globalización, integración y fronteras en américa latina

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GLOBALIZACIÓN, INTEGRACIÓN Y
FRONTERAS EN AMÉRICA LATINA
Raquel Alvarez, Rita Giacalone y Juan Manuel Sandoval
Obra suministrada por la Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela
ÍNDICE
Introducción
Raquel Alvarez de Flores, Rita Giacalone, Juan Manuel Sandoval Palacios
I Parte
Las regiones de frontera y la integración regional en Las Américas
Competitividad y desarrollo regional en el contexto de la integración económica
Carlos Alberto Montoya Corrales
Nuevas regionalizaciones: el ecoturismo cultural del mundo Maya y el istmo de
Tehuantepec
Jesús Antonio Machuca Ramírez
El nuevo regionalismo caribeño y las regiones venezolanas
José Briceño Ruiz
Integración regional, fronteras y globalización en América Latina y El Cari be: el caso de
la migración
Ana María Aragonés
Militarización, soberanía y fronteras. El Pentágono y las Fuerzas Armadas
Andinas
Jorge Lora Cam
II Parte
Los actores de la integración regional y fronteriza
Frontera, Estado y empresarios en los procesos de integración regional en América
Latina
Rita Giacalone
Integración regional en el norte de México y grupos empresariales
Miguel Angel Vásquez Ruiz
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La reflexibilidad de las redes como construcción social en la cadena productiva industrial
colombiana
Marleny Cardona y Adriana Rangel
Los productores de arroz frente a la apertura comercial en Colombia y Venezuela
Luisa Elena Molina
Participación de los sindicatos en la integración colombo-venezolana a partir de 1992
Marleny Bustamante de Pernía
Impacto del proceso de integración económica colombo-venezolana en el sector
industrial a partir de 1992 (Eje San Antonio-Ureña-Aguascalientes)
Ronald José Blanco
III Parte
La frontera mexicano-estadounidense y la integración regional
La frontera México-Estados Unidos: laboratorio de la integración regional hemisférica
Juan Manuel Sandoval Palacios
Ciudades rotas. Las ciudades de la frontera norte de México en la trayectoria de la
globalización
José Antonio Trujeque
Cadenas productivas y empresas del vestido en Ciudad Juárez, Chihuahua
Julio César Morales Cruz
Ciudad Juárez en los noventa: el contexto de la gestión urbana y ambiental
Héctor Padilla
IV Parte
La integración fronteriza colombo-venezolana
La integración fronteriza colombo-venezolana. Situación y perspectivas
Raquel Alvarez de Flores
La integración fronteriza colombo-venezolana y sus limitaciones. Propuestas políticoeconómicas para maximizar el proceso
Juan Carlos Morales Manzur
Política social y desarrollo en la zona urbana fronteriza de la ciudad de San José de
Cúcuta, Colombia
Amanda Patricia Amorocho Pérez
La vida en la frontera colombo-venezolana (San Antonio-Ureña-Norte de Santander)
Elizabeth Zamora Cardozo
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INTRODUCCIÓN
Desde 1998, un grupo de investigadores de México, Venezuela y Colombia ha
colaborado en la realización de diversas actividades como parte de un proyecto colectivo
deinvestigación llamado “Integración Regional, Fronteras y Globalización en América
Latinay El Caribe”, con la finalidad de analizar diferentes aspectos de dicho proceso,
entre ellos el papel de los diversos actores sociales. Los materiales aquí reunidos
representan un esfuerzo de este trabajo colectivo para comprender los problemas que
enfrenta la integración regional en nuestro continente y, en particular, aunque no
exclusivamente, en dos de las regiones fronterizas más dinámicas del mismo: la
mexicano-estadounidense y la colombovenezolana. Originalmente, muchos de los
trabajos que aquí se incluyen se presentaron y discutieron en dos seminarios
internacionales realizados en el Centro de Fronteras e Integración (CEFI) de la
Universidad de Los Andes, San Cristóbal, Venezuela, en noviembre de 1998, y en
Ciudad de México, en mayo de 1999. Un tercer seminariointernacional en la Facultad de
Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, en
noviembre de 1999, permitió definir con más precisión algunos elementos metodológicos
y teóricos. De allí surgió la idea de publicar una selección de las ponencias presentadas
en las tres reuniones por considerar que aunque muchos de los argumentos aquí
planteados pueden ser objeto de revisiones futuras, delimitan el ámbito de interés del
proyecto y permiten establecer ya los lineamientos rectores de una propuesta colectiva.
Al menos es con esta expectativa que los presentamos a consideración de los lectores.
En estos trabajos se vinculan entre sí tres conceptos (globalización, integración y
frontera) que suelen ser estudiados en forma separada o, tal vez, relacionados entre sí
de dos en dos. El vínculo entre los mismos se establece por considerarlos parte integral
del proceso económico y político que domina de forma bastante compleja las relaciones
sociales entre pueblos, y también dentro de los mismos, a comienzos del siglo XXI. Por
lo tanto, partimos de aceptar que el sistema capitalista ha iniciado un proceso de
reestructuración económica en el ámbito mundial, buscando con ello salida a la profunda
crisis iniciada en los años sesenta y setenta, la cual se agudizó en la década siguiente
para llegar a ser una crisis estructural que afecta no sólo a la base económica, sino
también a la política e ideológica, principalmente en los Estados Unidos. Dentro de esta
reestructuración, la tendencia a la integración de todas las naciones al concierto
3
económico mundial, dominado por las grandes corporaciones transnacionales y
multinacionales, así como por las instituciones financieras internacionales, ha sido
descrita por estudiosos y políticos con el nombre de “globalización”. Para otros, sin
embargo, esta denominada globalización de la economía mundial, no es sino el proyecto
de tales instancias por implantar un modelo económico neoliberal en el cual las fuerzas
del mercado promueven la liberalización del comercio y de la inversión, acompañada por
recortes del gasto social, reprivatización de empresas estatales y reconversión industrial
como la única estrategia de desarrollo viable para todas las naciones del mundo. Esta
globalización ha sido presentada por sus promotores como un panorama de paz y
prosperidad en el que las naciones consideran los intereses de unas y otras como
propios y la competencia deja el paso abierto a la cooperación. Los defensores de la
globalización como proceso inevitable presumen de un mundo en el cual existe una
aceptación universal de estos valores, en el cual el nacionalismo ha sido quebrantado y
ha dado lugar a un Nuevo Orden Mundial. De esta forma, en términos de relaciones
comerciales, por ejemplo, los nacionalismos han sido reemplazados por los
regionalismos, pero las coaliciones regionales existentes son con frecuencia aún más
proteccionistas que sus predecesoras nacionalistas. Además, los nacionalismos políticos
siguen vivos, no obstante los rumores de su temprano fallecimiento. De hecho, algunos
de los procesos más desintegradores, violentos e inhumanos ocurren actualmente en
todo el mundo en nombre de los nacionalismos.
En esta perspectiva de la globalización y de la tendencia a la regionalización o formación
de bloques regionales, las fronteras nacionales han cobrado una nueva dimensión en
términos no sólo geopolíticos sino también geoeconómicos, tendiendo a desaparecer o a
reaparecer con nuevas características de la noche a la mañana, pero también a
flexibilizarse, solidificarse o militarizarse, de acuerdo a los intereses de las naciones que
allí se encuentran y de las grandes potencias económicas. Es así que, según algunos
analistas, en su afán por reestablecer su hegemonía en términos económicos y políticomilitares, Estados Unidos ha venido impulsando la integración hemisférica con el
Tratado Norteamericano de Libre Comercio (formalizado entre Canadá, Estados Unidos
y México) a la cabeza, como estrategia regional que le permita obtener o restablecer
ventajas comparativas (en términos de productividad y competitividad) en los mercados
mundiales.
El reconocimiento del dominio hegemónico de la Unión Americana, impulsado por el
gobierno estadounidense a escala regional hemisférica, fue puesto de manifiesto
durante la Cumbre de Las Américas realizada a fines de 1994 en Miami, Florida, en la
que el presidente estadounidense Bill Clinton propuso a los 32 jefes de Estado y de
Gobierno del continente (con la excepción de Cuba), la creación de un Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA) para el año 2005. Esta propuesta fue bien recibida
por dichos representantes y están actualmente en marcha una serie de negociaciones
entre todos esos gobiernos para tal fin. El gobierno de Estados Unidos ha establecido de
manera clara, desde la propia convocatoria a la Cumbre de Miami, su interés por asumir
liderazgo del proceso de integración regional. Desde la perspectiva estadounidense se
trata, obviamente, de un asunto estratégico, por lo cual la integración hemisférica
también involucra la dimensión de la seguridad regional. Se plantea entonces dos
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interrrogantes: ¿este proceso de integración, que se inscribe en la tradición
interamericanista de Estados Unidos cuyo referente histórico-ideológico se inicia con la
Doctrina Monroe, busca imponerse al proyecto de integración propugnado por muchos
países de América Latina, en el marco de cuya tradición histórica se inscriben esfuerzos
como la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el MERCOSUR, la CARICOM y el
Grupo de los Tres (G-3)? o ¿es posible que estos otros acuerdos permitan acceder a
ventajas comparativas para insertarse en mejores condiciones al proceso de integración
hemisférica?
En los trabajos aquí reunidos, cuyos resúmenes se presentan a continuación, se
observa unabanico, tanto de estudios empíricos como de interpretaciones teóricas que,
si bien no representan una visión unitaria del fenómeno de la interacción renovada entre
la globalización, la integración y la frontera, permiten observarlo desde diversos ángulos
y contribuyen a iluminar su complejidad como proceso económico y político. En la
esperanza de que en ellos se incorporen elementos que nos ayuden a comprender de
forma más adecuada la profundidad de los cambios que ocurren, ofrecemos a los
lectores este avance de nuestra investigación colectiva.
I Parte
Las regiones de frontera y la integración regional en Las Américas
El maestro Carlos Alberto Montoya Corrales, del Departamento de Economía de la
Universidad EAFIT, Medellín, Colombia, plantea en su ensayo “Competitividad y
Desarrollo Regional en el Contexto de la Integración Económica” que la escasa consulta,
cuando no desconocimiento de los obstáculos anti-integracionistas, ha conducido a un
enorme vacío interpretativo para explicar la viabilidad de la integración económica actual
y los escasos logros en la promoción e instrumentación de las variadas estrategias de
cooperación registradas en la región latinoamericana. La incorporación de este tipo de
elementos podría constituir una primera aproximación a una investigación de tipo
prospectivo acerca de la integración en los países de la región. Sólo así sería posible
mejorar los procesos decisorios y la formulación de políticas a partir de una imagen
deseable del futuro cuya construcción se inicia en el presente.
El licenciado Jesús Antonio Machuca Ramírez, de la Dirección de Etnología y
Antropología Social del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, en su
ensayo sobre “Nuevas Regionalizaciones: el Ecoturismo Cultural de Mundo Maya y el
Istmo de Tehuantepec” considera que los procesos de regionalización se están dando,
tanto en relación externa como dentro de las fronteras nacionales. Las demarcaciones
nacionales formales han dejado de corresponder, punto por punto, con la propia
regionalización: lo externo se internaliza y lo interno (regional de cada país) se
externaliza, determinando que una región pueda adquirir perfil propio y significativo con
una especificidad que no la hace depender totalmente del Estado-nación. En los
procesos de recomposición y de desarrollo regional sobresale, por las características
que presenta, el llamado proyecto “Mundo Maya”, impulsado en la región sur-sureste de
México que colinda con Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice. Mediante dicho
proyecto se pretende impulsar un desarrollo turístico y de servicios que al mismo tiempo
favorezca la integración comercial propugnada por los gobiernos de los países de la
5
región. Otro proceso de reorganización regional es el de la creación de una zona
geoeconómica estratégica como región de paso en el Istmo de Tehuantepec, donde se
prevé el desarrollo de un corredor transísmico que conecte al Oceáno Atlántico con el
Pacífico, con el establecimiento de empresas maquiladoras y la reactivación de
actividades comerciales, portuarias, petroleras, químicas y petroquímicas, turísticas y
pesqueras ya existentes.
En su ensayo “El Nuevo Regionalismo Caribeño y las Regiones Venezolanas”, el
magister José Briceño Ruiz, del Grupo de Integración Regional de la Universidad de los
Andes, Mérida, Venezuela, se pregunta cuál ha sido el papel de las regiones caribeñas
venezolanas en la promoción del nuevo regionalismo. A pesar de la tendencia
internacional a favorecer una mayor participación de las regiones en los asuntos
internacionales y del proceso de descentralización administrativa en Venezuela, la
respuesta a la anterior pregunta es poco alentadora. La participación de las regiones
caribeñas venezolanas en la promoción del nuevo regionalismo caribeño no ha sido
relevante, y el interés de las autoridades locales se ha visto disminuido por la poca
autonomía de que disponen para iniciar propuestas de integración o cooperación por
cuenta propia. Finaliza proponiendo que, a pesar de las limitaciones que la normativa
constitucional impone a las regiones nacionales en cuanto a su actuación internacional,
los gobiernos de las entidades federales con costa caribeña deberían imitar a sus
homólogos de regiones fronterizas con Colombia y establecer mecanismos para
intensificar sus relaciones directas con sus vecinos caribeños. Por su parte, la doctora
Ana María Aragonés, de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales-Acatlán de la
Universidad Nacional Autónoma de México, en “Integración Regional, Fronteras y
Globalización en América Latina y el Caribe: el Caso de la Migración”, sostiene que una
de las cuestiones que más preocupa actualmente es la libre circulación de las personas.
Sobre este fenómeno no hay unanimidad de visiones. En este sentido, la autora
reflexiona acerca de los nuevos aportes en relación con el fenómeno para debatir sobre
su propia visión en relación con el mismo. Para ella, la migración de trabajadores es un
componente estructural de la acumulación capitalista formado por un excedente laboral
mundial que se ha ido generando como producto y necesidad del capitalismo y que
persiste debido a: 1) la profundización de las diferencias en el desarrollo entre países; 2)
la necesidad de los polos desarrollados de incorporarse a este conjunto laboral con el
objeto de regular su mercado de trabajo; 3) la incapacidad de los países
subdesarrollados para generar políticas económicas que permitan la absorción de su
población bajo condiciones de vida productiva digna; y 4) la inefectividad de las
regulaciones internacionales para lograr mejores condiciones para los trabajadores
migratorios.
Esta sección concluye con el trabajo “Militarización, Soberanía y Fronteras. El
Pentágono y las Fuerzas Armadas Andinas”, del doctor Jorge Lora Cam, del Instituto de
Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
para quien la mundialización del capital va acompañada de una mayor movilidad
geográfica del mismo, de la globalización de las políticas macroeconómicas, de la
división de la producción entre países y, por lo tanto, de estrategias de protección y
defensa de sus capitales por las grandes potencias. El objeto de este ensayo es
6
examinar cómo la igualdad jurídica entre estados es afectada por la desigualdad
económica y los mecanismos de subordinación política que conllevan las nuevas formas
de intervención financiera, productiva y comercial, asociadas a la combinación de
tecnología moderna con mano de obra barata y conexiones hacia el mercado mundial.
II Parte
Los actores de la integración regional y fronteriza
La doctora Rita Giacalone, coordinadora del Grupo de Integración Regional de la
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de los Andes, Mérida,
Venezuela, en su artículo “Frontera, Estado y Empresarios en los Procesos de
Integración Regional en América Latina”, señala que el proceso de integración regional
que se aceleró en América Latina desde el comienzo de los años noventa, ha producido
una diferente valorización espacial de las áreas fronterizas en países como México, por
un lado y, por otro, Colombia y Venezuela. Mientras el TLCAN, que entró en vigencia en
enero de 1994, aseguró para la región del norte de México un dinamismo económico
importante, en la frontera colombovenezolana no se percibe un fenómeno con las
mismas características a partir del tratado de integración binacional entre estas
naciones, establecido en 1992. En este ensayo se analizan, en primer lugar, algunas
premisas que destacan los cambios que se producen en la variable espacial con la
integración regional y, en segundo lugar, las relaciones entre Estado y sector privado en
México, Colombia y Venezuela, con el fin de demostrar que la liberalización de bienes,
servicios e inversiones entre países geográficamente contiguos no es suficiente para
convertir a la frontera común en un foco de desarrollo económico. De esta forma, la
calidad y cantidad de las transacciones en las áreas fronterizas no depende tanto de la
proximidad geográfica como de aspectos de la economía política doméstica, entre los
cuales destacan las relaciones previamente establecidas entre el Estado y los
empresarios de los países que crean este tipo de acuerdos.
En el ensayo del doctor Miguel Angel Vázquez Ruiz, del Departamento de Economía de
la Universidad de Sonora, México, “Integración Regional en el Norte de México y con
mayor fuerza Grupos Empresariales”, se plantea que uno de los espacios en el cual se
presentan los actuales procesos de integración empujados por la globalización, es el que
conforma la confluencia del sur de Estados Unidos y el Norte de México. Indicadores de
uno y otro lado hacen evidente que allí se genera una fuente de energía económica y
social sin igual en el mundo. Sin embargo, lejos de fluir procesos que de una “subregión”
a otra se retroalimenten en una dinámica de complementariedad que permita a la parte
menos desarrollada tender a alcanzar los niveles de desarrollo de la parte desarrollada,
las asimetrías siguen existiendo y todo indica que a largo plazo se profundizarán. El Dr.
Vázquez estudia los orígenes, el desarrollo histórico, la situación actual y los perfiles de
los empresarios que se mueven en ese espacio, en el que sobresalen grandes
corporaciones internacionales de la minería, la maquila y la industria automotriz. Las
doctoras Marleny Cardona y Adriana Angel, del Departamento de Economía de la
Universidad EAFIT, Medellín, Colombia, analizan en “La Reflexibilidad de las Redes
como Construcción Social de la Cadena Productiva Industrial Colombiana” los ejes
fundamentales de la política industrial colombiana para el desarrollo sectorial. A través
de ella evoluciona la construcción de redes y encadenamientos productivos, el conjunto
7
de relaciones configuradoras de política sectorial con influencia en la capacidad
directiva, la organización de la producción y del trabajo, la relación entre los procesos
productivos, las relaciones internas y externas de la organización y las condiciones
tecnológicas de las empresas, en forma individual y colectiva. Para estas autoras la
política industrial varía de acuerdo al contexto en el cual se desarrolla porque debe
considerar la estructura productiva, los marcos regulatorios y las convenciones de las
regiones y naciones. Estas convenciones se expresan, por un lado, en los tipos de
organizaciones sectoriales y en la articulación proveedor-productor-comprador desde la
lógica territorial y, por el otro, en el carácter de la política industrial que resalta las
particularidades de cada sector para promover su desarrollo. La doctora Luisa Elena
Molina, del Centro de Investigaciones Agroalimentarias y del Instituto de Geografía de la
Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, en su trabajo titulado “Los Productores
de Arroz frente a la Apertura Comercial en Colombia y Venezuela”, discute las políticas
macroeconómicas y sectoriales de orientación neoliberal adoptadas por Colombia y
Venezuela desde 1989 y sus efectos sobre la actividad económica de ambos países,
incluyendo el sector agrícola. La drástica apertura comercial, a pesar de que los países
de la región cuentan con condiciones económicas y productivas diversas, ha
incrementado dentro de la zona de libre comercio diferencias en términos de producción,
empleo, posibilidades de inversión, disponibilidad de recursos técnicos, competitividad e
incluso seguridad. No obstante, la apertura y, por ende, la libre movilidad de bienes en el
ámbito de los países andinos, marca nuevas condiciones para las actividades
productivas y para las regiones y agentes vinculados a éstas. En este trabajo, la autora
reflexiona acerca de los efectos de la apertura sobre la producción y comercio externo
de un producto agrícola específico, el arroz, y sobre la participación de los agentes
vinculados a la producción (productores, empresas, organizaciones gremiales) en la
armonización de las relaciones de comercio externo durante los años noventa. En su
trabajo “Participación de los Sindicatos en la Integración Colombo-venezolana a partir de
1992”, la doctora Marleny Bustamante de Pernía, del Centro de Estudios de Fronteras e
Integración de la Universidad de los Andes, San Cristóbal, Venezuela, considera que la
participación de los sindicatos en los procesos de integración desde comienzos de los
noventa muestra un proceso de adaptación y transición propio del reacomodo que se
produce en el continente con la aceptación del neoliberalismo y de la integración abierta.
Por una parte, en el ámbito internacional se observa una creciente articulación y
organización que se evidencia en una mayor participación de las internacionales
sindicales en asuntos relacionados con la integración y la globalización y en la adopción
y seguimiento de las decisiones y acciones emanadas de éstas por las confederaciones
nacionales. Por otra parte, en el ámbito nacional se observa la pérdida de la capacidad
de negociación asociada a la disminución de la tasa de sindicalización y a la
fragmentación de la unidad de respuesta ante los empresarios. El objeto principal de
este ensayo es caracterizar el proceso de cambio que se está produciendo en el
sindicalismo a raíz de las transformaciones globales generadas por la integración para
derivar conclusiones sobre los sindicatos en la integración colombo - venezolana.
Por su parte, el magister Ronald José Blanco, del Centro de Estudios de Fronteras e
Integración de la Universidad de los Andes, San Cristóbal, Venezuela, en el ensayo
“Impacto del Proceso de Integración Económica Colombo-venezolana en el Sector
8
Industrial a partir de 1992 (Eje San Antonio-Ureña-Aguascalientes)”, realiza un estudio
empírico para evaluar los efectos de la integración en el parque industrial del eje
fronterizo señalado. El trabajo comprende una revisión del sector industrial, de sus
posibilidades de exportación, del estado de la infraestructura y los servicios, de las
inversiones y las facilidades crediticias, transferencias tecnológicas, alianzas
estratégicas, adquisición de insumos, aparición de nuevos mercados e instalación y
cierre de industrias. Este trabajo recoge los resultados obtenidos de la aplicación de 120
encuestas a pequeñas y medianas empresas fronterizas seleccionadas de un universo
de 455 establecimientos manufactureros que se encuentran en el eje mencionado.
Aunque este eje industrial se encuentra del lado venezolano de la frontera, el 53.3% de
los empresarios entrevistados es de esta nacionalidad y el 44.1% restante son
empresarios colombianos.
III Parte
La frontera mexicano-estadounidense y la integración regional
En su trabajo titulado “La Frontera México-Estados Unidos: Laboratorio de la Integración
Regional Hemisférica”, el doctor Juan Manuel Sandoval, del Seminario Permanente de
Estudios Chicanos y de Fronteras, Dirección de Etnología y Antropología Social del
Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, plantea que esta frontera se ha
convertido en un laboratorio de la integración-desintegración regional cuya dinámica se
empieza a extender a otras partes de México y del continente. Como zona de
“encuentro” sociocultural y económica entre norteamericanos y latinoamericanos, es la
frontera “interamericana” por excelencia, lugar apto para entender que es la integración
hemisférica, siendo frontera entre dos culturas y dos naciones claves en este proceso.
El magister José Antonio Trujeque, del Colegio de la Frontera Norte, Dirección Regional
Matamoros (México), en su capítulo “Ciudades Rotas. Las Ciudades de la Frontera Norte
de México en la Trayectoria de la Globalización”, se apoya en algunas de las
experiencias más recientes de la investigación urbana para entender las relaciones y
tensiones entre la globalización y el desarrollo urbano local. Trujeque considera que es
útil reseñar los contenidos esenciales de la investigación urbana comparada en el
contexto de la globalización y sus efectos y la participación de México en los circuitos
globales de la economía capitalista, que se realiza de forma súbita, sin una preparación
previa de la planta manufacturera nacional para adaptarse a las condiciones de
competencia mundial. En la medida en que sólo las ramas productivas de capital
intensivo y las de ensamble puedan soportar el ingreso a la economía globalizada, esto
implica un reordenamiento territorial que tiene en el crecimiento demográfico y
económico de la frontera norte uno de sus rasgos más característicos. Este escenario de
la globalización, vía el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN),
representa para las ciudades de la frontera noreste la posibilidad de que su base
económica se desarrolle en dos tiempos y ritmos distintos: las actividades fronterizas
pueden experimentar un despegue notable, mientras que las de tipo no fronterizo
seguirán dependiendo de eventos y situaciones de carácter nacional y regional.
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El magister Julio César Morales Cruz, de Universidad Autónoma de Ciudad Juárez,
Chihuahua, México, señala en su artículo “Cadenas Productivas y Empresas del Vestido
en Ciudad Juárez, Chihuahua”, que esta ciudad debe su dinámica económica
principalmente a las empresas maquiladoras que iniciaron sus operaciones a partir de la
puesta en marcha del Programa de Industrialización Fronterizo (PIF) en 1965. Estas
empresas, que realizaban actividades de ensamble de productos en las ramas de
electrónica, vestido y automotriz, con el paso del tiempo generaron la aparición de
talleres del vestido dedicados, por ejemplo, a la fabricación de uniformes industriales, los
cuales eran demandados por las plantas maquiladoras. A mediados de la década de los
ochenta, las presiones de la competencia mundial y la nueva división internacional del
trabajo modificaron el ritmo de crecimiento de las maquiladoras. Así es como, durante la
década de los noventa, Ciudad Juárez se convierte en la ciudad con mayor valor
agregado en cuanto a operaciones de maquila por la tendencia a ubicar plantas con
actividades más intensivas en conocimientos. De acuerdo a diversos factores analizados
en el ensayo, es posible concluir que ahora las empresas maquiladoras de prendas de
vestir buscan localizarse en zonas del sur de México, principalmente las que inician sus
operaciones.
El doctor Héctor Padilla, de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Chihuahua,
México, presenta en “Ciudad Juárez en los Noventa: el Contexto de la Gestión Urbana y
Ambiental” el proceso por el cual, al iniciarse las negociaciones entre México, Estados
Unidos y Canadá para establecer un Tratado de Libre Comercio, algunas voces
advirtieron que la homologación fiscal de la frontera norte de México con el resto del país
reduciría las ventajas competitivas de esa zona. Sin embargo, en Ciudad Juárez,
algunos hechos contradicen ese augurio. En los últimos cinco años, la industria
maquiladora ha continuado arribando a la ciudad, mientras que el comercio y los
servicios aumentaron. La población creció a un ritmo mayor que en la década pasada, al
grado de que, demográficamente hablando, una tercera parte de la ciudad apareció
apenas en este período. Esta situación repercute sobre la calidad de vida en la ciudad al
incrementar el nivel de las demandas sociales e intensificar el uso de los recursos
naturales. En este trabajo, el autor ofrece la posibilidad de aprehender los principales
elementos que influyen, tanto en la problemática ambiental, y en su evolución actual,
como en las posibilidades de acceder a nuevos márgenes de calidad de vida en una
ciudad fronteriza cuya dinámica socioespacial se orienta hacia la metropolización.
IV Parte
La integración fronteriza colombo-venezolana
Por su parte, la magister Raquel Alvarez de Flores, del Centro de Estudios de Fronteras
e Integración de la Universidad de Los Andes, San Cristóbal, Venezuela, en “La
Integración Fronteriza Colombo-venezolana. Situación y Perspectiva”, presenta una
visión según la cual, en la constitución de espacios de integración entre Venezuela y
Colombia, países con trayectoria integracionista de larga data, las relaciones históricas,
geográficas, comunicacionales y comerciales actúan a favor del reforzamiento de las
relaciones binacionales y fronterizas. Ambos países han establecido un esquema de
soluciones imaginarias, solidarias y colaborativas, privilegiando la cooperación sobre el
conflicto a fin de dar respuesta a distintos problemas comunes. A partir del análisis de la
10
región fronteriza de los Estados Táchira (Venezuela) y Norte de Santander (Colombia),
se plantea que por sus potencialidades naturales, vínculos históricos, geográficos y
culturales y su posición geoestratégica, esta región puede llegar a ser un ejemplo de
integración binacional, andina y latinoamericana.
El doctor Juan Carlos Morales Manzur, de la Sección de Integración Latinoamericana de
la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zulia, Venezuela, en
su artículo “La Integración Fronteriza Colombo-venezolana y sus Limitaciones:
Propuestas Político-económicas para Maximizar el Proceso”, afirma que en América
Latina, uno de los aspectos más urgentes, pero más difíciles de concretar, ha sido el de
la integración fronteriza. Ello se debe al escaso desarrollo que presentan esas zonas,
unido a una multiplicidad de aspectos políticos, económicos y sociales. Así, por ejemplo,
en el marco de la integración colombo-venezolana, no obstante los avances de los
últimos años y la pertenencia de ambos países a la Comunidad Andina, persisten graves
limitaciones que requieren la definición de estrategias políticas y económicas para hacer
más viable, praxiológicamente, el proceso.
En el trabajo de la licenciada Amanda Patricia Amorocho Pérez, de la Universidad
Industrial de Santander, Colombia, titulado “Política Social y Desarrollo en la Zona
Urbana Fronteriza de la Ciudad de San José de Cúcuta, Colombia,” la autora se
pregunta cuáles son las necesidades humanas fundamentales de la gente de frontera y
si es necesario un nuevo marco jurídico que permita plantear políticas sociales
binacionales para articular coherentemente esas políticas en ciudades de frontera. El
caso de San José de Cúcuta le permite afirmar que debe superarse el carácter residual
de las políticas sociales, entendidas como medidas para disminuir los costos generados
por el nuevo modelo económico. La forma en que se estructura la sociedad, el desarrollo
de prácticas institucionales que fortalecen o limitan la participación, el respeto de los
derechos humanos, la creación de posibilidades para que los ciudadanos desarrollen y
alcancen libremente el bienestar que ellos desean, son algunas estrategias que juegan
un papel clave en la cultura de la integración.
Para la magister Elizabeth Zamora Cardozo, de la Escuela de Sociología de la
Universidad Central de Venezuela, autora de “La Vida en la Frontera Colombovenezolana San Antonio-Ureña-Norte de Santander,” la franja fronteriza colombovenezolana debe ser entendida como un espacio pluricultural caracterizado por los
diferentes grupos que constituyen cada una de las regiones que lo componen. Al
observar la frontera de manera vertical, prevalece cierta diversidad regional y grupal
conformada por criollos e indígenas, que revela la diferencia idiosincrática existente, por
ejemplo, entre un wayuu y un llanero, un andino y un nativo del Amazonas. Además se
observa que las regiones culturales se prolongan de un Estado nacional a otro, con lo
cual la interacción cultural desdibuja el límite geopolítico. De esta manera, la frontera da
lugar a especificidades y la idea de integración binacional puede ser entendida en dos
vertientes: por un lado, el intento de los estados concurrentes de elaborar estatutos en
pro de la integración y, por otro, la integración generada de manera espontánea por
parte de los conglomerados sociales fronterizos. Esta última se expresa a través de lo
que la autora denomina simbiosis social fronteriza, aunque también existe un
11
antagonismo social de frontera cuando el beneficio de un grupo se constituye en
detrimento de otro.
No podemos concluir esta introducción sin manifestar nuestro agradecimiento a quienes
hicieron posible este libro. En primer lugar, a los ponentes y participantes en los tres
seminarios internacionales en San Cristóbal, Venezuela, (1998) Ciudad de México,
México, y Mérida, Venezuela, (1999), quienes nos ayudaron a reflexionar sobre un tema
tan complejo como el que atrae nuestra atención. Así mismo, a los organismos que
financiaron estas reuniones, el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCHT),
el Centro de Fronteras e Integración (CEFI) y la Facultad de Ciencias Económicas y
Sociales (FACES) de la Universidad de Los Andes y FUNDACITE-Táchira, en
Venezuela, y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en México, y a todos
aquellos que financiaron la participación de miembros del proyecto colectivo, como la
Universidad EAFIT de Medellín, el Instituto de Fronteras de Cúcuta y la Universidad
Francisco de Paula Santander, en Colombia. Por último, también al Consejo de
Publicaciones de la Universidad de Los Andes-Venezuela, en la persona de su
secretario ejecutivo, a la Coordinación Nacional de Difusión y a la Coordinación de
Antropología del INAH por haber creído que nuestras ideas merecían ser presentadas a
consideración de los lectores bajo la forma de un libro, y finalmente, a María del Carmen
Hernández Flores y Alma Carmona Villamar, de la Dirección de Etnología y Antropología
Social del INAH, por la captura y formato de este libro.
Mtra. Raquel Álvarez de Flores,
Dra. Rita Giacalone,
Dr. Juan Manuel Sandoval
12
I PARTE
LAS REGIONES DE FRONTERA Y LA INTEGRACIÓN REGIONAL EN LAS
AMÉRICAS
COMPETITIVIDAD Y DESARROLLO REGIONAL EN EL CONTEXTO DE LA
INTEGRACIÓN ECONÓMICA
Carlos Alberto Montoya Corrales
INTRODUCCIÓN
En la actualidad, tratar de exponer el contenido planteado en esta ponencia puede
representar para muchos un análisis conceptual obvio y sencillo; sin embargo, estoy
convencido que al tener el honor de participar en este importante seminario internacional
organizado por las universidades de INAH (México) y de los Andes (Venezuela), acerca
de “ Globalización, Integración y Fronteras en América Latina“, enfocaré algunas
perspectivas que inciden en la complejidad del tema, particularmente teniendo en cuenta
limitaciones que han afectado la unidad económica en las últimas décadas y los serios
desafíos internacionales de diversa índole presentes en el momento.
Quisiera comenzar con una formulación típica que estoy seguro que para todos ustedes
resulta común, pero que pocos se han detenido a evaluar las implicaciones que trae
consigo su adopción: “El desarrollo creciente de la globalización de la economía mundial
y el acelerado proceso de formación de bloques económicos constituyen los principales
argumentos en favor de una política de liberalización económica que permita a los
países de la región una mayor inserción a la economía mundial”. Esta formulación, o sus
similares, se ha usado en el discurso oficial como justificante en buena parte de las
estrategias que actualmente se impulsa en las economías de la región; v.g. apertura
económica, privatización, liberalización del funcionamiento de los mercados, estrategias
hoy día aplicadas a ultranza en América Latina.
Sin embargo, una aproximación general al tema acá propuesto permite destacar por una
parte los perfiles que, a mi juicio y de otros colegas, son más relevantes en el contexto y,
13
por otra, aquellos contenidos de esta tendencia respecto a los cuales se hace necesaria
una revisión crítica de las opiniones dominantes.
Una aclaración previa que me parece pertinente se refiere a la necesaria cautela con la
que se debe acompañar todo tratamiento de los temas acerca de competitividad,
globalización e integración, dentro de los cuales son muchos e importantes los
contenidos desarrollados, como son muchos también los usos interesados que particularmente en América Latina- se han hecho de estos conceptos. A esta situación
se agrega el desconocimiento u omisión que la referencia a estos temas registra en
tanto es evidente el carácter amorfo de la competitividad, lo inacabado de la
globalización y de las tendencias que la acompañan y lo imperfecto de los procesos de
integración económica en América Latina. Por todo ello, los balances definitivos, los
juicios certeros y las predicciones confiables pierden sustento ante un escenario regional
que aún está lejos de mostrar la verdadera fuerza y la capacidad de responder a los
actuales perfiles.
En este sentido, cuanto más rápidos y profundos sean los cambios y cuanto más se trate
de procesos que aún están en pleno desarrollo, más cuidadosas deben ser las
reflexiones que a partir de ellos se formulen y, con mayor razón, esas reflexiones
deberán ser ubicadas como hipótesis de trabajo que la propia realidad se irá encargando
de rebatir o confirmar. Bajo este principio, espero que sean entendidas las formulaciones
que a continuación se presentan.
MARCO CONCEPTUAL
En términos generales, debemos tener presente que los procesos de integración,
globalización y aquellos orientados al desarrollo de estrategias competitivas, no pueden
ser objeto de una consideración finalista y homogénea en el mundo contemporáneo. Las
experiencias conocidas en la historia moderna como “revolución industrial” y
“desarrollismo”, prevalecientes en gran parte en los siglos XIX y XX, se enfrentan en las
últimas décadas con realidades “pre-industriales” y “post-industriales” que inyectan
complejos factores a la convivencia humana en sus diversos escenarios, lo que
constituye un adecuado antecedente frente a las diversas manifestaciones de las que se
desprenden todo tipo de consideraciones causalizantes y finalizantes, tal como acontece
con los temas centrales de esta exposición.
Si bien no se puede negar que la “aceleración histórica” propia de las últimas décadas
ha gestado una desconocida e imprevista “planetarización” que pese a factores
centrífugos y antitéticos parece obligar a vivir en función de los determinantes de una
economía mundial globalizada e integrada, la coexistencia de diversas realidades
subraya cada vez más que el denominado desarrollo económico no se sobrepone a
determinados factores históricoculturales. De esta manera podemos visualizar los
contenidos presentes en las perspectivas de desarrollo regional expuestas a través de
los esquemas de globalización, integración y desarrollo competitivo.
En primer lugar, es evidente que la globalización se ha convertido en un tema de uso
obligado en las referencias al entorno mundial y al funcionamiento de la economía
internacional, tanto en los análisis académicos como en los documentos de gobiernos y
14
de organismos internacionales. Sólo que los contenidos esenciales de la globalización
son soslayados por percepciones sesgadas e interpretaciones interesadas de la
realidad, siendo en gran medida una tarea pendiente la distinción entre unos y otros de
esos elementos, tarea particularmente necesaria en América Latina, dada la fuerza que
en la región ha adquirido lo que Orlando Caputo, en su escrito sobre “Economía mundial,
crisis, contradicciones y límites del proceso de globalización”, califica como “la
idealización del proceso de globalización.”
Una aproximación a esta referencia constituye la reciente popularidad del concepto
globalización y su uso indiscriminado para remplazar el término internacional. La razón
es que, por lo menos en los Estados Unidos, “internacional” ha pasado a significar la
diferenciación, hoy pasada de moda, entre operaciones nacionales y no nacionales.
Parece que todo el mundo quiere una estrategia de globalización en lugar de estrategias
de internacionalización, las cuales han profundizado la diferenciación.
No obstante, como resultado del uso extendido del término “global”, de un lado nos
estamos privando de la capacidad de distinguir los diversos tipos de estrategias
mundiales y sus implicaciones en el desarrollo local y regional; además, y lo más grave,
es que a los ejecutivos les será más fácil engañarse pensando que tienen o enfrentan
una estrategia que es global si no se cuidan de precisar qué es lo que llaman una
estrategia mundial.
De otro lado, se estaría haciendo omisión de las expresiones más elocuentes, en el
ámbito económico, de la llamada globalización. Al respecto, valga contraponer
consideraciones acerca del fenómeno de la globalización con su mismo entorno,
caracterizado por la profundización de la diferencia, tal como se deriva de la
materialización más evidente que resulta de la dinámica de producción y consumo, así
como de la forma de concentración de las diversas manifestaciones del capital.
De ahí se desprende una pregunta clave para determinar los contenidos y límites de
este fenómeno. ¿constituye la globalización un fenómeno que permite la
homogeneización de las condiciones nacionales de funcionamiento del capitalismo, ante
la igualación en el comportamiento de las distintas categorías: tasas de ganancia, tasas
de interés, salarios, etc.?
En este sentido, si la pregunta es correcta, habría que rechazar la globalización, al
menos en la forma en la que es utilizada en nuestra región, como argumento para
justificar las políticas antes mencionadas. En el funcionamiento actual y previsible del
capitalismo no ocurrirá una homogeneización como la ya mencionada.
Quizás, y adelantando un poco las conclusiones, el interés en postular a la globalización
como un proceso de igualación (que obviamente sería una igualación hacia arriba) por
parte de los gobiernos de los países en desarrollo, lo constituye el hecho de contar con
un simple razonamiento que les permita justificar el camino que proponen; un camino en
el cual toda economía abierta y con sus mercados funcionando sin intervención estatal
tiene como destino natural el logro de un funcionamiento semejante al del capitalismo
15
desarrollado. Para nosotros es claro que el concepto globalización, si está
adecuadamente construido, no debe suponer un proceso de igualación del
comportamiento de las distintas categorías económicas que operan a nivel de la
economía mundial; por el contrario, en la construcción se debe asumir la existencia de
procesos en los cuales la mayor homogeneidad de algunas categorías se va logrando a
costa de la mayor heterogeneidad en otras, como ocurre, por ejemplo, con la
profundización de las diferencias nacionales de salarios entre los países de capitalismo
desarrollado respecto a los de capitalismo atrasado, al igual que con la capacidad de
concentración de riqueza y mercado de las grandes empresas transnacionales frente a
las Pymes, en los países menos desarrollados.
En este sentido, el uso del concepto globalización no debería suponer una anulación del
desarrollo desigual entre regiones y países, en la medida en que dicho desarrollo
desigual responde a determinaciones que van más allá de las formas específicas
asumidas por el despliegue del capital, ya que están vinculadas, como lo afirma la
corriente marxista, a la existencia misma del capital como relación dominante, en este
caso a los vínculos entre
países.
A otro nivel, y considerando otro de los conceptos que configuran esta exposición, la
competitividad, es claro que la globalización, lejos de anularla, la acrecienta.
Particularmente, el ritmo de expansión de competencia de capitales en la medida en que
es expuesta al ámbito mundial presiona mayormente la disponibilidad y el uso de los
mismos.
De ahí que la brecha entre países desarrollados y no desarrollados tienda a
profundizarse, salvo la presencia de los Estados y el propósito de garantizar la dinámica
de los capitales al interior de las economías. Condición esta última que parece apartarse
de la realidad, si se considera cómo el énfasis en la globalización se acompaña
precisamente de un énfasis por la desestatización y la puesta en escena de los agentes
económicos privados como garantes del mayor desarrollo dentro de las naciones.
Estas consideraciones no apuntan a desconocer la importancia y las múltiples
manifestaciones de la globalización económica; sólo pretenden ubicar esta tendencia de
la economía mundial en su justa dimensión y, con ello, despojarla de varios de los
contenidos que le han sido asignados. Desde luego que ésta no es una labor fácil,
máxime si se considera que estamos en presencia de un fenómeno que está lejos de
haber adquirido rasgos definitivos que permitan su identificación certera. De ahí que su
descripción responda a sus manifestaciones más evidentes.
Al respecto, valga considerar tres contenidos que, a mi juicio, constituyen parte
fundamental del análisis de la globalización: uniformidad, linealidad e imperatividad. En
lo que a la uniformidad se refiere, tal como se planteó anteriormente, se asume a la
globalización como medio a través del cual es posible uniformar el sistema capitalista en
16
todos sus aspectos; lo que indica la desaparición de especificidades, la igualación de
fuerzas productivas e igualación del sistema de valoración, al igual que la adopción de
comportamientos únicos y mundiales, lo cual evidencia estar en presencia de un
fenómeno que borra la esencia misma del sistema capitalista: el desarrollo desigual.
Esta característica se encuentra íntimamente asociada a la de linealidad. La
globalización se ubica como un proceso básicamente exento de contradicciones y a
través del cual se logra ir materializando un ambiente de permanente armonía entre
países y al interior de cada uno de ellos. En el implícito, dos implicaciones frente a las
cuales se oponen múltiples evidencias.
La primera, la capacidad reguladora del mercado y su poder para ordenar la sociedad y
ubicarla en estadios de desarrollo mayores y, la segunda, la desaparición de las
contradicciones dentro del funcionamiento del sistema capitalista mundial; algo así como
negar la redefinición de estrategias de vinculación de los países mayormente
desarrollados o el desarrollo previsible de los bloques económicos y la agudización de la
competencia entre países y regiones.
Finalmente, la imperatividad de la globalización, ésta surge de la concepción de ser ella
misma, la globalización, una realidad, de donde se desprende la adopción de patrones
de desarrollo global, con independencia de las formas de funcionamiento regional y
local; así mismo desconociendo las posibles incompatibilidades entre las estrategias de
desarrollo expuestas a estos niveles, tal como ocurre con las nuevas formaciones
geoeconómicas y geopolíticas, de las cuales se desprenden todo tipo de desafíos con
respecto a los rumbos de las economías nacionales y las formas de inserción a la
economía mundial.
En síntesis, son diversos los contenidos y complejos los retos que encierra la
globalización, hoy puesta en un lugar privilegiado en el discurso de políticos,
economistas, ideólogos y futuristas, los cuales guardan en común el dominio de un
discurso fácil y poco consecuente con las reales necesidades de transformación dentro
de la región latinoamericana.
Precisamente en este escenario de transformaciones surge el reto de la integración
económica vista por no pocos agentes económicos y políticos como un proceso
conducente a garantizar estadios de bienestar mayores al interior de las economías que
se integran. En este caso proliferan argumentos asociados a la ampliación de los
mercados y las posibilidades de complementación de actividades por parte de los
diferentes países. No obstante, el tratamiento que ha de dársele al tema de la
integración deberá consultar los elementos constitutivos que garantizan resultados
favorables de la integración. Estos, sin duda alguna, deberán pasar por la consulta de
las condiciones particulares de las economías, el alcance de las metas propuestas y el
grado de sujeción a la estrategia de integración.
En este sentido se requiere de una concepción de la integración más compleja, cuyo
énfasis sea puesto en los problemas de interdependencia que enfrentan los países a
nivel regional y mundial. Una concepción que devele las más variadas contradicciones
17
que emergen de los procesos de integración, además de la permanente consulta por la
realidad económica, social y política de las naciones comprometidas, lo que bien podría
representar el mayor aporte al estudio de la realidad latinoamericana.
Un enfoque con estas características no pretende escapar de los presupuestos
necesarios que requieren las iniciativas integracionistas, mucho menos considerar que
los contenidos se aíslen de los enfoques tradicionalmente expuestos. Pero sí, contrario a
éstos, a través de éste es posible adoptar una postura y una práctica de tipo dialéctica
respecto a la dinámica de transformación de las economías, una postura crítica respecto
a los contenidos asociados a la descripción de los procesos de integración y sus
implicaciones para las sociedades latinoamericanas.
Esta concepción metodológica permitiría develar el alcance que registran aquellas
presentaciones referidas a la construcción de un modelo utópico de sociedad, política y
sistema internacional, posible de alcanzar a través de procesos como la integración
económica.
Los contenidos que aglutina el desarrollo de esta concepción, como las implicaciones
que de la misma se derivan, se podrían señalar a través Marcos Kaplan y su percepción
metodológica acerca de la interpretación del desarrollo de las sociedades:
“El modelo utópico muestra la historicidad, la contingencia y la precariedad de las
estructuras y sistemas existentes. Desnuda y revela las ideologías justificatorias.
Fundamenta una recusión de la racionalidad dominante. Favorece la formulación, el
balance y la confrontación de distintas posibilidades. Perfila una apertura hacia lo
posible. Permite saber mejor hacia dónde se quiere ir a partir de la situación actual.
Hace creíble la factibilidad de cambios profundos y duraderos. Incorporado a las
conciencias y a las prácticas colectivas, genera una fermentación que corroe y disuelve
las viejas formas, caducas pero efectivamente obstaculizantes. Ilumina las trabas y los
sufrimientos, que se vuelven insoportables en la medida en que dejan de parecer
normales e insuperables. Encarna la razón en la historia viva a la que
acelera...”1(Kaplan, Marcos, 1979)
Aunque menos comunes, los desarrollos conceptuales vinculados a este enfoque, la
presencia de estudios referidos a las experiencias de la integración, particularmente en
la región latinoamericana, en los cuales es marcada la constante ineficiencia de los
procesos de cooperación a nivel regional y subregional hasta principios de los noventa,
abren paso a una serie de reflexiones que pretenden incorporar variables cuya
transcendencia revela el carácter dialéctico de este proceso.
La vinculación de factores geoeconómicos, geopolíticos, las limitantes estructurales
presentes en cada una de las naciones comprometidas, el marginamiento de los
circuitos de comercio mundial, entre otros aspectos distintivos del desenvolvimiento de
las naciones, guardan una amplia relación con lo que desde este enfoque permite hablar
de estar en presencia de unos procesos de integración imperfecta.2
Se destacan bajo este enfoque los trabajos realizados por Carvajal (1993), y Garay
(1994), quienes apuntan a identificar el escenario complejo y los retos de la integración a
18
partir de la experiencia en otros períodos y las garantías de transformación de acuerdo a
las características estructurales de los países.
En este sentido cobran fuerza la imperfección de las economías de cada uno de los
países de la región, el carácter asimétrico de su expansión, los niveles de
“autodeterminación”, el grado de inserción a los mercados internacionales, los cuales
remiten a evaluar el manejo de la práctica de la integración en la región y a identificar la
viabilidad del diseño de sus políticas en una región caracterizada por los permanentes
desequilibrios.
Así, estos elementos introducen no sólo conceptos que hasta entonces omiten las
descripciones tradicionales sobre el comercio internacional, la integración económica y
desarrollo económico, sino que inducen la incorporación de nuevos contenidos
estratégicos que hagan más relevante la promoción de estrategias dentro de la región.
El contexto sobre el cual se definen estos contenidos consulta las grandes tendencias y
transformaciones que se presentan en la economía mundial.
En este sentido, los contenidos de este tipo de estrategias demandan la superación de
obstáculos antiintegracionistas que hagan posible el fomento de la integración. En otras
palabras, las ventajas atribuidas a la cooperación e integración económica regional
deberán pasar por la consulta de fuerzas económicas poderosas que dificultan la
consolidación de estos propósitos. Entre otros aspectos, encontramos:
2
Una sugestiva utilización del término integración imperfecta presenta Paul Krugman
(1991), quien, refiriéndose a la economía mundial, afirma: “ La integración imperfecta es una
denominación de doble sentido destinada a explicar las clases de imperfecciones sobre la forma
como están relacionadas las economías. En primer lugar, existe el grado imperfecto o limitado en
que los países están relacionados económicamente, es decir, no vivimos en un mundo en el que
todos los bienes, servicios y factores de la producción se mueven libremente a través de las
fronteras nacionales; tampoco nos estamos moviendo de manera rápida para llegar a ese mundo,
a pesar de la retórica a la que tienden los economistas especializados en economía internacional
y otros. Por otra parte, la integración que tenemos, no siempre no funciona tan bien como
podemos imaginar o esperar. Frecuentemente, los flujos internacionales de bienes y de factores
de la producción no se comportan de manera armónica y eficiente como a los economistas les
gusta suponer. En cambio, los mercados internacionales son imperfectamente competitivos,
están caracterizados por brindar información imperfecta y en algunos casos, se puede demostrar
su ineficiencia".
RIGIDEZ DE LOS MERCADOS
En este sentido, los grandes avances en materia de apertura económica constituyen una
excelente respuesta de la región a los fines integracionistas. Igualmente, el
establecimiento de una política comercial más activa y con resultados, como el Arancel
Externo Común (AEC) al interior de programas subregionales (Caricom, Grupo Andino,
Mercosur) si bien resalta el énfasis en el comercio preferencial, constituye una prueba
19
del énfasis puesto en el desarrollo del comercio intrarregional y las posibilidades de
avanzar hacia mercados más amplios.
No obstante, la reiterada presencia de desequilibrios macroeconómicos (México,
Venezuela, Brasil, Colombia) y su directa vinculación a problemas comerciales coloca en
las medidas restrictivas nuevos obstáculos a los procesos de integración. Situación que
se acrecienta ante el reforzamiento de medidas no arancelarias ampliamente difundidas
y que traen como consecuencia el incumplimiento de compromisos internacionales, que
ponen en peligro la existencia y profundización de los sistemas de integración
subregionales.
Desde otro frente de análisis, si se acepta que la liberalización comercial y los tratados
de integración mueven relaciones entre los estados y propician grandes
transformaciones que imprimen mayor coherencia a las economías inscritas en la lógica
de los mercados, existe una variedad bastante amplia de factores que no están
claramente establecidos en las relaciones intra e interbloques.
Son evidentes las dificultades en regiones como la de América Latina, derivadas del
neoproteccionismo, el desarrollo científico técnico, la rigidez de los mercados de
tecnología y, en general, de los mercados de capitales, la protección y la transferencia
de innovaciones, que impiden aún más ampliar las estrategias de cooperación e
integración a niveles superiores a los del libre comercio.
Al respecto caben las preguntas, cuando se alude a los fenómenos recientes de la
economía mundial y regional y el Nuevo Orden Económico Internacional: ¿Acaso los
países de América Latina han elaborado y evaluado propuestas que les permitan
superar los obstáculos mencionados? ¿Qué alcance revisten los nuevos procesos
integracionistas? ¿Qué contenidos respaldan el paso de un proceso de
internacionalización de sus economías hacia la globalización?
Son muchos los interrogantes y no pueden encontrar su respuesta en argumentos
referidos a simples situaciones deseables, carentes de transformaciones al interior de
cada nación estado, que no promuevan las bases de unas economías modernas y la
reacción de los agentes nacionales a los procesos de cooperación, integración y/o
globalización.
EL DESEQUILIBRIO PRODUCTIVO
Particularmente, las limitaciones que enfrenta la actividad industrial han constituido a lo
largo de los procesos de integración regional un motivo de promoción de variadas
estrategias. A través de la integración se han intentado diversas fórmulas para llevar a
cabo programas de industrialización conjunta que hagan posible una mayor
racionalización de las industrias existentes y la creación de nuevas industrias, aspectos
éstos no siempre afortunados en los procesos de integración llevados a cabo en los
países de la región.
20
En este sentido, la experiencia vivida en la región deja en su balance la lección de que
integración económica debe incluir el diseño de estrategias que, en lo posible,
favorezcan a los que se definen como sectores sensibles y estratégicos. La ausencia de
fuerzas equilibradoras, las oscilaciones en el flujo de inversión extranjera, los límites a la
incorporación tecnológica y a la generación y/o absorción de ahorro implican la
“promoción” por parte del Estado de políticas que desde diversos frentes y orientaciones
minimicen los costos o los impactos negativos de la integración.3
Esta situación guarda correspondencia con la definición de la integración como proceso.
La necesidad de dar cumplimiento a un cronograma acepta una fase de acomodamiento
a las nuevas condiciones derivadas de los fines de cooperación e integración.
A un nivel más particular y haciendo referencia a los retos del sector industrial, la
diferenciación en términos de los proyectos referidos a la industria existente y a la nueva
industria, resulta determinante. En lo que a la industria existente respecta, es clara la
necesidad de adopción de políticas de “especialización intraindustrial” que permitan la
mayor concentración de los esfuerzos de producción, tecnología, competencia y
exportación. Estrategias que cobran fuerza al momento mismo de establecer políticas
comerciales comunes entre los países asociados.
Por su parte, las estrategias referidas a la creación de industria involucran niveles de
complejidad mayores. Los aspectos vinculados a la ubicación geográfica de las nuevas
inversiones, los productos y criterios de producción a ser programados, la definición de
mercados objetivos exigen la promoción de actividades de gestión que van más allá de
la organización del proceso productivo y el aprovechamiento de ventajas comparativas.
Al respecto, el manejo de información sectorial y de mercados, tanto en los países que
conforman el “mercado ampliado” como a nivel institucional, soportan la selección y
programación de las actividades.
LA EXISTENCIA DE UNA “HETEROGENEIDAD ESTRUCTURAL”
La presencia de una heterogeneidad estructural en la región es en parte resultante de
una penetración desigual de la tecnología y recursos en los distintos sectores y en
diversas actividades, lo que se traduce en una heterogeneidad de recursos productivos
entre los países y el predominio de la competencia oligopólica en no pocos sectores,
tanto al interior de las economías como en los mercados intrarregionales.
Estos elementos, si bien no son patrimonio de las economías latinoamericanas ya que
están presentes en el contexto internacional, han modificado el cuadro de la economía
regional e impuesto la necesidad de políticas económicas activas. Obviamente, estas
demandas resultan más complejas y exigentes al momento de buscar su coherencia con
los cambios en los patrones de comercio registrados en los últimos años y en sus
segmentos más dinámicos (v gr. predominio de la actividad de servicios y la creciente
participación en la producción industrial de la maquinaria y equipo de transporte).
Con respecto a estas realidades, el tratamiento de los problemas del desarrollo
vinculado a enfoques sectoriales implica la definición de sectores estratégicos que
21
fomentan la competitividad de las unidades de producción en razón de las
externalidades globales que puedan generar.
De otra parte, en lo que a la transmisión de tecnología y flujo de capitales se refiere, es
cada vez más importante el protagonismo de las firmas multinacionales y su rápido
proceso de expansión sustentados en las mejoras en la capacidad tecnológica: el
aprendizaje, el diseño, la innovación, el uso de nuevos materiales y las externalidades
generadas por los encadenamientos tecnológicos, realidades éstas que colocan nuevos
contenidos a la competencia y, por ende, al desarrollo estratégico de las naciones.
EL PROBLEMA DE LA DEPENDENCIA
Si bien, en la mayor parte de los estudios recientes acerca del desarrollo
latinoamericano, el problema de la dependencia ha desaparecido o, en el mejor de los
casos, ha pasado a ocupar un lugar secundario, éste no es más que el resultado de un
olímpico desconocimiento de la influencia de este fenómeno en las transformaciones
recientes de la economía mundial y regional.
Este vacío no sería problema si no guardara correspondencia con la enorme distancia
que hay entre los caminos normativos postulados para dar respuesta a las cambiantes
condiciones de la economía mundial y las eventuales respuestas que emanan de países
como los latinoamericanos, lo que le imprime un carácter ambiguo y una postura
idealizada frente al devenir de las economías.4
Estas orientaciones son comunes al tema de la integración. La integración económica,
se afirma, debe considerarse como un proceso “ normal” que obedece a las leyes y
funcionamiento de la economía mundial, tal como se observa a partir de la construcción
de nuevos escenarios en el territorio europeo.
Este tipo de argumentos es incompatible con el punto de vista que sostiene que los
procesos de integración son una función de la tendencia hacia la consolidación
estratégica de núcleos de poder, como es el caso particular de Estados Unidos en el
territorio americano.
Desde este punto de vista, el proceso de integración no depende directamente el uno del
otro, ni el primero es causa del segundo, o viceversa. Las implicaciones de estas
orientaciones son evidentes. La primera concepción borra la diferenciación de las partes
constituyentes de la economía mundial. La segunda totaliza la dinámica del movimiento;
en ella se supone que lo externo (la orientación de la economía norteamericana) ordena
las relaciones económicas y políticas en los países de su influencia, como bien parece
desprenderse del siguiente planteamiento:
“Dentro de la reconformación del espacio mundial en nuevos bloques económicos o
áreas comerciales en competencia, las iniciativas promovidas por el gobierno de
Estados Unidos buscan desempeñar de facto un rol definitivo en la definición del arreglo
hemisférico americano. Las iniciativas Brady y Bush para las Américas, pretenden ser
22
erigidas como catalizadores e hilos conductores del proceso de cooperación y de
integración bi y multilateral entre países o grupos de países de América Latina. No de
otra manera se explica la proliferación de modalidades y de grados de cooperación bi y
multilateral que han venido observándose entre países o grupos de países
latinoamericanos en los últimos años,...” (Garay, L. , 1994).
No obstante las dificultades que estas posturas presentan, es posible extractar de ellas
elementos determinantes en la comprensión de los procesos de transformación de la
región. Si bien el concepto de economía mundial o regional deberá estar presente en la
interpretación, su pertinencia se vincula a la de “proceso” que permite incorporar a los
diferentes Estados-nacionales como unidades que interactúan dialécticamente en la
conformación de una unidad estructurada y jerarquizada. Esto constituye el elemento
definitorio en la forma de interpretación del papel que juegan las economías en el
proceso complejo de integración.
En este sentido se hace comprensible que la interpretación que se dé a la integración
latinoamericana contemple de manera analítica el carácter de dependientes que
mantienen las economías de la región. Bajo esta característica caben diversas
manifestaciones que moldean el proceso de integración: dependencia financiera y
tecnológica, dependencia comercial y dependencia política, máxime si se considera el
grado de influencia que el estado del Norte registra frente a las formas de organización
de las naciones de América Latina.
Como consecuencia de lo anterior, el efecto modernizante y el cambio en las estructuras
productivas vinculadas a los procesos de integración ciertamente no son tan claros. De
ahí que obviar estos escenarios de dependencia o que la integración vaya a suponer la
demolición de los atavismos, constituya un esfuerzo orientado a hacer esos atavismos,
todavía más atávicos.
La recurrencia con la cual estos escenarios de dependencia emergen en el largo plazo y
sus consecuencias frente a las necesidades de desarrollo obligan a los países a
incorporar estrategias de negociación que involucren el movimiento de políticos,
economistas, intelectuales y líderes sindicales, entre otros actores sociales, capaces de
articular condiciones históricas y la trama de intereses, en el reordenamiento de las
economías en el marco de la integración.
Bajo estas consideraciones, si bien los diferenciales en el nivel de desarrollo se
constituye en motivación y justificación para la integración, no puede obviarse que estas
tentativas integracionistas parten de un atraso y de una dependencia seculares que
tienden a agravarse en el momento mismo de comenzarla.
A manera de síntesis, los proyectos de integración regional deberán partir del
reconocimiento de niveles de contradicción entre el proyecto de región integrada y la
heterogeneidad de las naciones con enormes diferencias de estructuras, tendencias y
orientaciones, posibilidades y perspectivas, las cuales se manifiestan en el predominio
de los factores de competitividad sobre los de complementariedad, al momento de
23
establecer vínculos comerciales con países desarrollados; la falta de tradiciones,
premisas y mecanismos de cooperación; el peso de los obstáculos geográficos, las
carencias infraestructurales, las diferencias ideológicas, políticas e institucionales, todo
lo cual refuerza aún más la oposición abierta a las concepciones lineales que,
desconociendo estas realidades, presentan a la integración latinoamericana como una
panacea que por sí misma y de modo automático promueve el crecimiento, la
modernización y el bienestar dentro de la región.
AUSENCIA DE BIENESTAR
Si bien, entre los efectos atribuidos a la integración económica se menciona el aumento
del bienestar en los países comprometidos, tal formulación resulta apriorística. El posible
efecto sobre el crecimiento de las economías, resultante de la ampliación de los
mercados, no necesariamente aumenta el bienestar.
El bienestar no depende sólo del crecimiento. Se funda igualmente en las fuerzas
dinámicas que surgen en las sociedades bajo la forma de impulsos por mejorar las
condiciones de vida. En otras palabras, el incremento del producto deberá ser el
resultado de uno nuevo que se distribuye entre la población. Si el producto que genera la
acumulación permanece concentrado en manos de pequeños grupos dirigentes, el
proceso tiende a alcanzar un punto de saturación.
Esta acotación resulta importante si consideramos que es precisamente el bajo nivel de
bienestar social el problema a atacar si se quiere garantizar “ a través de estrategias de
integración” unas economías más modernas.5
Por otro lado, la puesta en práctica de los procesos de integración debe ir acompañada
de estrategias que hagan posible que los ingresos de los pobres aumenten más
rápidamente que el ingreso promedio de los países, de lo contrario, a los antes
mencionados efectos de marginamiento de los países, resultantes del juego de poderes
en la integración, estaríamos sumando un mayor marginamiento (el de la mayor parte de
la población latinoamericana).
Sin pretender colocar una solución de plano, es claro que los procesos de integración
deben involucrar una doble estrategia. Por un lado, una estrategia internacional de
cooperación que considere los terrenos económico, político, social y cultural en el ámbito
internacional. Y por otro, dentro de la estrategia nacional, la superación de la pobreza
deberá sustentarse en la concertación de amplios pactos sociales que deberán
considerarse como un fin de carácter permanente. Vista así, la estrategia de integración
no será concebida como algo idealizado (o, por el contrario, como algo técnico), sino que
se trataría de estrategias concebidas de manera audaz y sugerente.6
A manera de conclusión, la escasa consulta, cuando no desconocimiento de estos
obstáculos antiintegracionistas, es evidente que ha conducido a un enorme vacío
interpretativo para poder explicar la viabilidad de la integración económica actualmente y
24
los escasos logros en la promoción e implantación de las variadas estrategias de
cooperación registradas en la región latinoamericana.
Quizá la incorporación de este tipo de elementos pueda constituir una primera
aproximación para iniciar un proceso investigativo de tipo prospectivo acerca de la
integración en los países de la región. Sólo así será posible mejorar los procesos
decisorios y la formulación de políticas a partir de una imagen deseable del futuro cuya
construcción, evidentemente, se inicia en el presente.
Una visión y un enfoque prospectivos de la integración que consulta este tipo de
elementos sería una herramienta coherente y globalizadora que facilitaría hacer de la
integración económica una estrategia eficaz de modernización de las economías. A su
vez permitiría tomar decisiones correctas en el plano interno y externo, relacionadas con
el proceso de internacionalización, con la integración política y económica con otros
países o bloques, de acuerdo con las demandas del nuevo orden económico
internacional.
25
NUEVAS REGIONALIZACIONES: EL ECOTURISMO CULTURAL DE MUNDO
MAYA Y EL ISTMO DE TEHUANTEPEC
Jesús Antonio Machuca Ramírez
INTRODUCCIÓN
La actual transformación de los parámetros espacio-temporales que resultan del proceso
de globalización, tiene entre sus consecuencias una modificación del referente territorial
que tradicionalmente ha significado un medio de control y sentido de pertenencia, lo cual
adquiere nitidez histórica en el proceso de configuración del Estado-nación.
El referente espacio-temporal más reciente que ha permitido justificar la propia idea de la
desterritorización, es el de una concepción del espacio que se organiza en función de
redes y flujos (Hannerz, 1983) (Sloterdijk, 1999). Ello implica una relación entre un
conjunto de elementos que expresan la unidad o articulación en un sistema, es más
importante y determinante que su referencia a un soporte territorial dado, siendo
constitutiva de un espacio construido en términos de un sistema de comunicación con
conexiones distantes, lo cual implica el desbordamiento del propio concepto de territorio
y región.
De ser la base de la organización económica política y cultural y el sentido raigal de la
identidad nacional, el territorio deviene en función de la propia organización de los
elementos que lo producen. Esto es particularmente importante en el caso de los
procesos de integración que se experimentan en América Latina: regionalmente, una
articulación binacional puede ser más significativa en términos del mercado o los flujos
migratorios, que la región delimitada por las fronteras nacionales.
Los procesos de regionalización se están dando tanto en relación externa como al
interior de las fronteras nacionales. Ello se da precisamente así porque las
demarcaciones nacionales formales han dejado de corresponder, punto por punto, con la
propia regionalización: lo externo se internaliza y lo interno (regional de cada país) se
externaliza, configurando así un parámetro distinto según el cual una región adquiere un
perfil propio y significativo; una especificidad que no la hace depender totalmente del
Estado-nación.
Más aún, ello implica también que no se da una referencia unívoca entre territorio e
identidad Los referentes de pertenencia de los sujetos socioculturales empiezan a
desprenderse y liberarse del sentido de raíz y apego territorial en muchos casos. La
intensa movilidad social que implican los desplazamientos migratorios sin precedentes
de las últimas décadas, producen la disociación y relativización de los asentamientos de
diversos grupos humanos y el sentido de pertenencia a un territorio dado.
En el ámbito mundial se están dando, por lo tanto, nuevos procesos de regionalización
que no consisten solamente en la apertura de nuevas extensiones a su explotación, sino
en el redimensionamiento de las ya existentes, referido a un modo de organización de
26
sus factores y del significado que adquieren en nuevos contextos, nacionales,
hemisféricos y mundiales.
De tal manera, una región particular se proyecta en el ámbito global, así como los
propios agentes de la globalización inducen e imprimen una dinámica particular en
ciertas regiones. En función de ello, lo local puede adquirir un significado global,
mientras que lo global se concreta y condensa en los ámbitos locales y regionales.
Entre los procesos de recomposición y desarrollos regionales, hay dos que sobresalen
por las características que presentan en países como México. Uno de ellos es el que ha
dado lugar al llamado proyecto “Mundo Maya”, impulsado en la región sur-sureste, que
colinda con otros cuatro países: Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice, la cual
abarca aquello que constituyó el área cultural maya.
Mediante dicho proyecto se pretende impulsar un desarrollo turístico y de servicios de
gran alcance que, al mismo tiempo, favorezca la integración comercial que de manera
paralela estaría siendo propugnada los gobiernos de los países de la región.
Ello resulta altamente representativo en un contexto mundial en el que el turismo
internacional adquiere una importancia creciente como una empresa económica
particularmente favorecida por la globalización, y se desarrolla asimismo como una parte
representativa de dicho proceso. De igual modo destaca ante la estrategia económica
que erige al turismo como una “política prioritaria” (Poder Ejecutivo Federal, 1999-2000)
y lasegundafuentede divisasdespuésdela exportaciónpetrolera.
Otro proceso de reorganización regional es el que se refiere a la creación de una zona
geoeconómica estratégica, como región de paso en el Istmo de Tehuantepec, donde se
prevé el desarrollo de un corredor transísmico que conecte a los océanos Atlántico y
Pacífico, como sucedáneo del de Panamá.
El proyecto transísmico constituye un conjunto multimodal de otros proyectos
relacionados con la explotación económica de la región central del país en términos del
establecimiento de empresas maquiladoras y la reactivación de actividades comerciales
portuarias de petróleo, químicas y petroquímicas, turísticas y pesqueras ya existentes,
sólo que en mayor escala. (Felipe Ochoa y Asociados, 1996).
Es una región que abarca dos estados de la República: Oaxaca y Veracruz, y cuenta
con una población superior a los 2 millones de habitantes, aunque su zona de influencia
abarcará a otros estados como Tabasco y Chiapas.
DOS HIPÓTESIS TERRITORIALES
No se ha evaluado, sin embargo, el impacto que tales desarrollos podrán tener en las
condiciones de vida de los numerosos grupos étnicos que habitan en ambas regiones.
Una hipótesis plausible es que los procesos de apertura e incorporación de dichas
27
regiones a la explotación turística y comercial corresponden a una nueva etapa intensiva
de la explotación y reorganización capitalista de los territorios
La subordinación creciente de la fuerza de trabajo debida al desarrollo capitalista que
analizaron los teóricos del siglo XIX, no sólo se refiere al proceso de trabajo y de
producción en el ámbito industrial (Marx, Siglo XXI) sino que –históricamente- se hace
extensiva a la organización de los espacios territoriales sometidos a su dinámica, como
un elemento considerado e incorporado a las necesidades de la rentabilidad.
El desarrollo de las comunicaciones y el alcance de la economía mundial requieren de
un acondicionamiento de los territorios que facilite la disminución de costos y el
suministro de bienes. Esta adecuación implica nuevos niveles de integración económica;
el abatimiento de ciertas restricciones arancelarias; la mayor homogeneidad de las
condiciones estipuladas en los tratados comerciales, y ante todo, la mayor flexibilidad y
organización de los factores materiales y humanos de la producción para asegurar una
mayor tasa de ganancia.
Ello representa una etapa más en la incorporación del factor espacial territorial como un
elemento de la propia valorización del capital, y se incluye en el concepto de su
subsunción creciente.
Una segunda hipótesis se refiere a que tales fenómenos de recomposición regional
afectarán en sus condiciones de vida a los grupos étnicos establecidos en el istmo y el
sureste mexicanos. Los impactos económicos de especulación privatizadora y de
explotación de los recursos de tierras comunales y nacionales, así como de disposición
de la mano de obra abaratada, pueden conducir al desplazamiento y desarraigo de
miembros de numerosas comunidades, así como a la desarticulación de sus
identidades, fincadas en fuertes vínculos territoriales de carácter ancestral.
LA INTEGRACIÓN REGIONAL DESDE LA APERTURA TERRITORIAL AL
ECOTURISMO
El área maya se ubica en la importante región limítrofe Centroamericana y del Caribe
que incluye la porción sur y sureste de México (abarcando una región de 325 mil
kilómetros cuadrados).
El enorme interés natural histórico, arqueológico y etnocultural (abarcando grupos
zoques, chontales, choles, lacandones, tojolabales, chujes, tzotziles, tzeltales, jacaltecos
y mayas peninsulares) que presenta, induce al desarrollo y manifestación notoria de un
tipo específico de regionalización en el actual período.
En realidad, el atractivo suscitado por la región data de tiempo atrás, principalmente
desde los 60, década en la que fué construido el emporio turístico de Cancún en la punta
Quintanarroense de la península de Yucatán.
28
De región propicia para los aventureros, los explotadores del chicle y de las maderas
preciosas, sobre lo cual Moisés Sáenz (1982)7 y Nelson Reed (1982) 8 nos dan una
impresionante visión, la región selvática abarcada por lo que comprende el llamado
Mundo Maya, ha pasado a generar un interés creciente, principalmente para el capital
internacional.
El panorama resulta, sin embargo, problemático, siendo un ámbito de confluencia de un
complejo de múltiples factores, ya que presenta una situación extremadamente delicada
desde el punto de vista de la degradación ambiental, la deforestación, la pauperización y
los conflictos sociales que en ella se están produciendo.
Una diversidad de indicadores (económicos, políticos, socioculturales y ambientales),
apunta al desarrollo de un panorama en el que, dada su acentuación, podríamos
caracterizar de una elevada densidad socio-regional. La existencia de recursos
petroleros (particularmente en el municipio de Reforma, y probablemente en los
municipios de Ocosingo y Marqués de Comillas) así como hidrológicos y de la biosfera
(Barreda, 1999: 199-204; 216-221) convierte a determinadas subregiones en los ejes
que dan lugar a la conformación de regiones estratégicas.
Tanto la configuración conspicua del llamado mundo maya como, por su parte, la
transformación geoeconómica prevista de la zona del Istmo de Tehuantepec, son
ejemplos parametrales del desarrollo de los procesos de regionalización que
caracterizan el fenómeno actual de globalización.
Tales procesos de regionalización presentan algunos rasgos significativos. En primer
lugar, los proyectos de índole turística que se abren paso sirven de ocasión para activar
políticas estatales dirigidas hacia la integración económica centroamericana, así como
de los países que conforman la CARICOM.
En segundo lugar, y con relación a lo anterior, se desarrolla una globalización del
turismo en el contexto de una competencia mundial en la promoción de este tipo de
regiones. Las transnacionales del turismo apuntan al aprovechamiento de los recursos
paisajísticos, culturales y humanos, incorporando de manera “ad hoc” y más
integralmente a la región al consumo con beneficio capitalista.
En tercer lugar, y aunado a las explotaciones económicas, surge el interés creciente
puesto en los territorios para su aprovechamiento como fuente de una especie de renta
natural -y en cierto modo extraordinaria- resultante de los beneficios ofrecidos por el
medio como un bien gratuito que puede ser motivo de ganancias.
El disfrute de las playas y otras regiones selváticas para el llamado turismo de aventura,
así como para el de interés cultural, constituyen ventajas diferenciales de índole natural
que no se facilitan siempre de la misma manera en otros ámbitos turísticos. Aquí, dicho
ofrecimiento se hace a expensas de las propias tierras nacionales.
29
Por lo tanto, dicha estrategia de inversión y ocupación requiere de una modalidad de
reordenamiento espacial de los territorios para la obtención de ingresos, sin pasar por la
apropiación formal de la totalidad de las tierras. Ello va aparejado a la generación de una
especie de beneficio en forma de renta, que en la competencia mundial de las regiones
turísticas juega un papel de primordial importancia.
Dicha situación repercutirá en las zonas arqueológicas como propiedad de la nación. En
la idea de reformar la legislación vigente en materia de patrimonio cultural, se busca
poder concesionar los “servicios” generados por el usufructo de los bienes culturales sin
pasar por su propiedad formal.
Esta modalidad hace posible la obtención de una especie de renta cultural que generada
por los servicios proporcionados, no ocasiona el pago de impuestos o costos de
mantenimiento que implica naturalmente la propiedad de toda fuente de utilidad. Se trata
pues de una apropiación sin propiedad formal de los recursos culturales de propiedad
estatal. Y es lo que está sucediendo con las tierras nacionales y otros recursos.
Considerando que el turismo ha sido elevado al nivel de una política de prioridad
nacional por el gobierno mexicano, cabe prever el riesgo que ello representará para la
conservación de los recursos ecológicos y ecoculturales si no se toman las medidas de
emergencia necesarias para amortiguar los efectos devastadores que podrá ocasionar la
afluencia masiva de visitantes.
A ese respecto, resulta -en cuarto lugar- preocupante que las tentativas políticamente
dirigidas de integración regional se estén dando en las regiones más sensibles desde el
punto de vista ambiental y cultural.
Un ejemplo ilustrativo lo constituye la apertura de rutas y circuitos turísticos con la
construcción de carreteras en zonas de reserva de la biosfera. En una etapa de
crecimiento desmesurado del turismo de masas a nivel mundial, la creación de esta
infraestructura actúa a su vez sobre la demanda estimulando una afluencia mayor del
mismo. Un proyecto es el “corredor cultural” Xpuhil-Tikal, que comunicaría la zona del río
Bec, sur del estado de Campeche, con la región del Petén guatemalteco (Vidargas,
1998).
La mercantilización de los bienes pasa por una oferta dada estrictamente en referencia
al imaginario paisajístico. Pero además, suscita operaciones comerciales de capital en
países distantes a instancias de su promesa de oferta. Esta se da como un paquete que
incluye el consumo mediante “servicios” de una serie de atractivos naturales y visuales
que incluye a la propia diversidad étnica.
En quinto lugar, se abre campo una modalidad de subordinación capitalista creciente
sobre los recursos (por vía de los servicios y el concesionamiento) con lo que se da una
adecuación mayor entre el modo de inversión del capital y el acondicionamiento del
medio regional y territorial (políticas de reordenamiento y cambios a la legislación) para
efectos de obtención de un mayor beneficio.
30
Ello se distingue de los modos tradicionales de explotación de regiones extensas,
llevada a efecto de manera periódica y parcial, donde la incorporación y exacción de los
recursos por parte del capital se daba en un sentido todavía externo mecánico y sin
adaptación a las características del medio y los recursos que ofrecía.
Un ejemplo de ello, aparejado a la concepción que se tiene de los recursos naturales
como un bien gratuito con el que se establece una relación de apropiación distinta,
reside en la disposición de explotar el paisaje sin consumirlo y sin los gastos que
ocasionaría la pretensión de su apropiación jurídica.
En otros casos, el concesionamiento de zonas y recursos constituye una forma de
“apropiación” en relación con un objeto de naturaleza mercantil sui generis. Dicha
modalidad de consumo se relaciona con el despliegue de las personas en términos de
experiencias y vivencias; el confort y la contemplación. La ganancia resultante depende
aquí del volátil suministro de servicios como un elemento intangible por excelencia y
modo de existencia del propio capital-mercancía.
Este dominio más completo se perfila en el fenómeno: a) del aprovechamiento de la
región como ventaja diferencial; b) como medio capaz de suministrar ganancia
extraordinaria (renta ambiental) a partir del efecto multiplicador de su propio componente
interno; c) en el sentido de su totalización (paisaje; consumo ambiental; cultural, etc.) y
d) a partir de la organización y planificación espacio-temporal de la región en función de
una demanda externa que consiste en la transformación integral del viaje turístico en
una mercancía.
Dado que unos procesos se acompañan de otros; las fronteras nacionales habituales se
transfiguran; lo externo pasa a ser interno y lo interno se externaliza. Así, las regiones
ambientales, como la vertiente del Usumacinta o el corredor ancestral Kalakmul-Tikal (la
más grande reserva de la biósfera de México en selva tropical, que fue también desde la
época de los mayas de carácter geopolítico) integran biorregiones de alcance binacional.
Por ello es que en el caso de Mundo Maya, lo externo se internaliza cuando la reserva
de la biósfera de las selvas del Petén se definen como parte de una región binacional
ambientalmente unitaria.
LA INTEGRACIÓN GLOBAL A PARTIR DE UNA REGIÓN INTRANACIONAL
El caso del Istmo de Tehuantepec es el de una región de enorme interés por la riqueza y
diversidad de sus recursos así como la profusa composición etnocultural (donde habitan
zoques, mames, zapotecos y chinantecos, entre otros).
La división interna que representaría el establecimiento de un corredor transísmico (a lo
largo de 320 km. de longitud) que según algunos podría sustituir al Canal de Panamá,
proyectaría hacia el exterior lo que hasta ahora ha sido interno al adquirir una
importancia estratégica para otros países y empresas transnacionales, como un corredor
31
que conectaría y separaría, al mismo tiempo perpendicularmente, un ámbito hemisférico
con respecto de otro entre los dos océanos.
Con ello, lo que es de interés nacional pasaría a ser objeto de interés de las potencias
mundiales empeñadas en la participación de las ventajas que abre este nuevo umbral, el
cual ya no podría ser defendido como atribución exclusiva de la soberanía nacional, sino
de seguridad geopolítica mundial.
De este modo se pasa de la geografía regional en el interior del país a la geopolítica
global. Se abre una frontera hemisférica y un nuevo espacio geopolítico y geoeconómico
en el momento de conectar dos océanos a través de un corredor de valor estratégico.
El Istmo de Tehuantepec ofrece un paquete de ventajas que potencian el concepto de la
propia renta diferencial (inversión añadida en infraestructura) a la que aludía Marx en El
Capital, ya que la oferta territorial constituye un valor agregado a partir de los recursos
naturales de la región y la oferta potencial de mano de obra barata para incorporarse a
los complejos integrados de maquiladoras y procesos industriales de la petroquímica
contiguos a la vía misma de su distribución a distintas partes del mundo. Cabe señalar
que el complejo petrolero del Istmo le Tehuantepec es el más importante de México
(Zarate, 1999).
Sin embargo, como se sabe, el modelo maquilador es altamente competitivo ahorrador
de mano de obra después de un cierto punto, y rotativo de la fuerza de trabajo. Dicho
modelo se combina con desempleo y marginalidad, además de los efectos inflacionarios
sesionados por la economía petrolera en el mercado de bienes y salarios, así como la
contaminación industrial y las connurbaciones suburbanas en las periferias industriales.
El interés puesto en la región por parte del Gobierno y las empresas norteamericanas se
acentúa en la medida en que crecen las expectativas de integración a la economía de la
Cuenca del Pacífico, desde el llamado “Plan de Acción de Manila” promulgado en la
Reunión Cumbre de Líderes del Foro de Cooperación Económica para Asia y el Pacífico
(APEC) celebrado Manila, Filipinas, en noviembre de l996 (La Jornada 26/03/96).
No es preciso que se dé una cesión de derechos territoriales. Basta el concesionamiento
y las garantías prometidas para que el gobierno mexicano contraiga compromisos
ineludibles que lo atarían a los intereses territorializados del capital internacional. El
interés del capital puesto en los territorios no ha desaparecido desde su etapa
expansiva.
El interés de más de 40 compañías, sobre todo estadounidenses, como Burlington Santa
Fe y Union Pacific Southern, así como Railtex y Kansas City Southern, por obtener la
concesión de ferrocarriles y puertos de la región, además de inversionistas de Francia,¡
Alemania, Japón, España y países árabes (Hernández, 1996), puede significar la
dependencia múltiple del país con respecto del capital internacional, que conllevaría una
desincorporación territorial de la región. En dicho contexto, el proceso de integración
parece oponerse a la preservación de la soberanía.
32
La modificación del artículo 27 de la Constitución mexicana, que permite la privatización
de los ejidos o tierras de los pueblos, parece apuntar en el sentido de facilitar ese tipo de
procesos. Se trata de un caso característico de regionalización en el contexto de la
globalización en el que lo interno se externaliza y lo externo se interioriza, por lo cual se
promueve tanto la integración como el aislamiento de las regiones. De esa manera, la
región del Istmo de Tehuantepec puede convertirse también en objeto de la seguridad
nacional de Estados Unidos, por encima de las prioridades de la soberanía nacional.
Por otra parte se establecería una frontera virtual entre el México del centro y norte y el
México del sur mediante una vivisección que acentuaría los desequilibrios regionales. El
proyecto de construir un canal interoceánico con una longitud de 270 km. y de 100 a 150
m. de ancho y 15 de profundidad, e hidrovías asociadas, además de un ferrocarril
transísmico de ocho vías, electrificado y de alta velocidad, entre los puertos de Salina
Cruz, en el estado de Oaxaca (del lado del Pacífico), y Coatzacoalcos, estado de
Veracruz (en el Golfo de México), a los que se aúna un corredor industrial (Frías, 1995),
no parece descabellado.
El proyecto está en vías de realización, no obstante el carácter de inversión de riesgo
que ha tenido en un inicio (lo cual se resolvería en la concesión dada a una especie de
“consorcio de empresas”) y los altos costos que ocasionaría en infraestructura y
transporte, comparados con los supuestamente más baratos corredores de Nicaragua y
Costa Rica. Lo estratégico del emplazamiento es innegable, como punto de tránsito con
transporte multimodal para cualquier parte del mundo y con recursos acuíferos de gas y
petróleo, además de los recursos humanos.
En el caso del Mundo Maya, el interés turístico de la región es el predominante, mientras
que el interés puesto en el Istmo de Tehuantepec, es económico y comercial. No
obstante, en ambos casos se opera tanto un proceso simultáneo de integración como de
disección territorial de gran alcance.
Cabe la alusión a ambos casos, ya que se trata de dos procesos de regionalización
altamente significativos que sufrirán un impacto multilateral de trascendencia para la
configuración económica, política y cultural del territorio nacional en la próxima década.
IMPACTOS NEGATIVOS DE LA NUEVA REGIONALIZACIÓN
En estos territorios se desarrollan los elementos de una competencia soterrada de
manera que mal disimula las intenciones por el reparto de un botín territorial, donde
persiste el afán por explotar las riquezas naturales y las maderables. Pero también los
de la biotecnología, en ese aspecto, parece persistir la vieja actitud colonialista en los
territorios por la obtención de materias primas.
Los impactos negativos en la disputa por el control y explotación de los recursos se dan
en todos los niveles. Entre ellos figuran el saqueo que afecta a la biodiversidad, la tala
inmoderada que acentúa el proceso de desertificación en las últimas reservas de la
biosfera que quedan: la selva lacandona: la reserva de Kalakmul y los Chimalapas,
33
concomitante con el desarrollo de cultivos comerciales que afectan a la biodiversidad
local, como es el caso de la siembra de eucaliptos.
La afluencia turística masiva constituye otro vector de consecuencias contraproducentes,
aunado a lo cual se acentúan procesos de especulación y apropiación de tierras en las
zonas costeras, como es el caso de Quintana Roo.
No se han estudiado suficientemente las repercusiones sociales de la expansión que
conllevan los desarrollos turísticos de gran alcance. Sin embargo, la apertura de ciertos
“corredores” turísticos a través de carreteras, como la que llega ya actualmente a la zona
arqueológica selvática de Bonampak o el corredor propuesto por Thomas Lee desde
Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas, hasta el corazón de la selva en la región de las
Cañadas, no son muy distintos por sus efectos de la penetración logística que
representa la construcción de caminos para acceder a la explotación de pozos petroleros
o el control militar en el sur y el sureste del país.
En todo caso, son procesos paralelos que pueden afectar a las comunidades, ya que
desatan una serie encadenada de consecuencias subsecuentes que escapan a la
posibilidad de control o regulación.
Cabe señalar que la red de caminos construidos para el uso del ejército mexicano
abarca ya todo lo largo de la frontera con Guatemala, circundando el estado de Chiapas
y acicateando con ello el poblamiento de territorios que poco antes se hallaban
preservados, precisamente debido a su aislamiento.
En las regiones del estado de Chiapas, por ejemplo, donde la inconformidad social crece
y numerosas comunidades indígenas se organizan, generando procesos de autonomía,
el Estado se propone asegurar el control de los yacimientos potenciales del petróleo. La
concentración desmesurada de alrededor de 60 mil efectivos, debido a la presencia del
ejército zapatista, tiene que ver con la apreciación de la importancia estratégica que
tiene la región.
Y ello se refiere no sólo a la región en donde se ubica el ejército zapatista, donde se
presume la existencia de riquísimos yacimientos (en la región de Montes Azules) lo cual
niegan las fuentes oficiales, sino al conjunto de la región maya que abarca los estados
de Campeche, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo, en cuyos dos últimos el ejército
federal se ha apostado instalando nuevas bases y militares.
LA REGIONALIZACIÓN EN LO ESPECÍFICO: EL EJEMPLO DE LOS
CONFLICTOS
INTERESTATALES
Y
LAS
POLÍTICAS
DE
REMUNICIPALIZACIÓN
Un aspecto crítico, de reciente animación, lo constituyen los conflictos de límites entre
los estados. Significativamente, esto sucede en las colindancias entre los estados de
Campeche y Quintana Roo (zona de la reserva de la biosfera de Kalakmul) y más
34
recientemente entre Chiapas y Oaxaca, a la altura de las riquísimas selvas de los
Chimalapas.
Estos conflictos reflejan la disputa entre los sectores dominantes de los gobiernos de los
estados por ampliar los espacios de explotación de los recursos de las zonas codiciadas.
Ciertamente ello se da en un contexto complejo de degradación de las condiciones de
vida de las comunidades y la emigración a la que se ven forzados muchos agricultores
en busca de tierras por colonizar, lo cual aprovechan los sectores oligárquicos
regionales, interesados en recursos como los maderables.
A ese respecto, las políticas de remunicipalización, tienden, por una parte, a establecer
los límites y contornos del control político regional, y por otra, a contener a los sectores
en rebeldía por el control territorial y el desarrollo de las regiones indígenas autónomas,
como sucede por ejemplo en la reciente región remunicipalizada del Marqués de
Comillas, en el confín de la frontera con Guatemala, hacia donde se repliega
progresivamente el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Estas divisiones y conflictos en el seno de la subregionalización indican el aspecto
interno más particular de lo que sucede en regiones más homogéneas en apariencia.
Traspasadas por distintos tipos de conflictos entrelazados, dichas subregiones denotan
(en estados como el de Chiapas), una crisis que se manifiesta en el ámbito de la división
política territorial, lo cual se traduce en una verdadera disolución de los contornos
municipales, que son una expresión territorial de la gobernabilidad.
LÍNEAS DE ANÁLISIS Y DE INVESTIGACIÓN
El estudio de la cuestión fronteriza es un asunto complejo que abarca diferentes
dimensiones: la ambiental, la política, el narcotráfico, la migración laboral, la cultural y la
turística (arqueológica), así como las políticas de integración regional (económica,
turística, etc.) en el ámbito centroamericano y del Caribe, y así como el problema
ambiental y la preservación de comunidades culturales en ecosistemas y reservas de la
biósfera, como la de Sian Kaán, o binacionales, como la de Kalakmul-Tikal, de ello se
desprenden líneas de investigación.
Una de ellas es la evaluación del embate sociocultural que ocasionan los diversos
agentes de ruptura del equilibrio de los ecosistemas (compañías madereras, políticas
turísticas y ciertos proyectos gubernamentales), los efectos de la desforestación, el
comercio ilegal de fauna y flora silvestre, la construcción de presas, carreteras, pistas de
aterrizaje con desarrollos urbanos en regiones de reserva, o el desplazamiento
poblacional de reciente acentuación, lo cual representa un cambio importante de los
patrones migratorios.
35
IMPACTOS SOCIALES Y CULTURALES DE LAS POLÍTICAS DE
REGIONALIZACIÓN
Las políticas de regionalización impulsadas por el Estado en el marco del capitalismo,
especialmente en el contexto neoliberal, suelen traer aparejados procesos drásticos de
desalojo y remoción de núcleos de población ancestralmente asentados en regiones
definidas en términos de una nítida articulación biocultural y geoeconómica.
Los procesos de regionalización han contribuido a disgregar, desplazar y reubicar a la
población, concentrándola en regiones con características que dificultan la
reconstrucción de sus vínculos culturales originales. Desplazan los ejes de orientación
de las actividades económicas predominantes de carácter muchas veces tradicional,
alteran las redes mercantiles y la importancia de determinadas actividades productivas y
su división del trabajo, así como la pérdida referencial de sus lugares sagrados.
Dichas acciones estatales suelen responder a dinámicas exógenas ajenas las
condiciones propias de cada región, que alteran muchas veces el relativo equilibrio de
las comunidades establecidas en una topografía marcada culturalmente.
De hecho, una región se caracteriza por un conjunto más o menos complejo de rasgos
que definen un grado de unidad y peculiaridad, no tanto político-formales como aquellas
consistentes en un tipo de relaciones sociales, económicas y culturales.
UNA PRECISIÓN FINAL SOBRE LA REGIONALIZACIÓN
Da la impresión de que se busca en la región a un sucedáneo que compense lo que el
Estado llegó a ser, como una entidad que integraba y dotaba de coherencia a un
territorio económico, político y cultural con cierto grado de uniformidad, regularidad y
organización.
La región viene a expresar así, tanto las expectativas de los procesos que definen las
tendencias entrópicas postmodernas como la posibilidad de desarrollo hacia una
recomposición profunda y el establecimiento de un nuevo orden territorial.
Es en el espacio de articulación de la región en el que se vendría a llenar el hueco al que
alude Daniel Bell cuando se refiere a que “los estados resultan demasiado pequeños
para los grandes problemas de la integración global, y demasiado grandes para dar
cuenta de situaciones particulares”.
El territorio, y la región considerada como un territorio, pueden y deben ser considerados
como definitoria y constitutivamente sociales, y no como una noción en la que el
componente social aparece como algo aleatorio, contingente, fortuito o eventual, sino
36
consustancial a aquél, como una “estructura interna” en cuya “matriz convergen el
espacio físico y social” (Van Young, SF: 99).
El proceso de constitución de los espacios se ha invertido. Ya no se trata sólo de ver
cómo se constituyen las relaciones sociales en los espacios como algo dado, sino cómo
se conforman espacios determinados a partir de relaciones sociales y simbólicas. El
espacio social se distingue del espacio físico por la dotación de sentido que caracteriza
al segundo, y esta ontología incluye el dominio microsocial y el ámbito regional.
El fenómeno regional se caracteriza por su irreductibilidad, por que si bien expresa las
determinaciones del efecto general de la globalización, pone por otra parte de manifiesto
todas las particularidades y especificidades que escapan a la tendencia dominante. Es
decir, expresa es “plus” de lo que siempre, y por donde siempre algo escapa a la
absoluticidad de toda determinación general, por imperativa que ella pueda parecer. El
orificio por donde una tendencia omnímoda acaba por escurrir y drenarse.
Las transformaciones mundiales parecen inducir a la formación de “tipos” de región y
regionalización, así como también a ciertos modos de representación. Se habla, por
ejemplo, de “regiones virtuales” o de “clivaje” (articulación) (Boiser,1995).
Sin embargo, esta terminología denota más bien una visión sobredeterminada por la
orientación postmoderna. Sus términos distan aún de ser explicativos. Y se llega a
incurrir en aquello que Jean Chesnaux (1993) ha denominado como el “nomadismo de
los conceptos”.
Ello, empero, no es gratuito, pues la integración territorial que, por ejemplo, se produce a
través de fronteras internacionales entre dos o varios países, sugiere ciertamente una
especie de superposición o dualidad territorial en un mismo espacio geográfico: el
territorio propiamente nacional y la nueva región económica que la trasciende. Pero ello
no la hace virtual, simplemente introduce un cambio, una nueva realidad cuyas
consecuencias deben ser abiertamente reconocidas y evaluadas.
Otro proceso es el de descentralización, que recuerda a la noción de las “estructuras
disipativas” de las teorías entrópicas y la ramificación global. Actualmente se formulan
alternativas como la de una “centralidad de la descentralización”.
Sin embargo, tales planteamientos referidos a la posibilidad de un control estable, están
concebidos en función de un paradigma postmoderno (el del modelo entrópico y las
teorías del caos, el del “fin de las fronteras” y los estados-nación). El pensar en las
regiones como estructuras sistémicas, que no es otra cosa que el principio holístico de
estructura o totalidad integrada, parece contradictorio con lo anterior.
Pero esta contradicción no ha sido resuelta en las teorías sobre regionalización y
urbanización. Convendría analizar lo que esto puede reflejar de la mentalidad neoliberal
y sus afanes de renovación conservadora, como el intento de conciliar visiones radicales
37
expresados en esquemas de incertidumbre e indeterminismo con los propósitos de
renovación del propio orden capitalista.
Los dos tipos de procesos de regionalización (sistémico o entrópico) que hemos
mencionado, son en nuestra opinión una muestra de la fragilidad y limitación de la visión
postmoderna sobre las transformaciones producidas en el ámbito de las regiones. El
planteamiento postmoderno radicaliza el desarrollo de las premisas hasta el punto de
privarlas de sentido. La nueva metafísica absolutiza la espacialidad en detrimento de la
historicidad.
Al hacer la apología de las regiones frente a los Estados-nación territoriales, se pueden
ignorar las consecuencias que trae consigo la fragmentación en los regionalismos, sin
expresión de su unidad. Dentro de todo, el problema de la unidad nacional se ha abierto
camino y ha adquirido sus contornos más definidos en la tensión histórica que se da
entre las regiones y el Estado.
La perspectiva de las regiones abarcadas por la globalización, es la de una
recomposición hacía una heteronomía regional, un nuevo modo de articulación de las
regiones en aras del dominio de la economía mundial y las potencias económicas.
Cuanto más parecen abatirse las fronteras y disolverse los Estados-nación territoriales
como entidades soberanas, más se introducen otros modos de control territorial bajo ese
signo.
A MANERA DE PROPUESTAS
Es preciso evaluar las políticas de regionalización que se están llevando a cabo en
distintos países del continente sur, así como, por otro lado, identificar y promover
aquellos proyectos democráticos y sustentables.
La evaluación de los proyectos de alcance regional y las soluciones propuestas para
superar sus obstáculos, requieren de la información y concurrencia de diversos sectores
no sólo gubernamentales, sino académicos, y particularmente las comunidades
directamente involucradas, incluyendo el concurso de aquellos organismos de la
sociedad civil empeñados en la solución del problema socioambiental.
Ello requerirá definir estrategias y metas precisas, como la evaluación y seguimiento de
proyectos y programas específicos a nivel macro y microrregional, lo cual incluye la
promoción de reformas legislativas, vigilando la reglamentación que conduce a su
debida instrumentación.
También, y por otra parte, alertar sobre las consecuencias que pueden tener ciertos
proyectos, estimando sus impactos sociales y señalando los límites ambientales en la
perspectiva de proponer soluciones, incluso en los niveles de confrontación con los
problemas concretos, todo ello como parte de la promoción de alternativas de gestión
regional de contenido social, abiertas, participativas y respetuosas.
38
Para ser viable, el principio de sustentabilidad implica, en primer lugar, el abandono
drástico de ciertos modelos de desarrollo basados en un criterio indiscriminado de
productividad y rentabilidad; en segundo lugar, una evaluación de los impactos no sólo
ambientales y locales, sino socioculturales en la región; en tercer lugar, estimar y prever
los costos de resarcimiento que puede ocasionar cualquier proyecto de desarrollo
regional, aun siendo sustentable.
Por ello resultaría conveniente que toda propuesta de desarrollo regional orientada por
tales principios se vinculara con políticas de ordenamiento territorial que incluyeran la
gestión comunitaria de los recursos.
Ello supone que los sujetos colectivos son los principales gestores en relación con el
territorio y los ecosistemas, siendo quienes pueden ejercer un control más efectivo y
democrático sobre los mismos. Para ello resulta indispensable su participación efectiva
en la planeación, siempre y cuando ésta se base en criterios distributivos para
contrarrestar las desigualdades regionales.
En el ámbito de la integración a nivel internacional se podrán establecer formas de
colaboración institucional, principalmente académicas, para realizar diagnósticos y
análisis que permitan evaluar el alcance y la viabilidad, o en su caso, los riesgos de las
políticas y proyectos de integración regional que se están impulsando, al pugnar por que
se instituyan políticas de población (culturales y otras) respetuosas de los derechos
laborales y humanos, con vistas a su reorientación en un sentido de beneficio social y
comunitario.
CONCLUSIÓN
En América Latina se producen procesos de recomposición que tienden a afectar a los
sectores de población asentados en contextos de una rica biodiversidad. Tanto en
México como en Venezuela se produce la concurrencia de estos mismos factores que
incluyen la migración laboral en zonas de frontera y la situación de grupos étnicos en
ecosistemas en riesgo, así como la importancia estratégica de las zonas de recursos no
renovables.
Los problemas regionales abarcan complejos sistemas de factores y sus interacciones.
Para ello hace falta una visión integral sobre la preservación de la unidad ambiental y
cultural de asentimientos seculares en ecosistemas que trascienden las fronteras
nacionales.
Hasta ahora, las perspectivas de aplicar políticas de desarrollo territorial basadas en los
principios de un reordenamiento territorial que tome en cuenta y respete el equilibrio que
representan estos factores, evitará las acciones de un capitalismo depredador que
ocasiona el desencadenamiento de efectos secundarios debido a una intervención
unilateral promovida con fines exclusivos de lucro o rentabilidad.
39
Se está experimentando una tensión entre fragmentación y
como resultado de los procesos de redefinición regional.
transformación dependerá el grado en que se logre preservar
una territorialidad pluriétnica en diversas regiones de nuestros
el Istmo de Tehuantepec y la Región Maya en México.
recomposición territorial
Del resultado de esta
y garantizar en el futuro
países, como es el caso
Es muy factible que las propuestas y experiencias en un país sean aprovechables en el
otro, considerando por supuesto las condiciones propias y específicas de ambos. Más
que nunca se puede decir ahora que el destino de nuestros países es común. Que no
tengamos que descubrir esto de manera que lo lamentemos, sino por el contrario, que
celebremos la coincidencia en las soluciones propuestas ante los problemas comunes
que aquejan a nuestros países.
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41
EL NUEVO REGIONALISMO CARIBEÑO Y LAS REGIONES VENEZOLANAS
José Briceño Ruiz
INTRODUCCIÓN
Desde el inicio de esta década, en la Cuenca del Caribe está ocurriendo un creciente
proceso de integración y cooperación entre los actores más importantes de la zona. Los
países del Caribe angloparlante, agrupados en la Comunidad del Caribe (CARICOM),
los estados del istmo centroamericano, que constituyeron en la década del sesenta el
Mercado Común Centroamericano (MCCA), Colombia, México y Venezuela, agrupados
en el Grupo de los Tres (G-3), Cuba, República Dominica y Haití, han promovido un
importante número de iniciativas conjuntas en materia económica, comercial y política
casi sin precedentes en la región. Este proceso ha sido descrito por algunos como de
regionalización (Giacalone 1995a; Serbín 1994a, 1994b) o de regionalismo (Briceño Ruiz
1998) y se refiere a la transformación del patrón de relación existente entre los países de
la región en sus dimensiones política, económica e, incluso, cultural.
Venezuela ha sido promotor activo de este nuevo regionalismo caribeño. Desde hace ya
varias décadas, los diversos gobiernos venezolanos se han atribuido un papel de
liderazgo en los asuntos de la cuenca caribeña, desarrollando una política de
acercamiento con la mayoría de los países de la región, aunque con mayor intensidad
con los miembros de la CARICOM. Este activismo venezolano no siempre fue bien
recibido en la zona, siendo muchas veces percibido, en especial por la CARICOM, como
una forma de subimperialismo de un país cuya caribeñidad no era siempre reconocida.
Esto a pesar de que la mayor parte de la población venezolana está asentada en
conglomerados urbanos ubicados cerca de las costas caribeñas y el mar Caribe es la
región a través de la cual Venezuela realiza el tránsito de la mayor parte de su comercio
exterior. Ciertamente, Venezuela no puede ser descrito exclusivamente como un país
caribeño, pues también tiene sus espacios amazónico y andino, sin embargo, es
innegable la importancia del Caribe en la determinación de su identidad y de sus
intereses geopolíticos y geoeconómicos.
Esto explica el apoyo venezolano a las nuevas iniciativas regionalistas en la Cuenca del
Caribe, pues éstas suponen el reconocimiento por parte de sus vecinos, en especial los
miembros de la CARICOM, del carácter caribeño de Venezuela, tantas veces negado en
épocas anteriores. También implica reconocer la jerarquía de Venezuela como actor
político en la Cuenca del Caribe. Sin embargo, por contradictorio que parezca, los
actores internos en Venezuela se han mostrado poco entusiasmados, cuando no en
oposición, en participar en las nuevas iniciativas. Esto en parte obedece a que la
cooperación e integración con los países de la Cuenca del Caribe se han promovido
básicamente en la forma de acuerdos de libre comercio en los cuales Venezuela ha
debido otorgar preferencias arancelarias asimétricas, e incluso no recíprocas, a los
países caribeños, debido al mayor tamaño de su economía. Esto no ha sido del agrado
de los actores económicos, en especial del sector empresarial, por lo cual, y a pesar de
42
la retórica antiestatista en materia económica, el Gobierno venezolano ha debido asumir
una posición de liderazgo en la promoción de relaciones más estrechas con los países.
Ahora bien, cuando se hace referencia al Gobierno venezolano, normalmente se incluye
a los órganos de la administración central que tienen atribuciones en materia de
integración económica, como el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Ministerio de
Industria y Comercio. Pocas veces se ha estudiado el papel de las regiones en la
elaboración e implantación de la política de integración venezolana. Este ensayo se
presenta como un aporte para comprender la medida en la cual las regiones
venezolanas pueden influir en tal proceso, lo cual a su vez es parte de un debate aún
mayor, en boga en la teoría de la integración, en particular en Europa, sobre el papel de
los actores subnacionales en los procesos de regionalismo internacional.
LAS REGIONES NACIONALES Y LA INTEGRACIÓN INTERNACIONAL
La perspectiva de las relaciones internacionales
En el debate sobre la integración internacional no se ha prestado mucha atención a la
participación de las regiones de los Estados-nación como actores en el proceso de
formación de las preferencias nacionales. Esto es producto del enfoque que durante
décadas fue predominante en el estudio de las relaciones internacionales: el realismo
político. Para éste, el Estado es un actor unitario con una sola voz en el plano
internacional. Aunque en el proceso de elaboración e implantación de la política exterior
puedan participar diferentes actores políticos, el Estado siempre actúa de forma unitaria
voz en sus relaciones con los demás miembros de la comunidad internacional. Esta
noción del Estado como un actor unitario imposibilita cualquier participación de las
regiones en el plano internacional: el único actor sería el Estado-nación, mediante su
vocero, el Gobierno central. Esto se ha reconocido como norma constitucional incluso en
organizaciones políticas federales en las cuales el manejo de las relaciones exteriores
es una atribución del poder federal, quien lo ejerce a través del Presidente y, en algunas
materias, con la intervención del Congreso. Esta situación se ha modificado por diversas
razones. En primer lugar, en la misma teoría de las relaciones internacionales se ha
superado la noción de Estado unitario. La aparición de la escuela pluralista y los
enfoques de análisis de política exterior modificaron las viejas percepciones del Estado
como actor exclusivo y unitario en el sistema internacional. Por una parte se señala que
al lado de los Estados conviven una diversidad de actores que despliegan su actividad
más allá de las fronteras nacionales, entre éstos se podrían mencionar a las
organizaciones internacionales gubernamentales (OIGs), las organizaciones no
gubernamentales (ONGs) o las empresas transnacionales (ETNs). En otras palabras,
paralelamente a las relaciones interestatales se desarrollan relaciones de tipo
transnacional o transgubernamental que no son necesariamente controladas por los
estados nacionales. Tal situación, a su vez, tiene significativas consecuencias en el
diseño e implantación de la política exterior, pues ésta no sería el resultado de las
preferencias innatas de los estados hacia instrumentos dirigidos a la defensa y
promoción del interés nacional. Al contrario, la política exterior sería el resultado de la
interacción de los diversos actores transnacionales y transgubernamentales que
43
presionarían a los órganos de decisión para que se protegiesen sus intereses. Esto
significaría simplemente la superación del mito del Estado como un actor unitario. Es
posible que normalmente el Estado actúe con una voz única en los asuntos
internacionales, pero las políticas que propugna son el resultado de las interacciones de
los actores nacionales, transnacionales y transgubernamentales, públicos y privados
(Keohane y Nye: 232-238). Estos actores son los que participan en lo que Moravcsik
(1993) denomina el proceso de formación de las preferencias nacionales, primer nivel
del proceso de elaboración de la política exterior de cualquier estado.
Por otra parte, el enfoque denominado del “modelo organizacional” señala que el Estado
no es un ente monolítico, sino la suma de diversas organizaciones, cada una de las
cuales con su particular visión del mundo. La actuación de los estados en la esfera
internacional sería el resultado de las decisiones tomadas por diversas organizaciones
en el contexto de reglas y procedimientos establecidos. Esto significa un reto a la noción
de un Estado unitario que decide de forma racional de acuerdo a preferencias
predeterminadas y jerarquizadas. El enfoque de la política burocrática, por su parte, al
enfatizar la existencia dentro de los gobiernos de un sinnúmero de subunidades que
tratan de defender sus intereses y hacer prevalecer sus enfoques en el proceso de
elaboración de la política exterior, también mina la idea del Estado como un actor
unitario. Este conjunto de subunidades no puede ser controlado o guiado por los jefes
ejecutivos de los gobiernos que, por el contrario, no pocas veces son constreñidos por
ellas (ver Allison 1971).
Sin embargo, las críticas que los enfoques del modelo organizacional y la política
burocrática realizan al realismo, se fundamentan en las interacciones de la burocracia
delGobierno central, y no en la relación Estado-nación con las unidades político
administrativas que lo constituyen, es decir, las regiones. Aportes más recientes han
partido de la perspectiva de que el carácter unitario del Estado se ha visto cada vez más
debilitado, no sólo por la mayor relevancia de los actores no gubernamentales (OIGs,
ONGs, ETNs) o porque en el proceso de elaboración de la política exterior sean
importantes los procedimientos o la burocracia estatal, sino que debido a que las
unidades políticas en el propio seno de los estados están adquiriendo atribuciones en
materia internacional. En particular, en lo referente a la elaboración e implantación de la
política de integración, estas facultades se refieren tanto a la capacidad de suscribir
acuerdos internacionales con regiones pertenecientes a otros Estados nación como a
participar en la ejecución de medidas de integración acordadas por los estados o las
instituciones comunitarias.
Esta transferencia de competencias ha llevado a autores como Casillas (1996) a definir a
la región como un “cuasi-Estado”, producto de las políticas de descentralización de los
estados nacionales. Estos cuasi-estados tendrían atribuciones propias que les son
transferidas por los estados-nación de los que son parte, dependiendo la extensión de la
autonomía que se les conceda y de la profundidad del proceso de descentralización.
Enfoques más recientes han contribuido a devaluar aún más la noción Estado unitario
dentro de la teoría de las relaciones internacionales. En particular, los estudios sobre
“estructuras de gobierno en el ámbito múltiple”, desarrollados principalmente en la
literatura alemana sobre integración europea, constituyen un aporte significativo en la
discusión sobre la participación de los entes públicos no centralizados en el proceso de
44
integración. De acuerdo a este enfoque, la competencia en materia de toma de
decisiones y su ejecución es compartida, más que monopolizada, por los órganos
ejecutivos del Estado. Las arenas políticas están interconectadas y no incluidas la una
en la otra, de forma que los actores subnacionales actúan directamente tanto en el
ámbito nacional como en el supranacional, creando asociaciones transnacionales en el
proceso. Aplicando al caso de la Unión Europea (UE) Risse-Kappen (1996: 60) señala
que “los estados no monopolizan los vínculos entre los actores domésticos y europeos,
sino que están entre una variedad de actores que rivalizan por las decisiones tomadas
en diversos niveles”.
Este proceso ha sido integrado en el concepto de “política de entrelazamiento
(Politikverflechtung, en alemán; o Interlocking Polítics, en inglés), la que se define como
“el establecimiento de estructuras intermedias que vinculan los procesos de decisión y
las responsabilidades substantivas de organizaciones inicialmente autónomas” (RissenKappen 1996: 61). Este entrelazamiento entre los diversos actores públicos, privados,
nacionales, subnacionales, transnacionales y supranacionales es la base de un proceso
de toma de decisiones de varios niveles. Es por ello que autores como Scharpf (1994)
describen a la integración, y en particular al proceso europeo, como un sistema político
de niveles múltiples en el cual las unidades nacionales y subnacionales retienen su
legitimidad y viabilidad política. Un argumento cercano a éste es presentado por
Schmitter (1992: 176), quien señala que en el proceso de integración “no existe ninguna
autoridad única e identificable, sino una multitud de autoridades en diferentes niveles de
agregación, territorial o funcional, con competencias ambiguas o compartidas a la
cabeza de jerarquías organizativas que se solapa entre sí”. Se podría argumentar que
los departamentos o regiones son uno de los componentes de tal red de unidades
interactuantes.
En materia de integración en particular se ha concedido a las regiones fronterizas
facultades para negociar acuerdos con sus vecinas pertenecientes a otro país. Esto
obedece al proceso de descentralización política que se ha estado desarrollando en
varios países, lo que ha permitido que algunos gobiernos centrales acepten conceder
mayores atribuciones a las regiones fronterizas para manejar las relaciones con sus
vecinos. Como ejemplo podría mencionarse a Colombia, en cuya constitución,
sancionada en 1991, se autorizó a los gobiernos de las regiones fronterizas a establecer
convenios y acuerdos internacionales de cooperación y desarrollo con sus homólogos de
los países limítrofes (González Muñoz 1996: 26). Otras constituciones conceden
facultades de negociación, no sólo a las regiones fronterizas, sino a todas en general.
Tal es el caso de la Constitución argentina, que en su artículo 124 regula estas
atribuciones al señalar que las provincias “podrán también celebrar convenios
internacionales mientras éstos no sean incompatibles con la política exterior de la
Nación y no afecten las facultades delegadas al Gobierno federal o al crédito público de
la Nación, con conocimiento del Congreso Nacional” (Godoy, 1997: 226).
También en América Latina las regiones han adquirido algunas facultades ejecutivas en
materia de integración. Bernal Meza (1990: 32) señala, por ejemplo, que algunas
provincias fronterizas argentinas han suscrito acuerdos con el gobierno paraguayo para
45
emprender empresas conjuntas en materia de telecomunicaciones, promoción de
empresas conjuntas, cooperación técnica, cultural, educativa y sanitaria. También en el
Cono Sur se ha promovido la vinculación entre las regiones mediante acuerdos suscritos
entre los respectivos estados-nación. Esto fue consagrado en el Protocolo 23 del
Acuerdo de Integración y Cooperación Económica suscrito entre Argentina y Brasil, que
estableció la participación activa de las regiones fronterizas en el entonces proceso de
integración bilateral entre ambos estados (Bernal Meza 1990: 30).
Similar proceso está ocurriendo con cierta intensidad, en particular en la UE, en la cual
se ha creado un Comité de las Regiones como representación formal de los gobiernos
subnacionales en el proceso de decisión comunitaria. De igual manera, en el Tratado de
Maastricht se acordó permitir a las representaciones subnacionales a asistir a las
reuniones del Consejo de Ministros, siempre y cuando tuvieran la capacidad de firmar
acuerdos en nombre de sus países (Scott et al. 1994: 58). En el caso específico de
Alemania, después de la firma del Tratado de Maastricht fue necesario reformar su
constitución para otorgar a los Länder mayores atribuciones en la implantación de las
decisiones comunitarias. El artículo 50 de la Constitución alemana señalaba que “los
Länder participarán a través del Bundesrat en la legislación y la administración de la
Federación”, ahora señala que: “los Länder participarán . . . en la administración de la
Federación y en los asuntos referentes a la Unión Europea”. Aún más importante es el
artículo 23, que expresa que “donde esencialmente la legislación exclusiva de los Länder
sea afectada, el ejercicio de los derechos de la República Federal de Alemania como un
Estado miembro de la Unión Europea será transferida por la Federación a la
representación de los Länder designados por el Bundesrat. Estos derechos serán
ejercidos con la participación de y en acuerdo con el Gobierno federal. En esta conexión
será mantenida la responsabilidad de la Federación para con el país como un todo” (ver
Goetz 1995: 167).
Estos acontecimientos han llevado a autores como Scott, Peterson y Millar (1994) a
hablar de un sistema de regionalismo cooperativo en la UE. Este ayudaría a aplicar el
principio de la subsidariedad y a lograr una mayor eficacia en la implantación de las
decisiones comunitarias, pues “muchas de las metas ‘de alto nivel’ acordadas entre los
representantes nacionales podrían ser ejecutadas de forma más eficiente por las
autoridades subnacionales que por una estructura gubernamental de alto nivel” (Scott et
al, 1994: 59).
El concebir a los procesos de integración como regímenes internacionales (RIs)
geográficamente limitados, permite presentar una explicación alternativa sobre el papel
de las regiones en su diseño e implantación. En la teoría internacional, un régimen
internacional es “un conjunto de principios, explícitos o implícitos, normas, reglas y
procedimientos de adopción de decisiones en torno a los cuales convergen las
expectativas de los actores en un área determinada de las relaciones internacionales”
(Krassner 1983: 186). Este enfoque reconoce que los esquemas de integración son
creaciones sociales basadas en las percepciones e intereses de los diversos grupos
sociales, que abarcan aspectos económicos, políticos y sociales de las relaciones
internacionales. En este sentido, la integración sería una forma de RI destinado a
46
promover la coordinación, concertación e integración interestatal sobre determinados
aspectos económicos y políticos crecientemente interdependientes. Como señala
Andrew Axline (1996: 217), la cooperación e integración regional “sólo pueden ser
entendidas desde la perspectiva de los intereses nacionales de los estados miembros”.
Estos aceptan cooperar cuando la coordinación de políticas les permite eliminar
externalidades negativas, es decir, cuando les ayuda a remover los efectos negativos
que las políticas de un país imponen en las políticas domésticas de otros (Moravcsik
1993). El grado de cooperación será mayor cuanto mayores sean los efectos de las
externalidades negativas, presentando diversas modalidades como la consulta,
concertación, cooperación y integración política o económica. La integración también es
resultado de la dinámica política interna de los estados que la promueven. Para
comprender sus posibilidades de éxito se requiere una especificación más precisa de los
intereses societales domésticos en ciertas áreas específicas y como éstos influyen y
limitan a los gobiernos, lo cual implica un examen del proceso de formación de las
preferencias nacionales dentro de cada estado. Una vez determinadas estas
preferencias nacionales, ellas son negociadas en el ámbito intergubernamental, y sus
resultados terminan por configurar la forma del proceso regional (Moravcsik 1993).
La pregunta es ¿Cuál es el papel de las unidades subnacionales de los estados-nación,
es decir, de las regiones, en este proceso de formación de las preferencias nacionales?
En la mayoría de los trabajos basados en este enfoque se incluye esencialmente a los
actores sociales como las unidades subnacionales más importantes en el proceso de
formación de las preferencias nacionales. Esto es algo bastante marcado en enfoque del
liberalismo intergubernamental. En particular, Andrew Moravcsik señala que “las
prioridades y políticas de los estados están determinadas por los políticos a cargo de los
gobiernos nacionales, quienes están imbuidos en una sociedad civil doméstica y
transnacional que constriñe decisivamente sus identidades y propósitos. Por lo tanto, las
influencias más fundamentales sobre la política exterior son la identidad de importantes
grupos sociales, la naturaleza de sus intereses y su influencia relativa en la política
doméstica” (Moravcsik, 1993: 483).
Las regiones, en cambio, son excluidas del proceso de formación de las preferencias
nacionales. Basándose en la experiencia de la UE, Moravcsik (1994) considera que la
relevancia de las regiones como actores del proceso de integración es más retórica que
real. En su opinión, la difusión del poder a las regiones desde la UE no ha resultado en
un mayor poder para éstas, pues el poder ejecutivo central de los países comunitarios
ha actuado como un guardián de los intereses del Estado-nación, evitando cualquier
difusión significativa de poder a las subunidades nacionales a través de las políticas
regionales o los fondos estructurales de la UE. En consecuencia, “más que observar en
la UE un conflicto suma cero entre diferentes niveles “horizontales’ de gobierno, podría
ser más útil considerar a la UE como un proceso basado en coaliciones “verticales” que
incluyen a los grupos domésticos, los poderes ejecutivos (del Estado-nación) y los
grupos supranacionales” (Moravcsik, 1994: 54).
Este rechazo a la participación de las regiones en los asuntos internacionales obedece
en gran medida al excesivo peso que en el marco explicativo del liberalismo
47
intergubernamental se otorga a jefe ejecutivo del Estado-nación. Esto ha sido
considerado como una de las mayores limitaciones conceptuales de este enfoque (Mc
Carthy y Alexopoulos, 1995: 21-22), algo que se intenta superar en este ensayo. La
concepción de la integración como RI resultante de un proceso de negociación en dos
niveles (uno nacional y otro internacional), es plenamente válida. No obstante, un
análisis que incluya a todas las posibles variables debe considerar no sólo la articulación
de los intereses de los grupos sociales y su agregación en el Estado-nación, sino que
también debe tomar en cuenta a las unidades administrativas subnacionales, es decir,
las regiones. Estas tienen un papel crecientemente relevante en el proceso de formación
de las preferencias nacionales, como ha sido reconocido en los estudios recientes sobre
integración en Europa. En consecuencia, las regiones deberían ser incluidas en el nivel
doméstico de la formulación de la política de integración, no sólo porque tienen sus
intereses propios, que agregan en las cancillerías y en los demás órganos del gobierno
central que participan en la elaboración de la política de integración, sino también porque
pueden ser los voceros de la sociedad civil regional ante el Gobierno central.
Esto supone que al lado de los procedimientos y los intereses de la burocracia estatal
conviven también los intereses de los actores subnacionales de tipo público, es decir, de
las regiones, las cuales también desempeñan un papel importante en la elaboración e
implantación de la política de integración. Estos actores regionales actúan junto a las
fuerzas de la sociedad civil, llevando sus exigencias a los órganos del gobierno central y
pretendiendo influir en las políticas finales de éste. De todo este proceso resulta la
configuración de las preferencias nacionales que serán objeto de regateo
intergubernamental por parte de los estados-nación en el nivel internacional del proceso
de la elaboración de la política de integración.
Esto no significa que las regiones dispongan del mismo margen de acción que otros
actores políticos, pues son parte de uno mayor, el Estado-nación, lo que les impone
ciertas limitaciones para actuar en materia de integración. En primer lugar, las regiones
deben circunscribirse en su ámbito de actuación a las disposiciones constitucionales
que, en la mayoría de los casos, señalan que debe existir compatibilidad con la política
exterior del Estado-nación. Una limitación aún mayor es el carácter de las atribuciones
de las regiones en materia de integración. Estas se refieren básicamente a temas como
la realización de obras de infraestructura, educación, cooperación técnica o sanitaria.
Aspectos como la integración comercial y monetaria, o la coordinación de las políticas de
defensa o policía entre las unidades subnacionales, en particular en las regiones
fronterizas, continúan en manos del poder nacional. De igual manera es importante
explicar que no se trata de sustituir al Estado-nación por la región. Una política de
entrelazamiento supone incorporar a las regiones en el proceso de elaboración e
implantación de la política de integración en el cual también participarían el Estadonación y los actores del sector económico y de la sociedad civil. No se sugiere,
entonces, que las regiones se conviertan en actores con una política exterior
independiente, sino que contribuyan a enriquecer las políticas de Estado-nación y
ayudar así a fortalecer los procesos de integración en marcha. Como indica Bernal Meza
(1990: 35-36), de lo que se trata es de “encontrar un equilibrio entre una cierta
autonomía de las regiones, entre la posibilidad de brindarles espacio político para la
48
búsqueda de soluciones a sus problemas sectoriales . . . y que dicha autonomía no
implique la formulación de una política exterior independiente de los lineamientos de las
cancillerías”.
El punto de vista de la economía internacional
Las transformaciones en la economía mundial también han contribuido a modificar el
cuadro a sus actores económicos más importantes. Sin aceptar el discurso antiestatista
que proponen muchos de los teóricos de la política económica internacional, es evidente
que el Estado dejó de ser considerado como el actor predominante y director de la
economía mundial, sino que se ha acostumbrado a convivir con otros actores
transnacionales. Esta pérdida de la capacidad del Estado para controlar las variables
económicas mundiales ha permitido la aparición de teorías que otorgan a otras unidades
territoriales, sea la región continental o la región al interior del Estado, la habilidad de
enfrentar de una mejor manera los cambios estructurales de la economía mundial.
La teoría del Estado-región de Kenichi Ohmae (1995) es una expresión de este nuevo
pensamiento. Para Ohmae, el Estado-región es la unidad social más adecuada para
adaptarse al mundo sin fronteras en que se desenvuelve la economía internacional. La
globalización de la economía y las finanzas han convertido al Estado-nación en una
“ficción crecientemente nostálgica”. Cada vez tendría menos sentido hablar de países
como China, Italia o Rusia como unidades económicas, pues son los territorios inmensos
con diferentes necesidades en su interior y diferentes capacidades. Considerarlos
unidades económicas, señala Ohmae, es falso y poco plausible. Estas entidades
político-territoriales deberían ser sustituidas por los estados-región. Estos últimos
constituyen las zonas económicas naturales del mundo sin fronteras. Son unidades
políticas y económicas que se caracterizan por su limitada extensión geográfica y su
enorme influencia económica.
Ohmae menciona como ejemplos de estados región al nordeste de Italia, Gales, BadenWüttemberg (en el alto Rhin), San Diego-Tijuana, Hong Kong y el sur de China, Sillicon
Valley y la zona de la Bahía de California, Pusan (en el punto sur de China, de la
península coreana) y las ciudades japonesas de Fukuoka y Katakyusha. Todos estos
estados-región se caracterizarían por tener una estrategia basada en la conquista de los
mercados mundiales para resolver sus problemas, en vez de dirigir su mirada a los
gobiernos centrales de los estados - nación de los que son parte (Ohmae, 1995: 81).
La noción del estado-región, a pesar de sus limitaciones conceptuales, es el
reconocimiento a nivel doctrinal de la creciente importancia de las regiones como
actores económicos autónomos en la escena internacional. El problema es que sus
supuestos teóricos no son confirmados en el plano empírico. Es innegable que muchas
regiones se han convertido en actores económicos de gran relevancia. También se
puede aceptar que en el mundo globalizado, el Estado-nación no parece ser el espacio
más adecuado para la expansión económica capitalista y que las regiones tienen una
inserción más directa y con menos mediaciones del Estado-nación en la división
internacional del trabajo actual. En fin, es evidente que se están creando núcleos, polos
49
o focos concentradores de la actividad científica y tecnológica en ciertas regiones, a lo
que se suma el desarrollo de programas de descentralización administrativa que
atribuyen mayores poderes de decisión a las regiones (Laurelli, 1994; Rofman y Ruso,
1994).
Sin embargo, el referente empírico de la realidad contemporánea no convalida el
argumento de que el Estado-nación esté siendo sustituido por unidades de menor
tamaño, como los estados-región que propone Ohmae, sino por espacios más
ampliados, bloques económicos creados mediante la fusión de diversos espacios
económicos nacionales en uno de mayor tamaño. Aunque es cierto que en el escenario
mundial se admitan nuevas formas de integración ‘interregional” o “subregional”, pero
internacional, bajo la iniciativa de gobiernos nacionales o regionales, o al menos
apoyadas por gobiernos, y que involucran a regiones fronterizas más que a países (De
Lombaerde, 1998: 259), iniciativas de este tipo son aún menores en cuanto a su
cantidad e intensidad si se las compara con el amplio regionalismo continental en boga.
Además, tampoco pueden soslayarse las críticas que desde la economía internacional
se están haciendo al supuesto del “mundo sin fronteras”, en el cual el estado-región
sería la unidad política territorial óptima. Es obvio que se está produciendo una mayor
integración de los mercados de bienes y capitales y que muchos aspectos de la
economía internacional se están convirtiendo en algo parecido a las cuestiones
regionales. No obstante, existen también significativas diferencias entre las cuestiones
de la economía regional e internacional, en particular en lo referente a la movilidad de
los factores. Estos últimos son altamente móviles entre las regiones y menos móviles
entre los países. Estas diferencias tienen dos consecuencias: en primer lugar, como las
regiones deben competir por mantener factores que son móviles, la capacidad a largo
plazo de una región para exportar depende de sus ventajas absolutas, en vez de sus
ventajas comparativas. En segundo lugar, los movimientos de capital, y especialmente
de trabajo, a menudo dan lugar a procesos acumulativos de crecimiento desigual
(Krugman y Obsfeld, 1996: 22).
En general, si en una economía el factor trabajo se desplaza libremente entre regiones,
se esperaría una tendencia a largo plazo hacia salarios iguales. Si todas las regiones
igualan sus salarios, entonces sólo serán capaces de exportar bienes en los que tienen
ventajas absolutas, es decir, bienes en los que pueden producir con menos necesidades
unitarias de trabajo que cualquier otra región. Esto podría ser una desventaja porque la
pauta de las ventajas absolutas podría ser modificada por cambios en los gustos o en la
tecnología, lo que en algunas ocasiones podría causar un drástico despoblamiento que
podría provocar el declive económico de muchas regiones. Un segundo problema que
ocasiona el exagerar la importancia de las regiones como unidad económica, es que
entre éstas, en particular en los países subdesarrollados, pueden existir enormes
diferencias en cuanto al nivel de renta. Además, como en las regiones ha ocurrido un
proceso de causación acumulativo en aquellas que disfrutan de una ventaja inicial, sea
debido a un accidente o la historia, éstas atraerían volúmenes crecientes de industrias y
empleos de otras regiones menos afortunadas (Krugman y Obsfeld, 1996: 224-229).
50
Estas observaciones permiten una evaluación más objetiva del concepto de estadoregión y su verdadera viabilidad como alternativa al Estado-nación.
Una descripción algo distinta de la importancia de las regiones en el proceso de
integración es presentada por el pensamiento estructuralista, en particular por André
Marchal. Para este autor, “la economía no es más que el resultado de la superposición
de círculos de colaboración económica cada vez más amplios, de los cuales el primero
es la región” (Marchal, 1970: 198). Esta última se caracterizaría por ser un espacio
polarizado, con un núcleo o polo que se convierte en el centro de producción y de
intercambio de bienes y servicios y con una intensidad en las relaciones a su interior
mucho mayor que con el exterior. El núcleo o polo, generalmente una gran ciudad, se
transforma en un centro capaz de inducir un creciente desarrollo industrial y actuar como
fuerza motriz de éste. El polo, a su vez, ejerce efectos de arrastre y aglomeración sobre
otras actividades, originando, por un lado, su desarrollo con detenimiento, en el cual la
densidad de las implantaciones industriales y de la población se acrecientan en un
espacio estrechamente limitado y, por otra parte, produciéndose una extensión del polo
en su ámbito espacial a las regiones limítrofes. Este crecimiento de los polos tiende a
desbordar las fronteras regionales y difundirse mucho más allá, dando origen a los “ejes
de desarrollo”, a lo largo de los cuales surgen zonas de expansión industrial o pasillos de
prosperidad (Vacchino, 1981: 37-45).
Estos polos de crecimiento se podrían proyectar a regiones vecinas que pertenecen a
otro Estado nacional, dando origen a un espacio de colaboración e intercambios que
requeriría un tipo de regulación común por las partes interesadas. Este sería el proceso
que llevaría a establecer iniciativas de integración, cuyo motor principal sería el polo
regional. Como señala Vacchino (1981: 41), para el pensamiento estructural “existiría un
orden lógico en la evolución económica, el mismo proceso que condujo a las economías
locales a quedar englobadas en las economías regionales, y a éstas en las nacionales, y
conduciría actualmente a la formación de una economía internacional. Se trataría de
extensiones sucesivas y progresivas de las economías nacionales”.
La importancia de las regiones como actores económicos en el proceso de integración
es que pueden ser núcleos en los cuales se desarrollen “polos de integración”. Este fue
un concepto elaborado por el Instituto de Integración Latinoamericano durante la década
del sesenta, cuando la tesis de los polos de crecimiento gozaba de cierto prestigio en el
ámbito académico y gubernamental en América Latina. Los polos de integración serían
“centros en los que se desenvuelven solidaridades de hecho entre distintos grupos y
actores individuales que sean capaces de irradiar, inducir y propagar un efecto de
solidaridad con un lato contenido integracionista” (INTAL 1966: 3). Esta idea de los polos
de integración es útil en varios aspectos, particularmente porque reconoce la existencia
de centros motores que son capaces de inducir y propagar solidaridades entre espacios
regionales de diferentes estados, creando así condiciones para una mayor integración.
La historia de los esquemas de integración confirma la existencia de estos “polos de
integración”, a partir de los cuales se ha producido una expansión del proceso a todo el
Estado-nación, como por ejemplo, la Cuenca del Ruhr en la integración europea, el eje
San Pablo - Buenos Aires en el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), el eje Cúcuta –
51
San Antonio – Ureña en la integración andina o los ejes Tijuana - Sur de California,
Texas – Monterrey en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Hacia una síntesis político-económica
La revisión de las teorías de las relaciones internacionales y de la economía
internacional ayudan a realizar especulaciones sobre la posibilidad de una mayor
participación de las regiones nacionales en las políticas de integración. El viejo concepto
del Estado unitario ha sido definitivamente superado por las nuevas concepciones que
han “abierto la caja negra” de las interacciones que ocurren a lo interno de cada Estado
e inciden en el diseño e implantación de las políticas exterior y económica, dentro de las
cuales se inserta la política de integración. De igual manera, la economía internacional
revaloriza a la región como espacio político-territorial que puede actuar como un polo
para impulsar el proceso de integración. En otras palabras, existe un margen de
maniobra para una mayor intervención de las regiones nacionales en los procesos de
integración internacional, lo cual es aún más válido en el caso de las regiones
fronterizas.
El reconocer la relativa mayor autonomía de las regiones en el plano internacional, no
debe llevar a crear una falsa dicotomía Estado nación-región, pues ambos tienen
intereses y cometidos comunes, de lo contrario, no tendría sentido la pertenencia de la
última a la primera. En tal sentido, la actuación internacional de una región, difícilmente
podría oponerse a los fines y propósitos de la política de integración del Estado de cual
es parte, sino que sería un complemento de ésta. Una oposición Estado nación - Región
en materia internacional, es incluso difícil desde el punto de vista operativo, pues la
mayor autonomía de las regiones es producto de un proceso de descentralización que
está regido por un marco legal específico en el que se señalan los límites de los poderes
y atribuciones que se conceden a las regiones. De lo que se trata es de entender a la
política de integración como proceso de dos niveles: uno nacional y otro internacional, y
conceder a las regiones un papel en la dimensión nacional del mismo, lo que hace más
fácil el manejo de ciertos temas como la integración fronteriza, en los cuales la
burocracia regional podría contribuir a la realización de los propósitos nacionales.
En consecuencia, una mayor participación de los actores regionales en el diseño de la
política de integración no quita al Estado-nación su papel de director de la misma. Como
parte de la política comercial y la política exterior, es una atribución del Gobierno central,
sin embargo, es también cada vez más evidente la presencia de los gobiernos
regionales, especialmente los fronterizos, en el proceso de su discusión, elaboración e
implantación. En este proceso, las regiones han adquirido una mayor autonomía,
aunque están limitadas en sus atribuciones por el contexto general de la política de
integración del Estado-nación. En otras palabras, las regiones son agentes de los
estados-nación de los que forman parte. Entonces, es correcto rechazar la idea del
Estado como actor unitario, pero no es acertado dejar de considerarlo como el agente
fundamental y el director de la política de integración.
52
En conclusión, existe un amplio margen para el debate y la discusión sobre la
participación de las regiones en las políticas de integración. Es claro que ni el proceso
de globalización ni los desarrollos en la teoría internacional permiten continuar
defendiendo el supuesto del Estado como actor unitario. Sus políticas son el resultado
de un amplio número de interacciones de los diversos actores públicos y privados que
actúan en él, entre ellos, las regiones.
VENEZUELA Y EL NUEVO REGIONALISMO CARIBEÑO: LA PERSPECTIVA
DE LAS REGIONES
Las regiones y la actuación internacional de Venezuela
De acuerdo al artículo 136 de la Constitución venezolana de 1961, la actuación
internacional de la República es una atribución del poder nacional, excluyendo a los
estados, incluso a los fronterizos, en la participación, elaboración o implantación de
políticas relacionadas con los asuntos internacionales. Toro Jiménez (1982) sostiene un
criterio algo distinto. Para este autor, Venezuela es un Estado unitario, con
características de un Estado federal compuesto para el derecho interno estatal. Por ello,
las subunidades públicas, es decir, los estados y municipios, son sujetos de derecho
interno estatal. En opinión de Toro Jiménez, aunque el artículo 136 de la Constitución
pareciera atribuir la actuación internacional de la República de forma exclusiva e
indelegable al Poder nacional, la misma Constitución, aunque por vía de excepción y en
forma restringida, autoriza a los estados para actuar en ciertos asuntos internacionales.
Esto pareciera inferirse del artículo 126 de la Constitución, que expresa: “...tampoco
podrá celebrarse ningún contrato de interés público nacional, estatal o municipal con
estados o entidades oficiales extranjeras... ni traspasarse a ellos sin la aprobación del
Congreso...”.
Para Toro Jiménez (1982: 323), “tanto los estados como los municipios venezolanos
pueden celebrar, con la aprobación del Congreso Nacional, contratos de interés público”.
En otras palabras, los estados estarían facultados, en ciertas condiciones legales, para
celebrar tratados internacionales, porque todo contrato de interés público estatal debe
entenderse como sinónimo de un contrato de interés público celebrado por un Estado.
En contra de este argumento se podría alegar que cuando la Constitución se refiere al
“interés nacional”, “estatal” o “municipal”, alude exclusivamente a los fines de la utilidad
pública que persigue el contrato. Estos fines estarían circunscritos a funciones o
servicios propios de la esfera concreta de un estado, un municipio, o toda la República.
Entendidas las cosas de esta manera, la competencia para celebrar contratos de interés
público sería una atribución exclusiva del poder nacional. No obstante, como pregunta
Toro Jiménez, si la última interpretación fuera la correcta ¿para qué el constituyente
elaboró semejante calificación si no le atribuyó efectos jurídicos? El mismo autor
responde que “el calificativo de nacional, estatal o municipal que se atribuye en la
Constitución al contrato de interés público, alude concretamente al poder u órgano
específico del Estado al cual corresponde la competencia para la celebración de
contratos de interés, por tratarse la materia u objeto de ésta de la exclusiva competencia
de ese mismo poder u órgano” (Toro Jiménez, 1982: 324). En conclusión, todo contrato
53
de interés público celebrado por un estado o municipio con un Estado extranjero u otro
sujeto de derecho internacional público, es un tratado internacional.
Aunque el argumento de Toro Jiménez es de una coherencia difícil de quebrantar, el
problema es que no se encuentra en el resto de la legislación venezolana alguna otra
norma que permita apoyarlo. Al contrario, en la Ley Orgánica de Administración Central
se atribuye la elaboración y la implantación de la política exterior al Ministerio de
Relaciones Exteriores. Este sería el responsable de la actuación internacional de la
República, y como tal, sería el encargado de la negociación, firma, ratificación,
aceptación, aprobación, adhesión, reservas, prórrogas, canje, depósito, ejecución,
suspensión, denuncia y terminación de tratados, convenciones, protocolos,
declaraciones, actas, pactos, acuerdos y demás instrumentos internacionales. En
esta última categoría se podría incluir a los contratos de interés público nacional.
Esta situación no ha sido modificada por el proceso de descentralización política y
administrativa que se ha estado desarrollando en Venezuela desde hace casi una
década. La Ley Orgánica de Descentralización, Delimitación y Transferencia de
Competencias del Poder Público, vigente desde enero de 1990, no atribuye ninguna
competencia a las regiones en materia de relaciones internaciones. Incluso los estados
fronterizos han quedado excluidos de participar en cualquier negociación con sus
vecinos de los países limítrofes.
La única disposición legal que considera la posible actuación internacional de las
regiones es el decreto 3180 de 1993, el cual es más bien restrictivo, ya que intenta
controlar cualquier actuación de los gobiernos estatales o municipales en el exterior. De
acuerdo al decreto, los gobernadores y alcaldes deben someter a la consideración del
Ministerio de Relaciones Exteriores todo propósito en que se involucre la representación
internacional de la República, o que de alguna manera sea susceptible de generarle
compromisos internacionales. En tal sentido, los gobiernos estatales y locales están
obligados a “suministrar toda la información necesaria que permita la apreciación de su
oportunidad en el marco global de las relaciones internacionales de Venezuela,
conforme a las pautas dictadas con carácter general del Ministerio de Relaciones
Internacionales” (IDEAF, 1996: 5). Es notorio el carácter restrictivo del artículo al
establecer un control jerárquico para garantizar al Gobierno central el monopolio del
manejo de las relaciones internacionales, tal como lo señala la Constitución venezolana
en su artículo 136 (IDEAF, 1996: 5). El proyecto de Ley de Fronteras tampoco otorga
atribuciones a las regiones limítrofes atribuciones para negociar acuerdos de
cooperación o integración con sus regiones vecinas pertenecientes a otro país. Cuando
los gobernadores de estados fronterizos deseen promover acuerdos de este tipo, deben
solicitar al Ejecutivo nacional, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, el
establecimiento de mecanismos de cooperación con los países vecinos, que favorezcan
el desarrollo fronterizo de esa entidad estatal. Si embargo, la ley sí atribuye a las
regiones alguna forma de participación en las políticas de desarrollo e integración
fronteriza. En el proyecto de ley se establece que en los estados fronterizos se debe
crear un Comité Regional de Coordinación para el Desarrollo Fronterizo, que presidirá su
gobernador. Este Comité servirá de enlace entre el ente regional y la Secretaría del
54
Consejo Nacional de Fronteras, el máximo organismo rector en materia de asuntos
fronterizos. De acuerdo a la ley, el Comité coordinará, junto con otros organismos
públicos y privados, la creación de la infraestructura adecuada para la integración
económica fronteriza.
Esta breve revisión de la legislación venezolana permite concluir que el país está al
margen de las tendencias mundiales que otorgan a las subunidades estatales una mayor
participación en los asuntos internacionales. A pesar de los argumentos de Toro
Jiménez, los entes regionales venezolanos no disponen de poderes autónomos para
negociar acuerdos internacionales, y cuando participan en alguna negociación
internacional, lo hacen con previa autorización del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Tampoco tienen las regiones atribuciones para llevar a cabo acuerdos internacionales
acordados por el gobierno central, a no ser que esto sea redactado en forma escrita y
expresa en tales acuerdos. En el caso particular de la política de integración de
Venezuela, esta es básicamente el resultado de la actuación de la burocracia del
gobierno central y de ciertos grupos de presión, en particular, el sector privado. Las
regiones, incluso aquellas de zonas de gran dinamismo integrador, como las de Los
Andes venezolanos, tienen una participación mínima en el proceso de elaboración e
implantación de la política de integración. La Ley Orgánica de Administración Central es
tajante en esta materia al señalar en su artículo 25, como una de las atribuciones del
Ministerio de Relaciones Exteriores, “la dirección, coordinación y centralización de la
política de comercio exterior y de integración y su información estadística”.
El Caribe venezolano y el nuevo regionalismo caribeño
La pregunta obligada, al menos para efectos de este ensayo, es: ¿cuál ha sido el papel
de las regiones caribeñas venezolanas en la promoción del nuevo regionalismo
caribeño? A pesar de la tendencia internacional a favorecer una mayor participación de
las regiones en los asuntos internacionales, y de que en Venezuela se ha estado
llevando a efecto un importante proceso de descentralización administrativa, la
respuesta a la anterior pregunta es poco alentadora. Las regiones venezolanas bañadas
por aguas caribeñas abarcan los estados Zulia, Falcón, Carabobo, Aragua, Miranda,
Anzoátegui, Sucre y Nueva Esparta1. De estas provincias, son particularmente
importantes, Falcón (debido a su cercanía a las Antillas holandesas), Sucre (estado
cercano a Trinidad y Tobago), y Nueva Esparta (que se encuentra a una distancia
relativamente cercana de las islas del Caribe oriental). Estas regiones en particular
podrían tener un papel relevante en la promoción de un mayor acercamiento, no sólo
comercial, sino también cultural y equitativo con sus vecinos caribeños. Sin embargo, en
la práctica, su actuación en esta materia no ha sido una prioridad para los gobiernos
locales.
La participación de las regiones caribeñas en la promoción del nuevo regionalismo
caribeño no ha sido realmente relevante y el interés de las mismas autoridades locales
se ha visto disminuido por la poca autonomía de la que disponen para iniciar propuestas
de integración o cooperación por cuenta propia. Esto supone desperdiciar el enorme
55
potencial que pueden tener las regiones fronterizas del Caribe venezolano en la
promoción de un mayor acercamiento con sus vecinos.
Para muchos actores políticos venezolanos, el Caribe es ciertamente una zona
estratégica para el país, pero las ganancias de una creciente integración con ella serían
mínimas. Se alega que la pequeñez de su mercado, su poca oferta exportable y las
dificultades de transporte convierten a la integración con el Caribe en poco atractiva. Sin
embargo, cuando el asunto se analiza desde una perspectiva de las regiones de
Venezuela, esta visión puede ser relativamente modificada. Estas se podrían convertir
en un puente que facilitase un mayor contacto entre Venezuela y sus islas vecinas.
A pesar de los impedimentos legales y el poco compromiso político en otorgar a las
regiones fronterizas mayores atribuciones en materia de integración, éstas tienen un
enorme potencial para convertirse en actores relevantes en este proceso. Así ha sido
comprendido por el sector privado de regiones como eje Táchira - Norte de Santander,
que han fomentado una intensa cooperación mutua. El mundo político no se ha aislado
de esta dinámica, sino que, superando las limitaciones legales, ha incrementado su
acercamiento con los vecinos fronterizos. Esto es válido en general para las regiones
limítrofes con Colombia, cuyos gobernadores han realizado cumbres con los
mandatarios regionales de los departamentos fronterizos colombianos o se han
establecido reuniones entre representantes de los parlamentos regionales de los
estados y departamentos de la zona de frontera. Una situación semejante parece no
haber ocurrido en la frontera norte venezolana, cuyos gobernantes no han sido
particularmente activos en estrechar sus contactos con sus vecinos caribeños.
También existen razones económicas para impulsar una mayor participación de las
regiones fronterizas caribeñas venezolanas en el proceso de integración con la región
caribeña. Venezuela tiene actualmente dos importantes polos de integración: el primero
es el eje Táchira - Norte de Santander, foco del proceso de integración con Colombia; el
segundo es el eje Santa Elena de Uairén - Boa Vista - Manaus, núcleo de integración
con Brasil. Sin embargo, en la integración con la Cuenca del Caribe, la tercera región en
la que está involucrada Venezuela, no es posible distinguir ningún polo de integración.
Deberían considerarse las posibilidades de que estados como Sucre o Nueva Esparta
pudieran promover un mayor acercamiento con la CARICOM. Su cercanía con Trinidad y
Tobago, uno de los socios mayores de la CARICOM en el caso del estado Sucre, o de
las islas del Caribe oriental en el caso de Nueva Esparta, les podría permitir actuar como
polos para dinamizar las relaciones comerciales con la CARICOM. Una situación similar
se plantea con el estado Falcón, que es un importante punto de conexión con Las
Antillas holandesas.
En todo caso, hay un amplio margen de posibilidades para una mayor actuación de las
regiones caribeñas venezolanas en el proceso de integración con los países de la
Cuenca del Caribe. A pesar de las limitaciones que la normativa constitucional impone a
las regiones nacionales en cuanto a su posible actuación internacional, los gobiernos de
las entidades federales con costa caribeña debe imitar a sus homólogos de regiones
fronterizas con Colombia y establecer mecanismos para intensificar sus relaciones con
sus vecinos caribeños.
56
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59
INTEGRACIÓN REGIONAL, FRONTERAS Y GLOBALIZACIÓN EN AMÉRICA
LATINA Y ELCARIBE: EL CASO DE LA MIGRACIÓN
Ana María Aragonés
INTRODUCCION
Me gustaría compartir en este espacio algunas ideas y reflexiones en relación con lo que
será uno de nuestros objetos de estudio y de trabajo en el marco de este proyecto
internacional denominado Integración Regional, Fronteras y Globalización en América
Latina. El título del proyecto está acotando lo que son los problemas más importantes de
este fin de siglo: integración y globalización, al tiempo que parecería implícita la
aceptación de estos fenómenos como una realidad y, por lo mismo, como los grandes
temas de discusión de este fin de siglo. Si bien, desde mi punto de vista, esto es
correcto, y por ello sería un avance, vale la pena recordar que hasta hace muy poco
tiempo se cuestionaba el hecho mismo de la llamada globalización y se discutía si los
países podían sustraerse a ella. Pareciera que estas posiciones quedan superadas y,
como diría Cardoso, ahora presidente de Brasil, “la globalización es implacable, pero
inevitable”.
Por mi parte, concuerdo con los autores que muy tempranamente consideraban que la
globalización es la manifestación objetiva del desarrollo del capitalismo y que presenta
como características centrales el haber multiplicado hasta puntos inverosímiles todos
aquellos elementos que empezaron a manifestarse desde final de siglo XIX (con la
instauración del llamado Imperialismo), haciéndose efectivo uno de los fines históricos
del capitalismo: su universalidad. Sin embargo, queda muchísimo por investigar para
lograr desentrañar este nuevo patrón de acumulación, por lo que hay que abocarse a la
tarea de realizar una “crítica profunda en el sentido de conocer, y una crítica en el
sentido de desenmascarar” (Feinmann, 1998). Cuáles son los elementos nuevos en
relación con los patrones anteriores y cuáles no lo son, analizar las consecuencias para
el sistema con el desarrollo extraordinario de los transportes y de la informática que
permiten interconectar al mundo económico y político en cuestión de segundos. Nunca
como hasta ahora, los circuitos financieros son manejados desde los centros
neurálgicos, y las bolsas del mundo suben o bajan, acompañando este movimiento que
por momentos puede parecer infernal, sobre todo para países como los nuestros, cuya
debilidad frena cualquier posibilidad para detener las gravísimas consecuencias de los
vaivenes financieros.
La globalización, entendida como una profunda interrelación entre todos los países, cuyo
eje es el mercado capitalista, se fortalece con la desaparición de la bipolaridad vivida
durante el período de la guerra fría, la caída del socialismo realmente existente de los
países de la Ex URSS y de la Europa del este y su ulterior incorporación al circuito
capitalista, el ingreso de China al mercado capitalista y la apertura comercial de la
mayoría de los países del Tercer Mundo.
La crisis de los años setenta puso en evidencia, como nunca antes, el grado de
interdependencia que habían alcanzado las economías del mundo, propagándose su
60
efecto devastador a todos aquellos países incorporados en el capitalismo y poniéndose
enentredicho las formas de intervencionismo estatal bajo el llamado Estado de
Bienestar. El mundo vivió desde entonces un ambiente de enorme inestabilidad
económica, política, social y financiera produciéndose la caída de los acuerdos de
Bretton Woods y la eliminación del dólar como patrón de cambio mundial. Hizo explosión
el problema de la deuda del Tercer Mundo, declarándose en bancarrota gran cantidad
de países, lo que puso a temblar a los centros financieros.
Podemos aceptar que estamos ante una nueva fase de acumulación capitalista en la
que se produce un fenómeno que asocia, por primera vez, internacionalización con
depresión (Dabat, 1994: 147), fenómeno central que obliga a reconsiderar las
condiciones en las que se está manifestando la migración, no sólo porque los
mecanismos de la acumulación capitalista están cambiando (y si apoyamos la propuesta
en el sentido de que la migración de trabajadores es un elemento constitutivo de la
acumulación capitalista, habrá que estudiar las transformaciones estructurales que
presenta el sistema) sino que al ser la migración uno de los instrumentos de la
internacionalización, ahora se enfrenta con un proceso depresivo mundial. Una de las
graves consecuencias de esta profunda contradicción serán las tensiones fronterizas,
que están marcando también este fin de siglo.
Por ello no es extraño que los desplazamientos humanos tengan la apariencia de un
“caos migratorio”, como ha sido calificado, y si nos atenemos a las cifras propuestas por
el Banco Mundial, no podemos menos que preocuparnos. Se supone que entre 1985 y
1990 se han desplazado 80 millones de personas, sin contar con los 17 millones de
refugiados y los posibles flujos que se produzcan con la caída de la ex URSS. (Stanton,
1992) Este nuevo contexto ha creado una enorme preocupación mundial y el rechazo
más oprobioso y violento contra los trabajadores migratorios por parte de los países
receptores.
Globalización, internacionalización, depresión y políticas neoliberales vinculadas a las
innovaciones y desarrollos tecnológicos han transformado las necesidades del mercado
laboral de los países de destino de los trabajadores extranjeros, y una buena parte de
ésta se encuentra rezagada respecto a las necesidades de las economías receptoras.
TRANSFORMACIONES EN LOS PROCESOS DE TRABAJO
La Revolución Científico-Tecnológica surgida en el contexto de la crisis de los años
setenta, implicó una reestructuración económica a nivel mundial a partir de los años 80’,
que puso en marcha un conjunto de transformaciones que se sitúan en el campo de la
robótica, microelectrónica, ingeniería genética y nuevos materiales. Estos nuevos ejes
tecnológicos afectan a la mayor parte de los procesos productivos, destacándose entre
ellos el sector agrícola, la producción de alimentos, la industria automotriz, del calzado,
textil y el sector servicios, (Tangelson, 1984:39) todos ellos intensivos en mano de obra y
sectores que han sido prioritarios del comercio de los países subdesarrollados.
Se reorganizan los procesos industriales, surgiendo lo que algunos autores denominan
como “toyotismo”, y que supone romper con los principios tayloristas y fordistas de
segmentación de tareas, puestos fijos de trabajo, separación entre ejecución y
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concepción, entre producción y mantenimiento, entre control de calidad y producción.
Las relaciones laborales deben ser flexibilizadas, ya sea en forma unilateral, bilateral o
en forma despótica o consensual. (De La Garza, 1992) El trabajador debe ser capaz de
desplazarse de un tipo de trabajo a otro, lo cual implica, entre otras cosas, eliminar las
antiguas relaciones laborales, con el consecuente enfrentamiento con los sindicatos,
interlocutores tradicionales y altamente poderosos de las décadas anteriores para poder
establecer las nuevas formas de contratación y negociación, ahora individualizadas.
Un conjunto de países industrializados presenta una tendencia hacia la reabsorción de
ciertos procesos productivos, anteriormente ámbito prioritario del comercio de las
regiones menos desarrolladas. Tal es el caso de los Estados Unidos, principal país
importador mundial de fuerza de trabajo, que presenta importantes reubicaciones de
este tipo de procesos. Han desplazado sus inversiones en ramas eléctricas y
electrónicas al exterior, especialmente a la frontera mexicana y a los países del Sur de
Asia, pero al mismo tiempo han combinado su estrategia con una relocalización interna
de sus empresas textiles hacia el sur de su propio país, donde una porción importante
de la mano de obra no está sindicalizada, es de origen hispano y se encuentra de
manera ilegal en el país. La poderosa industria del vestido, que presenta niveles de
competencia feroz en el propio mercado interno, es alimentada básicamente con
inmigrantes recién llegados. De acuerdo con un artículo de Los Angeles Times, los
refugiados asiáticos son los que alimentan la economía invisible de los Estados Unidos.
Este conjunto laboral presenta una situación especial, pues logran acceder a los
beneficios de la asistencia social ocultando a las autoridades los ingresos generados por
su trabajo a destajo en la economía subterránea, básicamente en las ramas de la
industria del vestido, restaurante y electrónica. La industria del vestido siempre ha
recurrido al inmigrante recién llegado por su enorme vulnerabilidad, afirmándose que la
explotación de los asiáticos sudorientales concuerda con la historia del vestido en los
Estados Unidos. Al mismo tiempo empieza a reflejarse una cierta tendencia hacia la
contratación de profesionales de bajo salario en Malasia, Hungría, China y Singapur,
cuyo costo más bajo y altamente eficiente los hace enormemente atractivos, afectando a
la fuerza calificada del interior del país. Esta situación explicaría que en 1988, el Senado
de los Estados Unidos propusiera ampliar la cuota de inmigrantes de aquellos que
presentaran un alto nivel de calificación profesional, cuya demanda se concretó en una
nueva ley llamada Immigration Act en 1990.
La migración de trabajadores jugará un papel importante en los procesos de
reestructuración económica mundial y de reestructuración de los procesos productivos
en la medida en la que uno de sus elementos es la flexibilización del trabajo. Estos
procesos aumentan las contrataciones temporales y van creando un mercado de trabajo
dual: un 50% de los puestos de trabajo se realizan en forma permanente y a tiempo
calificado, y corresponden a la idea de empleo estable, mientras que el otro 50% se
mantiene a un nivel de empleo precario e intermedio. En este sentido no es extraño que
las leyes migratorias expedidas por la mayoría de los países receptores de migrantes, y
con un profundo matiz antiinmigrante ( ya sean países desarrollados o no, caso de
Argentina), son una herramienta importante en la promoción de trabajadores temporales.
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Los países expulsores, en su mayoría, han aplicado un conjunto de políticas que, con
algunos matices, se acercan a las neoliberales instrumentadas por las economías
altamente industrializadas. La aplicación indiscriminada de estas políticas, si bien ha
permitido superar algunos desequilibrios macroeconómicos, no es menos cierto que bajo
ningún concepto justifica los graves costos sociales pagados por la población:
desempleo, con una lacerante reducción de loa gastos sociales por parte del Estado,
sobre todo en salud y educación, causando un profundo deterioro en los niveles de vida.
La consolidación de una planta industrial sólida también se ha visto negativamente
afectada al tener que enfrentarse a una política de puertas abiertas, lo que ha producido
una enorme cantidad de quiebras de pequeñas y medianas empresas, agudizándose el
problema del desempleo.
El telón de fondo que marca el momento actual y que afecta a ambos polos de la
relación (países expulsores/países receptores) es el volumen desmesurado que
presenta el desempleo en el mundo capitalista, de tal suerte que lo que se pone en
evidencia en las fronteras es que éstas han dejado de lado su anterior porosidad y la
fluidez de la migración se dificulta. Una parte de esta fuerza de trabajo requerirá, para
ser funcional a las necesidades de los polos receptores, un cambio de perfil, pero otro
conjunto laboral sigue manteniendo su lugar e importancia para los trabajadores
extranjeros en aquellos nichos del mercado laboral que no pueden ser automatizados, y
que los nativos se niegan a realizar. Hay que señalar en relación con lo anteriormente
dicho que en economías como la de Estados Unidos se ha consolidado una estructura
laboral segmentada que está funcionando a partir de la incorporación de grupos étnicos
y minoritarios diferenciados (mujeres, negros, mexicanos e hispanos, en general), que
son asignados a determinados segmentos de este mercado laboral, reforzando las
divisiones étnicas, religiosas y raciales al interior de la clase trabajadora, lo que algunos
autores han denominado como “segregación laboral” (Gordon, 1982). Con ello, los
empleadores ven en esta mano de obra la posibilidad de abaratar sustancialmente sus
costos, pero quizá lo más trágico sea que con ello se dificulta sustancialmente la
posibilidad de desarrollar una cultura obrera que supere las divisiones y que luche como
un todo por las reivindicaciones de todos los trabajadores.
Esto también explicaría que los migrantes encuentren trabajo en un mercado con altos
índices de desempleo, pues sólo en el caso en el que los trabajos relacionados
directamente con el tipo de segmento productivo presenten problemas, los migrantes
siguen siendo requeridos.
Sin embargo, en la medida en la que el descontento social es notorio y los conflictos
sociales se han convertido en el eje del problema de las economías capitalistas, ahora
más que nunca, ejercer el expediente del “chivo expiatorio” resulta más que útil para los
gobiernos, ante su incapacidad para enfrentar los desequilibrios.
Algunos países del Tercer Mundo han perdido su importancia estratégica como
productores de materias primas, y su capacidad como productores de productos
manufacturados es aún precaria, por lo cual expulsarán mano de obra al exterior. Los
países que se encuentran en esta condición, alimentarán el enorme ejército de reserva
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mundial que actuará como un mecanismo equilibrador del proceso de acumulación
global.
Se puede decir que la actual explosión migratoria constituye la continuación directa de
un proceso originado en el siglo XIX y retomado en la segunda posguerra en la que los
Estados Unidos, Europa Occidental y otros centros secundarios de acumulación, ante
problemas de escasez de sus propios ejércitos industriales de reserva, tuvieron que
recurrir a trabajadores migratorios. Proceso que involucraba perfiles con características
diferentes, pero que deben ser considerados como un mismo movimiento, cuya lógica se
inscribe en la consolidación de un mercado mundial sobre la base de la
internacionalización de la producción.
Concretar y dominar los espacios, tanto en lo que se refiere a aquellos que presenten
posibilidades de expulsión de fuerza de trabajo como los relacionados con la facilidad
para invertir en aquellos países cuyas condiciones de costos salariales, comunicaciones,
nivel educativo de la población, capacitación laboral, etc., sean objeto de atención para
los países centrales; proceso selectivo, en la medida en la que no todos los países
potencialmente expulsores de fuerza de trabajo serán objeto de atención por parte de los
países centrales, sólo aquellos cuyas características de desarrollo y logros en
infraestructura permitan combinar, tanto la inversión extranjera directa como la utilización
de una fuerza de trabajo con determinadas calificaciones que puedan apoyar los
procesos de reestructuración productiva.
ALGUNAS CONSIDERACIONES CON RELACIÓN A LA MIGRACIÓN
Por lo anteriormente dicho, queda claro que una de las cuestiones de mayor
preocupación en este fin de siglo es justamente la que se relaciona con la libre
circulación de las personas. Pero también hay que señalar que es un fenómeno en el
que no hay unanimidad de visiones. En este sentido, se requiere reflexionar acerca de
los nuevos aportes que hay en relación con el fenómeno, pero sobre todo, debatir acerca
de nuestra propia visión en relación con el fenómeno migratorio. Desde mi punto de
vista, este ejercicio es absolutamente necesario, ya que será la única forma en la que
podamos establecer directivas y estrategias para que el problema migratorio supere una
propuesta estrecha y coyuntural que no puede más que llevarnos al fracaso. Por mi
parte, quisiera expresar mi propio punto de vista en relación con la visión a la que me
adhiero, en el ánimo de una discusión abierta y siempre enriquecedora con el fin de
profundizar en tan importante tema.
La migración de trabajadores es un componente estructural de la acumulación capitalista
formado por un excedente laboral mundial que se ha ido generando como producto y
necesidad del capitalismo, y que persiste bajo el signo de la sobrexplotación debido a:
a) Una profundización de las diferencias en el desarrollo entre unos países y
otros.
b) Una necesidad de los polos desarrollados para incorporar a este conjunto
laboral con el objeto de regular su mercado de trabajo.
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c) La incapacidad que presentan los países subdesarrollados para generar
políticas económicas que permitan la absorción de su población bajo condiciones
de vida productiva digna, situación que les imposibilita generar un poder de
negociación suficiente ante los países receptores de su fuerza de trabajo.
d) La falta de efectividad de las regulaciones internacionales para lograr mejores
condiciones para los trabajadores migratorios.
En los momentos actuales hay una tendencia hacia cuestionar los factores de
atracción/expulsión como aquellos que enmarcan la situación migratoria por considerar
que las redes han sustituido a estos determinantes. Desde mi punto de vista, esto es
incorrecto, pues las redes serían una consecuencia de la inercia migratoria, pero ello no
significa que se hayan superado los problemas que mantienen la importancia de la
migración enmarcados en esos factores atracción/expulsión.
Sin embargo, aceptar la existencia de expulsión y factores de atracción puede hacernos
caer en algunos errores que hay que evitar. Este binomio puede sugerir una forma de
complementariedad entre los factores de la producción, y desconocer el conflicto que se
genera entre las regiones. Es decir, no todas las variables que favorecen a la migración
confluyen simultáneamente en un determinado momento histórico o espacio económico.
De aquí que se puedan producir importantes desfases entre demanda y oferta de
trabajo, con la posible confrontación entre regiones. Por otro lado, los factores de
atracción y expulsión no son estáticos, van cambiando en relación con las necesidades
de la acumulación. Pero lo que sí es necesario es la existencia de un excedente laboral
que pueda ser movilizado hacia los sectores productivos que lo requieran, y este
contingente suelen proveerlo aquellos países que enfrentan graves problemas de
reiteración de su fuerza de trabajo.
Es importante distinguir los acontecimientos surgidos en un momento de crisis, que
juegan un papel determinante y son el punto de inflexión que marca el inicio de nuevas
etapas o fases de acumulación y su efecto sobre la migración de trabajadores que se
repliegan o despliegan bajo ese momento coyuntural, de aquellos flujos y reflujos
migratorios que responden al impacto de las decisiones de los grupos en el poder, que
no necesariamente son los mismos que utilizan a esta fuerza de trabajo, y por lo mismo
starán dispuestos a utilizar a los migrantes como “chivos expiatorios”.
Si aceptamos que las migraciones no son “espontáneas” ni “individuales”, sino que son
un fenómeno social y masivo y además estamos de acuerdo en el hecho de que siempre
detrás de ellas se encuentra una determinada política, resulta importante analizar esta
perspectiva en relación con los grupos que hegemonizan el poder, que no
necesariamente son los mismos que hacen uso de esta fuerza de trabajo, lo que
marcaría la incongruencia entre políticas antiinmigrantes y la necesidad de la fuerza de
trabajo migrante. Por ejemplo, la aplicación de la Ley de Inmigración Ilegal y
Responsabilidad de los Inmigrantes se puso en vigor el 1o. de abril de 1997. Esta ley es
considerada la más agresiva para los migrantes indocumentados, con efectos nocivos
que alcanzan a los propios migrantes legales. Sin embargo, las enormes dificultades
para su aplicación y la confusión a la que se presta, de acuerdo con las propias
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expresiones emitidas desde la Casa Blanca, refuerzan la idea de que se trata de una
pieza jurídica que busca atenuar los exabruptos de los grupos más duros de la sociedad
estadounidense, mientras que los migrantes indocumentados seguirán asistiendo a la
economía de los Estados Unidos, incorporándose a la agricultura, a la industria y, con
una participación cada vez mayor en el sector servicios, pero ahora con un mayor
margen de debilidad. Para aquellos sectores ricos de la población que deberían destinar
parte de sus ingresos a la educación y capacitación del resto de la población
estadounidense, la inmigración les resulta una forma de “ahorro”, pues de lo contrario
verían afectados sus intereses. Esta situación es paradójica, ya que los niveles más
altos de xenofobia se producen entre los sectores conservadores de los Estados Unidos
y el hecho no sólo coincide con una situación laboral de pleno empleo, sino que indica
que no existe en un nivel global una competencia directa entre los principales grupos
raciales. Es más, si se tiene en cuenta que el auge económico de los Estados Unidos no
es inflacionario, se revela la importancia del trabajo migratorio como instrumento
neutralizador del alza en los costos salariales. Esta situación paradójica y contradictoria
explica la recurrencia de las leyes migratorias, ya que como existe una causa estructural
para la demanda de mano de obra inmigrante, por medio de estas piezas jurídicas se
intentan paliar los descontentos de los grupos afectados por la reestructuración, para los
cuales el Estado no ofrece alternativas a su marginación social y pauperización.
El vocablo crisis se suele utilizar con sentidos muy diferentes. En el plano genérico y
abstracto, por crisis podemos entender una situación que emerge en el curso del
desarrollo de un fenómeno, y que obliga (o presiona) a una mutación cualitativa del
fenómeno. En relación con el fenómeno migratorio, me parece que las que interesan son
las crisis estructurales que afectan a tal o cual patrón de acumulación específico, y que
por lo común se asocian al fin de una onda larga y afectan a determinada etapa o fase
del desarrollo capitalista.
En relación con la región expulsada, y que la mantiene como reserva de este tipo de
trabajador, habría que decir que no sólo esto es así como resultado de una historia de
dependencia y subordinación a los polos hegemónicos (en el caso latinoamericano, es
claro que hablamos de Estados Unidos) sino de la aplicación de políticas económicas
que la mantienen como claramente expulsora de fuerza de trabajo. Hasta ahora, los
grupos de poder no han superado la subordinación mencionada, y por lo mismo no se
plantean una política migratoria, no sólo en el sentido de una negociación firme con los
países receptores, sino planteándose un proyecto nacional de incorporación de sus
trabajadores.
Esto se desprende de la omisión de una modelación de las migraciones internas que
tenga como eje la relocalización de los flujos de trabajadores, capacitación técnica,
difusión de información, etc. (Argüello, 1972)
Los momentos actuales presentan una gran indefinición en relación con los procesos de
acumulación mundiales, y no queda claro cuáles son sus mecanismos, y en este
sentido, cuáles serán las formas que adoptarán los flujos migratorios, los contenidos en
función de los nuevos requerimientos del nuevo patrón de acumulación, aceptando, por
supuesto, la idea de que la migración es un componente de la acumulación capitalista.
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Los prejuicios xenófobos y racistas impiden una discusión racional acerca de la
migración de trabajadores y de la posibilidad de que los hombres y mujeres del mundo
puedan circular y trasladarse libremente de un espacio geográfico a otro. En este
sentido, el análisis de la discriminación sería otra dimensión que merecería estudiarse.
INTEGRACIÓN REGIONAL Y MIGRACIÓN
Unas cuantas palabras en relación con la posible integración latinoamericana. Es
sorprendente cómo nuestros países adoptan rápida y prácticamente, sin mayores
discusiones parlamentarias, aquellas políticas ligadas a los centros de decisión
mundiales, el neoliberalismo, por ejemplo, y, en el caso de México, además, su
lamentable incorporación al TLC. Sin embargo, no se hace lo mismo con aquellas
acciones que los países desarrollados ponen en marcha como estrategias para paliar los
graves problemas que se enfrentan, tal sería el caso de la integración.
En México se encuentra prácticamente ausente la discusión en relación con la
integración. Podría parecer paradójico pero no lo es, puesto que aceptó una relación
absolutamente subordinada con la firma del Tratado de Libre Comercio; llevando las
cosas a un punto ciertamente de exageración, diría que no se ha integrado, sino que se
ha asimilado, con todo lo que ello implica para nuestro país. Por esto un seminario de
esta naturaleza, en el que se plantea el problema de la integración como el eje de sus
preocupaciones y de la discusión es de suma importancia para revertir esta tendencia
asimilacionista de nuestro gobierno, que casi de manera permanente se ha mostrado
siempre proclive a satisfacer los intereses de Estados Unidos. El subdesarrollo no sólo
se mide en términos económicos, sino en términos políticos y, en este sentido, México
presenta una tendencia hacia un anacrónico y exacerbado nacionalismo interno, pero se
olvida de defender su soberanía.
En el contexto de la globalización, la regionalización la acompaña con procesos de
integración, pues se tiene la certeza de que los problemas que enfrenta el mundo, y de
consecuencias para cada país en particular, no pueden ser resueltos en el marco de las
fronteras nacionales. La Unión Europea, el ejemplo más acabado de integración,
demuestra la factibilidad del ejercicio integrador, no carente de problemas y
enfrentamientos que giran casi siempre en torno al acendrado nacionalismo que ha
caracterizado al mundo capitalista. Una nueva cultura de convivencia tiene que ponerse
en marcha y entender que la única forma de preservar los valores culturales en un
mundo globalizado, es justamente a partir del ejercicio conjunto de acciones que
permitan la sobrevivencia equilibrada ante los graves problemas que se viven, a través
de distribuir poder y responsabilidades entre los socios. Las formas de democracia
pasan por la delegación del poder. Integrarse formando un espacio más o menos
homogéneo, económicamente hablando, a partir del cual puedan enfrentar comercio,
finanzas, investigación, innovaciones tecnológicas, etc., de manera más eficiente y
competitiva con el resto del mundo. Lo que no puede aceptarse es la adscripción a
determinados bloques si ello se hace bajo el estigma de la subordinación, como ha sido
el llamado Tratado de Libre Comercio que une los destinos de Canadá, Estados Unidos
y México. Es decir, el propósito común de una integración debe ser la posibilidad de que
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los países alcancen no sólo su crecimiento económico, que es sin duda fundamental,
sino su desarrollo, es decir, “crecimiento con cambio social ”. En todos los bloques que
se han integrado o pasarán por estos procesos, uno de los problemas que deben
enfrentar es no sólo la libre circulación de bienes y capitales, sino, prioritariamente, la
libre circulación de personas. En este sentido, la vinculación entre
integración/desarrollo/migración resulta un trinomio inevitable para iniciar la discusión
que tenga por “objeto no sólo el bienestar de los pueblos, sino a las personas, como
productores y consumidores, pero fundamentalmente como seres humanos”, tal como
señaló en su momento el Dr. Ramón León Oliveros (Oliveros, 1993).
Ante la posibilidad de una integración latinoamericana, nuestro objeto de estudio no sólo
se amplía, sino que se complejiza de una manera extraordinaria. Por un lado habría que
considerar los esfuerzos históricos que se han hecho en ese camino, que han sido
múltiples, pero con poco éxito y permanencia real. Entre ellos, los más destacados
serían: ALALC (Acuerdo Latinoamericano de Libre Comercio en 1960, que incluyó a
Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú y Uruguay, un año después se
adhirieron Venezuela, Bolivia, Colombia y Ecuador); el Pacto Andino en 1969 (Chile,
Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y Chile, que abandona en 1976); ALADI
(como una reformulación de la ALALC, en 1980); y el Experimento Centroamericano
(CCC) ; y recientemente, el Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay). El
experimento más acabado parecería precisamente este último, que ha llevado a
importantes avances en relación con la libre circulación de bienes, capital y personas.
Esta experiencia me parece importante pues incorpora algunos elementos de la
integración sin los cuales sería un proceso trunco: la libre circulación de las personas.
Esto implica la “abolición de toda discriminación en razón de su nacionalidad entre los
trabajadores miembros en lo que concierne al empleo, la remuneración y las demás
condiciones de trabajo”. Supone la prohibición de toda distinción, exclusión o preferencia
basada en la nacionalidad, que tenga por efecto anular o alterar la igualdad de
oportunidades o de trato en el empleo y la ocupación. En este sentido, habría que
aceptar la idea de que un proceso de integración que deja de lado el fenómeno
migratorio será un proceso trunco. Sin embargo, esto no es un supuesto aceptado por
los diferentes países ni por los distintos grupos sociales y económicos. De ahí la
importancia que tiene la discusión amplia de estos fenómenos a todos los niveles.
Si bien la región latinaomericana ha sido un espacio importante de desplazamientos
humanos, permeando prácticamente todas las fronteras nacionales hasta consolidar el
esquema geopolítico actual, dos países se han mantenido en este siglo como claros
receptores de fuerza de trabajo extranjera, es el caso de Argentina y Venezuela, como
importantes polos de atracción. Argentina (con una historia migratoria que la lleva a
aceptarse como un país de inmigración, con un pasado reciente de migraciones
europeas hasta prácticamente la mitad del presente siglo, fecha a partir de la cual
nuevos contingentes migratorios conformarán el mapa migratorio proveniente de países
limítrofes, básicamente de países como Bolivia, Paraguay, Chile y Uruguay), y
Venezuela (con una historia migratoria diferente, pues el flujo migratorio más importante
proviene de Colombia, y cuya explicación estaría muy localizada en relación con la
contigüidad fronteriza).
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Resulta muy interesante el hecho de que se haya avanzado en la región con la
experiencia del Mercosur, que presenta entre sus socios a tres de los países que
aportan mano de obra a Argentina: Bolivia, Uruguay y Paraguay. Es importante rescatar
esta experiencia, pues justamente el planteo del Mercosur es la libre circulación de
mercancías, capitales y fuerza de trabajo cuyos lemas se pondrían en marcha en 1994.
Las posiciones de empresarios, sindicalistas y funcionarios públicos de los distintos
países se han hecho escuchar en distintos seminarios, y pueden parecer por momentos
opuestas e irreconciliables. ¿Cuáles son los temas a debatir? El famoso dumping social,
la discriminación laboral, integración/asimilación, igualación de las normas laborales,
cargas impositivas y beneficios sociales, cobertura de los riesgos de trabajo,
jubilaciones, derecho a la capacitación y obligación de capacitar, igual derecho a la
seguridad social, vivienda y salud.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Argüello, Omar, (1972), “Migración y cambio estructural”. III Reunión del Grupo de
Trabajo sobre Migraciones Internas de la Comisión de Población y Desarrollo. Santiago
de Chile,11-15 dic.
Dabat, Alejandro, (1994), Globalización mundial y alternativas de desarrollo. en Nueva
Sociedad, No. 132.Julio-Agosto 1994,p.p.147-147.
De La Garza, Enrique, (1992), “Reestructuración y polarización industrial en México” en
El Cotidiano. No. 50 Sept.-Oct.
Feinmann, José Pablo, (1998), La sangre derramada. Ensayo sobre la violencia política.
Argentina, Edit. Ariel
Gordon, David, Richard Edwards, Michael Reich, (1982), Trabajo segmentado,
trabajadores divididos. La transformación histórica del trabajo en Estados Unidos, New
York, Cambridge University Press.
Oliveros León, Ramón, (1993), Las migraciones laborales en el Merco Sur. Seminario
Las migraciones laborales en el Merco Sur. Buenos Aires, Organización Internacional
para las Migraciones.
Stanton, Sharon y Michael S. Teitelbam, (1992), International Migration and International
Trade. World Bank Discussion Papers No. 160, Washington.
Tangelson, Oscar, (1984), Revolución Tecnológica y Empleo. Memoria. México, O.I.T.,
p.39
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MILITARIZACIÓN, SOBERANÍA Y FRONTERAS. EL PENTÁGONO Y LAS
FUERZAS ARMADAS ANDINAS
Jorge Lora
INTRODUCCIÓN
Con la mundialización del capital no sólo se internacionalizan los circuitos de capital bajo
la dirección del capital financiero, también va acompañada de una mayor movilidad
geográfica del capital, de la globalización de las políticas macroeconómicas, de la
división de la producción entre países, organizada bajo el control de las transnacionales
y, por lo tanto, de estrategias de protección y defensa de sus capitales por las grandes
potencias. Estas nuevas condiciones (como veremos) no han afectado en lo sustancial a
las discutibles fronteras, y menos la semi-soberanía de los países latinoamericanos.
Este último tema tiene que ver con la geoestrategia norteamericana para el mundo
andino y con los conceptos de soberanía, frontera y militarización sobre los cuales
cotidianamente se van construyendo mitos que pocas veces son revisados y
cuestionados críticamente. Precisamente el objeto de la presente ponencia es examinar
cómo la igualdad jurídica entre Estados, que permite relaciones entre iguales, es
desbaratada con mayor intensidad y rapidez por la desigualdad económica y los
mecanismos de subordinación política que conllevan las nuevas formas de intervención
financiera, productiva y comercial de las grandes potencias, asociada a la combinación
de tecnología moderna con mano de obra barata y las conexiones en el mercado
mundial.
Un concepto íntimamente ligado al de soberanía, que en su dimensión protomoderna
quedó apropiado desde la constitución de los Estados por las Fuerzas Armadas y la
diplomacia, es el de fronteras. Surge en su forma más primitiva, asociado al
descubrimiento, conquista y colonización de América y, como tal, delimitó los espacios
coloniales de la relación entre la Corona y los conquistadores. Más tarde fue el elemento
legitimador por siempre de la aparición y consolidación de las milicias, de los militares y
de los ejércitos. Y, así como al inicio, en la Península Ibérica fue la línea divisoria entre
cristianos y musulmanes, llegó a estos lares dividiendo espacios de poder en función de
lugares, líneas y modos de vida.
Sin embargo, las fronteras tomaron otra dimensión y en las colonias se comenzó a
hablar de república de españoles y de indios, momento constitutivo de una tensión
interminable que a cada paso reaparece preludiando revueltas, rebeliones,
levantamientos y revoluciones. Además, con la llamada independencia se produjo un
encuentro entre el interés del Imperio británico (por constituirse en centro) y los intereses
de la naciente oligarquía (por encontrar un centro); de este modo, la independencia
política fue para los pueblos tan irrelevante como efímera y fugaz.
Las fronteras se extienden así a toda la vida social. Espacial, étnica, cultural y
civilizatoriamente se establecen, excluyendo unos grupos sociales a otros. La costa y la
sierra, europeísmo y criollismo, la ciudad y el campo, élites y pueblo, es un campo de
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identidades negativas que van de la mano con el etnocidio mental y material de la
población nativa. Indio significa negación, y la historia colonial, hasta hoy, consiste en
negar la identificación.
Es después de la segunda posguerra cuando nacen las ideas más definidas sobre
independencia, autonomía y soberanía y, junto a ellas, la necesidad norteamericana de
mayor expansión, al ser la única potencia beneficiada por el conflicto. La principal
expresión reactiva fue la Revolución Cubana, después de incontables guerras de
guerrillas. El desafío es recuperar la identidad perdida, deconstruyendo las fronteras e
incorporando a la memoria todas estas divisiones de nuestra América, incluyendo la más
cercana, entre seguridad nacional y terrorismo. Recuperar lo propio es apuntar a la
dignidad y la rebelión, a la constitución de nuevos sujetos en base a la emergencia de
tradiciones de resistencia y de potenciación, como especificidad cultural de emergencia
de nuevos proyectos. En este rubro, los nuevos, y también los viejos sujetos, vienen
retomando la creatividad, la narrativa y musicalidad, la dimensión comunicativa, la
pluralidad popular con vocación de poder.
Hasta hoy, las propuestas de integración han sido desintegradoras, no han trascendido a
la sobrevivencia ni han evitado el etnocidio, han conciliado con el proyecto de muerte.
En oposición, el etnodesarrollo significa una propuesta ontológica, un juicio crítico, una
construcción teórica en base a la rehistorización de una milenaria sabiduría. Proyecto
cuya condición de realidad es enfrentar a la globalización neoliberal, que es un garrote
contra países, pueblos y trabajadores; un ataque económico, ideológico y cultural contra
las masas del mundo entero, además de significar mayor penetración sobre los países
oprimidos y la eliminación de protecciones contra pueblos y trabajadores. Nuestra
América Latina, región que reaparece con las guerras, se reinserta en la globalización
sobre bases polarizantes y sobre una reconcentración del poder del Estado al centralizar
en él la vida política de los países y transformarse en herramientas de los intereses
norteamericanos.
La intensa lucha revolucionaria 1959-1990 de los pueblos latinoamericanos contiene
formas históricas de resistencia y luchas de trabajadores y pueblos que se han
sincretizado en el antimperialismo, las luchas antisistémicas y en los combates por el
poder.
LA SOBERANÍA ANDINA Y EL PENTÁGONO
En este marco cobran sentido algunos hechos ocurridos en los últimos meses en la
región andina, lo que, sin embargo, requiere contar con un ajedrez político y piezas
informativas de difícil acceso, pero también repensar y deconstruir los conceptos de
soberanía, fronteras y sujetos sociales.
El espacio andino, desde hace siete décadas se ha convertido en un dolor de cabeza
para los norteamericanos y otros sostenedores del nuevo orden. En Bolivia, la
Revolución de 1952, las guerrillas del Che, del ELN y la Asamblea Popular; en Perú, las
guerrillas de 1957- 1965-1980 hasta hoy; en Chile, el Gobierno de Allende y las
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guerrillas del FPMR y el grupo Lautaro; en Venezuela, las guerrillas de los años 60-70 y
el actual gobierno del teniente coronel Hugo Chávez; en Colombia, múltiples conflictos
armados desde la revolución liberal hasta las guerras de guerrillas, que duran más de 40
años bajo la conducción de múltiples organizaciones populares armadas; en Ecuador,
las guerrillas de Alfaro Vive y las rebeliones indígenas. Son pueblos cuya identidad
cultural está asociada a las potencialidades de rebeldía y a la memoria histórica de su
resistencia, como al arte, la literatura y otras manifestaciones. Algunos de ellos sufren
una mayor opresión y discriminación racista debido a su extensa población indígena,
amplias áreas precapitalistas y difundida producción de coca y cocaína. Los indígenas y
excluidos son desafiados a transformarse en los nuevos sujetos revolucionarios.
El reciente descubrimiento de los intereses del Pentágono respecto a Colombia y el área
andina como zona “peligrosa” en un momento en el que pierden su base militar aérea
Howard, en Panamá, así como un recambio de otras bases navales y de
comunicaciones, considerando las dificultades para efectuar intervenciones rápidas en
Sudamérica desde EE.UU o la de Roosevelt Roads, en Puerto Rico, Guantánamo, en
Cuba, o Soto Cano, en Honduras. Su propósito inmediato es instalar bases en Aruba y
Curaçao, en Puerto Manta (Pacífico ecuatoriano) y cerca del Río Nanay (en la Amazonia
peruana)1 . Es ya conocida la nueva división militar del trabajo represivo entre el amo y
los esclavos, que consiste en la reorientación de las fuerzas armadas de EE.UU a la
seguridad colectiva, y de las de América Latina a la militarización de la seguridad pública
interna y el disputado y dudoso combate al narcotráfico, como ocurre en el Chapare
boliviano o el Alto Huallaga, Perú.
Esta farsa de la lucha antidrogas se evidencia en el aumento en cinco veces de los
campos cultivados en la última década y la participación de políticos o militares
intocables, como el expresidente de México o el hasta febrero de 1999 jefe del Estado
Mayor del Ejército del Perú, general Tomás Marky, casos éstos que, entre muchos,
evidencian la corrupción y la impunidad en ciertos niveles de los Ejecutivos y altos
mandos militares de América Latina y EE.UU.
Estos son los parámetros que permiten explicarnos las negociaciones de paz
peruanoecuatorianas, el acuerdo firmado entre ambos países y las declaraciones del
Presidente peruano respecto a las negociaciones de paz en Colombia (las FARC y el
Gobierno), sentenciando que las negociaciones de ese tipo ponen en peligro a América
Latina, y tomando clara postura sobre su opción por la guerra. “Coincidentemente”, a los
pocos días recibe el espaldarazo de los EE.UU, cuando James Zackrison (analista del
Pentágono) dice considerar a Colombia como un factor de desestabilización regional.
En efecto, el 9 de diciembre de 1998, el Presidente Fujimori ratificó mediante decretos el
Acuerdo Amplio de Integración Fronteriza y el Tratado de Comercio y Navegación,
suscritos en Brasilia el 26 de octubre de 1998 entre Perú y Ecuador, mediante los cuales
se proyecta construir el eje de interconexión vial Méndez-Yaupi-Borja y dos centros de
comercio y navegación de 150 Ha. cada uno, que de acuerdo a los internacionalistas
más renombrados (como Alfonso Benavides Correa) generará riesgos a la soberanía al
entregarse el río Marañón-considerado intangible en anteriores acuerdos- al Ecuador.
No nos detendremos en este complejo problema que provocó en Perú un acalorado
72
debate que convocó a los mejores diplomáticos, académicos y tratadistas de ambos
lados de la trinchera, y que aun continúa. Mediados por la lucha popular, que a su vez
ha desatado la protesta masiva de los pueblos amazónicos, y junto a ellos, la lucha
regional por la democracia, autonomía, descentralización y desconcentración del poder,
ha desencadenado una rebelión de los pueblos del interior, de los frentes regionales,
que vienen razonando críticamente las privatizaciones observadas en todos estos años,
que están dejando sin empresas, recursos y empleo a los pueblos. Es la prosecución de
viejos combates contra el estancamiento y las dictaduras militares, a los que ahora se
agregan las demandas de democracia, ciudadanía, justicia y libertad.
En el mes de marzo se inició un nuevo período de cambios en la Cancillería. Ahora, el
canciller Fernando de Trazegnies propone crear la Dirección de Desarrollo Fronterizo y
Soberanía, lo que implica un cambio de concepción de las fronteras firmes a
replantearlas como medios de comunicación, donde la nacionalidad es algo vivo y
permanente. Es la redefinición neoliberal de las fronteras, acorde con la globalización,
en función de atraer inversiones y potenciar financieramente sus ambiciones
reeleccionistas. Recordemos que el gobierno anunció -cuando firmaron los tratados- que
había conseguido tres mil millones de dólares, cuando hasta la primera semana de
marzo del presente año se confirmó que únicamente habían logrado 50 millones. Pero
Fujimori no descuidó otros frentes para conseguir la anuencia de la potencia continental.
Es suficiente revisar cuántas misiones de fuerzas especiales de EE.UU., es decir,
“entrenamiento, planes operacionales, transferencia de equipos”, con fondos que salen
del presupuesto del Departamento de Defensa (ayuda militar que aparece como
interdicción de drogas) para encontrar que Perú, Colombia y México están en los tres
primeros lugares en los dos últimos años, seguidos por los otros países andinos. Así
mismo ocurre si examinamos los envíos provenientes del Fondo de Control Internacional
de Narcóticos del Departamento de Estado (ayuda militar, sustitución de cultivo,
fumigación y reforma judicial), en los que Bolivia reemplaza a México.
Durante toda la historia andina, la construcción de organizaciones territoriales capaces
de regular la vida social y económica ha carecido de las facultades y poderes que
tuvieron los estados europeos, fueron una caricatura de su paradigma. Quizás podemos
denominarlos protoestados, debido a que el poder colonial lo mantuvieron, primero, el
Imperio Británico, y después, los Estados Unidos, como potencia continental, con sus
corporaciones trasnacionales y bases militares en zonas claves de América y el mundo.
La autonomía jurídica y la integración territorial, nunca se instituyeron plenamente, pues
las violaciones, contubernios y metamorfosis de significado eran inconvenientes para el
coloso del norte. La soberanía se fue convirtiendo en un mito difundido, usado y
manipulado por las Fuerzas Armadas, así como la oligarquía y su clase político-militar,
esgrimieron y difundieron otros, como la defensa nacional, la democracia, las fronteras,
los símbolos nacionales, el imperio de la ley, el contrato social. Los países colonizadores
operaron por encima de los estados llamados soberanos, los rigieron y convirtieron en
semicolonias o neocolonias, recortando el significado de la expresión.
Las relaciones reales de poder entre los miembros del sistema interestatal
latinoamericano se fueron globalizando, y perdió sentido el Estado, como garante de
73
soberanía. Se establecieron regímenes político-militares mundializados, y América latina
careció de las capacidades necesarias para efectuar las funciones gubernamentales de
un Estado independiente. Estamos hablando se semisoberanía, cuasi estados, y antes
de la globalización, de semicolonias.
La subordinación de la política norteamericana a los dictados de las altas finanzas se
propagó en América Latina. El aumento del volumen y la densidad de la red de
intercambios que conecta pueblos y territorios invaden todas las jurisdicciones políticas.
El poder militar es una garantía de expansión. El fruto de su liderazgo es el nuevo orden,
en el que la hegemonía global de la cultura popular de EE.UU. y la importancia de las
agencias mundiales de gobierno (FMI, BM, G7, OMC), son los pilares de la economía
mundial.
El caso del Perú es paradigmático, al incluir en su agenda legitimadora múltiples
aspectos, entre los cuales está la relación Perú-Ecuador. Cuando un régimen dictatorial como el de Fujimori- se convierte en aceptable, es porque gracias a los medios (en
particular, la TV), la confusión reina en la conciencia popular, y entonces se hace más
difícil para el común observador comprender y explicar las expresiones del conjunto de
relaciones sociales que han construido los militares y Fujimori, convencidos de las
virtudes del neoliberalismo y de las ventajas que ofrece a los poderosos.2 Nos
preguntamos : ¿Cómo se ha llegado a una situación en la que la mayoría de la población
depende para su sobrevivencia de la ayuda alimentaria y ropa usada del exterior? ¿Por
qué el peruano promedio ha llegado a la conclusión de que sólo puede conseguir una
vida mejor fuera del país? ¿A qué se debe que el crecimiento y estabilidad económicas
dependan de variables externas como el crédito, las inversiones y depósitos de
capitalistas extranjeros? ¿Por qué la decisión final sobre la frontera Perú-Ecuador se
entrega a los garantes, otorgándoles la calidad de árbitros? ¿Por qué la situación de la
legalidad del poder judicial y de la inexistencia del estado de derecho son temas
dirimidos en el Banco Mundial? ¿Cómo es que la situación de los derechos humanos
está en debate en el Comité Interamericano de Derechos Humanos? incluso, los
ingresos de los militares, con todo su poder, ¿acaso no están condicionados a lo que
hagan en su lucha contra el narcotráfico y la subversión para obtener la ayuda militar
norteamericana? Un japonés encumbrado como Presidente latinoamericano, y que
durante 8 años se ha dedicado a entregar las riquezas y la soberanía, ¿estará en
capacidad de discernir entre el interés nacional y el parecer de unas Fuerzas Armadas
dirigidas por un agente de la CIA y que, además, durante toda su historia institucional con la discutible excepción del general Juan Velasco Alvarado y su equipo- han
defendido intereses ajenos al país, los proyectos oligárquicos, y evitado que la población
se convirtiera en pueblo y éste en ciudadanía? En estas condiciones ¿cómo pensar en la
soberanía o en proponerse una guerra, si cuando las Fuerzas Armadas peleaban por las
fronteras de los criollos, todas las perdieron, y cuando combatieron contra los rebeldes
tuvieron que recurrir al apoyo norteamericano para que, bajo la dirección de sus
expertos en genocidio, masacrasen a los insurgentes?
La explicación radica en que estamos frente a un país que ya perdió totalmente su
soberanía, y ante una mayoría popular que perdió gran parte de su autonomía para
74
pensar, tal como querían los gobernantes norteamericanos. Y entonces tenemos un
escenario en el que los gobernantes sólo pueden ser congruentes en la toma de
decisiones fundamentales acudiendo al poder real.
Recapitulando, como hemos podido apreciar, en el fondo de las aparentes controversias
por las fronteras Perú-Ecuador está la política contrasubversiva, pues si algo no interesa
a Fujimori, es la soberanía y las fronteras. Los conflictos de 1941 y 1981 no convirtieron
a estos países en enemigos irreconciliables ni en peligros mutuos, fue precisamente
Fujimori quien, con su capacidad de manipular (con los jefes militares y el SIN) la
realidad, después de la guerra del Cenepa, produjo imágenes y anuló conceptos, desató
fobias y visiones, embarcando al pueblo peruano en un conflicto sangriento que después
no pudo resolver. Cuando intentaron cambiar la imagen con las negociaciones de paz,
los pueblos amazónicos del Perú (Loreto, Ucayali, etc.) se desencantaron y comenzaron
una crítica que más tarde continuó. Así mismo, en Ecuador, la reducción del precio del
petróleo provocó una recesión y una ola de huelgas que hizo olvidar a todos su triunfo
diplomático.
En Colombia se enfrentan 18.000 rebeldes de las FARC, EPL y ELN a 230.000 efectivos
de las Fuerzas Armadas, y se encuentran en un equilibrio estratégico. Las FARC
(creadas en 1964) crecieron enormemente en los últimos años, y si en 1980 contaba con
10 frentes, en 1999 tenía más de 73. En ese contexto, el Estado no puede resolver la
participación de unos paramilitares sin estatuto político y calificados como degradadores
de la guerra por el exministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Augusto Ramírez
Ocampo. En Chile, los movimientos derivados de la recesión se comienzan a
emparentar con la lucha por el enjuiciamiento a Pinochet. En Bolivia, los campesinos del
Chapare y la COB realizan esfuerzos por reorganizar la central y encontrar la
potencialidad y capacidad de combate que los caracterizó. Venezuela ha vuelto a
mostrar, ahora organizadamente y en orden, su oposición a la oligarquía al elegir a un
exmilitar progresista como presidente. Sin embargo, no olvidemos que este último es
parte de los proyectos que hoy en día convienen al nuevo orden, y por ello sus
representantes le otorgan su consentimiento.
La globalización supone un cambio sustancial del papel de los estados considerando
que las estructuras supraestatales posibilitan el desarrollo del sistema a mayor escala, y
los estados dejan de ser los agentes exclusivos de este proceso adecuando sus
actuaciones al control social y a la recaudación. El papel de los estados cambia, y ahora
consiste en desarrollar en sus ámbitos las condiciones para la movilidad de mercancías
y capitales, realizar las políticas de ajuste y desregulaciones, y contribuir así a la
creación de instrumentos supraestatales que consoliden el nuevo orden. La política de
desestructuración y deslocalización de seres humanos y empresas crea amenazas
represivas y subversivas cuya resolución, por lo común, es militar. La situación ha
llegado al extremo de privatizar la seguridad a través de empresas de mercenarios con
la más alta tecnología militar. Ofrecen un know how que asocia lo militar a una estructura
empresarial de asistencia militar. En Colombia y Brasil, presuntamente son contratadas
por empresas petroleras (Bernales, 1999).
75
PERÚ: POLÍTICAS CONTRAINSURGENTES
Gobernabilidad y rebelión
El dictador Fujimori, ante las críticas del Departamento de Estado norteamericano,3
enarbola las banderas de líder de la contrainsurgencia latinoamericana invocando al
cerco de Colombia ante el Colegio Interamericano de Defensa.
Esta lógica militarista es una prolongación de su política interna, que en este caso ha
provocado respuestas de la misma naturaleza. En Perú, la oposición comienza a
rearticularse y a interpelar a los sujetos con capacidad de respuesta. En 1998 fueron la
juventud universitaria, los sindicatos y centrales de trabajadores en conflicto; los
creadores, escritores y artistas; los maestros y obreros de la construcción. Si las
movilizaciones convocadas en los últimos años causaron miedo en el poder, en sectores
de la oposición provocaron pánico, y ahora tendrán que pensar mucho para llamar
nuevamente a la protesta popular. Aparecen otros más que impulsan la lucha popular y
la organización rebelde de la sociedad civil. Para la primera quincena de marzo estaban
convocados paros regionales en la zona amazónica de Tingo María, en el área andina
de Cusco y Puno, agregándose decenas de frentes regionales, reconformándose los
frentes populares, frentes de defensa y gobiernos locales para reiniciar un nuevo ciclo de
luchas contra el centralismo y la arbitrariedad, que deben concluir con un paro nacional
bajo el llamado de la CGTP.
Tampoco la rebelión senderista ha desaparecido, como muchos podrían pensar. La
prensa informa esporádicamente sobre sus acciones, cuando no se pueden silenciar o
cuando quieren pedir ayudas extras a los Estados Unidos. Las acciones se desarrollan
principalmente en la selva central, en la cuenca del río Huallaga, en los valles del Ene y
Satipo, en la Cordillera Central, en los departamentos de Apurímac, Junín, Ayacucho y
Huancavelica. Atacan a posiciones militares o a empresas extranjeras que afectan la
economía popular con sus altas tarifas por servicios, como la Telefónica del Perú o Luz
del Sur; desarrollan la guerra de guerrillas y ocupan pueblos, organizan acciones de
propaganda mediante pintas en los cerros y ocupando emisoras de radio, etc. Según
cálculos de Carlos Tapia (experto en contrainsurgencia, como muchos intelectuales de
izquierda que quedaron en el desempleo y eligieron temporal o definitivamente la
defensa del poder) en el segundo semestre de 1997 hubo más de 500 acciones
armadas, dejando 150 muertes al ejército. Su fundado temor radica en que estas
acciones gozan del apoyo de la población, y que el cambio de métodos y formas de
lucha pueden darles la legitimidad de la que antes carecieron.
El gobierno de las Fuerzas Armadas, que está reorganizando a las rondas (fuerzas
paramilitares dirigidas por el Ejército, también conocidas como Comités de
Autodefensa), ha declarado en estado de emergencia a Lima-Callao, Ayacucho, Cusco,
Huancavelica, Junín, Pasco, Huánuco, San Martín y Loreto. La policía ha creado una
unidad especial para capturar a líderes senderistas, y continúa recurriendo al apoyo
norteamericano. En marzo, 30 entrenadores militares llegaron a consolidar una
importante base de radares: 15 seals de la Marina, nueve boinas verdes del Ejército,
76
cuatro marines y dos oficiales del servicio de Guardacostas (Washington Post,
21/04/98).
El director de Human Right Watch para el Perú, Bolivia, Venezuela y Chile, Sebastian
Brett, comentó que el sistema judicial peruano sufre la injerencia del Ejecutivo, mientras
que en los otros países existen graves problemas en la administración y desarrollo de
una justicia independiente. La DINCOTE continúa deteniendo a abogados
pertenecientes a la Asociación de Abogados Democráticos que defendieron a presuntos
senderistas o emerretistas. Ya son seis en los últimos meses (totalizando 11) entre ellos,
Ramón Landaure, quien como miembro de APRODEH defiende a niños presos políticos
y a los abogados de Abimael Guzmán, que también están presos y condenados a
cadena perpetua (Jorge Cartagena, Martha Huatay y Alfredo Crespo). También han sido
encarcelados Fredy Huaraz (por defender a sindicalistas y trabajadores), Teodoro
Bendezú (defensor de mujeres presas y pobladores de barriadas), Esteban Suárez (por
defender a acusados de terrorismo ante los Tribunales sin Rostro) y otros dos, Messa y
Gamero (por defender a la esposa de Guzmán). Se calcula que 200 abogados más
están fichados y perseguidos por defender a presos que, como se debería saber, son
más de 4.000, la mayoría sin juicio, y por lo tanto, presuntamente inocentes, que llevan
en muchos casos más de 5 años presos. Montesinos diría que están corriendo con
suerte, pues otros (como Manuel Febres o Wilfredo Torres), terminaron asesinados por
paramilitares.
Conocer la situación en las cárceles será útil para entender por qué los padres de Lori
Berenson pidieron que su hija, norteamericana y acusada de pertenecer al MRTA y de
traición a la Patria (¿será que Perú es legalmente parte de los Estados Unidos y no lo
sabíamos?) sea trasladada a otra cárcel, Arequipa. La prisión de Yanamayo se
encuentra a 4.000 metros de altitud y a 10 grados bajo cero, sin ninguna calefacción; las
celdas tienen dos por tres metros, sin luz eléctrica, con un hoyo que les sirve de retrete y
una cama de concreto sin colchón. Allí permanecen los presos 23 y media horas al día,
pues salen media hora a tomar sol. La alimentación, que tiene un costo de medio dólar
al día, es una dieta que se basa en frijoles y papas. Los libros y revistas no están
permitidos, lo mismo que radios o TV. Las visitas están permitidas 15 minutos al mes.
Otro intelectual de la izquierda contrainsurgente (según la agencia Reuters 19-01-97),
recomendaba que se aumentase el rigor a los presos, pero que fuera abolida la tortura.
Al presidente de la Cruz Roja Internacional, Cornelio Sommaruga, se le prohibió
examinar las condiciones de vida de los encarcelados. Las investigaciones del Instituto
de Defensa Legal estiman en 1250 los inocentes y, hasta el momento, han sido
liberados más de 400, calculándose que otros tantos continúan presos. Esta es una
réplica de lo que el SIN quiere para todo el país y está consiguiendo.
En resumen, Perú vive bajo uno de los pocos estados policíacos y terroristas de la
historia contemporánea del mundo que, gracias al manejo de medios, es bien visto
dentro y fuera del país. Pocos saben, por ejemplo, que:
1) El número de cuerpos paramilitares (denominados rondas campesinas) en el
norte ascienden a 3.480, y en el centro-sur, a 1.020.
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2) De los 34 mil encarcelados, 23 mil son sólo inculpados, es decir, no están
sentenciados, y que el 82.5% de los magistrados son provisionales.
3) Los proyectos de inversión en el campo son canalizados por las Fuerzas
Armadas, a quienes corresponden las políticas sociales y las construcciones y
donaciones, organizándose grandes mafias y negociados a cambio de apoyo y
propaganda progubernamental, en especial en períodos electorales. El gobierno
no ha perdido todo su poder político, ni mucho menos. Vamos, Vecino (creación
gubernamental que después se llamó Poder-2000), controla a gran número de
alcaldías y regidurías capitalinas, rurales y microalcaldías, es más, controla a los
gobiernos regionales y a las prefecturas, que funcionan como controles y
contrapesos de la oposición institucional. Queda la pregunta: ¿cúal es el poder
real y potencial de la oposición?
Finalmente, respecto a la debilidad estatal como producto de su adelgazamiento,
queremos decir que el Estado, como ya hemos visto, sufrió importantes
transformaciones, modificando su carácter tradicional y volviéndose más presidencialista
y patrimonialista, pero manteniendo y fortaleciendo su naturaleza neocolonial. Con esto
queremos decir que se debilitó como germen de Estado nacional, pero se robusteció
como Estado mediador de un dominio mayor. La institucionalidad ha cambiado para
favorecer al autoritarismo y a la autocracia con una racionalidad más instrumental en
aras de la dictadura militar.
El secreto del fin estratégico de Montesinos, la CIA y el SIN, se hace más comprensible:
tratar de destruir a aquellas organizaciones que puedan constituirse en poder alternativo
y subordinar bajo su control a las instituciones de mayor poder. Lo que resta de poder,
es lo que la oposición debe aceptar como espacios democráticos.
El sistema judicial se ha convertido en uno de los talones de Aquiles de Fujimori. El
Poder Judicial, Ministerio Público, Consejo Nacional de la Magistratura y Tribunal
Constitucional, han sido transformados en caricaturas al estar involucradas en una red
del SIN, que desnaturaliza instituciones, coloca piezas claves y es manipulada desde
afuera. El manejo de las penas es arbitrario, la justicia militar se ha expandido a
espacios ajenos a las FF.AA.; la privación de la nacionalidad al propietario de un canal
de TV, y los atentados contra la libertad de prensa, son parte de la cotidianeidad. A
pesar de todas estas acciones contra la protesta y rebelión, por un lado, y por la
reelección, por el otro, la lucha continúa y la sentencia de inaplicabilidad de la Ley de
Interpretación Auténtica se mantiene vigente, en calidad de cosa juzgada.
La política de la sobrevivencia y de la expulsión
Una simple observación del ser latinoamericano con sus venas abiertas nos muestra a
una inmensa población inventando, creando y recreando formas de sobrevivencia. Su
explicación nos remite a la débil presencia de nuevas empresas industriales, al cíclico
estancamiento económico y a una deficitaria balanza comercial.
78
La marcha del 25 de febrero al Palacio de Gobierno, y otras en provincias, son una
expresión del malestar micro y pequeño empresarial. Estamos hablando principalmente
de los empresarios de Gamarra, donde 14.000 talleres y 60 mil trabajadores directos
atraviesan una severa crisis financiera a raíz de las inmensas importaciones de ropa
usada por los empresarios coreanos apoyados por el libre mercado. Estos, y los que
consiguen empleo en las cadenas productivas y comerciales, eran de los pocos
propulsores del capitalismo popular que avizoraban un futuro en el Perú, y que ahora
también piensan en emigrar.
Como en toda América Latina, en el Perú, un 54% de hogares no alcanza a cubrir la
canasta familiar, situación que coloca al Perú entre los países más pobres del mundo.
De acuerdo a una encuesta de “Cuánto”, 12 millones 048 mil personas (59.7%) se
encontraban en situación de pobreza entre 1991-1994, sin embargo, por necesidades
reeleccionistas disminuyó cuatro puntos entre 1994-1997. No es casual que más del
33% de estos gastos se inviertan en Lima, donde se encuentra el 66% de electorado.
Para crear este espejismo, aparentemente, el Ministerio de la Presidencia, organismo ad
hoc para ganar consenso, invirtió más en los últimos cuatro años y, sin embargo, la
disminución de la miseria se estancó. El énfasis de los programas está en la ayuda
alimentaria, al punto de que el 42.5% de hogares peruanos viven de esta asistencia,
llegando en el medio rural al 65%. Correlativamente, la población indigente -de la cual, a
un importante sector, los intelectuales han dado en llamar ciudadanía plebeya- en este
espacio se incrementó entre el 94 y 97, del 66.8% al 76.9%. La inversión en armas es
radicalmente mayor que los 700 millones de dólares anuales reservados para aliviar la
pobreza (La República, 31/07/88; 11.) Respecto al empleo, la política económica se
propuso la rigidez de normas y el costo laboral para conseguir la ansiada competitividad.
En el primer caso se introdujeron los contratos temporales y se normó la intermediación
laboral legalizando los “services” y las cooperativas de trabajo, privando de derechos
individuales y colectivos a los trabajadores y agravando el desempleo al cundir los
ajustes laborales; y, en el segundo, el Gobierno desreguló las remuneraciones,
provocando la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores. Con el D.L. 25593 se
deroga en la práctica el derecho de los sindicatos a negociar libremente con los
empleadores sus salarios y condiciones laborales. Esto se complementa con el despido
de dirigentes y trabajadores sindicalizados al amparo de los programas de reducción de
personal.
A ello se vienen agregando los costos sociales de la privatización de la seguridad social,
que está creando y creará mayores problemas en salud y seguridad. Como un anticipo,
ya se canceló la Ley de Accidentes de Trabajo y Accidentes Laborales. Finalmente, la
última estocada a las conquistas históricas está determinada por la desaparición de los
juzgados de trabajo, dejando sin instancias jurídicas especializadas los reclamos
laborales. Las conquistas neoliberales se sintetizan en remuneraciones de 15 centavos
de dólar/hora, la extensión del desempleo, la generalización de la miseria y el
incremento de la mortalidad laboral. Los sindicatos comienzan a responder, como en
otros lugares de la región, a demandas que trascienden la empresa, recogen los
intereses de la población y se articulan a los gremios de la sociedad civil.
79
Como si esto no fuese suficiente, inmensas zonas de la costa fueron devastadas por “El
Niño”, incluso departamentos enteros, como Tumbes, Piura, Lambayeque, Ica, cuya la
mortandad se equiparó a la imagen que nos quedó de los desastres y mortandad en
Biafra, Somalía o Haití, situación agravada por la apropiación de recursos de ayuda y
reconstrucción por parte de las instituciones dependientes directamente de la
Presidencia, y por los militares.
La prostitución y la delincuencia, íntimamente asociadas al crecimiento de la pobreza, a
la expansión de la racionalidad mercantil y al ejemplo ofrecido por la corrupción estatal,
se expresan en la proliferación de bandas que descienden piramidalmente desde el
poder.
Muchos otros han migrado fuera del país o se preparan para ello, a tal punto que
algunos analistas estiman en más de tres millones la población que ha salido en busca
de mejores expectativas laborales, muchos de ellos no preparados para migrar,
viéndose obligados a delinquir y agravando en el ámbito internacional la imagen
negativa ya creada prolijamente por el Estado.
En los últimos meses se ha desatado una serie de roces diplomáticos entre Perú y Chile
y Perú y Argentina, debido a las grandes migraciones de peruanos a estos países, que
han despertado una fuerte xenofobia en un período recesivo, el rechazo de las
autoridades migratorias, el maltrato y la devolución. La huida se inició en los años 80,
con la crisis y las guerrillas viajaban a EE.UU. Un lustro después se agregó como nuevo
lugar de destino Europa. Mientras más migraban, siguiendo una secular tradición, las
fronteras se cerraban más, llegándose al extremo de que la Unión Europea decidió
cerrarles las puertas. Ante el fracaso de Fujimori aumentaron los viajes a todos los
destinos, destacando Japón y América Latina y convirtiéndose en una política
contrainsurgente. Sería interesante saber cuántos pasaportes se han emitido en la
década perdida y en la presente. Desde 1990 a la fecha, para viajar a Japón y otros
países asiáticos recurrían al cambio de apellidos y a hacerse cirugía para cambiarse la
forma de los ojos.
El pretendido triunfo de la oposición en las elecciones municipales
Las elecciones, que en Perú funcionan como alternativa a la rebelión, siendo un
instrumento de confusión y distracción, pueden revertir contra el poder sólo si el pueblo
toma conciencia histórica y se unifica por los que deberían ser sus intereses vitales y los
de la utopía nacional popular; mientras tanto, todo seguirá igual: un país sin pueblo, sin
ciudadanía, sin soberanía, desintegrado, balcanizado y sin proyectos estratégicos. La
complejidad aparece al examinar la legitimidad estatal de los siete primeros años, pues
no podemos negar que lo que hicieron fue con el apoyo de ciertos sectores de la
población, aunque fuese con un gran trabajo de inteligencia militar sobre la opinión
pública. Nunca olvidaremos que el APRA y la izquierda fueron quienes cedieron su
identidad y proyectos, postrándose ante Fujimori y consagrándolo como Presidente en
1990, renunciando a una segunda vuelta electoral. Pero, ¿qué ocurrió posteriormente?
¿cómo se convirtió en mayoría?, ¿Será que el pueblo peruano fue convencido por los
mediadores del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) de que el desastre económico,
80
social y político fue ocasionado por Sendero, la izquierda, e incluso por los partidos
políticos, tal como durante los primeros años de este régimen aparecía cotidianamente
en la prensa nacional? ¿O quizás fué en gran parte obra del autoconvencimiento
ciudadano de rechazar las acciones terroristas y aceptar un nuevo orden tecnocráticomilitar que se inició por la estabilización, la reinserción neocolonial y el crecimiento
económico?
La mentira y el engaño son dos rasgos de la nueva manera de hacer política. En las
últimas elecciones municipales efectuadas en todo el territorio nacional, el SIN crea un
mensaje subliminal: “Sendero, no sólo no pudo sabotearlas, ni siquiera en localidades
antes reconocidas como senderistas, como Ayacucho y otros lugares”. Poco después se
supo que la mayoría de las organizaciones que participaron en dicho evento
denunciaron que el movimiento Vamos, Vecino, creado clandestina y vergonzantemente
por el gobierno, fraudulentamente ganó las elecciones en aquella ciudad, lo que
muestra, en primer lugar, que los servicios de inteligencia crean verdades y, segundo,
que no han bajado la guardia en lo que se refiere a la política contrainsurgente. Viendo
la situación política más globalmente, nos preguntamos: ¿qué ha ocurrido en el Perú de
los últimos años que explique la ausencia de proyectos alternativos y los resultados
electorales favorables a la oposición? ¿acaso estamos ante la derrota del fujimorismo y
el triunfo de la oposición, o más bien ante una estrategia militar de búsqueda de
personajes y movimientos sustitutos para prolongar el autoritarismo militar a través de un
fujimorismo sin Fujimori? ¿o quizás estamos en un momento más parecido al de hace un
siglo, cuando los civilistas disputaban el poder a los militares?
En el centro del debate peruano de este siglo siempre estuvo la disputa por la sociedad,
un hecho que se ve más claro en los años 60, cuando Lima se modernizaba y se
transformaba en una urbe burguesa rodeada de industrias y barriadas, más allá de lo
mercantil, mientras el resto del país no transponía la categoría de pueblos rodeados de
campiña. La representación política era una ficción, los partidos políticos nunca llegaron
a consolidarse ni fueron lo suficientemente representativos; desde el APRA hasta el PPC
o AP, pasando por la Izquierda Unida, fueron movimientos o frentes, mas no partidos
modernos. Al “desbordar” la sociedad al Estado después del proceso velazquista (19681975), cuando los nuevos sectores dominantes no se lograban consolidar. En los años
80’ existió un vacío de representación que las Fuerzas Armadas disputaban con
Sendero, contienda que ganaron las primeras. En el interludio 1976-1980 hubo un
período que se asemeja al actual, en el que el pueblo, interpelado por sus gremios
dirigidos por la izquierda, aceptó luchar contra los militares. Ello explica el proceso
político actual, recuperando la memoria de este siglo que termina, cuando las nuevas
élites pretenden recuperar el poder para la civilidad. Comencemos anotando que indigna
observar cómo gran parte del pueblo peruano, y particularmente sus intelectuales,
fueron perdiendo su dignidad al ser sometidos al orden militar, a un poder y a un control
terrorista inédito en la historia contemporánea de ese país, en aras de la lucha contra la
subversión. En Perú desaparecieron parcialmente, junto al legendario Sendero y al
MRTA, los partidos, los sindicatos, la ciudadanía, los espacios públicos, los derechos de
los pueblos y los del hombre, las instituciones, la soberanía y los principios. La izquierda
“pensante” se reubicó en el nuevo escenario creado para ella (espacios menores, en una
81
caricatura de sistema político, aliados con su matriz oligárquica e instalados, primero, en
parcelas del poder, y después, en las ONGs, atrayendo a su alrededor a intelectuales de
la clase media). Sin embargo, esto no significó la derrota de la sociedad ni de los restos
de una exánime izquierda que se mantuvo independiente del Estado, pues a éstas sólo
les bastó una convocatoria al referéndum contra la reelección y la negativa respuesta
por los aparatos estatales controlados por las Fuerzas Armadas para que estallase la
insubordinación como propuesta para recomenzar la lucha popular.
Y no es que la responsabilidad principal del amodorramiento de la sociedad civil deba
ser atribuida únicamente a la lucha armada, como de modo fácil lo establecen los más
reconocidos intelectuales y políticos del medio;4 más bien, ella principalmente radica en
la actuación colaboracionista de la izquierda y sus ilustres representantes,
autoadjudicándose el “mérito” en la construcción de la nueva institucionalidad que no es
otra que la neoliberal. La izquierda, como en muchos otros lugares del mundo, se hizo
neoliberal. Esa izquierda, cuatro lustros atrás tenía el 30% del electorado, llegando a
convertirse en breve lapso en furgón de cola primero del APRA, y después, del dictador
Fujimori (no obstante el actual distanciamiento del régimen de los restos que quedan de
esa intelectualidad). Sin embargo, más significativa fue la eficacia del terrorismo de
Estado y de la legislación antiterrorista creada a inicios de 1995, y que se impuso
acompañada de los tribunales militares, los jueces sin rostro, las condenas a cadena
perpetua (hace poco, ampliada a los delitos comunes) la expansión del Sistema de
Inteligencia Nacional a todos los órdenes sociales, el crecimiento del poder de las
Fuerzas Armadas y de las fuerzas de seguridad pública (que ahora son la misma cosa),
logrando militarizar las mentalidades de la clase media y revitalizar el parasitismo militar
como una de las escasas viejas formas de poder y empleo.
La nueva militarización del país significó la reconcentración del poder en las viejas y
nuevas élites y la expropiación de toda la fuerza real y potencial a una población que
frustró una vez más su constitución como pueblo y como ciudadanía. Proceso sustituido
paulatinamente por la humillación cotidiana de los humildes y los despidos arbitrarios,
los abusos, amenazas, persecución, torturas, y otras formas de terror estatal contra los
rebeldes: la desaparición del estado de derecho. La injusticia y la falta de libertad son
dos de los rasgos que mejor caracterizan al Perú actual, y que el pueblo ya reconoce
como demandas en un contexto de miserabilización popular, de constitución estatal de
estropajos humanos por designio del, hoy por hoy, considerado poder supremo: el
Servicio de Inteligencia Nacional.5
Tampoco podríamos negar que el Perú ha cambiado en los tres últimos lustros, pero lo
hizo en las formas, más no en sus fundamentos. Aunados a la estabilización de las
variables macro de la economía, al doloroso schok para frenar la inflación, y a la
recuperación de la inversión, aparecieron algunos fenómenos: las viviendas y edificios
repintados cada aniversario patrio, los 150 mil automóviles y otros vehículos usados
importados del Japón y Corea que circulan en la capital, y otros tantos en el resto del
país, las nuevas gasolineras de la Shell y la Texaco, centros comerciales, hoteles,
restaurantes, servicios turísticos, reapertura de cines, casinos y grandes tiendas de
autoservicios, como Metro, Woll Mart, Santa Isabel y Saga Falabella (chilenas), los
82
edificios de la banca, los cajeros automatizados y los teléfonos públicos; la “limpieza” del
centro histórico colonial, la reaparición de parques y jardines y el ocultamiento de la
economía informal: espacios públicos para un cada vez más escuálido sector social con
capacidad de gasto y el turismo extranjero. Para el pueblo también se crean espacios
aéreos, como la radio y la TV, que trasmiten fútbol, programas cómicos y múltiples
espectáculos denigrantes como los talk show, que difunden un segmento de lo más vil
de la cultura popular para que el resto se sienta conforme con su destino; los estadios,
circos y diarios amarillistas, mercados y parques populares; en fin, se trata de la
redefinición mental y mercantil de la sociedad, que con todas sus secuelas no pueden
esconder una realidad más profunda que lastima a cualquier observador sensible a las
desgracias que vive el pueblo, y que más adelante apreciaremos.
Este proceso fue acompañado por el gobierno del país por un sistema de desinteligencia
que destruye la educación, la cultura, las ideologías y la propia dignidad humana, en el
contexto de un permanente retroceso cultural, educativo y en la politización. Más
evidente cuando reaparece el estancamiento económico que se visibiliza después de
cada proceso electoral, el racismo deconstruido y vuelto a constituir desde las cúpulas
oligárquicas y de las Fuerzas Armadas (y que se esparce en toda la sociedad desde el
fondo de la historia), el renacimiento de la religiosidad católica ante el embate
protestante, el aplastamiento de la sociedad civil mediante la humillación cotidiana, el
envilecimiento de la vida política y la corrupción de sus élites, la violencia
remonopolizada por el Estado, militarizando todos los espacios de la sociedad, luego de
la derrota de los movimientos sociales y de la rebelión de excluidos y campesinos. Es el
fin de la débil justicia y libertad y el dominio del bien privado, que se acrecentó con el
que dejó de ser público.
Si bien la sociedad ha sido derrotada transitoriamente, el nivel de saturación del
exterminio cultural, educativo, ético e ideológico a través del terror, al parecer está
llegando a su límite. Aparecen en 1998 las protestas y la crítica de cada vez más
extensos sectores de la población: provincias andinas, estudiantes universitarios,
trabajadores de la única de las cuatro centrales que sobrevive: la CGTP. La expresión
más significativa, creemos que es el resurgimiento de Sendero en Los Andes y en la
capital (desde la Amazonia) y más del 75% de la población que expresa su rechazo a la
reelección.
El alcalde de Lima, Alberto Andrade, de acuerdo a algunos analistas, habría infligido una
tremeda derrota al fujimorismo, sin embargo, esto es sumamente dudoso. Algunos datos
sobre Andrade confirmarían nuestras apreciaciones. Es de la promoción 1988 del Centro
de Altos Estudios Militares y neoliberal como el presidente, lo que explica el respeto que
le tienen las Fuerzas Armadas y los Estados Unidos. En política, nada es casual y
debemos sospechar que este alcalde es el próximo candidato de los militares y otros
poderes a la Presidencia, ante cualquier tropiezo de Fujimori.
Los resultados electorales muestran nuevos escenarios. Los candidatos
“independientes” derrotaron a todas las fuerzas políticas institucionalizadas, incluyendo a
Vamos, Vecino, de los militares, y en provincias, incluso a las de Somos Perú, del
83
alcalde limeño. En Lima, de los 42 distritos, Somos Perú ganó en la mayoría,
apropiándose de la ciudad. Vamos Vecino ganó en 11, y en el resto, los independientes,
pero en 24 capitales departamentales se invirtió la relación, en 15 ganaron los
independientes, y del resto, unos cuantos ganó Vamos Vecino, lo que tampoco significa
la derrota total del fujimorismo (o más propiamente militarismo), pues no se evidencia un
definido antifujimorismo o antineoliberalismo, que es lo mismo. No vamos a entrar en los
detalles de los múltiples fraudes o intentos de hacerlo, condensados en las denuncias
que cada día vienen apareciendo en los diarios de la capital y de provincias.
La supuesta derrota tiene varias explicaciones: el efecto de las movilizaciones populares
sobre la campaña electoral, la denuncias por corrupción y el uso de fondos públicos para
las campañas oficialistas, el despotismo, el “descubrimiento” de un gobierno real tras
bambalinas, las pretensiones fraudulentas, los efectos de El Niño, la recesión y
devaluación, la irresolución del problema con Ecuador. Para nosotros, lo más importante
es el hambre (uno de cada dos peruanos es pobre) y el desempleo, y sobre ello, la necia
defensa del modelo económico. Pero además, descansa en las actitudes dictatoriales, la
mentira y el engaño, la manipulación cotidiana de la opinión pública, la concentración del
poder a toda costa, el desechar a un millón y medio de personas que apoyaron el
referéndum, y la sumatoria de enemigos.
En efecto, la autocracia (como toda dictadura) ha ido ganando enemigos. Los sindicatos
y trabajadores que aún quedan y se reinsertan como sujeto social, la Iglesia cristiana,6
los pueblos y regiones de provincia, cuyos municipios reciben sólo el 3% del
presupuesto, mientras que el del Ministerio de la Presidencia supera el 22%, los artistas
y universitarios que defienden la cultura y la no intervención militar,7 militares
sublevados contra la arbitrariedad de Montesinos y sus amigos, periodistas que se
oponen a la expropiación y persecución del empresario Baruch Ivcher, exdueño de
Frecuencia Latina, y el papel de denuncia y de creación de conciencia pública por parte
del periodista crítico Hildebrandt; diplomáticos que tuvieron que renunciar ante la
prepotencia de Fujimori y los militares, el rechazo ciudadano al fraude de 1995, en las
elecciones para el Congreso,8 los jóvenes (entre 18 y 25 años) que sienten la pérdida de
libertad y de expectativas laborales, y que representan el 27% de los electores...
Por otro lado, las evidencias que se recogen ilustran acerca de la dispersión del mapa
electoral y la ausencia de una representación política clara, aún no hay alternativa.
También se aprecia la heterogeneidad de los vencedores y la ausencia de un proyecto
opositor, con lo que las bases de la derrota quedan claras, más no las del triunfo en el
2000. La fuerza del regionalismo y la descentralización, temas abandonados por Fujimori
a favor de la autocracia. Ello hizo sospechar a los analistas que el fin de los viejos
partidos populistas había llegado y eran reemplazados por líderes emergidos como
nueva clase política. La estabilidad de la economía (otro factor de legitimidad del
régimen) tiende a desaparecer ante un déficit comercial esperado de más de 3 mil
millones de dólares en un país que exporta 4 mil millones de dólares, que tiene que
pagar una deuda externa por 1800 millones de dólares y sufre una caída del PBI en
1.5%. La depreciación de la Bolsa de Valores de Lima en siete mil millones de dólares,
entre agosto y agosto de 1997-98, (más del 30%) reflejan la situación financiera del país.
84
El incremento de las “reservas de contingencia” de 959 millones de soles en 1998 a
2.255 para 1999, demuestran que Fujimori tomó previsiones para su campaña electoral.
Con esa débil economía, Fujimori ha estado viajando un año de los 8 que gobierna, sus
periplos equivalen a 60 veces la vuelta al mundo, y tienen un costo aproximado de 300
millones de dólares en un país donde el 60% de los niños menores de 5 años sufren de
malnutrición en tercer grado.
Las elecciones estuvieron precedidas por el rápido agotamiento del Gobierno, y junto a
él, la del recientemente descubierto “gobierno en la sombra”. Era una respuesta a la
crítica convertida en protesta de estudiantes, regiones, fracaso de los militares ante la
seguridad pública y las relaciones con Ecuador. Buscaron a alguien que fungiera como
premier, y que hubiera hecho méritos tales como su posición antiopositora frente al
Tribunal de Garantías Constitucionales, sus críticas al alcalde de Lima, Alberto Andrade,
la defensa de la empresa chilena Luccheti S.A, en el conflicto ecológico de los Pantanos
de Villa, que mostraban su acercamiento acelerado a los militares y al régimen. Era el
personaje ideal para dramatizar la democracia, como antes lo hizo su correligionario
Alan García. Alguien lo llamó el puntero mentiroso que únicamente se ocupaba de la
opinión pública y la “democratización”, mientras declaraba que la política económica
neoliberal correspondía a otros, por ser de aplicación inexorable.
Fueron 77 días los que mediaron entre el primer premier Pandolfi y el segundo. En
medio estuvo Javier Valle Riestra, una vedette prosopopéyica (como llamaría Mariátegui
al propio Haya de la Torre) tan hayista como el original. Un personaje amigo de los
militares, que está de acuerdo con los fines y resultados de las acciones de los
poderosos, mas no con sus métodos y su torpeza en los procedimientos. Por ejemplo,
siempre estuvo de acuerdo con la masacre de senderistas, pero si al mismo tiempo se
liberaban a dos emerretistas, se confirmaba el estado de derecho. Para este experto en
ocultamiento y sutilezas jurídicas, la reelección requería un mejor manejo; no era
necesario desaparecer al Tribunal Constitucional, o que un asesor del Consejo Supremo
de Justicia Militar se convirtiera en el principal ejecutivo de la Corte Suprema, y que
además, una tal Blanca Nélida Colán manejase el Ministerio Público bajo órdenes
militares. Los militares necesitaban un Primer Ministro populista y lo consiguieron, se
propuso restaurar el estado de derecho y recobrar legitimidad para el régimen, para ello
había que derogar 12 leyes anticonstitucionales, sustraer al Ministerio Público y al Poder
Judicial de manos del Servicio de Inteligencia Nacional, que había convertido a estas
instituciones en dependencias suyas,9 denunciar al gobierno paralelo para así recobrar
el poder para el premierato, finalizar con la intervención militar en las universidades
nacionales, desactivar la reelección, desmontar el andamiaje totalitario del régimen.
Terminó su corto periplo polemizando con el presidente del Congreso, Víctor Joy Way,
quien sostuvo que los temas más urgentes no eran los políticos, sino los relacionados
con la pobreza y el empleo.10 La explicación más razonada la ofreció la politóloga
Carmen Rosa Balbi, quien considera a Valle Riestra como un instrumento de los
militares ante la caída de Fujimori. Dos eran las posibles piezas de recambio de los
militares: Valle Riestra y Andrade. El escenario perfecto para el 2000, que los
intelectuales progresistas han dejado de lado en aras de mantener sus espacios de
poder.
85
La cúpula de las Fuerzas Armadas viene ganando sus propios privilegios en la
reconstrucción de la infraestructura del país, en el copamiento de cargos diplomáticos,
como las agregadurías, el manejo de fondos internacionales para la lucha contra el
narcotráfico y la subversión, unas Fuerzas Armadas que pretendan re-reelegir a “su”
presidente por cualquier medio, tienen que conseguir antes de ello varias condiciones:
un Congreso totalmente sumiso al dizque gobernante, un Poder Judicial y Ministerio
Público11 intervenidos y un Ejecutivo que se impone sin contrapesos. Sin embargo, el
avasallamiento de instituciones y la eliminación del estado de derecho no es suficiente,
pues la lucha es dinámica y existe la opinión pública. Desde el 5 de abril de 1992,
censores y personal castrense supervisan las redacciones de los medios de prensa, no
obstante la pleitesía que la mayoría de periodistas rinden al poder. Está visto que
únicamente podrán conseguir sus metas si existe complicidad con la élite intelectual que
monopoliza el pensamiento crítico, y entre sus representantes está el periodismo.
La última jugada tridimensional entre el APRA, el expresidente Alan García y Fujimori,
muestra otra vez el cinismo y la falta de respeto a la ciudadanía y al pueblo peruanos.
Luego de un acuerdo para que García pudiera ser candidato, cunde el desconcierto en
la futura elección entre el más malo. ¿Quién tiene más virtudes? ¿quién robó más? Se
abre el frente a atacar y los dos salen gananciosos.
Es correcto lo que sostiene Quijano: el núcleo central de la cuestión nacional en América
Latina es la clasificación racista-etnicista de la población que bloquea la
democratización. Sólo una radical descolonización del poder resuelve el problema, y no
en las condiciones capitalistas. La globalización implica la destrucción del incompleto
carácter nacional de los estados, mientras el Estado sea menos nacional, será más
excluyente y polarizante. (Quijano, 1999)
Estados Unidos (como sostiene Francois Chesnais) está interesado en construir un
orden mundial que tal vez no sea unipolar, pero en el cual un polo domine por completo,
desde el punto de vista político, militar y financiero, a los otros dos. La cuestión del
capital no puede ser resuelta a nivel del Estado o de las fronteras, sino reconstruyendo
un sujeto social, la historia puede ser conducida por el ser humano. (Chesnais, 1998)
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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86
Bernales, Enrique, (1999), Declaraciones a La República, Lima, 7 de febrero.
Washington Post, (1998), 21 de abril.
La República, (1988), 31 de julio, Lima.
Quijano, Aníbal, (1999), “Más temprano que tarde”, Revista Memoria, México,
febrero.
Chesnais, Francois; (1998), Hay que reconstruir un sujeto social, entrevista por
Antonio Martins aparecida en Brecha, agosto, Montevideo.
Tapia, Carlos, (1998), Agencia France Press, 2 de enero.
II PARTE
LOS ACTORES DE LA INTEGRACIÓN REGIONAL Y FRONTERIZA
FRONTERA, ESTADO Y EMPRESARIOS EN
INTEGRACIÓN REGIONAL EN AMERICA LATINA
LOS
PROCESOS
DE
Rita Giacalone
En general, el proceso de integración regional que se aceleró en América Latina desde
el comienzo de los años noventa, ha producido una diferente valorización espacial de las
áreas fronterizas en países como México, por un lado, y por otro, Colombia y Venezuela.
Mientras el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que entró en
vigencia en enero de 1994 aseguró para la región del norte de México un dinamismo
económico importante, en la frontera colombo-venezolana no se percibe un fenómeno
con las mismas características a partir del tratado de integración binacional entre estas
naciones establecido en 1992. Analizaremos en primer lugar algunas premisas que
destacan los cambios que se producen en la variable espacial con la integración regional
y, en segundo lugar, las relaciones entre Estado y sector privado en México, Colombia y
Venezuela, con el fin de demostrar que la liberalización de bienes, servicios e
inversiones entre países geográficamente contiguos no es suficiente para convertir a la
frontera común en un foco de desarrollo económico. La calidad y cantidad de las
transacciones en las áreas fronterizas no depende tanto de la proximidad geográfica
como de aspectos de la economía política doméstica, entre los cuales hemos elegido
explorar el de las relaciones previamente establecidas entre el Estado y los empresarios
de los países que crean este tipo de acuerdos. Por lo tanto, estas relaciones pueden
actuar como licitantes (en los casos de Colombia y Venezuela) o propulsores (en el caso
de México) de la economía fronteriza.
87
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA VARIABLE ESPECIAL EN LA
INTEGRACIÓN REGIONAL:
Para López Villafañe (1997: 19-30) la integración regional reproduce dentro de un
espacio geográfico delimitado las características de la globalización. De esta forma se
advierte que la regionalización actual muestra mayores desigualdades en términos de
beneficios y adquiere características diferentes según la situación estructural de la
economía de los países (EE.UU., Japón, Alemania) que fomentan los principales
bloques comerciales existentes. De esta combinación de características derivan las
diferencias institucionales que se observan entre los esquemas de integración actuales.
Las instituciones de integración son, por lo tanto, expresión de fuerzas económicas
subyacentes. Por ejemplo, en el SE asiático, el interés de Japón por la construcción de
una zona económica de influencia hace que su estrategia consista no en la firma de
acuerdos de libre comercio, sino en la formación de cadenas productivas (filiales
horizontales y verticales). Pero para EE.UU., la integración con América Latina es
fundamentalmente comercial y financiera, con el doble propósito de aumentar la
competitividad de sus grandes empresas y de continuar la transferencia de capitales
dentro de la región integrada. En este sentido, acuerdos como el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN) acentúan la dominación de la tecnocracia
financiera y de las industrias transnacionales (López Villafañe 1997: 147).
La dimensión regional puede considerarse como una situación intermedia entre lo
nacional y lo global, cuando se habla de esquemas de integración regional, y entre lo
local y lo nacional cuando se trata de regiones subnacionales. (Balme 1996: 13) Dentro
de la nueva economía política internacional, la distribución espacial de las actividades
adquiere importancia como resultado de procesos complejos y diacrónicos. Mientras que
la informatización de la economía y la rapidez de las comunicaciones disminuyen las
ventajas geográficas de algunas regiones, otras adquieren renovado vigor debido a una
actuación política concertada de su gobierno y sector privado, que negocian acuerdos
institucionales favorables.(Balme 1996: 18) Se produce así «un cambio de escala» en la
política, en el que las regiones, constituidas mediante acuerdos de integración, y las
subnacionales, conectadas entre sí por este mismo fenómeno, llevan a cabo acciones
políticas a nivel internacional o transnacional para beneficiar su economía y, en última
instancia, el bienestar de sus respectivas poblaciones. Para Balme (1996: 18-19) no se
trata de un juego suma cero en el que las regiones ganan y los estados naciones
pierden, sino de un proceso en el cual los gobiernos--representación del Estado-nación - usan las instituciones de integración para lograr fines económicos y de bienestar
generales, mientras que el sector privado incide a nivel de las regiones subnacionales
para obtener medidas específicas y concurrentes que faciliten la cooperación entre ellas.
Esta cooperación entre regiones puede ser bilateral o multilateral, transfronteriza o
transnacional sin contigüidad territorial. Dentro de ese proceso vuelven a discutirse las
llamadas «economías de aglomeración», que permiten disminuir el costo de las
transacciones al aumentar el número de usuarios o al racionalizar las actividades
económicas. (Silva 1993: 2-3)
88
En el contexto de la Unión Europea, experiencias de este tipo están bien documentadas.
De esta manera, la integración territorial ofrece a territorios periféricos dentro de sus
respectivas naciones, usualmente adosados a las fronteras, la posibilidad de ubicarse en
una posición central dentro del nuevo espacio integrado. (Balme 1996: 25-26) El
problema radica, sin embargo, en que si no existe conciencia de las posibilidades
positivas que abre la integración para esas regiones ni hay voluntad política para
desarrollarlas, la interdependencia económica con los vecinos puede generar un
comportamiento más competitivo que cooperativo, con lo cual todos pierden. Según
Balme (1996: 31)
En un mundo en el cual las relaciones internacionales son determinadas por agentes
económicos y los intercambios pueden ser infinitos, las regiones introducen el orden al
seleccionar metas, informaciones y socios para la cooperación.
Dentro de este neorregionalismo existen redes de acción colectiva privadas y públicas
que se superponen unas a otras desde lo local, lo regional (subnacional), lo nacional y lo
regional (esquema de integración). Durante este proceso se adquieren múltiples
identidades concurrentes, que «son acumulativas y no exclusivas.» (Balme 1996: 35)
Este último punto lo consideramos de gran importancia para nuestro tema porque en la
medida en la que no se asuma el concepto de pertenencia a distintas identidades,
elementos de nacionalismo podrían interponerse en la identificación y el desarrollo de
intereses de cooperación entre regiones, desembocando en el comportamiento
competitivo al que aludía Balme.
En el caso del TLCAN, la cooperación en términos financieros, productivos o
tecnológicos y comerciales o de distribución (Silva 1993: 4) ya se ha hecho notar y
provee un buen ejemplo del hecho que la integración parece darse entre grandes
regiones económicas funcionales más que entre naciones.(Aguilar Barajas 1995: 409411) La consecuencia más obvia hasta ahora del acuerdo ha sido la integración del área
de Monterrey, Edo. de Nuevo León, a la economía del sur de Estados Unidos,
especialmente a la de Texas, centrada en la ciudad de San Antonio. Entre estas dos
ciudades se ha conformado un corredor de intensa actividad económica, con
ramificaciones hacia Ciudad Juárez-El Paso, Houston y Coatzacoalcos.
Tradicionalmente, esas regiones habían sido interdependientes antes de la firma del
TLCAN, por lo cual este acuerdo sirvió para institucionalizar aspectos de una realidad
económica previa. De tal manera, muchas veces los acuerdos de integración no hacen
más que institucionalizar relaciones económicas preexistentes en torno de «zonas
económicas naturales.» (Ohmae 1993: 78-89 citado en Aguilar Barajas 1995: 410) En el
caso de Monterrey, por ejemplo, buena parte de las maquiladoras y de las grandes
empresas mexicanas establecidas en esa región lo habían hecho antes de la firma del
acuerdo.(Aguilar Barajas 1995: 413) Destaca el hecho que las implicaciones a escala
subnacional de este proceso de integración regional han sido descuidadas en la
planificación política mexicana, según Aguilar Barajas (1995: 409), aunque a principios
de los noventa, la Secretaría de Desarrollo Social efectuó dos estudios sobre los efectos
del TLCAN en las regiones mexicanas. (Véase estudios académicos de esas
implicaciones en Gutiérrez Vidal 1994 y Polese y Pérez Mendoza 1995)
89
En cuanto a la frontera colombo-venezolana, se advierten más limitaciones para
alcanzar la integración física entre las dos naciones a lo largo de su frontera común por
problemas de infraestructura (mal estado de las carreteras y precariedad de los medios
de comunicación, por ejemplo) y otros. (Bustamante 1998: 61) Diversos trabajos han
destacado también la situación de «atraso, descuido y despoblamiento» (Blanco 1998:
96-97) de este vasto espacio geográfico cuya economía se articula a lo largo de tres
ejes: Cúcuta, Villa del Rosario, San Antonio y Ureña, por un lado, Maicao, Paraguachón
y Paraguaipoa, por otro, además de Arauca, El Amparo y Guasdualito. Algunos de estos
puntos de contacto entre Colombia y Venezuela muestran una larga historia de
intercambio humano, comercial y cultural, como es el caso del segundo eje mencionado,
el cual articula el territorio de la etnia wayú, dividida hoy entre los territorios de las dos
naciones en la Guajira. El eje Cúcuta-Ureña ocupa un lugar intermedio en el tiempo,
pues sus contactos se remontan a la ocupación española y se intensifican desde el siglo
XIX. El más reciente es el del Arauca-Guasdualito.
Sin embargo, esta abundancia de puntos de contacto físico, cultural y económico entre
Colombia y Venezuela no se ha traducido en ventajas económicas obvias para las
regiones que se articulan en ellos. Sólo en el eje Cúcuta-San Antonio, favorecido por la
presencia de la carretera Panamericana, se advierte algún desarrollo de la actividad
industrial, mientras que el segundo cuenta con actividades agropecuarias y comerciales
y en el tercero se da desde hace pocos años la explotación petrolera y algo de actividad
agropecuaria. Los tres continúan siendo estructuralmente dependientes de los centros
económicos de sus respectivos países. (Blanco 1998: 97)
Mucho se ha explorado también el tema de la violencia y la inseguridad a lo largo de la
faja fronteriza colombo-venezolana como causante de la situación poco floreciente de
esas regiones y de su incapacidad para transformarse en polos de desarrollo
económico. Sin descartar estos elementos que son obviamente reales, nuestro
argumento considera que de darse el fin de la violencia asociada tanto con la guerrilla
como con el narcotráfico y la extorsión, estos tres ejes no generarían sino un impulso
económico de mediano a escaso resultado debido a factores estructurales internos de
las dos naciones. Algunos de ellos se refieren a problemas de infraestructura física que
ya mencionamos, a la ausencia de un marco legal apropiado (Blanco 1998: 99-100), a la
falta de programas de desarrollo espacial que pasen del papel a la obra y que reciban
continuidad por gobiernos sucesivos, pero debemos agregar otros aspectos menos
técnicos y más políticos. Entre ellos, aquel en el cual centraremos nuestro análisis es el
de las relaciones entre Estado y sector privado en Colombia y Venezuela, que
consideramos de vital importancia para un adecuado desarrollo económico de la frontera
colombo-venezolana. En la próxima sección exploraremos estas relaciones en
comparación con las existentes en México a fin de demostrar este punto.
RELACIONES
VENEZUELA
ESTADO-EMPRESARIOS
EN
MÉXICO,
COLOMBIA
Y
El análisis de las relaciones entre el Estado y los dueños del capital en México se ha
abordado en numerosos estudios dentro del ámbito académico y desde perspectivas
90
diferentes. Uno de los trabajos más detallados es el de Cypher (1990: 46-47), quien ha
documentado la acción de los grupos empresariales organizados desde los años de
Lázaro Cárdenas (1933-1939). Este presidente fue responsable directo de la creación de
CANACOMIN (Cámara Nacional de Comercio e Industria), que estableció un espacio
para el diálogo entre los empresarios y el Gobierno de la revolución mexicana. Pero no
todo el sector privado aceptó este esquema corporativo que le impedía utilizar los
medios de comunicación y el debate político abierto para incidir sobre la política
económica. Los que no lo admitieron, sobre todo los empresarios más grandes de
Monterrey, vinculados a la banca, el comercio y la exportación, formaron en 1929 la
COPARMEX (Confederación Patronal de la República Mexicana).
En 1941, CANACOMIN se dividió en CONCAMIN (Confederación de Cámaras
Industriales, con una cámara semiindependiente), CANACINTRA (Cámara Nacional de
la Industria de la Transformación) y CONCANACO (Confederación de Cámaras
Naciones de Comercio). De esta forma, mientras que el «dinero viejo» se orientaba
hacia la COPARMEX, el gobierno promovía un sector industrial conformado
fundamentalmente por empresarios medianos y pequeños organizados dentro de
CANACINTRA. Ya en los años ochenta se observa que ambos grupos comenzaron a
actuar de forma concertada en sus relaciones con el Estado. Cypher (1990: 85)
considera que para entonces, muchos de los líderes empresariales de CANACINTRA
habían prosperado, se habían incorporado a CONCAMIN y habían adoptado una
ideología similar a la de COPARMEX. En general, sin embargo, el sector privado
mexicano siguió siendo heterogéneo en intereses sectoriales, tamaño de sus
establecimientos, ubicación geográfica y relaciones con los decisores políticos,
regionales y nacionales y con el capital extranjero. (Alba Vega 1991: 111) Luna et al.
(1987) documentan también que en los años cincuenta y sesenta aumentó la influencia
política del sector empresarial en el nombramiento de cargos gubernamentales y en las
consultas sobre políticas económicas específicas. Asimismo se constituyeron nuevas
organizaciones empresariales voluntarias con menor tamaño que las cámaras y con
relaciones personalizadas con el gobierno. Este último factor favoreció el que miembros
de la burocracia gubernamental entraran a trabajar para empresas al abandonar sus
cargos y que, a la vez, miembros de la comunidad empresarial ocuparan cargos en el
gobierno. Esta cooperación entre empresarios y Estado no sufrió cambios hasta las
administraciones de López Mateos, cuando se produjo la nacionalización de una
corporación eléctrica, y de Echeverría, cuando el gobierno rechazó un programa
presentado por la COPARMEX, que incluía la reprivatización de las industrias
paraestatales, la promoción de las exportaciones, un mayor acceso para las inversiones
extranjeras directas, asistencia para la industria y el fin de la reforma agraria. Las
asociaciones empresariales pasaron entonces de la defensiva a la ofensiva y se
constituyeron nuevas organizaciones. La más importante en 1975 fue el CCE (Consejo
Coordinador Empresarial), que combinó el gran capital de CONCAMIN y CONCANACO
con la fracción norteña de COPARMEX, y la ABM (Asociación de Banqueros Mexicanos)
que se convirtió en la voz más poderosa de la élite económica. (Cypher 1990: 105-106;
Tirado y Luna 1995: 2-3)
Durante la presidencia de López Portillo (1976-1982) las relaciones empresarios-Estado
mejoraron, pero dos factores hicieron que la cooperación entre ellos no fuera tan
91
estrecha: por una parte, el ingreso petrolero acelerado por el hallazgo de nuevos
yacimientos y por los altos precios internacionales fue el motor de la economía, lo cual
influyó para que el gobierno descuidara el sector interno de la economía; por otra parte,
el sector privado aprovechó el clima favorable para extender sus inversiones financieras
y también para contraer fuertes deudas en el exterior. En esto último siguió la misma
tendencia que el sector estatal. (Camp 1989: 28, 215; Grindle 1996: 51-54)
En 1982, la decisión de López Portillo de nacionalizar la banca privada, suspender el
pago de la deuda externa pública y devaluar el peso en un 60 % representó un fuerte
golpe para la élite económica. (Cypher 1990: 122) El CCE y los banqueros reaccionaron
llamando a una huelga general de empresarios, pero algunos sectores industriales
consideraron que sus lazos con el Estado eran demasiado importantes como para
arriesgarlos para defender los intereses de los banqueros. Si hasta ese año la élite
económica mexicana confiaba en su capacidad de ejercer influencia sobre el gobierno
de turno, la nacionalización destruyó este sentimiento. (Camp 1989: 136) Desde ese
momento, los empresarios grandes se movilizaron para impedir que en el futuro,
medidas como la nacionalización bancaria siguieran siendo posibles.(Cypher 1990: 125126)
En los setenta, la necesidad de competir con el capital extranjero había llevado al sector
privado mexicano a forjar alianzas entre diferentes grupos industriales y comerciales en
torno de casas bancarias como BANCOMER, BANAMEX Y SERFIN. (Puga 1993: 37-39)
Después de la nacionalización de los bancos en 1982, esta tendencia continuó, pero
esta vez en torno a sociedades de inversión. El Grupo Monterrey es un buen ejemplo de
estas estructuras. (Puga 1993: 39-40). Otro tipo de reacción fue la reactivación del PAN
(Partido Acción Nacional) por parte de algunos grandes empresarios para recuperar a
través del control político, sobre todo en las gobernaciones del norte, el poder que
habían perdido con la nacionalización. (Alba Vega y Riviere d´’Árc 1996: 157-168
documentan el caso del PAN en el estado de Chihuahua) Finalmente, el pago en bonos
oficiales de las compensaciones a los banqueros y la venta de acciones de las empresas
financieras no bancarias (seguros, arrendadoras, casas de bolsa, etc.) permitieron
reconstituir un sector financiero privado sin control gubernamental. (Maxfield 1992: 87,
90 y 98; Puga 1993: 187-189; para más detalles sobre el empresariado mexicano y sus
asociaciones a fines de los años ochenta, véase Garrido 1994: 159-193)
Teichman (1988: 143) enfatiza que el sector privado mexicano no desarrolló un proyecto
económico independiente antes de 1982 porque había tenido éxito en penetrar el Estado
y porque compartía visiones similares de la economía con la burocracia gubernamental.
El predominio de los banqueros antes de ese año también ayudó a asegurar la
cooperación con el gobierno de las corporaciones industriales-financieras más grandes
y, más tarde, el sector burocrático aliado a los banqueros fue capaz de revertir
parcialmente la nacionalización mediante el pago en bonos y la venta de las compañías
no bancarias. En ese momento, Teichman (1988: 145-147) percibe una verdadera lucha
entre lo público y lo privado, en la cual el gobierno no consigue controlar el
comportamiento de los empresarios y éstos no pueden hacer aprobar políticas a su
entera satisfacción.
92
La reestructuración de la economía, en especial la política de privatización, proveyó de
nuevas oportunidades al sector privado. Esta política se inició en los años ochenta,
luego de la caída de los precios internacionales del petróleo y de los terremotos en la
Ciudad de México, pero la venta de las grandes empresas públicas sólo se aceleró a
partir de 1987. Hoshino (1996: 39-45 y 48-49) demuestra que en esa etapa la mayoría
de esas empresas fueron adquiridas por inversores mexicanos, ya que existían
limitaciones al capital extranjero en ciertas áreas (telecomunicaciones, aviación, etc.) y
los grandes grupos tenían capacidad financiera para hacer esas adquisiciones. Por su
parte, Ferrer (citado en Ramírez 1994: 40) argumenta que la privatización tuvo como
propósito restaurar la asociación entre Estado y sector privado, que se había roto con la
nacionalización bancaria en 1982. Con el gobierno de Salinas de Gortari (1988-1994) la
alianza entre ambos volvió a sellarse. El Pacto de Solidaridad, establecido en 1987,
señaló que ya para los empresarios no había dudas de que el presidente de La Madrid y
su candidato Salinas de Gortari estaban comprometidos a desmantelar el Estado.
(Garavito y Bolívar 1990: 54-55) En consecuencia, el apoyo empresarial al PAN se
disolvió y, mientras algunos «radicales» se mantuvieron leales a ese partido, el restó se
reagrupó en torno al PRI para las elecciones de 1988.(Cypher 1990: 196; Teichman
1992: 143; Tanski y Blum 1994: 69)
Para fines de la década de los ochenta, también el PRI (y con él, la estructura estatal
mexicana), había sufrido profundas transformaciones. Institucionalmente, los burócratas
del partido habían pasado de una orientación política a otra más técnica y a forjar una
alianza explícita y exclusiva con los segmentos más elitescos de los grandes
empresarios. (Pastor y Wise 1994: 479) Esto se advirtió en especial durante la
negociación del Pacto de Solidaridad entre el CCE y altos tecnócratas de los ministerios
de Comercio y Finanzas. Las decisiones tomadas por ellos fueron luego comunicadas a
los empresarios menores, campesinos y sindicatos. (Pastor y Wise 1994: 479-480) En
ese período se observó un importante vuelco ideológico, tanto en el sector público como
en el privado, lo que contribuyó al acercamiento entre ambos. Este aspecto del cambio
interno del PRI vale la pena destacarlo, ya que tanto Salinas de Gortari como Zedillo, su
sucesor en la presidencia, surgieron de los tecnoburócratas del PRI para llegar a asumir
la presidencia de México. (Camp 1995: 144, 219, llama a Salinas el «presidente
tecnócrata»)
En resumen, lo anterior nos lleva a coincidir con Luna (1990: 267) cuando señala que en
los ochenta se forjaron nuevos acuerdos entre el Estado mexicano y los empresarios,
tanto en el nivel económico como en el ideológico, a partir del gobierno de de La Madrid
(1982- 1988). Para entonces, el desarrollo económico iniciado en los años cuarenta con
impulso estatal había hecho surgir nuevos actores sociales no incorporados al sistema
político, entre ellos, grupos empresariales a los cuales la nacionalización de los bancos
en 1982 forzó a reconocer que, aunque ellos eran dueños de sus empresas, una
decisión del gobierno podía quitárselas. (Bizberg 1990: 123, 125). Después de la
nacionalización, dos sectores empresariales se enfrentaron entre sí para imponer su
forma de representación: el tecnocrático, que favoreció las relaciones clientelistas con el
gobierno, y el liberal conservador, que buscaba un nuevo corporativismo político con
participación en las decisiones en materia de política económica y se agrupaba en torno
al PAN. El primero privilegiaba los lazos con el Estado y el segundo con la sociedad.
Desde 1987/88 el primer grupo se impuso al segundo. (Luna 1990:273)
93
A Salinas de Gortari y a la nueva alianza Estado-empresarios correspondió presidir las
negociaciones sobre libre comercio con Estado Unidos y Canadá para la firma del
TLCAN. En estas negociaciones es donde se puede observar la relación Estado-sector
privado en acción y la influencia que ella tiene sobre un proceso destinado a
institucionalizar nuevas regiones económicas (tanto a nivel subnacional como externo).
Según Thacker (1999: 4), las dos posiciones básicas al respecto pueden resumirse en
las asumidas por Frieden (1991) y Bates y Lien (1985), respectivamente. Para el
primero, los intereses de los grupos que poseen capitales con escasa capacidad de
movilidad rápida y la fuerza de su influencia determinan la adopción por parte del Estado
de una política económica, tal como la de un acuerdo de libre comercio. Para los
segundos, los representantes estatales para sobrevivir políticamente necesitan que sus
sociedades posean crecimiento económico, una base impositiva fuerte y un empleo
seguro, todo lo cual los vuelve vulnerables a decisiones de los inversores privados que
afecten sus cálculos. Por lo tanto, las presiones de aquellos que poseen capital con
capacidad de deslocalizarse fácilmente pueden ser más efectivas para el Estado que las
quejas de los que, de todas formas, no pueden salirse del juego. Thacker también
establece que la geografía económica de México permite visualizar un mapa de poder
de los empresarios de ese país, en el cual, los del norte, más orientados hacia Estados
Unidos y el ámbito internacional en general, son también los relativamente más
independientes del patronazgo del gobierno. Mientras tanto, los que se localizan
alrededor de Ciudad de México dependen mucho más del mercado interior y de la
protección estatal.
Esto se correlaciona con los resultados de una encuesta empresarial llevada a cabo por
BANAMEX en 1988, cuyos resultados mostraron que para los empresarios del norte, un
89 % se mostró de acuerdo con la afirmación según la cual la liberalización comercial
debía continuarse o profundizarse; sin embargo, para los del noroeste fue de un 75 %;
para los del área metropolitana de Ciudad de México, un 63 %; para el centro, en su
conjunto, un 61 %; y para la región oriental, un 60 %. (Alduncin 1989 citado en Thacker
1999: 5) De acuerdo a lo anterior, la adopción de un acuerdo de libre comercio entre
México, Canadá y Estados Unidos fue posible porque en México, la distribución de poder
del sector empresarial (y como resultado de esto, su alianza privilegiada con el gobierno)
había cambiado de tal forma que favorecía a los grupos empresariales más grandes,
orientados hacia el ámbito internacional y localizados en el área de influencia de la
frontera norte con Estados Unidos. Aquí deben destacarse dos elementos: 1) La
preexistencia de una infraestructura física y económica vinculada al eje Monterrey-Texas
y 2) una alianza del sector empresarial vinculado a esa frontera con el Estado mexicano.
El tratado institucionalizó vinculaciones económicas previas y fue una demostración de
la cercanía entre los grandes grupos económicos norteños y el gobierno del PRI. En este
último sentido puede señalarse que la economía política doméstica jugó un rol
importante en el establecimiento del TLCAN con las características que éste asumió.
Esto no implica descartar la influencia de otros factores provenientes del contexto
internacional, sino enfatizar que la vinculación Estado-empresarios resulta importante a
la hora de analizar los acuerdos de libre comercio.
Veamos a continuación los casos de Colombia y Venezuela. En el primero se observa
que el patrón de constitución de sus principales asociaciones empresariales,
94
FEDECAFE (Federación Nacional de Cafeteros de Colombia) y ANDI (Asociación
Nacional de Industrialistas), fue diferente del mexicano, aunque en las dos haya
participado el Estado en forma destacada. FEDECAFE fue creada en 1928 por el Estado
al otorgar a los principales productores y comercializadores de café el derecho a
recolectar un impuesto sobre cada saco de ese producto exportado. (Schneider 1999:
16-17) La ANDI surgió en 1944 en un período de desorden económico creado por la
Segunda Guerra Mundial. En esa coyuntura, según Urrutia, (1983: 72) el presidente
colombiano, cercano a los intereses industriales de la región de Antioquia, invitó a estos
empresarios a organizarse para hacerle llegar las demandas conjuntas del sector. La
ANDI agrupaba primordialmente a los industriales colombianos, pero también representó
los intereses de empresarios agroindustriales, financieros y comerciales. En 1945, en
reacción frente al control de precios implantado por el gobierno debido a la guerra, se
formó la FENALCO (Federación Nacional de Comerciantes). En los años cincuenta y
sesenta se constituyó la mayoría de las otras asociaciones empresariales para actuar
como canales de comunicación y de defensa frente al gobierno. De todas formas, la
ANDI sigue siendo considerada la organización empresarial con mayor poder económico
y político. (Juárez Anaya 1993: 15-16; Thorp y Durand 1997: 221)
Un estudio realizado en los años setenta mostró que en esa década y la anterior, los
representantes de las asociaciones empresariales colombianas casi no visitaron el
congreso nacional. Kline (1974: 274-300) explica que esto se debió a que los principales
miembros de ellas y los miembros del congreso pertenecían al mismo grupo
socioeconómico, por lo cual podían efectuar contactos informales por teléfono, en
encuentros sociales, etc.
Además, según él, «las asociaciones empresariales no necesitan estar tan activas en el
congreso porque los temas que las podrían amenazar no se llevan a discusión y no es
probable que se haga.» Las organizaciones mayores, como FEDECAFE y la ANDI, a las
que se agregaba ya la FEDEGAN (Federación Nacional de Ganaderos), establecían sus
contactos mediante los dos principales partidos políticos: el Conservador y el Liberal. En
general, la relación entre el Estado y las asociaciones empresariales colombianas,
desde los años setenta se basó en lo que se denominó «la concertación», mecanismo
por el cual se crearon comités sectoriales o técnicos integrados por funcionarios del
Ministerio de Desarrollo y representantes de las asociaciones. (JUNAC 1986: 85). Fue a
finales de los setenta cuando estos mecanismos entraron en crisis a causa del
desplazamiento de la capacidad de influencia política mayor hacia las instituciones
financieras representadas por la ANIF (Asociación Nacional de Instituciones
Financieras). (JUNAC 1986: 86-87) Aunque Colombia resultó menos afectada que otras
naciones latinoamericanas por la crisis de la deuda externa, para 1982, su déficit en
cuenta corriente era considerable y sus reservas de divisas sufrieron una baja
importante hasta 1986. (Ocampo y Villar 1992: 169) Además, después de 1982, el sector
privado colombiano debió enfrentar el impacto de la deuda contraida en el exterior y de
la reducción de sus exportaciones al mercado subregional andino, en especial a
Venezuela y Ecuador, por la contracción de la economía de estas dos naciones
petroleras. En ese momento, la ANDI apoyó la reestructuración económica propuesta
por el gobierno, mientras que la FENALCO se mostraba más cautelosa.
95
Entre 1985 y 1989 se abrió una primera fase de apertura comercial siguiendo las
presiones del Banco Mundial. Pero, según Kalmanovitz, (1989: 272) hasta fines de la
década, el desarrollo de la industria exportadora colombiana se encontró frenado por la
presencia de un complejo «minero-narcótico exportador» que producía rentas altísimas,
financiaba importaciones, revaluaba la moneda y arruinaba a la industria nacional que
producía para el mercado exterior. La promoción de una política de mayor apertura
comercial y de acuerdos de libre comercio con las naciones vecinas desde 1990 podría
verse como una respuesta a la necesidad de hallar salidas a los productos de la
industria colombiana. Es importante destacar además que los mercados regionales eran
los que más atraían la producción no tradicional de Colombia.
Frente a los cambios de política económica en los años ochenta, las organizaciones
empresariales colombianas no propusieron políticas alternativas, sino que se
contentaron con tratar de cambiar o derrotar mediante el recurso a las cortes de justicia,
aquellas que les resultaban adversas. Más aún, en términos ideológicos, la ANDI y la
FENALCO abogaron por la libertad de comercio y siguieron manteniendo «lazos
estrechos con los ministros de Finanzas y Desarrollo y con ambos partidos
mayoritarios.» (EIU 1990: 229) Asimismo, en esa década, cerca del 30 % de los
miembros de las comisiones creadas por el CONPES (Consejo Nacional para la Política
Económica y Social) fueron representantes de las asociaciones del sector privado.
En el caso colombiano existía un acuerdo de integración regional previo, el del Pacto
Andino, creado en 1969, que permite observar la posición asumida frente al mismo por
el sector privado de ese país. Según Mytelka, (1979: 96-97) los empresarios
colombianos tuvieron una posición favorable frente a él debido a que su gobierno había
incluido en la promoción de la política de integración regional un programa de subsidios
y créditos y la creación de una agencia especial, PROEXPO, para incrementar las
exportaciones no tradicionales. Por estas razones, el empresariado apoyó al gobierno,
aunque no estuviera de acuerdo, ni con la programación industrial ni con la Declaración
24, que restringía la inversión extranjera a un porcentaje de la nacional o regional. (Mace
1991: 19) La fragmentación de la ANDI hubiera impedido de todas formas que esta
asociación se opusiera con éxito al cambio de una estrategia orientada al mercado
interno hacia otra que favorecía las exportaciones regionales. Según Mares, (1993: 460,
468) el Estado usó rentas generadas por su intervención en la economía (certificados de
exportación y rebajas arancelarias para la importación de materia prima, etc.) a fin de
mantener controlados a los posibles oponentes, mayoritariamente industriales. La táctica
era mantenerlos «colectivamente débiles e individualmente satisfechos.»
Es interesante que para 1985, luego de una etapa de estancamiento del Pacto Andino,
la ANDI había evolucionado de una visión comercial de la integración regional
(entendida como una opción para la ampliación de mercados) a verla como un proceso
mutifacético que permitía aumentar las opciones de desarrollo de los países
participantes, fortalecía la negociación conjunta en el contexto internacional y
profundizaba la industrialización.
96
Tanto la ANDI como la FENALCO y la ANALDEX (Asociación Nacional de Exportadores)
coincidían en abogar por un rol protagónico para el sector privado colombiano en la
reactivación del Pacto Andino, que apoyaban totalmente. (JUNAC 1986: 53) Después de
1989, los gobiernos andinos buscaron reactivar la integración regional entre ellos con un
nuevo énfasis en el libre comercio entre sus miembros y en el establecimiento de una
tarifa externa común. (Vidales 1993ª: 118-120) Para ese entonces se percibía ya que el
énfasis en la libertad de comercio había producido la reducción del peso relativo del
sector manufacturero colombiano frente al comercial. Según Gutiérrez Trujillo (1995:
147), la participación del sector industrial manufacturero en el PIB de Colombia, que
había sido de 23.3 % entre 1976 y 1980, bajó a 21.4 % entre 1981 y 1985 y a 20.9 %
entre 1986 y 1990. Mientras que los gobiernos andinos fracasaban en establecer una
zona de libre comercio y definir un arancel externo común para el 31 de diciembre de
1991, los gobiernos de César Gaviria, en Colombia, y Carlos Andrés Pérez, en
Venezuela, habían acordado previamente ponerlos en vigencia entre ambas naciones
mediante un acuerdo de integración binacional, que entró en vigencia el 1 de enero de
1992. Debe destacarse que paralelamente, los sectores privados de ambos países
firmaron un Convenio de Complementación Industrial del Sector Siderúrgico para facilitar
la transición de estas empresas a la liberación comercial. (Reina 1997: 88) No es de
extrañar entonces que en 1993, en una encuesta empresarial realizada por
FEDESARROLLO, la liberalización comercial con Venezuela alcanzó el más alto índice
de aceptación entre todas las opciones presentadas. (Cantilo Vásquez 1994). Los
voceros de las asociaciones empresariales no dejaban, sin embargo, de quejarse, pero
sus quejas se dirigían no contra la apertura comercial misma, sino contra problemas
internos que los volvían menos competitivos (corrupción y desorden en las aduanas,
inflación, transporte deficiente, etc.) (Véase Clase Empresarial 1994, 10: 25-26)
Por su parte, el sector comercial agrupado en la Cámara de Comercio de Bogotá realizó
ese mismo año una encuesta entre 214 de sus miembros, de los cuales el 64 %
correspondía a empresas grandes y el resto a pequeñas y medianas. El 65.7 %
consideró que la apertura comercial le había permitido desarrollar nuevas oportunidades
de negocios entre 1990 y 1993, y un 81.9 % esperaba que esta tendencia continuara en
los años siguientes. En contra de la opinión comúnmente aceptada, la encuesta
destacaba que también para las empresas medianas y pequeñas la apertura había
traído nuevas oportunidades (64.5 %) y el 68.4 % declaraba no haber perdido su
mercado tradicional. («La apertura, oportunidad para nuevos negocios» 1993: 27-35)
Los sectores industriales negativamente afectados fueron los productores de textiles,
confecciones y artículos de cuero, pero aún éstos culpaban de esta situación al
contrabando, al «dumping» de mercancías baratas del sudeste asiático y a la
revaluación de la moneda, más que a la apertura misma. («Textiles en tela de juicio»
1994: 25-30) Una declaración implícita en este sentido puede encontrarse también en la
Revista de la ANDI, donde en mayo-junio de 1992 se publicaron las conclusiones y
recomendaciones formuladas por el Foro de las Américas en Washington, en abril de
ese año. Entre ellas destacan las del Grupo de Trabajo sobre Industria Manufacturera,
en el que había participado el presidente de la ANDI. Allí se leía que «el elemento clave
en la exitosa negociación del libre comercio es el apoyo continuado del sector público y
97
empresarial.» Más adelante agregaba: «A menos que la comunidad empresarial avale
los beneficios de un mercado abierto, ... y a menos que las empresas líderes
continuamente presionen al gobierno para sobreponerse a los obstáculos, el proceso se
estancará.»
Según Reina (1997: 101), entre 1991 y 1995, las exportaciones de productos primarios
colombianos, que se orientan hacia los mercados de Estados Unidos y Europa,
crecieron a una tasa de 7,4 %, mientras que la de productos industriales, dirigidos hacia
el mercado regional, crecieron en un 11,1 %. En el caso concreto de las exportaciones
hacia Venezuela, éstas pasaron del 13 al 25 % de las exportaciones industriales totales.
¿Cuál ha sido el sector colombiano más beneficiado? El primer lugar lo ocupan los
automotores, el segundo, los jabones, cosméticos y otros productos químicos, y en
tercer término, el papel. Los productos agrícolas con franjas de precios también se han
beneficiado. (Reina 1997: 101)
Una observación interesante que hace Reina (1997: 105) es que mientras las
exportaciones de productos primarios de Venezuela a Colombia representaron 27 % en
1995, frente a 34 % en 1991, en el caso de las colombianas, éstas bajaron de 30 %
antes a 8 % en 1996. Los sectores más representados en las exportaciones de
Colombia hacia Venezuela eran en 1996 la química básica, industria automotriz,
confecciones y maquinaria y equipo que, en conjunto, alcanzaban casi al 50 % de las
exportaciones totales a ese país. En su mayoría, estos sectores corresponden a
corporaciones multinacionales (automotores) y a sectores de gran capital y tecnología,
alejados de las posibilidades de la mediana y pequeña industria y generalmente
localizados alrededor del área bogotana o en torno a Medellín, en Antioquia. El sector de
las confecciones, que representa un 9,40 %, y que inició su desarrollo en Antioquia entre
los años treinta y cuarenta, experimentó un proceso de concentración de su propiedad,
centrándose en proyectos como el de la Zona Franca de Rionegro y vinculándose al
sector financiero antioqueño.(Véase Valencia Restrepo 1996: 481,485)
En general, en el caso de la integración colombovenezolana no observamos del lado
colombiano una localización industrial cercana a la frontera común que contribuya a
convertirla en foco de desarrollo. No hay factores preexistentes, excepto un activo
comercio legal e ilegal entre ambas naciones en los puntos de contacto o ejes que
identificamos en la primera sección. Asimismo, las empresas que más participan del
comercio binacional son multinacionales o empresas grandes, muchas de las cuales se
asocian con los grupos económicos conformados desde los años ochenta (Grupo
Antioqueño, Grupo Santodomingo, Grupo Ardila Lule, entre otros). Estos últimos son
también los que más figuran participando en el proceso de asociaciones estratégicas de
capital que se desarrolla en ambos sentidos de la frontera, pero que generalmente
vincula a grandes compañías no fronterizas entre sí. (Al respecto véase di Filippo 1994).
Si miramos al otro lado de la frontera encontramos que en Venezuela, la principal
asociación empresarial, FEDECAMARAS (Federación de Cámaras y Asociaciones de
Comercio y Producción), se constituyó en 1944 por iniciativa de las Cámaras de
Comercio de Caracas y de los más importantes puertos del país. (Urriza 1984) Ya para
ese entonces el petróleo había desplazado al café como principal producto de
98
exportación, la Segunda Guerra Mundial promovía el proceso de industrialización por
sustitución de importaciones y el Estado venezolano había adquirido carácter
empresarial (CANTV, INOS, Línea Aeropostal, Telares Maracay, etc.). Casi veinte años
más tarde, en 1958, al implantarse un sistema político democrático basado en el
consenso de las élites, FEDECAMARAS formó parte de la serie de pactos que
contribuyeron a definir el modelo de desarrollo de los años siguientes.
Desde el inicio de su organización, el sector privado venezolano dependía del Estado en
la medida en que la economía exportadora basada en el petróleo centraba todos los
recursos generados por la renta petrolera en manos del mismo. El sector privado debía
relacionarse con el Estado, que tenía recursos para repartir, en busca de un acceso
privilegiado a ellos. Esto sólo era posible a través de sus relaciones con el gobierno de
turno (contratos de compras, construcciones de infraestructura, subsidios, créditos,
protección aduanera, etc.) FEDECAMARAS alcanzó el carácter de una asociación
«cúpula» en los años setenta, cuando las industrias petroleras y los sectores bancarios,
de seguros, de construcción y del agro se unieron a ella. (Becker 1990: 124; Urriza 1984:
22 y Gil Yépez 1978: 126) Para fines de la década siguiente abarcaba cerca del 30 % de
las asociaciones del sector privado venezolano y los empresarios más grandes ejercían
mayor influencia dentro de su estructura piramidal, en la cual coexistían organizaciones
sectoriales y regionales. En general, sin embargo, su influencia decayó a mediados de
los años setenta, cuando el alza de los precios internacionales del petróleo dotó al
Estado de enormes recursos financieros y permitió la nacionalización de la industria
petrolera en 1976. (Abente 1985: 13)
Para Thorp y Durand (1997) en los años setenta se incrementó también el personalismo
en las relaciones Estado-empresarios, así como las luchas entre los segundos para
acercarse al primero. En esa década, el enfrentamiento más fuerte se dio entre
representantes de la burguesía tradicional y una burguesía emergente. Esta última se
vinculó con el proceso de promoción de industrias básicas por el gobierno de Carlos
Andrés Pérez (AD, 1974-79) y con la reorientación de la economía venezolana hacia el
mercado internacional en base a la nueva producción industrial pesada y semipesada.
De esta forma estrechó también sus relaciones con el capital extranjero. (Véase Purroy
1982: 266, 275 y Coronil y Skurski 1982: 69-70) La importancia del surgimiento de estos
grupos emergentes, dirigidos por Pedro Tinoco, Carmelo Lauría y Gumersindo
Rodríguez, reside en que desplazaron de su posición de influencia sobre la política
económica venezolana a grupos y empresarios tradicionales como los Mendoza,
Cisneros, Phelps, Vollmer y Boulton, entre otros. (Coronil y Skurski 1982: 70) El proceso
fue dual: mientras que el sector privado trataba de privatizar los recursos del Estado,
éste intentaba extender su control sobre toda la economía. El resultado fue que se
agudizó la necesidad de obtener acceso al Poder Ejecutivo y a las agencias estatales
para poder realizar buenos negocios. (Coronil y Skurski 1982: 92) La «burguesía
emergente» se asocia asimismo con presiones para la adopción de un nuevo modelo
tecnocrático de desarrollo que considera que existe una mala gestión de los recursos
petroleros por parte de los partidos políticos y que las decisiones de política económica
deben dejarse fuera de su control para impedir que la renta petrolera se pierda en gastos
sociales y burocráticos.
99
En sus actividades como grupo de presión, FEDECAMARAS utilizó campañas de
opinión pública mediante su control de los más importantes medios de comunicación y
contactos personales dentro de una élite relativamente pequeña. (Abente 1985: 17) Sin
embargo, FEDECAMARAS no fue importante como agencia centralizadora de las
demandas de los empresarios hacia el gobierno por carecer de mecanismos internos
que permitieran arbitrar los conflictos entre sus sectores. Esto se advierte con claridad
en su posición frente a la integración regional en las décadas de los sesenta y setenta.
En el ámbito de la política de integración regional no existió acuerdo entre el gobierno y
los empresarios, especialmente después de que los productores agrícolas y ganaderos
amenazaran con retirarse de FEDECAMARAS si la asociación respaldaba el ingreso de
Venezuela al Pacto Andino. (Gil Yépez 1978: 182-183) Urriza (1984) ha estudiado la
posición de FEDECAMARAS frente a la integración andina y considera que ésta no fue
uniforme ni constante a partir de 1968. Hubo enfrentamientos internos y variaciones de
posición dentro de un contexto general de reticencia frente al Pacto Andino. Aunque no
existió participación institucional de FEDECAMARAS en las negociaciones, la asociación
mantuvo consultas con el sector oficial, integró delegaciones y asistió a reuniones
empresariales andinas. Las variaciones en la posición de la asociación se observaron en
general en momentos en los que se produjeron cambios de grupos económicos y de
intereses sectoriales en la conducción de la organización. Dentro de FEDECAMARAS se
manifestaron a favor de la integración andina las principales Cámaras de Comercio y las
Asociaciones de Distribuidores de Automotores y Maquinarias y de Industrias
Metalúrgicas, mientras que se opuso el resto de los industriales. (Urriza 1984: 41, 44-45)
La oposición logró imponer su posición, ya que Venezuela solicitó una serie de
excepciones al Pacto Andino en el momento de su creación (1969), las cuales no fueron
aceptadas por los demás gobiernos y, por lo tanto, Venezuela no ingresó al Pacto en
ese año.
Cuando en 1973, el Presidente Rafael Caldera (COPEI) aprobó el ingreso de Venezuela
al Pacto Andino, las relaciones entre Estado y empresarios habían cambiado. El proceso
de discusión de una reforma tributaria en los sesenta había hecho que FEDECAMARAS
viera debilitado su acceso al gobierno y Caldera, quien había llegado al poder con apoyo
empresarial, utilizó al empresario Julio Sosa Rodríguez como su enlace personal con el
sector privado. Sosa Rodríguez estuvo también al frente de la negociación del ingreso
de Venezuela al esquema de integración andina. (Gil Yépez 1978: 187, 196) Para 1973
ya existían grupos económicos que manifestaban interés en la iniciativa integracionista
para evadir las restricciones de un mercado que estaba quedando saturado. Un informe
de 1971 sostenía, por ejemplo, que las posibilidades de exportación de la industria
venezolana podían ser positivas si existían incentivos. (Gil Yépez 1978: 194-196) Por
esta razón, en forma paralela al ingreso de Venezuela al Pacto Andino, el congreso
aprobó tres leyes: una de incentivo a las exportaciones, una que creaba un fondo de
financiamiento para las mismas, y otra de reformas aduanales que habían solicitado los
empresarios. (Urriza 1984: 96)
El ingreso de Venezuela al Pacto Andino en 1973 prácticamente coincidió con el inicio
del alza de los precios internacionales del petróleo y de la restructuración de la
100
economía hacia una industria pesada y semipesada vinculada al Estado, a una nueva
burguesía y al capital extranjero. De esta forma, los años setenta produjeron
modificaciones profundas en las relaciones establecidas entre Estado y empresarios.
Para fines de la década, algunos grupos empresariales intentaron asumir un papel
protagónico en la toma de decisiones que los involucraban, (Urriza 1984: 23) por lo cual
se hicieron más estrechas sus relaciones con los partidos AD y COPEI, que polarizaban
el espectro electoral venezolano. Según Becker (1990: 121-123) una vez que los
empresarios adquieren confianza en su capacidad, insisten en ser consultados por el
gobierno, pero como reconocen que éste puede tener fines propios, también insisten en
limitar el poder estatal. Esto explicaría la tendencia de los empresarios a denunciar al
gobierno en forma pública mediante FEDECAMARAS, a la vez que entraban en
conversaciones privadas con representantes del mismo a fin de obtener sus propósitos.
A partir de 1983, cuando entró en crisis el modelo de economía rentista apoyado en los
recursos petroleros, FEDECAMARAS perdió aún más representatividad e influencia
frente al gobierno, excepto por su participación en las negociaciones salariales y en las
discusiones sobre legislación del trabajo. Al mismo tiempo se centralizaban las
decisiones en materia de política económica en las más altas esferas gubernamentales,
pasando de la burocracia ministerial a un equipo de tecnócratas concentrados en el
entorno presidencial. También en los años ochenta se constituyeron grupos de
empresarios, tales como el Grupo Roraima y el Grupo Santa Lucía, que no se
organizaron como asociación y que canalizaron propuestas económicas y políticas hacia
el Ejecutivo sin la intermediación de FEDECAMARAS. (Gómez 1988: 106) Para Gómez,
(1988: 103-104) esto significa que el empresariado venezolano pasó en esos años, de
una racionalidad económica de aprovechar la renta petrolera, a otra racionalidad global
en la cual los empresarios determinan sus propios fines y estrategias. Esto podría
conducir a una mayor cohesión del sector privado mediante una de estas dos vías: el
reforzamiento de las asociaciones empresariales, lo cual Gómez (1988: 108) considera
difícil, o un acuerdo entre los grupos empresariales con mayor poder económico. Con
respecto a estos últimos, la concentración de los mismos se inició con la transferencia
de fondos de la renta petrolera al sector privado venezolano (Crisp 1998: 14-16). Estos
grupos se beneficiaron adicionalmente al sacar parte de su capital al exterior antes de la
devaluación de bolívar en 1983 y posteriormente con la entrega de dólares a una tasa de
cambio preferencial por parte del Gobierno de Lusinchi para pagar su deuda externa.
Cuando en 1989, el presidente Carlos Andrés Pérez implantó una política económica
ortodoxa, la rapidez con que esto se hizo, según Crisp, (1998: 26) impidió que los
empresarios organizaran una oposición efectiva. Como el presidente no hizo esfuerzos
por construir una base política de apoyo entre los productores mayores orientados hacia
el mercado exportador, éstos tampoco defendieron, ni a la política de ajuste ni al
presidente. Existen algunos indicios, sin embargo, de la existencia de apoyo empresarial
a los cambios en la política económica en 1989. Por una parte, el nuevo modelo de
desarrollo se basaba en una plataforma ideológica compartida por los empresarios del
Grupo Santa Lucía y el Grupo Roraima y por el Centro de Divulgación del Conocimiento
Económico (CEDICE).
101
Pero la gravedad de la reacción popular en febrero de 1989 («El Caracazo») hizo que
estos grupos prefirieran no respaldar públicamente al presidente y su política. Por otra
parte, entrevistas realizadas en 1990 a representantes de los sectores industriales del
calzado, textiles, petroquímicos, productos médicos, papel, metalúrgicos, alimentos y
repuestos de automóviles mostró que existía apoyo para la reconversión de la industria
hacia las exportaciones, dado el agotamiento del mercado venezolano (Jongkind 1993:
80-85). Otras medidas que contaban con apoyo eran la privatización de las empresas
públicas y la entrada de capital extranjero. Sin embargo, los industriales consideraban
que el Poder Ejecutivo apoyaba más al sector financiero que al industrial. En especial, a
los empresarios entrevistados les preocupaba la falta de gradualidad de las medidas
económicas, la poca capacidad de gestión del gobierno y la inseguridad acerca de que
ellas se mantuvieran.
En cuanto a la posición de FEDECAMARAS en 1989, Becker (1990) opina que las
nuevas políticas fueron un triunfo de «la burguesía emergente», que demandaba la
retracción del Estado de la economía, ya que sus lazos con el capital internacional
hacían innecesaria esa presencia. Además, el liderazgo de FEDECAMARAS estaba
demasiado dividido como para proveer una base de sustentación para las reformas de
Pérez y las reformas alteraron el ambiente dentro del cual estaban acostumbradas a
actuar las numerosas cámaras y asociaciones que conformaban el organismo cúpula de
los empresarios.(Naím 1993: 91, 136) Aunque había surgido una nueva generación de
empresarios preparados para aprovechar las oportunidades que las reformas ofrecían,
para la comunidad empresarial organizada las reformas constituían amenazas
concretas. (Naím 1993: 77-79) Un informe (EUROMONEY Special Supplement:
Venezuela 1989) atribuyó más influencia en esta política a firmas bancarias no afilidas a
FEDECAMARAS, las que habrían actuado como intermediarias entre los grandes grupos
económicos y el gobierno y entre éste y los consorcios extranjeros entre 1990 y 1993.
Una consecuencia más lamentable para muchos fue que las reformas provocaron una
guerra oligopólica entre los grandes conglomerados del sector privado venezolano.
(Naím 1993: 96)
Entrevistas realizadas por Mata Carnevali (1996: 204) muestran que el Poder Ejecutivo
fue el factor central en la promoción de la política de integración regional posterior a
1989. En este sentido, la política de apertura comercial de Venezuela, unilateral o por
medio de acuerdos de libre comercio, se ubica dentro del grupo de políticas que, como
la monetaria y la cambiaria, no necesitan que el gobierno construya consensos políticos
o parlamentarios, ya que pueden establecerse mediante decretos del ejecutivo. Según
esta interpretación, las reformas económicas de 1989 tuvieron el apoyo de factores
externos como el FMI y el BM, pero no fueron parte de un proyecto sociopolítico de
grupos internos. (López Maya y Lander 1996: 179) De esta forma, López Maya y Lander
(1996: 182) consideran que los grupos que en los años ochenta habían sostenido
posiciones favorables al modelo neoliberal, como el Grupo Roraima, perdieron presencia
política en los noventa. En lo relativo a integración regional, el Acta de Barahona
(diciembre de 1991) mostró que, a pesar de la renuencia del resto de los países andinos,
Colombia y Venezuela estaban preparados para poner en vigencia una zona binacional
de libre comercio y un arancel externo común a partir de enero de 1992. (Reina 1997:
86-87) La integración binacional despertó de inmediato la atención de FEDECAMARAS
102
y de la mayor parte de las asociaciones empresariales venezolanas, las que fijaron
posición al respecto en la prensa nacional.(Córdova 1996: 21, 31-36) En el caso
específico de CONINDUSTRIA, que agrupa al sector industrial, el análisis de
declaraciones hechas a El Nacional (Caracas) entre 1989 y 1993 por sus representantes
muestra la evolución de una posición de rechazo a la apertura comercial con Colombia
en 1990 a otra de aprobación en 1992. Las objeciones de esa asociación venezolana en
el primero de esos años eran similares a las que haría luego a la firma del acuerdo de
libre comercio del G 3 (Colombia, México y Venezuela), sólo que en este caso se harían
con respecto a México y no a Colombia: que la otra economía estaba más desarrollada
que la de Venezuela y obtendría mayores ventajas del acuerdo, que faltaba la
infraestructura física, laboral, legal, de inversiones, etc., para poder aprovechar lo
acordado, entre otras. Para 1992, sin embargo, CONINDUSTRIA llamaba a revisar la
legislación laboral, sanear las aduanas, mantener una tasa de cambio competitiva para
el bolívar, entre otras medidas, para poder realizar «la integración con Colombia», que
se percibía como «garantía de crecimiento y bienestar para ambos países.» (Todo este
párrafo resume datos de Torres 1996; la cita es de la página 22) En el caso del G 3, la
misma CONINDUSTRIA, que se oponía a él en 1993, en marzo de 1997, durante el I
Encuentro Interempresarial del G 3 en Caracas se mostraba entusiasta acerca de los
méritos y logros alcanzados por el acuerdo. FEDEINDUSTRIA (Federación de la
Pequeña y Mediana Industria) también apoyó la integración binacional con Colombia.
Sobre la actitud de los gremios empresariales de la zona fronteriza con Colombia, la
Cámara de Comercio e Industria del Estado Táchira (CCIET) asumió una posición
cautelosa y reclamó que el gobierno venezolano no había tomado previsiones para
asegurar que ese Estado fuera más competitivo frente a la producción colombiana.
Asimismo manifestaba desconocer el documento firmado por cuanto no había recibido
información al respecto ni había participado en su negociación. La Cámara de Medianos
y Pequeños Industriales del Táchira mostraba también recelo y objeciones, pero para
1991 destacaba sus aspectos positivos, aunque confesaba su ignorancia sobre lo que se
estaba negociando. La Asociación de Comerciantes del Estado Táchira (ACETA) vió el
proceso de apertura comercial con Colombia como positivo, pero señaló que la
integración «no podía seguir dándose entre Bogotá y Caracas; la integración tenían que
hacerla los habitantes de la frontera»(Torres 1996: 237). También reclamaba no haber
sido convocada a participar en la negociación del acuerdo. En resumen, las
asociaciones empresariales de la frontera fueron marginadas de las negociaciones,
hechas a nivel de las capitales nacionales, y no se consideraban preparadas para
asumir el reto de una integración binacional que percibían como positiva. Su falta de
preparación no era resultado de sus acciones o inacciones, sino de las del gobierno
venezolano, que había descuidado las aduanas, la infraestructura de carreteras y
comunicaciones y el financiamiento de las zonas de frontera directamente afectadas por
la apertura comercial.
En resumen, tampoco en el caso venezolano encontramos la existencia previa de una
realidad económica en el área fronteriza que sirviera de apoyo para su constitución en
un foco de crecimiento económico. Los que estaban más al tanto de las posibilidades de
la frontera, sus asociaciones empresariales, así lo manifestaron en forma pública, más
103
allá del hecho que el gobierno no consideró pertinente invitarlas a participar en las
negociaciones con Colombia.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES TENTATIVAS
En la actual etapa de la economía global, la economía regional ha alcanzado una nueva
y doble relevancia. Por una parte se asocia con la formación de bloques de países
según distintos esquemas de integración, pero también por otra parte exige tomar en
consideración las capacidades económicas de distintas áreas nacionales de sus países
miembros dentro de esos esquemas. (Bendesky 1994). El caso que demuestra con
mayor claridad este doble fenómeno asentado sobre una base tanto económica como
geográfica, es el del TLCAN en México. Puede señalarse al respecto que la
conformación de bloques de libre comercio como el del TLCAN no abarca a los países
en su conjunto, sino que los segmenta en regiones. Así, la zona fronteriza de México con
Estados Unidos muestra un alto nivel de integración económica a lo largo de los
corredores Tijuana-San Diego y Ciudad Juárez-El Paso.(Bendesky 1994: 986) Se
conforman así regiones transfronterizas que concentran recursos financieros,
productivos, humanos, etc., que están fuera de las posibilidades de otras regiones
nacionales a las que, incluso, pueden llegar a desplazar (Véase el caso del Valle de
México).
La liberalización del comercio entre Colombia y Venezuela en 1992 sirvió para legalizar
en parte corrientes comerciales preexistentes bajo la forma de contrabando. Sin
embargo, buena parte de ese comercio previo se daba a partir de productos textiles
baratos provenientes del sudeste asiático. La apertura no incidió sobre este aspecto del
comercio, sino que ha contribuido a desarrollar en especial un intercambio en el cual
Venezuela participa primordialmente con vehículos automotores derivados del petróleo y
hierro y acero, producciones que manejan grandes conglomerados privados y públicos y
Colombia, con productos de la agroindustria, textiles y confecciones.(Véase Córdova
1996: 22, 26; más datos en Rojas 1997 y Cárdenas 1997) En el rubro de servicios no se
aprecia todavía un crecimiento similar, pero en lo relativo a inversiones se observa un
aumento en las asociaciones estratégicas entre empresas de ambas naciones. Los
datos publicados, sin embargo, demuestran que la mayor parte del comercio de bienes y
de las asociaciones de capital no corresponden a la zona transfronteriza (Eje San
Antonio-Pamplona, por ejemplo) sino a las empresas mayores (vehículos, siderurgia,
etc.) localizadas en el área industrial central (Valencia-Caracas) y oriental (Ciudad
Guayana) y en Bogotá y Medellín. Esto no quiere decir que las industrias, comercios y
entidades financieras localizadas a ambos lados de la frontera colombo-venezolana no
se hayan beneficiado del proceso de apertura. Sin embargo, ese beneficio es secundario
todavía frente al experimentado por otras zonas. De esta manera podemos decir que la
localización geográfica no ha logrado alterar patrones de concentración espacial previos.
Considerando los elementos teóricos que aluden al fortalecimiento económico de las
regiones estratégicamente ubicadas dentro de los esquemas de integración regional,
¿por qué no se observa este fenómeno entre Colombia y Venezuela? Problemas de una
104
infraestructura deficiente, más el problema político de la presencia de la guerrilla y la
persistencia de problemas limítrofes entre Colombia y Venezuela, sin duda inciden en
esta situación. Pero ¿son estos factores suficiente razón para que la integración
binacional no haya alterado el equilibrio espacial entre las regiones venezolanas? A esto
se agrega también el hecho que Colombia es sólo el segundo mercado de interés para
la producción venezolana: EE.UU. sigue siendo el primero, ya que su exportación sigue
dominada por el petróleo y éste se moviliza hacia el norte por los principales puertos del
Caribe. Algo similar se observa en Colombia, donde las exportaciones hacia Venezuela,
a pesar de ser importantes, ocupan un lugar secundario frente a las que se dirigen hacia
Estados Unidos (café, flores, petróleo, etc.). Pero estas interpretaciones resultan
incompletas si no incluimos en nuestro análisis el peso que tienen factores domésticos
tales como las relaciones existentes entre empresarios y Estado en las dos naciones.
Una comparación somera con el caso de la frontera norte de México demuestra que en
Colombia y Venezuela la relación empresarios-Estado ha sufrido un proceso de
concentración similar a aquél por el cual se vinculan en especial los grandes grupos
económicos y el poder ejecutivo a su más alto nivel. Pero mientras que en México buena
parte de esos grandes conglomerados posee una fuerte base de operaciones en el
norte, ni en Colombia ni en Venezuela se encuentran vinculados a la frontera. La
magnitud de las relaciones comerciales, industriales y de inversión que se dan entre
Texas y Nueva León no se acercan en nada a la que encontramos en cualquiera de los
tres ejes fronterizos colombovenezolanos. Podemos afirmar que si bien el modelo
económico neoliberal ha favorecido en las tres naciones una articulación empresariosEstado similar (a pesar de las historias diferentes en que se asentaron las
organizaciones de los empresarios y el Estado mismo) ésta se traduce en fenómenos
fronterizos distintos, según las relaciones previas establecidas dentro de las naciones
que se integran y sus áreas de frontera. Destaca asimismo que ni la geografía ni el libre
comercio son factores suficientes para favorecer el crecimiento económico de las áreas
fronterizas de los países contiguos que se integran comercialmente entre sí. Un factor
que podría incidir para que la apertura comercial entre naciones geográficamente
contiguas se tradujera en un mayor empuje económico para las regiones subnacionales
a cada lado de la frontera común sería obviamente el Estado. Pero en el modelo
neoliberal éste se encuentra afectado en forma negativa por una de las premisas
básicas del mismo, que exige su retracción de la actividad económica, lo cual incluye su
capacidad de planificar y llevar a cabo acciones para fomentar el crecimiento económico
de unas regiones sobre otras.
Frente a este cuadro negativo para que la frontera alcance las expectativas generadas a
partir de algunas experiencias de integración (como la mexicana y la europea), han
surgido sin embargo otras instancias de promoción del crecimiento económico. El
proceso de descentralización que se viene desarrollando en Colombia y Venezuela
brinda a los gobernadores de los estados fronterizos y a sus respectivos sectores
privados la posibilidad de articularse en alianzas estratégicas públicas y privadas. Junto
a la limitación obvia que plantean sus recursos, más limitados que los de los Estados
nacionales y los grandes grupos económicos, puede existir también otra limitante quizás
más importante en tanto la población y las autoridades de las áreas fronterizas no
alcancen a comprender lo que señalamos antes (que las identidades comunes que se
105
construyen entre regiones subnacionales contiguas dentro de un esquema de
integración pueden ser coherentes con las identidades nacionales previas) y que, por lo
tanto, se desarrolle un sentimiento de competencia antes que de cooperación entre
ellas.
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110
INTEGRACIÓN REGIONAL EN EL NORTE DE MÉXICO Y GRUPOS
EMPRESARIALES
Miguel Angel Vázquez Ruiz
A partir de la década de los ochenta, en México no sólo se replantea el modelo
económico del país, sino también el papel de las distintas regiones y de los agentes
económicos involucrados. El norte se vuelve plataforma de la nueva inserción en el
contexto internacional y los agentes económicos privados son convocados a asumir
función de líderes.
En ese marco, el propósito del presente trabajo es sentar bases para explicar las formas
como en la actualidad se presenta la integración económica de la región norte de México
con Estados Unidos, así como el papel que en ese proceso juegan los agentes
empresariales que participan en ella. Para ello hemos dividido el documento en tres
partes: en la primera se aborda el tema de lo regional desde la perspectiva de las
transformaciones que están teniendo las regiones del país y la relevancia que ha
adquirido el norte. En la segunda se hace una descripción económica y demográfica, así
como de las modalidades con que se manifiesta la integración con Estados Unidos en la
frontera norte de México. En la tercera parte se tratan los orígenes, desarrollo histórico,
situación actual y perfiles de los empresarios que se mueven en este espacio
nacional.Finalmente, se adelantan algunas conclusiones preliminares.
REGIONES EN MOVIMIENTO
Cada modelo de desarrollo ha creado sus propios espacios regionales. Así, el viejo
modelo proteccionista basado en el mercado interno y la sustitución de importaciones,
formó un perfil de las regiones donde los ejes de la economía y la demografía se
localizaban en el centro del país, Monterrey y Guadalajara. Allí se concentró la industria,
el comercio, los servicios y, por lo tanto, el grueso de la población.
Alrededor de esas «metrópolis», en la división nacional del trabajo al resto de las
entidades de perfil primario les tocó jugar un rol complementario: poner la mano de obra
abundante y barata en el caso de entidades como Oaxaca, Chiapas, Michoacán y
Guerrero, entre otras, y producir bienes, materias primas e insumos de origen
agropecuario y alimentos, además de las divisas que el proceso industrializador
demandaba, tarea a la que se abocaron regiones como la Laguna, los valles de la costa
sinaloense, sonorense, bajocaliforniana, y tamaulipeca. Se vivió, en pocas palabras, una
dinámica de desarrollo nacional muy funcional a los fines de impulsar una industria con
arraigo nacional.
Pero este esquema se agotó. La industria avanzó en sustituir bienes de consumo
inmediato y en menor medida intermedios y de capital, hasta que empezó a resentir sus
propias limitantes internas de falta de competitividad y divisas que le permitieran su
autorreproducción. Esto, aunado a la crisis agrícola, sostén primario de la industria,
111
propició que desde finales de los sesenta el modelo de desarrollo sobreviviera años con
la vida artificial que se le proporcionaba desde el Estado.
El agotamiento fue mucho más allá.También alcanzó a las grandes ciudades como el
Distrito Federal y Guadalajara, que habiendo crecido en su economía y población a partir
de constituirse en centros de aglomeración para apoyar a la industria, poco a poco
vieron que su infraestructura se desgastaba y no se reponía, los servicios crecían en
demanda pero no en oferta y la población del resto del país llegaba a esos núcleos
urbanos buscando respuestas a sus penurias, que se quedaban sólo en espejismos
porque eran pocos los que encontraron respuestas dignas a sus expectativas.
A partir de los ochenta se puede hacer una nueva lectura de lo que pasa en el ámbito de
lo regional. Explicarlo remite a varios factores: el nuevo modelo de desarrollo, de
vocación secundaria-exportadora, induce hacia una redefinición del papel de las
regiones para insertar competitivamente al país en el mercado internacional; pero por
otra parte, desde adentro en aquellos espacios a donde nunca llegaron los frutos del
progreso del modelo anterior (Chiapas es ya el ejemplo clásico), se fueron gestando
condiciones sociales de atraso que paradójicamente han dado a los estados de realidad
similar un gran peso a la hora de tomar las decisiones del todo nacional. Es decir,
empezamos a transitar un camino en el que, por una razón u otra, las regiones
adquieren su propio peso económico y político y no es exagerado afirmar que son
espacios de definiciones para el futuro global de la nación.
Así se va conformando un panorama que redefine la presencia nacional de las regiones:
a) La región central en términos de desarrollo (estados de México, Distrito Federal,
Guadalajara, Puebla y Monterrey) llegó a límites en los que se prenden todo tipo de
focos rojos ya conocidos: infraestructura minada, concentración poblacional,
sobredemanda de servicios públicos, desempleo y subempleo, delincuencia,
abatimiento y destrucción de la naturaleza y desintegración familiar. Este gran
espacio nacional en el pecado lleva ahora la penitencia.
b) Lo que en términos de expansión económica pierde el centro del país, lo va ganando
otro espacio: el norte de México, que se convierte en lugar central en la estrategia de
la globalización e integración al bloque norteamericano. Para comprobarlo basta
observar el aumento de la población, que se incrementó en 2.5 millones entre el
censo de 1980 y 1990, para mantener, según éste último año, una presencia
nacional de 16.2%. En términos económicos, la expansión que ha tenido la industria
maquiladora en esta zona del país es muy relevante: en 1980 había 620
establecimientos en todo el país, mientras que para 1996 se habían incrementado a
2 mil 411 (promedio anual), siendo su localización principalmente en las ciudades
fronterizas, aunque ya en los noventa se advierte un proceso de interiorización de
esas empresas no sólo en las entidades fronterizas, sino también en otros estados
de la República que ofrecen condiciones para ello, como Nuevo León, Durango,
Aguascalientes, Jalisco y Puebla, estado de México y el propio Distrito Federal.
Respecto a los empleos creados, en 1980 eran 120 mil, mientras que para 1996 la
cifra aumentó a 755 mil. En 1980, el promedio de trabajadores por maquiladora era
de 123 trabajadores y en 1996 de 313. (La Jornada, 1997).
112
Para el primer bimestre de 1997, las maquiladoras ocupaban 824 mil 710 personas, de
las cuales el 81.7% son obreros, el 11.1% técnicos de producción y el 7.2% personal
administrativo. La distribución espacial del personal ocupado se concentra, obviamente,
en el norte del país: Chihuahua tiene el 28%, Baja California 21%, Tamaulipas 15.4%,
Coahuila 8.6 y Sonora 8.1%. Estos cinco estados fronterizos concentran el 81.1% del
personal ocupado.
Datos de agosto de 1998 señalan que en el país existen 3,012 maquiladoras, de las
cuales 2,264, es decir, el 75.1%, se localizan en los estados fronterizos. Dichas
maquiladoras generan 1.021.724 empleos y de éstos, 813. 786 se ubican en las
entidades de la frontera. La cantidad de empleos que en 35 años de operar en México
generan las maquiladoras son poco menos que el incremento anual de la Población
Económicamente Activa, que es de 1.200.000 personas.
El panorama manufacturero del norte del país, con inversión extranjera, se complementa
con un gran núcleo de la industria automotriz, que desde el corredor de Ramos Arizpe
Saltillo hasta Sonora, pasando por Chihuahua, han hecho del norte su plataforma para
llegar a Estados Unidos y Canadá. Lo mismo puede afirmarse de un número importante
de empresas de capital nacional, como Cemex y Vitro, que desde este espacio están
marcando pautas internacionales de competitividad. Estamos hablando entonces de un
conjunto de estados que, por sus características físicas, de localización geográfica, de
vecindad con Estados Unidos y de salida a la Cuenca del Pacífico y por sus niveles de
bienestar (que los colocan entre los diez «superiores» del país), se constituyen en el
conjunto de entidades más funcionales a la dinámica nacional de inserción a la
económica internacional. Son estados que complementan sus ventajas comparativas
con las nuevas ventajas competitivas (Porter, 1991).
c) Otra cara es la que presenta un tercer bloque de estados donde se concentran los
rezagos sociales y que políticamente han dado la voz de alerta. En este grupo entran
los estados del sureste, como Chiapas y Tabasco, y del suroeste, como Oaxaca,
Guerrero y Michoacán, que están considerados en un rango de bienestar social
«muy inferior» (véase Cuadro 1). Estas entidades, en su debilidad, fincan su
expectativa de poder acceder a mayores niveles de desarrollo y bienestar.
Los claroscuros regionales que muestra el panorama nacional traen a debate la noción
misma de región y su forma de inserción al contexto nacional e internacional. Muy
distintas concepciones de lo regional muestran que ahora no son suficientes los viejos
casilleros donde se los encerraba. Nos referimos a tipologías hechos a partir de: a)
perfiles «naturales»; b) geográficos o históricos tradicionales; c) región plan; d) región
administrativa y g) región política (Angel Bassols, 1992: 50-51).
La realidad que en la actualidad presenta el país impone considerar lo regional a partir
de varios factores: a) aquellos que tienen que ver con las características naturales,
históricas, económicas y políticas de un grupo de estados, las cuales, como ya vimos,
configuran un determinado nivel de desarrollo, expresado en niveles de bienestar; b)
según la relación que la entidad tenga establecida con el Estado mexicano y más
113
precisamente con cada gobierno federal; c) de acuerdo a la articulación que un grupo de
entidades tenga con la división nacional e internacional del trabajo, especialmente en
relación a la forma en que la globalidad y el Tratado de Libre Comercio las está
afectando y d) de acuerdo al perfil del agente económico empresarial que exista en cada
región del país.
NIVELES DE BIENESTAR POR ENTIDAD FEDERATIVA
Indicadores
1. Población urbana
2. Población inmigrante
3. Población con alguna educación postprimaria
4. Población ocupada en la industria
5. Población ocupada que percibió algún ingreso
6. Población ocupada con ingreso mediano
7. Población dedicada al campo con ingreso medio o alto
8. Viviendas construidas con material
9. Tamaño de la vivienda y nivel de ocupación
10. Servicios básicos en la vivienda
Fuente: Departamento de Información de Negocios de BANAMEX, con datos del Censo
de Población 1990, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática.
Tomado de: Examen de la situación económica de México, Vol. LXX, Núm. 822.
Banamex - Accival, mayo de 1994.
Relación región-estado
En este sentido es importante revisar el uso particular que se le da a los recursos que se
generan en las propias regiones, ya que hay desequilibrio en la redistribución que hace
la propia Federación. A estados que aportan más se les regresa menos y a estados que
aportan menos se les regresa más. No hay equidad en este sentido:
a) Hay regiones, como las del sureste, donde se localizan estados petroleros, como
Tabasco, y productores de energía, como Chiapas, que aportan grandes volúmenes
de producción estratégica para el mercado nacional e internacional, que no sólo no
ven materializada domésticamente su riqueza, sino que se les ha convertido en una
maldición porque les ha traído migración y demanda desordenada de servicios, que
no han podido resolver.
b) La política social del gobierno, encaminada a resolver rezagos y miseria, clama
también porque se haga de ella una evaluación regional sobre los impactos que
históricamente ha tenido. En particular sería importante conocer la focalización
presupuestal del Programa Nacional de Solidaridad para correlacionar el grado de
marginalidad social con los niveles de desarrollo de los estados. Para ello hay que
tomar en cuenta que el gasto en solidaridad respecto al gasto social del presupuesto
114
federal aumentó del 4% en 1988, a 7% en 1992; y su peso dentro del Producto
Interno Bruto del país pasó de un 0.2% en 1988 a un 0.6% en 1992. Sin embargo,
hay indicios en el sentido de que ese gasto, originalmente pensado para abatir
pobreza y pobreza extrema, fue desviado a entidades de mayor desarrollo relativo,
como Nuevo León, por ejemplo. ( Zepeda, 1994).
c) La apertura externa, coronada por el Tratado de Libre Comercio, está forzando a que
cada región desempeñe un papel diferenciado. Hay algunas que tienen ventajas
competitivas que ofrecer, como infraestructura, recursos naturales, empresas
altamente exportadoras, sistema educativo y recursos humanos acordes a las
nuevas necesidades de la competencia internacional; en cambio, otras sólo pueden
dar mano de obra barata, pero poco calificada, y una situación de miseria
generalizada, que es campo fértil para el conflicto social. Para estas últimas
entidades, además de evaluar los impactos de los programas federales en marcha,
convendría pensar en la formación de un «Fondo de Compensación Financiera para
Combatir la Desigualdad», que pudiera nutrirse de sus propios recursos fiscales y de
los que aportara la Federación.
Articulación regional nacional-internacional
Después de la firma del Tratado de Libre Comercio, un punto que se ha vuelto clave
para analizar el futuro de las regiones es su articulación con la economía internacional,
muy especialmente la estadounidense. En este sentido, la década de los noventa ofrece
rasgos inéditos que hay que ponderar críticamente,ya que son experiencias que si bien
persiguen lograr «complementariedades», hay que reconocer que se hacen en un marco
de relaciones económicas asimétricas. Un esfuerzo que ilustra esta perspectiva es el
que están haciendo los gobiernos de Sonora y Arizona, que trabajan en un estudio
encaminado a la formación de un Plan de Desarrollo Estratégico Sonora-Arizona bajo la
pretensión de hacer de este espacio una gran región económica. La propuesta pretende
cumplir con estos objetivos de largo plazo:
a) «Facilitar los movimientos de bienes, servicios, personas e información a través de la
región, promoviendo el establecimiento de un corredor comercial que tenga como eje
a los estados de Sonora y Arizona».
b) «Eliminar
las
barreras,
impulsar
los
eslabonamientos,
complementariedades en el comercio, los negocios y la producción».
promover
c) «Fomentar y estimular el desarrollo de clusters (eslabonamientos) transfronterizos en
la región, para incrementar el valor agregado de las actividades económicas».
d) «Conquistar nuevos mercados externos, así como buscar nuevas oportunidades de
intercambio dentro de la región».
115
e) «Identificar y desarrollar los fundamentos económicos, la infraestructura y los
servicios necesarios para lograr el nivel de competitividad deseado en la región
Sonora-Arizona» (Cano Vélez, 1994).
En este caso estamos hablando de dos entidades vecinas que no sólo tienen un gran
pasado común, sino una geografía muy similar e intensos vínculos económicos y
sociales. En conjunto, son casi 6 millones de personas que de distinta manera están en
constante interrelación a través del comercio, relaciones capital-trabajo y turismo.
Arizona, en particular, tiene una dinámica relación comercial con México, ya que de sus
exportaciones totales, el 18% son a este país, para ser la segunda entidad
estadounidense (después de Texas) que tiene a México como primer socio comercial.
Sin embargo, desde la perspectiva regional de México hay que ser vigilante de estas
nuevas modalidades de integración que se proponen para evitar reproducir el esquema
aún vigente, donde la gran metrópoli pone el capital y nosotros la mano de obra y los
recursos naturales. Ello tendrá que discutirse y acordarse en las distintas instancias que
se han venido abriendo a partir de la integración formal entre los países de
Norteamérica.
LA FRONTERA MEXICANA
Los estados fronterizos del lado mexicano tienen particularidades que se inician con el
hecho geográfico de ser el espacio de demarcación con la potencia económica más
importante de la tierra. De un lado, una potencia y, del otro, un país pobre. Esta es la
asimetría más general, pero también la que marca pautas para el desarrollo de ese
espacio. Vistos en conjunto los cinco estados (Baja California, Sonora, Chihuahua,
Coahuila y Tamaulipas), se puede decir que conforman una región que tiene en común
elementos geográficos, económicos, sociales e institucionales. Los rasgos comunes se
han acentuado a partir de la década de los sesenta, cuando en el conjunto de ellos
comienza el proceso del «redespliegue industrial» que trajo la industria maquiladora y,
más recientemente en la década de los ochenta, cuando esa subregión mexicana se
convirtió en uno de los ejes del modelo exportador del país.
Visto hacia adelante, el norte de México, poco a poco va tomando forma por sí mismo
como una región mexicana con población permanente y de paso ascendente, intensa en
inversiones nacionales e internacionales de carácter manufacturero, muchas de ellas de
muy alta tecnología y como puntal exportador del país. Visto en retrospectiva, con
excepción de Baja California, cuyo primer ciclo de desarrollo está muy vinculado a una
economía de servicios, el resto de los estados transitaron de actividades mineras,
pecuarias, silvícolas a otras de carácter agrícola intensiva.
Es, de hecho, en los años recientes cuando un largo proceso de desarrollo se resume en
el perfil actual del norte, donde queremos poner el énfasis del análisis.
116
Aspectos demográficos
Según las estadísticas oficiales del INEGI, que se pueden corroborar en el Cuadro 2,
para 1995, en los estados fronterizos mexicanos existía una población de casi 12
millones de personas, las cuales equivalen al 15.3 por ciento de la población total del
país. Las mismas estadísticas muestran que las tendencias en el incremento de la
población en el quinquenio de 1990 a 1995 son más aceleradas que las que se
presentaron en la década de los ochenta.Dicho crecimiento fronterizo se alimenta de dos
fuentes principales: los nacimientos y los flujos de migración de los distintos estados de
la República, atraídos por el hecho de que estos estados son grandes demandadores de
mano de obra industrial. Ello se demuestra en los Cuadros 3 y 3-A respecto a lo
estrecho de la brecha entre Población Económicamente Activa y Población Ocupada y el
desplazamiento de ésta última hacia la industria y los servicios, en detrimento sobre todo
de la agricultura, en estados que tradicionalmente brillaron por la fortaleza de su sector
primario.
La economía
En términos del valor que los estados fronterizos aportan al total del producto nacional,
las diferencias entre esas entidades no es muy grande, aunque sí se puede constatar en
los Cuadros 4 y 4-A que el comportamiento del producto cada vez es mayor. Su
aportación al PIB nacional oscila entre un 2.25% y un 3.40%
En cuanto al contenido de esa producción, la tendencia histórica general ha sido pasar
de las actividades primarias a las manufactureras y en los servicios a nivel de entidad
existen peculiaridades. Baja California en sus orígenes tuvo como primera fuente de
acumulación el desarrollo de los servicios de diversión y el comercio en ciudades como
Tijuana y Ensenada, posteriormente emerge como entidad también agrícola, con el
nacimiento del Valle de Mexicali. Y es desde los sesenta cuando las actividades
manufactureras comienzan a tomar importancia hasta la actualidad.
Sonora tiene una trayectoria más clásica. El estado pasó de las actividades
mineropecuarias a las agrícolas y, posteriormente, en los sesenta, después de un intento
de industrializarse vía combinados agroindustriales, la industria maquiladora hizo su
aparición en los municipios fronterizos, aunque no con la fortaleza de estados como Baja
California y Chihuahua.
Y a propósito de éste último estado, su diferencia respecto a los dos mencionados es el
papel que en la economía estatal juega la explotación de la madera, así como su
transformación. Fuera de ese distintivo, Chihuahua tiene en Ciudad Juárez y en
Chihuahua, la capital, dos importantes centros maquiladores.
Lo que hace diferente a Coahuila es la industria del acero y los grupos económicos que
logró consolidar desde la década de los cuarenta, aunque hay también que resaltar el
gran frente agrícola desarrollado en la región de La Laguna, así como la minería del
carbón. Tamaulipas, por su parte, además de las actividades agrícolas e industriales,
117
tiene la peculiaridad de ser el único estado norteño que cuenta en su subsuelo con
petróleo, así como un complejo para su transformación.
Como se puede observar, el norte es rico y diversificado. Un análisis comparativo con
otros estados de México no fronterizos demuestra que su dinamismo económico y sus
niveles de bienestar son mayores.
b) Corredores comerciales. Los flujos comerciales en el norte de México, históricamente
han ido de lo sencillo a lo complejo. Hasta hace algunos decenios, el habitante
fronterizo tenía acceso al consumo externo, haciendo sus compras en las zonas
fronteriza o viajando a las ciudades del otro lado de la misma. En la actualidad, en el
interior de las ciudades fronterizas mexicanas se encuentran instaladas las grandes
cadenas comerciales de Europa y Estados Unidos que han venido a revolucionar el
perfil de la competencia regional en materia comercial.
c) Corredores de transporte, que son infraestructura para la integración. Dentro de
éstos destaca la construcción de carreteras de cuatro carriles, como la que
desemboca en Nogales, lugar de paso estratégico para las hortalizas que se
producen en el noroeste de México.
d) Corredores urbanos. El nacimiento de ciudades en la frontera mexicana está
vinculado a las posibilidades de desarrollo que experimentaban las entidades de
Estados Unidos. La llegada del ferrocarril se volvió un hecho clave para el desarrollo
de las ciudades de la frontera. En ese sentido, en la actualidad destaca la simbiosis
que se da entre Tijuana-San Diego; Nogales- Nogales; Ciudad Juárez-El Paso;
Matamoros-Nuevo Laredo-Laredo.
Lo anterior es parte de un proceso de integración «natural», real, que históricamente se
ha venido dando en la frontera. A ello habría que añadir formas de integración que son
institucionales y que se están dando producto de la voluntad política de los gobiernos de
América del Norte y de los estados de las respectivas entidades fronterizas. En ese
sentido destacan dos formas:
a) La llamada Supercarretera del TLC, moderna, con infraestructura inalámbrica y que
conectará a regiones como las de Vancouver, Calgary, Winniepeg, Duluth y Quebec
en Canadá, con Denver, Chicago, Detroit, New York, Dallas en Estados Unidos, con
Nuevo Laredo, Saltillo, Monterrey, San Luis de Potosí, Guadalajara, Quéretaro y el
Distrito Federal en México.
b) El Canal Intracostero Tamaulipeco, que conectaría la costa mexicana del Golfo de
México con la llamada región de los Grandes Lagos en Estados Unidos,
aprovechando el transporte «canalero» común en este país a través de la Cuenca
del Mississipi. Un sistema de transporte de estas características reduce
sensiblemente los costos. El canal tendría una extensión de 438.8 kilómetros e iría
desde el río Pánuco hasta el río Bravo, interconectando a las ciudades tamaulipecas
de Tampico y Altamira y a través de Brownsville, Texas, con la red de canales de
Estados Unidos de 45 mil kilómetros de extensión, que proporciona servicios a 81
118
ciudades importantes de Estados Unidos y tres de Canadá. Un sistema de transporte
de estas características reduciría los costos de carga pesada y liviana (Cervantes
Galván, 239).
c) Otros corredores. A nivel institucional, los gobiernos de Sonora y Arizona trabajan en
lo que han denominado Plan Estratégico de Desarrollo Económico, que tiene por
objeto buscar complementariedades entre ambas economías fronterizas vecinas.
Desde la interpretación del Gobierno de Arizona, un plan de esa naturaleza debería
considerar dos aspectos:
-
Promover nexos entre eslabonamientos (clusters) industriales deArizona y Sonora.
Por ejemplo, la combinación de fuerza de trabajo mexicana y aptitudes gerenciales y
de mercadotecnia de Arizona para generar productos más competitivos en mercados
globales.
-
Desarrollar la infraestructura necesaria en ambos lados de la frontera para facilitar la
complementariedad económica. Esto incluye infraestructura física, como caminos,
rutas aéreas y telecomunicaciones. También requiere una estrategia para desarrollar
recursos humanos y tecnología apropiada para las empresas de la región». Los
eslabonamientos o clusters que se proponen para desarrollar, son: alta tecnología,
transporte/distribución, turismo, servicios financieros y de negocios, agricultura y
procesamiento de alimentos. (Vázquez, 1997: 128-129).
GRUPOS EMPRESARIALES EN EL NORTE DE MÉXICO
Los estados del norte de México históricamente han sido espacio de disputa por el
territorio y el establecimiento de límites a la nación, por la soberanía política y económica
y por la preservación de formas culturales definidas. En la confrontación, obviamente,
hay distintas fuerzas en conflicto enmarcadas en el hecho circunstancial, pero
inalterable, de que allí es el punto de encuentro entre dos países profundamente
diferentes y desiguales entre sí.
En un contexto de esas dimensiones, el norte de México es un espacio líder de la
competencia mundial a partir de la redefinición territorial y económica que experimenta el
país desde principios de la década de los ochenta. Pero ser espacio económico líder de
la competencia mundial implica que en ese mercado regional se mueven fuerzas
económicas altamente desarrolladas. En este sentido, el propósito del presente apartado
es dar un paso más hacia el conocimiento del perfil de los empresarios nativos,
nacionales e internacionales que se mueven en los estados del norte de México. Lograr
esta pretensión requiere enlazar el análisis histórico con el presente, poniendo el énfasis
en las distintas estrategias y vínculos que los empresarios de distinto origen han
adoptado en las diversas épocas, para sobrevivir a las cambiantes condiciones de la
competencia mundial actualmente dominada por la modalidad capitalista conocida como
de globalización.
119
Los grupos económicos en Baja California
Baja California es la entidad de la República mexicana cuyo desarrollo más ha
dependido de la economía estadounidense. La expansión histórica de los servicios, la
agricultura y la industria responden a esa lógica. Por lo tanto, también a ello está
vinculado el origen y el desarrollo de los grupos empresariales del estado.
Un primer acercamiento al tema nos remite a los trabajos del investigador Oscar F.
Contreras Montellano (Contreras, 1989: 341-347), quien hace la siguiente tipología de
los empresarios bajocalifornianos:
a) Su origen se da en los primeros años del siglo XX y tiene que ver con comerciantes,
agricultores, ganaderos y pequeños industriales que surgen alrededor de las
compañías deslindadoras y colonizadoras. El enclave algodonero en el valle de
Mexicali, impulsado por la Colorado River Land, así como la efímera minería en
Ensenada, fueron los espacios de los empresarios pioneros.
b) Siguiendo al mismo autor, en los años veinte y treinta, bajo la coyuntura de la «Ley
Seca» en Estados Unidos surge una «segunda generación» muy vinculada a
servicios de diversión, como cantinas, casas de juego, bares, etc. Complementaria a
lo anterior es la inauguración del ferrocarril San Diego - Arizona en 1919 y su paso
por Tijuana, Tecate y Mexicali. Nombres importantes de esta época fueron Calette,
González, Aldrete, Romero y Hernández, que a partir de esa coyuntura luego
diversificaron sus actividades hacia el turismo o la industria del algodón. De esta
época surge también la figura del político-empresario en la persona del entonces
gobernador Abelardo L. Rodríguez, que en pleno período de consolidación de
instituciones aprovechó sus puestos para emprender grandes negocios en todo el
noroeste de México, especialmente en Baja California y Sonora.
c) Un nuevo perfil de empresario aparece en los sesenta. Bajo las circunstancias del fin
de la guerra y la crisis agrícola, la terciarización de la economía aumenta y con ello
aparece un tipo de empresario muy ligado al comercio de productos de importación,
como los Fimbres, Hernández, Misracchi o Goldstein, mientras que en los negocios
inmobiliarios y de la construcción sobresalen los apellidos Bustamante, Alessio,
Estudillo, Luteroth y Hernández.
En suma, concluye Contreras: «Lo que interesa destacar al anunciar estos tres
momentos constitutivos del empresariado regional es el hecho de que siempre el
desplazamiento de los capitales locales ha propiciado una ruptura en eje de acumulación
a escala regional, y en todos los casos, el mecanismo básico de articulación económica
y social del empresariado ha consistido en la explotación de un «recurso» de índole
esencialmente política, es decir, la frontera misma» (Contreras, 1989: 345).
120
Los grupos económicos de Sonora
En Sonora se vive un proceso en el que día a día se está modificando la composición de
los agentes empresariales. En función de los avatares de la competencia, cada
empresario, cada grupo corporativo, va tomando su lugar en la «torre de Babel». Para
ello, unos diversifican la economía, otros redefinen sus relaciones con el Estado y su
manera de hacer política también, otros prefieren las alianzas, mientras que los más
poderosos simplemente hacen sentir su presencia. En otras palabras, hay una
metamorfosis en su ser, en su alma de empresarios, de lo cual se puede interpretar el
cómo se están incorporando al nuevo mundo de la competencia global o, por el
contrario, sucumbiendo ante ella.
En primer lugar, hay que resaltar el cambio en la estructura del empresariado que se
mueve en el estado1. De aquella horneada de hombres, algunos de los cuales fueron
auténticos pioneros venidos del extranjero, y otros usufructuarios de su paso por la
revolución de 1910, se ha dado un proceso de decantación que hoy exhibe a esa clase
completamente reestructurada y renovada.
Muchos de los pioneros de los valles de la costa, sobre todo los que nunca rebasaron
las actividades primarias, se quedaron en el camino, víctimas de la sobreexplotacción a
la que sometieron a los recursos tierra y agua, de los altos costos de producción, de la
caída de los precios de sus productos, de la inestabilidad del mercado internacional,
hasta desembocar en el túnel sin fondo que son las carteras vencidas. Los agrotitanes
se convirtieron en agrodeudores y así es imposible competir.
Otros, en cambio, desde un principio se propusieron diversificar sus actividades ligando
la explotación de la tierra con su incursión en el comercio, los servicios, la banca y la
industria. En este grupo entran empresarios de la vieja guardia, como Valenzuela,
Mazón, Gutiérrez, Fernández y Torres en Hermosillo; Zaragoza Iberry, Llano Iberry,
Caballero y Luebbert en Guaymas; Robinson Bours, Félix Serna, Félix Escalante,
Parada Golarte y Antillón en Ciudad Obregón; Dabdoub, Monroy y Kiriakis en Nogales;
Leyva Castro y Guzmán en San Luis, Río Colorado; y Venegas, Estrella, Monreal y
Arrizón en Caborca.
Estos empresarios mantienen sus nombres entre los miembros de la iniciativa privada
más conocidos de la entidad. En algunos casos su poder económico se ha incrementado
y en otros ha disminuido a tal grado que la apertura económica que vive el país con el
Tratado de Libre Comercio los ha puesto en un serio predicamento de sobrevivencia en
el sentido amplio de lo que es ser empresarios; este sería el caso de los Gutiérrez,
Valenzuela y Torres, entre otros. El gran compromiso social de esta franja empresarial
es que son los llamados a liderar desde la perspectiva regional la competencia con las
empresas nacionales y trasnacionales.
De esas mismas entrañas han surgido retoños. Se trata de una nueva generación de
empresarios jóvenes, algunos de ellos descendientes de los pioneros, que a partir de un
apellido de abolengo se subieron a la ola empresarial de los ochenta: megaproyectos
121
urbanos, infraestructuras de comunicación, finanzas, bolsas de valores, parques y naves
industriales son sus principales espacios de movilidad. Entre ellos destacan Ricardo
Mazón Lizárraga, vicepresidente del Banco Atlántico, institución en la que participan
alrededor de 500 empresarios de Sonora. Asimismo, este empresario es presidente del
Fideicomiso Progreso, que tuvo a su cargo la magna obra urbana del Vado del Río, en
Hermosillo, desarrollada por el gobernador Manlio Fabio Beltrones entre 1991 y 1994.
También son importantes los Puebla, Obregón Luken, Díaz Brown y Schwarszbeck,
entre otros. A la mayoría de ellos les queda una herencia; difícilmente pueden volar
solos, ya que tienen un rasgo común: prefieren las inversiones de corto plazo, se
mueven con recursos prestados, no arriesgan en proyectos productivos y viven bajo la
sombra del Estado.
El cuadro regional lo completa un amplio abanico de nuevos empresarios que se
fraguaron al calor de los tiempos de la reconversión y modernización industrial.
Destacan aquí constructores, consultores y promotores de la integración internacional,
son los «facilitadores de la integración», según dice Sklair (1989). Con ellos hay que
destacar la presencia de empresarios que han venido de otras regiones del país y del
extranjero para aprovechar la plataforma exportadora que ofrece Sonora. Así, por
ejemplo, en Hermosillo, donde se concentra gran parte de la obra urbana del estado en
construcción, destacan los nombres siguientes: Arrechedera Iruretagoyena, Astiazarán
Aguilar, Salazar Serrano, Sánchez Bours, Platt García y Gutiérrez.
Pero más allá de los empresarios de origen nativo es importante destacar la gran
presencia que están teniendo en Sonora empresarios de otra parte del país y del
extranjero. En minería metálica destaca la presencia del Grupo Industrial México en la
explotación del cobre de Cananea y Nacozari, con lo cual, Jorge Larrea está convertido
en el rey del cobre a nivel nacional; en la minería no metálica opera el Grupo Cemex,
que preside Lorenzo Zambrano (hoy ya tercer productor mundial de cemento y cuyos
activos se distribuyen así: 45% en México, 35% en España, 13% en Venezuela, 5% en
Estados Unidos y 2% en Panamá y el Caribe) y que en Hermosillo opera como
Cementos del Yaqui. Lo mismo empieza a suceder con la presencia sinaloense de los
grupos Ley y Coppel.
De procedencia internacional, los giros son ya muy diversificados. Ya se rebasó el límite
de las maquiladoras y la industria automotriz para contar con la presencia de grandes
cadenas internacionales como Wall Mart, Price Club y recientemente ha llegado
Carrefour, en alianza con el Grupo Gigante, que en Hermosillo está abriendo la tienda
número 13 en México de una cadena de 260 tiendas en el mundo; así como numerosas
franquicias entre las que destacan las que elaboran alimentos, como Kentucky Fried
Chiken, Carlos Jr, Mc Donald´s y Jack in the Box.
La apertura empujará a la redefinición del papel de todos los agentes empresariales que
operan en Sonora, en particular los de origen regional. Deberán repensar sus
estructuras políticas de alianzas, campos de competencia, uso y destino de sus ahorros
y su propia mística de empresarios. Así son los gajes de la competencia.
122
Los grupos económicos en Chihuahua
Chihuahua es una de las entidades más grandes del país, con poderes muy definidos en
las dos principales ciudades del estado: Chihuahua, capital del estado, y Ciudad Juárez.
Dichos poderes se han amalgamado a partir de un largo proceso histórico que se inicia
el siglo pasado con la emergencia al poder del general Luis Terrazas, que fue
gobernador del estado en la época de Benito Juárez.
En palabras de Víctor Orozco «... el terracismo, como bien puede llamarse a esta fase
de la historia regional que abarca de 1866 a 1910, domina toda la escena. Luis Terrazas,
cabeza de la oligarquía que se formó en estos años, sigue siendo para la burguesía
actual un símbolo y, en cierto modo, un paradigma del ‘chihuahuense’: el hombre fuerte
que es capaz de enfrentarse al poder central, representado por Juárez y por Díaz, y
también es capaz de negociar ventajosamente con los norteamericanos» (Orozco, 1991:
8). E incluso, «La relación entre el grupo Terrazas y los inversionistas extranjeros no se
manifiesta como un vínculo de subordinación del primero a los segundos, sino de
colaboración y beneficios recíprocos» (Ibid., 9). Sin embargo, los Terrazas encontraron
el fin a su época de oro en las décadas de los veinte y treinta, cuando las movilizaciones
campesinas obligaron al reparto de sus latifundios (Ibid.,17).
En los cuarenta comienzan a formarse y consolidarse nuevos grupos económicos, uno
de ellos encabezado por Eloy Vallina, quien crea el Banco Comercial Mexicano, herencia
de la banca porfirista. A través del tiempo se formaría un grupo ligado a la industria
maderera, cementera y del acero (Ibid., 18).
En base a una clasificación de la oligarquía financiera mexicana, que ha tenido al sector
productivo como base de decisión entre los grupos familiares que concentran los
mayores niveles de propiedad de acuerdo a la participación del capital social, y por la
organización de capital que comprende conglomerados diversificados para la década de
los ochenta, la familia Vallina destacaba por ubicarse en el segundo nivel de
concentración dado por un rango del 50 al 75% del capital social al poseer el 52.0% del
grupo Celulosa de Chihuahua y el 89.0% de Ponderosa Industrial (Morera Camacho,
1996/1997: 123-124). Otro conglomerado chihuahuense que comienza a despuntar en la
década de los cuarenta es el llamado Grupo Zeta, de la familia Zaragoza, cuya actividad
principal es la distribución de gas LP al menudeo, y que en la actualidad tiene presencia
en la zona de Ciudad Juárez, Chihuahua, Tijuana, Mexicali, Ensenada, Torreón, Saltillo,
Sonora, Sureste, Costa Rica y Guatemala. El Grupo Zeta lo componen 80 empresas y
su presidente es Jesús Alonso Zaragoza López, un hombre menor de cuarenta años,
quien explica el origen del grupo así :
«En el 46, con mi abuelo Miguel Zaragoza Vizcarra, a quien le regalaba el gas la
refinería Chevron, en Texas. Ciudad Juárez era una población de 20 mil habitantes, y si
se suma el valle, eran 25 mil. Mi abuelo tenía una tienda de abarrotes y empezó a ver la
forma de desarrollar el uso del gas promoviendo las estufas y los quemadores. El hizo la
cultura del uso del gas. El gas se utilizaba muy poco en EEUU, y en México, nada» (El
Financiero, 1997:.26).
123
A partir de la llegada de la industria maquiladora se da una recomposición de los grupos
empresariales y se comienza a desarrollar una generación empresarial que en gran
parte se dedica a hacer promoción y a ser comisionista de aquella industria. Desde
Ciudad Juárez, el grupo de Jaime Bermúdez se convierte en el principal promotor de
maquiladoras en el estado, construyendo parques industriales en Delicias, Camargo y
Nuevo Casas Grandes.
Otros grupos que en Ciudad Juárez se dedican a la promoción de maquiladoras son los
Cantú, Murguía, Fuentes, Fernández y Zaragoza. En la capital, Chihahua, lo hacen los
Vallina y Ornelas (Ibid., 28). En palabras textuales del mismo autor: «... Básicamente, los
grupos locales se han constituido como prestadores de estos servicios: el arrendamiento
de terrenos y parques industriales, el establecimiento de diversos tipos de instalaciones
y equipos de suministro de energía, el transporte de mercancías, la contratación de
personal y asesoría laboral, contable administrativa y aduanal. Además ofrecen a las
plantas maquiladoras una gama muy diversificada de otro tipo de servicios, como
vigilancia, seguridad, mantenimiento, seguros industriales, entretenimiento, etcétera»
(Ibid., 29).
Los grupos económicos de Coahuila
La economía de Coahuila ha vivido un tránsito que va de las actividades agrícolas y
mineras a las industriales, comerciales y de servicios. Esa lógica es la que han tenido
también los grupos empresariales.
En el caso de esa entidad, todavía está por conocerse lo más elemental de la historia de
la clase empresarial. Por ahora, podemos decir que en el mapa nacional, el estado
destaca por la presencia del Grupo Industrial Saltillo, Altos Hornos de México (AHMSA)
que fundada en 1942, en 1991 fue privatizada y adquirida por el Grupo Acerero del Norte
y la presencia de la industria automotriz en el corredor Saltillo-Ramos Arispe.
A principios de la década de los setenta, el Grupo Industrial Saltillo figuraba en el lugar
número 11 dentro de las cincuenta principales empresas de capital nacional (Cordero y
Santín, 1977: 40). El principal accionista del grupo es la familia López del Bosque, quien
posee el 86.5 por ciento del capital social, El Complejo Automovilístico de Ramos Arizpe,
así como el Grupo Industrial Saltillo, tienen un peso fundamental en la economía del
estado. Datos de 1986 dicen que entre ambos daban empleo a más de 21 mil personas,
que representaban el 36.5 por ciento de los asegurados del Instituto Mexicano del
Seguro Social en los municipios mencionados.
Datos contundentes dicen que entre ambas fuerzas económicas superaban por el valor
de su producción en 17 veces a los ingresos del gobierno del estado (Dávila 1987:74-78.
Altos Hornos de México se ubica en la región centro del estado, específicamente en
Moncloa. Creada como empresa del gobierno en 1942 para llegar a convertirse en la
siderúrgica más importante del país, para 1986 tenía una presencia que irradiaba a 13
municipios a su alrededor, donde se localizaba el 13 por ciento de la población del
124
estado. Su relevancia también se puede observar en la cantidad de trabajadores que
ocupaba para mediados de los ochenta, que eran 21, 459 (16, 229 en la planta uno y
5230 en la planta dos) (Ibid.,84-88).
En el modelo de los modernistas que llegaron a gobernar al país en 1982, AHM S.A. era
para mediados de los ochenta una empresa tecnológicamente obsoleta y
financieramente incosteable, de ahí que se haya decidido su privatización. En 1991 se
constituye el Grupo Acerero del Norte (GAN), que operativamente agrupa a sus
empresas en cuatro divisiones: acero, químicos, minería y energía, así como un área de
proyectos industriales. La División de Acero, integrada por AHM y sus subsidiarias,
Aceros Nacionales y Ryerson de México, Minera Carbonífera Río Escondido (MICARE),
Minerales Moncloa (MIMOSA), Minera del Norte (Minosa) con sus unidades Hércules,
Manzanillo y Mitras, Cerro de Mercado y la Perla Minas de Fierro. Dentro de la División
Acero se encuentra también Hojalata Mexicana y Forcejera. La siderurgia es la actividad
con mayor peso en el GAN y tiene cadenas productivas que van desde la extracción de
metales hasta la transformación y la comercialización de sus productos.
Con una capacidad de producción de 3.85 millones de toneladas al año de acero líquido,
Altos Hornos y sus subsidiarias es la segunda empresa de ese perfil en América Latina y
una de las diez más importantes en América del Norte. La sede del corporativo es
Monclova Coahuila, entidad donde concentra la mayor parte de sus operaciones
industriales. Tiene actividades en 19 estados de la República y genera
aproximadamente 26 mil empleos directos. Asimismo cuenta con oficinas en San
Antonio, Texas, y Caracas, Venezuela 2.
Los grupos de Tamaulipas
Al igual que los otros estados fronterizos, Tamaulipas también tiene sus peculiaridades.
En el ámbito económico es una entidad diversificada. Según Arturo Alvarado, el estado
se divide en tres zonas principales: a) la zona fronteriza norte, que abarca las ciudades
de Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, cuya economía es eminentemente
maquiladora y hacen destacar a Tamaulipas como la entidad fronteriza que cuenta con
el mayor número de ciudades intermedias más próximas entre sí. ; b) la zona
agropecuaria del centro, donde se localiza la capital, Ciudad Victoria, y en los 27
municipios que agrupa la zona, el 50 por ciento de la Población Económicamente Activa
se ocupa en actividades primarias; y c) la zona industrial del sur, que tiene dos perfiles:
la microrregión industrial - agrícola de los municipios de González, Mante, Xicoténcatl y
el norte de Altamira, cuya economía básica durante años se apoyaba en el algodón, en
la actualidad es la producción de caña de azúcar y granos; y la industrial - manufacturera
de Altamira, Madero Tampico, donde el centro de la economía es petróleo, petroquímica,
electricidad y pesca (Alvarado, 1994: 158-164).
Según el propio Alvarado: «En Tamaulipas se ha desarrollado con gran alcance un perfil
político multipolar, condición asociada a su cultura obrera, a su polarización y a su
heterogeneidad regionales. El corporativismo constituye, hoy todavía, la fuente de poder
de muchos de sus grupos locales. Otro mecanismo que ha originado poder económico y
125
político ha sido la penetración de la administración federal en la entidad. Detentan esa
influencia los funcionarios de los bancos, de las aseguradoras y las empresas
agropecuarias, federales y del estado» (Ibid.,157)
A principio de los noventa, uno de los grupos que destacaba era el Argüelles, en
estrecha relación con la familia Guerra. Sus inversiones tenían que ver con el comercio
de maquinaria agrícola y la comercialización de sorgo y era propietario de Fabricación
Metálica de Matamoros. Directamente vinculados con la creación de condiciones para la
operación de maquiladoras destacan sus parques industriales, uno en Matamoros
(Fraccionamiento Industrial del Norte) y otro en Nuevo Laredo; así como su Grupo Nova,
que ofrece subcontratación, albergue y venta o renta de naves industriales (Arenal,
1989:154-171).
Fuerzas económicas dominantes y estrategias de competencia
Los grupos de poder económico que operan en el norte de México han venido
cambiando su perfil y, con ello, también el peso económico y político en la entidad.
Fuerzas distintas a las que desde principios de siglo (pero sobre todo la década de los
cuarenta) le dieron un impulso definitivo son las que ahora, al calor de las fuerzas del
mercado, se están imponiendo y muchas de ellas, sin proponérselo deliberadamente,
están marcando las tendencias de largo plazo de esta región septentrional.
En Baja California, históricamente se han dado dos momentos respecto al modelo de
desarrollo que las fuerzas nacionales y regionales han concebido para el estado: uno en
e que han predominado las políticas centralistas sobre la frontera; y otro cuando las
fuerzas del estado han optado por impulsar los intereses de la región desde su propia
perspectiva (Negrete, 1994: 34). En este sentido, «la consolidación de la economía
regional, con base al comercio abierto al exterior y relativamente aislado del mercado
nacional, creó grupos de poder local (económicos y políticos) que se apropiaron y
beneficiaron de las políticas e instrumentos del crecimiento económico. Como resultado
se configuró una burguesía local poco ligada a las fracciones políticas nacionales». Se
trata de fuerzas empresariales que han influido en la vigencia de la zona libre desde
1937, en los programas de desarrollo industrial, comercial y de equipamiento urbano.
Actualmente, como parte de una nueva etapa, parece haber coincidencia entre el
proyecto que desde el centro se impulsa para el estado y visión de los grupos
empresariales que se han insertado en el proceso industrializador, construyendo
parques industriales como Bustamante y Lutherot, sistemas de subcontratación y
albergues, así como despachos de abogados. (Salas- Porras, 1990: 275-276)
Así, en Baja California tenemos tres fuerzas: las de la maquiladora estadounidense y
japonesa, las de los empresarios (apéndice de éstas) y las de los empresarios ligados a
la agricultura, comercio y servicios y la política.
126
Sin embargo, para los empresarios locales que buscan formar «clusters» con empresas
extranjeras, conseguir su propósito no es nada fácil. Enrique Mier y Terán, director del
Parque Industrial Tecnomex y uno de los pioneros en impulsar la actividad maquiladora,
dice:
«Tenemos problemas de calidad, cumplimiento, entrega y, sobre todo, actitud
empresarial. Los industriales mexicanos han llegado a tener márgenes de utilidad del 20
al 30 por ciento y no entienden cómo trabajar con el 4 por ciento de rentabilidad que se
les exige en el mercado internacional. No se dan cuenta de que no sirve de nada
obtener 50 por ciento de utilidades en una venta de 100 cuando se puede conseguir 2
por ciento en una de 1 millón de pesos. Es totalmente lógico, pero es muy difícil que se
consiga ese cambio de actitud de forma generalizada» (Revista Expansión, 1997: 31).
Por otro lado, empresarios más ligados a las actividades tradicionales del estado, como
el Grupo Centra, que dirige Mario Hérnandez Maytorena, y que entre sus actividades
abarca la rama industrial, agropecuaria, construcción y del entretenimiento, pues es
dueño del equipo de béisbol de Méxicali, aconsejan y practican las asociaciones como
forma de desarrollo empresarial que puede hacer frente a la competencia. En la
actualidad, el Grupo Centra desarrolla tres proyectos bajo la fórmula de la asociación: un
programa habitacional para rentas a ejecutivos de empresas con una empresa de
California conocida como una de las más importantes de ese estado; en agricultura,
asociación con la empresa estadounidense Frito Lay para entregarle papa; un plan para
instalar 15 plantas portátiles en la costa del Pacífico para fabricar hielo, para lo cual, el
vínculo es con una firma de San Francisco, California (El Imparcial, 20/oct/97).
Las palabras de Mario Hernández son éstas: «Esta es la primera vez que estamos
asociándonos con extranjeros, y lo hacemos porque tienen mucha tecnología.
Compartimos el riesgo del negocio y eso es una gran ventaja, creo que a eso se refería
el exgobernador Ernesto Ruffo cuando hablaba de formar sociedades con
extranjeros.Antes había financiamiento y no necesitábamos socios ni coinversión (¿para
qué compartir utilidades?), pero vino la crisis y vinieron los intereses de hasta 30, 50, 70,
90 por ciento anual, y era prohibitivo ser empresario con esas tasas de interés.Con la
coinversión, no acudes ya a los bancos; nosotros no lo estamos haciendo porque es
capital nuestro y de los socios».
En Sonora, los ex «agrotitanes», sus cachorros y ahora sus terceras generaciones
pasan por dificultades: tampoco escaparon a las vicisitudes de la larga crisis que hoy
permea a la nación y sus regiones. Ejemplos paradigmáticos son los grupos Mezoro,
Mazón y Valenzuela, que para sobrevivir se han planteado nuevas estrategias. El grupo
Mezoro, de la familia Gutiérrez, cuyo inicio de operaciones se remonta a 1934 en
actividades avícolas, ha tenido una historia de altas y bajas en su desarrollo. En
particular, para enfrentar el impacto que para ellos significa la nueva competencia
producto de la apertura externa y del TLC, a partir del 4 de abril de 1995 se asoció con la
empresa estadounidense Jerome Foods, una firma creada en 1922 en Wisconsin,
Estados Unidos, y que destaca entre las diez principales productoras de pavo en ese
país. Según el director de Jerome - Mezoro, Javier Gutiérrez Luken, «La sociedad
permitió retomar el liderazgo en muchos mercados en los que ya lo habíamos tenido y
127
nos habíamos retirado por falta de capacidad financiera principalmente» (El Imparcial,
8/may/97).
Según edicto dado a conocer en el Boletín Oficial número 41 del Gobierno del estado de
Sonora, 29 bienes inmuebles con valor de 22 millones 330 mil 333 pesos, fueron
embargados por Banamex a «Negocios Agrícolas Alamos, S.A. de CV», José Santos
Gutiérrez Mazón e «Impulsora Mayoral, S.A de CV y luego fueron rematados. De gran
tradición en la economía sonorense (donde han destacado en la producción de pollo y
productos lácteos) del Grupo Mezoro dependen aproximadamente 1300 personas, a
quienes proporcionan empleo. Se trata además de uno de los grupos económicos del
estado que mayores avances habían logrado en materia de encadenamientos
productivos de origen agroindustrial. Los problemas financieros que hoy tiene el grupo
se remontan a los años de 1978 a 1981, que fueron de gran expansión para la economía
mexicana, pero de endeudamiento para Mezoro. Para finales de julio de 1981, los
pasivos contratados con 15 bancos del país y del extranjero ascendían a
aproximadamente 1 133.1 millones de pesos. Dicha deuda era el 72.1 por ciento en
dólares y el 27.9 por ciento en moneda nacional.Desde finales de 1985, el grupo Mezoro
declaró ante las autoridades judiciales suspensión de pagos con el propósito de negociar
con sus acreedores.
Luego, Mezoro experimentó entonces una gran paradoja: en época de expansión
económica nacional se endeudó, pero el crecimiento macroeconómico no tuvo el
impacto suficiente como para lograr que los nuevos proyectos que había emprendido
maduraran. Por ello, una vez que la crisis en la economía hizo su aparición, hubo que
enfrentar el encarecimiento del dólar, las altas tasas de interés y la competencia externa.
Desde entonces, Mezoro ha tenido problemas. No ha podido sobreponerse y sus
empresas han perdido importancia. Sus hombres se han refugiado en la burocracia
empresarial y también estatal.
Por el lado de las actividades comerciales, en Sonora, las cadenas comerciales locales
han venido enfrentando la feroz competencia de cadenas comerciales como Wal Mart y
Price Club (de Estados Unidos) y Carrefour (de Francia. Ante esa circunstancia, el
Grupo VH, cuya cadena de supermercados nació en 1971, recientemente cerró tres de
sus tiendas y se ha replanteado su estrategia de competencia en los términos
siguientes: a) buscando reducir los costos de proveeduría a través de las asociaciones
que tiene con Futurama, de Chihuahua, Merco, de Moncloa, Arteli, de Tampico y San
Francisco de Asís, de Yucatán. ; b) nuevos planes de venta bajo el concepto de tiendas
pequeñas (de 1000 a 1,700 metros cuadrados de construcción) y medianas (de 2000 a
3000); c) esquemas de administración con unidades estratégicas de negocio y d)
introduciendo nuevas tecnologías de comunicación (El Imparcial, 15/may/97).
El otro caso paradigmático en Sonora es el de los Mazón, grupo con orígenes y
trayectoria paralelos al del anterior, que recientemente también ha resentido las
vicisitudes de la crisis. Las fuentes dicen que Corporativo Mazón negocia una deuda de
aproximadamente 230 millones de dólares, con un grado de avance del 80%.
128
De trayectoria en la economía y la sociedad sonorense, que se remonta a los años de
apertura al cultivo de la Costa de Hermosillo y a las actividades comerciales lideradas en
un tiempo por la tienda La Cosalteca (cerrada en 1994), Mazón creció en empresas y
también en integrantes de la familia. Hoy, una tercera generación ya se mueve en los
distintos negocios del grupo; falta por ver si tienen las mismas «agallas» de sus
mayores. Tanto Mezoro como Mazón son grupos que han basado parte de sus
estrategias en la participación militante en la política y órganos del Estado, inclusive en
determinados han tenido capacidad de veto para determinar al gobierno en turno. Y, por
supuesto, han saboreado las mieles que escurren en las intimidades del poder.Sin
embargo, lejos están de moverse con autonomía. No brillan en el universo con luz
propia. El exgobernador Samuel Ocaña, en su momento le dió una mano al Grupo
Mezoro, Carrillo Marcor hizo lo propio con los Mazón y Manlio Fabio Beltrones de nuevo
a éstos.
Fuerzas económicas superiores se desplazan por Sonora. Y sin merodear demasiado en
los primeros círculos del Estado y del Gobierno, los capitales que mueven y los empleos
que generan les dan su propio peso específico.Ellos no tienen que reclamar presencia.
La cargan consigo. La llevan en su maleta.
A nivel industrial, no cabe duda de que el corredor que penetra a Sonora por Nogales,
para extenderse a lo largo de la carretera número 15, es básicamente sostenido por
empresas extranjeras, con notables excepciones como Cementos del Yaqui. A
empresas de ese tamaño y fuerza, cualquier gobierno estatal rinde pleitesía.
Con gran tradición minera, Sonora ha cedido las entrañas de la tierra al capital
extranjero. Capital estadounidense y canadiense dice lo que hay que hacer en materia
de producción de oro, grafito y otros metales.
A nivel comercial, cada vez queda más claro que a partir de ahora la competencia la
sostendrán Wall Mart y Carrefour y, en menor medida, el Grupo Ley. Con el primer
binomio, Sonora se convierte en escenario de competencia comercial de capital
estadounidense y francés; en el segundo caso (el del grupo sinaloense), Ley estaría
llenando los espacios que nunca pudieron llenar o sostener los empresarios nativos.
En Chihuahua sobresalen varios tipos de empresarios. Los ligados a la industria
maderera, al comercio y los servicios, y los integrados a la industria maquiladora, la
llamada «burguesía apéndice», como dice Víctor Orozco (1991)
En ese sentido, Alejandra Salas-Porras señala: «... son los grupos de Chihuahua los que
han adquirido mayor fuerza y capacidad para influir en todo el proceso de promoción, de
industrialización maquiladora (junto con los grandes consorcios que operan a través de
estas plantas), en los programas de inversión pública y, en general, en la política
económica a nivel estatal y regional. Además, el grado de madurez y cohesión entre los
facilitadores de Chihuahua es mucho mayor, tanto por la participación más activa en la
gestión de todo el proyecto(desde su origen en la década de los sesenta, y en el proceso
de revisión de todo el marco jurídico legal a partir de 1983), como por el mayor grado de
integración en la cadena de promoción que desarrolla una compleja red entre los
129
diferentes especialistas («brokers», desarrolladores, abogados y subcontratistas). Sin
embargo, la concentración de toda la actividad en manos del grupo Bermúdez, el
facilitador de la industria maquiladora más fuerte a nivel nacional, ha generado
descontento entre otros facilitadores de Ciudad Juárez, sobre todo a raíz de que Jaime
Bermúdez, cabeza del grupo, aprovechó su posición de alcalde (entre 1986 y 1989) para
mejorar la infraestructura de sus parques y propiedades y para acaparar las
oportunidades que ofrecían las inversiones estatales y federales». (Salas- Porras, 1990:
274-275)
Finalmente, en el caso de Coahuila se advierten varias fuerzas que se disputan la
hegemonía en la entidad. Las más recientes tienen que ver con la industria maquiladora
y automotriz, las del Grupo Acerero del Norte, de presencia nacional, y que adquirió
Altos Hornos de México, Grupo Industrial Saltillo (GIS), con presencia industrial muy
diversificada, y los empresarios ligados a actividades agropecuarias, comerciales y de
servicios. Alrededor de esos núcleos empresariales ha girado la integración de la
economía del estado mucho más al exterior que hacia lo nacional, en el aspecto
industrial.3
En particular destacan las estrategias de competencia que desde los ochenta impulsa el
GIS en este sentido: «...reestructuración administrativa general y reorganización de la
estructura del grupo; ampliación de las relaciones con capitales regiomontanos (HYLSA);
ejecución de un programa sistemático de inversiones para ampliar y modificar las
plantas y crear otras, aumentando la capacidad y posibilidades de la producción,
diversificando los productos; el cierre de empresas poco rentables (como Moto Islo), a
pesar del proteccionismo gubernamental; diversificación de compradores relacionándose
como proveedores de las grandes compañías extranjeras como GM, Chrysler, Ford,
Volkswagen, Renault y Cummins; reestructuración y modernización tecnológica
cambiando procesos, técnicas de producción y la organización de la misma; contratación
de asesoría italiana para aumentar la calidad ...; aprovechamiento de todas las
exenciones y facilidades otorgadas por el Gobierno federal, particularmente los créditos
preferenciales para la exportación, los Certificados de Promoción Fiscal (CEPROFIS), y,
de manera muy especial, la negociación de su deuda en dólares vía FICORCA, que les
permitió enfrentar con ventaja las devaluaciones de los años ochenta» (Cepeda, 1994:
158-159).
CONCLUSIONES
Uno de los espacios del mundo donde con mayor fuerza se presentan los actuales
procesos de integración empujados por la globalización es el que conforma la
confluencia del sur de Estados Unidos y el norte de México.
Indicadores de uno y otro lado hacen evidente que allí se genera una fuente de energía
económica y social como no hay otra en el mundo. Sin embargo, lejos de fluir procesos
que de una «subregión» a otra se retroalimenten en una dinámica de
complementariedad donde la parte más atrasada tienda a la homogeneización con los
130
niveles de desarrollo de la desarrollada, las asimetrías se siguen preservando y todo
indica que en el largo plazo se profundizarán.
La economía tiene una base diversificada. En el sur de Estados Unidos y el norte de
México se practican todo tipo de actividades: agricultura, silvicultura, pesca, minería,
agroindustria, manufactura, comercio y servicios. Ello indica que es posible sacudirse el
fatalismo de las ventajas comparativas en las que la parte desarrollada pone el capital y
las manufacturas y servicios de alta tecnología y, la atrasada, sólo la mano de obra.
Demográficamente es un espacio de gran crecimiento al que la gente llega atraída por
las oportunidades económicas y de empleo que se ofrecen. Y aún cuando esta región
tiene un fuerte sustento en la economía primaria, la tendencia es a que la gente se
concentre en actividades que tienen que ver con las manufacturas y los servicios.
Una especificidad de la región, que cada vez toma formas más diversas, son los
distintos tipos de corredores que se observan. Unos son reales y otros iniciativas de
formales que van avanzando. Los primeros tienen que ver con intercambios económicos,
manufactureros y comerciales que de manera histórica se han dado. Los segundos
resumen la voluntad de gobiernos por formalizar regiones «virtuales».
Asociado con lo económico, un punto de suma relevancia tiene que ver con la
sustentabilidad del desarrollo de la región. Por un lado, el medio ambiente sufre un
deterioro ostensible, y por otro, recursos naturales como el agua son cada vez más
escasos. Ambos son una limitante para el desarrollo futuro de la región.
Otro tema que sale a relucir, pendiente de documentar, es acerca de los agentes
económicos que están involucrados en ese espacio. El tema de la mano de obra, sobre
todo en la industria maquiladora, está muy trabajado. Pero no sucede lo mismo con los
agentes portadores del capital. Especialmente interesante es analizar las fuerzas
económicas del lado de la parte mexicana, que se han convertido en un mosaico de
inversiones estadounidenses, canadienses, asiáticas, europeas, latinoamericanas y
también mexicanas.
El punto en cuestión es: ¿qué tan fuertes son las fuerzas nativas para asimilarse a esa
corriente de la economía global? Hasta ahora han pasado dos cosas: Muchos
empresarios de la región tienden a desaparecer o a minimizar su poder económico e
influencia política y otros buscan prácticas nuevas para perpetuarse, como las alianzas
estratégicas con capitales extranjeros. Pero la última palabra aún no está dicha.
En efecto, el norte de México es uno de los laboratorios regionales del modelo de
orientación exportadora que se impulsa en México desde principios de la década
pasada.
Ello ha conducido a un proceso de reestructuración de la economía y recomposición de
los agentes económicos que operan en este espacio.
Si bien, a lo largo de toda la frontera, la industria maquiladora de exportación marca
pautas en procesos industriales manufactureros que generan empleo y divisas, la
131
esperanza económica, social y en materia de seguridad nacional depende de lo que los
empresarios locales y nacionales puedan hacer. En ese sentido se advierte que en la
medida en la que el desplazamiento se va dando de este a oeste, los empresarios de la
frontera van siendo más vulnerables a las vicisitudes de la gran competencia global. En
el este está PEMEX, el Grupo Industrial Saltillo, el Grupo Acerero del Norte, con Altos
Hornos de México a la cabeza, mientras que ya en el oeste destaca en Sonora el Grupo
Industrial México y Cemex. Baja California no cuenta con grandes conglomerados
nacionales.
Estos grandes grupos, algunos de los cuales surgieron a partir de la política de
privatizaciones del Estado mexicano, han basado su estrategia competitiva en
modernizar tecnología, introducir nuevas formas de relaciones con sus trabajadores (de
tipo flexible) y modificar sus esquemas administrativos.
Las fuerzas locales, aun cuando han basado parte de su éxito en la cercanía con el
poder (para desde allí arrimarle dinamismo a sus negocios), han visto limitada esa vía de
competencia y ahora ensayan nuevas fórmulas como la búsqueda de asociaciones con
otros capitales que ayuden a resolver el problema de financiamiento. En este sentido
destacan también los mecanismos de financiamiento informal en los cuales han incurrido
empresas como las sonorenses.
Las fuerzas de la globalización son tan apabullantes y desencadenan tal fuerza
económica que muchos agentes, sin estar físicamente en las redes del poder, generan
en sí mismos una gran presencia subliminal. En cambio, otras, que físicamente se
colocan en las primeras filas del poder, en la realidad cada vez significan menos.
En términos de perfil, en el norte de México se mueven varios tipos de empresarios:
- Los nativos, que ahora juegan un lugar subordinado y funcionan a expensas de las
relaciones con los gobiernos estatal y nacional.
132
-
La «burguesía apéndice» o «facilitadores de la integración», que se reproducen a
expensas de crear las condiciones al capital trasnacional para que opere
satisfactoriamente.
-
Los grupos de punta del capital nacional, como CEMEX, que opera en Baja
California, Sonora y Coahuila y el Grupo Acerero del Norte, de gran presencia
nacional, que en el norte se localiza en Coahuila y en Sonora a través de la empresa
Barita de Sonora.
-
Contados son los grupos locales que están teniendo presencia internacional. Entre
ellos destacan los sonorenses exportadores de carne de puerco a los países de Asia
y, sobre todo, el Grupo Industrial Saltillo.
-
Pero, sobre todo, sobresalen grupos empresariales que son grandes corporaciones
internacionales de la minería, la maquila y la industria automotriz. Estos son los
grandes consumadores de la integración hacia la globalización, y particularmente
hacia Norteamérica.
El nuevo poder lo ejercen fuerzas que aparentemente no saben que lo ejercen. Su poder
es subliminal. Por otra parte, a los que luchan por tener el poder formal, sus márgenes
de acción se les reducen y corren el riesgo de convertirse en meros comisionistas de los
que están detrás del escaparate; en la «Torre de Babel» de la competencia global están
condenados a ser desplazados.
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134
LA REFLEXIBILIDAD DE LAS REDES COMO CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE
LA CADENA PRODUCTIVA EN LA POLÍTICA INDUSTRIAL COLOMBIANA
Marleny Cardona A. y Adriana Angel J.
INTRODUCCIÓN
Jaime AlbertoCaval, Ministro deDesarrollo, plantea
que la política industrial debe ser remodelada
ampliando su divulgación y fortaleciéndola
a nivel sectorial, regional y asociativo.
(Diario La República, 17 de agosto de 1999).
La globalización combina los elementos económicos con la cultura, las instituciones y el
territorio, refiriéndose a una forma de interpretar las situaciones de la sociedad desde el
nivel mundial hasta el local, donde lo cultural atraviesa lo político y lo económico (Rivas
Mira, 1996: 957). En este contexto de globalización, las empresas se ven enfrentadas a
nuevas condiciones en las cuales la cooperación entre ellas es una estrategia básica de
supervivencia, no sólo para las mismas empresas, sino también para los diferentes
sectores industriales. Esta ponencia hace referencia a las redes como relaciones
configuradoras de política sectorial en función de la influencia en la capacidad directiva y
organización del trabajo, la relación entre los procesos productivos, relaciones internas y
externas de la organización y las condiciones tecnológicas de las empresas en forma
individual o colectiva.
Las potencialidades de las redes y cadenas permiten la construcción de la política
sectorial. En este documento se presenta la reflexión teórica sobre dos puntos
fundamentales. En primer lugar, queremos evaluar los delineamientos de la política
industrial actual y principalmente los puntos que se dirigen al desarrollo sectorial, para
así reconocer el estado de arte que a nivel de las políticas existe para poder identificar
las potencialidades de las mismas una vez que sean estudiados los sectores que nos
interesan. En segundo lugar, queremos desarrollar un avance teórico de las redes y
cadenas industriales como base de los eslabonamientos productivos. Presentamos
como hipótesis que estas redes, que se han venido construyendo para responder al
nuevo entorno, han permitido un aumento de la competitividad y que la construcción de
una política sectorial más estable puede estar asociada a las redes productivas que los
sectores logran establecer. Para terminar, se presentan algunas conclusiones y
propuestas.
LAS POLÍTICAS INDUSTRIAL Y SECTORIAL EN COLOMBIA
La política industrial tiene en cuenta una serie de políticas gubernamentales diseñadas
para fomentar el crecimiento de algunas industrias y desalentar el crecimiento de otras.
La política industrial se refiere al grado de complejidad del tejido industrial que propicia la
entrada o salida de sectores o subsectores y a la política de competitividad industrial en
el marco de la globalización.
135
En particular, la política industrial está orientada a los esfuerzos políticos dirigidos a
aumentar la tasa de creación de nuevas empresas y de puestos de trabajo, mejorar la
infraestructura local y la formación de recursos humanos, llevando a las regiones
recursos financieros (Cuadrado,1994). La política industrial incluye cierres de plantas,
gastos para la compensación de desempleo y los programas para la capacitación del
trabajador, además puede llegar a determinar qué tipo de industrias se deben expandir y
cuáles no, después de medir la capacidad y participación a nivel de cada sector
económico.
La política industrial varía de acuerdo al contexto en el cual se desarrolla considerando
la estructura productiva, los marcos regulatorios y las convenciones de los lugares en los
cuales se aplica. A continuación se presentan algunos elementos de la política industrial
colombiana que sustentan el desarrollo de cadenas productivas.
Propósitos de la política industrial
El argumento económico en torno a la política industrial tiene dos posiciones: la que
acepta la regulación y la que está a favor del mercado poque piensa que la competencia
sin regulación conduciría a resultados más eficientes.En el primer grupo están, de un
lado, los que conciben la política industrial como una forma de intervención del gobierno
con instrumentos más horizontales que verticales, es decir, que no discriminan entre los
diferentes sectores, promueven programas de capacitación, créditos baratos, trámites
fáciles para la exportación e incentivos a la tecnología y, del otro lado, los que conciben
una política industrial más controladora que genera direccionamientos para sectores
específicos (Case y Fair, 1993:967-968).
El paradigma predominante en la actualidad en el mundo sugiere la intervención del
gobierno por medio de instrumentos de tipo horizontal, los cuales no hacen distinciones
entres los diferentes sectores y tienden a abandonar los instrumentos de tipo vertical,
que son dirigidos específicamente a un sector.
En Colombia, la política industrial ha sido fundamentalmente de carácter horizontal
porque no ha estado orientada a un sector específico, sino a la industria en general. Sin
embargo, como el plan de desarrollo del actual Gobierno «Cambio para construir la paz»
busca estimular las exportaciones, la política industrial actual hace énfasis en la
diversificación productiva hacia las exportaciones y adquiere así recientemente un matiz
de desarrollo vertical.
Los propósitos que plantea el Ministerio de Desarrollo (1998) como programa de política
industrial en el marco de la globalización y la integración a nivel nacional son:
• Definir las instituciones que deben asumir el liderazgo de la política reestructurada y
asignarles funciones y mecanismos de coordinación.
•
136
Hacer de la estabilidad macroeconómica una política de Estado, y garantizar la
armonía entre las políticas generales de desarrollo, las macroeconómicas y las
sectoriales (particularmente del comercio y la industria).
•
Mejorar la infraestructura física y la formación de capital humano en los niveles
nacional y regional.
•
Definir el patrón de especialización, la política de integración y la carta de
navegación estratégica del país, respetando los límites y aprovechando las
oportunidades que brinda la OMC(Organización Mundial del Comercio)
•
Diversificar las exportacionesconinstrumentosaceptablesen elmarcodelaOMC.
•
Promover el desarrollo tecnológico y la modernización industrial que permitan
competir con productividad, calidad y gestión ambiental.
•
Fortalecerla política decomprasdelEstado y supapelpromotordel desarrollo industrial.
•
Redefinir el papel del Estado como promotor de la economía y activar políticas,
instituciones y mecanismos de promoción y de competencia.
Los fines anteriores muestran que la política industrial no tiene que ver solamente con
problemas de financiación y refinanciación de las empresas(como se ha visto en el
primer semestre de 1999 en Colombia), sino también, y fundamentalmente, con la
articulación de programas nacionales, regionales y locales que fortalezcan la estructura
empresarial-industrial en un contexto de globalización.
En el numeral siguiente se presentan reflexiones sobre tres fines de la política industrial
que forman parte de la discusión sobre la formación de redes para la política sectorial,
ya que la preocupación fundamental es dar a conocer y articular estas estrategias y
programas concretos.
Elementos de la política sectorial en la propuesta de política industrial
Hasta agosto de 1998, la política industrial era un elemento más de la política
económica, sin constituir un eje independiente del desarrollo de la economía. La actual
formalización de la política industrial se relaciona con la competitividad y el proyecto
exportador que se promueve en el país, para el cual se deben crear unas bases sólidas
sustentadas, entre otras cosas, en el desarrollo tecnológico y de capital humano. En este
contexto, la política industrial debe ser determinante en el fortalecimiento sectorial.
En efecto, identificamos en la política industrial actual tres ejes fundamentales en los que
se sustentan las propuestas sectoriales. Estos ejes tienen que ver con la identificación
de los patrones de la especialización, con el desarrollo tecnológico para la
modernización de la industria y con la redefinición del papel del Estado como promotor
del desarrollo económico.
Los programas y acciones de los tres ejes son (documento elaborado por el Ministerio
de Desarrollo y publicado en el diario La República en agosto de 1998):
137
1. Identificar los patrones de especialización que permiten la política de integración y la
carta de navegación estratégica del país
2. Redefinir el papel del Estado como promotor de la economía, activar políticas,
instituciones y mecanismos, tanto de promoción de la competencia como de defensa
contra las prácticas desleales
En el programa de política industrial se identifica el reconocimiento de un escenario
mundial con tendencia a formación de bloques regionales, agudización de la
competencia y necesidad de integración, especialización y tecnificación de los sectores
productivos, que permita garantizar respuestas desde espacios productivos conformados
en las regiones y en las localidades. Las posibilidades de reconfiguración están dadas
institucionalmente, por ejemplo, la descentralización es un elemento que favorece el
fortalecimiento de las microrregiones
Después de casi diez años de apertura económica de Colombia con el mundo, el país
presenta una propuesta articulada de política industrial que permita responder a los retos
de la globalización. Sin embargo no se especifican los mecanismos para el fomento y la
protección de la industria en general y de los sectores en particular.
Quedan planteadas entonces las siguientes preguntas:
1. ¿Cuáles son los mecanismos de fomento en la política industrial que promueve la
integración productiva y competitividad en un marco de globalización?
2. La construcción de una política sectorial más estable ¿está asociada a las redes
productivas que cada sector logra establecer para su desarrollo?
3. Las medidas de gestión y organización que se logran desarrollar a través de las
cadenas y las redes ¿son diferentes en los distintos sectores y, por lo tanto, deben
ser las políticas sectoriales específicamente adaptadas y dirigidas?
LAS REDES Y CADENAS INDUSTRIALES
ESLABONAMIENTOS PRODUCTIVOS
COMO
BASE
DE
LOS
El desarrollo productivo está asociado al aumento de la especialización y a la
potencialización de los eslabonamientos productivos dentro de la empresa entre
unidades productivas y entre los diferentes sectores. Cada sector construye sus
relaciones con base en el tipo de cadena en la cual se desarrolla un tejido de relaciones
proveedores-productoresclientes.
Cetré (1995) hace notar que durante las últimas dos décadas hemos presenciado una
transformación fundamental en la organización de los vínculos, en la cual muchas de
estas cadenas productivas han pasado de ser «conducidas por productores» (producerdriven) a ser «conducidas por compradores» (buyer-driven). En el primer tipo se
encuentran empresas industriales, casi siempre multinacionales integradas
138
verticalmente, que cumplen un rol esencial en la organización y control del sistema
productivo (Gereffi, 1994: 219 en Cetré, 1995). En el segundo tipo, la producción toma
lugar de forma mucho más descentralizada y el control sobre los sistemas de producción
y distribución es ejercido por empresas que se especializan en el diseño y
comercialización de las mercancías involucradas. Las características de las cadenas,
desde el comprador y desde el productor, se presentan en el Esquema 1
En este trabajo entendemos las redes como el conjunto de relaciones entre las
empresas donde cobran sentido las estrategias colectivas, pues lo que rige el
comportamiento de los actores son las reglas construidas en un ámbito social más
amplio que el espacio de la empresa.
Estos eslabonamientos productivos generan dinámicas que se extienden más allá del
simple proceso de producción sectorial, ellos permiten relacionar el entorno económico
con el social, el político y el cultural. En efecto, el comportamiento de los sectores y de
las empresas está condicionado por factores que operan a varias escalas, tales como:
* Las condiciones geopolíticas económicas globales.
* Los esquemas de integración regional (de jure o de facto).
* Las políticas de los gobiernos nacionales.
* El impacto de las instituciones locales y de las normas culturales en la actividad
económica.
* Los niveles salariales.
* Las habilidades, productividad y grado de organización de la fuerza de trabajo
local.
Las empresas y las redes económicas que las conectan son los bloques esenciales que
constituyen los sistemas productivos transnacionales en los cuales los países juegan
una variedad de papeles especializados y cambiantes; asimismo, el Estado-nación ha
dejado de ser la unidad ideal de análisis para establecer los patrones globales de oferta,
pues la figura del mercado internacional cambia los escenarios sociopolíticos y
económicos. En esta sección presentamos, primero, una contextualización de la red
social y de la red industrial para posteriormente identificar los elementos de los
encadenamientos a nivel internacional, regional y empresarial.
Las redes social e industrial como base de la construcción de
eslabonamientos
Una sociedad estable mantiene múltiples interrelaciones, no sólo entre los miembros que
la componen, sino también con otras sociedades.Estas redes posibilitan diagnósticos
económicos y societales que pueden llevarnos a reconstruir las diferentes facetas e
139
instancias de la red social manifestadas en las alianzas, asociaciones, clusters, etc. La
red social se refiere a un grupo de individuos con racionalidades diferentes y con un
propósito común: el desarrollo industrial.
En efecto, en el contexto de la red social se percibe la dinámica de la red industrial que
permite la conexión entre estructuras a través de los actores económicos; son estas
redes industriales construcciones sociales con base en estructuras productivas
específicas definidas por las normatividades y, en general, por las convenciones.
Justamente, una de las manifestaciones de la construcción de redes o agrupaciones
industriales son los clusters, que de acuerdo con Humprey y Schmitz (1995), son la
concentración de grupos de empresas de un mismo sector en un mismo territorio y que,
de acuerdo a Michael Porter, «son un grupo de empresas conectadas por relaciones
especializadas de cliente-proveedor o relacionadas por la tecnología o las habilidades»
(Porter,1990).
Otra forma de organización industrial son los distritos industriales; estos centros
emergen de un desarrollo de grupos más especializados conformados por diferentes
tipos de empresas que generalmente, pero no necesariamente, pertenecen al mismo
sector y presentan una división del trabajo entre firmas. Los distritos industriales se
definen como conjuntos de unidades productivas generalmente pequeñas y medianas,
especializadas en un sector específico y concentradas en un territorio bien delimitado
(geográfica e históricamente determinado) (Storper,1997:34).
Sin embargo, no cualquier aglomeración de empresas con estas características puede
ser considerado un distrito industrial; la principal característica de éstos es el factor de
unificación e integración de los diferentes sujetos. Esta característica tiene que ver con
la cultura productiva, los vínculos entre los sujetos, la estrecha relación entre estructura
social y productiva y las tradiciones culturales comunes, que son vistas en este proyecto
como elementos que fortalecen el modelo de regionalización.
Las redes sociales e industriales se pueden manifestar a nivel vertical, horizontal y
atravesando los países y las regiones; en el proceso de producción y de distribución se
crean niveles de análisis originados en el dónde y el cómo se produce y se distribuye. El
donde hace referencia a la localización y el como se refiere principalmente a los modos
de producción que desarrollaremos en la Sección 3 de este documento.
Los niveles de encadenamiento a nivel internacional, nacional, regional y
empresarial
"El desarrollo de la industria no es un asuntoexclusivo de los
trabajadores e industriales de la región, es reto para las
naciones y el mundo en su conjunto" (Díaz, 1996).
Díaz (1996) plantea que los eslabonamientos constituyen un nuevo tejido que cubre los
segmentos más dinámicos del sistema productivo. El mercado y la competencia de hoy
140
exigen a las empresas capacidad de adaptación, flexibilidad, aprendizaje y acción que
son diferentes de acuerdo a la localidad y a la región.
La forma como se extienden las redes depende de la cultura, del desarrollo de las
regiones y de los procesos fundamentales en la base de las economías. Los tejidos
sociales que desarrolla un sector no son los mismos que se presentan en los otros.
Estos vínculos pueden hacerse por medio de asociaciones gremiales y sectoriales, a
nivel nacional o internacional. En este sentido se observa que las empresas trascienden
las fronteras nacionales para seguir la lógica internacional: se preparan para llenar los
requisitos que se exigen en el exterior y que definen las relaciones internacionales.
La cooperación internacional, como forma de coordinación de la actividad económica,
ofrece una respuesta al dilema especialización/adaptabilidad de las empresas en un
entorno económico cambiante y a la desregulación y a la reforma de los Estados-nación.
Así, para fortalecer las localizaciones nacionales industriales son importantes las
políticas locales y regionales y los proyectos de cooperación e integración entre las
economías (Messner, 1996).
En la actualidad, la colaboración interempresas, fundamentalmente a través de la
subcontratación, se ha generalizado en todo el mundo, dando lugar al desarrollo de
diferentes formas de redes como las integradoras de la producción y de la
comercialización (Ruiz, 1998). Las cadenas productivas que se han constituido en la
región latinoamericana han elevado la flexibilidad y la competitividad de segmentos del
sistema productivo. Sin embargo, estas cadenas contienen elevados grados de
asimetría entre empresas contratistas y subcontratistas y no han significado beneficios
significativos a los trabajadores periféricos que mantienen un empleo precario, mal
pagado, intensivo y sometido a relaciones autoritarias (Díaz, 1996). En este sentido, la
desigualdad y la dependencia tecnológica toman formas particulares en los procesos
productivos que se desarrollan a través de las redes sociales de producción.
En un principio, el apoyo fue a la empresa individual, desde la perspectiva de que el
principal problema de creación y desarrollo de este tipo de empresas era la falta de
acceso al crédito, por lo cual se crearon instituciones orientadas a que se tuviera acceso
al mismo. Este era sólo uno de tantos problemas para el desarrollo empresarial que
tenían que ver con la tecnología, falta de acceso al mercado, carencia de organización y
de estándares de producción.
En los noventa, las instituciones de desarrollo han enfocado sus esfuerzos cambiando el
sujeto de atención hacia el concepto de redes empresariales bajo la consideración de
que es mejor apoyar a empresas en redes de producción que a empresas individuales.
Se concibe que las empresas agrupadas en redes tienden a generar un proceso de
aprendizaje que no se da cuando operan en forma aislada, generándose lo que se ha
empezado a conocer como «economías de cooperación» (Ruiz, 1998) que se «juegan»
en un mismo territorio, una misma identidad cultural y un mismo sector industrial. En la
propuesta de política industrial colombiana, a diferencia de otros países de
141
Latinoamérica y de Asia, no se vislumbra de manera específica el apoyo a estos
procesos de subcontratación y, en general, a los proyectos de integración empresarial.
MARCOS REGULATORIOS DE LA POLÍTICA INDUSTRIAL Y SECTORIAL
La política industrial varía de acuerdo al contexto en el cual se desarrolla, considerando
la estructura productiva, los marcos regulatorios y las convenciones de los lugares en los
cuales se aplica.
La política industrial debe considerar el resultado histórico de los procesos productivos y
distributivos, fruto de la construcción progresiva de las ventajas comparativas y de los
procesos de aprendizaje que respondan a un proyecto nacional. Esta evolución puede
ser medida en términos de la localización industrial, de la participación de los procesos
tecnológicos en un país, de la generación de empleo y valor agregado, del
posicionamiento de sus exportaciones en el mundo, de su calidad de trabajo y de su
productividad. La política sectorial debe considerar esta dinámica para apoyar el
desarrollo que traen las regiones y el Estado-nación (Storper y Salais, 1995).
En la Constitución de 1991 se retoma el planteamiento del modelo «economía social de
mercado»1 con el que se busca combinar la libre iniciativa con el avance social,
asegurado a su vez por el rendimiento de la economía de mercado.
En la Constitución se define la existencia de un Plan Nacional de Desarrollo en el que se
deben señalar los propósitos y fines nacionales de largo plazo, las metas y prioridades
de la acción estatal a mediano plazo y las estrategias y orientaciones generales de la
política económica, social y ambiental que serán adoptadas por el gobierno. Se resalta
igualmente la aparición de un Consejo Nacional de Planeación integrado por los distintos
sectores, en el cual se debe discutir el Plan Nacional que aprobará posteriormente el
congreso (Artículos 34 y 339) 2.
La relación dialéctica que existe entre la legislación de un país y sus condiciones
sociales y económicas hace que no solamente el marco regulatorio influya en la
estructura productiva, sino también que, de acuerdo a las condiciones específicas de
dicha estructura, la regulación deba variar. Una economía social de mercado debe tener
en cuenta en la construcción de la política económica, las necesidades sociales. Por
ejemplo, la lógica gremial colombiana no ha sido de unión, sino de división. El marco
regulatorio (y dentro de éste, la política industrial), no ha tenido en cuenta esta realidad
específica de nuestro país.
Esto hace que se desfigure el sentido de la formación de los gremios y que se pierdan
las oportunidades y alternativas que se pueden desarrollar al interior de éstos.
…………….
1
142
Tomado del modelo de Inglaterra de finales de los años cincuenta.
2
Para ampliar conceptos ver Jaramillo, Alberto (1991) La economía política de la Nueva
Constitución.
……………..
CONCLUSIONES
La política industrial presenta ejes fundamentales a través de la construcción de redes
que se sustentan en las propuestas sectoriales. El carácter vertical de la política
industrial debe considerar las particularidades de cada sector para promover su
desarrollo teniendo en cuenta las diferentes convenciones de la sociedad y del sector.
Estas convenciones se expresan en los tipos de organizaciones sectoriales que existen,
en la articulación proveedor-productor-comprador y en la lógica territorial.
Una economía de convenciones es una economía de estructuras construidas, el
resultado de un encuentro amistoso entre fuerzas sociales y mentalidades. Por ejemplo,
Colombia es un país de regiones y de una concentración urbana elevada, el país tiene
siete áreas metropolitanas que a la vez han desarrollado espacios industriales del país.
El principal reto de hoy para la política económica es reconciliar las situaciones de los
países, de las regiones y las localidades con el marco del mercado internacional. Dentro
del país, la articulación entre las diferencias y las fragmentaciones de las localidades y
las regiones lleva a construir tejidos entre lo económico, lo institucional y lo social.
El concepto que estamos explorando es el de una diversidad durable y concreta de
formas de coordinación económica en niveles intra e interempresarial y sectorial y no, el
de un modelo unificado de crecimiento. Para eso es necesaria la conformación de
grupos empresariales con carácter formal y con principios de asociatividad y
cooperación que logren influir en la política sectorial.
La propuesta de esta ponencia (y de la investigación en la cual se inscribe) es la
búsqueda de posibilidades para construir una política sectorial a través de las redes
industriales y considera no sólo los elementos internos de las empresas (que son la
organización y administración del trabajo, educación y capacitación, control de
producción, etc.), sino también la importancia de la localidad que está relacionada con
los proveedores, con los clientes y con las características propias de cada sector.
En este sentido, el trabajo de campo que se está realizando pretende dar cuenta de las
condiciones específicas de los sectores económicos, de la interrelación entre estas
particularidades y la política industrial, los factores determinantes de la construcción de
la política sectorial y de las redes como estrategia de competitividad empresarial.
143
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LOS PRODUCTORES DE ARROZ FRENTE A LA APERTURA COMERCIAL
EN COLOMBIA Y VENEZUELA
Luisa Elena Molina
INTRODUCCIÓN
Venezuela y Colombia adoptaron desde 1989 políticas macroeconómicas y sectoriales
de orientación neoliberal que han tenido efectos substanciales sobre la actividad
económica de ambos países, incluyendo el sector agrícola. Al lado de las políticas de
apertura, la actividad comercial de éstos se ajusta a reglamentaciones de la Comunidad
Andina de Naciones (CAN).
Este organismo adelantó la creación de una zona de libre comercio de bienes entre sus
países miembros y, más tarde, el establecimiento de una unión aduanera. Tales
procedimientos se completarán con la puesta en marcha de un mercado común. En este
sentido, según los órganos directivos de la CAN (1999), «...los países de la Comunidad
Andina asumieron el compromiso de establecer, a más tardar el 2005, un Mercado
Común, fase superior de la integración...» (CAN,1999). Estos procesos están vinculados
con los propósitos de la Comunidad Andina,que son:
«... promover el desarrollo equilibrado y armónico de sus países miembros en
condiciones de equidad, acelerar el crecimiento por medio de la integración y la
cooperación económica y social, impulsar la participación en el proceso de
integración regional, con miras a la formación gradual de un mercado común
latinoamericano y procurar un mejoramiento persistente en el nivel de vida de sus
habitantes.» (CAN, 1999).
La apertura comercial ocurrió de manera drástica, a pesar de que los países de la región
cuentan con condiciones económicas y productivas diversas. Al interior de la zona de
libre comercio se presentan diferencias en términos de producción, empleo,
posibilidades de inversión, disponibilidad de recursos técnicos, competitividad e, incluso,
de seguridad. No obstante, la apertura y, por ende, la libre movilidad de bienes en el
ámbitode los países andinos, es un proceso iniciado que marca nuevas condiciones para
las actividades productivas y para las regiones y agentes vinculados a éstas.
En este orden de ideas, el presente trabajo tiene el propósito de reflexionar acerca de
los efectos de la apertura sobre la producción y el comercio externo de productos
específicos y sobre la participación de agentes vinculados a la producción (productores,
empresas, organizaciones gremiales) y en la armonización de las relaciones de
comercio externo. Este tema será abordado mediante un análisis general del caso de la
producción y el comercio externo del arroz en Venezuela y Colombia durante los años
noventa.
146
EL PROBLEMA
Desde que se inició la aplicación del programa de ajuste estructural y de la política de
reforma comercial agrícola en Colombia y Venezuela, la producción de arroz y el
comercio externo han observado variaciones importantes y resultados divergentes en
ambos países. La producción en Colombia ha descendido y las importaciones se han
incrementado. En Venezuela creció la producción y se iniciaron exportaciones de arroz
hacia dicho país. Esta situación fue abordada por el gobierno colombiano a través de la
solicitud de autorización ante la CAN para instrumentar medidas de salvaguardia
agropecuaria y de comercio administrado a partir de 1995.
El examen de los fenómenos relacionados con la producción y el comercio del arroz
puede ser de interés para comprender, tanto los efectos iniciales de la política de
apertura como del inicio de procedimientos de negociación que no sólo involucran a los
gobiernos, sino también a los agentes del sector privado que participan en las cadenas
de producción de arroz en uno y otro país.
Dadas las disparidades que se presentan entre los países de la CAN, en el marco de la
apertura comercial es posible esperar la emergencia de intereses divergentes e, incluso,
de situaciones de conflicto entre los países y agentes que concurren a la importación y
exportación de productos específicos. Las cantidades que deben ser suplidas mediante
las importaciones pueden reflejar, por ejemplo, precios menos competitivos, una caída
de la producción nacional o la imposibilidad del sector productivo interno de cubrir
totalmente la necesidades de la demanda.
Por su parte, la exportación puede representar un excedente no comercializable en el
mercado interno del país exportador (por reducción de la demanda solvente, por
cambios en los gustos del consumidor, por aumentos en la producción). También puede
tratarse de productos que se substraen a los posibles consumidores del país para
colocarlos a disposición de otro, independientemente de que los consumidores
nacionales puedan o deseen adquirirlos (por el incentivo de mejores precios en el
mercado externo, por ejemplo).
En condiciones de apertura y libre mercado, el intercambio se resuelve por la vía de los
precios y de su competitividad. No obstante, en circunstancias como la de los países
andinos, en las que las actividades productivas aún se encuentran en proceso de
adaptación, el problema trasciende el hecho cuantitativo de aumentos o disminuciones
de la producción, la importación o la exportación. Por esta causa, la CAN admite otras
formas de negociación entre los gobiernos y agentes privados para promover el diálogo,
el conocimiento de mercados y la revisión conjunta de intereses que en algunos casos
pueden ser similares o complementarios y, en otros, divergentes. Entre éstas se
destacan instrumentos como la salvaguardia agropecuaria y el comercio administrado,
que se definirán más adelante.
147
PROPÓSITOS
En atención a los aspectos señalados, este trabajo está orientado a examinar la
evolución de la producción de arroz en Colombia desde el inicio de la apertura comercial
y las estrategias adoptadas por dicho país para regular el comercio con Venezuela ante
el crecimiento que se observó en las importaciones de arroz desde principios de la
década de los noventa. Con arreglo a lo planteado, los propósitos de este trabajo son:
1. Analizar la evolución reciente de la producción y el comercio externo del arroz entre
Colombia y Venezuela a partir de la aplicación, por ambos países, de políticas de
apertura y de reforma del sector agrícola.
2. Reflexionar acerca de la participación de los agentes vinculados a la producción en
negociaciones tendientes a armonizar las relaciones de comercio exterior en una
apertura económica, y de las normativas de comercio prevalecientes en la CAN.
Para abordar estos aspectos se emplean fuentes secundarias de información
provenientes de la Comunidad Andina (CAN) y de la Federación de Arroceros de
Colombia (FEDEARROZ). Los análisis se efectúan mediante la técnica de revisión de
discurso de actores del proceso productivo y se toman en cuenta, particularmente, las
exposiciones de la Federación de Arroceros de Colombia, FEDEARROZ. Como se verá,
la mayor parte de las citas corresponden a artículos de Rafael Hernández Lozano,
gerente de dicho organismo. Ello se debe a que la revisión se funda en artículos de la
revista Arroz, órgano divulgativo de FEDEARROZ, en la cual los temas referentes a la
producción, la comercialización interna e internacional y las políticas arroceras son casi
totalmente tratados por este representante de la Federación.
LA APERTURA Y LOS INSTRUMENTOS DE POLÍTICA COMERCIAL
VIGENTES EN LA COMUNIDAD ANDINA DE NACIONES (CAN)
Los programas de ajuste macroeconómico y las políticas de reforma comercial del sector
agrícola aplicados en Venezuela y Colombia desde 1989 tienen características similares.
Ambos se fundan en el abandono de principios de protección y subsidio y en la adopción
de una política de orientación neoliberal, tendiente a favorecer el libre mercado, la
promoción de exportaciones no tradicionales y la reducción de la participación del
Estado en la protección y el sostén de las actividades económicas.
Debido a su condición de miembros de la CAN, en estos países también están en
vigencia diversos instrumentos de política comercial que, en el caso de la agricultura,
forman parte de la Política Agropecuaria Común Andina (PACA). Entre éstos se
destacan la Salvaguardia Agropecuaria (Artículo 102 del Acuerdo de Cartagena), el
Sistema Andino de Sanidad Agropecuaria (Decisión 328), el Sistema Andino de Franjas
de Precios (Decisión 371), los derechos correctivos automáticos (Decisión 371), la
obligación de monetizar las donaciones de alimentos y el Sistema de Seguimiento de la
Política Sectorial Agropecuaria (CAN: 2000).
148
La apertura comercial se propone estimular el libre comercio. No obstante, la
importación y la exportación no sólo influyen en el volumen intercambiado, sino también
en los agentes y en las regiones que participan en las actividades productivas.
En los puntos que a continuación se desarrollan se describen, en primer lugar, los
cambios de la producción interna de arroz en Colombia y sus efectos sobre las
necesidades de importación de arroz a partir del inicio del programa de apertura
comercial (1989). Posteriormente se analiza la forma en que esta evolución influyó en la
adopción de medidas de protección (admitidas por la CAN) para regular el comercio
externo del arroz con Venezuela. Se trata específicamente de la aplicación por Colombia
de la medida de Salvaguardia Agropecuaria, basándose en los planteamientos del
Artículo 102 del Acuerdo de Cartagena, así como de Medidas de Visto Bueno y de
Comercio Administrado. La última parte de esta reflexión está dedicada a analizar la
participación de los agentes de la producción en estas negociaciones.
LA APERTURA Y LA PRODUCCIÓN DE ARROZ EN COLOMBIA
Desde la aplicación de los programas de apertura en Colombia, la producción y el área
sembrada de diversos renglones agrícolas, especialmente de cultivos anuales, se redujo
severamente. Según los datos del Ministerio de Agricultura de dicho país, entre 1990 y
1998, el área sembrada de algunos rubros como el algodón, el maíz y la soya se
contrajo en más de un 60% (Gutiérrez, 1999).
En las importaciones también se observó un incremento significativo. La importación de
maíz, por ejemplo, pasó de 8,1 mil ton. en 1991 a 1.898,6 mil ton. en 1998; la de trigo se
duplicó al pasar de 646 a 1.603,8 mil ton. para los mismos años; y la de soya, que se
ubicaba en 18 mil ton. en 1991, ascendió a 150,9 mil ton. en 1998 (DNP-UDA, citado por
Gutiérrez, 1999).
En el caso del arroz, la superficie sembrada y la producción no sufrieron caídas tan
violentas, más no por ello el caso se percibía como menos grave. Según las estadísticas
de la F.A.O., la producción de arroz en Colombia se situó en 2.116.601 ton. en 1990.
Durante la primera mitad de los años noventa, ésta descendió hasta alcanzar su punto
más bajo en 1993, con 1.590.062 ton., lo que implicó una contracción de la producción
de 516 mil ton. en sólo tres años (Cuadro 1).
Aunque la disminución de la producción entre los años comparados equivale al 24%, el
descenso fue menos significativo que en el caso de otros renglones. Ello se debió,
probablemente, al empleo de algunas medidas de protección que han implicado una
apertura más gradual con respecto a otros cultivos.
El primer conjunto de medidas (incentivos, financiamiento, medidas de concertación)
actúa sobre variables intrínsecas a la cadena del arroz. El incentivo al almacenamiento,
introducido a partir de 1996, es un subsidio en la forma de pagos otorgados por el
Estado directamente a los particulares, los cubren los costos financieros para extraer del
149
mercado los excesos de oferta y favorecer el almacenamiento, con el propósito de
regular el flujo de inventarios a lo largo del año.
Este subsidio, que sigue vigente, tiene por objeto eliminar los efectos de la
estacionalidad de la cosecha sobre los precios y permite compensar a los industriales
«por retener el arroz hasta por cuatro meses» (Hernández, 1996). El incentivo comenzó
a instrumentarse a través del Instituto de Mercadeo Agropecuario, IDEMA, cuya
privatización estaba prevista.
El IDEMA, institución pública encargada de «absorber las cosechas, guardar excedentes
en las épocas de alta producción y sacarlas del mercado en las épocas de baja
cosecha» (Hernández, 1999), debía garantizar no sólo el almacenaje del producto, sino
también la estabilización de los precios. Sin embargo, la estacionalidad de éstos,
caracterizada por la caída de los precios pagados al productor en los períodos de alta
cosecha, no había sido controlada por el IDEMA. Según Hernández (1996), el incentivo
al almacenamiento influyó positivamente en los precios y logró regular la estacionalidad
de los mismos.
En cuanto se refiere al financiamiento, desde la aplicación de las políticas de apertura
los productores colombianos siguieron contando con alternativas de crédito oficial
provenientes del Fondo para el Financiamiento Agropecuario, FINAGRO. La actuación
del organismo permite a los productores contar con esta fuente de acceso al capital y
lograr acuerdos en cuanto al manejo de créditos (montos, plazos de vencimiento) a
través de la Federación Nacional de Arroceros (FEDEARROZ).
También se creó en 1996 el Comité de Seguimiento a la Producción, la Importación y y
el Consumo (CSPIC) y, más tarde, un acuerdo por declaración de voluntades suscrito el
20 de agosto de 1997 para fortalecer las ventajas competitivas de la cadena productiva
del arroz en 1976. 1
MEDIDAS DE POLÍTICA APLICADAS POR COLOMBIA PARA REGULAR EL
COMERCIO EXTERNO DE ARROZ CON VENEZUELA: SALVAGUARDIA
AGROPECUARIA Y COMERCIO ADMINISTRADO
Las medidas establecidas por el Estado colombiano para actuar sobre algunos factores
internos a la cadena, no fueron suficientes para evitar la reducción de la producción
nacional y el incremento de las importaciones.
De acuerdo a la opinión de Rafael Hernández, gerente de FEDEARROZ, a la caída de la
rentabilidad del cultivo entre 1990 y 1994 se añadían problemas relacionados con la tasa
de cambio y las posibilidades competitivas de arroz importado. En sus palabras, «el
proceso de apreciación del peso ocurrido a partir de 1991 elevó el precio relativo del
arroz nacional expresado en dólares, restándole competitividad frente a países
competidores como Venezuela, Ecuador y los Estados Unidos» (Hernández, 1996), lo
que encarecía el producto nacional frente al importado. En estas circunstancias, la caída
150
de la producción nacional se reemplazó parcialmente mediante la importación (cuadro
1). En 1990, ésta se situaba en 51.878 ton., pero entre 1991 y 1993 ascendió a cerca de
100 mil ton. por año. En 1994, el volumen de la importación se triplicó al ubicarse en
355.652 ton.
Ante la evolución del comercio exterior en los años 1990-1994, el Gobierno y los agentes
de producción de la cadena de arroz de Colombia solicitaron la aplicación de algunas
instrumentos legales admitidos por la CAN para normar las relaciones de comercio
externo en el marco de la apertura. Particularmente se trata de las medidas de
Salvaguardia Agropecuaria y de Comercio Administrado, introducidas para la regulación
del comercio externo del arroz con Venezuela.
Como se ha indicado antes, en el proceso de apertura la CAN admite algunos
mecanismos de protección como el sistema de franjas de precios, que permite
estabilizar el costo de importación de un conjunto de productos agropecuarios en el
comercio con terceros, la Salvaguardia Agropecuaria y el Comercio Administrado. La
Salvaguardia Agropecuaria es definida como,
« ... un instrumento que permite (sobre una base temporal), la suspensión,
modificación o retiro de una obligación o concesión relacionada con un producto
específico dentro del Programa de Liberación de los Países Andinos. Se aplica
en los casos en los que el cumplimiento del programa de liberación del acuerdo
causa o amenaza con causar perjuicios graves a la economía de un país
miembro o a un sector significativo de su actividad económica. Frente a esto,
previa autorización de la Secretaría General, el país afectado podrá aplicar
medidas correctivas de carácter transitorio y en forma no discriminatoria» (CAN,
1999).
En cuanto al Comercio Administrado, se trata de un procedimiento que «trata de ordenar
el flujo de productos entre dos países de común acuerdo con todos los interesados en la
actividad y con el aval de los respectivos gobiernos» (Caro y Van Kesteren, 1998: 7) Las
posibilidades de restricción al libre comercio de bienes específicos en el marco mayor de
las políticas de apertura no es anormal, dado que se trata de un proceso iniciado, pero
que no implica la existencia de condiciones igualitarias entre los países. La apertura
constituye una etapa preliminar para la conformación futura de un Mercado Común. Tal
como señala la CAN:
« Todo proceso de integración pasa por diferentes etapas que se diferencian
entre sí por el grado de profundidad de los compromisos que asumen sus países
miembros. En una zona de libre comercio (considerada como la primera etapa),
el único compromiso es la apertura recíproca de los mercados nacionales que se
consigue eliminando aranceles y restricciones al comercio; en una unión
aduanera, a la apertura interna se añade la adopción de un arancel externo para
importaciones provenientes de los no socios; y en un mercado común se agrega
la libre movilidad de personas y de capitales» (CAN, 1999)
151
En el caso del comercio de arroz entre Colombia y Venezuela, las relaciones se
modificaron desde mayo de 1995, fecha a partir de la cual «el Gobierno colombiano
aplica la Salvaguardia Agropecuaria contemplada en el artículo 102 del Acuerdo de
Cartagena a las importaciones de arroz procedentes de Venezuela mediante un
mecanismo de vistos buenos a las importaciones de dicho producto» (Caro y Van
Kesteren, 1998: 7).
En mayo de 1997, esta medida se prorrogó hasta el 31 de enero de 1998 (Decreto
1414). En esta fecha se firmó un Acuerdo de Comercio Administrado (que aún sigue
vigente en 1999), para regular el volumen máximo de importaciones admisibles de este
cereal y el período de ingreso de las mismas. Tomando en cuenta las importaciones
históricas entre 1990 y 1994, se fijó «...un contingente de arroz paddy seco, o su
equivalente en arroz blanco o partido, que puede ingresar entre el primero de febrero y
el 31 de mayo, período que coincide con los menores niveles de oferta en el mercado
colombiano (Caro y Van Kesteren, 1998:7). A continuación se analizan algunas de las
posibles causas que podrían explicar estas medidas.
Ante la tendencia regresiva que comenzaba a mostrar la producción colombiana y el
aumento de las importaciones en la primera mitad de los años noventa, es interesante
hacer algunas acotaciones acerca de la importancia del cultivo en términos geográficos,
sociales e, incluso, de seguridad.
En Colombia, el cultivo del arroz se encuentra presente en numerosos departamentos.
«En la Costa se da en las tierras húmedas de Bolívar, Córdoba, César, Magdalena,
Sucre y Atlántico. En el Alto Magdalena se encuentra en el Tolima y el Huila. En la parte
oriental se halla en los departamentos Meta, Caquetá y Putumayo, así como en el valle
de Antioquia, Cauca y Risaralda» (Caro y Van Kesteren, 1998). Esta distribución
geográfica dispersa favorece el poblamiento y la extensión en el espacio de las
actividades productivas y económicas relacionadas con el rubro.
Según los mismos autores, los sistemas de producción dominantes son tres: arroz
mecanizado de riego (75% de la producción), arroz de secano mecanizado (24%) y arroz
de secano manual (4% de la producción total) (Caro y Van Kesteren, 1998). A pesar del
dominio del sistema de producción mecanizado de riego, este cultivo es reconocido
como importante generador de empleo no sólo en faenas de campo, sino también de
manejo de cosechas. En este particular, por ejemplo, «Colombia, por razones de política
de empleo de tiempo atrás, patrocinó la recolección a granel de arroz en empaques de
fique» (Hernández, 1996: 36).
Tanto por su distribución geográfica como por sus posibilidades de empleo, este cultivo,
como otros que presentan una amplia ocupación territorial, cobra importancia
estratégica. Como señala Gutiérrez (1999), mantener cultivos legales rentables es vital
para hacer frente a los conflictos que asolan el campo colombiano. No obstante, algunas
áreas han sido afectadas por los problemas de violencia, lo que ha provocado en
algunos casos el abandono de fincas y, en otros, presiones sobre el precio de la tierra,
cuyos valores de alquiler se han incrementado y pesan sobre los costos de producción.
152
El arroz es el cereal de mayor consumo en el país, especialmente en los grupos de
menor ingreso. No obstante, la tendencia del consumo es decreciente. En los años
ochenta, éste se situó en un promedio de 63 kg./per capita/año. En los primeros años de
la década de los noventa el consumo descendió a 50 kg., y a finales de dicho período se
estimaba en 43 kg./ per capita/ año.
Frente a los cambios de la producción colombiana, el decrecimiento de la producción
entre 1990 y 1993 y el inicio de importaciones, es comprensible que se hayan buscado
nuevos mecanismos de protección ante la apertura y los cambios del comercio externo.
La regulación del período de admisión de las importaciones tiene por objeto evitar
situaciones de sobreoferta si el arroz importado ingresara en cualquier época del año. El
volumen máximo de importación procedente de Venezuela tiene como principal función
impedir la competencia del producto importado frente a la producción nacional. Sin
embargo, pueden hacerse algunas acotaciones a ambas medidas.
En primer lugar, la restricción a las importaciones procedentes de Venezuela parece
haber tenido efectos sobre la disponibilidad durante el año 1995, pero en los años
siguientes las importaciones siguieron aumentando hasta alcanzar su punto máximo en
1998, con un volumen total de 449 mil ton. (Cuadro 1). Como se observa, la medida
aplicada a Venezuela no impidió el ascenso de las importaciones, pues en Colombia la
recuperación de la producción interna seguía siendo lenta y la demanda externa
continuaba así su ritmo creciente.
Las importaciones se obtuvieron de Estados Unidos, Guyana, Venezuela y Ecuador.
Este último país, también miembro de la CAN, puso su producto en Colombia sin que se
instrumentaran medidas de Salvaguardia Agropecuaria ni de Comercio Administrado,
como en el caso de Venezuela, lo que deja entrever que, al menos entre 1995 y 1998,
hubo un tratamiento que podría ser calificado como discriminatorio frente a Venezuela.
Se entiende que al inicio del proceso Venezuela aparecía como competidor, dado el
comienzo de exportaciones y las posibilidades de flujos de comercio por vía terrestre
desde éste país. También aparecieron señales de contrabando que el gobierno
colombiano se propuso evitar mediante programas de control iniciados en 1997. En la
práctica, el flujo de exportaciones enviadas desde Venezuela era reducido frente a la
producción total de Colombia (Cuadro 1), pero podía incrementarse en el futuro.
Aunque, como se ha señalado, las medidas tomadas por Colombia para regular el
comercio externo de arroz con Venezuela no impidieron el ascenso de las importaciones
(Gráfico 1), la medida de Salvaguardia siguió vigente. A partir de 1997, con la
intervención del Comité de Seguimiento a la Producción, las Importaciones y el
Consumo2, esta medida se prorrogó hasta 1998 y se mantuvo durante el año 1999.
Después de 1996, las importaciones desde Ecuador también comenzaron a
incrementarse, pero Colombia no aplicó a dicho país el mismo tratamiento y no se
instrumentaron medidas de Salvaguardia ni de Comercio Administrado. Esto ocurrió a
pesar de que Ecuador produce mayores volúmenes de arroz que Venezuela
153
En la práctica, las importaciones entre 1996 y 1998 provinieron fundamentalmente de
otros países. Ello pudo ocurrir como consecuencia de una reducción de la competitividad
del precio del arroz de Venezuela. No obstante, si el producto hubiese contado con
precios relativos competitivos, su ingreso a Colombia habría sido impedido por causa de
las medidas vigentes.
IMPORTANCIA DE LAS EXPORTACIONES DE ARROZ DE VENEZUELA
HACIA COLOMBIA
El inicio de exportaciones de arroz hacia Colombia constituyó para el sector arrocero
venezolano una nueva expectativa para la producción nacional. Ello se debió, por una
parte, a las posibilidades de ampliación de la oferta ante la ventajas del precio relativo
del producto y, por otra, al bajo nivel y a la escasa movilidad del consumo per capita del
arroz (13 kg./per capita/año, en promedio), frente al de otros cereales como el maíz y el
trigo (entre 37 y 39 kg./per capita/año, en promedio) (Instituto Nacional de Nutrición Universidad de Los Andes, 1997).
Como en el caso de Colombia, los productores venezolanos también enfrentaron una
política de apertura tipo shock que provocó cambios inmediatos en los costos de
producción. Estos se vieron afectados a su vez por un proceso inflacionario que se ha
agudizado a lo largo de la década. De acuerdo a las estadísticas del Ministerio de
Agricultura y Cría (MAC, 1999), la mayor parte de los cultivos anuales tuvieron, como en
Colombia, una tendencia regresiva. La producción de maíz pasó de 1.002.485 ton. en
1989 a 983.121 ton. en 1998. La de sorgo, que en 1988 se ubicaba en 819.838 ton.,
descendió a 595.204 ton en 1989 y a 448.871 ton. en 1998. La producción de todas las
oleaginosas anuales también cayó drásticamente. A diferencia de lo ocurrido en estos
renglones, la producción de arroz se duplicó, al pasar de 313.155 ton. en 1989 a
699.368 ton. en 1998.
Algunas medidas aplicadas a nivel de la cadena parecen haber influido sobre este
resultado. La modificación de los precios pagados a los productores e industriales y el
mantenimiento de una rentabilidad positiva no sólo permitió mantener el producto, sino
aumentar su producción de manera significativa entre 1989 y 1997. La presencia
transitoria del arroz entre los alimentos contemplados en programas sociales, la caída de
la rentabilidad en otros cultivos y la existencia de alternativas de exportación hacia
Colombia son variables que también influyeron en este comportamiento.
Al mismo tiempo, los precios relativos del arroz de Venezuela en el mercado
internacional se mantuvieron dentro de niveles competitivos, iniciándose las
exportaciones hacia Colombia en 1992 (Cuadro 2).
En 1993, Venezuela fue acusada de prácticas de dumping, debido a que este país
realizó importaciones y se adujo que se trataba de un contingente a trasladar al territorio
de Colombia. Hay dos posibles explicaciones a esta importación. Una, es que
efectivamente haya habido una práctica de dumping. La otra, que se haya tratado de
una estrategia del sector industrial para asegurar el mantenimiento de la disponibilidad
interna. En este sentido, como se observa en el Cuadro 2, la producción nacional se
154
redujo en cerca de 30 mil ton. entre 1991 y 1994 y, al mismo tiempo, la exportación
hacia Colombia subió de 50 mil ton. en 1992 a 81 mil ton. en 1993 y en 1994 se situó en
75 mil ton. La suma del volumen equivalente a la reducción de la producción (30 mil ton.)
entre 1991 y 1994 y el de la exportación de 1994 (75 mil ton.) totaliza 103 mil ton.
Probablemente, el sector industrial consideró necesario importar esta cantidad para
compensar la reducción de la disponibilidad interna.
Vale la pena acotar que en los primeros años de exportación hacia Colombia, los
productores e industriales que tradicionalmente operaban en el sector no estuvieron muy
involucrados en el proceso, sino algunas empresas de comercialización que aparecieron
en ese momento, abriendo sedes en Guárico, Portuguesa y Zulia para la adquisición del
producto y su exportación hacia Colombia.
En trabajos de campo realizados por la autora hacia las regiones productoras en 1995,
se verificó la presencia de estas empresas y la dinámica rápida que tomaba esta forma
de comercio en manos de agentes de reciente inserción en la cadena.
A pesar de las particularidades del comercio externo de Venezuela, las decisiones de
aplicación de medidas de Salvaguardia Agropecuaria y de Comercio Administrado
parecen haber estado relacionadas con la progresión de las respectivas producciones
internas y del comercio entre ambos países. Ello se deduce de las declaraciones y
artículos publicados en la revista de la Federación de Arroceros de Colombia, en la que
el tema recurrente fue la producción colombiana y las necesidades de aplicar medidas
de comercio administrado para regular las cantidades y épocas de la importación y no, el
de posibles prácticas de dumping.
Las restricciones a la exportación de Venezuela no modificaron el incremento de las
importaciones de Colombia; sin embargo, la existencia de tales medidas (y
especialmente la reducción de las exportaciones desde 1993), tuvieron incidencia en
Venezuela, donde el efecto combinado de la expectativa de la importación y la
estabilidad del consumo interno crearon condiciones de sobreoferta. A ello se agregaron
más tarde otros problemas como la pérdida de rentabilidad interna y el incremento de los
precios relativos del producto con respecto a los precios externos. Ante los problemas
que afronta la producción de este renglón en ambos países, el logro de entendimientos
binacionales sigue siendo vital.
PARTICIPACIÓN DE LOS AGENTES DE LA PRODUCCIÓN EN LAS
NEGOCIACIONES DE COMERCIO EXTERNO
Aunque los aspectos comentados dejan entrever una cierta minusvalía de Venezuela
frente a las decisiones de Colombia, la aplicación de las medidas de Salvaguardia
Agropecuaria y especialmente las acciones de Comercio Administrado incorporaron un
nuevo elemento de negociación que debe ser valorado como instrumento de
armonización de relaciones entre agentes productivos de países miembros de la CAN.
En este particular, uno de los aspectos positivos de la experiencia vivida a lo largo de la
década de los años noventa del siglo XX es que la aplicación de estas medidas implicó
155
no sólo la participación de los representantes gubernamentales, sino también de los
agentes productivos de la cadena en ambos países.
Diversos han sido los encuentros binacionales que han permitido a los productores,
industriales y comerciantes conocer no sólo las alternativas de negociación, sino
también la situaciones internas y la forma en la que pueden armonizarse relaciones de
comercio.
En el caso del Comercio Administrado, por ejemplo, los gremios arroceros de Colombia
y Venezuela se reunieron por primera vez en 1997 con el fin de organizar el flujo del
producto. De acuerdo a los representantes gremiales: « en esta primera reunión quedó
clara la voluntad de los industriales y productores de los dos países de reactivar el
comercio, y los colombianos esperamos que Venezuela tenga la primera opción para
cubrir cualquier déficit que se presente en el mercado nacional « (Revista Arroz, 1997).
Aunque las importaciones que siguieron durante la segunda década de los años noventa
provinieron más bien de otros países, esta manifestación de voluntad y el acercamiento
mismo de los actores da origen a nuevas pautas de entendimiento frente a las
realidades productivas de uno y otro país.
La experiencia de las relaciones entre agentes y gobiernos debe ser aprovechada en el
futuro. La permanencia de las importaciones y las alternativas de diálogo entre Colombia
y Venezuela deberían emplearse como base para discutir nuevamente aspectos
relacionados con las medidas vigentes de Salvaguardia Agropecuaria y de Comercio
Administrado. Esta revisión encaja dentro de los lineamientos de la Política Agropecuaria
Común Andina (PACA), donde «... el tema de Salvaguardia se está tratando de
reglamentar, mediante la eliminación de los artículos 102 y 103 del Acuerdo de
Cartagena, y se han establecido las normas para la adopción de medidas de
salvaguardia a las importaciones provenientes de países no miembros de la Comunidad
Andina de Naciones mediante Decisión 452» (CAN, 1999).
La PACA continúa planteando igualmente que la consolidación del mercado subregional
agropecuario debe fundamentarse en la coordinación y armonización de las políticas
«...mediante el diálogo directo, la transparencia y el cumplimiento de la normativa
comunitaria, antes que la aplicación de los dispositivos que interrumpen la relación
subregional...(CAN, 1999).
En el caso específico del arroz, la CAN adoptó en mayo de 1999 la decisión 455, que
establece las bases de la estrategia para la consolidación del mercado ampliado
subregional y el mejoramiento de la competitividad de la cadena del arroz en la
Comunidad Andina. Independientemente de los cambios que puedan ocurrir alrededor
de las medidas de Salvaguardia, la experiencia abierta en torno al diálogo puede ser de
gran utilidad para moderar los efectos perniciosos que podría tener la apertura sobre los
sectores productivos del arroz en Colombia y Venezuela.
.…………..
156
1 En este acuerdo, denominado Acuerdo Marco para la Competitividad de la Cadena del Arroz,
participan el gobierno nacional y representantes de la Federación Nacional de Arroceros
(FEDEARROZ), la Federación de Industriales del Arroz (INDUARROZ), la Asociación Nacional de
Molineros de Arroz (MOLIARROZ), la Asociación Colombiana de Productores de Semillas
(ACOSEMILLAS) (Revista Arroz, Documento editorial, 1998).
2 Este comité esta conformado por : FEDEARROZ, INDUARROZ, MOLIARROZ, el Ministerio de
Comercio Exterior, el Ministerio de Hacienda y el Ministerio de Agricultura y Cría de Colombia.
……………..
CONCLUSIONES
La importancia del arroz en Colombia en términos sociales y productivos deja clara la
trascendencia que tiene para dicho país el mantenimiento y la recuperación de la
producción nacional. Las áreas y agentes involucrados, el acervo técnico acumulado y
las actividades de investigación que han acompañado el desarrollo del cultivo, no deben
sucumbir en manos de la situación de libre mercado. Al mismo tiempo, en Venezuela, el
sector productivo ha dado muestras de positivo dinamismo no sólo para cubrir la
demanda nacional, sino también para atender alternativas de comercio externo. De
modo que el logro de entendimientos binacionales alrededor del comercio de este
producto es vital para ambos países.
En este contexto de apertura económica aún condicionada, la participación de los
agentes de la producción, particularmente de los organismos gremiales de los sectores
agrícolas e industrial de ambos países, es fundamental para la búsqueda de
mecanismos que permitan conciliar intereses y orientar las negociaciones. Se trata de
explorar y conocer las tendencias de los precios marcadores y de las producciones
nacionales y de negociar las posibilidades de importación/exportación sin crear
situaciones de competencia que pongan al país demandante en condiciones de
sobreoferta estacional. Pero se trata también de reforzar vínculos binacionales alrededor
de este renglón sin detrimento de las posibilidades comerciales de nuestros países en
favor de terceros.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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———— (1997). "Gremio arrocero de Colombia y Venezuela buscan acuerdo". Arroz,
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47 (417), pp. 22-23.
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may-jun. 47 (414), pp. 24-26.
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países andinos. Lima: IICA. Centro Regional Andino, 21 p.
157
Comunidad Andina de Naciones (CAN) (1999). Quiénes somos. CAN: Secretaría
Técnica, http // www.comunidadandina.org.
Gutiérrez, N. (1997). "Importaciones de arroz 1997-vs. Precios". Arroz, mar-abr. 46
(407), pp. 54- 55.
Hernández, R. (1996), "¿Por qué debemos proteger al sector arrocero colombiano?"
Arroz, nov-dic. 45 (405), pp. 18-23.
Instituto Nacional de Nutrición-Universidad de Los Andes (1997). Hojas de Balance de
Alimentos. Caracas: INN-ULA.
———————— (1999). "El sector arrocero dentro de la perspectiva agrícola
colombiana". Arroz, enefeb., vol 48 (418), pp. 4-10.
Ministerio de Agricultura y Cría (1999). Venezuela MAC, Dirección de Estadística e
Informática. Caracas.
158
PARTICIPACIÓN DE LOS SINDICATOS EN LA INTEGRACIÓN COLOMBOVENEZOLANA A PARTIR DE 1992
Marleny Bustamante de Pernía
INTRODUCCIÓN
La participación de los sindicatos en los procesos de integración en el continente desde
comienzos de los noventa muestra un proceso de adaptación y transición propio del
reacomodo que se produce en el continente con la aceptación del neoliberalismo y de la
integración abierta. Por una parte, en el ámbito internacional se observa una creciente
articulación y organización que se evidencia en una mayor participación de las
internacionales sindicales en asuntos relacionados con la integración y la globalización y
en la adopción y seguimiento de las decisiones y acciones emanadas de éstas por las
confederaciones nacionales. Por otra parte, en el ámbito nacional se observa la pérdida
de negociación asociada a la disminución de la tasa de sindicalización y a la
fragmentación que afecta negativamente la unidad de respuesta ante los empresarios.
Pero también en su capacidad de adaptación, manifestada en la adopción de acciones
globales para incorporar a nuevos sectores de la sociedad civil y algunas estrategias
internacionales al ámbito nacional.
Los cambios globales que se viven en Latinoamérica en general afectan de manera
particular el comportamiento de los sindicatos en Colombia y Venezuela. Además de los
problemas propios de la transición y cambio hacia una economía de mercado éstos
confrontan otros, como la violencia y la guerrilla, que dan un matiz especial a la
participación de los sindicatos en el proceso de integración y apertura iniciado en 1992
entre Colombia y Venezuela con el Area de Libre Comercio y la consecuente unión
aduanera (en funcionamiento desde 1995), que da cumplimiento a la voluntad expresada
en las Declaraciones de Galápagos y Ureña de 1989 y en el Acta de La Paz de 1990
(Gutiérrez:1998:58-60).
El objeto principal de este artículo es caracterizar el proceso de cambios que se están
produciendo en el sindicalismo a raíz de las transformaciones globales generadas por la
integración para derivar conclusiones sobre los sindicatos en la integración
colombovenezolana. También se busca revisar y comparar la realidad de los sindicatos
en Colombia y Venezuela en cuanto a sus logros, poder de discusión y convocatoria y
beneficios a los trabajadores y su posición ante los ajustes que se adelantan para
establecer la economía de mercado.
El trabajo está dividido en cuatro partes: 1) Se revisa la pertinencia del tema en la
división internacional del trabajo; 2) Se ubica en contexto la participación sindical en la
integración andina y colombo-venezolana desde 1992; 3) Se revisa la incidencia de las
afiliaciones regionales e internacionales en los sindicatos nacionales y las acciones de
los sindicatos en la integración andina; y 4) Se compara la realidad de los sindicatos en
Colombia y Venezuela.
159
Finalmente, en las conclusiones se discute la articulación de los escenarios nacional e
internacional y las adaptaciones que empiezan a realizar los sindicatos para seguir
participando en la recomposición de la división internacional del trabajo.
LOS SINDICATOS EN LA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO
Glenn Adler (1997: 117-143), en su artículo sobre la reestructuración global y el trabajo
en el caso del sindicalismo obrero en Sudáfrica, plantea que la literatura tradicional
tiende a ignorar el papel del movimiento obrero como actor significativo en la División
Internacional del Trabajo (DIT). Esta limitación se debe a la formulación teórica de la DIT
como concepto, entendido fundamentalmente como un proceso económico y técnico
antes que como una interrelación social conflictual o de creacióndevínculos
desolidaridad. Por tanto, la DIT no considera elp apel que ejerce la sociedad civil y los
sindicatos en particular, en los movimientos que resultan del proceso de industrialización
o de los cambios que se desarrollan en la sociedad capitalista.
Contrariamente, Adler plantea que la DIT es un proceso creativo marcado por relaciones
sociales de desigualdad entre el capital y el trabajo. De esta forma, los sindicatos son
capaces de una acción colectiva consciente y pueden ser causa de un cambio
estructural antes que sólo afectados por éste. Este planteamiento encuentra justificación
en el análisis teórico. Para Marx, el modo capitalista de producción es un proceso que
genera su propia oposición. La división del trabajo está compuesta por relaciones
sociales entre clases contradictorias. El avance del modo capitalista de producción crea
la clase trabajadora revolucionaria que lo llevará a su caída y destrucción. La esencia del
planteamiento es que la DIT capitalista crea nuevas formas de solidaridad entre los
sujetos de la dominación y tal solidaridad puede ser la base para importantes acciones
colectivas.
Desde otra perspectiva, aunque Weber (1930:182) no percibió la división del trabajo
como separación capaz de generar espontáneamente una acción colectiva de clases,
veía que la «acción comunal» podría convertirse en interés de clase cuando los cambios
en el estilo de vida de los propietarios y los trabajadores dejaran de ser vistos como
resultado del orden natural y se consideraran como resultado de la estructura del orden
económico (Gerth and Mills, 1946: 184).
Durkheim veía la división del trabajo como una característica particular de la sociedad
moderna que podría producir conflictos entre los trabajadores cuando la distribución de
las tareas no se correspondiera con la distribución natural de los talentos. No obstante,
en otros casos, la interdependencia creada entre los trabajadores durante la realización
de sus tareas tendería a crear la solidaridad necesaria para articular las diversas partes
funcionales en un todo. En particular, la división del trabajo se consideraba como la base
de organizaciones colectivas nuevas, locales, nacionales o internacionales que
generarían normas y reglas conducentes a la superación de los deseos humanos
particulares.
160
En síntesis, para estos teóricos, la división del trabajo no sólo era fuente de conflicto,
división y antagonismo en la sociedad moderna, sino también fundamento a partir del
cual emergen nuevas formas de solidaridad que vinculan a los trabajadores en manera
significativa y poderosa. Para cada uno de ellos, la división del trabajo interesaba como
un proceso esencialmente social, compuesto de relaciones complejas y contradictorias
entre individuos y grupos. No era un proceso técnico o económico, ni solamente
nacional, sino que también planteaban la posibilidad de la generación de organizaciones
colectivas y solidarias en el escenario internacional.
Los sindicatos son, entonces, junto con otras organizaciones, el puente entre los campos
económico y político, entre la producción y el consumo, y desempeñan funciones vitales
en sectores críticos de la sociedad. Representan sectores considerados seriamente por
los estados y generalmente se encuentran en el centro de los esfuerzos nacionales para
desarrollar sus países, bien sea como aliados o como antagonistas, como objeto de
cooptación y/o de represión.
A pesar del potencial teórico de movilización y de acción colectiva de los sindicatos y del
activismo mostrado recientemente en Brasil o México (Rech:1998; Bayón:1998), en
Latinoamérica no cuentan con una tradición militante que permita ubicarlos como actores
capaces de producir cambios en los procesos productivos o en los intentos de desarrollo
que los gobiernos adelantan. Se han visto más como actores pasivos que reaccionan
ante los cambios. En este sentido, sus recientes posiciones respecto a la integración,
aunque tímidas, reflejan la toma de consciencia de la importancia de la acción colectiva
y de la movilización internacional.
CONTEXTO DE LA PARTICIPACIÓN SINDICAL EN LA INTEGRACIÓN
COLOMBO-VENEZOLANA DESDE 1992
La participación sindical en la integración colombo-venezolana se desarrolla en un
ambiente favorable hacia la integración binacional surgida entre estos dos países a partir
de 1989, cuando los presidentes Virgilio Barco, de Colombia, y Carlos Andrés Pérez, de
Venezuela, iniciaron un esquema bilateral desconocido hasta entonces, con la firma de
a Declaración de Ureña. Hasta ese momento, el centro de las preocupaciones y
relaciones entre los dos países giraba alrededor de lo limítrofe (Cardozo: 1992). Esta
voluntad política es trasladada a la CAN, desde donde emana el Acta de Barahona,
firmada en diciembre de 1991, mediante la cual se estableció una zona de libre comercio
a partir de enero de 1992 entre Bolivia, Colombia y Venezuela. Más adelante, en la CAN
se estableció el Arancel Externo Común para dar vigencia a la Unión Aduanera a partir
de 1995.
Este ambiente de distensión y aproximación entre los dos países produjo cambios
económicos manifestados en aumento del comercio e intercambio bilateral (Grupo
Gerente: Abril 1996; Secretaría CAN: 1998) con consecuencias sociales en cuanto a
empleo y protección social que no se han determinado aún. Tales consecuencias han
podido pasar desapercibidas por lo difícil que resulta separar los efectos sociales de la
integración binacional de los que son producto de las políticas de ajuste, apertura y de la
161
adopción de políticas de corte neoliberal en ambos países simultáneamente. En
definitiva, a la globalización y a las políticas neoliberales se les ha dedicado mayor
atención y es tarea ardua evaluar los efectos particulares, especialmente porque no se
produjo opinión al respecto, excepto por las acciones que adelantaron los gremios de
transporte pesado en Venezuela al sentir que la libre circulación de carga afectaba su
fuente de ingresos. Sin embargo, tales acciones no se relacionan con el interés de este
papel, ya que los transportistas se movilizaron inicialmente sin la participación de los
sectores sindicales.
Como entre los transportistas predomina el empresario-trabajador, que detenta la
propiedad sobre su unidad, se puede calificar más como una protesta de empresarios.
Los efectos de los cambios económicos globales sobre los sindicatos en la región han
sido presentados como un proceso que ha pasado por una etapa de «shock» que
oprime a los trabajadores y sindicatos para luego superar el abandono del Estado de
Bienestar, característico de la etapa de sustitución de importaciones y aceptar las
políticas neoliberales. Así, en la primera etapa del proceso se señaló que...
«...el marco de referencia sindical ha cambiado, mientras que los sindicatos han
permanecido programáticamente e ideológicamente estáticos. En el mejor de los
casos percibieron los cambios en la economía, la sociedad, los valores
socioculturales y los procesos internos de las empresas, pero sin sacar
conclusiones para la estructura sindical interna, los programas, las
formasdeacción, etc.(Wachendorfer: 1995, tomado de Ensigna:1995, 60)
Se pensaba además que el sindicalismo tenía un papel defensivo y estaba siendo
derrotado por las culturas conservadoras y las políticas de ajuste y de desregulación. En
el centro del debate estaba la capacidad de los sindicatos para responder
colectivamente por los trabajadores y discutir las relaciones laborales ante un discurso
que planteaba que los derechos sociales, especialmente los expresados en legislaciones
laborales, «son producto de la imposición arbitraria de los menos eficaces contra los
más productivos, y no protege realmente a los trabajadores, en tanto que considera[ban]
que la mejor protección para el trabajador es la autotutela, ya que nadie puede ser mejor
que el propio individuo para contratar las condiciones de trabajo que él está dispuesto a
desarrollar» (Jaua: 1997, 96). Se veía a los sindicatos como órganos que, además de su
creciente burocratización, se mostraban incapaces de dar respuesta a los cambios en el
mercado de trabajo, al aumento del desempleo, a la disminución del salario real, al
cambio tecnológico, a la creciente participación de jóvenes y mujeres en el mercado
laboral y a la informalización urbana y rural, entre otros. Sin embargo, en Colombia y
Venezuela (como se verá más adelante), los sindicatos han empezado a asumir
posiciones activas que muestran intentos de superar la crisis iniciada en los los ochenta.
«Al igual que el capitalismo, el movimiento obrero parece tener una considerable
habilidad para regenerarse y transformarse, adaptándose a nuevas situaciones y
cambiando formas y estrategias para sobrevivir y luchar al otro día.» (Munck: 1998, 68)
Entre las nuevas actitudes que asume el sindicalismo se encuentra una estrategia más
amplia en la cual no sólo se considera la lógica productivista, sino que se vincula a
nuevas identidades políticas democráticas enfatizando la autonomía respecto a la
162
política partidaria, pero, sobre todo, sus vínculos con la sociedad civil. En general, se
observa una desviación de la orientación desde el Estado hacia la sociedad civil y se
asume la defensa de principios básicos generales como los derechos humanos, la
protección del trabajo infantil, defensa de la vida, combate de la discriminación por
razones de sexo u orientación sexual, además de la preocupación sobre asuntos
sociales más generales.
Los sindicatos han exigido una mayor participación en los procesos de toma de
decisiones de los organismos de integración regional y subregional, y han asumido como
instrumento de lucha la incorporación de «cláusulas sociales» al firmarse acuerdos de
libre comercio como el Tratado de Libre Comercio del Norte o al renovarse y modificarse
acuerdos de integración. También se han dedicado a la incorporación y aprobación de
«cartas sociales» que forman parte de las estrategias asumidas por las organizaciones
internacionales sindicales y por los sindicatos o federaciones sindicales nacionales.
En el caso de la CAN, la Carta Social Andina fue aprobada por el Parlamento Andino en
1994, pero como éste no es un órgano principal de decisión del Acuerdo, la Carta se
encuentra en el «limbo» porque no es decisión de la CAN. Los gobiernos temen firmar
un instrumento que los comprometa por medio de una convención internacional a
realizar acciones que no pueden o no están dispuestos a respetar. Además, la Carta
Social es un documento difícil de implantar aun en los países más desarrollados. Como
instrumento político, refleja el consenso y la heterogeneidad ideológica de los sindicatos
representados en el Consejo Consultivo Laboral Andino (CCLA), quienes en definitiva
buscan una salida ecléctica. Es así que si bien prevé el derecho a formar sindicatos,
suprime la autonomía sindical para elaborar reglas sindicales, con lo que se mantiene el
carácter corporativista, pues el Estado participa en la elaboración de esas reglas y en la
elección de representantes (Iturraspe:1999).
Actualmente se percibe a la sociedad civil como componente activo de las relaciones
Estado-sociedad y se le otorga un papel dinámico en las iniciativas de integración,
considerando que debe comprometerse directamente con la integración y disminuir la
dependencia del gobierno porque el papel protagónico de los Estados ha hecho poco
por el avance de la integración. A pesar de que el Estado sigue siendo actor importante
en aspectos que le permiten seguir controlando a los sectores laborales, en otros
asuntos como el comercio, en la CAN se han abandonado la mayoría de las premisas
que otorgaban un papel protagónico al Estado, embarcándose en las tesis del
regionalismo abierto promovidas por la CEPAL (Briceño: 1998). La tendencia actual
descansa en acompañar este cambio con respecto al rol del Estado en la economía con
transformaciones políticas favorables a la democratización y a una mayor participación
de la sociedad civil. Aunque son pocos los logros obtenidos por los sectores laborales en
la integración andina, es necesario destacar que los sindicatos han insistido en dar
contenido social a la integración para sustraerla de su posición «economicista»
(Iturraspe: 1999, 159). La participación de los sindicatos se mantiene dentro de los
mismos parámetros institucionales que la CAN ha mantenido desde 1983 cuando
sustituyó al Comité Asesor Económico y Social (CAES) por el Consejo Consultivo
Empresarial Andino (CCEA) y el Consejo Consultivo Laboral Andino (CCLA), separando
163
las actividades de acuerdo a sus áreas de interés y funciones de los únicos sectores
sociales reconocidos e institucionalizados en el Acuerdo desde 1969. Ambos Consejos
tienen limitada su participación a actuar como entes consultivos. El Acta de Trujillo hizo
cambios menores en los órganos consultivos y dejó inalterada su condición consultiva,
pero les otorgó mayores facultades, como la de emitir opinión ante el
«Consejo Andino de Ministros de Relaciones Exteriores, la Comisión o la
Secretaría General (a solicitud de éstos o por propia iniciativa) sobre los
programas o actividades del proceso de la integración subregional andina que
fueran de interés para sus respectivos sectores. También podrán ser convocados
a las reuniones de los grupos de trabajo y de expertos gubernamentales
vinculados a la elaboración de proyectos de decisión, y podrán participar con
derecho a voz en las reuniones de la Comisión» ( Art.44, CAN:1996)
Esto muestra una modificación de la actitud tradicionalmente estadocéntrica o
intergubernamental de la CAN al dar mayor espacio e importancia a los actores sociales
del proceso productivo y, en consecuencia, a la sociedad civil, ya que el Consejo
Consultivo Laboral empezó a incorporar a sectores que se habían mantenido al margen:
mujeres y ONGs que protegen los intereses de los sectores más pasivos y vulnerables
de la sociedad como, por ejemplo, la niñez o los indígenas.
El CCLA se compone de 4 delegados por Estado miembro, representando todas las
centrales sindicales debidamente reconocidas y registradas en cada país. (Ibarra: 1998,
119; Lucena:1998) Además, en 1986 se creó el Instituto Laboral Andino (ILA), que actúa
como su órgano técnico (ILA 1998; Ibarra 1998). Este tiene entre sus funciones la
investigación, difusión y formación para modernizar el movimiento laboral en la
subregión. Entre los logros del CAES y el CCLA se encuentran la recomendación de
armonización de ocho convenios internacionales del trabajo de la OIT (48, 87, 97, 98,
111, 114, 117 y 118) que deberían ser la base del Derecho Social Andino (Ibarra: 1998).
Con relación a la ratificación de estos convenios, sólo tres países han ratificado los
convenios 117 y 118 sobre normas y propósitos básicos de la política social de los
estados e igualdad de trato a nacionales y extranjeros en materia de seguridad social,
respectivamente; ningún país ha ratificado el Convenio 48 sobre conservación de los
derechos de pensión de los trabajadores migrantes, mientras que todos han aprobado el
Convenio 87 sobre libertad sindical y protección del derecho de sindicalización (Durán:
1999, 9). Aunque el Tratado de Integración Sociolaboral Simón Rodríguez, de 1973,
inicialmente no formó parte de las instituciones del Acuerdo de Cartagena, pasó a
hacerlo en el Acta de Trujillo. Los propósitos iniciales continúan siendo, aún en la
actualidad, bastante ambiciosos, lo que explica sus avances limitados. Se propuso tratar
«aspectos sociales y laborales de la integración, incluidas la armonización de normas
legales y de seguridad, la coordinación de políticas en materia de desempleo, el
mejoramiento profesional y la promoción de la movilidad de los trabajadores en la
subregión y su participación en el proceso de integración» (FITIM: 1995, 37). El avance
dado a través del Convenio Simón Rodríguez y la Conferencia de Ministerios del Trabajo
permitió la aprobación del Instrumento Andino de Seguridad Social (Decisión 113) y el
Instrumento Andino de Migración Laboral (Decisión 116), mediante los cuales se
164
pretendieron integrar los servicios sociales de los cinco países y facilitar la migración de
los trabajadores en la región. Las dificultades de los gobiernos para proveer de servicios
sociales, incluso a sus propios nacionales, imposibilitaron que se profundizara la
integración social que se aspiraba a lograr en la subregión. Durante los ochenta, el
proceso social se congeló y en los noventa se retomaron y reformularon muchas de las
aspiraciones iniciales. Así, en agosto de 1999, los ministros del Trabajo de la CAN
impulsaron la reformulación del Convenio Simón Rodríguez para «convertirlo en un foro
social amplio y participativo de la sociedad civil» (Secretaría CAN:1999b)
Este es el contexto en el cual los sindicatos de Colombia y Venezuela actúan a partir de
1992, cuando inician la etapa de libre comercio con la intención de dar dinamismo al
proceso integrador, el cual se caracterizaba por la lentitud en su desarrollo y por el
limitado intercambio entre sus miembros (SELA, 1992). En la siguiente parte se
considerará el papel desempeñado por las organizaciones sindicales internacionales y
su incidencia en las posiciones asumidas por el CCLA, el ILA y los sindicatos de
Colombia y Venezuela con respecto a las integraciones binacional y subregional.
INCIDENCIA DE LAS AFILIACIONES REGIONALES E INTERNACIONALES
EN LOS SINDICATOS NACIONALES
Aún cuando sería necesario dilucidar claramente la relación entre las organizaciones
internacionales sindicales y las nacionales en el sentido de la preeminencia en la toma
de decisiones y acciones sobre la integración y la globalización, en Latinoamérica, en
Colombia (y en Venezuela en particular), pareciera prevalecer una división de funciones
en el movimiento laboral en cuanto a que las sindicales regionales o internacionales
asumen funciones más activas y de mayor avanzada con respecto a estos temas,
mientras que las organizaciones nacionales se dedican preferiblemente a los temas
nacionales. Esto evidencia que aún tienen que enfrentar los efectos de la crisis
económica y social en su área de competencia, manifiesta en disminución de la tasa de
empleo (y por ende, de sindicalización), predominio de la informalización y flexibilización
de la legislación laboral, entre otros; mientras que la integración sigue siendo un asunto
marginal, por lo que optan por adoptar las declaraciones de las organizaciones
internacionales. Para ilustrar la afirmación anterior, en esta parte se mostrarán las
vinculaciones de las organizaciones sindicales nacionales, sus afiliaciones a los órganos
regionales o internacionales sindicales y, finalmente, las diferentes posiciones asumidas
con respecto a su participación en la integración.
Las siete confederaciones sindicales de Colombia y Venezuela están afiliadas a la
ORIT/CIOSL, la CLAT/CMT o la CPUSTAL/FSM, tal como se observa en el siguiente
cuadro.
La influencia ideológica de las centrales sindicales internacionales sobre las nacionales
ha sido considerada una de las causantes de la fragmentación y falta de unidad del
movimiento obrero, tanto nacional como internacionalmente (Federación Internacional de
Trabajadores de la Industria Metalúrgica: 1995; Iturraspe: 1999; Ellner:1995). Aunque
aquí no se profundizará en este asunto, se ilustrarán las distintas posiciones asumidas
165
por las centrales sindicales internacionales para ilustrar, en parte, las diferentes posturas
asumidas en el actual momento de transición del capitalismo. Actualmente pareciera
existir cierta tregua en la confrontación ideológica «obstructiva». Las centrales sindicales
internacionales se han dedicado a preparar, presentar y defender sus reflexiones y
planteamientos y se observa coincidencia en muchas de sus líneas de acción, aunque
cada organización busque ser el interlocutor válido ante sus contrapartes.
A pesar del predominio de tres tendencias ideológicas definidas, en adelante se dedicará
atención sólo a las tendencias ideológicas socialdemócrata y socialcristiana,
representadas por la CIOSL/ORIT y CLAT/CMT respectivamente. La razón fundamental
que explica esta decisión se encuentra en que los sindicatos leninistas o socialistas
tienen una visión radical respecto al capitalismo. Para ellos, la globalización o la
integración son manifestaciones del capitalismo tardío y, como tal, se requiere oponerlos
hasta lograr la toma del poder por parte del proletariado internacional y la instauración
de un nuevo orden sin dominadores ni dominados.
La CIOSL es la organización sindical con mayor número de afiliados en el escenario
mundial (40%) y la ORIT es segunda en Latinoamérica, con 30% de representación
(CGTD: 1998, 37). Han sido bastante activas desde inicios de los 90. En el campo de la
globalización e integración, esta organización ha dedicado su atención a lograr la
incorporación de cartas sociales y cláusulas sociales en todo tipo de acuerdo (bilateral,
subregional, continental y mundial), la creación de fondos compensatorios de carácter
regional y sectorial, reconocimiento de un foro laboral en la integración, con la creación
de acuerdos tripartitos o cuatripartitos creados por los gobiernos en el marco de los
procesos de integración y vinculaciones con la sociedad civil más amplia. Las cartas
sociales y cláusulas sociales buscan el establecimiento de sanciones de carácter
multilateral a aquellos países que reincidentemente violen los derechos laborales y
sindicales básicos. Se exige el respeto de siete de los derechos laborales básicos de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT). Ellos son: la libertad sindical, derecho a la
organización y la negociación colectiva (convenios 87 y 98), abolición del trabajo forzoso
(convenios 29 y 105), abolición del trabajo infantil (convenio 138), igualdad y no
discriminación en el empleo por motivos de raza, color, sexo, edad, religión, opinión
pública, etc. (Convenios 100 y 111) (CIOSL/ORIT: 1997). Para defender la cláusula
sostienen principalmente que ésta, antes que un instrumento de los países desarrollados
para impedir que los países pobres puedan beneficiarse de la liberalización del comercio
y de la globalización de la producción, es un mecanismo mediante el cual se combate el
«dumping social» y se crea un mecanismo hacia arriba para armonizar los derechos y
los salarios a escala internacional. En este orden de ideas, la CIOSL solicitó al Gobierno
venezolano el respaldo a la propuesta de implantación de la Cláusula Social ante la
OMC (CIOSL/ORIT:1997,7).
El reconocimiento de un foro laboral como instancia consultiva que represente al
movimiento sindical en el marco del Area de Libre Comercio de Las Américas (ALCA) es
otra medida asumida por la CIOSL. Para ello se ha propuesto y solicitado ante las
reuniones ministeriales y las cumbres presidenciales la inclusión de los derechos
laborales vinculantes en el tratado del ALCA. Aunado a ello se propone la creación de un
166
Grupo de Trabajo Tripartito para que analice y haga seguimiento de los efectos de la
integración sobre las condiciones de vida y trabajo de las mayorías (CIOSL/ORIT:
1998,7). La preocupación por las desigualdades regionales y sociales, entre y dentro de
los países que conforman un grupo de integración, ha llevado a las organizaciones
sindicales a solicitar que los órganos de integración creen fondos compensatorios de
carácter regional y sectorial. Esta solicitud parte de la toma de conciencia, en parte por
analizar los efectos negativos que las desigualdades regionales estaban creando en la
Comunidad Europea, y por observar las soluciones dadas allí con el efecto
compensatorio de los fondos de inversión social. En todos los niveles hay mayor
conciencia de que las disparidades regionales son un obstáculo a la integración porque
crean desbalances sustanciales entre los beneficiados y los perjudicados o ignorados
por el proceso, que a la postre afectan el avance del proceso integrador y la
identificación de la sociedad con la integración. Otra estrategia propuesta para
responder y adaptarse activamente a los cambios económicos y sociales es la
vinculación con otras organizaciones de la sociedad civil que se han hecho más ricas y
complejas. El sindicato deja de ser el núcleo central del proceso productivo, el cual se
fue estructurando a partir de criterios que condujeron a su rigidez estatutaria y a su
dependencia de los trabajadores de la economía formal. Flexibiliza los criterios
estatutarios estrictos e incorpora las preocupaciones de otras organizaciones que se han
activado para mostrar y combatir fenómenos como el «autoritarismo, la xenofobia, la
opresión masculina y diversas manifestaciones negativas provenientes de los
monopolios-oligopolios y las empresas multinacionales en términos de la irracionalidad
en el uso de los recursos naturales, la estimulación del consumo, la utilización de la
mano de obra infantil» (CIOSL/ORIT: 1998, 10). Así, la alianza entre la ORIT y otras
organizaciones de la sociedad civil rechaza el carácter antidemocrático del ALCA porque
está siendo negociado sin consultar a la sociedad civil. Para ello presentan las
desigualdades que genera en términos de empleo, precarización de las relaciones
laborales, feminización e infantilización de la pobreza, violencia urbana, inseguridad y
exclusión social. Además defiende que los principios básicos en la construcción de un
proceso de integración son: creación de empleos, democracia participativa, igualdad,
desarrollo social y ecológicamente sustentable, justicia social y diversidad étnica y
cultural. La CMT representa la segunda organización en el escenario mundial, (30%)
mientras que la CLAT cuenta con un 55% de representación en el escenario
latinoamericano, siendo la primera en representatividad (CGTD:1998, 37). Han
expresado sus planteamientos en una serie de documentos (Durán: 1999; García: 1998;
CLAT: 1998a; CLAT:1999) que señalan que la integración social en América latina está
siendo enfrentada a través de la armonización de políticas sociales, la suscripción de
cartas sociales, la firma de cláusulas sociales y el establecimiento de organismos de
consulta constituidos por representantes de los sectores sociales, particularmente los
trabajadores. (Durán: 1999, 6) La armonización es vista como «el conjunto de cambios
en los ordenamientos jurídicos nacionales con el fin de crear una similitud normativa que
facilite el proceso de integración» (Durán:1999,7). La CLAT se preocupa por los efectos
negativos de la armonización «hacia abajo», emprendida después de la implantación de
las políticas de ajuste que, si bien es cierto que no son producto de la integración, sino
de decisiones emanadas del FMI y el BM, afectan las condiciones sociales y laborales
que venían adelantándose y estaban siendo aceptadas como presupuestos de la
167
integración. Actualmente se presiona por lograr la flexibilización y desregulación del
derecho del trabajo y de la seguridad social; es por ello que se plantea que los
trabajadores deben buscar la armonización de los niveles de protección «hacia arriba»
para combatir la homogeneización «hacia abajo».
La suscripción de cartas sociales surge como respuesta a la presión neoliberal de las
políticas flexibilizadoras y desreguladoras de carácter antisindical. Actualmente, todos
los procesos de integración latinoamericanos cuentan con una carta social, bien sea
como proyecto o como documento sancionado. La CLAT promueve en los trabajadores
la necesidad de presión sobre los gobiernos para que los jefes de Estado firmen las
cartas sociales y para que, además de las expresiones de buena voluntad expresadas
actualmente en las cartas, se pase a la proposición de organismos y mecanismos
comunitarios para denunciar y demandar a los gobiernos que violen su contenido. La
presión en pro de las cartas sociales plantea, según la CLAT, la necesidad de crear
organizaciones supranacionales de organización sectorial para negociar colectivamente,
dadas las complejidades de cada rama de actividad y la naturaleza técnica de las
negociaciones en cada situación sectorial.
Respecto a las cláusulas sociales, la CLAT respalda el acuerdo tomado por la CIOSL, la
CMT y la Confederación Europea de Sindicatos en el sentido de que ellas constituyen un
elemento clave para «mejorar las condiciones sociales en todos los países y prevenir el
proteccionismo comercial, por lo que recomienda la urgente y seria discusión entre los
trabajadores y sus organizaciones». De esta manera apoya las siete cláusulas sociales
mínimas defendidas por estas organizaciones y presentadas arriba (CLAT:1999,18). De
igual forma que la CIOSL/ORIT, la CLAT considera importante estimular la participación
de otros sectores organizados de la sociedad civil distintos a representantes de los
sectores productivos tradicionales: sindicatos y empresarios, a saber. En este sentido se
ha propuesto potenciar y ampliar los vínculos con otros organismos latinoamericanos
como la CLAPU, confederación de la PYME y recrear el Movimiento Popular Unitario
Latinoamericano (MOPUL) como expresión organizada de la sociedad civil y habilitar el
Frente Latinoamericano de Trabajadores para la Integración (CLAT:1998b,4). En el caso
de la CAN, apoya la decisión del CCLA de incorporar a otros sectores sociales como las
comunidades indígenas, mujeres y ONGs de diversa naturaleza.
Es de destacar, además, que la CLAT se manifiesta abiertamente contraria a las
propuestas del libre mercado del neoliberalismo. Considera que alternativas como el
ALCA no promueven el verdadero desarrollo económico y social, sino que sostienen que
«la mejor política social es una buena política económica», con lo que se propician
políticas sociales mínimas o restringidas que llevan a la flexibilización de las relaciones
laborales asociadas a la competitividad y diversificación que se propicia. Los
trabajadores deben responder mediante la organización sindical unida y única que luche
por sus reivindicaciones fundamentales, globales y seccionales por ramas, regiones y
centros de trabajo.
Como pudo observarse, la CIOSL/ORIT y la CLAT/CMT comparten, con diferencias
mínimas en lo aparente, el apoyo a los mecanismos de acción para enfrentar los efectos
168
que la globalización actual y la integración abierta están ejerciendo sobre el movimiento
sindical organizado, tanto nacional como internacionalmente. En consecuencia, las
organizaciones sindicales internacionales empiezan a comportarse como actores
principales de la nueva DIT. Hay respaldo a las cartas sociales, cláusulas sociales,
flexibilización organizativa para incorporar sectores organizados más amplios de la
sociedad civil y para incorporar la defensa de asuntos más allá de los inminentemente
laborales, lo que conduce a la búsqueda de la armonización de políticas sociales y,
aunque con distintos matices, respaldan y consideran necesaria la creación de órganos
supranacionales en los cuales los sectores laborales organizados tengan participación
activa. La diferencia sustancial entre ellas se encontraría en las posiciones ideológicas y
en el proyecto político que defienden y buscan para la región en general y para los
países en particular, pero esto no es motivo de análisis en este trabajo. Ninguna de las
dos cree en la transformación radical de la sociedad o en la toma del poder por el
proletariado, como sostienen los movimientos marxistaleninistas.
Un aspecto a destacar es que es difícil descartar la participación de representantes
sindicales nacionales en los debates y deliberaciones sobre las acciones a emprender
por las organizaciones internacionales para enfrentar a la integración. Sin embargo, tal
como se ilustrará en la parte siguiente, los sindicatos nacionales tienen problemas
particulares que atender, como la disminución de la tasa de sindicalización,
informalización, pérdida del poder real de presión frente a los gobiernos, y otros
problemas sociales asociados, como la pérdida del valor del salario mínimo.
LOS SINDICATOS EN LA INTEGRACIÓN COLOMBO-VENEZOLANA
Debido al impulso dado a la integración colombo-venezolana a partir de las reformas
económicas y la aproximación bilateral que condujo a la Zona de Libre Comercio y a la
elaboración de una estructura común de aranceles, la inversión en los dos países se ha
multiplicado. Los empresarios colombianos empezaron a invertir en Venezuela y
viceversa. Grupos económicos venezolanos han adquirido bancos en Colombia en el
marco del programa de privatización. Para 1995 había más de 70 empresas
venezolanas operando en Colombia, y 120 compañías colombianas hacían lo propio en
Venezuela. Había igualmente más de 30 grupos con alianzas estratégicas para integrar
líneas de producción (FITIM:1995, 52). Aunado a esto, el comercio bilateral aumentó y
Colombia y Venezuela se convirtieron los dos socios más importantes de la subregión, lo
cual se sigue manteniendo hasta el presente a pesar de la notable disminución en el
primer semestre de 1999.
Del papel de los sindicatos respecto a la integración colombo-venezolana se destaca su
limitada participación. Esta parece tener dos causas contrapuestas: Por una parte
destaca la posición tradicional asumida por los gobiernos que están dispuestos a seguir
siendo el centro del poder, y por la otra, la poca dinámica y contactos entre los
sindicatos de ambos países. Esta afirmación se ilustra al revisar las posiciones
divergentes que han asumido los gobiernos y sindicatos respecto a las cartas y
cláusulas sociales. Así, como se observó en el apartado anterior, los sindicatos las
respaldan y defienden. Pero los gobiernos no aceptan la vinculación de temas
sociolaborales en las negociaciones comerciales, tal como se evidenció en la Cumbre
Mundial de Ministros de Trabajo en Nueva Delhi en 1995 y la posición asumida ante la
169
OMC, por medio de la cual se ha sostenido el argumento de que su inclusión sería darle
puerta abierta a presiones proteccionistas de los países desarrollados (Herrera: 1997).
Esta posición es coherente con los acuerdos de integración firmados por Colombia,
incluyendo el de Libre Comercio con Venezuela, en el que no se incluyen componentes
sociolaborales ni se han creado instancias de participación de la sociedad civil. (Herrera:
1997, 33) Según Herrera, la intención es dejar que los trabajadores sean el principal
factor de competencia internacional en el actual momento de apertura y flexibilización
neoliberal.
Consecuentes con estas ideas, las comisiones de vecindad no han incorporado a los
trabajadores en su conformación, aunque los presidentes César Gaviria (Colombia) y
Ramón J. Velásquez (Venezuela) acordaron crear una comisión laboral bilateral en
1993. Sin embargo, ésta fue sólo una expresión de buena intención de dos presidentes
en retirada. Sobre la agenda sociolaboral en la integración entre los dos países, no se ha
conversado más.
Por su parte, las organizaciones de trabajadores de Colombia y Venezuela han hecho
poco por avanzar los contactos, armonizar acciones y presionar la inclusión del tema
sociolaboral en la integración binacional, por lo que la integración entre los dos países
no ha creado instituciones laborales propias. En este sentido, a pesar de que José
Gregorio Ibarra, director del ILA, señala la existencia de relaciones sindicales dentro de
la CAN, de los sectores textil, metalúrgico-automotriz 1 y petrolero-químico, igualmente
deja entrever que los contactos son esporádicos y no parecen haber avanzado hacia la
elaboración de estrategias coordinadas (Lucena:1998). Igualmente es de destacar que el
encuentro sindical en la frontera de San Antonio (Venezuela) y Cúcuta (Colombia) de
marzo de 1993 ha sido el único en su tipo hasta la actualidad, y aunque allí se
discutieron temas preferentemente relacionados con el eje fronterizo (migraciones,
seguridad social para los trabajadores migrantes (Lucena: 1998, 143) ha sido limitado el
avance fundamentalmente por las diferencias que se han manifestado respecto a estos
temas. Según Iturraspe (1999, 160), los sindicalistas venezolanos tienen un doble
discurso respecto a la integración. Se declaran integracionistas, pero en su actuación
nacional promueven normas discriminatorias de los trabajadores migrantes,
especialmente cuando peligra su fuente de trabajo. Es por ello que se justificaría que los
sindicalistas no se hayan opuesto a la Ley Orgánica del Trabajo (1990) en cuanto a las
restricciones a la contratación de trabajadores migrantes, quienes provienen
principalmente de Colombia y otros países de la subregión andina. El Art. 27 elevó a
90% el porcentaje obligatorio de empleados nacionales, y el Art. 404 puso mayores
trabas para su actividad sindical, exigiendo más de 10 años de residencia en el país y la
autorización del ministerio del ramo para que un trabajador extranjero pudiera ejercer
cargos de representación sindical.
En lo relacionado con los regímenes laborales en Colombia y Venezuela, bien sea
gracias al producto de la acción sindical o por concesiones otorgadas por los gobiernos,
también se capta una situación dual en el tratamiento a los trabajadores. Aquí, lo legalformal y la realidad no siempre andan por el mismo camino; la realidad muchas veces se
confunde con ilegalidad.
170
REGÍMENES LABORALES EN COLOMBIA Y VENEZUELA
Al observar el Cuadro 3 se notan pocas asimetrías en los regímenes laborales de estos
dos países, lo que induce a pensar que la armonización de las legislaciones laborales
pretendida desde 1973 con el Convenio Simón Rodríguez pareciera bastante factible, ya
que tal armonización no constituiría mucho gasto para el empresario o los gobiernos, ni
tampoco significaría cambios sustanciales en las legislaciones de estos países. Sin
embargo, se destaca que el trabajador venezolano goza de mayores beneficios relativos
y, lógicamente, se encuentra más protegido. En contraste, Colombia aún no ha ratificado
algunos convenios básicos como el Convenio N.138 de la OIT, que proscribe el trabajo
infantil. Actualmente se busca consenso para establecer en 15 años la edad mínima
para empezar a trabajar. La OIT ha organizado una campaña internacional para eliminar
progresivamente el trabajo infantil, haciendo énfasis en abolir el trabajo forzoso para los
niños, así como en labores de servidumbre y de alto riesgo para la salud (CLAT:1999,7;
ORIT:1997,13). Además se observan mayores limitaciones a la libertad sindical en
Colombia. Estas diferencias en los regímenes laborales, aunque no son sustanciales, se
pueden apreciar desde dos ángulos: Por un lado, los trabajadores y sindicatos en
Venezuela han avanzado más en el logro de sus reivindicaciones y además han tenido
mayor poder frente al Estado. Aunado a ello, el Estado ha venido mostrando mayor
preocupación por lo social, lo cual tiene su explicación en el predominio del Estado en la
economía. Los sectores productivos más importantes venían dependiendo
tradicionalmente del Estado. Pero, por otro lado, en el contexto actual hay presiones
para lograr la desregulación y la flexibilización laboral y, desde el punto de vista del
empresario, Venezuela es un país con mayores costos de producción, por lo que
comparativamente tiene menor atractivo para las inversiones.
La situación de competitividad producida con la apertura y el regionalismo abierto ha
contribuido a que en la práctica aumente la tendencia a ignorar la legislación laboral
(apelando a subterfugios que permite la misma legislación) respecto a la jornada laboral
y las contrataciones temporales o abiertas, por ejemplo. Además de lo anterior, los
impulsores de la flexibilización laboral han tenido poca resistencia para pasar legislación
desreguladora. Estas actuaciones por parte de los empresarios y el Gobierno
encuentran espacio y se validan debido a la pérdida de poder que han venido
experimentando los sindicatos desde los ochenta. Así, han venido disminuyendo sus
tasas de sindicalización y, en consecuencia, su representatividad. En este sentido es
importante destacar el ataque al que han estado expuestos por parte de sectores
nacionales e internacionales, que han resaltado sus flaquezas con el propósito
fundamental de lograr su debilitamiento. Desde los ochenta, a los sindicatos se les
acusa de entes burocratizados, con estructuras de representación inflexibles, con líderes
corruptos que velan más por sus intereses particulares que por los del colectivo, pero
sobre todo, como organizaciones carentes de democracia sindical, desfasadas de las
transformaciones que se están produciendo en el momento en los escenarios global y
regional (Iturraspe:1999,46; Ensignia: 1998).
Como tales, requerían (y requieren) de mayor democratización, transparencia en el
manejo de los fondos, y una mayor aproximación a la base sindical, entre otros. Pero
171
para enfrentar tales retos necesitaban adquirir consciencia de la transición que se estaba
operando hacia el sistema de economía de mercado, pero sobre todo, debían recordar y
actuar como actores principales del estadio actual de la DIT.
FUENTE: Elaboración propia a partir de documento de la Federación Internacional de
Trabajadores de la Industria Metalúrgica (FITIM), Los Sindicatos en el Proceso de la
Integración Andina, 1995 y República de Venezuela (1997), Ley Orgánica del Trabajo.
Esta toma de conciencia y actuación, como se evidenció arriba, está operándose en las
organizaciones sindicales internacionales, y las organizaciones nacionales ya las
empiezan a asumir, como es el caso de la CUT, en Colombia, que ha dejado de
representar o reclamar sólo sobre asuntos laborales como primas, dotaciones o
condiciones laborales para incluir políticas más generales de la sociedad, como son las
políticas antiinflacionaria, el estímulo al desarrollo solidario, gradualización de la apertura
y preservación del medio ambiente, entre otras (Grupo Gerente: 1999,94). En
Venezuela, la CTV, igualmente ha empezado a modificar lo que se reclama para
avanzar hacia peticiones más generales de la sociedad. En este sentido, el nuevo
sindicalismo busca incorporar a los sectores informales a su estructura institucional2.
Se observa, pues, «la desaparición del Derecho del Trabajo como derecho protector, y
del Estado Social de Derecho como instrumento del desarrollo y la justicia social»
(Iturraspe:1999,149). Con relación a la tendencia a aprobar legislación desreguladora,
cabe mencionar los cambios que se empiezan e experimentar en las legislaciones
laborales, ejem., la Ley 50, de 1990, de Colombia, con la cual se busca hacer al país
más competitivo y elevar las exportaciones no tradicionales. En Venezuela, la nueva Ley
del Trabajo permite la desregulación de la jornada de trabajo, prórrogas de los contratos
y la modificación del régimen de prestaciones sociales (Iturraspe:1999,147).
A pesar de los beneficios legales que venían otorgando los regímenes laborales a los
trabajadores, cuando se analiza la realidad al interior de los países se observa cómo los
sindicatos tienen que hacer frente a una diversidad de problemas, muchos de los cuales
son el resultado de la aplicación de las políticas de ajuste estructural, la aceptación de
las ideas sobre competitividad y el retiro del Estado, desde la función económica que
venía desempeñando, hacia la de regulador de tal función. En la práctica, por ejemplo, el
Gobierno colombiano ha recomendado igualar la remuneración de los días feriados y
horas de trabajo nocturno al mismo nivel de la jornada laboral normal, generalizar el
salario integral para todos los niveles salariales, permitir la contratación de jóvenes con
un salario menor al salario mínimo y, en general, el recorte de algunos beneficios, pagos
extrasalariales y otras indemnizaciones a los trabajadores. Estas recomendaciones,
aunque no son legales, han empezado a ser aplicadas por parte de muchos
empresarios. Además de estas limitaciones que se manifiestan en la vida cotidiana de
los sindicatos, a continuación se mencionará sólo la tasa de sindicalización y la libertad
sindical como problemas significativos que están enfrentando los sindicatos en estos dos
países.
172
En cuanto a la tasa de sindicalización, Colombia presenta la tasa más baja, con un
porcentaje menor al 10% (Grupo Gerente: 1999,93), mientras que en Venezuela se
señala que se encuentra alrededor del 20%,3 pero esta cifra se mantiene generalmente
oculta (Iturraspe: 1999, 32). El grado de sindicalización ha venido disminuyendo en los
noventa, debido, entre otras razones, al alto índice de desempleo, que alcanza alrededor
del 16% en Colombia y cerca del 20% en Venezuela, según datos de 1999; al
incremento de actividades y empleos informales, al aumento de la modalidad de
trabajadores temporales y de trabajadores abiertos que establecen las condiciones de
empleo desde el inicio de la relación laboral. Como resultado de esta informalización,
ninguno de ellos está interesado en pertenecer a los sindicatos porque no sienten que
éstos representen a sus intereses. La baja en las tasas de sindicalización trae
consecuencias negativas, tanto en las finanzas como en el poder de representatividad
de los intereses de los trabajadores para negociar y discutir las relaciones laborales.
Esta situación se transforma en debilidad para los sindicatos, los cuales empiezan a
tener dificultades para combatir violaciones a la legislación laboral, entre las que se
encuentran la flexibilización de la jornada de trabajo, de los contratos de trabajo y de los
convenios colectivos. La respuesta a esta vulnerabilidad es oponer estas acciones con
nuevas agendas y cambios en la estructura sindical, incorporando sectores diferentes a
los tradicionales, siendo éstos los representantes formales del sector laboral y de la
sociedad civil. Tal es el caso del mayor espacio concedido a la mujer trabajadora en la
actividad sindical, mayor actividad en la defensa de sus derechos y la organización y
búsqueda de sindicalización los trabajadores del sector informal, de organizaciones
como las ONGs, que buscan la paz y mejoras en el ambiente, del combate global a los
programas de ajuste, la inflación y el desempleo, con los cuales amplían su acción hacia
otros sectores de la población.
En cuanto a la libertad sindical, se detecta que Colombia se encuentra en peores
condiciones que Venezuela aunque, en general, en ambos países, este derecho se
encuentra amenazado. En términos generales, es lugar común encontrar represión
sindical por parte de los patronos y el Estado en las empresas o sitios de trabajo con la
elaboración de «listas negras», con las cuales se acometen despidos injustificados de
líderes sindicales que no cuentan con la anuencia de ciertos sectores sindicales, del
patrono o del partido.
En Colombia, además de las listas negras en las fábricas para violar la libertad sindical,
los sindicatos se encuentran en una situación extremadamente difícil generada por la
violencia y, según comenta Luis Garzón, presidente de la CUT, en los últimos 10 años
se han matado 2.500 sindicalistas y se ha perdido el fuero sindical (Grupo Gerente:1999,
93). Al respecto destaca que el Comité de Derechos Humanos de la CIOSL resaltó la
evidente tendencia a atentar contra la libertad sindical y restringir los derechos laborales
de los trabajadores de los sectores públicos y privados que, en el caso colombiano, se
caracteriza por hostigamiento, persecución y asesinato de dirigentes sindicales. Esta
Comisión, contando con la aprobación de 60 países, acordó en junio de 1998 solicitar a
la OIT (si se comprueba la incompetencia del Estado colombiano en materia de respeto
a las normas sindicales y los derechos laborales) la expulsión de ese país del seno de
173
esa organización. (CIOSL: 1998, 14). La CLAT también ha manifestado y condenado en
varias oportunidades los asesinatos de líderes sindicales (CLAT:1998,18). La acción
más reciente que evidencia la impunidad como principal problema para la libertad
sindical en Colombia fue la acción coordinada de las centrales sindicales colombianas
en la 86ª Reunión de la OIT, donde muestran el incumplimiento del gobierno colombiano
en la aplicación de los convenios internacionales sobre libertad sindical (CLAT:1999,24).
En Venezuela, por su parte, aunque la libertad sindical es garantizada en mayor escala,
durante 1999 se ha presentado una situación desconocida hasta ahora, por cuanto el
ataque contra ciertos sectores sindicales, principalmente contra la CTV, proviene
directamente del gobierno. Se ha llegado, incluso, a manifestar la intención de intervenir
o deslegitimar la actual cúpula sindical bajo los argumentos de corrupción sindical.
En síntesis, los sindicatos en Colombia y Venezuela se encuentran en un período de
crisis y adaptación. Crisis, por los efectos negativos del abandono de los preceptos que
sostenían al Derecho del Trabajo como derecho protector, y del Estado como actor
principal en la economía. Tales preceptos se están sustituyendo por los de la economía
de mercado, y que en términos laborales significan pérdida del poder tradicional de
negociación y discusión, desregulación y menos protección. Adaptación, porque los
sindicatos han empezado tímidamente a superar la inmovilidad y desorientación de los
ochenta, buscando espacios más amplios de acción y de presión. Las organizaciones
sindicales internacionales pueden considerarse como responsables de gran parte de
esta manifestación de adaptabilidad. También se observa que los sindicatos nacionales
utilizan los escenarios internacionales para denunciar los abusos contra principios
básicos de los derechos humanos y laborales.
CONCLUSIONES
En este trabajo se mostró que dentro de las teorías de la integración y la política
comparada, hay herramientas para analizar la participación de los sindicatos en
escenarios más allá de los nacionales, abriéndose con ello la oportunidad de incorporar
la globalización, con sus efectos, a la División Internacional del Trabajo y la integración.
En cuanto al contexto analizado, es de resaltar que los cambios que en primer momento
afectaron a los sindicatos (y que permitieron catalogarlos como desfasados, o casi como
símbolos de una etapa superada en la historia de la humanidad y carentes de respuesta
ante las transformaciones globales que se estaban produciendo desde los ochenta),
están demostrando su vigencia y su condición de actores principales en la nueva DIT.
En consecuencia, están mostrando su gran capacidad de adaptación, y para ello están
utilizando los escenarios internacionales y nacionales. Aparentemente, las
organizaciones sindicales internacionales tomaron la delantera, y en ese impulso han
incorporado a las nacionales. Las cláusulas sociales, las cartas sociales, los vínculos
con la sociedad civil y la constitución de acuerdos tripartitos y organismos
supranacionales para velar por los derechos sociales, son estrategias de lucha en todos
los niveles de la organización sindical.
174
En el caso específico de los sindicatos de Colombia y Venezuela, y su participación en la
integración, se observan tres niveles de actuación bien diferenciados: el subregional, el
binacional y el nacional. En el subregional, los sindicatos respaldan la Carta Social
Andina; en el binacional hay menos participación, debido a los pocos vínculos y
contactos, la falta de consciencia sobre la necesidad de integración, que se manifiesta
en actitudes duales en las que lo que importa es defender la fuente de trabajo en
concreto y en el momento antes que una bien intencionada y probablemente beneficiosa
alternativa, y principalmente porque no hay evidencias o casos concretos que ilustren los
efectos beneficiosos o perniciosos de la integración sobre los empleos y los derechos
laborales, debido a que la integración colombo-venezolana aún está en la etapa en que
predomina el sector económico y se han establecido pocos vínculos con otros sectores
de la vida social y cultural. En cuanto a la legislación laboral, se observa que, en
apariencia, no hay muchas dificultades para armonizar las legislaciones laborales de
Colombia y Venezuela, lo cual se constituiría en un paso importante hacia su
armonización en el ámbito subregional. Sin embargo, al revisar la situación de los
sindicatos nacionalmente, se perciben diferencias significativas entre los países:
También hay evidencias de que las organizaciones sindicales están en pleno período de
transición, con crisis de lo antiguos esquemas y valores y visos de adaptación y
aceptación de las nuevas herramientas de lucha.
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177
IMPACTO DEL PROCESO DE INTEGRACIÓN ECONÓMICA COLOMBOVENEZOLANA EN EL SECTOR INDUSTRIAL A PARTIR DE 1992.
(EJE SAN ANTONIO-UREÑA- AGUAS CALIENTES)
Ronald José Blanco*
INTRODUCCIÓN
El presente estudio es una investigación de campo descriptiva-explicativa que consiste
en una evaluación del impacto del proceso de integración colombo-venezolano en el
parque industrial del eje fronterizo San Antonio-Ureña-Aguas Calientes del estado
Táchira, Venezuela. Este estudio es parte de un proyecto mayor que evalúa también
este impacto en Cúcuta-Villa del Rosario, del departamento Norte de Santander,
Colombia. El trabajo comprende una revisión del sector industrial, posibilidades de
exportación, estado de la infraestructura y servicios, inversiones y facilidades crediticias,
transferencias tecnológicas, alianzas estratégicas, adquisición de insumos, aparición de
nuevos mercados e instalación y cierre de nuevas industrias.
La intención, como investigador del Centro de Estudios de Fronteras e Integración «Dr.
José Manuel Briceño Monzillo» de la Universidad de los Andes-Táchira, es detectar
dónde están las ventajas y desventajas del nuevo enfoque de integración iniciado desde
1992, el cual privilegia la visión neoliberal impuesta a los países latinoamericanos a raíz
del colapso del comunismo en el mundo. Se hace inevitable valorar lo positivo del
proceso y determinar también las trabas que obstaculizan la integración en esta zona de
fronteras, ya que es necesario evaluar para corregir y avanzar.
El conocimiento de la información aportada por los gerentes industriales del área de
estudio sobre los costos y beneficios que ha reportado a sus empresas la puesta en
marcha del Acta de Barahona de diciembre de 1991, que establece el área de libre
comercio y la posterior unión aduanera de 1995, es importante para el análisis
propuesto. Además, su estudio se justifica por el repunte que a partir de los años
noventa han tenido los procesos de integración en Latinoamérica y Venezuela, que en
su IX Plan de la Nación (1995) ha establecido la integración económica como una línea
maestra a la que se debe apoyar.
Los fines de la investigación son los siguientes: Como propósito general, evaluar el
impacto del proceso de integración económica colombo-venezolana en el sector
industrial a partir de 1992 (Eje fronterizo San Antonio-Ureña-Aguas Calientes) y, como
propósitos específicos, determinar los aportes del proceso de integración económica
para el desarrollo económico tachirense; evaluar las contribuciones del proceso de
integración económica en el desarrollo regional fronterizo; evaluar el impacto de la
integración económica en el fortalecimiento o debilitamiento del parque industrial del eje
fronterizo San Antonio-Ureña; determinar los obstáculos que frenan la consolidación del
proceso de integración económica en la zona fronteriza, y presentar propuestas para
neutralizar los obstáculos al proceso de integración colombo-venezolano en el sector
fronterizo objeto de estudio.
178
El presente informe recoge los resultados obtenidos después de concluida la aplicación
de encuestas (120) a los actores principales del proceso de producción en estas
pequeñas y medianas empresas fronterizas. La muestra (con un error estándar de 0,04 y
una probabilidad de ocurrencia del 50%) fue seleccionada de una población de 455
establecimientos manufactureros que se encuentran en el eje San Antonio-Ureña-Aguas
Calientes, de acuerdo a la O.C.E.I. (1995). Este sector industrial, como lo refiere
Arellano (1997), constituye el 34,42% del parque industrial del estado Táchira,
especialmente representado por pequeñas y medianas empresas.
LA PEQUEÑA Y MEDIANA EMPRESA Y LA INTEGRACIÓN COLOMBOVENEZOLANA
Antes de hablar de los resultados obtenidos es necesario conocer qué se entiende por
pequeña y mediana empresa en Venezuela. La Comisión Tripartita que preparó la
Reforma Parcial de la Ley Orgánica del Trabajo (1997), clasificó a las pequeñas y
medianas empresas de la siguiente manera:
Se consideran microindustrias y pequeñas industrias aquellas que ocupan de cinco a
veinte trabajadores, con un capital social de hasta 10 millones de bolívares y facturación
entre 50 millones y 100 millones de bolívares.
Se considera mediana industria aquella que ocupa de veinte a setenta y cinco
trabajadores y factura entre 100 millones y 500 millones de bolívares anuales.
Las pequeñas y medianas empresas son las más débiles en un ambiente altamente
competitivo originado en un mercado ampliado. Esta debilidad se incrementa con una
industria nacional poco articulada y una crisis económica que reduce la demanda y
dificulta el financiamiento estatal. (Rosales, 1996).
En el caso de las empresas en estudio, la debilidad es mayor por estar ubicadas en las
zonas de fronteras del país, zonas marginadas de los centros de poder político y
económico y, además, por presentar graves problemas de inseguridad.
Es bien conocido que los procesos de apertura impactan a las políticas industriales y
plantean continuas revisiones a los modelos gerenciales de la pequeña y mediana
empresa (PYME). Para algunos, éstas pueden aprovechar la flexibilidad de su estructura
y obtener los beneficios que brinda este proceso, como por ejemplo, suplir, en lugar de
productos terminados, piezas de calidad a precios competitivos en el mercado
globalizado. Sin embargo, existen consecuencias negativas para la PYME, producto de
los ajustes económicos y la apertura de mercados. Venezuela y, en general, América
Latina, no se han abierto voluntariamente al comercio internacional, sino que han sido
impulsadas por la globalización (una estrategia de los países desarrollados para
controlar mercados), sin tener tiempo ni recursos necesarios para preparar a sus
empresas para la competencia.
La apertura neoliberal ha originado la discusión del rol del Estado en la economía. La
PYME no escapa a esta discusión, hay quienes piensan que deben contar con la ayuda
179
del Estado y otros que defienden a las fuerzas del mercado para que éstas decidan el
futuro de las empresas. Sin embargo, al analizar algunos procesos de éxito de desarrollo
industrial, como los de Japón, Corea del Sur y España (al ingreso a la Unión Europea),
que se han basado en la competencia internacional, se observa que hay una
disminución inicial de las empresas más débiles, pero que después, con una política de
ayuda estatal, esta tendencia se comienza a revertir. En América Latina, la
reestructuración industrial ha sido impuesta por la apertura. Los casos más destacados
han sido México y Chile y allí la apertura comercial generó una crisis del sector
manufacturero y constituyó una evidencia de que la apertura económica que presiona a
la modernización industrial, produce de inmediato un proceso de desindustrialización
(Rosales,1997).
Esta situación se agrava cuando el Estado no puede apoyar a la pequeña y mediana
industria por deudas y déficit. En Venezuela, en ausencia de una política industrial eficaz
y motivado por las prioridades sociales (deuda externa, déficit fiscal, inflación y altas
tasas de interés) hay muy poco margen de maniobra para la PYME en un ambiente
globalizado. Por ello es necesario desarrollar estrategias competitivas, articuladas con
acuerdos en el sector privado, en las que se dé la ayuda de empresas grandes a las
pequeñas a través de la reducción de impuestos de las primeras y el desarrollo del
mercado de capitales.
ANÁLISIS DE LOS DATOS
Seguidamente presentaré el análisis de los datos de la investigación de campo. Se
observa que, a pesar de que el 53,3% de los empresarios es venezolano, hay una
proporción importante (44,1%) de empresarios colombianos. Ello sin considerar los que
niegan su nacionalidad, sencillamente para tener doble identificación. El efecto de las
migraciones en busca de mejores condiciones de vida ha permitido este «efecto
frontera», que es el movimiento de capital, mano de obra y otros recursos al borde del
límite internacional que posee mayor demanda, como producto de economías cerradas y
proteccionistas.
Con relación al nivel de instrucción de los empresarios, hay un 57,5% que tiene estudios
de educación secundaria y sólo el 20% ha terminado estudios universitarios. Estos
últimos son más abiertos a los cambios que exige el proceso de apertura. Un 19,2%
tiene educación primaria y el 3,3% son técnicos universitarios y personas con estudios
universitarios no culminados.
Los sectores de la producción que predominan son calzado, ropa, muebles,
metalmecánica, cueros y pieles, alimentos, cerámica, tabacos y otros sectores similares
los que se desarrollan en Cúcuta y sus alrededores, verificándose nuevamente la
influencia colombiana de manera determinante en el sector productivo de este eje
fronterizo.El 98,3% de las empresas encuestadas pertenece a la pequeña y mediana
empresa y el 1,7% entra en la clasificación de gran empresa.El 48,3% de las empresas
se instaló durante el proceso en estudio y el 51,7% antes del proceso de integración
iniciado desde el 1 de enero de 1992. De este último, un 42,4 % entre finales de los años
180
setenta y ochenta y un 9,3% entre los años sesenta y setenta. Se observan más
empresas instaladas en los noventa que en las tres décadas anteriores. Influyen en
estos resultados factores como la crisis económica, el desempleo y personas que
buscan tener sus propias fuentes de trabajo. El 97,5% de las empresas trabaja turno
normal y el 1,5% trabaja doble y triple turno. La demanda no exige más de un turno en la
mayor parte de las empresas.En relación a la producción de la capacidad instalada, el
81,7% expresó no producir toda su capacidad instalada; de éstos, el 63,4% produce
entre 41 al 80% de su capacidad, y el 15,9% entre el 1 y el 40%. Es allí donde está el
potencial de los nuevos mercados, siempre y cuando se pueda competir con precio y
calidad, ya que la demanda interna se ha visto afectada por la crisis económica.
En cuanto a la calificación de la mano de obra, el 49,2% tiene sólo personal obrero,
mientras que en obreros e ingenieros, el 18,3%; obreros, técnicos e ingenieros, el
11,7%; obreros-técnicos medios, el 12,5%; 5,8% en obreros-técnicos superiores y 2,5%
en técnicos medios y técnicos superiores. Se observa que la presencia de técnicos e
ingenieros es bien reducida, siendo ésta necesaria (junto a los obreros especializados)
para asumir los retos de la apertura.
Respecto al origen de la mano de obra predomina la combinación venezolanacolombiana en un 85%, el 10% son empresas que tienen únicamente mano de obra
colombiana y el 5% son empresas que sólo tienen mano de obra venezolana. Se
observa el predominio de la mano de obra colombiana por su capacitación en el Servicio
Nacional de Aprendizaje (SENA), su disposición al trabajo, la gran demanda de empleos
en Cúcuta y la condición de indocumentados, que permite un trato inferior en cuanto a
salarios y seguridad social en comparaciónconeltrabajadorvenezolano.
El 75,8% de las empresas tiene entre 0 y 50% de venezolanos, mientras que las que
tienen entre 60 y 100% de venezolanos son el 24,2% de las empresas. Las empresas
tienen preferencia por la mano de obra colombiana. En cuanto a los aspectos financieros
y de comer cialización, el 69,2% de las empresas no ha recibido créditos para la
producción. Las nuevas empresas son las más afectadas. El 30,8% ha recibido créditos
en algún momento desde que se instalaron. De éste, el 26,8% ha recibido créditos de la
banca comercial; el 0,8%, de instituciones del Estado; un 0,8% de la banca comercial e
instituciones del Estado; y el 2,5% de otra empresa. La ayuda oficial es inexistente. No
hay presencia de oficinas de entes estatales de financiamiento en el eje fronterizo, a
excepción del Banco de Fomento Regional de Los Andes (BANFOANDES).
Con relación a otros incentivos para la producción, un 95% no ha recibido incentivos y
sólo el 5% ha recibido esta atención. La información y los incentivos para la exportación
han beneficiado al 26,7%, y el 73,3% no ha recibido información ni incentivos. Siendo la
exportación una de las bondades que brinda el proceso de integración, es muy poco lo
que se hace para promoverla.
El 10% de las empresas encuestadas exporta su producción; el 90% no exporta. De los
que exportan, un 5,8% lo hace exclusivamente a Colombia; un 1,7% a otras partes (El
Caribe y Centroamérica) y el 2,5% a Colombia y a otras partes, siendo muy pocas las
181
empresas que exportan a Colombia, a pesar de la cercanía. De igual manera, de los que
exportan, un 3,3% lo hacía antes de 1992 y el 6,7% después de 1992.
Entre los costos y beneficios que genera el proceso, el 43,3% expresa que no se ha
generado ningún cambio; el 22,8% manifiesta que favorece la adquisición de insumos; el
4,7%, que no tiene beneficio; un 2,4 %, que depende del cambio de la moneda; un 6,3%,
que es favorable; el 0,8 %, que hay asesoramiento; un 4,7%, que la apertura perjudica;
el 1,6%, que hay mano de obra barata; un 4,7%, que favorece el intercambio; el 0,8%,
maquinaria; un 5,5% no respondió; 0,8%, contrabando; y el 1,6% no es competitivo. En
síntesis, se observa que la apertura y la globalización no han dejado beneficio a la
región fronteriza, y lo positivo es que que favorece la adquisición de insumos,
coincidiendo estos resultados con la aproximación exploratoria con el ciudadano común,
que casi en su totalidad plantea que la situación de marginalidad ha empeorado por el
deterioro de las vías de comunicación, la contaminación ambiental, la congestión del
tránsito y el poco beneficio que al habitante fronterizo deja el dinero recaudado en las
aduanas.
En lo relativo a las trabas al comercio internacional, se expresa que el 13,7% de las
empresas enfrenta la competencia colombiana en los mismos sectores de producción;
un 10,5%, que existen muchos requisitos para exportar; el 8,9 % plantea las ineficiencias
de la aduana; un 2,4%, los excesivos gastos; un 1,4 % expresa no recibir apoyo del
Gobierno; 0.8%, las patentes; 0,8 %, el bajo poder adquisitivo de la población; 1,7%, la
falta de capital; 0,8%, poca articulación entre las empresas; 0,8%, la dificultad para traer
insumos, y un 0,8%, la falta de información, destacando un 46% que expresa que no hay
trabas, y un 11,3% que no respondió, dejando ver el desinterés por el comercio
internacional o su incapacidad por competir o, sencillamente, no consideran esa opción
para su empresa. En cuanto a la inseguridad, el 87,5% considera que la inseguridad
fronteriza aleja a las inversiones y el 12,5% expresa que no las afecta; además,
destacan como acciones para mejorar la inseguridad, en un 25,9% que se incremente el
número de efectivos policiales; el 14,6% que se deben crear fuentes de empleo; el 8,2%
insiste en mejorar la eficiencia policial; 7,6% manifiesta necesidad de autoridad; 6,3%
incrementar la vigilancia militar; 5,7% desarrollar acciones conjuntas; 5,1% aumentar la
vigilancia en las empresas; 5,1% depurar los cuerpos policiales; 5,1% no tuvo respuesta
y 4,4% exige mayor colaboración autoridad-comunidad.
El problema más destacado en cuanto a la infraestructura para mejorar la actividad
productiva (con 50,3%) es el pésimo estado de los servicios públicos, haciendo énfasis
en el agua y el servicio eléctrico; el 34% manifiesta necesidad de capital para mejorar la
planta física, adquisición de maquinaria y nueva tecnología; un 10,6% expresa que no le
hace falta nada; un 4,7% respondió que nuevos mercados, pago de las ventas,
seguridad, reactivar la economía y precios bajos de materias primas. Esta situación
afecta seriamente la competitividad de las empresas y debe tener urgente atención.
El 92,5% no ha realizado alianzas estratégicas con empresas colombianas, y el 7,5%, sí;
de estas últimas, el 5,9% ha realizado alianzas de comercialización; el 0,8%, intercambio
de insumos y el 0,8%, intercambios con la casa matriz.
182
En cuanto a transferencias tecnológicas, un 85% no ha recibido. El 15% restante
expresa que el tipo de alianza realizada es la siguiente: 9%, de personal especializado;
5,7% en cuanto a sistemas de producción y 1,6%, de asesoría técnica.
De las empresas que exportan, sólo 3,3% exporta nuevos productos, observándose lo
precario de la demanda internacional por los productos de estas empresas. El 59,2%
manifiesta que el proceso de integración ha facilitado traer insumos, mientras que el
40,8% expresa lo contrario. El 51,7% de los empresarios piensa que a raíz del nuevo
enfoque del proceso de integración se han cerrado pequeñas y medianas empresas; el
22,5%, que todo se mantiene igual; el 21,7%, que se han instalado nuevas empresas; y
el 0,8%, que se han instalado, pero también cerrado, empresas.
El 67,5% manifiesta no haber recibido información del sector oficial para mejorar la
cultura exportadora; sólo el 32,5% manifiesta que sí ha recibido información. El Estado,
como promotor de la actividad exportadora, es muy poco lo que está haciendo.
Las empresas del eje fronterizo consideran el proceso de integración con Colombia:
bueno, el 52,5%; regular, el 37,5%; y malo, el 10%. A pesar de las dificultades y la poca
atención del Gobierno, la mayoría de los empresarios ve como bueno el proceso de
integración. Ante la pregunta ¿por qué consideran el proceso bueno, regular o malo?, el
31,5% no respondió; el 16,1% expresa que permite abrir relaciones internacionales; un
12,1% expresa que no hay beneficios; 12,1%, que le afecta la competencia; 7,3%, que
existe mucha permisología en la aduana; 7,3%, que permite traer materia prima; 4%,
que permite exportar; 4% opina que sólo los grandes se favorecen; 1,6% manifiesta
facilidad para contratar mano de obra y un 4,5% expresa no estar interesado, que
permite intercambio de tecnología, que no ha recibido asesoría, que necesita inversión
para la producción, y que la ubicación fronteriza debe ser explotada.
Finalmente, los encuestados manifiestan, entre los aspectos que se deben mejorar, un
47% no respondió, 16,7%, la permisología en las aduanas; 7,6%, la atención a todos por
igual; 4,5%, los créditos; 3%, mejorar la calidad de los productos; 3%, reducir el
contrabando; 3%, bajar aranceles; 3%, mejorar asesoramiento; 2,3%, atacar a la
corrupción de efectivos de la Aduana y la Guardia Nacional; 9,8% expresa que se debe
respaldar a los trabajadores extranjeros, eliminar la competencia, dar garantías a la
exportación, realizar alianzas entre grandes y pequeños, mejorar la asistencia oficial, las
vías de comunicación y la seguridad fronteriza.
CONCLUSIONES
De acuerdo al informe presentado al Presidente de La República, Hugo Chávez, por la
Cámara de Comercio e Industria del estado Táchira el 14 de febrero de 1999, en la
actualidad, el PIB del estado Táchira se distribuye por sectores de la siguiente forma
aproximada: un 60% del sector terciario, un 30% de aportes del sector secundario y un
10% del sector primario, sin que la integración por generación espontánea haya
permitido la industrialización, muy por el contrario, se ha generado el cierre de industrias.
De esta manera compartimos la opinión de Dieter, al señalar: «Las experiencias de otros
183
proyectos de integración sugieren más bien que las políticas económicas nacionales
coherentes constituyen premisas necesarias para una integración regional eficiente; de
ninguna manera cabe esperar que la integración regional derive en sí misma en
desarrollo económico». (Dieter, 1996,146).
Por ello se hace necesaria la función de un Estado promotor del desarrollo para activar
en las zonas marginadas de los polos de desarrollo nacionales, como las fronteras, los
factores determinantes de la competitividad, para impulsar el desarrollo económico,
enunciados por Porter (1990) : «las condiciones de los factores, las condiciones de la
demanda, las industrias relacionadas y de apoyo, y la estrategia, la estructura y rivalidad
de la empresa para impulsar el desarrollo económico».
El nuevo proceso de apertura impuesto por los países desarrollados tomó a este sector
fronterizo en las mismas condiciones de marginalidad de siempre, sólo que el efecto
frontera generado por el proteccionismo anterior dio vida al actual desarrollo industrial
que sobrevive sin la atención del Estado.No se han atendido los problemas de agua,
servicios, comunicaciones, inseguridad, infraestructura, escaso financiamiento público, la
escasa capacitación de la mano de obra y de formación del personal gerencial, junto a la
falta de cultura exportadora.
Si bien es cierto que se ha debilitado el parque industrial, incide en esta situación la
crisis económica y la apertura.Entre los obstáculos que no permiten consolidar el
proceso de integración en la zona fronteriza destacan la grave crisis económica
representada en inflación, altas tasas de interés, déficit fiscal y deuda externa, entre
otros, que ahorcan al sector productivo, que necesita ser competitivo, la ineficiencia del
Estado como promotor del desarrollo y, por el contrario, la gran corrupción de sus
instituciones. Ejemplo, las aduanas, la Guardia Nacional y sus instituciones financieras
se convierten en el obstáculo mayor al proceso de integración. En otras palabras, el
proceso de apertura impuesto (no voluntario), se asumió en un momento de profunda
crisis económica, y en lugar de impulsar las exportaciones, se ha convertido en un
proceso desindustrializador.
PROPUESTAS
* Reformar el Estado y hacerlo más fuerte y eficiente al servicio del desarrollo; el
Estado que tenemos no es capaz de apoyar a la pequeña y mediana empresa,
que es la más debilitada en los procesos de apertura.
* Tomar medidas serias para resolver el problema de la pesada carga que
significa la deuda externa, que consume casi la mitad del presupuesto nacional.
Por el contrario, mantenemos comprometida la capacidad de negociación
internacional y la inversión productiva tan necesaria para la pequeña y mediana
empresa.
184
* Apoyar las iniciativas, tales como las zonas de integración fronteriza, que
permitan la consolidación de los desarrollos compartidos para mejorar los
factores determinantes de la competitividad.
* Desarrollar estrategias competitivas de la PYME con acuerdos en el sector
privado. (empresas grandes ayudan a las pequeñas, desarrollo del mercado de
capitales y otras formas de financiamiento).
* Es necesario incrementar los procesos de descentralización y el fortalecimiento
del poder local para acercar a los empresarios la toma de decisiones y la solución
de problemas.
* Se debe apoyar, influir e impulsar el proceso de paz en Colombia, ya que se
convierte en un avance significativo para la paz en nuestras fronteras con el
vecino país.
* Además, aumentar la presencia militar y policial en las fronteras, mejorándoles
el equipamiento y estableciendo una nueva relación armónica cívico-militar; se
debe legislar y asignar recursos especiales para el desarrollo de la infraestructura
fronteriza, haciendo realidad lo que plantea el proyecto de Ley Orgánica de
Fronteras en su Título III (Del desarrollo fronterizo).
* Contrarrestar el desvío de recursos asignados a la frontera, penalizando su
utilización en otras regiones del país. Finalmente, como medidas a corto plazo,
se hace necesario:
* Establecer en la región instituciones crediticias públicas.
* Redimensionar el INCE en convenios reales con el SENA.
* Acercar las universidades regionales a este sector productivo mediante cursos
de formación gerencial para los empresarios, entre otros.
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Editorial Nueva Sociedad. Caracas.
186
III PARTE
LA FRONTERA
REGIONAL
MEXICANO-ESTADOUNIDENSE
Y
LA
INTEGRACIÓN
LA FRONTERA MÉXICO-ESTADOS UNIDOS: LABORATORIO DE LA
INTEGRACIÓN REGIONAL HEMISFÉRICA
Juan Manuel Sandoval Palacios
INTRODUCCIÓN
La historia de la frontera México-Estados Unidos es la historia de la última frontera (The
Last Frontier) de la Unión Americana en su expansión hacia el Oeste, de acuerdo con la
visión turneriana (Billington, 1966 y Ridge and Billington, 1969). También es la historia
del choque o colisión de fronteras que se dio, según la visión boltoniana, cuando los
españoles que venían moviéndose desde el sur al norte, y los angloamericanos del este
hacia el oeste, se unieron en conflicto a principios del siglo XIX (Bannon, 1974).
Asimismo es la historia de la «transformación de la frontera (frontier) en el límite
fronterizo (border)» (Katz, 1981: 7-21, y, 1998: 11-56). Y es que, como bien apunta
Nweihed (1992: 28), “la existencia de frontera conduce al límite, y el trazado de límites
presupone la frontera”.
Pero esencialmente es la historia del despojo de más de la mitad del territorio mexicano
por una guerra injusta impuesta por Estados Unidos a México, y que llevó al
establecimiento de la demarcación limítrofe jurídica actual entre ambas naciones
(Chávezmontes, 1990).
La historia de la frontera México-Estados Unidos es, pues, la historia del despojo, de los
conflictos y del desarrollo desigual y combinado de dos países pertenecientes a dos
mundos diferentes llamados eufemísticamente hasta hace poco, Primer y Tercer
mundos. Es la historia de una región heterogénea, tanto horizontal como verticalmente,
donde el Norte se encuentra con el Sur (Herzog,1990), pero también donde el Norte se
separa del Sur por más de 3.000 kilómetros. Es lahistoria de una región donde se dan
cita los ricos y los pobres (Ruiz,1998). Y es también la historia de la integración y
187
subordinación del subdesarrollo al desarrollo. Es aquí donde se desarrolla una dinámica
que muestra toda la gama de problemas específicos de esa relación de subordinación.
Es, pues, la historia de una frontera común en donde se hacen sentir más agudamente
muchos de los desafíos que enfrentan dos naciones cuyas relaciones han sido con
frecuencia volátiles y caracterizadas por el prejuicio, el imperialismo y la violencia, y sólo
recientemente por la cooperación y la «dependencia mutua» (Barry, Browne and Sims,
1994 a y b).
Es la historia de una zona que desde 1950 ha llegado a ser la frontera más poblada y
dinámica del mundo, ya que actualmente, decenas de millones de personas habitan a
ambos lados de este corredor de creciente confrontación económica, cultural y física.
Es la historia de la industria maquiladora de exportación, la cual se ha constituido, sobre
todo a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en un modelo de
industrialización, no sólo de otras regiones del interior de México, sino de otros países
de América Latina y El Caribe.Es también la historia de la migración internacional,
principalmente de la indocumentada, donde se deciden los comportamientos de los
flujos de la migración no sólo mexicana y latinoamericana, sino de otras partes del
mundo (i.e. China).
Es asimismo la historia del narcotráfico, que hoy en día representa miles de millones de
dólares de ganancias para los cárteles estadounidenses y mexicanos (que han
desplazado a los colombianos), y cuyos miembros se mueven libremente a uno y otro
lado de la línea fronteriza, dejando una estela de muerte, violencia y corrupción.Es la
historia del desastre ecológico por la contaminación de las maquiladoras y los basureros
de desechos tóxicos que afectan a la población mexicana en ambos lados de la
demarcación fronteriza, generando lo que se ha denominado racismo ambiental.
En esta perspectiva, podríamos decir que la frontera México-Estados Unidos ha llegado
a ser actualmente un laboratorio de la integración-desintegración regional (por el caudal
de problemas y desigualdades que ha generado la primera), cuya dinámica se empieza
a extender a otras partes de México y del continente.Es, en este sentido, una zona de
«encuentro» sociocultural y económico entre norteamericanos y latinoamericanos, es la
“frontera interamericana», de acuerdo con el antropólogo estadounidense fronterizo
Earle.
La frontera México-Estados Unidos es, por lo tanto, (y esta es la hipótesis del trabajo
que guía a este ensayo) un lugar fértil para entender lo que es la integración hemisférica,
siendo frontera entre dos culturas y dos naciones claves en este proceso. Es un
laboratorio y un microcosmos para entender el futuro de todos los americanos del
continente, en donde podemos ver los cambios y desafíos económicos, sociales,
culturales, políticos, militares y ambientales que sucederán mañana en el resto del
mundo como parte de la globalización.
188
Para tratar de responder, al menos en parte, a algunas de las cuestiones implícitas en
nuestra hipótesis de trabajo, se desarrollarán a continuación tres aspectos que
muestran, en mayor o menor grado, la expresión de fenómenos y procesos que,
surgidos o desarrollados en dicha región, se expanden rápidamente hoy en día a otras
regiones del continente como modelos o facilitadores de la integración bajo la
hegemonía estadounidense. Estos aspectos son:
A) La creación, en 1994, del Área de Libre Comercio de América del Norte, conformada
por México, Estados Unidos y Canadá, mediante un Tratado de Libre Comercio,
cuestión que fue retomada y desarrollada a partir de las propuestas impulsadas por
algunos funcionarios y empresarios estadounidenses a mediados de la década de
los 1980 en el sentido de establecer una franja de libre comercio a lo largo de la
frontera México-Estados Unidos.
B) Los esfuerzos encaminados a dar fin a los conflictos históricos entre México y
Estados Unidos, cediendo para ello derechos sobre soberanía territorial y marítima
por parte de nuestro país, para acabar de establecer los límites entre ambos países,
y reescribiendo la historia para «acabar con las percepciones erróneas» que tenía un
país del otro, contribuyendo con ello a facilitar la integración económica, y
C) Finalmente, la militarización de la frontera por parte de Estados Unidos, bajo el
pretexto de detener la migración indocumentada, el narcotráfico y el terrorismo, pero
escondiendo detrás de ello el interés por mantener un control sobre una región de
gran importancia en términos geoeconómicos y geopolíticos para el desarrollo de la
nueva Gran Estrategia de ese país respecto de la integración hemisférica bajo su
hegemonía.
Por cuestiones de espacio, sólo se analizarán los dos primeros aspectos en este trabajo.
Del tercero se han presentado avances en otro lugar (Sandoval, 1997).
INTEGRACIÓN ECONÓMICA DE LA FRONTERA MÉXICO-ESTADOS UNIDOS
A principios de la década de los 1980, la economía mexicana mostraba señales de un
profundo deterioro por la caída del precio del petróleo y la crisis de deuda externa que
afectó a todo el mundo. En 1982 se devaluó tres veces el peso mexicano por la fuga
masiva de capitales. Por otro lado, la economía estadounidense se hundía en el receso
y el desempleo, el cual alcanzó los niveles más bajos desde la década de los 1930.
Debido a la contracción del mercado de divisas, el receso de la economía mexicana y
las devaluaciones del peso, las importaciones de productos estadounidenses
disminuyeron en más de la mitad durante los tres primeros años de esa década,
afectando grandemente la economía fronteriza y el empleo de miles de personas en la
frontera entre ambas naciones.
El mercado negro de dólares en la frontera (y en otras ciudades del país), y el
incremento sin precedentes de la inmigración de trabajadores mexicanos
indocumentados a Estados Unidos, fueron las muestras más palpables de dicha crisis, y
189
que se pudieron ver claramente en la zona fronteriza. Y es que esta zona ha sido
siempre un reflejo de las intensas y complejas relaciones entre ambos países. De
acuerdo con Corona (1983),
«Compuesta por regiones geoeconómicas diferentes, permeables a los contactos
y flujos de personas, bienes, capitales, ideas y presiones políticas, la frontera,
con sus costos diferenciales, permite a los inversionistas estadounidenses
aprovechar el menor precio relativo de la mano de obra mexicana para la
terminación de manufacturas de empresas transnacionales.»
En el pasado reciente, la ausencia de una oferta nacional de bienes intermedios y de
productos terminados y la nula integración interindustrial de los estados fronterizos, así
como la sobrevaluación del peso mexicano, favorecida por el régimen de zona libre,
permitió un gigantesco comercio de importación de bienes de consumo que restaba, al
mismo tiempo, las posibilidades de una industrialización regional integrada a la
economía nacional. La crisis mexicana puso de relieve en forma espectacular un
aspecto de la fuerte interdependencia asimétrica de las ciudades gemelas fronterizas
que antes se soslayaba.
Esto es la dependencia de los establecimientos comerciales norteamericanos con
respecto a la clientela mexicana que, al suspenderse las operaciones cambiarias con los
inabordables nuevo tipos de cambio, no pudo adquirir ya los dólares necesarios para
hacer sus compras cotidianas de bienes duraderos y semiduraderos en las tiendas del
lado norteamericano.
En esta perspectiva, este autor planteaba en 1983 que si entonces nos encontrábamos
con dos economías vecinas de desarrollo desigual que habían sufrido
considerablemente como resultado de las crisis de ambos países, cabía preguntarse si
este desorden podría presentarse en dos economías transfronterizas menos
dependientes del comercio al menudeo, más vinculadas entre sí por flujos de insumoproducto interindustrial y más integradas a las economías de sus respectivos países.
Esta última era la pregunta clave, no sólo para los académicos, sino para los
funcionarios del régimen del Presidente Miguel de La Madrid. Se planteaba entonces
que era necesario instrumentar políticas de industrialización y comercialización regional
basadas en la complementación de los eslabones intersectoriales de bienes intermedios
(insumos) y productos terminados entre los estados fronterizos y con respecto al resto
de la economía. Los eslabones intersectoriales e interregionales de insumo producto
debían reforzarse con enlaces interurbanos de Este a Oeste y de Norte a Sur.
Desde el punto de vista regional -continuaba Corona- la integración interindustrial de los
estados fronterizos se justificaba debido a que la contribución de esas entidades a la
economía nacional era relativamente pequeña, considerando el tamaño de su territorio,
su potencial de desarrollo y su escasa población. Por ejemplo, los estados norteños con
más de 44% de la superficie de territorio nacional sólo contaban en 1980 con el 16.1%
de la población, y apenas alcanzaron ese año el 20.2% del producto interno bruto en su
conjunto.
190
Con excepción de Chihuahua, el resto de los estados fronterizos alcanzaron un producto
interno bruto per cápita superior al promedio nacional. La participación de la región
dentro de la actividad económica nacional, en el año de 1980 se caracterizó por una
intervención en la composición del producto interno bruto de 22.9% en el sector
agropecuario, 21.2% en el de la distribución, 21.2% en el sector electricidad, 20.1 % en
la industria manufacturera, 18.3% en la minería y 17.8% en la construcción. La densidad
de población de estos estados era inferior al promedio nacional en términos de
habitantes por kilómetro cuadrado, con la excepción de Nuevo León, que era
ligeramente superior, y de las 50 principales localidades urbanas de la República, 16
correspondían a estos estados.
Los problemas que afrontaban las economías de los estados norteños eran, entre otros,
un marcado desequilibrio entre la oferta y la demanda de bienes y servicios generados
en la región, una deficiente integración económica de la zona, la dispersión geográfica
de los principales centros urbanos y la falta de comunicación interestatal y con el resto
de la República. Esta situación había limitado las posibilidades de desarrollo de buen
número de actividades que requerían de un mercado ampliado, así como de aquellas
que contaban con posibilidades de exportación; a lo anterior se agregaba el problema
del flujo de personas que llegaban a la frontera con el objeto de trabajar en el vecino
país.
En consecuencia, se estimaba urgente poner en marcha una política de integración
industrial e interregional que contribuyera a resolver los problemas enunciados. Esta
política debía contemplar los mercados estadounidenses para el aprovisionamiento de
insumos y para la exportación de productos nacionales. La formulación de esta política
debía tener los siguientes propósitos y metas, según Corona:
General. Con prioridad nacional, disminuir la dependencia de la economía de los
estados fronterizos con respecto a los Estados Unidos. Incrementar la contribución de
las economías de las regiones de la frontera a la economía y al desarrollo nacional.
General. Contribuir a la descentralización industrial y demográfica de la zona
connurbada del centro del país, favoreciendo el desarrollo de ciudades medianas, así
como la disminución del subempleo, la creación de empleos y la distribución regional del
ingreso.
Particular. Formular un modelo de política de integración interregional, intersectorial e
internacional de las industrias de los estados del norte con las del centro y sur de
México.
Sin embargo, lo que debería haber sido un proceso de integración regional de la frontera
norte a México desembocó en una integración mayor a la economía global y, en
particular, a la estadounidense.
Y es que, de acuerdo con Arroyo (1995: 39-43), a la par de la globalización de la
economía, el nuevo modelo de desarrollo al que se ha dado en llamar «neoliberalismo»
191
privilegia la conformación de regiones por encima de la supuesta homogeneidad de las
economías nacionales, lo que ha venido a asignar una importancia fundamental a las
trayectorias históricas de las regiones. Así, la apertura de la economía nacional ha
producido una serie de repercusiones de orden territorial y organizacional, configurando
un nuevo mapa económico de nuestro país, en el cual la posición de las regiones se ha
ido modificando, y con ello, las posibilidades de éxito de sus economías en los mercados
internacionales.
En esta perspectiva encontramos hoy que la zona geográfica de México más integrada a
la economía global, la frontera norte, es también la región más desconectada de la
economía nacional (Schmidt, 1998).
Veamos cómo sucedió esto. Desde principios de la década de los 1980, cuando se inicia
con de La Madrid el viraje del modelo económico con una política de apertura económica
(modernización y reconversión industrial, privatización de empresas paraestatales, etc.),
la región fronteriza no sólo recibió grandes impulsos a su desarrollo industrial, sino a los
sectores financiero y de servicios, así como a su infraestructura carretera y de
comunicaciones, a la liberalización comercial y a la ampliación de la zona de perímetro
libre (de 28 a 77 kilómetros desde la línea de demarcación territorial) (Dávila, 1991).
Ya para la segunda mitad de la década de los 1980, el desarrollo de los estados
fronterizos del norte de México era tal, que algunos autores planteaban que la
importancia de la franja fronteriza norte de México en las relaciones bilaterales con
Estados Unidos aumentaba a la par de la creciente fuerza económica de la región. En lo
que respecta a México, apuntaba Fernández (1989):
«El impacto que tendrá la región fronteriza sobre el grueso de la economía
nacional obligará a un cambio en su postura en las relaciones entre los dos
países, y se pueden contemplar varios escenarios: un ‘tercer país’, un mercado
común norteamericano y un pacto de las zonas fronterizas.»
Otros autores o políticos y empresarios planteaban la necesidad de la creación de una
zona libre para la producción a ambos lados de la frontera y, aún otros, una zona
«tapón». Por ejemplo, en abril de 1986, la Comisión de Comercio Internacional de
Estados Unidos celebró unas audiencias en Mc Callen y El Paso, Texas, a pedido del
Comité de Finanzas del Senado, con la finalidad de crear un nuevo espíritu de
cooperación entre México y la Unión Americana, que permitiera solucionar los problemas
fronterizos que enfrentan ambos países.
Durante la audiencia celebrada el 7 de abril en Mc Callen, Abelardo Valdés, nacido en
Texas, exembajador, jefe de Protocolo de la Casa Blanca y asesor de la Agencia
Interamericana para el Desarrollo (AID), (y que posteriormente, a principios de los 1990,
fue contratado por el Gobierno de Salinas De Gortari como uno de los lobbystas para
convencer a los sindicatos y otras instancias de las bondades que traería el Tratado de
Libre Comercio de América del Norte-TLCAN- para ambos países), dijo que la mejor
forma de promover el desarrollo fronterizo era mediante la cooperación mutua. Para ello
propuso la creación de una zona de libre comercio y de coproducción en la franja
192
fronteriza entre ambos países. La propuesta de Valdés, elaborada desde 1981,
pretendía establecer una zona de 320 kilómetros (200 millas) a cada lado de la frontera y
a lo largo de todo el límite entre los dos países, donde se eliminarían las trabas
arancelarias y se ampliarían los incentivos fiscales y tarifas para empresas mexicanas y
estadounidenses. Es decir, en esa franja, un artículo final que resultara del proceso de
coproducción por una empresa conjunta, podría ser vendido en cualquier lugar de
Estados Unidos y México sin impuestos adicionales. Para ser elegible y quedar exenta
de impuestos, una empresa conjunta mexicano-estadounidense tenía que tener, por lo
menos, un 35% de su propiedad estadounidense, si estuviera localizada en el lado
mexicano, y una proporción similar de propiedad mexicana, si estuviera ubicada en el
lado estadounidense.
Valdés apuntó que la Cámara de Comercio de Estados Unidos y numerosos legisladores
habían apoyado su propuesta, incluyendo al congresista William (Bill) Richardson (el
cual también fue uno de los más importantes promotores de la negociación del TLCAN
durante el primer Gobierno de Clinton, y actualmente embajador de éste ante la ONU),
quien además había sugerido la creación de un Banco de Desarrollo conjunto
mexicanoestadounidense y una comisión internacional para tratar el tema de la
inmigración indocumentada. «La legislación Richardson y mi propuesta abordan ese
tema (los indocumentados) desde el punto de vista del crecimiento, porque en el
subdesarrollo económico yacen las raíces del problema de la inmigración», apuntó
Valdés. Y agregó que «mi propuesta no es una panacea para todo el problema de la
inmigración, o para todos los problemas comunes que México y Estados Unidos
experimentan en sus fronteras». Sin embargo, «estoy convencido de que es
indispensable para una eventual solución. Estados Unidos y México pueden ayudarse
mutuamente en el proceso de desarrollo económico, y esto pueden hacerlo socios
verdaderos y confiables, sin paternalismo estatal o resentimientos de ambos lados»,
añadió Valdés. (El Día, 8 de junio de 1986). En este mismo sentido, Gary Jacobs,
empresario de Laredo, Texas, planteaba dos años antes, en 1984, que «es tiempo de
que México y los Estados Unidos unan sus fuerzas y comiencen a producir más artículos
de alta calidad y bajo costo». Para ello proponía la creación de una «zona fronteriza de
productividad», en suelo estadounidense, en el que las compañías podrían sacar
provecho para los mercados interno y de exportación utilizando principalmente mano de
obra y energéticos mexicanos. Así, las maquiladoras no tendrían que ir a ningún país
peligroso, evitarían problemas con los obreros, como los del ramo automotriz, y al mismo
tiempo se enfrentaría la competencia de Taiwan y Corea» (Excelsior, 28 de mayo de
1984).
Pero la creación de esta zona de libre comercio y coproducción, o zona fronteriza de
productividad, o pacto de zonas fronterizas, por su carácter geoestratégico implicaba la
necesidad de un mayor control político y militar sobre ella. En esta perspectiva, en marzo
de 1986, el teniente general retirado del ejército estadounidense, Gordon Summer,
expresidente de la Junta Interamericana de Defensa y asesor especial del Departamento
de Estado en cuestiones de seguridad nacional en el gobierno de Reagan, presentó un
proyecto durante una mesa redonda sobre México efectuada en San Diego, California,
bajo los auspicios del International Security Council. En este proyecto se proponía la
creación de una franja autónoma militarizada de ciento sesenta a trescientos kilómetros
193
(100 a 200 millas) sobre territorio mexicano y a todo lo largo de la frontera con Estados
Unidos para enfrentar los problemas de la migración indocumentada y el narcotráfico,
así como para realizar maniobras conjuntas. En esta franja se establecería, asimismo,
un sistema de libre mercado «con limitada interferencia de los gobiernos de México y los
Estados Unidos.» (Cásares, 1987, El Día, 18 de julio de 1986).
En esta perspectiva, el Departamento de Defensa estadounidense también manifestó su
interés por el establecimiento en dicha región fronteriza de un programa de producción
industrial para la defensa de ese país. De acuerdo con el Southwest Border
Infrastructure Initiative Report, elaborado por la Border Trade Alliance en febrero de
1992, el
«Departamento de Defensa ha expresado continuamente su preocupación sobre
la falta de una capacidad de producción industrial suficiente para apoyar un
esfuerzo de producción en tiempos de guerra. El Defense Reserve Industrial
Base Program o DRIB (realizado por el Technology Transfer Infrastucture
Committee) está concebido para apoyar al Departamento de Defensa en
establecer y activar rápidamente una capacidad creciente para producir los
bienes y materiales necesarios para la defensa nacional. La localización primaria
para el DRIB está propuesta para estar dentro de los centros de producción ya
existentes a lo largo de la frontera México-Estados Unidos.» (López, 1992)
El desarrollo económico de la frontera norte de México se convertía así en la piedra de
toque para el desarrollo económico y militar de los Estados Unidos.
De hecho, se puede observar claramente cómo en la década de los 1980, mientras que
los estados del centro y del sur de México disminuyeron su crecimiento económico, las
entidades del norte, y en particular las fronterizas, tuvieron un despegue industrial
importante. La zona de nueva industria (Aguascalientes, Baja California Norte, Coahuila,
Tamaulipas, Chihuahua, Guanajuato y San Luis Potosí), cuya presencia en 1980 era
muy baja, en 1988 aumentó su aportación al Producto Interno Bruto (PIB) nacional en
términos cuantitativos debido a su condición socioeconómica y su localización
geográfica. Las entidades de mayor crecimiento fueron, Chihuahua (8.03 %), Coahuila
(9.06%), Tamaulipas (7.7%), Baja California Norte (3.6%) y Aguascalientes (3.11%). De
igual forma, hasta 1988, las entidades que realizaban el más alto esfuerzo exportador
eran las ubicadas en la zona fronteriza con Estados Unidos. Los estados de Nuevo
León, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas generaron en los primeros años de la década
pasada el 43.80% de las exportaciones nacionales (El Financiero, 15 de marzo de
1993).
Actualmente, estos estados fronterizos albergan a grandes intereses económicos de
Estados Unidos (y en menor medida, de Japón y de otros países asiáticos y europeos)
bajo la forma de maquiladoras (algunas de las cuales producen partes componentes
importantes para la industria militar y aeroespacial de la Unión Americana) modernas
plantas automotrices (Chihuahua, Coahuila y Sonora) usinas metalúrgicas y minas
(Sonora, Coahuila y Nuevo León). Ahí se localizan grandes recursos minerales
(incluyendo uranio, en Chihuahua). Por esta frontera entran a Estados Unidos grandes
cantidades de petróleo y gas para alimentar, en gran medida, la reserva estratégica
194
estadounidense, así como otros productos manufacturados, agropecuarios y también
una buena cantidad de mano de obra barata necesaria para ciertos sectores de la
manufactura, la agricultura y los servicios. Y es que la política de desarrollo económico e
industrial de los estados del norte, impulsada desde principios de los 1980, respondía en
gran medida a las necesidades del desarrollo de la economía estadounidense, las
cuales se centraban principalmente en sus propios estados fronterizos del suroeste.
Estos estados fronterizos del lado estadounidense se localizan en buena parte de la
región conocida como Cinturón del Sol (Sun Belt), la cual se ha convertido en la región
industrial más importante de la Unión Americana, principalmente en el estado de
California. Ahí se localizan las industrias electrónica y aeroespacial, grandes yacimientos
petrolíferos y de otros minerales estratégicos (California, Arizona y Texas). Uno de los
principales laboratorios nucleares de esa nación se encuentra cerca de esta frontera en
el conjunto de montañas Sandía y Manzana, en Nuevo México. Varias ciudades
fronterizas, así como las costas del Pacífico y del Atlántico, muy cerca de México, son el
hogar de más actividades de inteligencia y de instalaciones militares que cualquier otra
región de Estados Unidos. En esta perspectiva, la creación de un Area de Libre
Comercio de América del Norte entre Estados Unidos, México y Canadá, formalizada
mediante el TLCAN, ha tenido como uno de sus ejes fundamentales de desarrollo esta
estratégica región (el Sun Belt estadounidense y la región fronteriza norteña de México),
donde se concentran los mayores centros productores industriales del área mencionada,
y de donde se abastece de muchos productos a toda la Unión Americana, a México y a
muchos países de la Cuenca del Pacífico. Aquí se desarrolló, antes que en ningún otro
lado, un área de libre comercio, la cual se ha extendido en muchos de sus aspectos,
principalmente al territorio mexicano. Uno de los ejemplos más claros de ello es la
industria maquiladora, la cual, habiendo nacido a mediados de los 1960 en la frontera
norte, se ha expandido rápidamente en los últimos años a todo el territorio nacional.
Aunque la instalación de maquiladoras en otros puntos del país se autorizó desde
octubre de 1972, en los años del TLCAN, el número de establecimientos ubicados en
municipios no fronterizos pasó de representar el 27.4% en 1993, a 35.6% del total en
mayo de 1997. Es decir, en estos años, la tasa de crecimiento de nuevas plantas en
municipios no fronterizos fue el doble que la registrada desde 1978. Mientras en 1978,
de total de la industria maquiladora, el 91.9% de las plantas, el 90.8% del personal
ocupado y el 88.1% del valor agregado se localizaban en los estados fronterizos (Baja
California Norte, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas), que
constituyen el territorio privilegiado por los capitales foráneos para su implantación; para
mayo de 1997, los porcentajes eran respectivamente: 64.4%, 67.7% y 68.0% (Peñaloza,
1997).
Y efectivamente, apunta Peñaloza, en ello han influido las reglas pactadas en el TLCAN.
Y el gobierno mexicano ha modificado el estatuto de esta industria, que básicamente era
para la exportación, para adecuarla a dichas reglas, mediante las cuales, las ventas de
una maquiladora al mercado doméstico a partir de 1994 podrán irse ampliando hasta
llegar a cubrir el 100% de su producción. En el Diario Oficial de la Federación del viernes
24 de diciembre de 1993 se publicó el decreto que modifica al diverso para el fomento y
195
operación de la industria maquiladora de exportación (IME). El artículo 19 reformado
establece, en congruencia con el calendario de reducción establecido en el TLCAN, que
las maquiladoras podrán destinar parte de su producción al mercado nacional, conforme
al valor total de sus exportaciones anuales del año anterior, en los siguientes términos:
I. En 1994, hasta 55%,
II. En 1995, hasta 60%,
III. En 1996, hasta 65%
IV. En 1997, hasta 70%,
V. En 1998, hasta 75%,
VI. En 1999, hasta 80%,
VII. En 2000, hasta 85%.
En 2001, las ventas de las maquiladoras al mercado doméstico no estarán sujetas a
ningún límite, por lo que podrán destinar la totalidad de su producción al mercado
nacional. Ello no quiere decir que dejarán de existir las exportaciones, ya que, inclusive,
algunas maquiladoras producen partes para la industria aeroespacial y militar
estadounidense.La industria maquiladora se ha convertido en el modelo de
industrialización, no sólo para México, sino para muchos países de América Latina y El
Caribe.
REESCRIBIENDO LA HISTORIA DE LAS RELACIONES MÉXICO-ESTADOS
UNIDOS
A principios de la década de los 1990, ya era evidente que el proceso de una mayor
integración económica de México a Estados Unidos se desarrollaba de manera
acelerada. Las relaciones entre los gobernantes de ambos países, George Bush y
Carlos Salinas De Gortari, eran calificadas entre las mejores que había habido en la
historia de las relaciones entre ambas naciones, historia ésta permeada de conflictos
desde antes de la guerra en la que México perdió más de la mitad de su territorio a
manos de la Unión Americana. Pero las crecientes relaciones económicas no debían
estar empañadas por la memoria de tales conflictos. Y para facilitar el proceso de
integración regional había que buscar acabar con algunos de los aspectos conflictivos de
esa historia. En primer lugar, y porque la integración así lo requería, era necesario que
los reclamos sobre algunas regiones o sobre su delimitación, quedaran saldados
definitivamente.
Todavía en 1992, el canciller mexicano Fernando Solana planteaba la necesidad de que
el gobierno mexicano reclamara como suyas las islas e islotes que formaban el llamado
Archipiélago del Norte, y que Estados Unidos ocupaba desde el fin de la guerra con
México. Este archipiélago, situado frente a las costas de California, entre San Diego y
Los Angeles, no había sido incluido en la cesión establecida por el Tratado de
Guadalupe- Hidalgo firmado por ambos países en febrero de 1848.
A lo largo de la historia, entre muchos mexicanos existía la idea de que el gobierno
mexicano tenía el deber de reclamar la devolución del archipiélago en cuestión, lo cual
196
quedó de manifiesto cuando el canciller Solana hizo pública su opinión. Sin embargo,
hay que recordar que el gobierno de Salinas De Gortari llevaba una doble política
exterior (por un lado, la formal, con Solana a la cabeza, y por el otro, la informal, pero
que era la efectiva, en manos de Joseph María Córdoba), quien desde la Oficina de la
Presidencia manejaba los hilos de las relaciones con Estados Unidos para avanzar las
negociaciones del TLCAN, y que en muchas ocasiones contradijo o echó para atrás
medidas tomadas desde la Cancillería.
Así que, para no enturbiar las negociaciones con un reclamo añejo que sólo metería
ruido en esos momentos, el régimen salinista buscó desembarazarse del caso del
archipiélago como si fuera un trasto viejo. Casi en esos términos se expresa el Dr. Jorge
A. Vargas, experto en derecho internacional, profesor de la Facultad de Derecho de la
Universidad de San Diego (California), quien en un texto publicado en 1993 plantea en la
introducción:
«El lector deberá reconocer que, a juicio de quien esto escribe, el asunto del
llamado Archipiélago del Norte está encuadrado en el ámbito de la historia, y no
en el del derecho internacional.
Lo relativo a estas islas californianas (situadas frente a las costas del estado de
California, en los Estados Unidos de América), constituye una cuestión que
pertenece al pasado: el tema se relaciona con los trágicos acontecimientos que
hace casi siglo y medio culminaron con la injusta guerra entre México y los
Estados Unidos. Por ello, este tema se vincula con el Tratado de Guadalupe
Hidalgo de 1848. Tratado -como bien se sabe- que sirvió para cercenar a México
más de la mitad de su territorio. Así pues, desde un punto de vista práctico, este
tristemente célebre tratado, igual que aquellas islas, se encuentran situados
dentro de los eternos dominios de la musa Clío.
Por otra parte, este asunto podría haber quedado dentro del campo del derecho
internacional si, en primer término, el gobierno de México hubiera tenido razones
válidas con base en el derecho de gentes para reclamar la reivindicación de las
mencionadas islas y, en segundo lugar, si hubiera ejercitado ese derecho ante
los Estados Unidos o ante un tribunal internacional competente. Un examen de la
historia de las relaciones diplomáticas entre México y los Estados Unidos
demuestra que, hasta hoy, nuestro país no ha formulado reclamación alguna en
torno del citado archipiélago. La razón es obvia: no existen fundamentos legales
válidos, de conformidad con el derecho internacional, que permitan a México
intentar la reivindicación de las islas del archipiélago del Norte». (p.7)
Vargas, quien llevó a cabo esta investigación en el Centro de Estudios de Estados
Unidos y México de la Universidad de California, San Diego, dirigido entonces por el Dr.
Wayne Cornelius (cercano a Carlos y Raúl Salinas de Gortari, quien realiza análisis de
carácter estratégico sobre las relaciones entre México y Estados Unidos para las
dependencias de seguridad estadounidenses), basa su planteamiento en un informe
oficial que le fue facilitado por la Secretaría de Relaciones Exteriores.Este fue elaborado
por una comisión designada por el Ejecutivo de la Unión el 9 de diciembre de 1944, y dio
197
a conocer su dictamen al Presidente Miguel Alemán Valdés tres años después de
estudios de carácter geográfico, histórico, jurídico y diplomático. El dictamen afirma que
« (...) México carece de derechos sobre el Archipiélago del Norte y, por lo tanto, si el
caso fuera sometido a un tribunal internacional, el fallo de éste tendría que ser
desfavorable a nuestro país.»
Por cierto, dice Vargas, «cabría apuntar que el Informe y Dictamen de la Comisión Ávila
Camacho (a pesar de que fue rendido hace ya casi medio siglo) permanece hoy en día
sin ser conocido por el pueblo mexicano. Es decir, jamás ha sido dado a la luz pública.» ,
por lo que dice Vargas:
«A juicio de quien esto escribe, ha llegado el momento de dar a la estampa este
valioso Informe y Dictamen. Según sugirió la propia Comisión Ávila Camacho en
1947, es menester que el Gobierno de México proceda a informar con franqueza
al pueblo de nuestro país sobre la condición legal que guarda el Archipiélago del
Norte, no sólo desde el punto de vista geográfico e histórico (que continúan
siendo poco conocidos), sino principalmente desde el punto de vista del derecho
internacional, cuyo análisis demanda de nuestros estudiosos una actitud
responsable y serena. No cabe duda que el citado Informe y Dictamen constituye
el estudio más completo, autorizado y objetivo que hasta hoy se haya preparado
sobre este interesante, aunque empolvado, capítulo de la historia de nuestro
país» (p.8).
Y más adelante plantea:
«Tal vez, los que abogan por que México proceda a formular una reclamación
internacional en relación con estas islas, son aquellos que, movidos por la
emoción o la ignorancia, piensan que una actitud nacionalista habría de
beneficiar a nuestro país.» (p.9).
Lo cierto es que dicho documento, no sólo no fue conocido por el pueblo mexicano
durante todos esos años (a pesar de las recomendaciones del Informe de que era
menester que el gobierno procediera a dar a conocer al pueblo la situación del
archipiélago), sino que tampoco los propios encargados de las relaciones diplomáticas lo
conocían, como demuestra la declaración del canciller Solana aceptando, sin conceder,
que México no tuviera derechos sobre el archipiélago mencionado de acuerdo al
derecho internacional, aunque para otros autores, como Julio Chávezmontes (1999), los
derechos de México, no solamente sobre estas islas, sino sobre todo el territorio que le
fue arrebatado, no prescriben de acuerdo al derecho internacional. Resulta claro que, de
manera fortuita o no, al darse a conocer esta situación sobre el Archipiélago del Norte se
buscaba dar por terminado algo que ponía en duda la cuestión de la soberanía territorial
y, sobre todo, que había que acabar con una cuestión de conflicto histórico.
Por otro lado, el problema de los límites marinos, que también había sido un elemento
de conflicto entre ambos países, pronto quedó zanjado al establecerse recientemente la
demarcación limítrofe en el Golfo de México, donde los enormes yacimientos de
hidrocarburos existentes en la denominada Dona del Golfo (y que se encuentran en su
mayor parte en la plataforma marítima mexicana), podrían ser explotados por los
198
Estados Unidos en un futuro cercano porque es el único de los dos países que tiene la
tecnología para llevarlo a cabo.
En un afán por acabar con algunos otros aspectos críticos en las relaciones MéxicoEstados Unidos, a principios de los 1990 se impulsaron una serie de diálogos
binacionales patrocinados por instituciones académicas y dependencias oficiales de
ambos países, con el apoyo financiero de fundaciones estadounidenses. Entre estos
diálogos destaca el cuarto denominado «Reescribiendo la Historia. Percepciones de
México y los Estados Unidos» (una conferencia internacional para maestros, periodistas,
investigadores y público en general), auspiciado por The University of California
Consortium on Mexico and the United States (UC MEXUS) y el Programa para las
Comunidades Mexicanas en el Extranjero de la Secretaría de Relaciones Exteriores, con
la ayuda de The John D. And Catherine T. MacArthur Foundation, los días 8 y 9 de
febrero de 1992 en las instalaciones de El Colegio de la Frontera Norte, San Antonio del
Mar, Baja California.
En el programa-convocatoria de esta «Cuarta Conferencia del Programa Asuntos
Críticos de UC MEXUS» se mencionaba que:
«La historia entrelazada de México y los Estados Unidos ha estado sujeta a
interpretaciones diversas y frecuentemente contradictorias en libros de texto,
libros de historia, periódicos, novelas, obras de teatro y películas. A veces, los
hechos que se presentan en los textos son incorrectos, a veces se omiten ciertos
incidentes, y a veces, la literatura y el cine, más que la enseñanza escolar,
influyen en las percepciones difundidas de la historia y la cultura.
Reescribiendo la Historia es una conferencia dirigida especialmente a los
maestros de ambos lados de la frontera de México y Estados Unidos. Los
maestros de los Estados Unidos, en particular, deben enfrentar los
malentendidos que ocurren cada día en los salones de clase, que cada vez son
más bilingües y biculturales. Al mismo tiempo, los maestros de los dos países
pueden estimular el interés creciente en las relaciones entre México y los
Estados Unidos y aclarar las percepciones erróneas. Es un gran honor para UC
MEXUS y el Programa para las Comunidades Mexicanas en el extranjero
convocar a un grupo prestigioso e internacional de intelectuales, que incluye
investigadores, un novelista, un dramaturgo y un cineasta, para debatir las
interpretaciones que dan los diversos medios a la historia y las relaciones de
México y los Estados Unidos».
Por supuesto que mejores relaciones entre las naciones dependen de un mayor
entendimiento entre sus pueblos y que reescribir la historia, corrigiendo las percepciones
erróneas, ayuda mucho a ello. Sin embargo, reescribir la historia en los libros gratuitos
de historia del cuarto al sexto año de enseñanza primaria en nuestro país en 1992,
coordinados por los historiadores Enrique Florescano y Héctor Aguilar Camín, a
instancias de Salinas De Gortari, no fue precisamente para corregir percepciones
erróneas, sino para presentar una visión acotada de nuestra historia con un matiz de
historia «oficial», donde las relaciones entre México y Estados Unidos se presentaban de
199
manera menos «conflictiva», lo que provocó gran malestar y debate entre diversos
sectores de la formación social mexicana, incluyendo al Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación y los coordinadores de dichos textos.
Por ejemplo, en un artículo publicado en La Jornada el 14 de septiembre de 1992,
intitulado «Las Razones del SNTE», la secretaria general del mismo, Elba Esther
Gordillo, da respuesta a Héctor Aguilar Camín, quien un día antes analizaba la postura
de la dirigencia magisterial con respecto a los nuevos libros de historia, en el que
hablaba de la «reacción... menos rápida, más hábil y cautelosa... (de los dirigentes del
SNTE) que esperaron la crecida de la ola antes de montarse en ella, desautorizar los
textos y reclamar un sitio en la discusión de contenidos». Gordillo respondía:
«Bien que los coordinadores de los nuevos libros de texto asuman su defensa; no
podíamos esperar menos de ellos. Pero ojalá que lo hagan desde una
perspectiva académica y sin soslayar lo que hoy está en la mesa, lo que
verdaderamente importa, más allá de las cuestiones que han enrarecido la
discusión, es el debate historiográfico, pedagógico e ideológico. El debate que
reclama un conocimiento esencial para los mexicanos, el de su historia.
Discutamos construyendo.»
Por su parte, Florescano planteaba en un artículo publicado en el mismo diario, e
intitulado «El historiador, la crítica y los libros de texto (primera de dos partes)» :
«Un análisis desapasionado del contenido de esos libros muestra que en lugar de
divulgar una «interpretación oficial», analizan el pasado con los enfoques y los
métodos que han renovado nuestro conocimiento de la historia. No hay en ellos
mitología de los héroes ni explicación del desarrollo histórico a través de hombres
providenciales o fuerzas mecánicas, sino explicación de los procesos colectivos e
individuales, actualización de la historia antigua, revalorización de la época
colonial y del porfiriato, y consideración de la historia contemporánea a partir de
los nuevos conocimientos producidos por la investigación reciente. Antes que una
«historia oficial», es ésta una historia crítica fundada en los conocimientos
generados por la investigación histórica. Desde luego, el enfoque crítico de la
historia puede caer también en interpretaciones erróneas, pero su carácter de
exposición fundamentada en hechos verificables, la somete a las reglas de la
prueba y el error propios del conocimiento científico, bajo la condición de realizar
este ejercicio mediante la crítica razonada.»
Estos libros tuvieron que ser retirados de circulación, aunque no fueron destruidos, ya
que el gobierno salinista los envió a Estados Unidos para los programas de educación
que llevaba a cabo el Instituto Nacional de Educación para Adultos -INEA- entre la
población migrante.
El gobierno tuvo que abrir a concurso los libros de texto de historia en enero de 1993 y,
en marzo, los autores seleccionados recibieron su premio en efectivo, pero la edición de
los textos nunca se llevó a cabo por tratarse de visiones críticas de la historia, en
particular el de cuarto grado, que incluía a los chicanos como parte de nuestra historia,
el cual fue después publicado por una editorial comercial, y que todavía se usa como
200
libro de texto en algunas escuelas privadas (Sánchez et al, 1994). Un literato vinculado a
la Secretaría de Educación Pública, Felipe Garrido, fue el encargado de elaborar el libro
de texto de historia único para los tres últimos grados de enseñanza primaria, el cual
estuvo vigente durante los tres años siguientes, cuando aparecieron respectivos libros
para los tres grados, coordinados por el propio Garrido.
Lo cierto es que estos casos se inscriben en los esfuerzos del gobierno mexicano por
acabar con los conflictos históricos entre ambos países con el fin de establecer un
ambiente más favorable para llevar a cabo las negociaciones del TLCAN sin que
apareciese ningún obstáculo, por más pequeño que fuera. En esta perspectiva, el
régimen salinista impulsó una nueva política exterior que se alejaba de la confrontación
con Estados Unidos en foros como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en
donde México llegó a votar muchas veces en contra de iniciativas estadounidenses, y
que derivó en una política de negociación, de no conflicto con el Coloso del Norte a
través del establecimiento de una política de bajo perfil hacia Centroamérica y el Caribe
(lo que significó una nula protesta del gobierno mexicano a la invasión estadounidense
de Panamá); de apoyo a decisiones contrarias a nuestra tradición de no injerencia y
respeto a la soberanía de las naciones (como en el caso de la guerra contra Irak, cuando
el gobierno de Salinas de Gortari ofreció 100 mil barriles diarios más de petróleo a
Estados Unidos aún antes de que el gobierno de ese país se lo solicitase como
prevención de una disminución en el abasto de hidrocarburos de esa región del mundo
por el conflicto bélico; retractándose de medidas soberanas, como en el caso de la
suspensión, por parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de las actividades de la
Agencia Antinarcóticos Estadounidense (DEA) como respuesta al fallo de la Suprema
Corte de ese país para negarse a extraditar a Humberto Alvarez Machaín, secuestrado
en territorio mexicano en 1989 por órdenes de la DEA. Veinticuatro horas después, la
misma Cancillería revocaba dicha suspensión, por decisión de la Oficina de la
Presidencia, para no afectar las negociaciones del TLCAN.
Esta actitud del gobierno mexicano empezó a convertirse en una política de Estado
hacia Centroamérica y el Caribe, atrayéndose a los países de esta zona a sus
posiciones geopolíticas por medio de vínculos comerciales (por ejemplo, la creación del
Grupo de Los Tres, mediante un acuerdo comercial entre México, Venezuela y
Colombia, aprovechando los vínculos establecidos entre estas naciones a partir de su
participación en el Grupo de Contadora) y de lucha conjunta contra el narcotráfico, de
inversiones y capacitación, de grandes obras de infraestructura, etc.Pero, lo más
importante, buscando impulsar su experiencia de acabar con los conflictos históricos
para facilitar la integración económica. El gobierno mexicano buscó un mayor
acercamiento con Guatemala, tratando de limar las asperezas de las relaciones
históricas, lo que ha llevado a ambos gobiernos a hacer a un lado tales cuestiones para
impulsar proyectos conjuntos de desarrollo binacional, así como para participar,
conjuntamente con Belice, El Salvador, Honduras y la misma Guatemala, en el
megaproyecto turístico denominado Mundo Maya, que ha llevado a la mercantilización
del patrimonio histórico y cultural legado por los antiguos mayas a los pueblos de los
países mencionados. Mundo Maya se ha convertido así en el mundo del espectáculo
cultural para las élites europeas y norteamericanas, tal como es Mundo Disney en
201
Orlando, Florida y Los Angeles, California, para las élites y clases medias
latinoamericanas.
Se buscó exportar esta política de acabar con los conflictos históricos por medio de
instancias académicas, como la Asociación Iberoamericana de Estudios sobre
Fronteras, para lo cual, el director de Frontera Norte de la Secretaría de Relaciones
Exteriores, embajador Jorge Wibo, participó activamente en varios de los congresos
organizados por dicha asociación. Lo cual fue evidente para el autor de este ensayo
después de mi participación como ponente durante el cuarto congreso realizado en
Guayaquil, Ecuador, cuando el embajador Wibo solicitó, y le fue concedido, participar
con una ponencia (sin estar programado) inmediatamente después de mi exposición,
para dar respuesta a los planteamientos críticos contenidos en la misma. La exposición
del embajador Wibo hizo clara referencia a la necesidad de acabar con los conflictos
históricos de las naciones como condición para la integración regional.
La solución de controversias sobre límites fronterizos entre Perú y Ecuador; entre Chile y
Perú, entre Colombia y Nicaragua, y entre otros países, para avanzar en los procesos de
integración regional, dan cuenta de que acabar con los conflictos históricos sobre
delimitación territorial, es de fundamental importancia. En esa medida, dicha solución de
conflictos responde a las necesidades e intereses de Estados Unidos para hacer
avanzar su proyecto hegemónico de la creación del Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA.) y al gobierno mexicano le correspondía predicar con el ejemplo.
Una vez lograda la integración con Estados Unidos y Canadá en 1994 y un mayor
acercamiento con sus vecinos del sur, el gobierno mexicano ha modificado su política
con respecto a sus propias fronteras (las cuales han entrado dentro de los intereses
estratégicos estadounidenses). A partir de entonces, las direcciones de Frontera Norte y
de Frontera Sur desaparecieron del organigrama de la Secretaría de Relaciones
Exteriores para dar paso a oficinas encargadas de América del Norte y Europa y de
América Latina, el Caribe y la Cuenca del Pacífico, respectivamente.
A MANERA DE CONCLUSIONES
Como se ha intentado mostrar, la mayor inserción geoeconómica de México a Estados
Unidos, acelerada desde principios de la década de los 1980, se ha basado
fundamentalmente en la región norte del país, la cual ha recibido importantes impulsos
para su desarrollo industrial y financiero, su infraestructura carretera y de
comunicaciones, su liberalización comercial, el incremento de los servicios y otros
aspectos inherentes a tal proceso.
Esta integración fronteriza es parte de un proceso regional mayor en la cual el llamado
Sun Belt, conformado principalmente por estados del suroeste y sur de los Estados
Unidos, ha llegado a ser la principal región industrializada de ese país, lo cual la
convierte, junto con la región fronteriza norte de México, en un área geoestratégica de
primera importancia para el proyecto estadounidense de integración económica regional,
202
comenzando por sus dos vecinos inmediatos, Canadá y México (Sandoval, 1996), y para
su comercio con la Cuenca del Pacífico.
En esta perspectiva, para Estados Unidos, el Tratado de Libre Comercio con el que se
ha formalizado la integración del Área Norteamericana de Libre Comercio, junto con
Canadá y México, más que un pacto comercial significa una cuestión de seguridad
nacional. De hecho, las motivaciones para impulsar al TLCAN fueron definidas
originalmente por la Casa Blanca como primordialmente geopolíticas, en un intento por
asegurar recursos importantes en el norte y un vecino estable en el sur (Hinojosa, 1991
y Sandoval, 1993).
Por otro lado, en este tratado se advierte la intención de ampliar su proteccionismo
tradicional a nivel regional con el pretexto de proteger su seguridad nacional (SaxeFernández, 1992). De hecho, la Comisión de la Comunidad Europea, en su informe
anual de 1993, condenó enérgicamente las barreras comerciales que impone el gobierno
de Estados Unidos y denunció la unilateralidad de la legislación comercial de ese país.
Para la CE, según este informe, el gobierno de Clinton «recurre frecuentemente a la
noción de Seguridad Nacional para defender sus intereses comerciales». Por lo que
recomendaba a Washington «abstenerse de toda acción unilateral comercial, respetar
los procedimientos para solucionar las diferencias a nivel multilateral y cooperar con la
CE y con otras partes para reforzar esos procedimientos» (La Jornada, 16 de abril de
1993). Para Estados Unidos, el área constituida conjuntamente con Canadá y México es
sólo el primer paso hacia la conformación de una zona de libre comercio más amplia que
incluiría diversas regiones, desde Alaska hasta la Patagonia. El Tratado de Libre
Comercio signado por los gobiernos de los tres países, no es sólo un modelo para otros
acuerdos de libre comercio, sino para la integración hemisférica, ya que, por un lado,
una cláusula de acceso establecida en este documento haría posible que otras naciones
pudiesen integrarse al Area Norteamericana ya mencionada; pero, por otro lado, los
mecanismos de negociación de este tratado fueron de tal éxito que hoy son utilizados
para otros tratados bilaterales entre países del continente, y lo serán para las
negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), la cual fue
propuesta por Clinton en la llamada Cumbre de las Américas en diciembre de 1994 en
Miami, Florida, donde fue aceptada por todos los jefes de estado del continente, excepto
Cuba. ALCA deberá estar conformada para el año 2005 y muchos procedimientos van
muy avanzados ya.
Así, con la creación del Area Norteamericana de Libre Comercio, conformada por
Canadá, Estados Unidos y México, la región fronteriza entre estos dos últimos países
está considerada una de las regiones más importantes dentro de la estrategia
estadounidense para establecer su hegemonía hemisférica y mundial (Sandoval, 1996).
En esta perspectiva, la estrategia impulsada por Estados Unidos para hacer frente a los
otros dos bloques geoeconómicos en formación, encabezados por Alemania y Japón, en
la lucha por los mercados mundiales, requiere en una primera instancia de la integración
económica regional de Estados Unidos con sus vecinos del norte y del sur para
aprovechar sus ventajas comparativas en beneficio propio (recursos naturales principalmente petróleo- , y mano de obra barata, entre otras).
203
Y para ello se hace necesario tener el control, no sólo económico, sino político y militar
de la región fronteriza entre esa nación y la mexicana, el cual es fundamental para el
desarrollo de dicha estrategia. Así, con el proceso de integración económica, esta región
entró de lleno dentro de los intereses estratégicos y de seguridad nacional de Estados
Unidos.
Por otro lado, y para facilitar el proceso de integración regional, los tecnócratas
mexicanos en el poder han buscado acabar de una vez por todas con algunos aspectos
históricos de conflicto entre México y Estados Unidos, incluso «reescribiendo la historia»
(como en el caso de los libros de texto gratuitos); planteando que no existen derechos
de México sobre territorio nacional ocupado por la Unión Americana, como el llamado
Archipiélago del Norte; estableciendo una política exterior de «bajo perfil»; aportando
políticas contrarias a nuestra tradición de respeto a la soberanía y autodeterminación de
otras naciones; retractándose de medidas soberanas para no afectar dichas relaciones
(como sucedió en su momento durante las negociaciones del TLC, en el caso de la
expulsión de los agentes de la DEA); y otras cuestiones más, hasta llegar a la entrega a
Estados Unidos de la soberanía sobre nuestros recursos petrolíferos (como ocurrió
después de la crisis de diciembre de 1994, cuando Clinton otorgó ayuda económica al
gobierno de Ernesto Zedillo, quien tuvo que comprometer el petróleo a cambio); además
de supeditar a las Fuerzas Armadas Mexicanas a los intereses de la seguridad nacional
estadounidense (Sandoval, 1999).
En esta perspectiva, el gobierno mexicano ya no ve con preocupación hacia el norte, del
cual considera parte a nuestro país y, con ello, ha aceptado tácitamente entrar en la
esfera geoestratégica y de seguridad nacional estadounidense, sentado las bases para
que México sea el modelo a seguir en el proceso de integración de todos los países
latinoamericanos y del Caribe (con excepción de Cuba) al Area de Libre Comercio de las
Américas. En suma, es clara la preocupación de Estados Unidos para mantener el
control sobre un vecino estable en el sur de su frontera, ya que de ello depende la
posibilidad de extender su nuevo proyecto económico y de seguridad regional a todo el
hemisferio. De acuerdo con Michael Dziedzic, coronel de la Fuerza Aérea de los Estados
Unidos y experto en cuestiones militares de México:
“Desde una perspectiva geopolítica, nuestra capacidad para desempeñar un
papel preponderante en el escenario mundial resultaría muy afectada si surgieran
disturbios graves al otro lado de nuestra frontera sur, y nuestra actual estrategia
militar quedaría poco menos que trunca. Sin embargo, igualmente importantes
son los resultados positivos que produciría una relación geopolítica estrecha
entre Estados Unidos y México. No sólo facilitaría en gran medida la labor de
abordar los asuntos mutuos de seguridad a lo largo de la frontera, sino que se
lograrían grandes avances en la formación de un régimen de seguridad
hemisférica” (Dziedzic, 1996).
Y para John A. Cope (1996), exmilitar experto en cuestiones militares mexicanas y
profesor en asuntos de seguridad hemisférica en el Institute for National Strategic
Studies de la National Defense University, quien fuera además asesor militar del
Subsecretario de Estado para Cuestiones Interamericanas:
204
«México, en particular, no sólo está acoplándose al TLCAN, sino también a la
presión creciente de Estados Unidos para que colabore más vigorosa y
eficazmente contra el narcotráfico, a la rebelión en Chiapas y a los disturbios
internos de tipo político y económico que aumentan día a día. El estado actual y
el potencial futuro de la relación bilateral militar es mucho más importante que
antes para una naciente relación de seguridad.»
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208
CIUDADES ROTAS. LAS CIUDADES DE LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO
EN LA TRAYECTORIA DE LA GLOBALIZACIÓN
José Antonio Trujeque
INTRODUCCIÓN
El propósito fundamental de este ensayo es avanzar en el estudio comparativo de la
urbanización popular en ciudades de la frontera tamaulipeca. Dicha comparación debe
plantearse la búsqueda de semejanzas y diferencias entre estudios de caso locales para
proponer un patrón de urbanización que abarque a estas ciudades. La estrategia que
seguimos a fin de alcanzar ese objeto es de tipo deductivo e inductivo. Es decir,
partimos de discusiones teóricas y conceptuales que nos auxilien a plantear un marco de
referencia general, el cual permitirá situar el estudio (y los fenómenos que en él se
señalan) dentro de las líneas del desarrollo urbano contemporáneo. En un segundo
momento, los datos procedentes de los estudios de caso nos ayudarán a emprender una
operación inductiva, la cual tiene como finalidad matizar las consideraciones de tipo
general que proceden del marco de referencia.
La comparación realizada de la forma que señalamos debe, por lo tanto, permitir dos
situaciones: entender el sentido que tienen las especificidades de caso en el marco de la
«gran historia» o corriente de procesos urbanos contemporáneos. Y así mismo hacer
notar cómo es que dichas especificidades contribuyen a la continuación o transformación
de esa «gran historia». El patrón de desarrollo que comentamos debe cumplir con los
requisitos siguientes:
a) Nutrirse de datos empíricos levantados con métodos de trabajo rigurosos, y que
abarquen todos los aspectos relevantes del fenómeno que nos interesa: la
urbanización popular.
b) Contar con categorías que permitan el paso de la empiria a la teoría, es decir,
que posibiliten pasar del dato singular a la generalización. Al mismo tiempo, tales
categorías deben permitir, a través de la contrastación, subrayar las
desemejanzas entre los casos particulares.
c) Poseer una tipología de actores y procesos que facilite las tareas de clasificación
y ordenamiento del dato empírico.
En lo que se refiere al método para abordar el análisis comparativo de los territorios
urbanos, hay dos formas distintas, ambas válidas: el primer procedimiento hace hincapié
en las particularidades de cada ciudad y enfatiza, por lo tanto, los aspectos y dinámicas
internas propias de las ciudades que se analizan. Una vez que están ubicados los
factores internos que hacen de cada ciudad un fenómeno singular, se pasa a la
comparación. Por lo tanto, es un procedimiento de «adentro hacia afuera».1
209
El segundo procedimiento es de «afuera hacia adentro». Su propósito es ubicar los
factores extralocales que afectan a cada ciudad particular y que, en interjuego con la
historia y las estructuras sociales locales, resultan en la conformación específica de cada
ciudad que se compara. Por lo tanto, este procedimiento trata de ubicar el lugar de cada
ciudad en el contexto de procesos globales. En este sentido anota Susan S. Fainstein:
«El planteamiento global se propone el escrutinio del sistema internacional de
ciudades (y sus subsistemas nacionales y de tipo subregional). Al mismo tiempo
que hace notar las particularidades, esta vía de explicación las atribuye a cierto
nicho o nodo específico que cada ciudad ocupa dentro de una red urbana más
amplia... las diferencias entre las ciudades se tratan como manifestaciones de
una variedad de componentes que comparte el conjunto más amplio» (Fainstein,
1990: 170).
El punto de partida de este trabajo es ceñirse a esta última vía de comparación. Es decir,
las semejanzas y disimilitudes entre las tres ciudades más grandes de la frontera
tamaulipeca tratarán de explicarse atendiendo al nicho o clase particular que ocupan en
un conjunto urbano más amplio. Ahora bien, este «conjunto urbano más amplio» es el
sistema mundial de ciudades que se ha venido configurando desde 1950. Tal sistema,
cabe subrayar desde ahora, no es un recurso terminológico gratuito y sin contenido
palpable. Señala Manuel Castells:
«La economía capitalista ha sido, desde sus comienzos, una economía mundial,
como Braudel y Wallerstein nos lo han recordado. Sin embargo, [en nuestros
tiempos] lo novedoso es la creciente interpenetración de todos los procesos
económicos en el nivel internacional con el sistema capitalista operando como
una unidad, una red global actuante en el tiempo real. Se trata de un proceso que
se ha desarrollado desde la década de 1950, y que se ha acelerado rápidamente
durante las décadas de 1970 y de 1980 como un elemento esencial del proceso
de restructuración. Éste incluye movimientos de capital, migraciones laborales,
transformaciones en el propio proceso de producción, la interpenetración de
mercados y el uso de los Estados-nacionales como elementos de soporte en una
competencia internacional, la cual determinará en el futuro el destino económico
de todas las naciones» (Castells, 1996: 92).
Así pues, el fenómeno de la globalización es, sin duda, uno de los procesos que le dan
al final del siglo una de sus facetas más características2. En el campo de la sociología
urbana, los estudios comparativos han mostrado ser un recurso muy fértil para advertir
los cambios locales que produce la progresiva consolidación de la «economía-mundo»
(Gottdiener y Feagin, 1991; Fainstein, Gordon y Harloe, 1992; Flanagan, 1994; Sassen,
1996; Clark, 1996). Las transformaciones en los métodos de producción (el llamado
post-fordismo), el tránsito hacia lo que Manuel Castells denomina «modo informacional
de desarrollo», la aparición de un mercado internacional de fuerza de trabajo3, así como
la propia internacionalización de las decisiones financieras, dan cuenta de una etapa en
la que el sistema capitalista camina hacia una implantación mundial comandada por
corporaciones financieras multinacionales.
210
Desde luego, estas fuerzas y estos procesos no ocurren en el vacío, pues cuentan con
sedes y centros físicos de asentamiento. Por lo tanto, si la globalización implica la
existencia de una cadena internacional de actores y mecanismos funcionales que tienen
un asentamiento territorial, entonces está plenamente justificada la tesis sobre el
funcionamiento de un sistema mundial de ciudades (Flanagan, 1994; Sassen, 1996). El
sistema está compuesto por subconjuntos urbanos que se definen por la cantidad y
cualidades de los papeles que desempeñan en el funcionamiento del capitalismo
globalizado (Clark, 1994).
Este planteamiento comparativo «de afuera hacia dentro» tiene el mérito de dirigir la
investigación hacia una de las principales motivaciones de la sociología, como lo indicó
con toda claridad Charles Wright Mills: dar cuenta del interjuego entre la biografía
singular y la marcha de la civilización (Mills, 1978). En este marco, los estudios de caso
locales pueden ir más allá de una simple colección de datos para encontrar su
legitimidad científica en la indagación sobre cómo y por qué un proceso global tiene
variaciones particulares asociadas a la historia y demás singularidades geográficas de
cada territorio urbano (Flanagan, 1994).
Así pues, la investigación comparada «de afuera hacia dentro» ha permitido comprender
los modos a través de los cuales se están constituyendo nichos o subconjuntos urbanos
dentro del sistema urbano global. Las ciudades en las que se asientan firmas,
corporaciones, bancos y empresas ligados de forma inmediata al núcleo de las
decisiones en inversión internacional, son las llamadas «Ciudades Globales»: Tokio,
Londres y Nueva York (Sassen, 1991). En estas ciudades, la globalización se manifiesta
en el cierre de plantas manufactureras (pues las firmas emigran a países o regiones con
costos salariales y de transporte más bajos) así como en el crecimiento del sector
terciario, lo cual da como resultado la aparición y ensanchamiento de las desigualdades
sociales: por lo tanto, la imagen de ser unas «Ciudades Divididas», sintetiza el grado de
diferenciación interna que ahora poseen (Fainstein, Gordon y Harloe, 1992).
Con respecto al grado de estas diferenciaciones, la investigación urbana comparada ha
mostrado que la globalización tiene cuatro efectos simultáneos sobre el tejido territorial y
social urbano: en primer término, rompe la estructura de empleos prexistente. En
segundo, origina la aparición de nuevos actores y grupos sociales ligados a la
terciarización y al crecimiento de los servicios ligados a la gestión internacional de las
finanzas. En tercer lugar, modifica los precios de suelo, pues éstos se elevan en las
zonas urbanas donde las empresas de servicios y sus empleados demandan oficinas y
viviendas, mientras que los precios caen en las zonas donde viven los grupos de
trabajadores subempleados o desempleados, como efecto del cierre de manufacturas.
En cuarto lugar, induce la formación de nuevas demandas y nuevos referentes de
movilización social: defensa de barrios, estrategias para atraer inversiones, políticas de
revitalización de los centros urbanos, etc. (Sassen, 1991; Castells, 1996; Logan y
Molotch, 1996; Wilson, 1996) Esta gama de nuevas dinámicas sociales y territoriales
asociadas a la globalización, ha sido sistematizada bajo el término de las «Ciudades
Duales» (Castells y Mollenkopf, 1990) o bien, de las «Sociedades Separadas»
211
(Goldmann y Blakely, 1992). Cabe subrayar que este trabajo de sistematización está
fundamentado en el tipo de comparación «de afuera hacia adentro».
Desde nuestro punto de vista, las ciudades de la frontera noreste pueden ser
comparadas de forma similar. En este sentido, el foco principal de interés en este trabajo
es avanzar hacia la construcción de un esquema conceptual que no sólo nos permita
ubicarlas en un nicho particular dentro del sistema internacional de ciudades, sino que
también nos permita entender (a través de esta comparación basada en el esquema «de
afuera hacia dentro») cómo la globalización puede afectar a los arreglos sociales y
territoriales de cada ciudad. Así pues, nos apoyamos en algunas de las experiencias
más recientes de la investigación urbana, las cuales pretenden elaborar marcos
analíticos y conceptuales para entender las relaciones y tensiones entre la globalización
y el desarrollo urbano local. Por lo tanto, es útil reseñar los contenidos esenciales de la
investigación urbana comparada en el contexto de la globalización y sus efectos.
La globalización en México es producto, sobre todo, de una política de Estado que
despunta en 1985 con el ingreso del país al GATT, y que se profundiza con la
formalización del TLCAN, en 1993-94. Este enganche de México a los circuitos globales
de la economía capitalista se realiza de forma súbita, sin una preparación previa de la
planta manufacturera nacional para adaptarse a las condiciones de competencia
mundial. Sólo las ramas productivas de capital intensivo y las de ensamble pueden
soportar el ingreso a la economía-mundo, lo cual implica un reordenamiento territorial
que tiene en el crecimiento demográfico y económico de la frontera norte uno de sus
rasgos más característicos.
Este escenario de la globalización (vía el TLCAN) representa para las ciudades de la
frontera noreste la posibilidad de que su base económica se desarrolle en dos tiempos y
ritmos distintos: las actividades fronterizas pueden experimentar un despegue notable,
mientras que las de tipo no fronterizo seguirán dependiendo de eventos y situaciones de
carácter nacional y regional. A este desfase estructural en la base económica se agrega
la forma en la que se generan nuevos suburbios: en la ilegalidad, sin planificación, y
sujetos a consideraciones de tipo político. Así entonces, en las ciudades de la frontera
tamaulipeca se experimentan dinámicas de ruptura social y territorial a causa del grado y
amplitud que alcanza tal ruptura, cabe considerar estas ciudades bajo la denominación
de «Ciudades Rotas».
La metáfora de la «Ciudad Rota» busca describir un escenario urbano discontinuo,
fragmentado y desintegrado en sus componentes sociales, económicos y territoriales.
También busca tipificar los factores dinámicos que movilizan y tensionan el desarrollo
urbano en la frontera noreste: en general, factores de tipo fronterizo, y de tipo no
fronterizo. Mediante el recurso a estas categorías y tipificaciones podemos establecer un
esquema comparativo para las ciudades de la frontera tamaulipeca.
212
IMÁGENES DE LA CIUDAD CAPITALISTA A FINES DEL MILENIO. ENTRE LA
GLOBALIZACIÓN Y LA SOCIEDAD LOCAL
Desde inicios de los ochenta aparecieron hechos que en un principio parecían estar
aislados unos de otros, pero que en la entrada de la última década del siglo muestran
una coherencia clara. En 1982 surge el primer estudio sistemático acerca del cierre de
plantas manufactureras, sobre todo en el noreste de los Estados Unidos (Bluestone y
Bennet, 1982).
La década de los ochenta representa también el primer «boom» masivo de la
informática: la PC conquista espacios en empresas, escuelas, hogares. También desde
los inicios de tal década, la crisis de deuda en naciones de la periferia capitalista (a la
que, por cierto, mucho contribuyó la situación mexicana) dio como resultado la quiebra
de varios bancos pequeños y medianos, y con ello se facilitó la centralización de
capitales y decisiones financieras en unas cuantas corporaciones multinacionales de
inversión (Fainstein, 1991). Estos gigantes se asientan en las cercanías de Wall Street, y
las bolsas de Londres y Tokio.
A partir de la mitad de la década se publican investigaciones sobre la revitalización de
las zonas centrales urbanas, en las que grupos de estratos bajos son presionados a
abandonar los barrios que poco más tarde fueron objeto de renovaciones y
reconstrucciones para ser ocupados por un sector de «cuello blanco» emergente, es
decir, trabajadores de los servicios financieros (Savage y Warde, 1993). Mientras tanto,
se generaliza el uso de tecnologías productivas que sustituyen (en ciertas ramas
económicas) a la cadena de producción de tipo fordista. En tanto, como parte de la
estrategia para reordenar la situación posterior a la crisis de deuda, las políticas del FMI
inducen a que en varios países se privaticen ramas de actividad y, junto con ello, que se
anulen barreras arancelarias a fin de permitir mayor competencia mundial. Así pues, en
la segunda mitad de la década pasada va quedando claro que asistimos a la fase en la
que está madurando un proceso de integración económica internacional, facilitado
además por el colapso del bloque soviético4.
La globalización está compuesta por la confluencia de fenómenos como el paso de un
modelo productivo «fordista» a uno de naturaleza «postfordista» , en el cual el valor
agregado de la mercancía proviene de la aplicación intensiva del conocimiento. Junto a
esto ha cuajado una competencia internacional entre los mercados de trabajo, de forma
que varias firmas y corporaciones buscan instalarse en países con ingresos bajos y
estabilidad salarial. Por lo pronto, se perfila una aglomeración de manufacturas
exportadoras y circuitos de comercio en tres bloques bien definidos: el Este asiático,
Europa occidental y América del Norte.
Una característica de los procesos con los cuales viene asociada la globalización, es
que están comandados por corporaciones financieras transnacionales cuyos centros
neurálgicos de primer orden se encuentran establecidos en Nueva York, Londres y
Tokio: tales son las «ciudades globales» (Sassen, 1991). En estas ciudades, el
crecimiento y complejidad de las actividades ligadas a la gestión de los flujos
internacionales del capital ha hecho posible que surjan empleados de muy altos
213
ingresos, los cuales, en general, se han asentado en las zonas cercanas a los viejos
centros urbanos. Este proceso ha sido llamado «gentrification»5 en el cual tales grupos
desplazan de los centros urbanos a los residentes anteriores, por lo común
pertenecientes a sectores de la clase obrera. Cabe precisar que el fenómeno de la
«gentrification» no es privativo de las ciudades globales, si bien en Nueva York y
Londres adquiere sus rasgos más acusados.6
La «gentrification» encuentra su traducción territorial en la existencia de barrios
adaptados al estilo de vida y capacidad de consumo propios de las nuevas clases
sociales prohijadas por el empuje del sector financiero internacional. En los barrios que
ocupan estas clases se ha observado una política de revitalización de los centros
urbanos: modificación (o demolición) de edificios, acondicionamiento de museos, teatros,
centros comerciales, dirigidos a satisfacer el consumo del turismo internacional y de las
clases asociadas al sector financiero. Un buen ejemplo de este fenómeno es el
resurgimiento del barrio neoyorquino del Soho, con sus galerías de arte y cafés
emuladores de los “Elíseos” parisinos.
En consonancia con el fenómeno anterior, no sólo en las ciudades «globales», sino en
otras ciudades manufactureras, se produjo el traslado o cierre de industrias. La
«desindustrialización» tiene como motor fundamental el traslado de varias empresas a
regiones o países en donde hay menos costos salariales, más estabilidad en la fuerza
de trabajo y menos posibilidades de conflictos obrero-patronales. Prácticamente todo el
occidente capitalista ha asistido al progresivo declive de las ciudades de la primera y
segunda revolución industriales, asociadas a la máquina de vapor y a la cadena de
ensamble fordista, respectivamente. En Estados Unidos, entre 1958 y 1972, las áreas
metropolitanas del noreste perdieron entre el 14 y el 18% de los trabajos
manufactureros, mientras que en Europa occidental, las ciudades más urbanizadas
perdieron dos millones de trabajos de la rama manufacturera, a partir de la década del
setenta (Flanagan, 1994: 76).
La «gentrification» tiene dos caras. Los barrios adyacentes a los espacios revitalizados
están ocupándose de forma intensiva por los desplazados de los centros urbanos, así
como por los grupos que se encuentran en el empleo informal. Se trata de barrios en
declive, donde es posible observar el hacinamiento, el deterioro del paisaje
arquitectónico y niveles de delincuencia organizada sin precedentes en su forma y
contenido. De forma paralela al desplazamiento vecinal, la desindustrialización se
traduce en la pérdida de empleos donde los sectores de «cuello azul» antes tenían
acomodo, de lo cual resulta que numerosos jóvenes ya no están en condiciones de
lograr su maduración en el trabajo. En este sentido, las nuevas pandillas urbanas (a las
que nos están acostumbrando cada vez más películas norteamericanas) se convierten
en el canal de maduración y socialización de los adolescentes hasta muy entrada su
edad adulta. Así pues, junto a la «gentrification» y la «desindustrialización» ocurren
niveles muy altos de delincuencia organizada (Bing, 1989).
La imagen de la «ciudad dual» se sostiene en la creciente evidencia de que en las
ciudades industriales se asiste al surgimiento de barrios acomodados y barrios en
214
declive pronunciado. Se asiste, asimismo, a transformaciones sociales que aparecen
con evidencia en los nuevos sectores de «cuello blanco» y en el declive del estilo y
condiciones de vida de los sectores de «cuello azul». Sin embargo, las investigaciones
de Castells y Mollenkopf han mostrado que el tejido social resultante de la globalización
se caracteriza por una diversificación muy amplia. Entre las clases medias han surgido
varias fracciones bien distinguibles, y lo mismo sucede entre las clases obreras y en las
fracciones de clase que pululan en el mundillo de la informalidad económica (Castells y
Mollenkopf, 1991). La metáfora de la «ciudad dual» ha sido corregida con aquélla que
sintetiza en una imagen el grado de diversificación social y territorial alcanzado en la
fase actual de la globalización capitalista. Se trata de la metáfora de las «ciudades
divididas» (Fainstein, Gordon y Harloe, 1994). En esta línea de nueva cuenta, el foco de
interés son las transformaciones urbanas y regionales que trae consigo la implantación
de modelos productivos postfordistas, así como los impactos de la globalización
capitalista. En las «ciudades divididas» encontramos que las nuevas realidades urbanas
responden a la interacción de tres factores:
a) Las estructuras que las ciudades heredaron del pasado, y que condicionan sus
respuestas a cambios externos.
b) El funcionamiento fluctuante de las economías nacionales.
c) La influencia de seis tendencias generales de la economía global sobre las
economías urbanoregionales.
Vale la pena detenerse en la reseña de cuáles son las seis tendencias antedichas, pues
en ellas se plantean las conexiones entre factores económicos y territoriales. Entender
estas conexiones permite entender a la globalización, no como una mera fuerza
suprahumana, sino como una realidad que cambia de facetas y matices de acuerdo a los
territorios concretos en los que se implanta. Así pues, estas son las seis tendencias que
modifican la composición socioterritorial de las «ciudades divididas»:
1. Desindustrialización y pérdida de empleos en el sector manufacturero.
2. La geografía de la producción es más diversificada, puesto que las empresas
buscan proteger sus márgenes de ganancia descomponiendo el proceso de
producción en sus partes, ubicando cada una de éstas en los lugares que
ofrecen suelo y fuerza de trabajo menos costosos.
3. El aumento en la complejidad de los procesos de producción y de las estructuras
corporativas de control ha dado lugar a la creciente importancia del sector
económico propio de los productores de servicios (especialistas en información,
consultoría financiera, informática, entre otros servicios de apoyo), que ahora
tienen un rol intermedio entre las decisiones corporativas multinacionales y la
producción directa. Estos servicios complejos se concentran en las grandes
ciudades.
215
4. Aumento en la importancia de los sistemas internacionales de financiamiento, lo
que está ligado a la internacionalización de los circuitos de producción e
intercambio comercial.
5. En sentido contrario al discurso neoliberal se advierte una expansión significativa
en el rol de los estados sobre la dirección económica y en la provisión de
servicios sociales y colectivos. Desde luego, cuando el presupuesto estatal
disminuye, en las ciudades aparecen síntomas de crisis.
6. Cambios en los patrones de consumo privado en las grandes ciudades (raíz de la
«gentrification»). Ha surgido una nueva clase profesional ascendente, conectada
a los servicios intermedios complejos, la cual demanda vivienda cercana al
centro de la ciudad donde se concentran los servicios públicos y privados7.
La revisión anterior nos muestra que asistimos a un fenómeno paradójico. La
globalización deja sentir sus efectos en varias ciudades del mundo, lo cual significa que
estamos frente a un proceso estandarizante, es decir, que une y ata con los mismos
hilos a partes distintas del mundo. La paradoja está en que en el interior de cada
escenario urbano particular, la globalización separa, divide, profundiza y amplía las
desigualdades entre territorios y sociedades. La imagen de la aldea global propuesta por
McLuhan sólo es cierta en el nivel de las comunicaciones, la tecnología y las fuerzas
económicas del capitalismo, pues la otra parte de la historia se encuentra en el
surgimiento de aldeas dentro de cada escenario local: éste es el fondo de las metáforas
sobre la «ciudad dual», la «ciudad global» y la «ciudad dividida».8
LA GLOBALIZACIÓN EN MÉXICO: COORDENADAS GENERALES
La importancia de las investigaciones que reseñamos de forma somera tiene la cualidad
de poner en entredicho la imagen de homogeneidad e integración con la que a menudo
trazamos el perfil de las ciudades del núcleo central capitalista. Traslademos ahora la
atención a países como el nuestro, pues de inmediato se viene a mientes una cuestión:
si en sociedades relativamente homogéneas, la globalización y sus procesos asociados
han dividido y diversificado de forma tan aguda a los escenarios locales, ¿qué cabe
esperar en naciones que, como México, se engancharon al tren capitalista con serias
desigualdades en su economía, su sociedad y su territorio?
La globalización en México, en primer término fue un proceso fomentado por la élite
gobernante, que buscó institucionalizar el ingreso del país a los circuitos de la
globalización mediante el TLCAN. Tal política de largo plazo ocurre cuando el país
experimenta transformaciones en su distribución urbano-territorial, producto de la crisis
del ochenta. Este reordenamiento en el patrón urbano se dirige hacia un esquema en el
cual las ciudades de la frontera norte fortalecerán su ubicación en el sistema nacional de
ciudades.
216
En nuestro país, la élite gobernante ha desarrollado la estrategia de insertar al país en
los circuitos de la globalización mediante la asociación comercial con los Estados Unidos
y Canadá. La que podemos denominar «vía mexicana a la globalización», tiene como
características principales:
a) Un tratado comercial negociado entre dos naciones con sistemas políticos
abiertos (Estados Unidos y Canadá) y un país con un sistema de
presidencialismo autoritario (México).
b) Las asimetrías estructurales entre los tres países son sumamente agudas. Si
igualásemos el PIB (de 1987) de las tres naciones a 100, a Estados Unidos le
correspondería el 89.7%, a Canadá el 7.5% y a México el 2.8% (Zermeño,
1991:22)
c) No obstante lo anterior, y a diferencia de acuerdos similares (el Tratado de la
Unión Europea, por ejemplo), en el TLCAN no se prevén mecanismos que
tiendan a paliar las asimetrías descritas (Gutiérrez y Martínez, 1995).
d) El TLCAN no contempla una integración económica regional. En este sentido, su
alcance está limitado a un acuerdo comercial. La idea implícita del Gobierno de
Salinas fue que a través de las exportaciones, la industria mexicana se ajustará,
con sus pares canadiense y norteamericana, en términos de tecnología, salarios
y cadenas productivas (Castañeda, 1995; Gutiérrez y Martínez, 1995).
e) Sin embargo, del lado del Gobierno mexicano no se previeron fases para
preparar o modernizar a la planta productiva nacional a fin de competir, con éxito,
en los marcos de la globalización. Sólo las ramas industriales con mayor
capitalización intensiva (la industria automotriz, por ejemplo), así como las ramas
que producen a granel bienes de consumo y que otorgan bajos salarios (las
maquiladoras), son las que están en condiciones de competitividad
internacional9.
Así pues, en términos reales, la inserción del país en los circuitos de la globalización se
caracteriza por una clara estrategia de eliminar gradualmente barreras arancelarias y,
junto con ello, fortalecer a la manufactura de exportación. La élite gobernante ha
convertido esta estrategia en un proyecto nacional de largo plazo. Al hablar de proyecto
nacional nos referimos al hecho de que a través de sus líneas maestras (liberalización
comercial y economía exportadora) se pretenden resolver los problemas
socioeconómicos heredados, y al mismo tiempo ofrecer mejores niveles de vida.
Hay que decir que este ingreso repentino a la globalización se produce en un escenario
caracterizado por la acumulación de rezagos, algunos de los cuales proceden de los
tiempos del desarrollo estabilizador10, mientras que otros son producto de la crisis de los
ochenta. En un pequeño muestrario de estos rezagos podemos observar contrastes tan
fuertes como los siguientes: desde la entrada del país al GATT (1985), desaparecieron
70 mil medianas y pequeñas industrias, siendo que este sector proporcionaba el 60% del
empleo manufacturero; por otro lado, el trabajo informal ha adquirido el rango de una
217
institución social, es decir, el universo de la informalidad laboral es, al mismo tiempo,
una vía para el trabajo y un estilo de vida para cada vez más mexicanos: de 1950 a
1980, la población económicamente activa ocupada en este sector pasó del 13% al 22%.
Por otra parte, para 1989, la distribución del ingreso nacional está dramáticamente
polarizada: el 20% de los mexicanos con menores ingresos reciben menos del 3% de la
riqueza nacional, mientras que el 10% más favorecido, concentra el 40% del ingreso
nacional (Zermeño, 1993:17-32).
Así pues, a la ausencia de medidas destinadas, en el marco del TLCAN, a disminuir las
brechas estructurales entre los tres socios, se suman las dimensiones de los rezagos
acumulados desde los años del «desarrollo estabilizador». Considerando estos hechos,
resulta claro que el proyecto nacional planteado por la élite gobernante va a operar en el
marco de una sociedad separada por desigualdades agudas. Estas desigualdades,
desde luego, tienen también una expresión territorial. De acuerdo a los índices de
marginación para 1990, los estados de la frontera norte, junto con el Distrito Federal y el
estado de México, son las entidades donde se observan los niveles más bajos de
marginación. Por el contrario, en los estados del sureste (Guerrero, Chiapas, Oaxaca) es
donde estos niveles tienen su manifestación más acusada. Dentro del marco del
proyecto nacional globalizador, probablemente se agudizarán aún más estas
inequidades territoriales. Un breve análisis sobre la dinámica en las ramas de actividad
manufacturera y terciaria confirma esa aseveración.
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS E IMPACTOS EN EL PATRÓN DE
DESARROLLO TERRITORIAL
En términos generales, desde los ochenta se aprecia una reorganización del territorio
nacional, en la cual los procesos clave se encuentran en la concentración de servicios
en las áreas metropolitanas más grandes y en la desconcentración industrial. El impacto
de las dos tendencias será acentuar todavía más las excesivas desigualdades
territoriales del país, pues las regiones asociadas al desarrollo turístico y al impulso
manufacturero-exportador experimentarán mayor crecimiento (que no necesariamente
equivale a desarrollo equitativo y sostenido). Mientras tanto, el resto de las regiones
permanecerá ajeno o, por lo menos, tendrá un lugar secundario en este esquema
«volcado hacia afuera»
Concentración de servicios
Las tres áreas metropolitanas más grandes del país aumentan su participación en el PIB
terciario de 1970 a 1990: en la ciudad de México, Guadalajara y Monterrey se realiza el
65% de la producción de servicios nacionales. Junto a ello se advierte la emergencia y
consolidación de centros turísticos internacionales (Acapulco, Ixtapa-Zihuatanejo, Puerto
Vallarta, Cancún y Cozumel). En consecuencia, en la medida en la que se realice el
paso hacia una economía nacional eminentemente urbana y terciaria, es de esperarse
que se fortalezca el papel de las ciudades más grandes como proveedoras de servicios.
Tal desarrollo hace plausible que desde las ciudades más grandes, el país se enlace con
los circuitos internacionales del comercio y la inversión. Así pues, la ciudad de México
218
está despuntando como ciudad global de segundo orden11, ligada a Los Angeles (y a
través de esta ciudad, con la Cuenca del Pacífico) y a Nueva York. Mientras tanto,
Monterrey se está convirtiendo en el núcleo urbano de una aglomeración económica de
tercer orden, pues esta ciudad es «el punto de enlace entre el noreste mexicano con el
triángulo económico de Texas: San Antonio, Houston y Dallas» (Garza y Rivera, 1996:
96). Guadalajara, por su parte, desempeña un rol ciertamente más difuso en el
ordenamiento internacional de las ciudades.
Desconcentración industrial
Hasta 1980, las zonas metropolitanas de México, Guadalajara, Monterrey y Puebla
concentraban el 67.8% del producto industrial del país (Garza y Rivera, 1996:96).
Durante la década del ochenta se aprecia un movimiento desconcentrador que posee los
rasgos siguientes:
1.
Las tres zonas metropolitanas más grandes participan menos en la generación del
producto industrial nacional.12
2. En contraste, aumenta la participación de las ciudades del centro-norte en el
producto industrial del país: Aguascalientes, Torreón, Saltillo, San Luis Potosí y
Chihuahua (Garza y Rivera, 1996: 62).
3. Un significativo crecimiento industrial en algunas ciudades de la frontera norte13. Sin
embargo, es muy importante señalar que mientras algunas ciudades aumentan su
importancia industrial, otras retrocecen en forma muy significativa. En el caso de la
región noreste, Matamoros, Reynosa y Río Bravo elevan su participación en el PIB
industrial de la región, mientras que Tampico, Ciudad Victoria, Ciudad Mante y
Nuevo Laredo retroceden del 11.3% al 7.4% (Garza y Rivera: 58).
4. Retrocede en su participación industrial un número importante de ciudades medias
que no son de la frontera, y que además tampoco pertenecen a los sistemas urbanos
de las tres áreas metropolitanas más grandes (Tampico, Veracruz. Culiacán,
Orizaba, Mazatlán, Durango).
Así pues, la actividad industrial pasa por un cambio en su patrón nacional-urbano. Es de
esperarse que las ciudades de la frontera continúen aumentando su participación en el
PIB industrial del país, más que nada como consecuencia de la instalación de
maquiladoras14.
En suma, los estados del norte serán los beneficiarios de la continua expansión
maquiladora, así como también del incremento en el intercambio comercial, a través del
derrame originado por los flujos del transporte. En tanto, los enclaves turísticos y
agroindustriales del Golfo y el Pacífico (Guaymas, Lázaro Cárdenas, Miich., Zihuatanejo
Acapulco, Gro., la cuenca petrolera de Campeche y Tabasco, entre otras)
experimentarán niveles de desarrollo más consistentes en comparación con otras
regiones del país (Pradilla Cobos, 1991). Lo mismo puede afirmarse en el caso de la
219
aglomeración industrial que se está perfilando en el corredor La Laguna, Saltillo,
Monclova y Monterrey.
Hacia un patrón territorial “volcado hacia fuera”
El crecimiento de las ciudades de la frontera norte y de la región centro norte, junto al
crecimiento de puertos comerciales y turísticos, dan la imagen de que el patrón territorial
asociado a la globalización tendrá sus núcleos principales en los puntos de entrada y
salida: la frontera norte y los litorales. Se trata de una distribución territorial «volcada
hacia afuera» (Pradilla Cobos, 1991). El mismo diagnóstico respecto al impacto de la
globalización (vía el TLCAN) sobre el sistema urbano, es compartido por Garza y Rivera:
«Estamos, en verdad, ante cierto reordenamiento territorial de las actividades
industriales, producido por la profunda crisis económica de los años ochenta y por la
implantación de un nuevo modelo de crecimiento económico de apertura al comercio
internacional institucionalizado por la entrada de México al GATT en 1985... Surge
igualmente un nuevo conjunto de ciudades de servicios que sustituyen a las que fungían
como centros administrativos, esto es, capitales estatales, estando totalmente
vinculadas al turismo: Acapulco, Cancún, Ensenada, Cozumel, Puerto Vallarta e Ixtapa
Zihuatanejo» (Garza y Rivera. 1996: 63, 100).
Si la hipótesis del reordenamiento territorial «volcado hacia afuera» es cierta, las
ciudades de la frontera probablemente van a experimentar un crecimiento asociado a la
implantación de manufacturas maquiladoras, así como al efecto multiplicador (en el
empleo) de las actividades comerciales y de transporte.
«CIUDADES ROTAS»: TERRITORIOS Y SOCIEDADES EN RUPTURA
Como hicimos notar en el apartado anterior, tanto por el lado de la apertura comercial
como por el del crecimiento de la maquila exportadora, las ciudades de la frontera norte
se encuentran insertas en los circuitos de la globalización. Sin embargo, son ciudades
que al mismo tiempo están sujetas a procesos, estructuras jurídicas y ordenamientos de
tipo nacional. Mario Margulis, en esta tesitura, ha hecho notar que las ciudades de la
frontera se encuentran tensionadas por las dinámicas de tipo fronterizo y por las de tipo
no fronterizo, pues cada una de esas dinámicas se mueve de acuerdo a su lógica propia,
a menudo sin conexión entre sí.
Si es cierta la tesis del desarrollo «volcado hacia afuera», es de esperar que las
dinámicas de tipo fronterizo crezcan de forma más acelerada que las de tipo no
fronterizo. Sin embargo, las actividades fronterizas son vulnerables a variaciones
económicas externas, de ahí que la base económica de las ciudades de la frontera esté
sujeta a discontinuidades y variaciones que, por estar asociadas a factores externos, no
pueden controlar.
Además, el crecimiento físico urbano tiene como problema crónico el desorden. En
Nuevo Laredo y Matamoros, este desorden proviene de la forma en la que ciertos
actores manejan la ocupación de suelos de propiedad ejidal. En Nuevo Laredo, ese
220
manejo tiene dos propósitos bien delineados: resolver un déficit de vivienda popular y
fortalecer a las clientelas electorales de partidos políticos. En Matamoros, los ejidatarios
y los sindicatos poseen muy amplios márgenes de tolerancia y discrecionalidad para
ocupar el suelo adyacente al área urbana.
La suma de los efectos procedentes de estos tres factores da como resultado un perfil
«pulverizado» de los tejidos social y territorial en las ciudades de la frontera tamaulipeca.
De ahí que la imagen pertinente para ellas sea la de «ciudades rotas», pues el interjuego
entre las fuerzas de la globalización con los factores locales resulta en desigualdades
socioterritoriales agudizadas y ampliadas
LO «FRONTERIZO» Y LO «NO FRONTERIZO»: ESPECIFICIDAD DE LAS
CIUDADES DE FRONTERA
En todo el continente americano, la frontera México-Estados Unidos acaso sea la más
compleja y dinámica. Esta singularidad procede de que ahí se encuentran y confrontan
dos naciones de muy distinta naturaleza. La distinción o desigualdad entre los dos
países es el atributo que da a la franja fronteriza mexicana sus rasgos más importantes.
Las diferencias entre los niveles salariales permiten que del lado mexicano sea menos
costosa la mano de obra. Las diferencias en el desarrollo tecnológico hacen posible que
también del lado mexicano se instalen manufacturas con escaso valor agregado en su
componente técnico.
Las diferencias en el nivel del consumo entre los dos países, por su parte, son una
fuente constante de atracción para migrantes que proceden del interior del país.
Esta suma de diferencias configuran a la franja fronteriza como un espacio de ventajas
locacionales comparativas. Las actividades propiamente fronterizas son entonces las
que están ligadas a esas ventajas y a esas diferencias:
«[Se puede] calificar a las actividades económicas según que su dinámica, dependa o
no de esa localización. En el primer caso las llamamos “actividades fronterizas”: por
ejemplo, la industria maquiladora es una actividad claramente dependiente de su
ubicación fronteriza. En cambio, si su desarrollo está relativamente desvinculado del
factor frontera, y se basa predominantemente en la fuerza de trabajo y recursos
nacionales, las denominamos “actividades no fronterizas”... Ambos tipos de actividad
han estimulado (con variaciones a lo largo del límite, y con mayor o menor ritmo, según
el periodo de que se trate) el crecimiento de la franja fronteriza... En el curso de su
historia, la economía fronteriza ha experimentado importantes fluctuaciones relacionadas
con el predominio y modalidades de desarrollo de estos dos tipos de actividades
económicas; también difieren entre sí los diversos tramos de la frontera en función del
desarrollo alcanzado por las actividades “no fronterizas” con relación a las “fronterizas”»
(Margulis, 1986: 24-25).
Este contraste permite entender que las ciudades de la frontera norte están inscritas en
una dinámica triple. Por una parte, las actividades fronterizas hacen de estos territorios
un espacio que no es ni mexicano, ni estadounidense, sino binacional, es decir,
fronterizo (Bustamante, 1981). Por otra parte, la particularidad de las actividades
221
fronteriza estriba en que están ligadas al comportamiento de factores y decisiones que
se toman en el extranjero.
Y en tercer lugar, al estar ubicadas del lado mexicano, responden a normatividades,
eventos y estructuras de corte nacional. Si pudiésemos representar gráficamente esta
triple confluencia, la franja fronteriza sería el punto o vértice donde se intersectan tres
dinámicas (González-Aréchiga y Ramírez, 1990). Tal es la especificidad geográfica,
social y económica de las ciudades de la frontera norte. Por ello es importante conservar
la distinción entre las actividades y fenómenos fronterizos, frente a los de tipo no
fronterizo.
En el espectro de fuerzas fronterizas están conjuntadas, entre las más importantes la
actividad maquiladora de exportación, el comercio al exterior, las actividades ligadas al
transporte terrestre internacional y los servicios privados destinados a desahogar
trámites aduanales. Además, es relevante considerar a la inmigración como otra de
estas fuerzas fronterizas, pues deriva de los flujos laborales atraídos por la demanda de
empleos, tanto en el lado mexicano como en el estadounidense. Junto a la inmigración,
los planes y programas destinados a fortalecer la maquiladora y el comercio exterior,
fomentan la posición de estas ciudades en una lógica binacional.
Por su parte, las fuerzas no fronterizas forman una categoría claramente residual. En
ella se agrupan las actividades y las estructuras que por definición son ajenas a las de
tipo fronterizo. Entre los componentes no fronterizos, podemos enumerar los siguientes:
a) Actividades económicas para las cuales es indiferente la ventaja comparativa y
locacional. b) Actividades que no tienen que ver con los intercambios comerciales
entre dos países.
b) Sistemas jurídicos de aplicación nacional que no consideran la especificidad
fronteriza, en particular los ordenamientos referentes a la ocupación del suelo y su
urbanización. Otro elemento que tiende a homologar, en el nivel normativo, a las
ciudades de la frontera con el resto del país, se refiere a la conformación de los
ayuntamientos y órganos locales de gobierno.
c) Planes y programas que, de forma similar a lo mencionado en el inciso anterior,
tampoco otorgan un estatuto especial a las ciudades de la frontera.
Discontinuidades estructurales en el desarrollo urbano de la frontera norte
La diferencia entre las fuerzas fronterizas y no fronterizas forma una primer condición de
ruptura en el desarrollo de las ciudades ubicadas en esa zona. Las actividades
fronterizas están ligadas al comportamiento de variables externas, por lo cual están
sujetas a riesgos y discontinuidades que resultan de ese tipo de coyunturas:
«Las “actividades fronterizas”, además de estar sujetas a decisiones que
trascienden lo nacional, y de estar vinculadas con los ritmos de las economías de
dos países, suponen un mayor grado de riesgo y dependencia y emanan de las
diferencias y contrastes entre dos zonas colindantes.» (Margulis, 1986: 25).
222
Estas discontinuidades es posible observarlas en el comportamiento de una de las
actividades fronterizas más acusadas, la maquila. En los cuadros 6 y 7 se observa el
comportamiento cuantitativo de la actividad maquiladora de exportación, proyectado
para el período 1996-2002. Se advierte que aun dentro del contexto de la apertura
comercial, puede notarse que hay variaciones en el número de establecimientos. Este
comportamiento, si bien pertenece a una tendencia hacia el aumento en el número de
plantas maquiladoras, representa los vaivenes a los que está sujeta esta actividad
fronteriza. La localización de la maquiladora también ilustra de forma clara su
dependencia con respecto a la globalización. La actividad maquiladora de Tijuana
depende de su cercanía con la región económica más pujante del mundo: el estado de
California y la Cuenca de Pacífico. A partir de la segunda mitad de la década del
ochenta, en esta ciudad aumenta la presencia de la inversión japonesa: por ejemplo, 24
de las 58 maquiladoras japonesas instaladas en México se encuentran en Tijuana
(Quintero, 1997: 74). Esta autora detalla otros aspectos que ilustran el enganche de la
maquiladora con la «economía-mundo»:
«La mayoría de las inversiones japonesas se encuentran vinculadas a grandes
corporaciones: Matsushita (dos plantas), Sanyo (cinco plantas), Sony, Hitachi,
Kyocera, Maxell, Casio y Canon.... El 41 % de estas maquiladoras elabora bienes
finales para el mercado mundial. El resto fabrica bienes intermedios para ser
terminados o ensamblados en otras plantas, localizadas en Los Angeles y San
Diego... El 50% de sus insumos proviene del Japón y el 23% de otros lugares,
como el sudeste asiático. Una parte mínima se abastece de otras maquiladoras
de Tijuana... En cuanto al mercado final, el total de la producción tiene como
destino plantas de California y México, y el 27% declaró surtir a plantas de
Tijuana... El 98% de las empresas declaró haberse instalado en México por las
excelentes leyes mexicanas y por su cercanía con Estados Unidos.» (Quintero,
1997: 74-75).
En el caso de Matamoros, situada exactamente al otro lado de la frontera, se advierte
que la maquiladora de exportación tiene vínculos muy fuertes con sus matrices situadas
en los EUA. Es decir, su inserción en los circuitos de la globalización es menos intensa
que en el caso de Tijuana. Nos dice Cirila Quintero:
«Para Matamoros, la globalización de la economía representó una mayor
integración de las plantas con su filial, tanto en la producción como en innovación
tecnológica. Su producción se vinculó a los proveedores de firmas
multinacionales, adoptando procesos regidos por programas de pedido y no de
almacenaje, como tradicionalmente había ocurrido» (Quintero, 1997: 76).
Con los ejemplos anteriores, resulta evidente que la maquiladora, en cuanto actividad
fronteriza, está sujeta a la lógica de la globalización económica. Muestra ritmos y
cualidades intrínsecas distintas de acuerdo a los bloques económicos regionales con los
que interactúa, y en lo cual el factor de localización geográfica desempeña un rol
preponderante.
Sin embargo, no hay que perder la atención sobre el hecho de que la maquiladora es
una actividad económica dependiente, es decir, su desarrollo está atado a factores que
223
no se vinculan directamente con la actividad manufacturera nacional. En el mismo tenor
se encuentran otras actividades fronterizas, como el transporte y el comercio
internacional. El caso de Nuevo Laredo expresa las tendencias en este tipo de
actividades. Esta ciudad se encuentra en la ruta terrestre más corta entre México y
Estados Unidos, de ahí que, históricamente, su desarrollo urbano esté fuertemente
ligado al transporte y los flujos de comercio binacional. Se observa que a partir de la
apertura comercial (1985), los flujos de transporte terrestre que cruzan por este puerto
fronterizo se han incrementado de forma notable.
Las observaciones que hemos vertido en torno a los rasgos dependientes de las
actividades fronterizas, nos sirven para proponer la tesis de que su desarrollo,
precisamente por ser dependiente, está sujeto a discontinuidades, es decir, a
variaciones propias de la economía mundial. En el caso de las ciudades ubicadas en la
frontera noreste, estas discontinuidades se manifiestan en las variaciones del número de
plantas maquiladoras.
Amplificación de las desigualdades sociales a través de gestiones locales
insuficientes: el caso de las ciudades de la frontera tamaulipeca
Por otra parte, a las variaciones a las que están sujetas las actividades fronterizas se
suman las discontinuidades propias del desarrollo de, cuando menos, tres ciudades de
la frontera noreste. Un eje de la discontinuidad se encuentra en la planificación urbana.
Tanto en Matamoros como en Nuevo Laredo y Reynosa, no existe el seguimiento y la
permanencia de los planes de desarrollo urbano. En esto tiene mucho que ver que los
cuerpos planificadores terminen su labor al cabo de los tres años que dura la
administración municipal (Alarcón, 1997). Así pues, cada vez que se inicia un gobierno
local, se fijan prioridades y compromisos distintos de los que existían.
Otro eje de la discontinuidad pertenece a la forma en la que se extiende el área urbana.
En las tres ciudades, como es la regla en otras ciudades del país, suelos de tenencia
ejidal circundan al área urbana, lo que plantea procesos jurídicos para el traslado de la
propiedad del suelo. El caso extremo lo representa Matamoros, en donde la presencia
política y social de los sindicatos ha posibilitado que estos actores negocien
directamente con lo ejidatarios (y con la permisividad gubernamental) la compra venta
de suelo, de manera que en el 87% de los asentamientos (fraccionamientos, colonias)
existentes reconocidos por la autoridad municipal, se desarrollan o tendrán que
desarrollarse procedimientos para el traslado de la propiedad ejidal hacia la privada
(DPUAM, 1997). En Nuevo Laredo, desde 1990, cerca del 85% del crecimiento del área
física urbana corresponde a asentamientos ilegales (Trujeque, 1996). Mientras tanto, en
Reynosa, si bien hasta el momento no contamos con datos confiables, podemos estimar
que el 65% de los asentamientos estaba en situación de irregularidad o en fase de
regularización (PMDU, 1993).
Es muy importante contextualizar estos dos ejes de discontinuidad. Tanto en el no
seguimiento de los planes de desarrollo urbano como en la ocupación anárquica de las
áreas connurbadas, el factor latente es de tipo político. Las élites locales encargadas de
224
gestionar el desarrollo urbano no han estado formadas por profesionales en asuntos de
planificación del desarrollo. En las ciudades de la frontera tamaulipeca, los grupos de
poder, en términos generales, proceden de sindicatos y grupos de la élite empresarial
local (Alvarado, 1990; Trabis, 1986). A lo largo de este siglo, en estas ciudades los
grupos gobernantes han gozado de una autonomía política frente a los poderes
federales y de la entidad15. La debilidad de actores como el empresariado fronterizo y la
Iglesia católica, han permitido que permanezcan incontestadas las estructuras de poder
local, relacionadas con el Estado a través de vínculos corporativos. Pues a esas
debilidades se agrega la ausencia de clases medias y altas fuertes, sin vínculos
translocales entre sí.
«... la particularidad política de Tamaulipas se explica a partir de la pulverización
del poder ocurrida a la caída del portesgilismo, la cual condujo a la dispersión del
poder regional en los diferentes grupos de interés, los mismos que no han
mostrado la capacidad de articularse entre sí, aunque sí han sido capaces de
disputarse el poder local. La ausencia de elementos de cohesión dentro del
estado motivó la articulación de grupos locales con las instancias del poder
público federal, en un sentido vertical, sin la necesidad del Gobierno del estado
como mediador.» (Sánchez, 1993: 38).
Así entonces, las relaciones entre el gobierno federal y las organizaciones corporativas
locales son las que han dado el tono y contenido a la política en las ciudades de la
frontera tamaulipeca (Alvarado, 1990; Sánchez, 1993; Trabis, 1986).
Este contexto político ayuda a comprender dos situaciones: como el Gobierno municipal
es el medio para reciclar los intereses de las élites políticas locales, se entiende que
exista la discontinuidad en los planes de desarrollo. Y en segundo término, la
conformación de los aparatos de gobierno local se hace de acuerdo a las alianzas
internas de cada grupo que accede al poder, alianzas que típicamente se establecen
durante las campañas electorales.
Por eso es que el desarrollo urbano en las ciudades de la frontera tamaulipeca muestra
evidentes rasgos de politización, si bien se trata de una politización anclada en el ámbito
local. En Nuevo Laredo, Matamoros y Reynosa, la formación de periferias populares y
asentamientos irregulares, en general, pasa por las coordenadas que se mencionaron:
autonomía de élites políticas, intervención de organizaciones corporativas (ejidos,
sindicatos y asociaciones de colonos) en la formación de nuevos asentamientos, y
rompimiento de los planes de desarrollo urbano municipales.
Ciudades rotas: doble dinámica de ruptura
En las ciudades que analizamos, las condiciones de discontinuidad en el desarrollo
urbano proceden de dos fuentes: la dependencia de las actividades fronterizas con
respecto a variables económicas de la globalización, y el carácter marcadamente
político-corporativo con el que se conduce la gestión urbana.
225
Así pues, las ciudades de la frontera tamaulipeca están sujetas a una doble tensión de
discontinuidad y ruptura en su desarrollo. Las actividades económicas fronterizas más
importantes (maquila, transporte y comercio exterior) no desarrollan cadenas
económicas horizontales. Como la maquila se abastece principalmente de insumos no
nacionales, su conexión con otras industrias locales es sumamente débil. De ahí que su
crecimiento no se refleje en la expansión del empleo manufacturero como proporción
predominante en la PEA. El transporte tiene impacto en nichos laborales como choferes,
mantenimiento mecánico, carga y descarga de los materiales transportados, control y
apoyo para los conductores, etc. El comercio exterior está fuertemente anclado en las
empresas que gestionan los trámites fiscales para la importación y exportación de
mercancías. Además, es un servicio concesionado bajo la modalidad de patente que
otorga el gobierno federal, de ahí que su impacto laboral se reduzca a un nicho muy
restringido: especialistas en comercio exterior, contadores, y empleados de oficina; se
trata de un sector de la población con niveles de escolaridad media y superior. Estos
sectores sociales que laboran en actividades ligadas a la globalización, pueden crecer o
disminuir de acuerdo a los vaivenes intrínsecos de la dependencia propia del sector
fronterizo de la economía local.
Sin embargo, lo que nos interesa subrayar es que las actividades que señalamos tienen
un impacto muy bajo en la generación de empleos. De ahí que no pueden absorber a la
fuerza de trabajo procedente de los flujos migratorios. En las colonias irregulares de
Nuevo Laredo, para citar un ejemplo, el 67% de los jefes de familia no es originario de
esta ciudad. En este grupo, el 74% tiene menos de diez años como residente; este par
de hechos nos habla de que los migrantes más recientes, de baja escolaridad y con
familia recién formada, no encuentran acomodo en nichos laborales que les faciliten
acceso legal a la vivienda, ya sea por la vía de las prestaciones o del ingreso.
En efecto, según nuestras investigaciones, una vía de empobrecimiento importante en
Nuevo Laredo (y probablemente en las otras ciudades) se encuentra en el traslado de
familias (sin ingresos y prestaciones suficientes para adquirir legalmente vivienda) hacia
colonias donde se ofrecen terrenos muy baratos, pero casi sin ningún servicio, con lo
cual empeoran sus condiciones de vida. En este tipo de decisiones se encadenan los
factores que hemos señalado:
a) Las actividades fronterizas tienen un impacto escaso en la generación de empleos
bien remunerados; por otro lado, como no generan cadenas horizontales productivas
y de empleo, impactan de modo insuficiente al mercado laboral. Esto es evidente si
consideramos que los insumos mexicanos que proveen a las maquiladoras
representan apenas el 1.54% en 1996. Esto nos señala la escasa integración
productiva entre la maquila y otros sectores productivos nacionales.
b) Por lo tanto, este tipo de actividades no puede absorber a los migrantes que llegan
con la expectativa de mejorar su situación.
c) Los migrantes de baja escolaridad se acomodan en nichos laborales fragmentados y
de pequeña escala, que no aseguran ingreso ni prestaciones para la adquisición
legal de vivienda.
226
d) Ejidatarios y otros actores locales cuentan con la permisividad de las autoridades
municipales para vender terrenos de forma ilegal. Estos asentamientos se generan al
margen de los planes de desarrollo contemplados. El resultado son nuevos
suburbios de clase trabajadora, segmentados del resto de la ciudad.
Así pues, las posibilidades de segmentación social que proceden de la estructura de las
actividades fronterizas (con nichos laborales restringidos, sin trazar cadenas horizontales
de empleo) confluyen con la forma en que se desarrolla el crecimiento físico urbano:
politizado y con escasa racionalidad. Mientras la globalización, a través de las
actividades fronterizas, agudiza las dimensiones de la fragmentación social, la
politización (de corte corporativo) en el desarrollo urbano amplía el grado que alcanza
dicha fragmentación.
Este circuito de ampliación y agudización en las segmentaciones sociales y territoriales
es el rasgo específico de las ciudades de la frontera mexicana del noreste, y es el que
define su lugar en el sistema mundial de ciudades consolidado por la globalización: se
trata de ciudades rotas. La metáfora de la ruptura alude a las características
estructurales siguientes:
a) Las discontinuidades a las que están sujetas las actividades fronterizas, dada su
vulnerabilidad frente a variables externas.
b) La discontinuidad que estas actividades posibilitan en la estructura del empleo.
c) La discontinuidad en la planificación del desarrollo local.
d) La discontinuidad territorial con la que aparecen nuevos asentamientos.
A diferencia de las «ciudades divididas» y de las «ciudades separadas» del núcleo
capitalista, la suma de estas discontinuidades estructurales cuaja en un escenario de
rupturas sociales y territoriales agudizadas por la globalización y amplificadas por
factores asociados a la gestión urbana local. La suma de estas discontinuidades
estructurales nos señala, no una cuestión de grado, sino de substancia en la
segmentación social y territorial.
CONCLUSIONES
El sistema internacional de ciudades que se está formando merced a las fuerzas de la
globalización es el marco de referencia general sobre el que se han vertido nuestras
apreciaciones anteriores. Las variaciones urbanas locales pueden ser comprendidas en
dicho marco, donde, como señala con justeza William G. Flanagan (1994), la narrativa
de caso particular encuentra sentido en los entretelones de la gran historia de nuestro
tiempo, que es la internacionalización de las relaciones humanas.
Nuestro intento para elaborar un marco de referencia que justamente le dé sentido a los
estudios de caso locales, se inscribe en la corriente teórica denominada «nueva
227
sociología urbana» (Gottdiener, 1994; Gottdiener y Feagin, 1988; Flanagan, 1994). La
llamada «nueva sociología urbana» trata de combinar las explicaciones procedentes de
la economía política (es decir, los análisis sobre el sistema capitalista y sobre la
estructura de clases y conflictos propios de este sistema de relaciones sociales) y del
análisis de ciencia política enfocado en las conexiones entre poder local y poder estatal.
La «nueva sociología urbana» trata de armar un esquema conceptual que sea capaz de
mostrar las interrelaciones entre estructuras relativamente invariantes (de ahí su
compromiso con la economía política) con las variaciones que en el nivel local producen
las decisiones de los agentes sociales.
El esquema de comparación que hemos propuesto tiene su punto de partida en las tesis
anteriores. La diferenciación básica entre actividades fronterizas y no fronterizas señala
las vías socioeconómicas de engarce con la globalización capitalista, y sus efectos sobre
la estructuración de clases y grupos sociales mediante los efectos sobre los nichos
laborales.
Las tres ciudades de la frontera tamaulipeca comparten esta diferenciación; sin
embargo, es posible observar las variaciones que en cada una de ellas toma este
enganche de acuerdo a la conformación de los sistemas locales de gobierno, y al modo
en que se generan nuevos asentamientos habitacionales, si bien aquí destacamos, por
su importancia, los de tipo popular16.
Hay otra característica que hace de la nueva sociología urbana un planteamiento
prometedor. Mediante su recurso a establecer los efectos de la globalización capitalista
en escenarios locales, introduce la posibilidad de cierta unificación en el campo de la
investigación urbana, la cual a partir de la crisis del marxismo y de los fuertes
cuestionamientos a los que fue sometida la corriente ecológica, se encontraba a la
deriva, empantanada en la producción de estudios de caso muy focales. Analizar los
fenómenos urbanos desde el punto de vista de la globalización implica asumir problemas
y conceptos comunes que pueden disminuir la dispersión empírica en este campo del
conocimiento.
El planteo propio de la nueva sociología urbana con el que abordamos la comparación
de las ciudades de la frontera tamaulipeca, nos auxilia al entendimiento de las formas en
las cuales la globalización modifica un espacio territorial muy significativo: la frontera
entre el Primer y el Tercer Mundo. El acuerdo de integración comercial entre los Estados
Unidos y México fortalece las actividades de clara vocación exterior en la frontera
mexicana: maquila, comercio transnacional, flujos de transporte. Sin embargo, los nichos
laborales asociados a estas ramas, son reducidos y no absorben a la fuerza de trabajo,
procedente, sobre todo, de las migraciones. Desde luego, la migración hacia estas
ciudades significa el crecimiento de la demanda por vivienda. Y ante la ausencia relativa
de planificación local, más la tolerancia para permitir nuevos asentamientos, se facilita la
aparición de suburbios populares al margen de la ley. Se trata, en suma, de un circuito
de segmentación social agudizado por la globalización y amplificado por las condiciones
imperantes en la gestión urbana local.
228
El término que aquí usamos para describir a las ciudades de este espacio territorial
(“Ciudades Rotas”) busca ligar la descripción (segmentaciones sociales ampliadas y
agudizadas) con la explicación (efectos de la globalización sobre actividades de tipo
fronterizo, efectos de la gestión corporativa urbana sobre el desarrollo local). Al mismo
tiempo, el término busca identificar el nicho que estas ciudades de la frontera ocupan en
el sistema urbano mundial contemporáneo.
Así entonces, las apreciaciones que hemos vertido en este trabajo tratan de responder a
uno de los retos de nuestro tiempo: hallar el sentido de la situación local en las
coordenadas de una civilización desigual, contradictoria y, sin embargo, cada vez más
integrada.
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230
CADENAS PRODUCTIVAS Y EMPRESAS DEL VESTIDO EN CIUDAD
JUÁREZ, CHIHUAHUA
Julio César Morales Cruz
INTRODUCCIÓN
En el presente documento abordaremos la dinámica de las empresas de la industria del
vestido en Ciudad Juárez, Chihuahua.Ciudad Juárez debe su dinámica económica
principalmente a las empresas maquiladoras, las cuales iniciaron sus operaciones en la
ciudad a partir de la puesta en marcha del Programa de Industrialización Fronterizo (PIF)
en 1965 (Fernández,1981).
Estas empresas realizaban principalmente actividades de ensamble de productos en las
ramas de electrónica, vestido y automotriz. Con el paso del tiempo, la dinámica
económica que generaron originó la aparición de talleres del vestido, dedicados a la
fabricación de uniformes industriales, los cuales eran demandados por las plantas
maquiladoras (Van Dooren,1997).
A mediados de la década de los ochenta, las presiones de la competencia mundial y lo
que se ha denominado la nueva división internacional de trabajo (Fröbel y Kreye, 1978)
modificaron el ritmo de crecimiento de las maquiladoras. Así es como, durante la década
de los noventa, Ciudad Juárez se convierte en la ciudad con mayor valor agregado en
cuanto a operaciones de maquila, motivado por la tendencia a ubicar plantas
maquiladoras cuyas actividades son más intensivas en conocimientos.1
LAS CADENAS PRODUCTIVAS GLOBALES
La teoría de las cadenas productivas globales plantea las relaciones de poder en función
del capital transnacional, que coordina los nuevos patrones de producción y comercio en
la economía mundial de dos formas: por sus decisiones de inversión estratégica y por el
volumen de sus compras de bienes de consumo, con lo que pueden movilizar las redes
globales de exportación, compuestas de un gran número de comercializadores y fábricas
en el extranjero. (Gereffi,1994).
Este esquema se enfoca hacia la competencia de acuerdo a los cambios en tiempo y
espacio de los sistemas de producción de bienes. Dichos cambios los explica a través
de las modificaciones tecnológicas que producen la reducción de los tiempos de
producción y la dispersión espacial del proceso productivo. (Schoenberger,1995). Se
parte, por lo tanto, de la condición según la cual un sistema productivo encadena las
actividades económicas de las empresas a redes tecnológicas y organizacionales, las
cuales permiten a cada empresa desarrollar, producir y vender bienes específicos.
La teoría de las cadenas productivas globales establece tres dimensiones de análisis:
(Gereffi, 1995) Estructura de insumo producto, la cual es un conjunto de productos y
servicios encadenados juntos en una secuencia de actividades económicas de creación
231
de valor Territorialidad, dispersión o concentración de las empresas en redes de
producción o distribución.
Estructura de gobernancia (governance); conjunto de relaciones de autoridad y poder
que se generan entre las empresas de una cadena productiva.
De acuerdo con estas dimensiones, pretendemos identificar dentro de las empresas de
la industria del vestido en Ciudad Juárez, la estructura de insumo producto, sus
proveedores y sus clientes, así como la ubicación geográfica de éstos.
En nuestro caso, con respecto a la estructura de gobernancia, no sólo implica saber el
tipo de cadena en que se insertan las empresas del vestido en Ciudad Juárez, sino
también el tipo de estructura organizativa que poseen, (integración vertical u horizontal),
el tamaño de las empresas y el tipo de capital que las conforman (local o transnacional).
Con respecto a la estructura de gobernancia o quién dirige la cadena, se refiere a dos
tipos bien identificados, las cadenas productivas dirigidas por productores y las cadenas
productivas dirigidas por compradores.
La identificación del tipo de dirección de la cadena en el sector del vestido, de acuerdo
con estudios previos que se han realizado en México (Dussel,1997), en el Este Asiático
(Gereffi,1996a) y en los Estados Unidos de Norteamérica, (Bair,1997; Kessler,1997)
indica que está dirigida por compradores, por lo cual partimos de la hipótesis de que es
igual en Ciudad Juárez.
Así mismo podemos identificar el rol de exportación que desempeña cada empresa. Un
rol de exportación podemos definirlo como el conjunto de encadenamientos que
permiten conectar a los países a través de la oferta en los mercados mundiales.
(Gereffi,1996b) En la economía mundial existen cinco principales roles de exportación
que asumen los países:
-
Exportador de bienes primarios
Procesos de exportación a través de operaciones de ensamble (maquiladoras)
Subcontratación de proveedores de componentes
Contratos de fabricación de productos finales con especificaciones, también
conocido como manufactura de equipo original (OEM)
Manufactura de productos de marcas propias. (OBM)
LA DINÁMICA DE LAS EMPRESAS DEL VESTIDO EN CIUDAD JUÁREZ
El trabajo empírico que sustenta este trabajo se llevó a cabo durante el mes de mayo de
1998 en Ciudad Juárez, Chihuahua. Consistió en una serie de entrevistas con actores
clave dentro del sector. Se entrevistó a ocho dueños de talleres, tres gerentes de
empresas maquiladoras de prendas de vestir, y ocho representantes de las instituciones
que intervienen en el sector, es decir, se realizaron diecinueve entrevistas para recabar
la información.
232
La forma en la que presentamos los resultados está de acuerdo con la siguiente
estructura: primero describiremos brevemente las características de los talleres,
posteriormente analizaremos las cadenas productivas dentro de las cuales se insertan
estas empresas, para luego emplear el mismo procedimiento con las empresas
maquiladoras.
TALLERES DE UNIFORMES
En Ciudad Juárez existen aproximadamente cuarenta talleres asociados a la industria
del vestido,2 que fabrican una gran variedad de prendas y a los cuales podemos agrupar
en dos tipos: los que producen uniformes industriales, ya sea batas, mandiles, camisas y
pantalones, uniformes escolares y uniformes deportivos, los cuales podemos clasificar
como costura de corte recto, prendas relativamente simples y que no necesitan diseño
de moda.
Por otra parte se encuentran los talleres que producen uniformes para médicos y
enfermeras, así como ropa de quirófano y uniformes secretariales. Esta puede ser
considerada como una actividad de mayor valor agregado, ya que implica un diseño
previo, el cual tiene más influencia de la moda.
Sin embargo, todos estos productos poseen una característica común: la temporalidad
de los pedidos, es decir, debido a las características del clima en Ciudad Juárez, se
diferencian muy bien dos tipos de temporadas: invierno y verano, por lo cual se solicitan
uniformes generalmente dos veces al año: durante el mes de febrero y en el segundo
semestre del año, aproximadamente en el mes de julio. Por otra parte, en los uniformes
escolares, esta periodicidad es al inicio del ciclo escolar y al finalizar el año.
Los primeros desarrollan su actividad en función de economías de escala, donde el
volumen de prendas fabricadas reduce los costos, mientras que los otros se identifican
con las economías de alcance, ya que su desempeño se centra en artículos altamente
diferenciados y de pequeños lotes.
Esta separación analítica es difícil de establecer en la práctica, ya que muchas veces se
combinan los artículos, así es que el taller que produce como artículo principal uniformes
industriales de cualquier tipo, llega a producir ocasionalmente uniformes escolares o
deportivos, es decir, el proceso productivo fabrica únicamente productos de corte recto.
Sin embargo, es difícil que alguno de estos talleres produzca uniformes secretariales o
para enfermeras y médicos.
Por otra parte, los talleres que se dedican a la confección de uniformes secretariales o
para enfermeras y médicos, sí incursionan en la fabricación de uniformes de trabajo
industrial cuando se lo solicita alguno de sus clientes, por lo que este tipo de talleres
posee la característica denominada flexibilidad productiva, (Ybarra, 1991) que le permite
una rápida adaptación a los cambios exigidos por el lado de la demanda. Todos los
talleres realizan el proceso completo bajo el mismo techo y, aún cuando algunos (sobre
todo en los de uniformes secretariales) al inicio subcontrataban algunas fases como el
233
planchado, su tendencia es a la integración vertical de todo el proceso. La razón se
encuentra en que disminuyen sus costos de operación, pero principalmente en la
reducción de la incertidumbre en los tiempos de entrega y la calidad del producto.
Es interesante resaltar que cuando los talleres tienen pedidos muy grandes, o bien más
allá de su capacidad de producción, la mayoría recurre a la subcontratación, ya sea de
talleres más pequeños o bien de ex-empleados, quienes realizan el ensamble en sus
hogares. Esta subcontratación se realiza sin que medie ningún acuerdo escrito, tan sólo
en la confianza sobre la base del conocimiento previo de las habilidades del
subcontratado. Lo anterior es de resaltar debido a la importancia que los propietarios de
los talleres le otorgan a la calidad de sus productos, motivo por el cual la subcontratación
se da sólo con gente conocida por su forma de trabajar.
Esto permite el aumento temporal de la capacidad productiva del taller sin incurrir en el
aumento de los costos de producción por el aumento de la nómina y los impuestos
respectivos, enlazando, por medio de las redes que se crean, la economía formal a la
informal al proporcionar flexibilidad laboral al taller, ya que puede contratar mano de obra
calificada sólo por el tiempo que es necesario para resolver un aumento en el volumen
de producción, sin incurrir en una alza de los costos de producción por el aumento de la
nómina y los impuestos respectivos. Esta flexibilidad es imposible dentro de la economía
formal, debido a las restricciones que la legislación laboral, en México, estipula. Sin
embargo, el proceso de subcontratación es temporal y no existe ningún compromiso
posterior de ninguna de las partes, lo cual limita la transferencia de conocimientos y
procesos entre los participantes.
La cuestión del personal es sumamente importante para la operación de los talleres; con
respecto al número de empleados, la tendencia es que en los talleres dedicados a la
confección de uniformes de corte recto es mayor el número que en los dedicados a la
moda, sin embargo, la diferencia no es significativa, debido principalmente a la
flexibilidad en el proceso, que ya hemos mencionado. Los talleres de uniformes
secretariales tienen un promedio de ocho empleados, mientras que los talleres de
uniformes industriales tienen un promedio de doce.
En general, estas empresas cuentan con un promedio de diez empleados por taller,
independientemente del aporte que, a la operación del mismo, realizan los miembros de
la familia La gran mayoría de estos talleres emplea la mano de obra familiar de
diferentes maneras, la principal es en la dirección y supervisión de las diferentes
operaciones que se realizan en el taller, pero otra muy importante es para cubrir los
puestos centrales en el proceso de producción, como una especie de operador
universal, con lo que se resuelve un poco el problema de la alta rotación del personal.
Esta función consiste en que los miembros de la familia, aparte de desempeñar las
funciones administrativas necesarias para el funcionamiento del negocio, conocen y
dominan las operaciones más importantes del proceso de producción.De esta manera,
cuando por alguna razón no hay quien realice esa función, ellos pueden ejecutarla sin
234
problemas. Con ello se logra eliminar cierta incertidumbre para cumplir con los pedidos
en tiempo y forma.
El problema de la rotación del personal es grave en los talleres y podemos separar este
problema en dos ámbitos:3 el primero se refiere a la atracción de los empleados
capacitados en costura por parte de las empresas maquiladoras, y a la falta de
competitividad de los talleres con respecto a las prestaciones que las empresas otorgan.
El segundo tiene que ver con los costos que la migración de trabajadores representa
para el taller en función de la capacitación que dan a sus empleados. A pesar de que la
mayoría de ellos prefiere contratar mano de obra capacitada, todos coinciden en que
cuando se necesita fuerza laboral, «se contrata al primero que pasa».4
La capacitación de un empleado dura de tres semanas a dos meses y representa un alto
costo para el taller, ya que durante ese período deben no sólo dedicarle el tiempo de la
persona que capacita al aprendiz, sino también facilitar la máquina y el material para que
aprenda a coser, llegando en algunos casos extremos al grado de tener que reparar las
máquinas por el uso inadecuado de las mismas.
LA CADENA PRODUCTIVA DE LOS TALLERES DEL VESTIDO
En este apartado identificaremos a los clientes y a los proveedores de los talleres para
permitirnos reconstruir la cadena productiva en la que se encuentran. El nivel de análisis
se refiere al nivel de producto, esto es, la identificación de la estructura de insumoproducto de los talleres.
Los talleres de uniformes industriales tienen como cliente principal a las maquiladoras,
aunque se dirigen a las empresas medianas, debido a que no tienen la capacidad de
producir grandes cantidades de uniformes, motivando que empresas de uniformes
industriales provenientes de Guadalajara y Monterrey se encuentren compitiendo en el
mercado de Ciudad Juárez.
Algunos talleres están también diversificando su cartera de clientes hacia diferentes
empresas locales como talleres mecánicos, hoteles, estaciones de gasolina, y empresas
de mantenimiento industrial y doméstico, debido a que las condiciones bajo las cuales
tratan con la maquiladora, tienden a meterlos en problemas de liquidez.
La materia prima la adquieren generalmente de contado, y el proceso de fabricación
dura alrededor de una semana, en pedidos más o menos grandes; sin embargo, la
maquiladora, su principal cliente, les paga en un plazo de quince días de la fecha de la
factura, por lo cual los talleres cargan el peso financiero de este plazo ( que tal vez no es
muy largo para la maquiladora). Para los talleres representa problemas de liquidez en la
mayoría de los casos, esto sin contar los retrasos que pueden tener al presentar la
factura o al presentarse a recoger los cheques en días y horas establecidas por la
empresa maquiladora.
235
Un factor interesante en la mayoría de los talleres es la carencia de una fuerza de
ventas,5 función que realiza generalmente el dueño del taller o bien un familiar cercano
(el hijo, un hermano, etc.) y, en algunos casos, incluso no venden, les compran con base
a las relaciones personales que tienen, es decir, les llegan pedidos a través de
recomendaciones de conocidos, o bien por la recomendación de algún otro cliente.
El único esfuerzo de ventas que realizan es el anunciarse en el directorio telefónico de la
ciudad y, en el caso de algunos talleres dedicados a los uniformes secretariales,
conformar una cartera de clientes por medio de llamadas telefónicas.
Con respecto a los proveedores, los talleres, prácticamente no tienen diferencias
significativas, el encontrarse en la frontera les permite establecer contactos con
proveedores norteamericanos, lo mismo que con proveedores mexicanos.
Sin embargo para tener acceso a materia prima directamente de los grandes centros
textiles norteamericanos, necesitan hacer pedidos mínimos de cinco mil dólares, lo que
está muy lejos de sus posibilidades financieras, por lo que adquieren principalmente
saldos en la ciudad de El Paso. Esto les resta competitividad en el momento de
proporcionar el mismo estándar de calidad en los materiales y colores en diferentes
períodos de tiempo a un mismo cliente. La ausencia de cooperación entre ellos es una
de las razones que limitan la posibilidad de lograr economías de escala para poder
acceder a este tipo de insumos.
Con respecto a los proveedores nacionales se presentan más dificultades: los tiempos
de entrega del material son muy largos, debido a la lejanía de los productores, ya que se
encuentran principalmente en Monterrey, Guadalajara y Ciudad de México. Por otra
parte, los productos son más caros y las telas más angostas, incrementándose los
costos de producción. Existen empresas que proveen localmente determinados insumos,
como algunos tipos de telas (popelina), cierres, botones e hilos; sin embargo, sólo
recurren a ellas en caso de extrema urgencia, debido a los precios y a la falta de
material en las cantidades que se requieren.
Por lo anterior, podemos decir que la situación geográfica de Ciudad Juárez es un factor
limitante, que no el único, para el desarrollo del sector, ya que las empresas encuentran
problemas serios para surtirse del material indispensable para realizar sus operaciones a
ambos lados de la frontera. Con base en todo lo anterior podemos esquematizar la
cadena en la cual se encuentran estos talleres, para ello trabajaremos en el nivel de
organización, de la teoría de las cadenas productivas globales (Gereffi, 1994).
Esta cadena es muy simple, debido principalmente al tamaño de las empresas que
analizamos, la prácticamente nula presencia de actividades de alto valor agregado, tal
como el diseño y la mercadotecnia, implica que quien conduce la cadena, en este caso,
es el cliente final. (Ver anexos)
Podríamos decir que, a diferencia de las cadenas globales, ésta es una cadena local
dirigida por los compradores finales, debido a que la gran importancia que representa el
mercado local para la sobrevivencia de las empresas, les obliga a depender y acatar las
236
condiciones de entrega y pago de acuerdo a las necesidades de los clientes y de forma
unilateral.
LAS MAQUILADORAS
Las empresas maquiladoras que están operando en Ciudad Juárez se encuentran en
estos momentos bajo gran presión debido a las condiciones de los factores, tales como
tierra y trabajo en la ciudad. Con respecto a la tierra, el costo de la renta del suelo en un
parque industrial es muy alto, incluso más alto que en la ciudad vecina de El Paso.6
Fuera de los parques, la situación no es mejor debido a la carencia de infraestructura y
de espacios donde puedan establecerse las empresas.
Por otra parte, la demanda de fuerza de trabajo, debido al gran número de empresas
maquiladoras en la ciudad, provoca problemas de rotación de personal y gran
competencia entre las plantas para atraer trabajadores.
Todo esto produce presiones en la operación de las empresas de costura dedicadas al
ensamble de prendas de vestir, ya que basan gran parte de su operación en los bajos
costos de producción, principalmente de la mano de obra. El resultado de estas
presiones es que algunas de las empresas situadas en Ciudad Juárez han abierto filiales
en otras partes del estado, como Ojinaga y Santa Bárbara, lugares donde la mano de
obra representa menos problemas, tanto de rotación como de salarios.
Las empresas maquiladoras son propiedad de extranjeros, norteamericanos
generalmente, y tienen sus oficinas centrales en la ciudad de El Paso. La empresa
matriz se encarga de contactar con grandes empresas comerciales, tal como J.C.
Penney o Sears, que les envían los patrones y especificaciones de los materiales; este
diseño se realiza en lugares al norte de los Estados Unidos, como Nueva York.
Una vez recibidos los patrones y el material, que contratan ellos mismos, se procede al
corte en una filial localizada en El Paso, las piezas ya cortadas son enviadas a la
maquiladora en Ciudad Juárez, donde se ensamblan y se etiquetan, para,
posteriormente, ser devueltas a El Paso para su acabado, empacado y ser distribuidas a
los lugares señalados.
Este es el caso de una maquiladora dedicada a prendas de vestir para dama: La
empresa es dirigida en Juárez por una persona méxico-americana, quien tiene amplia
experiencia en el ramo en empresas norteamericanas. Se prefiere la contratación de
personal capacitado, aunque en algunas ocasiones las maquiladoras también capacitan.
La capacitación dura entre una y dos semanas, el fin es que en tres meses el operador
esté rindiendo utilidades.
Se trabaja con base en una cuota de producción mínima diaria, y se paga un bono por
cada pieza extra que se produce, lo que se denomina “pago por sobrecuota”. Este
sistema propicia la competencia entre los trabajadores para lograr mayor producción. De
acuerdo con los gerentes de estas empresas, los trámites que deben realizar ante las
237
autoridades mexicanas son demasiados, además que se les someten a una excesiva
supervisión por parte de diversas instituciones para que cumplan con las
reglamentaciones en materia de seguridad en el trabajo, medio ambiente y prestaciones,
cosa que a ellos les interesa más tener en cuenta, principalmente por las características
de las tareas que en el interior se desarrollan.
Otro tipo de maquiladora establecida en Ciudad Juárez y ligada a la industria del vestido
es la que se dedica al ensamble de prendas de vestir confeccionadas con mezclilla. La
diferencia principal de este tipo de maquiladora consiste en que desarrolla dos
actividades más que las otras maquiladoras. Estas actividades son el lavado y el
planchado de las prendas. (Ver anexos)
A pesar de que el proceso es más largo y, por lo tanto, su cadena productiva, sólo se
realizan en Ciudad Juárez las actividades de ensamble. La lavandería y el planchado se
encuentran en El Paso. Sin embargo, en algunas de estas empresas existen planes de
corto plazo para trasladar estas actividades a Ciudad Juárez, y el ensamble hacia el sur
del estado de Chihuahua.
Otra característica importante de este tipo de empresas consiste en que aparte de
fabricar para cadenas comerciales como Walmart, Target y J.C. Penney, también
producen prendas con su propia marca, las cuales comercializan en los Estados Unidos.
Debido a lo anterior, estas empresas controlan también la operación de diseño, esto es,
tienen una empresa de diseño en Nueva York, la cual se encarga de enviar los diseños a
las cadenas comerciales, las cuales lo aprueban. Una vez aprobado se genera el patrón,
que es enviado a El Paso para que se corten las piezas; posteriormente, estas piezas
son trasladadas a Ciudad Juárez, donde se ensamblan y se etiquetan. Las prendas, una
vez ensambladas, se regresan a El Paso, donde se lavan, se planchan y se distribuyen
al mercado norteamericano.
Este tipo de empresas empieza a adquirir materia prima mexicana, compra mezclilla,
hilos y cierres, aunque en cantidades muy pequeñas, debido principalmente a la baja
calidad de estos productos.
Una de las principales diferencias entre estos dos tipos de maquiladoras es que la que
se dedica a las prendas de mezclilla tiene menos presión en cuanto a la variación de los
diseños y a los altibajos de la moda, mientras que las otras están más sujetas a los
vaivenes del mercado en función de estos dos factores.
Con respecto a los roles de exportación que desempeñan estas empresas, tenemos que
los talleres, a pesar de que casi todos manejan su propia marca, ninguno se encuentra
en los mercados mundiales, esto es, no se dirigen hacia la exportación y los mantienen
alejados de la posibilidad de encontrarse en lo que se denomina manufactura de marca
propia.
Por su parte, las maquiladoras, que se encuentran enfocadas a los mercados mundiales,
sólo ejercen el rol de exportación más simple, que es el de ensamble. Además, por ser
empresas de capital transnacional, difícilmente pueden desarrollar procesos de
238
subcontratación que conlleven un proceso de aprendizaje y transferencia de tecnología
similar al ocurrido en el este asiático.
Si bien es cierto que las maquiladoras tienen mayor participación en el empleo,7 ya que
los talleres emplean alrededor de cuatrocientas personas en total, más las familias
propietarias, son éstos últimos los que representan la posibilidad de crear empresas de
capital local; además, considerando que en la ciudad, la actividad tradicional es el
comercio, potenciar este sector puede representar un cambio en la cultura empresarial
de la región.
CONCLUSIÓN
Con respecto a las empresas de capital local, es decir, los talleres de uniformes, su
dinámica muestra aspectos que es útil resaltar, debido a que son factores que es
necesario reconocer para entender los procesos que se desarrollan entre estas
empresas.
La cadena a la que pertenecen, si bien puede ser considerada global debido a que los
proveedores se encuentran en diferentes países, (México y los Estados Unidos), la
mayor parte de las etapas del proceso productivo es local y los productos están
orientados a satisfacer la demanda local.
La estructura de las empresas es muy elemental, se carece en la mayoría de los casos
de una administración profesional y no existen funciones administrativas bien definidas,
el propietario y su familia, generalmente, son trabajadores universales en la empresa,
que lo mismo administran, cortan, venden o cobran.
Además, la falta de capital de trabajo y de esquemas de financiamiento adecuado, así
como la carga impositiva que soportan, les impiden tener la solvencia financiera que les
permita hacer inversiones en equipo y material que les facilite hacer crecer a las
empresas para moverse hacia otros nichos de mercado.
Si bien la mayoría posee marcas propias, esto no tiene mayor relevancia, ya que su
escala de producción es reducida, por lo que su impacto en el mercado no es
significativo. Este hecho es contrastante con respecto a los roles de exportación que
pauta la teoría de las cadenas productivas globales, que señala que el poseer marca
propia reconocida es el rol de exportación más avanzado; en nuestro caso no es así y
podríamos explicarlo en función de las diferencias de las empresas que estudiamos, ya
que no se dirigen a los mercados de exportación, por lo cual no es una marca
reconocida. Esto influye también en la importancia que la mercadotecnia tiene en el
proceso de comercialización de la marca, pues los talleres carecen de una estrategia de
mercadotecnia que respalde su producto.
Por otra parte, los talleres se encuentran insertos en una cadena muy corta. La
peculiaridad de esta cadena es la fortaleza de los clientes, es decir, las empresas que
compran los productos tienen ventajas al negociar las condiciones de entrega, pago y
239
calidad de los productos que los talleres ofrecen; en otras palabras: el tipo de relación
que se establece entre cliente proveedor, es de tipo vertical y jerárquica, donde las
condiciones favorecen al cliente y dejan en desventaja a los talleres, por ello
proponemos que esta cadena sea dirigida por el lado de la demanda, o sea, por los
consumidores finales.
La diferencia entre esta cadena y la dirigida por compradores consiste en que esta
última se encuentra dirigida por el lado de la oferta, esto es, la empresa que coordina el
proceso, en función de la calidad del producto y la operación administrativa de las
empresas en los diferentes eslabones de la cadena, se encarga de comercializar el
producto, es decir, lo hace llegar al consumidor final.
De lo anterior surge una línea de investigación en la cual consideramos necesario
profundizar, la hipótesis de la que parte consiste en que existen sectores con fuerte
participación de PYMES, y cuyo cliente principal posee mayor fortaleza financiera y
administrativa, por lo tanto, estas características de los clientes facilitan que la
coordinación de las cadenas recaiga en los últimos, es decir, la coordinación pasa del
lado de la oferta hacia la demanda.
Otra característica del sector es la ausencia de cooperación entre los propietarios de los
talleres, que sólo se da limitada; en cuanto al proceso de subcontratación, la falta de
cohesión les impide lograr economías de escala en la adquisición de la materia prima y
en la operación de los negocios.
También les hace imposible el negociar pedidos de empresas grandes, o bien crear el
contrapeso que logre hacer que la coordinación de la cadena recaiga en el lado de la
demanda.
Esta ausencia de cooperación y colaboración entre ellos, es decir, la imbricación del
tejido social en el tejido económico, es un síntoma de la ausencia de un factor
importante para la existencia de un distrito industrial (Beccatini, 1990); otros factores que
son contrarios a las características del distrito, son la relación jerárquica entre las
empresas y que la cadena se encuentra dirigida por una empresa extranjera.
La dinámica de los talleres muestran que es posible desarrollar estas relaciones, el
mercado a que se dirigen es muy grande, lo cual implica que sus proveedores pueden
desarrollarse en función del aumento de la capacidad de producción; la competencia
entre ellos puede reforzar su competitividad, sin embargo, este proceso requiere el
aprender a trabajar juntos para lograr economías de escala.
El propiciar mecanismos de subcontratación entre estos talleres y empresas
transnacionales es un esquema que bien valdría la pena explorar, considerando que
podría atraer beneficios al sector, como el aprendizaje de operaciones, así como el
diseño y la mercadotecnia, que servirían como instrumento para incursionar en los
mercados mundiales, a la vez que se les inyectarían recursos frescos para incrementar
su capacidad de producción. De esta manera no es claro que la operación de los talleres
240
en Ciudad Juárez, en estos momentos, pueda mejorar, aunque tampoco son claros los
síntomas de su posible desaparición, principalmente porque tiene asegurada la
demanda de sus productos.
ANEXO 1: LAS MAQUILADORAS
Las empresas maquiladoras que se encuentran en Ciudad Juárez y que hemos tratado
en este trabajo se dedican al ensamble de prendas de vestir; si bien se encuentran en
cadenas con estructuras diferentes, poseen características semejantes. Estas
características son: las maquiladoras se encuentran insertas en una cadena productiva
global, la cual dispersa sus operaciones en los Estados Unidos y en México, esta
cadena es un buen ejemplo de la cadena dirigida por compradores.
Las operaciones de mayor valor agregado se realizan en el Norte de los Estados Unidos,
donde los salarios son más altos. En el sur de este país, específicamente en El Paso, se
realizan operaciones con menor valor agregado, pero intensivas en capital, tal es el caso
del cortado y el acabado. Este último proceso abarca, para la maquiladora de prendas
de mezclilla, el planchado y el lavado de los productos. Sin embargo, en ambos casos, la
operación de menor valor agregado, el ensamble, se realiza en México, en este caso en
Ciudad Juárez, aprovechando el diferencial en costos de mano de obra. Las empresas
que realizan este proceso son filiales de las empresas
norteamericanas y su capital es transnacional, por lo tanto, su localización sigue una
lógica funcional.
Lo anterior implica que se localizan en el territorio para aprovechar las ventajas que éste
ofrece a su operación, al disminuir o diluirse estas ventajas se inician presiones que
impulsan su reubicación hacia otras zonas que conserven estas ventajas, tales como
bajos costos de mano de obra o infraestructura e incentivos fiscales.
De acuerdo a estos factores,
vestir busquen localizarse en
operaciones. Con respecto
permanencia en la ciudad
establecidas ahí.
es posible que las empresas maquiladoras de prendas de
zonas al sur de México, principalmente las que inicien sus
a las que actualmente operan en Ciudad Juárez, su
no está asegurada, aunque por el momento sigan
Por otra parte, al no ser empresas de capital local, éstas carecen de vínculos fuertes con
el territorio, no se encuentran integradas plenamente a la estructura productiva de
Ciudad Juárez, no tienen encadenamientos fuertes con las empresas locales, y la única
forma en la que se insertan en el territorio es a través de los mercados de trabajo; sin
embargo, las operaciones que realizan son muy simples, por lo que no hay una
transferencia real de conocimientos (know-how) acerca del proceso productivo completo,
haciendo casi imposible el que puedan evolucionar de un rol de exportación a otro, ya
que se encuentra sujeto a las decisiones de los propietarios del capital transnacional,
además de conservar los procesos, que podrían ser los detonantes de este cambio en
zonas del norte de los Estados Unidos.
241
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Anexo 2: Cadena productiva de los talleres de uniformes en Ciudad Juárez (nivel de
organización)
Fuente: Elaboración propia
Mapeo de la cadena productiva
Fuente: Elaboración propia
Cadena productiva de la maquiladora de prendas de vestir de moda (nivel de producto)
E.U.
E.U.
Fuente: Elaboración Propia
Mapeo de la cadena productiva
Fuente: Elaboración propia
Niveles de análisis en la industria textil y del vestido en Ciudad Juárez
245
CIUDAD JUÁREZ EN LOS NOVENTA: EL CONTEXTO DE LA GESTIÓN
URBANA Y AMBIENTAL
Héctor Padilla
INTRODUCCIÓN
Al iniciarse las negociaciones entre México, Estados Unidos y Canadá para establecer
un Tratado de Libre Comercio, algunas voces advirtieron que la homologación fiscal de
la frontera norte de México con el resto del país reduciría las ventajas competitivas de
esa zona. Pero en Ciudad Juárez, algunos hechos contradicen ese augurio. En los
últimos cinco años, la industria maquiladora, que había dado señales de estancamiento
a finales de la década pasada, continuó arribando a la ciudad, mientras que el comercio
y los servicios también aumentaron. La población creció a un ritmo mayor que en la
década pasada, al grado que, demográficamente hablando, una tercera parte de la
ciudad apareció apenas en este período. Esta situación tiene fuertes repercusiones
sobre la calidad de la vida en la ciudad al incrementar el nivel de las demandas sociales
e intensificar el uso de los recursos naturales.
En este trabajo hago una semblanza de la dinámica socioespacial de Ciudad Juárez
durante los años ochenta y los noventa. Luego expongo un recuento de los problemas
ambientales en ese periodo, así como del contexto político de la gestión ambiental. Y,
finalmente, me concentro en describir el marco normativo y el actual sistema de actores
que inciden directamente en la gestión del medio ambiente en la ciudad. Este recuento
permitirá al lector conocer de manera panorámica los principales elementos que influyen,
tanto en la problemática ambiental y en su evolución actual, como en las posibilidades
de acceder a nuevos márgenes de calidad de vida en una ciudad fronteriza cuya
dinámica socioespacial se orienta hacia la metropolización.
DINÁMICA SOCIOESPACIAL DE CIUDAD JUÁREZ, 1980-1998
Ciudad Juárez forma parte de una región caracterizada por la intensidad de los procesos
de modernización que la invaden. Esos procesos vinculan a las principales ciudades de
la frontera norte con los nuevos circuitos de la economía mundial. Esto las distingue de
otras que antaño fueron favorecidas por el modelo sustitutivo de importaciones y la
orientación endógena de la economía, como las capitales de los estados fronterizos, con
la excepción de Mexicali, Baja California. De manera radical, las ciudades fronterizas
son el extremo opuesto de las regiones rural-tradicionales que predominan en el sur del
país y sufren estancamiento y abandono.1
El rápido crecimiento demográfico e industrial de la frontera norte se remonta a los años
cuarenta, cuando el país empezaba a industrializarse y arrancó una gran oleada
migratoria hacia esta región, atraída por la expansión económica del suroeste de los
Estados Unidos. En los años sesenta, conforme se consolidó ese flujo migratorio y la
base agraria y exportadora de las regiones fronterizas empezó a desmantelarse, algunas
ciudades de la frontera encontraron una alternativa económica basada en las
inversiones de la «industria maquiladora de exportación» (IME). Casi tres décadas
246
después de haberse instalado en la frontera, esa industria se convirtió en el eje que,
directa o indirectamente, modificó la estructura socioespacial de estas ciudades, al igual
que la cultural y la política. La magnitud de los cambios estructurales en las ciudades
fronterizas permite afirmar que esas décadas fueron de transición.
La ciudad paradigmática de esa transición ha sido Ciudad Juárez, la más grande
concentración poblacional de la frontera, que desde el momento en que inició el
fenómeno maquilador quedó convertida en la principal sede de esa industria en México.
El crecimiento de la IME en la ciudad ha sido casi ininterrumpido, salvo en los años 1974
y 1981, durante las coyunturas más difíciles de recesión de la economía norteamericana
y del proceso de ajuste de la economía mexicana a los mercados internacionales. Sin
embargo, a finales de los años ochenta, aunque se conocía este comportamiento cíclico,
hubo algunas dudas sobre el sendero que esa industria tendría durante la década que
iniciaba. Los pronósticos eran controversiales, debido a que México, Estados Unidos y
Canadá iniciaron un proceso de negociaciones tendientes a la firma de un acuerdo
comercial. En el caso de concretarse, ese tratado podría eliminar las ventajas
comparativas de la frontera norte con respecto a otras regiones del país, para atraer la
inversión extranjera.
Los pronósticos optimistas sobre el impacto del TLC en la frontera subrayaban que ese
tratado significaría un incremento de los beneficios, porque con o sin él la región
continuaría su proceso de apertura debido a las ventajas locacionales inherentes a su
posición geográfica (Alba, 1991: 172-182). Las visiones pesimistas advertían que los
efectos del TLC serían contradictorios porque la estrategia económica realizada hasta
entonces no había “resuelto el problema de fondo de la acumulación de capital y había
convertido a la región en importante deudora del resto del país y del exterior” (González
Aréchiga y Ramírez, 1990; 269).
Pronosticaban que las generaciones futuras verían que «el crecimiento de la frontera les
trasmitiría la saturación y la urgencia de obras masivas» (Zepeda, 1991; 196).
A ocho años de distancia, esas previsiones son parcialmente correctas. La entrada en
vigor del TLC ha contribuido a relanzar el crecimiento industrial de Ciudad Juárez, pero
este fenómeno ha determinado que, pese al incremento de las acciones
gubernamentales para adaptar la infraestructura urbana al ritmo de llegada de las
nuevas inversiones, la ciudad presente déficits en infraestructura y servicios públicos.
Los siguientes datos ilustran esta situación:
En términos demográficos, Ciudad Juárez tenía cerca de 800 mil habitantes en 1990.
Según el conteo de población que realizó el INEGI en 1995, ese año se alcanzó un
millón 114 mil habitantes. Estas cifras rebasaron las estimaciones realizadas en el PDU95, cuyas previsiones menos aventuradas contemplaban una población menor al millón
de habitantes. Hacia mediados de los noventa, la población económicamente activa
ascendía a cerca del 57% de la población total, de los cuales casi la mitad se ocupaba
en la industria, principalmente maquiladora, y el resto en el comercio y los servicios.
Entre 1980 y 1990, la maquiladora pasó de 121 plantas que ocupaban a casi 40 mil
trabajadores, a 287 plantas con cerca de 125 mil empleados. Estas cifras ahora están
247
cercanas a los 344 empresas, en las cuales se ocupan a cerca de 140 mil personas. El
tamaño promedio de las plantas pasó de cerca de 330 empleados por planta, en 1980, a
450 en 1990 y a 406 en 1997, lo cual es un indicador de que la maquiladora está
disminuyendo su tamaño promedio y apoya la hipótesis de que está utilizando procesos
más intensivos en tecnología (INEGI, 1988).
La mancha urbana se incrementó de 13.169 hectáreas en 1980, a casi 17.078 en 1988.
Para 1994, esa cifra creció a 18,767 hectáreas, y en la actualización del Plan de
Desarrollo Urbano de 1995 (PDU-95) se estimaba un crecimiento programado que
llegaría a 22.269 hectáreas este año. Este crecimiento ha sido impulsado definitivamente
por la instalación de plantas maquiladoras dentro y fuera de los parques industriales (ver
Mapas 1 y 2).
En materia de servicios urbanos, el panorama de la década pasada exhibió un rezago en
la cobertura del agua y el drenaje, cercana al 10 % y el 33 %, respectivamente. De
acuerdo con la densidad de población por vivienda, esto implica que casi 45 mil 500
personas no contaban con agua en 1980, y que en 1990 la cifra llegó a más de 95 mil;
por su parte, las personas sin el servicio de drenaje fueron 198 mil en 1980, y 263 mil en
1990. Esos porcentajes han variado de modo significativo, aunque en 1994, la Junta
Municipal de Agua y Saneamiento estimó que el rezago en drenaje se había disminuido
a 16 %. Los datos anteriores dan cuenta de un reforzamiento de las tendencias
expansivas del desarrollo urbano-industrial de Ciudad Juárez, que junto con El Paso,
Texas y Sunland Park, Nuevo México, constituye un espacio que se orienta hacia la
metropolización. La población del condado de El Paso, asciende actualmente a 652.255
habitantes, de los cuales el 72% es de origen hispano (1994, resultados del censo para
Texas); Sunland Park, a su vez, contaba en 1990 con 8.179 habitantes, y se estima que
para este año su población llegue a los 10 mil.2
La metrópoli en ciernes que se puede apreciar es un producto directo e indirecto de la
presencia de la industria maquiladora, que convierte a ambas ciudades en un lugar
propicio para que se desarrollen nuevas actividades industriales más avanzadas y
estrechamente articuladas con las tendencias más recientes del mercado globalizado.2
Esta condición metropolitana determina que se comience a pensar en alternativas de
planeación binacional en aspectos como la gestión de los recursos naturales, las vías de
comunicación, etc. (Francisco Llera Pacheco, “Perspectivas y alternativas de la
planeación binacional”. Nóesis, n. 11, julio diciembre de 1993, pp. 113-130). Jorge
Carrillo señala que: “…si bien se puede considerar que en cada región de la frontera se
presentan dos ciudades diferentes en términos económicos y poblacionales, éstas tienen
la característica de ser adyacentes… la intensidad de las interacciones y la magnitud de
las mismas está llevando a conformar grandes áreas metropolitanas…” (en
“Reestructuración en la frontera México-Estados Unidos ante el Tratado de Libre
Comercio”, ponencia en encuentro Territorios en Transición, Bolivia, octubre-noviembre
de 1991).
248
Empresas como Delphi Corporation Systems de la General Motors son ejemplo del
nuevo tipo de capitales que ocupan mano de obra calificada, dedicada al desarrollo de
proyectos estratégicos y al diseño de nuevas tecnologías. Esa empresa pretende crear
cerca de 3 mil empleos directos en la región Juárez-El Paso; la mayoría de ellos serán
jóvenes egresados de las carreras de ingeniería locales. Estos capitales son atraídos a
la ciudad por los servicios, la calidad de la fuerza de trabajo que pueden obtener y por
un mercado al cual buscan servir como industrias estratégicas y/o complementarias.3
El impacto sobre la estructura urbana y los retos que impone esta dinámica sobre la
administración pública son imponentes. Según muestra un informe de la oficina de
Planeación y Desarrollo Urbano del Ayuntamiento de Juárez, en este año se han
presentado para ser evaluados y aprobados 33 proyectos de construcción industrial,
principalmente del nuevo tipo de capitales. En términos de uso del suelo, estos
proyectos representan más del 35 % del total y con una superficie semejante al 70 % de
los espacios que serán dedicados a usos habitacionales. En 1997, los proyectos
ndustriales rebasaban a los de vivienda en términos de espacio físico (ver Cuadro 1).
(Oscar Ibáñez, 1998; Entrevista).
3 En Ciudad Juárez además de la administración central de esta empresa existen 18
empresas del sector automotriz que reciben servicio de Delphi. De ellas destaca la
empresa Río Bravo Eléctricos que produce cableados automotrices. Delphi también se
encuentra en más de 30 lugares de la república principalmente, en el norte (“Economía
Express”, Empresa, n. 25, febrero de 1998, p. 59).
LA PROBLEMÁTICA AMBIENTAL Y EL CONTEXTO POLÍTICO
En los años ochenta, la llegada de nuevos capitales y de población, junto con la falta de
planeación urbana, originaron una competencia entre los habitantes y la industria por el
uso de la infraestructura urbana. Esa competencia obedeció a las condiciones de
saturación e insuficiencia de servicios y a la emergencia de procesos de
sobreexplotación y deterioro de los recursos naturales (Nóesis, 1993: 89-112).
En cuanto a los servicios de agua y drenaje, la problemática radicó en su falta de
cobertura, lo cual se mostró en el apartado anterior. Respecto al servicio de limpieza se
debe señalar que en muchas colonias populares, principalmente las ubicadas en el
poniente de la ciudad y aledañas a las montañas que bordean esa vasta zona, se carece
de este servicio. En algunas colonias proliferan desechos domésticos e industriales, en
donde los vecinos usualmente queman la basura. El antiguo basurero municipal,
también ubicado en el surponiente de la ciudad, constituyó una fuente permanente de
contaminación debido a los incendios provocados por las deficiencias técnicas de su
diseño y saturación (no era más que un tiradero a cielo abierto); el nuevo Relleno
Sanitario Municipal quedó instalado en un área despoblada, desde julio de 1994.4
La saturación de las vialidades y los puentes internacionales que unen a Ciudad Juárez
con El Paso incrementaron las emanaciones de gases y la generación de polvo por la
circulación de un parque vehicular de más de 360 mil unidades, sobre una red vial
desprovista de pavimento en un 40 %, a lo que se añade la actividad de más de 300
249
ladrilleras e industrias como la planta de Cementos de Chihuahua y la Fundidora Asarco
(ubicada en El Paso a la orilla del Río Bravo).
En lo que se refiere a la sobreexplotación o deterioro de recursos naturales, el principal
problema consiste en el agotamiento de los mantos freáticos que surten de agua potable
Ciudad Juárez y El Paso. Uno de ellos llamado “El bolsón del Hueco” es alimentado por
la lluvia y por escurrimientos del cauce del Río Bravo, cuyo nivel de aguas ha disminuido
considerablemente a causa de las prolongadas temporadas de sequía de la última
década.
Esos mantos freáticos sufren la contaminación provocada por la mezcla de aguas
residuales domésticas e industriales, vertidas en el cauce del río o que escurren de miles
de letrinas de hogares que no disponen de drenaje sanitario. Por lo que una alternativa
la constituye el proyecto de proveer agua potable a Ciudad Juárez de una zona conocida
como Conejos- Médanos.5
Otros problemas que se observaron durante los años ochenta y a principios de la actual
década, han sido la reducción y deterioro de la zona de integración ecológica, la
carencia de parques y zonas verdes y las contingencias nucleares, como la provocada
por radiación de cobalto 60 en 1983.6 A finales de los ochenta, también se originó el
peligro inminente de la construcción de basureros de desechos tóxicos y nucleares en
zonas aledañas a la franja fronteriza, cuyos proyectos son impulsados por los gobiernos
de Nuevo México y Texas.
El caso más conocido es el proyecto de basurero de desechos nucleares de bajo nivel,
que estaría ubicado a menos de 100 kilometros de la frontera con México, en el poblado
de Sierra Blanca. Recién en octubre pasado la comisión del gobierno texano encargada
de aprobar o rechazar el proyecto determinó que no existían las condiciones técnicas
que aseguraran su correcta operación. (Félix Pérez, 1998).
Como antecedente inmediato se encuentra el intento por ubicar ese mismo
confinamiento en el poblado de Fort Hancock, condado de Hudspeth, Texas, en donde la
comunidad también lo rechazó abiertamente en 1987. Entre los argumentos que los
ambientalistas manejaron para rechazar el proyecto estaban el alegato de racismo
ambiental y el enmascaramiento de los verdaderos alcances que implicaría la instalación
del tiradero. Se debe reconocer que las manifestaciones de la comunidad a ambos lados
de la frontera jugaron un papel determinante para la cancelación del proyecto –al
parecer aún no definitiva-, complicando el juego de intereses de la política local ante las
elecciones de noviembre de 1998 y la posición del gobierno federal que fue acusada de
“tibia” a pesar que cambió a última hora.
En síntesis, durante la década pasada Ciudad Juárez, al igual que otras ciudades de la
frontera, experimentó dificultades para mejorar la calidad de vida de sus habitantes de
una manera acorde con su dinamismo económico.7 En la ciudad, fue patente un desfase
entre la expansión industrial y el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes,
pues la contaminación y la carencia de servicios afectaron a los estratos sociales más
250
desprotegidos, entre los que se encuentran inmigrantes atraídos por la expectativa de
incorporarse al mercado laboral.
En los últimos cinco años, el escenario que prevalece en la ciudad no ha sido
significativamente distinto del que dominó durante la década pasada. Se puede apreciar
que algunos problemas se han atenuado, mientras que otros se han agudizado, puesto
que son de aparición reciente o, aunque datan de años atrás, ahora son considerados
como prioritarios..8 El actual modelo de desarrollo regional sustentado en la industria
maquiladora revela una fase de cambio cualitativo que seguirá impactando al conjunto
de la sociedad.
Entre los problemas que se han atenuado, destacan los referentes a la vialidad y el
drenaje. En los últimos tres años, se mejoró el sistema vial mediante la pavimentación
de las zonas periféricas más transitadas, para reducir la generación de polvo y la
construcción y ampliación de vías rápidas que reducen el tiempo de los desplazamientos
intraurbanos. También se introdujeron algunas modificaciones en el sistema de
transporte, a partir de convenios con la industria maquiladora para organizar el traslado
de su personal. Actualmente, las vialidades ocupan poco más del 25 por ciento de la
mancha urbana, lo que ha reducido parcialmente el problema de la saturación.
La cobertura del drenaje se ha ampliado ligeramente con la introducción de ese servicio
en nuevas colonias y mediante el control y la reubicación de asentamientos irregulares
en nuevas zonas de la ciudad, reservadas para uso habitacional. En el caso de los
asentamientos irregulares, sin embargo, las autoridades actualmente están tratando de
contener aquellos que se ubican en zonas de riesgo de inundaciones, deslaves y
derrumbes, pues dado el crecimiento explosivo de la población, éstos no cesan de
aparecer en lugares de la periferia cada vez más apartados (Alfonso Gallegos Antúnez,
1998; Entrevista).
Finalmente, durante los tres últimos años fueron construidas nuevas áreas verdes en la
zona de integración ecológica, como el Parque Central Hermanos Escobar, financiado
por el gobierno del estado;9 y las emisiones de las fábricas de ladrillos han disminuido
mediante apoyos gubernamentales para que los fabricantes, muchos de ellos personas
de escasos recursos, adquieran tecnologías menos contaminantes.
Entre los problemas que son considerados prioritarios por las oficinas de planeación y de
control ambiental municipales se encuentran los denominados “riesgos tecnológicos”,
que se desprenden del manejo de “miles de toneladas mensuales de diversos materiales
químicos con diversos grados de peligrosidad”, que en caso de accidentes “tienen el
potencial para causar grandes daños a la población”.10 Los riesgos tecnológicos se
dividen en tres tipos:
1) Los riesgos por infraestructura. Entre los que se encuentran el traslado de materiales
químicos y explosivos en furgones de tren -las vías férreas atraviesan por el centro
de la ciudad-, el manejo de estos materiales y de desechos industriales que se
regresan a Estados Unidos por la llamada “ruta ecológica” (un subsistema vial
diseñado para ese propósito pero sin impedir que por lo menos se hayan presentado
251
cuatro accidentes graves desde su creación) y el traslado de gas y gasolina por las
redes subterráneas de gas natural (Ciudad Juárez es una de las pocas ciudades del
país que disponen de suministro de gas natural, que sirve a más de 49 mil
viviendas).
2) Los riesgos por almacenamiento y distribución. Entre los que se encuentran los
depósitos de Pemex, donde se realizan actividades de refinación y venta de gasolina
y gas, las estaciones de distribución de gasolina y de gas envasado en cilindros,
diseminadas por toda la ciudad, y compañías diversas, como la empresa
norteamericana Laidlaw, dedicadas al almacenamiento de residuos peligrosos.
Muchas plantas industriales han comenzado a implantar programas internos de
control , que elevan la demanda de servicios especializados en consultoría
ambiental, pues ha surgido un mercado regional de servicios ambientales al nivel
técnico y legal que se encuentra en proceso de diversificación (Manuela Salas, 1997;
entrevista).
3) Los riesgos en industria de proceso y agricultura. Son los que están presentes dentro
de las instalaciones industriales a partir del uso de materiales químicos peligrosos o
cuyos desechos suelen ser tirados de manera clandestina en el drenaje. Estos
riesgos se presentan en maquiladoras y en empresas como Norfluor (que produce
ácido de fluoruro de hidrógeno) y empresas distribuidoras de gases industriales,
entre otras. Estas últimas, sin embargo no parecen estar sujetas a controles tan
rigurosos como las maquiladoras”.11
A partir de 1990, algunos hechos que ejemplifican cada uno de los riesgos o que han
sucitado controversias entre las autoridades, los vecinos y las empresas son: las fugas
de gas en la colonia Hidalgo entre 1990 y 1996; diversos momentos en que se ha
presentado el peligro latente de un descarrilamiento del tren; la negativa de colonos a la
construcción del gasoducto cerca de sus zonas habitacionales en 1996; el derrame de
arsénico al drenaje sanitario en 1993 por la empresa Candados Presto; el conflicto entre
el municipio y propietarios de tierras por la expropiación de unos terrenos para
destinarlos a reubicar a familias asentadas en zonas de riesgo, un conflicto que a la
fecha permanece en litigio; definición de las instancias y mecanismos gubernamentales
para preservar el medio ambiente y/o evitar riesgos urbanos, como es el caso de las
modificaciones en la estructura orgánica municipal que han afectado a las dependencias
de ecología y protección civil.12
EL CONTEXTO POLÍTICO DE LA GESTIÓN AMBIENTAL
Para las autoridades municipales, el objetivo ha sido que en la determinación del marco
de atribuciones y responsabilidades sobre el control y la protección del suelo urbano
prevalezcan las atribuciones municipales. No en balde, durante los dos periodos de
gobierno ocupados por el Partido Acción Nacional (1992-1995 y 1995-1998), los
presidentes municipales, Francisco Villarreal y Ramón Galindo, han enarbolado
demandas políticas municipalistas, en favor de la autonomía municipal. Por iniciativa de
252
Villarreal, se fundó la Asociación de Municipios A.C., un organismo que promueve la
colaboración intermunicipal.
El acento municipalista que le han impreso a su administración los gobiernos panistas es
un producto indirecto del vertiginoso proceso de modernización económica que ha vivido
la frontera durante las dos últimas décadas. El panismo, como fenómeno político, remite
sus origenes a la rebelión electoral de los años ochenta, cuando, entre otras cuestiones,
se puso en tela de juicio el tradicional centralismo ejercido por el gobierno federal hacia
la frontera.
Aquella masiva movilización ciudadana, que utilizó a las elecciones como su principal
instrumento de expresión y de lucha política, ahora hace posible que los analistas
definan a la frontera y en especial a Ciudad Juárez como “una zona de modernidad
política” (Tonatiuh Guillén, 1996)13. En 1983 y 1992, esta ciudad formó parte de la
primera oleada panista en los gobiernos municipales y estatales, donde inauguró la
experiencia de la alternancia e hizo avanzar el pluralismo político. Esto sucedió dentro
de un conflicto que se desarrolló a través de varias etapas: el triunfo panista de 1983 en
las principales ciudades del estado; el gran fraude electoral de 1986 en contra del PAN y
la ciudadanía; la fatiga electoral panista de 1989 y la recomposición y conquista de la
gubernatura y el congreso de estado en 1992.14
A lo largo de estas etapas de la dinámica política, el sistema de partidos consolidó su
perfil bipartidista, en torno del cual se desarrolló una clase política heterogénea, que se
ha nutrido de decenas o cientos de grupos ciudadanos que desde los años ochenta y en
la actual década han planteado de modo insistente diversos temas de la agenda pública.
En efecto, de manera paralela a la transformación del entorno político, a principios de la
actual década fue patente el surgimiento de una sociedad civil más participativa y
diversificada, con grupos de distinta índole que se manifestaban respecto a los temas de
derechos humanos, políticas culturales, seguridad pública y medio ambiente.
Esto pudo apreciarse a partir de sucesos como el asesinato de un periodista conocido
por su participación en las jornadas de insurgencia cívica de 1986; los nuevos proyectos
comerciales que atentaban contra el patrimonio cultural creado durante la época de
pujanza del Programa Nacional de las Fronteras (PRONAF), el Museo de Arte e Historia
y la Sala de Convenciones del INBA; la violenta irrupción del fenómeno del narcotráfico
en nuestra ciudad, que desde entonces la sujetó a las redes internacionales del tráfico
de estupefacientes y los proyectos de expansión urbana que intensifican los procesos de
agotamiento y deterioro de los recursos naturales escasos, como el agua.
Los actores que han participado en el tema del medio ambiente no han enfrentado,
desde un principio, la problemática ambiental como su objetivo principal. La mayoría de
las veces han actuado en forma coyuntural y sin continuidad, pues lo que importaba no
era la protección del ambiente como tal (la calidad y buen uso de los recursos naturales),
sino la solución de problemas concretos que afectaban directamente sus condiciones de
vida. Se distinguen tres categorías de actores frente a la problemática ambiental:
253
1) los vecinos carentes de una estructura organizativa y cohesión política, que se
movilizaron en demanda de cuestiones vinculadas a los servicios e infraestructura
urbana;
2) los actores políticos (partidos) y sociales (agrupaciones de colonos y sindicatos),
cuya acción se desplegó en casos que poseían importancia política y donde el tema
ambiental era sólo un campo de la disputa electoral y
3) las asociaciones empresariales, que además de participar en la formación de
opinión pública sobre los asuntos de la comunidad, respondieron a las acusaciones
que se les formularon por poseer industrias contaminantes.
Habitantes de colonias populares demandandaron soluciones para problemas como la
escasez, contaminación y fugas de agua, la carencia de drenaje, fugas de aguas
residuales, deficiencias en el servicio de limpia y la reubicación del basurero municipal.
Los partidos políticos y las cámaras empresariales exigieron el esclarecimiento de las
causas y consecuencias del accidente por radiación de cobalto 60, así como la
determinación del lugar en que se ubicaría el cementerio nuclear para enterrar los
materiales contaminados, lo que confrontó a toda la sociedad local. En la zona rural del
municipio, los ejidatarios denunciaron que la zona de reserva ecológica y el Valle de
Juárez estaban contaminadas por recibir aguas residuales domésticas e industriales y
que se empequeñecían debido a la ocupación ilegal de la tierra para usos no agrícolas.
A principios de los noventa, en la discusión del tema de los desechos tóxicos generados
por la industria maquiladora, aparecieron los primeros organismos ciudadanos que
podrían definirse como “actores ambientales”: la Coalición Pro Justicia en la Maquiladora
y el Consejo Ecológico de Ciudad Juárez, que se crearon a partir de la discusión sobre
las posibles consecuencias ambientales del Tratado de Libre Comercio. También, estas
organizaciones se pronunciaron en contra de los proyectos de construcción de
cementerios tóxicos y nucleares en áreas cercanas a El Paso y Ciudad Juárez. En este
caso, destaca el hecho que los grupos locales se vincularon a otros que surgieron en El
Paso. A estos grupos se añadieron otros organismos no gubernamentales, el PVEM y
los gobiernos municipal y estatal, cuando coincidieron en impulsar acciones conjuntas
para oponerse a la construcción del basurero nuclear en Sierra Blanca.15
La eficacia de la sociedad para promover políticas ambientales o cambios en las
existentes ha sido diferenciada. En relación a los servicios públicos, las movilizaciones
de colonos se articularon con los mecanismos clientelares de los partidos que ocupan el
gobierno municipal. En el caso de contingencias que rebasan la escala local (el
accidente nuclear, por ejemplo), los actores locales tuvieron poca capacidad de influir en
la toma de decisiones de los niveles de gobierno superiores.
Con frecuencia, los actores que participaban en la defensa del medio ambiente tenían
motivaciones «extra-ambientales». En la polémica acerca de los efectos de la industria
maquiladora de exportación en México los argumentos de la izquierda en contra de esa
industria (desvinculada de la economía nacional, que agudiza la dependencia
económica, alienta el desmesurado crecimiento de las ciudades fronterizas) añadieron
críticas que resaltaban su impacto en el deterioro del medio ambiente. Hallazgos de
254
basureros clandestinos de desechos tóxicos industriales usados en las plantas
maquiladoras justificaban las apreciaciones de los partidos, pero estos subordinaban el
tema ambiental a las premisas de sus planteamientos ideológicos.16
Esa forma de razonamiento también es imputable a las organizaciones empresariales,
como las cámaras locales de Comercio y de la Industria de Transformación, cuyas
acciones en su mayoría tienden a refutar las acusaciones que se hacen en contra de las
empresas propiedad de sus agremiados. Esto ocurrió en los casos de contaminación
industrial que involucraron a las empresas Cementos de Chihuahua, Flourex o a algunas
maquiladoras. No obstante hay avances respecto a la manera en que los actores
políticos han asimilado la problemática ambiental. A diferencia de la década pasada, en
las elecciones de 1995 y de 1998, el tema sobre la calidad del medio ambiente en la
ciudad se ha incorporado en las campañas de los candidatos de los principales partidos.
Las propuestas suelen hacer referencia, de un modo más informado y específico, a
temas tales como el estado en que se encuentran los proyectos de construcción de las
plantas tratadoras de aguas residuales, las verificaciones de emisiones vehiculares y la
explotación de los mantos acuíferos. Es decir, los partidos y sus candidatos empiezan a
manifestarse con base en un conocimiento más nítido acerca de la magnitud del los
problemas ambientales. Esto mismo ocurre con otros actores sociales que, como
veremos adelante, se vinculan al diseño y ejecución de la política ambiental de una
manera más activa y corresponsable.
Quizás debido a lo anterior, el tema ambiental no constituyó en las elecciones de julio
pasado una fuente de reclamos a las autoridades panistas, tal como ocurrió con otros
temas, como el narcotráfico y la seguridad pública. No obstante que el problema
ambiental no parece haber incidido como uno de los factores de derrota del PAN en la
gubernatura, para las autoridades actuales, la problemática ambiental continúa siendo
uno de los principales retos que deben enfrentar. En este sentido, cabe destacar que, al
menos a nivel municipal, el nuevo gobierno panista17 decidió incorporar en el Comité
Municipal de Protección Civil y en otras instancias de gestión ambiental a académicos
que han estado al frente de investigaciones en este campo18. Esto podría ser
interpretado como una expresión de una mayor sensibilidad gubernamental en torno al
medio ambiente.
EL MARCO JURÍDICO Y LOS NUEVOS ACTORES AMBIENTALES
En este contexto, resulta claro que los años ochenta marcaron el inicio de las políticas
públicas ambientales.19 Aunque de manera fragmentada e incluso contradictoria, los tres
niveles de gobierno realizaron medidas de control ambiental por medio de programas de
inversión en obras públicas y de la actualización del marco legal. A partir de 1990, el
gobierno federal, a través de la entonces SEDUE, incrementó sus recursos y su
participación a nivel local. Esto último en coincidencia con el interés del gobierno
mexicano por atenuar problemas de gestión ambiental binacional, que fueron discutidos
polémicamente en el nuevo contexto que se inició a partir de las negociaciones para la
firma del TLC.
255
Las principales acciones de política ambiental en los ochentas se concentraron en
regular aspectos como la definición y diseño de la ruta ecológica, el manejo de desechos
industriales peligrosos, el control de emisiones fabriles y vehiculares, el mejoramiento de
los sistemas de recolección y disposición de residuos domésticos y el tratamiento del
agua.
A nivel normativo, los gobiernos estatal y municipal, respectivamente, dieron pasos
significativos con la promulgación de la Ley Ecológica del Estado de Chihuahua y la
creación del Comité Municipal de Ecología20 y del Sistema Municipal de Protección Civil.
Existe una Ley Estatal de Protección Civil en que se especifican claramente las
atribuciones de los comités municipales para dar seguridad y protección a la ciudadanía
(ver Cuadro 2). El comité municipal, en Juárez, depende de la Secretaría del
Ayuntamiento del municipio y de la Secretaría de Gobernación; se subdivide en diversas
áreas para cumplir sus funciones de capacitación, dictaminación y prevención de
riesgos.
En la actualidad, los actores gubernamentales relevantes en la planeación urbana y la
protección del medio ambiente son, además de los comités municipales Cuadro 2. El
marco legal y reglamentario de Protección Civil y de Ecología creados a principios de la
década, el Instituto Municipal de Planeación, creado en 1995 para diseñar políticas
urbanas estratégicas, la delegación local de la SEMARNAP, que ahora dispone de
mayores recursos técnicos y de personal, y vigila el funcionamiento del mercado local de
servicios de protección ambiental, que ofrecen empresas nacionales y extranjeras que
operan en Ciudad Juárez y El Paso,21 y la sede de la agencia de protección ambiental
binacional creada a propósito de la puesta en vigor del TLC, llamada Comisión de
Cooperación Ecológica de la Frontera. de Protección Civil y de Ecología creados a
principios de la década, el Instituto Municipal de Planeación, creado en 1995 para
diseñar políticas urbanas estratégicas, la delegación local de la SEMARNAP, que ahora
dispone de mayores recursos técnicos y de personal, y vigila el funcionamiento del
mercado local de servicios de protección ambiental, que ofrecen empresas nacionales y
extranjeras que operan en Ciudad Juárez y El Paso,21 y la sede de la agencia de
protección ambiental binacional creada a propósito de la puesta en vigor del TLC,
llamada Comisión de Cooperación Ecológica de la Frontera.
Las funciones de esta agencia, sin embargo, rebasan el ámbito local, pues su tarea es
revisar las solicitudes de asistencia financiera que hacen los gobiernos locales al Banco
de Desarrollo Americano de San Antonio, Nadbank. La COCEF ha certificado 21
proyectos de infraestructura beneficiando a 7 millones de personas mediante la inversión
de 473 millones de dólares. Durante su XVI reunión pública, en junio de 1998, en Saltillo,
se certificó un proyecto de agua potable y alcantarillado para el Valle Bajo de El Paso
(comunidades de Socorro y San Elizario) a un costo superior a los 98 mdd. Con la Junta
Municipal de Agua y Saneamiento de Ciudad Juárez se firmó en agosto de este año un
convenio de asistencia técnica para la actualización del Plan Maestro de Mejoramiento
de los Servicios de Agua potable, Alcantarillado y Saneamiento por 100,000 dólares
(BECCNews/NotiCOCEF, 1998; 10). Más recientemente se llevó a cabo un foro, en
256
colaboración con El COLEF y la Universidad de Texas A&M, de información sobre el
medio ambiente, con la asistencia de representantes de 15 municipios fronterizos, en
dicho foro se observó el interés de los municipios fronterizos por acceder a los beneficios
de los proyectos de COCEF (El Diario, 07/11/98; 9C).
Entre 1996 y 1998, además de proyectos de inversión para la dotación de servicios
urbanos financiados por organismos como el Banco Mundial, destacan actividades
tendientes a mejorar la capacidad de gestión urbana, mediante convenios
interinstitucionales de capacitación en gestión ambiental para empleados municipales.
Se trata del «Programa de Capacitación en Gestión Ambiental para el Municipio de
Juárez», realizado entre 1996 y 1997 por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, el
Ayuntamiento de Juárez y el Instituto Nacional de Ecología. Esta política parte de los
programas de escala estatal y nacional «Programa de Fortalecimiento de la Gestión
Ambiental Estatal y Municipal» y «Programa de Descentralización Ambiental para la
Frontera Norte», respectivamente. Otros proyectos que incorporan a las instituciones de
educación superior como actores de la política ambiental son «Probida Binational Water
Program» (Probida Binational Water Program, 1995-1997; 30) y «Cooperación Universicomunitaria para la educación en salud ambiental», que actualmente llevan a cabo las
universidades Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) y de Texas en El Paso (UTEP). La
UACJ cuenta con un Centro de Estudios Ambientales que participa estrechamente con
las autoridades en el diseño de políticas, así como con organismos de incidencia
regional, como la Organización Panamericana de Salud, con sede en El Paso.
La Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA) realiza a su vez un estudio sobre
sustancias tóxicas en el Río Bravo, tomando muestras del agua del río desde Ciudad
Juárez- El Paso hasta Ojinaga-Presidio. Actualmente este proyecto que inició en 1992
se encuentra en su tercera fase e involucra a otras dependencias gubernamentales de
México y Estados Unidos como la Comisión Nacional del Agua, la Comisión de Recursos
Naturales de Texas, la EPA y el Servicio de Parques Nacionales.
Estos hechos, sugieren que ha habido un cambio cualitativo y cuantitativo al nivel de la
aplicación y cumplimiento de la legislación ambiental. Las autoridades se muestran más
fortalecidas en sus funciones de vigilancia y control ambiental,22 a pesar de que se
presenta el hecho que las políticas no sean adoptadas por todas las instancias con el
mismo grado de compromiso. Por ejemplo, esto ocurre en los casos del Comité
Municipal de Protección Civil23 y con instancias federales como la Comisión Federal de
Electricidad.24
También existen mecanismos permanentes de coordinación con la ciudadanía, a través
de organismos ciudadanos, como el Grupo Progreso, que cuenta con recursos
gubernamentales para promover obras y acciones que mejoren la calidad de vida de los
habitantes,25 y como el “Comité Local de Ayuda Mutua”, que está formado por las
principales empresas que disponen de medios para enfrentar contingencias
ambientales.26 Finalmente, existen otros organismos no gubernamentales que impulsan
la protección del medio ambiente como parte de sus actividades. Entre otros resaltan la
Organización Popular Independiente y el grupo CASA, afiliado a las Comunidades
257
Eclesiales de Base, Conciencia Ciudadana y el Mujeres por Juárez, de filiación panista,
Pluralidad y Convergencia y otros dedicados a mejorar las condiciones de vida de las
mujeres, como el Grupo 8 de Marzo y FEMAP. A estas se añaden, evidentemente, las
organizaciones que se involucraron en el caso Sierra Blanca, que actúan en Ciudad
Juárez y El Paso, es decir a escala binacional.
La actuación de estos organismos es relevante porque sus demandas han contribuído a
delinear los contenidos de las políticas ambientales no sólo a nivel local, sino a nivel
internacional. Gracias a ello, en la agenda política local se ha reconocido al tema
ambiental «como una cuestión socialmente problematizada», lo que ha empujado al
discurso y a la acción gubernamental a transitar paulatinamente de una política de
«omisiones» a otra de “acciones». En esta transición la ley ha sido utilizada como
instrumento para dirimir las controversias ambientales, a lo largo de las últimas décadas.
Pero esta ley como se ha hecho notar anteriormente, ha tenido que adaptarse
paulatinamente, al igual que las percepciones y los intereses de los actores que han
participado entales controversias.
CONCLUSIONES
En esta breve semblanza he presentado las principales características de la dinámica
socioespacial de Ciudad Juárez, así como su incidencia en la gestación de una aguda
problemática ambiental. Expuse que esta ciudad está inmersa en procesos
socioeconómicos y culturales que la vinculan de una manera más estrecha a un contexto
de competencia globalizado y, junto con su vecina ciudad de El Paso, la orientan hacia
su metropolización. Estos procesos pueden ser objeto de una doble lectura, según las
posibles consecuencias que en el futuro tengan sobre la calidad del medio ambiente.
Por un lado, como lo he señalado, los problemas ambientales han crecido y determinado
que, no obstante los avances en materia de política y legislación ambiental, el panorama
en la ciudad sea poco alentador. La magnitud de los problemas y de las demandas
sociales parece rebasar la capacidad de respuesta de las autoridades, mientras que los
organismos ciudadanos a pesar de haberse multiplicado, cuentan con una presencia
social reducida.
Pero, por otro lado, el hecho de que la ciudad esté experimentando un cambio cualitativo
en sus procesos de localización industrial puede ser un aliciente para que los actores
sociales relevantes realicen nuevos esfuerzos para elevar la calidad de vida de los
habitantes. En tanto ciudad “globalizada”, para esos actores mejorar las condiciones de
vida y la calidad del medio ambiente puede ser un factor clave en la competencia por
atraer nuevas inversiones.
Estas dos lecturas no necesariamente son contradictorias. A lo largo del texto he
mostrado tanto los avances, como las inercias que aún influyen en el alcance de las
políticas que inciden en el medio ambiente. Lo importante es tratar de indagar en qué
medida pueden tener resultado los esfuerzos de los actores que ahora, posiblemente, se
258
plantean el diseño de nuevas políticas ambientales, más integrales y más precisas en
términos normativos e instrumentales.
Responder a esta interrogante requiere reflexionar acerca de algunas de las variables
que han incidido en la evolución actual de la política ambiental y en el proceso de
constitución de los nuevos actores que se desenvuelven en torno de ella. Entre otras
variables, destacan dos que de modo implícito han estado presentes en los principales
problemas o controversias suscitadas por motivos ambientales. La primera es la cultura
jurídicoambiental de los actores, cuya evolución ha sido evidente pero de modo desigual
y contradictorio. Esto se observa tanto en la actuación de los actores no
gubernamentales, como en la falta de políticas articuladas y congruentes entre los tres
niveles de gobierno. La otra variable se refiere al grado de consolidación e integración
de un marco jurídico claro y coherente para la región, que evite problemas provocados
por la contraposición o anulación de leyes de distintos ámbitos legales,27 que rigen en
este espacio fronterizo.
En este contexto, las variables aludidas deben ser consideradas, a fin de enfrentar una
amplia gama de asuntos o controversias que se desprenden de las funciones urbanas
de una ciudad con más de un millón de habitantes, a la cual se añade la característica
de ser fronteriza.
Asimismo, el diseño de las nuevas políticas debe estar orientado por criterios de
inclusión y de representatividad, en la cual la mayoría de los actores relevantes pueda
expresar sus percepciones o ideas sobre lo que es la ciudad o puede serlo. Estas
políticas deben reconocer, explícitamente, el papel que desempeñan los principales
agentes económicos que operan en la ciudad, al igual que la necesidad de apoyarse en
un diseño jurídicoinstitucional que contribuya a resolver las controversias ambientales de
modo armónico.
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Entrevista a Oscar Ibáñez, (1998), Director de Planeación Urbana en el Ayuntamiento
de Juárez 1995-1998, 11 de septiembre.
259
Entrevistas a Manuela Salas, (1997), ex-delegada de la oficina en Ciudad Juárez de la
Sedue y a Felipe Adrián Vázquez, Coordinador del Centro de Estudios del Medio
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Gilbreath,Jan Rich y David Hurlbut, (1992) Freetrade with Mexico:what’s initforTexas?,
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Zepeda, Eduardo (1991) «La frontera norte y el TLC: efecto y desarollo», Revista
Mexicana de Sociología, No. 3, p. 196.
260
IV PARTE
LA INTEGRACIÓN FRONTERIZA COLOMBO- VENEZOLANA
LA INTEGRACIÓN FRONTERIZA COLOMBO- VENEZOLANA: SITUACIÓN Y
PERSPECTIVA
Raquel Alvarez de Flores
CARACTERIZACIÓN GENERAL
En el nuevo marco de las relaciones globales donde los mercados y los poderes están
inseparablemente entretejidos, comienzan a privilegiarse asociaciones estratégicas de
muy diversos ámbitos y de carácter económico, político y ecológico, conformándose
bloques geoeconómicos, propuestas subregionales, regionales y binacionales derivadas
de una situación específica compartida: la búsqueda de inserción en condiciones
favorables al libre comercio mundial.
Este proceso va acompañado de un nuevo juego político con nuevas reglas, nuevos
actores (regiones, autoridades locales, partidos nacionalistas), actuando en un marco
diferente que desborda el Estado-nacional. Se afirma, incluso, que la soberanía de los
estados ha sido erosionada. Ocurre igualmente una movilización de bienes y servicios,
en tanto factores de producción como el capital y los saberes, pasan a ocupar un lugar
privilegiado. Es el último determinado por el resultado de las tecnologías de punta
(informática, microelectrónica, robótica, biotecnología) y de la investigación científica.
Así, el valor del conocimiento desplaza a los recursos naturales, la tierra o el precio de la
mano de obra.
Una consecuencia de la globalización la representa la desfronterización, concebida
como la disminución de las fronteras de todo tipo en todos los aspectos de la vida,
desvaneciéndose la diferencia entre “adentro y afuera”, con la grave amenaza de la
pérdida de identidad nacional al dejar los ciudadanos de estar directamente relacionados
con el Estado-nacional y vincularse con estas fuerzas globalizadas que se encuentran
por fuera del propio grupo.
261
Los flujos comerciales, las transferencias multimillonarias y los consorcios gigantes no
reconocen “límites” ni “fronteras” para instalarse allí donde los sueldos son más bajos y
los gastos sociales o de protección del ambiente, ni siquiera existen. Un ejemplo lo
representa el comercio de la construcción de máquinas e instalaciones como la ASEA
BROWN BOVIN (ABB), con mil filiales en cuarenta países. En caso necesario pueden
desplazar la fabricación de cada producto o parte de él de un país a otro en pocos días.
Frente al despliegue o intensificación de estas fuerzas globalizantes, los estados-nación
tuvieron que optar por la vía de relanzar o adoptar nuevas estrategias de integración
como medida para contrarrestar las presiones y vulnerabilidades de las economías e
insertarse favorablemente en esta competencia internacional.
Así, unos de los primeros en sumarse a estas medidas fueron los estados de Europa
occidental, que decidieron eliminar, desde Lisboa a Copenhague, casi todas las barreras
para el movimiento transfronterizo de capital, bienes y servicios. Por su parte, Estados
Unidos, Canadá y México decidieron fundar el Tratado de Libre Comercio (TLC),
integrando por primera vez a un gran país en desarrollo. El gigante chino se adhirió al
Tratado Mundial de Comercio (OMC), y en cuanto a América Latina, se optó por un
reforzamiento subregional y regional para competir en estas relaciones interbloques,
planetarias, proponiéndose en la Cumbre de Miami el establecimiento para el año 2005
de una zona de Libre Comercio al estilo del TLC ampliado al hemisferio americano.
En esta atmósfera de constitución de espacios de integración se enmarca la actuación
de Venezuela y Colombia, países con una dilatada naturaleza integracionista de larga
data, facilitada por el curso de las relaciones históricas, geográficas, comunicacionales y
comerciales actuando a favor del reforzamiento de estas relaciones binacionales y
fronterizas.
LA INTEGRACIÓN CONSTRUCTIVA
Ambos países, ante el escenario mundial donde los procesos de integración se han
fortalecido y ante el convencimiento mutuo de que ésta constituye la vía más acertada
para la solución a los múltiples problemas de índole binacional y fronterizo, establecieron
un esquema de soluciones imaginarias, solidarias y colaborativas, privilegiando la
cooperación sobre el conflicto a fin de dar respuesta a los distintos problemas.
Un ejemplo de lo anterior se evidencia a partir de 1989, con la actitud de los presidentes
de Venezuela y Colombia, Carlos Andrés Pérez y Virgilio Barco, ambos hombres de
frontera, quienes suscribieron el 3 de febrero de ese mismo año el Acuerdo de Caracas,
cuyo propósito principal se expresa en el logro de acciones coordinadas y permanentes
de los dos gobiernos, conducentes a la reintegración de la Comisión de Conciliación
prevista en el Tratado sobre No Agresión, Conciliación, Arbitraje y Arreglo Judicial
suscrito en 1939. Se establecía, igualmente, designar a dos altos comisionados por cada
país, encargados de elaborar un inventario de las cuestiones por examinar entre ambos
países y proponer a los dos gobiernos una metodología adecuada a su tratamiento y
solución (véase Obregón y Nasy, 1990).
262
Lo expresado en el Acuerdo de Caracas va a reafirmarse con la Declaración de Ureña,
suscrita el 28 de marzo de ese mismo año. Allí se designa a los miembros de las
distintas comisiones. Se conforma definitivamente la Comisión Permanente de
Conciliación, cuya convocatoria e intervención es sólo para ciertas controversias cuando
las partes no lleguen a un acuerdo por la vía amistosa o a través de los canales
diplomáticos ordinarios. Respecto a los altos comisionados, se acordó realizar el
inventario propuesto en la Declaración de Caracas, aclarándose que tendrían la misión
de recomendar un modus operandi para la solución del diferendo.
En cuanto a los comisionados nacionales de Asuntos Fronterizos o de Vecindad, se
avanzó en la definición de cuatro grandes áreas temáticas:
a.- El tránsito de personas, bienes y vehículos
b.- La integración económica fronteriza
c.- La planificación conjunta del desarrollo urbano, y
d.- El uso y preservación de los recursos naturales
Paralelamente se elaboró una lista de cinco proyectos a los que las comisiones deberían
dar preferencia:
- Generación de energía eléctrica y navegación en el Orinoco
- Explotación de la formación precámbrica denominada Escudo de Guayana
- Interconexión eléctrica de regiones fronterizas
- Crecimiento e interconexión de las áreas urbanas de Cúcuta y Villa del Rosario
(Colombia) y San Antonio-Ureña (Venezuela). La idea consistía en crear un área
metropolitana binacional con un plan maestro de desarrollo basado en una
infraestructura común de servicios públicos y sociales
- y, por último, un proyecto agroindustrial y azucarero entre el Norte de Santander
y el estado Táchira.
Cabe destacar que a esta comisión se incorporaron por primera vez representantes de
las regiones fronterizas, actuando favorablemente en el avance de las mismas debido al
conocimiento de los problemas fronterizos.
El trabajo de estas comisiones permitió el avance en el estudio de algunos problemas
entonces críticos para los dos países, como el caso de la seguridad fronteriza,
suscribiéndose la llamada Declaración de Villa de Leyva, que formalizó la cooperación
en la lucha contra el comercio ilegal de armas y narcotráfico y reforzó otros convenios
militares firmados anteriormente.
En lo que respecta al trabajo de la Comisión Demarcadora, se iniciaron labores para
identificar, inspeccionar, colocar y mantener los hitos, así como la demarcación de la
frontera terrestre entre ambos países.
Trabajando bajo un esquema metodológico estratégico para el tratamiento y solución del
problema fronterizo, los comisionados de Asuntos Fronterizos o de Vecindad
incorporaron en sus agendas los siguientes temas:
1.- Migraciones
2.- Cuencas hidrográficas internacionales
263
3.- Delimitación de áreas marinas y submarinas
4.- Ríos internacionales
5.- Demarcación y densificación de hitos
6.- Transporte internacional
7.- Utilización de recursos naturales transfronterizos
8.- Tráfico de estupefacientes
9.- Sistema de control para evitar la sustracción de transporte, y procedimiento para su
recuperación
10.-Cooperación y asistencia mutua en casos de emergencia y para la pre servación de
ecosistemas
Estas instancias de diálogo y negociación estuvieron acompañadas de numerosas
visitas oficiales y encuentros informales de presidentes, ministros, viceministros de
distintos gabinetes, cancilleres, gobernadores, presidentes de asambleas legislativas y
alcaldes de los estados fronterizos.
Puede señalarse que el manejo integral de las relaciones bilaterales a partir de la
creación de estas comisiones ha sido provechoso. Así lo refiere el exviceministro de
Relaciones Exteriores y exembajador de Colombia en Venezuela, Rodrigo Pardo.
“EI esquema de negociación y de tratamiento de los diversos temas en forma simultánea
ha evitado fa parálisis de las relaciones bilaterales y las ha conducido a una situación
esencialmente operativa. Se evadió la parálisis y se fomentó el dinamismo.» (Pardo,
1993: 6). Resulta interesante destacar el trabajo permanente de estas comisiones
presidenciales de Integración y Asuntos Fronterizos colombo-venezolanas, llegando en
la actualidad a la realización de la vigésimoctava. En cada una se han abarcado
diferentes temas entre los que resaltan los aspectos ambientales, educativos, comercio
e infraestructura, salud, transporte y turismo, entre otros.
Si bien se reconoce la existencia de diversos asuntos de tipo conflictivo aún sin resolver,
valga señalar el caso del Golfo de Venezuela, no por ello se ha dejado de negociar en
forma amistosa y simultánea diversos problemas de interés común que atañen a ambas
naciones.
Bien lo ha expresado el expresidente colombiano César Gaviria: “Entre Colombia y
Venezuela vale más lo que nos une que lo que nos separa.” Estos hechos demuestran el
interés de los dos gobiernos, animados por las ideas bolivarianas de concertar acciones
francas, fecundas y dinámicas en el ámbito bilateral, para avanzar en el proceso de
integración fronteriza regional dentro del espíritu de lo acordado en la «Declaración de
Galápagos” y de las actas de «La Paz» y «Caracas». Allí se estableció un cambio de
orientación en las políticas y programas comunes de integración fronteriza en los que se
contemplan los siguientes aspectos: la armonización de políticas económicas, la
liberalización de la circulación de capitales, personas y servicios, la unión aduanera, el
perfeccionamiento del marco jurídico fronterizo y la delimitación de zonas de integración
fronteriza y eliminación de las distorsiones de capitales.
En el caso de la integración colombo-venezolana, la bilateralidad funciona como puerta
abierta para el entendimiento directo entre ambos estados, en un ámbito de verdaderas
264
manifestaciones para avanzar en la integración. Este nuevo diseño de integración
fronteriza en lo que respecta a la frontera colombo-venezolana (con 2317 Km. de límite
internacional y cerca de siete millones de habitantes) se sustenta fundamentalmente en
las ventajas y potencialidades que rindan estas áreas de frontera a lo largo de la línea
fronteriza. Se observa una gran homogeneidad sociocultural facilitada por la continuidad
geográfica y la historicidad de las relaciones sociales mantenidas por estos habitantes
desde que formaban parte de una misma unidad político-administrativa.
En estas zonas de frontera, esta unidad encuentra su mayor expresión, ya sea por
razones de las propias limitaciones con sus respectivas estructuras nacionales o por los
frecuentes intercambios comerciales y de todo orden, dando lugar a la formación de las
llamadas «sociedades transfronterizas», entendidas como aquellas que actúan en un
espacio habitado por poblaciones fronterizas pertenecientes a sistemas nacionales
diferentes o que, estando distantes (las poblaciones), reciben la influencia de la frontera,
conformando un campo de aplicación cultural, social, económico y político en
concordancia con el límite internacional.
Desde esta perspectiva se constituyen las relaciones fronterizas con una conciencia de
destino histórico común ejemplificado por la suma cualitativa de acumulados históricos y
culturales que imprimen un sello de originalidad a este proceso de integración fronteriza
colombo-venezolana.
En estos espacios convive una comunidad que se nutre de un largo y rico pasado de
experiencias, pruebas, derrotas y victorias, configurándose una «tipología social»
representada por la presencia del trabajador que cruza la línea de uno y otro lado
diariamente, el ganadero fronterizo, el estudiante originario de una zona que realiza sus
estudios en la otra, los camioneros que ejercen actividades de transporte y comercio, los
agentes de cambio.
Vistas de esta manera, las fronteras no son solamente la articulación de porciones
distintas entre sí, sino que constituyen zonas de contacto entre países vecinos,
generándose muchas veces una faja de interacción económica, social y cultural que
sobrepasa los límites convencionales (Bolognesi-Drosdoff, 1990:14), dando lugar a un
área de interfase, tal como la denomina González Posse (1990:3).
Este área se expresa en lo social a través del intercambio entre individuos y grupos con
diversos fines, y en lo cultural, en función de costumbres, usos, expresiones idiomáticas
propias y distintivas de las fronteras representadas en el modo de ser, manera de
pensar, de hablar, de vestir, de comer, de luchar, conjugando ese imaginario social que
constituye el patrimonio policultural de las regiones fronterizas.
En consecuencia, podría afirmarse que las fronteras son un ejemplo de contribución
cultural en el que el clima, paisaje, formas de vida vegetal y animal, recursos
económicos, contactos, interacciones e intercambios, creencias, entre otros, se conjugan
para ejercer poderosas influencias sobre la identidad cultural, no sólo con relación a lo
propio, sino también y muy especialmente con relación a los otros.
265
En este marco de referencia, las fronteras constituyen una realidad humana y no sólo
territorial en la que se registran diversidad de movimientos y factores relacionados con la
historia, la geografía, la ciencia política, el derecho internacional, la lingüística, la
sociología y la ecología, entre otras, presentando las fronteras, por este motivo,
posibilidades de cooperación o de integración fronteriza entre países vecinos,
visualizándose las posibilidades de intercambio con base en las realidades locales y la
aplicación de determinadas políticas en materia social, jurídica, ambiental, económica,
de seguridad y defensa y educativa, en el marco de la normativa vigente de los países.
Este proceso de integración modifica el carácter de frente que contiene cada frontera y
transforma las líneas imaginarias en lugares de integración positiva, sin dejar de existir,
claro está, la frontera como marco simbólico y de identidad. Un ejemplo de ello lo
constituye la Unión Europea, que abarca un perímetro multifuncional en el que están
coincidiendo en una confederación de estados-naciones, en acuerdo para transferir en
una base voluntaria atributos mayores de soberanía (cf. Foucher, 1997:24).
Bajo estas perspectivas se valora el espacio interactivo, dejando de ser las fronteras
conceptos meramente técnicos y abstractos para presentar una nueva visión como el
lugar de encuentro de culturas e intercambio comercial, industrial, asignándoseles su
importancia especial frente a otras regiones de los países. Es el caso de las
asociaciones alpinas transfronterizas entre las regiones alpinas centroeuropeas (Alpes
centrales, Alpes orientales, Alpes occidentales). Estas asociaciones de regiones
fronterizas europeas, con un total de 52 afines desde 1990, se ocupan de problemas
específicos como:
- Ordenación de territorio
- Prevención y protección civil transfronteriza
- Política regional
- Trabajadores transfronterizos, entre otros (Véase, Letamendia, 1 997).
De esta manera, las relaciones interregionales transfronterizas incrementan la porosidad
de las fronteras estatales con una movilización a dos niveles: a nivel regional, los
sectores privados y públicos se movilizan ante sus respectivos gobiernos estatales, las
demás regiones y la Unión Europea, y a nivel interregional, las regiones se agrupan en
asociaciones e intercambian información y conocimientos técnicos, así como también
establecen una mayor cantidad y variedad de contactos sociales, lo que lleva al
intercambio de experiencias y aprendizajes con posibilidades de una integración a nivel
superior.
Vistas desde este contexto, las áreas fronterizas han experimentado una evolución al
pasar de ser «espacios de aproximación física de dos sistemas socioeconómicos que
responden a soberanías políticas diferentes» (Power, 1993:7), a la concepción de
espacios cuyas características geográficas y/o socioeconómicas aconsejan la
planeación y la acción conjunta de las autoridades fronterizas en las que, de común
acuerdo con el país vecino, se adelanten las acciones que convengan para promover su
desarrollo, y posteriormente, el intercambio bilateral e internacional.
266
Con esta visión integradora y tomando en consideración el caso de la integración
fronteriza colombo-venezolana, donde la frontera se presenta con una imagen de
frontera de enlace y con una función de integración económica, cultural y administrativa
a lo largo de la franja, especialmente de aquellas de más estrecho contacto, se deben
establecer diversos tipos de programas y planes de desarrollo en los que los habitantes
fronterizos tengan presencia y se privilegie el valor social de la integración por encima de
los valores económicos. Estos últimos, hasta ahora han sido el centro de los esquemas
de integración.
El avance en el proceso integrador debe estar en sintonía con los factores geográficos,
históricos, sociológicos y políticos que en su contenido dinámico y de aplicación tengan
como denominador común el mejoramiento de las relaciones bilaterales y el desarrollo
de estas zonas.
EL ESTADO TÁCHIRA (VENEZUELA) Y EL NORTE DE SANTANDER
(COLOMBIA): UN EJEMPLO DE INTEGRACIÓN FRONTERIZA
El ámbito territorial Táchira-Norte de Santander abarca una superficie aproximada de
31.915 Km2, de los cuales el 35% corresponde al territorio del estado Táchira y el 65%
al departamento Norte de Santander, separados por una línea fronteriza de
aproximadamente 140 Km. de longitud, que representa el 6,89% del total de línea de
frontera que separa a las dos repúblicas.
El estado Táchira se encuentra situado en la parte suroccidental de la República
Venezuela, ocupando al nororiente de la República de Colombia, con una superficie
11.100 Km. divididos en 29 municipios. El departamento Norte de Santander
encuentra ubicado al nororiente de la República de Colombia, con una extensión
21.658 Kms2, dividido en 40 municipios.
de
de
se
de
La región Norte de Santander-Táchira se caracteriza por ser la más dinámica y activa de
la larga franja fronteriza entre Colombia y Venezuela. Históricamente, este espacio
constituyó una sola unidad que se mantuvo durante el imperio colonial español y aún
después de la separación de la Gran Colombia. Esta vocación integracionista se
entrelaza con una historia y geografía compartidas en las que la existencia del río
Táchira y su cuenca revive este pasado común.
Allí se localiza el punto de contacto de mayor intensidad y cobertura a través del puente
internacional Simón Bolívar. En cuanto a la población, presenta la más alta densidad
poblacional, estimándose en 156,3% Hab./Km.2 para el estado Táchira, según el censo
de 1995, y para el departamento Norte de Santander, en 54,5% Hab./Km.2 para este
mismo año.
La población del estado Táchira es de 979.458 habitantes. De esta población, 532.178
son de nacionalidad venezolana y 99.566, colombiana, que representa el 15,8%. Las
concentraciones más altas de población colombiana se encuentran en el municipio San
Cristóbal, siguiendo los municipios fronterizos de Bolívar, Ureña y Junín. La población
267
del departamento Norte de Santander es de 1.170.055 habitantes, de los cuales, el
55,4% vive en el área de frontera. La mayor concentración poblacional se observa en
Cúcuta. Este hecho tiene una importante significación en la conformación del Sistema
Metropolitano Binacional que estaría constituido por el área metropolitana de Cúcuta y el
área metropolitana de San Cristóbal. Estudiosos del fenómeno fronterizo colomboenezolano afirman la calificación de ámbito binacional con una conurbación constituida
por Cúcuta-Villa del Rosario (Colombia), San Antonio-Ureña (Venezuela) y coinciden en
que las progresivas e inquebrantables relaciones binacionales hacen propiciar esta
unidad urbana. Con la creación de esta conurbación binacional se busca la
complementación en la prestación de los servicios y la eliminación de las trabas formales
derivadas de la existencia del límite (véase Urdaneta y León, 1991).
Cabe señalar que por esta región cruzan diariamente miles de vehículos de pasajeros y
de carga, según datos del Banco República (Colombia). Un total de 15.200 vehículos y
56.500 personas cruza diariamente la línea fronteriza, para hacer sus compras, adquirir
mercancías o dedicarse a las actividades laborales. (La Nación, C.D-1, 1995).
Sí observamos las relaciones comerciales entre ambos países, vemos como éstas se
apoyan en un número apreciable de acuerdos, tratados, actas y declaraciones conjuntas
de vieja data, como los tratados Michelena - Pombo, de 1836, el Tratado sobre
Demarcación de Fronteras y Navegación de Ríos Comunes de 1941y el Estatuto de
Régimen Fronterizo de 1942, complementado por el Acuerdo de Tonchalá, de 1959.
Se coincide en afirmar que desde mediados del siglo pasado, las relaciones económicas
entre Colombia y Venezuela estuvieron sometidas a las contingencias de la evolución
política y económica de ambos países y sólo a partir de 1962 se intensificaron estas
relaciones con la Declaración de Bogotá, de febrero de ese mismo año.
El intercambio comercial entre los dos países va a ir aumentando aún con los altibajos
propios de las fluctuaciones de la moneda, dejándose sentir con mayor intensidad en las
zonas fronterizas. No obstante, la cercanía geográfica de ambas zonas limítrofes ha
permitido establecer una evidente e importante actividad económica, comercial e
industrial con altos volúmenes de intercambio de mercaderías, que ha llevado a la
colocación de las aduanas en ambas zonas a primeros lugares de recaudación de
impuestos en las regiones fronterizas de sus respectivos países.
Así, por ejemplo, en los primeros meses del año 1997, las aduanas de San Antonio del
Táchira y Ureña recaudaron un equivalente en cuanto a importaciones de
252.617.275,866 Bs. (aproximadamente $ 515.981,186 ) y 99.464.140,420 Bs.
(206.937.558 $), y en cuanto a exportaciones, San Antonio recaudó 323.346.853,477 Bs.
($ 661.006.020 ), y Ureña 71.784.971,830 Bs. ($178.365.310 ), mientras que en el año
1996 se obtuvo una recaudación de 9 mil 964 millones, 29.090 bolívares, es decir, hubo
un incremento significativo de 6 mil 63 millones 339 mil 030 bolívares con 90 céntimos.
(Datos suministrados por las Cámaras de Comercio de San Antonio y Ureña, 1997).
268
El Táchira, por su parte, constituye la conexión vial más importante con Colombia,
teniendo a la ciudad de San Cristóbal como centro regional de servicios. Desde allí se
bifurcan cuatro ejes viales que se combinan con las poblaciones colombianas de Cúcuta,
Puerto de Santander, Chinácota, Pamplona y Villa del Rosario, en el departamento Norte
de Santander. La capital concentra el 70% de la industria de esta zona andina, siendo el
30% propiedad de personas de origen extranjero, con predominio de colombianos. Tiene
un gran potencial agropecuario y base agroindustrial, producción de lácteos, cueros,
carnes, textil, frutos, madera, café, carbón y fosfatos, entre otros. La región cuenta
además con bancos y medios de comunicación propios, universidades, aeropuertos,
capacidad gerencial, empresas con éxito y servicios (Seminario La Frontera ColomboVenezolana y la Comisión Europea. San Cristóbal, Estado Táchira, 12 de junio de 1996).
El eje fronterizo San Antonio-Ureña, cercano a la ciudad de Cúcuta, constituye uno de
los más importantes polos de desarrollo económico de toda la región en el área
comercial, industrial, e incluso en el área agropecuaria. La zona constituye el principal
puerto terrestre del país y una de las más dinámicas de América Latina, a raíz de la
puesta en vigencia de la Unión Aduanera Andina, potenciando el intercambio bilateral
hasta alcanzar en 1997 una cifra cercana a US$ tres mil millones. Un análisis del
dinamismo de las importaciones entre Colombia y Venezuela evidencia un
incremento a partir del año 1992 en ambos países.
Muchas de esas industrias han logrado penetrar el mercado internacional, tal como en el
caso del calzado, equipos de seguridad bancaria y productos del sector metalmecánico.
La posición geoestratégica del eje como puerta de entrada al Pacto Andino es otro
elemento a considerar, con circulación de más del 80% de transporte de carga y de
pasajeros que se mueven entre Colombia y Venezuela. A los efectos de comunicación
con el resto del mundo, cuenta con un aeropuerto internacional y con otros muy
cercanos, como el de Santo Domingo del Táchira y el de Cúcuta, Colombia.
Las características (brevemente esbozadas) de esta región permiten afirmar que la
misma constituye la más dinámica de todas las áreas fronterizas colombo-venezolanas y
que la integración cobra su verdadero sentido como proceso sujeto a incesantes
movimientos de la historia, alentado por la fuerza de una vecindad inevitable que se
mantiene con el transcurrir del tiempo y se fortalece con el creciente intercambio
comercial.
Cabe destacar que por esta zona fronteriza se movilizan los mayores flujos económicos
a nivel de los dos países e incluso de la Comunidad Andina de Naciones (véase, El
Nacional 15-05-1997). Por sus potencialidades naturales (vínculos históricos,
geográficos y culturales) y por su posición geoestratégica, esta región de frontera sin
duda está llamada a ser un ejemplo de integración binacional, andina y latinoamericana.
Esta integración fronteriza colombo-venezolana ha permitido la conjugación de acciones
de representantes de los diversos sectores políticos, económicos y sociales ante la
necesidad de un desarrollo fronterizo integrado. Los políticos impulsan la constitución de
organismos propios para el manejo y sustentación de la integración fronteriza, como el
caso de las asambleas regionales fronterizas*
269
El sector económico representa uno de los más importantes del proceso, ya que, como
se sabe, surge básicamente de la necesidad que tienen las economías vecinas de
intercambiar bienes y servicios para la subsistencia y de la concreción de planes y
programas de desarrollo industrial y comercial para el fortalecimiento de la integración.
Es el caso de la Cámara de Integración Económica Colombo-Venezolana, en sus dos
últimos capítulos, el de Bogotá y el de Caracas. El número de miembros afiliados al
capítulo colombiano supera las 250 empresas, y en el capítulo venezolano están
inscritas más de 100 empresas. (véase, Iturbe, 1997:3).
El plano social está presente a través del manejo de acciones que es necesario ejecutar
para elevar el nivel de vida de las poblaciones fronterizas, abarcando la creación de
programas para la educación, la salud y el ambiente hacia la incorporación de las
poblaciones a las variantes del trabajo productivo en mejores condiciones de vida. En el
tratamiento de las relaciones fronterizas colombo-venezolanas cobra vigencia el
concepto de integración entendido como “un proceso más amplio, complejo y profundo
entre dos o más naciones, que implica una vinculación e interpretación social, política,
económica, cultural, científica, diplomática, e incluso militar, de enormes proporciones y
con un papel dinámico y protagónico de variados agentes de las sociedades
involucradas.” (Tokatlian, 1994:54).
La participación activa de la sociedad civil (la cual constituye el cimiento de la integración
social) es indispensable para avanzar en la integración política y económica. En este
avance del proceso integrador entre ambos países debe considerarse (como lo hemos
dicho a lo largo del trabajo) la diversidad de factores geográficos, históricos,
sociológicos, políticos y técnicos para seleccionar la serie de instrumentos variables en
su contenido, dinámica y áreas de aplicación con un denominador común: el desarrollo y
la integración de las áreas fronterizas.
Precisamente estas particularidades son determinantes para construir las relaciones
fronterizas en el entendido de que el patrocinio integracionista para las naciones
latinoamericanas no puede venir de la metrópolis mercantilista que desvirtúa y
desustancia lo que hay de real entre nosotros, sino que debemos unirnos para resistir,
para crecer y para contribuir al «equilibrio del mundo» del que hablara Martí.
Para eso se hace necesario instrumentar una política fronteriza basada en
investigaciones y estudios bajo el manejo de la cooperación global en la que se
privilegien acciones específicas en materia económica, social y ambiental bajo un
esquema jurídico-político renovado a fin de colocar estos espacios fronterizos en su
dimensión real, determinada por los caracteres geopolítico y geoestratégico propios de
los mismos y por las amplias ventajas que éstos presentan frente al proceso de apertura
comercial, producto de la internalización de las economías.
De esta manera, las fronteras pueden convertirse en generadoras de su propio
desarrollo con beneficio directo hacia los habitantes y cambiar la imagen de zonas
deprimidas y problemáticas que hasta ahora ha predominado. ¿Habrá tiempo para
vernos y aceptarnos como realmente somos, colombianos y venezolanos, destinados a
270
vivir juntos sobre una misma frontera? ¿Llegará el día en el que los intereses
individuales den paso a la comunidad de destino con un modo de pensar y vivir que
alcance en lo posible el nivel de los genuinos tiempos históricos? La dinámica de los
nuevos tiempos posibilita esta integración.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Superiores en Antropología Social, Centro Francés de Estudios Mexicanos y
Centroamericanos.
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Venezuela”. Documentos de Trabajo 3, Buenos Aires: INTAL.
Letamendia, Francisco, (1997), Juego de Espejos. Conflictos Nacionales CentroPeriferia. Madrid:
Trotta. Obregón, Liliana y Nasy, Carlo, (1990), Colombia, Venezuela. Conflicto o
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Convenios Binacionales en Materia de Salud para la Zona Fronteriza del Estado
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Urdaneta, Alberto y León, Ramón, (1991), Relaciones Fronterizas entre Venezuela y
Colombia. (Desde la Perspectiva Venezolana). Caracas: Cendes, Colección Luis Lander.
271
LA INTEGRACION FRONTERIZA COLOMBO-VENEZOLANA Y SUS
LIMITACIONES: PROPUESTAS POLITICO-ECONOMICAS PARA MAXIMIZAR
EL PROCESO
Juan Carlos Morales Manzur
INTRODUCCIÓN
Entre 1970 y 1989, las relaciones colombo-venezolanas llegaron al nivel más bajo de su
historia. Desde 1989 hasta el presente, sin embargo, el clima político en ambos países
ha tendido a cambiar, unido a la dinámica económica mundial y al nuevo impulso que la
integración ha experimentando en los últimos tiempos.
Entre las fechas señaladas, sin embargo, hechos tales como la agudización en el debate
sobre las áreas marinas y submarinas, el conflicto en la demarcación de los hitos
fronterizos y la difícil situación originada por el asunto Caldas, crearon un clima negativo
para el logro de una verdadera relación armoniosa con firme orientación integracionista,
por lo cual, necesariamente debe haber un cambio de mentalidad y conducta para la
formación de una cultura que permita convivir dentro de un ambiente de integración.
LIMITACIONES DE LA INTEGRACIÓN FRONTERIZA
VENEZOLANA. UNA MIRADA RETROSPECTIVA
COLOMBO-
ASPECTOS POLÍTICOS
Con referencia a los factores políticos como causales limitantes a un efectivo y real
avance para las negociaciones de un verdadero proceso integracionista, se deben
considerar prioritariamente situaciones fácticas concretas que en la realidad actúan y
afectan tanto a Venezuela como a Colombia.
Problemas limítrofes
El aspecto limítrofe ha sido un aspecto negativo en contra de la integración
colombovenezolana.
No obstante el tratado de 1941, suscrito entre Venezuela y Colombia, el cual establecía
que todas las diferencias sobre materia de límites quedaban terminadas, este aspecto
sigue pendiente y se obviará aquí toda consideración sobre el desarrollo de los
problemas derivados de la demarcación marítima entre ambos países. Las tensiones
políticas están aún pendientes, y los intentos de solución, aún en ciernes. (Cfr. González
y Donis; 1989:155)
Narcotráfico
El problema del narcotráfico es una prioridad que reclama solución efectiva y urgente,
puesto que atenta contra los más altos intereses, tanto políticos como sociales, de las
naciones involucradas. Conscientes de esta realidad, conviene formularse la siguiente
272
interrogante: ¿Se agravaría la situación del narcotráfico con una integración fronteriza
entre Colombia y Venezuela?
La respuesta no puede ser concluyente, ya que se parte de supuestos y análisis
hipotéticos, pero dada la actual situación, podría pensarse que en efecto sí podría
acentuarse y agravarse, en vista de que al dejarse abiertas las fronteras y producirse un
libre tránsito y circulación de personas, sería muchísimo más difícil el control del tráfico
de las materias primas y del puente de comercialización del producto terminal de la
droga, por lo que se desprende que la actual coyuntura del narcotráfico entre Venezuela
y Colombia constituye otro factor limitante al proceso de integración.
Subversión
La respuesta puede ser de diversa índole, dependiendo del enfoque que se pretenda dar
respecto a la integración, ya que como bien se sabe, el control del orden público y la
seguridad interna de cada país obedecen más a razones de soberanía que a esquemas
integracionistas, pero tampoco debemos dejar a un lado que la integración lleva
directamente, en su avance progresivo, a que ambos países armonicen políticas de
tratamiento similar (de orden fiscal, seguridad, sanitaria, etc.) por lo que un abismo o
disparidad en el manejo de la seguridad, tanto de carácter personal como material, nos
arrastra a un indefectible obstáculo para una plena integración. En resumen, es obvio
pensar que mientras la subversión tenga el auge que posee actualmente, difícilmente se
puede aspirar a una interpenetración pacífica en las zonas fronterizas colombovenezolanas. (Cfr. Briceño y otros, 1991:19)
ASPECTOS ECONÓMICOS
Indudablemente, la consideración de las distintas variables económicas es fundamental
dentro de un esquema de integración a los fines de alcanzar metas con éxito.
Así, en la real práctica entre Venezuela y Colombia adquieren plena importancia
situaciones irregulares como el contrabando, la distorsión de la economía local y el
desequilibrio comercial de la zona fronteriza, entre otros, que necesariamente deben
subsanarse mediante una decidida acción conjunta que deben emprender ambos países
con la intención de sanear los vicios existentes y sembrar un camino claro para la
integración.
Se tratará de analizar en forma breve lo que en la actualidad constituyen factores
limitantes que desde el punto de vista económico deben superarse, pues de lo contrario
serían elementos perturbadores e indeseables para un verdadero clima de integración.
Distorsión en la economía local.
Uno de los fines más importantes de la integración fronteriza en el aspecto económico
estáencaminado a favorecer al comercio, la industria, el aparato productivo de los países
que lo integran y, por supuesto, al desarrollo progresivo de las economías involucradas.
Sin embargo, el mercado fronterizo colombo-venezolano no refleja en la actualidad los
propósitos que se acaban de enunciar, ya que dicho mercado se alimenta
mayoritariamente de mercancías de regiones foráneas y extrañas a la zona, tales como
273
Asia, Europa, Estados Unidos de América y cualquier otra parte del mundo, con lo cual
se desnaturaliza la genuina intención de la integración.
De tal forma que, en virtud de este aspecto y para que exista un verdadero intercambio
comercial entre Colombia y Venezuela que favorezca desde la perspectiva económica a
ambas naciones en primer término y en forma indirecta al mercado latinoamericano,
deben darse algunas condiciones fundamentales:
1.- Que las mercancías a comercializarse “sean originarias” prioritariamente de Colombia
y Venezuela y, a lo sumo, de cualquier país latinoamericano, en la proyección de una
futura ampliación hacia un mercado común latinoamericano que beneficie a toda la zona.
2.- Que estas mercancías no sean subsidiadas, de manera que todos los países
intervinientes se encuentren en las mismas condiciones.
3.- La creación de efectivos mecanismos de control que permitan vigilar el fiel
cumplimiento de las obligaciones y compromisos contraídos por ambos países.
Ahora, hay una serie de factores que contribuyen a que se produzca esta distorsión en la
economía local.A continuación se analizarán los más importantes, sobre todo los que
son característicos en la frontera colombo-venezolana.
El contrabando
Se entiende por contrabando: “Producción o comercio prohibidos por la ley, y las
mercancías objeto de la prohibición, operación generalmente clandestina, consistente en
la importación o exportación de dinero, bienes o mercancías contra las normas legales
vigentes, y en fraude a la Hacienda Pública.
Su fundamento es siempre de carácter económico”.(Ibidem:18)
Las formas que reviste el contrabando son muy variadas, y de acuerdo a los tipos de
vías de comunicación que existan, eso va a determinar el tipo de contrabando que allí se
produzca.
En las zonas fronterizas conviven dos tipos de contrabando:
1.- el grande y organizado, que a través de empresas trata de aparentar legalidad en el
tráfico ilícito de mercancías.
2.- El contrabando al menudeo, que es efectuado sin organización por personas de
escasos recursos que tratan de hallar un complemento de ingresos en el transporte y
reventa a pequeña escala de mercaderías de un lado a otro de la frontera.
Paradójicamente, el contrabando perseguido por las autoridades es el pequeño,
quedando en la mayoría de las veces impune el “gran contrabando”, que opera con toda
facultad hasta por vía de acaparamiento, permitiéndose imponer precios y neutralizar al
pequeño contrabando.
Al respecto, parece interesante, y a la vez importante, el hecho de que, ya en 1966, el
INFORME DE LA MISION DEL BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO
presentado a los gobiernos de Colombia y Venezuela, relata:
“Los contrabandistas pertenecen a uno y otro país; sin embargo, hay también
extranjeros que se dedican a esta actividad, pero ello ocurre más bien en torno a
Maicao y San Antonio... el control ejercido sobre el intercambio variaría de un
274
punto a otro de la frontera según el criterio de los funcionarios que lo tienen a su
cargo. El grado de tolerancia es variable también según las épocas del año, lo
cual tiende a crear un estado de confusión que actúa, como es natural, en
provecho de los más hábiles y de los más influyentes”. (BID, 1966:121)
Realmente, el contrabando ha arrojado graves consecuencias que afectan
principalmente al comerciante de los estados fronterizos, especialmente del Zulia, en
algunos rubros de comercio a todo el país.
Entre las razones que contribuyen a acentuar el fenómeno del contrabando, una es la
diferencia de precios, que es evidentemente atractiva al ilícito propósito del
contrabandista.
Por tanto, previas todas las consideraciones anteriores, se puede concluir que el
contrabando conforma un obstáculo para la integración fronteriza colombo-venezolana.
Desequilibrio comercial
Otro hecho que influye en la distorsión de la economía local como causal limitante a una
integración fronteriza lo constituye el desequilibrio comercial imperante en la zona.
El origen de este problema surge por la competencia en el mercado. Al contrario de lo
que se piensa, se puede inferir que las personas que ejercen el comercio formal no
están en contra de la integración, ya que a conciencia reconocen la necesidad de tal
proceso; lo que ocurre es la abismal diferencia en las condiciones para competir, puesto
que en la frontera están establecidos comercios que no pagan ningún tipo de tributación,
lo que imposibilita competir al comercio formal, que sí está obligado a una serie de
erogaciones de tipo fiscal, y a ofrecer iguales ventajas e incentivos a los potenciales
consumidores.
ASPECTOS SOCIALES
En un proceso de integración entran en juego diversos factores, de los cuales es
prioritario considerar el factor o aspecto social. Dada la actual situación reinante en la
frontera colombo-venezolana, en la cual, el descontrol migratorio, por un lado, y la falta
de identidad de los pobladores fronterizos, por otro, aunados a la deplorable condición
de los servicios asistenciales, conforman un cuadro nada halagador para aspirar a una
empresa de éxito integradora en la frontera de los dos países.
En términos generales se considera que el descontrol migratorio emerge como
consecuencia de las faltas de condiciones adecuadas y del mínimo de garantía de
subsistencia que ambos países han brindado a los pobladores de la zona, obligando de
esa manera al hombre fronterizo a salir de su territorio buscando nuevas perspectivas de
vida, con lo que, al no verse integrado a la realidad social de las ciudades, se siente
marginado y rechazado por la colectividad y desasistido por parte de las autoridades,
provocando como panorama inevitable una mezcla de resentimiento social,
marginalidad, competencia desleal y desventajosa en los puestos de trabajo, y violando
flagrantemente toda posibilidad de igual trato y oportunidades, condición ésta última sine
275
qua non para una integración armoniosa hacia el logro de fines comunes para ambos
pueblos.
De igual modo se pueden también considerar como factores limitantes a un proceso de
integración la falta de identidad de los pobladores fronterizos y la deprimente asistencia
social y de servicios públicos en la zona, ya que ambas circunstancias, lejos de crear
atractivos favorables y sembrar los incentivos correspondientes, surge como tropiezo
que hay que subsanar para concebir un esquema de integración.
Sabemos que el habitante fronterizo es el primer fin que hay que desarrollar, y el
aspecto social en este campo es esencial porque ello encierra gran parte de la cabal
satisfacción de las necesidades del ser humano. Por lo tanto, si dichas expectativas no
son cubiertas, es poco lo que se puede esperar del esfuerzo integracionista; por eso se
considera que la actual situación social de la frontera colombo-venezolana no es la más
idónea para que cobre eficacia la tan ansiada integración.
PROPUESTAS POLITICO-ECONÓMICAS PARA MAXIMIZAR EL PROCESO
DE INTEGRACIÓN FRONTERIZO COLOMBO-VENEZOLANO
Las propuestas que se requieren para maximizar el proceso de integración colombovenezolano se engloban en la necesidad de capacitar a ambas economías para que se
beneficien del dinamismo que un comercio más libre puede aportar.
Ciertamente, los beneficios de la integración no son solamente los visibles en un
comercio creciente entre Venezuela y Colombia. La producción planificada para un
mercado más amplio debe reducir los costos por unidad de producción, tal como hace,
por ejemplo, la competencia entre industria y agricultura en la zona de integración.
Igualmente es factible que se dé la posibilidad de que los beneficios de la integración
fluyan más a un país que al otro. Ello acarreará la necesidad de fijar algún límite por
parte de cada país unilateralmente en lo que se refiere a cambios en aspectos fiscales y
monetarios.
Entre las propuestas que son necesarias para maximizar la integración fronteriza
colombovenezolana, estarían las siguientes:
A.- La liberalización del comercio
Es quizás el factor más importante para iniciar un proceso de integración. Dicha
liberalización debe incidir sobre artículos que no vayan a figurar probablemente en las
listas nacionales, en razón de dar entrada a mercadería foránea en el sentido de crear
una regulación de mercado dirigida a controles de calidad, productividad y competencia
general.
276
B.- Los acuerdos comerciales
Dicho aspecto debe estudiarse como medio de garantizar corrientes de comercio
razonablemente equilibradas, y particularmente la referente a los productos en los que
cada país tiene excedentes por el momento.
En dichos acuerdos deben resolverse cuestiones tales como las relativas a las tarifas
con terceros países que afecten el comercio bilateral, y establecer maneras de medir y
controlar la deflexión comercial.
C.- Planificación de inversiones
Es un rubro importante de considerar, ya que una buena planificación nos garantiza
canalizar los recursos para efectuar los gastos adecuados. Entre las tareas prioritarias
está la de señalar las oportunidades de inversión óptimas, evitando de esta manera el
mal gasto.
Tal propósito se logra partiendo de una investigación conjunta de las necesidades de
inversión que permitan racionalizar las mismas, evitando con ello la duplicación de
inversiones en industrias que ya tienen exceso de capacidad, la creación de nuevas
industrias que duplican a otras existentes y se exploran los programas más eficaces de
sustitución de importaciones.
Es necesaria igualmente una comprensión detallada de las condiciones en las que se
dispondrá de capitales en uno y otro país para asegurar si condiciones desiguales crean
también beneficios desiguales con la integración.
D.- La infraestructura
Deben examinarse las necesidades de ambos países que puedan resolverse mejor con
planes conjuntos. Las fusiones de planes conjuntos de flotas aéreas y marítimas,
planeamiento conjunto de redes de energía, desarrollo de instituciones especializadas
para formación profesional y laboral, progreso en telecomunicaciones, todo ello
representa sectores importantes que ofrecen beneficios potenciales a través de la
integración. La nvestigación es detallada para decidir cuáles necesidades se van a
satisfacer onjuntamente, medios de financiación, acuerdos administrativos y
posibilidades de ayuda exerior, tanto para estudio de factibilidad como para costos de
construcción, todo eso ontinuará la obra ya iniciada en este campo.
E.- Creación de un Instituto Financiero Conjunto de Integración y Desarrollo
para Colombia y enezuela
La creación de un banco, conjunto de la integración y desarrollo sobre los ineamientos
propuestos por la Comunidad Andina, puede ser conveniente para stimular la integración
colombo-venezolana. Como dos países adyacentes eben presumiblemente realizar la
integración más fácilmente con recursos isponibles, el banco o bancos propuestos
podrían suministrar dinero y ecursos para inversiones deseables, emprender estudios de
277
factibilidad, ofrecer arantías de inversión y otras operaciones financieras relativas al
desarrollo ntegracionista.
F.- Promoción de exportaciones
Son convenientes los intentos conjuntos para promover exportaciones a través de
roductos, participación en los costos de ventas y planificación industrial para aprovechar
a expansión del mercado, de modo que incentivar la exportación llevaría a fortalecer la
roducción interna de los países involucrados en la integración, trayendo como
onsecuencia un flujo importante en el aumento del empleo y en el desarrollo de la
conomía.
G.- Toma de conciencia gubernamental
El personal que ha trabajado en la integración ha sido hasta ahora dirigido
ndependientemente por cada gobierno. En el caso venezolano, hasta la actualidad han
sido ocos los contactos entre el personal de cada grupo interesado en las labores de
integración, or lo que se recomienda una mayor efectividad por parte de las comisiones
especializadas n este aspecto en cada país y la creación de una verdadera comisión
conjunta integrada por uncionarios de ambos países, en la que de manera amplia se
puedan enfocar las ecesidades y obstáculos a vencer en un plan de integración. En él se
deben señalar con recisión los problemas, conducción de estudios, investigación de
apoyo disponible en los nstitutos internacionales y otras tareas afines que le competan
para lograr el fin ntegracionista.
Dicha comisión deberá actuar como instrumento de coordinación entre Colombia y
enezuela, tomando como bases las recomendaciones de la Comunidad Andina y
onsiderando a éstas como orientaciones básicas por estar consituido éste por países
latinoamericanos conocedores de la realidad nacional.
H.- Desarrollo de la zona fronteriza
Ello se logrará creando fuentes confiables de autofinanciamiento que permitan sostener
al esarrollo en una acción conjunta entre las diversas fuerzas que componen los
sentamientos en la zona.
I.- Regular el uso de la tierra y establecer los tipos y formas de exportación agrícola
J.- Creación de núcleos fronterizos, entendidos como asentamientos permanentes
K.- Implantar la figura de “Enfiteusis” (adjudicación de tierras a civiles quienes adquieren
el derecho de explotación pero no la propiedad) en la zona fronteriza, para estimular el
asentamiento, lo cual garantiza que las tierras estén en manos de venezolanos (o
colombianos de la frontera) y en continua explotación.
278
L.- Formular definitivamente una política nacional de fronteras que permita llevar
adelante os grandes intereses nacionales a través de acciones coordinadas en dichas
áreas
M.- Definir las políticas (dentro de la política nacional de fronteras) que deben preverse
claramente, tales como las políticas de inmigración de las comunidades indígenas, del
régimen de minas e hidrocarburos, entre otras
N.- Realizar un censo nacional de instituciones, organismos y centros educativos que
traten la problemática fronteriza e integracionista y proporcionarles el respaldo
económico institucional adecuado.
O.- Establecer las condiciones necesarias para lograr la integración física a través de la
mejora de las comunicaciones entre ambos países.
A estas propuestas pueden agregarse las establecidas en el Proyecto (aún no aprobado
por l Congreso Venezolano) de Ley Orgánica de Fronteras (título II, Del desarrollo
Fronterizo), que a continuación se señalan:
1.- El establecimiento de condiciones necesarias para el desarrollo sustentable
de las zonas ronterizas a fin de satisfacer las necesidades básicas y el
mejoramiento de la calidad de vida e sus habitantes.
2.- La seguridad alimentaria de la población radicada o residente en las zonas
fronterizas.
3.- La ejecución de proyectos habitacionales, el suministro y el mantenimiento de
servicios úblicos básicos y, en general, el desarrollo de la infraestructura
necesaria para facilitar el sentamiento humano y el fortalecimiento de las
comunidades que habitan en las zonas ronterizas.
4.- El control, reducción, corrección o eliminación de factores y procesos de
degradación económica y social que puedan afectar la calidad de vida de los
habitantes de las zonas fronterizas, su seguridad y defensa.
5.- La orientación de los procesos educativos y culturales, con el fin de fomentar
mejores estados e conciencia social e identidad nacional en las zonas fronterizas.
6.- La promoción integral de la salud, el control de enfermedades y la protección
de la vida sana e los habitantes de las zonas fronterizas.
7.- El estímulo a la recreación, el turismo y el deporte en las zonas fronterizas.
8.- La protección, el fomento y el desarrollo de las comunidades indígenas y de
las poblaciones ampesinas de las zonas fronterizas.
9.- La promoción e incentivo de las inversiones que se consideren necesarias
para el desarrollo e las zonas fronterizas.
10.- La promoción, fortalecimiento y coordinación de las políticas y estrategias de
seguridad el Estado en las zonas fronterizas.
11.- La promoción y fortalecimiento de las políticas de integración fronteriza con
los países ecinos.
279
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281
POLÍTICA SOCIAL Y DESARROLLO EN LA ZONA URBANA FRONTERIZA
DE LA CIUDAD DE SAN JUAN DE CÚCUTA, COLOMBIA
Amanda Patricia Amorocho Pérez
¿Cómo pensar la estructuración y articulación de la realidad social, socioeconómica y
cultural de una urbe intermedia con marcada expansión y crecimiento de la
marginalidad?
¿Y cómo pensar la política social para esta realidad, tratándose de una ciudad y una
zona ubana fronterizas?
En esta ponencia se realizará un acercamiento a la ciudad fronteriza de San José de
Cúcuta, eniendo en cuenta los distintos factores que han determinado su configuración
espacial y os problemas sociales más comúnmente presentados: migraciones,
deportados, arcotráfico, violencia y pobreza, aspectos que determinan su realidad actual
y que abren a reflexión en torno al nivel de desarrollo alcanzado en esta región.
Se pretende entonces localizar los problemas de la realidad social y los componentes
socioeconómicos y culturales de Cúcuta para definir un espacio de análisis que permita
conocer en la ciudad su racionalidad más profunda, causalidades, interrelaciones y
complementariedades en su proceso de conformación y consolidación.
Es necesario entonces complementar la forma tradicional de lectura de la ciudad con
una forma dinámica que permita percibir sus distintos componentes, lo cual es necesario
y pertinente en la construcción de una perspectiva teórico y/o conceptual integral, que
permita perfilar políticas sociales acordes a las necesidades y problemas de los
habitantes de las zonas binacionales, trascendiendo los enfoques estatal-corporativista y
neoliberalasistencial por una perspectiva constitucional desde el estado social de
derecho.
Es entonces éste un intento por introducir el debate en torno a los nuevos enfoques de la
política social que ponen énfasis en el establecimiento de los mínimos de justicia para
garantizar los derechos sociales, económicos y culturales de la población, dejando atrás
la mera búsqueda del bienestar.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y CONFIGURACIÓN DEL ESPACIO URBANO
DE LA CIUDAD DE SAN JOSÉ DE CÚCUTA
Históricamente, la actual ciudad de San José de Cúcuta tiene su génesis en la
perspectiva tradicional urbanística española colonial. Se erigió como un asentamiento de
estructuración octogonal con funciones básicamente político-administrativas, más que
comerciales y residenciales propiamente dichas1. Luego, una vez que se fueron
sintetizando las relaciones de producción, configuraciones sociales y la
institucionalización del ejercicio público a través del cabildo de la villa municipal o distrito
parroquial, según la época, el asentamiento urbano adquirió otras connotaciones y
proyectó algunas transformaciones, camino a la ciudad moderna, comercial y
cosmopolita de la segunda mitad del siglo XIX y la actual centuria. Esta última imagen se
282
ve efectivamente consolidada en la medida en que, como asentamiento fundado en el
período colonial, prosiguió su desarrollo por razones tácticas, tanto en lo político como
en lo económico y militar, pues su situación fronteriza le daba importante preeminencia,
en especial por su condición comercial e ingreso a la economía mundial. En tiempos
republicanos tempranos se asentaron en Cúcuta importantes casas y agentes
extranjeros que apoyaron a través del comercio exterior su consolidación como centro
de política nacional y de comercio exterior.
La configuración de este asentamiento como ciudad moderna en sus funciones viene a
definirse más agresivamente con ocasión de la reconstrucción urbanística que tuvo que
emprenderse después del terremoto de 1875. El proceso de reconstrucción de la ciudad
se afrontó sistemáticamente en 1876, bajo un nuevo trazo urbanístico diferente al
antiguo. Se vieron importantes esfuerzos colectivos y compromiso comunitario por las
obras de interés público como calles, plazas y edificios del Gobierno, la Iglesia y la
Seguridad Social. Sus funciones como urbe ya no serían las de antaño, su preeminencia
como asentamiento ya no sería lo político, ni aún después de asignarse como capital de
Norte de Santander en 1910; su relevancia e importancia funcional se localiza desde
entonces en el marco de lo económico. Son las redes comerciales, industriales y
financieras las determinantes de la configuración espacial de la ciudad, y con ello, un
desordenado y no planificado crecimiento, precisamente por la carencia de una
definición política y civilista generalizada.
La ciudad de San José de Cúcuta configuró su espacialidad con una dinámica
poblacional resultado de múltiples procesos culturales, sociales y económicos. La
historia de la subregión fronteriza, como zona de interacción binacional, es en parte
resultado de los procesos de movilidad demográfica (migraciones, desplazamientos,
deportados) que ha tenido importantes efectos en el ámbito político, social, ecológico y
cultural para el establecimiento de lo urbano. En este sentido, la subregión es un área
geográfica que conforma una red social dinámica que al unir la población rural y urbana
de diversas culturas regionales (paisa, santandereana, cundiboyacense, costeña,
nortesantandereana y venezolana, entre otras) construye de esta forma su particular
historia.
Cúcuta se encuentra ubicada en un valle cálido de confluencia entre lo andino y la selva
húmeda baja, lo cual define su paisaje natural. La conformación del paisaje urbano se ha
ido perfilando como resultado de las distintas transformaciones productivas, valorativas,
arquitectónicas, sociales y políticas; es también consecuencia de la planificación basada
en parámetros del urbanismo moderno en el cual se destacaron la funcionalización y
zonificación para planear la expansión de la ciudad, no obstante, existe también otro tipo
de crecimiento, que es de carácter infomal y espontáneo, y que no se guía por los
parámetros de la planificación, y constituye lo que se ha denominado sectores
subnormales.
El desarrollo de la ciudad muestra claramente la segregación social del espacio urbano
que opera drásticamente en la separación social del ámbito residencial, la cual se ha
acrecentado en las últimas décadas. Para el caso de la ciudad de Cúcuta se encuentran
283
medianamente delimitadas las zonas urbanas residenciales, comerciales o industriales,
clasificadas de acuerdo al estrato socioeconómico.
Para el caso de Cúcuta, el crecimiento de la ciudad en las décadas de los 70 y 80
obedeció principalmente al factor atractivo del comercio floreciente verificado hasta
1983, que motivó a muchos colombianos a residenciarse en esta ciudad con el fin de
abrir establecimientos comerciales o viajar al vecino país en busca de mejores
oportunidades de empleo; sin embargo, a partir de la crisis económica de Venezuela en
1983, muchos de los colombianos residenciados en Venezuela fueron deportados,
estableciéndose en esta ciudad en condiciones de marginalidad. Ahora, con respecto a
la mayoría de los comerciantes prósperos de Cúcuta que provenían de otras regiones de
Colombia, éstos emigraron a sus ciudades de origen, reduciendo de esta forma las
fuentes de empleo.
CÚCUTA: CIUDAD FRONTERIZA
En una economía de frontera se define el hecho conocido como “fenómeno fronterizo”,
considerando a estos sectores como unidades especiales donde existe un lugar natural
de intercambio y un “imperativo” de integración en lo económico, cultural y ambiental. En
este caso, dicho intercambio es anterior a la imposición arbitraria de los límites
artificiales entre las naciones vecinas. La frontera es una realidad, aunque su
institucionalización haya sido un artificio político. Allí se comparten los mismos recursos,
modo de vida, y se tiende por el libre cambio de bienes y servicios, de actividades
sociales y factores de producción.
Además, en las regiones de frontera se “interceptan” las políticas económicas y sociales
de las naciones vecinas2.
La ciudad de San José de Cúcuta ha sido considerada como una ciudad comercial por
excelencia, el primer puerto terrestre de Colombia. Presenta además cierto grado de
industrialización, teniendo como principal mercado la República de Venezuela. Esta
característica determina su nivel de desarrollo, el cual ha dependido en buena parte de
las políticas económicas adoptadas por ambos países, más que de las potencialidades
propias de la región.
En la época de la bonanza petrolera de Venezuela, Cúcuta orientó algunos sectores de
su industria y producción agrícola al mercado venezolano, estimulando la inversión en
comercio, turismo, manufacturas, construcción y servicios. Esta relación cambió a partir
de 1983, cuando se revirtió el sentido de los flujos comerciales y el municipio de San
Antonio del Táchira, en Venezuela, se convirtió en el principal eje de comercialización
fronterizo desde ese país.
En la actualidad, la apertura económica ha llevado a Colombia a afianzar los mercados
con países vecinos como Venezuela, llegando a incrementar hasta en un 700% el
intercambio comercial con ese país. Para la frontera, esto ha redundado en un aumento
significativo de los sectores comercio y servicios, especialmente en lo relacionado con el
transporte y almacenamiento de mercancías. Este proceso ha traído como consecuencia
284
el deterioro de las vías y el colapso de los servicios fronterizos básicos, pues no se
encontraban preparados para soportar la alta concentración de población ni para
responder al creciente flujo de mercancías y vehículos. De acuerdo con el estudio del
BID-INTAL-CAF:
“Las comunidades fronterizas están percibiendo que el creciente comercio
bilateral y subregional no es aún un factor generador de beneficios económicos,
sociales y ambientales para quienes viven permanentemente en los contornos
urbanos y rurales de los principales pasos de frontera. Para esas colectividades
vecinas, la consolidación del proceso de integración global, en lo que respecta al
caso colombo-venezolano, los iversos sectores sociales, económicos y políticos
requieren la creación de condiciones económicas, jurídicas e institucionales que
les permitan tener una presencia y participación más activa en el devenir de las
sociedades y las economías a las cuales pertenecen.”3
ESTRUCTURACIÓN URBANA: ¿ATIPICIDAD U ORIGINALIDAD?
La concentración de la población marginal en el casco urbano de Cúcuta es
consecuencia de las migraciones del sector rural y del proceso de deportación de
colombianos desde Venezuela. La mayoría, o buena parte de ellos, son de otras
regiones del país, e incluso, algunos deportados no son colombianos. Este fenómeno
está influyendo notablemente en el crecimiento anárquico de las zonas
urbanomarginales de esta ciudad.
La estructura arquitectónica y urbanística de la traza central de la ciudad está
fuertemente determinada por la perspectiva comercial, fabril y el establecimiento del
sector financiero (banca formal, casas de cambio y compraventas). La estructura
administrativa, a pesar de su importancia, no determina notablemente la estructura
urbana.
PROBLEMAS SOCIALES ACTUALES
Esta ciudad vivió una dinámica comercial formal e informal muy solvente hasta la
estruendosa caída de la moneda venezolana. En la época de mayor cotización, el
bolívar alcanzó en 1983 una tasa cercana a los $18 pesos colombianos, lo cual
significaba una competitividad importante en el intercambio comercial. Aquella
vertiginosa devaluación de la divisa venezolana ocasionó un impacto muy fuerte como
coyuntura económica para el mercado local y regional. Muchos almacenes y comercios
en Cúcuta tuvieron que cerrar, banqueros y cambistas perdieron grandes sumas y el
desempleo se disparó notablemente.
Uno de los efectos socialmente llamativos que se configuraron en la sociedad cucuteña
como efecto de aquella situación, fue la proliferación y agudización de la economía del
rebusque, del “cuadre”, consistente en una generalizada relación de lucha por la
subsistencia a través del negocio breve, atípico, subterráneo, subnormal. Se agudizó
una subeconomía o economía subterránea amparada más en lo ilegal que en lo legal.
Se incrementaron las ventas callejeras o ambulantes, pingües y miserables la mayoría
285
de ellas, donde cohabitaban los expendios de sustancias psicotrópicas prohibidas,
compra y venta de artículos robados y, ante todo, “una subcultura del rebusque”.
Podía decirse que este problema cambiario y económico-fronterizo de finales de los
años 80 fue determinante para la configuración de la pobreza en esta ciudad, y cobra
grandes dimensiones con la intervención terriblemente eficiente de otros factores que
estructuraron este hecho, como inmigración, deportaciones, los efectos del deterioro del
orden público en el sector rural, los desplazados y el narcotráfico, entre otros.
El fenómeno de la inmigración
Los conflictos generados por los flujos migratorios de población de un país o región a
otra, generan igualmente problemas sociales de diverso orden, fundamentalmente
porque los asentamientos o espacios receptores ven alterada su racionalidad económica
y social, creando una imagen negativa o adversa hacia los inmigrantes, y
considerándolos la causa de sus problemas internos, tales como el desempleo, la
delincuencia y la saturación de los servicios públicos y sociales.
Por otro lado, a la ciudad han llegado y siguen arribando constantemente migraciones de
población provenientes de zonas rurales que paulatinamente se fueron asentando en los
sectores periféricos deprimidos de la urbe. Este proceso inmigratorio es el resultado de
la marginalidad, abandono y profundo desestímulo en que se hallan los sectores
campesinos, con un problema de injusticia social agravado por efectos del narcotráfico y
la violencia guerrillera y paramilitar, toda esta situación, vista como imagen o evidencia
de una ausencia flagrante de presencia del Estado en aquellas comunidades.
En respuesta a las anteriores circunstancias, la población campesina busca otras
alternativas de vida, entre las que se encuentra el migrar hacia la ciudad, donde reducen
su espacialidad y agudizan su pobreza a extremos vitales, como la carencia de
alimentos, a cambio de satisfacer la necesidad de protección y seguridad para sus vidas.
Así, los otrora llamados “cinturones de miseria” o zonas urbanas subnormales, están
poblados básicamente por población campesina desarraigada y paulatinamente
incorporada a tales condiciones.
La ciudad de San José de Cúcuta ha ido recibiendo entre 1992 y 1995 una población de
inmigrantes campesinos cercana a las 50.000 personas, tanto de los campos y
municipios de este departamento como del resto del país. Este fenómeno ha llevado a la
conformación de más de 25 barrios de invasión en esta ciudad, caracterizados por una
inclemente marginalidad y múltiples carencias de los elementos básicos para una
convivencia humana digna y sostenible.
Los deportados
El Centro de Migraciones de la Diócesis de Cúcuta ha acogido entre 1973 y 1993 a unos
73.400 deportados4. Las autoridades venezolanas dejan a los colombianos deportados
en el puente internacional Simón Bolívar, límite y comunicación terrestre entre los dos
países, bajo condiciones de vida deplorables, puesto que han sido detenidos o
286
apresados por encontrarse indocumentados trabajando en las haciendas, empresas o
parcelas, de donde son sacados y expulsados. Una vez que son arrojados a este lado
de la frontera, sin dinero ni bienes de ninguna especie, pues todo lo han perdido, sus
haberes y ahorros de su trabajo, sus mejoras, sus salarios, etc., se malincorporan a esta
ciudad a tratar de sobrevivir de la caridad pública, del apoyo de algún pariente, de la
calle o, sencillamente, de su coraje y astucia para no dejarse morir de hambre ni derrotar
por las adversidades. La deportación de colombianos de Venezuela se inició en 1965, y
a partir de aquella fecha, ésta ha sido una práctica común por las autoridades de ese
país.
Los deportados colombianos5, una vez repatriados y lanzados arbitrariamente a la
ciudad de Cúcuta, se ven obligados a asentarse en las periferias del casco urbano en
condiciones desventajosas, sin efectivo, sin lugar de residencia y sin perspectivas
inmediatas de trabajo, lo cual les hace ingresar a la condición de marginalidad. El juego
de los deportados es definitivamente patético. El deportado es en sí un aventurero,
individuo que ha transgredido fronteras, normas, identidades, jurisdicciones, y hasta
culturas. Además, ha sido desarraigado violentamente de su “tierra prometida”, lugar
donde esperaba, y de hecho, habría construido, parte de sus ideales (una heredad, un
mejor futuro) y allí desea volver. Tiene el deportado, en la mayoría de los casos, una
nostalgia, una frustración y un deseo por recuperar lo perdido, por ello hace lo posible
por intentar cruzar la frontera de nuevo. De tal manera que esta ciudad se convierte en
una especie de “muro de contención”, en la medida en que todos aquellos que no logran
volver a Venezuela o a su lugar de deportación, terminan por residenciarse en Cúcuta,
no precisamente en la mejor de las condiciones sociales y económicas6.
Sector rural, orden público y desplazados7
El sector agrario en esta región se caracteriza por una inequitativa distribución de la
tierra en buena parte de su territorio. La propiedad del suelo se concentra en pocas
manos, de tal manera que la mayoría del campesinado no posee los medios de
producción, lo cual le obliga en gran medida a emigrar a los centros urbanos,
especialmente a la ciudad capital.
En caso alternativo, colonizan tierras inhóspitas o apartadas, definiendo un proceso de
ampliación de la frontera agrícola en condiciones definitivamente adversas, sin garantías
económicas ni sociales y con un bajo potencial de inversión y desarrollo (carencia de
vías, mercados, insumos, salubridad, educación y comunicaciones, pero
fundamentalmente sin niveles de organización y sin presencia del Estado).
La baja presencia estatal en los sectores rurales periféricos o marginales, así como las
condiciones que implican la carencia de infraestructura productiva y de servicios, hace
de aquellos espacios un escenario propicio para la presencia de fuerzas al margen de la
ley, que pretenden imponer el control sobre el territorio: narcotráfico, guerrilla y
paramilitarismo. Frente a esta situación, la población rural se adapta a las nuevas reglas
de juego interactuando o reacomodándose a esa nueva realidad que se le impone.
Ahora, debido a los problemas derivados de esta conflictiva relación y el interés del
287
Estado por rando una situación de choque en la cual los campesinos se ven entre dos
fuegos y son obligados a desplazarse, abandonando sus parcelas y mejoras.
De acuerdo a los datos aportados por la Oficina de Convivencia de la Gobernación de
Norte de Santander, hasta marzo de 1998 había aproximadamente doscientos treinta
(230) familias desplazadas, de las cuales el 29% se ubicó en la ciudad de Cúcuta. De
este grupo, un 53% se había tenido que desplazar por causas políticas, especialmente
hostigados por grupos paramilitares. El 42% de ellos se había desplazado por acciones
de la Guardia venezolana en la zona del Perijá, y el 5% restante, debido a las
incursiones de la guerrilla, grupos armados no identificados y autodefensas campesinas.
En síntesis, puede verse cómo los desplazamientos de población campesina hacia la
ciudad de San José de Cúcuta son provocados fundamentalmente por los múltiples
problemas de violencia en el sector rural, evidenciados en el secuestro de propietarios
de fincas, el cobro de “vacunas” y el enfrentamiento entre grupos armados. Ahora, estos
nuevos actores, los desplazados, contribuyen ostensiblemente al crecimiento del
problema social urbano: pobreza extrema, inseguridad, marginalidad, desempleo,
prostitución, etc., pero sobre todo, más y más población con necesidades básicas
insatisfechas8. Hay entonces, tanto en el campo como en el área urbana, un aumento
considerable del riesgo político y económico en la producción, lo cual contribuye al
detrimento del crecimiento económico de ambos sectores.
El narcotráfico
Completa el cuadro de los problemas y conflictos de la subregión fronteriza la presencia
del narcotráfico. Dos son los frentes del problema en esta zona del país, y
especialmente en lo que toca a la ciudad de San José de Cúcuta. De una parte, esta
ciudad es puerto obligado para el tráfico de sustancias psicoactivas ilícitas vía
Venezuela y resto del mundo. Para los narcotraficantes colombianos, la ruta de Caracas
tiene como uno de sus puentes la ciudad de Cúcuta, especialmente para la modalidad
de embarques a través de “mulas” humanas.
Ello genera la circulación e instalación de una economía delincuencial, violencia,
corrupción, y los males propios de esta actividad.Y, de otra parte, la desestructuración
de la sociedad, la marginalidad, los altos niveles de indigencia y mendicidad callejera,
así como una cultura de la ilegalidad y carencia de una moralidad ciudadana, entre otros
desequilibrios sociales; constituyéndose en espacio ideal o propicio para la distribución y
el consumo de sustancias psicotrópicas en todas las esferas de la sociedad cucuteña,
fenómeno éste que contribuye notablemente a acrecentar los índices de inseguridad en
esta urbe.
Lo anterior, sin denotar lo nefasto que ha resultado para el departamento y la región
(social y ecológicamente), la instalación de laboratorios y plantaciones de cultivos ilícitos
en la zona del Catatumbo y el Perijá. Los cultivos de coca y amapola han traído al
territorio múltiples efectos como la deforestación y la presencia de “capos” o patrones,
así como de "raspachines", lo que representa un problema social y político de primer
288
orden. De allí han emanado numerosas marchas campesinas y confrontaciones
armadas que activan otra serie de fenómenos adversos sobre lo urbano.
Pobreza y miseria
El interés por determinar quiénes están siendo afectados por la pobreza y la
preocupación por cuantificar su magnitud, ha llevado a que la pobreza se mida desde
dos enfoques básicos que permiten su identificación empírica. En primer término, la
indagación directa de las necesidades básicas (medido con el índice de “necesidades
básicas insatisfechas” o “NBI”) y en segundo lugar, la pobreza medida bajo el método
del ingreso (comparación del ingreso del hogar con el valor de la línea de pobreza)9.
La población total de Norte de Santander es de 1.252.867 habitantes (Proyección de
1997 DANE), de los cuales, 575.939 corresponden a la ciudad de San José de Cúcuta; y
un 30.9% de los mismos se encuentra con NBI; y el 10.8% está en condición de
miseria10.
APROXIMACIONES PARA EXPLICAR LA POLÍTICA SOCIAL
¿Cómo pensar entonces políticas sociales que respondan a las necesidades y
problemáticas propias de las ciudades fronterizas?
En 1993, el doctor Juan Luis Londoño, oficiando como ministro de Salud de Colombia,
planteó que existían básicamente dos visiones ideológicas que restaban importancia a la
política social de Estado. Una, la visión hegeliana y, la otra, la postura neoliberal. La
versión hegeliana postula que en los países existen condiciones estructurales que
reproducen la pobreza y la inequidad, entonces la pregunta clave en esta versión es:
¿Para qué hacer política social si la estructura política, económica y social del país
conduce a reproducir siempre estas condiciones de pobreza e inequidad?
La segunda visión, basada en la ideología neoliberal, se pregunta acerca del papel de la
política social frente a los mercados: ¿Para qué una política social si todo lo que se
requiere es que los mercados funcionen? Si los mercados funcionan, tarde o temprano,
a la gente le sobrevendrá el rezago de lo que puede ser crecimiento en un ambiente de
progresivas oportunidades. Desde esta perspectiva, la política social es la política de dar
oportunidades a la gente para que manifieste sus capacidades, por lo tanto, no hay que
hacer un esfuerzo explícito. La salud, la educación, la vivienda y el agua potable son
negocios como cualquier otro y hay que procurar las condiciones para que esos
negocios se puedan realizar; no vale la pena hacer un esfuerzo propiamente de Estado;
el Estado, por el contrario, debería retirarse (Londoño, 1994: 14).
Sin embargo, al analizar estas versiones se encuentra que, en primer lugar, no es tan
cierto que haya una inequidad estructural que no pueda enfrentarse, en segundo lugar,
que una política social financiada y bien diseñada puede tener un impacto importante
sobre la inequidad y sobre el acontecer político. Empero ¿cuáles han sido las
condiciones de distribución del ingreso y de la pobreza en Cúcuta durante los últimos
cincuenta años? ¿Persiste una inequidad alta, o hubo un progreso distributivo con
289
disminución de la pobreza? Y si persisten las condiciones de inequidad y pobreza ¿de
qué forma se pueden disminuir?
¿Cómo pensar una política social para una ciudad en estas condiciones? ¿Cómo se
pueden articular las políticas económicas y sociales para alcanzar el tan anhelado
desarrollo?
¿Cuáles serían las políticas sociales que contribuirían a gestar un proyecto de sociedad
para esta región?
Según la Consejería Presidencial para la Política Social de Colombia, se tienen tres
enfoques básicos que determinan las políticas sociales y su forma de intervención: El
enfoque estatal–corporativista, el neoliberalasistencial y el más reciente modelo
constitucional11
El enfoque estatal-corporativista es asimilable al concepto de estado de bienestar. En él
se propone una clara separación entre lo estatal y lo privado en lo relacionado con la
política social y la oferta de bienes y servicios sociales. En este modelo, los principales
beneficiarios han sido los grupos organizados en gremios o la clase media trabajadora.
Lo público lo constituye la acción de las instituciones estatales y la sociedad civil se
limita a ser una receptora pasiva de la política social. Con este modelo se mejoró en la
satisfacción de las necesidades básicas en los centros urbanos particularmente, se
centralizó la toma de decisiones y se fortaleció la clase política como único interlocutor
válido ante el Gobierno central en las solicitudes de la sociedad civil y las autoridades
locales.
El enfoque neoliberal-asistencialista articula activamente al sector privado. El modelo
parte de dos supuestos: el bien social se asegura si cada individuo persigue su propio fin
en la forma más eficiente y las necesidades humanas sólo pueden ser satisfechas a
través de un sistema de mercado regulado por precios. En este enfoque, el Estado se
limita a establecer condiciones macroeconómicas de operación de los sistemas político,
económico y social, transfiriendo muchas de sus funciones a los niveles políticos–
administrativos regionales y locales y a las fuerzas del mercado. La política social es
aquí de corte asistencial, y se ejecuta a través de subsidios a la demanda, focalizados
en los individuos que no pueden por sí mismos satisfacer sus necesidades sociales
básicas a través de su acción individual y económica en el mercado.
Las políticas sociales contemporáneas generalmente se plantean como contrapartida de
la política económica de un país o región; buscan alcanzar el adecuado desarrollo social
de toda la población, enmarcado en los principios de justicia social, bienestar y equidad.
Si existiera un equilibrio cierto entre la política social y la política económica, se
alcanzaría el tan anhelado desarrollo. Crecimiento económico y equidad son la fórmula,
pero la fórmula está fallando.
La reforma social que ha tratado de superar las fallas básicas de las políticas sociales
aplicadas durante varias décadas en los países latinoamericanos, concebidas como la
solución a problemas sectoriales o diseñadas con un enfoque asistencial, no lograron
articularse a una política general de desarrollo. En consecuencia, se ha propuesto ahora
290
la reforma social como un complemento indispensable de las reformas económicas para
alcanzar así un desarrollo integral en la comunidad.
“ Reforma de Estado, gobernabilidad y reforma social son procesos que se
refuerzan recíprocamente para generar las condiciones que hacen posible un
consenso social básico que permita operar con eficiencia a las fuerzas del
mercado y facilite la creación de una nueva cultura de la inversión, del trabajo y
de legitimación de las inversiones privadas. Esas condiciones descansan en un
ambiente de equidad básica y de asociación entre crecimiento de la economía, el
éxito de las empresas y el bienestar general de la población”12 .
Cúcuta, como ciudad fronteriza, a raíz de la apertura económica se ha constituido en
uno de los principales ejes en el transporte de mercancía entre Colombia y Venezuela;
entonces se podría pensar que Cúcuta, hasta cierto punto está entrando en el circuito de
intercambio comercial binacional, intentando regirse por las fuerzas del mercado y
siguiendo los lineamientos de las políticas económicas. Sin embargo, a pesar de los
importantes o considerables flujos de dinero y mercancías que circulan por esta región,
la ciudad y el territorio no alcanzan el crecimiento económico esperado, al tiempo que se
hace ausente o inexistente una política social articulada que responda a las necesidades
y problemas sociales: desplazamiento de la población, deportados, violencia, pobreza y
desempleo que se presentan en esta ciudad. Podría decirse entonces que hay
crecimiento, mas no desarrollo.
Empero llama la atención que a pesar de la existencia de una política social focalizada13
continúa incrementándose la pobreza en el país, y de hecho, con mayor agudeza en
ciudades de frontera como Cúcuta, lo cual indica fundamentalmente dos cosas: Una, la
ausencia de una verdadera voluntad política para afrontar la pobreza, hecho éste
evidenciado en el bajo presupuesto asignado y efectivamente invertido en lo social (en
1990 se invirtió el 7.6% del PIB y en 1993 el 7.4% del PIB); y, dos, la definición y
comprensión tan inadecuada que las autoridades gubernamentales hacen desde el
Estado al fenómeno en cuestión.
No obstante lo anterior, continúan desarrollándose algunos programas sectoriales en lo
social que pretenden mitigar la pobreza de la población. Estos programas focalizan el
gasto social en ciertos sectores considerados vulnerables, tales como el de las mujeres
jefe de hogar, el de los niños y el de los ancianos, la mayoría de los cuales son de corte
paternalista o asistencial. Además, se continúan otorgando ciertos subsidios o créditos
que benefician a las microempresas, como estrategia puntual y residual frente al
problema del desempleo.
Igualmente se ha incrementado la prestación de algunos servicios básicos sin lograr el
cubrimiento total de la población, por lo cual se disminuye el derecho de todos los
ciudadanos a acceder a los servicios de salud, educación, saneamiento ambiental y
seguridad social.
Lo preocupante es que las políticas sociales actuales no corresponden a un modelo de
desarrollo con equidad. Es decir, no existe un verdadero compromiso con lo social,
291
aunque teóricamente se espera que el modelo “crecimiento más bienestar llevará al
desarrollo” conduzca a mejores resultados. Sin embargo, en la realidad no se alcanza
dicho desarrollo en la medida en que no se logra el crecimiento con equidad propuesto
en el mismo. La política social debe reconocer los efectos sociales de las políticas
económicas, además de reconocer que lo social es mucho más que la pobreza o lo
sectorial, que tiene que ver con la forma en la que se organiza la sociedad, sus
articulaciones, construcciones y redefiniciones.
Las políticas sociales y los modelos de desarrollo deben definirse o contener una
conceptualización clara y suficiente de lo social, la pobreza y demás problemas de lo
humano. Las políticas sociales buscan en cierta forma reducir las fracturas sociales de la
sociedad, canalizar los conflictos sociales, atender algunas necesidades de la población
marginal, sin embargo, se puede constatar que la marginación no se ha logrado
erradicar a través de los recursos institucionales y económicos. En primer lugar, porque
se presenta una crisis de eficiencia y eficacia de dichas políticas, además de una crisis
de inadecuación que no responde a las necesidades reales de la población en zonas
marginales y, finalmente, se presenta una crisis de legitimación del propio modelo de
desarrollo.
ACERCAMIENTO CONCEPTUAL PARA PLANTEAR UNA NUEVA POLÍTICA
SOCIAL
El enfoque constitucional tiene por objeto garantizar a todos los ciudadanos (as) los
derechos sociales, económicos, políticos y culturales reconocidos en la Constitución de
1991. La política social apoya la consolidación de la autonomía y la libertad de las
personas para ejercer el poder desde lo local y lo regional.
Se habla en esta perspectiva de la promoción de la democracia participativa, la
concertación de los programas sociales; además se busca afectar a los factores
estructurales determinantes de la inequidad, la pobreza y el marginamiento social, se
busca también democratizar la propiedad e igualar las oportunidades, así como crear
una cultura de la participación.
En La Constitución Política Colombiana de 1991 se encuentra entre los principios
fundamentales la definición de Colombia como un “Estado Social de Derecho”, donde se
establece que la finalidad social del Estado es:
“El bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población [...]
Será fin fundamental de su actividad la solución de las necesidades insatisfechas
de salud, de educación, de saneamiento ambiental y de agua potable. Para tales
efectos, en los planes y presupuestos de la nación y de las entidades territoriales,
el gasto público social tendrá prioridad sobre cualquier otra asignación” 14 .
¿Cómo pensar, entonces, políticas sociales en un Estado Social de Derecho? De
acuerdo con Adela Cortina, el Estado Social de Derecho tiene por presupuesto ético la
necesidad de defender los derechos humanos, por lo menos los de las dos primeras
292
generaciones, con lo cual la exigencia que presenta es una exigencia ética de justicia
que debe ser satisfecha por cualquier Estado que hoy quiera ser legítimo.
¿Qué es una exigencia de justicia? ó ¿hasta dónde llega el “mínimo decente” que una
sociedad debe cubrir? ¿Qué necesidades y bienes básicos han de considerarse como
mínimos de justicia, mínimos que un Estado Social de Derecho no puede dejar
insatisfechos sin perder su legitimidad?
La exigencia de los mínimos de justicia en un Estado Social de Derecho se encuentra en
la posibilidad que tenga el ciudadano de que sus derechos fundamentales, sociales,
económicos y culturales sean respetados. La justicia, fundamento de un Estado Social
de Derecho, no es lo mismo que el bienestar. La primera debe ser procurada por un
Estado que se pretende legítimo; el segundo debe buscarlo el ciudadano por su cuenta y
riesgo, cada uno según sus deseos y posibilidades (Cortina, 1995:189). Mientras que:
“El Estado de Bienestar es la utilización del poder estatal para modificar la
reproducción de la fuerza de trabajo y para mantener a la población no
trabajadora en las sociedades capitalistas. Es decir, la reproducción presente y
futura de la fuerza de trabajo y la redistribución de bienes y servicios a sectores
de la población pasiva, como niños, incapacitados, ancianos, parados y otros
grupos sociales...” (Gougtt, 1994: 41).
El Estado de Derecho significa, ante todo, dominio de la ley, es decir, para lograr la
protección de los derechos de todos los ciudadanos se hace necesario un marco jurídico
que ha de aplicarse desde la imparcialidad, pues todos los ciudadanos son iguales ante
la Ley.
El Estado de Bienestar ha sido incapaz de encarar en la realidad social los dos valores
éticos que han sido insignia de la modernidad: la igualdad y la libertad (Cortina, 1995:
199-200).
La igualdad, buscada o pretendida desde acciones gubernamentales o como
intervención estatal, es vista como un freno para la productividad. Los políticos y
planeadores de distintas corrientes coinciden en ver el aumento de la productividad
como el único camino para lograr una sociedad más igualitaria. Y, en lo referente a la
libertad, el Estado de Bienestar no sólo ha traspasado la barrera de la libertad negativa
(de la independencia individual), sino que también ha arrebatado a los ciudadanos su
libertad positiva, es decir, su autonomía, a través de una presunta institucionalización de
la solidaridad. Son entonces estas dos grandes inconsistencias del Estado de Bienestar
factores determinantes de la indolencia estatal frente a la pobreza o los problemas
sociales generalizados.
En efecto, aunque parezca contradictorio, el “mega-Estado”, bajo el pretexto de lograr el
mayor bienestar del mayor número de personas y alegando para ello motivos de
solidaridad, ha asumido con respecto a los ciudadanos una actitud paternalista:
“El paternalismo consiste en imponer determinadas medidas en contra de la
voluntad del destinatario para evitarle un daño o para procurarle un bien. Se
justifica cuando puede declararse que el destinatario de las medidas paternalista
es un “incompetente básico” en la materia que se trata y, por tanto, incapaz de
tomar decisiones racionales” (Garzón, 1988: 155-176).
293
Siguiendo con los planteamientos de Adela Cortina se puede concluir de estas premisas
que al paternalismo de los gobernantes corresponde la convicción de que los
ciudadanos no son autónomos, sino heterónomos. El sujeto tratado como si fuera
metafísicamente heterónomo, acaba persuadido psicológicamente de su heteronomía y
asume una actitud de dependencia pasiva en su vida política, económica y social; actitud
propia de un “incompetente básico”, quedando incapacitado para percatarse de que es
él quien ha de encontrar soluciones para sus propios problemas, pero no lo hace
esperando que sea el Estado –fiscal- quien intervenga, pues al considerarlo dueño de
todos los bienes piensa que es él quien debe ayudarle a encontrar el remedio para sus
males o la satisfacción de sus deseos (Cortina, 1995: 200-201).
¿Para qué política social? ¿Cuál es el sentido de la formulación de políticas sociales en
los planes de desarrollo en ciudades de frontera? Las políticas sociales, ¿tratan sólo de
suavizar las desigualdades sociales o realmente buscan asegurar un mínimo de justicia?
La solidaridad, como la libertad, no puede imponerse al individuo, es cosa de los seres
humanos, no de los estados. Estos pueden diseñar un marco jurídico en el que ejercite
su libertad la persona que lo desee, en el que sea solidario quien así lo quiera. Pero es
un deber intransferible de cualquier Estado de Derecho que hoy quiera pretenderse
legítimo, asegurar la satisfacción de los derechos básicos, pues es ahí donde radica su
responsabilidad social de justicia, la cual no puede dejarse exclusivamente al sector
privado y no debe empeñarse en garantizar el bienestar, sea éste máximo o mínimo.
¿Cuáles son las necesidades humanas fundamentales de los habitantes de frontera?
¿Será necesario otro marco jurídico que permita plantear políticas sociales
binacionales? ¿Cómo articular coherentemente las políticas económicas y sociales en
ciudades de frontera?
La política social en las ciudades fronterizas como San José de Cúcuta debe superar su
carácter residual frente a las políticas económicas. Debe asumir un papel en el que se
supere el esfuerzo por tratar de disminuir los costos sociales generados por el nuevo
modelo económico. Debe igualmente interrogarse por la forma en que se estructura la
sociedad, lo democrática que resulta, las prácticas institucionales que fortalecen o
limitan la participación, el respeto a los derechos humanos, la creación de posibilidades
para que los ciudadanos desarrollen y alcancen libremente el bienestar que ellos han
deseado para sí.
Las políticas sociales no pueden quedarse en simples estrategias para superación de la
pobreza o la inserción de los marginados del desarrollo, pues si a esto se reduce el
propósito de dichas políticas sociales, se está limitando el proyecto de la modernidad
para estas regiones de frontera.
Las políticas sociales juegan un papel clave en la cultura de la integración. Desde esta
perspectiva se precisan satisfactores creados culturalmente, compartidos para enfrentar
las demandas en salud, educación, servicios básicos y vivienda, así como soluciones
conjuntas para afrontar los problemas que surgen en la frontera: deportaciones, tráfico
de drogas y violencia, entre otros. Los esfuerzos gubernamentales desde el estado
Táchira y el departamento Norte de Santander en el planteamiento de sus políticas
294
sociales determinarán el nivel de desarrollo de la región y la calidad de vida que
alcancen sus pobladores.
Anexo: MATRIZ DE NECESIDADES Y SATISFACTORES
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LA VIDA EN LA FRONTERA COLOMBO-VENEZOLANA (SAN ANTONIOUREÑA-NORTE DE SANTANDER)
Elizabeth Zamora Cardozo
INTRODUCCIÓN
Estudiar la frontera colombo-venezolana desde los modos de vida de sus habitantes se
ha constituido en uno de nuestros principales objetivos de investigación. La temática
fronteriza ocupa gran centimetraje en los medios de comunicación venezolanos. La
geopolítica, la seguridad y defensa, los secuestros, la guerrilla, el narcotráfico, así como
lo relativo a la identidad nacional, son los puntos más tratados. Son tantas las
referencias hechas desde afuera de la frontera, que se ha creado lo que denominamos
una frontera virtual, sustentada especialmente en discursos de políticos y militares.
No pretendemos a través de estas líneas exponer “la verdad de la frontera colomboenezolana”. Tratamos de que sea vista desde la óptica de sus protagonistas, en atención
a la complejidad que implica el encuentro de grupos sociales pertenecientes a diferentes
estados-nacionales, pero unidos por costumbres y tradiciones. La regionalidad se
superpone y las relaciones interculturales “desdibujan” el límite geopolítico. El contacto
entre venezolanos y colombianos, también da lugar a situaciones que trazan la
diferencia. Se pertenece a un Estado-nacional o a otro. ¿Qué tipo de hechos, dentro de
lo macro y microsocial demarcan el límite internacional y dan cuenta de que se forma
parte de estados-nacionales específicos? ¿Cuáles desdibujan el límite geopolítico?.
Las reflexiones apuntadas a continuación son el resultado de un trabajo de campo que
se llevó a cabo en el estado Táchira, específicamente en el eje San Antonio – Ureña
(Venezuela) y Cúcuta (Colombia). Los especialistas en la temática coinciden en que es
el de mayor dinamismo social, cultural y económico en América del Sur. Nos
preguntamos:
¿En qué medida este espacio determina los modos de vida de quienes lo viven desde
dentro? ¿de qué manera es contada la frontera por quienes habitan en pueblos
limítrofes? ¿cómo se autodefine el habitante de la zona? ¿cómo considera que lo ven
desde “el centro”? ¿Qué situaciones del quehacer cotidiano de su gente nos
proporcionan elementos para pensar en la constitución de una cultura de lo fronterizo?
Algunas de estas interrogantes, configuradas en objetivos de investigación, serán
abordadas en las siguientes líneas.
Esta franja da cuenta de lo pluricultural, de lo diverso. Lo revela la diferencia
idiosincrásica existente entre un guajiro, un llanero, un andino y un nativo del Amazonas.
Vista desde la organización geopolítica venezolana, nuestra frontera con el vecino país
está constituida por los estados Zulia, Táchira, Apure y Amazonas. En el caso de
Colombia, las regiones fronterizas con Venezuela son los departamentos de El César,
La Guajira, Santander, Boyacá, Arauca, Vichada y Guainía. En medio de las diferencias
regionales ¿existen elementos que puedan identificar como “sujetos de frontera” a
quienes habitan este espacio? ¿podemos hablar de un sentido y un significado implícito
en el ser de la frontera? ¿de una identidad cultural de frontera?.
298
Para ilustrar nuestras reflexiones realizamos historias de vida a seis ancianos (cuatro en
Ureña y dos, en San Antonio). Uno de ellos fue Doña Matilde Ruiz, una matrona que
habita en un sector de Ureña, limítrofe con Colombia, denominado “La Mulata”. Es
conocida como “La Negra Matilde, “La de La Mulata”. También entrevistamos a Don
Eleuterio Durán, maestro de escuela y periodista de oficio; a Doña Cora, “La Cacica”
(quien durante treinta años se desempeñó como requisadora en el Aeropuerto
Internacional de San Antonio del Táchira). En el pueblo la conocen como “La Vieja
Cora”.
Entrevistamos a Don Lucas, a Doña Luisa y a Don José.
Sus edades están comprendidas entre los 70 y 87 años. Todos ellos constituyen la
primera generación especificada con el signo (1G). A excepción de Don Eleuterio, se
realizaron historias de vida a los hijos de los mencionados ancianos. Luisa Eugenia,
Cora María, Cruz Margarita, José Segundo y Jesús Matilde tienen entre 45 y 34 años de
edad. Forman parte de la segunda generación. (2G). En el caso de Doña Luisa y Don
José, las historias fueron realizadas también a la tercera generación(3G): Luisa María y
José Tercero, todos venezolanos. En el uso de la técnica se estila cambiar los nombres
de los informantes. Repetimos los seudónimos de la primera generación en la segunda y
en la tercera. De esta manera, quien lee, puede llevar el hilo conductor de la línea
familiar. Don Eleuterio, Doña Cora, Doña Matilde y Don Lucas conservan sus nombres
originales. Son “testigos claves” y “personajes de frontera”.
Hacemos referencia a las vivencias de los Rodríguez, historia familiar realizada por
nosotros en 1994. Doña Ludovica, tres de sus hijos (Aura Ludovica, Jesusa Ludovica y
Ludovico Segundo) y dos de sus nietos. (Gladys Ludovica y Ludovico Tercero) quienes
ponen en evidencia aspectos de una frontera vivida en tres tiempos. Realizamos un total
de seis historias familiares que sumaron diecisiete historias de vida.
Una mujer colombiana que labora en una de las tantas fábricas de Ureña, a quien
llamamos “María La Explotada”, contó su vida. También lo hicieron Jairo Vila, “El
Heladero”, y Nieves, dos colombianos que tienen por casa a Ureña y a San Antonio,
respectivamente.
Así como una profesional del derecho residente en Ureña y un dirigente político a quien
llamamos César, también de Ureña. Sumaron 21 las historias analizadas. De los relatos
tomamos esencialmente aquellos episodios que se referían a lo fronterizo. Sin embargo,
en algunos casos, en especial dentro de la primera generación, tratamos de recrear el
ambiente, la atmósfera, alrededor del personaje, donde destacamos situaciones que el
informante hizo sentir como centrales en su historia.
CÚCUTA: LA TIJUANA1 DE COLOMBIA
“Ya me voy pa´ la frontera, a quedarme en Venezuela”
Rubén Blades
Eran tiempos de bonanza en Venezuela. Entre los años 1979 y 1980, el barril de
petróleo llegó a costar 39$. Cúcuta se convirtió en un importante centro comercial y de
299
servicios, “La Vitrina de Colombia”. Los venezolanos, al beneficiarse del cambio
monetario de hasta 17 pesos por bolívar, realizaban compras en el país vecino. Esto
influyó en su desarrollo económico.
El viento soplaba hacia la capital del Norte de Santander. El Dorado estaba muy cerca.
Oleadas de colombianos emigraron a la frontera. Trochas y caminos verdes fueron
testigos. Los vecinos de mayor poder adquisitivo establecieron grandes negocios. A
veces, aquellas posibilidades eran negadas a quienes no pertenecían a la zona.
«Me dicen que no, que como yo soy del interior no me corresponde ningún servicio para
conseguir trabajo, porque eso allá, es para los santandereanos y la gente de frontera.
Total que... adiós, joven, se me va de aquí porque usted no es santandereano... es lo
que me contestan a la hora de la verdad». ( Guillén Jiménez, 1980: 100)
La ciudad recibía ecuatorianos, peruanos, bolivianos y habitantes de las islas del Caribe.
Algunos se hacían pasar por colombianos. Esto le permitía llegar a la frontera con
Venezuela. Cúcuta cumplía un doble papel. Receptora de población colombiana, así
como de otras nacionalidades, que la utilizaban como vía de acceso hacia Venezuela y
expulsora de aquel contingente humano, para quienes fungía como puente. Se convirtió
en un espacio de tránsito con elevado número de población flotante. También a México
van salvadoreños y nicaragüenses que para cruzar a los Estados Unidos, se hacen
pasar por mexicanos. El pasado indígena ayuda.
«En cuanto a la ciudad de Cúcuta y su área metropolitana, el 20% de su población
mayor de 5 años (76.423 personas) vivía en 1980 en el exterior, de las cuales 64.960
personas estaban residenciadas en Venezuela. Es decir, que el 85% de la población de
Cúcuta y su área metropolitana, que en 1980 estaba viviendo fuera del país, se
encontraba en Venezuela». (Torrealba, 1987:19)
También la ciudad mostraba otra cara. En esta selva de cemento, no todos pudieron
optar a los beneficios. Las calles se llenaron de mendigos. Proliferaban los prostíbulos,
denominados eufemísticamente “casas de muñecas”. En 1979 había alrededor de 3.000
(Guillén Jiménez, 1980: 205).
De varios lugares de Colombia se desplazaban las colombianas a prostituirse, o ya
prostituidas, hasta la metrópolis, con la idea de cruzar a Venezuela. Recalca el
colombiano Guillén Jiménez que en los sitios nocturnos era común escuchar discursos
como el siguiente:
«Buenas noches, señores venezolanos (sn). Esperamos que las chicas y la atención
sean de su agrado. Ahora viene el primer show de la noche, a cargo de Clarisa Sulivan».
(ob.cit. 202)
«Nuestras compatriotas vienen de cualquier parte del país, generalmente ‘dateadas’...
comúnmente, cada burdel cuenta con los servicios de uno o varios ‘calanchines’ que se
las ingenian para conseguir visas y permisos para las colombianas que quieran ingresar
a Venezuela... las colombianas ‘pasadas de punto’... se aventuran ‘por el camino
verde’... y llegan hasta San Cristóbal, Mérida o Maracaibo... a Caracas llegan las
mejores». (íbid:206)
300
Hoy en día, este flujo ha cambiado. Por una parte, Venezuela con su crisis económica y
social, ya no es tan atractiva para el inmigrante. Por la otra, los venezolanos no pueden
consumir como lo hacían en la bonanza. Pero en la frontera, Cúcuta continúa siendo una
metrópolis en relación con San Antonio y Ureña.
A ureñenses y sanantoñenses la capital colombiana les queda más próxima para hacer
compras, visitar médicos o asistir a programas culturales que San Cristóbal, la capital del
estado, donde para llegar hay que transitar en más de una hora de camino por zonas
montañosa, a diferencia de los pocosminutos de trayecto hasta la ciudad colombiana.
UREÑA Y SAN ANTONIO DEL TÁCHIRA. PUEBLOS LIMÍTROFES
En las tardes, cuando el calor sofoca, una caja de cerveza, asientos de mimbre y
vallenatos acompañan a los habitantes de Ureña y de San Antonio. Allí “en el frente”
conversan sobre los últimos acontecimientos de la frontera, del pueblo y de la gente de
su calle. Si no fuese por la militarización de la zona y por los camiones de carga pesada
que transitan continuamente, pensaríamos que estamos en cualquier pueblo de
provincia. Pero Ureña y San Antonio son pueblos de frontera. La temperatura es de unos
38°C. Para 1996 se estimó la población de Ureña en unos 36. 194 habitantes, ubicados
en una densidad de 194,05 por Km2. Posee uno de los índices poblacionales más altos
del país: 19,9 habitantes por Km2. Para el año 2.000 se estima que la población será de
45.744 habitantes.
Río, caña, y una fortaleza, son las imágenes constituyentes de la sintaxis y de la
simbología que ilustran los escudos de San Antonio y Ureña. Sin embargo, el río se secó
y la zafra y la caña ya no son propiedad de pequeños productores, sino del Central
Azucarero. San Antonio está ubicado al oeste del estado Táchira y es la capital del
distrito Bolívar. Su fundación data del 2 de octubre de 1724, por Eugenio Sánchez
Osorio. En la década del setenta adquirió prestigio nacional por los bajos precios de
artefactos electrónicos y electrodomésticos. Mientras los venezolanos compraban en
Colombia productos manufacturados, los colombianos adquirían en San Antonio
artefactos elaborados por la industria electrónica japonesa, que ha desarrollado una
economía importadora. En esta localidad se encuentra ubicada la aduana más
importante de la frontera colombo-venezolana, fundada en 1842. Al igual que Ureña,
también es una “puerta hacia Venezuela”. Del país vecino recibe una población flotante,
calculada para 1998 en 25.000 personas que transitan diariamente.
LÍMITE GEOPOLÍTICO QUE SE DESDIBUJA. LÍMITE GEOPOLÍTICO QUE SE
DEMARCA. LA DIALÉCTICA DEL VIVIR EN FRONTERA: “UNO VE A LOS
DEL LADO DE ALLÁ COMO FAMILIA”
Sintonizan los noticieros colombianos y venezolanos. Leen los periódicos de ambos
países.
Disfrutan de las fiestas de “lado y lado”. Están atentos a las fluctuaciones económicas
del bolívar y el peso. Viven en un lado de la frontera y estudian o trabajan en el otro. Se
casan. Tienen hijos. Unas compras las hacen allá y otras acá.
301
«Cualquier cosa que uno necesite, pa´ onde uno corre es pa´ Cúcuta, porque si no lo
tienen, se lo buscan». (Jesusa-Ludovica 2G)
En los momentos de unión, sobre todo en las actividades festivas, se sienten hijos de
Bolívar, piensan que “estos países sangran aún, debido a la amputación a la que fueron
sometidos en 1830”; que el de allá “es muy trabajador, responsable y serio”... que el de
acá “es abierto, poco prejuicioso y alegre”.
Desde el portal de la entrada, “El Custodio” grita a la mujer: “¡Vea, m´ hija, aquí le traigo
otro trabajador colombiano!”
- “¿Colombiano? -grita la señora- ¡y con lo bien que trabaja esa gente!”
- “¿Sabes que mi padre era colombiano?” -me dice bien duro “El Gocho Juan”, como
para decir que él también es berraquito, pues.
- “¡Nosotros -le digo a la señora- nos le apuntamos a lo que sea... mejor dicho, al son
que me toquen bailo. Bueno, Colombia - resuelve llamarme así, Custodio. Vete a tu
apartamento». (Guillén J, 1980: 114).
También hay lugar para el conflicto y la diferencia. José A. Páez y Francisco de Paula
Santander2 tuvieron razón. Lo mejor fue dividir esto. El hermano se convierte en “el
colombiano ése, narcotraficante, guerrillero” y el venezolano en “veneco flojo, corrupto y
prepotente”.
«...y como son las cosas: el tipo resulta muy formal... ¡sí señor! Me comenta que es de
Maracaibo, que hace diez años trabaja de conductor... Bueno, después comienza a
hablarme de los colombianos, que son muy malos, que matan, que roban, que no sé
qué. Esta es la parte -digamos- aburridora».( ob.cit:121)
«La trocha, sinceramente, es bonita como paisaje. Incluso Venezuela es bonita, pero lo
que tiene de malo (porque después me di cuenta) es el factor humano. El venezolano,
como persona, es indeseable... Ellos saben que uno es colombiano con sólo verlo.
También uno se da cuenta de que son venezolanos con sólo verlos... nos dicen:
“mentiroso, tú eres un indocumentado colombiano que viene aquí a robar, a poner
problemas». (íbid: 107)
Son relaciones sociales construidas en un tiempo, en un espacio, que se dan de manera
espontánea y natural. Relaciones simbióticas y antagónicas propias del intercambio de
grupos humanos en interacción. El eje fronterizo Cúcuta - San Antonio - Ureña se
caracteriza por la especificidad de sus relaciones económicas, políticas y esencialmente
sociales y culturales con respecto al resto del país. Venezolanos y colombianos de la
frontera establecen lazos interactivos enmarcados dentro de una historia general y
particular, tanto nacional como cotidiana. Son, en suma, gente de frontera.
«Uno se iba a pié a Villa del Rosario a hacer el mercado y uno llegaba a Cúcuta y
almorzaba con cuarenta centavos colombianos. Uno ve a los del otro lado allá como
familia. Yo no sé si ellos nos verán así a nosotros. Estos días me encontré con la partida
de mi abuelo. Él tenía el mismo nombre mío, Eleuterio, era de Villa del Rosario. Eso era
común, el de allá, el de aquí, el de aquí, el de allá, y eso persistió por mucho tiempo,
incluso cuando había reclutas aquí, apretadas, cuando Gómez, algunos se iban para
302
allá; y allá, pues si a la mujer le llegaba el momento de parir, paría allá y después se
venía para acá, y el de allá lo mismo». (Don Eleuterio)
Son lazos construidos en el quehacer diario, cotidiano. Historia que no se inventa. Lo
que ocurre allá ha repercutido desde tiempos pasados en lo que ocurre aquí. Con
aciertos y desaciertos. Con beneficios y calamidades.
«Esto no lo ha inventado uno, obedece a necesidades prácticas. Que tú eres mi mujer y
estás cocinando aquí y se te acabó el aceite... ¡puta,... no hay aceite! Entonces sales en
carrera, pasas el puente, lo compras y te vienes y haces el almuerzo». (Don Eleuterio)
Para Anthony Giddens, la continuidad de las prácticas sociales llevadas a cabo por el
sujeto social supone la reflexividad, pero esta reflexividad no puede ser entendida como
mera “autoconciencia”, sino como el carácter registrado del fluir corriente de una vida
social. El ser humano es un agente intencional cuyas actividades obedecen a razones, y
que es capaz, si se le pregunta, de abundar discursivamente sobre esas razones.
Se construye una identidad propia, lo que desde el centro se ve como “ lo otro”, en la
frontera forma parte de lo mío, lo propio, de la historia vivida. Se generan varios tipos de
socialización. Una, dentro de la identidad cultural de frontera, como gente que vive una
historia compartida, sustentada por una historia común. La otra, geopolítica, también
muy arraigada tanto entre venezolanos y colombianos, que los define como
pertenecientes a territorios nacionales diferenciados. El habitante de la frontera, tanto
venezolano como colombiano, está consciente de la presencia de un allá y de un acá,
aunque a la vez se mueve dentro de situaciones que desdibujan el límite, pero el hecho
de que se comparta una frontera no implica que los habitantes de la misma vayan a
“perder su identidad nacional”.
El río une culturalmente. Divide geopolíticamente. Esto lo tiene muy claro el habitante de
la frontera tachirense.
«Mi mamá es colombiana. Cuando nos sentamos a ver un Miss Universo, ella grita por
su colombiana y nosotras gritamos por nuestra venezolana... en mi casa nadie se pelea
porque nos respetamos. A veces, cuando mi mamá dice que la más linda es la
muchacha colombiana, yo le digo... ¡ay mamá! Pero hasta allí. Le respetamos su
posición. Hubo una vez una situación en la que quedaban tres, entre esas estaba la
venezolana y la colombiana,... y ¡plum! ... eliminaron de una vez a Venezuela, ¿qué
hicimos inmediatamente? Comenzamos a “ligar” a la colombiana. Pero mientras iba
Venezuela: ¡¡ Venezuela, Venezuela!!. Uno siempre hala para acá». (Angela)
Y prosigue con sus reflexiones:
«Tenemos que aprender a convivir, a ayudarnos sin perder nuestra identidad nacional.
Yo veo noticias venezolanas y colombianas. Me duelen las cosas que pasan en ambos
países, pero a la hora de cualquier cosa, por supuesto que mi tierra es Venezuela y yo
siempre giro para acá. Eso no lo ha entendido la gente del centro. No es que nosotros
vendamos a la Patria, sino que hemos aprendido a convivir con el vecino. Vemos sus
defectos, sus virtudes. Tenemos que comprender esa situación y hacer leyes que se
apliquen a esta realidad, política, social, humana, de todo tipo... nosotros no etiquetamos
303
como ellos (los del centro) lo hacen. ¿Colombiano = malo?. No señor. Nosotros
sabemos que hay gente buena y mala».
Ese límite que se desdibuja día a día en el diario acontecer, en la historia de similitudes
entre venezolanos y colombianos, también se demarca de manera fehaciente en el caso
de los deportados colombianos que cruzan en autobuses hacia su país.
«Arrancan los carros para Cúcuta, encaravanados, y a los pocos minutos, cuando se ve
que estamos llegando a Colombia, ocurre un caso, digamos dramático o digamos,
nacionalista, si se puede llamar. Apenas cruzamos la frontera, o sea, el puente que une
con Cúcuta, el Puente Internacional, no se sabe cómo es que ocurre esto, pero es como
preparado: En todos los buses, la gente comienza a gritar: ¡Viva Colombia! ¡Viva
Colombia! ¡Viva Colombia! ¡Colombia! ¡Colombia! ¡Colombia!...La poca gente que hay
por las calles a esa hora se sorprende al oír a todos esos zarrapastrosos gritando
¿cierto?» (Testimonio de deportado en Guillén Jiménez, 1980: 141)
Es el mismo puente que sirve de tránsito, pero la situación que se viva definirá la manera
como será visto. Si une o separa. El mismo individuo, en su transitar, puede conocer
ambas experiencias. La imagen que el espacio tenga entonces para quien cruza, estará
dada por la vivencia experimentada.
Eduardo Cirlot define al puente como “aquello que media entre dos mundos separados”.
En muchos pueblos, según el mismo autor, simboliza la relación entre lo sensible y lo
suprasensible. Al desprenderse de su acepción mística, representa el paso de un estado
a otro. El cambio. Esta transición, el paso ‘a la otra orilla’, puede significar la muerte.
En la frontera, cruzar el puente puede interpretarse a través de diferentes perspectivas.
Para el obrero que se desplaza diariamente, es el paso a su lugar de trabajo, el transitar
de cada mañana. Para quien tiene la familia de un lado y de otro y ha vivido siempre en
la zona, es la unión de un aquí y un allá, prolongación de una misma cosa que desdibuja
al límite geopolítico.
También el puente puede significar la división. Cruzar puede remitir el estar fuera de la
casa o llegar a ella. La relación establecida con el puente, con la línea, no es una
abstracción. Es marca, es división. Puente que une. Puente que separa. Dialéctica del
ser y no ser. Del vivir mismo. Una joven deportada desde Venezuela hacia Colombia,
relata:
«Ahí, en San Antonio, bastaba cruzar el puente para entrar en Colombia, pero nos
tuvieron todo el resto del día en un patio de la PTJ (Policía Técnica Judicial venezolana)
sin comida ni bebida y al rayo del sol. Cuando estaba oscureciendo nos recogieron a
todas, nos insultaron y nos llevaron a los buses hasta el puente, y ahí estaba el DAS,
esperándonos.
Apenas nos fuimos bajando, empezamos a gritar ¡Viva Colombia! y les gritamos en la
cara a los policías que nos llevaban, por habernos tratado mal: “¡Desgraciados
asquerosos!”, les dije yo, sin que me pudieran hacer nada porque ya estábamos en la
pura línea fronteriza y yo me había situado del lado colombiano». (Testimonio de una
joven deportada, en Guillén Jiménez, 1980: 82)
304
HABLA DOÑA MATILDE RUIZ, “LA DE LA MULATA”: LA FRONTERA
OLVIDADA
La medalla del Corazón de Jesús que su madre le colgó al cuello era su única protección
cuando después de recoger 12 arrobas de yuca se iba a venderlas en el mercado de
Ureña. Caminaba descalza por el monte para cuidar sus zapatos. Al llegar, se los
colocaba de nuevo. A sus 84 años, Doña Matilde Ruiz mejor conocida como “La Negra
Matilde, la de La Mulata”, observa desde su mecedora de mimbre cómo su pueblo “es el
mismito”. Siempre en el olvido. Dice no tener ningún sueño porque lo que le espera es el
ancianato. Se alegra cuando por la radio, los locutores le envían saludos. Todos hablan
de ella. En San Antonio. En Ureña. “Si Usted desea saber de la frontera, vaya y hable
con “La Negra Matilde”, me dicen.
En las mañanas, después de preparar el café, arregla la casa y da de comer a los
animales.
Está sola. Todos los muchachos que crió “se fueron tras su destino”. Pero siempre hay
alguien que viene a visitarla. Desde su mecedora ve pasar a la gente. Tiene bendiciones
para todos. Su casa está llena de recuerdos. De historia. San Miguel de la Mulata es una
aldea venezolana limítrofe con Colombia. Pertenece al municipio Pedro María Ureña, en
el estado Táchira. Según la tradición, fue fundada por “indios mulatos”, no se sabe la
fecha, pero sus habitantes aseguran que es más antigua que Ureña, la capital del
municipio. Uno de sus primeros pobladores fue Don Timoteo Becerra, quien:
«... se trajo una muchacha del otro lao, llamada Belén... y ella decía: ‘yo me caso con
este viejo porque yo no quiero parir... ese viejo no hace hijos...pero el viejo le metió
cuatro muchachos...le metió cuatro varones... ella se casó con él por huir de los hijos, no
quería tener más hijos...yo no había visto un viejito así, es que la gente de antes se
alimentaba bien, m´hija». (Doña Matilde)
Recuerda el día en que su tía Eleuteria Ruiz, sin recuperarse aún del susto, al ver en el
cielo un “bicho que volaba”, llegó a la casa alarmada cuando se le atravesó en el camino
otro animal. Este tenía “ojos muy grandes y llevaba gente”. Cuenta que la tía Eleuteria
murió señorita. «... a los 90 años, en la agonía de su muerte nos dijo que ella necesitaba
su velo y su corona, y la urna, que fuera blanquita. ¡Quedó tan bonita mi tía Eleuteria en
la urna!. Esa cara se le escartidió, se le puso lisita cuando se le puso esa corona y ese
velo».
LA GALLINA DE LOS DIENTES DE ORO
Por mucho tiempo, “cuando estaba viva, alentada”, Matilde organizó las festividades del
Toro Candela y La Burriquita. Junto a otras mujeres se trasladó hacia el poblado
colombiano de El Zulia a comprar una pila bautismal... “para que a los chinos (niños) no
los siguieran bautizando en un plato”. Al comenzar el año preparaba comida a más de
trescientos niños de la localidad, porque en aquel tiempo “todo era barato, no se veía la
plata, pero había comida”.
305
La primera iglesia fue de teja, construida por su padre, Encarnación Ruiz:
«...la gente lo ayudó. En un lugar que dizque era un cementerio; haciendo mi papá unos
huecos encontramos una quijada, y tenía bastantes dientes de oro. Uno muchacho pues,
no le tiene asco a nada. Puse los dientes en un ají cara de agua y volvimos a enterrar la
quijada, en esto vino una gallina, y se los comió, pensaba que era maíz. Se comió los
dientecitos la gallina».
En La Mulata, al igual que en otros sectores de la frontera, se trabaja en labores
agrícolas.
Familias binacionales que lejos de la retórica oficial viven la integración de manera
espontánea, en medio de prácticas sociales generadas por la experiencia cotidiana,
muchas de estas prácticas incomprendidas desde fuera de la zona. Uno recorre tierras
inhóspitas y ve a la gente sembrando. En Los Tanques, un sector de La Mulata, no hay
agua, tampoco luz eléctrica. Venezolanos y colombianos trabajan la tierra en las peores
condiciones.
LA VIRGEN DE DOÑA CESÁREA
La integración de venezolanos y colombianos del Táchira y del Norte de Santander ha
sido producto de las vivencias que los identifican dentro de historias compartidas.
«Pa’ aquel lao [Colombia], había una viejita llamada Cesárea Ramírez. Allí tenían una
Virgen del Carmen, el día del Carmen hacían la fiesta, entonces traían la Virgen en
procesión y tomaban guarapo, la gente rezaba y tomaba guarapo, entonces el padre de
aquí mandó a prohibir la procesión porque estaban tomando. De allá sacaban la Virgen
m´hija, la sacaban».
La patrona de La Mulata es la Virgen del Carmen, su historia de cruce no conoció de
límites geopolíticos. Los lugareños preparaban la procesión junto a los vecinos. La gran
fiesta en su honor se realizaba del lado colombiano.
«Allá hacían bastante comida, todo el mundo comía de gratis. Era otro tiempo, m´hija,
una panela valía una locha». (Doña Matilde)
LAS FIESTAS DE LA FRONTERA
La fiesta es catálisis que distrae de los problemas recurrentes. Despierta lo dionisíaco
del alma colectiva en trance de disfrutar el placer del rito alcohólico del brindis, el baile y
el encuentro. En el Táchira, la fiesta principal es la de San Sebastián, donde concurre
gran número de colombianos. Los venezolanos participan de las festividades
colombianas en el Norte de Santander, en la población de Chinácota, localidad ubicada
a 45 minutos de Cúcuta. Las ferias son en honor a San Nicolás.
«Allí sí somos todos iguales, colombianos y venezolanos, allí no se piensa quién es
venezolano y quién es colombiano. Vamos a divertirnos». (Habitante de la frontera.1988)
En la frontera, por el hecho de ser un ámbito de interacción social, se presentan roces
entre los grupos, que pueden ser producto de factores inmersos en el orden de lo micro
o lo macroestructural, así como de situaciones coyunturales. En la fiesta, la noción de
integración deja de ser una retórica para manifestarse a través de hechos concretos.
306
El hecho de que entre Venezuela y Colombia exista similitud religiosa incide en los
procesos relacionales, coexistentes entre ambos grupos de la frontera. El 15 de agosto
se celebran en Táriba, estado Táchira, las fiestas de la «Virgen de la Consolación»; ese
día se ofician misas desde las 5:00 am hasta las 8:00 pm, una por cada hora. El pueblo
le levanta, como ofrendas, altares en las esquinas. Estas fiestas son muy visitadas por
los colombianos. Anselmo Amado, en su obra “Así era la vida en San Cristóbal”, señala:
«La Virgen de la Consolación, milagrosa Virgen aparecida en una tabla hace
muchísimos años, atrae a millares de peregrinos de todos Los Andes y de la vecina
Colombia» (Amado, 1960:104)
En San Antonio del Táchira, las fiestas patronales son en honor a San Antonio de
Padua, el 13 de junio. Al igual que las de Ureña, en honor a San Juan, cuentan con la
presencia de grupos culturales del Norte de Santander.
«... las únicas fiestas que había aquí, en Ureña, eran las de San Juan, y en eso venían
los carros chocones, las corridas de toro y uno, la ilusión; entonces le decíamos a mi
papá, ¡ay, mañana es sábado, papá y llegaron los carritos chocones”. “Pues ya ustedes
saben lo que tienen, que hacer, alistar bastante si quieren ir”, nos decía, nos tocaba
ponernos el día viernes a alistar. Mi hermana Virginia y yo éramos las que alistábamos la
comida a los animales. Cogíamos a buscar cogollos, eso era bojote tras bojote pa´ poder
ir a la fiesta. Mi papá nos compraba unos cortes [metros de tela] y estrenábamos...esas
fiestas, pues, mi papá iba con nosotros, habían corridas de toros y borrachos, y nosotros
con la ilusión, y no nos montábamos sino por las rendijas que nos poníamos a mirar, por
las tablas a mirar a los toros a los toreros, porque no entrábamos, no pagamos, y a
comer las cotufas que venden y nos entusiasmábamos y nos veníamos, y eso era toda
la fiesta”.(Aura – Ludovica 2 G).
«Nosotros somos una sola nación. Aquí, en Ureña, si hay fiesta en Colombia, para
nosotros pues también, porque si ellos no trabajan nosotros tampoco. Es como una
unión que quiso hacer Bolívar en un tiempo. En Colombia es una fiesta y aquí se trabaja,
pero aquí, de contrabando no se quiere trabajar». (Entrevista a estudiante: San Antonio
del Táchira)
Asimismo, los eventos deportivos, tanto venezolanos como colombianos, son celebrados
en ambos países.
«A todos nosotros aquí en la frontera nos gusta el fútbol, vivimos el fútbol colombiano
como de aquí, y si pelea un boxeador venezolano, es a él que ligan los colombianos.
Estamos hermanaos» (José Tercero 3G)
EL TERREMOTO DE CÚCUTA... DESTRUYÓ LA IGLESIA DE UREÑA
En 1875 se produjo un sismo de 8 grados en la escala de Richter, conocido como el
“terremoto de Cúcuta ”, afectó en igual magnitud a los ureñenses. Se dice que... “la
gente no podía mantenerse en pie, ya que era lanzada de una acera a otra de la calle.
Caían a la tierra al tratar de levantarse”. (Ramírez, en Villamizar,1997: 65)
El terremoto destruyó las capillas de La Mulata y la de Ureña. Doña Trina, la viuda de
Don Pedro María Ureña, el fundador, murió sepultada bajo los escombros. La
307
desmoralización de la gente del pueblo y el alto grado de religiosidad hicieron que le
solicitasen al presbítero Dr. Elio Caicedo, de la ciudad de Cúcuta, lo siguiente:
«Rogamos al señor presbítero, Dr Elio Caicedo, viniese ahora a consolarnos, a ejercer
su ministerio y con conocimiento del señor cura de San Antonio, la bondad de la que
tanto satisfizo nuestros deseos: voló a las ruinas de esta, quedamos reducidos
soportando hasta complacer penas de una situación de la cual la pluma no puede dar
una idea ha permanecido entre nosotros dando su santo ministerio con una calidad
digna de un verdadero ministro del Señor» (Archivo de la arquidiócesis de Mérida en
Villamizar 1997: 66)
Son innumerables los ejemplos que dan cuenta de la manera como se construye una
identidad compartida. En la fortuna y en el infortunio. El terremoto de 1875 fue muestra
de ello. Es uno de esos momentos en los que el límite se desdibuja. Una de las
dimensiones de mayor interés para los sociólogos, es la de la solidaridad, los aspectos
que dan lugar a la cohesión social. ¿Cuáles son los mecanismos que utiliza una
sociedad para mantenerse unida? ¿para que los lazos que la conectan no se rompan?
Emile Durkheim, en la que fuera su tesis de doctorado, La división del trabajo social
(1893), se ocupa del asunto. Parte del hecho de que hay una primacía de la sociedad
sobre el individuo. Desde allí explica la manera como los actores sociales se asocian
entre sí.
Establece dos tipos de solidaridad: la mecánica y la orgánica. La primera se construye a
partir de semejanzas, de la presencia de una conciencia colectiva poco diferenciada y
generará menos posibilidades de conflicto. En el segundo caso, la orgánica, es más
compleja, pues incluye lo diverso. Es el tipo de solidaridad que se da en la sociedad
industrial. La conciencia colectiva es exterior al individuo, lo modela en medio de la
diversidad, crea coincidencias que nos permiten establecer vínculos capaces de
mantener lazos que conectan a los sujetos dentro de la trama.
Asimismo, George Mead se detiene en la serie de símbolos significantes implícitos en la
construcción de sociedad. Cuando se piensa en el final de una sociedad, se relaciona
esto con hecatombes naturales, registradas ya desde la Biblia con el diluvio, o históricas,
como la desaparición de la ciudad de Pompeya a consecuencia de la erupción del
Vesubio. Si hacemos un poco de ficción y pensamos que un día, todos, al despertar,
tomamos un camino diferente... también sería el final. No existen relaciones. No existe
comunicación. No existe sociedad.
Dentro del estudio de lo social, los vínculos que establecen los seres humanos en su
proceso de interacción, de prácticas sociales, son claves para la construcción de la
sociedad. Esto lo podemos ver dentro de las historias de vida donde la narración del
mundo cotidiano revela la serie de estrategias que el ser social construye para su
permanencia dentro de la urdimbre social, con implicación de la permanencia del otro.
Estrategias que revelan el deseo de seguir viviendo. El sujeto social crea vínculos que
pueden surgir al infringir normas que van en detrimento de las conexiones sociales. En
la novela Así se templó el acero, del escritor Nicolai Ostrovski, (1904-1936), el
protagonista, Pável Korchaguin, está ligado al estoicismo, al viacrucis, se relatan sus
308
experiencias políticas y los aprendizajes de la nueva realidad revolucionaria de Rusia.
También dentro del relato aparecen situaciones de frontera que ponen de manifiesto lo
que hemos denominado la universalización del hecho fronterizo. Relaciones afectivas e
intercambios comerciales entre quienes comparten la frontera.
«Pongas como pongas los puestos, cuando hay boda o alguna fiesta, asiste la familia
del otro lado de la frontera. ¿Y cómo no van a cruzarla cuando hay veinte pasos de casa
a casa, y el río lo puede pasar hasta una gallina? También se dan casos de
contrabando, cierto que son pequeñeces. Una mujer que trae un par de botellas de
aguardiente polaco de cuarenta grados, pero también hay no pocos grandes
contrabandistas, con los que trabaja gente que maneja no poco dinero» (Ostrovski,
1979:353)
A pesar de las restricciones, del constreñimiento, del deber ser, se crean solidaridades,
por pequeñas que sean, aún en medio de la guerra y de las diferencias ideológicas.
«No puede detenerse ni un minuto: el frío paraliza al instante sus articulaciones y el
soldado se mueve continuamente, a veces al trote. Los centinelas se nivelan y el polaco
da vuelta, y echa a andar paralelamente al soldado rojo... El polaco quiere fumar, pero
ha olvidado las cerillas en el cuartel... ¡camarada, dame cerillas!, dice el primero,
infringiendo la ley sagrada... el soldado rojo ha oído la petición del polaco, pero el
reglamento de servicio de guardafronteras prohíbe al combatiente entablar conversación
con cualquier extranjero ... y el soldado rojo, sin volverse, tira la caja e cerillas... la caja
vuelve a pasar de la misma forma la frontera y, entonces, el soldado rojo infringe, sin
querer, la ley». (ídem)
También están solos los soldados venezolanos y colombianos que custodian la frontera.
El periodista colombiano, Efraín Otero (En Muñoz, El Mundo, 31/3/89.p.14), realizó un
reportaje a soldados colombianos ubicados en los puestos fronterizos del departamento
de la Guajira colombiana, frontera con Castilletes, en el lado venezolano. Después de
destacar el olvido al que están sometidos por parte del Estado colombiano, revela cómo,
en medio del tedio y del calor, los soldados de ambos países organizan equipos
deportivos de fútbol y de béisbol para hacer más emocionante la contienda. Apuestan el
Golfo de Venezuela.
LOS DE ALLÁ Y LOS DE ACÁ
«Con los colombianos me la llevo bien. Mire, esa señora que pasó ahorita, esa viejita es
colombiana, el marido también. Ellos llegaron de allá, de Colombia, una mañanita, traían
costales de cañamazos3 amarrados, y con unos muchachitos sarnosíiiiitos. La viejita me
dice: - ¡Ay señora, buenos días! - ¡Buenos días!, le dije. - ¡Ayúdenos a buscar casita! ¿Así, de rompe? ¿qué hacemos? Y dejé que la señora entrara y que se metiera allí en
una pieza, ¿qué más?. Los niñitos estaban enfermos. Le dije: En la cocina hay una olla
de ajiaco4. Yo los tuve aquí tres meses. Es una gente muy buena, que trabaja la tierra.
Tienen sus huertas... Yo quiero mucho a la gente colombiana, los quiero porque hay
personas a las que les tiran duro, sabiendo que la zanja nos coge igualito a todos.”
(Doña Matilde)
309
Los venezolanos que habitan en la frontera reiteran en sus discursos “el allá”,
(Colombia), y “el acá” (Venezuela). Lo mismo sucede en el lado colombiano. Entre
ambos países se encuentra el Río Táchira, que une y divide a la vez. Une culturalmente
y separa en su connotación geopolítica. Esto lo tienen muy claro los habitantes de la
frontera. La gente de La Mulata cuida sus hitos, sabe hasta dónde llega su territorio.
«Estábamos buscando a ese señor [el hito], y no lo encontrábamos... nosotros
mandamos desde el hito 00, el 01., el 2, el 3, el 4, el 5 y el 6 y el 7, que está en la
hacienda El Diamante, esos son los hitos que nos corresponden a nosotros por el lado
del norte de Santander. Después arranca el 01, el que va para Ricaurte... El hito 00... ¡y
que había desaparecido!... lo que pasó fue que ese hito estaba abandonado, nadie lo
tomó en cuenta, una comisión de la Guardia Nacional, con un representante de la
Cancillería y unos miembros de esta comunidad (entre esos estoy yo incluido), lo
limpiamos, fuimos, pasamos todo un día buscándolo, hasta que lo conseguimos, metido
dentro de un cañaveral que eso era imposible detectarlo desde un helicóptero, lo
limpiamos bien limpiecito, lo charapeamos, y lo limpiamos». ( Jesús Matilde 2G).
Todo esto desmiente aquellos discursos que colocan al habitante de la frontera como
“en peligro de perder su identidad nacional”, o que “son más colombianos que
venezolanos”.
Este tipo de afirmaciones, tanto desde Bogotá como desde Caracas (a los colombianos
les preocupa que sus compatriotas se venezolanicen, y en nuestro país preocupa que
los venezolanos se colombianicen de “tanto escuchar vallenato”), muestra la
incomprensión de lo que significa la interacción cultural entre grupos que están
separados geopolíticamente, pero que culturalmente forman parte de una misma región.
Por todo esto es esencial, comprender la frontera desde adentro. Nos une la historia
compartida, los lazos enfatizados en un lenguaje y en el parentesco. La vinculación por
consanguinidad y afinidad, así como las concepciones de lo sagrado, convierten a esta
frontera en una gran familia binacional.
DECRETOS PARA LA DESINTEGRACIÓN
Nos separan situaciones que pueden ser cotidianas, generadas por la interacción cara a
cara.
Lo que dice Alfred Schutz, en su teoría fenomenológica denomina Umwelt. También hay
disposiciones estatales, dirigidas a la frontera, que afectan el quehacer cotidiano, tal es
el caso de decretos dirigidos hacia la zona que no se corresponden con su realidad. En
los años ochenta, la proliferación del contrabando de extracción o comercio no
legalizado dio lugar a que se dictaran una serie de decretos, que tendieron a:
«...afectar más al ciudadano común que al verdadero contrabandista, probablemente
para hacer creer que ejercen una función estricta de control, mientras que las gandolas
de 50 toneladas de cargamento continúan pasando la frontera impunemente”. (El
Nacional, 16/10/87:D-2)
El decreto 1716, promulgado en 1987, que limitaba las relaciones comerciales en la
zona, tenía entre sus propósitos: “Regular la comercialización, circulación, depósito y
tenencia de mercancías”. En su artículo 13, establecía: “No se permitirá la instalación de
310
establecimientos comerciales en la zona”. (Sánchez, El Nacional, 18/08/87:D-2). En las
paredes de Ureña y de San Antonio se podían leer graffitis como el siguiente: “Abajo el
1716” y “1716 nos mata de hambre”. El decreto se derogó.
Su funcionamiento ocasionaba la parálisis de una zona industrial en desarrollo que
abarcaba 22 hectáreas. Fue sustituido por el 1795. Se denunció en la frontera que este
decreto sólo tenía pequeñas diferencias con el 1716. En 1989, al asumir por segunda
vez la Presidencia de la República Carlos Andrés Pérez, se deroga el 1795.
Otro decreto que no se correspondía con la realidad fronteriza fue el 001177, publicado
en Gaceta Oficial Nº 34.029 del 15 de agosto de 1988, en el gobierno de Jaime Lusinchi.
stablecía la necesidad de un permiso fronterizo para que los habitantes del norte de
Santander pudiesen ingresar a territorio venezolano. Atentaba contra el libre tránsito.5
También fué derogado. Se derogaron tres decretos en menos de dos años.
EL CASO DE “LOS NIÑOS APÁTRIDAS”
El 24 de octubre de 1991, el Presidente Carlos Andrés Pérez promulgó el decreto 1911,
a través del cual, los hijos de padres ilegales nacidos en territorio venezolano podrían
optar a la nacionalidad. Todo esto con la finalidad de evitar que siguiera proliferando la
presencia de jóvenes sin documentación. El decreto fue derogado el 26 de noviembre de
1993 por el gobierno de Ramón J. Velásquez. Ramón Escovar Salom, para ese
entonces Fiscal General de la República, demandó su nulidad ante la Corte Suprema de
Justicia. Fue sustituido por el “reglamento que regula la expedición de las partidas de
nacimiento”, decreto 3.267.
Varios sectores de la sociedad venezolana protestaron la medida. Entre ellos, la Iglesia.
Se alegaba violación de los derechos humanos, pues se condenaba a un gran número
de personas a vivir en condiciones de apátridas.
La situación del ilegal no se reduce a la frontera. En el año 1998 había en Venezuela
alrededor de 400.000 niños y jóvenes indocumentados. No poseían documentación de
ningún país y representaban un 2% de la población nacional. Esto limitaba su
participación en las instituciones. No podían inscribirse en las escuelas ni ser atendidos
en los hospitales.
El problema se agravó entre 1997 y 1998, cuando los infantes debían ir a la escuela. No
tenían papeles, por eso no los aceptaban en los centros de educación.
«No me aceptan al niño en la escuela porque no tiene papeles. Como soy colombiana, lo
llevé a presentar allá. Me dijeron que no podía porque no nació allá. Estaba
desesperada con mi muchachito, del puente pa´yá, del puente pa’cá» (María, La
Explotada. Ureña)
El decreto no sólo afectaba a los colombianos ilegales, sino también a los venezolanos
de la frontera, pues se veían perjudicados por tal medida. Si el padre del niño era
venezolano, el problema era menor, pues presentaba al infante. La cuestión se agravaba
311
si la madre era venezolana y el padre colombiano ilegal. El niño debía ser presentado
sólo por la madre y aparecer en el registro como hijo “natural”. Se le niega el apellido del
padre, aún cuando éste quisiera reconocerlo.
Se dieron casos como el de una de las tantas huelgas de médicos en Venezuela, donde
parturientas de San Antonio y Ureña eran remitidas a Cúcuta. Luego, debían pasar el
calvario de trasladarse a Caracas y realizar todo un recorrido burocrático para que sus
hijos obtuvieran la nacionalidad venezolana. Al respecto, el prefecto del distrito Ureña,
señor Luís Rodríguez, acotó lo siguiente:
«Con el problema de los ‘niños apátridas, por lo menos aquí en la prefectura, pues yo,
simple y llanamente, recibo las órdenes de la Dirección de Política y de la Gobernación
del estado. Los niños que nacen aquí, en territorio venezolano o aquí en la frontera, en
San Antonio o en Ureña, o en San Cristóbal, para explicarme bien, es lo siguiente, niños
de padres extranjeros, eso implica colombianos, ecuatorianos, peruanos... si el padre y
la madre no tienen ningún documento venezolano, tienen que trasladarse al Tribunal de
Menores para que ellos den una autorización a la Prefectura para poderlos registrar, así
no hay problema, siempre se ha hecho así. Si el niño es hijo de padre venezolano y
madre extranjera, no hay problema, si la madre es venezolana y el padre extranjero, y
no son casados, no puede llevar el apellido del padre, no lo lleva. Si la madre es
colombiana y el padre venezolano, sí se puede registrar. Yo he manifestado eso ante las
autoridades, pero no se ha hecho nada. También hay otro problema grave aquí, como
usted sabe, aquí, en Venezuela, han tenido muchos problemas los hospitales, por lo que
las damas embarazadas, en el momento del parto no las pueden atender en el hospital,
entonces las remiten al hospital de Cúcuta o una clínica, qué sé yo, las llevan para allá, y
siendo los padres venezolanos, ellos vienen aquí a reclamar que hay que registrarles, y
yo no puedo, porque para yo poderlos registrar, tengo que tener una boleta... Los padres
tienen que dirigirse, primero, al Consulado, de ahí los remiten a Caracas, de Caracas a
San Cristóbal, y en San Cristóbal, que es donde está la Gobernación del estado, de allí
sí los envían aquí, a la Prefectura. Las mujeres van a dar a luz allá en Cúcuta, porque
aquí lo único que tenemos es un ambulatorio, y si están con los dolores, les queda más
cerca Cúcuta que subir la montaña hasta llegar a San Cristóbal.”
El Dr. Angel Marrero, presidente de la Asociación de Amigos de Colombia, con el apoyo
del fallecido monseñor Tulio Ramírez Roa, lucharon para la derogación del decreto. En
octubre de 1998, con el decreto 2819, en Gaceta Oficial N° 36553, se pone fin a la
situación de los niños apátridas. Quedan así apuntados en los registros venezolanos
todos los niños y jóvenes que estaban en tal condición.
ELCENTRAL AZUCARERO:“¿YSI ELCOMPADRESEMUERE?”
Ureña tiene tradición industrial. Lo avala la presencia del Central Azucarero. El Central
cambió la relación con el espacio. Fue creado en 1954. Hoy, su nombre es Central
Azucarero del Táchira (CAZTA), después de que fué privatizado con capital colombiano
en el año 1994. A su privatización se opusieron representantes del sector económico y
político.
312
Para esto se apoyaron en un decreto de la Ley de Fronteras que prohíbe a cualquier
extranjero adquirir inmuebles en las zonas regidas por esa ley. Los industriales
colombianos compraron el Central Azucarero. Pero el decreto que limita a los
extranjeros para obtener propiedades en la frontera, quedó vigente, lo cual ha afectado a
muchos de los pobladores colombianos, imposibilitados así de obtener vivienda.
Finalmente, los capitales se hermanan y se continúan haciendo grandes negocios.
Angela, una abogado del pueblo, señala:
«Aquí viene gente muy humilde que un día ha logrado juntar el dinero para comprar su
casa, pero este decreto no se lo permite. Tienen hijos aquí, toda una vida aquí, pero por
el hecho de no tener la cédula venezolana no pueden tener casa propia. Son personas
que tienen más de veinte años viviendo aquí, gente que uno conoce de toda la vida, sin
embargo, están imposibilitados de obtener su vivienda, por ejemplo». (Angela)
El cuerpo social siempre busca, inventa recursos, para salir airoso de las dificultades.
Sin embargo, muchas veces, el remedio puede ser peor que la enfermedad. Algunas
personas ponen sus casas a nombre de los hijos nacidos en el territorio. Pero si estos
hijos son menores de edad, ellos no pueden vender los bienes hasta que no cumplan la
mayoría de edad. Otros los colocan a nombre de un compadre, pero siempre viven con
temor y me preguntan: ¿y si el compadre se muere? Hay gente que vive en un estado de
total indefensión con este decreto. (Angela)
EL INTERCAMBIO COMERCIAL EN LA FRONTERA
“... fronteras llenitas de agujeros... si hubiera ballenas, ballenas pasan”.
Ibargoyen Islas
En la frontera colombo-venezolana se generan múltiples transacciones comerciales, ya
sean éstas legales o ilegales. El comercio, en cualquiera de sus facetas, es inherente al
territorio fronterizo.6
«...esta frontera de dos líneas, moviéndose como una víbora, hoy, la boca mordiendo
por aquí, ayer, la cola mordiendo por allá» (Ibargoyen, 1975:32).
Las características de dichas transacciones están directamente relacionadas por la
variabilidad en el valor de la moneda. Se buscarán beneficios en los cambios monetarios
en uno y otro país a través de la adquisición de bienes de consumo.
«Aquí hay que estar pendiente de si el bolívar sube o baja, es que sufre uno, eso nos
pasa a todos, pongamos que si sube el bolívar... ¡Ay, subió el bolívar! Aquí ha subido el
bolívar hasta 16 pesos... pero si uno no tiene el bolívar pa’ descambiar, m´hija, la misma
vaina». (Jesusa 2G).
Esta fluctuación también genera el llamado contrabando de extracción o interacción
(según desde dónde se le mire). Productos colombianos pasan al mercado venezolano,
otras veces es a la inversa. El venezolano Ciro Sánchez da cuenta de las relaciones
comerciales de frontera en su novela Los Andinos.
313
«Viajó de noche por los lados de Ureña, y desde allí lo condujo por los senderos del
contrabando... ¡a la guerra y al contrabando les saca partido en la frontera quien sea
diligente y avisao!». (Sánchez,1968:64).
El 18 de febrero de 1983, la unidad monetaria venezolana fue devaluada con respecto al
dólar. En los meses subsiguientes, el cambio fue de 6 pesos por bolívar. Para 1994, la
relación era de tres pesos por bolívar, y para 1997, de 2,25 pesos. Esto ha provocado un
cambio en la dirección de los flujos comerciales. Antes del “viernes negro”, los
venezolanos se dirigían en grandes masas a adquirir productos en Colombia. Después
de la devaluación de la unidad monetaria venezolana, cambió la dirección y en el
transcurso de los últimos diecisiete años, además de la gasolina, los productos de la
cesta básica venezolana7 han encontrado mercado en Colombia.
Los cambios en la economía venezolana incidieron en la dinámica económica fronteriza
en el vecino país. En entrevista concedida a Marta Fuentes, para el semanario
venezolano Domingo Hoy, Pedro Sayago Rojas, encargado de Asuntos de Frontera de
la Cámara de Comercio de Cúcuta, plantea:
«Para nosotros, la crisis venezolana no comenzó ayer. Desde 1983, el comercio de
Cúcuta ha visto descender progresivamente el número de compradores venezolanos,
que son el principal soporte de la economía local... es cierto que esta nueva crisis (la
venezolana) nos ha pegado, pero hemos aprendido a sobrevivir. Crecimos mirando
hacia Venezuela, pero ahora debemos mirar de nuevo, y de reojo, hacia Colombia».
(Fuentes. Domingo Hoy. 20- 11-94 p. 11)
En un reportaje publicado en El Diario de la Frontera, de Cúcuta, donde se critica el mal
estado en el que se encuentran las carreteras colombianas, se destaca:
«...si su puesto no ha sido ocupado con tarros de leche o cerveza venezolanos, al
menos encontrará dónde sentarse... de todas maneras no podrá estirar los pies, porque
el pasadizo y los espacios cercanos a su silla estarán invadidos de cajas con etiquetas
del vecino país» (Nahún Sánchez en El Diario de la Frontera, 04/06/89:6).
MALETEROS Y MOSCOS: PERSONAJES DE FRONTERA
Cuando para los colombianos resultó beneficioso adquirir productos en Venezuela, en la
frontera apareció un nuevo oficio: el de “maletero” y la actividad de “maletear”. Consistía
en transportar la mercancía por los “caminos verdes”. En el proceso intervenían el dueño
de la carga (o “aguantador”), el “maletero” y “el mosco”, este último se ocupaba de
comunicar la presencia o no de la Guardia Nacional venezolana.
Desde la copa de los árboles, el “mosco” (estar “mosca”, en Venezuela, significa estar
atento) alertaba en torno al posible peligro. La actividad de “mosquear” podía ser
realizada por el dueño de la mercancía, por maleteros que en ese momento cambiaban
de rol o por jóvenes, algunos de ellos estudiantes de bachillerato, para quienes tal
actividad no era más que una fuente de ingresos, sin la connotación de
“contrabandistas” que se les adjudicaba desde fuera de la frontera.
314
La vigilancia entre las trochas más intrincadas era realizada por los “moscos” más
veteranos. Se crearon señales para dar cuenta de peligro o indicar el libre paso. La
palabra “cierre” significaba la presencia de carros. El paso de la Guardia Nacional era
sinónimo de “jaula”. La policía, al igual que en el centro del país, era identificada con la
calificación de “tombos”.
«Para mí, esto es un trabajo como cualquier otro. No es nada malo... Cuando los
“tombos” o la Guardia se llevan a los maleteros, los ponen a pringar (limpiar) los zapatos
o los baños del cuartel» (Entrevista a un “mosco”. Ureña:06/06/1989).
Muchos de los maleteros apresados eran aquellos que transportaban bienes no
pertenecientes a los “aguantadores” que habían hecho conexiones con la Guardia
Nacional. Esta última perseguía al maletero por el pueblo. Tal actitud no era bien vista
por los habitantes de la zona, quienes, las más de las veces, se identificaban con el
perseguido.
El oficio era practicado por hombres, niños y mujeres. Para éstas, encontrarse en estado
de gravidez no era impedimento para insertarse por trochas y caminos verdes. Hubo
familias enteras dedicadas a “maletear”. Al pueblo le cambió el espacio físico. La gente
no corría tras San Juan Bautista, el Santo Patrono, sino en pos de la carga, cuando
llegaba y era distribuida. Los supermercados vendían como nunca. Se veían en las
esquinas grupos de jóvenes en pantalones cortos, con franelas amarradas a la cintura, a
la espera de la carga que transportarían. Más allá, pretal, (cuerdas de mucha
resistencia, que el maletero se colocaba en la espalda para llevar la carga) maletero y
mercancía formaban uno solo.
Comenzaba la aventura de cruzar la trocha. Algunos iban a pie, otros en bicicletas o
ciclas. En entrevista realizada por nosotros, en 1988, a quien fuera Prefecto de Ureña,
Alfonso Adarme Rojas, éste planteó:
«Vemos en las calles cómo esa gente anda en pantalonetas creando una mala imagen
al pueblo, se ha hablado con las autoridades con respecto a esto. Reconozco que son
trabajadores, pero al menos deberían vestir en una forma más seria para dar ejemplo a
la población».
El maletero no era el último eslabón de la cadena de esta modalidad comercial. Al otro
lado del río, en el lado colombiano, los esperaban mujeres y niños que les vendían
“aguamiel” y comida. También algunos carros, que los llevaban, junto con la carga, a su
destino.
Estaban allí, todos lo sabían. Pero cuando las fuerzas del orden decidían armar un plan
de represión, el maletero que ayer había estado en una acera organizando su carga,
debía correr como un delincuente. La autoridad es la que decide en qué momento la
misma actividad se toma como normal o como fuera de la ley. Estos son algunos
ejemplos de lo que denominamos estrategias de sobrevivencia de frontera. Expresan los
usos que los sujetos hacen uso de aquellas oportunidades ofrecidas por el espacio del
cual forman parte.
El maletero desapareció, junto con todos aquellos personajes que se insertaban en esta
315
cadena de intercambio, lo que demuestra el dinamismo de los grupos humanos. Lo
importante es que estas historias no queden en el olvido. He allí el papel del periodista,
del sociólogo, y en general, del científico social, al registrar la vida misma ,” para que no
se desvanezcan en el tiempo los hechos de los hombres”, tal como acotara, ya en la
antigua Grecia, Herodoto de Halicarnaso.
Los “maleteros” también aparecen entre Camboya y Vietnam. El diario The Wall Street
Journal recoge un dato según el cual, los contrabandistas cruzan las selvas en bicicleta,
cargan cajas de productos de uso doméstico (jabones, cremas dentales) y las venden a
los consumidores vietnamitas. Con la crisis asiática, el baht tailandés se revaluó, en
cambio, el dong vietnamita se ha mantenido estable. Los productos fabricados en
Tailandia cuestan un 35% menos que los fabricados en Vietnam. “Los contrabandistas
descubren una mina de oro en Vietnam” (Marshall Samantha en El Nacional, 2 /4/98, E
6)
El tema del contrabando pasa de la vida a la elaboración artística. Rómulo Gallegos lo
ilustra en su obra Sobre la misma tierra.
«De aquel viaje regresó Demetrio Montiel al cabo de varios meses en la Guajira
colombiana, ya contrabandista, faldeando los Montes de Oca con un arreo de mulas
cargadas de sedería... por desconocidos vericuetos de bosques intrincados, en territorio
venezolano, hasta el occidente de Maracaibo». (p. 40).
También Gallegos, a través de sus simbolizaciones literarias, muestra aspectos de la
frontera como corrupción y componendas entre contrabandistas y guardias nacionales.
Esta vez, el contrabando se pasa de un lado a otro de la frontera, simulando un entierro:
“- ¡Adiós, Demetrio Montiel, y no olvidéis vos que aquí estaba el teniente Rodríguez
cuando pasó ese entierro!”
“-¡Gracias, mi teniente! Se le estima su buen acompañamiento en cuanto realmente
vale...
Y antes de que se me olvide otra vez, como ya me estaba ocurriendo, hágame el favor
de acercarse. Ya para morir, me dijo el muchacho que tenía una deuda pendiente con
usted de unos doscientos bolívares, si mal no recuerdo. Haga el favor de recibirlo de mis
manos, aquí entre nos”, a lo que el teniente se acercó, ya tendiendo la mano». (p.43)
La imagen de los muertos, como medio para realizar el contrabando, se repite en la
creación popular mexicana. Así lo revela un corrido de Rafael Buendía, titulado El
contrabando del muerto:
“Qué poco vale la vida
comparada con dinero,
mataron a un emigrante,
que se pasó de bracero.
Lo cruzaron por la línea,
Para darle sepultura
Le inventaron un velorio
Con familiares y viuda.
Dicen que a la medianoche
316
Lo estaban desenterrando,
Porque llevaba la panza
Bien llena de contrabando” (Vélez, 1982:67)
HABLA DON LUCAS
Al primer contacto se mostró desconfiado con nuestra presencia. “¿Y eso pa’ qué es ?” pregunta. Hace 87 años nació en una aldea de Ureña llamada La Aguada. Cuando las
misiones llegaron a Ureña para recibir a los misioneros, fue él quien se ocupó de hacer
la cruz que todavía se conserva. Hoy en día, La Aguada, su aldea:
«... está toda acabada. Ya no hay nada. La capilla, la casa de mi papá, la casa del
rezandero,... se acabó... allá me bautizaron y me criaron hasta los 25 años, cuando me
vine pa´ Ureña,... y aquí estoy. Cuando empezó ‘esto’ [el pueblo], vino un primer carro,
que lo trajeron por el camino de La Aguada a hombros, para el Hato de La Virgen.
Donde había chance, lo rodaban, y donde no, lo cargaban en palos hasta traerlo aquí, a
Ureña. Y ahí lo pusieron a trabajar, de aquí, de Ureña a Aguas Calientes, por allá, por un
caminito llamado ‘Siete Cueros’. El dueño era un señor de aquí. No me acuerdo cómo se
llamaba el viejo».
Trabajó para el dictador Juan Vicente Gómez. Se refiere a él como “el finado, aquél que
gobernó después de tres días de muerto”.
En la historia oficial se reseña el 17 de diciembre de 1935 como fecha de la muerte del
dictador. Sin embargo, la tradición oral se sostiene que murió un 15 de diciembre, pero
su deceso se ocultó al pueblo. Algunos alegan que fue debido al vacío de poder
representado con su muerte. Para otros, uno de los últimos deseos del presidente era
morir el mismo día de Simón Bolívar, el Libertador, ya que, por coincidencia, ambos
nacieron el mismo día: un 24 de julio. Se corrobora en el discurso de Don Lucas la
versión de la tradición oral según la cual, la verdadera fecha de fallecimiento de Gómez
fue el 15 de diciembre. Recuerda que en aquellos tiempos:
«... el que se resbalaba, lo... usted sabe, pero el que estaba al día, no se metían con él.
No es como ahora, que al que no está quieto, le dan, y al que está, también».
Fue testigo de la participación de los presos en la construcción de carreteras, que se
hicieron primero a “pico y pala”, y luego, con tractores:
«...les ponían una argolla, una cadena y una pelota de hierro, les daban una piqueta, un
canalete,... y ¡hágale!».
Por treinta y seis años consecutivos trabajó para el Gobierno:
«... sin faltar ningún día, sólo una vez que me metí un hierro en un brazo, allá mismo, y
me tuvieron que sacar ese hierro. ¡No falté ni un día!».
Con una sonrisa dice que su secreto para mantenerse bien a sus 87 años, es “no
preocuparse por lo de los demás ni por lo de uno mismo tampoco... y reclamar lo
necesario”. Se acuesta a las seis de la tarde, y antes de las 5:00 am está de pie. Pasa el
día sentado al frente de la casa. Cuida sus animales y conversa. En el Gobierno de
317
Rómulo Gallegos fue oficial de policía, y dice que su misión consistía en “saber tratar a
la gente”.
«... uno salía de comisión, encontraba a un borracho en una parte y otra, los encontraba
por ahí y se los llevaba por las buenas, sin estropear a la gente, era muy tranquilo yo».
LA HISTORIA DEL BURRO CON BOTAS
La especialidad de Don Lucas es la de contar historias. Sobre todo las de Ureña.
También protagonizó episodios que forman parte del mundo cotidiano de la frontera.
Dice que en ese tiempo, el contrabando no era muy perseguido.
«Todo el mundo andaba con sus cositas... como las llamaban aquí, “maletas”, y uno iba
con su saco y sus maletas al hombro, llevaba cajas de whisky. Nadie se metía con uno.
Se negociaba. Vendía cargas de leña. Las vendía en Escobal y en San Luis (Colombia),
a 50 centavos la carga, pero con esos 50 centavos se hacía mercado pa´ todo el día, y
sobraba plata. Me tocaba que ponerle al burro, como esto era empedrao pa´ quí pa’
bajo, me tocaba ponerle al burro botas de caucho pa´ que no sonaran y pa’ que el de la
aduana no me sintiera pasar. Cuando pasaba del río pa´ llá, se las quitaba, pues venía
ya bien el burrito.
Había que estar buscando caucho pa´ cerle las botas, porque claro, se rompían siempre,
... ¡no! Eran pa´ que no sonaran los cascos del burro, y la Guardia Nacional no nos
sintiera.
No había puente, lo que había era una canoita, el canoero cobraba uno o dos bolívares
por cada persona. Pachito era un hombre bueno, allá murió, en El Escobal».
EL SUJETO DE FRONTERA
Quien vive en la frontera y junto a la frontera, se desenvuelve dentro de un marco
interactivo donde existe otro que está al lado, pero a la vez, ése otro se le parece
demasiado.
Habla su misma lengua, también sufre conflictos similares. Uno dice: “Gloria al bravo
pueblo” y el otro: “Gloria inmarcesible”. El sujeto de frontera se desplaza en el encuentro
de dos estados nacionales. Quien vive el día a día no está pensando si esto es de allá o
de acá. Aguamiel es aguamiel, la tomo todos los días. El sujeto de frontera también está
en un sobrevivir diario. Necesito de tí, necesitas de mí.
«Nos la llevamos bien. Nosotros vivimos de ellos y ellos viven de nosotros... yo, yo no le
hago nada a un colombiano, porque si no te esperan allá»(Habitante de Ureña). Es ese
mundo vinculado a lo práctico, a la necesidad de resolver problemas en el que el sujeto
de frontera busca solucionar sus conflictos. El sujeto actuante demuestra su capacidad
de resolver y de, en lo posible, salir airoso de las dificultades. Un ejemplo de esto lo
tenemos cuando entre los meses de mayo, junio y julio de 1989 se dio en Venezuela una
escasez de moneda fraccionaria. El níquel había aumentado su valor en el mercado
internacional. Se convirtió entonces en un bien exportable y en objeto de acaparamiento
318
para su posible venta. Esto causó incomodidades en las transacciones monetarias,
especialmente en los carros de transporte público, así como en las ventas al detal.
Los habitantes de la frontera aprovecharon la coyuntura de tener “otro país al lado”. En
los pueblos fronterizos venezolanos circulaba la moneda fraccionaria colombiana como
sustitución del “sencillo” venezolano. En San Antonio, en Ureña y en San Cristóbal,
podían leerse letreros con la frase “Sólo hay sencillo colombiano”, o “El sencillo, en
pesos”. Todo esto en contraposición al “no hay sencillo” de otras partes del país. El uso
del peso colombiano es común en la frontera, pero con la referida crisis disminuyeron
entre los usuarios las incomodidades generadas en otras partes del país.
Otro de los ejemplos que muestran cómo el cuerpo social crea mecanismos de
adaptación a las realidades donde se circunscriben, y además puede obtener provecho
de ellas, es la diferencia de husos horarios entre Venezuela y Colombia. Cuando en
Venezuela son las 11:00 am, en Colombia son las 10:00 am. Cruzar de un lado a otro
significa ganar o perder una hora, según se vaya o se venga. Los habitantes de la
frontera han adaptado su mundo cotidiano a ello. En Ureña y San Antonio se escucha,
más que todo, la radio colombiana
.
Los habitantes del lado venezolano están habituados a restar un número a la hora. Si
una persona pregunta la hora, ya esté del lado colombiano o venezolano, a la pregunta
sigue otra: ¿aquí o allá? (si es que el interrogante ya no se ha adelantado a aclararlo).
La diferencia horaria también beneficia a muchas personas que trabajan del lado
venezolano y estudian del lado colombiano. Culminan sus trabajos a las 6:00 pm, y
pueden llegar a su lugar de estudio a las 5:30 pm. La diferencia horaria no determina el
que muchos venezolanos estudien en institutos colombianos. Lo hacen porque las
ofertas de preparación profesional son mayores en Cúcuta que en los pueblos cercanos,
pero la diferencia horaria les beneficia.
Vivimos en países donde las improvisaciones forman parte de la norma. De ahí que
nuestra sociedad latinoamericana deba poseer grados de adaptabilidad a los cambios.
Pero estos cambios en la frontera son aún mayores. Hacia la frontera colombovenezolana se instituyen normas, decretos, sujetos a mayores cambios que en cualquier
otro lugar del país. La zona fronteriza es álgida por la significación geopolítica que
posee. Se suma a esto el que entre Venezuela y Colombia existan discrepancias
limítrofes.
Esto hace que el habitante de frontera deba estar sujeto a mayores coyunturas que en
cualquier otro lugar del país. Además, el sujeto de frontera está expuesto a las
decisiones, no de un país, sino de dos. Colombia y Venezuela. Venezuela y Colombia.
Las decisiones políticas, económicas, sociales, culturales, que tome cualquiera de ellos,
incidirán en la zona.
Los cambios suscitados en la frontera, referidos a las relaciones de trabajo y a las de
compra-venta, son utilizados de la mejor manera posible. Algunos jóvenes se
desempeñan en el oficio generado por la coyuntura. Pueden estar en una fábrica,
319
también “maletear”, “gasolinear”, o dedicarse a vender productos de un lado a
otro.Construyen, en lo posible, espacios que respondan a sus necesidades. Crean
alternativas. Es un mundo en el que sobrevivir es lo primero que cuenta.
“Es la forma de reflexión del entendimiento de agentes humanos la que interviene a
mayor
profundidad
en
el
ordenamiento
recursivo
de
las
prácticas
sociales”(Guiddens1984:40)
La práctica social realizada por el sujeto es producto de la reflexión en torno a que es lo
que más le conviene según la coyuntura. La reflexión -continúa Giddens- es posible en
virtud de la continuidad de prácticas. Debe entenderse “no como mera autoconciencia,
sino como el carácter registrado del fluir corriente de una vida social”. Por tal razón, el
ser humano crea razones y además puede abundar discursivamente en torno a las
mismas.
Anthony Giddens considera que existen ‘reservorios del saber’ ya que el sujeto es un
‘sabio social’. Dentro de esta misma perspectiva, Alfred Schutz denomina “saber mutuo”
a aquella dimensión que incluye la intersubjetividad de los individuos y las conexiones
que tienen a través de sus selfs en la interacción cara a cara, que a la vez hace posible,
a través de la inteligencia reflexiva que el sujeto posee, crear y construir.
Giddens destaca la importancia de las prácticas sociales para, desde allí, comprender
las rutinas de la vida social. La trama de una vida no puede verse desconectada de un
espacio, de un tiempo. La vida cotidiana hace que el sujeto se asocie o disocie de otros,
así como de situaciones sociales. Vive, pues, dentro de un escenario de interacción que
le permite crear, recrear y sacar sus propias conclusiones.
En este tipo de análisis se señala la importancia de conocer el horizonte histórico que los
propios sujetos construyen a través de sus prácticas materiales y simbólicas, donde no
son solamente las leyes macrosociales las que prefiguran al actor social, sino que la
“activación” puede darse en medio de dos dialécticas, lo dado y lo dándose,
presentefuturo.
De allí que la realidad no pueda ser pensada sólo como producto histórico-social (lo
estructurado), sino como proceso en construcción (lo estructurante). (Diana Charquía,
1992:2).
CONCLUSIONES
La franja fronteriza colombo-venezolana debe ser comprendida como espacio
pluricultural, caracterizado por los diferentes grupos que constituyen cada una de las
regiones que lo componen. Al observar la frontera de manera vertical, prevalece cierta
diversidad regional y grupal, conformada por criollos e indígenas. Lo revela la diferencia
idiosincrásica existente, por ejemplo, entre un wayuu y un llanero, un andino y un nativo
del Amazonas.
320
En el encuentro entre cada uno de los departamentos del lado colombiano de la frontera,
junto a los estados venezolanos, podemos notar que las regiones culturales se
prolongan de un Estado nacional a otro. La interacción cultural desdibuja el límite
geopolítico. De tal manera que la frontera da lugar a especificidades que igualmente se
acentúan en lo político, económico y social.
- Existen situaciones que dan lugar a una identidad cultural de frontera. Los vínculos
de parentesco, la homogeneidad de cosmovisiones, de prácticas religiosas y
alimenticias, de hábitos de vestir, la cercanía de los pueblos y el intercambio
económico, propician vínculos interactivos que los hacen formar parte de una historia
compartida. Paralelamente a lo que denominamos una identidad cultural de frontera,
entre colombianos y venezolanos existe una socialización geopolítica delimitadora de
la existencia de un aquí y un allá. Dos estados nacionales diferenciados. Se produce
una interculturación propiciada por lazos culturales y consanguíneos, pero esto no
hace que se obvie «lo venezolano» o «lo colombiano».
A pesar de las manifiestas relaciones de convivencia, está la presencia del «yo» y
«el otro»; se es colombiano y se es venezolano.
321
-
Dentro de esta historia común, producto de la interacción que también produce
conflictos, existen encuentros y desencuentros. Aciertos y desaciertos. Amistad y
enemistad. Esto data de la época de la independencia. Lazos conectores llevados a
la práctica en la conformación de ejércitos republicanos, donde venezolanos y
colombianos combatieron juntos contra la corona española. Venezolanos que dieron
su vida por la independencia de ambos pueblos, y colombianos que, como Antonio
Ricaurte, se inmolaron en pro de una causa común. También venezolanos y
colombianos tenemos registros de injusticias cometidas de uno hacia otro grupo en
el período independentista. Rencores del pasado.
-
La figura de Simón Bolívar nos recuerda que somos pueblos hermanos con
reafirmación en discursos, unos más hechos de retórica que de sinceridad y otros
con un verdadero deseo de integración. De esto fue el pacto que hicieron dos
novelistas, el venezolano Miguel Otero Silva y el colombiano Gabriel García
Márquez. Si algún día llegase a haber una guerra entre ambos países, Miguel Otero
iría a la calle Colombia en Caracas y gritaría: ¡Viva Colombia!, y García Márquez, a
la calle Venezuela en Colombia, y gritaría: ¡Viva Venezuela!
-
Venezolanos y colombianos estamos relacionados por una serie de situaciones
ambientadas en un proceso histórico-social singularizado por la condición de
Colombia como país expulsor y Venezuela, como receptor de población. Rencor hay
en los colombianos que sintieron que, por un golpe de suerte, en la casa del vecino
comenzó a fluir de la tierra el «oro negro», llamado también «estiércol del diablo».
Algunos de los vecinos vinieron a trabajar en bienes de servicio. Esto generó
resentimiento en muchos colombianos y cierta actitud de superioridad entre algunos
venezolanos, que antepusieron el “cuánto se tiene”, al “qué se es”.
-
Rencor hay entre los venezolanos que sintieron que el país cargó con una población
de la cual, una parte llegó a hacer uso de conductas delincuentes. “Vienen aquí a
robar”, se escucha a algunos. A esta imagen se contrapone la del colombiano como
trabajador, plasmado también en la percepción que de sí mismo tiene el vecino.
322
-
Muchos colombianos establecieron vínculos afectivos con venezolanas y
venezolanos, construyeron una sola familia. Trabajadores de haciendas (en general,
explotados por sus patrones) que dieron la posibilidad de producción en oficios que
algunos de los nativos preferían no hacer o no contaban con la suficiente
especialización para ello, esencialmente en industrias textileras y de calzado. Al
mismo tiempo, Venezuela les brindó oportunidades de educación, vivienda y salud,
negadas en su país, y por las cuales se convirtieron en emigrantes.
-
Los lazos de consanguinidad y afinidad hacen que, en general, la mirada hacia el
otro, ya sea colombiano o venezolano, no tenga el maniqueísmo que podemos
encontrar en el centro de Colombia y en el de Venezuela, constatado a través de
artículos de prensa de ambos países. Los del lado colombiano tienen familia de este
lado, o vínculos afectivos, igual pasa en el lado venezolano. La cercanía propicia la
construcción de referencias, positivas y negativas y de una concepción integral del
otro.
-
La visión estereotipada del colombiano, como narcotraficante o guerrillero, no
aparece con énfasis entre los venezolanos de la frontera. En general, los
colombianos son definidos como trabajadores, lo cual puede entenderse al revisar
ciertas características de la zona donde el vecino cumple un papel dinámico en la
producción.
-
La profundización de las relaciones entre ambos grupos no implica la pérdida de
valores patrios, muy por el contrario, esta dinámica genera lazos interactivos dentro
de una - identidad cultural de frontera, así como relaciones que ponen de manifiesto
las diferencias y las particularidades que cada uno de los grupos desarrolla dentro de
lo que implicaría la “historia personal de cada país”. Venezuela y Colombia cuentan
con su historia personal, que los identifica como países, y a sus habitantes, como
pertenecientes a un lugar. Los jóvenes de la tercera generación tienen mayor
contacto con la realidad del centro del país que el que tuvieron sus padres y abuelos.
Los medios de comunicación de masas han influido en ello. La realidad niega
aquellos discursos que colocan al habitante de la frontera bajo el riesgo de perder la
identidad nacional.
-
Entre los integrantes de las tres generaciones no se presentan visiones maniqueas
hacia los colombianos. No los definen con estereotipos. En cuanto a los colombianos
entrevistados en la frontera8 , al igual que los venezolanos definían a sus vecinos
como personas con cualidades y defectos. Entre sus máximas cualidades estaba el
ser abierto, amplio, y “que a muchos doctores se les podía tratar como amigos”. A los
venezolanos los consideraban menos trabajadores que ellos y se quejaban de que
en el centro los trataban mal, razón por la que preferían vivir en la frontera, aunque
destacaron el temor hacia los cuerpos de seguridad venezolanos, esencialmente
hacia la Guardia Nacional. “Uno tiembla cuando un guardia le pide los papeles, pues
uno no sabe con qué le va salir ese señor”, nos decía Jairo Vila.
-
Entre todo lo que nos separa, lo más difícil, la gran discordia, es el problema
limítrofe. En la escuela, a los venezolanos se nos enseña cómo nuestro territorio ha
sido mutilado. Ver el mapa de lo que era la Capitanía General de Venezuela y
hacerlo ahora, crea sentimientos de impotencia. Los venezolanos sentimos que
nuestros vecinos son maestros en la retórica, ágiles en negociaciones geopolíticas.
Lo han sido más que nosotros. Prevalece el sentimiento de que “los de al lado”, nos
han quitado territorio, y que desean seguir haciéndolo. El problema radica cuando un
militar venezolano viola los derechos humanos del vecino con el argumento de que
“ellos nos quieren quitar el Golfo”.
-
La idea de integración binacional puede ser entendida en dos vertientes: por un lado,
el intento de los estados concurrentes de elaborar estatutos en pro de la integración,
y por otro, la integración generada de manera espontánea por parte de los
conglomerados sociales fronterizos. Esta última queda expresada a través de lo que
denominaremos simbiosis social fronteriza. Tiene lugar en la medida en la que los
grupos buscan satisfacer sus necesidades para beneficiarse mutuamente,
independientemente del estado nacional al cual pertenezcan. También existe un
antagonismo social de frontera cuando el beneficio de un grupo se constituye en
detrimento para el otro.
-
Otro aspecto donde destaca la universalidad del hecho fronterizo es la presencia de
ciertos oficios de frontera. En México, «el coyote», en Venezuela, «la prote». Son
quienes se encargan de pasar a los ilegales. Recibirán una denominación específica
en cada lugar, pero en esencia realizan el mismo oficio. Por otra parte, el
contrabando también se manifiesta en las fronteras, ya sea de extracción o de
intracción. Su direccionalidad será producto de la coyuntura propia de cada país,
situación que el habitante de la frontera utiliza para su beneficio en la búsqueda de
mecanismos que lo favorezcan, lo que dará lugar a la recurrencia de hechos sociales
como manifestación de los canales tomados por los grupos para satisfacer sus
necesidades. Así, las mismas situaciones pueden evidenciarse en zonas de fronteras
alejadas topográficamente. Una especie de estructura colectiva fronteriza de
subsistencia.
El sujeto de frontera se maneja dentro de la dinámica generada por la realidad de la
zona. Cambia de oficio según el beneficio que éste le proporcione. Comercia aquí o allá,
allá o acá, según hacia donde “sople el viento”. Se adapta a la realidad de frontera y
aprende a obtener beneficios de la circunstancia de vivir en la frontera.
El tema de la frontera se ha convertido en parte de la esencia de nuestro oficio como
sociólogos. Quedan, sin embargo, muchas interrogantes inconclusas. De ahí que, como
en los viejos folletines, sólo me reste decir: ... ¡hasta la próxima entrega!
323
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Cirlot, Eduardo, (1991), Diccionario de símbolos. Barcelona. Editorial Labor.
Gallegos, Rómulo, (s/f), Sobre la misma tierra. Ediciones de la revista Bohemia.
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estructuración. Buenos Aires. Amorrourtu.
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Buenos Aires. Paidos.
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HEMEROGRAFÍA
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la Frontera, 4 de julio, p. 6.
Sánchez, Fabiola, (1989), «Nuestras fronteras son las más vulnerables del mundo».
Caracas, El Mundo, 10 de marzo, p. 6.
324
PARTICIPANTES
Magister Carlos Alberto Montoya Corrales
Departamento de Economía
Universidad EAFIT.
Licenciado Jesús Alberto Machuca Ramírez
Dirección de Etnología y Antropología Social
Instituto Nacional de Antropología e Historia,
México.
Doctor Juan Manuel Sandoval Palacios
Coordinador del Seminario Permanente de
Estudios Chicanos y de Fronteras
DEAS- -INAH.
Magister José Briceño Ruiz
Grupo de Integración Regional
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales
Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela.
Doctor Juan Carlos Morales Manzur
Sección de Integración Latinoamericana
Instituto de Filosofía del Derecho «Dr. J.M. Delgado Ocando»
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Universidad del Zulia, Venezuela.
Magister Raquel Flores
Investigadora del Centro de Estudios de Fronteras e Integración (CEFI)
Universidad de Los Andes - Táchira, Venezuela.
Magister José Antonio Trujeque
El Colegio de la Frontera Norte
Dirección Regional Matamoros
Matamoros, Tamaulipas.
Doctor Héctor Padilla
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
Ciudad Juárez, Chihuahua, México.
Licenciada Amanda Patricia Amorocho Pérez
Trabajadora Social
Universidad Industrial de Santander
Colombia.
325
Magister Elizabeth Zamora Cardozo,
Escuela de Sociología
Universidad Central de Venezuela.
Doctor Miguel Angel Vázquez Ruiz
Departamento de Economía
Universidad de Sonora
Hermosillo, Sonora, México.
Doctora Rita Giacalone
Grupo de Integración Regional
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales
Universidad de Los Andes, Mérida. Venezuela.
Magister Ronald José Blanco La Cruz
Centro de Estudios de Fronteras e Integración (CEFI)
Universidad de Los Andes, Táchira, San Cristóbal, Venezuela.
Doctora Marleny Cardona A. y Adriana Angel J.
Departamento de Economía
Universidad EAFIT
Medellín, Colombia.
Magister Julio César Morales Cruz
Universidad de Ciudad Juárez
Chihuahua, México.
Doctora Luisa Elena Molina
Centro de Investigaciones Agroalimentarias e
Instituto de Geografía, Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela.
Doctora Marleny Bustamante de Pernía
Centro de Estudios de Fronteras e Integración
Universidad de Los Andes, Núcleo Táchira,
San Cristóbal, Venezuela.
Doctora Ana María Aragonés
Escuela Nacional de Estudios Profesionales – Acatlán.
Universidad Nacional Autónoma de México.
Doctor Jorge Lora
Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
326
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