes, por igual número de mutuos convenidos con la entidad bancaria demandada, de los planes de pagos y de la nota crédito (folio 18 cuaderno de la Corte), que, según la queja expuesta, condensan parte de los errores en que incurrió el Tribunal. En conclusión, la referencia que el Secretario ajustó en las piezas mencionadas, sobre que las mismas coincidían con los originales y que dicha atestación tenía origen en la orden de la Juez Tercero Civil Municipal, resulta suficiente en procura de cumplir los requisitos de autenticidad y de prueba trasladada a que aluden los artículos 185, 253, 254 y 268 del Código de Procedimiento Civil. Cumplidas esas formalidades, como en efecto lo estaban, no procedía, como lo hizo el fallador, negar valor probatorio a esos elementos, tampoco, negar la existencia de algunas pruebas con la calidad de trasladadas. 3. No obstante lo discurrido y la realidad de esa equivocación, es claro que el error en que incurrió el fallador no tiene per se el alcance o incidencia suficiente para derruir los cimientos de la sentencia opugnada, por cuanto que el cargo propuesto acusa errores de forma y de técnica que tornan inane la acusación, por las razones, que se plasman a continuación. MCB Exp.2006 00712 01 19 3.1. La reproducción proveniente del Juzgado Tercero Civil Municipal, en número de 661 folios, perteneciente al proceso ejecutivo que allí cursó, en donde el Banco demandado reclamó de los actores el pago del saldo pendiente del crédito concedido, contiene varios elementos de prueba recogidos con ocasión tanto del trámite del proceso, como del incidente adelantado con miras a la concreción de los perjuicios denunciados por la parte actora, entre otros, documentos alusivos a la demanda coercitiva (folios 1368 y 1369), las excepciones propuestas a la misma (folios 1429 a 1436), la correspondencia cruzada entre la parte demandante, el Banco del Estado y el liquidador de este y el Banco Uconal, relativos a la naturaleza de los dineros de propiedad de la deudora y la aplicación de la compensación (1438 a 1453), el escrito de incidente de perjuicios (folios 1683 a 1694), certificaciones emitidas por las centrales de riesgo (folios 1739 a 1742; y, 1745), avalúos de inmuebles, cartas de algunas entidades públicas y privadas alusivas a los vínculos laborales de los actores, declaraciones de parte y de terceros sobre los daños o perjuicios sufridos por estos (folios 1818 a 1847); y, prueba pericial concerniente con los posibles daños generados a los mismos (folios 1849 a 1865). Respecto de ellos, al aceptarlos incorporados al proceso, por considerar que el yerro acusado consistente en desconocer mérito jurídico a un medio regularmente allegado, se dio, encuentra la Sala que a pesar de tener dichas piezas como pruebas, las mismas no son suficientes para infirmar las conclusiones del fallador, habida cuenta que no se individualizó, entre todo ese material, cuál de los allegados contenían los medios de persuasión suficientes para demostrar los presupuestos de la responsabilidad contractual, como son la culpa del demandado, el daño causado y el nexo causal, aspectos que no quedaron acreditados en el plenario conforme lo expuso la decisión del Tribunal. MCB Exp.2006 00712 01 20 Cumple recordar que, el impugnante, cuando enrostra al sentenciador la comisión de errores de derecho o de hecho, por la suposición o preterición de pruebas ó por la interpretación indebida de varias de ellas, asume el compromiso de individualizar y precisar, a propósito de lograr su demostración (art. 374 C. de P. C.), entre los diferentes elementos que participan de los errores denunciados, en cuáles de ellos aparecen, de manera concreta, los desatinos en que haya podido incurrir el funcionario fallador, asunto que no acometió el recurrente, pues no dijo, en particular, en donde podía encontrarse la demostración de la culpa, del daño o del nexo causal, en fin, los elementos que estructuran la responsabilidad reclamada. Imprecisión que, por supuesto, no es compatible con la naturaleza del recurso extraordinario Las deficiencias mencionadas en el escrito sustentatorio de la casación, evidentes por lo demás, comprometerían a la Corte en procura de despachar en el fondo la acusación presentada, a buscar o seleccionar, a partir de su propio criterio o parecer, cuáles medios de prueba, entre todos los aducidos, incluyendo, por supuesto, las copias provenientes del Juzgado Tercero Civil Municipal, conducirían a demostrar el yerro denunciado (art. 374 C. de P. C.), labor que bien pueden cumplir los jueces de instancia, mas no se aviene con la naturaleza del recurso extraordinario, cuya formulación traslada al censor esa carga, lo que, de suyo, pone de relieve que a la Corporación le está vedado asumir tal papel, condenando, subsecuentemente, el reproche propuesto al fracaso. Lo anterior se hace más evidente, si se observa que el Tribunal, a pesar de la equivocación en que incurrió, en el mismo párrafo en que desechó la prueba, refiriéndose a ella, asentó: “(…) instrumentos que no consultan el hecho investigado: la culpa del banco demandado, como tampoco los demás elementos constitutivos de la responsabilidad contractual (…)” (folio l06 cuaderno de la Corte); luego, MCB Exp.2006 00712 01 21 si el recurrente pretendía, del material incorporado como prueba, deducir la existencia de los elementos necesarios para estructurar la responsabilidad en cabeza del banco accionado, debió comprometerse plenamente en demostrar tal circunstancia, asunto que no acometió como fue advertido en precedencia. 4. Dando por superado el anterior escollo, concerniente con aquellos documentos, pagarés, nota crédito y programación de pagos, incluidos en las copias recibidas del Juzgado Tercero Civil Municipal (folio 18 cuaderno de la Corte), y considerados por el casacionista indebidamente apreciados, que, sin duda, satisfacen las exigencias de prueba trasladada, tampoco resultan suficientes los argumentos del recurrente para socavar la fundamentación de la sentencia, por estas otras razones: 4.1. En lo que hace al pagaré No. 052-00044-7-7, emitido por razón del préstamo de $5.000.000.oo., y la nota crédito expedida, no fueron pretermitidos o mal interpretados, pues, contrariamente, el Tribunal fue enfático al momento de fallar cuando dijo que la cláusula de garantía no procedía, pues “ (…) tampoco era posible que la entidad hiciera las deducciones directas de la deuda, conforme la autorización que con tal fin se consignara en el cuerpo del pagaré (folio 25 Ppal), máxime que, por concepto de dicho aporte, fue emitido por parte del precitado Banco, antes de que se presentara la demanda ejecutiva, la devolución a través de un bono (…)” –folios 104 y 105 cuaderno del Tribunal). Luego, para el sentenciador, no resultaba ajena la retención de la suma de $1.000.000.oo., del mencionado préstamo, tampoco era extraña la cláusula de garantía y autorización de deducciones; no fue ni mal interpretado ni desconocido ese material de prueba, lo que pasó, para ese momento, según lo manifestó el funcionario, fue que la deudora no era, a su vez, acreedora de la MCB Exp.2006 00712 01 22 entidad bancaria, luego no procedía descuento alguno ni la compensación reclamada, en la medida en que no se daban los presupuestos legales para ello (folio 104 ib.). Pero, además, este procedimiento, dicho sea de paso, no le resultaba extraño a la parte actora, pues, como los mismos recurrentes lo hacen notar, dos hechos describen la familiaridad del proceder de la entidad Bancaria. Por un lado, varios años atrás, con respecto a otro préstamo, entre las mismas partes, se actuó en igual forma tanto por los deudores como por la acreedora; por otro, no obstante ese precedente, sin reclamo alguno sobre las prácticas desarrolladas, los demandantes volvieron a gestionar y obtener otro préstamo (año 1996), en donde, siguiendo la misma línea, se aplicó la deducción ya conocida. Todo lo descrito conduce, entonces, a aseverar que el tratamiento brindado al valor de un millón de pesos ($1.000.000.oo.), deducido al momento del desembolso del préstamo, lo que inicialmente fue aplicado como aportes con la calidad de garantía y expuestos a ser debitados de la cuenta en donde aparecían, fue aceptado por los demandantes, pues no existe elemento alguno que conduzca a creer su desacuerdo, el que si bien exteriorizaron, lo hicieron pasados 30 meses, cuando reclamaron la compensación, fecha para la cual, por disposición de la junta del Banco ya se habían convertido en bonos de obligatoria conversión en acciones, determinación esta que tampoco fue controvertida ó, al menos, no aparece argüida y acreditada en el expediente. 4.2. En efecto, en 1998, el 31 de agosto, fue emitido el título No. 058765 representativo del bono obligatoriamente convertible en acciones a favor de la demandante y por equivalente a $1.041.829.oo., y si bien tal operación tuvo lugar dos años después de la concesión del crédito, como así lo reivindica el actor, también aflora MCB Exp.2006 00712 01 23 que lo fue antes de hacerse la solicitud por parte de ellos de la compensación (1999), e, igualmente, antes de iniciarse la demanda ejecutiva. El análisis efectuado por el Tribunal así lo entendió y, sin duda, responde a lo que objetivamente se desprende del material evaluado (folios 104 y 105 idem). Y en cuanto a si fue o no legal dicho procedimiento, es evidente que el mismo está fundado en el Estatuto Orgánico del Sistema Financiero (Decreto 663 de 1993). No sobra resaltar que el Banco del Estado, según lo refirió su representante legal, cuando se produjo la absorción del mismo hacía el Banco Uconal, en el inventario realizado, recibió, entre otros, el bono aludido. Por supuesto, atendiendo la obligatoriedad del bono, cuya legalidad está amparada por actos que cobraron vigencia, torna intrascendente, con miras a la retornabilidad del valor que representa a la aportante, la época en que, en definitiva, se surtan los trámites para su inscripción como accionista (condiciones al respaldo del bono), pues, por disposición de la misma normatividad citada (EOSF), dichos bonos no pueden ser revertidos ni compensados en plata (arts. 1.2.4.26 ib.), luego, aun cumpliendo dicho procedimiento, las cosas, en cuanto al mutuo refiere, continuarían en similar forma. 5. Por último, en lo relativo a la posición doctrinaria de la Corte alusiva al valor probatorio brindado a las copias informales, cuya reconsideración plantea el censor, cumple precisar que el desvío atribuido al Tribunal y, efectivamente, aceptado por la Sala, no refería, en estrictez, a dichos aspectos, sino a un desconocimiento frontal del ad-quem al precepto 254 del C. de P.C., no obstante cumplirse las formalidades allí previstas para proveer dicha reproducción de valor similar a los originales, lo que descarta una valoración sobre aquella circunstancia. MCB Exp.2006 00712 01 24 De todas maneras, bueno es advertirlo, la Corte ha plasmado, con la claridad debida y en repetidas oportunidades, algunas reflexiones sobre tal situación y, dado que los aspectos validados con tal propósito no han variado, los planteamientos esbozados en las diferentes providencias cobran, hoy en día, plena vigencia. Ciertamente, la Corporación ha considerado que la reglamentación alusiva a las copias, de que tratan el Decreto 2651 de 1991; y, las leyes 446 de 1998 y 794 de 2003, conciernen, principalmente, con la certeza de su autoría (art. 252 ib), es decir, de donde provienen o quien es su creador, antes que referir al valor probatorio de las mismas, en cuanto a su coincidencia o no con el original, según la regulación de los artículos 254 y 268 del C. de P. C. También ha dicho la Corte que en materia probatoria, concretamente, en lo que a los documentos refiere, las normas aplicables son aquellas que regían para el momento en que debían acreditarse en el respectivo juicio, por ello, la Ley 1395 de 2010, que pretende el actor sea tenida en cuenta, no está llamada a gobernar asuntos vinculados a dicha disciplina y generados, de manera previa, a la adopción de esa reglamentación. Por lo dicho, los cargos no prosperan. CARGO TERCERO 1. El recurrente asegura que el juzgador al elaborar el fallo impugnado, además, incurrió en algunos yerros de disciplina probatoria, en cuanto que violó los artículos 179, 180 y 361, por aplicación indebida, y el 307 por falta de aplicación, normas todas del Código de Procedimiento Civil; equivocaciones que generaron, a su vez, la trasgresión, por vía indirecta, de los artículos 1602, 1603, 1714, MCB Exp.2006 00712 01 25 2221, 2409, 2410 y 2411 del Código Civil; y, 98, 101, 619,752, 830, 882 y 1173 del Código de Comercio, pues no los aplicó. 2. El censor, al desarrollar la impugnación precisó: “No es sobre los fundamentos de las pretensiones que debemos ocuparnos en este cargo -como quiera que dichos fundamentos surgen de la copiosa prueba documental trasladada, (sic) sino sobre los alcances pecuniarios de la declaración de responsabilidad y sobre los alcances de los poderes del juez de segunda instancia para fijarlos” (folio 35 cuaderno de la Corte). Sostuvo que el funcionario judicial debe tener como referentes indiscutidos en la misión de administrar justicia, el uso de todos los poderes de los que está investido para propiciar la realización de los derechos sustanciales y, en esa línea, una aplicación indebida de los artículos 179 y 180, o, la inaplicación del 307 del C. de P. C., es colocarse a espaldas de ese compromiso y, por supuesto, acaecida tal situación, como así aconteció en el sub-examen, llevaron al ad-quem a incurrir en los errores de derecho denunciados. Así concretó la inconformidad: “(…) Tal es la decisión del legislador de precaver al ordenamiento jurídico de fallos inocuos –inhibitorios en sus consecuencias materiales y patrimoniales- respecto de cualquier clase de responsabilidad declarada y probada en el proceso judicial. Y es aquí donde el error de derecho surge nítido en el presente caso: existe error de actividad del Tribunal y por ello una violación de norma de derecho probatorio, en cuanto que debiendo decretar la prueba del daño en caso de responsabilidad contractual declarada, dejó de hacerlo por no encontrar establecida esta última” (folios 37 y 38 cuaderno de la Corte). 3. Arguyó, adicionalmente, que el fallador de segunda instancia, en la cadena de errores en que incurrió, concluyó que no existían elementos para declarar la responsabilidad demandada y, MCB Exp.2006 00712 01 26 subsecuentemente, desatendió su deber de juzgador como era hacer operar en su verdadera dimensión los artículos 179 y 180 y de aplicar el 307 del C. de P. C., tratando de concretar una condena indemnizatoria. El impugnante persiste en que el Tribunal debió hacer uso de sus facultades y poderes de ordenación para lograr una cumplida justicia, concretamente, el artículo 307 ib procurando materializar la condena solicitada. CONSIDERACIONES 1. Reseñado lo anterior queda evidenciado que la censura se reduce al análisis de si el proceder del Tribunal acusado, en torno al uso de las facultades oficiosas en materia de pruebas, estuvo plegado o no a la alta misión de administrar justicia ó, contrariamente, tal negativa que, efectivamente tuvo lugar, condujo a la violación de la normatividad probatoria, de paso, a la vulneración de las disposiciones civiles referidas. 1.1. Sea lo primero advertir, con miras a resaltar la deficiencia técnica que acusa la impugnación aducida, que la sentencia cuestionada y en punto de la experticia, manifestó: “(…) en lo que corresponde a la prueba pericial que solicita el censor, se decrete de oficio en esta instancia, para con ello obtener el resarcimiento de los perjuicios, es preciso señalar que la facultad que contemplan los artículos 179 y 180 del Código de Procedimiento Civil, no está dada para descargar el deber que tienen las partes de acreditar los fundamentos de sus peticiones, como tampoco para justificar la negligencia o desidia en la práctica de las mismas, como aconteció en este caso, cuando quiera que la pericia decretada en el proceso se MCB Exp.2006 00712 01 27 declaró desistida, por no haberse atendido, oportunamente, por parte del extremo actor, el pago de los gastos ordenados (…)” (folio 107, cuaderno del Tribunal). 1.2. De ello surge, sin duda alguna, que el funcionario judicial no estuvo distante, en verdad, de ejercer sus deberes o compromisos oficiosos con miras a incorporar pruebas; en la sentencia opugnada quedaron claras las explicaciones del por qué no hacía uso de las facultades previstas en los artículos 179 y 180 del C. de P.C. Obsérvese que la determinación del fallador, como él mismo lo explicitó en el fallo recurrido, estuvo orientada por las razones que allí esgrimió, esto es, la falta de pago por parte del actor de los gastos señalados para la práctica de la pericia (lo que impuso que el a-quo considerara desistido dicho elemento probativo), amén de calificar de negligente y descuidado ese proceder. Éstas fueron, en estrictez, las justificaciones de la decisión adoptada. 1.3. Fijado ese referente, queda al descubierto, entonces, que el Tribunal al decidir en los términos en que lo hizo, plasmó la percepción que le asistía sobre la procedencia del decreto oficioso de pruebas; para el ad-quem la situación litigiosa per se no descartaba, a instancia suya, la adopción de elementos de convicción; tal proceder quedó clausurado por las razones esbozadas, o sea, la actitud del extremo demandante al no asumir la carga procesal que le correspondía y así lo puso en evidencia el sentenciador en el fallo impugnado, situación que no dudó en calificar de negligente; por tanto, en ese orden de cosas, de haber existido eventualmente algún error, derivó de una aprehensión equivocada por parte del funcionario judicial de las razones para no ejercer esa potestad en materia probatoria. Era allí, entonces, en la argumentación en que el juzgador afincó la sentencia emitida, en donde el actor debió auscultar y focalizar el reproche formulado, pues no debe olvidarse que el propósito del recurso de casación es demostrar los dislates que incorpora la MCB Exp.2006 00712 01 28 determinación proferida y, luego de ello, puestos en evidencia tales yerros, derruir la decisión. En esa dirección, al juez de segunda instancia no puede atribuírsele desatino alguno por razón de la supuesta ausencia o falta del ejercicio de sus poderes o facultades oficiosas en materia de pruebas; para el fallador, itérase, no fue ajeno el tema de que se trata; lisa y llanamente, consideró que la actitud asumida por la parte actora no habilitaba la aplicación de las normas atrás referidas; en otras palabras, concluyó que hacer uso oficioso del decreto de pruebas era convalidar la desidia o negligencia del actor, además de relevarlo de la asunción de las cargas procesales previstas en la ley, que, por igual, devienen de obligatorio cumplimiento (art. 6 C. de P. C.). 1.4. Bajo tal perspectiva, aparece que el impugnante no atinó, como le correspondía, a controvertir las reales motivaciones aducidas por el sentenciador para no incorporar el dictamen pericial y, así, al perder de vista y desviar su cometido, dejó incólume el argumento toral de la decisión prohijada, comportando que la sentencia opugnada, en este aparte, se mantenga en pie. El discurso del recurrente debió comprender, sin resistencia alguna, un combate frentero al hecho de no haber cancelado las expensas necesarias para evacuar la pericial; su compromiso debía estar dirigido a desvirtuar las consideraciones del fallador sobre su comportamiento procesal, que calificó de negligente y descuidado, para, derrumbado ese argumento, ahí sí ahondar en la procedencia de las pruebas de oficio, pues esa desidia contrarrestaba el deber del funcionario de proceder en tal sentido, circunstancia ante la cual se consideró relevado de tal conducta. 1.5. El actor incurrió en error de técnica por desenfocar la casación, al desarrollar su discurso impugnativo y combatir motivaciones que no constituyeron el basamento del fallo, eventualidad que condena la MCB Exp.2006 00712 01 29 censura al fracaso (Autos de 6 y 19 de diciembre de 2011, Exps. 200700285-01; y, 2000-00147-01). 2. Ahora, prescindiendo de las deficiencias aludidas y abordando la problemática planteada, aconsejable resulta escindir en dos aspectos la réplica propuesta: i) por un lado, la actitud del funcionario judicial frente a su deber oficioso en materia probatoria y qué pautas o parámetros deben guiar su actuar en esas lides; y, por otro, ii) la razón expuesta por el Tribunal, de manera específica, alrededor de la prueba recogida en procura de acreditar la cuantía del daño. 2.1. Concerniente con la primera de las situaciones mencionadas, es decir, las razones del Tribunal para no decretar pruebas de manera oficiosa, se expresa que ellas no aparecen, en verdad, como una novedad, pues en la última década la Corte ha adoptado importante número de decisiones en las cuales se ha ocupado del tema, brindando tal claridad sobre el mismo que a esta data no admite cuestionamiento alguno, máxime que los elementos fácticos y jurídicos que validaron los parámetros fijados en los pronunciamientos emitidos, no han variado. En efecto, en las referidas providencias la Corporación discurrió sobre la importancia del punto, las implicaciones alrededor del comportamiento de las partes dentro del proceso, la ratificación de los conceptos sobre los fines o funciones del juzgador como buscador de la verdad, etc., amén de patentizar algunas apreciaciones concernientes con los principios orientadores de la labor judicial, como es el dispositivo y el inquisitivo. 2.1.1. Las épocas en que el funcionario judicial desempeñaba un papel netamente pasivo, convidado de piedra, enseña la historia, en torno a la dinámica de las controversias que llegaban a su conocimiento, sin duda, quedaron en el pasado. El rol que hoy le compete desempeñar concierne, en esencia, con la MCB Exp.2006 00712 01 30 búsqueda de la verdad y, por ahí mismo, se le demanda una actitud proactiva que la materializa, en sumo grado, a través del decreto oficioso de pruebas y, entre otros eventos, para el caso como el de la condena en concreto. No obstante esa perspectiva, no deviene como una obligación del juzgador sino, más bien, como director de la controversia y depositario de la misión de averiguar la realidad que coliga a las partes, refulge como una facultad-deber en procura de aprehender antes que una certeza procesal, un estado de cosas que consulte los altos designios de la administración de justicia. Empero, tales propósitos no pueden considerarse irrestrictos o concebirse en términos absolutos, pues el equilibrio procesal que orienta o gobierna el desarrollo de todo litigio, impone, igualmente, respetar las cargas probatorias procesales que la normatividad vigente ha reservado para cada uno de los sujetos que intervienen en esa relación procesal. En los siguientes términos ha ilustrado el punto la Corte: “Dispone el artículo 179 del Código de Procedimiento Civil que ‘las pruebas pueden ser decretadas a petición de parte, o de oficio cuando el magistrado o juez las considere útiles para la verificación de los hechos relacionados con las alegaciones de las partes. Sin embargo, para decretar de oficio la declaración de testigos, será necesario que éstos aparezcan mencionados en otras pruebas o en cualquier acto procesal de las partes’. A su vez el 180, preceptúa que podrán ordenarse ‘en los términos probatorios de las instancias y de los incidentes y posteriormente, antes de fallar’. “Según lo tiene definido la jurisprudencia de la Sala, el ejercicio de prerrogativa judicial está ampliamente respaldado en los dos preceptos acabados de mencionar, precisando sobre el particular que los mismos le confieren al juzgador la facultad-deber de disponerlas cuando las consideren indispensables para la verificación de los hechos relacionados con las alegaciones de las partes”. MCB Exp.2006 00712 01 31 “Sobre el particular en sentencia de 12 de diciembre de 1994, expediente 4293, señaló: ‘la atribución que la ley otorga al juez o magistrado para decretar pruebas de oficio cuando quiera que `las considera útiles para la verificación de los hechos relacionados con las alegaciones de las partes´ (CPC, art. 179) si bien, por el interés público del proceso, no constituye una facultad sino un deber para tales funcionarios establecido para garantizar la búsqueda de la verdad real que no aparece en el expediente (sent. 444 oct. 26/88); no es menos cierto que sólo le corresponde al mencionado funcionario juzgador, juez o magistrado, determinar previamente a la decisión del decreto de oficio de pruebas, cuáles son las alegaciones de las partes y los hechos relacionados con éstas, así como cuáles de estos hechos requieren de su verificación o prueba y cuáles estima o considera útiles para tal efecto. De allí que si bien no se trata de una mera discrecionalidad del juzgador de la atribución para decretar o no decretar de oficio una prueba, sino de un deber edificado sobre el juicio y conclusión razonable del juzgador, no es menos cierto que sólo a él le compete hacer dicho análisis y adoptar la decisión que estime pertinente de decretar o no la prueba de oficio, pues le basta decretarlas sin recurso alguno (CPC, art. 179, inc. 2º) o simplemente abstenerse de hacerlo (pues sólo depende de su iniciativa). Por ello resulta explicable que no se incurra en error de derecho cuando el juez, en uso de sus atribuciones, se abstiene de decretar pruebas de oficio y, por consiguiente, no procede a darle valoración a prueba inexistente o a prueba irregularmente presentada o incorporada al proceso. (….) Porque en tal evento las circunstancias objetivas, ajenas a toda negligencia o argucia de las partes, ponen de manifiesto ante el juez o magistrado la siguiente alternativa: la una, consistente en adoptar decisión que, con prescindencia de la prueba irregularmente aportada, resultaría abiertamente contraria a la realidad que, de acuerdo con el hecho sobreviniente, muestra la pretensión al momento del fallo; y la otra, la de optar, previo decreto de oficio de la prueba con la correspondiente contradicción, por una decisión que puede resultar MCB Exp.2006 00712 01 32 más ajustada a la nueva realidad probatoria de los hechos en que se funda la pretensión inicial. (…)’ (sentencia de casación de 5 de mayo de 2000, expediente 5165)” –hace notar la Sala-. “Es incuestionable que uno de los avances más importantes que ha tenido el derecho procesal ha sido el de darle al juez o magistrado que tiene a su cargo el trámite de determinada controversia judicial la potestad de decretar pruebas de oficio, no obstante que se requiera la iniciativa de la parte con la presentación de la respectiva demanda para darle inicio. El proceso en estas circunstancias, si bien conserva su naturaleza dispositiva, morigera su estructura a través de la prerrogativa que se le concede al funcionario con el fin de acudir en la búsqueda de la llamada verdad real, con la cual pasa de simple espectador del debate entre los litigantes a convertirse en el director del mismo con plenos poderes, aunque respetando, como es obvio, las reglas aplicables fijadas por el legislador”. “Ya quedó visto que no sólo es una facultad que tiene el juez sino que también es un deber, mucho más si se tiene en cuenta que hay algunos casos en que es obligatorio ordenarlas y practicarlas, como por ejemplo la genética en los procesos de filiación o impugnación; la inspección judicial en los de declaración de pertenencia; el dictamen pericial en los divisorios; las indispensables para condenar en concreto por frutos, intereses, mejoras o perjuicios, etc. De análogo modo para impedir el proferimiento de fallos inhibitorios y para evitar nulidades”. (….) “La orden de pruebas de oficio goza de cierta discrecionalidad por parte del funcionario judicial a cuyo cargo se encuentra sometido el estudio del litigio, motivo por el cual el hecho comprobado de que no se haga uso de dicha prerrogativa en un evento MCB Exp.2006 00712 01 33 específico, no es per se generador del yerro de derecho, ello porque hay casos en los cuales la actitud asumida por la parte, que tiene cargas probatorias que satisfacer, es la responsable del fracaso, bien de las pretensiones ora de sus defensas, por haber menospreciado su compromiso en el interior de la tramitación y en las oportunidades previstas por el legislador” –hace notar la Sala-. (….) “Es claro, entonces, que pretender estructurar un yerro de derecho por no haber hecho uso de la mencionada prerrogativa no es atendible dadas las especiales circunstancias que rodearon el trámite de este proceso que se ha caracterizado por la pasividad de la parte demandada. Es inequívoco que cuando las circunstancias lo ameriten la Corte defiende y auspicia con énfasis y vehemencia que los jueces y magistrados en las instancias hagan uso de la facultad deber de decretar pruebas de oficio, pero ello no significa que cada vez que no emplee tal instrumento se pueda acusar a los funcionarios concernidos de cometer error de derecho, puesto que la misma no puede constituirse en un mecanismo imperativo para subsanar la negligencia de las partes” –líneas no originales- (15 de julio de 2008, Exp. 200300689 01). 2.1.2. Infíerese de lo anterior que los funcionarios judiciales en cuanto al ejercicio de incorporar elementos de persuasión, en desarrollo de los artículos 179 y 180 del C. de P. C., tienen la facultaddeber de disponer cuando lo consideren indispensable para la verificación de los hechos relacionados con las alegaciones de las partes, pruebas de oficio; no debe considerarse como una mera discrecionalidad del juzgador, sino como un deber edificado sobre un juicio razonable que sólo a él le compete, a menos que la utilidad y necesidad de la prueba sea exigible imperativamente (verbigracia la genética en los procesos de filiación o impugnación, la inspección MCB Exp.2006 00712 01 34 judicial en los de pertenencia, la experticia en los divisorios o para condenar en concreto por frutos, intereses, mejoras o perjuicios). En su ordenación los falladores deben observar, en lo que al caso de esta especie interesa, que la adopción de la misma no sea un mecanismo para combatir o encubrir la potestad de la parte en asumir su carga probatoria, es decir, que no se erija como la forma de alentar la inercia o descuido del interesado. 2.2. Relativamente a la segunda de las situaciones enunciadas, concretamente, las razones esbozadas por el ad-quem para resolver en los términos en que lo hizo, teniendo como referentes las circunstancias descritas en los planteamientos patentizados por la Corte, se desprende que en el presente asunto al Tribunal no se le puede atribuir el error a que alude el impugnante, en la medida en que, al momento de evaluar la conducta de la parte demandante frente a las pruebas solicitadas y, en particular, en lo que a la experticia refiere, puso en evidencia que concurría una de las situaciones impeditivas para proceder oficiosamente, como fue que el interesado había sido negligente y descuidado, proceder que, precisamente, le valió la negativa a un posible decreto de pruebas. Y, claro, si no procedía aplicar los artículos 179 y 180 del C. de P.C., menos resultaba posible materializar, a través de ese mecanismo, una condena en concreto, como así lo prevé el artículo 308 ib. Proceder en los términos en que lo hizo, antes que incurrir en equivocación alguna, lo que patentizó el funcionario fue la observancia plena de las directrices plasmadas sobre el particular, las que, tal cual quedaron detalladas en precedencia, corresponden a lo acaecido en el presente caso. 3. De todas maneras, en procura de disipar cualquier inquietud, de aceptarse que el medio de convicción preterido o con MCB Exp.2006 00712 01 35 respecto al cual, el Tribunal, no ejerció sus facultades oficiosas fue la pericial, no pueden olvidarse dos aspectos que, igualmente, conducen a liberar al fallador del reproche aducido. 3.1. El primero relativo a que, como quedó establecido, el actor no sufragó el pago de los gastos señalados para la realización de la experticia, motivo por el cual, el juzgador de primera instancia, tuvo por desistida dicha prueba, determinación que no fue impugnada por la parte demandante en casación. En esa perspectiva, ante una circunstancia semejante, esto es, que de manera voluntaria la parte prescinda del concepto de expertos, no podía el juez, ante tal acto de discrecionalidad, oponerse o desdeñar las consecuencias de esa prerrogativa que la ley de procedimiento brinda a los litigantes, cual es desistir de ciertos actos procesales, incluidas las pruebas no practicadas (art. 344). Materializada tal determinación resultaba vinculante para el funcionario judicial. 3.2. Segundo, existe otro argumento de similar contundencia. Como se recordará, el Tribunal, alrededor de la prueba pericial, sostuvo: “Pero además de dicha improcedencia, no basta establecer la cuantificación de daños patrimoniales, si los mismos no tiene origen en actitud perniciosa de la demandada, esto es, si no se acreditaron, como sucedió, los presupuestos de la responsabilidad intentada” (folio 107, cuaderno de la Corte). Por manera que, en sentir del juzgador de segunda instancia, la prueba pericial resultaba ineficaz o superflua, dado que, siendo su propósito, como así lo entendió, el de demostrar la cuantía del daño, tal ensayo devenía inane por cuanto que no se había logrado acreditar en el proceso los elementos de la responsabilidad que ameritaran la cuantificación del perjuicio; o sea, no estaba probado el agravio infligido a los actores, ni la culpa de la parte demandada, ni el nexo de su actuar con la generación de ese detrimento. Argumento MCB Exp.2006 00712 01 36 este que no se desvanece aún frente a la hipotética valoración de aquellas pruebas que bien había podido validar el Tribunal, como fue señalado al acometer el estudio de los cargos primero y segundo, pues no superaban las deficiencias demostrativas alrededor de los aspectos que estructuran la responsabilidad, mencionados en líneas precedentes. Así, el cargo no puede tener acogida. DECISION Por lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia que el 17 de junio de 2010, profirió la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, dentro del proceso ordinario de MARTHA PATRICIA MARTÍNEZ PINZÓN y MARCO ANTONIO LEAL VELASQUEZ, contra el BANCO DEL ESTADO. Condénase a los demandantes recurrentes al pago de las costas procesales causadas en el recurso extraordinario. Conforme lo previene la Ley 1395 de 2010, para tales efectos, inclúyase, por concepto de agencias en derecho, la suma de $6.000.000.oo. M.cte. Liquídense. Cópiese, notifíquese y devuélvase. FERNANDO GIRALDO GUTÍERREZ MCB Exp.2006 00712 01 37 MARGARITA CABELLO BLANCO RUTH MARINA DÍAZ RUEDA ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ JESÚS VALL DE RUTÉN RUIZ MCB Exp.2006 00712 01 38