El suelo, un espacio y un tiempo para restaurarse

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El suelo, un espacio y un tiempo para restaurarse
Mientras una persona se sienta capaz de bajar al suelo y de incorporarse con
cierta soltura y ligereza, puede afirmarse que su motricidad conserva las
condiciones vitales necesarias para vivir en bienestar. Tan solo el ejercicio de
bajar al suelo, tumbarse, permanecer allí unos instantes e incorporarse para
adquirir de nuevo la postura bípeda, es suficientemente intenso para mejorar
las condiciones de la vida cotidiana.
Después de andar, de correr, de una sesión de fitness, de unas horas de
trabajar en la huerta, de limpiar la casa o de darle a los pedales, bajar al suelo
y tumbarse sobre una superficie dura protegida por la mediación de una
alfombra o una manta, permite abrir las articulaciones, estirar las cadenas
musculares, conectar con la respiración profunda, con las emociones, con los
sentires y así poder recuperar la vitalidad a los pocos minutos.
Siempre que una persona se encuentre fatigada, con desasosiego o con
dolores de cualquier tipo, pero muy especialmente con dolores de espalda,
encontrará en el suelo el consuelo, el descanso y la terapia restauradora
necesaria para recuperar el equilibrio y vivir mejor.
Si la persona tiene dificultades para bajar al suelo, puede apoyarse en una
silla, en un bastón o en otra persona. Así mismo, puede ayudarse con todo lo
que tenga a su alcance para incorporarse lo más lentamente posible.
Una vez tumbado sobre su superficie puede permanecer allí tranquila y
apaciblemente prestando atención a la respiración y sintiendo las partes del
cuerpo que están en contacto con el suelo. Tan solo con unos pocos minutos
puede ser suficiente para restaurarse y sentirse mucho mejor si se logra dejar
pasar los pensamientos y prestar atención exclusivamente a las sensaciones
que transmite el cuerpo en su contacto con la superficie dura del suelo.
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Puede adoptarse la postura de decúbito supino, boca arriba,
con las piernas ligeramente flexionadas y las plantas de los pies pegadas al
suelo, o bien, colocar los pies en alto sobre una silla, un sillón o un sofá para
facilitar la circulación venosa de retorno, siempre que no sea inmediatamente
después de comer. Puede ponerse sobre un costado o sobre el otro, pero si se
tumba en el suelo después de comer es aconsejable hacerlo sobre el costado
izquierdo en postura fetal para facilitar el proceso digestivo.
También puede explorarse la espalda, desplazando lentamente los pies y las
piernas para actuar sobre la zona lumbar o las manos y brazos para hacer
presión sobre la zona dorsal, o incluso las dos a la vez. Puede hacerse todo lo
que a uno le haga sentirse bien: rodar, girar, estirarse, elevar la pelvis, elevar
las piernas..., siempre con atención, cariño hacia la propia vida y lentitud,
durante todo el tiempo que se necesite y quiera.
Cada persona es libre de actuar del modo que mejor le siente, pero para estar
bien seguro de ello es necesario atender a las demandas del propio cuerpo no
a los gustos y estereotipos mentales.
¿Cómo lograrlo?
Dejando pasar los pensamientos con cada exhalación, por buenos y bonitos
que parezcan, tratando de centrar la atención en los puntos de contacto con el
suelo y en todas las sensaciones corporales que vayan apareciendo, aunque
sean dolorosas, puesto que el dolor es un excelente indicador para señalar los
lugares del cuerpo a los que hay que prestar especial atención.
Cualquier dolor o intranquilidad puede transformarse en bienestar y placidez a
poco que se logre centrar la atención en los puntos sensibles a la congestión o
al dolor, en el flujo de la propia respiración y dejar pasar los pensamientos cada
vez que se exhale aire, pues por muy insistentes que sean siempre podrán ser
barridos por el leve soplo de una exhalación.
Ponerlo en práctica es el único modo de poder experimentar el placer de vivirse
en bienestar con tan solo bajar al suelo y tumbarse sobre su superficie.
www.ejercicioybienestar.org
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