URGENCIA, PELIGRO INMEDIATO, PRONÓSTICO VITAL, NECESIDAD EVIDENTE, RIESGO TERAPÉUTICO: EL PUNTO DE VISTA DEL JURISTA Alain Garay 12, Rue du Debarcaderé, 75015 Paris. Francia [email protected] En Francia, el artículo 16-3 del reviste una importancia mayor al condiciones reunidas para definir el atentado legítimo a la integridad humano: Código Civil precisar las concepto de del cuerpo “ No se debe atentar contra la integridad del cuerpo humano que en caso de necesidad médica vital para la persona. El consentimiento del interesado debe ser obtenido previamente, fuera a parte la situación donde su estado requiere una intervención terapéutica a la cual no le es posible de consentir “.(traducción no oficial) Primera constatación: el artículo 16-3 no hace referencia explícitamente a la urgencia médica. Anterior a las leyes llamadas de “bioética” del 29 de julio de 1994, la doctrina y la jurisprudencia habían afirmado entonces el principio del derecho al respeto del cuerpo humano, constitutivo de uno de los derechos de la personalidad. (En la mayoría de los casos las personas admitidas en urgencias están conscientes). La intervención de un práctico facultativo está condicionada por los estrictos límites legales. Cuando este atenta a la integridad corporal de un paciente, realiza un gesto que puede ser, objetivamente, calificado de infracción penal (bajo el régimen de agresión voluntaria con lesiones, por ejemplo). La impunidad jurídica del médico resulta de la autorización acordada por la ley. Tal permiso legal es relativo en el sentido que está subordinado al respeto de ciertos criterios tales como la estimación de balance riesgo-ventaja, conocido en derecho médico como constituyente de la regla de “la razón proporcionada”. Un médico no realizará un acto médico que bajo la estricta garantía que los riesgos implicados serán compensados por los beneficios esperados. Entendemos que el derecho médico consagra de manera extensa la supremacía del criterio de la urgencia como un hecho justificativo de un atentado a la integridad física. En la práctica, la urgencia, es una noción que reviste una multitud de dimensiones. Aparentemente confundida con nociones vecinas como “peligro inmediato”, pronóstico vital”, “necesidad evidente”. En realidad, la urgencia parece englobarlas todas. El derecho nos aporta respuestas mucho más matizadas. Denomina la construcción del régimen jurídico de la urgencia médica: el derecho de excepción. LA CONSAGRACIÓN JURISPRUDENCIAL DE LA DISPENSA DE INFORMACIÓN Y DE CONSENTIMIENTO La exención de información y de consentimiento responden a consideraciones de orden práctico y a excepciones. Incontestablemente se inscriben en el cuadro de las hipótesis prácticas que los tribunales deberían imperativamente definir con referencia a una motivación detallada, lo cual es raramente el caso. Desde el punto de vista teórico, la noción de consentimiento implícito ha sido admitida. Implica la idea que la aceptación inicial del paciente continua siendo válida sea cual fuere el curso de la intervención médica (“Quien calla, otorga”). La presunción del consentimiento sería el resultado del hecho que el paciente acepte que el equipo médico se haga cargo de todo. Tal solución teórica es, sin embargo, contraria a los principios más confirmados del derecho Rev.Latinoam.Der.Méd. Medic. Leg. 5 (1): 33-38, Jun. 2000 médico. Otras dos hipótesis teóricas explicarían también la exención de información y de consentimiento: la teoría del “estado de necesidad” y la “urgencia“. La invocación del “estado de necesidad”. Noción de derecho fundamental, se trata, según el decano Savatier, de “la situación en la que se encuentra la persona que piensa claramente que el único medio de evitar un mal más importante o igual es provocar un mal más reducido o igual. Esta solución es aceptada por los tribunales. Sin embargo, tal resolución supone dos condiciones. En primer lugar, esta solución se plantea para prevenir un peligro real y actual y no para impedir “un riesgo futuro”. En la decisión tomada el 11 de octubre de 1988, la primera sala civil de la Corte de Casación precisó, en el caso de una ligadura de trompas practicada sin el consentimiento de la paciente, que “tal intervención no había sido destinada a prevenir un peligro inmediato para salvar su vida, sino solamente para impedir un riesgo futuro”. Por otra parte, la necesidad de practicar tal acto debe ser el resultado del hecho que ningún otro medio lícito no pudo ponerse por obra. La referencia a la teoría de la urgencia. Se diferencia del estado de necesidad en el elemento temporal. Se caracterizada principalmente en la obligación material de realizar un gesto clínico que no se puede evitar o diferir. La urgencia dirige sus esfuerzos a “la necesidad de intervenir sin demora”. En el caso de litigio, el médico debe evidentemente aportar la prueba de la existencia de tal circunstancia. Sobre la base de esta distinción teórica, ciertos autores consideran que para justificar la ausencia de información y de consentimiento deben darse las condiciones acumulativas del estado de necesidad y de la urgencia. La Corte de Casación, en lo que la concierne, no retiene tal carácter acumulativo. Las cortes de apelación retienen también los criterios de “necesidad evidente o de peligro inmediato”. De hecho, a estas dos condiciones, la jurisprudencia añade la imposibilidad de diferir la intervención en cuestión. La continuidad de la intervención, sin información previa y, en consecuencia, sin el consentimiento del paciente, debe llevarse a cabo en el único caso en el que la interrupción de la misma pondría fin a su supervivencia. La jurisprudencia es precisa en 34 cuanto a este aspecto: el médico debe interrumpir la intervención para informar y solicitar el consentimiento del paciente. Esta solución, aunque parece poco realista desde el punto de vista de la práctica médico-quirúrgica y/o anestesiológica corresponde sin embargo, en Francia, a la jurisprudencia dominante de los tribunales. LA APORTACIÓN LIMITADA DEL ARTÍCULO 16-3 DEL CÓDIGO CIVIL CONCERNIENTE A LAS SITUACIONES DE URGENCIA MÉDICA Según el apartado segundo del artículo 16-3 del Código Civil, la excepción o derogación para la obtención del consentimiento releva de la sola y única apreciación de los hechos: el estado del paciente elimina toda posibilidad material o intelectual de obtener su consentimiento y mismo de informarle. Pero desde este aspecto fundamental, el informe presentado por el diputado J.-F. Mattei en el transcurso de los debates parlamentarios y la decisión de constitucionalidad del Consejo constitucional permanecen mudos. ¿Cuales son las intervenciones terapéuticas que no requieren la obtención del consentimiento? A simple vista parece que el legislador retiene una definición objetiva del impedimento material de consentir al acto médico en general. Para los juristas, una persona que físicamente esta inconsciente no puede comunicar válidamente. La necesidad constituye ley y “el artículo 16-3 del Código Civil deja entrever un antagonismo que le precedía, oponiendo el derecho común de la capacidad jurídica a las necesidades impuestas por los hechos y por el espíritu del arte de la medicina a la intervención en urgencia”. El acto médico realizado en las urgencias debe apreciarse teniendo en cuenta los derechos y deberes profesionales de los médicos que relevan de varios dispositivos jurídicos, siendo el paciente y su enfermedad el centro de atención. A. Las reglas del Código de deontología médico francés. El artículo 2 del Nuevo Código de deontología médico recuerda que “el médico, al servicio de todo individuo y de la salud pública, ejerce su misión en el respeto de la vida humana, de la persona y de su dignidad”. Alan Garay / La visión del jurista que la persona aunque herida mortalmente todavía esté en vida no dispensa de intervenir. La Corte de Casación retiene el delito de no asistencia a persona en peligro del antiguo artículo 63 del Código Penal que declara “siendo mismo demostrado que la asistencia o socorro, que todo sentido del deber y de humanidad pide, fuera, en definitivo ineficaz”. Es interesante observar que en la circunstancia de invocar su calidad de médico urgentista, tal declaración no constituye ni una excusa absolutoria ni un hecho justificativo en la aplicación de un tratamiento médico considerado como erróneo. En términos del artículo 9, “todo médico, encontrándose en presencia de un enfermo o de un herido en peligro o, habiendo sido informado del estado de salud grave del enfermo, debe aportar su asistencia o asegurarse que recibe los cuidados necesarios”. En 1995, el artículo 36 del Nuevo Código de deontología médico, por primera vez, ha incluido de manera explícita la noción de rechazo de tratamiento en la norma deontológica. Por último, el artículo 59 dispone que “el médico llamado de urgencia al lecho del enfermo debe, si debiera haber sido consultado por su médico de cabecera u otro médico, exponerle a su colega un informe de su intervención y de las prescripciones que, o bien entrega al enfermo mismo o sino envía directamente a su colega informando también al enfermo que conservara el doble del informe”. Es un hecho evidente, que el carácter empírico de la noción de urgencia médica se traduce en la insuficiencia de textos legislativos. A falta de competencia propia, el derecho abandona a los hechos el dictado de una solución técnica y profesional. Confiere, en las circunstancias excepcionales, la obligación de intervención médica. Deja a la peritación y a la experiencia de la profesión médica el poder de alcanzar, de llegar, hasta el hombre enfermo. La elección de los medios terapéuticos resulta de la constatación del “perito”. Cuando la autodeterminación del paciente no esta acompañada de competencia suficiente, en caso de inconsciencia por ejemplo, el decidor se convierte en perito. Bernard Baertschi comenta: “Es un hecho confirmado que, si en todos los casos de incompetencia la beneficencia prima, no es de manera absoluta, y en general el procedimiento utilizado consiste más bien en preguntarse cual hubiera sido la decisión del paciente si estaría en situación de tomar una decisión, mismo de manera parcial, teniendo quizás en cuenta lo que una persona de su círculo o simplemente lo que una persona normal haría en tal situación en el caso en que nunca hubiera sido suficientemente competente para tener una concepción articulada del valor de la vida. Tal estudio subraya una vez más la primacía de la vida y de la autodeterminación; se trata sobre todo de hacer el bien no solamente a un ser vivo, sino más bien a una persona. Es la razón por la cual si a veces decimos que aplicamos el principio de beneficencia ante todo, en realidad significa que haremos lo que es bueno para la persona. Simplemente, como no sabemos siempre que clase de persona es el paciente, nos contentamos con tratarle como una persona”. Desde este punto de vista, debemos reflexionar en poner en práctica un cuerpo general de normas jurídicas que asegurarán el respeto de los fundamentos éticos sobre todo en las circunstancias de urgencia decretada. B. La obligación de asistencia a persona en peligro. La omisión de aportar asistencia a persona en peligro es un delito que en la actualidad esta penado con una condena de 5 años de encarcelamiento y de 500.000 francos de multa (Artículo 223-6 del Nuevo Código Penal) contra : “Cualquier persona que se abstuviera voluntariamente a dar asistencia a una persona en peligro, que sin arriesgar ni su vida ni la de los demás, pudiera prestarla bien sea por su acción personal o bien llamado auxilio”. Para la Corte de Casación, tal abstención delictuosa se hace patente cuando el médico, al que se le ha pedido ayuda, y advertido del peligro en donde él es el único a apreciar la gravedad, rehúsa su participación sin asegurarse previamente que tal peligro no requería su intervención inmediata. La ley no define la noción de “peligro”. El examen de las circunstancias, a posteriori, por los tribunales, nos lleva a calificar como peligro un estado o situación crítica que hace temer graves consecuencias para la integridad de la persona que esta expuesta y que se arriesga bien sea a perder su vida o a heridas corporales graves. A priori, el médico es el único juez que decide del carácter urgente de su intervención. Según el profesor Vasseur, “la urgencia y solamente la urgencia a la cual hace referencia en términos formales la Corte de Casación, autoriza al cirujano ha hacerse juez de los intereses del enfermo”. La jurisprudencia exige que halla habido realmente peligro para la persona y que “tal peligro, sea cual fuere la causa de donde resulta, sea inminente y constante y que necesite una intervención quirúrgica inmediata”. El estado de peligro no se presume. Es objetivo. La circunstancia 35 Revista Latinoamericana de Derecho Médico y Medicina Legal En la ausencia de una definición jurídica y a fortiori legal de la noción de urgencia, los tribunales retienen generalmente las constataciones científicas y materiales que resultan de los informes de peritación médica. El testimonio de la urgencia, concepto eminentemente empírico y práctico que resulta de la observación científica de ciertos parámetros biológicos, reposa en la existencia de un conjunto de índices. La conjunción de tales parámetros conduce al perito médico y después al juez a crear una construcción intelectual sobre la base de varios índices alternativos o acumulativos. De esta manera, emergen nociones como peligro inmediato, pronóstico vital, necesidad evidente, riesgo terapéutico, etc. Todas ellas presentan sus especificidades. Desde el punto de vista jurídico no pueden confundirse. LA APRECIACIÓN JURÍDICA DE LA URGENCIA: ELEMENTOS DE DEFINICIÓN DE UN DERECHO NORMATIVO La urgencia médica puede constituir un disfraz astuto y eficaz para desposeer al paciente de su derecho de consentir. Tanto la situación de urgencia como la de peligro inmediato imponen a mi parecer el análisis de criterios objetivos incontestables, que sin embargo, no pueden servir de tapadera frente una actitud sistemática y automática en presencia de un adulto consciente. La información y el consentimiento al acto médico urgente relevan de un régimen específico, reflejo de la singularidad misma de la situación en la cual se practica. La urgencia se presta difícilmente a las certitudes jurídicas. Por este hecho, el ejercicio vertiginoso y peligroso a la vez de tal medicina llama particularmente a una concienciación de la ética de la responsabilidad que no puede eludir al hombre-total. Entre los modelos paternalista y el autonomista, la práctica de la medicina de urgencias tiene que tomar el camino de la ética, tomando conjuntamente al paciente y a todo el equipo médico. Se revela entonces fundamental intentar dar una definición a la urgencia en sus cimientos más prácticos ya que el derecho introduce y acepta esta noción para excusar, absolver, una especie de “ no right’s land “. Nuestro ordenamiento jurídico francés acepta ciertas contingencias, teniendo en cuenta el “ hic et nunc “, que permite derogaciones en regla general a condición que 1) la justificación de la derogación esté bien fundada y 2) el campo de aplicación de la excepción esté estrictamente circunscrito. El recurso a las nociones de crisis y de circunstancia excepcional, bien conocidas por los juristas, permiten orientarse un poco. El jurista y el médico comparten las incertidumbres que resultan del recurso a nociones teóricas y prácticas donde el denominador común son el margen de apreciación y la libertad de interpretación de cada cual. La línea divisoria entre el principio y las excepciones a menudo no es fácil de ver. Algunos dirán que en la práctica de la medicina al cotidiano no se alude sistemáticamente a los principios y reglas jurídicas. “ No hay tiempo. “, “ No sabemos! “, “ ¿ Como actuar? “. En resumen, si la urgencia se sitúa en un vasto conjunto que releva del estado de necesidad, conserva al mismo tiempo su especificidad en la medida en que supone un elemento del orden de lo temporal. Pero el factor temporal restringe jurídicamente las situaciones en las que la urgencia se da por que se necesita igualmente que exista la necesidad inmediata. El carácter informal, existencial y empírico, que algunos llamarán “ ajurídico “ de la urgencia, no debería constituir un obstáculo para encontrar una definición aceptable. No debería ser ni un alibi, ni un pretexto injustificado que acordaría plenos poderes. Mismo si es difícil calificar, en una situación dada, los diferentes parámetros reunidos para retener la existencia de una urgencia. O mismo si parece difícil de definir cual es el umbral, en el tiempo, en donde la inacción constituye una falta y de determinar el momento a partir del cual el respeto de la regla cuesta más que lo que produce. La noción de urgencia, mismo si es empírica, comparte junto con otras nociones jurídicas delimitaciones. (Determinación de la esfera de intervención del poder público o militar, por ejemplo). El realismo profesional, la gestión práctica de las urgencias y las contingencias administrativas y socio-económicas prevalecen. A posteriori, el jurista nos recuerda que la libertad que la medicina se otorga para interpretar los hechos biológicos está limitada por el respeto de las condiciones legales y jurisprudenciales. Todo derecho de excepción, todo derecho a la excepción, necesitamos recordarlo, aún exige límites y limitaciones. Y si globalmente una ínfima minoría de desavenencias y litigios en la materia son presentados ante los tribunales no se debe por lo tanto economizar el esfuerzo de la reflexión. Ciertas situaciones abogan en favor de una contribución multidisciplinaria en presencia de médicos, juristas y especialistas de la ética: cuidados a los moribundos, huelguistas de hambre, pacientes que rechazan ciertas terapias, etc. Bajo este punto de vista, nos parece necesario dar apoyo a las iniciativas y los esfuerzos que intentan establecer espacios de discusión y deliberación en tales campos. El derecho de excepción en el caso de las urgencias merece que se tome tal disposición. El jurista y el médico deben tomar parte juntos en el sentido en que cada uno de ellos pueden aportar su experiencia en la gestión de sus incertidumbres de las prácticas cotidianas. En la práctica, es quizás por referencia al principio y a la regla, a la normalidad y a la regularidad, a la costumbre y a los usos comunes, que podemos tentar definir claramente la urgencia. En un regreso hacia lo normal y cotidiano, la urgencia reviste un relieve más claro. Este regreso de la excepción a la normalidad permite de comprender mejor este derecho de excepción que es el derecho de la medicina de urgencia. Uno y 36 Alan Garay / La visión del jurista 20. Sala penal de la Corte de Casación, 23 marzo 1953, JCP 1953, II, 7584. otro son indisociables. Desde este punto de vista, “ la derogación hace parte integrante de la regla”. 21. A. –M. DUGUET, La responsabilitie hospitaliere du fait des actes pratiques par les internes dans les services d’urgences, Journal de médicine légale, agosto 1992, pág. 267 y sig. : G. BARRIER, La responsabilité médico-legale en médicine de urgente, in P. CARLI. B. RIOU. Urgences médico –chirurgicales de l’adulte, Arnette, 1996, págs. 1220-1233. NOTAS 1. En el transcurso del debate de elaboración del proyecto de ley, ciertos diputados lamentaron que la noción de urgencia no fuera retenida. (pág. 119, Informe n° 2871, Asamblea nacional). 22. «L’expert-commandant » (el périto comandante), según J. BOCHENSKY. Qu’est-ce que l’auotorie ?, Paris, Cerf, 1949. 2. A DECOQ. Essi d’une théorie générale des droits sur la personne, Librairie générale de droit et de Jurisprudence (LGDJ) 1960, nº 429 y sig. 23. La valuer de la vie humanine et l’integrité de la personne, PUF, Paris, 1995, 155 págs. 3. Alain GARAY, Frédéric-Jéróme PANSIER, Le médecin, le pantient et le droit, Editions de l’Ecole Nationale de la Santé Publique, 1999, Rennes, France. 24. S. RAMEIX, Du paternalisme à l’automomie des patients – L’exemple du consentement aux soins en reanimations, Médecine et droit, nº 12, 1995. 4. El recurso encantatorio a la noción de urgencia puede ser abusivo, como una catacresis (del griego Katachresis : abuso) proceder que consiste a emplear una palabra más allá de su estricto significado. Si bien es cierto que, según Apollinaire, « les mots rêvent d’être nommés ». 25. Para A. DORSNIER-DOLIVET, « La noción de urgencia cuestiona la presencia de dos riesgos contradictorios : el riesgo de abstención y el riesgo de descuidar ciertas obligaciones. Mismo aparte de la urgencia, el acto quirúrgico entero esta sometido al antagonismo de los riesgos que pueden no solamente ser negativos – con repercusiones pasadas – sino también positivos es decirs de procuran satisfacción. Cada indicador terepéutico, en materio quirurgica es el resultado de tal ejercicio de riesgos positivos y negativos » : ver su tesis contribution a la restauration de la faute, et les blessuers para imprudence : à propos de la chirugía , LGDJ, Bibliotheque de droit prive, tomo C LXXX VIII, 1986, págs. 254-255. 5. 1a sala civil de Corte de Casación, 15 Marzo 1966, Boletín civil 1º, 1966, nº 187; la sala Civil de Corte de Casación, 27 ocutubre 1982, Gazette du Palais 1984, 1, 176, notas de CHABAS, juris Classeurs Periodique (JPS) 1984, II, 20201, nota de DORSNER-DOLIVET. 6. L’etat de nécessité et la responsabilité civile extracontractuelle, Mélanges Capitant, 729 págs : J.-P.DELMAS SAINT-HILAIRE, Les faits justificatifs : éat de nécessité, Juris Classeur de droit pénal, art. 327-329. 26. P. JESTAZ, L’urgence te les principes classiques dy droit civil, tesis Paris, LGDJ, 1968; C. GABOLDE, L’exception d’urgence en droit administratif. Tesis Paris, 1952. 7.Douai, 10 julio 1946, JCP 1947, II, 3374, D. 1946, 351, notaas de COSTE ; Rouen, 17 diciembre 1970, D, 1971, 152, nota de SALVATIER, Revue Trimestrielle de droit civil, 1971, 861, obsservaciones de DURRY. 27.Según la expresión del profesor FRIER. 8. JCP 1988, II, 21358, nota de DORSNER-DOLIVER. 9. Ver 1a sala civil de la Corte de Casación, 7 octubre 1998, JCP 1998, II, 10179, notas de SARGOS. 10. P. HEBRAUD, Observations sur la notion de temps dans le droit civil, Mélanges Kayser, pág. 18. 11. B. RAJBUT, Le role de la volonte en matiene médicale, tesis Paris-Saint, 1981, págs. 109 y sigs; M. VASSEUR, Urgence et droit ciivl, Revue trimestrielle de droit civil, 1954, págs. 405 et sigs. 12. Paris, 12 enero 1996, juris-Data nº 020071, 16 febrero 1995, Juris-Data nº 02116; Pau, 24 Julio 1993, juris Datanº 045706; Dijon, 19 diciembre 1990, Juris-Data nº 051389. 13. 1a sala civil de la Corte de Casación, 27 octubre 1953, D 1953, 658, JCP 12953, II, 7891, Gazette du Palais 1954, I, 144; ver 1 a sala civil de Casación , 11 octubre 1988, precitado. 14. Sobre la jurisprudencia administrativa ver Consejo de Estado, 23 ,marzo 1973, Dame Ponel, Revue trimestrielle de droit sanitaire et social 1974, pág 524, observaciones de MODERNE; Consejo de Estado, 19 mayo 1983, MOUJAHED, Leb 1983, pág. 856; Consejo de Estado, 29 enero 1988, LABIDI, JCP 1989, II, 21222, nota de MEMETEAU. 15. O. POINSOT, Quad I’urgence rencontre les lois bioèthiques – L’acte médical urgent et l’article 16-3 du Code civil, L’urgentiste nº 0, febrero 1996. Ver también Jean-Henri SOUTOUL, Le médecin face à l’urgence, Maloine, 1991. 16. Sala penal de la Corte de Casación, 21 enero 1954, Boletín penal nº 25; D. 1954, pág. 224; JCP 1954, II, 8050, nota de PAGEAUD. 17. Tribunal correccional de Rouen, 9 Julio 1975, JCP 1976, II, 18258, nota de SAVATIER; D. 1976, pág. 531, nota de ROUJOU de BOUBEE; Revue de sicences criminelless 1976. pág. 726. nota de LEVASSEUR. 18. Urgence et droit civil, precitado nota 13. 19. JCP 1949, II, 4945, nota de MAGNOL. 37