El ayuno, la disciplina personal en la vida espiritual

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El ayuno: La disciplina personal en la vida espiritual (Mt. 6:16-18)
por Pedro Puigvert
Esta es la tercera ilustración de Jesús sobre el modo en que debemos conducirnos en relación a la
justicia personal (Cf. 6:1). Primero se ha referido al aspecto de nuestra vida en que hacemos bien a
otros: la limosna, después relata nuestra relación personal con Dios por medio de la oración. Y en
tercer lugar, trata el asunto de la disciplina personal en la vida espiritual mediante el ayuno.
Este es un tema del que no solemos hablar mucho porque en realidad no practicamos el ayuno.
Nos parece que es una práctica que suelen cultivar las iglesias pentecostales y carismáticas, dándole
tanto énfasis que pensamos si no están incurriendo en la hipocresía que denuncia el Señor. Sin
embargo, la razón principal es una reacción contra la enseñanza del catolicismo que lo ha convertido
en un legalismo propio de escribas y fariseos; así que nosotros nos hemos ido al otro extremo
rechazándolo por completo en la práctica, aunque lo aceptemos como doctrina.
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El ayuno en las Escrituras
Jesús no se opone a esta práctica de la vida espiritual, sino a las desviaciones que se habían
producido en Israel en relación con ella. Moisés ayunó durante cuarenta días y cuarenta
noches antes de recibir las tablas de la ley (Dt. 9:9).El pueblo de Israel debía ayunar en el
día de la expiación, un ayuno integrado en el culto (Lv. 16:29-31). El ayuno
acompañaba los tiempos de aflicción y humillación personal (2 S. 12:16-18). Pero como suele
ocurrir con muchas cosas buenas los ayunos se prestaron a abusos y, por tanto, fueron
objeto de la crítica de los profetas (Is. 58:1-7). En realidad, Dios sólo había ordenado ayunar
en el Yom Kipur y el pueblo de Israel añadió otros ayunos no prescritos (Zac.7:3-7).
Cuando llegamos al NT vemos que los fariseos ayunaban dos veces por semana y lo
convirtieron en una parte esencial de su religiosidad (Lc. 18:12). El Señor Jesús ayunó
durante cuarenta días y cuarenta noches (Mt. 4:2) antes de empezar u ministerio. Sin
embargo, no enseñó el ayuno de una manera directa, pero sí indirectamente. En Mt. 9:14, los
discípulos de Juan le formularon una pregunta a la que Jesús respondió de manera que no
deja dudas sobre la oportunidad de ayunar los discípulos una vez cumplida su estancia en la
tierra después de haber hecho la obra de salvación. Además, la palabras de nuestro texto
implican la aprobación de Jesús de esta práctica excluyendo de ella la hipocresía.
Pasando de la enseñanza de Cristo a la práctica de la Iglesia apostólica, vemos como en
Antioquia (Hch. 13:1-3), cuando enviaron a Pablo y Bernabé al primer viaje misionero,
realizaron un culto en el que estaban estrechamente unidos la oración y el ayuno. En
realidad, siempre que debían tomar decisiones importantes en las que estaba implicada al
oración, la acompañaban de ayunos (Hch. 14:23, 2 Co. 6:5, 11:27). Si examináramos el resto
de la Historia de la Iglesia hallaríamos lo mismo.
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Significado y propósito del ayuno
En último término se trata de un asunto en que están relacionados el cuerpo y el espíritu. El
ser humano está compuesto de una parte material y de otra inmaterial, las cuales están
íntimamente conectadas entre sí. Por eso debemos considerar el ayuno en el ámbito de esta
relación. Ayunar significa abstenerse de alimentos con una finalidad espiritual, por tanto, debe
distinguirse de la puramente física o de aquella que se realiza con otros fines, como por
ejemplo, las huelgas de hambre para conseguir unos objetivos sociales, políticos o religiosos.
De ahí que el ayuno bíblico sea radicalmente diferente de otros tipos al estar unido a algunos
propósitos especiales como la dedicación de un tiempo a la oración sin tener que
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preocuparse por lo material, la meditación o la búsqueda de Dios por alguna razón específica
o bajo alguna circunstancia excepcional. Sin embargo, no podemos limitar el ayuno a la
abstención de comida y bebida por unas horas o durante unos días. Debería incluir también la
abstinencia de todo lo que es legítimo en sí mismo y por sí mismo, con el fin de alcanzar
algún objetivo espiritual especial.
1 Formas erróneas de ayunar. Una vez dicho esto, cobra mucha relevancia la enseñanza de
Jesús que hemos leído en este texto, porque hay formas erróneas de ayunar. Por ejemplo, si
ayunamos de forma mecánica o constituimos el ayuno en un fin en sí mismo, estaremos
fallando. Ocurre igual que con la oración, como hemos visto más arriba. No es cuestión de
fijarse un calendario, prescrito por determinada iglesia, porque rápidamente caeríamos en el
legalismo.
Otra forma equivocada es la que podríamos llamar el “ayuno-marketing”: le proponemos al
Señor un intercambio comercial; nosotros oramos y ayunamos y él a cambio de nuestro
sacrificio nos concede forzosamente lo que deseamos. Esperamos unos resultados porque lo
entendemos como algo funcional: “lanzamos una campaña de promoción y haremos muchas
ventas”.
De vez en cuando recibimos cartas que contienen un llamamiento vehemente a orar y ayunar
para ganar España para Cristo: No hay nada malo en orar y ayunar por la evangelización de
España, pero los organizadores suponen que si lo hacemos Dios no tendrá más remedio que
dárnoslo, por tanto, todo el mérito será nuestro por haber ayunado independientemente de la
voluntad de Dios. En ninguna parte de la Biblia se enseña que con el ayuno se consiguen
resultados directos, es más, es una doctrina peligrosa porque menosprecia a Dios.
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El significado y a la forma correcta de ayunar
En realidad, de manera implícita ya lo hemos indicado. El ayuno es siempre un medio para un
fin y no un fin en sí mismo. Debemos ayunar cuando nos sintamos impelidos por razones
espirituales o motivados por la Palabra de Dios como instrumento del Espíritu Santo.
También cuando nos hallemos empeñados en algún objetivo importante (Hch. 13:3), no
según reglas, sino por sentir la necesidad de concentrarnos con todo nuestro ser en Dios y en
la adoración a su nombre. El modo equivocado, según nuestro texto, es demudar el rostro
para mostrar a los demás que estamos ayunando para llamar la atención sobre nuestra
espiritualidad. Es lo mismo que hemos visto en los temas de la limosna y la oración. Pero éste
no es sólo un problema sobre los asuntos mencionados, sino que abarca a toda la vida
cristiana.
La condena de Jesús incluye igualmente el intento de aparentar que somos muy espirituales
o que adoptamos actitudes piadosas. Se puede apreciar incluso en la forma de cantar
himnos. Señalamos estos aspectos negativos para resaltar la forma correcta de ayunar: en
primer lugar no podemos ser como los fariseos (vv.17-18), por tanto, debemos esforzarnos
en que no se note que hemos estado ayunando, por eso haremos lo que es normal y habitual,
con toda naturalidad. Tampoco hemos de exagerar para ocultar que hemos ayunado, porque
sería también hipocresía.
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Conclusión
Nuestra ocupación debe ser la de agradar a Dios y no a los hombres, buscando siempre su gloria. Si
lo hacemos así no tendremos ninguna dificultad con estas cosas. Si vivimos por completo para dar
gloria a Dios, no hará falta que se nos indique cuando y cómo hemos de dar limosna, de qué forma
debemos orar o cómo tenemos que ayunar. Si nos olvidamos de nosotros mismos y nos entregamos
a Dios, entonces estaremos dándole la gloria a él. Y nuestro Padre que ve en lo secreto, nos
recompensará.
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