GLOBALIZACIÓN, INTEGRACIÓN Y FRONTERAS EN AMÉRICA LATINA Raquel Alvarez, Rita Giacalone y Juan Manuel Sandoval Obra suministrada por la Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela ÍNDICE Introducción Raquel Alvarez de Flores, Rita Giacalone, Juan Manuel Sandoval Palacios I Parte Las regiones de frontera y la integración regional en Las Américas Competitividad y desarrollo regional en el contexto de la integración económica Carlos Alberto Montoya Corrales Nuevas regionalizaciones: el ecoturismo cultural del mundo Maya y el istmo de Tehuantepec Jesús Antonio Machuca Ramírez El nuevo regionalismo caribeño y las regiones venezolanas José Briceño Ruiz Integración regional, fronteras y globalización en América Latina y El Cari be: el caso de la migración Ana María Aragonés Militarización, soberanía y fronteras. El Pentágono y las Fuerzas Armadas Andinas Jorge Lora Cam II Parte Los actores de la integración regional y fronteriza Frontera, Estado y empresarios en los procesos de integración regional en América Latina Rita Giacalone Integración regional en el norte de México y grupos empresariales Miguel Angel Vásquez Ruiz 1 La reflexibilidad de las redes como construcción social en la cadena productiva industrial colombiana Marleny Cardona y Adriana Rangel Los productores de arroz frente a la apertura comercial en Colombia y Venezuela Luisa Elena Molina Participación de los sindicatos en la integración colombo-venezolana a partir de 1992 Marleny Bustamante de Pernía Impacto del proceso de integración económica colombo-venezolana en el sector industrial a partir de 1992 (Eje San Antonio-Ureña-Aguascalientes) Ronald José Blanco III Parte La frontera mexicano-estadounidense y la integración regional La frontera México-Estados Unidos: laboratorio de la integración regional hemisférica Juan Manuel Sandoval Palacios Ciudades rotas. Las ciudades de la frontera norte de México en la trayectoria de la globalización José Antonio Trujeque Cadenas productivas y empresas del vestido en Ciudad Juárez, Chihuahua Julio César Morales Cruz Ciudad Juárez en los noventa: el contexto de la gestión urbana y ambiental Héctor Padilla IV Parte La integración fronteriza colombo-venezolana La integración fronteriza colombo-venezolana. Situación y perspectivas Raquel Alvarez de Flores La integración fronteriza colombo-venezolana y sus limitaciones. Propuestas políticoeconómicas para maximizar el proceso Juan Carlos Morales Manzur Política social y desarrollo en la zona urbana fronteriza de la ciudad de San José de Cúcuta, Colombia Amanda Patricia Amorocho Pérez La vida en la frontera colombo-venezolana (San Antonio-Ureña-Norte de Santander) Elizabeth Zamora Cardozo 2 INTRODUCCIÓN Desde 1998, un grupo de investigadores de México, Venezuela y Colombia ha colaborado en la realización de diversas actividades como parte de un proyecto colectivo deinvestigación llamado “Integración Regional, Fronteras y Globalización en América Latinay El Caribe”, con la finalidad de analizar diferentes aspectos de dicho proceso, entre ellos el papel de los diversos actores sociales. Los materiales aquí reunidos representan un esfuerzo de este trabajo colectivo para comprender los problemas que enfrenta la integración regional en nuestro continente y, en particular, aunque no exclusivamente, en dos de las regiones fronterizas más dinámicas del mismo: la mexicano-estadounidense y la colombovenezolana. Originalmente, muchos de los trabajos que aquí se incluyen se presentaron y discutieron en dos seminarios internacionales realizados en el Centro de Fronteras e Integración (CEFI) de la Universidad de Los Andes, San Cristóbal, Venezuela, en noviembre de 1998, y en Ciudad de México, en mayo de 1999. Un tercer seminariointernacional en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, en noviembre de 1999, permitió definir con más precisión algunos elementos metodológicos y teóricos. De allí surgió la idea de publicar una selección de las ponencias presentadas en las tres reuniones por considerar que aunque muchos de los argumentos aquí planteados pueden ser objeto de revisiones futuras, delimitan el ámbito de interés del proyecto y permiten establecer ya los lineamientos rectores de una propuesta colectiva. Al menos es con esta expectativa que los presentamos a consideración de los lectores. En estos trabajos se vinculan entre sí tres conceptos (globalización, integración y frontera) que suelen ser estudiados en forma separada o, tal vez, relacionados entre sí de dos en dos. El vínculo entre los mismos se establece por considerarlos parte integral del proceso económico y político que domina de forma bastante compleja las relaciones sociales entre pueblos, y también dentro de los mismos, a comienzos del siglo XXI. Por lo tanto, partimos de aceptar que el sistema capitalista ha iniciado un proceso de reestructuración económica en el ámbito mundial, buscando con ello salida a la profunda crisis iniciada en los años sesenta y setenta, la cual se agudizó en la década siguiente para llegar a ser una crisis estructural que afecta no sólo a la base económica, sino también a la política e ideológica, principalmente en los Estados Unidos. Dentro de esta reestructuración, la tendencia a la integración de todas las naciones al concierto 3 económico mundial, dominado por las grandes corporaciones transnacionales y multinacionales, así como por las instituciones financieras internacionales, ha sido descrita por estudiosos y políticos con el nombre de “globalización”. Para otros, sin embargo, esta denominada globalización de la economía mundial, no es sino el proyecto de tales instancias por implantar un modelo económico neoliberal en el cual las fuerzas del mercado promueven la liberalización del comercio y de la inversión, acompañada por recortes del gasto social, reprivatización de empresas estatales y reconversión industrial como la única estrategia de desarrollo viable para todas las naciones del mundo. Esta globalización ha sido presentada por sus promotores como un panorama de paz y prosperidad en el que las naciones consideran los intereses de unas y otras como propios y la competencia deja el paso abierto a la cooperación. Los defensores de la globalización como proceso inevitable presumen de un mundo en el cual existe una aceptación universal de estos valores, en el cual el nacionalismo ha sido quebrantado y ha dado lugar a un Nuevo Orden Mundial. De esta forma, en términos de relaciones comerciales, por ejemplo, los nacionalismos han sido reemplazados por los regionalismos, pero las coaliciones regionales existentes son con frecuencia aún más proteccionistas que sus predecesoras nacionalistas. Además, los nacionalismos políticos siguen vivos, no obstante los rumores de su temprano fallecimiento. De hecho, algunos de los procesos más desintegradores, violentos e inhumanos ocurren actualmente en todo el mundo en nombre de los nacionalismos. En esta perspectiva de la globalización y de la tendencia a la regionalización o formación de bloques regionales, las fronteras nacionales han cobrado una nueva dimensión en términos no sólo geopolíticos sino también geoeconómicos, tendiendo a desaparecer o a reaparecer con nuevas características de la noche a la mañana, pero también a flexibilizarse, solidificarse o militarizarse, de acuerdo a los intereses de las naciones que allí se encuentran y de las grandes potencias económicas. Es así que, según algunos analistas, en su afán por reestablecer su hegemonía en términos económicos y políticomilitares, Estados Unidos ha venido impulsando la integración hemisférica con el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (formalizado entre Canadá, Estados Unidos y México) a la cabeza, como estrategia regional que le permita obtener o restablecer ventajas comparativas (en términos de productividad y competitividad) en los mercados mundiales. El reconocimiento del dominio hegemónico de la Unión Americana, impulsado por el gobierno estadounidense a escala regional hemisférica, fue puesto de manifiesto durante la Cumbre de Las Américas realizada a fines de 1994 en Miami, Florida, en la que el presidente estadounidense Bill Clinton propuso a los 32 jefes de Estado y de Gobierno del continente (con la excepción de Cuba), la creación de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) para el año 2005. Esta propuesta fue bien recibida por dichos representantes y están actualmente en marcha una serie de negociaciones entre todos esos gobiernos para tal fin. El gobierno de Estados Unidos ha establecido de manera clara, desde la propia convocatoria a la Cumbre de Miami, su interés por asumir liderazgo del proceso de integración regional. Desde la perspectiva estadounidense se trata, obviamente, de un asunto estratégico, por lo cual la integración hemisférica también involucra la dimensión de la seguridad regional. Se plantea entonces dos 4 interrrogantes: ¿este proceso de integración, que se inscribe en la tradición interamericanista de Estados Unidos cuyo referente histórico-ideológico se inicia con la Doctrina Monroe, busca imponerse al proyecto de integración propugnado por muchos países de América Latina, en el marco de cuya tradición histórica se inscriben esfuerzos como la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el MERCOSUR, la CARICOM y el Grupo de los Tres (G-3)? o ¿es posible que estos otros acuerdos permitan acceder a ventajas comparativas para insertarse en mejores condiciones al proceso de integración hemisférica? En los trabajos aquí reunidos, cuyos resúmenes se presentan a continuación, se observa unabanico, tanto de estudios empíricos como de interpretaciones teóricas que, si bien no representan una visión unitaria del fenómeno de la interacción renovada entre la globalización, la integración y la frontera, permiten observarlo desde diversos ángulos y contribuyen a iluminar su complejidad como proceso económico y político. En la esperanza de que en ellos se incorporen elementos que nos ayuden a comprender de forma más adecuada la profundidad de los cambios que ocurren, ofrecemos a los lectores este avance de nuestra investigación colectiva. I Parte Las regiones de frontera y la integración regional en Las Américas El maestro Carlos Alberto Montoya Corrales, del Departamento de Economía de la Universidad EAFIT, Medellín, Colombia, plantea en su ensayo “Competitividad y Desarrollo Regional en el Contexto de la Integración Económica” que la escasa consulta, cuando no desconocimiento de los obstáculos anti-integracionistas, ha conducido a un enorme vacío interpretativo para explicar la viabilidad de la integración económica actual y los escasos logros en la promoción e instrumentación de las variadas estrategias de cooperación registradas en la región latinoamericana. La incorporación de este tipo de elementos podría constituir una primera aproximación a una investigación de tipo prospectivo acerca de la integración en los países de la región. Sólo así sería posible mejorar los procesos decisorios y la formulación de políticas a partir de una imagen deseable del futuro cuya construcción se inicia en el presente. El licenciado Jesús Antonio Machuca Ramírez, de la Dirección de Etnología y Antropología Social del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, en su ensayo sobre “Nuevas Regionalizaciones: el Ecoturismo Cultural de Mundo Maya y el Istmo de Tehuantepec” considera que los procesos de regionalización se están dando, tanto en relación externa como dentro de las fronteras nacionales. Las demarcaciones nacionales formales han dejado de corresponder, punto por punto, con la propia regionalización: lo externo se internaliza y lo interno (regional de cada país) se externaliza, determinando que una región pueda adquirir perfil propio y significativo con una especificidad que no la hace depender totalmente del Estado-nación. En los procesos de recomposición y de desarrollo regional sobresale, por las características que presenta, el llamado proyecto “Mundo Maya”, impulsado en la región sur-sureste de México que colinda con Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice. Mediante dicho proyecto se pretende impulsar un desarrollo turístico y de servicios que al mismo tiempo favorezca la integración comercial propugnada por los gobiernos de los países de la 5 región. Otro proceso de reorganización regional es el de la creación de una zona geoeconómica estratégica como región de paso en el Istmo de Tehuantepec, donde se prevé el desarrollo de un corredor transísmico que conecte al Oceáno Atlántico con el Pacífico, con el establecimiento de empresas maquiladoras y la reactivación de actividades comerciales, portuarias, petroleras, químicas y petroquímicas, turísticas y pesqueras ya existentes. En su ensayo “El Nuevo Regionalismo Caribeño y las Regiones Venezolanas”, el magister José Briceño Ruiz, del Grupo de Integración Regional de la Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela, se pregunta cuál ha sido el papel de las regiones caribeñas venezolanas en la promoción del nuevo regionalismo. A pesar de la tendencia internacional a favorecer una mayor participación de las regiones en los asuntos internacionales y del proceso de descentralización administrativa en Venezuela, la respuesta a la anterior pregunta es poco alentadora. La participación de las regiones caribeñas venezolanas en la promoción del nuevo regionalismo caribeño no ha sido relevante, y el interés de las autoridades locales se ha visto disminuido por la poca autonomía de que disponen para iniciar propuestas de integración o cooperación por cuenta propia. Finaliza proponiendo que, a pesar de las limitaciones que la normativa constitucional impone a las regiones nacionales en cuanto a su actuación internacional, los gobiernos de las entidades federales con costa caribeña deberían imitar a sus homólogos de regiones fronterizas con Colombia y establecer mecanismos para intensificar sus relaciones directas con sus vecinos caribeños. Por su parte, la doctora Ana María Aragonés, de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales-Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, en “Integración Regional, Fronteras y Globalización en América Latina y el Caribe: el Caso de la Migración”, sostiene que una de las cuestiones que más preocupa actualmente es la libre circulación de las personas. Sobre este fenómeno no hay unanimidad de visiones. En este sentido, la autora reflexiona acerca de los nuevos aportes en relación con el fenómeno para debatir sobre su propia visión en relación con el mismo. Para ella, la migración de trabajadores es un componente estructural de la acumulación capitalista formado por un excedente laboral mundial que se ha ido generando como producto y necesidad del capitalismo y que persiste debido a: 1) la profundización de las diferencias en el desarrollo entre países; 2) la necesidad de los polos desarrollados de incorporarse a este conjunto laboral con el objeto de regular su mercado de trabajo; 3) la incapacidad de los países subdesarrollados para generar políticas económicas que permitan la absorción de su población bajo condiciones de vida productiva digna; y 4) la inefectividad de las regulaciones internacionales para lograr mejores condiciones para los trabajadores migratorios. Esta sección concluye con el trabajo “Militarización, Soberanía y Fronteras. El Pentágono y las Fuerzas Armadas Andinas”, del doctor Jorge Lora Cam, del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, para quien la mundialización del capital va acompañada de una mayor movilidad geográfica del mismo, de la globalización de las políticas macroeconómicas, de la división de la producción entre países y, por lo tanto, de estrategias de protección y defensa de sus capitales por las grandes potencias. El objeto de este ensayo es 6 examinar cómo la igualdad jurídica entre estados es afectada por la desigualdad económica y los mecanismos de subordinación política que conllevan las nuevas formas de intervención financiera, productiva y comercial, asociadas a la combinación de tecnología moderna con mano de obra barata y conexiones hacia el mercado mundial. II Parte Los actores de la integración regional y fronteriza La doctora Rita Giacalone, coordinadora del Grupo de Integración Regional de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela, en su artículo “Frontera, Estado y Empresarios en los Procesos de Integración Regional en América Latina”, señala que el proceso de integración regional que se aceleró en América Latina desde el comienzo de los años noventa, ha producido una diferente valorización espacial de las áreas fronterizas en países como México, por un lado y, por otro, Colombia y Venezuela. Mientras el TLCAN, que entró en vigencia en enero de 1994, aseguró para la región del norte de México un dinamismo económico importante, en la frontera colombovenezolana no se percibe un fenómeno con las mismas características a partir del tratado de integración binacional entre estas naciones, establecido en 1992. En este ensayo se analizan, en primer lugar, algunas premisas que destacan los cambios que se producen en la variable espacial con la integración regional y, en segundo lugar, las relaciones entre Estado y sector privado en México, Colombia y Venezuela, con el fin de demostrar que la liberalización de bienes, servicios e inversiones entre países geográficamente contiguos no es suficiente para convertir a la frontera común en un foco de desarrollo económico. De esta forma, la calidad y cantidad de las transacciones en las áreas fronterizas no depende tanto de la proximidad geográfica como de aspectos de la economía política doméstica, entre los cuales destacan las relaciones previamente establecidas entre el Estado y los empresarios de los países que crean este tipo de acuerdos. En el ensayo del doctor Miguel Angel Vázquez Ruiz, del Departamento de Economía de la Universidad de Sonora, México, “Integración Regional en el Norte de México y con mayor fuerza Grupos Empresariales”, se plantea que uno de los espacios en el cual se presentan los actuales procesos de integración empujados por la globalización, es el que conforma la confluencia del sur de Estados Unidos y el Norte de México. Indicadores de uno y otro lado hacen evidente que allí se genera una fuente de energía económica y social sin igual en el mundo. Sin embargo, lejos de fluir procesos que de una “subregión” a otra se retroalimenten en una dinámica de complementariedad que permita a la parte menos desarrollada tender a alcanzar los niveles de desarrollo de la parte desarrollada, las asimetrías siguen existiendo y todo indica que a largo plazo se profundizarán. El Dr. Vázquez estudia los orígenes, el desarrollo histórico, la situación actual y los perfiles de los empresarios que se mueven en ese espacio, en el que sobresalen grandes corporaciones internacionales de la minería, la maquila y la industria automotriz. Las doctoras Marleny Cardona y Adriana Angel, del Departamento de Economía de la Universidad EAFIT, Medellín, Colombia, analizan en “La Reflexibilidad de las Redes como Construcción Social de la Cadena Productiva Industrial Colombiana” los ejes fundamentales de la política industrial colombiana para el desarrollo sectorial. A través de ella evoluciona la construcción de redes y encadenamientos productivos, el conjunto 7 de relaciones configuradoras de política sectorial con influencia en la capacidad directiva, la organización de la producción y del trabajo, la relación entre los procesos productivos, las relaciones internas y externas de la organización y las condiciones tecnológicas de las empresas, en forma individual y colectiva. Para estas autoras la política industrial varía de acuerdo al contexto en el cual se desarrolla porque debe considerar la estructura productiva, los marcos regulatorios y las convenciones de las regiones y naciones. Estas convenciones se expresan, por un lado, en los tipos de organizaciones sectoriales y en la articulación proveedor-productor-comprador desde la lógica territorial y, por el otro, en el carácter de la política industrial que resalta las particularidades de cada sector para promover su desarrollo. La doctora Luisa Elena Molina, del Centro de Investigaciones Agroalimentarias y del Instituto de Geografía de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, en su trabajo titulado “Los Productores de Arroz frente a la Apertura Comercial en Colombia y Venezuela”, discute las políticas macroeconómicas y sectoriales de orientación neoliberal adoptadas por Colombia y Venezuela desde 1989 y sus efectos sobre la actividad económica de ambos países, incluyendo el sector agrícola. La drástica apertura comercial, a pesar de que los países de la región cuentan con condiciones económicas y productivas diversas, ha incrementado dentro de la zona de libre comercio diferencias en términos de producción, empleo, posibilidades de inversión, disponibilidad de recursos técnicos, competitividad e incluso seguridad. No obstante, la apertura y, por ende, la libre movilidad de bienes en el ámbito de los países andinos, marca nuevas condiciones para las actividades productivas y para las regiones y agentes vinculados a éstas. En este trabajo, la autora reflexiona acerca de los efectos de la apertura sobre la producción y comercio externo de un producto agrícola específico, el arroz, y sobre la participación de los agentes vinculados a la producción (productores, empresas, organizaciones gremiales) en la armonización de las relaciones de comercio externo durante los años noventa. En su trabajo “Participación de los Sindicatos en la Integración Colombo-venezolana a partir de 1992”, la doctora Marleny Bustamante de Pernía, del Centro de Estudios de Fronteras e Integración de la Universidad de los Andes, San Cristóbal, Venezuela, considera que la participación de los sindicatos en los procesos de integración desde comienzos de los noventa muestra un proceso de adaptación y transición propio del reacomodo que se produce en el continente con la aceptación del neoliberalismo y de la integración abierta. Por una parte, en el ámbito internacional se observa una creciente articulación y organización que se evidencia en una mayor participación de las internacionales sindicales en asuntos relacionados con la integración y la globalización y en la adopción y seguimiento de las decisiones y acciones emanadas de éstas por las confederaciones nacionales. Por otra parte, en el ámbito nacional se observa la pérdida de la capacidad de negociación asociada a la disminución de la tasa de sindicalización y a la fragmentación de la unidad de respuesta ante los empresarios. El objeto principal de este ensayo es caracterizar el proceso de cambio que se está produciendo en el sindicalismo a raíz de las transformaciones globales generadas por la integración para derivar conclusiones sobre los sindicatos en la integración colombo - venezolana. Por su parte, el magister Ronald José Blanco, del Centro de Estudios de Fronteras e Integración de la Universidad de los Andes, San Cristóbal, Venezuela, en el ensayo “Impacto del Proceso de Integración Económica Colombo-venezolana en el Sector 8 Industrial a partir de 1992 (Eje San Antonio-Ureña-Aguascalientes)”, realiza un estudio empírico para evaluar los efectos de la integración en el parque industrial del eje fronterizo señalado. El trabajo comprende una revisión del sector industrial, de sus posibilidades de exportación, del estado de la infraestructura y los servicios, de las inversiones y las facilidades crediticias, transferencias tecnológicas, alianzas estratégicas, adquisición de insumos, aparición de nuevos mercados e instalación y cierre de industrias. Este trabajo recoge los resultados obtenidos de la aplicación de 120 encuestas a pequeñas y medianas empresas fronterizas seleccionadas de un universo de 455 establecimientos manufactureros que se encuentran en el eje mencionado. Aunque este eje industrial se encuentra del lado venezolano de la frontera, el 53.3% de los empresarios entrevistados es de esta nacionalidad y el 44.1% restante son empresarios colombianos. III Parte La frontera mexicano-estadounidense y la integración regional En su trabajo titulado “La Frontera México-Estados Unidos: Laboratorio de la Integración Regional Hemisférica”, el doctor Juan Manuel Sandoval, del Seminario Permanente de Estudios Chicanos y de Fronteras, Dirección de Etnología y Antropología Social del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, plantea que esta frontera se ha convertido en un laboratorio de la integración-desintegración regional cuya dinámica se empieza a extender a otras partes de México y del continente. Como zona de “encuentro” sociocultural y económica entre norteamericanos y latinoamericanos, es la frontera “interamericana” por excelencia, lugar apto para entender que es la integración hemisférica, siendo frontera entre dos culturas y dos naciones claves en este proceso. El magister José Antonio Trujeque, del Colegio de la Frontera Norte, Dirección Regional Matamoros (México), en su capítulo “Ciudades Rotas. Las Ciudades de la Frontera Norte de México en la Trayectoria de la Globalización”, se apoya en algunas de las experiencias más recientes de la investigación urbana para entender las relaciones y tensiones entre la globalización y el desarrollo urbano local. Trujeque considera que es útil reseñar los contenidos esenciales de la investigación urbana comparada en el contexto de la globalización y sus efectos y la participación de México en los circuitos globales de la economía capitalista, que se realiza de forma súbita, sin una preparación previa de la planta manufacturera nacional para adaptarse a las condiciones de competencia mundial. En la medida en que sólo las ramas productivas de capital intensivo y las de ensamble puedan soportar el ingreso a la economía globalizada, esto implica un reordenamiento territorial que tiene en el crecimiento demográfico y económico de la frontera norte uno de sus rasgos más característicos. Este escenario de la globalización, vía el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), representa para las ciudades de la frontera noreste la posibilidad de que su base económica se desarrolle en dos tiempos y ritmos distintos: las actividades fronterizas pueden experimentar un despegue notable, mientras que las de tipo no fronterizo seguirán dependiendo de eventos y situaciones de carácter nacional y regional. 9 El magister Julio César Morales Cruz, de Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Chihuahua, México, señala en su artículo “Cadenas Productivas y Empresas del Vestido en Ciudad Juárez, Chihuahua”, que esta ciudad debe su dinámica económica principalmente a las empresas maquiladoras que iniciaron sus operaciones a partir de la puesta en marcha del Programa de Industrialización Fronterizo (PIF) en 1965. Estas empresas, que realizaban actividades de ensamble de productos en las ramas de electrónica, vestido y automotriz, con el paso del tiempo generaron la aparición de talleres del vestido dedicados, por ejemplo, a la fabricación de uniformes industriales, los cuales eran demandados por las plantas maquiladoras. A mediados de la década de los ochenta, las presiones de la competencia mundial y la nueva división internacional del trabajo modificaron el ritmo de crecimiento de las maquiladoras. Así es como, durante la década de los noventa, Ciudad Juárez se convierte en la ciudad con mayor valor agregado en cuanto a operaciones de maquila por la tendencia a ubicar plantas con actividades más intensivas en conocimientos. De acuerdo a diversos factores analizados en el ensayo, es posible concluir que ahora las empresas maquiladoras de prendas de vestir buscan localizarse en zonas del sur de México, principalmente las que inician sus operaciones. El doctor Héctor Padilla, de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Chihuahua, México, presenta en “Ciudad Juárez en los Noventa: el Contexto de la Gestión Urbana y Ambiental” el proceso por el cual, al iniciarse las negociaciones entre México, Estados Unidos y Canadá para establecer un Tratado de Libre Comercio, algunas voces advirtieron que la homologación fiscal de la frontera norte de México con el resto del país reduciría las ventajas competitivas de esa zona. Sin embargo, en Ciudad Juárez, algunos hechos contradicen ese augurio. En los últimos cinco años, la industria maquiladora ha continuado arribando a la ciudad, mientras que el comercio y los servicios aumentaron. La población creció a un ritmo mayor que en la década pasada, al grado de que, demográficamente hablando, una tercera parte de la ciudad apareció apenas en este período. Esta situación repercute sobre la calidad de vida en la ciudad al incrementar el nivel de las demandas sociales e intensificar el uso de los recursos naturales. En este trabajo, el autor ofrece la posibilidad de aprehender los principales elementos que influyen, tanto en la problemática ambiental, y en su evolución actual, como en las posibilidades de acceder a nuevos márgenes de calidad de vida en una ciudad fronteriza cuya dinámica socioespacial se orienta hacia la metropolización. IV Parte La integración fronteriza colombo-venezolana Por su parte, la magister Raquel Alvarez de Flores, del Centro de Estudios de Fronteras e Integración de la Universidad de Los Andes, San Cristóbal, Venezuela, en “La Integración Fronteriza Colombo-venezolana. Situación y Perspectiva”, presenta una visión según la cual, en la constitución de espacios de integración entre Venezuela y Colombia, países con trayectoria integracionista de larga data, las relaciones históricas, geográficas, comunicacionales y comerciales actúan a favor del reforzamiento de las relaciones binacionales y fronterizas. Ambos países han establecido un esquema de soluciones imaginarias, solidarias y colaborativas, privilegiando la cooperación sobre el conflicto a fin de dar respuesta a distintos problemas comunes. A partir del análisis de la 10 región fronteriza de los Estados Táchira (Venezuela) y Norte de Santander (Colombia), se plantea que por sus potencialidades naturales, vínculos históricos, geográficos y culturales y su posición geoestratégica, esta región puede llegar a ser un ejemplo de integración binacional, andina y latinoamericana. El doctor Juan Carlos Morales Manzur, de la Sección de Integración Latinoamericana de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zulia, Venezuela, en su artículo “La Integración Fronteriza Colombo-venezolana y sus Limitaciones: Propuestas Político-económicas para Maximizar el Proceso”, afirma que en América Latina, uno de los aspectos más urgentes, pero más difíciles de concretar, ha sido el de la integración fronteriza. Ello se debe al escaso desarrollo que presentan esas zonas, unido a una multiplicidad de aspectos políticos, económicos y sociales. Así, por ejemplo, en el marco de la integración colombo-venezolana, no obstante los avances de los últimos años y la pertenencia de ambos países a la Comunidad Andina, persisten graves limitaciones que requieren la definición de estrategias políticas y económicas para hacer más viable, praxiológicamente, el proceso. En el trabajo de la licenciada Amanda Patricia Amorocho Pérez, de la Universidad Industrial de Santander, Colombia, titulado “Política Social y Desarrollo en la Zona Urbana Fronteriza de la Ciudad de San José de Cúcuta, Colombia,” la autora se pregunta cuáles son las necesidades humanas fundamentales de la gente de frontera y si es necesario un nuevo marco jurídico que permita plantear políticas sociales binacionales para articular coherentemente esas políticas en ciudades de frontera. El caso de San José de Cúcuta le permite afirmar que debe superarse el carácter residual de las políticas sociales, entendidas como medidas para disminuir los costos generados por el nuevo modelo económico. La forma en que se estructura la sociedad, el desarrollo de prácticas institucionales que fortalecen o limitan la participación, el respeto de los derechos humanos, la creación de posibilidades para que los ciudadanos desarrollen y alcancen libremente el bienestar que ellos desean, son algunas estrategias que juegan un papel clave en la cultura de la integración. Para la magister Elizabeth Zamora Cardozo, de la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela, autora de “La Vida en la Frontera Colombovenezolana San Antonio-Ureña-Norte de Santander,” la franja fronteriza colombovenezolana debe ser entendida como un espacio pluricultural caracterizado por los diferentes grupos que constituyen cada una de las regiones que lo componen. Al observar la frontera de manera vertical, prevalece cierta diversidad regional y grupal conformada por criollos e indígenas, que revela la diferencia idiosincrática existente, por ejemplo, entre un wayuu y un llanero, un andino y un nativo del Amazonas. Además se observa que las regiones culturales se prolongan de un Estado nacional a otro, con lo cual la interacción cultural desdibuja el límite geopolítico. De esta manera, la frontera da lugar a especificidades y la idea de integración binacional puede ser entendida en dos vertientes: por un lado, el intento de los estados concurrentes de elaborar estatutos en pro de la integración y, por otro, la integración generada de manera espontánea por parte de los conglomerados sociales fronterizos. Esta última se expresa a través de lo que la autora denomina simbiosis social fronteriza, aunque también existe un 11 antagonismo social de frontera cuando el beneficio de un grupo se constituye en detrimento de otro. No podemos concluir esta introducción sin manifestar nuestro agradecimiento a quienes hicieron posible este libro. En primer lugar, a los ponentes y participantes en los tres seminarios internacionales en San Cristóbal, Venezuela, (1998) Ciudad de México, México, y Mérida, Venezuela, (1999), quienes nos ayudaron a reflexionar sobre un tema tan complejo como el que atrae nuestra atención. Así mismo, a los organismos que financiaron estas reuniones, el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCHT), el Centro de Fronteras e Integración (CEFI) y la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FACES) de la Universidad de Los Andes y FUNDACITE-Táchira, en Venezuela, y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en México, y a todos aquellos que financiaron la participación de miembros del proyecto colectivo, como la Universidad EAFIT de Medellín, el Instituto de Fronteras de Cúcuta y la Universidad Francisco de Paula Santander, en Colombia. Por último, también al Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes-Venezuela, en la persona de su secretario ejecutivo, a la Coordinación Nacional de Difusión y a la Coordinación de Antropología del INAH por haber creído que nuestras ideas merecían ser presentadas a consideración de los lectores bajo la forma de un libro, y finalmente, a María del Carmen Hernández Flores y Alma Carmona Villamar, de la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, por la captura y formato de este libro. Mtra. Raquel Álvarez de Flores, Dra. Rita Giacalone, Dr. Juan Manuel Sandoval 12 I PARTE LAS REGIONES DE FRONTERA Y LA INTEGRACIÓN REGIONAL EN LAS AMÉRICAS COMPETITIVIDAD Y DESARROLLO REGIONAL EN EL CONTEXTO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA Carlos Alberto Montoya Corrales INTRODUCCIÓN En la actualidad, tratar de exponer el contenido planteado en esta ponencia puede representar para muchos un análisis conceptual obvio y sencillo; sin embargo, estoy convencido que al tener el honor de participar en este importante seminario internacional organizado por las universidades de INAH (México) y de los Andes (Venezuela), acerca de “ Globalización, Integración y Fronteras en América Latina“, enfocaré algunas perspectivas que inciden en la complejidad del tema, particularmente teniendo en cuenta limitaciones que han afectado la unidad económica en las últimas décadas y los serios desafíos internacionales de diversa índole presentes en el momento. Quisiera comenzar con una formulación típica que estoy seguro que para todos ustedes resulta común, pero que pocos se han detenido a evaluar las implicaciones que trae consigo su adopción: “El desarrollo creciente de la globalización de la economía mundial y el acelerado proceso de formación de bloques económicos constituyen los principales argumentos en favor de una política de liberalización económica que permita a los países de la región una mayor inserción a la economía mundial”. Esta formulación, o sus similares, se ha usado en el discurso oficial como justificante en buena parte de las estrategias que actualmente se impulsa en las economías de la región; v.g. apertura económica, privatización, liberalización del funcionamiento de los mercados, estrategias hoy día aplicadas a ultranza en América Latina. Sin embargo, una aproximación general al tema acá propuesto permite destacar por una parte los perfiles que, a mi juicio y de otros colegas, son más relevantes en el contexto y, 13 por otra, aquellos contenidos de esta tendencia respecto a los cuales se hace necesaria una revisión crítica de las opiniones dominantes. Una aclaración previa que me parece pertinente se refiere a la necesaria cautela con la que se debe acompañar todo tratamiento de los temas acerca de competitividad, globalización e integración, dentro de los cuales son muchos e importantes los contenidos desarrollados, como son muchos también los usos interesados que particularmente en América Latina- se han hecho de estos conceptos. A esta situación se agrega el desconocimiento u omisión que la referencia a estos temas registra en tanto es evidente el carácter amorfo de la competitividad, lo inacabado de la globalización y de las tendencias que la acompañan y lo imperfecto de los procesos de integración económica en América Latina. Por todo ello, los balances definitivos, los juicios certeros y las predicciones confiables pierden sustento ante un escenario regional que aún está lejos de mostrar la verdadera fuerza y la capacidad de responder a los actuales perfiles. En este sentido, cuanto más rápidos y profundos sean los cambios y cuanto más se trate de procesos que aún están en pleno desarrollo, más cuidadosas deben ser las reflexiones que a partir de ellos se formulen y, con mayor razón, esas reflexiones deberán ser ubicadas como hipótesis de trabajo que la propia realidad se irá encargando de rebatir o confirmar. Bajo este principio, espero que sean entendidas las formulaciones que a continuación se presentan. MARCO CONCEPTUAL En términos generales, debemos tener presente que los procesos de integración, globalización y aquellos orientados al desarrollo de estrategias competitivas, no pueden ser objeto de una consideración finalista y homogénea en el mundo contemporáneo. Las experiencias conocidas en la historia moderna como “revolución industrial” y “desarrollismo”, prevalecientes en gran parte en los siglos XIX y XX, se enfrentan en las últimas décadas con realidades “pre-industriales” y “post-industriales” que inyectan complejos factores a la convivencia humana en sus diversos escenarios, lo que constituye un adecuado antecedente frente a las diversas manifestaciones de las que se desprenden todo tipo de consideraciones causalizantes y finalizantes, tal como acontece con los temas centrales de esta exposición. Si bien no se puede negar que la “aceleración histórica” propia de las últimas décadas ha gestado una desconocida e imprevista “planetarización” que pese a factores centrífugos y antitéticos parece obligar a vivir en función de los determinantes de una economía mundial globalizada e integrada, la coexistencia de diversas realidades subraya cada vez más que el denominado desarrollo económico no se sobrepone a determinados factores históricoculturales. De esta manera podemos visualizar los contenidos presentes en las perspectivas de desarrollo regional expuestas a través de los esquemas de globalización, integración y desarrollo competitivo. En primer lugar, es evidente que la globalización se ha convertido en un tema de uso obligado en las referencias al entorno mundial y al funcionamiento de la economía internacional, tanto en los análisis académicos como en los documentos de gobiernos y 14 de organismos internacionales. Sólo que los contenidos esenciales de la globalización son soslayados por percepciones sesgadas e interpretaciones interesadas de la realidad, siendo en gran medida una tarea pendiente la distinción entre unos y otros de esos elementos, tarea particularmente necesaria en América Latina, dada la fuerza que en la región ha adquirido lo que Orlando Caputo, en su escrito sobre “Economía mundial, crisis, contradicciones y límites del proceso de globalización”, califica como “la idealización del proceso de globalización.” Una aproximación a esta referencia constituye la reciente popularidad del concepto globalización y su uso indiscriminado para remplazar el término internacional. La razón es que, por lo menos en los Estados Unidos, “internacional” ha pasado a significar la diferenciación, hoy pasada de moda, entre operaciones nacionales y no nacionales. Parece que todo el mundo quiere una estrategia de globalización en lugar de estrategias de internacionalización, las cuales han profundizado la diferenciación. No obstante, como resultado del uso extendido del término “global”, de un lado nos estamos privando de la capacidad de distinguir los diversos tipos de estrategias mundiales y sus implicaciones en el desarrollo local y regional; además, y lo más grave, es que a los ejecutivos les será más fácil engañarse pensando que tienen o enfrentan una estrategia que es global si no se cuidan de precisar qué es lo que llaman una estrategia mundial. De otro lado, se estaría haciendo omisión de las expresiones más elocuentes, en el ámbito económico, de la llamada globalización. Al respecto, valga contraponer consideraciones acerca del fenómeno de la globalización con su mismo entorno, caracterizado por la profundización de la diferencia, tal como se deriva de la materialización más evidente que resulta de la dinámica de producción y consumo, así como de la forma de concentración de las diversas manifestaciones del capital. De ahí se desprende una pregunta clave para determinar los contenidos y límites de este fenómeno. ¿constituye la globalización un fenómeno que permite la homogeneización de las condiciones nacionales de funcionamiento del capitalismo, ante la igualación en el comportamiento de las distintas categorías: tasas de ganancia, tasas de interés, salarios, etc.? En este sentido, si la pregunta es correcta, habría que rechazar la globalización, al menos en la forma en la que es utilizada en nuestra región, como argumento para justificar las políticas antes mencionadas. En el funcionamiento actual y previsible del capitalismo no ocurrirá una homogeneización como la ya mencionada. Quizás, y adelantando un poco las conclusiones, el interés en postular a la globalización como un proceso de igualación (que obviamente sería una igualación hacia arriba) por parte de los gobiernos de los países en desarrollo, lo constituye el hecho de contar con un simple razonamiento que les permita justificar el camino que proponen; un camino en el cual toda economía abierta y con sus mercados funcionando sin intervención estatal tiene como destino natural el logro de un funcionamiento semejante al del capitalismo 15 desarrollado. Para nosotros es claro que el concepto globalización, si está adecuadamente construido, no debe suponer un proceso de igualación del comportamiento de las distintas categorías económicas que operan a nivel de la economía mundial; por el contrario, en la construcción se debe asumir la existencia de procesos en los cuales la mayor homogeneidad de algunas categorías se va logrando a costa de la mayor heterogeneidad en otras, como ocurre, por ejemplo, con la profundización de las diferencias nacionales de salarios entre los países de capitalismo desarrollado respecto a los de capitalismo atrasado, al igual que con la capacidad de concentración de riqueza y mercado de las grandes empresas transnacionales frente a las Pymes, en los países menos desarrollados. En este sentido, el uso del concepto globalización no debería suponer una anulación del desarrollo desigual entre regiones y países, en la medida en que dicho desarrollo desigual responde a determinaciones que van más allá de las formas específicas asumidas por el despliegue del capital, ya que están vinculadas, como lo afirma la corriente marxista, a la existencia misma del capital como relación dominante, en este caso a los vínculos entre países. A otro nivel, y considerando otro de los conceptos que configuran esta exposición, la competitividad, es claro que la globalización, lejos de anularla, la acrecienta. Particularmente, el ritmo de expansión de competencia de capitales en la medida en que es expuesta al ámbito mundial presiona mayormente la disponibilidad y el uso de los mismos. De ahí que la brecha entre países desarrollados y no desarrollados tienda a profundizarse, salvo la presencia de los Estados y el propósito de garantizar la dinámica de los capitales al interior de las economías. Condición esta última que parece apartarse de la realidad, si se considera cómo el énfasis en la globalización se acompaña precisamente de un énfasis por la desestatización y la puesta en escena de los agentes económicos privados como garantes del mayor desarrollo dentro de las naciones. Estas consideraciones no apuntan a desconocer la importancia y las múltiples manifestaciones de la globalización económica; sólo pretenden ubicar esta tendencia de la economía mundial en su justa dimensión y, con ello, despojarla de varios de los contenidos que le han sido asignados. Desde luego que ésta no es una labor fácil, máxime si se considera que estamos en presencia de un fenómeno que está lejos de haber adquirido rasgos definitivos que permitan su identificación certera. De ahí que su descripción responda a sus manifestaciones más evidentes. Al respecto, valga considerar tres contenidos que, a mi juicio, constituyen parte fundamental del análisis de la globalización: uniformidad, linealidad e imperatividad. En lo que a la uniformidad se refiere, tal como se planteó anteriormente, se asume a la globalización como medio a través del cual es posible uniformar el sistema capitalista en 16 todos sus aspectos; lo que indica la desaparición de especificidades, la igualación de fuerzas productivas e igualación del sistema de valoración, al igual que la adopción de comportamientos únicos y mundiales, lo cual evidencia estar en presencia de un fenómeno que borra la esencia misma del sistema capitalista: el desarrollo desigual. Esta característica se encuentra íntimamente asociada a la de linealidad. La globalización se ubica como un proceso básicamente exento de contradicciones y a través del cual se logra ir materializando un ambiente de permanente armonía entre países y al interior de cada uno de ellos. En el implícito, dos implicaciones frente a las cuales se oponen múltiples evidencias. La primera, la capacidad reguladora del mercado y su poder para ordenar la sociedad y ubicarla en estadios de desarrollo mayores y, la segunda, la desaparición de las contradicciones dentro del funcionamiento del sistema capitalista mundial; algo así como negar la redefinición de estrategias de vinculación de los países mayormente desarrollados o el desarrollo previsible de los bloques económicos y la agudización de la competencia entre países y regiones. Finalmente, la imperatividad de la globalización, ésta surge de la concepción de ser ella misma, la globalización, una realidad, de donde se desprende la adopción de patrones de desarrollo global, con independencia de las formas de funcionamiento regional y local; así mismo desconociendo las posibles incompatibilidades entre las estrategias de desarrollo expuestas a estos niveles, tal como ocurre con las nuevas formaciones geoeconómicas y geopolíticas, de las cuales se desprenden todo tipo de desafíos con respecto a los rumbos de las economías nacionales y las formas de inserción a la economía mundial. En síntesis, son diversos los contenidos y complejos los retos que encierra la globalización, hoy puesta en un lugar privilegiado en el discurso de políticos, economistas, ideólogos y futuristas, los cuales guardan en común el dominio de un discurso fácil y poco consecuente con las reales necesidades de transformación dentro de la región latinoamericana. Precisamente en este escenario de transformaciones surge el reto de la integración económica vista por no pocos agentes económicos y políticos como un proceso conducente a garantizar estadios de bienestar mayores al interior de las economías que se integran. En este caso proliferan argumentos asociados a la ampliación de los mercados y las posibilidades de complementación de actividades por parte de los diferentes países. No obstante, el tratamiento que ha de dársele al tema de la integración deberá consultar los elementos constitutivos que garantizan resultados favorables de la integración. Estos, sin duda alguna, deberán pasar por la consulta de las condiciones particulares de las economías, el alcance de las metas propuestas y el grado de sujeción a la estrategia de integración. En este sentido se requiere de una concepción de la integración más compleja, cuyo énfasis sea puesto en los problemas de interdependencia que enfrentan los países a nivel regional y mundial. Una concepción que devele las más variadas contradicciones 17 que emergen de los procesos de integración, además de la permanente consulta por la realidad económica, social y política de las naciones comprometidas, lo que bien podría representar el mayor aporte al estudio de la realidad latinoamericana. Un enfoque con estas características no pretende escapar de los presupuestos necesarios que requieren las iniciativas integracionistas, mucho menos considerar que los contenidos se aíslen de los enfoques tradicionalmente expuestos. Pero sí, contrario a éstos, a través de éste es posible adoptar una postura y una práctica de tipo dialéctica respecto a la dinámica de transformación de las economías, una postura crítica respecto a los contenidos asociados a la descripción de los procesos de integración y sus implicaciones para las sociedades latinoamericanas. Esta concepción metodológica permitiría develar el alcance que registran aquellas presentaciones referidas a la construcción de un modelo utópico de sociedad, política y sistema internacional, posible de alcanzar a través de procesos como la integración económica. Los contenidos que aglutina el desarrollo de esta concepción, como las implicaciones que de la misma se derivan, se podrían señalar a través Marcos Kaplan y su percepción metodológica acerca de la interpretación del desarrollo de las sociedades: “El modelo utópico muestra la historicidad, la contingencia y la precariedad de las estructuras y sistemas existentes. Desnuda y revela las ideologías justificatorias. Fundamenta una recusión de la racionalidad dominante. Favorece la formulación, el balance y la confrontación de distintas posibilidades. Perfila una apertura hacia lo posible. Permite saber mejor hacia dónde se quiere ir a partir de la situación actual. Hace creíble la factibilidad de cambios profundos y duraderos. Incorporado a las conciencias y a las prácticas colectivas, genera una fermentación que corroe y disuelve las viejas formas, caducas pero efectivamente obstaculizantes. Ilumina las trabas y los sufrimientos, que se vuelven insoportables en la medida en que dejan de parecer normales e insuperables. Encarna la razón en la historia viva a la que acelera...”1(Kaplan, Marcos, 1979) Aunque menos comunes, los desarrollos conceptuales vinculados a este enfoque, la presencia de estudios referidos a las experiencias de la integración, particularmente en la región latinoamericana, en los cuales es marcada la constante ineficiencia de los procesos de cooperación a nivel regional y subregional hasta principios de los noventa, abren paso a una serie de reflexiones que pretenden incorporar variables cuya transcendencia revela el carácter dialéctico de este proceso. La vinculación de factores geoeconómicos, geopolíticos, las limitantes estructurales presentes en cada una de las naciones comprometidas, el marginamiento de los circuitos de comercio mundial, entre otros aspectos distintivos del desenvolvimiento de las naciones, guardan una amplia relación con lo que desde este enfoque permite hablar de estar en presencia de unos procesos de integración imperfecta.2 Se destacan bajo este enfoque los trabajos realizados por Carvajal (1993), y Garay (1994), quienes apuntan a identificar el escenario complejo y los retos de la integración a 18 partir de la experiencia en otros períodos y las garantías de transformación de acuerdo a las características estructurales de los países. En este sentido cobran fuerza la imperfección de las economías de cada uno de los países de la región, el carácter asimétrico de su expansión, los niveles de “autodeterminación”, el grado de inserción a los mercados internacionales, los cuales remiten a evaluar el manejo de la práctica de la integración en la región y a identificar la viabilidad del diseño de sus políticas en una región caracterizada por los permanentes desequilibrios. Así, estos elementos introducen no sólo conceptos que hasta entonces omiten las descripciones tradicionales sobre el comercio internacional, la integración económica y desarrollo económico, sino que inducen la incorporación de nuevos contenidos estratégicos que hagan más relevante la promoción de estrategias dentro de la región. El contexto sobre el cual se definen estos contenidos consulta las grandes tendencias y transformaciones que se presentan en la economía mundial. En este sentido, los contenidos de este tipo de estrategias demandan la superación de obstáculos antiintegracionistas que hagan posible el fomento de la integración. En otras palabras, las ventajas atribuidas a la cooperación e integración económica regional deberán pasar por la consulta de fuerzas económicas poderosas que dificultan la consolidación de estos propósitos. Entre otros aspectos, encontramos: 2 Una sugestiva utilización del término integración imperfecta presenta Paul Krugman (1991), quien, refiriéndose a la economía mundial, afirma: “ La integración imperfecta es una denominación de doble sentido destinada a explicar las clases de imperfecciones sobre la forma como están relacionadas las economías. En primer lugar, existe el grado imperfecto o limitado en que los países están relacionados económicamente, es decir, no vivimos en un mundo en el que todos los bienes, servicios y factores de la producción se mueven libremente a través de las fronteras nacionales; tampoco nos estamos moviendo de manera rápida para llegar a ese mundo, a pesar de la retórica a la que tienden los economistas especializados en economía internacional y otros. Por otra parte, la integración que tenemos, no siempre no funciona tan bien como podemos imaginar o esperar. Frecuentemente, los flujos internacionales de bienes y de factores de la producción no se comportan de manera armónica y eficiente como a los economistas les gusta suponer. En cambio, los mercados internacionales son imperfectamente competitivos, están caracterizados por brindar información imperfecta y en algunos casos, se puede demostrar su ineficiencia". RIGIDEZ DE LOS MERCADOS En este sentido, los grandes avances en materia de apertura económica constituyen una excelente respuesta de la región a los fines integracionistas. Igualmente, el establecimiento de una política comercial más activa y con resultados, como el Arancel Externo Común (AEC) al interior de programas subregionales (Caricom, Grupo Andino, Mercosur) si bien resalta el énfasis en el comercio preferencial, constituye una prueba 19 del énfasis puesto en el desarrollo del comercio intrarregional y las posibilidades de avanzar hacia mercados más amplios. No obstante, la reiterada presencia de desequilibrios macroeconómicos (México, Venezuela, Brasil, Colombia) y su directa vinculación a problemas comerciales coloca en las medidas restrictivas nuevos obstáculos a los procesos de integración. Situación que se acrecienta ante el reforzamiento de medidas no arancelarias ampliamente difundidas y que traen como consecuencia el incumplimiento de compromisos internacionales, que ponen en peligro la existencia y profundización de los sistemas de integración subregionales. Desde otro frente de análisis, si se acepta que la liberalización comercial y los tratados de integración mueven relaciones entre los estados y propician grandes transformaciones que imprimen mayor coherencia a las economías inscritas en la lógica de los mercados, existe una variedad bastante amplia de factores que no están claramente establecidos en las relaciones intra e interbloques. Son evidentes las dificultades en regiones como la de América Latina, derivadas del neoproteccionismo, el desarrollo científico técnico, la rigidez de los mercados de tecnología y, en general, de los mercados de capitales, la protección y la transferencia de innovaciones, que impiden aún más ampliar las estrategias de cooperación e integración a niveles superiores a los del libre comercio. Al respecto caben las preguntas, cuando se alude a los fenómenos recientes de la economía mundial y regional y el Nuevo Orden Económico Internacional: ¿Acaso los países de América Latina han elaborado y evaluado propuestas que les permitan superar los obstáculos mencionados? ¿Qué alcance revisten los nuevos procesos integracionistas? ¿Qué contenidos respaldan el paso de un proceso de internacionalización de sus economías hacia la globalización? Son muchos los interrogantes y no pueden encontrar su respuesta en argumentos referidos a simples situaciones deseables, carentes de transformaciones al interior de cada nación estado, que no promuevan las bases de unas economías modernas y la reacción de los agentes nacionales a los procesos de cooperación, integración y/o globalización. EL DESEQUILIBRIO PRODUCTIVO Particularmente, las limitaciones que enfrenta la actividad industrial han constituido a lo largo de los procesos de integración regional un motivo de promoción de variadas estrategias. A través de la integración se han intentado diversas fórmulas para llevar a cabo programas de industrialización conjunta que hagan posible una mayor racionalización de las industrias existentes y la creación de nuevas industrias, aspectos éstos no siempre afortunados en los procesos de integración llevados a cabo en los países de la región. 20 En este sentido, la experiencia vivida en la región deja en su balance la lección de que integración económica debe incluir el diseño de estrategias que, en lo posible, favorezcan a los que se definen como sectores sensibles y estratégicos. La ausencia de fuerzas equilibradoras, las oscilaciones en el flujo de inversión extranjera, los límites a la incorporación tecnológica y a la generación y/o absorción de ahorro implican la “promoción” por parte del Estado de políticas que desde diversos frentes y orientaciones minimicen los costos o los impactos negativos de la integración.3 Esta situación guarda correspondencia con la definición de la integración como proceso. La necesidad de dar cumplimiento a un cronograma acepta una fase de acomodamiento a las nuevas condiciones derivadas de los fines de cooperación e integración. A un nivel más particular y haciendo referencia a los retos del sector industrial, la diferenciación en términos de los proyectos referidos a la industria existente y a la nueva industria, resulta determinante. En lo que a la industria existente respecta, es clara la necesidad de adopción de políticas de “especialización intraindustrial” que permitan la mayor concentración de los esfuerzos de producción, tecnología, competencia y exportación. Estrategias que cobran fuerza al momento mismo de establecer políticas comerciales comunes entre los países asociados. Por su parte, las estrategias referidas a la creación de industria involucran niveles de complejidad mayores. Los aspectos vinculados a la ubicación geográfica de las nuevas inversiones, los productos y criterios de producción a ser programados, la definición de mercados objetivos exigen la promoción de actividades de gestión que van más allá de la organización del proceso productivo y el aprovechamiento de ventajas comparativas. Al respecto, el manejo de información sectorial y de mercados, tanto en los países que conforman el “mercado ampliado” como a nivel institucional, soportan la selección y programación de las actividades. LA EXISTENCIA DE UNA “HETEROGENEIDAD ESTRUCTURAL” La presencia de una heterogeneidad estructural en la región es en parte resultante de una penetración desigual de la tecnología y recursos en los distintos sectores y en diversas actividades, lo que se traduce en una heterogeneidad de recursos productivos entre los países y el predominio de la competencia oligopólica en no pocos sectores, tanto al interior de las economías como en los mercados intrarregionales. Estos elementos, si bien no son patrimonio de las economías latinoamericanas ya que están presentes en el contexto internacional, han modificado el cuadro de la economía regional e impuesto la necesidad de políticas económicas activas. Obviamente, estas demandas resultan más complejas y exigentes al momento de buscar su coherencia con los cambios en los patrones de comercio registrados en los últimos años y en sus segmentos más dinámicos (v gr. predominio de la actividad de servicios y la creciente participación en la producción industrial de la maquinaria y equipo de transporte). Con respecto a estas realidades, el tratamiento de los problemas del desarrollo vinculado a enfoques sectoriales implica la definición de sectores estratégicos que 21 fomentan la competitividad de las unidades de producción en razón de las externalidades globales que puedan generar. De otra parte, en lo que a la transmisión de tecnología y flujo de capitales se refiere, es cada vez más importante el protagonismo de las firmas multinacionales y su rápido proceso de expansión sustentados en las mejoras en la capacidad tecnológica: el aprendizaje, el diseño, la innovación, el uso de nuevos materiales y las externalidades generadas por los encadenamientos tecnológicos, realidades éstas que colocan nuevos contenidos a la competencia y, por ende, al desarrollo estratégico de las naciones. EL PROBLEMA DE LA DEPENDENCIA Si bien, en la mayor parte de los estudios recientes acerca del desarrollo latinoamericano, el problema de la dependencia ha desaparecido o, en el mejor de los casos, ha pasado a ocupar un lugar secundario, éste no es más que el resultado de un olímpico desconocimiento de la influencia de este fenómeno en las transformaciones recientes de la economía mundial y regional. Este vacío no sería problema si no guardara correspondencia con la enorme distancia que hay entre los caminos normativos postulados para dar respuesta a las cambiantes condiciones de la economía mundial y las eventuales respuestas que emanan de países como los latinoamericanos, lo que le imprime un carácter ambiguo y una postura idealizada frente al devenir de las economías.4 Estas orientaciones son comunes al tema de la integración. La integración económica, se afirma, debe considerarse como un proceso “ normal” que obedece a las leyes y funcionamiento de la economía mundial, tal como se observa a partir de la construcción de nuevos escenarios en el territorio europeo. Este tipo de argumentos es incompatible con el punto de vista que sostiene que los procesos de integración son una función de la tendencia hacia la consolidación estratégica de núcleos de poder, como es el caso particular de Estados Unidos en el territorio americano. Desde este punto de vista, el proceso de integración no depende directamente el uno del otro, ni el primero es causa del segundo, o viceversa. Las implicaciones de estas orientaciones son evidentes. La primera concepción borra la diferenciación de las partes constituyentes de la economía mundial. La segunda totaliza la dinámica del movimiento; en ella se supone que lo externo (la orientación de la economía norteamericana) ordena las relaciones económicas y políticas en los países de su influencia, como bien parece desprenderse del siguiente planteamiento: “Dentro de la reconformación del espacio mundial en nuevos bloques económicos o áreas comerciales en competencia, las iniciativas promovidas por el gobierno de Estados Unidos buscan desempeñar de facto un rol definitivo en la definición del arreglo hemisférico americano. Las iniciativas Brady y Bush para las Américas, pretenden ser 22 erigidas como catalizadores e hilos conductores del proceso de cooperación y de integración bi y multilateral entre países o grupos de países de América Latina. No de otra manera se explica la proliferación de modalidades y de grados de cooperación bi y multilateral que han venido observándose entre países o grupos de países latinoamericanos en los últimos años,...” (Garay, L. , 1994). No obstante las dificultades que estas posturas presentan, es posible extractar de ellas elementos determinantes en la comprensión de los procesos de transformación de la región. Si bien el concepto de economía mundial o regional deberá estar presente en la interpretación, su pertinencia se vincula a la de “proceso” que permite incorporar a los diferentes Estados-nacionales como unidades que interactúan dialécticamente en la conformación de una unidad estructurada y jerarquizada. Esto constituye el elemento definitorio en la forma de interpretación del papel que juegan las economías en el proceso complejo de integración. En este sentido se hace comprensible que la interpretación que se dé a la integración latinoamericana contemple de manera analítica el carácter de dependientes que mantienen las economías de la región. Bajo esta característica caben diversas manifestaciones que moldean el proceso de integración: dependencia financiera y tecnológica, dependencia comercial y dependencia política, máxime si se considera el grado de influencia que el estado del Norte registra frente a las formas de organización de las naciones de América Latina. Como consecuencia de lo anterior, el efecto modernizante y el cambio en las estructuras productivas vinculadas a los procesos de integración ciertamente no son tan claros. De ahí que obviar estos escenarios de dependencia o que la integración vaya a suponer la demolición de los atavismos, constituya un esfuerzo orientado a hacer esos atavismos, todavía más atávicos. La recurrencia con la cual estos escenarios de dependencia emergen en el largo plazo y sus consecuencias frente a las necesidades de desarrollo obligan a los países a incorporar estrategias de negociación que involucren el movimiento de políticos, economistas, intelectuales y líderes sindicales, entre otros actores sociales, capaces de articular condiciones históricas y la trama de intereses, en el reordenamiento de las economías en el marco de la integración. Bajo estas consideraciones, si bien los diferenciales en el nivel de desarrollo se constituye en motivación y justificación para la integración, no puede obviarse que estas tentativas integracionistas parten de un atraso y de una dependencia seculares que tienden a agravarse en el momento mismo de comenzarla. A manera de síntesis, los proyectos de integración regional deberán partir del reconocimiento de niveles de contradicción entre el proyecto de región integrada y la heterogeneidad de las naciones con enormes diferencias de estructuras, tendencias y orientaciones, posibilidades y perspectivas, las cuales se manifiestan en el predominio de los factores de competitividad sobre los de complementariedad, al momento de 23 establecer vínculos comerciales con países desarrollados; la falta de tradiciones, premisas y mecanismos de cooperación; el peso de los obstáculos geográficos, las carencias infraestructurales, las diferencias ideológicas, políticas e institucionales, todo lo cual refuerza aún más la oposición abierta a las concepciones lineales que, desconociendo estas realidades, presentan a la integración latinoamericana como una panacea que por sí misma y de modo automático promueve el crecimiento, la modernización y el bienestar dentro de la región. AUSENCIA DE BIENESTAR Si bien, entre los efectos atribuidos a la integración económica se menciona el aumento del bienestar en los países comprometidos, tal formulación resulta apriorística. El posible efecto sobre el crecimiento de las economías, resultante de la ampliación de los mercados, no necesariamente aumenta el bienestar. El bienestar no depende sólo del crecimiento. Se funda igualmente en las fuerzas dinámicas que surgen en las sociedades bajo la forma de impulsos por mejorar las condiciones de vida. En otras palabras, el incremento del producto deberá ser el resultado de uno nuevo que se distribuye entre la población. Si el producto que genera la acumulación permanece concentrado en manos de pequeños grupos dirigentes, el proceso tiende a alcanzar un punto de saturación. Esta acotación resulta importante si consideramos que es precisamente el bajo nivel de bienestar social el problema a atacar si se quiere garantizar “ a través de estrategias de integración” unas economías más modernas.5 Por otro lado, la puesta en práctica de los procesos de integración debe ir acompañada de estrategias que hagan posible que los ingresos de los pobres aumenten más rápidamente que el ingreso promedio de los países, de lo contrario, a los antes mencionados efectos de marginamiento de los países, resultantes del juego de poderes en la integración, estaríamos sumando un mayor marginamiento (el de la mayor parte de la población latinoamericana). Sin pretender colocar una solución de plano, es claro que los procesos de integración deben involucrar una doble estrategia. Por un lado, una estrategia internacional de cooperación que considere los terrenos económico, político, social y cultural en el ámbito internacional. Y por otro, dentro de la estrategia nacional, la superación de la pobreza deberá sustentarse en la concertación de amplios pactos sociales que deberán considerarse como un fin de carácter permanente. Vista así, la estrategia de integración no será concebida como algo idealizado (o, por el contrario, como algo técnico), sino que se trataría de estrategias concebidas de manera audaz y sugerente.6 A manera de conclusión, la escasa consulta, cuando no desconocimiento de estos obstáculos antiintegracionistas, es evidente que ha conducido a un enorme vacío interpretativo para poder explicar la viabilidad de la integración económica actualmente y 24 los escasos logros en la promoción e implantación de las variadas estrategias de cooperación registradas en la región latinoamericana. Quizá la incorporación de este tipo de elementos pueda constituir una primera aproximación para iniciar un proceso investigativo de tipo prospectivo acerca de la integración en los países de la región. Sólo así será posible mejorar los procesos decisorios y la formulación de políticas a partir de una imagen deseable del futuro cuya construcción, evidentemente, se inicia en el presente. Una visión y un enfoque prospectivos de la integración que consulta este tipo de elementos sería una herramienta coherente y globalizadora que facilitaría hacer de la integración económica una estrategia eficaz de modernización de las economías. A su vez permitiría tomar decisiones correctas en el plano interno y externo, relacionadas con el proceso de internacionalización, con la integración política y económica con otros países o bloques, de acuerdo con las demandas del nuevo orden económico internacional. 25 NUEVAS REGIONALIZACIONES: EL ECOTURISMO CULTURAL DE MUNDO MAYA Y EL ISTMO DE TEHUANTEPEC Jesús Antonio Machuca Ramírez INTRODUCCIÓN La actual transformación de los parámetros espacio-temporales que resultan del proceso de globalización, tiene entre sus consecuencias una modificación del referente territorial que tradicionalmente ha significado un medio de control y sentido de pertenencia, lo cual adquiere nitidez histórica en el proceso de configuración del Estado-nación. El referente espacio-temporal más reciente que ha permitido justificar la propia idea de la desterritorización, es el de una concepción del espacio que se organiza en función de redes y flujos (Hannerz, 1983) (Sloterdijk, 1999). Ello implica una relación entre un conjunto de elementos que expresan la unidad o articulación en un sistema, es más importante y determinante que su referencia a un soporte territorial dado, siendo constitutiva de un espacio construido en términos de un sistema de comunicación con conexiones distantes, lo cual implica el desbordamiento del propio concepto de territorio y región. De ser la base de la organización económica política y cultural y el sentido raigal de la identidad nacional, el territorio deviene en función de la propia organización de los elementos que lo producen. Esto es particularmente importante en el caso de los procesos de integración que se experimentan en América Latina: regionalmente, una articulación binacional puede ser más significativa en términos del mercado o los flujos migratorios, que la región delimitada por las fronteras nacionales. Los procesos de regionalización se están dando tanto en relación externa como al interior de las fronteras nacionales. Ello se da precisamente así porque las demarcaciones nacionales formales han dejado de corresponder, punto por punto, con la propia regionalización: lo externo se internaliza y lo interno (regional de cada país) se externaliza, configurando así un parámetro distinto según el cual una región adquiere un perfil propio y significativo; una especificidad que no la hace depender totalmente del Estado-nación. Más aún, ello implica también que no se da una referencia unívoca entre territorio e identidad Los referentes de pertenencia de los sujetos socioculturales empiezan a desprenderse y liberarse del sentido de raíz y apego territorial en muchos casos. La intensa movilidad social que implican los desplazamientos migratorios sin precedentes de las últimas décadas, producen la disociación y relativización de los asentamientos de diversos grupos humanos y el sentido de pertenencia a un territorio dado. En el ámbito mundial se están dando, por lo tanto, nuevos procesos de regionalización que no consisten solamente en la apertura de nuevas extensiones a su explotación, sino en el redimensionamiento de las ya existentes, referido a un modo de organización de 26 sus factores y del significado que adquieren en nuevos contextos, nacionales, hemisféricos y mundiales. De tal manera, una región particular se proyecta en el ámbito global, así como los propios agentes de la globalización inducen e imprimen una dinámica particular en ciertas regiones. En función de ello, lo local puede adquirir un significado global, mientras que lo global se concreta y condensa en los ámbitos locales y regionales. Entre los procesos de recomposición y desarrollos regionales, hay dos que sobresalen por las características que presentan en países como México. Uno de ellos es el que ha dado lugar al llamado proyecto “Mundo Maya”, impulsado en la región sur-sureste, que colinda con otros cuatro países: Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice, la cual abarca aquello que constituyó el área cultural maya. Mediante dicho proyecto se pretende impulsar un desarrollo turístico y de servicios de gran alcance que, al mismo tiempo, favorezca la integración comercial que de manera paralela estaría siendo propugnada los gobiernos de los países de la región. Ello resulta altamente representativo en un contexto mundial en el que el turismo internacional adquiere una importancia creciente como una empresa económica particularmente favorecida por la globalización, y se desarrolla asimismo como una parte representativa de dicho proceso. De igual modo destaca ante la estrategia económica que erige al turismo como una “política prioritaria” (Poder Ejecutivo Federal, 1999-2000) y lasegundafuentede divisasdespuésdela exportaciónpetrolera. Otro proceso de reorganización regional es el que se refiere a la creación de una zona geoeconómica estratégica, como región de paso en el Istmo de Tehuantepec, donde se prevé el desarrollo de un corredor transísmico que conecte a los océanos Atlántico y Pacífico, como sucedáneo del de Panamá. El proyecto transísmico constituye un conjunto multimodal de otros proyectos relacionados con la explotación económica de la región central del país en términos del establecimiento de empresas maquiladoras y la reactivación de actividades comerciales portuarias de petróleo, químicas y petroquímicas, turísticas y pesqueras ya existentes, sólo que en mayor escala. (Felipe Ochoa y Asociados, 1996). Es una región que abarca dos estados de la República: Oaxaca y Veracruz, y cuenta con una población superior a los 2 millones de habitantes, aunque su zona de influencia abarcará a otros estados como Tabasco y Chiapas. DOS HIPÓTESIS TERRITORIALES No se ha evaluado, sin embargo, el impacto que tales desarrollos podrán tener en las condiciones de vida de los numerosos grupos étnicos que habitan en ambas regiones. Una hipótesis plausible es que los procesos de apertura e incorporación de dichas 27 regiones a la explotación turística y comercial corresponden a una nueva etapa intensiva de la explotación y reorganización capitalista de los territorios La subordinación creciente de la fuerza de trabajo debida al desarrollo capitalista que analizaron los teóricos del siglo XIX, no sólo se refiere al proceso de trabajo y de producción en el ámbito industrial (Marx, Siglo XXI) sino que –históricamente- se hace extensiva a la organización de los espacios territoriales sometidos a su dinámica, como un elemento considerado e incorporado a las necesidades de la rentabilidad. El desarrollo de las comunicaciones y el alcance de la economía mundial requieren de un acondicionamiento de los territorios que facilite la disminución de costos y el suministro de bienes. Esta adecuación implica nuevos niveles de integración económica; el abatimiento de ciertas restricciones arancelarias; la mayor homogeneidad de las condiciones estipuladas en los tratados comerciales, y ante todo, la mayor flexibilidad y organización de los factores materiales y humanos de la producción para asegurar una mayor tasa de ganancia. Ello representa una etapa más en la incorporación del factor espacial territorial como un elemento de la propia valorización del capital, y se incluye en el concepto de su subsunción creciente. Una segunda hipótesis se refiere a que tales fenómenos de recomposición regional afectarán en sus condiciones de vida a los grupos étnicos establecidos en el istmo y el sureste mexicanos. Los impactos económicos de especulación privatizadora y de explotación de los recursos de tierras comunales y nacionales, así como de disposición de la mano de obra abaratada, pueden conducir al desplazamiento y desarraigo de miembros de numerosas comunidades, así como a la desarticulación de sus identidades, fincadas en fuertes vínculos territoriales de carácter ancestral. LA INTEGRACIÓN REGIONAL DESDE LA APERTURA TERRITORIAL AL ECOTURISMO El área maya se ubica en la importante región limítrofe Centroamericana y del Caribe que incluye la porción sur y sureste de México (abarcando una región de 325 mil kilómetros cuadrados). El enorme interés natural histórico, arqueológico y etnocultural (abarcando grupos zoques, chontales, choles, lacandones, tojolabales, chujes, tzotziles, tzeltales, jacaltecos y mayas peninsulares) que presenta, induce al desarrollo y manifestación notoria de un tipo específico de regionalización en el actual período. En realidad, el atractivo suscitado por la región data de tiempo atrás, principalmente desde los 60, década en la que fué construido el emporio turístico de Cancún en la punta Quintanarroense de la península de Yucatán. 28 De región propicia para los aventureros, los explotadores del chicle y de las maderas preciosas, sobre lo cual Moisés Sáenz (1982)7 y Nelson Reed (1982) 8 nos dan una impresionante visión, la región selvática abarcada por lo que comprende el llamado Mundo Maya, ha pasado a generar un interés creciente, principalmente para el capital internacional. El panorama resulta, sin embargo, problemático, siendo un ámbito de confluencia de un complejo de múltiples factores, ya que presenta una situación extremadamente delicada desde el punto de vista de la degradación ambiental, la deforestación, la pauperización y los conflictos sociales que en ella se están produciendo. Una diversidad de indicadores (económicos, políticos, socioculturales y ambientales), apunta al desarrollo de un panorama en el que, dada su acentuación, podríamos caracterizar de una elevada densidad socio-regional. La existencia de recursos petroleros (particularmente en el municipio de Reforma, y probablemente en los municipios de Ocosingo y Marqués de Comillas) así como hidrológicos y de la biosfera (Barreda, 1999: 199-204; 216-221) convierte a determinadas subregiones en los ejes que dan lugar a la conformación de regiones estratégicas. Tanto la configuración conspicua del llamado mundo maya como, por su parte, la transformación geoeconómica prevista de la zona del Istmo de Tehuantepec, son ejemplos parametrales del desarrollo de los procesos de regionalización que caracterizan el fenómeno actual de globalización. Tales procesos de regionalización presentan algunos rasgos significativos. En primer lugar, los proyectos de índole turística que se abren paso sirven de ocasión para activar políticas estatales dirigidas hacia la integración económica centroamericana, así como de los países que conforman la CARICOM. En segundo lugar, y con relación a lo anterior, se desarrolla una globalización del turismo en el contexto de una competencia mundial en la promoción de este tipo de regiones. Las transnacionales del turismo apuntan al aprovechamiento de los recursos paisajísticos, culturales y humanos, incorporando de manera “ad hoc” y más integralmente a la región al consumo con beneficio capitalista. En tercer lugar, y aunado a las explotaciones económicas, surge el interés creciente puesto en los territorios para su aprovechamiento como fuente de una especie de renta natural -y en cierto modo extraordinaria- resultante de los beneficios ofrecidos por el medio como un bien gratuito que puede ser motivo de ganancias. El disfrute de las playas y otras regiones selváticas para el llamado turismo de aventura, así como para el de interés cultural, constituyen ventajas diferenciales de índole natural que no se facilitan siempre de la misma manera en otros ámbitos turísticos. Aquí, dicho ofrecimiento se hace a expensas de las propias tierras nacionales. 29 Por lo tanto, dicha estrategia de inversión y ocupación requiere de una modalidad de reordenamiento espacial de los territorios para la obtención de ingresos, sin pasar por la apropiación formal de la totalidad de las tierras. Ello va aparejado a la generación de una especie de beneficio en forma de renta, que en la competencia mundial de las regiones turísticas juega un papel de primordial importancia. Dicha situación repercutirá en las zonas arqueológicas como propiedad de la nación. En la idea de reformar la legislación vigente en materia de patrimonio cultural, se busca poder concesionar los “servicios” generados por el usufructo de los bienes culturales sin pasar por su propiedad formal. Esta modalidad hace posible la obtención de una especie de renta cultural que generada por los servicios proporcionados, no ocasiona el pago de impuestos o costos de mantenimiento que implica naturalmente la propiedad de toda fuente de utilidad. Se trata pues de una apropiación sin propiedad formal de los recursos culturales de propiedad estatal. Y es lo que está sucediendo con las tierras nacionales y otros recursos. Considerando que el turismo ha sido elevado al nivel de una política de prioridad nacional por el gobierno mexicano, cabe prever el riesgo que ello representará para la conservación de los recursos ecológicos y ecoculturales si no se toman las medidas de emergencia necesarias para amortiguar los efectos devastadores que podrá ocasionar la afluencia masiva de visitantes. A ese respecto, resulta -en cuarto lugar- preocupante que las tentativas políticamente dirigidas de integración regional se estén dando en las regiones más sensibles desde el punto de vista ambiental y cultural. Un ejemplo ilustrativo lo constituye la apertura de rutas y circuitos turísticos con la construcción de carreteras en zonas de reserva de la biosfera. En una etapa de crecimiento desmesurado del turismo de masas a nivel mundial, la creación de esta infraestructura actúa a su vez sobre la demanda estimulando una afluencia mayor del mismo. Un proyecto es el “corredor cultural” Xpuhil-Tikal, que comunicaría la zona del río Bec, sur del estado de Campeche, con la región del Petén guatemalteco (Vidargas, 1998). La mercantilización de los bienes pasa por una oferta dada estrictamente en referencia al imaginario paisajístico. Pero además, suscita operaciones comerciales de capital en países distantes a instancias de su promesa de oferta. Esta se da como un paquete que incluye el consumo mediante “servicios” de una serie de atractivos naturales y visuales que incluye a la propia diversidad étnica. En quinto lugar, se abre campo una modalidad de subordinación capitalista creciente sobre los recursos (por vía de los servicios y el concesionamiento) con lo que se da una adecuación mayor entre el modo de inversión del capital y el acondicionamiento del medio regional y territorial (políticas de reordenamiento y cambios a la legislación) para efectos de obtención de un mayor beneficio. 30 Ello se distingue de los modos tradicionales de explotación de regiones extensas, llevada a efecto de manera periódica y parcial, donde la incorporación y exacción de los recursos por parte del capital se daba en un sentido todavía externo mecánico y sin adaptación a las características del medio y los recursos que ofrecía. Un ejemplo de ello, aparejado a la concepción que se tiene de los recursos naturales como un bien gratuito con el que se establece una relación de apropiación distinta, reside en la disposición de explotar el paisaje sin consumirlo y sin los gastos que ocasionaría la pretensión de su apropiación jurídica. En otros casos, el concesionamiento de zonas y recursos constituye una forma de “apropiación” en relación con un objeto de naturaleza mercantil sui generis. Dicha modalidad de consumo se relaciona con el despliegue de las personas en términos de experiencias y vivencias; el confort y la contemplación. La ganancia resultante depende aquí del volátil suministro de servicios como un elemento intangible por excelencia y modo de existencia del propio capital-mercancía. Este dominio más completo se perfila en el fenómeno: a) del aprovechamiento de la región como ventaja diferencial; b) como medio capaz de suministrar ganancia extraordinaria (renta ambiental) a partir del efecto multiplicador de su propio componente interno; c) en el sentido de su totalización (paisaje; consumo ambiental; cultural, etc.) y d) a partir de la organización y planificación espacio-temporal de la región en función de una demanda externa que consiste en la transformación integral del viaje turístico en una mercancía. Dado que unos procesos se acompañan de otros; las fronteras nacionales habituales se transfiguran; lo externo pasa a ser interno y lo interno se externaliza. Así, las regiones ambientales, como la vertiente del Usumacinta o el corredor ancestral Kalakmul-Tikal (la más grande reserva de la biósfera de México en selva tropical, que fue también desde la época de los mayas de carácter geopolítico) integran biorregiones de alcance binacional. Por ello es que en el caso de Mundo Maya, lo externo se internaliza cuando la reserva de la biósfera de las selvas del Petén se definen como parte de una región binacional ambientalmente unitaria. LA INTEGRACIÓN GLOBAL A PARTIR DE UNA REGIÓN INTRANACIONAL El caso del Istmo de Tehuantepec es el de una región de enorme interés por la riqueza y diversidad de sus recursos así como la profusa composición etnocultural (donde habitan zoques, mames, zapotecos y chinantecos, entre otros). La división interna que representaría el establecimiento de un corredor transísmico (a lo largo de 320 km. de longitud) que según algunos podría sustituir al Canal de Panamá, proyectaría hacia el exterior lo que hasta ahora ha sido interno al adquirir una importancia estratégica para otros países y empresas transnacionales, como un corredor 31 que conectaría y separaría, al mismo tiempo perpendicularmente, un ámbito hemisférico con respecto de otro entre los dos océanos. Con ello, lo que es de interés nacional pasaría a ser objeto de interés de las potencias mundiales empeñadas en la participación de las ventajas que abre este nuevo umbral, el cual ya no podría ser defendido como atribución exclusiva de la soberanía nacional, sino de seguridad geopolítica mundial. De este modo se pasa de la geografía regional en el interior del país a la geopolítica global. Se abre una frontera hemisférica y un nuevo espacio geopolítico y geoeconómico en el momento de conectar dos océanos a través de un corredor de valor estratégico. El Istmo de Tehuantepec ofrece un paquete de ventajas que potencian el concepto de la propia renta diferencial (inversión añadida en infraestructura) a la que aludía Marx en El Capital, ya que la oferta territorial constituye un valor agregado a partir de los recursos naturales de la región y la oferta potencial de mano de obra barata para incorporarse a los complejos integrados de maquiladoras y procesos industriales de la petroquímica contiguos a la vía misma de su distribución a distintas partes del mundo. Cabe señalar que el complejo petrolero del Istmo le Tehuantepec es el más importante de México (Zarate, 1999). Sin embargo, como se sabe, el modelo maquilador es altamente competitivo ahorrador de mano de obra después de un cierto punto, y rotativo de la fuerza de trabajo. Dicho modelo se combina con desempleo y marginalidad, además de los efectos inflacionarios sesionados por la economía petrolera en el mercado de bienes y salarios, así como la contaminación industrial y las connurbaciones suburbanas en las periferias industriales. El interés puesto en la región por parte del Gobierno y las empresas norteamericanas se acentúa en la medida en que crecen las expectativas de integración a la economía de la Cuenca del Pacífico, desde el llamado “Plan de Acción de Manila” promulgado en la Reunión Cumbre de Líderes del Foro de Cooperación Económica para Asia y el Pacífico (APEC) celebrado Manila, Filipinas, en noviembre de l996 (La Jornada 26/03/96). No es preciso que se dé una cesión de derechos territoriales. Basta el concesionamiento y las garantías prometidas para que el gobierno mexicano contraiga compromisos ineludibles que lo atarían a los intereses territorializados del capital internacional. El interés del capital puesto en los territorios no ha desaparecido desde su etapa expansiva. El interés de más de 40 compañías, sobre todo estadounidenses, como Burlington Santa Fe y Union Pacific Southern, así como Railtex y Kansas City Southern, por obtener la concesión de ferrocarriles y puertos de la región, además de inversionistas de Francia,¡ Alemania, Japón, España y países árabes (Hernández, 1996), puede significar la dependencia múltiple del país con respecto del capital internacional, que conllevaría una desincorporación territorial de la región. En dicho contexto, el proceso de integración parece oponerse a la preservación de la soberanía. 32 La modificación del artículo 27 de la Constitución mexicana, que permite la privatización de los ejidos o tierras de los pueblos, parece apuntar en el sentido de facilitar ese tipo de procesos. Se trata de un caso característico de regionalización en el contexto de la globalización en el que lo interno se externaliza y lo externo se interioriza, por lo cual se promueve tanto la integración como el aislamiento de las regiones. De esa manera, la región del Istmo de Tehuantepec puede convertirse también en objeto de la seguridad nacional de Estados Unidos, por encima de las prioridades de la soberanía nacional. Por otra parte se establecería una frontera virtual entre el México del centro y norte y el México del sur mediante una vivisección que acentuaría los desequilibrios regionales. El proyecto de construir un canal interoceánico con una longitud de 270 km. y de 100 a 150 m. de ancho y 15 de profundidad, e hidrovías asociadas, además de un ferrocarril transísmico de ocho vías, electrificado y de alta velocidad, entre los puertos de Salina Cruz, en el estado de Oaxaca (del lado del Pacífico), y Coatzacoalcos, estado de Veracruz (en el Golfo de México), a los que se aúna un corredor industrial (Frías, 1995), no parece descabellado. El proyecto está en vías de realización, no obstante el carácter de inversión de riesgo que ha tenido en un inicio (lo cual se resolvería en la concesión dada a una especie de “consorcio de empresas”) y los altos costos que ocasionaría en infraestructura y transporte, comparados con los supuestamente más baratos corredores de Nicaragua y Costa Rica. Lo estratégico del emplazamiento es innegable, como punto de tránsito con transporte multimodal para cualquier parte del mundo y con recursos acuíferos de gas y petróleo, además de los recursos humanos. En el caso del Mundo Maya, el interés turístico de la región es el predominante, mientras que el interés puesto en el Istmo de Tehuantepec, es económico y comercial. No obstante, en ambos casos se opera tanto un proceso simultáneo de integración como de disección territorial de gran alcance. Cabe la alusión a ambos casos, ya que se trata de dos procesos de regionalización altamente significativos que sufrirán un impacto multilateral de trascendencia para la configuración económica, política y cultural del territorio nacional en la próxima década. IMPACTOS NEGATIVOS DE LA NUEVA REGIONALIZACIÓN En estos territorios se desarrollan los elementos de una competencia soterrada de manera que mal disimula las intenciones por el reparto de un botín territorial, donde persiste el afán por explotar las riquezas naturales y las maderables. Pero también los de la biotecnología, en ese aspecto, parece persistir la vieja actitud colonialista en los territorios por la obtención de materias primas. Los impactos negativos en la disputa por el control y explotación de los recursos se dan en todos los niveles. Entre ellos figuran el saqueo que afecta a la biodiversidad, la tala inmoderada que acentúa el proceso de desertificación en las últimas reservas de la biosfera que quedan: la selva lacandona: la reserva de Kalakmul y los Chimalapas, 33 concomitante con el desarrollo de cultivos comerciales que afectan a la biodiversidad local, como es el caso de la siembra de eucaliptos. La afluencia turística masiva constituye otro vector de consecuencias contraproducentes, aunado a lo cual se acentúan procesos de especulación y apropiación de tierras en las zonas costeras, como es el caso de Quintana Roo. No se han estudiado suficientemente las repercusiones sociales de la expansión que conllevan los desarrollos turísticos de gran alcance. Sin embargo, la apertura de ciertos “corredores” turísticos a través de carreteras, como la que llega ya actualmente a la zona arqueológica selvática de Bonampak o el corredor propuesto por Thomas Lee desde Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas, hasta el corazón de la selva en la región de las Cañadas, no son muy distintos por sus efectos de la penetración logística que representa la construcción de caminos para acceder a la explotación de pozos petroleros o el control militar en el sur y el sureste del país. En todo caso, son procesos paralelos que pueden afectar a las comunidades, ya que desatan una serie encadenada de consecuencias subsecuentes que escapan a la posibilidad de control o regulación. Cabe señalar que la red de caminos construidos para el uso del ejército mexicano abarca ya todo lo largo de la frontera con Guatemala, circundando el estado de Chiapas y acicateando con ello el poblamiento de territorios que poco antes se hallaban preservados, precisamente debido a su aislamiento. En las regiones del estado de Chiapas, por ejemplo, donde la inconformidad social crece y numerosas comunidades indígenas se organizan, generando procesos de autonomía, el Estado se propone asegurar el control de los yacimientos potenciales del petróleo. La concentración desmesurada de alrededor de 60 mil efectivos, debido a la presencia del ejército zapatista, tiene que ver con la apreciación de la importancia estratégica que tiene la región. Y ello se refiere no sólo a la región en donde se ubica el ejército zapatista, donde se presume la existencia de riquísimos yacimientos (en la región de Montes Azules) lo cual niegan las fuentes oficiales, sino al conjunto de la región maya que abarca los estados de Campeche, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo, en cuyos dos últimos el ejército federal se ha apostado instalando nuevas bases y militares. LA REGIONALIZACIÓN EN LO ESPECÍFICO: EL EJEMPLO DE LOS CONFLICTOS INTERESTATALES Y LAS POLÍTICAS DE REMUNICIPALIZACIÓN Un aspecto crítico, de reciente animación, lo constituyen los conflictos de límites entre los estados. Significativamente, esto sucede en las colindancias entre los estados de Campeche y Quintana Roo (zona de la reserva de la biosfera de Kalakmul) y más 34 recientemente entre Chiapas y Oaxaca, a la altura de las riquísimas selvas de los Chimalapas. Estos conflictos reflejan la disputa entre los sectores dominantes de los gobiernos de los estados por ampliar los espacios de explotación de los recursos de las zonas codiciadas. Ciertamente ello se da en un contexto complejo de degradación de las condiciones de vida de las comunidades y la emigración a la que se ven forzados muchos agricultores en busca de tierras por colonizar, lo cual aprovechan los sectores oligárquicos regionales, interesados en recursos como los maderables. A ese respecto, las políticas de remunicipalización, tienden, por una parte, a establecer los límites y contornos del control político regional, y por otra, a contener a los sectores en rebeldía por el control territorial y el desarrollo de las regiones indígenas autónomas, como sucede por ejemplo en la reciente región remunicipalizada del Marqués de Comillas, en el confín de la frontera con Guatemala, hacia donde se repliega progresivamente el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Estas divisiones y conflictos en el seno de la subregionalización indican el aspecto interno más particular de lo que sucede en regiones más homogéneas en apariencia. Traspasadas por distintos tipos de conflictos entrelazados, dichas subregiones denotan (en estados como el de Chiapas), una crisis que se manifiesta en el ámbito de la división política territorial, lo cual se traduce en una verdadera disolución de los contornos municipales, que son una expresión territorial de la gobernabilidad. LÍNEAS DE ANÁLISIS Y DE INVESTIGACIÓN El estudio de la cuestión fronteriza es un asunto complejo que abarca diferentes dimensiones: la ambiental, la política, el narcotráfico, la migración laboral, la cultural y la turística (arqueológica), así como las políticas de integración regional (económica, turística, etc.) en el ámbito centroamericano y del Caribe, y así como el problema ambiental y la preservación de comunidades culturales en ecosistemas y reservas de la biósfera, como la de Sian Kaán, o binacionales, como la de Kalakmul-Tikal, de ello se desprenden líneas de investigación. Una de ellas es la evaluación del embate sociocultural que ocasionan los diversos agentes de ruptura del equilibrio de los ecosistemas (compañías madereras, políticas turísticas y ciertos proyectos gubernamentales), los efectos de la desforestación, el comercio ilegal de fauna y flora silvestre, la construcción de presas, carreteras, pistas de aterrizaje con desarrollos urbanos en regiones de reserva, o el desplazamiento poblacional de reciente acentuación, lo cual representa un cambio importante de los patrones migratorios. 35 IMPACTOS SOCIALES Y CULTURALES DE LAS POLÍTICAS DE REGIONALIZACIÓN Las políticas de regionalización impulsadas por el Estado en el marco del capitalismo, especialmente en el contexto neoliberal, suelen traer aparejados procesos drásticos de desalojo y remoción de núcleos de población ancestralmente asentados en regiones definidas en términos de una nítida articulación biocultural y geoeconómica. Los procesos de regionalización han contribuido a disgregar, desplazar y reubicar a la población, concentrándola en regiones con características que dificultan la reconstrucción de sus vínculos culturales originales. Desplazan los ejes de orientación de las actividades económicas predominantes de carácter muchas veces tradicional, alteran las redes mercantiles y la importancia de determinadas actividades productivas y su división del trabajo, así como la pérdida referencial de sus lugares sagrados. Dichas acciones estatales suelen responder a dinámicas exógenas ajenas las condiciones propias de cada región, que alteran muchas veces el relativo equilibrio de las comunidades establecidas en una topografía marcada culturalmente. De hecho, una región se caracteriza por un conjunto más o menos complejo de rasgos que definen un grado de unidad y peculiaridad, no tanto político-formales como aquellas consistentes en un tipo de relaciones sociales, económicas y culturales. UNA PRECISIÓN FINAL SOBRE LA REGIONALIZACIÓN Da la impresión de que se busca en la región a un sucedáneo que compense lo que el Estado llegó a ser, como una entidad que integraba y dotaba de coherencia a un territorio económico, político y cultural con cierto grado de uniformidad, regularidad y organización. La región viene a expresar así, tanto las expectativas de los procesos que definen las tendencias entrópicas postmodernas como la posibilidad de desarrollo hacia una recomposición profunda y el establecimiento de un nuevo orden territorial. Es en el espacio de articulación de la región en el que se vendría a llenar el hueco al que alude Daniel Bell cuando se refiere a que “los estados resultan demasiado pequeños para los grandes problemas de la integración global, y demasiado grandes para dar cuenta de situaciones particulares”. El territorio, y la región considerada como un territorio, pueden y deben ser considerados como definitoria y constitutivamente sociales, y no como una noción en la que el componente social aparece como algo aleatorio, contingente, fortuito o eventual, sino 36 consustancial a aquél, como una “estructura interna” en cuya “matriz convergen el espacio físico y social” (Van Young, SF: 99). El proceso de constitución de los espacios se ha invertido. Ya no se trata sólo de ver cómo se constituyen las relaciones sociales en los espacios como algo dado, sino cómo se conforman espacios determinados a partir de relaciones sociales y simbólicas. El espacio social se distingue del espacio físico por la dotación de sentido que caracteriza al segundo, y esta ontología incluye el dominio microsocial y el ámbito regional. El fenómeno regional se caracteriza por su irreductibilidad, por que si bien expresa las determinaciones del efecto general de la globalización, pone por otra parte de manifiesto todas las particularidades y especificidades que escapan a la tendencia dominante. Es decir, expresa es “plus” de lo que siempre, y por donde siempre algo escapa a la absoluticidad de toda determinación general, por imperativa que ella pueda parecer. El orificio por donde una tendencia omnímoda acaba por escurrir y drenarse. Las transformaciones mundiales parecen inducir a la formación de “tipos” de región y regionalización, así como también a ciertos modos de representación. Se habla, por ejemplo, de “regiones virtuales” o de “clivaje” (articulación) (Boiser,1995). Sin embargo, esta terminología denota más bien una visión sobredeterminada por la orientación postmoderna. Sus términos distan aún de ser explicativos. Y se llega a incurrir en aquello que Jean Chesnaux (1993) ha denominado como el “nomadismo de los conceptos”. Ello, empero, no es gratuito, pues la integración territorial que, por ejemplo, se produce a través de fronteras internacionales entre dos o varios países, sugiere ciertamente una especie de superposición o dualidad territorial en un mismo espacio geográfico: el territorio propiamente nacional y la nueva región económica que la trasciende. Pero ello no la hace virtual, simplemente introduce un cambio, una nueva realidad cuyas consecuencias deben ser abiertamente reconocidas y evaluadas. Otro proceso es el de descentralización, que recuerda a la noción de las “estructuras disipativas” de las teorías entrópicas y la ramificación global. Actualmente se formulan alternativas como la de una “centralidad de la descentralización”. Sin embargo, tales planteamientos referidos a la posibilidad de un control estable, están concebidos en función de un paradigma postmoderno (el del modelo entrópico y las teorías del caos, el del “fin de las fronteras” y los estados-nación). El pensar en las regiones como estructuras sistémicas, que no es otra cosa que el principio holístico de estructura o totalidad integrada, parece contradictorio con lo anterior. Pero esta contradicción no ha sido resuelta en las teorías sobre regionalización y urbanización. Convendría analizar lo que esto puede reflejar de la mentalidad neoliberal y sus afanes de renovación conservadora, como el intento de conciliar visiones radicales 37 expresados en esquemas de incertidumbre e indeterminismo con los propósitos de renovación del propio orden capitalista. Los dos tipos de procesos de regionalización (sistémico o entrópico) que hemos mencionado, son en nuestra opinión una muestra de la fragilidad y limitación de la visión postmoderna sobre las transformaciones producidas en el ámbito de las regiones. El planteamiento postmoderno radicaliza el desarrollo de las premisas hasta el punto de privarlas de sentido. La nueva metafísica absolutiza la espacialidad en detrimento de la historicidad. Al hacer la apología de las regiones frente a los Estados-nación territoriales, se pueden ignorar las consecuencias que trae consigo la fragmentación en los regionalismos, sin expresión de su unidad. Dentro de todo, el problema de la unidad nacional se ha abierto camino y ha adquirido sus contornos más definidos en la tensión histórica que se da entre las regiones y el Estado. La perspectiva de las regiones abarcadas por la globalización, es la de una recomposición hacía una heteronomía regional, un nuevo modo de articulación de las regiones en aras del dominio de la economía mundial y las potencias económicas. Cuanto más parecen abatirse las fronteras y disolverse los Estados-nación territoriales como entidades soberanas, más se introducen otros modos de control territorial bajo ese signo. A MANERA DE PROPUESTAS Es preciso evaluar las políticas de regionalización que se están llevando a cabo en distintos países del continente sur, así como, por otro lado, identificar y promover aquellos proyectos democráticos y sustentables. La evaluación de los proyectos de alcance regional y las soluciones propuestas para superar sus obstáculos, requieren de la información y concurrencia de diversos sectores no sólo gubernamentales, sino académicos, y particularmente las comunidades directamente involucradas, incluyendo el concurso de aquellos organismos de la sociedad civil empeñados en la solución del problema socioambiental. Ello requerirá definir estrategias y metas precisas, como la evaluación y seguimiento de proyectos y programas específicos a nivel macro y microrregional, lo cual incluye la promoción de reformas legislativas, vigilando la reglamentación que conduce a su debida instrumentación. También, y por otra parte, alertar sobre las consecuencias que pueden tener ciertos proyectos, estimando sus impactos sociales y señalando los límites ambientales en la perspectiva de proponer soluciones, incluso en los niveles de confrontación con los problemas concretos, todo ello como parte de la promoción de alternativas de gestión regional de contenido social, abiertas, participativas y respetuosas. 38 Para ser viable, el principio de sustentabilidad implica, en primer lugar, el abandono drástico de ciertos modelos de desarrollo basados en un criterio indiscriminado de productividad y rentabilidad; en segundo lugar, una evaluación de los impactos no sólo ambientales y locales, sino socioculturales en la región; en tercer lugar, estimar y prever los costos de resarcimiento que puede ocasionar cualquier proyecto de desarrollo regional, aun siendo sustentable. Por ello resultaría conveniente que toda propuesta de desarrollo regional orientada por tales principios se vinculara con políticas de ordenamiento territorial que incluyeran la gestión comunitaria de los recursos. Ello supone que los sujetos colectivos son los principales gestores en relación con el territorio y los ecosistemas, siendo quienes pueden ejercer un control más efectivo y democrático sobre los mismos. Para ello resulta indispensable su participación efectiva en la planeación, siempre y cuando ésta se base en criterios distributivos para contrarrestar las desigualdades regionales. En el ámbito de la integración a nivel internacional se podrán establecer formas de colaboración institucional, principalmente académicas, para realizar diagnósticos y análisis que permitan evaluar el alcance y la viabilidad, o en su caso, los riesgos de las políticas y proyectos de integración regional que se están impulsando, al pugnar por que se instituyan políticas de población (culturales y otras) respetuosas de los derechos laborales y humanos, con vistas a su reorientación en un sentido de beneficio social y comunitario. CONCLUSIÓN En América Latina se producen procesos de recomposición que tienden a afectar a los sectores de población asentados en contextos de una rica biodiversidad. Tanto en México como en Venezuela se produce la concurrencia de estos mismos factores que incluyen la migración laboral en zonas de frontera y la situación de grupos étnicos en ecosistemas en riesgo, así como la importancia estratégica de las zonas de recursos no renovables. Los problemas regionales abarcan complejos sistemas de factores y sus interacciones. Para ello hace falta una visión integral sobre la preservación de la unidad ambiental y cultural de asentimientos seculares en ecosistemas que trascienden las fronteras nacionales. Hasta ahora, las perspectivas de aplicar políticas de desarrollo territorial basadas en los principios de un reordenamiento territorial que tome en cuenta y respete el equilibrio que representan estos factores, evitará las acciones de un capitalismo depredador que ocasiona el desencadenamiento de efectos secundarios debido a una intervención unilateral promovida con fines exclusivos de lucro o rentabilidad. 39 Se está experimentando una tensión entre fragmentación y como resultado de los procesos de redefinición regional. transformación dependerá el grado en que se logre preservar una territorialidad pluriétnica en diversas regiones de nuestros el Istmo de Tehuantepec y la Región Maya en México. recomposición territorial Del resultado de esta y garantizar en el futuro países, como es el caso Es muy factible que las propuestas y experiencias en un país sean aprovechables en el otro, considerando por supuesto las condiciones propias y específicas de ambos. Más que nunca se puede decir ahora que el destino de nuestros países es común. Que no tengamos que descubrir esto de manera que lo lamentemos, sino por el contrario, que celebremos la coincidencia en las soluciones propuestas ante los problemas comunes que aquejan a nuestros países. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Barreda, Marín, Andrés, (1999), Atlas Geoeconómico y Geopolítico del estado de Chiapas. Tesis dedoctorado en Estudios Latinoamericanos. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, abril. Boiser, Sergio, (1995), “La Modernización del Estado: Una Mirada desde las Regiones”. Dirección de Política y Planeación Regionales. Documento 95/27 Serie Ensayos. Marzo, ILPES. Santigo Chesnaux, Jean, (1993), “La Función Terapéutica de la Historia”, La Jornada Semanal, 4 de abril. Frías Alcaraz, Manuel, (1995) “El México Nuevo del Siglo XXI: Infraestructura para el Desarrollo”. Excélsior, 10-12 de noviembre. Hannerz, Ulf, (1983), “Escenarios para las Culturas Periféricas” Alteridades. 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Los países del Caribe angloparlante, agrupados en la Comunidad del Caribe (CARICOM), los estados del istmo centroamericano, que constituyeron en la década del sesenta el Mercado Común Centroamericano (MCCA), Colombia, México y Venezuela, agrupados en el Grupo de los Tres (G-3), Cuba, República Dominica y Haití, han promovido un importante número de iniciativas conjuntas en materia económica, comercial y política casi sin precedentes en la región. Este proceso ha sido descrito por algunos como de regionalización (Giacalone 1995a; Serbín 1994a, 1994b) o de regionalismo (Briceño Ruiz 1998) y se refiere a la transformación del patrón de relación existente entre los países de la región en sus dimensiones política, económica e, incluso, cultural. Venezuela ha sido promotor activo de este nuevo regionalismo caribeño. Desde hace ya varias décadas, los diversos gobiernos venezolanos se han atribuido un papel de liderazgo en los asuntos de la cuenca caribeña, desarrollando una política de acercamiento con la mayoría de los países de la región, aunque con mayor intensidad con los miembros de la CARICOM. Este activismo venezolano no siempre fue bien recibido en la zona, siendo muchas veces percibido, en especial por la CARICOM, como una forma de subimperialismo de un país cuya caribeñidad no era siempre reconocida. Esto a pesar de que la mayor parte de la población venezolana está asentada en conglomerados urbanos ubicados cerca de las costas caribeñas y el mar Caribe es la región a través de la cual Venezuela realiza el tránsito de la mayor parte de su comercio exterior. Ciertamente, Venezuela no puede ser descrito exclusivamente como un país caribeño, pues también tiene sus espacios amazónico y andino, sin embargo, es innegable la importancia del Caribe en la determinación de su identidad y de sus intereses geopolíticos y geoeconómicos. Esto explica el apoyo venezolano a las nuevas iniciativas regionalistas en la Cuenca del Caribe, pues éstas suponen el reconocimiento por parte de sus vecinos, en especial los miembros de la CARICOM, del carácter caribeño de Venezuela, tantas veces negado en épocas anteriores. También implica reconocer la jerarquía de Venezuela como actor político en la Cuenca del Caribe. Sin embargo, por contradictorio que parezca, los actores internos en Venezuela se han mostrado poco entusiasmados, cuando no en oposición, en participar en las nuevas iniciativas. Esto en parte obedece a que la cooperación e integración con los países de la Cuenca del Caribe se han promovido básicamente en la forma de acuerdos de libre comercio en los cuales Venezuela ha debido otorgar preferencias arancelarias asimétricas, e incluso no recíprocas, a los países caribeños, debido al mayor tamaño de su economía. Esto no ha sido del agrado de los actores económicos, en especial del sector empresarial, por lo cual, y a pesar de 42 la retórica antiestatista en materia económica, el Gobierno venezolano ha debido asumir una posición de liderazgo en la promoción de relaciones más estrechas con los países. Ahora bien, cuando se hace referencia al Gobierno venezolano, normalmente se incluye a los órganos de la administración central que tienen atribuciones en materia de integración económica, como el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Ministerio de Industria y Comercio. Pocas veces se ha estudiado el papel de las regiones en la elaboración e implantación de la política de integración venezolana. Este ensayo se presenta como un aporte para comprender la medida en la cual las regiones venezolanas pueden influir en tal proceso, lo cual a su vez es parte de un debate aún mayor, en boga en la teoría de la integración, en particular en Europa, sobre el papel de los actores subnacionales en los procesos de regionalismo internacional. LAS REGIONES NACIONALES Y LA INTEGRACIÓN INTERNACIONAL La perspectiva de las relaciones internacionales En el debate sobre la integración internacional no se ha prestado mucha atención a la participación de las regiones de los Estados-nación como actores en el proceso de formación de las preferencias nacionales. Esto es producto del enfoque que durante décadas fue predominante en el estudio de las relaciones internacionales: el realismo político. Para éste, el Estado es un actor unitario con una sola voz en el plano internacional. Aunque en el proceso de elaboración e implantación de la política exterior puedan participar diferentes actores políticos, el Estado siempre actúa de forma unitaria voz en sus relaciones con los demás miembros de la comunidad internacional. Esta noción del Estado como un actor unitario imposibilita cualquier participación de las regiones en el plano internacional: el único actor sería el Estado-nación, mediante su vocero, el Gobierno central. Esto se ha reconocido como norma constitucional incluso en organizaciones políticas federales en las cuales el manejo de las relaciones exteriores es una atribución del poder federal, quien lo ejerce a través del Presidente y, en algunas materias, con la intervención del Congreso. Esta situación se ha modificado por diversas razones. En primer lugar, en la misma teoría de las relaciones internacionales se ha superado la noción de Estado unitario. La aparición de la escuela pluralista y los enfoques de análisis de política exterior modificaron las viejas percepciones del Estado como actor exclusivo y unitario en el sistema internacional. Por una parte se señala que al lado de los Estados conviven una diversidad de actores que despliegan su actividad más allá de las fronteras nacionales, entre éstos se podrían mencionar a las organizaciones internacionales gubernamentales (OIGs), las organizaciones no gubernamentales (ONGs) o las empresas transnacionales (ETNs). En otras palabras, paralelamente a las relaciones interestatales se desarrollan relaciones de tipo transnacional o transgubernamental que no son necesariamente controladas por los estados nacionales. Tal situación, a su vez, tiene significativas consecuencias en el diseño e implantación de la política exterior, pues ésta no sería el resultado de las preferencias innatas de los estados hacia instrumentos dirigidos a la defensa y promoción del interés nacional. Al contrario, la política exterior sería el resultado de la interacción de los diversos actores transnacionales y transgubernamentales que 43 presionarían a los órganos de decisión para que se protegiesen sus intereses. Esto significaría simplemente la superación del mito del Estado como un actor unitario. Es posible que normalmente el Estado actúe con una voz única en los asuntos internacionales, pero las políticas que propugna son el resultado de las interacciones de los actores nacionales, transnacionales y transgubernamentales, públicos y privados (Keohane y Nye: 232-238). Estos actores son los que participan en lo que Moravcsik (1993) denomina el proceso de formación de las preferencias nacionales, primer nivel del proceso de elaboración de la política exterior de cualquier estado. Por otra parte, el enfoque denominado del “modelo organizacional” señala que el Estado no es un ente monolítico, sino la suma de diversas organizaciones, cada una de las cuales con su particular visión del mundo. La actuación de los estados en la esfera internacional sería el resultado de las decisiones tomadas por diversas organizaciones en el contexto de reglas y procedimientos establecidos. Esto significa un reto a la noción de un Estado unitario que decide de forma racional de acuerdo a preferencias predeterminadas y jerarquizadas. El enfoque de la política burocrática, por su parte, al enfatizar la existencia dentro de los gobiernos de un sinnúmero de subunidades que tratan de defender sus intereses y hacer prevalecer sus enfoques en el proceso de elaboración de la política exterior, también mina la idea del Estado como un actor unitario. Este conjunto de subunidades no puede ser controlado o guiado por los jefes ejecutivos de los gobiernos que, por el contrario, no pocas veces son constreñidos por ellas (ver Allison 1971). Sin embargo, las críticas que los enfoques del modelo organizacional y la política burocrática realizan al realismo, se fundamentan en las interacciones de la burocracia delGobierno central, y no en la relación Estado-nación con las unidades político administrativas que lo constituyen, es decir, las regiones. Aportes más recientes han partido de la perspectiva de que el carácter unitario del Estado se ha visto cada vez más debilitado, no sólo por la mayor relevancia de los actores no gubernamentales (OIGs, ONGs, ETNs) o porque en el proceso de elaboración de la política exterior sean importantes los procedimientos o la burocracia estatal, sino que debido a que las unidades políticas en el propio seno de los estados están adquiriendo atribuciones en materia internacional. En particular, en lo referente a la elaboración e implantación de la política de integración, estas facultades se refieren tanto a la capacidad de suscribir acuerdos internacionales con regiones pertenecientes a otros Estados nación como a participar en la ejecución de medidas de integración acordadas por los estados o las instituciones comunitarias. Esta transferencia de competencias ha llevado a autores como Casillas (1996) a definir a la región como un “cuasi-Estado”, producto de las políticas de descentralización de los estados nacionales. Estos cuasi-estados tendrían atribuciones propias que les son transferidas por los estados-nación de los que son parte, dependiendo la extensión de la autonomía que se les conceda y de la profundidad del proceso de descentralización. Enfoques más recientes han contribuido a devaluar aún más la noción Estado unitario dentro de la teoría de las relaciones internacionales. En particular, los estudios sobre “estructuras de gobierno en el ámbito múltiple”, desarrollados principalmente en la literatura alemana sobre integración europea, constituyen un aporte significativo en la discusión sobre la participación de los entes públicos no centralizados en el proceso de 44 integración. De acuerdo a este enfoque, la competencia en materia de toma de decisiones y su ejecución es compartida, más que monopolizada, por los órganos ejecutivos del Estado. Las arenas políticas están interconectadas y no incluidas la una en la otra, de forma que los actores subnacionales actúan directamente tanto en el ámbito nacional como en el supranacional, creando asociaciones transnacionales en el proceso. Aplicando al caso de la Unión Europea (UE) Risse-Kappen (1996: 60) señala que “los estados no monopolizan los vínculos entre los actores domésticos y europeos, sino que están entre una variedad de actores que rivalizan por las decisiones tomadas en diversos niveles”. Este proceso ha sido integrado en el concepto de “política de entrelazamiento (Politikverflechtung, en alemán; o Interlocking Polítics, en inglés), la que se define como “el establecimiento de estructuras intermedias que vinculan los procesos de decisión y las responsabilidades substantivas de organizaciones inicialmente autónomas” (RissenKappen 1996: 61). Este entrelazamiento entre los diversos actores públicos, privados, nacionales, subnacionales, transnacionales y supranacionales es la base de un proceso de toma de decisiones de varios niveles. Es por ello que autores como Scharpf (1994) describen a la integración, y en particular al proceso europeo, como un sistema político de niveles múltiples en el cual las unidades nacionales y subnacionales retienen su legitimidad y viabilidad política. Un argumento cercano a éste es presentado por Schmitter (1992: 176), quien señala que en el proceso de integración “no existe ninguna autoridad única e identificable, sino una multitud de autoridades en diferentes niveles de agregación, territorial o funcional, con competencias ambiguas o compartidas a la cabeza de jerarquías organizativas que se solapa entre sí”. Se podría argumentar que los departamentos o regiones son uno de los componentes de tal red de unidades interactuantes. En materia de integración en particular se ha concedido a las regiones fronterizas facultades para negociar acuerdos con sus vecinas pertenecientes a otro país. Esto obedece al proceso de descentralización política que se ha estado desarrollando en varios países, lo que ha permitido que algunos gobiernos centrales acepten conceder mayores atribuciones a las regiones fronterizas para manejar las relaciones con sus vecinos. Como ejemplo podría mencionarse a Colombia, en cuya constitución, sancionada en 1991, se autorizó a los gobiernos de las regiones fronterizas a establecer convenios y acuerdos internacionales de cooperación y desarrollo con sus homólogos de los países limítrofes (González Muñoz 1996: 26). Otras constituciones conceden facultades de negociación, no sólo a las regiones fronterizas, sino a todas en general. Tal es el caso de la Constitución argentina, que en su artículo 124 regula estas atribuciones al señalar que las provincias “podrán también celebrar convenios internacionales mientras éstos no sean incompatibles con la política exterior de la Nación y no afecten las facultades delegadas al Gobierno federal o al crédito público de la Nación, con conocimiento del Congreso Nacional” (Godoy, 1997: 226). También en América Latina las regiones han adquirido algunas facultades ejecutivas en materia de integración. Bernal Meza (1990: 32) señala, por ejemplo, que algunas provincias fronterizas argentinas han suscrito acuerdos con el gobierno paraguayo para 45 emprender empresas conjuntas en materia de telecomunicaciones, promoción de empresas conjuntas, cooperación técnica, cultural, educativa y sanitaria. También en el Cono Sur se ha promovido la vinculación entre las regiones mediante acuerdos suscritos entre los respectivos estados-nación. Esto fue consagrado en el Protocolo 23 del Acuerdo de Integración y Cooperación Económica suscrito entre Argentina y Brasil, que estableció la participación activa de las regiones fronterizas en el entonces proceso de integración bilateral entre ambos estados (Bernal Meza 1990: 30). Similar proceso está ocurriendo con cierta intensidad, en particular en la UE, en la cual se ha creado un Comité de las Regiones como representación formal de los gobiernos subnacionales en el proceso de decisión comunitaria. De igual manera, en el Tratado de Maastricht se acordó permitir a las representaciones subnacionales a asistir a las reuniones del Consejo de Ministros, siempre y cuando tuvieran la capacidad de firmar acuerdos en nombre de sus países (Scott et al. 1994: 58). En el caso específico de Alemania, después de la firma del Tratado de Maastricht fue necesario reformar su constitución para otorgar a los Länder mayores atribuciones en la implantación de las decisiones comunitarias. El artículo 50 de la Constitución alemana señalaba que “los Länder participarán a través del Bundesrat en la legislación y la administración de la Federación”, ahora señala que: “los Länder participarán . . . en la administración de la Federación y en los asuntos referentes a la Unión Europea”. Aún más importante es el artículo 23, que expresa que “donde esencialmente la legislación exclusiva de los Länder sea afectada, el ejercicio de los derechos de la República Federal de Alemania como un Estado miembro de la Unión Europea será transferida por la Federación a la representación de los Länder designados por el Bundesrat. Estos derechos serán ejercidos con la participación de y en acuerdo con el Gobierno federal. En esta conexión será mantenida la responsabilidad de la Federación para con el país como un todo” (ver Goetz 1995: 167). Estos acontecimientos han llevado a autores como Scott, Peterson y Millar (1994) a hablar de un sistema de regionalismo cooperativo en la UE. Este ayudaría a aplicar el principio de la subsidariedad y a lograr una mayor eficacia en la implantación de las decisiones comunitarias, pues “muchas de las metas ‘de alto nivel’ acordadas entre los representantes nacionales podrían ser ejecutadas de forma más eficiente por las autoridades subnacionales que por una estructura gubernamental de alto nivel” (Scott et al, 1994: 59). El concebir a los procesos de integración como regímenes internacionales (RIs) geográficamente limitados, permite presentar una explicación alternativa sobre el papel de las regiones en su diseño e implantación. En la teoría internacional, un régimen internacional es “un conjunto de principios, explícitos o implícitos, normas, reglas y procedimientos de adopción de decisiones en torno a los cuales convergen las expectativas de los actores en un área determinada de las relaciones internacionales” (Krassner 1983: 186). Este enfoque reconoce que los esquemas de integración son creaciones sociales basadas en las percepciones e intereses de los diversos grupos sociales, que abarcan aspectos económicos, políticos y sociales de las relaciones internacionales. En este sentido, la integración sería una forma de RI destinado a 46 promover la coordinación, concertación e integración interestatal sobre determinados aspectos económicos y políticos crecientemente interdependientes. Como señala Andrew Axline (1996: 217), la cooperación e integración regional “sólo pueden ser entendidas desde la perspectiva de los intereses nacionales de los estados miembros”. Estos aceptan cooperar cuando la coordinación de políticas les permite eliminar externalidades negativas, es decir, cuando les ayuda a remover los efectos negativos que las políticas de un país imponen en las políticas domésticas de otros (Moravcsik 1993). El grado de cooperación será mayor cuanto mayores sean los efectos de las externalidades negativas, presentando diversas modalidades como la consulta, concertación, cooperación y integración política o económica. La integración también es resultado de la dinámica política interna de los estados que la promueven. Para comprender sus posibilidades de éxito se requiere una especificación más precisa de los intereses societales domésticos en ciertas áreas específicas y como éstos influyen y limitan a los gobiernos, lo cual implica un examen del proceso de formación de las preferencias nacionales dentro de cada estado. Una vez determinadas estas preferencias nacionales, ellas son negociadas en el ámbito intergubernamental, y sus resultados terminan por configurar la forma del proceso regional (Moravcsik 1993). La pregunta es ¿Cuál es el papel de las unidades subnacionales de los estados-nación, es decir, de las regiones, en este proceso de formación de las preferencias nacionales? En la mayoría de los trabajos basados en este enfoque se incluye esencialmente a los actores sociales como las unidades subnacionales más importantes en el proceso de formación de las preferencias nacionales. Esto es algo bastante marcado en enfoque del liberalismo intergubernamental. En particular, Andrew Moravcsik señala que “las prioridades y políticas de los estados están determinadas por los políticos a cargo de los gobiernos nacionales, quienes están imbuidos en una sociedad civil doméstica y transnacional que constriñe decisivamente sus identidades y propósitos. Por lo tanto, las influencias más fundamentales sobre la política exterior son la identidad de importantes grupos sociales, la naturaleza de sus intereses y su influencia relativa en la política doméstica” (Moravcsik, 1993: 483). Las regiones, en cambio, son excluidas del proceso de formación de las preferencias nacionales. Basándose en la experiencia de la UE, Moravcsik (1994) considera que la relevancia de las regiones como actores del proceso de integración es más retórica que real. En su opinión, la difusión del poder a las regiones desde la UE no ha resultado en un mayor poder para éstas, pues el poder ejecutivo central de los países comunitarios ha actuado como un guardián de los intereses del Estado-nación, evitando cualquier difusión significativa de poder a las subunidades nacionales a través de las políticas regionales o los fondos estructurales de la UE. En consecuencia, “más que observar en la UE un conflicto suma cero entre diferentes niveles “horizontales’ de gobierno, podría ser más útil considerar a la UE como un proceso basado en coaliciones “verticales” que incluyen a los grupos domésticos, los poderes ejecutivos (del Estado-nación) y los grupos supranacionales” (Moravcsik, 1994: 54). Este rechazo a la participación de las regiones en los asuntos internacionales obedece en gran medida al excesivo peso que en el marco explicativo del liberalismo 47 intergubernamental se otorga a jefe ejecutivo del Estado-nación. Esto ha sido considerado como una de las mayores limitaciones conceptuales de este enfoque (Mc Carthy y Alexopoulos, 1995: 21-22), algo que se intenta superar en este ensayo. La concepción de la integración como RI resultante de un proceso de negociación en dos niveles (uno nacional y otro internacional), es plenamente válida. No obstante, un análisis que incluya a todas las posibles variables debe considerar no sólo la articulación de los intereses de los grupos sociales y su agregación en el Estado-nación, sino que también debe tomar en cuenta a las unidades administrativas subnacionales, es decir, las regiones. Estas tienen un papel crecientemente relevante en el proceso de formación de las preferencias nacionales, como ha sido reconocido en los estudios recientes sobre integración en Europa. En consecuencia, las regiones deberían ser incluidas en el nivel doméstico de la formulación de la política de integración, no sólo porque tienen sus intereses propios, que agregan en las cancillerías y en los demás órganos del gobierno central que participan en la elaboración de la política de integración, sino también porque pueden ser los voceros de la sociedad civil regional ante el Gobierno central. Esto supone que al lado de los procedimientos y los intereses de la burocracia estatal conviven también los intereses de los actores subnacionales de tipo público, es decir, de las regiones, las cuales también desempeñan un papel importante en la elaboración e implantación de la política de integración. Estos actores regionales actúan junto a las fuerzas de la sociedad civil, llevando sus exigencias a los órganos del gobierno central y pretendiendo influir en las políticas finales de éste. De todo este proceso resulta la configuración de las preferencias nacionales que serán objeto de regateo intergubernamental por parte de los estados-nación en el nivel internacional del proceso de la elaboración de la política de integración. Esto no significa que las regiones dispongan del mismo margen de acción que otros actores políticos, pues son parte de uno mayor, el Estado-nación, lo que les impone ciertas limitaciones para actuar en materia de integración. En primer lugar, las regiones deben circunscribirse en su ámbito de actuación a las disposiciones constitucionales que, en la mayoría de los casos, señalan que debe existir compatibilidad con la política exterior del Estado-nación. Una limitación aún mayor es el carácter de las atribuciones de las regiones en materia de integración. Estas se refieren básicamente a temas como la realización de obras de infraestructura, educación, cooperación técnica o sanitaria. Aspectos como la integración comercial y monetaria, o la coordinación de las políticas de defensa o policía entre las unidades subnacionales, en particular en las regiones fronterizas, continúan en manos del poder nacional. De igual manera es importante explicar que no se trata de sustituir al Estado-nación por la región. Una política de entrelazamiento supone incorporar a las regiones en el proceso de elaboración e implantación de la política de integración en el cual también participarían el Estadonación y los actores del sector económico y de la sociedad civil. No se sugiere, entonces, que las regiones se conviertan en actores con una política exterior independiente, sino que contribuyan a enriquecer las políticas de Estado-nación y ayudar así a fortalecer los procesos de integración en marcha. Como indica Bernal Meza (1990: 35-36), de lo que se trata es de “encontrar un equilibrio entre una cierta autonomía de las regiones, entre la posibilidad de brindarles espacio político para la 48 búsqueda de soluciones a sus problemas sectoriales . . . y que dicha autonomía no implique la formulación de una política exterior independiente de los lineamientos de las cancillerías”. El punto de vista de la economía internacional Las transformaciones en la economía mundial también han contribuido a modificar el cuadro a sus actores económicos más importantes. Sin aceptar el discurso antiestatista que proponen muchos de los teóricos de la política económica internacional, es evidente que el Estado dejó de ser considerado como el actor predominante y director de la economía mundial, sino que se ha acostumbrado a convivir con otros actores transnacionales. Esta pérdida de la capacidad del Estado para controlar las variables económicas mundiales ha permitido la aparición de teorías que otorgan a otras unidades territoriales, sea la región continental o la región al interior del Estado, la habilidad de enfrentar de una mejor manera los cambios estructurales de la economía mundial. La teoría del Estado-región de Kenichi Ohmae (1995) es una expresión de este nuevo pensamiento. Para Ohmae, el Estado-región es la unidad social más adecuada para adaptarse al mundo sin fronteras en que se desenvuelve la economía internacional. La globalización de la economía y las finanzas han convertido al Estado-nación en una “ficción crecientemente nostálgica”. Cada vez tendría menos sentido hablar de países como China, Italia o Rusia como unidades económicas, pues son los territorios inmensos con diferentes necesidades en su interior y diferentes capacidades. Considerarlos unidades económicas, señala Ohmae, es falso y poco plausible. Estas entidades político-territoriales deberían ser sustituidas por los estados-región. Estos últimos constituyen las zonas económicas naturales del mundo sin fronteras. Son unidades políticas y económicas que se caracterizan por su limitada extensión geográfica y su enorme influencia económica. Ohmae menciona como ejemplos de estados región al nordeste de Italia, Gales, BadenWüttemberg (en el alto Rhin), San Diego-Tijuana, Hong Kong y el sur de China, Sillicon Valley y la zona de la Bahía de California, Pusan (en el punto sur de China, de la península coreana) y las ciudades japonesas de Fukuoka y Katakyusha. Todos estos estados-región se caracterizarían por tener una estrategia basada en la conquista de los mercados mundiales para resolver sus problemas, en vez de dirigir su mirada a los gobiernos centrales de los estados - nación de los que son parte (Ohmae, 1995: 81). La noción del estado-región, a pesar de sus limitaciones conceptuales, es el reconocimiento a nivel doctrinal de la creciente importancia de las regiones como actores económicos autónomos en la escena internacional. El problema es que sus supuestos teóricos no son confirmados en el plano empírico. Es innegable que muchas regiones se han convertido en actores económicos de gran relevancia. También se puede aceptar que en el mundo globalizado, el Estado-nación no parece ser el espacio más adecuado para la expansión económica capitalista y que las regiones tienen una inserción más directa y con menos mediaciones del Estado-nación en la división internacional del trabajo actual. En fin, es evidente que se están creando núcleos, polos 49 o focos concentradores de la actividad científica y tecnológica en ciertas regiones, a lo que se suma el desarrollo de programas de descentralización administrativa que atribuyen mayores poderes de decisión a las regiones (Laurelli, 1994; Rofman y Ruso, 1994). Sin embargo, el referente empírico de la realidad contemporánea no convalida el argumento de que el Estado-nación esté siendo sustituido por unidades de menor tamaño, como los estados-región que propone Ohmae, sino por espacios más ampliados, bloques económicos creados mediante la fusión de diversos espacios económicos nacionales en uno de mayor tamaño. Aunque es cierto que en el escenario mundial se admitan nuevas formas de integración ‘interregional” o “subregional”, pero internacional, bajo la iniciativa de gobiernos nacionales o regionales, o al menos apoyadas por gobiernos, y que involucran a regiones fronterizas más que a países (De Lombaerde, 1998: 259), iniciativas de este tipo son aún menores en cuanto a su cantidad e intensidad si se las compara con el amplio regionalismo continental en boga. Además, tampoco pueden soslayarse las críticas que desde la economía internacional se están haciendo al supuesto del “mundo sin fronteras”, en el cual el estado-región sería la unidad política territorial óptima. Es obvio que se está produciendo una mayor integración de los mercados de bienes y capitales y que muchos aspectos de la economía internacional se están convirtiendo en algo parecido a las cuestiones regionales. No obstante, existen también significativas diferencias entre las cuestiones de la economía regional e internacional, en particular en lo referente a la movilidad de los factores. Estos últimos son altamente móviles entre las regiones y menos móviles entre los países. Estas diferencias tienen dos consecuencias: en primer lugar, como las regiones deben competir por mantener factores que son móviles, la capacidad a largo plazo de una región para exportar depende de sus ventajas absolutas, en vez de sus ventajas comparativas. En segundo lugar, los movimientos de capital, y especialmente de trabajo, a menudo dan lugar a procesos acumulativos de crecimiento desigual (Krugman y Obsfeld, 1996: 22). En general, si en una economía el factor trabajo se desplaza libremente entre regiones, se esperaría una tendencia a largo plazo hacia salarios iguales. Si todas las regiones igualan sus salarios, entonces sólo serán capaces de exportar bienes en los que tienen ventajas absolutas, es decir, bienes en los que pueden producir con menos necesidades unitarias de trabajo que cualquier otra región. Esto podría ser una desventaja porque la pauta de las ventajas absolutas podría ser modificada por cambios en los gustos o en la tecnología, lo que en algunas ocasiones podría causar un drástico despoblamiento que podría provocar el declive económico de muchas regiones. Un segundo problema que ocasiona el exagerar la importancia de las regiones como unidad económica, es que entre éstas, en particular en los países subdesarrollados, pueden existir enormes diferencias en cuanto al nivel de renta. Además, como en las regiones ha ocurrido un proceso de causación acumulativo en aquellas que disfrutan de una ventaja inicial, sea debido a un accidente o la historia, éstas atraerían volúmenes crecientes de industrias y empleos de otras regiones menos afortunadas (Krugman y Obsfeld, 1996: 224-229). 50 Estas observaciones permiten una evaluación más objetiva del concepto de estadoregión y su verdadera viabilidad como alternativa al Estado-nación. Una descripción algo distinta de la importancia de las regiones en el proceso de integración es presentada por el pensamiento estructuralista, en particular por André Marchal. Para este autor, “la economía no es más que el resultado de la superposición de círculos de colaboración económica cada vez más amplios, de los cuales el primero es la región” (Marchal, 1970: 198). Esta última se caracterizaría por ser un espacio polarizado, con un núcleo o polo que se convierte en el centro de producción y de intercambio de bienes y servicios y con una intensidad en las relaciones a su interior mucho mayor que con el exterior. El núcleo o polo, generalmente una gran ciudad, se transforma en un centro capaz de inducir un creciente desarrollo industrial y actuar como fuerza motriz de éste. El polo, a su vez, ejerce efectos de arrastre y aglomeración sobre otras actividades, originando, por un lado, su desarrollo con detenimiento, en el cual la densidad de las implantaciones industriales y de la población se acrecientan en un espacio estrechamente limitado y, por otra parte, produciéndose una extensión del polo en su ámbito espacial a las regiones limítrofes. Este crecimiento de los polos tiende a desbordar las fronteras regionales y difundirse mucho más allá, dando origen a los “ejes de desarrollo”, a lo largo de los cuales surgen zonas de expansión industrial o pasillos de prosperidad (Vacchino, 1981: 37-45). Estos polos de crecimiento se podrían proyectar a regiones vecinas que pertenecen a otro Estado nacional, dando origen a un espacio de colaboración e intercambios que requeriría un tipo de regulación común por las partes interesadas. Este sería el proceso que llevaría a establecer iniciativas de integración, cuyo motor principal sería el polo regional. Como señala Vacchino (1981: 41), para el pensamiento estructural “existiría un orden lógico en la evolución económica, el mismo proceso que condujo a las economías locales a quedar englobadas en las economías regionales, y a éstas en las nacionales, y conduciría actualmente a la formación de una economía internacional. Se trataría de extensiones sucesivas y progresivas de las economías nacionales”. La importancia de las regiones como actores económicos en el proceso de integración es que pueden ser núcleos en los cuales se desarrollen “polos de integración”. Este fue un concepto elaborado por el Instituto de Integración Latinoamericano durante la década del sesenta, cuando la tesis de los polos de crecimiento gozaba de cierto prestigio en el ámbito académico y gubernamental en América Latina. Los polos de integración serían “centros en los que se desenvuelven solidaridades de hecho entre distintos grupos y actores individuales que sean capaces de irradiar, inducir y propagar un efecto de solidaridad con un lato contenido integracionista” (INTAL 1966: 3). Esta idea de los polos de integración es útil en varios aspectos, particularmente porque reconoce la existencia de centros motores que son capaces de inducir y propagar solidaridades entre espacios regionales de diferentes estados, creando así condiciones para una mayor integración. La historia de los esquemas de integración confirma la existencia de estos “polos de integración”, a partir de los cuales se ha producido una expansión del proceso a todo el Estado-nación, como por ejemplo, la Cuenca del Ruhr en la integración europea, el eje San Pablo - Buenos Aires en el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), el eje Cúcuta – 51 San Antonio – Ureña en la integración andina o los ejes Tijuana - Sur de California, Texas – Monterrey en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Hacia una síntesis político-económica La revisión de las teorías de las relaciones internacionales y de la economía internacional ayudan a realizar especulaciones sobre la posibilidad de una mayor participación de las regiones nacionales en las políticas de integración. El viejo concepto del Estado unitario ha sido definitivamente superado por las nuevas concepciones que han “abierto la caja negra” de las interacciones que ocurren a lo interno de cada Estado e inciden en el diseño e implantación de las políticas exterior y económica, dentro de las cuales se inserta la política de integración. De igual manera, la economía internacional revaloriza a la región como espacio político-territorial que puede actuar como un polo para impulsar el proceso de integración. En otras palabras, existe un margen de maniobra para una mayor intervención de las regiones nacionales en los procesos de integración internacional, lo cual es aún más válido en el caso de las regiones fronterizas. El reconocer la relativa mayor autonomía de las regiones en el plano internacional, no debe llevar a crear una falsa dicotomía Estado nación-región, pues ambos tienen intereses y cometidos comunes, de lo contrario, no tendría sentido la pertenencia de la última a la primera. En tal sentido, la actuación internacional de una región, difícilmente podría oponerse a los fines y propósitos de la política de integración del Estado de cual es parte, sino que sería un complemento de ésta. Una oposición Estado nación - Región en materia internacional, es incluso difícil desde el punto de vista operativo, pues la mayor autonomía de las regiones es producto de un proceso de descentralización que está regido por un marco legal específico en el que se señalan los límites de los poderes y atribuciones que se conceden a las regiones. De lo que se trata es de entender a la política de integración como proceso de dos niveles: uno nacional y otro internacional, y conceder a las regiones un papel en la dimensión nacional del mismo, lo que hace más fácil el manejo de ciertos temas como la integración fronteriza, en los cuales la burocracia regional podría contribuir a la realización de los propósitos nacionales. En consecuencia, una mayor participación de los actores regionales en el diseño de la política de integración no quita al Estado-nación su papel de director de la misma. Como parte de la política comercial y la política exterior, es una atribución del Gobierno central, sin embargo, es también cada vez más evidente la presencia de los gobiernos regionales, especialmente los fronterizos, en el proceso de su discusión, elaboración e implantación. En este proceso, las regiones han adquirido una mayor autonomía, aunque están limitadas en sus atribuciones por el contexto general de la política de integración del Estado-nación. En otras palabras, las regiones son agentes de los estados-nación de los que forman parte. Entonces, es correcto rechazar la idea del Estado como actor unitario, pero no es acertado dejar de considerarlo como el agente fundamental y el director de la política de integración. 52 En conclusión, existe un amplio margen para el debate y la discusión sobre la participación de las regiones en las políticas de integración. Es claro que ni el proceso de globalización ni los desarrollos en la teoría internacional permiten continuar defendiendo el supuesto del Estado como actor unitario. Sus políticas son el resultado de un amplio número de interacciones de los diversos actores públicos y privados que actúan en él, entre ellos, las regiones. VENEZUELA Y EL NUEVO REGIONALISMO CARIBEÑO: LA PERSPECTIVA DE LAS REGIONES Las regiones y la actuación internacional de Venezuela De acuerdo al artículo 136 de la Constitución venezolana de 1961, la actuación internacional de la República es una atribución del poder nacional, excluyendo a los estados, incluso a los fronterizos, en la participación, elaboración o implantación de políticas relacionadas con los asuntos internacionales. Toro Jiménez (1982) sostiene un criterio algo distinto. Para este autor, Venezuela es un Estado unitario, con características de un Estado federal compuesto para el derecho interno estatal. Por ello, las subunidades públicas, es decir, los estados y municipios, son sujetos de derecho interno estatal. En opinión de Toro Jiménez, aunque el artículo 136 de la Constitución pareciera atribuir la actuación internacional de la República de forma exclusiva e indelegable al Poder nacional, la misma Constitución, aunque por vía de excepción y en forma restringida, autoriza a los estados para actuar en ciertos asuntos internacionales. Esto pareciera inferirse del artículo 126 de la Constitución, que expresa: “...tampoco podrá celebrarse ningún contrato de interés público nacional, estatal o municipal con estados o entidades oficiales extranjeras... ni traspasarse a ellos sin la aprobación del Congreso...”. Para Toro Jiménez (1982: 323), “tanto los estados como los municipios venezolanos pueden celebrar, con la aprobación del Congreso Nacional, contratos de interés público”. En otras palabras, los estados estarían facultados, en ciertas condiciones legales, para celebrar tratados internacionales, porque todo contrato de interés público estatal debe entenderse como sinónimo de un contrato de interés público celebrado por un Estado. En contra de este argumento se podría alegar que cuando la Constitución se refiere al “interés nacional”, “estatal” o “municipal”, alude exclusivamente a los fines de la utilidad pública que persigue el contrato. Estos fines estarían circunscritos a funciones o servicios propios de la esfera concreta de un estado, un municipio, o toda la República. Entendidas las cosas de esta manera, la competencia para celebrar contratos de interés público sería una atribución exclusiva del poder nacional. No obstante, como pregunta Toro Jiménez, si la última interpretación fuera la correcta ¿para qué el constituyente elaboró semejante calificación si no le atribuyó efectos jurídicos? El mismo autor responde que “el calificativo de nacional, estatal o municipal que se atribuye en la Constitución al contrato de interés público, alude concretamente al poder u órgano específico del Estado al cual corresponde la competencia para la celebración de contratos de interés, por tratarse la materia u objeto de ésta de la exclusiva competencia de ese mismo poder u órgano” (Toro Jiménez, 1982: 324). En conclusión, todo contrato 53 de interés público celebrado por un estado o municipio con un Estado extranjero u otro sujeto de derecho internacional público, es un tratado internacional. Aunque el argumento de Toro Jiménez es de una coherencia difícil de quebrantar, el problema es que no se encuentra en el resto de la legislación venezolana alguna otra norma que permita apoyarlo. Al contrario, en la Ley Orgánica de Administración Central se atribuye la elaboración y la implantación de la política exterior al Ministerio de Relaciones Exteriores. Este sería el responsable de la actuación internacional de la República, y como tal, sería el encargado de la negociación, firma, ratificación, aceptación, aprobación, adhesión, reservas, prórrogas, canje, depósito, ejecución, suspensión, denuncia y terminación de tratados, convenciones, protocolos, declaraciones, actas, pactos, acuerdos y demás instrumentos internacionales. En esta última categoría se podría incluir a los contratos de interés público nacional. Esta situación no ha sido modificada por el proceso de descentralización política y administrativa que se ha estado desarrollando en Venezuela desde hace casi una década. La Ley Orgánica de Descentralización, Delimitación y Transferencia de Competencias del Poder Público, vigente desde enero de 1990, no atribuye ninguna competencia a las regiones en materia de relaciones internaciones. Incluso los estados fronterizos han quedado excluidos de participar en cualquier negociación con sus vecinos de los países limítrofes. La única disposición legal que considera la posible actuación internacional de las regiones es el decreto 3180 de 1993, el cual es más bien restrictivo, ya que intenta controlar cualquier actuación de los gobiernos estatales o municipales en el exterior. De acuerdo al decreto, los gobernadores y alcaldes deben someter a la consideración del Ministerio de Relaciones Exteriores todo propósito en que se involucre la representación internacional de la República, o que de alguna manera sea susceptible de generarle compromisos internacionales. En tal sentido, los gobiernos estatales y locales están obligados a “suministrar toda la información necesaria que permita la apreciación de su oportunidad en el marco global de las relaciones internacionales de Venezuela, conforme a las pautas dictadas con carácter general del Ministerio de Relaciones Internacionales” (IDEAF, 1996: 5). Es notorio el carácter restrictivo del artículo al establecer un control jerárquico para garantizar al Gobierno central el monopolio del manejo de las relaciones internacionales, tal como lo señala la Constitución venezolana en su artículo 136 (IDEAF, 1996: 5). El proyecto de Ley de Fronteras tampoco otorga atribuciones a las regiones limítrofes atribuciones para negociar acuerdos de cooperación o integración con sus regiones vecinas pertenecientes a otro país. Cuando los gobernadores de estados fronterizos deseen promover acuerdos de este tipo, deben solicitar al Ejecutivo nacional, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, el establecimiento de mecanismos de cooperación con los países vecinos, que favorezcan el desarrollo fronterizo de esa entidad estatal. Si embargo, la ley sí atribuye a las regiones alguna forma de participación en las políticas de desarrollo e integración fronteriza. En el proyecto de ley se establece que en los estados fronterizos se debe crear un Comité Regional de Coordinación para el Desarrollo Fronterizo, que presidirá su gobernador. Este Comité servirá de enlace entre el ente regional y la Secretaría del 54 Consejo Nacional de Fronteras, el máximo organismo rector en materia de asuntos fronterizos. De acuerdo a la ley, el Comité coordinará, junto con otros organismos públicos y privados, la creación de la infraestructura adecuada para la integración económica fronteriza. Esta breve revisión de la legislación venezolana permite concluir que el país está al margen de las tendencias mundiales que otorgan a las subunidades estatales una mayor participación en los asuntos internacionales. A pesar de los argumentos de Toro Jiménez, los entes regionales venezolanos no disponen de poderes autónomos para negociar acuerdos internacionales, y cuando participan en alguna negociación internacional, lo hacen con previa autorización del Ministerio de Relaciones Exteriores. Tampoco tienen las regiones atribuciones para llevar a cabo acuerdos internacionales acordados por el gobierno central, a no ser que esto sea redactado en forma escrita y expresa en tales acuerdos. En el caso particular de la política de integración de Venezuela, esta es básicamente el resultado de la actuación de la burocracia del gobierno central y de ciertos grupos de presión, en particular, el sector privado. Las regiones, incluso aquellas de zonas de gran dinamismo integrador, como las de Los Andes venezolanos, tienen una participación mínima en el proceso de elaboración e implantación de la política de integración. La Ley Orgánica de Administración Central es tajante en esta materia al señalar en su artículo 25, como una de las atribuciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, “la dirección, coordinación y centralización de la política de comercio exterior y de integración y su información estadística”. El Caribe venezolano y el nuevo regionalismo caribeño La pregunta obligada, al menos para efectos de este ensayo, es: ¿cuál ha sido el papel de las regiones caribeñas venezolanas en la promoción del nuevo regionalismo caribeño? A pesar de la tendencia internacional a favorecer una mayor participación de las regiones en los asuntos internacionales, y de que en Venezuela se ha estado llevando a efecto un importante proceso de descentralización administrativa, la respuesta a la anterior pregunta es poco alentadora. Las regiones venezolanas bañadas por aguas caribeñas abarcan los estados Zulia, Falcón, Carabobo, Aragua, Miranda, Anzoátegui, Sucre y Nueva Esparta1. De estas provincias, son particularmente importantes, Falcón (debido a su cercanía a las Antillas holandesas), Sucre (estado cercano a Trinidad y Tobago), y Nueva Esparta (que se encuentra a una distancia relativamente cercana de las islas del Caribe oriental). Estas regiones en particular podrían tener un papel relevante en la promoción de un mayor acercamiento, no sólo comercial, sino también cultural y equitativo con sus vecinos caribeños. Sin embargo, en la práctica, su actuación en esta materia no ha sido una prioridad para los gobiernos locales. La participación de las regiones caribeñas en la promoción del nuevo regionalismo caribeño no ha sido realmente relevante y el interés de las mismas autoridades locales se ha visto disminuido por la poca autonomía de la que disponen para iniciar propuestas de integración o cooperación por cuenta propia. Esto supone desperdiciar el enorme 55 potencial que pueden tener las regiones fronterizas del Caribe venezolano en la promoción de un mayor acercamiento con sus vecinos. Para muchos actores políticos venezolanos, el Caribe es ciertamente una zona estratégica para el país, pero las ganancias de una creciente integración con ella serían mínimas. Se alega que la pequeñez de su mercado, su poca oferta exportable y las dificultades de transporte convierten a la integración con el Caribe en poco atractiva. Sin embargo, cuando el asunto se analiza desde una perspectiva de las regiones de Venezuela, esta visión puede ser relativamente modificada. Estas se podrían convertir en un puente que facilitase un mayor contacto entre Venezuela y sus islas vecinas. A pesar de los impedimentos legales y el poco compromiso político en otorgar a las regiones fronterizas mayores atribuciones en materia de integración, éstas tienen un enorme potencial para convertirse en actores relevantes en este proceso. Así ha sido comprendido por el sector privado de regiones como eje Táchira - Norte de Santander, que han fomentado una intensa cooperación mutua. El mundo político no se ha aislado de esta dinámica, sino que, superando las limitaciones legales, ha incrementado su acercamiento con los vecinos fronterizos. Esto es válido en general para las regiones limítrofes con Colombia, cuyos gobernadores han realizado cumbres con los mandatarios regionales de los departamentos fronterizos colombianos o se han establecido reuniones entre representantes de los parlamentos regionales de los estados y departamentos de la zona de frontera. Una situación semejante parece no haber ocurrido en la frontera norte venezolana, cuyos gobernantes no han sido particularmente activos en estrechar sus contactos con sus vecinos caribeños. También existen razones económicas para impulsar una mayor participación de las regiones fronterizas caribeñas venezolanas en el proceso de integración con la región caribeña. Venezuela tiene actualmente dos importantes polos de integración: el primero es el eje Táchira - Norte de Santander, foco del proceso de integración con Colombia; el segundo es el eje Santa Elena de Uairén - Boa Vista - Manaus, núcleo de integración con Brasil. Sin embargo, en la integración con la Cuenca del Caribe, la tercera región en la que está involucrada Venezuela, no es posible distinguir ningún polo de integración. Deberían considerarse las posibilidades de que estados como Sucre o Nueva Esparta pudieran promover un mayor acercamiento con la CARICOM. Su cercanía con Trinidad y Tobago, uno de los socios mayores de la CARICOM en el caso del estado Sucre, o de las islas del Caribe oriental en el caso de Nueva Esparta, les podría permitir actuar como polos para dinamizar las relaciones comerciales con la CARICOM. Una situación similar se plantea con el estado Falcón, que es un importante punto de conexión con Las Antillas holandesas. En todo caso, hay un amplio margen de posibilidades para una mayor actuación de las regiones caribeñas venezolanas en el proceso de integración con los países de la Cuenca del Caribe. A pesar de las limitaciones que la normativa constitucional impone a las regiones nacionales en cuanto a su posible actuación internacional, los gobiernos de las entidades federales con costa caribeña debe imitar a sus homólogos de regiones fronterizas con Colombia y establecer mecanismos para intensificar sus relaciones con sus vecinos caribeños. 56 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Allison, George, (1971), Essence of Decisions. Explaining Cuban Missiles Crisis, (Boston: Little Brown). Axline, Andrew, (1994), “Cross-Regional Comparisons and the Theory of Regional Cooperation”, Axline, Andrew, The Political Economy of Regional Cooperation, (London: Pinter Publishers Axline), pp. 178-224. Azócar, Héctor C, (1995), “La Política de Cooperación de Venezuela con El Caribe. 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Si bien, desde mi punto de vista, esto es correcto, y por ello sería un avance, vale la pena recordar que hasta hace muy poco tiempo se cuestionaba el hecho mismo de la llamada globalización y se discutía si los países podían sustraerse a ella. Pareciera que estas posiciones quedan superadas y, como diría Cardoso, ahora presidente de Brasil, “la globalización es implacable, pero inevitable”. Por mi parte, concuerdo con los autores que muy tempranamente consideraban que la globalización es la manifestación objetiva del desarrollo del capitalismo y que presenta como características centrales el haber multiplicado hasta puntos inverosímiles todos aquellos elementos que empezaron a manifestarse desde final de siglo XIX (con la instauración del llamado Imperialismo), haciéndose efectivo uno de los fines históricos del capitalismo: su universalidad. Sin embargo, queda muchísimo por investigar para lograr desentrañar este nuevo patrón de acumulación, por lo que hay que abocarse a la tarea de realizar una “crítica profunda en el sentido de conocer, y una crítica en el sentido de desenmascarar” (Feinmann, 1998). Cuáles son los elementos nuevos en relación con los patrones anteriores y cuáles no lo son, analizar las consecuencias para el sistema con el desarrollo extraordinario de los transportes y de la informática que permiten interconectar al mundo económico y político en cuestión de segundos. Nunca como hasta ahora, los circuitos financieros son manejados desde los centros neurálgicos, y las bolsas del mundo suben o bajan, acompañando este movimiento que por momentos puede parecer infernal, sobre todo para países como los nuestros, cuya debilidad frena cualquier posibilidad para detener las gravísimas consecuencias de los vaivenes financieros. La globalización, entendida como una profunda interrelación entre todos los países, cuyo eje es el mercado capitalista, se fortalece con la desaparición de la bipolaridad vivida durante el período de la guerra fría, la caída del socialismo realmente existente de los países de la Ex URSS y de la Europa del este y su ulterior incorporación al circuito capitalista, el ingreso de China al mercado capitalista y la apertura comercial de la mayoría de los países del Tercer Mundo. La crisis de los años setenta puso en evidencia, como nunca antes, el grado de interdependencia que habían alcanzado las economías del mundo, propagándose su 60 efecto devastador a todos aquellos países incorporados en el capitalismo y poniéndose enentredicho las formas de intervencionismo estatal bajo el llamado Estado de Bienestar. El mundo vivió desde entonces un ambiente de enorme inestabilidad económica, política, social y financiera produciéndose la caída de los acuerdos de Bretton Woods y la eliminación del dólar como patrón de cambio mundial. Hizo explosión el problema de la deuda del Tercer Mundo, declarándose en bancarrota gran cantidad de países, lo que puso a temblar a los centros financieros. Podemos aceptar que estamos ante una nueva fase de acumulación capitalista en la que se produce un fenómeno que asocia, por primera vez, internacionalización con depresión (Dabat, 1994: 147), fenómeno central que obliga a reconsiderar las condiciones en las que se está manifestando la migración, no sólo porque los mecanismos de la acumulación capitalista están cambiando (y si apoyamos la propuesta en el sentido de que la migración de trabajadores es un elemento constitutivo de la acumulación capitalista, habrá que estudiar las transformaciones estructurales que presenta el sistema) sino que al ser la migración uno de los instrumentos de la internacionalización, ahora se enfrenta con un proceso depresivo mundial. Una de las graves consecuencias de esta profunda contradicción serán las tensiones fronterizas, que están marcando también este fin de siglo. Por ello no es extraño que los desplazamientos humanos tengan la apariencia de un “caos migratorio”, como ha sido calificado, y si nos atenemos a las cifras propuestas por el Banco Mundial, no podemos menos que preocuparnos. Se supone que entre 1985 y 1990 se han desplazado 80 millones de personas, sin contar con los 17 millones de refugiados y los posibles flujos que se produzcan con la caída de la ex URSS. (Stanton, 1992) Este nuevo contexto ha creado una enorme preocupación mundial y el rechazo más oprobioso y violento contra los trabajadores migratorios por parte de los países receptores. Globalización, internacionalización, depresión y políticas neoliberales vinculadas a las innovaciones y desarrollos tecnológicos han transformado las necesidades del mercado laboral de los países de destino de los trabajadores extranjeros, y una buena parte de ésta se encuentra rezagada respecto a las necesidades de las economías receptoras. TRANSFORMACIONES EN LOS PROCESOS DE TRABAJO La Revolución Científico-Tecnológica surgida en el contexto de la crisis de los años setenta, implicó una reestructuración económica a nivel mundial a partir de los años 80’, que puso en marcha un conjunto de transformaciones que se sitúan en el campo de la robótica, microelectrónica, ingeniería genética y nuevos materiales. Estos nuevos ejes tecnológicos afectan a la mayor parte de los procesos productivos, destacándose entre ellos el sector agrícola, la producción de alimentos, la industria automotriz, del calzado, textil y el sector servicios, (Tangelson, 1984:39) todos ellos intensivos en mano de obra y sectores que han sido prioritarios del comercio de los países subdesarrollados. Se reorganizan los procesos industriales, surgiendo lo que algunos autores denominan como “toyotismo”, y que supone romper con los principios tayloristas y fordistas de segmentación de tareas, puestos fijos de trabajo, separación entre ejecución y 61 concepción, entre producción y mantenimiento, entre control de calidad y producción. Las relaciones laborales deben ser flexibilizadas, ya sea en forma unilateral, bilateral o en forma despótica o consensual. (De La Garza, 1992) El trabajador debe ser capaz de desplazarse de un tipo de trabajo a otro, lo cual implica, entre otras cosas, eliminar las antiguas relaciones laborales, con el consecuente enfrentamiento con los sindicatos, interlocutores tradicionales y altamente poderosos de las décadas anteriores para poder establecer las nuevas formas de contratación y negociación, ahora individualizadas. Un conjunto de países industrializados presenta una tendencia hacia la reabsorción de ciertos procesos productivos, anteriormente ámbito prioritario del comercio de las regiones menos desarrolladas. Tal es el caso de los Estados Unidos, principal país importador mundial de fuerza de trabajo, que presenta importantes reubicaciones de este tipo de procesos. Han desplazado sus inversiones en ramas eléctricas y electrónicas al exterior, especialmente a la frontera mexicana y a los países del Sur de Asia, pero al mismo tiempo han combinado su estrategia con una relocalización interna de sus empresas textiles hacia el sur de su propio país, donde una porción importante de la mano de obra no está sindicalizada, es de origen hispano y se encuentra de manera ilegal en el país. La poderosa industria del vestido, que presenta niveles de competencia feroz en el propio mercado interno, es alimentada básicamente con inmigrantes recién llegados. De acuerdo con un artículo de Los Angeles Times, los refugiados asiáticos son los que alimentan la economía invisible de los Estados Unidos. Este conjunto laboral presenta una situación especial, pues logran acceder a los beneficios de la asistencia social ocultando a las autoridades los ingresos generados por su trabajo a destajo en la economía subterránea, básicamente en las ramas de la industria del vestido, restaurante y electrónica. La industria del vestido siempre ha recurrido al inmigrante recién llegado por su enorme vulnerabilidad, afirmándose que la explotación de los asiáticos sudorientales concuerda con la historia del vestido en los Estados Unidos. Al mismo tiempo empieza a reflejarse una cierta tendencia hacia la contratación de profesionales de bajo salario en Malasia, Hungría, China y Singapur, cuyo costo más bajo y altamente eficiente los hace enormemente atractivos, afectando a la fuerza calificada del interior del país. Esta situación explicaría que en 1988, el Senado de los Estados Unidos propusiera ampliar la cuota de inmigrantes de aquellos que presentaran un alto nivel de calificación profesional, cuya demanda se concretó en una nueva ley llamada Immigration Act en 1990. La migración de trabajadores jugará un papel importante en los procesos de reestructuración económica mundial y de reestructuración de los procesos productivos en la medida en la que uno de sus elementos es la flexibilización del trabajo. Estos procesos aumentan las contrataciones temporales y van creando un mercado de trabajo dual: un 50% de los puestos de trabajo se realizan en forma permanente y a tiempo calificado, y corresponden a la idea de empleo estable, mientras que el otro 50% se mantiene a un nivel de empleo precario e intermedio. En este sentido no es extraño que las leyes migratorias expedidas por la mayoría de los países receptores de migrantes, y con un profundo matiz antiinmigrante ( ya sean países desarrollados o no, caso de Argentina), son una herramienta importante en la promoción de trabajadores temporales. 62 Los países expulsores, en su mayoría, han aplicado un conjunto de políticas que, con algunos matices, se acercan a las neoliberales instrumentadas por las economías altamente industrializadas. La aplicación indiscriminada de estas políticas, si bien ha permitido superar algunos desequilibrios macroeconómicos, no es menos cierto que bajo ningún concepto justifica los graves costos sociales pagados por la población: desempleo, con una lacerante reducción de loa gastos sociales por parte del Estado, sobre todo en salud y educación, causando un profundo deterioro en los niveles de vida. La consolidación de una planta industrial sólida también se ha visto negativamente afectada al tener que enfrentarse a una política de puertas abiertas, lo que ha producido una enorme cantidad de quiebras de pequeñas y medianas empresas, agudizándose el problema del desempleo. El telón de fondo que marca el momento actual y que afecta a ambos polos de la relación (países expulsores/países receptores) es el volumen desmesurado que presenta el desempleo en el mundo capitalista, de tal suerte que lo que se pone en evidencia en las fronteras es que éstas han dejado de lado su anterior porosidad y la fluidez de la migración se dificulta. Una parte de esta fuerza de trabajo requerirá, para ser funcional a las necesidades de los polos receptores, un cambio de perfil, pero otro conjunto laboral sigue manteniendo su lugar e importancia para los trabajadores extranjeros en aquellos nichos del mercado laboral que no pueden ser automatizados, y que los nativos se niegan a realizar. Hay que señalar en relación con lo anteriormente dicho que en economías como la de Estados Unidos se ha consolidado una estructura laboral segmentada que está funcionando a partir de la incorporación de grupos étnicos y minoritarios diferenciados (mujeres, negros, mexicanos e hispanos, en general), que son asignados a determinados segmentos de este mercado laboral, reforzando las divisiones étnicas, religiosas y raciales al interior de la clase trabajadora, lo que algunos autores han denominado como “segregación laboral” (Gordon, 1982). Con ello, los empleadores ven en esta mano de obra la posibilidad de abaratar sustancialmente sus costos, pero quizá lo más trágico sea que con ello se dificulta sustancialmente la posibilidad de desarrollar una cultura obrera que supere las divisiones y que luche como un todo por las reivindicaciones de todos los trabajadores. Esto también explicaría que los migrantes encuentren trabajo en un mercado con altos índices de desempleo, pues sólo en el caso en el que los trabajos relacionados directamente con el tipo de segmento productivo presenten problemas, los migrantes siguen siendo requeridos. Sin embargo, en la medida en la que el descontento social es notorio y los conflictos sociales se han convertido en el eje del problema de las economías capitalistas, ahora más que nunca, ejercer el expediente del “chivo expiatorio” resulta más que útil para los gobiernos, ante su incapacidad para enfrentar los desequilibrios. Algunos países del Tercer Mundo han perdido su importancia estratégica como productores de materias primas, y su capacidad como productores de productos manufacturados es aún precaria, por lo cual expulsarán mano de obra al exterior. Los países que se encuentran en esta condición, alimentarán el enorme ejército de reserva 63 mundial que actuará como un mecanismo equilibrador del proceso de acumulación global. Se puede decir que la actual explosión migratoria constituye la continuación directa de un proceso originado en el siglo XIX y retomado en la segunda posguerra en la que los Estados Unidos, Europa Occidental y otros centros secundarios de acumulación, ante problemas de escasez de sus propios ejércitos industriales de reserva, tuvieron que recurrir a trabajadores migratorios. Proceso que involucraba perfiles con características diferentes, pero que deben ser considerados como un mismo movimiento, cuya lógica se inscribe en la consolidación de un mercado mundial sobre la base de la internacionalización de la producción. Concretar y dominar los espacios, tanto en lo que se refiere a aquellos que presenten posibilidades de expulsión de fuerza de trabajo como los relacionados con la facilidad para invertir en aquellos países cuyas condiciones de costos salariales, comunicaciones, nivel educativo de la población, capacitación laboral, etc., sean objeto de atención para los países centrales; proceso selectivo, en la medida en la que no todos los países potencialmente expulsores de fuerza de trabajo serán objeto de atención por parte de los países centrales, sólo aquellos cuyas características de desarrollo y logros en infraestructura permitan combinar, tanto la inversión extranjera directa como la utilización de una fuerza de trabajo con determinadas calificaciones que puedan apoyar los procesos de reestructuración productiva. ALGUNAS CONSIDERACIONES CON RELACIÓN A LA MIGRACIÓN Por lo anteriormente dicho, queda claro que una de las cuestiones de mayor preocupación en este fin de siglo es justamente la que se relaciona con la libre circulación de las personas. Pero también hay que señalar que es un fenómeno en el que no hay unanimidad de visiones. En este sentido, se requiere reflexionar acerca de los nuevos aportes que hay en relación con el fenómeno, pero sobre todo, debatir acerca de nuestra propia visión en relación con el fenómeno migratorio. Desde mi punto de vista, este ejercicio es absolutamente necesario, ya que será la única forma en la que podamos establecer directivas y estrategias para que el problema migratorio supere una propuesta estrecha y coyuntural que no puede más que llevarnos al fracaso. Por mi parte, quisiera expresar mi propio punto de vista en relación con la visión a la que me adhiero, en el ánimo de una discusión abierta y siempre enriquecedora con el fin de profundizar en tan importante tema. La migración de trabajadores es un componente estructural de la acumulación capitalista formado por un excedente laboral mundial que se ha ido generando como producto y necesidad del capitalismo, y que persiste bajo el signo de la sobrexplotación debido a: a) Una profundización de las diferencias en el desarrollo entre unos países y otros. b) Una necesidad de los polos desarrollados para incorporar a este conjunto laboral con el objeto de regular su mercado de trabajo. 64 c) La incapacidad que presentan los países subdesarrollados para generar políticas económicas que permitan la absorción de su población bajo condiciones de vida productiva digna, situación que les imposibilita generar un poder de negociación suficiente ante los países receptores de su fuerza de trabajo. d) La falta de efectividad de las regulaciones internacionales para lograr mejores condiciones para los trabajadores migratorios. En los momentos actuales hay una tendencia hacia cuestionar los factores de atracción/expulsión como aquellos que enmarcan la situación migratoria por considerar que las redes han sustituido a estos determinantes. Desde mi punto de vista, esto es incorrecto, pues las redes serían una consecuencia de la inercia migratoria, pero ello no significa que se hayan superado los problemas que mantienen la importancia de la migración enmarcados en esos factores atracción/expulsión. Sin embargo, aceptar la existencia de expulsión y factores de atracción puede hacernos caer en algunos errores que hay que evitar. Este binomio puede sugerir una forma de complementariedad entre los factores de la producción, y desconocer el conflicto que se genera entre las regiones. Es decir, no todas las variables que favorecen a la migración confluyen simultáneamente en un determinado momento histórico o espacio económico. De aquí que se puedan producir importantes desfases entre demanda y oferta de trabajo, con la posible confrontación entre regiones. Por otro lado, los factores de atracción y expulsión no son estáticos, van cambiando en relación con las necesidades de la acumulación. Pero lo que sí es necesario es la existencia de un excedente laboral que pueda ser movilizado hacia los sectores productivos que lo requieran, y este contingente suelen proveerlo aquellos países que enfrentan graves problemas de reiteración de su fuerza de trabajo. Es importante distinguir los acontecimientos surgidos en un momento de crisis, que juegan un papel determinante y son el punto de inflexión que marca el inicio de nuevas etapas o fases de acumulación y su efecto sobre la migración de trabajadores que se repliegan o despliegan bajo ese momento coyuntural, de aquellos flujos y reflujos migratorios que responden al impacto de las decisiones de los grupos en el poder, que no necesariamente son los mismos que utilizan a esta fuerza de trabajo, y por lo mismo starán dispuestos a utilizar a los migrantes como “chivos expiatorios”. Si aceptamos que las migraciones no son “espontáneas” ni “individuales”, sino que son un fenómeno social y masivo y además estamos de acuerdo en el hecho de que siempre detrás de ellas se encuentra una determinada política, resulta importante analizar esta perspectiva en relación con los grupos que hegemonizan el poder, que no necesariamente son los mismos que hacen uso de esta fuerza de trabajo, lo que marcaría la incongruencia entre políticas antiinmigrantes y la necesidad de la fuerza de trabajo migrante. Por ejemplo, la aplicación de la Ley de Inmigración Ilegal y Responsabilidad de los Inmigrantes se puso en vigor el 1o. de abril de 1997. Esta ley es considerada la más agresiva para los migrantes indocumentados, con efectos nocivos que alcanzan a los propios migrantes legales. Sin embargo, las enormes dificultades para su aplicación y la confusión a la que se presta, de acuerdo con las propias 65 expresiones emitidas desde la Casa Blanca, refuerzan la idea de que se trata de una pieza jurídica que busca atenuar los exabruptos de los grupos más duros de la sociedad estadounidense, mientras que los migrantes indocumentados seguirán asistiendo a la economía de los Estados Unidos, incorporándose a la agricultura, a la industria y, con una participación cada vez mayor en el sector servicios, pero ahora con un mayor margen de debilidad. Para aquellos sectores ricos de la población que deberían destinar parte de sus ingresos a la educación y capacitación del resto de la población estadounidense, la inmigración les resulta una forma de “ahorro”, pues de lo contrario verían afectados sus intereses. Esta situación es paradójica, ya que los niveles más altos de xenofobia se producen entre los sectores conservadores de los Estados Unidos y el hecho no sólo coincide con una situación laboral de pleno empleo, sino que indica que no existe en un nivel global una competencia directa entre los principales grupos raciales. Es más, si se tiene en cuenta que el auge económico de los Estados Unidos no es inflacionario, se revela la importancia del trabajo migratorio como instrumento neutralizador del alza en los costos salariales. Esta situación paradójica y contradictoria explica la recurrencia de las leyes migratorias, ya que como existe una causa estructural para la demanda de mano de obra inmigrante, por medio de estas piezas jurídicas se intentan paliar los descontentos de los grupos afectados por la reestructuración, para los cuales el Estado no ofrece alternativas a su marginación social y pauperización. El vocablo crisis se suele utilizar con sentidos muy diferentes. En el plano genérico y abstracto, por crisis podemos entender una situación que emerge en el curso del desarrollo de un fenómeno, y que obliga (o presiona) a una mutación cualitativa del fenómeno. En relación con el fenómeno migratorio, me parece que las que interesan son las crisis estructurales que afectan a tal o cual patrón de acumulación específico, y que por lo común se asocian al fin de una onda larga y afectan a determinada etapa o fase del desarrollo capitalista. En relación con la región expulsada, y que la mantiene como reserva de este tipo de trabajador, habría que decir que no sólo esto es así como resultado de una historia de dependencia y subordinación a los polos hegemónicos (en el caso latinoamericano, es claro que hablamos de Estados Unidos) sino de la aplicación de políticas económicas que la mantienen como claramente expulsora de fuerza de trabajo. Hasta ahora, los grupos de poder no han superado la subordinación mencionada, y por lo mismo no se plantean una política migratoria, no sólo en el sentido de una negociación firme con los países receptores, sino planteándose un proyecto nacional de incorporación de sus trabajadores. Esto se desprende de la omisión de una modelación de las migraciones internas que tenga como eje la relocalización de los flujos de trabajadores, capacitación técnica, difusión de información, etc. (Argüello, 1972) Los momentos actuales presentan una gran indefinición en relación con los procesos de acumulación mundiales, y no queda claro cuáles son sus mecanismos, y en este sentido, cuáles serán las formas que adoptarán los flujos migratorios, los contenidos en función de los nuevos requerimientos del nuevo patrón de acumulación, aceptando, por supuesto, la idea de que la migración es un componente de la acumulación capitalista. 66 Los prejuicios xenófobos y racistas impiden una discusión racional acerca de la migración de trabajadores y de la posibilidad de que los hombres y mujeres del mundo puedan circular y trasladarse libremente de un espacio geográfico a otro. En este sentido, el análisis de la discriminación sería otra dimensión que merecería estudiarse. INTEGRACIÓN REGIONAL Y MIGRACIÓN Unas cuantas palabras en relación con la posible integración latinoamericana. Es sorprendente cómo nuestros países adoptan rápida y prácticamente, sin mayores discusiones parlamentarias, aquellas políticas ligadas a los centros de decisión mundiales, el neoliberalismo, por ejemplo, y, en el caso de México, además, su lamentable incorporación al TLC. Sin embargo, no se hace lo mismo con aquellas acciones que los países desarrollados ponen en marcha como estrategias para paliar los graves problemas que se enfrentan, tal sería el caso de la integración. En México se encuentra prácticamente ausente la discusión en relación con la integración. Podría parecer paradójico pero no lo es, puesto que aceptó una relación absolutamente subordinada con la firma del Tratado de Libre Comercio; llevando las cosas a un punto ciertamente de exageración, diría que no se ha integrado, sino que se ha asimilado, con todo lo que ello implica para nuestro país. Por esto un seminario de esta naturaleza, en el que se plantea el problema de la integración como el eje de sus preocupaciones y de la discusión es de suma importancia para revertir esta tendencia asimilacionista de nuestro gobierno, que casi de manera permanente se ha mostrado siempre proclive a satisfacer los intereses de Estados Unidos. El subdesarrollo no sólo se mide en términos económicos, sino en términos políticos y, en este sentido, México presenta una tendencia hacia un anacrónico y exacerbado nacionalismo interno, pero se olvida de defender su soberanía. En el contexto de la globalización, la regionalización la acompaña con procesos de integración, pues se tiene la certeza de que los problemas que enfrenta el mundo, y de consecuencias para cada país en particular, no pueden ser resueltos en el marco de las fronteras nacionales. La Unión Europea, el ejemplo más acabado de integración, demuestra la factibilidad del ejercicio integrador, no carente de problemas y enfrentamientos que giran casi siempre en torno al acendrado nacionalismo que ha caracterizado al mundo capitalista. Una nueva cultura de convivencia tiene que ponerse en marcha y entender que la única forma de preservar los valores culturales en un mundo globalizado, es justamente a partir del ejercicio conjunto de acciones que permitan la sobrevivencia equilibrada ante los graves problemas que se viven, a través de distribuir poder y responsabilidades entre los socios. Las formas de democracia pasan por la delegación del poder. Integrarse formando un espacio más o menos homogéneo, económicamente hablando, a partir del cual puedan enfrentar comercio, finanzas, investigación, innovaciones tecnológicas, etc., de manera más eficiente y competitiva con el resto del mundo. Lo que no puede aceptarse es la adscripción a determinados bloques si ello se hace bajo el estigma de la subordinación, como ha sido el llamado Tratado de Libre Comercio que une los destinos de Canadá, Estados Unidos y México. Es decir, el propósito común de una integración debe ser la posibilidad de que 67 los países alcancen no sólo su crecimiento económico, que es sin duda fundamental, sino su desarrollo, es decir, “crecimiento con cambio social ”. En todos los bloques que se han integrado o pasarán por estos procesos, uno de los problemas que deben enfrentar es no sólo la libre circulación de bienes y capitales, sino, prioritariamente, la libre circulación de personas. En este sentido, la vinculación entre integración/desarrollo/migración resulta un trinomio inevitable para iniciar la discusión que tenga por “objeto no sólo el bienestar de los pueblos, sino a las personas, como productores y consumidores, pero fundamentalmente como seres humanos”, tal como señaló en su momento el Dr. Ramón León Oliveros (Oliveros, 1993). Ante la posibilidad de una integración latinoamericana, nuestro objeto de estudio no sólo se amplía, sino que se complejiza de una manera extraordinaria. Por un lado habría que considerar los esfuerzos históricos que se han hecho en ese camino, que han sido múltiples, pero con poco éxito y permanencia real. Entre ellos, los más destacados serían: ALALC (Acuerdo Latinoamericano de Libre Comercio en 1960, que incluyó a Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú y Uruguay, un año después se adhirieron Venezuela, Bolivia, Colombia y Ecuador); el Pacto Andino en 1969 (Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y Chile, que abandona en 1976); ALADI (como una reformulación de la ALALC, en 1980); y el Experimento Centroamericano (CCC) ; y recientemente, el Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay). El experimento más acabado parecería precisamente este último, que ha llevado a importantes avances en relación con la libre circulación de bienes, capital y personas. Esta experiencia me parece importante pues incorpora algunos elementos de la integración sin los cuales sería un proceso trunco: la libre circulación de las personas. Esto implica la “abolición de toda discriminación en razón de su nacionalidad entre los trabajadores miembros en lo que concierne al empleo, la remuneración y las demás condiciones de trabajo”. Supone la prohibición de toda distinción, exclusión o preferencia basada en la nacionalidad, que tenga por efecto anular o alterar la igualdad de oportunidades o de trato en el empleo y la ocupación. En este sentido, habría que aceptar la idea de que un proceso de integración que deja de lado el fenómeno migratorio será un proceso trunco. Sin embargo, esto no es un supuesto aceptado por los diferentes países ni por los distintos grupos sociales y económicos. De ahí la importancia que tiene la discusión amplia de estos fenómenos a todos los niveles. Si bien la región latinaomericana ha sido un espacio importante de desplazamientos humanos, permeando prácticamente todas las fronteras nacionales hasta consolidar el esquema geopolítico actual, dos países se han mantenido en este siglo como claros receptores de fuerza de trabajo extranjera, es el caso de Argentina y Venezuela, como importantes polos de atracción. Argentina (con una historia migratoria que la lleva a aceptarse como un país de inmigración, con un pasado reciente de migraciones europeas hasta prácticamente la mitad del presente siglo, fecha a partir de la cual nuevos contingentes migratorios conformarán el mapa migratorio proveniente de países limítrofes, básicamente de países como Bolivia, Paraguay, Chile y Uruguay), y Venezuela (con una historia migratoria diferente, pues el flujo migratorio más importante proviene de Colombia, y cuya explicación estaría muy localizada en relación con la contigüidad fronteriza). 68 Resulta muy interesante el hecho de que se haya avanzado en la región con la experiencia del Mercosur, que presenta entre sus socios a tres de los países que aportan mano de obra a Argentina: Bolivia, Uruguay y Paraguay. Es importante rescatar esta experiencia, pues justamente el planteo del Mercosur es la libre circulación de mercancías, capitales y fuerza de trabajo cuyos lemas se pondrían en marcha en 1994. Las posiciones de empresarios, sindicalistas y funcionarios públicos de los distintos países se han hecho escuchar en distintos seminarios, y pueden parecer por momentos opuestas e irreconciliables. ¿Cuáles son los temas a debatir? El famoso dumping social, la discriminación laboral, integración/asimilación, igualación de las normas laborales, cargas impositivas y beneficios sociales, cobertura de los riesgos de trabajo, jubilaciones, derecho a la capacitación y obligación de capacitar, igual derecho a la seguridad social, vivienda y salud. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Argüello, Omar, (1972), “Migración y cambio estructural”. III Reunión del Grupo de Trabajo sobre Migraciones Internas de la Comisión de Población y Desarrollo. Santiago de Chile,11-15 dic. Dabat, Alejandro, (1994), Globalización mundial y alternativas de desarrollo. en Nueva Sociedad, No. 132.Julio-Agosto 1994,p.p.147-147. De La Garza, Enrique, (1992), “Reestructuración y polarización industrial en México” en El Cotidiano. No. 50 Sept.-Oct. Feinmann, José Pablo, (1998), La sangre derramada. Ensayo sobre la violencia política. Argentina, Edit. Ariel Gordon, David, Richard Edwards, Michael Reich, (1982), Trabajo segmentado, trabajadores divididos. La transformación histórica del trabajo en Estados Unidos, New York, Cambridge University Press. Oliveros León, Ramón, (1993), Las migraciones laborales en el Merco Sur. Seminario Las migraciones laborales en el Merco Sur. Buenos Aires, Organización Internacional para las Migraciones. Stanton, Sharon y Michael S. Teitelbam, (1992), International Migration and International Trade. World Bank Discussion Papers No. 160, Washington. Tangelson, Oscar, (1984), Revolución Tecnológica y Empleo. Memoria. México, O.I.T., p.39 69 MILITARIZACIÓN, SOBERANÍA Y FRONTERAS. EL PENTÁGONO Y LAS FUERZAS ARMADAS ANDINAS Jorge Lora INTRODUCCIÓN Con la mundialización del capital no sólo se internacionalizan los circuitos de capital bajo la dirección del capital financiero, también va acompañada de una mayor movilidad geográfica del capital, de la globalización de las políticas macroeconómicas, de la división de la producción entre países, organizada bajo el control de las transnacionales y, por lo tanto, de estrategias de protección y defensa de sus capitales por las grandes potencias. Estas nuevas condiciones (como veremos) no han afectado en lo sustancial a las discutibles fronteras, y menos la semi-soberanía de los países latinoamericanos. Este último tema tiene que ver con la geoestrategia norteamericana para el mundo andino y con los conceptos de soberanía, frontera y militarización sobre los cuales cotidianamente se van construyendo mitos que pocas veces son revisados y cuestionados críticamente. Precisamente el objeto de la presente ponencia es examinar cómo la igualdad jurídica entre Estados, que permite relaciones entre iguales, es desbaratada con mayor intensidad y rapidez por la desigualdad económica y los mecanismos de subordinación política que conllevan las nuevas formas de intervención financiera, productiva y comercial de las grandes potencias, asociada a la combinación de tecnología moderna con mano de obra barata y las conexiones en el mercado mundial. Un concepto íntimamente ligado al de soberanía, que en su dimensión protomoderna quedó apropiado desde la constitución de los Estados por las Fuerzas Armadas y la diplomacia, es el de fronteras. Surge en su forma más primitiva, asociado al descubrimiento, conquista y colonización de América y, como tal, delimitó los espacios coloniales de la relación entre la Corona y los conquistadores. Más tarde fue el elemento legitimador por siempre de la aparición y consolidación de las milicias, de los militares y de los ejércitos. Y, así como al inicio, en la Península Ibérica fue la línea divisoria entre cristianos y musulmanes, llegó a estos lares dividiendo espacios de poder en función de lugares, líneas y modos de vida. Sin embargo, las fronteras tomaron otra dimensión y en las colonias se comenzó a hablar de república de españoles y de indios, momento constitutivo de una tensión interminable que a cada paso reaparece preludiando revueltas, rebeliones, levantamientos y revoluciones. Además, con la llamada independencia se produjo un encuentro entre el interés del Imperio británico (por constituirse en centro) y los intereses de la naciente oligarquía (por encontrar un centro); de este modo, la independencia política fue para los pueblos tan irrelevante como efímera y fugaz. Las fronteras se extienden así a toda la vida social. Espacial, étnica, cultural y civilizatoriamente se establecen, excluyendo unos grupos sociales a otros. La costa y la sierra, europeísmo y criollismo, la ciudad y el campo, élites y pueblo, es un campo de 70 identidades negativas que van de la mano con el etnocidio mental y material de la población nativa. Indio significa negación, y la historia colonial, hasta hoy, consiste en negar la identificación. Es después de la segunda posguerra cuando nacen las ideas más definidas sobre independencia, autonomía y soberanía y, junto a ellas, la necesidad norteamericana de mayor expansión, al ser la única potencia beneficiada por el conflicto. La principal expresión reactiva fue la Revolución Cubana, después de incontables guerras de guerrillas. El desafío es recuperar la identidad perdida, deconstruyendo las fronteras e incorporando a la memoria todas estas divisiones de nuestra América, incluyendo la más cercana, entre seguridad nacional y terrorismo. Recuperar lo propio es apuntar a la dignidad y la rebelión, a la constitución de nuevos sujetos en base a la emergencia de tradiciones de resistencia y de potenciación, como especificidad cultural de emergencia de nuevos proyectos. En este rubro, los nuevos, y también los viejos sujetos, vienen retomando la creatividad, la narrativa y musicalidad, la dimensión comunicativa, la pluralidad popular con vocación de poder. Hasta hoy, las propuestas de integración han sido desintegradoras, no han trascendido a la sobrevivencia ni han evitado el etnocidio, han conciliado con el proyecto de muerte. En oposición, el etnodesarrollo significa una propuesta ontológica, un juicio crítico, una construcción teórica en base a la rehistorización de una milenaria sabiduría. Proyecto cuya condición de realidad es enfrentar a la globalización neoliberal, que es un garrote contra países, pueblos y trabajadores; un ataque económico, ideológico y cultural contra las masas del mundo entero, además de significar mayor penetración sobre los países oprimidos y la eliminación de protecciones contra pueblos y trabajadores. Nuestra América Latina, región que reaparece con las guerras, se reinserta en la globalización sobre bases polarizantes y sobre una reconcentración del poder del Estado al centralizar en él la vida política de los países y transformarse en herramientas de los intereses norteamericanos. La intensa lucha revolucionaria 1959-1990 de los pueblos latinoamericanos contiene formas históricas de resistencia y luchas de trabajadores y pueblos que se han sincretizado en el antimperialismo, las luchas antisistémicas y en los combates por el poder. LA SOBERANÍA ANDINA Y EL PENTÁGONO En este marco cobran sentido algunos hechos ocurridos en los últimos meses en la región andina, lo que, sin embargo, requiere contar con un ajedrez político y piezas informativas de difícil acceso, pero también repensar y deconstruir los conceptos de soberanía, fronteras y sujetos sociales. El espacio andino, desde hace siete décadas se ha convertido en un dolor de cabeza para los norteamericanos y otros sostenedores del nuevo orden. En Bolivia, la Revolución de 1952, las guerrillas del Che, del ELN y la Asamblea Popular; en Perú, las guerrillas de 1957- 1965-1980 hasta hoy; en Chile, el Gobierno de Allende y las 71 guerrillas del FPMR y el grupo Lautaro; en Venezuela, las guerrillas de los años 60-70 y el actual gobierno del teniente coronel Hugo Chávez; en Colombia, múltiples conflictos armados desde la revolución liberal hasta las guerras de guerrillas, que duran más de 40 años bajo la conducción de múltiples organizaciones populares armadas; en Ecuador, las guerrillas de Alfaro Vive y las rebeliones indígenas. Son pueblos cuya identidad cultural está asociada a las potencialidades de rebeldía y a la memoria histórica de su resistencia, como al arte, la literatura y otras manifestaciones. Algunos de ellos sufren una mayor opresión y discriminación racista debido a su extensa población indígena, amplias áreas precapitalistas y difundida producción de coca y cocaína. Los indígenas y excluidos son desafiados a transformarse en los nuevos sujetos revolucionarios. El reciente descubrimiento de los intereses del Pentágono respecto a Colombia y el área andina como zona “peligrosa” en un momento en el que pierden su base militar aérea Howard, en Panamá, así como un recambio de otras bases navales y de comunicaciones, considerando las dificultades para efectuar intervenciones rápidas en Sudamérica desde EE.UU o la de Roosevelt Roads, en Puerto Rico, Guantánamo, en Cuba, o Soto Cano, en Honduras. Su propósito inmediato es instalar bases en Aruba y Curaçao, en Puerto Manta (Pacífico ecuatoriano) y cerca del Río Nanay (en la Amazonia peruana)1 . Es ya conocida la nueva división militar del trabajo represivo entre el amo y los esclavos, que consiste en la reorientación de las fuerzas armadas de EE.UU a la seguridad colectiva, y de las de América Latina a la militarización de la seguridad pública interna y el disputado y dudoso combate al narcotráfico, como ocurre en el Chapare boliviano o el Alto Huallaga, Perú. Esta farsa de la lucha antidrogas se evidencia en el aumento en cinco veces de los campos cultivados en la última década y la participación de políticos o militares intocables, como el expresidente de México o el hasta febrero de 1999 jefe del Estado Mayor del Ejército del Perú, general Tomás Marky, casos éstos que, entre muchos, evidencian la corrupción y la impunidad en ciertos niveles de los Ejecutivos y altos mandos militares de América Latina y EE.UU. Estos son los parámetros que permiten explicarnos las negociaciones de paz peruanoecuatorianas, el acuerdo firmado entre ambos países y las declaraciones del Presidente peruano respecto a las negociaciones de paz en Colombia (las FARC y el Gobierno), sentenciando que las negociaciones de ese tipo ponen en peligro a América Latina, y tomando clara postura sobre su opción por la guerra. “Coincidentemente”, a los pocos días recibe el espaldarazo de los EE.UU, cuando James Zackrison (analista del Pentágono) dice considerar a Colombia como un factor de desestabilización regional. En efecto, el 9 de diciembre de 1998, el Presidente Fujimori ratificó mediante decretos el Acuerdo Amplio de Integración Fronteriza y el Tratado de Comercio y Navegación, suscritos en Brasilia el 26 de octubre de 1998 entre Perú y Ecuador, mediante los cuales se proyecta construir el eje de interconexión vial Méndez-Yaupi-Borja y dos centros de comercio y navegación de 150 Ha. cada uno, que de acuerdo a los internacionalistas más renombrados (como Alfonso Benavides Correa) generará riesgos a la soberanía al entregarse el río Marañón-considerado intangible en anteriores acuerdos- al Ecuador. No nos detendremos en este complejo problema que provocó en Perú un acalorado 72 debate que convocó a los mejores diplomáticos, académicos y tratadistas de ambos lados de la trinchera, y que aun continúa. Mediados por la lucha popular, que a su vez ha desatado la protesta masiva de los pueblos amazónicos, y junto a ellos, la lucha regional por la democracia, autonomía, descentralización y desconcentración del poder, ha desencadenado una rebelión de los pueblos del interior, de los frentes regionales, que vienen razonando críticamente las privatizaciones observadas en todos estos años, que están dejando sin empresas, recursos y empleo a los pueblos. Es la prosecución de viejos combates contra el estancamiento y las dictaduras militares, a los que ahora se agregan las demandas de democracia, ciudadanía, justicia y libertad. En el mes de marzo se inició un nuevo período de cambios en la Cancillería. Ahora, el canciller Fernando de Trazegnies propone crear la Dirección de Desarrollo Fronterizo y Soberanía, lo que implica un cambio de concepción de las fronteras firmes a replantearlas como medios de comunicación, donde la nacionalidad es algo vivo y permanente. Es la redefinición neoliberal de las fronteras, acorde con la globalización, en función de atraer inversiones y potenciar financieramente sus ambiciones reeleccionistas. Recordemos que el gobierno anunció -cuando firmaron los tratados- que había conseguido tres mil millones de dólares, cuando hasta la primera semana de marzo del presente año se confirmó que únicamente habían logrado 50 millones. Pero Fujimori no descuidó otros frentes para conseguir la anuencia de la potencia continental. Es suficiente revisar cuántas misiones de fuerzas especiales de EE.UU., es decir, “entrenamiento, planes operacionales, transferencia de equipos”, con fondos que salen del presupuesto del Departamento de Defensa (ayuda militar que aparece como interdicción de drogas) para encontrar que Perú, Colombia y México están en los tres primeros lugares en los dos últimos años, seguidos por los otros países andinos. Así mismo ocurre si examinamos los envíos provenientes del Fondo de Control Internacional de Narcóticos del Departamento de Estado (ayuda militar, sustitución de cultivo, fumigación y reforma judicial), en los que Bolivia reemplaza a México. Durante toda la historia andina, la construcción de organizaciones territoriales capaces de regular la vida social y económica ha carecido de las facultades y poderes que tuvieron los estados europeos, fueron una caricatura de su paradigma. Quizás podemos denominarlos protoestados, debido a que el poder colonial lo mantuvieron, primero, el Imperio Británico, y después, los Estados Unidos, como potencia continental, con sus corporaciones trasnacionales y bases militares en zonas claves de América y el mundo. La autonomía jurídica y la integración territorial, nunca se instituyeron plenamente, pues las violaciones, contubernios y metamorfosis de significado eran inconvenientes para el coloso del norte. La soberanía se fue convirtiendo en un mito difundido, usado y manipulado por las Fuerzas Armadas, así como la oligarquía y su clase político-militar, esgrimieron y difundieron otros, como la defensa nacional, la democracia, las fronteras, los símbolos nacionales, el imperio de la ley, el contrato social. Los países colonizadores operaron por encima de los estados llamados soberanos, los rigieron y convirtieron en semicolonias o neocolonias, recortando el significado de la expresión. Las relaciones reales de poder entre los miembros del sistema interestatal latinoamericano se fueron globalizando, y perdió sentido el Estado, como garante de 73 soberanía. Se establecieron regímenes político-militares mundializados, y América latina careció de las capacidades necesarias para efectuar las funciones gubernamentales de un Estado independiente. Estamos hablando se semisoberanía, cuasi estados, y antes de la globalización, de semicolonias. La subordinación de la política norteamericana a los dictados de las altas finanzas se propagó en América Latina. El aumento del volumen y la densidad de la red de intercambios que conecta pueblos y territorios invaden todas las jurisdicciones políticas. El poder militar es una garantía de expansión. El fruto de su liderazgo es el nuevo orden, en el que la hegemonía global de la cultura popular de EE.UU. y la importancia de las agencias mundiales de gobierno (FMI, BM, G7, OMC), son los pilares de la economía mundial. El caso del Perú es paradigmático, al incluir en su agenda legitimadora múltiples aspectos, entre los cuales está la relación Perú-Ecuador. Cuando un régimen dictatorial como el de Fujimori- se convierte en aceptable, es porque gracias a los medios (en particular, la TV), la confusión reina en la conciencia popular, y entonces se hace más difícil para el común observador comprender y explicar las expresiones del conjunto de relaciones sociales que han construido los militares y Fujimori, convencidos de las virtudes del neoliberalismo y de las ventajas que ofrece a los poderosos.2 Nos preguntamos : ¿Cómo se ha llegado a una situación en la que la mayoría de la población depende para su sobrevivencia de la ayuda alimentaria y ropa usada del exterior? ¿Por qué el peruano promedio ha llegado a la conclusión de que sólo puede conseguir una vida mejor fuera del país? ¿A qué se debe que el crecimiento y estabilidad económicas dependan de variables externas como el crédito, las inversiones y depósitos de capitalistas extranjeros? ¿Por qué la decisión final sobre la frontera Perú-Ecuador se entrega a los garantes, otorgándoles la calidad de árbitros? ¿Por qué la situación de la legalidad del poder judicial y de la inexistencia del estado de derecho son temas dirimidos en el Banco Mundial? ¿Cómo es que la situación de los derechos humanos está en debate en el Comité Interamericano de Derechos Humanos? incluso, los ingresos de los militares, con todo su poder, ¿acaso no están condicionados a lo que hagan en su lucha contra el narcotráfico y la subversión para obtener la ayuda militar norteamericana? Un japonés encumbrado como Presidente latinoamericano, y que durante 8 años se ha dedicado a entregar las riquezas y la soberanía, ¿estará en capacidad de discernir entre el interés nacional y el parecer de unas Fuerzas Armadas dirigidas por un agente de la CIA y que, además, durante toda su historia institucional con la discutible excepción del general Juan Velasco Alvarado y su equipo- han defendido intereses ajenos al país, los proyectos oligárquicos, y evitado que la población se convirtiera en pueblo y éste en ciudadanía? En estas condiciones ¿cómo pensar en la soberanía o en proponerse una guerra, si cuando las Fuerzas Armadas peleaban por las fronteras de los criollos, todas las perdieron, y cuando combatieron contra los rebeldes tuvieron que recurrir al apoyo norteamericano para que, bajo la dirección de sus expertos en genocidio, masacrasen a los insurgentes? La explicación radica en que estamos frente a un país que ya perdió totalmente su soberanía, y ante una mayoría popular que perdió gran parte de su autonomía para 74 pensar, tal como querían los gobernantes norteamericanos. Y entonces tenemos un escenario en el que los gobernantes sólo pueden ser congruentes en la toma de decisiones fundamentales acudiendo al poder real. Recapitulando, como hemos podido apreciar, en el fondo de las aparentes controversias por las fronteras Perú-Ecuador está la política contrasubversiva, pues si algo no interesa a Fujimori, es la soberanía y las fronteras. Los conflictos de 1941 y 1981 no convirtieron a estos países en enemigos irreconciliables ni en peligros mutuos, fue precisamente Fujimori quien, con su capacidad de manipular (con los jefes militares y el SIN) la realidad, después de la guerra del Cenepa, produjo imágenes y anuló conceptos, desató fobias y visiones, embarcando al pueblo peruano en un conflicto sangriento que después no pudo resolver. Cuando intentaron cambiar la imagen con las negociaciones de paz, los pueblos amazónicos del Perú (Loreto, Ucayali, etc.) se desencantaron y comenzaron una crítica que más tarde continuó. Así mismo, en Ecuador, la reducción del precio del petróleo provocó una recesión y una ola de huelgas que hizo olvidar a todos su triunfo diplomático. En Colombia se enfrentan 18.000 rebeldes de las FARC, EPL y ELN a 230.000 efectivos de las Fuerzas Armadas, y se encuentran en un equilibrio estratégico. Las FARC (creadas en 1964) crecieron enormemente en los últimos años, y si en 1980 contaba con 10 frentes, en 1999 tenía más de 73. En ese contexto, el Estado no puede resolver la participación de unos paramilitares sin estatuto político y calificados como degradadores de la guerra por el exministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Augusto Ramírez Ocampo. En Chile, los movimientos derivados de la recesión se comienzan a emparentar con la lucha por el enjuiciamiento a Pinochet. En Bolivia, los campesinos del Chapare y la COB realizan esfuerzos por reorganizar la central y encontrar la potencialidad y capacidad de combate que los caracterizó. Venezuela ha vuelto a mostrar, ahora organizadamente y en orden, su oposición a la oligarquía al elegir a un exmilitar progresista como presidente. Sin embargo, no olvidemos que este último es parte de los proyectos que hoy en día convienen al nuevo orden, y por ello sus representantes le otorgan su consentimiento. La globalización supone un cambio sustancial del papel de los estados considerando que las estructuras supraestatales posibilitan el desarrollo del sistema a mayor escala, y los estados dejan de ser los agentes exclusivos de este proceso adecuando sus actuaciones al control social y a la recaudación. El papel de los estados cambia, y ahora consiste en desarrollar en sus ámbitos las condiciones para la movilidad de mercancías y capitales, realizar las políticas de ajuste y desregulaciones, y contribuir así a la creación de instrumentos supraestatales que consoliden el nuevo orden. La política de desestructuración y deslocalización de seres humanos y empresas crea amenazas represivas y subversivas cuya resolución, por lo común, es militar. La situación ha llegado al extremo de privatizar la seguridad a través de empresas de mercenarios con la más alta tecnología militar. Ofrecen un know how que asocia lo militar a una estructura empresarial de asistencia militar. En Colombia y Brasil, presuntamente son contratadas por empresas petroleras (Bernales, 1999). 75 PERÚ: POLÍTICAS CONTRAINSURGENTES Gobernabilidad y rebelión El dictador Fujimori, ante las críticas del Departamento de Estado norteamericano,3 enarbola las banderas de líder de la contrainsurgencia latinoamericana invocando al cerco de Colombia ante el Colegio Interamericano de Defensa. Esta lógica militarista es una prolongación de su política interna, que en este caso ha provocado respuestas de la misma naturaleza. En Perú, la oposición comienza a rearticularse y a interpelar a los sujetos con capacidad de respuesta. En 1998 fueron la juventud universitaria, los sindicatos y centrales de trabajadores en conflicto; los creadores, escritores y artistas; los maestros y obreros de la construcción. Si las movilizaciones convocadas en los últimos años causaron miedo en el poder, en sectores de la oposición provocaron pánico, y ahora tendrán que pensar mucho para llamar nuevamente a la protesta popular. Aparecen otros más que impulsan la lucha popular y la organización rebelde de la sociedad civil. Para la primera quincena de marzo estaban convocados paros regionales en la zona amazónica de Tingo María, en el área andina de Cusco y Puno, agregándose decenas de frentes regionales, reconformándose los frentes populares, frentes de defensa y gobiernos locales para reiniciar un nuevo ciclo de luchas contra el centralismo y la arbitrariedad, que deben concluir con un paro nacional bajo el llamado de la CGTP. Tampoco la rebelión senderista ha desaparecido, como muchos podrían pensar. La prensa informa esporádicamente sobre sus acciones, cuando no se pueden silenciar o cuando quieren pedir ayudas extras a los Estados Unidos. Las acciones se desarrollan principalmente en la selva central, en la cuenca del río Huallaga, en los valles del Ene y Satipo, en la Cordillera Central, en los departamentos de Apurímac, Junín, Ayacucho y Huancavelica. Atacan a posiciones militares o a empresas extranjeras que afectan la economía popular con sus altas tarifas por servicios, como la Telefónica del Perú o Luz del Sur; desarrollan la guerra de guerrillas y ocupan pueblos, organizan acciones de propaganda mediante pintas en los cerros y ocupando emisoras de radio, etc. Según cálculos de Carlos Tapia (experto en contrainsurgencia, como muchos intelectuales de izquierda que quedaron en el desempleo y eligieron temporal o definitivamente la defensa del poder) en el segundo semestre de 1997 hubo más de 500 acciones armadas, dejando 150 muertes al ejército. Su fundado temor radica en que estas acciones gozan del apoyo de la población, y que el cambio de métodos y formas de lucha pueden darles la legitimidad de la que antes carecieron. El gobierno de las Fuerzas Armadas, que está reorganizando a las rondas (fuerzas paramilitares dirigidas por el Ejército, también conocidas como Comités de Autodefensa), ha declarado en estado de emergencia a Lima-Callao, Ayacucho, Cusco, Huancavelica, Junín, Pasco, Huánuco, San Martín y Loreto. La policía ha creado una unidad especial para capturar a líderes senderistas, y continúa recurriendo al apoyo norteamericano. En marzo, 30 entrenadores militares llegaron a consolidar una importante base de radares: 15 seals de la Marina, nueve boinas verdes del Ejército, 76 cuatro marines y dos oficiales del servicio de Guardacostas (Washington Post, 21/04/98). El director de Human Right Watch para el Perú, Bolivia, Venezuela y Chile, Sebastian Brett, comentó que el sistema judicial peruano sufre la injerencia del Ejecutivo, mientras que en los otros países existen graves problemas en la administración y desarrollo de una justicia independiente. La DINCOTE continúa deteniendo a abogados pertenecientes a la Asociación de Abogados Democráticos que defendieron a presuntos senderistas o emerretistas. Ya son seis en los últimos meses (totalizando 11) entre ellos, Ramón Landaure, quien como miembro de APRODEH defiende a niños presos políticos y a los abogados de Abimael Guzmán, que también están presos y condenados a cadena perpetua (Jorge Cartagena, Martha Huatay y Alfredo Crespo). También han sido encarcelados Fredy Huaraz (por defender a sindicalistas y trabajadores), Teodoro Bendezú (defensor de mujeres presas y pobladores de barriadas), Esteban Suárez (por defender a acusados de terrorismo ante los Tribunales sin Rostro) y otros dos, Messa y Gamero (por defender a la esposa de Guzmán). Se calcula que 200 abogados más están fichados y perseguidos por defender a presos que, como se debería saber, son más de 4.000, la mayoría sin juicio, y por lo tanto, presuntamente inocentes, que llevan en muchos casos más de 5 años presos. Montesinos diría que están corriendo con suerte, pues otros (como Manuel Febres o Wilfredo Torres), terminaron asesinados por paramilitares. Conocer la situación en las cárceles será útil para entender por qué los padres de Lori Berenson pidieron que su hija, norteamericana y acusada de pertenecer al MRTA y de traición a la Patria (¿será que Perú es legalmente parte de los Estados Unidos y no lo sabíamos?) sea trasladada a otra cárcel, Arequipa. La prisión de Yanamayo se encuentra a 4.000 metros de altitud y a 10 grados bajo cero, sin ninguna calefacción; las celdas tienen dos por tres metros, sin luz eléctrica, con un hoyo que les sirve de retrete y una cama de concreto sin colchón. Allí permanecen los presos 23 y media horas al día, pues salen media hora a tomar sol. La alimentación, que tiene un costo de medio dólar al día, es una dieta que se basa en frijoles y papas. Los libros y revistas no están permitidos, lo mismo que radios o TV. Las visitas están permitidas 15 minutos al mes. Otro intelectual de la izquierda contrainsurgente (según la agencia Reuters 19-01-97), recomendaba que se aumentase el rigor a los presos, pero que fuera abolida la tortura. Al presidente de la Cruz Roja Internacional, Cornelio Sommaruga, se le prohibió examinar las condiciones de vida de los encarcelados. Las investigaciones del Instituto de Defensa Legal estiman en 1250 los inocentes y, hasta el momento, han sido liberados más de 400, calculándose que otros tantos continúan presos. Esta es una réplica de lo que el SIN quiere para todo el país y está consiguiendo. En resumen, Perú vive bajo uno de los pocos estados policíacos y terroristas de la historia contemporánea del mundo que, gracias al manejo de medios, es bien visto dentro y fuera del país. Pocos saben, por ejemplo, que: 1) El número de cuerpos paramilitares (denominados rondas campesinas) en el norte ascienden a 3.480, y en el centro-sur, a 1.020. 77 2) De los 34 mil encarcelados, 23 mil son sólo inculpados, es decir, no están sentenciados, y que el 82.5% de los magistrados son provisionales. 3) Los proyectos de inversión en el campo son canalizados por las Fuerzas Armadas, a quienes corresponden las políticas sociales y las construcciones y donaciones, organizándose grandes mafias y negociados a cambio de apoyo y propaganda progubernamental, en especial en períodos electorales. El gobierno no ha perdido todo su poder político, ni mucho menos. Vamos, Vecino (creación gubernamental que después se llamó Poder-2000), controla a gran número de alcaldías y regidurías capitalinas, rurales y microalcaldías, es más, controla a los gobiernos regionales y a las prefecturas, que funcionan como controles y contrapesos de la oposición institucional. Queda la pregunta: ¿cúal es el poder real y potencial de la oposición? Finalmente, respecto a la debilidad estatal como producto de su adelgazamiento, queremos decir que el Estado, como ya hemos visto, sufrió importantes transformaciones, modificando su carácter tradicional y volviéndose más presidencialista y patrimonialista, pero manteniendo y fortaleciendo su naturaleza neocolonial. Con esto queremos decir que se debilitó como germen de Estado nacional, pero se robusteció como Estado mediador de un dominio mayor. La institucionalidad ha cambiado para favorecer al autoritarismo y a la autocracia con una racionalidad más instrumental en aras de la dictadura militar. El secreto del fin estratégico de Montesinos, la CIA y el SIN, se hace más comprensible: tratar de destruir a aquellas organizaciones que puedan constituirse en poder alternativo y subordinar bajo su control a las instituciones de mayor poder. Lo que resta de poder, es lo que la oposición debe aceptar como espacios democráticos. El sistema judicial se ha convertido en uno de los talones de Aquiles de Fujimori. El Poder Judicial, Ministerio Público, Consejo Nacional de la Magistratura y Tribunal Constitucional, han sido transformados en caricaturas al estar involucradas en una red del SIN, que desnaturaliza instituciones, coloca piezas claves y es manipulada desde afuera. El manejo de las penas es arbitrario, la justicia militar se ha expandido a espacios ajenos a las FF.AA.; la privación de la nacionalidad al propietario de un canal de TV, y los atentados contra la libertad de prensa, son parte de la cotidianeidad. A pesar de todas estas acciones contra la protesta y rebelión, por un lado, y por la reelección, por el otro, la lucha continúa y la sentencia de inaplicabilidad de la Ley de Interpretación Auténtica se mantiene vigente, en calidad de cosa juzgada. La política de la sobrevivencia y de la expulsión Una simple observación del ser latinoamericano con sus venas abiertas nos muestra a una inmensa población inventando, creando y recreando formas de sobrevivencia. Su explicación nos remite a la débil presencia de nuevas empresas industriales, al cíclico estancamiento económico y a una deficitaria balanza comercial. 78 La marcha del 25 de febrero al Palacio de Gobierno, y otras en provincias, son una expresión del malestar micro y pequeño empresarial. Estamos hablando principalmente de los empresarios de Gamarra, donde 14.000 talleres y 60 mil trabajadores directos atraviesan una severa crisis financiera a raíz de las inmensas importaciones de ropa usada por los empresarios coreanos apoyados por el libre mercado. Estos, y los que consiguen empleo en las cadenas productivas y comerciales, eran de los pocos propulsores del capitalismo popular que avizoraban un futuro en el Perú, y que ahora también piensan en emigrar. Como en toda América Latina, en el Perú, un 54% de hogares no alcanza a cubrir la canasta familiar, situación que coloca al Perú entre los países más pobres del mundo. De acuerdo a una encuesta de “Cuánto”, 12 millones 048 mil personas (59.7%) se encontraban en situación de pobreza entre 1991-1994, sin embargo, por necesidades reeleccionistas disminuyó cuatro puntos entre 1994-1997. No es casual que más del 33% de estos gastos se inviertan en Lima, donde se encuentra el 66% de electorado. Para crear este espejismo, aparentemente, el Ministerio de la Presidencia, organismo ad hoc para ganar consenso, invirtió más en los últimos cuatro años y, sin embargo, la disminución de la miseria se estancó. El énfasis de los programas está en la ayuda alimentaria, al punto de que el 42.5% de hogares peruanos viven de esta asistencia, llegando en el medio rural al 65%. Correlativamente, la población indigente -de la cual, a un importante sector, los intelectuales han dado en llamar ciudadanía plebeya- en este espacio se incrementó entre el 94 y 97, del 66.8% al 76.9%. La inversión en armas es radicalmente mayor que los 700 millones de dólares anuales reservados para aliviar la pobreza (La República, 31/07/88; 11.) Respecto al empleo, la política económica se propuso la rigidez de normas y el costo laboral para conseguir la ansiada competitividad. En el primer caso se introdujeron los contratos temporales y se normó la intermediación laboral legalizando los “services” y las cooperativas de trabajo, privando de derechos individuales y colectivos a los trabajadores y agravando el desempleo al cundir los ajustes laborales; y, en el segundo, el Gobierno desreguló las remuneraciones, provocando la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores. Con el D.L. 25593 se deroga en la práctica el derecho de los sindicatos a negociar libremente con los empleadores sus salarios y condiciones laborales. Esto se complementa con el despido de dirigentes y trabajadores sindicalizados al amparo de los programas de reducción de personal. A ello se vienen agregando los costos sociales de la privatización de la seguridad social, que está creando y creará mayores problemas en salud y seguridad. Como un anticipo, ya se canceló la Ley de Accidentes de Trabajo y Accidentes Laborales. Finalmente, la última estocada a las conquistas históricas está determinada por la desaparición de los juzgados de trabajo, dejando sin instancias jurídicas especializadas los reclamos laborales. Las conquistas neoliberales se sintetizan en remuneraciones de 15 centavos de dólar/hora, la extensión del desempleo, la generalización de la miseria y el incremento de la mortalidad laboral. Los sindicatos comienzan a responder, como en otros lugares de la región, a demandas que trascienden la empresa, recogen los intereses de la población y se articulan a los gremios de la sociedad civil. 79 Como si esto no fuese suficiente, inmensas zonas de la costa fueron devastadas por “El Niño”, incluso departamentos enteros, como Tumbes, Piura, Lambayeque, Ica, cuya la mortandad se equiparó a la imagen que nos quedó de los desastres y mortandad en Biafra, Somalía o Haití, situación agravada por la apropiación de recursos de ayuda y reconstrucción por parte de las instituciones dependientes directamente de la Presidencia, y por los militares. La prostitución y la delincuencia, íntimamente asociadas al crecimiento de la pobreza, a la expansión de la racionalidad mercantil y al ejemplo ofrecido por la corrupción estatal, se expresan en la proliferación de bandas que descienden piramidalmente desde el poder. Muchos otros han migrado fuera del país o se preparan para ello, a tal punto que algunos analistas estiman en más de tres millones la población que ha salido en busca de mejores expectativas laborales, muchos de ellos no preparados para migrar, viéndose obligados a delinquir y agravando en el ámbito internacional la imagen negativa ya creada prolijamente por el Estado. En los últimos meses se ha desatado una serie de roces diplomáticos entre Perú y Chile y Perú y Argentina, debido a las grandes migraciones de peruanos a estos países, que han despertado una fuerte xenofobia en un período recesivo, el rechazo de las autoridades migratorias, el maltrato y la devolución. La huida se inició en los años 80, con la crisis y las guerrillas viajaban a EE.UU. Un lustro después se agregó como nuevo lugar de destino Europa. Mientras más migraban, siguiendo una secular tradición, las fronteras se cerraban más, llegándose al extremo de que la Unión Europea decidió cerrarles las puertas. Ante el fracaso de Fujimori aumentaron los viajes a todos los destinos, destacando Japón y América Latina y convirtiéndose en una política contrainsurgente. Sería interesante saber cuántos pasaportes se han emitido en la década perdida y en la presente. Desde 1990 a la fecha, para viajar a Japón y otros países asiáticos recurrían al cambio de apellidos y a hacerse cirugía para cambiarse la forma de los ojos. El pretendido triunfo de la oposición en las elecciones municipales Las elecciones, que en Perú funcionan como alternativa a la rebelión, siendo un instrumento de confusión y distracción, pueden revertir contra el poder sólo si el pueblo toma conciencia histórica y se unifica por los que deberían ser sus intereses vitales y los de la utopía nacional popular; mientras tanto, todo seguirá igual: un país sin pueblo, sin ciudadanía, sin soberanía, desintegrado, balcanizado y sin proyectos estratégicos. La complejidad aparece al examinar la legitimidad estatal de los siete primeros años, pues no podemos negar que lo que hicieron fue con el apoyo de ciertos sectores de la población, aunque fuese con un gran trabajo de inteligencia militar sobre la opinión pública. Nunca olvidaremos que el APRA y la izquierda fueron quienes cedieron su identidad y proyectos, postrándose ante Fujimori y consagrándolo como Presidente en 1990, renunciando a una segunda vuelta electoral. Pero, ¿qué ocurrió posteriormente? ¿cómo se convirtió en mayoría?, ¿Será que el pueblo peruano fue convencido por los mediadores del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) de que el desastre económico, 80 social y político fue ocasionado por Sendero, la izquierda, e incluso por los partidos políticos, tal como durante los primeros años de este régimen aparecía cotidianamente en la prensa nacional? ¿O quizás fué en gran parte obra del autoconvencimiento ciudadano de rechazar las acciones terroristas y aceptar un nuevo orden tecnocráticomilitar que se inició por la estabilización, la reinserción neocolonial y el crecimiento económico? La mentira y el engaño son dos rasgos de la nueva manera de hacer política. En las últimas elecciones municipales efectuadas en todo el territorio nacional, el SIN crea un mensaje subliminal: “Sendero, no sólo no pudo sabotearlas, ni siquiera en localidades antes reconocidas como senderistas, como Ayacucho y otros lugares”. Poco después se supo que la mayoría de las organizaciones que participaron en dicho evento denunciaron que el movimiento Vamos, Vecino, creado clandestina y vergonzantemente por el gobierno, fraudulentamente ganó las elecciones en aquella ciudad, lo que muestra, en primer lugar, que los servicios de inteligencia crean verdades y, segundo, que no han bajado la guardia en lo que se refiere a la política contrainsurgente. Viendo la situación política más globalmente, nos preguntamos: ¿qué ha ocurrido en el Perú de los últimos años que explique la ausencia de proyectos alternativos y los resultados electorales favorables a la oposición? ¿acaso estamos ante la derrota del fujimorismo y el triunfo de la oposición, o más bien ante una estrategia militar de búsqueda de personajes y movimientos sustitutos para prolongar el autoritarismo militar a través de un fujimorismo sin Fujimori? ¿o quizás estamos en un momento más parecido al de hace un siglo, cuando los civilistas disputaban el poder a los militares? En el centro del debate peruano de este siglo siempre estuvo la disputa por la sociedad, un hecho que se ve más claro en los años 60, cuando Lima se modernizaba y se transformaba en una urbe burguesa rodeada de industrias y barriadas, más allá de lo mercantil, mientras el resto del país no transponía la categoría de pueblos rodeados de campiña. La representación política era una ficción, los partidos políticos nunca llegaron a consolidarse ni fueron lo suficientemente representativos; desde el APRA hasta el PPC o AP, pasando por la Izquierda Unida, fueron movimientos o frentes, mas no partidos modernos. Al “desbordar” la sociedad al Estado después del proceso velazquista (19681975), cuando los nuevos sectores dominantes no se lograban consolidar. En los años 80’ existió un vacío de representación que las Fuerzas Armadas disputaban con Sendero, contienda que ganaron las primeras. En el interludio 1976-1980 hubo un período que se asemeja al actual, en el que el pueblo, interpelado por sus gremios dirigidos por la izquierda, aceptó luchar contra los militares. Ello explica el proceso político actual, recuperando la memoria de este siglo que termina, cuando las nuevas élites pretenden recuperar el poder para la civilidad. Comencemos anotando que indigna observar cómo gran parte del pueblo peruano, y particularmente sus intelectuales, fueron perdiendo su dignidad al ser sometidos al orden militar, a un poder y a un control terrorista inédito en la historia contemporánea de ese país, en aras de la lucha contra la subversión. En Perú desaparecieron parcialmente, junto al legendario Sendero y al MRTA, los partidos, los sindicatos, la ciudadanía, los espacios públicos, los derechos de los pueblos y los del hombre, las instituciones, la soberanía y los principios. La izquierda “pensante” se reubicó en el nuevo escenario creado para ella (espacios menores, en una 81 caricatura de sistema político, aliados con su matriz oligárquica e instalados, primero, en parcelas del poder, y después, en las ONGs, atrayendo a su alrededor a intelectuales de la clase media). Sin embargo, esto no significó la derrota de la sociedad ni de los restos de una exánime izquierda que se mantuvo independiente del Estado, pues a éstas sólo les bastó una convocatoria al referéndum contra la reelección y la negativa respuesta por los aparatos estatales controlados por las Fuerzas Armadas para que estallase la insubordinación como propuesta para recomenzar la lucha popular. Y no es que la responsabilidad principal del amodorramiento de la sociedad civil deba ser atribuida únicamente a la lucha armada, como de modo fácil lo establecen los más reconocidos intelectuales y políticos del medio;4 más bien, ella principalmente radica en la actuación colaboracionista de la izquierda y sus ilustres representantes, autoadjudicándose el “mérito” en la construcción de la nueva institucionalidad que no es otra que la neoliberal. La izquierda, como en muchos otros lugares del mundo, se hizo neoliberal. Esa izquierda, cuatro lustros atrás tenía el 30% del electorado, llegando a convertirse en breve lapso en furgón de cola primero del APRA, y después, del dictador Fujimori (no obstante el actual distanciamiento del régimen de los restos que quedan de esa intelectualidad). Sin embargo, más significativa fue la eficacia del terrorismo de Estado y de la legislación antiterrorista creada a inicios de 1995, y que se impuso acompañada de los tribunales militares, los jueces sin rostro, las condenas a cadena perpetua (hace poco, ampliada a los delitos comunes) la expansión del Sistema de Inteligencia Nacional a todos los órdenes sociales, el crecimiento del poder de las Fuerzas Armadas y de las fuerzas de seguridad pública (que ahora son la misma cosa), logrando militarizar las mentalidades de la clase media y revitalizar el parasitismo militar como una de las escasas viejas formas de poder y empleo. La nueva militarización del país significó la reconcentración del poder en las viejas y nuevas élites y la expropiación de toda la fuerza real y potencial a una población que frustró una vez más su constitución como pueblo y como ciudadanía. Proceso sustituido paulatinamente por la humillación cotidiana de los humildes y los despidos arbitrarios, los abusos, amenazas, persecución, torturas, y otras formas de terror estatal contra los rebeldes: la desaparición del estado de derecho. La injusticia y la falta de libertad son dos de los rasgos que mejor caracterizan al Perú actual, y que el pueblo ya reconoce como demandas en un contexto de miserabilización popular, de constitución estatal de estropajos humanos por designio del, hoy por hoy, considerado poder supremo: el Servicio de Inteligencia Nacional.5 Tampoco podríamos negar que el Perú ha cambiado en los tres últimos lustros, pero lo hizo en las formas, más no en sus fundamentos. Aunados a la estabilización de las variables macro de la economía, al doloroso schok para frenar la inflación, y a la recuperación de la inversión, aparecieron algunos fenómenos: las viviendas y edificios repintados cada aniversario patrio, los 150 mil automóviles y otros vehículos usados importados del Japón y Corea que circulan en la capital, y otros tantos en el resto del país, las nuevas gasolineras de la Shell y la Texaco, centros comerciales, hoteles, restaurantes, servicios turísticos, reapertura de cines, casinos y grandes tiendas de autoservicios, como Metro, Woll Mart, Santa Isabel y Saga Falabella (chilenas), los 82 edificios de la banca, los cajeros automatizados y los teléfonos públicos; la “limpieza” del centro histórico colonial, la reaparición de parques y jardines y el ocultamiento de la economía informal: espacios públicos para un cada vez más escuálido sector social con capacidad de gasto y el turismo extranjero. Para el pueblo también se crean espacios aéreos, como la radio y la TV, que trasmiten fútbol, programas cómicos y múltiples espectáculos denigrantes como los talk show, que difunden un segmento de lo más vil de la cultura popular para que el resto se sienta conforme con su destino; los estadios, circos y diarios amarillistas, mercados y parques populares; en fin, se trata de la redefinición mental y mercantil de la sociedad, que con todas sus secuelas no pueden esconder una realidad más profunda que lastima a cualquier observador sensible a las desgracias que vive el pueblo, y que más adelante apreciaremos. Este proceso fue acompañado por el gobierno del país por un sistema de desinteligencia que destruye la educación, la cultura, las ideologías y la propia dignidad humana, en el contexto de un permanente retroceso cultural, educativo y en la politización. Más evidente cuando reaparece el estancamiento económico que se visibiliza después de cada proceso electoral, el racismo deconstruido y vuelto a constituir desde las cúpulas oligárquicas y de las Fuerzas Armadas (y que se esparce en toda la sociedad desde el fondo de la historia), el renacimiento de la religiosidad católica ante el embate protestante, el aplastamiento de la sociedad civil mediante la humillación cotidiana, el envilecimiento de la vida política y la corrupción de sus élites, la violencia remonopolizada por el Estado, militarizando todos los espacios de la sociedad, luego de la derrota de los movimientos sociales y de la rebelión de excluidos y campesinos. Es el fin de la débil justicia y libertad y el dominio del bien privado, que se acrecentó con el que dejó de ser público. Si bien la sociedad ha sido derrotada transitoriamente, el nivel de saturación del exterminio cultural, educativo, ético e ideológico a través del terror, al parecer está llegando a su límite. Aparecen en 1998 las protestas y la crítica de cada vez más extensos sectores de la población: provincias andinas, estudiantes universitarios, trabajadores de la única de las cuatro centrales que sobrevive: la CGTP. La expresión más significativa, creemos que es el resurgimiento de Sendero en Los Andes y en la capital (desde la Amazonia) y más del 75% de la población que expresa su rechazo a la reelección. El alcalde de Lima, Alberto Andrade, de acuerdo a algunos analistas, habría infligido una tremeda derrota al fujimorismo, sin embargo, esto es sumamente dudoso. Algunos datos sobre Andrade confirmarían nuestras apreciaciones. Es de la promoción 1988 del Centro de Altos Estudios Militares y neoliberal como el presidente, lo que explica el respeto que le tienen las Fuerzas Armadas y los Estados Unidos. En política, nada es casual y debemos sospechar que este alcalde es el próximo candidato de los militares y otros poderes a la Presidencia, ante cualquier tropiezo de Fujimori. Los resultados electorales muestran nuevos escenarios. Los candidatos “independientes” derrotaron a todas las fuerzas políticas institucionalizadas, incluyendo a Vamos, Vecino, de los militares, y en provincias, incluso a las de Somos Perú, del 83 alcalde limeño. En Lima, de los 42 distritos, Somos Perú ganó en la mayoría, apropiándose de la ciudad. Vamos Vecino ganó en 11, y en el resto, los independientes, pero en 24 capitales departamentales se invirtió la relación, en 15 ganaron los independientes, y del resto, unos cuantos ganó Vamos Vecino, lo que tampoco significa la derrota total del fujimorismo (o más propiamente militarismo), pues no se evidencia un definido antifujimorismo o antineoliberalismo, que es lo mismo. No vamos a entrar en los detalles de los múltiples fraudes o intentos de hacerlo, condensados en las denuncias que cada día vienen apareciendo en los diarios de la capital y de provincias. La supuesta derrota tiene varias explicaciones: el efecto de las movilizaciones populares sobre la campaña electoral, la denuncias por corrupción y el uso de fondos públicos para las campañas oficialistas, el despotismo, el “descubrimiento” de un gobierno real tras bambalinas, las pretensiones fraudulentas, los efectos de El Niño, la recesión y devaluación, la irresolución del problema con Ecuador. Para nosotros, lo más importante es el hambre (uno de cada dos peruanos es pobre) y el desempleo, y sobre ello, la necia defensa del modelo económico. Pero además, descansa en las actitudes dictatoriales, la mentira y el engaño, la manipulación cotidiana de la opinión pública, la concentración del poder a toda costa, el desechar a un millón y medio de personas que apoyaron el referéndum, y la sumatoria de enemigos. En efecto, la autocracia (como toda dictadura) ha ido ganando enemigos. Los sindicatos y trabajadores que aún quedan y se reinsertan como sujeto social, la Iglesia cristiana,6 los pueblos y regiones de provincia, cuyos municipios reciben sólo el 3% del presupuesto, mientras que el del Ministerio de la Presidencia supera el 22%, los artistas y universitarios que defienden la cultura y la no intervención militar,7 militares sublevados contra la arbitrariedad de Montesinos y sus amigos, periodistas que se oponen a la expropiación y persecución del empresario Baruch Ivcher, exdueño de Frecuencia Latina, y el papel de denuncia y de creación de conciencia pública por parte del periodista crítico Hildebrandt; diplomáticos que tuvieron que renunciar ante la prepotencia de Fujimori y los militares, el rechazo ciudadano al fraude de 1995, en las elecciones para el Congreso,8 los jóvenes (entre 18 y 25 años) que sienten la pérdida de libertad y de expectativas laborales, y que representan el 27% de los electores... Por otro lado, las evidencias que se recogen ilustran acerca de la dispersión del mapa electoral y la ausencia de una representación política clara, aún no hay alternativa. También se aprecia la heterogeneidad de los vencedores y la ausencia de un proyecto opositor, con lo que las bases de la derrota quedan claras, más no las del triunfo en el 2000. La fuerza del regionalismo y la descentralización, temas abandonados por Fujimori a favor de la autocracia. Ello hizo sospechar a los analistas que el fin de los viejos partidos populistas había llegado y eran reemplazados por líderes emergidos como nueva clase política. La estabilidad de la economía (otro factor de legitimidad del régimen) tiende a desaparecer ante un déficit comercial esperado de más de 3 mil millones de dólares en un país que exporta 4 mil millones de dólares, que tiene que pagar una deuda externa por 1800 millones de dólares y sufre una caída del PBI en 1.5%. La depreciación de la Bolsa de Valores de Lima en siete mil millones de dólares, entre agosto y agosto de 1997-98, (más del 30%) reflejan la situación financiera del país. 84 El incremento de las “reservas de contingencia” de 959 millones de soles en 1998 a 2.255 para 1999, demuestran que Fujimori tomó previsiones para su campaña electoral. Con esa débil economía, Fujimori ha estado viajando un año de los 8 que gobierna, sus periplos equivalen a 60 veces la vuelta al mundo, y tienen un costo aproximado de 300 millones de dólares en un país donde el 60% de los niños menores de 5 años sufren de malnutrición en tercer grado. Las elecciones estuvieron precedidas por el rápido agotamiento del Gobierno, y junto a él, la del recientemente descubierto “gobierno en la sombra”. Era una respuesta a la crítica convertida en protesta de estudiantes, regiones, fracaso de los militares ante la seguridad pública y las relaciones con Ecuador. Buscaron a alguien que fungiera como premier, y que hubiera hecho méritos tales como su posición antiopositora frente al Tribunal de Garantías Constitucionales, sus críticas al alcalde de Lima, Alberto Andrade, la defensa de la empresa chilena Luccheti S.A, en el conflicto ecológico de los Pantanos de Villa, que mostraban su acercamiento acelerado a los militares y al régimen. Era el personaje ideal para dramatizar la democracia, como antes lo hizo su correligionario Alan García. Alguien lo llamó el puntero mentiroso que únicamente se ocupaba de la opinión pública y la “democratización”, mientras declaraba que la política económica neoliberal correspondía a otros, por ser de aplicación inexorable. Fueron 77 días los que mediaron entre el primer premier Pandolfi y el segundo. En medio estuvo Javier Valle Riestra, una vedette prosopopéyica (como llamaría Mariátegui al propio Haya de la Torre) tan hayista como el original. Un personaje amigo de los militares, que está de acuerdo con los fines y resultados de las acciones de los poderosos, mas no con sus métodos y su torpeza en los procedimientos. Por ejemplo, siempre estuvo de acuerdo con la masacre de senderistas, pero si al mismo tiempo se liberaban a dos emerretistas, se confirmaba el estado de derecho. Para este experto en ocultamiento y sutilezas jurídicas, la reelección requería un mejor manejo; no era necesario desaparecer al Tribunal Constitucional, o que un asesor del Consejo Supremo de Justicia Militar se convirtiera en el principal ejecutivo de la Corte Suprema, y que además, una tal Blanca Nélida Colán manejase el Ministerio Público bajo órdenes militares. Los militares necesitaban un Primer Ministro populista y lo consiguieron, se propuso restaurar el estado de derecho y recobrar legitimidad para el régimen, para ello había que derogar 12 leyes anticonstitucionales, sustraer al Ministerio Público y al Poder Judicial de manos del Servicio de Inteligencia Nacional, que había convertido a estas instituciones en dependencias suyas,9 denunciar al gobierno paralelo para así recobrar el poder para el premierato, finalizar con la intervención militar en las universidades nacionales, desactivar la reelección, desmontar el andamiaje totalitario del régimen. Terminó su corto periplo polemizando con el presidente del Congreso, Víctor Joy Way, quien sostuvo que los temas más urgentes no eran los políticos, sino los relacionados con la pobreza y el empleo.10 La explicación más razonada la ofreció la politóloga Carmen Rosa Balbi, quien considera a Valle Riestra como un instrumento de los militares ante la caída de Fujimori. Dos eran las posibles piezas de recambio de los militares: Valle Riestra y Andrade. El escenario perfecto para el 2000, que los intelectuales progresistas han dejado de lado en aras de mantener sus espacios de poder. 85 La cúpula de las Fuerzas Armadas viene ganando sus propios privilegios en la reconstrucción de la infraestructura del país, en el copamiento de cargos diplomáticos, como las agregadurías, el manejo de fondos internacionales para la lucha contra el narcotráfico y la subversión, unas Fuerzas Armadas que pretendan re-reelegir a “su” presidente por cualquier medio, tienen que conseguir antes de ello varias condiciones: un Congreso totalmente sumiso al dizque gobernante, un Poder Judicial y Ministerio Público11 intervenidos y un Ejecutivo que se impone sin contrapesos. Sin embargo, el avasallamiento de instituciones y la eliminación del estado de derecho no es suficiente, pues la lucha es dinámica y existe la opinión pública. Desde el 5 de abril de 1992, censores y personal castrense supervisan las redacciones de los medios de prensa, no obstante la pleitesía que la mayoría de periodistas rinden al poder. Está visto que únicamente podrán conseguir sus metas si existe complicidad con la élite intelectual que monopoliza el pensamiento crítico, y entre sus representantes está el periodismo. La última jugada tridimensional entre el APRA, el expresidente Alan García y Fujimori, muestra otra vez el cinismo y la falta de respeto a la ciudadanía y al pueblo peruanos. Luego de un acuerdo para que García pudiera ser candidato, cunde el desconcierto en la futura elección entre el más malo. ¿Quién tiene más virtudes? ¿quién robó más? Se abre el frente a atacar y los dos salen gananciosos. Es correcto lo que sostiene Quijano: el núcleo central de la cuestión nacional en América Latina es la clasificación racista-etnicista de la población que bloquea la democratización. Sólo una radical descolonización del poder resuelve el problema, y no en las condiciones capitalistas. La globalización implica la destrucción del incompleto carácter nacional de los estados, mientras el Estado sea menos nacional, será más excluyente y polarizante. (Quijano, 1999) Estados Unidos (como sostiene Francois Chesnais) está interesado en construir un orden mundial que tal vez no sea unipolar, pero en el cual un polo domine por completo, desde el punto de vista político, militar y financiero, a los otros dos. La cuestión del capital no puede ser resuelta a nivel del Estado o de las fronteras, sino reconstruyendo un sujeto social, la historia puede ser conducida por el ser humano. (Chesnais, 1998) REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS • • • • • • 86 Bernales, Enrique, (1999), Declaraciones a La República, Lima, 7 de febrero. Washington Post, (1998), 21 de abril. La República, (1988), 31 de julio, Lima. Quijano, Aníbal, (1999), “Más temprano que tarde”, Revista Memoria, México, febrero. Chesnais, Francois; (1998), Hay que reconstruir un sujeto social, entrevista por Antonio Martins aparecida en Brecha, agosto, Montevideo. Tapia, Carlos, (1998), Agencia France Press, 2 de enero. II PARTE LOS ACTORES DE LA INTEGRACIÓN REGIONAL Y FRONTERIZA FRONTERA, ESTADO Y EMPRESARIOS EN INTEGRACIÓN REGIONAL EN AMERICA LATINA LOS PROCESOS DE Rita Giacalone En general, el proceso de integración regional que se aceleró en América Latina desde el comienzo de los años noventa, ha producido una diferente valorización espacial de las áreas fronterizas en países como México, por un lado, y por otro, Colombia y Venezuela. Mientras el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que entró en vigencia en enero de 1994 aseguró para la región del norte de México un dinamismo económico importante, en la frontera colombo-venezolana no se percibe un fenómeno con las mismas características a partir del tratado de integración binacional entre estas naciones establecido en 1992. Analizaremos en primer lugar algunas premisas que destacan los cambios que se producen en la variable espacial con la integración regional y, en segundo lugar, las relaciones entre Estado y sector privado en México, Colombia y Venezuela, con el fin de demostrar que la liberalización de bienes, servicios e inversiones entre países geográficamente contiguos no es suficiente para convertir a la frontera común en un foco de desarrollo económico. La calidad y cantidad de las transacciones en las áreas fronterizas no depende tanto de la proximidad geográfica como de aspectos de la economía política doméstica, entre los cuales hemos elegido explorar el de las relaciones previamente establecidas entre el Estado y los empresarios de los países que crean este tipo de acuerdos. Por lo tanto, estas relaciones pueden actuar como licitantes (en los casos de Colombia y Venezuela) o propulsores (en el caso de México) de la economía fronteriza. 87 ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA VARIABLE ESPECIAL EN LA INTEGRACIÓN REGIONAL: Para López Villafañe (1997: 19-30) la integración regional reproduce dentro de un espacio geográfico delimitado las características de la globalización. De esta forma se advierte que la regionalización actual muestra mayores desigualdades en términos de beneficios y adquiere características diferentes según la situación estructural de la economía de los países (EE.UU., Japón, Alemania) que fomentan los principales bloques comerciales existentes. De esta combinación de características derivan las diferencias institucionales que se observan entre los esquemas de integración actuales. Las instituciones de integración son, por lo tanto, expresión de fuerzas económicas subyacentes. Por ejemplo, en el SE asiático, el interés de Japón por la construcción de una zona económica de influencia hace que su estrategia consista no en la firma de acuerdos de libre comercio, sino en la formación de cadenas productivas (filiales horizontales y verticales). Pero para EE.UU., la integración con América Latina es fundamentalmente comercial y financiera, con el doble propósito de aumentar la competitividad de sus grandes empresas y de continuar la transferencia de capitales dentro de la región integrada. En este sentido, acuerdos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) acentúan la dominación de la tecnocracia financiera y de las industrias transnacionales (López Villafañe 1997: 147). La dimensión regional puede considerarse como una situación intermedia entre lo nacional y lo global, cuando se habla de esquemas de integración regional, y entre lo local y lo nacional cuando se trata de regiones subnacionales. (Balme 1996: 13) Dentro de la nueva economía política internacional, la distribución espacial de las actividades adquiere importancia como resultado de procesos complejos y diacrónicos. Mientras que la informatización de la economía y la rapidez de las comunicaciones disminuyen las ventajas geográficas de algunas regiones, otras adquieren renovado vigor debido a una actuación política concertada de su gobierno y sector privado, que negocian acuerdos institucionales favorables.(Balme 1996: 18) Se produce así «un cambio de escala» en la política, en el que las regiones, constituidas mediante acuerdos de integración, y las subnacionales, conectadas entre sí por este mismo fenómeno, llevan a cabo acciones políticas a nivel internacional o transnacional para beneficiar su economía y, en última instancia, el bienestar de sus respectivas poblaciones. Para Balme (1996: 18-19) no se trata de un juego suma cero en el que las regiones ganan y los estados naciones pierden, sino de un proceso en el cual los gobiernos--representación del Estado-nación - usan las instituciones de integración para lograr fines económicos y de bienestar generales, mientras que el sector privado incide a nivel de las regiones subnacionales para obtener medidas específicas y concurrentes que faciliten la cooperación entre ellas. Esta cooperación entre regiones puede ser bilateral o multilateral, transfronteriza o transnacional sin contigüidad territorial. Dentro de ese proceso vuelven a discutirse las llamadas «economías de aglomeración», que permiten disminuir el costo de las transacciones al aumentar el número de usuarios o al racionalizar las actividades económicas. (Silva 1993: 2-3) 88 En el contexto de la Unión Europea, experiencias de este tipo están bien documentadas. De esta manera, la integración territorial ofrece a territorios periféricos dentro de sus respectivas naciones, usualmente adosados a las fronteras, la posibilidad de ubicarse en una posición central dentro del nuevo espacio integrado. (Balme 1996: 25-26) El problema radica, sin embargo, en que si no existe conciencia de las posibilidades positivas que abre la integración para esas regiones ni hay voluntad política para desarrollarlas, la interdependencia económica con los vecinos puede generar un comportamiento más competitivo que cooperativo, con lo cual todos pierden. Según Balme (1996: 31) En un mundo en el cual las relaciones internacionales son determinadas por agentes económicos y los intercambios pueden ser infinitos, las regiones introducen el orden al seleccionar metas, informaciones y socios para la cooperación. Dentro de este neorregionalismo existen redes de acción colectiva privadas y públicas que se superponen unas a otras desde lo local, lo regional (subnacional), lo nacional y lo regional (esquema de integración). Durante este proceso se adquieren múltiples identidades concurrentes, que «son acumulativas y no exclusivas.» (Balme 1996: 35) Este último punto lo consideramos de gran importancia para nuestro tema porque en la medida en la que no se asuma el concepto de pertenencia a distintas identidades, elementos de nacionalismo podrían interponerse en la identificación y el desarrollo de intereses de cooperación entre regiones, desembocando en el comportamiento competitivo al que aludía Balme. En el caso del TLCAN, la cooperación en términos financieros, productivos o tecnológicos y comerciales o de distribución (Silva 1993: 4) ya se ha hecho notar y provee un buen ejemplo del hecho que la integración parece darse entre grandes regiones económicas funcionales más que entre naciones.(Aguilar Barajas 1995: 409411) La consecuencia más obvia hasta ahora del acuerdo ha sido la integración del área de Monterrey, Edo. de Nuevo León, a la economía del sur de Estados Unidos, especialmente a la de Texas, centrada en la ciudad de San Antonio. Entre estas dos ciudades se ha conformado un corredor de intensa actividad económica, con ramificaciones hacia Ciudad Juárez-El Paso, Houston y Coatzacoalcos. Tradicionalmente, esas regiones habían sido interdependientes antes de la firma del TLCAN, por lo cual este acuerdo sirvió para institucionalizar aspectos de una realidad económica previa. De tal manera, muchas veces los acuerdos de integración no hacen más que institucionalizar relaciones económicas preexistentes en torno de «zonas económicas naturales.» (Ohmae 1993: 78-89 citado en Aguilar Barajas 1995: 410) En el caso de Monterrey, por ejemplo, buena parte de las maquiladoras y de las grandes empresas mexicanas establecidas en esa región lo habían hecho antes de la firma del acuerdo.(Aguilar Barajas 1995: 413) Destaca el hecho que las implicaciones a escala subnacional de este proceso de integración regional han sido descuidadas en la planificación política mexicana, según Aguilar Barajas (1995: 409), aunque a principios de los noventa, la Secretaría de Desarrollo Social efectuó dos estudios sobre los efectos del TLCAN en las regiones mexicanas. (Véase estudios académicos de esas implicaciones en Gutiérrez Vidal 1994 y Polese y Pérez Mendoza 1995) 89 En cuanto a la frontera colombo-venezolana, se advierten más limitaciones para alcanzar la integración física entre las dos naciones a lo largo de su frontera común por problemas de infraestructura (mal estado de las carreteras y precariedad de los medios de comunicación, por ejemplo) y otros. (Bustamante 1998: 61) Diversos trabajos han destacado también la situación de «atraso, descuido y despoblamiento» (Blanco 1998: 96-97) de este vasto espacio geográfico cuya economía se articula a lo largo de tres ejes: Cúcuta, Villa del Rosario, San Antonio y Ureña, por un lado, Maicao, Paraguachón y Paraguaipoa, por otro, además de Arauca, El Amparo y Guasdualito. Algunos de estos puntos de contacto entre Colombia y Venezuela muestran una larga historia de intercambio humano, comercial y cultural, como es el caso del segundo eje mencionado, el cual articula el territorio de la etnia wayú, dividida hoy entre los territorios de las dos naciones en la Guajira. El eje Cúcuta-Ureña ocupa un lugar intermedio en el tiempo, pues sus contactos se remontan a la ocupación española y se intensifican desde el siglo XIX. El más reciente es el del Arauca-Guasdualito. Sin embargo, esta abundancia de puntos de contacto físico, cultural y económico entre Colombia y Venezuela no se ha traducido en ventajas económicas obvias para las regiones que se articulan en ellos. Sólo en el eje Cúcuta-San Antonio, favorecido por la presencia de la carretera Panamericana, se advierte algún desarrollo de la actividad industrial, mientras que el segundo cuenta con actividades agropecuarias y comerciales y en el tercero se da desde hace pocos años la explotación petrolera y algo de actividad agropecuaria. Los tres continúan siendo estructuralmente dependientes de los centros económicos de sus respectivos países. (Blanco 1998: 97) Mucho se ha explorado también el tema de la violencia y la inseguridad a lo largo de la faja fronteriza colombo-venezolana como causante de la situación poco floreciente de esas regiones y de su incapacidad para transformarse en polos de desarrollo económico. Sin descartar estos elementos que son obviamente reales, nuestro argumento considera que de darse el fin de la violencia asociada tanto con la guerrilla como con el narcotráfico y la extorsión, estos tres ejes no generarían sino un impulso económico de mediano a escaso resultado debido a factores estructurales internos de las dos naciones. Algunos de ellos se refieren a problemas de infraestructura física que ya mencionamos, a la ausencia de un marco legal apropiado (Blanco 1998: 99-100), a la falta de programas de desarrollo espacial que pasen del papel a la obra y que reciban continuidad por gobiernos sucesivos, pero debemos agregar otros aspectos menos técnicos y más políticos. Entre ellos, aquel en el cual centraremos nuestro análisis es el de las relaciones entre Estado y sector privado en Colombia y Venezuela, que consideramos de vital importancia para un adecuado desarrollo económico de la frontera colombo-venezolana. En la próxima sección exploraremos estas relaciones en comparación con las existentes en México a fin de demostrar este punto. RELACIONES VENEZUELA ESTADO-EMPRESARIOS EN MÉXICO, COLOMBIA Y El análisis de las relaciones entre el Estado y los dueños del capital en México se ha abordado en numerosos estudios dentro del ámbito académico y desde perspectivas 90 diferentes. Uno de los trabajos más detallados es el de Cypher (1990: 46-47), quien ha documentado la acción de los grupos empresariales organizados desde los años de Lázaro Cárdenas (1933-1939). Este presidente fue responsable directo de la creación de CANACOMIN (Cámara Nacional de Comercio e Industria), que estableció un espacio para el diálogo entre los empresarios y el Gobierno de la revolución mexicana. Pero no todo el sector privado aceptó este esquema corporativo que le impedía utilizar los medios de comunicación y el debate político abierto para incidir sobre la política económica. Los que no lo admitieron, sobre todo los empresarios más grandes de Monterrey, vinculados a la banca, el comercio y la exportación, formaron en 1929 la COPARMEX (Confederación Patronal de la República Mexicana). En 1941, CANACOMIN se dividió en CONCAMIN (Confederación de Cámaras Industriales, con una cámara semiindependiente), CANACINTRA (Cámara Nacional de la Industria de la Transformación) y CONCANACO (Confederación de Cámaras Naciones de Comercio). De esta forma, mientras que el «dinero viejo» se orientaba hacia la COPARMEX, el gobierno promovía un sector industrial conformado fundamentalmente por empresarios medianos y pequeños organizados dentro de CANACINTRA. Ya en los años ochenta se observa que ambos grupos comenzaron a actuar de forma concertada en sus relaciones con el Estado. Cypher (1990: 85) considera que para entonces, muchos de los líderes empresariales de CANACINTRA habían prosperado, se habían incorporado a CONCAMIN y habían adoptado una ideología similar a la de COPARMEX. En general, sin embargo, el sector privado mexicano siguió siendo heterogéneo en intereses sectoriales, tamaño de sus establecimientos, ubicación geográfica y relaciones con los decisores políticos, regionales y nacionales y con el capital extranjero. (Alba Vega 1991: 111) Luna et al. (1987) documentan también que en los años cincuenta y sesenta aumentó la influencia política del sector empresarial en el nombramiento de cargos gubernamentales y en las consultas sobre políticas económicas específicas. Asimismo se constituyeron nuevas organizaciones empresariales voluntarias con menor tamaño que las cámaras y con relaciones personalizadas con el gobierno. Este último factor favoreció el que miembros de la burocracia gubernamental entraran a trabajar para empresas al abandonar sus cargos y que, a la vez, miembros de la comunidad empresarial ocuparan cargos en el gobierno. Esta cooperación entre empresarios y Estado no sufrió cambios hasta las administraciones de López Mateos, cuando se produjo la nacionalización de una corporación eléctrica, y de Echeverría, cuando el gobierno rechazó un programa presentado por la COPARMEX, que incluía la reprivatización de las industrias paraestatales, la promoción de las exportaciones, un mayor acceso para las inversiones extranjeras directas, asistencia para la industria y el fin de la reforma agraria. Las asociaciones empresariales pasaron entonces de la defensiva a la ofensiva y se constituyeron nuevas organizaciones. La más importante en 1975 fue el CCE (Consejo Coordinador Empresarial), que combinó el gran capital de CONCAMIN y CONCANACO con la fracción norteña de COPARMEX, y la ABM (Asociación de Banqueros Mexicanos) que se convirtió en la voz más poderosa de la élite económica. (Cypher 1990: 105-106; Tirado y Luna 1995: 2-3) Durante la presidencia de López Portillo (1976-1982) las relaciones empresarios-Estado mejoraron, pero dos factores hicieron que la cooperación entre ellos no fuera tan 91 estrecha: por una parte, el ingreso petrolero acelerado por el hallazgo de nuevos yacimientos y por los altos precios internacionales fue el motor de la economía, lo cual influyó para que el gobierno descuidara el sector interno de la economía; por otra parte, el sector privado aprovechó el clima favorable para extender sus inversiones financieras y también para contraer fuertes deudas en el exterior. En esto último siguió la misma tendencia que el sector estatal. (Camp 1989: 28, 215; Grindle 1996: 51-54) En 1982, la decisión de López Portillo de nacionalizar la banca privada, suspender el pago de la deuda externa pública y devaluar el peso en un 60 % representó un fuerte golpe para la élite económica. (Cypher 1990: 122) El CCE y los banqueros reaccionaron llamando a una huelga general de empresarios, pero algunos sectores industriales consideraron que sus lazos con el Estado eran demasiado importantes como para arriesgarlos para defender los intereses de los banqueros. Si hasta ese año la élite económica mexicana confiaba en su capacidad de ejercer influencia sobre el gobierno de turno, la nacionalización destruyó este sentimiento. (Camp 1989: 136) Desde ese momento, los empresarios grandes se movilizaron para impedir que en el futuro, medidas como la nacionalización bancaria siguieran siendo posibles.(Cypher 1990: 125126) En los setenta, la necesidad de competir con el capital extranjero había llevado al sector privado mexicano a forjar alianzas entre diferentes grupos industriales y comerciales en torno de casas bancarias como BANCOMER, BANAMEX Y SERFIN. (Puga 1993: 37-39) Después de la nacionalización de los bancos en 1982, esta tendencia continuó, pero esta vez en torno a sociedades de inversión. El Grupo Monterrey es un buen ejemplo de estas estructuras. (Puga 1993: 39-40). Otro tipo de reacción fue la reactivación del PAN (Partido Acción Nacional) por parte de algunos grandes empresarios para recuperar a través del control político, sobre todo en las gobernaciones del norte, el poder que habían perdido con la nacionalización. (Alba Vega y Riviere d´’Árc 1996: 157-168 documentan el caso del PAN en el estado de Chihuahua) Finalmente, el pago en bonos oficiales de las compensaciones a los banqueros y la venta de acciones de las empresas financieras no bancarias (seguros, arrendadoras, casas de bolsa, etc.) permitieron reconstituir un sector financiero privado sin control gubernamental. (Maxfield 1992: 87, 90 y 98; Puga 1993: 187-189; para más detalles sobre el empresariado mexicano y sus asociaciones a fines de los años ochenta, véase Garrido 1994: 159-193) Teichman (1988: 143) enfatiza que el sector privado mexicano no desarrolló un proyecto económico independiente antes de 1982 porque había tenido éxito en penetrar el Estado y porque compartía visiones similares de la economía con la burocracia gubernamental. El predominio de los banqueros antes de ese año también ayudó a asegurar la cooperación con el gobierno de las corporaciones industriales-financieras más grandes y, más tarde, el sector burocrático aliado a los banqueros fue capaz de revertir parcialmente la nacionalización mediante el pago en bonos y la venta de las compañías no bancarias. En ese momento, Teichman (1988: 145-147) percibe una verdadera lucha entre lo público y lo privado, en la cual el gobierno no consigue controlar el comportamiento de los empresarios y éstos no pueden hacer aprobar políticas a su entera satisfacción. 92 La reestructuración de la economía, en especial la política de privatización, proveyó de nuevas oportunidades al sector privado. Esta política se inició en los años ochenta, luego de la caída de los precios internacionales del petróleo y de los terremotos en la Ciudad de México, pero la venta de las grandes empresas públicas sólo se aceleró a partir de 1987. Hoshino (1996: 39-45 y 48-49) demuestra que en esa etapa la mayoría de esas empresas fueron adquiridas por inversores mexicanos, ya que existían limitaciones al capital extranjero en ciertas áreas (telecomunicaciones, aviación, etc.) y los grandes grupos tenían capacidad financiera para hacer esas adquisiciones. Por su parte, Ferrer (citado en Ramírez 1994: 40) argumenta que la privatización tuvo como propósito restaurar la asociación entre Estado y sector privado, que se había roto con la nacionalización bancaria en 1982. Con el gobierno de Salinas de Gortari (1988-1994) la alianza entre ambos volvió a sellarse. El Pacto de Solidaridad, establecido en 1987, señaló que ya para los empresarios no había dudas de que el presidente de La Madrid y su candidato Salinas de Gortari estaban comprometidos a desmantelar el Estado. (Garavito y Bolívar 1990: 54-55) En consecuencia, el apoyo empresarial al PAN se disolvió y, mientras algunos «radicales» se mantuvieron leales a ese partido, el restó se reagrupó en torno al PRI para las elecciones de 1988.(Cypher 1990: 196; Teichman 1992: 143; Tanski y Blum 1994: 69) Para fines de la década de los ochenta, también el PRI (y con él, la estructura estatal mexicana), había sufrido profundas transformaciones. Institucionalmente, los burócratas del partido habían pasado de una orientación política a otra más técnica y a forjar una alianza explícita y exclusiva con los segmentos más elitescos de los grandes empresarios. (Pastor y Wise 1994: 479) Esto se advirtió en especial durante la negociación del Pacto de Solidaridad entre el CCE y altos tecnócratas de los ministerios de Comercio y Finanzas. Las decisiones tomadas por ellos fueron luego comunicadas a los empresarios menores, campesinos y sindicatos. (Pastor y Wise 1994: 479-480) En ese período se observó un importante vuelco ideológico, tanto en el sector público como en el privado, lo que contribuyó al acercamiento entre ambos. Este aspecto del cambio interno del PRI vale la pena destacarlo, ya que tanto Salinas de Gortari como Zedillo, su sucesor en la presidencia, surgieron de los tecnoburócratas del PRI para llegar a asumir la presidencia de México. (Camp 1995: 144, 219, llama a Salinas el «presidente tecnócrata») En resumen, lo anterior nos lleva a coincidir con Luna (1990: 267) cuando señala que en los ochenta se forjaron nuevos acuerdos entre el Estado mexicano y los empresarios, tanto en el nivel económico como en el ideológico, a partir del gobierno de de La Madrid (1982- 1988). Para entonces, el desarrollo económico iniciado en los años cuarenta con impulso estatal había hecho surgir nuevos actores sociales no incorporados al sistema político, entre ellos, grupos empresariales a los cuales la nacionalización de los bancos en 1982 forzó a reconocer que, aunque ellos eran dueños de sus empresas, una decisión del gobierno podía quitárselas. (Bizberg 1990: 123, 125). Después de la nacionalización, dos sectores empresariales se enfrentaron entre sí para imponer su forma de representación: el tecnocrático, que favoreció las relaciones clientelistas con el gobierno, y el liberal conservador, que buscaba un nuevo corporativismo político con participación en las decisiones en materia de política económica y se agrupaba en torno al PAN. El primero privilegiaba los lazos con el Estado y el segundo con la sociedad. Desde 1987/88 el primer grupo se impuso al segundo. (Luna 1990:273) 93 A Salinas de Gortari y a la nueva alianza Estado-empresarios correspondió presidir las negociaciones sobre libre comercio con Estado Unidos y Canadá para la firma del TLCAN. En estas negociaciones es donde se puede observar la relación Estado-sector privado en acción y la influencia que ella tiene sobre un proceso destinado a institucionalizar nuevas regiones económicas (tanto a nivel subnacional como externo). Según Thacker (1999: 4), las dos posiciones básicas al respecto pueden resumirse en las asumidas por Frieden (1991) y Bates y Lien (1985), respectivamente. Para el primero, los intereses de los grupos que poseen capitales con escasa capacidad de movilidad rápida y la fuerza de su influencia determinan la adopción por parte del Estado de una política económica, tal como la de un acuerdo de libre comercio. Para los segundos, los representantes estatales para sobrevivir políticamente necesitan que sus sociedades posean crecimiento económico, una base impositiva fuerte y un empleo seguro, todo lo cual los vuelve vulnerables a decisiones de los inversores privados que afecten sus cálculos. Por lo tanto, las presiones de aquellos que poseen capital con capacidad de deslocalizarse fácilmente pueden ser más efectivas para el Estado que las quejas de los que, de todas formas, no pueden salirse del juego. Thacker también establece que la geografía económica de México permite visualizar un mapa de poder de los empresarios de ese país, en el cual, los del norte, más orientados hacia Estados Unidos y el ámbito internacional en general, son también los relativamente más independientes del patronazgo del gobierno. Mientras tanto, los que se localizan alrededor de Ciudad de México dependen mucho más del mercado interior y de la protección estatal. Esto se correlaciona con los resultados de una encuesta empresarial llevada a cabo por BANAMEX en 1988, cuyos resultados mostraron que para los empresarios del norte, un 89 % se mostró de acuerdo con la afirmación según la cual la liberalización comercial debía continuarse o profundizarse; sin embargo, para los del noroeste fue de un 75 %; para los del área metropolitana de Ciudad de México, un 63 %; para el centro, en su conjunto, un 61 %; y para la región oriental, un 60 %. (Alduncin 1989 citado en Thacker 1999: 5) De acuerdo a lo anterior, la adopción de un acuerdo de libre comercio entre México, Canadá y Estados Unidos fue posible porque en México, la distribución de poder del sector empresarial (y como resultado de esto, su alianza privilegiada con el gobierno) había cambiado de tal forma que favorecía a los grupos empresariales más grandes, orientados hacia el ámbito internacional y localizados en el área de influencia de la frontera norte con Estados Unidos. Aquí deben destacarse dos elementos: 1) La preexistencia de una infraestructura física y económica vinculada al eje Monterrey-Texas y 2) una alianza del sector empresarial vinculado a esa frontera con el Estado mexicano. El tratado institucionalizó vinculaciones económicas previas y fue una demostración de la cercanía entre los grandes grupos económicos norteños y el gobierno del PRI. En este último sentido puede señalarse que la economía política doméstica jugó un rol importante en el establecimiento del TLCAN con las características que éste asumió. Esto no implica descartar la influencia de otros factores provenientes del contexto internacional, sino enfatizar que la vinculación Estado-empresarios resulta importante a la hora de analizar los acuerdos de libre comercio. Veamos a continuación los casos de Colombia y Venezuela. En el primero se observa que el patrón de constitución de sus principales asociaciones empresariales, 94 FEDECAFE (Federación Nacional de Cafeteros de Colombia) y ANDI (Asociación Nacional de Industrialistas), fue diferente del mexicano, aunque en las dos haya participado el Estado en forma destacada. FEDECAFE fue creada en 1928 por el Estado al otorgar a los principales productores y comercializadores de café el derecho a recolectar un impuesto sobre cada saco de ese producto exportado. (Schneider 1999: 16-17) La ANDI surgió en 1944 en un período de desorden económico creado por la Segunda Guerra Mundial. En esa coyuntura, según Urrutia, (1983: 72) el presidente colombiano, cercano a los intereses industriales de la región de Antioquia, invitó a estos empresarios a organizarse para hacerle llegar las demandas conjuntas del sector. La ANDI agrupaba primordialmente a los industriales colombianos, pero también representó los intereses de empresarios agroindustriales, financieros y comerciales. En 1945, en reacción frente al control de precios implantado por el gobierno debido a la guerra, se formó la FENALCO (Federación Nacional de Comerciantes). En los años cincuenta y sesenta se constituyó la mayoría de las otras asociaciones empresariales para actuar como canales de comunicación y de defensa frente al gobierno. De todas formas, la ANDI sigue siendo considerada la organización empresarial con mayor poder económico y político. (Juárez Anaya 1993: 15-16; Thorp y Durand 1997: 221) Un estudio realizado en los años setenta mostró que en esa década y la anterior, los representantes de las asociaciones empresariales colombianas casi no visitaron el congreso nacional. Kline (1974: 274-300) explica que esto se debió a que los principales miembros de ellas y los miembros del congreso pertenecían al mismo grupo socioeconómico, por lo cual podían efectuar contactos informales por teléfono, en encuentros sociales, etc. Además, según él, «las asociaciones empresariales no necesitan estar tan activas en el congreso porque los temas que las podrían amenazar no se llevan a discusión y no es probable que se haga.» Las organizaciones mayores, como FEDECAFE y la ANDI, a las que se agregaba ya la FEDEGAN (Federación Nacional de Ganaderos), establecían sus contactos mediante los dos principales partidos políticos: el Conservador y el Liberal. En general, la relación entre el Estado y las asociaciones empresariales colombianas, desde los años setenta se basó en lo que se denominó «la concertación», mecanismo por el cual se crearon comités sectoriales o técnicos integrados por funcionarios del Ministerio de Desarrollo y representantes de las asociaciones. (JUNAC 1986: 85). Fue a finales de los setenta cuando estos mecanismos entraron en crisis a causa del desplazamiento de la capacidad de influencia política mayor hacia las instituciones financieras representadas por la ANIF (Asociación Nacional de Instituciones Financieras). (JUNAC 1986: 86-87) Aunque Colombia resultó menos afectada que otras naciones latinoamericanas por la crisis de la deuda externa, para 1982, su déficit en cuenta corriente era considerable y sus reservas de divisas sufrieron una baja importante hasta 1986. (Ocampo y Villar 1992: 169) Además, después de 1982, el sector privado colombiano debió enfrentar el impacto de la deuda contraida en el exterior y de la reducción de sus exportaciones al mercado subregional andino, en especial a Venezuela y Ecuador, por la contracción de la economía de estas dos naciones petroleras. En ese momento, la ANDI apoyó la reestructuración económica propuesta por el gobierno, mientras que la FENALCO se mostraba más cautelosa. 95 Entre 1985 y 1989 se abrió una primera fase de apertura comercial siguiendo las presiones del Banco Mundial. Pero, según Kalmanovitz, (1989: 272) hasta fines de la década, el desarrollo de la industria exportadora colombiana se encontró frenado por la presencia de un complejo «minero-narcótico exportador» que producía rentas altísimas, financiaba importaciones, revaluaba la moneda y arruinaba a la industria nacional que producía para el mercado exterior. La promoción de una política de mayor apertura comercial y de acuerdos de libre comercio con las naciones vecinas desde 1990 podría verse como una respuesta a la necesidad de hallar salidas a los productos de la industria colombiana. Es importante destacar además que los mercados regionales eran los que más atraían la producción no tradicional de Colombia. Frente a los cambios de política económica en los años ochenta, las organizaciones empresariales colombianas no propusieron políticas alternativas, sino que se contentaron con tratar de cambiar o derrotar mediante el recurso a las cortes de justicia, aquellas que les resultaban adversas. Más aún, en términos ideológicos, la ANDI y la FENALCO abogaron por la libertad de comercio y siguieron manteniendo «lazos estrechos con los ministros de Finanzas y Desarrollo y con ambos partidos mayoritarios.» (EIU 1990: 229) Asimismo, en esa década, cerca del 30 % de los miembros de las comisiones creadas por el CONPES (Consejo Nacional para la Política Económica y Social) fueron representantes de las asociaciones del sector privado. En el caso colombiano existía un acuerdo de integración regional previo, el del Pacto Andino, creado en 1969, que permite observar la posición asumida frente al mismo por el sector privado de ese país. Según Mytelka, (1979: 96-97) los empresarios colombianos tuvieron una posición favorable frente a él debido a que su gobierno había incluido en la promoción de la política de integración regional un programa de subsidios y créditos y la creación de una agencia especial, PROEXPO, para incrementar las exportaciones no tradicionales. Por estas razones, el empresariado apoyó al gobierno, aunque no estuviera de acuerdo, ni con la programación industrial ni con la Declaración 24, que restringía la inversión extranjera a un porcentaje de la nacional o regional. (Mace 1991: 19) La fragmentación de la ANDI hubiera impedido de todas formas que esta asociación se opusiera con éxito al cambio de una estrategia orientada al mercado interno hacia otra que favorecía las exportaciones regionales. Según Mares, (1993: 460, 468) el Estado usó rentas generadas por su intervención en la economía (certificados de exportación y rebajas arancelarias para la importación de materia prima, etc.) a fin de mantener controlados a los posibles oponentes, mayoritariamente industriales. La táctica era mantenerlos «colectivamente débiles e individualmente satisfechos.» Es interesante que para 1985, luego de una etapa de estancamiento del Pacto Andino, la ANDI había evolucionado de una visión comercial de la integración regional (entendida como una opción para la ampliación de mercados) a verla como un proceso mutifacético que permitía aumentar las opciones de desarrollo de los países participantes, fortalecía la negociación conjunta en el contexto internacional y profundizaba la industrialización. 96 Tanto la ANDI como la FENALCO y la ANALDEX (Asociación Nacional de Exportadores) coincidían en abogar por un rol protagónico para el sector privado colombiano en la reactivación del Pacto Andino, que apoyaban totalmente. (JUNAC 1986: 53) Después de 1989, los gobiernos andinos buscaron reactivar la integración regional entre ellos con un nuevo énfasis en el libre comercio entre sus miembros y en el establecimiento de una tarifa externa común. (Vidales 1993ª: 118-120) Para ese entonces se percibía ya que el énfasis en la libertad de comercio había producido la reducción del peso relativo del sector manufacturero colombiano frente al comercial. Según Gutiérrez Trujillo (1995: 147), la participación del sector industrial manufacturero en el PIB de Colombia, que había sido de 23.3 % entre 1976 y 1980, bajó a 21.4 % entre 1981 y 1985 y a 20.9 % entre 1986 y 1990. Mientras que los gobiernos andinos fracasaban en establecer una zona de libre comercio y definir un arancel externo común para el 31 de diciembre de 1991, los gobiernos de César Gaviria, en Colombia, y Carlos Andrés Pérez, en Venezuela, habían acordado previamente ponerlos en vigencia entre ambas naciones mediante un acuerdo de integración binacional, que entró en vigencia el 1 de enero de 1992. Debe destacarse que paralelamente, los sectores privados de ambos países firmaron un Convenio de Complementación Industrial del Sector Siderúrgico para facilitar la transición de estas empresas a la liberación comercial. (Reina 1997: 88) No es de extrañar entonces que en 1993, en una encuesta empresarial realizada por FEDESARROLLO, la liberalización comercial con Venezuela alcanzó el más alto índice de aceptación entre todas las opciones presentadas. (Cantilo Vásquez 1994). Los voceros de las asociaciones empresariales no dejaban, sin embargo, de quejarse, pero sus quejas se dirigían no contra la apertura comercial misma, sino contra problemas internos que los volvían menos competitivos (corrupción y desorden en las aduanas, inflación, transporte deficiente, etc.) (Véase Clase Empresarial 1994, 10: 25-26) Por su parte, el sector comercial agrupado en la Cámara de Comercio de Bogotá realizó ese mismo año una encuesta entre 214 de sus miembros, de los cuales el 64 % correspondía a empresas grandes y el resto a pequeñas y medianas. El 65.7 % consideró que la apertura comercial le había permitido desarrollar nuevas oportunidades de negocios entre 1990 y 1993, y un 81.9 % esperaba que esta tendencia continuara en los años siguientes. En contra de la opinión comúnmente aceptada, la encuesta destacaba que también para las empresas medianas y pequeñas la apertura había traído nuevas oportunidades (64.5 %) y el 68.4 % declaraba no haber perdido su mercado tradicional. («La apertura, oportunidad para nuevos negocios» 1993: 27-35) Los sectores industriales negativamente afectados fueron los productores de textiles, confecciones y artículos de cuero, pero aún éstos culpaban de esta situación al contrabando, al «dumping» de mercancías baratas del sudeste asiático y a la revaluación de la moneda, más que a la apertura misma. («Textiles en tela de juicio» 1994: 25-30) Una declaración implícita en este sentido puede encontrarse también en la Revista de la ANDI, donde en mayo-junio de 1992 se publicaron las conclusiones y recomendaciones formuladas por el Foro de las Américas en Washington, en abril de ese año. Entre ellas destacan las del Grupo de Trabajo sobre Industria Manufacturera, en el que había participado el presidente de la ANDI. Allí se leía que «el elemento clave en la exitosa negociación del libre comercio es el apoyo continuado del sector público y 97 empresarial.» Más adelante agregaba: «A menos que la comunidad empresarial avale los beneficios de un mercado abierto, ... y a menos que las empresas líderes continuamente presionen al gobierno para sobreponerse a los obstáculos, el proceso se estancará.» Según Reina (1997: 101), entre 1991 y 1995, las exportaciones de productos primarios colombianos, que se orientan hacia los mercados de Estados Unidos y Europa, crecieron a una tasa de 7,4 %, mientras que la de productos industriales, dirigidos hacia el mercado regional, crecieron en un 11,1 %. En el caso concreto de las exportaciones hacia Venezuela, éstas pasaron del 13 al 25 % de las exportaciones industriales totales. ¿Cuál ha sido el sector colombiano más beneficiado? El primer lugar lo ocupan los automotores, el segundo, los jabones, cosméticos y otros productos químicos, y en tercer término, el papel. Los productos agrícolas con franjas de precios también se han beneficiado. (Reina 1997: 101) Una observación interesante que hace Reina (1997: 105) es que mientras las exportaciones de productos primarios de Venezuela a Colombia representaron 27 % en 1995, frente a 34 % en 1991, en el caso de las colombianas, éstas bajaron de 30 % antes a 8 % en 1996. Los sectores más representados en las exportaciones de Colombia hacia Venezuela eran en 1996 la química básica, industria automotriz, confecciones y maquinaria y equipo que, en conjunto, alcanzaban casi al 50 % de las exportaciones totales a ese país. En su mayoría, estos sectores corresponden a corporaciones multinacionales (automotores) y a sectores de gran capital y tecnología, alejados de las posibilidades de la mediana y pequeña industria y generalmente localizados alrededor del área bogotana o en torno a Medellín, en Antioquia. El sector de las confecciones, que representa un 9,40 %, y que inició su desarrollo en Antioquia entre los años treinta y cuarenta, experimentó un proceso de concentración de su propiedad, centrándose en proyectos como el de la Zona Franca de Rionegro y vinculándose al sector financiero antioqueño.(Véase Valencia Restrepo 1996: 481,485) En general, en el caso de la integración colombovenezolana no observamos del lado colombiano una localización industrial cercana a la frontera común que contribuya a convertirla en foco de desarrollo. No hay factores preexistentes, excepto un activo comercio legal e ilegal entre ambas naciones en los puntos de contacto o ejes que identificamos en la primera sección. Asimismo, las empresas que más participan del comercio binacional son multinacionales o empresas grandes, muchas de las cuales se asocian con los grupos económicos conformados desde los años ochenta (Grupo Antioqueño, Grupo Santodomingo, Grupo Ardila Lule, entre otros). Estos últimos son también los que más figuran participando en el proceso de asociaciones estratégicas de capital que se desarrolla en ambos sentidos de la frontera, pero que generalmente vincula a grandes compañías no fronterizas entre sí. (Al respecto véase di Filippo 1994). Si miramos al otro lado de la frontera encontramos que en Venezuela, la principal asociación empresarial, FEDECAMARAS (Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción), se constituyó en 1944 por iniciativa de las Cámaras de Comercio de Caracas y de los más importantes puertos del país. (Urriza 1984) Ya para ese entonces el petróleo había desplazado al café como principal producto de 98 exportación, la Segunda Guerra Mundial promovía el proceso de industrialización por sustitución de importaciones y el Estado venezolano había adquirido carácter empresarial (CANTV, INOS, Línea Aeropostal, Telares Maracay, etc.). Casi veinte años más tarde, en 1958, al implantarse un sistema político democrático basado en el consenso de las élites, FEDECAMARAS formó parte de la serie de pactos que contribuyeron a definir el modelo de desarrollo de los años siguientes. Desde el inicio de su organización, el sector privado venezolano dependía del Estado en la medida en que la economía exportadora basada en el petróleo centraba todos los recursos generados por la renta petrolera en manos del mismo. El sector privado debía relacionarse con el Estado, que tenía recursos para repartir, en busca de un acceso privilegiado a ellos. Esto sólo era posible a través de sus relaciones con el gobierno de turno (contratos de compras, construcciones de infraestructura, subsidios, créditos, protección aduanera, etc.) FEDECAMARAS alcanzó el carácter de una asociación «cúpula» en los años setenta, cuando las industrias petroleras y los sectores bancarios, de seguros, de construcción y del agro se unieron a ella. (Becker 1990: 124; Urriza 1984: 22 y Gil Yépez 1978: 126) Para fines de la década siguiente abarcaba cerca del 30 % de las asociaciones del sector privado venezolano y los empresarios más grandes ejercían mayor influencia dentro de su estructura piramidal, en la cual coexistían organizaciones sectoriales y regionales. En general, sin embargo, su influencia decayó a mediados de los años setenta, cuando el alza de los precios internacionales del petróleo dotó al Estado de enormes recursos financieros y permitió la nacionalización de la industria petrolera en 1976. (Abente 1985: 13) Para Thorp y Durand (1997) en los años setenta se incrementó también el personalismo en las relaciones Estado-empresarios, así como las luchas entre los segundos para acercarse al primero. En esa década, el enfrentamiento más fuerte se dio entre representantes de la burguesía tradicional y una burguesía emergente. Esta última se vinculó con el proceso de promoción de industrias básicas por el gobierno de Carlos Andrés Pérez (AD, 1974-79) y con la reorientación de la economía venezolana hacia el mercado internacional en base a la nueva producción industrial pesada y semipesada. De esta forma estrechó también sus relaciones con el capital extranjero. (Véase Purroy 1982: 266, 275 y Coronil y Skurski 1982: 69-70) La importancia del surgimiento de estos grupos emergentes, dirigidos por Pedro Tinoco, Carmelo Lauría y Gumersindo Rodríguez, reside en que desplazaron de su posición de influencia sobre la política económica venezolana a grupos y empresarios tradicionales como los Mendoza, Cisneros, Phelps, Vollmer y Boulton, entre otros. (Coronil y Skurski 1982: 70) El proceso fue dual: mientras que el sector privado trataba de privatizar los recursos del Estado, éste intentaba extender su control sobre toda la economía. El resultado fue que se agudizó la necesidad de obtener acceso al Poder Ejecutivo y a las agencias estatales para poder realizar buenos negocios. (Coronil y Skurski 1982: 92) La «burguesía emergente» se asocia asimismo con presiones para la adopción de un nuevo modelo tecnocrático de desarrollo que considera que existe una mala gestión de los recursos petroleros por parte de los partidos políticos y que las decisiones de política económica deben dejarse fuera de su control para impedir que la renta petrolera se pierda en gastos sociales y burocráticos. 99 En sus actividades como grupo de presión, FEDECAMARAS utilizó campañas de opinión pública mediante su control de los más importantes medios de comunicación y contactos personales dentro de una élite relativamente pequeña. (Abente 1985: 17) Sin embargo, FEDECAMARAS no fue importante como agencia centralizadora de las demandas de los empresarios hacia el gobierno por carecer de mecanismos internos que permitieran arbitrar los conflictos entre sus sectores. Esto se advierte con claridad en su posición frente a la integración regional en las décadas de los sesenta y setenta. En el ámbito de la política de integración regional no existió acuerdo entre el gobierno y los empresarios, especialmente después de que los productores agrícolas y ganaderos amenazaran con retirarse de FEDECAMARAS si la asociación respaldaba el ingreso de Venezuela al Pacto Andino. (Gil Yépez 1978: 182-183) Urriza (1984) ha estudiado la posición de FEDECAMARAS frente a la integración andina y considera que ésta no fue uniforme ni constante a partir de 1968. Hubo enfrentamientos internos y variaciones de posición dentro de un contexto general de reticencia frente al Pacto Andino. Aunque no existió participación institucional de FEDECAMARAS en las negociaciones, la asociación mantuvo consultas con el sector oficial, integró delegaciones y asistió a reuniones empresariales andinas. Las variaciones en la posición de la asociación se observaron en general en momentos en los que se produjeron cambios de grupos económicos y de intereses sectoriales en la conducción de la organización. Dentro de FEDECAMARAS se manifestaron a favor de la integración andina las principales Cámaras de Comercio y las Asociaciones de Distribuidores de Automotores y Maquinarias y de Industrias Metalúrgicas, mientras que se opuso el resto de los industriales. (Urriza 1984: 41, 44-45) La oposición logró imponer su posición, ya que Venezuela solicitó una serie de excepciones al Pacto Andino en el momento de su creación (1969), las cuales no fueron aceptadas por los demás gobiernos y, por lo tanto, Venezuela no ingresó al Pacto en ese año. Cuando en 1973, el Presidente Rafael Caldera (COPEI) aprobó el ingreso de Venezuela al Pacto Andino, las relaciones entre Estado y empresarios habían cambiado. El proceso de discusión de una reforma tributaria en los sesenta había hecho que FEDECAMARAS viera debilitado su acceso al gobierno y Caldera, quien había llegado al poder con apoyo empresarial, utilizó al empresario Julio Sosa Rodríguez como su enlace personal con el sector privado. Sosa Rodríguez estuvo también al frente de la negociación del ingreso de Venezuela al esquema de integración andina. (Gil Yépez 1978: 187, 196) Para 1973 ya existían grupos económicos que manifestaban interés en la iniciativa integracionista para evadir las restricciones de un mercado que estaba quedando saturado. Un informe de 1971 sostenía, por ejemplo, que las posibilidades de exportación de la industria venezolana podían ser positivas si existían incentivos. (Gil Yépez 1978: 194-196) Por esta razón, en forma paralela al ingreso de Venezuela al Pacto Andino, el congreso aprobó tres leyes: una de incentivo a las exportaciones, una que creaba un fondo de financiamiento para las mismas, y otra de reformas aduanales que habían solicitado los empresarios. (Urriza 1984: 96) El ingreso de Venezuela al Pacto Andino en 1973 prácticamente coincidió con el inicio del alza de los precios internacionales del petróleo y de la restructuración de la 100 economía hacia una industria pesada y semipesada vinculada al Estado, a una nueva burguesía y al capital extranjero. De esta forma, los años setenta produjeron modificaciones profundas en las relaciones establecidas entre Estado y empresarios. Para fines de la década, algunos grupos empresariales intentaron asumir un papel protagónico en la toma de decisiones que los involucraban, (Urriza 1984: 23) por lo cual se hicieron más estrechas sus relaciones con los partidos AD y COPEI, que polarizaban el espectro electoral venezolano. Según Becker (1990: 121-123) una vez que los empresarios adquieren confianza en su capacidad, insisten en ser consultados por el gobierno, pero como reconocen que éste puede tener fines propios, también insisten en limitar el poder estatal. Esto explicaría la tendencia de los empresarios a denunciar al gobierno en forma pública mediante FEDECAMARAS, a la vez que entraban en conversaciones privadas con representantes del mismo a fin de obtener sus propósitos. A partir de 1983, cuando entró en crisis el modelo de economía rentista apoyado en los recursos petroleros, FEDECAMARAS perdió aún más representatividad e influencia frente al gobierno, excepto por su participación en las negociaciones salariales y en las discusiones sobre legislación del trabajo. Al mismo tiempo se centralizaban las decisiones en materia de política económica en las más altas esferas gubernamentales, pasando de la burocracia ministerial a un equipo de tecnócratas concentrados en el entorno presidencial. También en los años ochenta se constituyeron grupos de empresarios, tales como el Grupo Roraima y el Grupo Santa Lucía, que no se organizaron como asociación y que canalizaron propuestas económicas y políticas hacia el Ejecutivo sin la intermediación de FEDECAMARAS. (Gómez 1988: 106) Para Gómez, (1988: 103-104) esto significa que el empresariado venezolano pasó en esos años, de una racionalidad económica de aprovechar la renta petrolera, a otra racionalidad global en la cual los empresarios determinan sus propios fines y estrategias. Esto podría conducir a una mayor cohesión del sector privado mediante una de estas dos vías: el reforzamiento de las asociaciones empresariales, lo cual Gómez (1988: 108) considera difícil, o un acuerdo entre los grupos empresariales con mayor poder económico. Con respecto a estos últimos, la concentración de los mismos se inició con la transferencia de fondos de la renta petrolera al sector privado venezolano (Crisp 1998: 14-16). Estos grupos se beneficiaron adicionalmente al sacar parte de su capital al exterior antes de la devaluación de bolívar en 1983 y posteriormente con la entrega de dólares a una tasa de cambio preferencial por parte del Gobierno de Lusinchi para pagar su deuda externa. Cuando en 1989, el presidente Carlos Andrés Pérez implantó una política económica ortodoxa, la rapidez con que esto se hizo, según Crisp, (1998: 26) impidió que los empresarios organizaran una oposición efectiva. Como el presidente no hizo esfuerzos por construir una base política de apoyo entre los productores mayores orientados hacia el mercado exportador, éstos tampoco defendieron, ni a la política de ajuste ni al presidente. Existen algunos indicios, sin embargo, de la existencia de apoyo empresarial a los cambios en la política económica en 1989. Por una parte, el nuevo modelo de desarrollo se basaba en una plataforma ideológica compartida por los empresarios del Grupo Santa Lucía y el Grupo Roraima y por el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (CEDICE). 101 Pero la gravedad de la reacción popular en febrero de 1989 («El Caracazo») hizo que estos grupos prefirieran no respaldar públicamente al presidente y su política. Por otra parte, entrevistas realizadas en 1990 a representantes de los sectores industriales del calzado, textiles, petroquímicos, productos médicos, papel, metalúrgicos, alimentos y repuestos de automóviles mostró que existía apoyo para la reconversión de la industria hacia las exportaciones, dado el agotamiento del mercado venezolano (Jongkind 1993: 80-85). Otras medidas que contaban con apoyo eran la privatización de las empresas públicas y la entrada de capital extranjero. Sin embargo, los industriales consideraban que el Poder Ejecutivo apoyaba más al sector financiero que al industrial. En especial, a los empresarios entrevistados les preocupaba la falta de gradualidad de las medidas económicas, la poca capacidad de gestión del gobierno y la inseguridad acerca de que ellas se mantuvieran. En cuanto a la posición de FEDECAMARAS en 1989, Becker (1990) opina que las nuevas políticas fueron un triunfo de «la burguesía emergente», que demandaba la retracción del Estado de la economía, ya que sus lazos con el capital internacional hacían innecesaria esa presencia. Además, el liderazgo de FEDECAMARAS estaba demasiado dividido como para proveer una base de sustentación para las reformas de Pérez y las reformas alteraron el ambiente dentro del cual estaban acostumbradas a actuar las numerosas cámaras y asociaciones que conformaban el organismo cúpula de los empresarios.(Naím 1993: 91, 136) Aunque había surgido una nueva generación de empresarios preparados para aprovechar las oportunidades que las reformas ofrecían, para la comunidad empresarial organizada las reformas constituían amenazas concretas. (Naím 1993: 77-79) Un informe (EUROMONEY Special Supplement: Venezuela 1989) atribuyó más influencia en esta política a firmas bancarias no afilidas a FEDECAMARAS, las que habrían actuado como intermediarias entre los grandes grupos económicos y el gobierno y entre éste y los consorcios extranjeros entre 1990 y 1993. Una consecuencia más lamentable para muchos fue que las reformas provocaron una guerra oligopólica entre los grandes conglomerados del sector privado venezolano. (Naím 1993: 96) Entrevistas realizadas por Mata Carnevali (1996: 204) muestran que el Poder Ejecutivo fue el factor central en la promoción de la política de integración regional posterior a 1989. En este sentido, la política de apertura comercial de Venezuela, unilateral o por medio de acuerdos de libre comercio, se ubica dentro del grupo de políticas que, como la monetaria y la cambiaria, no necesitan que el gobierno construya consensos políticos o parlamentarios, ya que pueden establecerse mediante decretos del ejecutivo. Según esta interpretación, las reformas económicas de 1989 tuvieron el apoyo de factores externos como el FMI y el BM, pero no fueron parte de un proyecto sociopolítico de grupos internos. (López Maya y Lander 1996: 179) De esta forma, López Maya y Lander (1996: 182) consideran que los grupos que en los años ochenta habían sostenido posiciones favorables al modelo neoliberal, como el Grupo Roraima, perdieron presencia política en los noventa. En lo relativo a integración regional, el Acta de Barahona (diciembre de 1991) mostró que, a pesar de la renuencia del resto de los países andinos, Colombia y Venezuela estaban preparados para poner en vigencia una zona binacional de libre comercio y un arancel externo común a partir de enero de 1992. (Reina 1997: 86-87) La integración binacional despertó de inmediato la atención de FEDECAMARAS 102 y de la mayor parte de las asociaciones empresariales venezolanas, las que fijaron posición al respecto en la prensa nacional.(Córdova 1996: 21, 31-36) En el caso específico de CONINDUSTRIA, que agrupa al sector industrial, el análisis de declaraciones hechas a El Nacional (Caracas) entre 1989 y 1993 por sus representantes muestra la evolución de una posición de rechazo a la apertura comercial con Colombia en 1990 a otra de aprobación en 1992. Las objeciones de esa asociación venezolana en el primero de esos años eran similares a las que haría luego a la firma del acuerdo de libre comercio del G 3 (Colombia, México y Venezuela), sólo que en este caso se harían con respecto a México y no a Colombia: que la otra economía estaba más desarrollada que la de Venezuela y obtendría mayores ventajas del acuerdo, que faltaba la infraestructura física, laboral, legal, de inversiones, etc., para poder aprovechar lo acordado, entre otras. Para 1992, sin embargo, CONINDUSTRIA llamaba a revisar la legislación laboral, sanear las aduanas, mantener una tasa de cambio competitiva para el bolívar, entre otras medidas, para poder realizar «la integración con Colombia», que se percibía como «garantía de crecimiento y bienestar para ambos países.» (Todo este párrafo resume datos de Torres 1996; la cita es de la página 22) En el caso del G 3, la misma CONINDUSTRIA, que se oponía a él en 1993, en marzo de 1997, durante el I Encuentro Interempresarial del G 3 en Caracas se mostraba entusiasta acerca de los méritos y logros alcanzados por el acuerdo. FEDEINDUSTRIA (Federación de la Pequeña y Mediana Industria) también apoyó la integración binacional con Colombia. Sobre la actitud de los gremios empresariales de la zona fronteriza con Colombia, la Cámara de Comercio e Industria del Estado Táchira (CCIET) asumió una posición cautelosa y reclamó que el gobierno venezolano no había tomado previsiones para asegurar que ese Estado fuera más competitivo frente a la producción colombiana. Asimismo manifestaba desconocer el documento firmado por cuanto no había recibido información al respecto ni había participado en su negociación. La Cámara de Medianos y Pequeños Industriales del Táchira mostraba también recelo y objeciones, pero para 1991 destacaba sus aspectos positivos, aunque confesaba su ignorancia sobre lo que se estaba negociando. La Asociación de Comerciantes del Estado Táchira (ACETA) vió el proceso de apertura comercial con Colombia como positivo, pero señaló que la integración «no podía seguir dándose entre Bogotá y Caracas; la integración tenían que hacerla los habitantes de la frontera»(Torres 1996: 237). También reclamaba no haber sido convocada a participar en la negociación del acuerdo. En resumen, las asociaciones empresariales de la frontera fueron marginadas de las negociaciones, hechas a nivel de las capitales nacionales, y no se consideraban preparadas para asumir el reto de una integración binacional que percibían como positiva. Su falta de preparación no era resultado de sus acciones o inacciones, sino de las del gobierno venezolano, que había descuidado las aduanas, la infraestructura de carreteras y comunicaciones y el financiamiento de las zonas de frontera directamente afectadas por la apertura comercial. En resumen, tampoco en el caso venezolano encontramos la existencia previa de una realidad económica en el área fronteriza que sirviera de apoyo para su constitución en un foco de crecimiento económico. Los que estaban más al tanto de las posibilidades de la frontera, sus asociaciones empresariales, así lo manifestaron en forma pública, más 103 allá del hecho que el gobierno no consideró pertinente invitarlas a participar en las negociaciones con Colombia. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES TENTATIVAS En la actual etapa de la economía global, la economía regional ha alcanzado una nueva y doble relevancia. Por una parte se asocia con la formación de bloques de países según distintos esquemas de integración, pero también por otra parte exige tomar en consideración las capacidades económicas de distintas áreas nacionales de sus países miembros dentro de esos esquemas. (Bendesky 1994). El caso que demuestra con mayor claridad este doble fenómeno asentado sobre una base tanto económica como geográfica, es el del TLCAN en México. Puede señalarse al respecto que la conformación de bloques de libre comercio como el del TLCAN no abarca a los países en su conjunto, sino que los segmenta en regiones. Así, la zona fronteriza de México con Estados Unidos muestra un alto nivel de integración económica a lo largo de los corredores Tijuana-San Diego y Ciudad Juárez-El Paso.(Bendesky 1994: 986) Se conforman así regiones transfronterizas que concentran recursos financieros, productivos, humanos, etc., que están fuera de las posibilidades de otras regiones nacionales a las que, incluso, pueden llegar a desplazar (Véase el caso del Valle de México). La liberalización del comercio entre Colombia y Venezuela en 1992 sirvió para legalizar en parte corrientes comerciales preexistentes bajo la forma de contrabando. Sin embargo, buena parte de ese comercio previo se daba a partir de productos textiles baratos provenientes del sudeste asiático. La apertura no incidió sobre este aspecto del comercio, sino que ha contribuido a desarrollar en especial un intercambio en el cual Venezuela participa primordialmente con vehículos automotores derivados del petróleo y hierro y acero, producciones que manejan grandes conglomerados privados y públicos y Colombia, con productos de la agroindustria, textiles y confecciones.(Véase Córdova 1996: 22, 26; más datos en Rojas 1997 y Cárdenas 1997) En el rubro de servicios no se aprecia todavía un crecimiento similar, pero en lo relativo a inversiones se observa un aumento en las asociaciones estratégicas entre empresas de ambas naciones. Los datos publicados, sin embargo, demuestran que la mayor parte del comercio de bienes y de las asociaciones de capital no corresponden a la zona transfronteriza (Eje San Antonio-Pamplona, por ejemplo) sino a las empresas mayores (vehículos, siderurgia, etc.) localizadas en el área industrial central (Valencia-Caracas) y oriental (Ciudad Guayana) y en Bogotá y Medellín. Esto no quiere decir que las industrias, comercios y entidades financieras localizadas a ambos lados de la frontera colombo-venezolana no se hayan beneficiado del proceso de apertura. Sin embargo, ese beneficio es secundario todavía frente al experimentado por otras zonas. De esta manera podemos decir que la localización geográfica no ha logrado alterar patrones de concentración espacial previos. Considerando los elementos teóricos que aluden al fortalecimiento económico de las regiones estratégicamente ubicadas dentro de los esquemas de integración regional, ¿por qué no se observa este fenómeno entre Colombia y Venezuela? Problemas de una 104 infraestructura deficiente, más el problema político de la presencia de la guerrilla y la persistencia de problemas limítrofes entre Colombia y Venezuela, sin duda inciden en esta situación. Pero ¿son estos factores suficiente razón para que la integración binacional no haya alterado el equilibrio espacial entre las regiones venezolanas? A esto se agrega también el hecho que Colombia es sólo el segundo mercado de interés para la producción venezolana: EE.UU. sigue siendo el primero, ya que su exportación sigue dominada por el petróleo y éste se moviliza hacia el norte por los principales puertos del Caribe. Algo similar se observa en Colombia, donde las exportaciones hacia Venezuela, a pesar de ser importantes, ocupan un lugar secundario frente a las que se dirigen hacia Estados Unidos (café, flores, petróleo, etc.). Pero estas interpretaciones resultan incompletas si no incluimos en nuestro análisis el peso que tienen factores domésticos tales como las relaciones existentes entre empresarios y Estado en las dos naciones. Una comparación somera con el caso de la frontera norte de México demuestra que en Colombia y Venezuela la relación empresarios-Estado ha sufrido un proceso de concentración similar a aquél por el cual se vinculan en especial los grandes grupos económicos y el poder ejecutivo a su más alto nivel. Pero mientras que en México buena parte de esos grandes conglomerados posee una fuerte base de operaciones en el norte, ni en Colombia ni en Venezuela se encuentran vinculados a la frontera. La magnitud de las relaciones comerciales, industriales y de inversión que se dan entre Texas y Nueva León no se acercan en nada a la que encontramos en cualquiera de los tres ejes fronterizos colombovenezolanos. Podemos afirmar que si bien el modelo económico neoliberal ha favorecido en las tres naciones una articulación empresariosEstado similar (a pesar de las historias diferentes en que se asentaron las organizaciones de los empresarios y el Estado mismo) ésta se traduce en fenómenos fronterizos distintos, según las relaciones previas establecidas dentro de las naciones que se integran y sus áreas de frontera. Destaca asimismo que ni la geografía ni el libre comercio son factores suficientes para favorecer el crecimiento económico de las áreas fronterizas de los países contiguos que se integran comercialmente entre sí. Un factor que podría incidir para que la apertura comercial entre naciones geográficamente contiguas se tradujera en un mayor empuje económico para las regiones subnacionales a cada lado de la frontera común sería obviamente el Estado. Pero en el modelo neoliberal éste se encuentra afectado en forma negativa por una de las premisas básicas del mismo, que exige su retracción de la actividad económica, lo cual incluye su capacidad de planificar y llevar a cabo acciones para fomentar el crecimiento económico de unas regiones sobre otras. Frente a este cuadro negativo para que la frontera alcance las expectativas generadas a partir de algunas experiencias de integración (como la mexicana y la europea), han surgido sin embargo otras instancias de promoción del crecimiento económico. El proceso de descentralización que se viene desarrollando en Colombia y Venezuela brinda a los gobernadores de los estados fronterizos y a sus respectivos sectores privados la posibilidad de articularse en alianzas estratégicas públicas y privadas. Junto a la limitación obvia que plantean sus recursos, más limitados que los de los Estados nacionales y los grandes grupos económicos, puede existir también otra limitante quizás más importante en tanto la población y las autoridades de las áreas fronterizas no alcancen a comprender lo que señalamos antes (que las identidades comunes que se 105 construyen entre regiones subnacionales contiguas dentro de un esquema de integración pueden ser coherentes con las identidades nacionales previas) y que, por lo tanto, se desarrolle un sentimiento de competencia antes que de cooperación entre ellas. 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En ese marco, el propósito del presente trabajo es sentar bases para explicar las formas como en la actualidad se presenta la integración económica de la región norte de México con Estados Unidos, así como el papel que en ese proceso juegan los agentes empresariales que participan en ella. Para ello hemos dividido el documento en tres partes: en la primera se aborda el tema de lo regional desde la perspectiva de las transformaciones que están teniendo las regiones del país y la relevancia que ha adquirido el norte. En la segunda se hace una descripción económica y demográfica, así como de las modalidades con que se manifiesta la integración con Estados Unidos en la frontera norte de México. En la tercera parte se tratan los orígenes, desarrollo histórico, situación actual y perfiles de los empresarios que se mueven en este espacio nacional.Finalmente, se adelantan algunas conclusiones preliminares. REGIONES EN MOVIMIENTO Cada modelo de desarrollo ha creado sus propios espacios regionales. Así, el viejo modelo proteccionista basado en el mercado interno y la sustitución de importaciones, formó un perfil de las regiones donde los ejes de la economía y la demografía se localizaban en el centro del país, Monterrey y Guadalajara. Allí se concentró la industria, el comercio, los servicios y, por lo tanto, el grueso de la población. Alrededor de esas «metrópolis», en la división nacional del trabajo al resto de las entidades de perfil primario les tocó jugar un rol complementario: poner la mano de obra abundante y barata en el caso de entidades como Oaxaca, Chiapas, Michoacán y Guerrero, entre otras, y producir bienes, materias primas e insumos de origen agropecuario y alimentos, además de las divisas que el proceso industrializador demandaba, tarea a la que se abocaron regiones como la Laguna, los valles de la costa sinaloense, sonorense, bajocaliforniana, y tamaulipeca. Se vivió, en pocas palabras, una dinámica de desarrollo nacional muy funcional a los fines de impulsar una industria con arraigo nacional. Pero este esquema se agotó. La industria avanzó en sustituir bienes de consumo inmediato y en menor medida intermedios y de capital, hasta que empezó a resentir sus propias limitantes internas de falta de competitividad y divisas que le permitieran su autorreproducción. Esto, aunado a la crisis agrícola, sostén primario de la industria, 111 propició que desde finales de los sesenta el modelo de desarrollo sobreviviera años con la vida artificial que se le proporcionaba desde el Estado. El agotamiento fue mucho más allá.También alcanzó a las grandes ciudades como el Distrito Federal y Guadalajara, que habiendo crecido en su economía y población a partir de constituirse en centros de aglomeración para apoyar a la industria, poco a poco vieron que su infraestructura se desgastaba y no se reponía, los servicios crecían en demanda pero no en oferta y la población del resto del país llegaba a esos núcleos urbanos buscando respuestas a sus penurias, que se quedaban sólo en espejismos porque eran pocos los que encontraron respuestas dignas a sus expectativas. A partir de los ochenta se puede hacer una nueva lectura de lo que pasa en el ámbito de lo regional. Explicarlo remite a varios factores: el nuevo modelo de desarrollo, de vocación secundaria-exportadora, induce hacia una redefinición del papel de las regiones para insertar competitivamente al país en el mercado internacional; pero por otra parte, desde adentro en aquellos espacios a donde nunca llegaron los frutos del progreso del modelo anterior (Chiapas es ya el ejemplo clásico), se fueron gestando condiciones sociales de atraso que paradójicamente han dado a los estados de realidad similar un gran peso a la hora de tomar las decisiones del todo nacional. Es decir, empezamos a transitar un camino en el que, por una razón u otra, las regiones adquieren su propio peso económico y político y no es exagerado afirmar que son espacios de definiciones para el futuro global de la nación. Así se va conformando un panorama que redefine la presencia nacional de las regiones: a) La región central en términos de desarrollo (estados de México, Distrito Federal, Guadalajara, Puebla y Monterrey) llegó a límites en los que se prenden todo tipo de focos rojos ya conocidos: infraestructura minada, concentración poblacional, sobredemanda de servicios públicos, desempleo y subempleo, delincuencia, abatimiento y destrucción de la naturaleza y desintegración familiar. Este gran espacio nacional en el pecado lleva ahora la penitencia. b) Lo que en términos de expansión económica pierde el centro del país, lo va ganando otro espacio: el norte de México, que se convierte en lugar central en la estrategia de la globalización e integración al bloque norteamericano. Para comprobarlo basta observar el aumento de la población, que se incrementó en 2.5 millones entre el censo de 1980 y 1990, para mantener, según éste último año, una presencia nacional de 16.2%. En términos económicos, la expansión que ha tenido la industria maquiladora en esta zona del país es muy relevante: en 1980 había 620 establecimientos en todo el país, mientras que para 1996 se habían incrementado a 2 mil 411 (promedio anual), siendo su localización principalmente en las ciudades fronterizas, aunque ya en los noventa se advierte un proceso de interiorización de esas empresas no sólo en las entidades fronterizas, sino también en otros estados de la República que ofrecen condiciones para ello, como Nuevo León, Durango, Aguascalientes, Jalisco y Puebla, estado de México y el propio Distrito Federal. Respecto a los empleos creados, en 1980 eran 120 mil, mientras que para 1996 la cifra aumentó a 755 mil. En 1980, el promedio de trabajadores por maquiladora era de 123 trabajadores y en 1996 de 313. (La Jornada, 1997). 112 Para el primer bimestre de 1997, las maquiladoras ocupaban 824 mil 710 personas, de las cuales el 81.7% son obreros, el 11.1% técnicos de producción y el 7.2% personal administrativo. La distribución espacial del personal ocupado se concentra, obviamente, en el norte del país: Chihuahua tiene el 28%, Baja California 21%, Tamaulipas 15.4%, Coahuila 8.6 y Sonora 8.1%. Estos cinco estados fronterizos concentran el 81.1% del personal ocupado. Datos de agosto de 1998 señalan que en el país existen 3,012 maquiladoras, de las cuales 2,264, es decir, el 75.1%, se localizan en los estados fronterizos. Dichas maquiladoras generan 1.021.724 empleos y de éstos, 813. 786 se ubican en las entidades de la frontera. La cantidad de empleos que en 35 años de operar en México generan las maquiladoras son poco menos que el incremento anual de la Población Económicamente Activa, que es de 1.200.000 personas. El panorama manufacturero del norte del país, con inversión extranjera, se complementa con un gran núcleo de la industria automotriz, que desde el corredor de Ramos Arizpe Saltillo hasta Sonora, pasando por Chihuahua, han hecho del norte su plataforma para llegar a Estados Unidos y Canadá. Lo mismo puede afirmarse de un número importante de empresas de capital nacional, como Cemex y Vitro, que desde este espacio están marcando pautas internacionales de competitividad. Estamos hablando entonces de un conjunto de estados que, por sus características físicas, de localización geográfica, de vecindad con Estados Unidos y de salida a la Cuenca del Pacífico y por sus niveles de bienestar (que los colocan entre los diez «superiores» del país), se constituyen en el conjunto de entidades más funcionales a la dinámica nacional de inserción a la económica internacional. Son estados que complementan sus ventajas comparativas con las nuevas ventajas competitivas (Porter, 1991). c) Otra cara es la que presenta un tercer bloque de estados donde se concentran los rezagos sociales y que políticamente han dado la voz de alerta. En este grupo entran los estados del sureste, como Chiapas y Tabasco, y del suroeste, como Oaxaca, Guerrero y Michoacán, que están considerados en un rango de bienestar social «muy inferior» (véase Cuadro 1). Estas entidades, en su debilidad, fincan su expectativa de poder acceder a mayores niveles de desarrollo y bienestar. Los claroscuros regionales que muestra el panorama nacional traen a debate la noción misma de región y su forma de inserción al contexto nacional e internacional. Muy distintas concepciones de lo regional muestran que ahora no son suficientes los viejos casilleros donde se los encerraba. Nos referimos a tipologías hechos a partir de: a) perfiles «naturales»; b) geográficos o históricos tradicionales; c) región plan; d) región administrativa y g) región política (Angel Bassols, 1992: 50-51). La realidad que en la actualidad presenta el país impone considerar lo regional a partir de varios factores: a) aquellos que tienen que ver con las características naturales, históricas, económicas y políticas de un grupo de estados, las cuales, como ya vimos, configuran un determinado nivel de desarrollo, expresado en niveles de bienestar; b) según la relación que la entidad tenga establecida con el Estado mexicano y más 113 precisamente con cada gobierno federal; c) de acuerdo a la articulación que un grupo de entidades tenga con la división nacional e internacional del trabajo, especialmente en relación a la forma en que la globalidad y el Tratado de Libre Comercio las está afectando y d) de acuerdo al perfil del agente económico empresarial que exista en cada región del país. NIVELES DE BIENESTAR POR ENTIDAD FEDERATIVA Indicadores 1. Población urbana 2. Población inmigrante 3. Población con alguna educación postprimaria 4. Población ocupada en la industria 5. Población ocupada que percibió algún ingreso 6. Población ocupada con ingreso mediano 7. Población dedicada al campo con ingreso medio o alto 8. Viviendas construidas con material 9. Tamaño de la vivienda y nivel de ocupación 10. Servicios básicos en la vivienda Fuente: Departamento de Información de Negocios de BANAMEX, con datos del Censo de Población 1990, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. Tomado de: Examen de la situación económica de México, Vol. LXX, Núm. 822. Banamex - Accival, mayo de 1994. Relación región-estado En este sentido es importante revisar el uso particular que se le da a los recursos que se generan en las propias regiones, ya que hay desequilibrio en la redistribución que hace la propia Federación. A estados que aportan más se les regresa menos y a estados que aportan menos se les regresa más. No hay equidad en este sentido: a) Hay regiones, como las del sureste, donde se localizan estados petroleros, como Tabasco, y productores de energía, como Chiapas, que aportan grandes volúmenes de producción estratégica para el mercado nacional e internacional, que no sólo no ven materializada domésticamente su riqueza, sino que se les ha convertido en una maldición porque les ha traído migración y demanda desordenada de servicios, que no han podido resolver. b) La política social del gobierno, encaminada a resolver rezagos y miseria, clama también porque se haga de ella una evaluación regional sobre los impactos que históricamente ha tenido. En particular sería importante conocer la focalización presupuestal del Programa Nacional de Solidaridad para correlacionar el grado de marginalidad social con los niveles de desarrollo de los estados. Para ello hay que tomar en cuenta que el gasto en solidaridad respecto al gasto social del presupuesto 114 federal aumentó del 4% en 1988, a 7% en 1992; y su peso dentro del Producto Interno Bruto del país pasó de un 0.2% en 1988 a un 0.6% en 1992. Sin embargo, hay indicios en el sentido de que ese gasto, originalmente pensado para abatir pobreza y pobreza extrema, fue desviado a entidades de mayor desarrollo relativo, como Nuevo León, por ejemplo. ( Zepeda, 1994). c) La apertura externa, coronada por el Tratado de Libre Comercio, está forzando a que cada región desempeñe un papel diferenciado. Hay algunas que tienen ventajas competitivas que ofrecer, como infraestructura, recursos naturales, empresas altamente exportadoras, sistema educativo y recursos humanos acordes a las nuevas necesidades de la competencia internacional; en cambio, otras sólo pueden dar mano de obra barata, pero poco calificada, y una situación de miseria generalizada, que es campo fértil para el conflicto social. Para estas últimas entidades, además de evaluar los impactos de los programas federales en marcha, convendría pensar en la formación de un «Fondo de Compensación Financiera para Combatir la Desigualdad», que pudiera nutrirse de sus propios recursos fiscales y de los que aportara la Federación. Articulación regional nacional-internacional Después de la firma del Tratado de Libre Comercio, un punto que se ha vuelto clave para analizar el futuro de las regiones es su articulación con la economía internacional, muy especialmente la estadounidense. En este sentido, la década de los noventa ofrece rasgos inéditos que hay que ponderar críticamente,ya que son experiencias que si bien persiguen lograr «complementariedades», hay que reconocer que se hacen en un marco de relaciones económicas asimétricas. Un esfuerzo que ilustra esta perspectiva es el que están haciendo los gobiernos de Sonora y Arizona, que trabajan en un estudio encaminado a la formación de un Plan de Desarrollo Estratégico Sonora-Arizona bajo la pretensión de hacer de este espacio una gran región económica. La propuesta pretende cumplir con estos objetivos de largo plazo: a) «Facilitar los movimientos de bienes, servicios, personas e información a través de la región, promoviendo el establecimiento de un corredor comercial que tenga como eje a los estados de Sonora y Arizona». b) «Eliminar las barreras, impulsar los eslabonamientos, complementariedades en el comercio, los negocios y la producción». promover c) «Fomentar y estimular el desarrollo de clusters (eslabonamientos) transfronterizos en la región, para incrementar el valor agregado de las actividades económicas». d) «Conquistar nuevos mercados externos, así como buscar nuevas oportunidades de intercambio dentro de la región». 115 e) «Identificar y desarrollar los fundamentos económicos, la infraestructura y los servicios necesarios para lograr el nivel de competitividad deseado en la región Sonora-Arizona» (Cano Vélez, 1994). En este caso estamos hablando de dos entidades vecinas que no sólo tienen un gran pasado común, sino una geografía muy similar e intensos vínculos económicos y sociales. En conjunto, son casi 6 millones de personas que de distinta manera están en constante interrelación a través del comercio, relaciones capital-trabajo y turismo. Arizona, en particular, tiene una dinámica relación comercial con México, ya que de sus exportaciones totales, el 18% son a este país, para ser la segunda entidad estadounidense (después de Texas) que tiene a México como primer socio comercial. Sin embargo, desde la perspectiva regional de México hay que ser vigilante de estas nuevas modalidades de integración que se proponen para evitar reproducir el esquema aún vigente, donde la gran metrópoli pone el capital y nosotros la mano de obra y los recursos naturales. Ello tendrá que discutirse y acordarse en las distintas instancias que se han venido abriendo a partir de la integración formal entre los países de Norteamérica. LA FRONTERA MEXICANA Los estados fronterizos del lado mexicano tienen particularidades que se inician con el hecho geográfico de ser el espacio de demarcación con la potencia económica más importante de la tierra. De un lado, una potencia y, del otro, un país pobre. Esta es la asimetría más general, pero también la que marca pautas para el desarrollo de ese espacio. Vistos en conjunto los cinco estados (Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas), se puede decir que conforman una región que tiene en común elementos geográficos, económicos, sociales e institucionales. Los rasgos comunes se han acentuado a partir de la década de los sesenta, cuando en el conjunto de ellos comienza el proceso del «redespliegue industrial» que trajo la industria maquiladora y, más recientemente en la década de los ochenta, cuando esa subregión mexicana se convirtió en uno de los ejes del modelo exportador del país. Visto hacia adelante, el norte de México, poco a poco va tomando forma por sí mismo como una región mexicana con población permanente y de paso ascendente, intensa en inversiones nacionales e internacionales de carácter manufacturero, muchas de ellas de muy alta tecnología y como puntal exportador del país. Visto en retrospectiva, con excepción de Baja California, cuyo primer ciclo de desarrollo está muy vinculado a una economía de servicios, el resto de los estados transitaron de actividades mineras, pecuarias, silvícolas a otras de carácter agrícola intensiva. Es, de hecho, en los años recientes cuando un largo proceso de desarrollo se resume en el perfil actual del norte, donde queremos poner el énfasis del análisis. 116 Aspectos demográficos Según las estadísticas oficiales del INEGI, que se pueden corroborar en el Cuadro 2, para 1995, en los estados fronterizos mexicanos existía una población de casi 12 millones de personas, las cuales equivalen al 15.3 por ciento de la población total del país. Las mismas estadísticas muestran que las tendencias en el incremento de la población en el quinquenio de 1990 a 1995 son más aceleradas que las que se presentaron en la década de los ochenta.Dicho crecimiento fronterizo se alimenta de dos fuentes principales: los nacimientos y los flujos de migración de los distintos estados de la República, atraídos por el hecho de que estos estados son grandes demandadores de mano de obra industrial. Ello se demuestra en los Cuadros 3 y 3-A respecto a lo estrecho de la brecha entre Población Económicamente Activa y Población Ocupada y el desplazamiento de ésta última hacia la industria y los servicios, en detrimento sobre todo de la agricultura, en estados que tradicionalmente brillaron por la fortaleza de su sector primario. La economía En términos del valor que los estados fronterizos aportan al total del producto nacional, las diferencias entre esas entidades no es muy grande, aunque sí se puede constatar en los Cuadros 4 y 4-A que el comportamiento del producto cada vez es mayor. Su aportación al PIB nacional oscila entre un 2.25% y un 3.40% En cuanto al contenido de esa producción, la tendencia histórica general ha sido pasar de las actividades primarias a las manufactureras y en los servicios a nivel de entidad existen peculiaridades. Baja California en sus orígenes tuvo como primera fuente de acumulación el desarrollo de los servicios de diversión y el comercio en ciudades como Tijuana y Ensenada, posteriormente emerge como entidad también agrícola, con el nacimiento del Valle de Mexicali. Y es desde los sesenta cuando las actividades manufactureras comienzan a tomar importancia hasta la actualidad. Sonora tiene una trayectoria más clásica. El estado pasó de las actividades mineropecuarias a las agrícolas y, posteriormente, en los sesenta, después de un intento de industrializarse vía combinados agroindustriales, la industria maquiladora hizo su aparición en los municipios fronterizos, aunque no con la fortaleza de estados como Baja California y Chihuahua. Y a propósito de éste último estado, su diferencia respecto a los dos mencionados es el papel que en la economía estatal juega la explotación de la madera, así como su transformación. Fuera de ese distintivo, Chihuahua tiene en Ciudad Juárez y en Chihuahua, la capital, dos importantes centros maquiladores. Lo que hace diferente a Coahuila es la industria del acero y los grupos económicos que logró consolidar desde la década de los cuarenta, aunque hay también que resaltar el gran frente agrícola desarrollado en la región de La Laguna, así como la minería del carbón. Tamaulipas, por su parte, además de las actividades agrícolas e industriales, 117 tiene la peculiaridad de ser el único estado norteño que cuenta en su subsuelo con petróleo, así como un complejo para su transformación. Como se puede observar, el norte es rico y diversificado. Un análisis comparativo con otros estados de México no fronterizos demuestra que su dinamismo económico y sus niveles de bienestar son mayores. b) Corredores comerciales. Los flujos comerciales en el norte de México, históricamente han ido de lo sencillo a lo complejo. Hasta hace algunos decenios, el habitante fronterizo tenía acceso al consumo externo, haciendo sus compras en las zonas fronteriza o viajando a las ciudades del otro lado de la misma. En la actualidad, en el interior de las ciudades fronterizas mexicanas se encuentran instaladas las grandes cadenas comerciales de Europa y Estados Unidos que han venido a revolucionar el perfil de la competencia regional en materia comercial. c) Corredores de transporte, que son infraestructura para la integración. Dentro de éstos destaca la construcción de carreteras de cuatro carriles, como la que desemboca en Nogales, lugar de paso estratégico para las hortalizas que se producen en el noroeste de México. d) Corredores urbanos. El nacimiento de ciudades en la frontera mexicana está vinculado a las posibilidades de desarrollo que experimentaban las entidades de Estados Unidos. La llegada del ferrocarril se volvió un hecho clave para el desarrollo de las ciudades de la frontera. En ese sentido, en la actualidad destaca la simbiosis que se da entre Tijuana-San Diego; Nogales- Nogales; Ciudad Juárez-El Paso; Matamoros-Nuevo Laredo-Laredo. Lo anterior es parte de un proceso de integración «natural», real, que históricamente se ha venido dando en la frontera. A ello habría que añadir formas de integración que son institucionales y que se están dando producto de la voluntad política de los gobiernos de América del Norte y de los estados de las respectivas entidades fronterizas. En ese sentido destacan dos formas: a) La llamada Supercarretera del TLC, moderna, con infraestructura inalámbrica y que conectará a regiones como las de Vancouver, Calgary, Winniepeg, Duluth y Quebec en Canadá, con Denver, Chicago, Detroit, New York, Dallas en Estados Unidos, con Nuevo Laredo, Saltillo, Monterrey, San Luis de Potosí, Guadalajara, Quéretaro y el Distrito Federal en México. b) El Canal Intracostero Tamaulipeco, que conectaría la costa mexicana del Golfo de México con la llamada región de los Grandes Lagos en Estados Unidos, aprovechando el transporte «canalero» común en este país a través de la Cuenca del Mississipi. Un sistema de transporte de estas características reduce sensiblemente los costos. El canal tendría una extensión de 438.8 kilómetros e iría desde el río Pánuco hasta el río Bravo, interconectando a las ciudades tamaulipecas de Tampico y Altamira y a través de Brownsville, Texas, con la red de canales de Estados Unidos de 45 mil kilómetros de extensión, que proporciona servicios a 81 118 ciudades importantes de Estados Unidos y tres de Canadá. Un sistema de transporte de estas características reduciría los costos de carga pesada y liviana (Cervantes Galván, 239). c) Otros corredores. A nivel institucional, los gobiernos de Sonora y Arizona trabajan en lo que han denominado Plan Estratégico de Desarrollo Económico, que tiene por objeto buscar complementariedades entre ambas economías fronterizas vecinas. Desde la interpretación del Gobierno de Arizona, un plan de esa naturaleza debería considerar dos aspectos: - Promover nexos entre eslabonamientos (clusters) industriales deArizona y Sonora. Por ejemplo, la combinación de fuerza de trabajo mexicana y aptitudes gerenciales y de mercadotecnia de Arizona para generar productos más competitivos en mercados globales. - Desarrollar la infraestructura necesaria en ambos lados de la frontera para facilitar la complementariedad económica. Esto incluye infraestructura física, como caminos, rutas aéreas y telecomunicaciones. También requiere una estrategia para desarrollar recursos humanos y tecnología apropiada para las empresas de la región». Los eslabonamientos o clusters que se proponen para desarrollar, son: alta tecnología, transporte/distribución, turismo, servicios financieros y de negocios, agricultura y procesamiento de alimentos. (Vázquez, 1997: 128-129). GRUPOS EMPRESARIALES EN EL NORTE DE MÉXICO Los estados del norte de México históricamente han sido espacio de disputa por el territorio y el establecimiento de límites a la nación, por la soberanía política y económica y por la preservación de formas culturales definidas. En la confrontación, obviamente, hay distintas fuerzas en conflicto enmarcadas en el hecho circunstancial, pero inalterable, de que allí es el punto de encuentro entre dos países profundamente diferentes y desiguales entre sí. En un contexto de esas dimensiones, el norte de México es un espacio líder de la competencia mundial a partir de la redefinición territorial y económica que experimenta el país desde principios de la década de los ochenta. Pero ser espacio económico líder de la competencia mundial implica que en ese mercado regional se mueven fuerzas económicas altamente desarrolladas. En este sentido, el propósito del presente apartado es dar un paso más hacia el conocimiento del perfil de los empresarios nativos, nacionales e internacionales que se mueven en los estados del norte de México. Lograr esta pretensión requiere enlazar el análisis histórico con el presente, poniendo el énfasis en las distintas estrategias y vínculos que los empresarios de distinto origen han adoptado en las diversas épocas, para sobrevivir a las cambiantes condiciones de la competencia mundial actualmente dominada por la modalidad capitalista conocida como de globalización. 119 Los grupos económicos en Baja California Baja California es la entidad de la República mexicana cuyo desarrollo más ha dependido de la economía estadounidense. La expansión histórica de los servicios, la agricultura y la industria responden a esa lógica. Por lo tanto, también a ello está vinculado el origen y el desarrollo de los grupos empresariales del estado. Un primer acercamiento al tema nos remite a los trabajos del investigador Oscar F. Contreras Montellano (Contreras, 1989: 341-347), quien hace la siguiente tipología de los empresarios bajocalifornianos: a) Su origen se da en los primeros años del siglo XX y tiene que ver con comerciantes, agricultores, ganaderos y pequeños industriales que surgen alrededor de las compañías deslindadoras y colonizadoras. El enclave algodonero en el valle de Mexicali, impulsado por la Colorado River Land, así como la efímera minería en Ensenada, fueron los espacios de los empresarios pioneros. b) Siguiendo al mismo autor, en los años veinte y treinta, bajo la coyuntura de la «Ley Seca» en Estados Unidos surge una «segunda generación» muy vinculada a servicios de diversión, como cantinas, casas de juego, bares, etc. Complementaria a lo anterior es la inauguración del ferrocarril San Diego - Arizona en 1919 y su paso por Tijuana, Tecate y Mexicali. Nombres importantes de esta época fueron Calette, González, Aldrete, Romero y Hernández, que a partir de esa coyuntura luego diversificaron sus actividades hacia el turismo o la industria del algodón. De esta época surge también la figura del político-empresario en la persona del entonces gobernador Abelardo L. Rodríguez, que en pleno período de consolidación de instituciones aprovechó sus puestos para emprender grandes negocios en todo el noroeste de México, especialmente en Baja California y Sonora. c) Un nuevo perfil de empresario aparece en los sesenta. Bajo las circunstancias del fin de la guerra y la crisis agrícola, la terciarización de la economía aumenta y con ello aparece un tipo de empresario muy ligado al comercio de productos de importación, como los Fimbres, Hernández, Misracchi o Goldstein, mientras que en los negocios inmobiliarios y de la construcción sobresalen los apellidos Bustamante, Alessio, Estudillo, Luteroth y Hernández. En suma, concluye Contreras: «Lo que interesa destacar al anunciar estos tres momentos constitutivos del empresariado regional es el hecho de que siempre el desplazamiento de los capitales locales ha propiciado una ruptura en eje de acumulación a escala regional, y en todos los casos, el mecanismo básico de articulación económica y social del empresariado ha consistido en la explotación de un «recurso» de índole esencialmente política, es decir, la frontera misma» (Contreras, 1989: 345). 120 Los grupos económicos de Sonora En Sonora se vive un proceso en el que día a día se está modificando la composición de los agentes empresariales. En función de los avatares de la competencia, cada empresario, cada grupo corporativo, va tomando su lugar en la «torre de Babel». Para ello, unos diversifican la economía, otros redefinen sus relaciones con el Estado y su manera de hacer política también, otros prefieren las alianzas, mientras que los más poderosos simplemente hacen sentir su presencia. En otras palabras, hay una metamorfosis en su ser, en su alma de empresarios, de lo cual se puede interpretar el cómo se están incorporando al nuevo mundo de la competencia global o, por el contrario, sucumbiendo ante ella. En primer lugar, hay que resaltar el cambio en la estructura del empresariado que se mueve en el estado1. De aquella horneada de hombres, algunos de los cuales fueron auténticos pioneros venidos del extranjero, y otros usufructuarios de su paso por la revolución de 1910, se ha dado un proceso de decantación que hoy exhibe a esa clase completamente reestructurada y renovada. Muchos de los pioneros de los valles de la costa, sobre todo los que nunca rebasaron las actividades primarias, se quedaron en el camino, víctimas de la sobreexplotacción a la que sometieron a los recursos tierra y agua, de los altos costos de producción, de la caída de los precios de sus productos, de la inestabilidad del mercado internacional, hasta desembocar en el túnel sin fondo que son las carteras vencidas. Los agrotitanes se convirtieron en agrodeudores y así es imposible competir. Otros, en cambio, desde un principio se propusieron diversificar sus actividades ligando la explotación de la tierra con su incursión en el comercio, los servicios, la banca y la industria. En este grupo entran empresarios de la vieja guardia, como Valenzuela, Mazón, Gutiérrez, Fernández y Torres en Hermosillo; Zaragoza Iberry, Llano Iberry, Caballero y Luebbert en Guaymas; Robinson Bours, Félix Serna, Félix Escalante, Parada Golarte y Antillón en Ciudad Obregón; Dabdoub, Monroy y Kiriakis en Nogales; Leyva Castro y Guzmán en San Luis, Río Colorado; y Venegas, Estrella, Monreal y Arrizón en Caborca. Estos empresarios mantienen sus nombres entre los miembros de la iniciativa privada más conocidos de la entidad. En algunos casos su poder económico se ha incrementado y en otros ha disminuido a tal grado que la apertura económica que vive el país con el Tratado de Libre Comercio los ha puesto en un serio predicamento de sobrevivencia en el sentido amplio de lo que es ser empresarios; este sería el caso de los Gutiérrez, Valenzuela y Torres, entre otros. El gran compromiso social de esta franja empresarial es que son los llamados a liderar desde la perspectiva regional la competencia con las empresas nacionales y trasnacionales. De esas mismas entrañas han surgido retoños. Se trata de una nueva generación de empresarios jóvenes, algunos de ellos descendientes de los pioneros, que a partir de un apellido de abolengo se subieron a la ola empresarial de los ochenta: megaproyectos 121 urbanos, infraestructuras de comunicación, finanzas, bolsas de valores, parques y naves industriales son sus principales espacios de movilidad. Entre ellos destacan Ricardo Mazón Lizárraga, vicepresidente del Banco Atlántico, institución en la que participan alrededor de 500 empresarios de Sonora. Asimismo, este empresario es presidente del Fideicomiso Progreso, que tuvo a su cargo la magna obra urbana del Vado del Río, en Hermosillo, desarrollada por el gobernador Manlio Fabio Beltrones entre 1991 y 1994. También son importantes los Puebla, Obregón Luken, Díaz Brown y Schwarszbeck, entre otros. A la mayoría de ellos les queda una herencia; difícilmente pueden volar solos, ya que tienen un rasgo común: prefieren las inversiones de corto plazo, se mueven con recursos prestados, no arriesgan en proyectos productivos y viven bajo la sombra del Estado. El cuadro regional lo completa un amplio abanico de nuevos empresarios que se fraguaron al calor de los tiempos de la reconversión y modernización industrial. Destacan aquí constructores, consultores y promotores de la integración internacional, son los «facilitadores de la integración», según dice Sklair (1989). Con ellos hay que destacar la presencia de empresarios que han venido de otras regiones del país y del extranjero para aprovechar la plataforma exportadora que ofrece Sonora. Así, por ejemplo, en Hermosillo, donde se concentra gran parte de la obra urbana del estado en construcción, destacan los nombres siguientes: Arrechedera Iruretagoyena, Astiazarán Aguilar, Salazar Serrano, Sánchez Bours, Platt García y Gutiérrez. Pero más allá de los empresarios de origen nativo es importante destacar la gran presencia que están teniendo en Sonora empresarios de otra parte del país y del extranjero. En minería metálica destaca la presencia del Grupo Industrial México en la explotación del cobre de Cananea y Nacozari, con lo cual, Jorge Larrea está convertido en el rey del cobre a nivel nacional; en la minería no metálica opera el Grupo Cemex, que preside Lorenzo Zambrano (hoy ya tercer productor mundial de cemento y cuyos activos se distribuyen así: 45% en México, 35% en España, 13% en Venezuela, 5% en Estados Unidos y 2% en Panamá y el Caribe) y que en Hermosillo opera como Cementos del Yaqui. Lo mismo empieza a suceder con la presencia sinaloense de los grupos Ley y Coppel. De procedencia internacional, los giros son ya muy diversificados. Ya se rebasó el límite de las maquiladoras y la industria automotriz para contar con la presencia de grandes cadenas internacionales como Wall Mart, Price Club y recientemente ha llegado Carrefour, en alianza con el Grupo Gigante, que en Hermosillo está abriendo la tienda número 13 en México de una cadena de 260 tiendas en el mundo; así como numerosas franquicias entre las que destacan las que elaboran alimentos, como Kentucky Fried Chiken, Carlos Jr, Mc Donald´s y Jack in the Box. La apertura empujará a la redefinición del papel de todos los agentes empresariales que operan en Sonora, en particular los de origen regional. Deberán repensar sus estructuras políticas de alianzas, campos de competencia, uso y destino de sus ahorros y su propia mística de empresarios. Así son los gajes de la competencia. 122 Los grupos económicos en Chihuahua Chihuahua es una de las entidades más grandes del país, con poderes muy definidos en las dos principales ciudades del estado: Chihuahua, capital del estado, y Ciudad Juárez. Dichos poderes se han amalgamado a partir de un largo proceso histórico que se inicia el siglo pasado con la emergencia al poder del general Luis Terrazas, que fue gobernador del estado en la época de Benito Juárez. En palabras de Víctor Orozco «... el terracismo, como bien puede llamarse a esta fase de la historia regional que abarca de 1866 a 1910, domina toda la escena. Luis Terrazas, cabeza de la oligarquía que se formó en estos años, sigue siendo para la burguesía actual un símbolo y, en cierto modo, un paradigma del ‘chihuahuense’: el hombre fuerte que es capaz de enfrentarse al poder central, representado por Juárez y por Díaz, y también es capaz de negociar ventajosamente con los norteamericanos» (Orozco, 1991: 8). E incluso, «La relación entre el grupo Terrazas y los inversionistas extranjeros no se manifiesta como un vínculo de subordinación del primero a los segundos, sino de colaboración y beneficios recíprocos» (Ibid., 9). Sin embargo, los Terrazas encontraron el fin a su época de oro en las décadas de los veinte y treinta, cuando las movilizaciones campesinas obligaron al reparto de sus latifundios (Ibid.,17). En los cuarenta comienzan a formarse y consolidarse nuevos grupos económicos, uno de ellos encabezado por Eloy Vallina, quien crea el Banco Comercial Mexicano, herencia de la banca porfirista. A través del tiempo se formaría un grupo ligado a la industria maderera, cementera y del acero (Ibid., 18). En base a una clasificación de la oligarquía financiera mexicana, que ha tenido al sector productivo como base de decisión entre los grupos familiares que concentran los mayores niveles de propiedad de acuerdo a la participación del capital social, y por la organización de capital que comprende conglomerados diversificados para la década de los ochenta, la familia Vallina destacaba por ubicarse en el segundo nivel de concentración dado por un rango del 50 al 75% del capital social al poseer el 52.0% del grupo Celulosa de Chihuahua y el 89.0% de Ponderosa Industrial (Morera Camacho, 1996/1997: 123-124). Otro conglomerado chihuahuense que comienza a despuntar en la década de los cuarenta es el llamado Grupo Zeta, de la familia Zaragoza, cuya actividad principal es la distribución de gas LP al menudeo, y que en la actualidad tiene presencia en la zona de Ciudad Juárez, Chihuahua, Tijuana, Mexicali, Ensenada, Torreón, Saltillo, Sonora, Sureste, Costa Rica y Guatemala. El Grupo Zeta lo componen 80 empresas y su presidente es Jesús Alonso Zaragoza López, un hombre menor de cuarenta años, quien explica el origen del grupo así : «En el 46, con mi abuelo Miguel Zaragoza Vizcarra, a quien le regalaba el gas la refinería Chevron, en Texas. Ciudad Juárez era una población de 20 mil habitantes, y si se suma el valle, eran 25 mil. Mi abuelo tenía una tienda de abarrotes y empezó a ver la forma de desarrollar el uso del gas promoviendo las estufas y los quemadores. El hizo la cultura del uso del gas. El gas se utilizaba muy poco en EEUU, y en México, nada» (El Financiero, 1997:.26). 123 A partir de la llegada de la industria maquiladora se da una recomposición de los grupos empresariales y se comienza a desarrollar una generación empresarial que en gran parte se dedica a hacer promoción y a ser comisionista de aquella industria. Desde Ciudad Juárez, el grupo de Jaime Bermúdez se convierte en el principal promotor de maquiladoras en el estado, construyendo parques industriales en Delicias, Camargo y Nuevo Casas Grandes. Otros grupos que en Ciudad Juárez se dedican a la promoción de maquiladoras son los Cantú, Murguía, Fuentes, Fernández y Zaragoza. En la capital, Chihahua, lo hacen los Vallina y Ornelas (Ibid., 28). En palabras textuales del mismo autor: «... Básicamente, los grupos locales se han constituido como prestadores de estos servicios: el arrendamiento de terrenos y parques industriales, el establecimiento de diversos tipos de instalaciones y equipos de suministro de energía, el transporte de mercancías, la contratación de personal y asesoría laboral, contable administrativa y aduanal. Además ofrecen a las plantas maquiladoras una gama muy diversificada de otro tipo de servicios, como vigilancia, seguridad, mantenimiento, seguros industriales, entretenimiento, etcétera» (Ibid., 29). Los grupos económicos de Coahuila La economía de Coahuila ha vivido un tránsito que va de las actividades agrícolas y mineras a las industriales, comerciales y de servicios. Esa lógica es la que han tenido también los grupos empresariales. En el caso de esa entidad, todavía está por conocerse lo más elemental de la historia de la clase empresarial. Por ahora, podemos decir que en el mapa nacional, el estado destaca por la presencia del Grupo Industrial Saltillo, Altos Hornos de México (AHMSA) que fundada en 1942, en 1991 fue privatizada y adquirida por el Grupo Acerero del Norte y la presencia de la industria automotriz en el corredor Saltillo-Ramos Arispe. A principios de la década de los setenta, el Grupo Industrial Saltillo figuraba en el lugar número 11 dentro de las cincuenta principales empresas de capital nacional (Cordero y Santín, 1977: 40). El principal accionista del grupo es la familia López del Bosque, quien posee el 86.5 por ciento del capital social, El Complejo Automovilístico de Ramos Arizpe, así como el Grupo Industrial Saltillo, tienen un peso fundamental en la economía del estado. Datos de 1986 dicen que entre ambos daban empleo a más de 21 mil personas, que representaban el 36.5 por ciento de los asegurados del Instituto Mexicano del Seguro Social en los municipios mencionados. Datos contundentes dicen que entre ambas fuerzas económicas superaban por el valor de su producción en 17 veces a los ingresos del gobierno del estado (Dávila 1987:74-78. Altos Hornos de México se ubica en la región centro del estado, específicamente en Moncloa. Creada como empresa del gobierno en 1942 para llegar a convertirse en la siderúrgica más importante del país, para 1986 tenía una presencia que irradiaba a 13 municipios a su alrededor, donde se localizaba el 13 por ciento de la población del 124 estado. Su relevancia también se puede observar en la cantidad de trabajadores que ocupaba para mediados de los ochenta, que eran 21, 459 (16, 229 en la planta uno y 5230 en la planta dos) (Ibid.,84-88). En el modelo de los modernistas que llegaron a gobernar al país en 1982, AHM S.A. era para mediados de los ochenta una empresa tecnológicamente obsoleta y financieramente incosteable, de ahí que se haya decidido su privatización. En 1991 se constituye el Grupo Acerero del Norte (GAN), que operativamente agrupa a sus empresas en cuatro divisiones: acero, químicos, minería y energía, así como un área de proyectos industriales. La División de Acero, integrada por AHM y sus subsidiarias, Aceros Nacionales y Ryerson de México, Minera Carbonífera Río Escondido (MICARE), Minerales Moncloa (MIMOSA), Minera del Norte (Minosa) con sus unidades Hércules, Manzanillo y Mitras, Cerro de Mercado y la Perla Minas de Fierro. Dentro de la División Acero se encuentra también Hojalata Mexicana y Forcejera. La siderurgia es la actividad con mayor peso en el GAN y tiene cadenas productivas que van desde la extracción de metales hasta la transformación y la comercialización de sus productos. Con una capacidad de producción de 3.85 millones de toneladas al año de acero líquido, Altos Hornos y sus subsidiarias es la segunda empresa de ese perfil en América Latina y una de las diez más importantes en América del Norte. La sede del corporativo es Monclova Coahuila, entidad donde concentra la mayor parte de sus operaciones industriales. Tiene actividades en 19 estados de la República y genera aproximadamente 26 mil empleos directos. Asimismo cuenta con oficinas en San Antonio, Texas, y Caracas, Venezuela 2. Los grupos de Tamaulipas Al igual que los otros estados fronterizos, Tamaulipas también tiene sus peculiaridades. En el ámbito económico es una entidad diversificada. Según Arturo Alvarado, el estado se divide en tres zonas principales: a) la zona fronteriza norte, que abarca las ciudades de Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, cuya economía es eminentemente maquiladora y hacen destacar a Tamaulipas como la entidad fronteriza que cuenta con el mayor número de ciudades intermedias más próximas entre sí. ; b) la zona agropecuaria del centro, donde se localiza la capital, Ciudad Victoria, y en los 27 municipios que agrupa la zona, el 50 por ciento de la Población Económicamente Activa se ocupa en actividades primarias; y c) la zona industrial del sur, que tiene dos perfiles: la microrregión industrial - agrícola de los municipios de González, Mante, Xicoténcatl y el norte de Altamira, cuya economía básica durante años se apoyaba en el algodón, en la actualidad es la producción de caña de azúcar y granos; y la industrial - manufacturera de Altamira, Madero Tampico, donde el centro de la economía es petróleo, petroquímica, electricidad y pesca (Alvarado, 1994: 158-164). Según el propio Alvarado: «En Tamaulipas se ha desarrollado con gran alcance un perfil político multipolar, condición asociada a su cultura obrera, a su polarización y a su heterogeneidad regionales. El corporativismo constituye, hoy todavía, la fuente de poder de muchos de sus grupos locales. Otro mecanismo que ha originado poder económico y 125 político ha sido la penetración de la administración federal en la entidad. Detentan esa influencia los funcionarios de los bancos, de las aseguradoras y las empresas agropecuarias, federales y del estado» (Ibid.,157) A principio de los noventa, uno de los grupos que destacaba era el Argüelles, en estrecha relación con la familia Guerra. Sus inversiones tenían que ver con el comercio de maquinaria agrícola y la comercialización de sorgo y era propietario de Fabricación Metálica de Matamoros. Directamente vinculados con la creación de condiciones para la operación de maquiladoras destacan sus parques industriales, uno en Matamoros (Fraccionamiento Industrial del Norte) y otro en Nuevo Laredo; así como su Grupo Nova, que ofrece subcontratación, albergue y venta o renta de naves industriales (Arenal, 1989:154-171). Fuerzas económicas dominantes y estrategias de competencia Los grupos de poder económico que operan en el norte de México han venido cambiando su perfil y, con ello, también el peso económico y político en la entidad. Fuerzas distintas a las que desde principios de siglo (pero sobre todo la década de los cuarenta) le dieron un impulso definitivo son las que ahora, al calor de las fuerzas del mercado, se están imponiendo y muchas de ellas, sin proponérselo deliberadamente, están marcando las tendencias de largo plazo de esta región septentrional. En Baja California, históricamente se han dado dos momentos respecto al modelo de desarrollo que las fuerzas nacionales y regionales han concebido para el estado: uno en e que han predominado las políticas centralistas sobre la frontera; y otro cuando las fuerzas del estado han optado por impulsar los intereses de la región desde su propia perspectiva (Negrete, 1994: 34). En este sentido, «la consolidación de la economía regional, con base al comercio abierto al exterior y relativamente aislado del mercado nacional, creó grupos de poder local (económicos y políticos) que se apropiaron y beneficiaron de las políticas e instrumentos del crecimiento económico. Como resultado se configuró una burguesía local poco ligada a las fracciones políticas nacionales». Se trata de fuerzas empresariales que han influido en la vigencia de la zona libre desde 1937, en los programas de desarrollo industrial, comercial y de equipamiento urbano. Actualmente, como parte de una nueva etapa, parece haber coincidencia entre el proyecto que desde el centro se impulsa para el estado y visión de los grupos empresariales que se han insertado en el proceso industrializador, construyendo parques industriales como Bustamante y Lutherot, sistemas de subcontratación y albergues, así como despachos de abogados. (Salas- Porras, 1990: 275-276) Así, en Baja California tenemos tres fuerzas: las de la maquiladora estadounidense y japonesa, las de los empresarios (apéndice de éstas) y las de los empresarios ligados a la agricultura, comercio y servicios y la política. 126 Sin embargo, para los empresarios locales que buscan formar «clusters» con empresas extranjeras, conseguir su propósito no es nada fácil. Enrique Mier y Terán, director del Parque Industrial Tecnomex y uno de los pioneros en impulsar la actividad maquiladora, dice: «Tenemos problemas de calidad, cumplimiento, entrega y, sobre todo, actitud empresarial. Los industriales mexicanos han llegado a tener márgenes de utilidad del 20 al 30 por ciento y no entienden cómo trabajar con el 4 por ciento de rentabilidad que se les exige en el mercado internacional. No se dan cuenta de que no sirve de nada obtener 50 por ciento de utilidades en una venta de 100 cuando se puede conseguir 2 por ciento en una de 1 millón de pesos. Es totalmente lógico, pero es muy difícil que se consiga ese cambio de actitud de forma generalizada» (Revista Expansión, 1997: 31). Por otro lado, empresarios más ligados a las actividades tradicionales del estado, como el Grupo Centra, que dirige Mario Hérnandez Maytorena, y que entre sus actividades abarca la rama industrial, agropecuaria, construcción y del entretenimiento, pues es dueño del equipo de béisbol de Méxicali, aconsejan y practican las asociaciones como forma de desarrollo empresarial que puede hacer frente a la competencia. En la actualidad, el Grupo Centra desarrolla tres proyectos bajo la fórmula de la asociación: un programa habitacional para rentas a ejecutivos de empresas con una empresa de California conocida como una de las más importantes de ese estado; en agricultura, asociación con la empresa estadounidense Frito Lay para entregarle papa; un plan para instalar 15 plantas portátiles en la costa del Pacífico para fabricar hielo, para lo cual, el vínculo es con una firma de San Francisco, California (El Imparcial, 20/oct/97). Las palabras de Mario Hernández son éstas: «Esta es la primera vez que estamos asociándonos con extranjeros, y lo hacemos porque tienen mucha tecnología. Compartimos el riesgo del negocio y eso es una gran ventaja, creo que a eso se refería el exgobernador Ernesto Ruffo cuando hablaba de formar sociedades con extranjeros.Antes había financiamiento y no necesitábamos socios ni coinversión (¿para qué compartir utilidades?), pero vino la crisis y vinieron los intereses de hasta 30, 50, 70, 90 por ciento anual, y era prohibitivo ser empresario con esas tasas de interés.Con la coinversión, no acudes ya a los bancos; nosotros no lo estamos haciendo porque es capital nuestro y de los socios». En Sonora, los ex «agrotitanes», sus cachorros y ahora sus terceras generaciones pasan por dificultades: tampoco escaparon a las vicisitudes de la larga crisis que hoy permea a la nación y sus regiones. Ejemplos paradigmáticos son los grupos Mezoro, Mazón y Valenzuela, que para sobrevivir se han planteado nuevas estrategias. El grupo Mezoro, de la familia Gutiérrez, cuyo inicio de operaciones se remonta a 1934 en actividades avícolas, ha tenido una historia de altas y bajas en su desarrollo. En particular, para enfrentar el impacto que para ellos significa la nueva competencia producto de la apertura externa y del TLC, a partir del 4 de abril de 1995 se asoció con la empresa estadounidense Jerome Foods, una firma creada en 1922 en Wisconsin, Estados Unidos, y que destaca entre las diez principales productoras de pavo en ese país. Según el director de Jerome - Mezoro, Javier Gutiérrez Luken, «La sociedad permitió retomar el liderazgo en muchos mercados en los que ya lo habíamos tenido y 127 nos habíamos retirado por falta de capacidad financiera principalmente» (El Imparcial, 8/may/97). Según edicto dado a conocer en el Boletín Oficial número 41 del Gobierno del estado de Sonora, 29 bienes inmuebles con valor de 22 millones 330 mil 333 pesos, fueron embargados por Banamex a «Negocios Agrícolas Alamos, S.A. de CV», José Santos Gutiérrez Mazón e «Impulsora Mayoral, S.A de CV y luego fueron rematados. De gran tradición en la economía sonorense (donde han destacado en la producción de pollo y productos lácteos) del Grupo Mezoro dependen aproximadamente 1300 personas, a quienes proporcionan empleo. Se trata además de uno de los grupos económicos del estado que mayores avances habían logrado en materia de encadenamientos productivos de origen agroindustrial. Los problemas financieros que hoy tiene el grupo se remontan a los años de 1978 a 1981, que fueron de gran expansión para la economía mexicana, pero de endeudamiento para Mezoro. Para finales de julio de 1981, los pasivos contratados con 15 bancos del país y del extranjero ascendían a aproximadamente 1 133.1 millones de pesos. Dicha deuda era el 72.1 por ciento en dólares y el 27.9 por ciento en moneda nacional.Desde finales de 1985, el grupo Mezoro declaró ante las autoridades judiciales suspensión de pagos con el propósito de negociar con sus acreedores. Luego, Mezoro experimentó entonces una gran paradoja: en época de expansión económica nacional se endeudó, pero el crecimiento macroeconómico no tuvo el impacto suficiente como para lograr que los nuevos proyectos que había emprendido maduraran. Por ello, una vez que la crisis en la economía hizo su aparición, hubo que enfrentar el encarecimiento del dólar, las altas tasas de interés y la competencia externa. Desde entonces, Mezoro ha tenido problemas. No ha podido sobreponerse y sus empresas han perdido importancia. Sus hombres se han refugiado en la burocracia empresarial y también estatal. Por el lado de las actividades comerciales, en Sonora, las cadenas comerciales locales han venido enfrentando la feroz competencia de cadenas comerciales como Wal Mart y Price Club (de Estados Unidos) y Carrefour (de Francia. Ante esa circunstancia, el Grupo VH, cuya cadena de supermercados nació en 1971, recientemente cerró tres de sus tiendas y se ha replanteado su estrategia de competencia en los términos siguientes: a) buscando reducir los costos de proveeduría a través de las asociaciones que tiene con Futurama, de Chihuahua, Merco, de Moncloa, Arteli, de Tampico y San Francisco de Asís, de Yucatán. ; b) nuevos planes de venta bajo el concepto de tiendas pequeñas (de 1000 a 1,700 metros cuadrados de construcción) y medianas (de 2000 a 3000); c) esquemas de administración con unidades estratégicas de negocio y d) introduciendo nuevas tecnologías de comunicación (El Imparcial, 15/may/97). El otro caso paradigmático en Sonora es el de los Mazón, grupo con orígenes y trayectoria paralelos al del anterior, que recientemente también ha resentido las vicisitudes de la crisis. Las fuentes dicen que Corporativo Mazón negocia una deuda de aproximadamente 230 millones de dólares, con un grado de avance del 80%. 128 De trayectoria en la economía y la sociedad sonorense, que se remonta a los años de apertura al cultivo de la Costa de Hermosillo y a las actividades comerciales lideradas en un tiempo por la tienda La Cosalteca (cerrada en 1994), Mazón creció en empresas y también en integrantes de la familia. Hoy, una tercera generación ya se mueve en los distintos negocios del grupo; falta por ver si tienen las mismas «agallas» de sus mayores. Tanto Mezoro como Mazón son grupos que han basado parte de sus estrategias en la participación militante en la política y órganos del Estado, inclusive en determinados han tenido capacidad de veto para determinar al gobierno en turno. Y, por supuesto, han saboreado las mieles que escurren en las intimidades del poder.Sin embargo, lejos están de moverse con autonomía. No brillan en el universo con luz propia. El exgobernador Samuel Ocaña, en su momento le dió una mano al Grupo Mezoro, Carrillo Marcor hizo lo propio con los Mazón y Manlio Fabio Beltrones de nuevo a éstos. Fuerzas económicas superiores se desplazan por Sonora. Y sin merodear demasiado en los primeros círculos del Estado y del Gobierno, los capitales que mueven y los empleos que generan les dan su propio peso específico.Ellos no tienen que reclamar presencia. La cargan consigo. La llevan en su maleta. A nivel industrial, no cabe duda de que el corredor que penetra a Sonora por Nogales, para extenderse a lo largo de la carretera número 15, es básicamente sostenido por empresas extranjeras, con notables excepciones como Cementos del Yaqui. A empresas de ese tamaño y fuerza, cualquier gobierno estatal rinde pleitesía. Con gran tradición minera, Sonora ha cedido las entrañas de la tierra al capital extranjero. Capital estadounidense y canadiense dice lo que hay que hacer en materia de producción de oro, grafito y otros metales. A nivel comercial, cada vez queda más claro que a partir de ahora la competencia la sostendrán Wall Mart y Carrefour y, en menor medida, el Grupo Ley. Con el primer binomio, Sonora se convierte en escenario de competencia comercial de capital estadounidense y francés; en el segundo caso (el del grupo sinaloense), Ley estaría llenando los espacios que nunca pudieron llenar o sostener los empresarios nativos. En Chihuahua sobresalen varios tipos de empresarios. Los ligados a la industria maderera, al comercio y los servicios, y los integrados a la industria maquiladora, la llamada «burguesía apéndice», como dice Víctor Orozco (1991) En ese sentido, Alejandra Salas-Porras señala: «... son los grupos de Chihuahua los que han adquirido mayor fuerza y capacidad para influir en todo el proceso de promoción, de industrialización maquiladora (junto con los grandes consorcios que operan a través de estas plantas), en los programas de inversión pública y, en general, en la política económica a nivel estatal y regional. Además, el grado de madurez y cohesión entre los facilitadores de Chihuahua es mucho mayor, tanto por la participación más activa en la gestión de todo el proyecto(desde su origen en la década de los sesenta, y en el proceso de revisión de todo el marco jurídico legal a partir de 1983), como por el mayor grado de integración en la cadena de promoción que desarrolla una compleja red entre los 129 diferentes especialistas («brokers», desarrolladores, abogados y subcontratistas). Sin embargo, la concentración de toda la actividad en manos del grupo Bermúdez, el facilitador de la industria maquiladora más fuerte a nivel nacional, ha generado descontento entre otros facilitadores de Ciudad Juárez, sobre todo a raíz de que Jaime Bermúdez, cabeza del grupo, aprovechó su posición de alcalde (entre 1986 y 1989) para mejorar la infraestructura de sus parques y propiedades y para acaparar las oportunidades que ofrecían las inversiones estatales y federales». (Salas- Porras, 1990: 274-275) Finalmente, en el caso de Coahuila se advierten varias fuerzas que se disputan la hegemonía en la entidad. Las más recientes tienen que ver con la industria maquiladora y automotriz, las del Grupo Acerero del Norte, de presencia nacional, y que adquirió Altos Hornos de México, Grupo Industrial Saltillo (GIS), con presencia industrial muy diversificada, y los empresarios ligados a actividades agropecuarias, comerciales y de servicios. Alrededor de esos núcleos empresariales ha girado la integración de la economía del estado mucho más al exterior que hacia lo nacional, en el aspecto industrial.3 En particular destacan las estrategias de competencia que desde los ochenta impulsa el GIS en este sentido: «...reestructuración administrativa general y reorganización de la estructura del grupo; ampliación de las relaciones con capitales regiomontanos (HYLSA); ejecución de un programa sistemático de inversiones para ampliar y modificar las plantas y crear otras, aumentando la capacidad y posibilidades de la producción, diversificando los productos; el cierre de empresas poco rentables (como Moto Islo), a pesar del proteccionismo gubernamental; diversificación de compradores relacionándose como proveedores de las grandes compañías extranjeras como GM, Chrysler, Ford, Volkswagen, Renault y Cummins; reestructuración y modernización tecnológica cambiando procesos, técnicas de producción y la organización de la misma; contratación de asesoría italiana para aumentar la calidad ...; aprovechamiento de todas las exenciones y facilidades otorgadas por el Gobierno federal, particularmente los créditos preferenciales para la exportación, los Certificados de Promoción Fiscal (CEPROFIS), y, de manera muy especial, la negociación de su deuda en dólares vía FICORCA, que les permitió enfrentar con ventaja las devaluaciones de los años ochenta» (Cepeda, 1994: 158-159). CONCLUSIONES Uno de los espacios del mundo donde con mayor fuerza se presentan los actuales procesos de integración empujados por la globalización es el que conforma la confluencia del sur de Estados Unidos y el norte de México. Indicadores de uno y otro lado hacen evidente que allí se genera una fuente de energía económica y social como no hay otra en el mundo. Sin embargo, lejos de fluir procesos que de una «subregión» a otra se retroalimenten en una dinámica de complementariedad donde la parte más atrasada tienda a la homogeneización con los 130 niveles de desarrollo de la desarrollada, las asimetrías se siguen preservando y todo indica que en el largo plazo se profundizarán. La economía tiene una base diversificada. En el sur de Estados Unidos y el norte de México se practican todo tipo de actividades: agricultura, silvicultura, pesca, minería, agroindustria, manufactura, comercio y servicios. Ello indica que es posible sacudirse el fatalismo de las ventajas comparativas en las que la parte desarrollada pone el capital y las manufacturas y servicios de alta tecnología y, la atrasada, sólo la mano de obra. Demográficamente es un espacio de gran crecimiento al que la gente llega atraída por las oportunidades económicas y de empleo que se ofrecen. Y aún cuando esta región tiene un fuerte sustento en la economía primaria, la tendencia es a que la gente se concentre en actividades que tienen que ver con las manufacturas y los servicios. Una especificidad de la región, que cada vez toma formas más diversas, son los distintos tipos de corredores que se observan. Unos son reales y otros iniciativas de formales que van avanzando. Los primeros tienen que ver con intercambios económicos, manufactureros y comerciales que de manera histórica se han dado. Los segundos resumen la voluntad de gobiernos por formalizar regiones «virtuales». Asociado con lo económico, un punto de suma relevancia tiene que ver con la sustentabilidad del desarrollo de la región. Por un lado, el medio ambiente sufre un deterioro ostensible, y por otro, recursos naturales como el agua son cada vez más escasos. Ambos son una limitante para el desarrollo futuro de la región. Otro tema que sale a relucir, pendiente de documentar, es acerca de los agentes económicos que están involucrados en ese espacio. El tema de la mano de obra, sobre todo en la industria maquiladora, está muy trabajado. Pero no sucede lo mismo con los agentes portadores del capital. Especialmente interesante es analizar las fuerzas económicas del lado de la parte mexicana, que se han convertido en un mosaico de inversiones estadounidenses, canadienses, asiáticas, europeas, latinoamericanas y también mexicanas. El punto en cuestión es: ¿qué tan fuertes son las fuerzas nativas para asimilarse a esa corriente de la economía global? Hasta ahora han pasado dos cosas: Muchos empresarios de la región tienden a desaparecer o a minimizar su poder económico e influencia política y otros buscan prácticas nuevas para perpetuarse, como las alianzas estratégicas con capitales extranjeros. Pero la última palabra aún no está dicha. En efecto, el norte de México es uno de los laboratorios regionales del modelo de orientación exportadora que se impulsa en México desde principios de la década pasada. Ello ha conducido a un proceso de reestructuración de la economía y recomposición de los agentes económicos que operan en este espacio. Si bien, a lo largo de toda la frontera, la industria maquiladora de exportación marca pautas en procesos industriales manufactureros que generan empleo y divisas, la 131 esperanza económica, social y en materia de seguridad nacional depende de lo que los empresarios locales y nacionales puedan hacer. En ese sentido se advierte que en la medida en la que el desplazamiento se va dando de este a oeste, los empresarios de la frontera van siendo más vulnerables a las vicisitudes de la gran competencia global. En el este está PEMEX, el Grupo Industrial Saltillo, el Grupo Acerero del Norte, con Altos Hornos de México a la cabeza, mientras que ya en el oeste destaca en Sonora el Grupo Industrial México y Cemex. Baja California no cuenta con grandes conglomerados nacionales. Estos grandes grupos, algunos de los cuales surgieron a partir de la política de privatizaciones del Estado mexicano, han basado su estrategia competitiva en modernizar tecnología, introducir nuevas formas de relaciones con sus trabajadores (de tipo flexible) y modificar sus esquemas administrativos. Las fuerzas locales, aun cuando han basado parte de su éxito en la cercanía con el poder (para desde allí arrimarle dinamismo a sus negocios), han visto limitada esa vía de competencia y ahora ensayan nuevas fórmulas como la búsqueda de asociaciones con otros capitales que ayuden a resolver el problema de financiamiento. En este sentido destacan también los mecanismos de financiamiento informal en los cuales han incurrido empresas como las sonorenses. Las fuerzas de la globalización son tan apabullantes y desencadenan tal fuerza económica que muchos agentes, sin estar físicamente en las redes del poder, generan en sí mismos una gran presencia subliminal. En cambio, otras, que físicamente se colocan en las primeras filas del poder, en la realidad cada vez significan menos. En términos de perfil, en el norte de México se mueven varios tipos de empresarios: - Los nativos, que ahora juegan un lugar subordinado y funcionan a expensas de las relaciones con los gobiernos estatal y nacional. 132 - La «burguesía apéndice» o «facilitadores de la integración», que se reproducen a expensas de crear las condiciones al capital trasnacional para que opere satisfactoriamente. - Los grupos de punta del capital nacional, como CEMEX, que opera en Baja California, Sonora y Coahuila y el Grupo Acerero del Norte, de gran presencia nacional, que en el norte se localiza en Coahuila y en Sonora a través de la empresa Barita de Sonora. - Contados son los grupos locales que están teniendo presencia internacional. Entre ellos destacan los sonorenses exportadores de carne de puerco a los países de Asia y, sobre todo, el Grupo Industrial Saltillo. - Pero, sobre todo, sobresalen grupos empresariales que son grandes corporaciones internacionales de la minería, la maquila y la industria automotriz. Estos son los grandes consumadores de la integración hacia la globalización, y particularmente hacia Norteamérica. El nuevo poder lo ejercen fuerzas que aparentemente no saben que lo ejercen. Su poder es subliminal. Por otra parte, a los que luchan por tener el poder formal, sus márgenes de acción se les reducen y corren el riesgo de convertirse en meros comisionistas de los que están detrás del escaparate; en la «Torre de Babel» de la competencia global están condenados a ser desplazados. REFERENCIAS BIBILIOGRÁFICAS Altos Hornos de México en Internet. Alvarado, Arturo, (1994) "Tamaulipas", González Casanova Pablo y Cadena Roa Jorge (coord), . La República Mexicana. 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INTRODUCCIÓN Jaime AlbertoCaval, Ministro deDesarrollo, plantea que la política industrial debe ser remodelada ampliando su divulgación y fortaleciéndola a nivel sectorial, regional y asociativo. (Diario La República, 17 de agosto de 1999). La globalización combina los elementos económicos con la cultura, las instituciones y el territorio, refiriéndose a una forma de interpretar las situaciones de la sociedad desde el nivel mundial hasta el local, donde lo cultural atraviesa lo político y lo económico (Rivas Mira, 1996: 957). En este contexto de globalización, las empresas se ven enfrentadas a nuevas condiciones en las cuales la cooperación entre ellas es una estrategia básica de supervivencia, no sólo para las mismas empresas, sino también para los diferentes sectores industriales. Esta ponencia hace referencia a las redes como relaciones configuradoras de política sectorial en función de la influencia en la capacidad directiva y organización del trabajo, la relación entre los procesos productivos, relaciones internas y externas de la organización y las condiciones tecnológicas de las empresas en forma individual o colectiva. Las potencialidades de las redes y cadenas permiten la construcción de la política sectorial. En este documento se presenta la reflexión teórica sobre dos puntos fundamentales. En primer lugar, queremos evaluar los delineamientos de la política industrial actual y principalmente los puntos que se dirigen al desarrollo sectorial, para así reconocer el estado de arte que a nivel de las políticas existe para poder identificar las potencialidades de las mismas una vez que sean estudiados los sectores que nos interesan. En segundo lugar, queremos desarrollar un avance teórico de las redes y cadenas industriales como base de los eslabonamientos productivos. Presentamos como hipótesis que estas redes, que se han venido construyendo para responder al nuevo entorno, han permitido un aumento de la competitividad y que la construcción de una política sectorial más estable puede estar asociada a las redes productivas que los sectores logran establecer. Para terminar, se presentan algunas conclusiones y propuestas. LAS POLÍTICAS INDUSTRIAL Y SECTORIAL EN COLOMBIA La política industrial tiene en cuenta una serie de políticas gubernamentales diseñadas para fomentar el crecimiento de algunas industrias y desalentar el crecimiento de otras. La política industrial se refiere al grado de complejidad del tejido industrial que propicia la entrada o salida de sectores o subsectores y a la política de competitividad industrial en el marco de la globalización. 135 En particular, la política industrial está orientada a los esfuerzos políticos dirigidos a aumentar la tasa de creación de nuevas empresas y de puestos de trabajo, mejorar la infraestructura local y la formación de recursos humanos, llevando a las regiones recursos financieros (Cuadrado,1994). La política industrial incluye cierres de plantas, gastos para la compensación de desempleo y los programas para la capacitación del trabajador, además puede llegar a determinar qué tipo de industrias se deben expandir y cuáles no, después de medir la capacidad y participación a nivel de cada sector económico. La política industrial varía de acuerdo al contexto en el cual se desarrolla considerando la estructura productiva, los marcos regulatorios y las convenciones de los lugares en los cuales se aplica. A continuación se presentan algunos elementos de la política industrial colombiana que sustentan el desarrollo de cadenas productivas. Propósitos de la política industrial El argumento económico en torno a la política industrial tiene dos posiciones: la que acepta la regulación y la que está a favor del mercado poque piensa que la competencia sin regulación conduciría a resultados más eficientes.En el primer grupo están, de un lado, los que conciben la política industrial como una forma de intervención del gobierno con instrumentos más horizontales que verticales, es decir, que no discriminan entre los diferentes sectores, promueven programas de capacitación, créditos baratos, trámites fáciles para la exportación e incentivos a la tecnología y, del otro lado, los que conciben una política industrial más controladora que genera direccionamientos para sectores específicos (Case y Fair, 1993:967-968). El paradigma predominante en la actualidad en el mundo sugiere la intervención del gobierno por medio de instrumentos de tipo horizontal, los cuales no hacen distinciones entres los diferentes sectores y tienden a abandonar los instrumentos de tipo vertical, que son dirigidos específicamente a un sector. En Colombia, la política industrial ha sido fundamentalmente de carácter horizontal porque no ha estado orientada a un sector específico, sino a la industria en general. Sin embargo, como el plan de desarrollo del actual Gobierno «Cambio para construir la paz» busca estimular las exportaciones, la política industrial actual hace énfasis en la diversificación productiva hacia las exportaciones y adquiere así recientemente un matiz de desarrollo vertical. Los propósitos que plantea el Ministerio de Desarrollo (1998) como programa de política industrial en el marco de la globalización y la integración a nivel nacional son: • Definir las instituciones que deben asumir el liderazgo de la política reestructurada y asignarles funciones y mecanismos de coordinación. • 136 Hacer de la estabilidad macroeconómica una política de Estado, y garantizar la armonía entre las políticas generales de desarrollo, las macroeconómicas y las sectoriales (particularmente del comercio y la industria). • Mejorar la infraestructura física y la formación de capital humano en los niveles nacional y regional. • Definir el patrón de especialización, la política de integración y la carta de navegación estratégica del país, respetando los límites y aprovechando las oportunidades que brinda la OMC(Organización Mundial del Comercio) • Diversificar las exportacionesconinstrumentosaceptablesen elmarcodelaOMC. • Promover el desarrollo tecnológico y la modernización industrial que permitan competir con productividad, calidad y gestión ambiental. • Fortalecerla política decomprasdelEstado y supapelpromotordel desarrollo industrial. • Redefinir el papel del Estado como promotor de la economía y activar políticas, instituciones y mecanismos de promoción y de competencia. Los fines anteriores muestran que la política industrial no tiene que ver solamente con problemas de financiación y refinanciación de las empresas(como se ha visto en el primer semestre de 1999 en Colombia), sino también, y fundamentalmente, con la articulación de programas nacionales, regionales y locales que fortalezcan la estructura empresarial-industrial en un contexto de globalización. En el numeral siguiente se presentan reflexiones sobre tres fines de la política industrial que forman parte de la discusión sobre la formación de redes para la política sectorial, ya que la preocupación fundamental es dar a conocer y articular estas estrategias y programas concretos. Elementos de la política sectorial en la propuesta de política industrial Hasta agosto de 1998, la política industrial era un elemento más de la política económica, sin constituir un eje independiente del desarrollo de la economía. La actual formalización de la política industrial se relaciona con la competitividad y el proyecto exportador que se promueve en el país, para el cual se deben crear unas bases sólidas sustentadas, entre otras cosas, en el desarrollo tecnológico y de capital humano. En este contexto, la política industrial debe ser determinante en el fortalecimiento sectorial. En efecto, identificamos en la política industrial actual tres ejes fundamentales en los que se sustentan las propuestas sectoriales. Estos ejes tienen que ver con la identificación de los patrones de la especialización, con el desarrollo tecnológico para la modernización de la industria y con la redefinición del papel del Estado como promotor del desarrollo económico. Los programas y acciones de los tres ejes son (documento elaborado por el Ministerio de Desarrollo y publicado en el diario La República en agosto de 1998): 137 1. Identificar los patrones de especialización que permiten la política de integración y la carta de navegación estratégica del país 2. Redefinir el papel del Estado como promotor de la economía, activar políticas, instituciones y mecanismos, tanto de promoción de la competencia como de defensa contra las prácticas desleales En el programa de política industrial se identifica el reconocimiento de un escenario mundial con tendencia a formación de bloques regionales, agudización de la competencia y necesidad de integración, especialización y tecnificación de los sectores productivos, que permita garantizar respuestas desde espacios productivos conformados en las regiones y en las localidades. Las posibilidades de reconfiguración están dadas institucionalmente, por ejemplo, la descentralización es un elemento que favorece el fortalecimiento de las microrregiones Después de casi diez años de apertura económica de Colombia con el mundo, el país presenta una propuesta articulada de política industrial que permita responder a los retos de la globalización. Sin embargo no se especifican los mecanismos para el fomento y la protección de la industria en general y de los sectores en particular. Quedan planteadas entonces las siguientes preguntas: 1. ¿Cuáles son los mecanismos de fomento en la política industrial que promueve la integración productiva y competitividad en un marco de globalización? 2. La construcción de una política sectorial más estable ¿está asociada a las redes productivas que cada sector logra establecer para su desarrollo? 3. Las medidas de gestión y organización que se logran desarrollar a través de las cadenas y las redes ¿son diferentes en los distintos sectores y, por lo tanto, deben ser las políticas sectoriales específicamente adaptadas y dirigidas? LAS REDES Y CADENAS INDUSTRIALES ESLABONAMIENTOS PRODUCTIVOS COMO BASE DE LOS El desarrollo productivo está asociado al aumento de la especialización y a la potencialización de los eslabonamientos productivos dentro de la empresa entre unidades productivas y entre los diferentes sectores. Cada sector construye sus relaciones con base en el tipo de cadena en la cual se desarrolla un tejido de relaciones proveedores-productoresclientes. Cetré (1995) hace notar que durante las últimas dos décadas hemos presenciado una transformación fundamental en la organización de los vínculos, en la cual muchas de estas cadenas productivas han pasado de ser «conducidas por productores» (producerdriven) a ser «conducidas por compradores» (buyer-driven). En el primer tipo se encuentran empresas industriales, casi siempre multinacionales integradas 138 verticalmente, que cumplen un rol esencial en la organización y control del sistema productivo (Gereffi, 1994: 219 en Cetré, 1995). En el segundo tipo, la producción toma lugar de forma mucho más descentralizada y el control sobre los sistemas de producción y distribución es ejercido por empresas que se especializan en el diseño y comercialización de las mercancías involucradas. Las características de las cadenas, desde el comprador y desde el productor, se presentan en el Esquema 1 En este trabajo entendemos las redes como el conjunto de relaciones entre las empresas donde cobran sentido las estrategias colectivas, pues lo que rige el comportamiento de los actores son las reglas construidas en un ámbito social más amplio que el espacio de la empresa. Estos eslabonamientos productivos generan dinámicas que se extienden más allá del simple proceso de producción sectorial, ellos permiten relacionar el entorno económico con el social, el político y el cultural. En efecto, el comportamiento de los sectores y de las empresas está condicionado por factores que operan a varias escalas, tales como: * Las condiciones geopolíticas económicas globales. * Los esquemas de integración regional (de jure o de facto). * Las políticas de los gobiernos nacionales. * El impacto de las instituciones locales y de las normas culturales en la actividad económica. * Los niveles salariales. * Las habilidades, productividad y grado de organización de la fuerza de trabajo local. Las empresas y las redes económicas que las conectan son los bloques esenciales que constituyen los sistemas productivos transnacionales en los cuales los países juegan una variedad de papeles especializados y cambiantes; asimismo, el Estado-nación ha dejado de ser la unidad ideal de análisis para establecer los patrones globales de oferta, pues la figura del mercado internacional cambia los escenarios sociopolíticos y económicos. En esta sección presentamos, primero, una contextualización de la red social y de la red industrial para posteriormente identificar los elementos de los encadenamientos a nivel internacional, regional y empresarial. Las redes social e industrial como base de la construcción de eslabonamientos Una sociedad estable mantiene múltiples interrelaciones, no sólo entre los miembros que la componen, sino también con otras sociedades.Estas redes posibilitan diagnósticos económicos y societales que pueden llevarnos a reconstruir las diferentes facetas e 139 instancias de la red social manifestadas en las alianzas, asociaciones, clusters, etc. La red social se refiere a un grupo de individuos con racionalidades diferentes y con un propósito común: el desarrollo industrial. En efecto, en el contexto de la red social se percibe la dinámica de la red industrial que permite la conexión entre estructuras a través de los actores económicos; son estas redes industriales construcciones sociales con base en estructuras productivas específicas definidas por las normatividades y, en general, por las convenciones. Justamente, una de las manifestaciones de la construcción de redes o agrupaciones industriales son los clusters, que de acuerdo con Humprey y Schmitz (1995), son la concentración de grupos de empresas de un mismo sector en un mismo territorio y que, de acuerdo a Michael Porter, «son un grupo de empresas conectadas por relaciones especializadas de cliente-proveedor o relacionadas por la tecnología o las habilidades» (Porter,1990). Otra forma de organización industrial son los distritos industriales; estos centros emergen de un desarrollo de grupos más especializados conformados por diferentes tipos de empresas que generalmente, pero no necesariamente, pertenecen al mismo sector y presentan una división del trabajo entre firmas. Los distritos industriales se definen como conjuntos de unidades productivas generalmente pequeñas y medianas, especializadas en un sector específico y concentradas en un territorio bien delimitado (geográfica e históricamente determinado) (Storper,1997:34). Sin embargo, no cualquier aglomeración de empresas con estas características puede ser considerado un distrito industrial; la principal característica de éstos es el factor de unificación e integración de los diferentes sujetos. Esta característica tiene que ver con la cultura productiva, los vínculos entre los sujetos, la estrecha relación entre estructura social y productiva y las tradiciones culturales comunes, que son vistas en este proyecto como elementos que fortalecen el modelo de regionalización. Las redes sociales e industriales se pueden manifestar a nivel vertical, horizontal y atravesando los países y las regiones; en el proceso de producción y de distribución se crean niveles de análisis originados en el dónde y el cómo se produce y se distribuye. El donde hace referencia a la localización y el como se refiere principalmente a los modos de producción que desarrollaremos en la Sección 3 de este documento. Los niveles de encadenamiento a nivel internacional, nacional, regional y empresarial "El desarrollo de la industria no es un asuntoexclusivo de los trabajadores e industriales de la región, es reto para las naciones y el mundo en su conjunto" (Díaz, 1996). Díaz (1996) plantea que los eslabonamientos constituyen un nuevo tejido que cubre los segmentos más dinámicos del sistema productivo. El mercado y la competencia de hoy 140 exigen a las empresas capacidad de adaptación, flexibilidad, aprendizaje y acción que son diferentes de acuerdo a la localidad y a la región. La forma como se extienden las redes depende de la cultura, del desarrollo de las regiones y de los procesos fundamentales en la base de las economías. Los tejidos sociales que desarrolla un sector no son los mismos que se presentan en los otros. Estos vínculos pueden hacerse por medio de asociaciones gremiales y sectoriales, a nivel nacional o internacional. En este sentido se observa que las empresas trascienden las fronteras nacionales para seguir la lógica internacional: se preparan para llenar los requisitos que se exigen en el exterior y que definen las relaciones internacionales. La cooperación internacional, como forma de coordinación de la actividad económica, ofrece una respuesta al dilema especialización/adaptabilidad de las empresas en un entorno económico cambiante y a la desregulación y a la reforma de los Estados-nación. Así, para fortalecer las localizaciones nacionales industriales son importantes las políticas locales y regionales y los proyectos de cooperación e integración entre las economías (Messner, 1996). En la actualidad, la colaboración interempresas, fundamentalmente a través de la subcontratación, se ha generalizado en todo el mundo, dando lugar al desarrollo de diferentes formas de redes como las integradoras de la producción y de la comercialización (Ruiz, 1998). Las cadenas productivas que se han constituido en la región latinoamericana han elevado la flexibilidad y la competitividad de segmentos del sistema productivo. Sin embargo, estas cadenas contienen elevados grados de asimetría entre empresas contratistas y subcontratistas y no han significado beneficios significativos a los trabajadores periféricos que mantienen un empleo precario, mal pagado, intensivo y sometido a relaciones autoritarias (Díaz, 1996). En este sentido, la desigualdad y la dependencia tecnológica toman formas particulares en los procesos productivos que se desarrollan a través de las redes sociales de producción. En un principio, el apoyo fue a la empresa individual, desde la perspectiva de que el principal problema de creación y desarrollo de este tipo de empresas era la falta de acceso al crédito, por lo cual se crearon instituciones orientadas a que se tuviera acceso al mismo. Este era sólo uno de tantos problemas para el desarrollo empresarial que tenían que ver con la tecnología, falta de acceso al mercado, carencia de organización y de estándares de producción. En los noventa, las instituciones de desarrollo han enfocado sus esfuerzos cambiando el sujeto de atención hacia el concepto de redes empresariales bajo la consideración de que es mejor apoyar a empresas en redes de producción que a empresas individuales. Se concibe que las empresas agrupadas en redes tienden a generar un proceso de aprendizaje que no se da cuando operan en forma aislada, generándose lo que se ha empezado a conocer como «economías de cooperación» (Ruiz, 1998) que se «juegan» en un mismo territorio, una misma identidad cultural y un mismo sector industrial. En la propuesta de política industrial colombiana, a diferencia de otros países de 141 Latinoamérica y de Asia, no se vislumbra de manera específica el apoyo a estos procesos de subcontratación y, en general, a los proyectos de integración empresarial. MARCOS REGULATORIOS DE LA POLÍTICA INDUSTRIAL Y SECTORIAL La política industrial varía de acuerdo al contexto en el cual se desarrolla, considerando la estructura productiva, los marcos regulatorios y las convenciones de los lugares en los cuales se aplica. La política industrial debe considerar el resultado histórico de los procesos productivos y distributivos, fruto de la construcción progresiva de las ventajas comparativas y de los procesos de aprendizaje que respondan a un proyecto nacional. Esta evolución puede ser medida en términos de la localización industrial, de la participación de los procesos tecnológicos en un país, de la generación de empleo y valor agregado, del posicionamiento de sus exportaciones en el mundo, de su calidad de trabajo y de su productividad. La política sectorial debe considerar esta dinámica para apoyar el desarrollo que traen las regiones y el Estado-nación (Storper y Salais, 1995). En la Constitución de 1991 se retoma el planteamiento del modelo «economía social de mercado»1 con el que se busca combinar la libre iniciativa con el avance social, asegurado a su vez por el rendimiento de la economía de mercado. En la Constitución se define la existencia de un Plan Nacional de Desarrollo en el que se deben señalar los propósitos y fines nacionales de largo plazo, las metas y prioridades de la acción estatal a mediano plazo y las estrategias y orientaciones generales de la política económica, social y ambiental que serán adoptadas por el gobierno. Se resalta igualmente la aparición de un Consejo Nacional de Planeación integrado por los distintos sectores, en el cual se debe discutir el Plan Nacional que aprobará posteriormente el congreso (Artículos 34 y 339) 2. La relación dialéctica que existe entre la legislación de un país y sus condiciones sociales y económicas hace que no solamente el marco regulatorio influya en la estructura productiva, sino también que, de acuerdo a las condiciones específicas de dicha estructura, la regulación deba variar. Una economía social de mercado debe tener en cuenta en la construcción de la política económica, las necesidades sociales. Por ejemplo, la lógica gremial colombiana no ha sido de unión, sino de división. El marco regulatorio (y dentro de éste, la política industrial), no ha tenido en cuenta esta realidad específica de nuestro país. Esto hace que se desfigure el sentido de la formación de los gremios y que se pierdan las oportunidades y alternativas que se pueden desarrollar al interior de éstos. ……………. 1 142 Tomado del modelo de Inglaterra de finales de los años cincuenta. 2 Para ampliar conceptos ver Jaramillo, Alberto (1991) La economía política de la Nueva Constitución. …………….. CONCLUSIONES La política industrial presenta ejes fundamentales a través de la construcción de redes que se sustentan en las propuestas sectoriales. El carácter vertical de la política industrial debe considerar las particularidades de cada sector para promover su desarrollo teniendo en cuenta las diferentes convenciones de la sociedad y del sector. Estas convenciones se expresan en los tipos de organizaciones sectoriales que existen, en la articulación proveedor-productor-comprador y en la lógica territorial. Una economía de convenciones es una economía de estructuras construidas, el resultado de un encuentro amistoso entre fuerzas sociales y mentalidades. Por ejemplo, Colombia es un país de regiones y de una concentración urbana elevada, el país tiene siete áreas metropolitanas que a la vez han desarrollado espacios industriales del país. El principal reto de hoy para la política económica es reconciliar las situaciones de los países, de las regiones y las localidades con el marco del mercado internacional. Dentro del país, la articulación entre las diferencias y las fragmentaciones de las localidades y las regiones lleva a construir tejidos entre lo económico, lo institucional y lo social. El concepto que estamos explorando es el de una diversidad durable y concreta de formas de coordinación económica en niveles intra e interempresarial y sectorial y no, el de un modelo unificado de crecimiento. Para eso es necesaria la conformación de grupos empresariales con carácter formal y con principios de asociatividad y cooperación que logren influir en la política sectorial. La propuesta de esta ponencia (y de la investigación en la cual se inscribe) es la búsqueda de posibilidades para construir una política sectorial a través de las redes industriales y considera no sólo los elementos internos de las empresas (que son la organización y administración del trabajo, educación y capacitación, control de producción, etc.), sino también la importancia de la localidad que está relacionada con los proveedores, con los clientes y con las características propias de cada sector. En este sentido, el trabajo de campo que se está realizando pretende dar cuenta de las condiciones específicas de los sectores económicos, de la interrelación entre estas particularidades y la política industrial, los factores determinantes de la construcción de la política sectorial y de las redes como estrategia de competitividad empresarial. 143 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS CASE Y FAIR, (1993), Hispanoamericana. Fundamentos de Economía, México: Prentice-Hall, CASTELLS, Manuel, (1988), Global Restructuring and Territorial Development. CETRÉ, Moisés, (1995) «La industria textil y del vestido en perspectiva: análisis de las causas de su estancamiento», Revista Investigación Económica, No. 214, pp. 101-141. CUADRADO-ROURA, Juan R, (1994), et al, Moving Frontiers: Economic Restructuring, Regional Development and Emerging Networks, Hardcover. DIAZ, Álvaro, (1996), La industria chilena entre 1970-1994: de la sustitución de importaciones a la segunda fase exportadora. 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Al lado de las políticas de apertura, la actividad comercial de éstos se ajusta a reglamentaciones de la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Este organismo adelantó la creación de una zona de libre comercio de bienes entre sus países miembros y, más tarde, el establecimiento de una unión aduanera. Tales procedimientos se completarán con la puesta en marcha de un mercado común. En este sentido, según los órganos directivos de la CAN (1999), «...los países de la Comunidad Andina asumieron el compromiso de establecer, a más tardar el 2005, un Mercado Común, fase superior de la integración...» (CAN,1999). Estos procesos están vinculados con los propósitos de la Comunidad Andina,que son: «... promover el desarrollo equilibrado y armónico de sus países miembros en condiciones de equidad, acelerar el crecimiento por medio de la integración y la cooperación económica y social, impulsar la participación en el proceso de integración regional, con miras a la formación gradual de un mercado común latinoamericano y procurar un mejoramiento persistente en el nivel de vida de sus habitantes.» (CAN, 1999). La apertura comercial ocurrió de manera drástica, a pesar de que los países de la región cuentan con condiciones económicas y productivas diversas. Al interior de la zona de libre comercio se presentan diferencias en términos de producción, empleo, posibilidades de inversión, disponibilidad de recursos técnicos, competitividad e, incluso, de seguridad. No obstante, la apertura y, por ende, la libre movilidad de bienes en el ámbitode los países andinos, es un proceso iniciado que marca nuevas condiciones para las actividades productivas y para las regiones y agentes vinculados a éstas. En este orden de ideas, el presente trabajo tiene el propósito de reflexionar acerca de los efectos de la apertura sobre la producción y el comercio externo de productos específicos y sobre la participación de agentes vinculados a la producción (productores, empresas, organizaciones gremiales) y en la armonización de las relaciones de comercio externo. Este tema será abordado mediante un análisis general del caso de la producción y el comercio externo del arroz en Venezuela y Colombia durante los años noventa. 146 EL PROBLEMA Desde que se inició la aplicación del programa de ajuste estructural y de la política de reforma comercial agrícola en Colombia y Venezuela, la producción de arroz y el comercio externo han observado variaciones importantes y resultados divergentes en ambos países. La producción en Colombia ha descendido y las importaciones se han incrementado. En Venezuela creció la producción y se iniciaron exportaciones de arroz hacia dicho país. Esta situación fue abordada por el gobierno colombiano a través de la solicitud de autorización ante la CAN para instrumentar medidas de salvaguardia agropecuaria y de comercio administrado a partir de 1995. El examen de los fenómenos relacionados con la producción y el comercio del arroz puede ser de interés para comprender, tanto los efectos iniciales de la política de apertura como del inicio de procedimientos de negociación que no sólo involucran a los gobiernos, sino también a los agentes del sector privado que participan en las cadenas de producción de arroz en uno y otro país. Dadas las disparidades que se presentan entre los países de la CAN, en el marco de la apertura comercial es posible esperar la emergencia de intereses divergentes e, incluso, de situaciones de conflicto entre los países y agentes que concurren a la importación y exportación de productos específicos. Las cantidades que deben ser suplidas mediante las importaciones pueden reflejar, por ejemplo, precios menos competitivos, una caída de la producción nacional o la imposibilidad del sector productivo interno de cubrir totalmente la necesidades de la demanda. Por su parte, la exportación puede representar un excedente no comercializable en el mercado interno del país exportador (por reducción de la demanda solvente, por cambios en los gustos del consumidor, por aumentos en la producción). También puede tratarse de productos que se substraen a los posibles consumidores del país para colocarlos a disposición de otro, independientemente de que los consumidores nacionales puedan o deseen adquirirlos (por el incentivo de mejores precios en el mercado externo, por ejemplo). En condiciones de apertura y libre mercado, el intercambio se resuelve por la vía de los precios y de su competitividad. No obstante, en circunstancias como la de los países andinos, en las que las actividades productivas aún se encuentran en proceso de adaptación, el problema trasciende el hecho cuantitativo de aumentos o disminuciones de la producción, la importación o la exportación. Por esta causa, la CAN admite otras formas de negociación entre los gobiernos y agentes privados para promover el diálogo, el conocimiento de mercados y la revisión conjunta de intereses que en algunos casos pueden ser similares o complementarios y, en otros, divergentes. Entre éstas se destacan instrumentos como la salvaguardia agropecuaria y el comercio administrado, que se definirán más adelante. 147 PROPÓSITOS En atención a los aspectos señalados, este trabajo está orientado a examinar la evolución de la producción de arroz en Colombia desde el inicio de la apertura comercial y las estrategias adoptadas por dicho país para regular el comercio con Venezuela ante el crecimiento que se observó en las importaciones de arroz desde principios de la década de los noventa. Con arreglo a lo planteado, los propósitos de este trabajo son: 1. Analizar la evolución reciente de la producción y el comercio externo del arroz entre Colombia y Venezuela a partir de la aplicación, por ambos países, de políticas de apertura y de reforma del sector agrícola. 2. Reflexionar acerca de la participación de los agentes vinculados a la producción en negociaciones tendientes a armonizar las relaciones de comercio exterior en una apertura económica, y de las normativas de comercio prevalecientes en la CAN. Para abordar estos aspectos se emplean fuentes secundarias de información provenientes de la Comunidad Andina (CAN) y de la Federación de Arroceros de Colombia (FEDEARROZ). Los análisis se efectúan mediante la técnica de revisión de discurso de actores del proceso productivo y se toman en cuenta, particularmente, las exposiciones de la Federación de Arroceros de Colombia, FEDEARROZ. Como se verá, la mayor parte de las citas corresponden a artículos de Rafael Hernández Lozano, gerente de dicho organismo. Ello se debe a que la revisión se funda en artículos de la revista Arroz, órgano divulgativo de FEDEARROZ, en la cual los temas referentes a la producción, la comercialización interna e internacional y las políticas arroceras son casi totalmente tratados por este representante de la Federación. LA APERTURA Y LOS INSTRUMENTOS DE POLÍTICA COMERCIAL VIGENTES EN LA COMUNIDAD ANDINA DE NACIONES (CAN) Los programas de ajuste macroeconómico y las políticas de reforma comercial del sector agrícola aplicados en Venezuela y Colombia desde 1989 tienen características similares. Ambos se fundan en el abandono de principios de protección y subsidio y en la adopción de una política de orientación neoliberal, tendiente a favorecer el libre mercado, la promoción de exportaciones no tradicionales y la reducción de la participación del Estado en la protección y el sostén de las actividades económicas. Debido a su condición de miembros de la CAN, en estos países también están en vigencia diversos instrumentos de política comercial que, en el caso de la agricultura, forman parte de la Política Agropecuaria Común Andina (PACA). Entre éstos se destacan la Salvaguardia Agropecuaria (Artículo 102 del Acuerdo de Cartagena), el Sistema Andino de Sanidad Agropecuaria (Decisión 328), el Sistema Andino de Franjas de Precios (Decisión 371), los derechos correctivos automáticos (Decisión 371), la obligación de monetizar las donaciones de alimentos y el Sistema de Seguimiento de la Política Sectorial Agropecuaria (CAN: 2000). 148 La apertura comercial se propone estimular el libre comercio. No obstante, la importación y la exportación no sólo influyen en el volumen intercambiado, sino también en los agentes y en las regiones que participan en las actividades productivas. En los puntos que a continuación se desarrollan se describen, en primer lugar, los cambios de la producción interna de arroz en Colombia y sus efectos sobre las necesidades de importación de arroz a partir del inicio del programa de apertura comercial (1989). Posteriormente se analiza la forma en que esta evolución influyó en la adopción de medidas de protección (admitidas por la CAN) para regular el comercio externo del arroz con Venezuela. Se trata específicamente de la aplicación por Colombia de la medida de Salvaguardia Agropecuaria, basándose en los planteamientos del Artículo 102 del Acuerdo de Cartagena, así como de Medidas de Visto Bueno y de Comercio Administrado. La última parte de esta reflexión está dedicada a analizar la participación de los agentes de la producción en estas negociaciones. LA APERTURA Y LA PRODUCCIÓN DE ARROZ EN COLOMBIA Desde la aplicación de los programas de apertura en Colombia, la producción y el área sembrada de diversos renglones agrícolas, especialmente de cultivos anuales, se redujo severamente. Según los datos del Ministerio de Agricultura de dicho país, entre 1990 y 1998, el área sembrada de algunos rubros como el algodón, el maíz y la soya se contrajo en más de un 60% (Gutiérrez, 1999). En las importaciones también se observó un incremento significativo. La importación de maíz, por ejemplo, pasó de 8,1 mil ton. en 1991 a 1.898,6 mil ton. en 1998; la de trigo se duplicó al pasar de 646 a 1.603,8 mil ton. para los mismos años; y la de soya, que se ubicaba en 18 mil ton. en 1991, ascendió a 150,9 mil ton. en 1998 (DNP-UDA, citado por Gutiérrez, 1999). En el caso del arroz, la superficie sembrada y la producción no sufrieron caídas tan violentas, más no por ello el caso se percibía como menos grave. Según las estadísticas de la F.A.O., la producción de arroz en Colombia se situó en 2.116.601 ton. en 1990. Durante la primera mitad de los años noventa, ésta descendió hasta alcanzar su punto más bajo en 1993, con 1.590.062 ton., lo que implicó una contracción de la producción de 516 mil ton. en sólo tres años (Cuadro 1). Aunque la disminución de la producción entre los años comparados equivale al 24%, el descenso fue menos significativo que en el caso de otros renglones. Ello se debió, probablemente, al empleo de algunas medidas de protección que han implicado una apertura más gradual con respecto a otros cultivos. El primer conjunto de medidas (incentivos, financiamiento, medidas de concertación) actúa sobre variables intrínsecas a la cadena del arroz. El incentivo al almacenamiento, introducido a partir de 1996, es un subsidio en la forma de pagos otorgados por el Estado directamente a los particulares, los cubren los costos financieros para extraer del 149 mercado los excesos de oferta y favorecer el almacenamiento, con el propósito de regular el flujo de inventarios a lo largo del año. Este subsidio, que sigue vigente, tiene por objeto eliminar los efectos de la estacionalidad de la cosecha sobre los precios y permite compensar a los industriales «por retener el arroz hasta por cuatro meses» (Hernández, 1996). El incentivo comenzó a instrumentarse a través del Instituto de Mercadeo Agropecuario, IDEMA, cuya privatización estaba prevista. El IDEMA, institución pública encargada de «absorber las cosechas, guardar excedentes en las épocas de alta producción y sacarlas del mercado en las épocas de baja cosecha» (Hernández, 1999), debía garantizar no sólo el almacenaje del producto, sino también la estabilización de los precios. Sin embargo, la estacionalidad de éstos, caracterizada por la caída de los precios pagados al productor en los períodos de alta cosecha, no había sido controlada por el IDEMA. Según Hernández (1996), el incentivo al almacenamiento influyó positivamente en los precios y logró regular la estacionalidad de los mismos. En cuanto se refiere al financiamiento, desde la aplicación de las políticas de apertura los productores colombianos siguieron contando con alternativas de crédito oficial provenientes del Fondo para el Financiamiento Agropecuario, FINAGRO. La actuación del organismo permite a los productores contar con esta fuente de acceso al capital y lograr acuerdos en cuanto al manejo de créditos (montos, plazos de vencimiento) a través de la Federación Nacional de Arroceros (FEDEARROZ). También se creó en 1996 el Comité de Seguimiento a la Producción, la Importación y y el Consumo (CSPIC) y, más tarde, un acuerdo por declaración de voluntades suscrito el 20 de agosto de 1997 para fortalecer las ventajas competitivas de la cadena productiva del arroz en 1976. 1 MEDIDAS DE POLÍTICA APLICADAS POR COLOMBIA PARA REGULAR EL COMERCIO EXTERNO DE ARROZ CON VENEZUELA: SALVAGUARDIA AGROPECUARIA Y COMERCIO ADMINISTRADO Las medidas establecidas por el Estado colombiano para actuar sobre algunos factores internos a la cadena, no fueron suficientes para evitar la reducción de la producción nacional y el incremento de las importaciones. De acuerdo a la opinión de Rafael Hernández, gerente de FEDEARROZ, a la caída de la rentabilidad del cultivo entre 1990 y 1994 se añadían problemas relacionados con la tasa de cambio y las posibilidades competitivas de arroz importado. En sus palabras, «el proceso de apreciación del peso ocurrido a partir de 1991 elevó el precio relativo del arroz nacional expresado en dólares, restándole competitividad frente a países competidores como Venezuela, Ecuador y los Estados Unidos» (Hernández, 1996), lo que encarecía el producto nacional frente al importado. En estas circunstancias, la caída 150 de la producción nacional se reemplazó parcialmente mediante la importación (cuadro 1). En 1990, ésta se situaba en 51.878 ton., pero entre 1991 y 1993 ascendió a cerca de 100 mil ton. por año. En 1994, el volumen de la importación se triplicó al ubicarse en 355.652 ton. Ante la evolución del comercio exterior en los años 1990-1994, el Gobierno y los agentes de producción de la cadena de arroz de Colombia solicitaron la aplicación de algunas instrumentos legales admitidos por la CAN para normar las relaciones de comercio externo en el marco de la apertura. Particularmente se trata de las medidas de Salvaguardia Agropecuaria y de Comercio Administrado, introducidas para la regulación del comercio externo del arroz con Venezuela. Como se ha indicado antes, en el proceso de apertura la CAN admite algunos mecanismos de protección como el sistema de franjas de precios, que permite estabilizar el costo de importación de un conjunto de productos agropecuarios en el comercio con terceros, la Salvaguardia Agropecuaria y el Comercio Administrado. La Salvaguardia Agropecuaria es definida como, « ... un instrumento que permite (sobre una base temporal), la suspensión, modificación o retiro de una obligación o concesión relacionada con un producto específico dentro del Programa de Liberación de los Países Andinos. Se aplica en los casos en los que el cumplimiento del programa de liberación del acuerdo causa o amenaza con causar perjuicios graves a la economía de un país miembro o a un sector significativo de su actividad económica. Frente a esto, previa autorización de la Secretaría General, el país afectado podrá aplicar medidas correctivas de carácter transitorio y en forma no discriminatoria» (CAN, 1999). En cuanto al Comercio Administrado, se trata de un procedimiento que «trata de ordenar el flujo de productos entre dos países de común acuerdo con todos los interesados en la actividad y con el aval de los respectivos gobiernos» (Caro y Van Kesteren, 1998: 7) Las posibilidades de restricción al libre comercio de bienes específicos en el marco mayor de las políticas de apertura no es anormal, dado que se trata de un proceso iniciado, pero que no implica la existencia de condiciones igualitarias entre los países. La apertura constituye una etapa preliminar para la conformación futura de un Mercado Común. Tal como señala la CAN: « Todo proceso de integración pasa por diferentes etapas que se diferencian entre sí por el grado de profundidad de los compromisos que asumen sus países miembros. En una zona de libre comercio (considerada como la primera etapa), el único compromiso es la apertura recíproca de los mercados nacionales que se consigue eliminando aranceles y restricciones al comercio; en una unión aduanera, a la apertura interna se añade la adopción de un arancel externo para importaciones provenientes de los no socios; y en un mercado común se agrega la libre movilidad de personas y de capitales» (CAN, 1999) 151 En el caso del comercio de arroz entre Colombia y Venezuela, las relaciones se modificaron desde mayo de 1995, fecha a partir de la cual «el Gobierno colombiano aplica la Salvaguardia Agropecuaria contemplada en el artículo 102 del Acuerdo de Cartagena a las importaciones de arroz procedentes de Venezuela mediante un mecanismo de vistos buenos a las importaciones de dicho producto» (Caro y Van Kesteren, 1998: 7). En mayo de 1997, esta medida se prorrogó hasta el 31 de enero de 1998 (Decreto 1414). En esta fecha se firmó un Acuerdo de Comercio Administrado (que aún sigue vigente en 1999), para regular el volumen máximo de importaciones admisibles de este cereal y el período de ingreso de las mismas. Tomando en cuenta las importaciones históricas entre 1990 y 1994, se fijó «...un contingente de arroz paddy seco, o su equivalente en arroz blanco o partido, que puede ingresar entre el primero de febrero y el 31 de mayo, período que coincide con los menores niveles de oferta en el mercado colombiano (Caro y Van Kesteren, 1998:7). A continuación se analizan algunas de las posibles causas que podrían explicar estas medidas. Ante la tendencia regresiva que comenzaba a mostrar la producción colombiana y el aumento de las importaciones en la primera mitad de los años noventa, es interesante hacer algunas acotaciones acerca de la importancia del cultivo en términos geográficos, sociales e, incluso, de seguridad. En Colombia, el cultivo del arroz se encuentra presente en numerosos departamentos. «En la Costa se da en las tierras húmedas de Bolívar, Córdoba, César, Magdalena, Sucre y Atlántico. En el Alto Magdalena se encuentra en el Tolima y el Huila. En la parte oriental se halla en los departamentos Meta, Caquetá y Putumayo, así como en el valle de Antioquia, Cauca y Risaralda» (Caro y Van Kesteren, 1998). Esta distribución geográfica dispersa favorece el poblamiento y la extensión en el espacio de las actividades productivas y económicas relacionadas con el rubro. Según los mismos autores, los sistemas de producción dominantes son tres: arroz mecanizado de riego (75% de la producción), arroz de secano mecanizado (24%) y arroz de secano manual (4% de la producción total) (Caro y Van Kesteren, 1998). A pesar del dominio del sistema de producción mecanizado de riego, este cultivo es reconocido como importante generador de empleo no sólo en faenas de campo, sino también de manejo de cosechas. En este particular, por ejemplo, «Colombia, por razones de política de empleo de tiempo atrás, patrocinó la recolección a granel de arroz en empaques de fique» (Hernández, 1996: 36). Tanto por su distribución geográfica como por sus posibilidades de empleo, este cultivo, como otros que presentan una amplia ocupación territorial, cobra importancia estratégica. Como señala Gutiérrez (1999), mantener cultivos legales rentables es vital para hacer frente a los conflictos que asolan el campo colombiano. No obstante, algunas áreas han sido afectadas por los problemas de violencia, lo que ha provocado en algunos casos el abandono de fincas y, en otros, presiones sobre el precio de la tierra, cuyos valores de alquiler se han incrementado y pesan sobre los costos de producción. 152 El arroz es el cereal de mayor consumo en el país, especialmente en los grupos de menor ingreso. No obstante, la tendencia del consumo es decreciente. En los años ochenta, éste se situó en un promedio de 63 kg./per capita/año. En los primeros años de la década de los noventa el consumo descendió a 50 kg., y a finales de dicho período se estimaba en 43 kg./ per capita/ año. Frente a los cambios de la producción colombiana, el decrecimiento de la producción entre 1990 y 1993 y el inicio de importaciones, es comprensible que se hayan buscado nuevos mecanismos de protección ante la apertura y los cambios del comercio externo. La regulación del período de admisión de las importaciones tiene por objeto evitar situaciones de sobreoferta si el arroz importado ingresara en cualquier época del año. El volumen máximo de importación procedente de Venezuela tiene como principal función impedir la competencia del producto importado frente a la producción nacional. Sin embargo, pueden hacerse algunas acotaciones a ambas medidas. En primer lugar, la restricción a las importaciones procedentes de Venezuela parece haber tenido efectos sobre la disponibilidad durante el año 1995, pero en los años siguientes las importaciones siguieron aumentando hasta alcanzar su punto máximo en 1998, con un volumen total de 449 mil ton. (Cuadro 1). Como se observa, la medida aplicada a Venezuela no impidió el ascenso de las importaciones, pues en Colombia la recuperación de la producción interna seguía siendo lenta y la demanda externa continuaba así su ritmo creciente. Las importaciones se obtuvieron de Estados Unidos, Guyana, Venezuela y Ecuador. Este último país, también miembro de la CAN, puso su producto en Colombia sin que se instrumentaran medidas de Salvaguardia Agropecuaria ni de Comercio Administrado, como en el caso de Venezuela, lo que deja entrever que, al menos entre 1995 y 1998, hubo un tratamiento que podría ser calificado como discriminatorio frente a Venezuela. Se entiende que al inicio del proceso Venezuela aparecía como competidor, dado el comienzo de exportaciones y las posibilidades de flujos de comercio por vía terrestre desde éste país. También aparecieron señales de contrabando que el gobierno colombiano se propuso evitar mediante programas de control iniciados en 1997. En la práctica, el flujo de exportaciones enviadas desde Venezuela era reducido frente a la producción total de Colombia (Cuadro 1), pero podía incrementarse en el futuro. Aunque, como se ha señalado, las medidas tomadas por Colombia para regular el comercio externo de arroz con Venezuela no impidieron el ascenso de las importaciones (Gráfico 1), la medida de Salvaguardia siguió vigente. A partir de 1997, con la intervención del Comité de Seguimiento a la Producción, las Importaciones y el Consumo2, esta medida se prorrogó hasta 1998 y se mantuvo durante el año 1999. Después de 1996, las importaciones desde Ecuador también comenzaron a incrementarse, pero Colombia no aplicó a dicho país el mismo tratamiento y no se instrumentaron medidas de Salvaguardia ni de Comercio Administrado. Esto ocurrió a pesar de que Ecuador produce mayores volúmenes de arroz que Venezuela 153 En la práctica, las importaciones entre 1996 y 1998 provinieron fundamentalmente de otros países. Ello pudo ocurrir como consecuencia de una reducción de la competitividad del precio del arroz de Venezuela. No obstante, si el producto hubiese contado con precios relativos competitivos, su ingreso a Colombia habría sido impedido por causa de las medidas vigentes. IMPORTANCIA DE LAS EXPORTACIONES DE ARROZ DE VENEZUELA HACIA COLOMBIA El inicio de exportaciones de arroz hacia Colombia constituyó para el sector arrocero venezolano una nueva expectativa para la producción nacional. Ello se debió, por una parte, a las posibilidades de ampliación de la oferta ante la ventajas del precio relativo del producto y, por otra, al bajo nivel y a la escasa movilidad del consumo per capita del arroz (13 kg./per capita/año, en promedio), frente al de otros cereales como el maíz y el trigo (entre 37 y 39 kg./per capita/año, en promedio) (Instituto Nacional de Nutrición Universidad de Los Andes, 1997). Como en el caso de Colombia, los productores venezolanos también enfrentaron una política de apertura tipo shock que provocó cambios inmediatos en los costos de producción. Estos se vieron afectados a su vez por un proceso inflacionario que se ha agudizado a lo largo de la década. De acuerdo a las estadísticas del Ministerio de Agricultura y Cría (MAC, 1999), la mayor parte de los cultivos anuales tuvieron, como en Colombia, una tendencia regresiva. La producción de maíz pasó de 1.002.485 ton. en 1989 a 983.121 ton. en 1998. La de sorgo, que en 1988 se ubicaba en 819.838 ton., descendió a 595.204 ton en 1989 y a 448.871 ton. en 1998. La producción de todas las oleaginosas anuales también cayó drásticamente. A diferencia de lo ocurrido en estos renglones, la producción de arroz se duplicó, al pasar de 313.155 ton. en 1989 a 699.368 ton. en 1998. Algunas medidas aplicadas a nivel de la cadena parecen haber influido sobre este resultado. La modificación de los precios pagados a los productores e industriales y el mantenimiento de una rentabilidad positiva no sólo permitió mantener el producto, sino aumentar su producción de manera significativa entre 1989 y 1997. La presencia transitoria del arroz entre los alimentos contemplados en programas sociales, la caída de la rentabilidad en otros cultivos y la existencia de alternativas de exportación hacia Colombia son variables que también influyeron en este comportamiento. Al mismo tiempo, los precios relativos del arroz de Venezuela en el mercado internacional se mantuvieron dentro de niveles competitivos, iniciándose las exportaciones hacia Colombia en 1992 (Cuadro 2). En 1993, Venezuela fue acusada de prácticas de dumping, debido a que este país realizó importaciones y se adujo que se trataba de un contingente a trasladar al territorio de Colombia. Hay dos posibles explicaciones a esta importación. Una, es que efectivamente haya habido una práctica de dumping. La otra, que se haya tratado de una estrategia del sector industrial para asegurar el mantenimiento de la disponibilidad interna. En este sentido, como se observa en el Cuadro 2, la producción nacional se 154 redujo en cerca de 30 mil ton. entre 1991 y 1994 y, al mismo tiempo, la exportación hacia Colombia subió de 50 mil ton. en 1992 a 81 mil ton. en 1993 y en 1994 se situó en 75 mil ton. La suma del volumen equivalente a la reducción de la producción (30 mil ton.) entre 1991 y 1994 y el de la exportación de 1994 (75 mil ton.) totaliza 103 mil ton. Probablemente, el sector industrial consideró necesario importar esta cantidad para compensar la reducción de la disponibilidad interna. Vale la pena acotar que en los primeros años de exportación hacia Colombia, los productores e industriales que tradicionalmente operaban en el sector no estuvieron muy involucrados en el proceso, sino algunas empresas de comercialización que aparecieron en ese momento, abriendo sedes en Guárico, Portuguesa y Zulia para la adquisición del producto y su exportación hacia Colombia. En trabajos de campo realizados por la autora hacia las regiones productoras en 1995, se verificó la presencia de estas empresas y la dinámica rápida que tomaba esta forma de comercio en manos de agentes de reciente inserción en la cadena. A pesar de las particularidades del comercio externo de Venezuela, las decisiones de aplicación de medidas de Salvaguardia Agropecuaria y de Comercio Administrado parecen haber estado relacionadas con la progresión de las respectivas producciones internas y del comercio entre ambos países. Ello se deduce de las declaraciones y artículos publicados en la revista de la Federación de Arroceros de Colombia, en la que el tema recurrente fue la producción colombiana y las necesidades de aplicar medidas de comercio administrado para regular las cantidades y épocas de la importación y no, el de posibles prácticas de dumping. Las restricciones a la exportación de Venezuela no modificaron el incremento de las importaciones de Colombia; sin embargo, la existencia de tales medidas (y especialmente la reducción de las exportaciones desde 1993), tuvieron incidencia en Venezuela, donde el efecto combinado de la expectativa de la importación y la estabilidad del consumo interno crearon condiciones de sobreoferta. A ello se agregaron más tarde otros problemas como la pérdida de rentabilidad interna y el incremento de los precios relativos del producto con respecto a los precios externos. Ante los problemas que afronta la producción de este renglón en ambos países, el logro de entendimientos binacionales sigue siendo vital. PARTICIPACIÓN DE LOS AGENTES DE LA PRODUCCIÓN EN LAS NEGOCIACIONES DE COMERCIO EXTERNO Aunque los aspectos comentados dejan entrever una cierta minusvalía de Venezuela frente a las decisiones de Colombia, la aplicación de las medidas de Salvaguardia Agropecuaria y especialmente las acciones de Comercio Administrado incorporaron un nuevo elemento de negociación que debe ser valorado como instrumento de armonización de relaciones entre agentes productivos de países miembros de la CAN. En este particular, uno de los aspectos positivos de la experiencia vivida a lo largo de la década de los años noventa del siglo XX es que la aplicación de estas medidas implicó 155 no sólo la participación de los representantes gubernamentales, sino también de los agentes productivos de la cadena en ambos países. Diversos han sido los encuentros binacionales que han permitido a los productores, industriales y comerciantes conocer no sólo las alternativas de negociación, sino también la situaciones internas y la forma en la que pueden armonizarse relaciones de comercio. En el caso del Comercio Administrado, por ejemplo, los gremios arroceros de Colombia y Venezuela se reunieron por primera vez en 1997 con el fin de organizar el flujo del producto. De acuerdo a los representantes gremiales: « en esta primera reunión quedó clara la voluntad de los industriales y productores de los dos países de reactivar el comercio, y los colombianos esperamos que Venezuela tenga la primera opción para cubrir cualquier déficit que se presente en el mercado nacional « (Revista Arroz, 1997). Aunque las importaciones que siguieron durante la segunda década de los años noventa provinieron más bien de otros países, esta manifestación de voluntad y el acercamiento mismo de los actores da origen a nuevas pautas de entendimiento frente a las realidades productivas de uno y otro país. La experiencia de las relaciones entre agentes y gobiernos debe ser aprovechada en el futuro. La permanencia de las importaciones y las alternativas de diálogo entre Colombia y Venezuela deberían emplearse como base para discutir nuevamente aspectos relacionados con las medidas vigentes de Salvaguardia Agropecuaria y de Comercio Administrado. Esta revisión encaja dentro de los lineamientos de la Política Agropecuaria Común Andina (PACA), donde «... el tema de Salvaguardia se está tratando de reglamentar, mediante la eliminación de los artículos 102 y 103 del Acuerdo de Cartagena, y se han establecido las normas para la adopción de medidas de salvaguardia a las importaciones provenientes de países no miembros de la Comunidad Andina de Naciones mediante Decisión 452» (CAN, 1999). La PACA continúa planteando igualmente que la consolidación del mercado subregional agropecuario debe fundamentarse en la coordinación y armonización de las políticas «...mediante el diálogo directo, la transparencia y el cumplimiento de la normativa comunitaria, antes que la aplicación de los dispositivos que interrumpen la relación subregional...(CAN, 1999). En el caso específico del arroz, la CAN adoptó en mayo de 1999 la decisión 455, que establece las bases de la estrategia para la consolidación del mercado ampliado subregional y el mejoramiento de la competitividad de la cadena del arroz en la Comunidad Andina. Independientemente de los cambios que puedan ocurrir alrededor de las medidas de Salvaguardia, la experiencia abierta en torno al diálogo puede ser de gran utilidad para moderar los efectos perniciosos que podría tener la apertura sobre los sectores productivos del arroz en Colombia y Venezuela. .………….. 156 1 En este acuerdo, denominado Acuerdo Marco para la Competitividad de la Cadena del Arroz, participan el gobierno nacional y representantes de la Federación Nacional de Arroceros (FEDEARROZ), la Federación de Industriales del Arroz (INDUARROZ), la Asociación Nacional de Molineros de Arroz (MOLIARROZ), la Asociación Colombiana de Productores de Semillas (ACOSEMILLAS) (Revista Arroz, Documento editorial, 1998). 2 Este comité esta conformado por : FEDEARROZ, INDUARROZ, MOLIARROZ, el Ministerio de Comercio Exterior, el Ministerio de Hacienda y el Ministerio de Agricultura y Cría de Colombia. …………….. CONCLUSIONES La importancia del arroz en Colombia en términos sociales y productivos deja clara la trascendencia que tiene para dicho país el mantenimiento y la recuperación de la producción nacional. Las áreas y agentes involucrados, el acervo técnico acumulado y las actividades de investigación que han acompañado el desarrollo del cultivo, no deben sucumbir en manos de la situación de libre mercado. Al mismo tiempo, en Venezuela, el sector productivo ha dado muestras de positivo dinamismo no sólo para cubrir la demanda nacional, sino también para atender alternativas de comercio externo. De modo que el logro de entendimientos binacionales alrededor del comercio de este producto es vital para ambos países. En este contexto de apertura económica aún condicionada, la participación de los agentes de la producción, particularmente de los organismos gremiales de los sectores agrícolas e industrial de ambos países, es fundamental para la búsqueda de mecanismos que permitan conciliar intereses y orientar las negociaciones. Se trata de explorar y conocer las tendencias de los precios marcadores y de las producciones nacionales y de negociar las posibilidades de importación/exportación sin crear situaciones de competencia que pongan al país demandante en condiciones de sobreoferta estacional. Pero se trata también de reforzar vínculos binacionales alrededor de este renglón sin detrimento de las posibilidades comerciales de nuestros países en favor de terceros. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Arroz(1997). "Comerciode ArrozAdministrado" .Arroz,ene-feb. 46 (406),pp. 1-2 ———— (1997). "Gremio arrocero de Colombia y Venezuela buscan acuerdo". Arroz, mar-abr. 46 (407), pp. 1-2 ———— (1998). 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Venezuela MAC, Dirección de Estadística e Informática. Caracas. 158 PARTICIPACIÓN DE LOS SINDICATOS EN LA INTEGRACIÓN COLOMBOVENEZOLANA A PARTIR DE 1992 Marleny Bustamante de Pernía INTRODUCCIÓN La participación de los sindicatos en los procesos de integración en el continente desde comienzos de los noventa muestra un proceso de adaptación y transición propio del reacomodo que se produce en el continente con la aceptación del neoliberalismo y de la integración abierta. Por una parte, en el ámbito internacional se observa una creciente articulación y organización que se evidencia en una mayor participación de las internacionales sindicales en asuntos relacionados con la integración y la globalización y en la adopción y seguimiento de las decisiones y acciones emanadas de éstas por las confederaciones nacionales. Por otra parte, en el ámbito nacional se observa la pérdida de negociación asociada a la disminución de la tasa de sindicalización y a la fragmentación que afecta negativamente la unidad de respuesta ante los empresarios. Pero también en su capacidad de adaptación, manifestada en la adopción de acciones globales para incorporar a nuevos sectores de la sociedad civil y algunas estrategias internacionales al ámbito nacional. Los cambios globales que se viven en Latinoamérica en general afectan de manera particular el comportamiento de los sindicatos en Colombia y Venezuela. Además de los problemas propios de la transición y cambio hacia una economía de mercado éstos confrontan otros, como la violencia y la guerrilla, que dan un matiz especial a la participación de los sindicatos en el proceso de integración y apertura iniciado en 1992 entre Colombia y Venezuela con el Area de Libre Comercio y la consecuente unión aduanera (en funcionamiento desde 1995), que da cumplimiento a la voluntad expresada en las Declaraciones de Galápagos y Ureña de 1989 y en el Acta de La Paz de 1990 (Gutiérrez:1998:58-60). El objeto principal de este artículo es caracterizar el proceso de cambios que se están produciendo en el sindicalismo a raíz de las transformaciones globales generadas por la integración para derivar conclusiones sobre los sindicatos en la integración colombovenezolana. También se busca revisar y comparar la realidad de los sindicatos en Colombia y Venezuela en cuanto a sus logros, poder de discusión y convocatoria y beneficios a los trabajadores y su posición ante los ajustes que se adelantan para establecer la economía de mercado. El trabajo está dividido en cuatro partes: 1) Se revisa la pertinencia del tema en la división internacional del trabajo; 2) Se ubica en contexto la participación sindical en la integración andina y colombo-venezolana desde 1992; 3) Se revisa la incidencia de las afiliaciones regionales e internacionales en los sindicatos nacionales y las acciones de los sindicatos en la integración andina; y 4) Se compara la realidad de los sindicatos en Colombia y Venezuela. 159 Finalmente, en las conclusiones se discute la articulación de los escenarios nacional e internacional y las adaptaciones que empiezan a realizar los sindicatos para seguir participando en la recomposición de la división internacional del trabajo. LOS SINDICATOS EN LA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO Glenn Adler (1997: 117-143), en su artículo sobre la reestructuración global y el trabajo en el caso del sindicalismo obrero en Sudáfrica, plantea que la literatura tradicional tiende a ignorar el papel del movimiento obrero como actor significativo en la División Internacional del Trabajo (DIT). Esta limitación se debe a la formulación teórica de la DIT como concepto, entendido fundamentalmente como un proceso económico y técnico antes que como una interrelación social conflictual o de creacióndevínculos desolidaridad. Por tanto, la DIT no considera elp apel que ejerce la sociedad civil y los sindicatos en particular, en los movimientos que resultan del proceso de industrialización o de los cambios que se desarrollan en la sociedad capitalista. Contrariamente, Adler plantea que la DIT es un proceso creativo marcado por relaciones sociales de desigualdad entre el capital y el trabajo. De esta forma, los sindicatos son capaces de una acción colectiva consciente y pueden ser causa de un cambio estructural antes que sólo afectados por éste. Este planteamiento encuentra justificación en el análisis teórico. Para Marx, el modo capitalista de producción es un proceso que genera su propia oposición. La división del trabajo está compuesta por relaciones sociales entre clases contradictorias. El avance del modo capitalista de producción crea la clase trabajadora revolucionaria que lo llevará a su caída y destrucción. La esencia del planteamiento es que la DIT capitalista crea nuevas formas de solidaridad entre los sujetos de la dominación y tal solidaridad puede ser la base para importantes acciones colectivas. Desde otra perspectiva, aunque Weber (1930:182) no percibió la división del trabajo como separación capaz de generar espontáneamente una acción colectiva de clases, veía que la «acción comunal» podría convertirse en interés de clase cuando los cambios en el estilo de vida de los propietarios y los trabajadores dejaran de ser vistos como resultado del orden natural y se consideraran como resultado de la estructura del orden económico (Gerth and Mills, 1946: 184). Durkheim veía la división del trabajo como una característica particular de la sociedad moderna que podría producir conflictos entre los trabajadores cuando la distribución de las tareas no se correspondiera con la distribución natural de los talentos. No obstante, en otros casos, la interdependencia creada entre los trabajadores durante la realización de sus tareas tendería a crear la solidaridad necesaria para articular las diversas partes funcionales en un todo. En particular, la división del trabajo se consideraba como la base de organizaciones colectivas nuevas, locales, nacionales o internacionales que generarían normas y reglas conducentes a la superación de los deseos humanos particulares. 160 En síntesis, para estos teóricos, la división del trabajo no sólo era fuente de conflicto, división y antagonismo en la sociedad moderna, sino también fundamento a partir del cual emergen nuevas formas de solidaridad que vinculan a los trabajadores en manera significativa y poderosa. Para cada uno de ellos, la división del trabajo interesaba como un proceso esencialmente social, compuesto de relaciones complejas y contradictorias entre individuos y grupos. No era un proceso técnico o económico, ni solamente nacional, sino que también planteaban la posibilidad de la generación de organizaciones colectivas y solidarias en el escenario internacional. Los sindicatos son, entonces, junto con otras organizaciones, el puente entre los campos económico y político, entre la producción y el consumo, y desempeñan funciones vitales en sectores críticos de la sociedad. Representan sectores considerados seriamente por los estados y generalmente se encuentran en el centro de los esfuerzos nacionales para desarrollar sus países, bien sea como aliados o como antagonistas, como objeto de cooptación y/o de represión. A pesar del potencial teórico de movilización y de acción colectiva de los sindicatos y del activismo mostrado recientemente en Brasil o México (Rech:1998; Bayón:1998), en Latinoamérica no cuentan con una tradición militante que permita ubicarlos como actores capaces de producir cambios en los procesos productivos o en los intentos de desarrollo que los gobiernos adelantan. Se han visto más como actores pasivos que reaccionan ante los cambios. En este sentido, sus recientes posiciones respecto a la integración, aunque tímidas, reflejan la toma de consciencia de la importancia de la acción colectiva y de la movilización internacional. CONTEXTO DE LA PARTICIPACIÓN SINDICAL EN LA INTEGRACIÓN COLOMBO-VENEZOLANA DESDE 1992 La participación sindical en la integración colombo-venezolana se desarrolla en un ambiente favorable hacia la integración binacional surgida entre estos dos países a partir de 1989, cuando los presidentes Virgilio Barco, de Colombia, y Carlos Andrés Pérez, de Venezuela, iniciaron un esquema bilateral desconocido hasta entonces, con la firma de a Declaración de Ureña. Hasta ese momento, el centro de las preocupaciones y relaciones entre los dos países giraba alrededor de lo limítrofe (Cardozo: 1992). Esta voluntad política es trasladada a la CAN, desde donde emana el Acta de Barahona, firmada en diciembre de 1991, mediante la cual se estableció una zona de libre comercio a partir de enero de 1992 entre Bolivia, Colombia y Venezuela. Más adelante, en la CAN se estableció el Arancel Externo Común para dar vigencia a la Unión Aduanera a partir de 1995. Este ambiente de distensión y aproximación entre los dos países produjo cambios económicos manifestados en aumento del comercio e intercambio bilateral (Grupo Gerente: Abril 1996; Secretaría CAN: 1998) con consecuencias sociales en cuanto a empleo y protección social que no se han determinado aún. Tales consecuencias han podido pasar desapercibidas por lo difícil que resulta separar los efectos sociales de la integración binacional de los que son producto de las políticas de ajuste, apertura y de la 161 adopción de políticas de corte neoliberal en ambos países simultáneamente. En definitiva, a la globalización y a las políticas neoliberales se les ha dedicado mayor atención y es tarea ardua evaluar los efectos particulares, especialmente porque no se produjo opinión al respecto, excepto por las acciones que adelantaron los gremios de transporte pesado en Venezuela al sentir que la libre circulación de carga afectaba su fuente de ingresos. Sin embargo, tales acciones no se relacionan con el interés de este papel, ya que los transportistas se movilizaron inicialmente sin la participación de los sectores sindicales. Como entre los transportistas predomina el empresario-trabajador, que detenta la propiedad sobre su unidad, se puede calificar más como una protesta de empresarios. Los efectos de los cambios económicos globales sobre los sindicatos en la región han sido presentados como un proceso que ha pasado por una etapa de «shock» que oprime a los trabajadores y sindicatos para luego superar el abandono del Estado de Bienestar, característico de la etapa de sustitución de importaciones y aceptar las políticas neoliberales. Así, en la primera etapa del proceso se señaló que... «...el marco de referencia sindical ha cambiado, mientras que los sindicatos han permanecido programáticamente e ideológicamente estáticos. En el mejor de los casos percibieron los cambios en la economía, la sociedad, los valores socioculturales y los procesos internos de las empresas, pero sin sacar conclusiones para la estructura sindical interna, los programas, las formasdeacción, etc.(Wachendorfer: 1995, tomado de Ensigna:1995, 60) Se pensaba además que el sindicalismo tenía un papel defensivo y estaba siendo derrotado por las culturas conservadoras y las políticas de ajuste y de desregulación. En el centro del debate estaba la capacidad de los sindicatos para responder colectivamente por los trabajadores y discutir las relaciones laborales ante un discurso que planteaba que los derechos sociales, especialmente los expresados en legislaciones laborales, «son producto de la imposición arbitraria de los menos eficaces contra los más productivos, y no protege realmente a los trabajadores, en tanto que considera[ban] que la mejor protección para el trabajador es la autotutela, ya que nadie puede ser mejor que el propio individuo para contratar las condiciones de trabajo que él está dispuesto a desarrollar» (Jaua: 1997, 96). Se veía a los sindicatos como órganos que, además de su creciente burocratización, se mostraban incapaces de dar respuesta a los cambios en el mercado de trabajo, al aumento del desempleo, a la disminución del salario real, al cambio tecnológico, a la creciente participación de jóvenes y mujeres en el mercado laboral y a la informalización urbana y rural, entre otros. Sin embargo, en Colombia y Venezuela (como se verá más adelante), los sindicatos han empezado a asumir posiciones activas que muestran intentos de superar la crisis iniciada en los los ochenta. «Al igual que el capitalismo, el movimiento obrero parece tener una considerable habilidad para regenerarse y transformarse, adaptándose a nuevas situaciones y cambiando formas y estrategias para sobrevivir y luchar al otro día.» (Munck: 1998, 68) Entre las nuevas actitudes que asume el sindicalismo se encuentra una estrategia más amplia en la cual no sólo se considera la lógica productivista, sino que se vincula a nuevas identidades políticas democráticas enfatizando la autonomía respecto a la 162 política partidaria, pero, sobre todo, sus vínculos con la sociedad civil. En general, se observa una desviación de la orientación desde el Estado hacia la sociedad civil y se asume la defensa de principios básicos generales como los derechos humanos, la protección del trabajo infantil, defensa de la vida, combate de la discriminación por razones de sexo u orientación sexual, además de la preocupación sobre asuntos sociales más generales. Los sindicatos han exigido una mayor participación en los procesos de toma de decisiones de los organismos de integración regional y subregional, y han asumido como instrumento de lucha la incorporación de «cláusulas sociales» al firmarse acuerdos de libre comercio como el Tratado de Libre Comercio del Norte o al renovarse y modificarse acuerdos de integración. También se han dedicado a la incorporación y aprobación de «cartas sociales» que forman parte de las estrategias asumidas por las organizaciones internacionales sindicales y por los sindicatos o federaciones sindicales nacionales. En el caso de la CAN, la Carta Social Andina fue aprobada por el Parlamento Andino en 1994, pero como éste no es un órgano principal de decisión del Acuerdo, la Carta se encuentra en el «limbo» porque no es decisión de la CAN. Los gobiernos temen firmar un instrumento que los comprometa por medio de una convención internacional a realizar acciones que no pueden o no están dispuestos a respetar. Además, la Carta Social es un documento difícil de implantar aun en los países más desarrollados. Como instrumento político, refleja el consenso y la heterogeneidad ideológica de los sindicatos representados en el Consejo Consultivo Laboral Andino (CCLA), quienes en definitiva buscan una salida ecléctica. Es así que si bien prevé el derecho a formar sindicatos, suprime la autonomía sindical para elaborar reglas sindicales, con lo que se mantiene el carácter corporativista, pues el Estado participa en la elaboración de esas reglas y en la elección de representantes (Iturraspe:1999). Actualmente se percibe a la sociedad civil como componente activo de las relaciones Estado-sociedad y se le otorga un papel dinámico en las iniciativas de integración, considerando que debe comprometerse directamente con la integración y disminuir la dependencia del gobierno porque el papel protagónico de los Estados ha hecho poco por el avance de la integración. A pesar de que el Estado sigue siendo actor importante en aspectos que le permiten seguir controlando a los sectores laborales, en otros asuntos como el comercio, en la CAN se han abandonado la mayoría de las premisas que otorgaban un papel protagónico al Estado, embarcándose en las tesis del regionalismo abierto promovidas por la CEPAL (Briceño: 1998). La tendencia actual descansa en acompañar este cambio con respecto al rol del Estado en la economía con transformaciones políticas favorables a la democratización y a una mayor participación de la sociedad civil. Aunque son pocos los logros obtenidos por los sectores laborales en la integración andina, es necesario destacar que los sindicatos han insistido en dar contenido social a la integración para sustraerla de su posición «economicista» (Iturraspe: 1999, 159). La participación de los sindicatos se mantiene dentro de los mismos parámetros institucionales que la CAN ha mantenido desde 1983 cuando sustituyó al Comité Asesor Económico y Social (CAES) por el Consejo Consultivo Empresarial Andino (CCEA) y el Consejo Consultivo Laboral Andino (CCLA), separando 163 las actividades de acuerdo a sus áreas de interés y funciones de los únicos sectores sociales reconocidos e institucionalizados en el Acuerdo desde 1969. Ambos Consejos tienen limitada su participación a actuar como entes consultivos. El Acta de Trujillo hizo cambios menores en los órganos consultivos y dejó inalterada su condición consultiva, pero les otorgó mayores facultades, como la de emitir opinión ante el «Consejo Andino de Ministros de Relaciones Exteriores, la Comisión o la Secretaría General (a solicitud de éstos o por propia iniciativa) sobre los programas o actividades del proceso de la integración subregional andina que fueran de interés para sus respectivos sectores. También podrán ser convocados a las reuniones de los grupos de trabajo y de expertos gubernamentales vinculados a la elaboración de proyectos de decisión, y podrán participar con derecho a voz en las reuniones de la Comisión» ( Art.44, CAN:1996) Esto muestra una modificación de la actitud tradicionalmente estadocéntrica o intergubernamental de la CAN al dar mayor espacio e importancia a los actores sociales del proceso productivo y, en consecuencia, a la sociedad civil, ya que el Consejo Consultivo Laboral empezó a incorporar a sectores que se habían mantenido al margen: mujeres y ONGs que protegen los intereses de los sectores más pasivos y vulnerables de la sociedad como, por ejemplo, la niñez o los indígenas. El CCLA se compone de 4 delegados por Estado miembro, representando todas las centrales sindicales debidamente reconocidas y registradas en cada país. (Ibarra: 1998, 119; Lucena:1998) Además, en 1986 se creó el Instituto Laboral Andino (ILA), que actúa como su órgano técnico (ILA 1998; Ibarra 1998). Este tiene entre sus funciones la investigación, difusión y formación para modernizar el movimiento laboral en la subregión. Entre los logros del CAES y el CCLA se encuentran la recomendación de armonización de ocho convenios internacionales del trabajo de la OIT (48, 87, 97, 98, 111, 114, 117 y 118) que deberían ser la base del Derecho Social Andino (Ibarra: 1998). Con relación a la ratificación de estos convenios, sólo tres países han ratificado los convenios 117 y 118 sobre normas y propósitos básicos de la política social de los estados e igualdad de trato a nacionales y extranjeros en materia de seguridad social, respectivamente; ningún país ha ratificado el Convenio 48 sobre conservación de los derechos de pensión de los trabajadores migrantes, mientras que todos han aprobado el Convenio 87 sobre libertad sindical y protección del derecho de sindicalización (Durán: 1999, 9). Aunque el Tratado de Integración Sociolaboral Simón Rodríguez, de 1973, inicialmente no formó parte de las instituciones del Acuerdo de Cartagena, pasó a hacerlo en el Acta de Trujillo. Los propósitos iniciales continúan siendo, aún en la actualidad, bastante ambiciosos, lo que explica sus avances limitados. Se propuso tratar «aspectos sociales y laborales de la integración, incluidas la armonización de normas legales y de seguridad, la coordinación de políticas en materia de desempleo, el mejoramiento profesional y la promoción de la movilidad de los trabajadores en la subregión y su participación en el proceso de integración» (FITIM: 1995, 37). El avance dado a través del Convenio Simón Rodríguez y la Conferencia de Ministerios del Trabajo permitió la aprobación del Instrumento Andino de Seguridad Social (Decisión 113) y el Instrumento Andino de Migración Laboral (Decisión 116), mediante los cuales se 164 pretendieron integrar los servicios sociales de los cinco países y facilitar la migración de los trabajadores en la región. Las dificultades de los gobiernos para proveer de servicios sociales, incluso a sus propios nacionales, imposibilitaron que se profundizara la integración social que se aspiraba a lograr en la subregión. Durante los ochenta, el proceso social se congeló y en los noventa se retomaron y reformularon muchas de las aspiraciones iniciales. Así, en agosto de 1999, los ministros del Trabajo de la CAN impulsaron la reformulación del Convenio Simón Rodríguez para «convertirlo en un foro social amplio y participativo de la sociedad civil» (Secretaría CAN:1999b) Este es el contexto en el cual los sindicatos de Colombia y Venezuela actúan a partir de 1992, cuando inician la etapa de libre comercio con la intención de dar dinamismo al proceso integrador, el cual se caracterizaba por la lentitud en su desarrollo y por el limitado intercambio entre sus miembros (SELA, 1992). En la siguiente parte se considerará el papel desempeñado por las organizaciones sindicales internacionales y su incidencia en las posiciones asumidas por el CCLA, el ILA y los sindicatos de Colombia y Venezuela con respecto a las integraciones binacional y subregional. INCIDENCIA DE LAS AFILIACIONES REGIONALES E INTERNACIONALES EN LOS SINDICATOS NACIONALES Aún cuando sería necesario dilucidar claramente la relación entre las organizaciones internacionales sindicales y las nacionales en el sentido de la preeminencia en la toma de decisiones y acciones sobre la integración y la globalización, en Latinoamérica, en Colombia (y en Venezuela en particular), pareciera prevalecer una división de funciones en el movimiento laboral en cuanto a que las sindicales regionales o internacionales asumen funciones más activas y de mayor avanzada con respecto a estos temas, mientras que las organizaciones nacionales se dedican preferiblemente a los temas nacionales. Esto evidencia que aún tienen que enfrentar los efectos de la crisis económica y social en su área de competencia, manifiesta en disminución de la tasa de empleo (y por ende, de sindicalización), predominio de la informalización y flexibilización de la legislación laboral, entre otros; mientras que la integración sigue siendo un asunto marginal, por lo que optan por adoptar las declaraciones de las organizaciones internacionales. Para ilustrar la afirmación anterior, en esta parte se mostrarán las vinculaciones de las organizaciones sindicales nacionales, sus afiliaciones a los órganos regionales o internacionales sindicales y, finalmente, las diferentes posiciones asumidas con respecto a su participación en la integración. Las siete confederaciones sindicales de Colombia y Venezuela están afiliadas a la ORIT/CIOSL, la CLAT/CMT o la CPUSTAL/FSM, tal como se observa en el siguiente cuadro. La influencia ideológica de las centrales sindicales internacionales sobre las nacionales ha sido considerada una de las causantes de la fragmentación y falta de unidad del movimiento obrero, tanto nacional como internacionalmente (Federación Internacional de Trabajadores de la Industria Metalúrgica: 1995; Iturraspe: 1999; Ellner:1995). Aunque aquí no se profundizará en este asunto, se ilustrarán las distintas posiciones asumidas 165 por las centrales sindicales internacionales para ilustrar, en parte, las diferentes posturas asumidas en el actual momento de transición del capitalismo. Actualmente pareciera existir cierta tregua en la confrontación ideológica «obstructiva». Las centrales sindicales internacionales se han dedicado a preparar, presentar y defender sus reflexiones y planteamientos y se observa coincidencia en muchas de sus líneas de acción, aunque cada organización busque ser el interlocutor válido ante sus contrapartes. A pesar del predominio de tres tendencias ideológicas definidas, en adelante se dedicará atención sólo a las tendencias ideológicas socialdemócrata y socialcristiana, representadas por la CIOSL/ORIT y CLAT/CMT respectivamente. La razón fundamental que explica esta decisión se encuentra en que los sindicatos leninistas o socialistas tienen una visión radical respecto al capitalismo. Para ellos, la globalización o la integración son manifestaciones del capitalismo tardío y, como tal, se requiere oponerlos hasta lograr la toma del poder por parte del proletariado internacional y la instauración de un nuevo orden sin dominadores ni dominados. La CIOSL es la organización sindical con mayor número de afiliados en el escenario mundial (40%) y la ORIT es segunda en Latinoamérica, con 30% de representación (CGTD: 1998, 37). Han sido bastante activas desde inicios de los 90. En el campo de la globalización e integración, esta organización ha dedicado su atención a lograr la incorporación de cartas sociales y cláusulas sociales en todo tipo de acuerdo (bilateral, subregional, continental y mundial), la creación de fondos compensatorios de carácter regional y sectorial, reconocimiento de un foro laboral en la integración, con la creación de acuerdos tripartitos o cuatripartitos creados por los gobiernos en el marco de los procesos de integración y vinculaciones con la sociedad civil más amplia. Las cartas sociales y cláusulas sociales buscan el establecimiento de sanciones de carácter multilateral a aquellos países que reincidentemente violen los derechos laborales y sindicales básicos. Se exige el respeto de siete de los derechos laborales básicos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Ellos son: la libertad sindical, derecho a la organización y la negociación colectiva (convenios 87 y 98), abolición del trabajo forzoso (convenios 29 y 105), abolición del trabajo infantil (convenio 138), igualdad y no discriminación en el empleo por motivos de raza, color, sexo, edad, religión, opinión pública, etc. (Convenios 100 y 111) (CIOSL/ORIT: 1997). Para defender la cláusula sostienen principalmente que ésta, antes que un instrumento de los países desarrollados para impedir que los países pobres puedan beneficiarse de la liberalización del comercio y de la globalización de la producción, es un mecanismo mediante el cual se combate el «dumping social» y se crea un mecanismo hacia arriba para armonizar los derechos y los salarios a escala internacional. En este orden de ideas, la CIOSL solicitó al Gobierno venezolano el respaldo a la propuesta de implantación de la Cláusula Social ante la OMC (CIOSL/ORIT:1997,7). El reconocimiento de un foro laboral como instancia consultiva que represente al movimiento sindical en el marco del Area de Libre Comercio de Las Américas (ALCA) es otra medida asumida por la CIOSL. Para ello se ha propuesto y solicitado ante las reuniones ministeriales y las cumbres presidenciales la inclusión de los derechos laborales vinculantes en el tratado del ALCA. Aunado a ello se propone la creación de un 166 Grupo de Trabajo Tripartito para que analice y haga seguimiento de los efectos de la integración sobre las condiciones de vida y trabajo de las mayorías (CIOSL/ORIT: 1998,7). La preocupación por las desigualdades regionales y sociales, entre y dentro de los países que conforman un grupo de integración, ha llevado a las organizaciones sindicales a solicitar que los órganos de integración creen fondos compensatorios de carácter regional y sectorial. Esta solicitud parte de la toma de conciencia, en parte por analizar los efectos negativos que las desigualdades regionales estaban creando en la Comunidad Europea, y por observar las soluciones dadas allí con el efecto compensatorio de los fondos de inversión social. En todos los niveles hay mayor conciencia de que las disparidades regionales son un obstáculo a la integración porque crean desbalances sustanciales entre los beneficiados y los perjudicados o ignorados por el proceso, que a la postre afectan el avance del proceso integrador y la identificación de la sociedad con la integración. Otra estrategia propuesta para responder y adaptarse activamente a los cambios económicos y sociales es la vinculación con otras organizaciones de la sociedad civil que se han hecho más ricas y complejas. El sindicato deja de ser el núcleo central del proceso productivo, el cual se fue estructurando a partir de criterios que condujeron a su rigidez estatutaria y a su dependencia de los trabajadores de la economía formal. Flexibiliza los criterios estatutarios estrictos e incorpora las preocupaciones de otras organizaciones que se han activado para mostrar y combatir fenómenos como el «autoritarismo, la xenofobia, la opresión masculina y diversas manifestaciones negativas provenientes de los monopolios-oligopolios y las empresas multinacionales en términos de la irracionalidad en el uso de los recursos naturales, la estimulación del consumo, la utilización de la mano de obra infantil» (CIOSL/ORIT: 1998, 10). Así, la alianza entre la ORIT y otras organizaciones de la sociedad civil rechaza el carácter antidemocrático del ALCA porque está siendo negociado sin consultar a la sociedad civil. Para ello presentan las desigualdades que genera en términos de empleo, precarización de las relaciones laborales, feminización e infantilización de la pobreza, violencia urbana, inseguridad y exclusión social. Además defiende que los principios básicos en la construcción de un proceso de integración son: creación de empleos, democracia participativa, igualdad, desarrollo social y ecológicamente sustentable, justicia social y diversidad étnica y cultural. La CMT representa la segunda organización en el escenario mundial, (30%) mientras que la CLAT cuenta con un 55% de representación en el escenario latinoamericano, siendo la primera en representatividad (CGTD:1998, 37). Han expresado sus planteamientos en una serie de documentos (Durán: 1999; García: 1998; CLAT: 1998a; CLAT:1999) que señalan que la integración social en América latina está siendo enfrentada a través de la armonización de políticas sociales, la suscripción de cartas sociales, la firma de cláusulas sociales y el establecimiento de organismos de consulta constituidos por representantes de los sectores sociales, particularmente los trabajadores. (Durán: 1999, 6) La armonización es vista como «el conjunto de cambios en los ordenamientos jurídicos nacionales con el fin de crear una similitud normativa que facilite el proceso de integración» (Durán:1999,7). La CLAT se preocupa por los efectos negativos de la armonización «hacia abajo», emprendida después de la implantación de las políticas de ajuste que, si bien es cierto que no son producto de la integración, sino de decisiones emanadas del FMI y el BM, afectan las condiciones sociales y laborales que venían adelantándose y estaban siendo aceptadas como presupuestos de la 167 integración. Actualmente se presiona por lograr la flexibilización y desregulación del derecho del trabajo y de la seguridad social; es por ello que se plantea que los trabajadores deben buscar la armonización de los niveles de protección «hacia arriba» para combatir la homogeneización «hacia abajo». La suscripción de cartas sociales surge como respuesta a la presión neoliberal de las políticas flexibilizadoras y desreguladoras de carácter antisindical. Actualmente, todos los procesos de integración latinoamericanos cuentan con una carta social, bien sea como proyecto o como documento sancionado. La CLAT promueve en los trabajadores la necesidad de presión sobre los gobiernos para que los jefes de Estado firmen las cartas sociales y para que, además de las expresiones de buena voluntad expresadas actualmente en las cartas, se pase a la proposición de organismos y mecanismos comunitarios para denunciar y demandar a los gobiernos que violen su contenido. La presión en pro de las cartas sociales plantea, según la CLAT, la necesidad de crear organizaciones supranacionales de organización sectorial para negociar colectivamente, dadas las complejidades de cada rama de actividad y la naturaleza técnica de las negociaciones en cada situación sectorial. Respecto a las cláusulas sociales, la CLAT respalda el acuerdo tomado por la CIOSL, la CMT y la Confederación Europea de Sindicatos en el sentido de que ellas constituyen un elemento clave para «mejorar las condiciones sociales en todos los países y prevenir el proteccionismo comercial, por lo que recomienda la urgente y seria discusión entre los trabajadores y sus organizaciones». De esta manera apoya las siete cláusulas sociales mínimas defendidas por estas organizaciones y presentadas arriba (CLAT:1999,18). De igual forma que la CIOSL/ORIT, la CLAT considera importante estimular la participación de otros sectores organizados de la sociedad civil distintos a representantes de los sectores productivos tradicionales: sindicatos y empresarios, a saber. En este sentido se ha propuesto potenciar y ampliar los vínculos con otros organismos latinoamericanos como la CLAPU, confederación de la PYME y recrear el Movimiento Popular Unitario Latinoamericano (MOPUL) como expresión organizada de la sociedad civil y habilitar el Frente Latinoamericano de Trabajadores para la Integración (CLAT:1998b,4). En el caso de la CAN, apoya la decisión del CCLA de incorporar a otros sectores sociales como las comunidades indígenas, mujeres y ONGs de diversa naturaleza. Es de destacar, además, que la CLAT se manifiesta abiertamente contraria a las propuestas del libre mercado del neoliberalismo. Considera que alternativas como el ALCA no promueven el verdadero desarrollo económico y social, sino que sostienen que «la mejor política social es una buena política económica», con lo que se propician políticas sociales mínimas o restringidas que llevan a la flexibilización de las relaciones laborales asociadas a la competitividad y diversificación que se propicia. Los trabajadores deben responder mediante la organización sindical unida y única que luche por sus reivindicaciones fundamentales, globales y seccionales por ramas, regiones y centros de trabajo. Como pudo observarse, la CIOSL/ORIT y la CLAT/CMT comparten, con diferencias mínimas en lo aparente, el apoyo a los mecanismos de acción para enfrentar los efectos 168 que la globalización actual y la integración abierta están ejerciendo sobre el movimiento sindical organizado, tanto nacional como internacionalmente. En consecuencia, las organizaciones sindicales internacionales empiezan a comportarse como actores principales de la nueva DIT. Hay respaldo a las cartas sociales, cláusulas sociales, flexibilización organizativa para incorporar sectores organizados más amplios de la sociedad civil y para incorporar la defensa de asuntos más allá de los inminentemente laborales, lo que conduce a la búsqueda de la armonización de políticas sociales y, aunque con distintos matices, respaldan y consideran necesaria la creación de órganos supranacionales en los cuales los sectores laborales organizados tengan participación activa. La diferencia sustancial entre ellas se encontraría en las posiciones ideológicas y en el proyecto político que defienden y buscan para la región en general y para los países en particular, pero esto no es motivo de análisis en este trabajo. Ninguna de las dos cree en la transformación radical de la sociedad o en la toma del poder por el proletariado, como sostienen los movimientos marxistaleninistas. Un aspecto a destacar es que es difícil descartar la participación de representantes sindicales nacionales en los debates y deliberaciones sobre las acciones a emprender por las organizaciones internacionales para enfrentar a la integración. Sin embargo, tal como se ilustrará en la parte siguiente, los sindicatos nacionales tienen problemas particulares que atender, como la disminución de la tasa de sindicalización, informalización, pérdida del poder real de presión frente a los gobiernos, y otros problemas sociales asociados, como la pérdida del valor del salario mínimo. LOS SINDICATOS EN LA INTEGRACIÓN COLOMBO-VENEZOLANA Debido al impulso dado a la integración colombo-venezolana a partir de las reformas económicas y la aproximación bilateral que condujo a la Zona de Libre Comercio y a la elaboración de una estructura común de aranceles, la inversión en los dos países se ha multiplicado. Los empresarios colombianos empezaron a invertir en Venezuela y viceversa. Grupos económicos venezolanos han adquirido bancos en Colombia en el marco del programa de privatización. Para 1995 había más de 70 empresas venezolanas operando en Colombia, y 120 compañías colombianas hacían lo propio en Venezuela. Había igualmente más de 30 grupos con alianzas estratégicas para integrar líneas de producción (FITIM:1995, 52). Aunado a esto, el comercio bilateral aumentó y Colombia y Venezuela se convirtieron los dos socios más importantes de la subregión, lo cual se sigue manteniendo hasta el presente a pesar de la notable disminución en el primer semestre de 1999. Del papel de los sindicatos respecto a la integración colombo-venezolana se destaca su limitada participación. Esta parece tener dos causas contrapuestas: Por una parte destaca la posición tradicional asumida por los gobiernos que están dispuestos a seguir siendo el centro del poder, y por la otra, la poca dinámica y contactos entre los sindicatos de ambos países. Esta afirmación se ilustra al revisar las posiciones divergentes que han asumido los gobiernos y sindicatos respecto a las cartas y cláusulas sociales. Así, como se observó en el apartado anterior, los sindicatos las respaldan y defienden. Pero los gobiernos no aceptan la vinculación de temas sociolaborales en las negociaciones comerciales, tal como se evidenció en la Cumbre Mundial de Ministros de Trabajo en Nueva Delhi en 1995 y la posición asumida ante la 169 OMC, por medio de la cual se ha sostenido el argumento de que su inclusión sería darle puerta abierta a presiones proteccionistas de los países desarrollados (Herrera: 1997). Esta posición es coherente con los acuerdos de integración firmados por Colombia, incluyendo el de Libre Comercio con Venezuela, en el que no se incluyen componentes sociolaborales ni se han creado instancias de participación de la sociedad civil. (Herrera: 1997, 33) Según Herrera, la intención es dejar que los trabajadores sean el principal factor de competencia internacional en el actual momento de apertura y flexibilización neoliberal. Consecuentes con estas ideas, las comisiones de vecindad no han incorporado a los trabajadores en su conformación, aunque los presidentes César Gaviria (Colombia) y Ramón J. Velásquez (Venezuela) acordaron crear una comisión laboral bilateral en 1993. Sin embargo, ésta fue sólo una expresión de buena intención de dos presidentes en retirada. Sobre la agenda sociolaboral en la integración entre los dos países, no se ha conversado más. Por su parte, las organizaciones de trabajadores de Colombia y Venezuela han hecho poco por avanzar los contactos, armonizar acciones y presionar la inclusión del tema sociolaboral en la integración binacional, por lo que la integración entre los dos países no ha creado instituciones laborales propias. En este sentido, a pesar de que José Gregorio Ibarra, director del ILA, señala la existencia de relaciones sindicales dentro de la CAN, de los sectores textil, metalúrgico-automotriz 1 y petrolero-químico, igualmente deja entrever que los contactos son esporádicos y no parecen haber avanzado hacia la elaboración de estrategias coordinadas (Lucena:1998). Igualmente es de destacar que el encuentro sindical en la frontera de San Antonio (Venezuela) y Cúcuta (Colombia) de marzo de 1993 ha sido el único en su tipo hasta la actualidad, y aunque allí se discutieron temas preferentemente relacionados con el eje fronterizo (migraciones, seguridad social para los trabajadores migrantes (Lucena: 1998, 143) ha sido limitado el avance fundamentalmente por las diferencias que se han manifestado respecto a estos temas. Según Iturraspe (1999, 160), los sindicalistas venezolanos tienen un doble discurso respecto a la integración. Se declaran integracionistas, pero en su actuación nacional promueven normas discriminatorias de los trabajadores migrantes, especialmente cuando peligra su fuente de trabajo. Es por ello que se justificaría que los sindicalistas no se hayan opuesto a la Ley Orgánica del Trabajo (1990) en cuanto a las restricciones a la contratación de trabajadores migrantes, quienes provienen principalmente de Colombia y otros países de la subregión andina. El Art. 27 elevó a 90% el porcentaje obligatorio de empleados nacionales, y el Art. 404 puso mayores trabas para su actividad sindical, exigiendo más de 10 años de residencia en el país y la autorización del ministerio del ramo para que un trabajador extranjero pudiera ejercer cargos de representación sindical. En lo relacionado con los regímenes laborales en Colombia y Venezuela, bien sea gracias al producto de la acción sindical o por concesiones otorgadas por los gobiernos, también se capta una situación dual en el tratamiento a los trabajadores. Aquí, lo legalformal y la realidad no siempre andan por el mismo camino; la realidad muchas veces se confunde con ilegalidad. 170 REGÍMENES LABORALES EN COLOMBIA Y VENEZUELA Al observar el Cuadro 3 se notan pocas asimetrías en los regímenes laborales de estos dos países, lo que induce a pensar que la armonización de las legislaciones laborales pretendida desde 1973 con el Convenio Simón Rodríguez pareciera bastante factible, ya que tal armonización no constituiría mucho gasto para el empresario o los gobiernos, ni tampoco significaría cambios sustanciales en las legislaciones de estos países. Sin embargo, se destaca que el trabajador venezolano goza de mayores beneficios relativos y, lógicamente, se encuentra más protegido. En contraste, Colombia aún no ha ratificado algunos convenios básicos como el Convenio N.138 de la OIT, que proscribe el trabajo infantil. Actualmente se busca consenso para establecer en 15 años la edad mínima para empezar a trabajar. La OIT ha organizado una campaña internacional para eliminar progresivamente el trabajo infantil, haciendo énfasis en abolir el trabajo forzoso para los niños, así como en labores de servidumbre y de alto riesgo para la salud (CLAT:1999,7; ORIT:1997,13). Además se observan mayores limitaciones a la libertad sindical en Colombia. Estas diferencias en los regímenes laborales, aunque no son sustanciales, se pueden apreciar desde dos ángulos: Por un lado, los trabajadores y sindicatos en Venezuela han avanzado más en el logro de sus reivindicaciones y además han tenido mayor poder frente al Estado. Aunado a ello, el Estado ha venido mostrando mayor preocupación por lo social, lo cual tiene su explicación en el predominio del Estado en la economía. Los sectores productivos más importantes venían dependiendo tradicionalmente del Estado. Pero, por otro lado, en el contexto actual hay presiones para lograr la desregulación y la flexibilización laboral y, desde el punto de vista del empresario, Venezuela es un país con mayores costos de producción, por lo que comparativamente tiene menor atractivo para las inversiones. La situación de competitividad producida con la apertura y el regionalismo abierto ha contribuido a que en la práctica aumente la tendencia a ignorar la legislación laboral (apelando a subterfugios que permite la misma legislación) respecto a la jornada laboral y las contrataciones temporales o abiertas, por ejemplo. Además de lo anterior, los impulsores de la flexibilización laboral han tenido poca resistencia para pasar legislación desreguladora. Estas actuaciones por parte de los empresarios y el Gobierno encuentran espacio y se validan debido a la pérdida de poder que han venido experimentando los sindicatos desde los ochenta. Así, han venido disminuyendo sus tasas de sindicalización y, en consecuencia, su representatividad. En este sentido es importante destacar el ataque al que han estado expuestos por parte de sectores nacionales e internacionales, que han resaltado sus flaquezas con el propósito fundamental de lograr su debilitamiento. Desde los ochenta, a los sindicatos se les acusa de entes burocratizados, con estructuras de representación inflexibles, con líderes corruptos que velan más por sus intereses particulares que por los del colectivo, pero sobre todo, como organizaciones carentes de democracia sindical, desfasadas de las transformaciones que se están produciendo en el momento en los escenarios global y regional (Iturraspe:1999,46; Ensignia: 1998). Como tales, requerían (y requieren) de mayor democratización, transparencia en el manejo de los fondos, y una mayor aproximación a la base sindical, entre otros. Pero 171 para enfrentar tales retos necesitaban adquirir consciencia de la transición que se estaba operando hacia el sistema de economía de mercado, pero sobre todo, debían recordar y actuar como actores principales del estadio actual de la DIT. FUENTE: Elaboración propia a partir de documento de la Federación Internacional de Trabajadores de la Industria Metalúrgica (FITIM), Los Sindicatos en el Proceso de la Integración Andina, 1995 y República de Venezuela (1997), Ley Orgánica del Trabajo. Esta toma de conciencia y actuación, como se evidenció arriba, está operándose en las organizaciones sindicales internacionales, y las organizaciones nacionales ya las empiezan a asumir, como es el caso de la CUT, en Colombia, que ha dejado de representar o reclamar sólo sobre asuntos laborales como primas, dotaciones o condiciones laborales para incluir políticas más generales de la sociedad, como son las políticas antiinflacionaria, el estímulo al desarrollo solidario, gradualización de la apertura y preservación del medio ambiente, entre otras (Grupo Gerente: 1999,94). En Venezuela, la CTV, igualmente ha empezado a modificar lo que se reclama para avanzar hacia peticiones más generales de la sociedad. En este sentido, el nuevo sindicalismo busca incorporar a los sectores informales a su estructura institucional2. Se observa, pues, «la desaparición del Derecho del Trabajo como derecho protector, y del Estado Social de Derecho como instrumento del desarrollo y la justicia social» (Iturraspe:1999,149). Con relación a la tendencia a aprobar legislación desreguladora, cabe mencionar los cambios que se empiezan e experimentar en las legislaciones laborales, ejem., la Ley 50, de 1990, de Colombia, con la cual se busca hacer al país más competitivo y elevar las exportaciones no tradicionales. En Venezuela, la nueva Ley del Trabajo permite la desregulación de la jornada de trabajo, prórrogas de los contratos y la modificación del régimen de prestaciones sociales (Iturraspe:1999,147). A pesar de los beneficios legales que venían otorgando los regímenes laborales a los trabajadores, cuando se analiza la realidad al interior de los países se observa cómo los sindicatos tienen que hacer frente a una diversidad de problemas, muchos de los cuales son el resultado de la aplicación de las políticas de ajuste estructural, la aceptación de las ideas sobre competitividad y el retiro del Estado, desde la función económica que venía desempeñando, hacia la de regulador de tal función. En la práctica, por ejemplo, el Gobierno colombiano ha recomendado igualar la remuneración de los días feriados y horas de trabajo nocturno al mismo nivel de la jornada laboral normal, generalizar el salario integral para todos los niveles salariales, permitir la contratación de jóvenes con un salario menor al salario mínimo y, en general, el recorte de algunos beneficios, pagos extrasalariales y otras indemnizaciones a los trabajadores. Estas recomendaciones, aunque no son legales, han empezado a ser aplicadas por parte de muchos empresarios. Además de estas limitaciones que se manifiestan en la vida cotidiana de los sindicatos, a continuación se mencionará sólo la tasa de sindicalización y la libertad sindical como problemas significativos que están enfrentando los sindicatos en estos dos países. 172 En cuanto a la tasa de sindicalización, Colombia presenta la tasa más baja, con un porcentaje menor al 10% (Grupo Gerente: 1999,93), mientras que en Venezuela se señala que se encuentra alrededor del 20%,3 pero esta cifra se mantiene generalmente oculta (Iturraspe: 1999, 32). El grado de sindicalización ha venido disminuyendo en los noventa, debido, entre otras razones, al alto índice de desempleo, que alcanza alrededor del 16% en Colombia y cerca del 20% en Venezuela, según datos de 1999; al incremento de actividades y empleos informales, al aumento de la modalidad de trabajadores temporales y de trabajadores abiertos que establecen las condiciones de empleo desde el inicio de la relación laboral. Como resultado de esta informalización, ninguno de ellos está interesado en pertenecer a los sindicatos porque no sienten que éstos representen a sus intereses. La baja en las tasas de sindicalización trae consecuencias negativas, tanto en las finanzas como en el poder de representatividad de los intereses de los trabajadores para negociar y discutir las relaciones laborales. Esta situación se transforma en debilidad para los sindicatos, los cuales empiezan a tener dificultades para combatir violaciones a la legislación laboral, entre las que se encuentran la flexibilización de la jornada de trabajo, de los contratos de trabajo y de los convenios colectivos. La respuesta a esta vulnerabilidad es oponer estas acciones con nuevas agendas y cambios en la estructura sindical, incorporando sectores diferentes a los tradicionales, siendo éstos los representantes formales del sector laboral y de la sociedad civil. Tal es el caso del mayor espacio concedido a la mujer trabajadora en la actividad sindical, mayor actividad en la defensa de sus derechos y la organización y búsqueda de sindicalización los trabajadores del sector informal, de organizaciones como las ONGs, que buscan la paz y mejoras en el ambiente, del combate global a los programas de ajuste, la inflación y el desempleo, con los cuales amplían su acción hacia otros sectores de la población. En cuanto a la libertad sindical, se detecta que Colombia se encuentra en peores condiciones que Venezuela aunque, en general, en ambos países, este derecho se encuentra amenazado. En términos generales, es lugar común encontrar represión sindical por parte de los patronos y el Estado en las empresas o sitios de trabajo con la elaboración de «listas negras», con las cuales se acometen despidos injustificados de líderes sindicales que no cuentan con la anuencia de ciertos sectores sindicales, del patrono o del partido. En Colombia, además de las listas negras en las fábricas para violar la libertad sindical, los sindicatos se encuentran en una situación extremadamente difícil generada por la violencia y, según comenta Luis Garzón, presidente de la CUT, en los últimos 10 años se han matado 2.500 sindicalistas y se ha perdido el fuero sindical (Grupo Gerente:1999, 93). Al respecto destaca que el Comité de Derechos Humanos de la CIOSL resaltó la evidente tendencia a atentar contra la libertad sindical y restringir los derechos laborales de los trabajadores de los sectores públicos y privados que, en el caso colombiano, se caracteriza por hostigamiento, persecución y asesinato de dirigentes sindicales. Esta Comisión, contando con la aprobación de 60 países, acordó en junio de 1998 solicitar a la OIT (si se comprueba la incompetencia del Estado colombiano en materia de respeto a las normas sindicales y los derechos laborales) la expulsión de ese país del seno de 173 esa organización. (CIOSL: 1998, 14). La CLAT también ha manifestado y condenado en varias oportunidades los asesinatos de líderes sindicales (CLAT:1998,18). La acción más reciente que evidencia la impunidad como principal problema para la libertad sindical en Colombia fue la acción coordinada de las centrales sindicales colombianas en la 86ª Reunión de la OIT, donde muestran el incumplimiento del gobierno colombiano en la aplicación de los convenios internacionales sobre libertad sindical (CLAT:1999,24). En Venezuela, por su parte, aunque la libertad sindical es garantizada en mayor escala, durante 1999 se ha presentado una situación desconocida hasta ahora, por cuanto el ataque contra ciertos sectores sindicales, principalmente contra la CTV, proviene directamente del gobierno. Se ha llegado, incluso, a manifestar la intención de intervenir o deslegitimar la actual cúpula sindical bajo los argumentos de corrupción sindical. En síntesis, los sindicatos en Colombia y Venezuela se encuentran en un período de crisis y adaptación. Crisis, por los efectos negativos del abandono de los preceptos que sostenían al Derecho del Trabajo como derecho protector, y del Estado como actor principal en la economía. Tales preceptos se están sustituyendo por los de la economía de mercado, y que en términos laborales significan pérdida del poder tradicional de negociación y discusión, desregulación y menos protección. Adaptación, porque los sindicatos han empezado tímidamente a superar la inmovilidad y desorientación de los ochenta, buscando espacios más amplios de acción y de presión. Las organizaciones sindicales internacionales pueden considerarse como responsables de gran parte de esta manifestación de adaptabilidad. También se observa que los sindicatos nacionales utilizan los escenarios internacionales para denunciar los abusos contra principios básicos de los derechos humanos y laborales. CONCLUSIONES En este trabajo se mostró que dentro de las teorías de la integración y la política comparada, hay herramientas para analizar la participación de los sindicatos en escenarios más allá de los nacionales, abriéndose con ello la oportunidad de incorporar la globalización, con sus efectos, a la División Internacional del Trabajo y la integración. En cuanto al contexto analizado, es de resaltar que los cambios que en primer momento afectaron a los sindicatos (y que permitieron catalogarlos como desfasados, o casi como símbolos de una etapa superada en la historia de la humanidad y carentes de respuesta ante las transformaciones globales que se estaban produciendo desde los ochenta), están demostrando su vigencia y su condición de actores principales en la nueva DIT. En consecuencia, están mostrando su gran capacidad de adaptación, y para ello están utilizando los escenarios internacionales y nacionales. Aparentemente, las organizaciones sindicales internacionales tomaron la delantera, y en ese impulso han incorporado a las nacionales. Las cláusulas sociales, las cartas sociales, los vínculos con la sociedad civil y la constitución de acuerdos tripartitos y organismos supranacionales para velar por los derechos sociales, son estrategias de lucha en todos los niveles de la organización sindical. 174 En el caso específico de los sindicatos de Colombia y Venezuela, y su participación en la integración, se observan tres niveles de actuación bien diferenciados: el subregional, el binacional y el nacional. En el subregional, los sindicatos respaldan la Carta Social Andina; en el binacional hay menos participación, debido a los pocos vínculos y contactos, la falta de consciencia sobre la necesidad de integración, que se manifiesta en actitudes duales en las que lo que importa es defender la fuente de trabajo en concreto y en el momento antes que una bien intencionada y probablemente beneficiosa alternativa, y principalmente porque no hay evidencias o casos concretos que ilustren los efectos beneficiosos o perniciosos de la integración sobre los empleos y los derechos laborales, debido a que la integración colombo-venezolana aún está en la etapa en que predomina el sector económico y se han establecido pocos vínculos con otros sectores de la vida social y cultural. En cuanto a la legislación laboral, se observa que, en apariencia, no hay muchas dificultades para armonizar las legislaciones laborales de Colombia y Venezuela, lo cual se constituiría en un paso importante hacia su armonización en el ámbito subregional. Sin embargo, al revisar la situación de los sindicatos nacionalmente, se perciben diferencias significativas entre los países: También hay evidencias de que las organizaciones sindicales están en pleno período de transición, con crisis de lo antiguos esquemas y valores y visos de adaptación y aceptación de las nuevas herramientas de lucha. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Adler, Glenn, (1997), «Global Restructuring and Labour: The Case of South African Trade Union Movement», in Globalization. Critical reflexions, Edited by James Mittelman, Rienner, Colorado. 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(EJE SAN ANTONIO-UREÑA- AGUAS CALIENTES) Ronald José Blanco* INTRODUCCIÓN El presente estudio es una investigación de campo descriptiva-explicativa que consiste en una evaluación del impacto del proceso de integración colombo-venezolano en el parque industrial del eje fronterizo San Antonio-Ureña-Aguas Calientes del estado Táchira, Venezuela. Este estudio es parte de un proyecto mayor que evalúa también este impacto en Cúcuta-Villa del Rosario, del departamento Norte de Santander, Colombia. El trabajo comprende una revisión del sector industrial, posibilidades de exportación, estado de la infraestructura y servicios, inversiones y facilidades crediticias, transferencias tecnológicas, alianzas estratégicas, adquisición de insumos, aparición de nuevos mercados e instalación y cierre de nuevas industrias. La intención, como investigador del Centro de Estudios de Fronteras e Integración «Dr. José Manuel Briceño Monzillo» de la Universidad de los Andes-Táchira, es detectar dónde están las ventajas y desventajas del nuevo enfoque de integración iniciado desde 1992, el cual privilegia la visión neoliberal impuesta a los países latinoamericanos a raíz del colapso del comunismo en el mundo. Se hace inevitable valorar lo positivo del proceso y determinar también las trabas que obstaculizan la integración en esta zona de fronteras, ya que es necesario evaluar para corregir y avanzar. El conocimiento de la información aportada por los gerentes industriales del área de estudio sobre los costos y beneficios que ha reportado a sus empresas la puesta en marcha del Acta de Barahona de diciembre de 1991, que establece el área de libre comercio y la posterior unión aduanera de 1995, es importante para el análisis propuesto. Además, su estudio se justifica por el repunte que a partir de los años noventa han tenido los procesos de integración en Latinoamérica y Venezuela, que en su IX Plan de la Nación (1995) ha establecido la integración económica como una línea maestra a la que se debe apoyar. Los fines de la investigación son los siguientes: Como propósito general, evaluar el impacto del proceso de integración económica colombo-venezolana en el sector industrial a partir de 1992 (Eje fronterizo San Antonio-Ureña-Aguas Calientes) y, como propósitos específicos, determinar los aportes del proceso de integración económica para el desarrollo económico tachirense; evaluar las contribuciones del proceso de integración económica en el desarrollo regional fronterizo; evaluar el impacto de la integración económica en el fortalecimiento o debilitamiento del parque industrial del eje fronterizo San Antonio-Ureña; determinar los obstáculos que frenan la consolidación del proceso de integración económica en la zona fronteriza, y presentar propuestas para neutralizar los obstáculos al proceso de integración colombo-venezolano en el sector fronterizo objeto de estudio. 178 El presente informe recoge los resultados obtenidos después de concluida la aplicación de encuestas (120) a los actores principales del proceso de producción en estas pequeñas y medianas empresas fronterizas. La muestra (con un error estándar de 0,04 y una probabilidad de ocurrencia del 50%) fue seleccionada de una población de 455 establecimientos manufactureros que se encuentran en el eje San Antonio-Ureña-Aguas Calientes, de acuerdo a la O.C.E.I. (1995). Este sector industrial, como lo refiere Arellano (1997), constituye el 34,42% del parque industrial del estado Táchira, especialmente representado por pequeñas y medianas empresas. LA PEQUEÑA Y MEDIANA EMPRESA Y LA INTEGRACIÓN COLOMBOVENEZOLANA Antes de hablar de los resultados obtenidos es necesario conocer qué se entiende por pequeña y mediana empresa en Venezuela. La Comisión Tripartita que preparó la Reforma Parcial de la Ley Orgánica del Trabajo (1997), clasificó a las pequeñas y medianas empresas de la siguiente manera: Se consideran microindustrias y pequeñas industrias aquellas que ocupan de cinco a veinte trabajadores, con un capital social de hasta 10 millones de bolívares y facturación entre 50 millones y 100 millones de bolívares. Se considera mediana industria aquella que ocupa de veinte a setenta y cinco trabajadores y factura entre 100 millones y 500 millones de bolívares anuales. Las pequeñas y medianas empresas son las más débiles en un ambiente altamente competitivo originado en un mercado ampliado. Esta debilidad se incrementa con una industria nacional poco articulada y una crisis económica que reduce la demanda y dificulta el financiamiento estatal. (Rosales, 1996). En el caso de las empresas en estudio, la debilidad es mayor por estar ubicadas en las zonas de fronteras del país, zonas marginadas de los centros de poder político y económico y, además, por presentar graves problemas de inseguridad. Es bien conocido que los procesos de apertura impactan a las políticas industriales y plantean continuas revisiones a los modelos gerenciales de la pequeña y mediana empresa (PYME). Para algunos, éstas pueden aprovechar la flexibilidad de su estructura y obtener los beneficios que brinda este proceso, como por ejemplo, suplir, en lugar de productos terminados, piezas de calidad a precios competitivos en el mercado globalizado. Sin embargo, existen consecuencias negativas para la PYME, producto de los ajustes económicos y la apertura de mercados. Venezuela y, en general, América Latina, no se han abierto voluntariamente al comercio internacional, sino que han sido impulsadas por la globalización (una estrategia de los países desarrollados para controlar mercados), sin tener tiempo ni recursos necesarios para preparar a sus empresas para la competencia. La apertura neoliberal ha originado la discusión del rol del Estado en la economía. La PYME no escapa a esta discusión, hay quienes piensan que deben contar con la ayuda 179 del Estado y otros que defienden a las fuerzas del mercado para que éstas decidan el futuro de las empresas. Sin embargo, al analizar algunos procesos de éxito de desarrollo industrial, como los de Japón, Corea del Sur y España (al ingreso a la Unión Europea), que se han basado en la competencia internacional, se observa que hay una disminución inicial de las empresas más débiles, pero que después, con una política de ayuda estatal, esta tendencia se comienza a revertir. En América Latina, la reestructuración industrial ha sido impuesta por la apertura. Los casos más destacados han sido México y Chile y allí la apertura comercial generó una crisis del sector manufacturero y constituyó una evidencia de que la apertura económica que presiona a la modernización industrial, produce de inmediato un proceso de desindustrialización (Rosales,1997). Esta situación se agrava cuando el Estado no puede apoyar a la pequeña y mediana industria por deudas y déficit. En Venezuela, en ausencia de una política industrial eficaz y motivado por las prioridades sociales (deuda externa, déficit fiscal, inflación y altas tasas de interés) hay muy poco margen de maniobra para la PYME en un ambiente globalizado. Por ello es necesario desarrollar estrategias competitivas, articuladas con acuerdos en el sector privado, en las que se dé la ayuda de empresas grandes a las pequeñas a través de la reducción de impuestos de las primeras y el desarrollo del mercado de capitales. ANÁLISIS DE LOS DATOS Seguidamente presentaré el análisis de los datos de la investigación de campo. Se observa que, a pesar de que el 53,3% de los empresarios es venezolano, hay una proporción importante (44,1%) de empresarios colombianos. Ello sin considerar los que niegan su nacionalidad, sencillamente para tener doble identificación. El efecto de las migraciones en busca de mejores condiciones de vida ha permitido este «efecto frontera», que es el movimiento de capital, mano de obra y otros recursos al borde del límite internacional que posee mayor demanda, como producto de economías cerradas y proteccionistas. Con relación al nivel de instrucción de los empresarios, hay un 57,5% que tiene estudios de educación secundaria y sólo el 20% ha terminado estudios universitarios. Estos últimos son más abiertos a los cambios que exige el proceso de apertura. Un 19,2% tiene educación primaria y el 3,3% son técnicos universitarios y personas con estudios universitarios no culminados. Los sectores de la producción que predominan son calzado, ropa, muebles, metalmecánica, cueros y pieles, alimentos, cerámica, tabacos y otros sectores similares los que se desarrollan en Cúcuta y sus alrededores, verificándose nuevamente la influencia colombiana de manera determinante en el sector productivo de este eje fronterizo.El 98,3% de las empresas encuestadas pertenece a la pequeña y mediana empresa y el 1,7% entra en la clasificación de gran empresa.El 48,3% de las empresas se instaló durante el proceso en estudio y el 51,7% antes del proceso de integración iniciado desde el 1 de enero de 1992. De este último, un 42,4 % entre finales de los años 180 setenta y ochenta y un 9,3% entre los años sesenta y setenta. Se observan más empresas instaladas en los noventa que en las tres décadas anteriores. Influyen en estos resultados factores como la crisis económica, el desempleo y personas que buscan tener sus propias fuentes de trabajo. El 97,5% de las empresas trabaja turno normal y el 1,5% trabaja doble y triple turno. La demanda no exige más de un turno en la mayor parte de las empresas.En relación a la producción de la capacidad instalada, el 81,7% expresó no producir toda su capacidad instalada; de éstos, el 63,4% produce entre 41 al 80% de su capacidad, y el 15,9% entre el 1 y el 40%. Es allí donde está el potencial de los nuevos mercados, siempre y cuando se pueda competir con precio y calidad, ya que la demanda interna se ha visto afectada por la crisis económica. En cuanto a la calificación de la mano de obra, el 49,2% tiene sólo personal obrero, mientras que en obreros e ingenieros, el 18,3%; obreros, técnicos e ingenieros, el 11,7%; obreros-técnicos medios, el 12,5%; 5,8% en obreros-técnicos superiores y 2,5% en técnicos medios y técnicos superiores. Se observa que la presencia de técnicos e ingenieros es bien reducida, siendo ésta necesaria (junto a los obreros especializados) para asumir los retos de la apertura. Respecto al origen de la mano de obra predomina la combinación venezolanacolombiana en un 85%, el 10% son empresas que tienen únicamente mano de obra colombiana y el 5% son empresas que sólo tienen mano de obra venezolana. Se observa el predominio de la mano de obra colombiana por su capacitación en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), su disposición al trabajo, la gran demanda de empleos en Cúcuta y la condición de indocumentados, que permite un trato inferior en cuanto a salarios y seguridad social en comparaciónconeltrabajadorvenezolano. El 75,8% de las empresas tiene entre 0 y 50% de venezolanos, mientras que las que tienen entre 60 y 100% de venezolanos son el 24,2% de las empresas. Las empresas tienen preferencia por la mano de obra colombiana. En cuanto a los aspectos financieros y de comer cialización, el 69,2% de las empresas no ha recibido créditos para la producción. Las nuevas empresas son las más afectadas. El 30,8% ha recibido créditos en algún momento desde que se instalaron. De éste, el 26,8% ha recibido créditos de la banca comercial; el 0,8%, de instituciones del Estado; un 0,8% de la banca comercial e instituciones del Estado; y el 2,5% de otra empresa. La ayuda oficial es inexistente. No hay presencia de oficinas de entes estatales de financiamiento en el eje fronterizo, a excepción del Banco de Fomento Regional de Los Andes (BANFOANDES). Con relación a otros incentivos para la producción, un 95% no ha recibido incentivos y sólo el 5% ha recibido esta atención. La información y los incentivos para la exportación han beneficiado al 26,7%, y el 73,3% no ha recibido información ni incentivos. Siendo la exportación una de las bondades que brinda el proceso de integración, es muy poco lo que se hace para promoverla. El 10% de las empresas encuestadas exporta su producción; el 90% no exporta. De los que exportan, un 5,8% lo hace exclusivamente a Colombia; un 1,7% a otras partes (El Caribe y Centroamérica) y el 2,5% a Colombia y a otras partes, siendo muy pocas las 181 empresas que exportan a Colombia, a pesar de la cercanía. De igual manera, de los que exportan, un 3,3% lo hacía antes de 1992 y el 6,7% después de 1992. Entre los costos y beneficios que genera el proceso, el 43,3% expresa que no se ha generado ningún cambio; el 22,8% manifiesta que favorece la adquisición de insumos; el 4,7%, que no tiene beneficio; un 2,4 %, que depende del cambio de la moneda; un 6,3%, que es favorable; el 0,8 %, que hay asesoramiento; un 4,7%, que la apertura perjudica; el 1,6%, que hay mano de obra barata; un 4,7%, que favorece el intercambio; el 0,8%, maquinaria; un 5,5% no respondió; 0,8%, contrabando; y el 1,6% no es competitivo. En síntesis, se observa que la apertura y la globalización no han dejado beneficio a la región fronteriza, y lo positivo es que que favorece la adquisición de insumos, coincidiendo estos resultados con la aproximación exploratoria con el ciudadano común, que casi en su totalidad plantea que la situación de marginalidad ha empeorado por el deterioro de las vías de comunicación, la contaminación ambiental, la congestión del tránsito y el poco beneficio que al habitante fronterizo deja el dinero recaudado en las aduanas. En lo relativo a las trabas al comercio internacional, se expresa que el 13,7% de las empresas enfrenta la competencia colombiana en los mismos sectores de producción; un 10,5%, que existen muchos requisitos para exportar; el 8,9 % plantea las ineficiencias de la aduana; un 2,4%, los excesivos gastos; un 1,4 % expresa no recibir apoyo del Gobierno; 0.8%, las patentes; 0,8 %, el bajo poder adquisitivo de la población; 1,7%, la falta de capital; 0,8%, poca articulación entre las empresas; 0,8%, la dificultad para traer insumos, y un 0,8%, la falta de información, destacando un 46% que expresa que no hay trabas, y un 11,3% que no respondió, dejando ver el desinterés por el comercio internacional o su incapacidad por competir o, sencillamente, no consideran esa opción para su empresa. En cuanto a la inseguridad, el 87,5% considera que la inseguridad fronteriza aleja a las inversiones y el 12,5% expresa que no las afecta; además, destacan como acciones para mejorar la inseguridad, en un 25,9% que se incremente el número de efectivos policiales; el 14,6% que se deben crear fuentes de empleo; el 8,2% insiste en mejorar la eficiencia policial; 7,6% manifiesta necesidad de autoridad; 6,3% incrementar la vigilancia militar; 5,7% desarrollar acciones conjuntas; 5,1% aumentar la vigilancia en las empresas; 5,1% depurar los cuerpos policiales; 5,1% no tuvo respuesta y 4,4% exige mayor colaboración autoridad-comunidad. El problema más destacado en cuanto a la infraestructura para mejorar la actividad productiva (con 50,3%) es el pésimo estado de los servicios públicos, haciendo énfasis en el agua y el servicio eléctrico; el 34% manifiesta necesidad de capital para mejorar la planta física, adquisición de maquinaria y nueva tecnología; un 10,6% expresa que no le hace falta nada; un 4,7% respondió que nuevos mercados, pago de las ventas, seguridad, reactivar la economía y precios bajos de materias primas. Esta situación afecta seriamente la competitividad de las empresas y debe tener urgente atención. El 92,5% no ha realizado alianzas estratégicas con empresas colombianas, y el 7,5%, sí; de estas últimas, el 5,9% ha realizado alianzas de comercialización; el 0,8%, intercambio de insumos y el 0,8%, intercambios con la casa matriz. 182 En cuanto a transferencias tecnológicas, un 85% no ha recibido. El 15% restante expresa que el tipo de alianza realizada es la siguiente: 9%, de personal especializado; 5,7% en cuanto a sistemas de producción y 1,6%, de asesoría técnica. De las empresas que exportan, sólo 3,3% exporta nuevos productos, observándose lo precario de la demanda internacional por los productos de estas empresas. El 59,2% manifiesta que el proceso de integración ha facilitado traer insumos, mientras que el 40,8% expresa lo contrario. El 51,7% de los empresarios piensa que a raíz del nuevo enfoque del proceso de integración se han cerrado pequeñas y medianas empresas; el 22,5%, que todo se mantiene igual; el 21,7%, que se han instalado nuevas empresas; y el 0,8%, que se han instalado, pero también cerrado, empresas. El 67,5% manifiesta no haber recibido información del sector oficial para mejorar la cultura exportadora; sólo el 32,5% manifiesta que sí ha recibido información. El Estado, como promotor de la actividad exportadora, es muy poco lo que está haciendo. Las empresas del eje fronterizo consideran el proceso de integración con Colombia: bueno, el 52,5%; regular, el 37,5%; y malo, el 10%. A pesar de las dificultades y la poca atención del Gobierno, la mayoría de los empresarios ve como bueno el proceso de integración. Ante la pregunta ¿por qué consideran el proceso bueno, regular o malo?, el 31,5% no respondió; el 16,1% expresa que permite abrir relaciones internacionales; un 12,1% expresa que no hay beneficios; 12,1%, que le afecta la competencia; 7,3%, que existe mucha permisología en la aduana; 7,3%, que permite traer materia prima; 4%, que permite exportar; 4% opina que sólo los grandes se favorecen; 1,6% manifiesta facilidad para contratar mano de obra y un 4,5% expresa no estar interesado, que permite intercambio de tecnología, que no ha recibido asesoría, que necesita inversión para la producción, y que la ubicación fronteriza debe ser explotada. Finalmente, los encuestados manifiestan, entre los aspectos que se deben mejorar, un 47% no respondió, 16,7%, la permisología en las aduanas; 7,6%, la atención a todos por igual; 4,5%, los créditos; 3%, mejorar la calidad de los productos; 3%, reducir el contrabando; 3%, bajar aranceles; 3%, mejorar asesoramiento; 2,3%, atacar a la corrupción de efectivos de la Aduana y la Guardia Nacional; 9,8% expresa que se debe respaldar a los trabajadores extranjeros, eliminar la competencia, dar garantías a la exportación, realizar alianzas entre grandes y pequeños, mejorar la asistencia oficial, las vías de comunicación y la seguridad fronteriza. CONCLUSIONES De acuerdo al informe presentado al Presidente de La República, Hugo Chávez, por la Cámara de Comercio e Industria del estado Táchira el 14 de febrero de 1999, en la actualidad, el PIB del estado Táchira se distribuye por sectores de la siguiente forma aproximada: un 60% del sector terciario, un 30% de aportes del sector secundario y un 10% del sector primario, sin que la integración por generación espontánea haya permitido la industrialización, muy por el contrario, se ha generado el cierre de industrias. De esta manera compartimos la opinión de Dieter, al señalar: «Las experiencias de otros 183 proyectos de integración sugieren más bien que las políticas económicas nacionales coherentes constituyen premisas necesarias para una integración regional eficiente; de ninguna manera cabe esperar que la integración regional derive en sí misma en desarrollo económico». (Dieter, 1996,146). Por ello se hace necesaria la función de un Estado promotor del desarrollo para activar en las zonas marginadas de los polos de desarrollo nacionales, como las fronteras, los factores determinantes de la competitividad, para impulsar el desarrollo económico, enunciados por Porter (1990) : «las condiciones de los factores, las condiciones de la demanda, las industrias relacionadas y de apoyo, y la estrategia, la estructura y rivalidad de la empresa para impulsar el desarrollo económico». El nuevo proceso de apertura impuesto por los países desarrollados tomó a este sector fronterizo en las mismas condiciones de marginalidad de siempre, sólo que el efecto frontera generado por el proteccionismo anterior dio vida al actual desarrollo industrial que sobrevive sin la atención del Estado.No se han atendido los problemas de agua, servicios, comunicaciones, inseguridad, infraestructura, escaso financiamiento público, la escasa capacitación de la mano de obra y de formación del personal gerencial, junto a la falta de cultura exportadora. Si bien es cierto que se ha debilitado el parque industrial, incide en esta situación la crisis económica y la apertura.Entre los obstáculos que no permiten consolidar el proceso de integración en la zona fronteriza destacan la grave crisis económica representada en inflación, altas tasas de interés, déficit fiscal y deuda externa, entre otros, que ahorcan al sector productivo, que necesita ser competitivo, la ineficiencia del Estado como promotor del desarrollo y, por el contrario, la gran corrupción de sus instituciones. Ejemplo, las aduanas, la Guardia Nacional y sus instituciones financieras se convierten en el obstáculo mayor al proceso de integración. En otras palabras, el proceso de apertura impuesto (no voluntario), se asumió en un momento de profunda crisis económica, y en lugar de impulsar las exportaciones, se ha convertido en un proceso desindustrializador. PROPUESTAS * Reformar el Estado y hacerlo más fuerte y eficiente al servicio del desarrollo; el Estado que tenemos no es capaz de apoyar a la pequeña y mediana empresa, que es la más debilitada en los procesos de apertura. * Tomar medidas serias para resolver el problema de la pesada carga que significa la deuda externa, que consume casi la mitad del presupuesto nacional. Por el contrario, mantenemos comprometida la capacidad de negociación internacional y la inversión productiva tan necesaria para la pequeña y mediana empresa. 184 * Apoyar las iniciativas, tales como las zonas de integración fronteriza, que permitan la consolidación de los desarrollos compartidos para mejorar los factores determinantes de la competitividad. * Desarrollar estrategias competitivas de la PYME con acuerdos en el sector privado. (empresas grandes ayudan a las pequeñas, desarrollo del mercado de capitales y otras formas de financiamiento). * Es necesario incrementar los procesos de descentralización y el fortalecimiento del poder local para acercar a los empresarios la toma de decisiones y la solución de problemas. * Se debe apoyar, influir e impulsar el proceso de paz en Colombia, ya que se convierte en un avance significativo para la paz en nuestras fronteras con el vecino país. * Además, aumentar la presencia militar y policial en las fronteras, mejorándoles el equipamiento y estableciendo una nueva relación armónica cívico-militar; se debe legislar y asignar recursos especiales para el desarrollo de la infraestructura fronteriza, haciendo realidad lo que plantea el proyecto de Ley Orgánica de Fronteras en su Título III (Del desarrollo fronterizo). * Contrarrestar el desvío de recursos asignados a la frontera, penalizando su utilización en otras regiones del país. Finalmente, como medidas a corto plazo, se hace necesario: * Establecer en la región instituciones crediticias públicas. * Redimensionar el INCE en convenios reales con el SENA. * Acercar las universidades regionales a este sector productivo mediante cursos de formación gerencial para los empresarios, entre otros. BIBLIOGRAFÍA ARELLANO, Freddy. (1997) Manual del inversionista en el Táchira. San Cristóbal. BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO y otros. (1997) Programa de desarrollo integral fronterizo colombo-venezolano. (Area Táchira -Norte de Santander). Caracas. ENRIGHT, Michael y otros. (1994). Venezuela: el reto de la competitividad. Ediciones IESA. Caracas. GARCIA; Néstor (1996). Culturas en globalización. América Latina-Europa-Estados Unidos: libre comercio e integración. Editorial Nueva Sociedad. Caracas. 185 DIETER, Heribert (1996). "La integración del Pacífico, los bloques regionales y la organización mundial del comercio". Nueva Sociedad. Nº 146. Caracas. NoviembreDiciembre. ROSALES, Ramón. (1996). Estrategias gerenciales para la pequeña y mediana empresa. Ediciones IESA. Caracas. TORREALBA, Ricardo (1993) Integración y Fronteras. Mercados de trabajo y migración en la frontera de Táchira y Norte de Santander. En selección de ponencias del Tercer Congreso Internacional sobre fronteras en Iberoamérica. Imprenta CREAD. San Cristóbal. UGARTECHE, Oscar. (1997) El falso dilema. América Latina en la economía global. Editorial Nueva Sociedad. Caracas. 186 III PARTE LA FRONTERA REGIONAL MEXICANO-ESTADOUNIDENSE Y LA INTEGRACIÓN LA FRONTERA MÉXICO-ESTADOS UNIDOS: LABORATORIO DE LA INTEGRACIÓN REGIONAL HEMISFÉRICA Juan Manuel Sandoval Palacios INTRODUCCIÓN La historia de la frontera México-Estados Unidos es la historia de la última frontera (The Last Frontier) de la Unión Americana en su expansión hacia el Oeste, de acuerdo con la visión turneriana (Billington, 1966 y Ridge and Billington, 1969). También es la historia del choque o colisión de fronteras que se dio, según la visión boltoniana, cuando los españoles que venían moviéndose desde el sur al norte, y los angloamericanos del este hacia el oeste, se unieron en conflicto a principios del siglo XIX (Bannon, 1974). Asimismo es la historia de la «transformación de la frontera (frontier) en el límite fronterizo (border)» (Katz, 1981: 7-21, y, 1998: 11-56). Y es que, como bien apunta Nweihed (1992: 28), “la existencia de frontera conduce al límite, y el trazado de límites presupone la frontera”. Pero esencialmente es la historia del despojo de más de la mitad del territorio mexicano por una guerra injusta impuesta por Estados Unidos a México, y que llevó al establecimiento de la demarcación limítrofe jurídica actual entre ambas naciones (Chávezmontes, 1990). La historia de la frontera México-Estados Unidos es, pues, la historia del despojo, de los conflictos y del desarrollo desigual y combinado de dos países pertenecientes a dos mundos diferentes llamados eufemísticamente hasta hace poco, Primer y Tercer mundos. Es la historia de una región heterogénea, tanto horizontal como verticalmente, donde el Norte se encuentra con el Sur (Herzog,1990), pero también donde el Norte se separa del Sur por más de 3.000 kilómetros. Es lahistoria de una región donde se dan cita los ricos y los pobres (Ruiz,1998). Y es también la historia de la integración y 187 subordinación del subdesarrollo al desarrollo. Es aquí donde se desarrolla una dinámica que muestra toda la gama de problemas específicos de esa relación de subordinación. Es, pues, la historia de una frontera común en donde se hacen sentir más agudamente muchos de los desafíos que enfrentan dos naciones cuyas relaciones han sido con frecuencia volátiles y caracterizadas por el prejuicio, el imperialismo y la violencia, y sólo recientemente por la cooperación y la «dependencia mutua» (Barry, Browne and Sims, 1994 a y b). Es la historia de una zona que desde 1950 ha llegado a ser la frontera más poblada y dinámica del mundo, ya que actualmente, decenas de millones de personas habitan a ambos lados de este corredor de creciente confrontación económica, cultural y física. Es la historia de la industria maquiladora de exportación, la cual se ha constituido, sobre todo a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en un modelo de industrialización, no sólo de otras regiones del interior de México, sino de otros países de América Latina y El Caribe.Es también la historia de la migración internacional, principalmente de la indocumentada, donde se deciden los comportamientos de los flujos de la migración no sólo mexicana y latinoamericana, sino de otras partes del mundo (i.e. China). Es asimismo la historia del narcotráfico, que hoy en día representa miles de millones de dólares de ganancias para los cárteles estadounidenses y mexicanos (que han desplazado a los colombianos), y cuyos miembros se mueven libremente a uno y otro lado de la línea fronteriza, dejando una estela de muerte, violencia y corrupción.Es la historia del desastre ecológico por la contaminación de las maquiladoras y los basureros de desechos tóxicos que afectan a la población mexicana en ambos lados de la demarcación fronteriza, generando lo que se ha denominado racismo ambiental. En esta perspectiva, podríamos decir que la frontera México-Estados Unidos ha llegado a ser actualmente un laboratorio de la integración-desintegración regional (por el caudal de problemas y desigualdades que ha generado la primera), cuya dinámica se empieza a extender a otras partes de México y del continente.Es, en este sentido, una zona de «encuentro» sociocultural y económico entre norteamericanos y latinoamericanos, es la “frontera interamericana», de acuerdo con el antropólogo estadounidense fronterizo Earle. La frontera México-Estados Unidos es, por lo tanto, (y esta es la hipótesis del trabajo que guía a este ensayo) un lugar fértil para entender lo que es la integración hemisférica, siendo frontera entre dos culturas y dos naciones claves en este proceso. Es un laboratorio y un microcosmos para entender el futuro de todos los americanos del continente, en donde podemos ver los cambios y desafíos económicos, sociales, culturales, políticos, militares y ambientales que sucederán mañana en el resto del mundo como parte de la globalización. 188 Para tratar de responder, al menos en parte, a algunas de las cuestiones implícitas en nuestra hipótesis de trabajo, se desarrollarán a continuación tres aspectos que muestran, en mayor o menor grado, la expresión de fenómenos y procesos que, surgidos o desarrollados en dicha región, se expanden rápidamente hoy en día a otras regiones del continente como modelos o facilitadores de la integración bajo la hegemonía estadounidense. Estos aspectos son: A) La creación, en 1994, del Área de Libre Comercio de América del Norte, conformada por México, Estados Unidos y Canadá, mediante un Tratado de Libre Comercio, cuestión que fue retomada y desarrollada a partir de las propuestas impulsadas por algunos funcionarios y empresarios estadounidenses a mediados de la década de los 1980 en el sentido de establecer una franja de libre comercio a lo largo de la frontera México-Estados Unidos. B) Los esfuerzos encaminados a dar fin a los conflictos históricos entre México y Estados Unidos, cediendo para ello derechos sobre soberanía territorial y marítima por parte de nuestro país, para acabar de establecer los límites entre ambos países, y reescribiendo la historia para «acabar con las percepciones erróneas» que tenía un país del otro, contribuyendo con ello a facilitar la integración económica, y C) Finalmente, la militarización de la frontera por parte de Estados Unidos, bajo el pretexto de detener la migración indocumentada, el narcotráfico y el terrorismo, pero escondiendo detrás de ello el interés por mantener un control sobre una región de gran importancia en términos geoeconómicos y geopolíticos para el desarrollo de la nueva Gran Estrategia de ese país respecto de la integración hemisférica bajo su hegemonía. Por cuestiones de espacio, sólo se analizarán los dos primeros aspectos en este trabajo. Del tercero se han presentado avances en otro lugar (Sandoval, 1997). INTEGRACIÓN ECONÓMICA DE LA FRONTERA MÉXICO-ESTADOS UNIDOS A principios de la década de los 1980, la economía mexicana mostraba señales de un profundo deterioro por la caída del precio del petróleo y la crisis de deuda externa que afectó a todo el mundo. En 1982 se devaluó tres veces el peso mexicano por la fuga masiva de capitales. Por otro lado, la economía estadounidense se hundía en el receso y el desempleo, el cual alcanzó los niveles más bajos desde la década de los 1930. Debido a la contracción del mercado de divisas, el receso de la economía mexicana y las devaluaciones del peso, las importaciones de productos estadounidenses disminuyeron en más de la mitad durante los tres primeros años de esa década, afectando grandemente la economía fronteriza y el empleo de miles de personas en la frontera entre ambas naciones. El mercado negro de dólares en la frontera (y en otras ciudades del país), y el incremento sin precedentes de la inmigración de trabajadores mexicanos indocumentados a Estados Unidos, fueron las muestras más palpables de dicha crisis, y 189 que se pudieron ver claramente en la zona fronteriza. Y es que esta zona ha sido siempre un reflejo de las intensas y complejas relaciones entre ambos países. De acuerdo con Corona (1983), «Compuesta por regiones geoeconómicas diferentes, permeables a los contactos y flujos de personas, bienes, capitales, ideas y presiones políticas, la frontera, con sus costos diferenciales, permite a los inversionistas estadounidenses aprovechar el menor precio relativo de la mano de obra mexicana para la terminación de manufacturas de empresas transnacionales.» En el pasado reciente, la ausencia de una oferta nacional de bienes intermedios y de productos terminados y la nula integración interindustrial de los estados fronterizos, así como la sobrevaluación del peso mexicano, favorecida por el régimen de zona libre, permitió un gigantesco comercio de importación de bienes de consumo que restaba, al mismo tiempo, las posibilidades de una industrialización regional integrada a la economía nacional. La crisis mexicana puso de relieve en forma espectacular un aspecto de la fuerte interdependencia asimétrica de las ciudades gemelas fronterizas que antes se soslayaba. Esto es la dependencia de los establecimientos comerciales norteamericanos con respecto a la clientela mexicana que, al suspenderse las operaciones cambiarias con los inabordables nuevo tipos de cambio, no pudo adquirir ya los dólares necesarios para hacer sus compras cotidianas de bienes duraderos y semiduraderos en las tiendas del lado norteamericano. En esta perspectiva, este autor planteaba en 1983 que si entonces nos encontrábamos con dos economías vecinas de desarrollo desigual que habían sufrido considerablemente como resultado de las crisis de ambos países, cabía preguntarse si este desorden podría presentarse en dos economías transfronterizas menos dependientes del comercio al menudeo, más vinculadas entre sí por flujos de insumoproducto interindustrial y más integradas a las economías de sus respectivos países. Esta última era la pregunta clave, no sólo para los académicos, sino para los funcionarios del régimen del Presidente Miguel de La Madrid. Se planteaba entonces que era necesario instrumentar políticas de industrialización y comercialización regional basadas en la complementación de los eslabones intersectoriales de bienes intermedios (insumos) y productos terminados entre los estados fronterizos y con respecto al resto de la economía. Los eslabones intersectoriales e interregionales de insumo producto debían reforzarse con enlaces interurbanos de Este a Oeste y de Norte a Sur. Desde el punto de vista regional -continuaba Corona- la integración interindustrial de los estados fronterizos se justificaba debido a que la contribución de esas entidades a la economía nacional era relativamente pequeña, considerando el tamaño de su territorio, su potencial de desarrollo y su escasa población. Por ejemplo, los estados norteños con más de 44% de la superficie de territorio nacional sólo contaban en 1980 con el 16.1% de la población, y apenas alcanzaron ese año el 20.2% del producto interno bruto en su conjunto. 190 Con excepción de Chihuahua, el resto de los estados fronterizos alcanzaron un producto interno bruto per cápita superior al promedio nacional. La participación de la región dentro de la actividad económica nacional, en el año de 1980 se caracterizó por una intervención en la composición del producto interno bruto de 22.9% en el sector agropecuario, 21.2% en el de la distribución, 21.2% en el sector electricidad, 20.1 % en la industria manufacturera, 18.3% en la minería y 17.8% en la construcción. La densidad de población de estos estados era inferior al promedio nacional en términos de habitantes por kilómetro cuadrado, con la excepción de Nuevo León, que era ligeramente superior, y de las 50 principales localidades urbanas de la República, 16 correspondían a estos estados. Los problemas que afrontaban las economías de los estados norteños eran, entre otros, un marcado desequilibrio entre la oferta y la demanda de bienes y servicios generados en la región, una deficiente integración económica de la zona, la dispersión geográfica de los principales centros urbanos y la falta de comunicación interestatal y con el resto de la República. Esta situación había limitado las posibilidades de desarrollo de buen número de actividades que requerían de un mercado ampliado, así como de aquellas que contaban con posibilidades de exportación; a lo anterior se agregaba el problema del flujo de personas que llegaban a la frontera con el objeto de trabajar en el vecino país. En consecuencia, se estimaba urgente poner en marcha una política de integración industrial e interregional que contribuyera a resolver los problemas enunciados. Esta política debía contemplar los mercados estadounidenses para el aprovisionamiento de insumos y para la exportación de productos nacionales. La formulación de esta política debía tener los siguientes propósitos y metas, según Corona: General. Con prioridad nacional, disminuir la dependencia de la economía de los estados fronterizos con respecto a los Estados Unidos. Incrementar la contribución de las economías de las regiones de la frontera a la economía y al desarrollo nacional. General. Contribuir a la descentralización industrial y demográfica de la zona connurbada del centro del país, favoreciendo el desarrollo de ciudades medianas, así como la disminución del subempleo, la creación de empleos y la distribución regional del ingreso. Particular. Formular un modelo de política de integración interregional, intersectorial e internacional de las industrias de los estados del norte con las del centro y sur de México. Sin embargo, lo que debería haber sido un proceso de integración regional de la frontera norte a México desembocó en una integración mayor a la economía global y, en particular, a la estadounidense. Y es que, de acuerdo con Arroyo (1995: 39-43), a la par de la globalización de la economía, el nuevo modelo de desarrollo al que se ha dado en llamar «neoliberalismo» 191 privilegia la conformación de regiones por encima de la supuesta homogeneidad de las economías nacionales, lo que ha venido a asignar una importancia fundamental a las trayectorias históricas de las regiones. Así, la apertura de la economía nacional ha producido una serie de repercusiones de orden territorial y organizacional, configurando un nuevo mapa económico de nuestro país, en el cual la posición de las regiones se ha ido modificando, y con ello, las posibilidades de éxito de sus economías en los mercados internacionales. En esta perspectiva encontramos hoy que la zona geográfica de México más integrada a la economía global, la frontera norte, es también la región más desconectada de la economía nacional (Schmidt, 1998). Veamos cómo sucedió esto. Desde principios de la década de los 1980, cuando se inicia con de La Madrid el viraje del modelo económico con una política de apertura económica (modernización y reconversión industrial, privatización de empresas paraestatales, etc.), la región fronteriza no sólo recibió grandes impulsos a su desarrollo industrial, sino a los sectores financiero y de servicios, así como a su infraestructura carretera y de comunicaciones, a la liberalización comercial y a la ampliación de la zona de perímetro libre (de 28 a 77 kilómetros desde la línea de demarcación territorial) (Dávila, 1991). Ya para la segunda mitad de la década de los 1980, el desarrollo de los estados fronterizos del norte de México era tal, que algunos autores planteaban que la importancia de la franja fronteriza norte de México en las relaciones bilaterales con Estados Unidos aumentaba a la par de la creciente fuerza económica de la región. En lo que respecta a México, apuntaba Fernández (1989): «El impacto que tendrá la región fronteriza sobre el grueso de la economía nacional obligará a un cambio en su postura en las relaciones entre los dos países, y se pueden contemplar varios escenarios: un ‘tercer país’, un mercado común norteamericano y un pacto de las zonas fronterizas.» Otros autores o políticos y empresarios planteaban la necesidad de la creación de una zona libre para la producción a ambos lados de la frontera y, aún otros, una zona «tapón». Por ejemplo, en abril de 1986, la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos celebró unas audiencias en Mc Callen y El Paso, Texas, a pedido del Comité de Finanzas del Senado, con la finalidad de crear un nuevo espíritu de cooperación entre México y la Unión Americana, que permitiera solucionar los problemas fronterizos que enfrentan ambos países. Durante la audiencia celebrada el 7 de abril en Mc Callen, Abelardo Valdés, nacido en Texas, exembajador, jefe de Protocolo de la Casa Blanca y asesor de la Agencia Interamericana para el Desarrollo (AID), (y que posteriormente, a principios de los 1990, fue contratado por el Gobierno de Salinas De Gortari como uno de los lobbystas para convencer a los sindicatos y otras instancias de las bondades que traería el Tratado de Libre Comercio de América del Norte-TLCAN- para ambos países), dijo que la mejor forma de promover el desarrollo fronterizo era mediante la cooperación mutua. Para ello propuso la creación de una zona de libre comercio y de coproducción en la franja 192 fronteriza entre ambos países. La propuesta de Valdés, elaborada desde 1981, pretendía establecer una zona de 320 kilómetros (200 millas) a cada lado de la frontera y a lo largo de todo el límite entre los dos países, donde se eliminarían las trabas arancelarias y se ampliarían los incentivos fiscales y tarifas para empresas mexicanas y estadounidenses. Es decir, en esa franja, un artículo final que resultara del proceso de coproducción por una empresa conjunta, podría ser vendido en cualquier lugar de Estados Unidos y México sin impuestos adicionales. Para ser elegible y quedar exenta de impuestos, una empresa conjunta mexicano-estadounidense tenía que tener, por lo menos, un 35% de su propiedad estadounidense, si estuviera localizada en el lado mexicano, y una proporción similar de propiedad mexicana, si estuviera ubicada en el lado estadounidense. Valdés apuntó que la Cámara de Comercio de Estados Unidos y numerosos legisladores habían apoyado su propuesta, incluyendo al congresista William (Bill) Richardson (el cual también fue uno de los más importantes promotores de la negociación del TLCAN durante el primer Gobierno de Clinton, y actualmente embajador de éste ante la ONU), quien además había sugerido la creación de un Banco de Desarrollo conjunto mexicanoestadounidense y una comisión internacional para tratar el tema de la inmigración indocumentada. «La legislación Richardson y mi propuesta abordan ese tema (los indocumentados) desde el punto de vista del crecimiento, porque en el subdesarrollo económico yacen las raíces del problema de la inmigración», apuntó Valdés. Y agregó que «mi propuesta no es una panacea para todo el problema de la inmigración, o para todos los problemas comunes que México y Estados Unidos experimentan en sus fronteras». Sin embargo, «estoy convencido de que es indispensable para una eventual solución. Estados Unidos y México pueden ayudarse mutuamente en el proceso de desarrollo económico, y esto pueden hacerlo socios verdaderos y confiables, sin paternalismo estatal o resentimientos de ambos lados», añadió Valdés. (El Día, 8 de junio de 1986). En este mismo sentido, Gary Jacobs, empresario de Laredo, Texas, planteaba dos años antes, en 1984, que «es tiempo de que México y los Estados Unidos unan sus fuerzas y comiencen a producir más artículos de alta calidad y bajo costo». Para ello proponía la creación de una «zona fronteriza de productividad», en suelo estadounidense, en el que las compañías podrían sacar provecho para los mercados interno y de exportación utilizando principalmente mano de obra y energéticos mexicanos. Así, las maquiladoras no tendrían que ir a ningún país peligroso, evitarían problemas con los obreros, como los del ramo automotriz, y al mismo tiempo se enfrentaría la competencia de Taiwan y Corea» (Excelsior, 28 de mayo de 1984). Pero la creación de esta zona de libre comercio y coproducción, o zona fronteriza de productividad, o pacto de zonas fronterizas, por su carácter geoestratégico implicaba la necesidad de un mayor control político y militar sobre ella. En esta perspectiva, en marzo de 1986, el teniente general retirado del ejército estadounidense, Gordon Summer, expresidente de la Junta Interamericana de Defensa y asesor especial del Departamento de Estado en cuestiones de seguridad nacional en el gobierno de Reagan, presentó un proyecto durante una mesa redonda sobre México efectuada en San Diego, California, bajo los auspicios del International Security Council. En este proyecto se proponía la creación de una franja autónoma militarizada de ciento sesenta a trescientos kilómetros 193 (100 a 200 millas) sobre territorio mexicano y a todo lo largo de la frontera con Estados Unidos para enfrentar los problemas de la migración indocumentada y el narcotráfico, así como para realizar maniobras conjuntas. En esta franja se establecería, asimismo, un sistema de libre mercado «con limitada interferencia de los gobiernos de México y los Estados Unidos.» (Cásares, 1987, El Día, 18 de julio de 1986). En esta perspectiva, el Departamento de Defensa estadounidense también manifestó su interés por el establecimiento en dicha región fronteriza de un programa de producción industrial para la defensa de ese país. De acuerdo con el Southwest Border Infrastructure Initiative Report, elaborado por la Border Trade Alliance en febrero de 1992, el «Departamento de Defensa ha expresado continuamente su preocupación sobre la falta de una capacidad de producción industrial suficiente para apoyar un esfuerzo de producción en tiempos de guerra. El Defense Reserve Industrial Base Program o DRIB (realizado por el Technology Transfer Infrastucture Committee) está concebido para apoyar al Departamento de Defensa en establecer y activar rápidamente una capacidad creciente para producir los bienes y materiales necesarios para la defensa nacional. La localización primaria para el DRIB está propuesta para estar dentro de los centros de producción ya existentes a lo largo de la frontera México-Estados Unidos.» (López, 1992) El desarrollo económico de la frontera norte de México se convertía así en la piedra de toque para el desarrollo económico y militar de los Estados Unidos. De hecho, se puede observar claramente cómo en la década de los 1980, mientras que los estados del centro y del sur de México disminuyeron su crecimiento económico, las entidades del norte, y en particular las fronterizas, tuvieron un despegue industrial importante. La zona de nueva industria (Aguascalientes, Baja California Norte, Coahuila, Tamaulipas, Chihuahua, Guanajuato y San Luis Potosí), cuya presencia en 1980 era muy baja, en 1988 aumentó su aportación al Producto Interno Bruto (PIB) nacional en términos cuantitativos debido a su condición socioeconómica y su localización geográfica. Las entidades de mayor crecimiento fueron, Chihuahua (8.03 %), Coahuila (9.06%), Tamaulipas (7.7%), Baja California Norte (3.6%) y Aguascalientes (3.11%). De igual forma, hasta 1988, las entidades que realizaban el más alto esfuerzo exportador eran las ubicadas en la zona fronteriza con Estados Unidos. Los estados de Nuevo León, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas generaron en los primeros años de la década pasada el 43.80% de las exportaciones nacionales (El Financiero, 15 de marzo de 1993). Actualmente, estos estados fronterizos albergan a grandes intereses económicos de Estados Unidos (y en menor medida, de Japón y de otros países asiáticos y europeos) bajo la forma de maquiladoras (algunas de las cuales producen partes componentes importantes para la industria militar y aeroespacial de la Unión Americana) modernas plantas automotrices (Chihuahua, Coahuila y Sonora) usinas metalúrgicas y minas (Sonora, Coahuila y Nuevo León). Ahí se localizan grandes recursos minerales (incluyendo uranio, en Chihuahua). Por esta frontera entran a Estados Unidos grandes cantidades de petróleo y gas para alimentar, en gran medida, la reserva estratégica 194 estadounidense, así como otros productos manufacturados, agropecuarios y también una buena cantidad de mano de obra barata necesaria para ciertos sectores de la manufactura, la agricultura y los servicios. Y es que la política de desarrollo económico e industrial de los estados del norte, impulsada desde principios de los 1980, respondía en gran medida a las necesidades del desarrollo de la economía estadounidense, las cuales se centraban principalmente en sus propios estados fronterizos del suroeste. Estos estados fronterizos del lado estadounidense se localizan en buena parte de la región conocida como Cinturón del Sol (Sun Belt), la cual se ha convertido en la región industrial más importante de la Unión Americana, principalmente en el estado de California. Ahí se localizan las industrias electrónica y aeroespacial, grandes yacimientos petrolíferos y de otros minerales estratégicos (California, Arizona y Texas). Uno de los principales laboratorios nucleares de esa nación se encuentra cerca de esta frontera en el conjunto de montañas Sandía y Manzana, en Nuevo México. Varias ciudades fronterizas, así como las costas del Pacífico y del Atlántico, muy cerca de México, son el hogar de más actividades de inteligencia y de instalaciones militares que cualquier otra región de Estados Unidos. En esta perspectiva, la creación de un Area de Libre Comercio de América del Norte entre Estados Unidos, México y Canadá, formalizada mediante el TLCAN, ha tenido como uno de sus ejes fundamentales de desarrollo esta estratégica región (el Sun Belt estadounidense y la región fronteriza norteña de México), donde se concentran los mayores centros productores industriales del área mencionada, y de donde se abastece de muchos productos a toda la Unión Americana, a México y a muchos países de la Cuenca del Pacífico. Aquí se desarrolló, antes que en ningún otro lado, un área de libre comercio, la cual se ha extendido en muchos de sus aspectos, principalmente al territorio mexicano. Uno de los ejemplos más claros de ello es la industria maquiladora, la cual, habiendo nacido a mediados de los 1960 en la frontera norte, se ha expandido rápidamente en los últimos años a todo el territorio nacional. Aunque la instalación de maquiladoras en otros puntos del país se autorizó desde octubre de 1972, en los años del TLCAN, el número de establecimientos ubicados en municipios no fronterizos pasó de representar el 27.4% en 1993, a 35.6% del total en mayo de 1997. Es decir, en estos años, la tasa de crecimiento de nuevas plantas en municipios no fronterizos fue el doble que la registrada desde 1978. Mientras en 1978, de total de la industria maquiladora, el 91.9% de las plantas, el 90.8% del personal ocupado y el 88.1% del valor agregado se localizaban en los estados fronterizos (Baja California Norte, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas), que constituyen el territorio privilegiado por los capitales foráneos para su implantación; para mayo de 1997, los porcentajes eran respectivamente: 64.4%, 67.7% y 68.0% (Peñaloza, 1997). Y efectivamente, apunta Peñaloza, en ello han influido las reglas pactadas en el TLCAN. Y el gobierno mexicano ha modificado el estatuto de esta industria, que básicamente era para la exportación, para adecuarla a dichas reglas, mediante las cuales, las ventas de una maquiladora al mercado doméstico a partir de 1994 podrán irse ampliando hasta llegar a cubrir el 100% de su producción. En el Diario Oficial de la Federación del viernes 24 de diciembre de 1993 se publicó el decreto que modifica al diverso para el fomento y 195 operación de la industria maquiladora de exportación (IME). El artículo 19 reformado establece, en congruencia con el calendario de reducción establecido en el TLCAN, que las maquiladoras podrán destinar parte de su producción al mercado nacional, conforme al valor total de sus exportaciones anuales del año anterior, en los siguientes términos: I. En 1994, hasta 55%, II. En 1995, hasta 60%, III. En 1996, hasta 65% IV. En 1997, hasta 70%, V. En 1998, hasta 75%, VI. En 1999, hasta 80%, VII. En 2000, hasta 85%. En 2001, las ventas de las maquiladoras al mercado doméstico no estarán sujetas a ningún límite, por lo que podrán destinar la totalidad de su producción al mercado nacional. Ello no quiere decir que dejarán de existir las exportaciones, ya que, inclusive, algunas maquiladoras producen partes para la industria aeroespacial y militar estadounidense.La industria maquiladora se ha convertido en el modelo de industrialización, no sólo para México, sino para muchos países de América Latina y El Caribe. REESCRIBIENDO LA HISTORIA DE LAS RELACIONES MÉXICO-ESTADOS UNIDOS A principios de la década de los 1990, ya era evidente que el proceso de una mayor integración económica de México a Estados Unidos se desarrollaba de manera acelerada. Las relaciones entre los gobernantes de ambos países, George Bush y Carlos Salinas De Gortari, eran calificadas entre las mejores que había habido en la historia de las relaciones entre ambas naciones, historia ésta permeada de conflictos desde antes de la guerra en la que México perdió más de la mitad de su territorio a manos de la Unión Americana. Pero las crecientes relaciones económicas no debían estar empañadas por la memoria de tales conflictos. Y para facilitar el proceso de integración regional había que buscar acabar con algunos de los aspectos conflictivos de esa historia. En primer lugar, y porque la integración así lo requería, era necesario que los reclamos sobre algunas regiones o sobre su delimitación, quedaran saldados definitivamente. Todavía en 1992, el canciller mexicano Fernando Solana planteaba la necesidad de que el gobierno mexicano reclamara como suyas las islas e islotes que formaban el llamado Archipiélago del Norte, y que Estados Unidos ocupaba desde el fin de la guerra con México. Este archipiélago, situado frente a las costas de California, entre San Diego y Los Angeles, no había sido incluido en la cesión establecida por el Tratado de Guadalupe- Hidalgo firmado por ambos países en febrero de 1848. A lo largo de la historia, entre muchos mexicanos existía la idea de que el gobierno mexicano tenía el deber de reclamar la devolución del archipiélago en cuestión, lo cual 196 quedó de manifiesto cuando el canciller Solana hizo pública su opinión. Sin embargo, hay que recordar que el gobierno de Salinas De Gortari llevaba una doble política exterior (por un lado, la formal, con Solana a la cabeza, y por el otro, la informal, pero que era la efectiva, en manos de Joseph María Córdoba), quien desde la Oficina de la Presidencia manejaba los hilos de las relaciones con Estados Unidos para avanzar las negociaciones del TLCAN, y que en muchas ocasiones contradijo o echó para atrás medidas tomadas desde la Cancillería. Así que, para no enturbiar las negociaciones con un reclamo añejo que sólo metería ruido en esos momentos, el régimen salinista buscó desembarazarse del caso del archipiélago como si fuera un trasto viejo. Casi en esos términos se expresa el Dr. Jorge A. Vargas, experto en derecho internacional, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Diego (California), quien en un texto publicado en 1993 plantea en la introducción: «El lector deberá reconocer que, a juicio de quien esto escribe, el asunto del llamado Archipiélago del Norte está encuadrado en el ámbito de la historia, y no en el del derecho internacional. Lo relativo a estas islas californianas (situadas frente a las costas del estado de California, en los Estados Unidos de América), constituye una cuestión que pertenece al pasado: el tema se relaciona con los trágicos acontecimientos que hace casi siglo y medio culminaron con la injusta guerra entre México y los Estados Unidos. Por ello, este tema se vincula con el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848. Tratado -como bien se sabe- que sirvió para cercenar a México más de la mitad de su territorio. Así pues, desde un punto de vista práctico, este tristemente célebre tratado, igual que aquellas islas, se encuentran situados dentro de los eternos dominios de la musa Clío. Por otra parte, este asunto podría haber quedado dentro del campo del derecho internacional si, en primer término, el gobierno de México hubiera tenido razones válidas con base en el derecho de gentes para reclamar la reivindicación de las mencionadas islas y, en segundo lugar, si hubiera ejercitado ese derecho ante los Estados Unidos o ante un tribunal internacional competente. Un examen de la historia de las relaciones diplomáticas entre México y los Estados Unidos demuestra que, hasta hoy, nuestro país no ha formulado reclamación alguna en torno del citado archipiélago. La razón es obvia: no existen fundamentos legales válidos, de conformidad con el derecho internacional, que permitan a México intentar la reivindicación de las islas del archipiélago del Norte». (p.7) Vargas, quien llevó a cabo esta investigación en el Centro de Estudios de Estados Unidos y México de la Universidad de California, San Diego, dirigido entonces por el Dr. Wayne Cornelius (cercano a Carlos y Raúl Salinas de Gortari, quien realiza análisis de carácter estratégico sobre las relaciones entre México y Estados Unidos para las dependencias de seguridad estadounidenses), basa su planteamiento en un informe oficial que le fue facilitado por la Secretaría de Relaciones Exteriores.Este fue elaborado por una comisión designada por el Ejecutivo de la Unión el 9 de diciembre de 1944, y dio 197 a conocer su dictamen al Presidente Miguel Alemán Valdés tres años después de estudios de carácter geográfico, histórico, jurídico y diplomático. El dictamen afirma que « (...) México carece de derechos sobre el Archipiélago del Norte y, por lo tanto, si el caso fuera sometido a un tribunal internacional, el fallo de éste tendría que ser desfavorable a nuestro país.» Por cierto, dice Vargas, «cabría apuntar que el Informe y Dictamen de la Comisión Ávila Camacho (a pesar de que fue rendido hace ya casi medio siglo) permanece hoy en día sin ser conocido por el pueblo mexicano. Es decir, jamás ha sido dado a la luz pública.» , por lo que dice Vargas: «A juicio de quien esto escribe, ha llegado el momento de dar a la estampa este valioso Informe y Dictamen. Según sugirió la propia Comisión Ávila Camacho en 1947, es menester que el Gobierno de México proceda a informar con franqueza al pueblo de nuestro país sobre la condición legal que guarda el Archipiélago del Norte, no sólo desde el punto de vista geográfico e histórico (que continúan siendo poco conocidos), sino principalmente desde el punto de vista del derecho internacional, cuyo análisis demanda de nuestros estudiosos una actitud responsable y serena. No cabe duda que el citado Informe y Dictamen constituye el estudio más completo, autorizado y objetivo que hasta hoy se haya preparado sobre este interesante, aunque empolvado, capítulo de la historia de nuestro país» (p.8). Y más adelante plantea: «Tal vez, los que abogan por que México proceda a formular una reclamación internacional en relación con estas islas, son aquellos que, movidos por la emoción o la ignorancia, piensan que una actitud nacionalista habría de beneficiar a nuestro país.» (p.9). Lo cierto es que dicho documento, no sólo no fue conocido por el pueblo mexicano durante todos esos años (a pesar de las recomendaciones del Informe de que era menester que el gobierno procediera a dar a conocer al pueblo la situación del archipiélago), sino que tampoco los propios encargados de las relaciones diplomáticas lo conocían, como demuestra la declaración del canciller Solana aceptando, sin conceder, que México no tuviera derechos sobre el archipiélago mencionado de acuerdo al derecho internacional, aunque para otros autores, como Julio Chávezmontes (1999), los derechos de México, no solamente sobre estas islas, sino sobre todo el territorio que le fue arrebatado, no prescriben de acuerdo al derecho internacional. Resulta claro que, de manera fortuita o no, al darse a conocer esta situación sobre el Archipiélago del Norte se buscaba dar por terminado algo que ponía en duda la cuestión de la soberanía territorial y, sobre todo, que había que acabar con una cuestión de conflicto histórico. Por otro lado, el problema de los límites marinos, que también había sido un elemento de conflicto entre ambos países, pronto quedó zanjado al establecerse recientemente la demarcación limítrofe en el Golfo de México, donde los enormes yacimientos de hidrocarburos existentes en la denominada Dona del Golfo (y que se encuentran en su mayor parte en la plataforma marítima mexicana), podrían ser explotados por los 198 Estados Unidos en un futuro cercano porque es el único de los dos países que tiene la tecnología para llevarlo a cabo. En un afán por acabar con algunos otros aspectos críticos en las relaciones MéxicoEstados Unidos, a principios de los 1990 se impulsaron una serie de diálogos binacionales patrocinados por instituciones académicas y dependencias oficiales de ambos países, con el apoyo financiero de fundaciones estadounidenses. Entre estos diálogos destaca el cuarto denominado «Reescribiendo la Historia. Percepciones de México y los Estados Unidos» (una conferencia internacional para maestros, periodistas, investigadores y público en general), auspiciado por The University of California Consortium on Mexico and the United States (UC MEXUS) y el Programa para las Comunidades Mexicanas en el Extranjero de la Secretaría de Relaciones Exteriores, con la ayuda de The John D. And Catherine T. MacArthur Foundation, los días 8 y 9 de febrero de 1992 en las instalaciones de El Colegio de la Frontera Norte, San Antonio del Mar, Baja California. En el programa-convocatoria de esta «Cuarta Conferencia del Programa Asuntos Críticos de UC MEXUS» se mencionaba que: «La historia entrelazada de México y los Estados Unidos ha estado sujeta a interpretaciones diversas y frecuentemente contradictorias en libros de texto, libros de historia, periódicos, novelas, obras de teatro y películas. A veces, los hechos que se presentan en los textos son incorrectos, a veces se omiten ciertos incidentes, y a veces, la literatura y el cine, más que la enseñanza escolar, influyen en las percepciones difundidas de la historia y la cultura. Reescribiendo la Historia es una conferencia dirigida especialmente a los maestros de ambos lados de la frontera de México y Estados Unidos. Los maestros de los Estados Unidos, en particular, deben enfrentar los malentendidos que ocurren cada día en los salones de clase, que cada vez son más bilingües y biculturales. Al mismo tiempo, los maestros de los dos países pueden estimular el interés creciente en las relaciones entre México y los Estados Unidos y aclarar las percepciones erróneas. Es un gran honor para UC MEXUS y el Programa para las Comunidades Mexicanas en el extranjero convocar a un grupo prestigioso e internacional de intelectuales, que incluye investigadores, un novelista, un dramaturgo y un cineasta, para debatir las interpretaciones que dan los diversos medios a la historia y las relaciones de México y los Estados Unidos». Por supuesto que mejores relaciones entre las naciones dependen de un mayor entendimiento entre sus pueblos y que reescribir la historia, corrigiendo las percepciones erróneas, ayuda mucho a ello. Sin embargo, reescribir la historia en los libros gratuitos de historia del cuarto al sexto año de enseñanza primaria en nuestro país en 1992, coordinados por los historiadores Enrique Florescano y Héctor Aguilar Camín, a instancias de Salinas De Gortari, no fue precisamente para corregir percepciones erróneas, sino para presentar una visión acotada de nuestra historia con un matiz de historia «oficial», donde las relaciones entre México y Estados Unidos se presentaban de 199 manera menos «conflictiva», lo que provocó gran malestar y debate entre diversos sectores de la formación social mexicana, incluyendo al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y los coordinadores de dichos textos. Por ejemplo, en un artículo publicado en La Jornada el 14 de septiembre de 1992, intitulado «Las Razones del SNTE», la secretaria general del mismo, Elba Esther Gordillo, da respuesta a Héctor Aguilar Camín, quien un día antes analizaba la postura de la dirigencia magisterial con respecto a los nuevos libros de historia, en el que hablaba de la «reacción... menos rápida, más hábil y cautelosa... (de los dirigentes del SNTE) que esperaron la crecida de la ola antes de montarse en ella, desautorizar los textos y reclamar un sitio en la discusión de contenidos». Gordillo respondía: «Bien que los coordinadores de los nuevos libros de texto asuman su defensa; no podíamos esperar menos de ellos. Pero ojalá que lo hagan desde una perspectiva académica y sin soslayar lo que hoy está en la mesa, lo que verdaderamente importa, más allá de las cuestiones que han enrarecido la discusión, es el debate historiográfico, pedagógico e ideológico. El debate que reclama un conocimiento esencial para los mexicanos, el de su historia. Discutamos construyendo.» Por su parte, Florescano planteaba en un artículo publicado en el mismo diario, e intitulado «El historiador, la crítica y los libros de texto (primera de dos partes)» : «Un análisis desapasionado del contenido de esos libros muestra que en lugar de divulgar una «interpretación oficial», analizan el pasado con los enfoques y los métodos que han renovado nuestro conocimiento de la historia. No hay en ellos mitología de los héroes ni explicación del desarrollo histórico a través de hombres providenciales o fuerzas mecánicas, sino explicación de los procesos colectivos e individuales, actualización de la historia antigua, revalorización de la época colonial y del porfiriato, y consideración de la historia contemporánea a partir de los nuevos conocimientos producidos por la investigación reciente. Antes que una «historia oficial», es ésta una historia crítica fundada en los conocimientos generados por la investigación histórica. Desde luego, el enfoque crítico de la historia puede caer también en interpretaciones erróneas, pero su carácter de exposición fundamentada en hechos verificables, la somete a las reglas de la prueba y el error propios del conocimiento científico, bajo la condición de realizar este ejercicio mediante la crítica razonada.» Estos libros tuvieron que ser retirados de circulación, aunque no fueron destruidos, ya que el gobierno salinista los envió a Estados Unidos para los programas de educación que llevaba a cabo el Instituto Nacional de Educación para Adultos -INEA- entre la población migrante. El gobierno tuvo que abrir a concurso los libros de texto de historia en enero de 1993 y, en marzo, los autores seleccionados recibieron su premio en efectivo, pero la edición de los textos nunca se llevó a cabo por tratarse de visiones críticas de la historia, en particular el de cuarto grado, que incluía a los chicanos como parte de nuestra historia, el cual fue después publicado por una editorial comercial, y que todavía se usa como 200 libro de texto en algunas escuelas privadas (Sánchez et al, 1994). Un literato vinculado a la Secretaría de Educación Pública, Felipe Garrido, fue el encargado de elaborar el libro de texto de historia único para los tres últimos grados de enseñanza primaria, el cual estuvo vigente durante los tres años siguientes, cuando aparecieron respectivos libros para los tres grados, coordinados por el propio Garrido. Lo cierto es que estos casos se inscriben en los esfuerzos del gobierno mexicano por acabar con los conflictos históricos entre ambos países con el fin de establecer un ambiente más favorable para llevar a cabo las negociaciones del TLCAN sin que apareciese ningún obstáculo, por más pequeño que fuera. En esta perspectiva, el régimen salinista impulsó una nueva política exterior que se alejaba de la confrontación con Estados Unidos en foros como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en donde México llegó a votar muchas veces en contra de iniciativas estadounidenses, y que derivó en una política de negociación, de no conflicto con el Coloso del Norte a través del establecimiento de una política de bajo perfil hacia Centroamérica y el Caribe (lo que significó una nula protesta del gobierno mexicano a la invasión estadounidense de Panamá); de apoyo a decisiones contrarias a nuestra tradición de no injerencia y respeto a la soberanía de las naciones (como en el caso de la guerra contra Irak, cuando el gobierno de Salinas de Gortari ofreció 100 mil barriles diarios más de petróleo a Estados Unidos aún antes de que el gobierno de ese país se lo solicitase como prevención de una disminución en el abasto de hidrocarburos de esa región del mundo por el conflicto bélico; retractándose de medidas soberanas, como en el caso de la suspensión, por parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de las actividades de la Agencia Antinarcóticos Estadounidense (DEA) como respuesta al fallo de la Suprema Corte de ese país para negarse a extraditar a Humberto Alvarez Machaín, secuestrado en territorio mexicano en 1989 por órdenes de la DEA. Veinticuatro horas después, la misma Cancillería revocaba dicha suspensión, por decisión de la Oficina de la Presidencia, para no afectar las negociaciones del TLCAN. Esta actitud del gobierno mexicano empezó a convertirse en una política de Estado hacia Centroamérica y el Caribe, atrayéndose a los países de esta zona a sus posiciones geopolíticas por medio de vínculos comerciales (por ejemplo, la creación del Grupo de Los Tres, mediante un acuerdo comercial entre México, Venezuela y Colombia, aprovechando los vínculos establecidos entre estas naciones a partir de su participación en el Grupo de Contadora) y de lucha conjunta contra el narcotráfico, de inversiones y capacitación, de grandes obras de infraestructura, etc.Pero, lo más importante, buscando impulsar su experiencia de acabar con los conflictos históricos para facilitar la integración económica. El gobierno mexicano buscó un mayor acercamiento con Guatemala, tratando de limar las asperezas de las relaciones históricas, lo que ha llevado a ambos gobiernos a hacer a un lado tales cuestiones para impulsar proyectos conjuntos de desarrollo binacional, así como para participar, conjuntamente con Belice, El Salvador, Honduras y la misma Guatemala, en el megaproyecto turístico denominado Mundo Maya, que ha llevado a la mercantilización del patrimonio histórico y cultural legado por los antiguos mayas a los pueblos de los países mencionados. Mundo Maya se ha convertido así en el mundo del espectáculo cultural para las élites europeas y norteamericanas, tal como es Mundo Disney en 201 Orlando, Florida y Los Angeles, California, para las élites y clases medias latinoamericanas. Se buscó exportar esta política de acabar con los conflictos históricos por medio de instancias académicas, como la Asociación Iberoamericana de Estudios sobre Fronteras, para lo cual, el director de Frontera Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, embajador Jorge Wibo, participó activamente en varios de los congresos organizados por dicha asociación. Lo cual fue evidente para el autor de este ensayo después de mi participación como ponente durante el cuarto congreso realizado en Guayaquil, Ecuador, cuando el embajador Wibo solicitó, y le fue concedido, participar con una ponencia (sin estar programado) inmediatamente después de mi exposición, para dar respuesta a los planteamientos críticos contenidos en la misma. La exposición del embajador Wibo hizo clara referencia a la necesidad de acabar con los conflictos históricos de las naciones como condición para la integración regional. La solución de controversias sobre límites fronterizos entre Perú y Ecuador; entre Chile y Perú, entre Colombia y Nicaragua, y entre otros países, para avanzar en los procesos de integración regional, dan cuenta de que acabar con los conflictos históricos sobre delimitación territorial, es de fundamental importancia. En esa medida, dicha solución de conflictos responde a las necesidades e intereses de Estados Unidos para hacer avanzar su proyecto hegemónico de la creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA.) y al gobierno mexicano le correspondía predicar con el ejemplo. Una vez lograda la integración con Estados Unidos y Canadá en 1994 y un mayor acercamiento con sus vecinos del sur, el gobierno mexicano ha modificado su política con respecto a sus propias fronteras (las cuales han entrado dentro de los intereses estratégicos estadounidenses). A partir de entonces, las direcciones de Frontera Norte y de Frontera Sur desaparecieron del organigrama de la Secretaría de Relaciones Exteriores para dar paso a oficinas encargadas de América del Norte y Europa y de América Latina, el Caribe y la Cuenca del Pacífico, respectivamente. A MANERA DE CONCLUSIONES Como se ha intentado mostrar, la mayor inserción geoeconómica de México a Estados Unidos, acelerada desde principios de la década de los 1980, se ha basado fundamentalmente en la región norte del país, la cual ha recibido importantes impulsos para su desarrollo industrial y financiero, su infraestructura carretera y de comunicaciones, su liberalización comercial, el incremento de los servicios y otros aspectos inherentes a tal proceso. Esta integración fronteriza es parte de un proceso regional mayor en la cual el llamado Sun Belt, conformado principalmente por estados del suroeste y sur de los Estados Unidos, ha llegado a ser la principal región industrializada de ese país, lo cual la convierte, junto con la región fronteriza norte de México, en un área geoestratégica de primera importancia para el proyecto estadounidense de integración económica regional, 202 comenzando por sus dos vecinos inmediatos, Canadá y México (Sandoval, 1996), y para su comercio con la Cuenca del Pacífico. En esta perspectiva, para Estados Unidos, el Tratado de Libre Comercio con el que se ha formalizado la integración del Área Norteamericana de Libre Comercio, junto con Canadá y México, más que un pacto comercial significa una cuestión de seguridad nacional. De hecho, las motivaciones para impulsar al TLCAN fueron definidas originalmente por la Casa Blanca como primordialmente geopolíticas, en un intento por asegurar recursos importantes en el norte y un vecino estable en el sur (Hinojosa, 1991 y Sandoval, 1993). Por otro lado, en este tratado se advierte la intención de ampliar su proteccionismo tradicional a nivel regional con el pretexto de proteger su seguridad nacional (SaxeFernández, 1992). De hecho, la Comisión de la Comunidad Europea, en su informe anual de 1993, condenó enérgicamente las barreras comerciales que impone el gobierno de Estados Unidos y denunció la unilateralidad de la legislación comercial de ese país. Para la CE, según este informe, el gobierno de Clinton «recurre frecuentemente a la noción de Seguridad Nacional para defender sus intereses comerciales». Por lo que recomendaba a Washington «abstenerse de toda acción unilateral comercial, respetar los procedimientos para solucionar las diferencias a nivel multilateral y cooperar con la CE y con otras partes para reforzar esos procedimientos» (La Jornada, 16 de abril de 1993). Para Estados Unidos, el área constituida conjuntamente con Canadá y México es sólo el primer paso hacia la conformación de una zona de libre comercio más amplia que incluiría diversas regiones, desde Alaska hasta la Patagonia. El Tratado de Libre Comercio signado por los gobiernos de los tres países, no es sólo un modelo para otros acuerdos de libre comercio, sino para la integración hemisférica, ya que, por un lado, una cláusula de acceso establecida en este documento haría posible que otras naciones pudiesen integrarse al Area Norteamericana ya mencionada; pero, por otro lado, los mecanismos de negociación de este tratado fueron de tal éxito que hoy son utilizados para otros tratados bilaterales entre países del continente, y lo serán para las negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), la cual fue propuesta por Clinton en la llamada Cumbre de las Américas en diciembre de 1994 en Miami, Florida, donde fue aceptada por todos los jefes de estado del continente, excepto Cuba. ALCA deberá estar conformada para el año 2005 y muchos procedimientos van muy avanzados ya. Así, con la creación del Area Norteamericana de Libre Comercio, conformada por Canadá, Estados Unidos y México, la región fronteriza entre estos dos últimos países está considerada una de las regiones más importantes dentro de la estrategia estadounidense para establecer su hegemonía hemisférica y mundial (Sandoval, 1996). En esta perspectiva, la estrategia impulsada por Estados Unidos para hacer frente a los otros dos bloques geoeconómicos en formación, encabezados por Alemania y Japón, en la lucha por los mercados mundiales, requiere en una primera instancia de la integración económica regional de Estados Unidos con sus vecinos del norte y del sur para aprovechar sus ventajas comparativas en beneficio propio (recursos naturales principalmente petróleo- , y mano de obra barata, entre otras). 203 Y para ello se hace necesario tener el control, no sólo económico, sino político y militar de la región fronteriza entre esa nación y la mexicana, el cual es fundamental para el desarrollo de dicha estrategia. Así, con el proceso de integración económica, esta región entró de lleno dentro de los intereses estratégicos y de seguridad nacional de Estados Unidos. Por otro lado, y para facilitar el proceso de integración regional, los tecnócratas mexicanos en el poder han buscado acabar de una vez por todas con algunos aspectos históricos de conflicto entre México y Estados Unidos, incluso «reescribiendo la historia» (como en el caso de los libros de texto gratuitos); planteando que no existen derechos de México sobre territorio nacional ocupado por la Unión Americana, como el llamado Archipiélago del Norte; estableciendo una política exterior de «bajo perfil»; aportando políticas contrarias a nuestra tradición de respeto a la soberanía y autodeterminación de otras naciones; retractándose de medidas soberanas para no afectar dichas relaciones (como sucedió en su momento durante las negociaciones del TLC, en el caso de la expulsión de los agentes de la DEA); y otras cuestiones más, hasta llegar a la entrega a Estados Unidos de la soberanía sobre nuestros recursos petrolíferos (como ocurrió después de la crisis de diciembre de 1994, cuando Clinton otorgó ayuda económica al gobierno de Ernesto Zedillo, quien tuvo que comprometer el petróleo a cambio); además de supeditar a las Fuerzas Armadas Mexicanas a los intereses de la seguridad nacional estadounidense (Sandoval, 1999). En esta perspectiva, el gobierno mexicano ya no ve con preocupación hacia el norte, del cual considera parte a nuestro país y, con ello, ha aceptado tácitamente entrar en la esfera geoestratégica y de seguridad nacional estadounidense, sentado las bases para que México sea el modelo a seguir en el proceso de integración de todos los países latinoamericanos y del Caribe (con excepción de Cuba) al Area de Libre Comercio de las Américas. En suma, es clara la preocupación de Estados Unidos para mantener el control sobre un vecino estable en el sur de su frontera, ya que de ello depende la posibilidad de extender su nuevo proyecto económico y de seguridad regional a todo el hemisferio. De acuerdo con Michael Dziedzic, coronel de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y experto en cuestiones militares de México: “Desde una perspectiva geopolítica, nuestra capacidad para desempeñar un papel preponderante en el escenario mundial resultaría muy afectada si surgieran disturbios graves al otro lado de nuestra frontera sur, y nuestra actual estrategia militar quedaría poco menos que trunca. Sin embargo, igualmente importantes son los resultados positivos que produciría una relación geopolítica estrecha entre Estados Unidos y México. No sólo facilitaría en gran medida la labor de abordar los asuntos mutuos de seguridad a lo largo de la frontera, sino que se lograrían grandes avances en la formación de un régimen de seguridad hemisférica” (Dziedzic, 1996). Y para John A. Cope (1996), exmilitar experto en cuestiones militares mexicanas y profesor en asuntos de seguridad hemisférica en el Institute for National Strategic Studies de la National Defense University, quien fuera además asesor militar del Subsecretario de Estado para Cuestiones Interamericanas: 204 «México, en particular, no sólo está acoplándose al TLCAN, sino también a la presión creciente de Estados Unidos para que colabore más vigorosa y eficazmente contra el narcotráfico, a la rebelión en Chiapas y a los disturbios internos de tipo político y económico que aumentan día a día. El estado actual y el potencial futuro de la relación bilateral militar es mucho más importante que antes para una naciente relación de seguridad.» REFERENCIAS, BIBLIOGRAFÍA Y HEMEROGRAFÍA Arroyo Galván, Manuel, (1995), «Cambio Económico y Reestructuración Regional». 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Es decir, partimos de discusiones teóricas y conceptuales que nos auxilien a plantear un marco de referencia general, el cual permitirá situar el estudio (y los fenómenos que en él se señalan) dentro de las líneas del desarrollo urbano contemporáneo. En un segundo momento, los datos procedentes de los estudios de caso nos ayudarán a emprender una operación inductiva, la cual tiene como finalidad matizar las consideraciones de tipo general que proceden del marco de referencia. La comparación realizada de la forma que señalamos debe, por lo tanto, permitir dos situaciones: entender el sentido que tienen las especificidades de caso en el marco de la «gran historia» o corriente de procesos urbanos contemporáneos. Y así mismo hacer notar cómo es que dichas especificidades contribuyen a la continuación o transformación de esa «gran historia». El patrón de desarrollo que comentamos debe cumplir con los requisitos siguientes: a) Nutrirse de datos empíricos levantados con métodos de trabajo rigurosos, y que abarquen todos los aspectos relevantes del fenómeno que nos interesa: la urbanización popular. b) Contar con categorías que permitan el paso de la empiria a la teoría, es decir, que posibiliten pasar del dato singular a la generalización. Al mismo tiempo, tales categorías deben permitir, a través de la contrastación, subrayar las desemejanzas entre los casos particulares. c) Poseer una tipología de actores y procesos que facilite las tareas de clasificación y ordenamiento del dato empírico. En lo que se refiere al método para abordar el análisis comparativo de los territorios urbanos, hay dos formas distintas, ambas válidas: el primer procedimiento hace hincapié en las particularidades de cada ciudad y enfatiza, por lo tanto, los aspectos y dinámicas internas propias de las ciudades que se analizan. Una vez que están ubicados los factores internos que hacen de cada ciudad un fenómeno singular, se pasa a la comparación. Por lo tanto, es un procedimiento de «adentro hacia afuera».1 209 El segundo procedimiento es de «afuera hacia adentro». Su propósito es ubicar los factores extralocales que afectan a cada ciudad particular y que, en interjuego con la historia y las estructuras sociales locales, resultan en la conformación específica de cada ciudad que se compara. Por lo tanto, este procedimiento trata de ubicar el lugar de cada ciudad en el contexto de procesos globales. En este sentido anota Susan S. Fainstein: «El planteamiento global se propone el escrutinio del sistema internacional de ciudades (y sus subsistemas nacionales y de tipo subregional). Al mismo tiempo que hace notar las particularidades, esta vía de explicación las atribuye a cierto nicho o nodo específico que cada ciudad ocupa dentro de una red urbana más amplia... las diferencias entre las ciudades se tratan como manifestaciones de una variedad de componentes que comparte el conjunto más amplio» (Fainstein, 1990: 170). El punto de partida de este trabajo es ceñirse a esta última vía de comparación. Es decir, las semejanzas y disimilitudes entre las tres ciudades más grandes de la frontera tamaulipeca tratarán de explicarse atendiendo al nicho o clase particular que ocupan en un conjunto urbano más amplio. Ahora bien, este «conjunto urbano más amplio» es el sistema mundial de ciudades que se ha venido configurando desde 1950. Tal sistema, cabe subrayar desde ahora, no es un recurso terminológico gratuito y sin contenido palpable. Señala Manuel Castells: «La economía capitalista ha sido, desde sus comienzos, una economía mundial, como Braudel y Wallerstein nos lo han recordado. Sin embargo, [en nuestros tiempos] lo novedoso es la creciente interpenetración de todos los procesos económicos en el nivel internacional con el sistema capitalista operando como una unidad, una red global actuante en el tiempo real. Se trata de un proceso que se ha desarrollado desde la década de 1950, y que se ha acelerado rápidamente durante las décadas de 1970 y de 1980 como un elemento esencial del proceso de restructuración. Éste incluye movimientos de capital, migraciones laborales, transformaciones en el propio proceso de producción, la interpenetración de mercados y el uso de los Estados-nacionales como elementos de soporte en una competencia internacional, la cual determinará en el futuro el destino económico de todas las naciones» (Castells, 1996: 92). Así pues, el fenómeno de la globalización es, sin duda, uno de los procesos que le dan al final del siglo una de sus facetas más características2. En el campo de la sociología urbana, los estudios comparativos han mostrado ser un recurso muy fértil para advertir los cambios locales que produce la progresiva consolidación de la «economía-mundo» (Gottdiener y Feagin, 1991; Fainstein, Gordon y Harloe, 1992; Flanagan, 1994; Sassen, 1996; Clark, 1996). Las transformaciones en los métodos de producción (el llamado post-fordismo), el tránsito hacia lo que Manuel Castells denomina «modo informacional de desarrollo», la aparición de un mercado internacional de fuerza de trabajo3, así como la propia internacionalización de las decisiones financieras, dan cuenta de una etapa en la que el sistema capitalista camina hacia una implantación mundial comandada por corporaciones financieras multinacionales. 210 Desde luego, estas fuerzas y estos procesos no ocurren en el vacío, pues cuentan con sedes y centros físicos de asentamiento. Por lo tanto, si la globalización implica la existencia de una cadena internacional de actores y mecanismos funcionales que tienen un asentamiento territorial, entonces está plenamente justificada la tesis sobre el funcionamiento de un sistema mundial de ciudades (Flanagan, 1994; Sassen, 1996). El sistema está compuesto por subconjuntos urbanos que se definen por la cantidad y cualidades de los papeles que desempeñan en el funcionamiento del capitalismo globalizado (Clark, 1994). Este planteamiento comparativo «de afuera hacia dentro» tiene el mérito de dirigir la investigación hacia una de las principales motivaciones de la sociología, como lo indicó con toda claridad Charles Wright Mills: dar cuenta del interjuego entre la biografía singular y la marcha de la civilización (Mills, 1978). En este marco, los estudios de caso locales pueden ir más allá de una simple colección de datos para encontrar su legitimidad científica en la indagación sobre cómo y por qué un proceso global tiene variaciones particulares asociadas a la historia y demás singularidades geográficas de cada territorio urbano (Flanagan, 1994). Así pues, la investigación comparada «de afuera hacia dentro» ha permitido comprender los modos a través de los cuales se están constituyendo nichos o subconjuntos urbanos dentro del sistema urbano global. Las ciudades en las que se asientan firmas, corporaciones, bancos y empresas ligados de forma inmediata al núcleo de las decisiones en inversión internacional, son las llamadas «Ciudades Globales»: Tokio, Londres y Nueva York (Sassen, 1991). En estas ciudades, la globalización se manifiesta en el cierre de plantas manufactureras (pues las firmas emigran a países o regiones con costos salariales y de transporte más bajos) así como en el crecimiento del sector terciario, lo cual da como resultado la aparición y ensanchamiento de las desigualdades sociales: por lo tanto, la imagen de ser unas «Ciudades Divididas», sintetiza el grado de diferenciación interna que ahora poseen (Fainstein, Gordon y Harloe, 1992). Con respecto al grado de estas diferenciaciones, la investigación urbana comparada ha mostrado que la globalización tiene cuatro efectos simultáneos sobre el tejido territorial y social urbano: en primer término, rompe la estructura de empleos prexistente. En segundo, origina la aparición de nuevos actores y grupos sociales ligados a la terciarización y al crecimiento de los servicios ligados a la gestión internacional de las finanzas. En tercer lugar, modifica los precios de suelo, pues éstos se elevan en las zonas urbanas donde las empresas de servicios y sus empleados demandan oficinas y viviendas, mientras que los precios caen en las zonas donde viven los grupos de trabajadores subempleados o desempleados, como efecto del cierre de manufacturas. En cuarto lugar, induce la formación de nuevas demandas y nuevos referentes de movilización social: defensa de barrios, estrategias para atraer inversiones, políticas de revitalización de los centros urbanos, etc. (Sassen, 1991; Castells, 1996; Logan y Molotch, 1996; Wilson, 1996) Esta gama de nuevas dinámicas sociales y territoriales asociadas a la globalización, ha sido sistematizada bajo el término de las «Ciudades Duales» (Castells y Mollenkopf, 1990) o bien, de las «Sociedades Separadas» 211 (Goldmann y Blakely, 1992). Cabe subrayar que este trabajo de sistematización está fundamentado en el tipo de comparación «de afuera hacia adentro». Desde nuestro punto de vista, las ciudades de la frontera noreste pueden ser comparadas de forma similar. En este sentido, el foco principal de interés en este trabajo es avanzar hacia la construcción de un esquema conceptual que no sólo nos permita ubicarlas en un nicho particular dentro del sistema internacional de ciudades, sino que también nos permita entender (a través de esta comparación basada en el esquema «de afuera hacia dentro») cómo la globalización puede afectar a los arreglos sociales y territoriales de cada ciudad. Así pues, nos apoyamos en algunas de las experiencias más recientes de la investigación urbana, las cuales pretenden elaborar marcos analíticos y conceptuales para entender las relaciones y tensiones entre la globalización y el desarrollo urbano local. Por lo tanto, es útil reseñar los contenidos esenciales de la investigación urbana comparada en el contexto de la globalización y sus efectos. La globalización en México es producto, sobre todo, de una política de Estado que despunta en 1985 con el ingreso del país al GATT, y que se profundiza con la formalización del TLCAN, en 1993-94. Este enganche de México a los circuitos globales de la economía capitalista se realiza de forma súbita, sin una preparación previa de la planta manufacturera nacional para adaptarse a las condiciones de competencia mundial. Sólo las ramas productivas de capital intensivo y las de ensamble pueden soportar el ingreso a la economía-mundo, lo cual implica un reordenamiento territorial que tiene en el crecimiento demográfico y económico de la frontera norte uno de sus rasgos más característicos. Este escenario de la globalización (vía el TLCAN) representa para las ciudades de la frontera noreste la posibilidad de que su base económica se desarrolle en dos tiempos y ritmos distintos: las actividades fronterizas pueden experimentar un despegue notable, mientras que las de tipo no fronterizo seguirán dependiendo de eventos y situaciones de carácter nacional y regional. A este desfase estructural en la base económica se agrega la forma en la que se generan nuevos suburbios: en la ilegalidad, sin planificación, y sujetos a consideraciones de tipo político. Así entonces, en las ciudades de la frontera tamaulipeca se experimentan dinámicas de ruptura social y territorial a causa del grado y amplitud que alcanza tal ruptura, cabe considerar estas ciudades bajo la denominación de «Ciudades Rotas». La metáfora de la «Ciudad Rota» busca describir un escenario urbano discontinuo, fragmentado y desintegrado en sus componentes sociales, económicos y territoriales. También busca tipificar los factores dinámicos que movilizan y tensionan el desarrollo urbano en la frontera noreste: en general, factores de tipo fronterizo, y de tipo no fronterizo. Mediante el recurso a estas categorías y tipificaciones podemos establecer un esquema comparativo para las ciudades de la frontera tamaulipeca. 212 IMÁGENES DE LA CIUDAD CAPITALISTA A FINES DEL MILENIO. ENTRE LA GLOBALIZACIÓN Y LA SOCIEDAD LOCAL Desde inicios de los ochenta aparecieron hechos que en un principio parecían estar aislados unos de otros, pero que en la entrada de la última década del siglo muestran una coherencia clara. En 1982 surge el primer estudio sistemático acerca del cierre de plantas manufactureras, sobre todo en el noreste de los Estados Unidos (Bluestone y Bennet, 1982). La década de los ochenta representa también el primer «boom» masivo de la informática: la PC conquista espacios en empresas, escuelas, hogares. También desde los inicios de tal década, la crisis de deuda en naciones de la periferia capitalista (a la que, por cierto, mucho contribuyó la situación mexicana) dio como resultado la quiebra de varios bancos pequeños y medianos, y con ello se facilitó la centralización de capitales y decisiones financieras en unas cuantas corporaciones multinacionales de inversión (Fainstein, 1991). Estos gigantes se asientan en las cercanías de Wall Street, y las bolsas de Londres y Tokio. A partir de la mitad de la década se publican investigaciones sobre la revitalización de las zonas centrales urbanas, en las que grupos de estratos bajos son presionados a abandonar los barrios que poco más tarde fueron objeto de renovaciones y reconstrucciones para ser ocupados por un sector de «cuello blanco» emergente, es decir, trabajadores de los servicios financieros (Savage y Warde, 1993). Mientras tanto, se generaliza el uso de tecnologías productivas que sustituyen (en ciertas ramas económicas) a la cadena de producción de tipo fordista. En tanto, como parte de la estrategia para reordenar la situación posterior a la crisis de deuda, las políticas del FMI inducen a que en varios países se privaticen ramas de actividad y, junto con ello, que se anulen barreras arancelarias a fin de permitir mayor competencia mundial. Así pues, en la segunda mitad de la década pasada va quedando claro que asistimos a la fase en la que está madurando un proceso de integración económica internacional, facilitado además por el colapso del bloque soviético4. La globalización está compuesta por la confluencia de fenómenos como el paso de un modelo productivo «fordista» a uno de naturaleza «postfordista» , en el cual el valor agregado de la mercancía proviene de la aplicación intensiva del conocimiento. Junto a esto ha cuajado una competencia internacional entre los mercados de trabajo, de forma que varias firmas y corporaciones buscan instalarse en países con ingresos bajos y estabilidad salarial. Por lo pronto, se perfila una aglomeración de manufacturas exportadoras y circuitos de comercio en tres bloques bien definidos: el Este asiático, Europa occidental y América del Norte. Una característica de los procesos con los cuales viene asociada la globalización, es que están comandados por corporaciones financieras transnacionales cuyos centros neurálgicos de primer orden se encuentran establecidos en Nueva York, Londres y Tokio: tales son las «ciudades globales» (Sassen, 1991). En estas ciudades, el crecimiento y complejidad de las actividades ligadas a la gestión de los flujos internacionales del capital ha hecho posible que surjan empleados de muy altos 213 ingresos, los cuales, en general, se han asentado en las zonas cercanas a los viejos centros urbanos. Este proceso ha sido llamado «gentrification»5 en el cual tales grupos desplazan de los centros urbanos a los residentes anteriores, por lo común pertenecientes a sectores de la clase obrera. Cabe precisar que el fenómeno de la «gentrification» no es privativo de las ciudades globales, si bien en Nueva York y Londres adquiere sus rasgos más acusados.6 La «gentrification» encuentra su traducción territorial en la existencia de barrios adaptados al estilo de vida y capacidad de consumo propios de las nuevas clases sociales prohijadas por el empuje del sector financiero internacional. En los barrios que ocupan estas clases se ha observado una política de revitalización de los centros urbanos: modificación (o demolición) de edificios, acondicionamiento de museos, teatros, centros comerciales, dirigidos a satisfacer el consumo del turismo internacional y de las clases asociadas al sector financiero. Un buen ejemplo de este fenómeno es el resurgimiento del barrio neoyorquino del Soho, con sus galerías de arte y cafés emuladores de los “Elíseos” parisinos. En consonancia con el fenómeno anterior, no sólo en las ciudades «globales», sino en otras ciudades manufactureras, se produjo el traslado o cierre de industrias. La «desindustrialización» tiene como motor fundamental el traslado de varias empresas a regiones o países en donde hay menos costos salariales, más estabilidad en la fuerza de trabajo y menos posibilidades de conflictos obrero-patronales. Prácticamente todo el occidente capitalista ha asistido al progresivo declive de las ciudades de la primera y segunda revolución industriales, asociadas a la máquina de vapor y a la cadena de ensamble fordista, respectivamente. En Estados Unidos, entre 1958 y 1972, las áreas metropolitanas del noreste perdieron entre el 14 y el 18% de los trabajos manufactureros, mientras que en Europa occidental, las ciudades más urbanizadas perdieron dos millones de trabajos de la rama manufacturera, a partir de la década del setenta (Flanagan, 1994: 76). La «gentrification» tiene dos caras. Los barrios adyacentes a los espacios revitalizados están ocupándose de forma intensiva por los desplazados de los centros urbanos, así como por los grupos que se encuentran en el empleo informal. Se trata de barrios en declive, donde es posible observar el hacinamiento, el deterioro del paisaje arquitectónico y niveles de delincuencia organizada sin precedentes en su forma y contenido. De forma paralela al desplazamiento vecinal, la desindustrialización se traduce en la pérdida de empleos donde los sectores de «cuello azul» antes tenían acomodo, de lo cual resulta que numerosos jóvenes ya no están en condiciones de lograr su maduración en el trabajo. En este sentido, las nuevas pandillas urbanas (a las que nos están acostumbrando cada vez más películas norteamericanas) se convierten en el canal de maduración y socialización de los adolescentes hasta muy entrada su edad adulta. Así pues, junto a la «gentrification» y la «desindustrialización» ocurren niveles muy altos de delincuencia organizada (Bing, 1989). La imagen de la «ciudad dual» se sostiene en la creciente evidencia de que en las ciudades industriales se asiste al surgimiento de barrios acomodados y barrios en 214 declive pronunciado. Se asiste, asimismo, a transformaciones sociales que aparecen con evidencia en los nuevos sectores de «cuello blanco» y en el declive del estilo y condiciones de vida de los sectores de «cuello azul». Sin embargo, las investigaciones de Castells y Mollenkopf han mostrado que el tejido social resultante de la globalización se caracteriza por una diversificación muy amplia. Entre las clases medias han surgido varias fracciones bien distinguibles, y lo mismo sucede entre las clases obreras y en las fracciones de clase que pululan en el mundillo de la informalidad económica (Castells y Mollenkopf, 1991). La metáfora de la «ciudad dual» ha sido corregida con aquélla que sintetiza en una imagen el grado de diversificación social y territorial alcanzado en la fase actual de la globalización capitalista. Se trata de la metáfora de las «ciudades divididas» (Fainstein, Gordon y Harloe, 1994). En esta línea de nueva cuenta, el foco de interés son las transformaciones urbanas y regionales que trae consigo la implantación de modelos productivos postfordistas, así como los impactos de la globalización capitalista. En las «ciudades divididas» encontramos que las nuevas realidades urbanas responden a la interacción de tres factores: a) Las estructuras que las ciudades heredaron del pasado, y que condicionan sus respuestas a cambios externos. b) El funcionamiento fluctuante de las economías nacionales. c) La influencia de seis tendencias generales de la economía global sobre las economías urbanoregionales. Vale la pena detenerse en la reseña de cuáles son las seis tendencias antedichas, pues en ellas se plantean las conexiones entre factores económicos y territoriales. Entender estas conexiones permite entender a la globalización, no como una mera fuerza suprahumana, sino como una realidad que cambia de facetas y matices de acuerdo a los territorios concretos en los que se implanta. Así pues, estas son las seis tendencias que modifican la composición socioterritorial de las «ciudades divididas»: 1. Desindustrialización y pérdida de empleos en el sector manufacturero. 2. La geografía de la producción es más diversificada, puesto que las empresas buscan proteger sus márgenes de ganancia descomponiendo el proceso de producción en sus partes, ubicando cada una de éstas en los lugares que ofrecen suelo y fuerza de trabajo menos costosos. 3. El aumento en la complejidad de los procesos de producción y de las estructuras corporativas de control ha dado lugar a la creciente importancia del sector económico propio de los productores de servicios (especialistas en información, consultoría financiera, informática, entre otros servicios de apoyo), que ahora tienen un rol intermedio entre las decisiones corporativas multinacionales y la producción directa. Estos servicios complejos se concentran en las grandes ciudades. 215 4. Aumento en la importancia de los sistemas internacionales de financiamiento, lo que está ligado a la internacionalización de los circuitos de producción e intercambio comercial. 5. En sentido contrario al discurso neoliberal se advierte una expansión significativa en el rol de los estados sobre la dirección económica y en la provisión de servicios sociales y colectivos. Desde luego, cuando el presupuesto estatal disminuye, en las ciudades aparecen síntomas de crisis. 6. Cambios en los patrones de consumo privado en las grandes ciudades (raíz de la «gentrification»). Ha surgido una nueva clase profesional ascendente, conectada a los servicios intermedios complejos, la cual demanda vivienda cercana al centro de la ciudad donde se concentran los servicios públicos y privados7. La revisión anterior nos muestra que asistimos a un fenómeno paradójico. La globalización deja sentir sus efectos en varias ciudades del mundo, lo cual significa que estamos frente a un proceso estandarizante, es decir, que une y ata con los mismos hilos a partes distintas del mundo. La paradoja está en que en el interior de cada escenario urbano particular, la globalización separa, divide, profundiza y amplía las desigualdades entre territorios y sociedades. La imagen de la aldea global propuesta por McLuhan sólo es cierta en el nivel de las comunicaciones, la tecnología y las fuerzas económicas del capitalismo, pues la otra parte de la historia se encuentra en el surgimiento de aldeas dentro de cada escenario local: éste es el fondo de las metáforas sobre la «ciudad dual», la «ciudad global» y la «ciudad dividida».8 LA GLOBALIZACIÓN EN MÉXICO: COORDENADAS GENERALES La importancia de las investigaciones que reseñamos de forma somera tiene la cualidad de poner en entredicho la imagen de homogeneidad e integración con la que a menudo trazamos el perfil de las ciudades del núcleo central capitalista. Traslademos ahora la atención a países como el nuestro, pues de inmediato se viene a mientes una cuestión: si en sociedades relativamente homogéneas, la globalización y sus procesos asociados han dividido y diversificado de forma tan aguda a los escenarios locales, ¿qué cabe esperar en naciones que, como México, se engancharon al tren capitalista con serias desigualdades en su economía, su sociedad y su territorio? La globalización en México, en primer término fue un proceso fomentado por la élite gobernante, que buscó institucionalizar el ingreso del país a los circuitos de la globalización mediante el TLCAN. Tal política de largo plazo ocurre cuando el país experimenta transformaciones en su distribución urbano-territorial, producto de la crisis del ochenta. Este reordenamiento en el patrón urbano se dirige hacia un esquema en el cual las ciudades de la frontera norte fortalecerán su ubicación en el sistema nacional de ciudades. 216 En nuestro país, la élite gobernante ha desarrollado la estrategia de insertar al país en los circuitos de la globalización mediante la asociación comercial con los Estados Unidos y Canadá. La que podemos denominar «vía mexicana a la globalización», tiene como características principales: a) Un tratado comercial negociado entre dos naciones con sistemas políticos abiertos (Estados Unidos y Canadá) y un país con un sistema de presidencialismo autoritario (México). b) Las asimetrías estructurales entre los tres países son sumamente agudas. Si igualásemos el PIB (de 1987) de las tres naciones a 100, a Estados Unidos le correspondería el 89.7%, a Canadá el 7.5% y a México el 2.8% (Zermeño, 1991:22) c) No obstante lo anterior, y a diferencia de acuerdos similares (el Tratado de la Unión Europea, por ejemplo), en el TLCAN no se prevén mecanismos que tiendan a paliar las asimetrías descritas (Gutiérrez y Martínez, 1995). d) El TLCAN no contempla una integración económica regional. En este sentido, su alcance está limitado a un acuerdo comercial. La idea implícita del Gobierno de Salinas fue que a través de las exportaciones, la industria mexicana se ajustará, con sus pares canadiense y norteamericana, en términos de tecnología, salarios y cadenas productivas (Castañeda, 1995; Gutiérrez y Martínez, 1995). e) Sin embargo, del lado del Gobierno mexicano no se previeron fases para preparar o modernizar a la planta productiva nacional a fin de competir, con éxito, en los marcos de la globalización. Sólo las ramas industriales con mayor capitalización intensiva (la industria automotriz, por ejemplo), así como las ramas que producen a granel bienes de consumo y que otorgan bajos salarios (las maquiladoras), son las que están en condiciones de competitividad internacional9. Así pues, en términos reales, la inserción del país en los circuitos de la globalización se caracteriza por una clara estrategia de eliminar gradualmente barreras arancelarias y, junto con ello, fortalecer a la manufactura de exportación. La élite gobernante ha convertido esta estrategia en un proyecto nacional de largo plazo. Al hablar de proyecto nacional nos referimos al hecho de que a través de sus líneas maestras (liberalización comercial y economía exportadora) se pretenden resolver los problemas socioeconómicos heredados, y al mismo tiempo ofrecer mejores niveles de vida. Hay que decir que este ingreso repentino a la globalización se produce en un escenario caracterizado por la acumulación de rezagos, algunos de los cuales proceden de los tiempos del desarrollo estabilizador10, mientras que otros son producto de la crisis de los ochenta. En un pequeño muestrario de estos rezagos podemos observar contrastes tan fuertes como los siguientes: desde la entrada del país al GATT (1985), desaparecieron 70 mil medianas y pequeñas industrias, siendo que este sector proporcionaba el 60% del empleo manufacturero; por otro lado, el trabajo informal ha adquirido el rango de una 217 institución social, es decir, el universo de la informalidad laboral es, al mismo tiempo, una vía para el trabajo y un estilo de vida para cada vez más mexicanos: de 1950 a 1980, la población económicamente activa ocupada en este sector pasó del 13% al 22%. Por otra parte, para 1989, la distribución del ingreso nacional está dramáticamente polarizada: el 20% de los mexicanos con menores ingresos reciben menos del 3% de la riqueza nacional, mientras que el 10% más favorecido, concentra el 40% del ingreso nacional (Zermeño, 1993:17-32). Así pues, a la ausencia de medidas destinadas, en el marco del TLCAN, a disminuir las brechas estructurales entre los tres socios, se suman las dimensiones de los rezagos acumulados desde los años del «desarrollo estabilizador». Considerando estos hechos, resulta claro que el proyecto nacional planteado por la élite gobernante va a operar en el marco de una sociedad separada por desigualdades agudas. Estas desigualdades, desde luego, tienen también una expresión territorial. De acuerdo a los índices de marginación para 1990, los estados de la frontera norte, junto con el Distrito Federal y el estado de México, son las entidades donde se observan los niveles más bajos de marginación. Por el contrario, en los estados del sureste (Guerrero, Chiapas, Oaxaca) es donde estos niveles tienen su manifestación más acusada. Dentro del marco del proyecto nacional globalizador, probablemente se agudizarán aún más estas inequidades territoriales. Un breve análisis sobre la dinámica en las ramas de actividad manufacturera y terciaria confirma esa aseveración. TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS E IMPACTOS EN EL PATRÓN DE DESARROLLO TERRITORIAL En términos generales, desde los ochenta se aprecia una reorganización del territorio nacional, en la cual los procesos clave se encuentran en la concentración de servicios en las áreas metropolitanas más grandes y en la desconcentración industrial. El impacto de las dos tendencias será acentuar todavía más las excesivas desigualdades territoriales del país, pues las regiones asociadas al desarrollo turístico y al impulso manufacturero-exportador experimentarán mayor crecimiento (que no necesariamente equivale a desarrollo equitativo y sostenido). Mientras tanto, el resto de las regiones permanecerá ajeno o, por lo menos, tendrá un lugar secundario en este esquema «volcado hacia afuera» Concentración de servicios Las tres áreas metropolitanas más grandes del país aumentan su participación en el PIB terciario de 1970 a 1990: en la ciudad de México, Guadalajara y Monterrey se realiza el 65% de la producción de servicios nacionales. Junto a ello se advierte la emergencia y consolidación de centros turísticos internacionales (Acapulco, Ixtapa-Zihuatanejo, Puerto Vallarta, Cancún y Cozumel). En consecuencia, en la medida en la que se realice el paso hacia una economía nacional eminentemente urbana y terciaria, es de esperarse que se fortalezca el papel de las ciudades más grandes como proveedoras de servicios. Tal desarrollo hace plausible que desde las ciudades más grandes, el país se enlace con los circuitos internacionales del comercio y la inversión. Así pues, la ciudad de México 218 está despuntando como ciudad global de segundo orden11, ligada a Los Angeles (y a través de esta ciudad, con la Cuenca del Pacífico) y a Nueva York. Mientras tanto, Monterrey se está convirtiendo en el núcleo urbano de una aglomeración económica de tercer orden, pues esta ciudad es «el punto de enlace entre el noreste mexicano con el triángulo económico de Texas: San Antonio, Houston y Dallas» (Garza y Rivera, 1996: 96). Guadalajara, por su parte, desempeña un rol ciertamente más difuso en el ordenamiento internacional de las ciudades. Desconcentración industrial Hasta 1980, las zonas metropolitanas de México, Guadalajara, Monterrey y Puebla concentraban el 67.8% del producto industrial del país (Garza y Rivera, 1996:96). Durante la década del ochenta se aprecia un movimiento desconcentrador que posee los rasgos siguientes: 1. Las tres zonas metropolitanas más grandes participan menos en la generación del producto industrial nacional.12 2. En contraste, aumenta la participación de las ciudades del centro-norte en el producto industrial del país: Aguascalientes, Torreón, Saltillo, San Luis Potosí y Chihuahua (Garza y Rivera, 1996: 62). 3. Un significativo crecimiento industrial en algunas ciudades de la frontera norte13. Sin embargo, es muy importante señalar que mientras algunas ciudades aumentan su importancia industrial, otras retrocecen en forma muy significativa. En el caso de la región noreste, Matamoros, Reynosa y Río Bravo elevan su participación en el PIB industrial de la región, mientras que Tampico, Ciudad Victoria, Ciudad Mante y Nuevo Laredo retroceden del 11.3% al 7.4% (Garza y Rivera: 58). 4. Retrocede en su participación industrial un número importante de ciudades medias que no son de la frontera, y que además tampoco pertenecen a los sistemas urbanos de las tres áreas metropolitanas más grandes (Tampico, Veracruz. Culiacán, Orizaba, Mazatlán, Durango). Así pues, la actividad industrial pasa por un cambio en su patrón nacional-urbano. Es de esperarse que las ciudades de la frontera continúen aumentando su participación en el PIB industrial del país, más que nada como consecuencia de la instalación de maquiladoras14. En suma, los estados del norte serán los beneficiarios de la continua expansión maquiladora, así como también del incremento en el intercambio comercial, a través del derrame originado por los flujos del transporte. En tanto, los enclaves turísticos y agroindustriales del Golfo y el Pacífico (Guaymas, Lázaro Cárdenas, Miich., Zihuatanejo Acapulco, Gro., la cuenca petrolera de Campeche y Tabasco, entre otras) experimentarán niveles de desarrollo más consistentes en comparación con otras regiones del país (Pradilla Cobos, 1991). Lo mismo puede afirmarse en el caso de la 219 aglomeración industrial que se está perfilando en el corredor La Laguna, Saltillo, Monclova y Monterrey. Hacia un patrón territorial “volcado hacia fuera” El crecimiento de las ciudades de la frontera norte y de la región centro norte, junto al crecimiento de puertos comerciales y turísticos, dan la imagen de que el patrón territorial asociado a la globalización tendrá sus núcleos principales en los puntos de entrada y salida: la frontera norte y los litorales. Se trata de una distribución territorial «volcada hacia afuera» (Pradilla Cobos, 1991). El mismo diagnóstico respecto al impacto de la globalización (vía el TLCAN) sobre el sistema urbano, es compartido por Garza y Rivera: «Estamos, en verdad, ante cierto reordenamiento territorial de las actividades industriales, producido por la profunda crisis económica de los años ochenta y por la implantación de un nuevo modelo de crecimiento económico de apertura al comercio internacional institucionalizado por la entrada de México al GATT en 1985... Surge igualmente un nuevo conjunto de ciudades de servicios que sustituyen a las que fungían como centros administrativos, esto es, capitales estatales, estando totalmente vinculadas al turismo: Acapulco, Cancún, Ensenada, Cozumel, Puerto Vallarta e Ixtapa Zihuatanejo» (Garza y Rivera. 1996: 63, 100). Si la hipótesis del reordenamiento territorial «volcado hacia afuera» es cierta, las ciudades de la frontera probablemente van a experimentar un crecimiento asociado a la implantación de manufacturas maquiladoras, así como al efecto multiplicador (en el empleo) de las actividades comerciales y de transporte. «CIUDADES ROTAS»: TERRITORIOS Y SOCIEDADES EN RUPTURA Como hicimos notar en el apartado anterior, tanto por el lado de la apertura comercial como por el del crecimiento de la maquila exportadora, las ciudades de la frontera norte se encuentran insertas en los circuitos de la globalización. Sin embargo, son ciudades que al mismo tiempo están sujetas a procesos, estructuras jurídicas y ordenamientos de tipo nacional. Mario Margulis, en esta tesitura, ha hecho notar que las ciudades de la frontera se encuentran tensionadas por las dinámicas de tipo fronterizo y por las de tipo no fronterizo, pues cada una de esas dinámicas se mueve de acuerdo a su lógica propia, a menudo sin conexión entre sí. Si es cierta la tesis del desarrollo «volcado hacia afuera», es de esperar que las dinámicas de tipo fronterizo crezcan de forma más acelerada que las de tipo no fronterizo. Sin embargo, las actividades fronterizas son vulnerables a variaciones económicas externas, de ahí que la base económica de las ciudades de la frontera esté sujeta a discontinuidades y variaciones que, por estar asociadas a factores externos, no pueden controlar. Además, el crecimiento físico urbano tiene como problema crónico el desorden. En Nuevo Laredo y Matamoros, este desorden proviene de la forma en la que ciertos actores manejan la ocupación de suelos de propiedad ejidal. En Nuevo Laredo, ese 220 manejo tiene dos propósitos bien delineados: resolver un déficit de vivienda popular y fortalecer a las clientelas electorales de partidos políticos. En Matamoros, los ejidatarios y los sindicatos poseen muy amplios márgenes de tolerancia y discrecionalidad para ocupar el suelo adyacente al área urbana. La suma de los efectos procedentes de estos tres factores da como resultado un perfil «pulverizado» de los tejidos social y territorial en las ciudades de la frontera tamaulipeca. De ahí que la imagen pertinente para ellas sea la de «ciudades rotas», pues el interjuego entre las fuerzas de la globalización con los factores locales resulta en desigualdades socioterritoriales agudizadas y ampliadas LO «FRONTERIZO» Y LO «NO FRONTERIZO»: ESPECIFICIDAD DE LAS CIUDADES DE FRONTERA En todo el continente americano, la frontera México-Estados Unidos acaso sea la más compleja y dinámica. Esta singularidad procede de que ahí se encuentran y confrontan dos naciones de muy distinta naturaleza. La distinción o desigualdad entre los dos países es el atributo que da a la franja fronteriza mexicana sus rasgos más importantes. Las diferencias entre los niveles salariales permiten que del lado mexicano sea menos costosa la mano de obra. Las diferencias en el desarrollo tecnológico hacen posible que también del lado mexicano se instalen manufacturas con escaso valor agregado en su componente técnico. Las diferencias en el nivel del consumo entre los dos países, por su parte, son una fuente constante de atracción para migrantes que proceden del interior del país. Esta suma de diferencias configuran a la franja fronteriza como un espacio de ventajas locacionales comparativas. Las actividades propiamente fronterizas son entonces las que están ligadas a esas ventajas y a esas diferencias: «[Se puede] calificar a las actividades económicas según que su dinámica, dependa o no de esa localización. En el primer caso las llamamos “actividades fronterizas”: por ejemplo, la industria maquiladora es una actividad claramente dependiente de su ubicación fronteriza. En cambio, si su desarrollo está relativamente desvinculado del factor frontera, y se basa predominantemente en la fuerza de trabajo y recursos nacionales, las denominamos “actividades no fronterizas”... Ambos tipos de actividad han estimulado (con variaciones a lo largo del límite, y con mayor o menor ritmo, según el periodo de que se trate) el crecimiento de la franja fronteriza... En el curso de su historia, la economía fronteriza ha experimentado importantes fluctuaciones relacionadas con el predominio y modalidades de desarrollo de estos dos tipos de actividades económicas; también difieren entre sí los diversos tramos de la frontera en función del desarrollo alcanzado por las actividades “no fronterizas” con relación a las “fronterizas”» (Margulis, 1986: 24-25). Este contraste permite entender que las ciudades de la frontera norte están inscritas en una dinámica triple. Por una parte, las actividades fronterizas hacen de estos territorios un espacio que no es ni mexicano, ni estadounidense, sino binacional, es decir, fronterizo (Bustamante, 1981). Por otra parte, la particularidad de las actividades 221 fronteriza estriba en que están ligadas al comportamiento de factores y decisiones que se toman en el extranjero. Y en tercer lugar, al estar ubicadas del lado mexicano, responden a normatividades, eventos y estructuras de corte nacional. Si pudiésemos representar gráficamente esta triple confluencia, la franja fronteriza sería el punto o vértice donde se intersectan tres dinámicas (González-Aréchiga y Ramírez, 1990). Tal es la especificidad geográfica, social y económica de las ciudades de la frontera norte. Por ello es importante conservar la distinción entre las actividades y fenómenos fronterizos, frente a los de tipo no fronterizo. En el espectro de fuerzas fronterizas están conjuntadas, entre las más importantes la actividad maquiladora de exportación, el comercio al exterior, las actividades ligadas al transporte terrestre internacional y los servicios privados destinados a desahogar trámites aduanales. Además, es relevante considerar a la inmigración como otra de estas fuerzas fronterizas, pues deriva de los flujos laborales atraídos por la demanda de empleos, tanto en el lado mexicano como en el estadounidense. Junto a la inmigración, los planes y programas destinados a fortalecer la maquiladora y el comercio exterior, fomentan la posición de estas ciudades en una lógica binacional. Por su parte, las fuerzas no fronterizas forman una categoría claramente residual. En ella se agrupan las actividades y las estructuras que por definición son ajenas a las de tipo fronterizo. Entre los componentes no fronterizos, podemos enumerar los siguientes: a) Actividades económicas para las cuales es indiferente la ventaja comparativa y locacional. b) Actividades que no tienen que ver con los intercambios comerciales entre dos países. b) Sistemas jurídicos de aplicación nacional que no consideran la especificidad fronteriza, en particular los ordenamientos referentes a la ocupación del suelo y su urbanización. Otro elemento que tiende a homologar, en el nivel normativo, a las ciudades de la frontera con el resto del país, se refiere a la conformación de los ayuntamientos y órganos locales de gobierno. c) Planes y programas que, de forma similar a lo mencionado en el inciso anterior, tampoco otorgan un estatuto especial a las ciudades de la frontera. Discontinuidades estructurales en el desarrollo urbano de la frontera norte La diferencia entre las fuerzas fronterizas y no fronterizas forma una primer condición de ruptura en el desarrollo de las ciudades ubicadas en esa zona. Las actividades fronterizas están ligadas al comportamiento de variables externas, por lo cual están sujetas a riesgos y discontinuidades que resultan de ese tipo de coyunturas: «Las “actividades fronterizas”, además de estar sujetas a decisiones que trascienden lo nacional, y de estar vinculadas con los ritmos de las economías de dos países, suponen un mayor grado de riesgo y dependencia y emanan de las diferencias y contrastes entre dos zonas colindantes.» (Margulis, 1986: 25). 222 Estas discontinuidades es posible observarlas en el comportamiento de una de las actividades fronterizas más acusadas, la maquila. En los cuadros 6 y 7 se observa el comportamiento cuantitativo de la actividad maquiladora de exportación, proyectado para el período 1996-2002. Se advierte que aun dentro del contexto de la apertura comercial, puede notarse que hay variaciones en el número de establecimientos. Este comportamiento, si bien pertenece a una tendencia hacia el aumento en el número de plantas maquiladoras, representa los vaivenes a los que está sujeta esta actividad fronteriza. La localización de la maquiladora también ilustra de forma clara su dependencia con respecto a la globalización. La actividad maquiladora de Tijuana depende de su cercanía con la región económica más pujante del mundo: el estado de California y la Cuenca de Pacífico. A partir de la segunda mitad de la década del ochenta, en esta ciudad aumenta la presencia de la inversión japonesa: por ejemplo, 24 de las 58 maquiladoras japonesas instaladas en México se encuentran en Tijuana (Quintero, 1997: 74). Esta autora detalla otros aspectos que ilustran el enganche de la maquiladora con la «economía-mundo»: «La mayoría de las inversiones japonesas se encuentran vinculadas a grandes corporaciones: Matsushita (dos plantas), Sanyo (cinco plantas), Sony, Hitachi, Kyocera, Maxell, Casio y Canon.... El 41 % de estas maquiladoras elabora bienes finales para el mercado mundial. El resto fabrica bienes intermedios para ser terminados o ensamblados en otras plantas, localizadas en Los Angeles y San Diego... El 50% de sus insumos proviene del Japón y el 23% de otros lugares, como el sudeste asiático. Una parte mínima se abastece de otras maquiladoras de Tijuana... En cuanto al mercado final, el total de la producción tiene como destino plantas de California y México, y el 27% declaró surtir a plantas de Tijuana... El 98% de las empresas declaró haberse instalado en México por las excelentes leyes mexicanas y por su cercanía con Estados Unidos.» (Quintero, 1997: 74-75). En el caso de Matamoros, situada exactamente al otro lado de la frontera, se advierte que la maquiladora de exportación tiene vínculos muy fuertes con sus matrices situadas en los EUA. Es decir, su inserción en los circuitos de la globalización es menos intensa que en el caso de Tijuana. Nos dice Cirila Quintero: «Para Matamoros, la globalización de la economía representó una mayor integración de las plantas con su filial, tanto en la producción como en innovación tecnológica. Su producción se vinculó a los proveedores de firmas multinacionales, adoptando procesos regidos por programas de pedido y no de almacenaje, como tradicionalmente había ocurrido» (Quintero, 1997: 76). Con los ejemplos anteriores, resulta evidente que la maquiladora, en cuanto actividad fronteriza, está sujeta a la lógica de la globalización económica. Muestra ritmos y cualidades intrínsecas distintas de acuerdo a los bloques económicos regionales con los que interactúa, y en lo cual el factor de localización geográfica desempeña un rol preponderante. Sin embargo, no hay que perder la atención sobre el hecho de que la maquiladora es una actividad económica dependiente, es decir, su desarrollo está atado a factores que 223 no se vinculan directamente con la actividad manufacturera nacional. En el mismo tenor se encuentran otras actividades fronterizas, como el transporte y el comercio internacional. El caso de Nuevo Laredo expresa las tendencias en este tipo de actividades. Esta ciudad se encuentra en la ruta terrestre más corta entre México y Estados Unidos, de ahí que, históricamente, su desarrollo urbano esté fuertemente ligado al transporte y los flujos de comercio binacional. Se observa que a partir de la apertura comercial (1985), los flujos de transporte terrestre que cruzan por este puerto fronterizo se han incrementado de forma notable. Las observaciones que hemos vertido en torno a los rasgos dependientes de las actividades fronterizas, nos sirven para proponer la tesis de que su desarrollo, precisamente por ser dependiente, está sujeto a discontinuidades, es decir, a variaciones propias de la economía mundial. En el caso de las ciudades ubicadas en la frontera noreste, estas discontinuidades se manifiestan en las variaciones del número de plantas maquiladoras. Amplificación de las desigualdades sociales a través de gestiones locales insuficientes: el caso de las ciudades de la frontera tamaulipeca Por otra parte, a las variaciones a las que están sujetas las actividades fronterizas se suman las discontinuidades propias del desarrollo de, cuando menos, tres ciudades de la frontera noreste. Un eje de la discontinuidad se encuentra en la planificación urbana. Tanto en Matamoros como en Nuevo Laredo y Reynosa, no existe el seguimiento y la permanencia de los planes de desarrollo urbano. En esto tiene mucho que ver que los cuerpos planificadores terminen su labor al cabo de los tres años que dura la administración municipal (Alarcón, 1997). Así pues, cada vez que se inicia un gobierno local, se fijan prioridades y compromisos distintos de los que existían. Otro eje de la discontinuidad pertenece a la forma en la que se extiende el área urbana. En las tres ciudades, como es la regla en otras ciudades del país, suelos de tenencia ejidal circundan al área urbana, lo que plantea procesos jurídicos para el traslado de la propiedad del suelo. El caso extremo lo representa Matamoros, en donde la presencia política y social de los sindicatos ha posibilitado que estos actores negocien directamente con lo ejidatarios (y con la permisividad gubernamental) la compra venta de suelo, de manera que en el 87% de los asentamientos (fraccionamientos, colonias) existentes reconocidos por la autoridad municipal, se desarrollan o tendrán que desarrollarse procedimientos para el traslado de la propiedad ejidal hacia la privada (DPUAM, 1997). En Nuevo Laredo, desde 1990, cerca del 85% del crecimiento del área física urbana corresponde a asentamientos ilegales (Trujeque, 1996). Mientras tanto, en Reynosa, si bien hasta el momento no contamos con datos confiables, podemos estimar que el 65% de los asentamientos estaba en situación de irregularidad o en fase de regularización (PMDU, 1993). Es muy importante contextualizar estos dos ejes de discontinuidad. Tanto en el no seguimiento de los planes de desarrollo urbano como en la ocupación anárquica de las áreas connurbadas, el factor latente es de tipo político. Las élites locales encargadas de 224 gestionar el desarrollo urbano no han estado formadas por profesionales en asuntos de planificación del desarrollo. En las ciudades de la frontera tamaulipeca, los grupos de poder, en términos generales, proceden de sindicatos y grupos de la élite empresarial local (Alvarado, 1990; Trabis, 1986). A lo largo de este siglo, en estas ciudades los grupos gobernantes han gozado de una autonomía política frente a los poderes federales y de la entidad15. La debilidad de actores como el empresariado fronterizo y la Iglesia católica, han permitido que permanezcan incontestadas las estructuras de poder local, relacionadas con el Estado a través de vínculos corporativos. Pues a esas debilidades se agrega la ausencia de clases medias y altas fuertes, sin vínculos translocales entre sí. «... la particularidad política de Tamaulipas se explica a partir de la pulverización del poder ocurrida a la caída del portesgilismo, la cual condujo a la dispersión del poder regional en los diferentes grupos de interés, los mismos que no han mostrado la capacidad de articularse entre sí, aunque sí han sido capaces de disputarse el poder local. La ausencia de elementos de cohesión dentro del estado motivó la articulación de grupos locales con las instancias del poder público federal, en un sentido vertical, sin la necesidad del Gobierno del estado como mediador.» (Sánchez, 1993: 38). Así entonces, las relaciones entre el gobierno federal y las organizaciones corporativas locales son las que han dado el tono y contenido a la política en las ciudades de la frontera tamaulipeca (Alvarado, 1990; Sánchez, 1993; Trabis, 1986). Este contexto político ayuda a comprender dos situaciones: como el Gobierno municipal es el medio para reciclar los intereses de las élites políticas locales, se entiende que exista la discontinuidad en los planes de desarrollo. Y en segundo término, la conformación de los aparatos de gobierno local se hace de acuerdo a las alianzas internas de cada grupo que accede al poder, alianzas que típicamente se establecen durante las campañas electorales. Por eso es que el desarrollo urbano en las ciudades de la frontera tamaulipeca muestra evidentes rasgos de politización, si bien se trata de una politización anclada en el ámbito local. En Nuevo Laredo, Matamoros y Reynosa, la formación de periferias populares y asentamientos irregulares, en general, pasa por las coordenadas que se mencionaron: autonomía de élites políticas, intervención de organizaciones corporativas (ejidos, sindicatos y asociaciones de colonos) en la formación de nuevos asentamientos, y rompimiento de los planes de desarrollo urbano municipales. Ciudades rotas: doble dinámica de ruptura En las ciudades que analizamos, las condiciones de discontinuidad en el desarrollo urbano proceden de dos fuentes: la dependencia de las actividades fronterizas con respecto a variables económicas de la globalización, y el carácter marcadamente político-corporativo con el que se conduce la gestión urbana. 225 Así pues, las ciudades de la frontera tamaulipeca están sujetas a una doble tensión de discontinuidad y ruptura en su desarrollo. Las actividades económicas fronterizas más importantes (maquila, transporte y comercio exterior) no desarrollan cadenas económicas horizontales. Como la maquila se abastece principalmente de insumos no nacionales, su conexión con otras industrias locales es sumamente débil. De ahí que su crecimiento no se refleje en la expansión del empleo manufacturero como proporción predominante en la PEA. El transporte tiene impacto en nichos laborales como choferes, mantenimiento mecánico, carga y descarga de los materiales transportados, control y apoyo para los conductores, etc. El comercio exterior está fuertemente anclado en las empresas que gestionan los trámites fiscales para la importación y exportación de mercancías. Además, es un servicio concesionado bajo la modalidad de patente que otorga el gobierno federal, de ahí que su impacto laboral se reduzca a un nicho muy restringido: especialistas en comercio exterior, contadores, y empleados de oficina; se trata de un sector de la población con niveles de escolaridad media y superior. Estos sectores sociales que laboran en actividades ligadas a la globalización, pueden crecer o disminuir de acuerdo a los vaivenes intrínsecos de la dependencia propia del sector fronterizo de la economía local. Sin embargo, lo que nos interesa subrayar es que las actividades que señalamos tienen un impacto muy bajo en la generación de empleos. De ahí que no pueden absorber a la fuerza de trabajo procedente de los flujos migratorios. En las colonias irregulares de Nuevo Laredo, para citar un ejemplo, el 67% de los jefes de familia no es originario de esta ciudad. En este grupo, el 74% tiene menos de diez años como residente; este par de hechos nos habla de que los migrantes más recientes, de baja escolaridad y con familia recién formada, no encuentran acomodo en nichos laborales que les faciliten acceso legal a la vivienda, ya sea por la vía de las prestaciones o del ingreso. En efecto, según nuestras investigaciones, una vía de empobrecimiento importante en Nuevo Laredo (y probablemente en las otras ciudades) se encuentra en el traslado de familias (sin ingresos y prestaciones suficientes para adquirir legalmente vivienda) hacia colonias donde se ofrecen terrenos muy baratos, pero casi sin ningún servicio, con lo cual empeoran sus condiciones de vida. En este tipo de decisiones se encadenan los factores que hemos señalado: a) Las actividades fronterizas tienen un impacto escaso en la generación de empleos bien remunerados; por otro lado, como no generan cadenas horizontales productivas y de empleo, impactan de modo insuficiente al mercado laboral. Esto es evidente si consideramos que los insumos mexicanos que proveen a las maquiladoras representan apenas el 1.54% en 1996. Esto nos señala la escasa integración productiva entre la maquila y otros sectores productivos nacionales. b) Por lo tanto, este tipo de actividades no puede absorber a los migrantes que llegan con la expectativa de mejorar su situación. c) Los migrantes de baja escolaridad se acomodan en nichos laborales fragmentados y de pequeña escala, que no aseguran ingreso ni prestaciones para la adquisición legal de vivienda. 226 d) Ejidatarios y otros actores locales cuentan con la permisividad de las autoridades municipales para vender terrenos de forma ilegal. Estos asentamientos se generan al margen de los planes de desarrollo contemplados. El resultado son nuevos suburbios de clase trabajadora, segmentados del resto de la ciudad. Así pues, las posibilidades de segmentación social que proceden de la estructura de las actividades fronterizas (con nichos laborales restringidos, sin trazar cadenas horizontales de empleo) confluyen con la forma en que se desarrolla el crecimiento físico urbano: politizado y con escasa racionalidad. Mientras la globalización, a través de las actividades fronterizas, agudiza las dimensiones de la fragmentación social, la politización (de corte corporativo) en el desarrollo urbano amplía el grado que alcanza dicha fragmentación. Este circuito de ampliación y agudización en las segmentaciones sociales y territoriales es el rasgo específico de las ciudades de la frontera mexicana del noreste, y es el que define su lugar en el sistema mundial de ciudades consolidado por la globalización: se trata de ciudades rotas. La metáfora de la ruptura alude a las características estructurales siguientes: a) Las discontinuidades a las que están sujetas las actividades fronterizas, dada su vulnerabilidad frente a variables externas. b) La discontinuidad que estas actividades posibilitan en la estructura del empleo. c) La discontinuidad en la planificación del desarrollo local. d) La discontinuidad territorial con la que aparecen nuevos asentamientos. A diferencia de las «ciudades divididas» y de las «ciudades separadas» del núcleo capitalista, la suma de estas discontinuidades estructurales cuaja en un escenario de rupturas sociales y territoriales agudizadas por la globalización y amplificadas por factores asociados a la gestión urbana local. La suma de estas discontinuidades estructurales nos señala, no una cuestión de grado, sino de substancia en la segmentación social y territorial. CONCLUSIONES El sistema internacional de ciudades que se está formando merced a las fuerzas de la globalización es el marco de referencia general sobre el que se han vertido nuestras apreciaciones anteriores. Las variaciones urbanas locales pueden ser comprendidas en dicho marco, donde, como señala con justeza William G. Flanagan (1994), la narrativa de caso particular encuentra sentido en los entretelones de la gran historia de nuestro tiempo, que es la internacionalización de las relaciones humanas. Nuestro intento para elaborar un marco de referencia que justamente le dé sentido a los estudios de caso locales, se inscribe en la corriente teórica denominada «nueva 227 sociología urbana» (Gottdiener, 1994; Gottdiener y Feagin, 1988; Flanagan, 1994). La llamada «nueva sociología urbana» trata de combinar las explicaciones procedentes de la economía política (es decir, los análisis sobre el sistema capitalista y sobre la estructura de clases y conflictos propios de este sistema de relaciones sociales) y del análisis de ciencia política enfocado en las conexiones entre poder local y poder estatal. La «nueva sociología urbana» trata de armar un esquema conceptual que sea capaz de mostrar las interrelaciones entre estructuras relativamente invariantes (de ahí su compromiso con la economía política) con las variaciones que en el nivel local producen las decisiones de los agentes sociales. El esquema de comparación que hemos propuesto tiene su punto de partida en las tesis anteriores. La diferenciación básica entre actividades fronterizas y no fronterizas señala las vías socioeconómicas de engarce con la globalización capitalista, y sus efectos sobre la estructuración de clases y grupos sociales mediante los efectos sobre los nichos laborales. Las tres ciudades de la frontera tamaulipeca comparten esta diferenciación; sin embargo, es posible observar las variaciones que en cada una de ellas toma este enganche de acuerdo a la conformación de los sistemas locales de gobierno, y al modo en que se generan nuevos asentamientos habitacionales, si bien aquí destacamos, por su importancia, los de tipo popular16. Hay otra característica que hace de la nueva sociología urbana un planteamiento prometedor. Mediante su recurso a establecer los efectos de la globalización capitalista en escenarios locales, introduce la posibilidad de cierta unificación en el campo de la investigación urbana, la cual a partir de la crisis del marxismo y de los fuertes cuestionamientos a los que fue sometida la corriente ecológica, se encontraba a la deriva, empantanada en la producción de estudios de caso muy focales. Analizar los fenómenos urbanos desde el punto de vista de la globalización implica asumir problemas y conceptos comunes que pueden disminuir la dispersión empírica en este campo del conocimiento. El planteo propio de la nueva sociología urbana con el que abordamos la comparación de las ciudades de la frontera tamaulipeca, nos auxilia al entendimiento de las formas en las cuales la globalización modifica un espacio territorial muy significativo: la frontera entre el Primer y el Tercer Mundo. El acuerdo de integración comercial entre los Estados Unidos y México fortalece las actividades de clara vocación exterior en la frontera mexicana: maquila, comercio transnacional, flujos de transporte. Sin embargo, los nichos laborales asociados a estas ramas, son reducidos y no absorben a la fuerza de trabajo, procedente, sobre todo, de las migraciones. Desde luego, la migración hacia estas ciudades significa el crecimiento de la demanda por vivienda. Y ante la ausencia relativa de planificación local, más la tolerancia para permitir nuevos asentamientos, se facilita la aparición de suburbios populares al margen de la ley. Se trata, en suma, de un circuito de segmentación social agudizado por la globalización y amplificado por las condiciones imperantes en la gestión urbana local. 228 El término que aquí usamos para describir a las ciudades de este espacio territorial (“Ciudades Rotas”) busca ligar la descripción (segmentaciones sociales ampliadas y agudizadas) con la explicación (efectos de la globalización sobre actividades de tipo fronterizo, efectos de la gestión corporativa urbana sobre el desarrollo local). Al mismo tiempo, el término busca identificar el nicho que estas ciudades de la frontera ocupan en el sistema urbano mundial contemporáneo. Así entonces, las apreciaciones que hemos vertido en este trabajo tratan de responder a uno de los retos de nuestro tiempo: hallar el sentido de la situación local en las coordenadas de una civilización desigual, contradictoria y, sin embargo, cada vez más integrada. 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Zapata, Francisco (comp.), (1999), «¿Flexibles o productivos?», Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México. 230 CADENAS PRODUCTIVAS Y EMPRESAS DEL VESTIDO EN CIUDAD JUÁREZ, CHIHUAHUA Julio César Morales Cruz INTRODUCCIÓN En el presente documento abordaremos la dinámica de las empresas de la industria del vestido en Ciudad Juárez, Chihuahua.Ciudad Juárez debe su dinámica económica principalmente a las empresas maquiladoras, las cuales iniciaron sus operaciones en la ciudad a partir de la puesta en marcha del Programa de Industrialización Fronterizo (PIF) en 1965 (Fernández,1981). Estas empresas realizaban principalmente actividades de ensamble de productos en las ramas de electrónica, vestido y automotriz. Con el paso del tiempo, la dinámica económica que generaron originó la aparición de talleres del vestido, dedicados a la fabricación de uniformes industriales, los cuales eran demandados por las plantas maquiladoras (Van Dooren,1997). A mediados de la década de los ochenta, las presiones de la competencia mundial y lo que se ha denominado la nueva división internacional de trabajo (Fröbel y Kreye, 1978) modificaron el ritmo de crecimiento de las maquiladoras. Así es como, durante la década de los noventa, Ciudad Juárez se convierte en la ciudad con mayor valor agregado en cuanto a operaciones de maquila, motivado por la tendencia a ubicar plantas maquiladoras cuyas actividades son más intensivas en conocimientos.1 LAS CADENAS PRODUCTIVAS GLOBALES La teoría de las cadenas productivas globales plantea las relaciones de poder en función del capital transnacional, que coordina los nuevos patrones de producción y comercio en la economía mundial de dos formas: por sus decisiones de inversión estratégica y por el volumen de sus compras de bienes de consumo, con lo que pueden movilizar las redes globales de exportación, compuestas de un gran número de comercializadores y fábricas en el extranjero. (Gereffi,1994). Este esquema se enfoca hacia la competencia de acuerdo a los cambios en tiempo y espacio de los sistemas de producción de bienes. Dichos cambios los explica a través de las modificaciones tecnológicas que producen la reducción de los tiempos de producción y la dispersión espacial del proceso productivo. (Schoenberger,1995). Se parte, por lo tanto, de la condición según la cual un sistema productivo encadena las actividades económicas de las empresas a redes tecnológicas y organizacionales, las cuales permiten a cada empresa desarrollar, producir y vender bienes específicos. La teoría de las cadenas productivas globales establece tres dimensiones de análisis: (Gereffi, 1995) Estructura de insumo producto, la cual es un conjunto de productos y servicios encadenados juntos en una secuencia de actividades económicas de creación 231 de valor Territorialidad, dispersión o concentración de las empresas en redes de producción o distribución. Estructura de gobernancia (governance); conjunto de relaciones de autoridad y poder que se generan entre las empresas de una cadena productiva. De acuerdo con estas dimensiones, pretendemos identificar dentro de las empresas de la industria del vestido en Ciudad Juárez, la estructura de insumo producto, sus proveedores y sus clientes, así como la ubicación geográfica de éstos. En nuestro caso, con respecto a la estructura de gobernancia, no sólo implica saber el tipo de cadena en que se insertan las empresas del vestido en Ciudad Juárez, sino también el tipo de estructura organizativa que poseen, (integración vertical u horizontal), el tamaño de las empresas y el tipo de capital que las conforman (local o transnacional). Con respecto a la estructura de gobernancia o quién dirige la cadena, se refiere a dos tipos bien identificados, las cadenas productivas dirigidas por productores y las cadenas productivas dirigidas por compradores. La identificación del tipo de dirección de la cadena en el sector del vestido, de acuerdo con estudios previos que se han realizado en México (Dussel,1997), en el Este Asiático (Gereffi,1996a) y en los Estados Unidos de Norteamérica, (Bair,1997; Kessler,1997) indica que está dirigida por compradores, por lo cual partimos de la hipótesis de que es igual en Ciudad Juárez. Así mismo podemos identificar el rol de exportación que desempeña cada empresa. Un rol de exportación podemos definirlo como el conjunto de encadenamientos que permiten conectar a los países a través de la oferta en los mercados mundiales. (Gereffi,1996b) En la economía mundial existen cinco principales roles de exportación que asumen los países: - Exportador de bienes primarios Procesos de exportación a través de operaciones de ensamble (maquiladoras) Subcontratación de proveedores de componentes Contratos de fabricación de productos finales con especificaciones, también conocido como manufactura de equipo original (OEM) Manufactura de productos de marcas propias. (OBM) LA DINÁMICA DE LAS EMPRESAS DEL VESTIDO EN CIUDAD JUÁREZ El trabajo empírico que sustenta este trabajo se llevó a cabo durante el mes de mayo de 1998 en Ciudad Juárez, Chihuahua. Consistió en una serie de entrevistas con actores clave dentro del sector. Se entrevistó a ocho dueños de talleres, tres gerentes de empresas maquiladoras de prendas de vestir, y ocho representantes de las instituciones que intervienen en el sector, es decir, se realizaron diecinueve entrevistas para recabar la información. 232 La forma en la que presentamos los resultados está de acuerdo con la siguiente estructura: primero describiremos brevemente las características de los talleres, posteriormente analizaremos las cadenas productivas dentro de las cuales se insertan estas empresas, para luego emplear el mismo procedimiento con las empresas maquiladoras. TALLERES DE UNIFORMES En Ciudad Juárez existen aproximadamente cuarenta talleres asociados a la industria del vestido,2 que fabrican una gran variedad de prendas y a los cuales podemos agrupar en dos tipos: los que producen uniformes industriales, ya sea batas, mandiles, camisas y pantalones, uniformes escolares y uniformes deportivos, los cuales podemos clasificar como costura de corte recto, prendas relativamente simples y que no necesitan diseño de moda. Por otra parte se encuentran los talleres que producen uniformes para médicos y enfermeras, así como ropa de quirófano y uniformes secretariales. Esta puede ser considerada como una actividad de mayor valor agregado, ya que implica un diseño previo, el cual tiene más influencia de la moda. Sin embargo, todos estos productos poseen una característica común: la temporalidad de los pedidos, es decir, debido a las características del clima en Ciudad Juárez, se diferencian muy bien dos tipos de temporadas: invierno y verano, por lo cual se solicitan uniformes generalmente dos veces al año: durante el mes de febrero y en el segundo semestre del año, aproximadamente en el mes de julio. Por otra parte, en los uniformes escolares, esta periodicidad es al inicio del ciclo escolar y al finalizar el año. Los primeros desarrollan su actividad en función de economías de escala, donde el volumen de prendas fabricadas reduce los costos, mientras que los otros se identifican con las economías de alcance, ya que su desempeño se centra en artículos altamente diferenciados y de pequeños lotes. Esta separación analítica es difícil de establecer en la práctica, ya que muchas veces se combinan los artículos, así es que el taller que produce como artículo principal uniformes industriales de cualquier tipo, llega a producir ocasionalmente uniformes escolares o deportivos, es decir, el proceso productivo fabrica únicamente productos de corte recto. Sin embargo, es difícil que alguno de estos talleres produzca uniformes secretariales o para enfermeras y médicos. Por otra parte, los talleres que se dedican a la confección de uniformes secretariales o para enfermeras y médicos, sí incursionan en la fabricación de uniformes de trabajo industrial cuando se lo solicita alguno de sus clientes, por lo que este tipo de talleres posee la característica denominada flexibilidad productiva, (Ybarra, 1991) que le permite una rápida adaptación a los cambios exigidos por el lado de la demanda. Todos los talleres realizan el proceso completo bajo el mismo techo y, aún cuando algunos (sobre todo en los de uniformes secretariales) al inicio subcontrataban algunas fases como el 233 planchado, su tendencia es a la integración vertical de todo el proceso. La razón se encuentra en que disminuyen sus costos de operación, pero principalmente en la reducción de la incertidumbre en los tiempos de entrega y la calidad del producto. Es interesante resaltar que cuando los talleres tienen pedidos muy grandes, o bien más allá de su capacidad de producción, la mayoría recurre a la subcontratación, ya sea de talleres más pequeños o bien de ex-empleados, quienes realizan el ensamble en sus hogares. Esta subcontratación se realiza sin que medie ningún acuerdo escrito, tan sólo en la confianza sobre la base del conocimiento previo de las habilidades del subcontratado. Lo anterior es de resaltar debido a la importancia que los propietarios de los talleres le otorgan a la calidad de sus productos, motivo por el cual la subcontratación se da sólo con gente conocida por su forma de trabajar. Esto permite el aumento temporal de la capacidad productiva del taller sin incurrir en el aumento de los costos de producción por el aumento de la nómina y los impuestos respectivos, enlazando, por medio de las redes que se crean, la economía formal a la informal al proporcionar flexibilidad laboral al taller, ya que puede contratar mano de obra calificada sólo por el tiempo que es necesario para resolver un aumento en el volumen de producción, sin incurrir en una alza de los costos de producción por el aumento de la nómina y los impuestos respectivos. Esta flexibilidad es imposible dentro de la economía formal, debido a las restricciones que la legislación laboral, en México, estipula. Sin embargo, el proceso de subcontratación es temporal y no existe ningún compromiso posterior de ninguna de las partes, lo cual limita la transferencia de conocimientos y procesos entre los participantes. La cuestión del personal es sumamente importante para la operación de los talleres; con respecto al número de empleados, la tendencia es que en los talleres dedicados a la confección de uniformes de corte recto es mayor el número que en los dedicados a la moda, sin embargo, la diferencia no es significativa, debido principalmente a la flexibilidad en el proceso, que ya hemos mencionado. Los talleres de uniformes secretariales tienen un promedio de ocho empleados, mientras que los talleres de uniformes industriales tienen un promedio de doce. En general, estas empresas cuentan con un promedio de diez empleados por taller, independientemente del aporte que, a la operación del mismo, realizan los miembros de la familia La gran mayoría de estos talleres emplea la mano de obra familiar de diferentes maneras, la principal es en la dirección y supervisión de las diferentes operaciones que se realizan en el taller, pero otra muy importante es para cubrir los puestos centrales en el proceso de producción, como una especie de operador universal, con lo que se resuelve un poco el problema de la alta rotación del personal. Esta función consiste en que los miembros de la familia, aparte de desempeñar las funciones administrativas necesarias para el funcionamiento del negocio, conocen y dominan las operaciones más importantes del proceso de producción.De esta manera, cuando por alguna razón no hay quien realice esa función, ellos pueden ejecutarla sin 234 problemas. Con ello se logra eliminar cierta incertidumbre para cumplir con los pedidos en tiempo y forma. El problema de la rotación del personal es grave en los talleres y podemos separar este problema en dos ámbitos:3 el primero se refiere a la atracción de los empleados capacitados en costura por parte de las empresas maquiladoras, y a la falta de competitividad de los talleres con respecto a las prestaciones que las empresas otorgan. El segundo tiene que ver con los costos que la migración de trabajadores representa para el taller en función de la capacitación que dan a sus empleados. A pesar de que la mayoría de ellos prefiere contratar mano de obra capacitada, todos coinciden en que cuando se necesita fuerza laboral, «se contrata al primero que pasa».4 La capacitación de un empleado dura de tres semanas a dos meses y representa un alto costo para el taller, ya que durante ese período deben no sólo dedicarle el tiempo de la persona que capacita al aprendiz, sino también facilitar la máquina y el material para que aprenda a coser, llegando en algunos casos extremos al grado de tener que reparar las máquinas por el uso inadecuado de las mismas. LA CADENA PRODUCTIVA DE LOS TALLERES DEL VESTIDO En este apartado identificaremos a los clientes y a los proveedores de los talleres para permitirnos reconstruir la cadena productiva en la que se encuentran. El nivel de análisis se refiere al nivel de producto, esto es, la identificación de la estructura de insumoproducto de los talleres. Los talleres de uniformes industriales tienen como cliente principal a las maquiladoras, aunque se dirigen a las empresas medianas, debido a que no tienen la capacidad de producir grandes cantidades de uniformes, motivando que empresas de uniformes industriales provenientes de Guadalajara y Monterrey se encuentren compitiendo en el mercado de Ciudad Juárez. Algunos talleres están también diversificando su cartera de clientes hacia diferentes empresas locales como talleres mecánicos, hoteles, estaciones de gasolina, y empresas de mantenimiento industrial y doméstico, debido a que las condiciones bajo las cuales tratan con la maquiladora, tienden a meterlos en problemas de liquidez. La materia prima la adquieren generalmente de contado, y el proceso de fabricación dura alrededor de una semana, en pedidos más o menos grandes; sin embargo, la maquiladora, su principal cliente, les paga en un plazo de quince días de la fecha de la factura, por lo cual los talleres cargan el peso financiero de este plazo ( que tal vez no es muy largo para la maquiladora). Para los talleres representa problemas de liquidez en la mayoría de los casos, esto sin contar los retrasos que pueden tener al presentar la factura o al presentarse a recoger los cheques en días y horas establecidas por la empresa maquiladora. 235 Un factor interesante en la mayoría de los talleres es la carencia de una fuerza de ventas,5 función que realiza generalmente el dueño del taller o bien un familiar cercano (el hijo, un hermano, etc.) y, en algunos casos, incluso no venden, les compran con base a las relaciones personales que tienen, es decir, les llegan pedidos a través de recomendaciones de conocidos, o bien por la recomendación de algún otro cliente. El único esfuerzo de ventas que realizan es el anunciarse en el directorio telefónico de la ciudad y, en el caso de algunos talleres dedicados a los uniformes secretariales, conformar una cartera de clientes por medio de llamadas telefónicas. Con respecto a los proveedores, los talleres, prácticamente no tienen diferencias significativas, el encontrarse en la frontera les permite establecer contactos con proveedores norteamericanos, lo mismo que con proveedores mexicanos. Sin embargo para tener acceso a materia prima directamente de los grandes centros textiles norteamericanos, necesitan hacer pedidos mínimos de cinco mil dólares, lo que está muy lejos de sus posibilidades financieras, por lo que adquieren principalmente saldos en la ciudad de El Paso. Esto les resta competitividad en el momento de proporcionar el mismo estándar de calidad en los materiales y colores en diferentes períodos de tiempo a un mismo cliente. La ausencia de cooperación entre ellos es una de las razones que limitan la posibilidad de lograr economías de escala para poder acceder a este tipo de insumos. Con respecto a los proveedores nacionales se presentan más dificultades: los tiempos de entrega del material son muy largos, debido a la lejanía de los productores, ya que se encuentran principalmente en Monterrey, Guadalajara y Ciudad de México. Por otra parte, los productos son más caros y las telas más angostas, incrementándose los costos de producción. Existen empresas que proveen localmente determinados insumos, como algunos tipos de telas (popelina), cierres, botones e hilos; sin embargo, sólo recurren a ellas en caso de extrema urgencia, debido a los precios y a la falta de material en las cantidades que se requieren. Por lo anterior, podemos decir que la situación geográfica de Ciudad Juárez es un factor limitante, que no el único, para el desarrollo del sector, ya que las empresas encuentran problemas serios para surtirse del material indispensable para realizar sus operaciones a ambos lados de la frontera. Con base en todo lo anterior podemos esquematizar la cadena en la cual se encuentran estos talleres, para ello trabajaremos en el nivel de organización, de la teoría de las cadenas productivas globales (Gereffi, 1994). Esta cadena es muy simple, debido principalmente al tamaño de las empresas que analizamos, la prácticamente nula presencia de actividades de alto valor agregado, tal como el diseño y la mercadotecnia, implica que quien conduce la cadena, en este caso, es el cliente final. (Ver anexos) Podríamos decir que, a diferencia de las cadenas globales, ésta es una cadena local dirigida por los compradores finales, debido a que la gran importancia que representa el mercado local para la sobrevivencia de las empresas, les obliga a depender y acatar las 236 condiciones de entrega y pago de acuerdo a las necesidades de los clientes y de forma unilateral. LAS MAQUILADORAS Las empresas maquiladoras que están operando en Ciudad Juárez se encuentran en estos momentos bajo gran presión debido a las condiciones de los factores, tales como tierra y trabajo en la ciudad. Con respecto a la tierra, el costo de la renta del suelo en un parque industrial es muy alto, incluso más alto que en la ciudad vecina de El Paso.6 Fuera de los parques, la situación no es mejor debido a la carencia de infraestructura y de espacios donde puedan establecerse las empresas. Por otra parte, la demanda de fuerza de trabajo, debido al gran número de empresas maquiladoras en la ciudad, provoca problemas de rotación de personal y gran competencia entre las plantas para atraer trabajadores. Todo esto produce presiones en la operación de las empresas de costura dedicadas al ensamble de prendas de vestir, ya que basan gran parte de su operación en los bajos costos de producción, principalmente de la mano de obra. El resultado de estas presiones es que algunas de las empresas situadas en Ciudad Juárez han abierto filiales en otras partes del estado, como Ojinaga y Santa Bárbara, lugares donde la mano de obra representa menos problemas, tanto de rotación como de salarios. Las empresas maquiladoras son propiedad de extranjeros, norteamericanos generalmente, y tienen sus oficinas centrales en la ciudad de El Paso. La empresa matriz se encarga de contactar con grandes empresas comerciales, tal como J.C. Penney o Sears, que les envían los patrones y especificaciones de los materiales; este diseño se realiza en lugares al norte de los Estados Unidos, como Nueva York. Una vez recibidos los patrones y el material, que contratan ellos mismos, se procede al corte en una filial localizada en El Paso, las piezas ya cortadas son enviadas a la maquiladora en Ciudad Juárez, donde se ensamblan y se etiquetan, para, posteriormente, ser devueltas a El Paso para su acabado, empacado y ser distribuidas a los lugares señalados. Este es el caso de una maquiladora dedicada a prendas de vestir para dama: La empresa es dirigida en Juárez por una persona méxico-americana, quien tiene amplia experiencia en el ramo en empresas norteamericanas. Se prefiere la contratación de personal capacitado, aunque en algunas ocasiones las maquiladoras también capacitan. La capacitación dura entre una y dos semanas, el fin es que en tres meses el operador esté rindiendo utilidades. Se trabaja con base en una cuota de producción mínima diaria, y se paga un bono por cada pieza extra que se produce, lo que se denomina “pago por sobrecuota”. Este sistema propicia la competencia entre los trabajadores para lograr mayor producción. De acuerdo con los gerentes de estas empresas, los trámites que deben realizar ante las 237 autoridades mexicanas son demasiados, además que se les someten a una excesiva supervisión por parte de diversas instituciones para que cumplan con las reglamentaciones en materia de seguridad en el trabajo, medio ambiente y prestaciones, cosa que a ellos les interesa más tener en cuenta, principalmente por las características de las tareas que en el interior se desarrollan. Otro tipo de maquiladora establecida en Ciudad Juárez y ligada a la industria del vestido es la que se dedica al ensamble de prendas de vestir confeccionadas con mezclilla. La diferencia principal de este tipo de maquiladora consiste en que desarrolla dos actividades más que las otras maquiladoras. Estas actividades son el lavado y el planchado de las prendas. (Ver anexos) A pesar de que el proceso es más largo y, por lo tanto, su cadena productiva, sólo se realizan en Ciudad Juárez las actividades de ensamble. La lavandería y el planchado se encuentran en El Paso. Sin embargo, en algunas de estas empresas existen planes de corto plazo para trasladar estas actividades a Ciudad Juárez, y el ensamble hacia el sur del estado de Chihuahua. Otra característica importante de este tipo de empresas consiste en que aparte de fabricar para cadenas comerciales como Walmart, Target y J.C. Penney, también producen prendas con su propia marca, las cuales comercializan en los Estados Unidos. Debido a lo anterior, estas empresas controlan también la operación de diseño, esto es, tienen una empresa de diseño en Nueva York, la cual se encarga de enviar los diseños a las cadenas comerciales, las cuales lo aprueban. Una vez aprobado se genera el patrón, que es enviado a El Paso para que se corten las piezas; posteriormente, estas piezas son trasladadas a Ciudad Juárez, donde se ensamblan y se etiquetan. Las prendas, una vez ensambladas, se regresan a El Paso, donde se lavan, se planchan y se distribuyen al mercado norteamericano. Este tipo de empresas empieza a adquirir materia prima mexicana, compra mezclilla, hilos y cierres, aunque en cantidades muy pequeñas, debido principalmente a la baja calidad de estos productos. Una de las principales diferencias entre estos dos tipos de maquiladoras es que la que se dedica a las prendas de mezclilla tiene menos presión en cuanto a la variación de los diseños y a los altibajos de la moda, mientras que las otras están más sujetas a los vaivenes del mercado en función de estos dos factores. Con respecto a los roles de exportación que desempeñan estas empresas, tenemos que los talleres, a pesar de que casi todos manejan su propia marca, ninguno se encuentra en los mercados mundiales, esto es, no se dirigen hacia la exportación y los mantienen alejados de la posibilidad de encontrarse en lo que se denomina manufactura de marca propia. Por su parte, las maquiladoras, que se encuentran enfocadas a los mercados mundiales, sólo ejercen el rol de exportación más simple, que es el de ensamble. Además, por ser empresas de capital transnacional, difícilmente pueden desarrollar procesos de 238 subcontratación que conlleven un proceso de aprendizaje y transferencia de tecnología similar al ocurrido en el este asiático. Si bien es cierto que las maquiladoras tienen mayor participación en el empleo,7 ya que los talleres emplean alrededor de cuatrocientas personas en total, más las familias propietarias, son éstos últimos los que representan la posibilidad de crear empresas de capital local; además, considerando que en la ciudad, la actividad tradicional es el comercio, potenciar este sector puede representar un cambio en la cultura empresarial de la región. CONCLUSIÓN Con respecto a las empresas de capital local, es decir, los talleres de uniformes, su dinámica muestra aspectos que es útil resaltar, debido a que son factores que es necesario reconocer para entender los procesos que se desarrollan entre estas empresas. La cadena a la que pertenecen, si bien puede ser considerada global debido a que los proveedores se encuentran en diferentes países, (México y los Estados Unidos), la mayor parte de las etapas del proceso productivo es local y los productos están orientados a satisfacer la demanda local. La estructura de las empresas es muy elemental, se carece en la mayoría de los casos de una administración profesional y no existen funciones administrativas bien definidas, el propietario y su familia, generalmente, son trabajadores universales en la empresa, que lo mismo administran, cortan, venden o cobran. Además, la falta de capital de trabajo y de esquemas de financiamiento adecuado, así como la carga impositiva que soportan, les impiden tener la solvencia financiera que les permita hacer inversiones en equipo y material que les facilite hacer crecer a las empresas para moverse hacia otros nichos de mercado. Si bien la mayoría posee marcas propias, esto no tiene mayor relevancia, ya que su escala de producción es reducida, por lo que su impacto en el mercado no es significativo. Este hecho es contrastante con respecto a los roles de exportación que pauta la teoría de las cadenas productivas globales, que señala que el poseer marca propia reconocida es el rol de exportación más avanzado; en nuestro caso no es así y podríamos explicarlo en función de las diferencias de las empresas que estudiamos, ya que no se dirigen a los mercados de exportación, por lo cual no es una marca reconocida. Esto influye también en la importancia que la mercadotecnia tiene en el proceso de comercialización de la marca, pues los talleres carecen de una estrategia de mercadotecnia que respalde su producto. Por otra parte, los talleres se encuentran insertos en una cadena muy corta. La peculiaridad de esta cadena es la fortaleza de los clientes, es decir, las empresas que compran los productos tienen ventajas al negociar las condiciones de entrega, pago y 239 calidad de los productos que los talleres ofrecen; en otras palabras: el tipo de relación que se establece entre cliente proveedor, es de tipo vertical y jerárquica, donde las condiciones favorecen al cliente y dejan en desventaja a los talleres, por ello proponemos que esta cadena sea dirigida por el lado de la demanda, o sea, por los consumidores finales. La diferencia entre esta cadena y la dirigida por compradores consiste en que esta última se encuentra dirigida por el lado de la oferta, esto es, la empresa que coordina el proceso, en función de la calidad del producto y la operación administrativa de las empresas en los diferentes eslabones de la cadena, se encarga de comercializar el producto, es decir, lo hace llegar al consumidor final. De lo anterior surge una línea de investigación en la cual consideramos necesario profundizar, la hipótesis de la que parte consiste en que existen sectores con fuerte participación de PYMES, y cuyo cliente principal posee mayor fortaleza financiera y administrativa, por lo tanto, estas características de los clientes facilitan que la coordinación de las cadenas recaiga en los últimos, es decir, la coordinación pasa del lado de la oferta hacia la demanda. Otra característica del sector es la ausencia de cooperación entre los propietarios de los talleres, que sólo se da limitada; en cuanto al proceso de subcontratación, la falta de cohesión les impide lograr economías de escala en la adquisición de la materia prima y en la operación de los negocios. También les hace imposible el negociar pedidos de empresas grandes, o bien crear el contrapeso que logre hacer que la coordinación de la cadena recaiga en el lado de la demanda. Esta ausencia de cooperación y colaboración entre ellos, es decir, la imbricación del tejido social en el tejido económico, es un síntoma de la ausencia de un factor importante para la existencia de un distrito industrial (Beccatini, 1990); otros factores que son contrarios a las características del distrito, son la relación jerárquica entre las empresas y que la cadena se encuentra dirigida por una empresa extranjera. La dinámica de los talleres muestran que es posible desarrollar estas relaciones, el mercado a que se dirigen es muy grande, lo cual implica que sus proveedores pueden desarrollarse en función del aumento de la capacidad de producción; la competencia entre ellos puede reforzar su competitividad, sin embargo, este proceso requiere el aprender a trabajar juntos para lograr economías de escala. El propiciar mecanismos de subcontratación entre estos talleres y empresas transnacionales es un esquema que bien valdría la pena explorar, considerando que podría atraer beneficios al sector, como el aprendizaje de operaciones, así como el diseño y la mercadotecnia, que servirían como instrumento para incursionar en los mercados mundiales, a la vez que se les inyectarían recursos frescos para incrementar su capacidad de producción. De esta manera no es claro que la operación de los talleres 240 en Ciudad Juárez, en estos momentos, pueda mejorar, aunque tampoco son claros los síntomas de su posible desaparición, principalmente porque tiene asegurada la demanda de sus productos. ANEXO 1: LAS MAQUILADORAS Las empresas maquiladoras que se encuentran en Ciudad Juárez y que hemos tratado en este trabajo se dedican al ensamble de prendas de vestir; si bien se encuentran en cadenas con estructuras diferentes, poseen características semejantes. Estas características son: las maquiladoras se encuentran insertas en una cadena productiva global, la cual dispersa sus operaciones en los Estados Unidos y en México, esta cadena es un buen ejemplo de la cadena dirigida por compradores. Las operaciones de mayor valor agregado se realizan en el Norte de los Estados Unidos, donde los salarios son más altos. En el sur de este país, específicamente en El Paso, se realizan operaciones con menor valor agregado, pero intensivas en capital, tal es el caso del cortado y el acabado. Este último proceso abarca, para la maquiladora de prendas de mezclilla, el planchado y el lavado de los productos. Sin embargo, en ambos casos, la operación de menor valor agregado, el ensamble, se realiza en México, en este caso en Ciudad Juárez, aprovechando el diferencial en costos de mano de obra. Las empresas que realizan este proceso son filiales de las empresas norteamericanas y su capital es transnacional, por lo tanto, su localización sigue una lógica funcional. Lo anterior implica que se localizan en el territorio para aprovechar las ventajas que éste ofrece a su operación, al disminuir o diluirse estas ventajas se inician presiones que impulsan su reubicación hacia otras zonas que conserven estas ventajas, tales como bajos costos de mano de obra o infraestructura e incentivos fiscales. De acuerdo a estos factores, vestir busquen localizarse en operaciones. Con respecto permanencia en la ciudad establecidas ahí. es posible que las empresas maquiladoras de prendas de zonas al sur de México, principalmente las que inicien sus a las que actualmente operan en Ciudad Juárez, su no está asegurada, aunque por el momento sigan Por otra parte, al no ser empresas de capital local, éstas carecen de vínculos fuertes con el territorio, no se encuentran integradas plenamente a la estructura productiva de Ciudad Juárez, no tienen encadenamientos fuertes con las empresas locales, y la única forma en la que se insertan en el territorio es a través de los mercados de trabajo; sin embargo, las operaciones que realizan son muy simples, por lo que no hay una transferencia real de conocimientos (know-how) acerca del proceso productivo completo, haciendo casi imposible el que puedan evolucionar de un rol de exportación a otro, ya que se encuentra sujeto a las decisiones de los propietarios del capital transnacional, además de conservar los procesos, que podrían ser los detonantes de este cambio en zonas del norte de los Estados Unidos. 241 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Bair, Jennifer, (1997), Embedding the local in the global: The North American Apparel Industry and the emergence of a regional economy, Working draft Barrón, Antonieta y Manuel Hernández, (1996) «Desempeño reciente y alternativas del desarrollo de la industria de la confección», Comercio Exterior, Noviembre, México, pp.894-902 Beccatini, Giacomo, (1990), «El distrito industrial marshaliano como concepto socioeconómico», Pyke et al, Los distritos industriales y las pequeñas empresas, Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, Madrid, invierno 1988-1989. 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Fuente: Elaboración Propia Mapeo de la cadena productiva Fuente: Elaboración propia Niveles de análisis en la industria textil y del vestido en Ciudad Juárez 245 CIUDAD JUÁREZ EN LOS NOVENTA: EL CONTEXTO DE LA GESTIÓN URBANA Y AMBIENTAL Héctor Padilla INTRODUCCIÓN Al iniciarse las negociaciones entre México, Estados Unidos y Canadá para establecer un Tratado de Libre Comercio, algunas voces advirtieron que la homologación fiscal de la frontera norte de México con el resto del país reduciría las ventajas competitivas de esa zona. Pero en Ciudad Juárez, algunos hechos contradicen ese augurio. En los últimos cinco años, la industria maquiladora, que había dado señales de estancamiento a finales de la década pasada, continuó arribando a la ciudad, mientras que el comercio y los servicios también aumentaron. La población creció a un ritmo mayor que en la década pasada, al grado que, demográficamente hablando, una tercera parte de la ciudad apareció apenas en este período. Esta situación tiene fuertes repercusiones sobre la calidad de la vida en la ciudad al incrementar el nivel de las demandas sociales e intensificar el uso de los recursos naturales. En este trabajo hago una semblanza de la dinámica socioespacial de Ciudad Juárez durante los años ochenta y los noventa. Luego expongo un recuento de los problemas ambientales en ese periodo, así como del contexto político de la gestión ambiental. Y, finalmente, me concentro en describir el marco normativo y el actual sistema de actores que inciden directamente en la gestión del medio ambiente en la ciudad. Este recuento permitirá al lector conocer de manera panorámica los principales elementos que influyen, tanto en la problemática ambiental y en su evolución actual, como en las posibilidades de acceder a nuevos márgenes de calidad de vida en una ciudad fronteriza cuya dinámica socioespacial se orienta hacia la metropolización. DINÁMICA SOCIOESPACIAL DE CIUDAD JUÁREZ, 1980-1998 Ciudad Juárez forma parte de una región caracterizada por la intensidad de los procesos de modernización que la invaden. Esos procesos vinculan a las principales ciudades de la frontera norte con los nuevos circuitos de la economía mundial. Esto las distingue de otras que antaño fueron favorecidas por el modelo sustitutivo de importaciones y la orientación endógena de la economía, como las capitales de los estados fronterizos, con la excepción de Mexicali, Baja California. De manera radical, las ciudades fronterizas son el extremo opuesto de las regiones rural-tradicionales que predominan en el sur del país y sufren estancamiento y abandono.1 El rápido crecimiento demográfico e industrial de la frontera norte se remonta a los años cuarenta, cuando el país empezaba a industrializarse y arrancó una gran oleada migratoria hacia esta región, atraída por la expansión económica del suroeste de los Estados Unidos. En los años sesenta, conforme se consolidó ese flujo migratorio y la base agraria y exportadora de las regiones fronterizas empezó a desmantelarse, algunas ciudades de la frontera encontraron una alternativa económica basada en las inversiones de la «industria maquiladora de exportación» (IME). Casi tres décadas 246 después de haberse instalado en la frontera, esa industria se convirtió en el eje que, directa o indirectamente, modificó la estructura socioespacial de estas ciudades, al igual que la cultural y la política. La magnitud de los cambios estructurales en las ciudades fronterizas permite afirmar que esas décadas fueron de transición. La ciudad paradigmática de esa transición ha sido Ciudad Juárez, la más grande concentración poblacional de la frontera, que desde el momento en que inició el fenómeno maquilador quedó convertida en la principal sede de esa industria en México. El crecimiento de la IME en la ciudad ha sido casi ininterrumpido, salvo en los años 1974 y 1981, durante las coyunturas más difíciles de recesión de la economía norteamericana y del proceso de ajuste de la economía mexicana a los mercados internacionales. Sin embargo, a finales de los años ochenta, aunque se conocía este comportamiento cíclico, hubo algunas dudas sobre el sendero que esa industria tendría durante la década que iniciaba. Los pronósticos eran controversiales, debido a que México, Estados Unidos y Canadá iniciaron un proceso de negociaciones tendientes a la firma de un acuerdo comercial. En el caso de concretarse, ese tratado podría eliminar las ventajas comparativas de la frontera norte con respecto a otras regiones del país, para atraer la inversión extranjera. Los pronósticos optimistas sobre el impacto del TLC en la frontera subrayaban que ese tratado significaría un incremento de los beneficios, porque con o sin él la región continuaría su proceso de apertura debido a las ventajas locacionales inherentes a su posición geográfica (Alba, 1991: 172-182). Las visiones pesimistas advertían que los efectos del TLC serían contradictorios porque la estrategia económica realizada hasta entonces no había “resuelto el problema de fondo de la acumulación de capital y había convertido a la región en importante deudora del resto del país y del exterior” (González Aréchiga y Ramírez, 1990; 269). Pronosticaban que las generaciones futuras verían que «el crecimiento de la frontera les trasmitiría la saturación y la urgencia de obras masivas» (Zepeda, 1991; 196). A ocho años de distancia, esas previsiones son parcialmente correctas. La entrada en vigor del TLC ha contribuido a relanzar el crecimiento industrial de Ciudad Juárez, pero este fenómeno ha determinado que, pese al incremento de las acciones gubernamentales para adaptar la infraestructura urbana al ritmo de llegada de las nuevas inversiones, la ciudad presente déficits en infraestructura y servicios públicos. Los siguientes datos ilustran esta situación: En términos demográficos, Ciudad Juárez tenía cerca de 800 mil habitantes en 1990. Según el conteo de población que realizó el INEGI en 1995, ese año se alcanzó un millón 114 mil habitantes. Estas cifras rebasaron las estimaciones realizadas en el PDU95, cuyas previsiones menos aventuradas contemplaban una población menor al millón de habitantes. Hacia mediados de los noventa, la población económicamente activa ascendía a cerca del 57% de la población total, de los cuales casi la mitad se ocupaba en la industria, principalmente maquiladora, y el resto en el comercio y los servicios. Entre 1980 y 1990, la maquiladora pasó de 121 plantas que ocupaban a casi 40 mil trabajadores, a 287 plantas con cerca de 125 mil empleados. Estas cifras ahora están 247 cercanas a los 344 empresas, en las cuales se ocupan a cerca de 140 mil personas. El tamaño promedio de las plantas pasó de cerca de 330 empleados por planta, en 1980, a 450 en 1990 y a 406 en 1997, lo cual es un indicador de que la maquiladora está disminuyendo su tamaño promedio y apoya la hipótesis de que está utilizando procesos más intensivos en tecnología (INEGI, 1988). La mancha urbana se incrementó de 13.169 hectáreas en 1980, a casi 17.078 en 1988. Para 1994, esa cifra creció a 18,767 hectáreas, y en la actualización del Plan de Desarrollo Urbano de 1995 (PDU-95) se estimaba un crecimiento programado que llegaría a 22.269 hectáreas este año. Este crecimiento ha sido impulsado definitivamente por la instalación de plantas maquiladoras dentro y fuera de los parques industriales (ver Mapas 1 y 2). En materia de servicios urbanos, el panorama de la década pasada exhibió un rezago en la cobertura del agua y el drenaje, cercana al 10 % y el 33 %, respectivamente. De acuerdo con la densidad de población por vivienda, esto implica que casi 45 mil 500 personas no contaban con agua en 1980, y que en 1990 la cifra llegó a más de 95 mil; por su parte, las personas sin el servicio de drenaje fueron 198 mil en 1980, y 263 mil en 1990. Esos porcentajes han variado de modo significativo, aunque en 1994, la Junta Municipal de Agua y Saneamiento estimó que el rezago en drenaje se había disminuido a 16 %. Los datos anteriores dan cuenta de un reforzamiento de las tendencias expansivas del desarrollo urbano-industrial de Ciudad Juárez, que junto con El Paso, Texas y Sunland Park, Nuevo México, constituye un espacio que se orienta hacia la metropolización. La población del condado de El Paso, asciende actualmente a 652.255 habitantes, de los cuales el 72% es de origen hispano (1994, resultados del censo para Texas); Sunland Park, a su vez, contaba en 1990 con 8.179 habitantes, y se estima que para este año su población llegue a los 10 mil.2 La metrópoli en ciernes que se puede apreciar es un producto directo e indirecto de la presencia de la industria maquiladora, que convierte a ambas ciudades en un lugar propicio para que se desarrollen nuevas actividades industriales más avanzadas y estrechamente articuladas con las tendencias más recientes del mercado globalizado.2 Esta condición metropolitana determina que se comience a pensar en alternativas de planeación binacional en aspectos como la gestión de los recursos naturales, las vías de comunicación, etc. (Francisco Llera Pacheco, “Perspectivas y alternativas de la planeación binacional”. Nóesis, n. 11, julio diciembre de 1993, pp. 113-130). Jorge Carrillo señala que: “…si bien se puede considerar que en cada región de la frontera se presentan dos ciudades diferentes en términos económicos y poblacionales, éstas tienen la característica de ser adyacentes… la intensidad de las interacciones y la magnitud de las mismas está llevando a conformar grandes áreas metropolitanas…” (en “Reestructuración en la frontera México-Estados Unidos ante el Tratado de Libre Comercio”, ponencia en encuentro Territorios en Transición, Bolivia, octubre-noviembre de 1991). 248 Empresas como Delphi Corporation Systems de la General Motors son ejemplo del nuevo tipo de capitales que ocupan mano de obra calificada, dedicada al desarrollo de proyectos estratégicos y al diseño de nuevas tecnologías. Esa empresa pretende crear cerca de 3 mil empleos directos en la región Juárez-El Paso; la mayoría de ellos serán jóvenes egresados de las carreras de ingeniería locales. Estos capitales son atraídos a la ciudad por los servicios, la calidad de la fuerza de trabajo que pueden obtener y por un mercado al cual buscan servir como industrias estratégicas y/o complementarias.3 El impacto sobre la estructura urbana y los retos que impone esta dinámica sobre la administración pública son imponentes. Según muestra un informe de la oficina de Planeación y Desarrollo Urbano del Ayuntamiento de Juárez, en este año se han presentado para ser evaluados y aprobados 33 proyectos de construcción industrial, principalmente del nuevo tipo de capitales. En términos de uso del suelo, estos proyectos representan más del 35 % del total y con una superficie semejante al 70 % de los espacios que serán dedicados a usos habitacionales. En 1997, los proyectos ndustriales rebasaban a los de vivienda en términos de espacio físico (ver Cuadro 1). (Oscar Ibáñez, 1998; Entrevista). 3 En Ciudad Juárez además de la administración central de esta empresa existen 18 empresas del sector automotriz que reciben servicio de Delphi. De ellas destaca la empresa Río Bravo Eléctricos que produce cableados automotrices. Delphi también se encuentra en más de 30 lugares de la república principalmente, en el norte (“Economía Express”, Empresa, n. 25, febrero de 1998, p. 59). LA PROBLEMÁTICA AMBIENTAL Y EL CONTEXTO POLÍTICO En los años ochenta, la llegada de nuevos capitales y de población, junto con la falta de planeación urbana, originaron una competencia entre los habitantes y la industria por el uso de la infraestructura urbana. Esa competencia obedeció a las condiciones de saturación e insuficiencia de servicios y a la emergencia de procesos de sobreexplotación y deterioro de los recursos naturales (Nóesis, 1993: 89-112). En cuanto a los servicios de agua y drenaje, la problemática radicó en su falta de cobertura, lo cual se mostró en el apartado anterior. Respecto al servicio de limpieza se debe señalar que en muchas colonias populares, principalmente las ubicadas en el poniente de la ciudad y aledañas a las montañas que bordean esa vasta zona, se carece de este servicio. En algunas colonias proliferan desechos domésticos e industriales, en donde los vecinos usualmente queman la basura. El antiguo basurero municipal, también ubicado en el surponiente de la ciudad, constituyó una fuente permanente de contaminación debido a los incendios provocados por las deficiencias técnicas de su diseño y saturación (no era más que un tiradero a cielo abierto); el nuevo Relleno Sanitario Municipal quedó instalado en un área despoblada, desde julio de 1994.4 La saturación de las vialidades y los puentes internacionales que unen a Ciudad Juárez con El Paso incrementaron las emanaciones de gases y la generación de polvo por la circulación de un parque vehicular de más de 360 mil unidades, sobre una red vial desprovista de pavimento en un 40 %, a lo que se añade la actividad de más de 300 249 ladrilleras e industrias como la planta de Cementos de Chihuahua y la Fundidora Asarco (ubicada en El Paso a la orilla del Río Bravo). En lo que se refiere a la sobreexplotación o deterioro de recursos naturales, el principal problema consiste en el agotamiento de los mantos freáticos que surten de agua potable Ciudad Juárez y El Paso. Uno de ellos llamado “El bolsón del Hueco” es alimentado por la lluvia y por escurrimientos del cauce del Río Bravo, cuyo nivel de aguas ha disminuido considerablemente a causa de las prolongadas temporadas de sequía de la última década. Esos mantos freáticos sufren la contaminación provocada por la mezcla de aguas residuales domésticas e industriales, vertidas en el cauce del río o que escurren de miles de letrinas de hogares que no disponen de drenaje sanitario. Por lo que una alternativa la constituye el proyecto de proveer agua potable a Ciudad Juárez de una zona conocida como Conejos- Médanos.5 Otros problemas que se observaron durante los años ochenta y a principios de la actual década, han sido la reducción y deterioro de la zona de integración ecológica, la carencia de parques y zonas verdes y las contingencias nucleares, como la provocada por radiación de cobalto 60 en 1983.6 A finales de los ochenta, también se originó el peligro inminente de la construcción de basureros de desechos tóxicos y nucleares en zonas aledañas a la franja fronteriza, cuyos proyectos son impulsados por los gobiernos de Nuevo México y Texas. El caso más conocido es el proyecto de basurero de desechos nucleares de bajo nivel, que estaría ubicado a menos de 100 kilometros de la frontera con México, en el poblado de Sierra Blanca. Recién en octubre pasado la comisión del gobierno texano encargada de aprobar o rechazar el proyecto determinó que no existían las condiciones técnicas que aseguraran su correcta operación. (Félix Pérez, 1998). Como antecedente inmediato se encuentra el intento por ubicar ese mismo confinamiento en el poblado de Fort Hancock, condado de Hudspeth, Texas, en donde la comunidad también lo rechazó abiertamente en 1987. Entre los argumentos que los ambientalistas manejaron para rechazar el proyecto estaban el alegato de racismo ambiental y el enmascaramiento de los verdaderos alcances que implicaría la instalación del tiradero. Se debe reconocer que las manifestaciones de la comunidad a ambos lados de la frontera jugaron un papel determinante para la cancelación del proyecto –al parecer aún no definitiva-, complicando el juego de intereses de la política local ante las elecciones de noviembre de 1998 y la posición del gobierno federal que fue acusada de “tibia” a pesar que cambió a última hora. En síntesis, durante la década pasada Ciudad Juárez, al igual que otras ciudades de la frontera, experimentó dificultades para mejorar la calidad de vida de sus habitantes de una manera acorde con su dinamismo económico.7 En la ciudad, fue patente un desfase entre la expansión industrial y el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes, pues la contaminación y la carencia de servicios afectaron a los estratos sociales más 250 desprotegidos, entre los que se encuentran inmigrantes atraídos por la expectativa de incorporarse al mercado laboral. En los últimos cinco años, el escenario que prevalece en la ciudad no ha sido significativamente distinto del que dominó durante la década pasada. Se puede apreciar que algunos problemas se han atenuado, mientras que otros se han agudizado, puesto que son de aparición reciente o, aunque datan de años atrás, ahora son considerados como prioritarios..8 El actual modelo de desarrollo regional sustentado en la industria maquiladora revela una fase de cambio cualitativo que seguirá impactando al conjunto de la sociedad. Entre los problemas que se han atenuado, destacan los referentes a la vialidad y el drenaje. En los últimos tres años, se mejoró el sistema vial mediante la pavimentación de las zonas periféricas más transitadas, para reducir la generación de polvo y la construcción y ampliación de vías rápidas que reducen el tiempo de los desplazamientos intraurbanos. También se introdujeron algunas modificaciones en el sistema de transporte, a partir de convenios con la industria maquiladora para organizar el traslado de su personal. Actualmente, las vialidades ocupan poco más del 25 por ciento de la mancha urbana, lo que ha reducido parcialmente el problema de la saturación. La cobertura del drenaje se ha ampliado ligeramente con la introducción de ese servicio en nuevas colonias y mediante el control y la reubicación de asentamientos irregulares en nuevas zonas de la ciudad, reservadas para uso habitacional. En el caso de los asentamientos irregulares, sin embargo, las autoridades actualmente están tratando de contener aquellos que se ubican en zonas de riesgo de inundaciones, deslaves y derrumbes, pues dado el crecimiento explosivo de la población, éstos no cesan de aparecer en lugares de la periferia cada vez más apartados (Alfonso Gallegos Antúnez, 1998; Entrevista). Finalmente, durante los tres últimos años fueron construidas nuevas áreas verdes en la zona de integración ecológica, como el Parque Central Hermanos Escobar, financiado por el gobierno del estado;9 y las emisiones de las fábricas de ladrillos han disminuido mediante apoyos gubernamentales para que los fabricantes, muchos de ellos personas de escasos recursos, adquieran tecnologías menos contaminantes. Entre los problemas que son considerados prioritarios por las oficinas de planeación y de control ambiental municipales se encuentran los denominados “riesgos tecnológicos”, que se desprenden del manejo de “miles de toneladas mensuales de diversos materiales químicos con diversos grados de peligrosidad”, que en caso de accidentes “tienen el potencial para causar grandes daños a la población”.10 Los riesgos tecnológicos se dividen en tres tipos: 1) Los riesgos por infraestructura. Entre los que se encuentran el traslado de materiales químicos y explosivos en furgones de tren -las vías férreas atraviesan por el centro de la ciudad-, el manejo de estos materiales y de desechos industriales que se regresan a Estados Unidos por la llamada “ruta ecológica” (un subsistema vial diseñado para ese propósito pero sin impedir que por lo menos se hayan presentado 251 cuatro accidentes graves desde su creación) y el traslado de gas y gasolina por las redes subterráneas de gas natural (Ciudad Juárez es una de las pocas ciudades del país que disponen de suministro de gas natural, que sirve a más de 49 mil viviendas). 2) Los riesgos por almacenamiento y distribución. Entre los que se encuentran los depósitos de Pemex, donde se realizan actividades de refinación y venta de gasolina y gas, las estaciones de distribución de gasolina y de gas envasado en cilindros, diseminadas por toda la ciudad, y compañías diversas, como la empresa norteamericana Laidlaw, dedicadas al almacenamiento de residuos peligrosos. Muchas plantas industriales han comenzado a implantar programas internos de control , que elevan la demanda de servicios especializados en consultoría ambiental, pues ha surgido un mercado regional de servicios ambientales al nivel técnico y legal que se encuentra en proceso de diversificación (Manuela Salas, 1997; entrevista). 3) Los riesgos en industria de proceso y agricultura. Son los que están presentes dentro de las instalaciones industriales a partir del uso de materiales químicos peligrosos o cuyos desechos suelen ser tirados de manera clandestina en el drenaje. Estos riesgos se presentan en maquiladoras y en empresas como Norfluor (que produce ácido de fluoruro de hidrógeno) y empresas distribuidoras de gases industriales, entre otras. Estas últimas, sin embargo no parecen estar sujetas a controles tan rigurosos como las maquiladoras”.11 A partir de 1990, algunos hechos que ejemplifican cada uno de los riesgos o que han sucitado controversias entre las autoridades, los vecinos y las empresas son: las fugas de gas en la colonia Hidalgo entre 1990 y 1996; diversos momentos en que se ha presentado el peligro latente de un descarrilamiento del tren; la negativa de colonos a la construcción del gasoducto cerca de sus zonas habitacionales en 1996; el derrame de arsénico al drenaje sanitario en 1993 por la empresa Candados Presto; el conflicto entre el municipio y propietarios de tierras por la expropiación de unos terrenos para destinarlos a reubicar a familias asentadas en zonas de riesgo, un conflicto que a la fecha permanece en litigio; definición de las instancias y mecanismos gubernamentales para preservar el medio ambiente y/o evitar riesgos urbanos, como es el caso de las modificaciones en la estructura orgánica municipal que han afectado a las dependencias de ecología y protección civil.12 EL CONTEXTO POLÍTICO DE LA GESTIÓN AMBIENTAL Para las autoridades municipales, el objetivo ha sido que en la determinación del marco de atribuciones y responsabilidades sobre el control y la protección del suelo urbano prevalezcan las atribuciones municipales. No en balde, durante los dos periodos de gobierno ocupados por el Partido Acción Nacional (1992-1995 y 1995-1998), los presidentes municipales, Francisco Villarreal y Ramón Galindo, han enarbolado demandas políticas municipalistas, en favor de la autonomía municipal. Por iniciativa de 252 Villarreal, se fundó la Asociación de Municipios A.C., un organismo que promueve la colaboración intermunicipal. El acento municipalista que le han impreso a su administración los gobiernos panistas es un producto indirecto del vertiginoso proceso de modernización económica que ha vivido la frontera durante las dos últimas décadas. El panismo, como fenómeno político, remite sus origenes a la rebelión electoral de los años ochenta, cuando, entre otras cuestiones, se puso en tela de juicio el tradicional centralismo ejercido por el gobierno federal hacia la frontera. Aquella masiva movilización ciudadana, que utilizó a las elecciones como su principal instrumento de expresión y de lucha política, ahora hace posible que los analistas definan a la frontera y en especial a Ciudad Juárez como “una zona de modernidad política” (Tonatiuh Guillén, 1996)13. En 1983 y 1992, esta ciudad formó parte de la primera oleada panista en los gobiernos municipales y estatales, donde inauguró la experiencia de la alternancia e hizo avanzar el pluralismo político. Esto sucedió dentro de un conflicto que se desarrolló a través de varias etapas: el triunfo panista de 1983 en las principales ciudades del estado; el gran fraude electoral de 1986 en contra del PAN y la ciudadanía; la fatiga electoral panista de 1989 y la recomposición y conquista de la gubernatura y el congreso de estado en 1992.14 A lo largo de estas etapas de la dinámica política, el sistema de partidos consolidó su perfil bipartidista, en torno del cual se desarrolló una clase política heterogénea, que se ha nutrido de decenas o cientos de grupos ciudadanos que desde los años ochenta y en la actual década han planteado de modo insistente diversos temas de la agenda pública. En efecto, de manera paralela a la transformación del entorno político, a principios de la actual década fue patente el surgimiento de una sociedad civil más participativa y diversificada, con grupos de distinta índole que se manifestaban respecto a los temas de derechos humanos, políticas culturales, seguridad pública y medio ambiente. Esto pudo apreciarse a partir de sucesos como el asesinato de un periodista conocido por su participación en las jornadas de insurgencia cívica de 1986; los nuevos proyectos comerciales que atentaban contra el patrimonio cultural creado durante la época de pujanza del Programa Nacional de las Fronteras (PRONAF), el Museo de Arte e Historia y la Sala de Convenciones del INBA; la violenta irrupción del fenómeno del narcotráfico en nuestra ciudad, que desde entonces la sujetó a las redes internacionales del tráfico de estupefacientes y los proyectos de expansión urbana que intensifican los procesos de agotamiento y deterioro de los recursos naturales escasos, como el agua. Los actores que han participado en el tema del medio ambiente no han enfrentado, desde un principio, la problemática ambiental como su objetivo principal. La mayoría de las veces han actuado en forma coyuntural y sin continuidad, pues lo que importaba no era la protección del ambiente como tal (la calidad y buen uso de los recursos naturales), sino la solución de problemas concretos que afectaban directamente sus condiciones de vida. Se distinguen tres categorías de actores frente a la problemática ambiental: 253 1) los vecinos carentes de una estructura organizativa y cohesión política, que se movilizaron en demanda de cuestiones vinculadas a los servicios e infraestructura urbana; 2) los actores políticos (partidos) y sociales (agrupaciones de colonos y sindicatos), cuya acción se desplegó en casos que poseían importancia política y donde el tema ambiental era sólo un campo de la disputa electoral y 3) las asociaciones empresariales, que además de participar en la formación de opinión pública sobre los asuntos de la comunidad, respondieron a las acusaciones que se les formularon por poseer industrias contaminantes. Habitantes de colonias populares demandandaron soluciones para problemas como la escasez, contaminación y fugas de agua, la carencia de drenaje, fugas de aguas residuales, deficiencias en el servicio de limpia y la reubicación del basurero municipal. Los partidos políticos y las cámaras empresariales exigieron el esclarecimiento de las causas y consecuencias del accidente por radiación de cobalto 60, así como la determinación del lugar en que se ubicaría el cementerio nuclear para enterrar los materiales contaminados, lo que confrontó a toda la sociedad local. En la zona rural del municipio, los ejidatarios denunciaron que la zona de reserva ecológica y el Valle de Juárez estaban contaminadas por recibir aguas residuales domésticas e industriales y que se empequeñecían debido a la ocupación ilegal de la tierra para usos no agrícolas. A principios de los noventa, en la discusión del tema de los desechos tóxicos generados por la industria maquiladora, aparecieron los primeros organismos ciudadanos que podrían definirse como “actores ambientales”: la Coalición Pro Justicia en la Maquiladora y el Consejo Ecológico de Ciudad Juárez, que se crearon a partir de la discusión sobre las posibles consecuencias ambientales del Tratado de Libre Comercio. También, estas organizaciones se pronunciaron en contra de los proyectos de construcción de cementerios tóxicos y nucleares en áreas cercanas a El Paso y Ciudad Juárez. En este caso, destaca el hecho que los grupos locales se vincularon a otros que surgieron en El Paso. A estos grupos se añadieron otros organismos no gubernamentales, el PVEM y los gobiernos municipal y estatal, cuando coincidieron en impulsar acciones conjuntas para oponerse a la construcción del basurero nuclear en Sierra Blanca.15 La eficacia de la sociedad para promover políticas ambientales o cambios en las existentes ha sido diferenciada. En relación a los servicios públicos, las movilizaciones de colonos se articularon con los mecanismos clientelares de los partidos que ocupan el gobierno municipal. En el caso de contingencias que rebasan la escala local (el accidente nuclear, por ejemplo), los actores locales tuvieron poca capacidad de influir en la toma de decisiones de los niveles de gobierno superiores. Con frecuencia, los actores que participaban en la defensa del medio ambiente tenían motivaciones «extra-ambientales». En la polémica acerca de los efectos de la industria maquiladora de exportación en México los argumentos de la izquierda en contra de esa industria (desvinculada de la economía nacional, que agudiza la dependencia económica, alienta el desmesurado crecimiento de las ciudades fronterizas) añadieron críticas que resaltaban su impacto en el deterioro del medio ambiente. Hallazgos de 254 basureros clandestinos de desechos tóxicos industriales usados en las plantas maquiladoras justificaban las apreciaciones de los partidos, pero estos subordinaban el tema ambiental a las premisas de sus planteamientos ideológicos.16 Esa forma de razonamiento también es imputable a las organizaciones empresariales, como las cámaras locales de Comercio y de la Industria de Transformación, cuyas acciones en su mayoría tienden a refutar las acusaciones que se hacen en contra de las empresas propiedad de sus agremiados. Esto ocurrió en los casos de contaminación industrial que involucraron a las empresas Cementos de Chihuahua, Flourex o a algunas maquiladoras. No obstante hay avances respecto a la manera en que los actores políticos han asimilado la problemática ambiental. A diferencia de la década pasada, en las elecciones de 1995 y de 1998, el tema sobre la calidad del medio ambiente en la ciudad se ha incorporado en las campañas de los candidatos de los principales partidos. Las propuestas suelen hacer referencia, de un modo más informado y específico, a temas tales como el estado en que se encuentran los proyectos de construcción de las plantas tratadoras de aguas residuales, las verificaciones de emisiones vehiculares y la explotación de los mantos acuíferos. Es decir, los partidos y sus candidatos empiezan a manifestarse con base en un conocimiento más nítido acerca de la magnitud del los problemas ambientales. Esto mismo ocurre con otros actores sociales que, como veremos adelante, se vinculan al diseño y ejecución de la política ambiental de una manera más activa y corresponsable. Quizás debido a lo anterior, el tema ambiental no constituyó en las elecciones de julio pasado una fuente de reclamos a las autoridades panistas, tal como ocurrió con otros temas, como el narcotráfico y la seguridad pública. No obstante que el problema ambiental no parece haber incidido como uno de los factores de derrota del PAN en la gubernatura, para las autoridades actuales, la problemática ambiental continúa siendo uno de los principales retos que deben enfrentar. En este sentido, cabe destacar que, al menos a nivel municipal, el nuevo gobierno panista17 decidió incorporar en el Comité Municipal de Protección Civil y en otras instancias de gestión ambiental a académicos que han estado al frente de investigaciones en este campo18. Esto podría ser interpretado como una expresión de una mayor sensibilidad gubernamental en torno al medio ambiente. EL MARCO JURÍDICO Y LOS NUEVOS ACTORES AMBIENTALES En este contexto, resulta claro que los años ochenta marcaron el inicio de las políticas públicas ambientales.19 Aunque de manera fragmentada e incluso contradictoria, los tres niveles de gobierno realizaron medidas de control ambiental por medio de programas de inversión en obras públicas y de la actualización del marco legal. A partir de 1990, el gobierno federal, a través de la entonces SEDUE, incrementó sus recursos y su participación a nivel local. Esto último en coincidencia con el interés del gobierno mexicano por atenuar problemas de gestión ambiental binacional, que fueron discutidos polémicamente en el nuevo contexto que se inició a partir de las negociaciones para la firma del TLC. 255 Las principales acciones de política ambiental en los ochentas se concentraron en regular aspectos como la definición y diseño de la ruta ecológica, el manejo de desechos industriales peligrosos, el control de emisiones fabriles y vehiculares, el mejoramiento de los sistemas de recolección y disposición de residuos domésticos y el tratamiento del agua. A nivel normativo, los gobiernos estatal y municipal, respectivamente, dieron pasos significativos con la promulgación de la Ley Ecológica del Estado de Chihuahua y la creación del Comité Municipal de Ecología20 y del Sistema Municipal de Protección Civil. Existe una Ley Estatal de Protección Civil en que se especifican claramente las atribuciones de los comités municipales para dar seguridad y protección a la ciudadanía (ver Cuadro 2). El comité municipal, en Juárez, depende de la Secretaría del Ayuntamiento del municipio y de la Secretaría de Gobernación; se subdivide en diversas áreas para cumplir sus funciones de capacitación, dictaminación y prevención de riesgos. En la actualidad, los actores gubernamentales relevantes en la planeación urbana y la protección del medio ambiente son, además de los comités municipales Cuadro 2. El marco legal y reglamentario de Protección Civil y de Ecología creados a principios de la década, el Instituto Municipal de Planeación, creado en 1995 para diseñar políticas urbanas estratégicas, la delegación local de la SEMARNAP, que ahora dispone de mayores recursos técnicos y de personal, y vigila el funcionamiento del mercado local de servicios de protección ambiental, que ofrecen empresas nacionales y extranjeras que operan en Ciudad Juárez y El Paso,21 y la sede de la agencia de protección ambiental binacional creada a propósito de la puesta en vigor del TLC, llamada Comisión de Cooperación Ecológica de la Frontera. de Protección Civil y de Ecología creados a principios de la década, el Instituto Municipal de Planeación, creado en 1995 para diseñar políticas urbanas estratégicas, la delegación local de la SEMARNAP, que ahora dispone de mayores recursos técnicos y de personal, y vigila el funcionamiento del mercado local de servicios de protección ambiental, que ofrecen empresas nacionales y extranjeras que operan en Ciudad Juárez y El Paso,21 y la sede de la agencia de protección ambiental binacional creada a propósito de la puesta en vigor del TLC, llamada Comisión de Cooperación Ecológica de la Frontera. Las funciones de esta agencia, sin embargo, rebasan el ámbito local, pues su tarea es revisar las solicitudes de asistencia financiera que hacen los gobiernos locales al Banco de Desarrollo Americano de San Antonio, Nadbank. La COCEF ha certificado 21 proyectos de infraestructura beneficiando a 7 millones de personas mediante la inversión de 473 millones de dólares. Durante su XVI reunión pública, en junio de 1998, en Saltillo, se certificó un proyecto de agua potable y alcantarillado para el Valle Bajo de El Paso (comunidades de Socorro y San Elizario) a un costo superior a los 98 mdd. Con la Junta Municipal de Agua y Saneamiento de Ciudad Juárez se firmó en agosto de este año un convenio de asistencia técnica para la actualización del Plan Maestro de Mejoramiento de los Servicios de Agua potable, Alcantarillado y Saneamiento por 100,000 dólares (BECCNews/NotiCOCEF, 1998; 10). Más recientemente se llevó a cabo un foro, en 256 colaboración con El COLEF y la Universidad de Texas A&M, de información sobre el medio ambiente, con la asistencia de representantes de 15 municipios fronterizos, en dicho foro se observó el interés de los municipios fronterizos por acceder a los beneficios de los proyectos de COCEF (El Diario, 07/11/98; 9C). Entre 1996 y 1998, además de proyectos de inversión para la dotación de servicios urbanos financiados por organismos como el Banco Mundial, destacan actividades tendientes a mejorar la capacidad de gestión urbana, mediante convenios interinstitucionales de capacitación en gestión ambiental para empleados municipales. Se trata del «Programa de Capacitación en Gestión Ambiental para el Municipio de Juárez», realizado entre 1996 y 1997 por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, el Ayuntamiento de Juárez y el Instituto Nacional de Ecología. Esta política parte de los programas de escala estatal y nacional «Programa de Fortalecimiento de la Gestión Ambiental Estatal y Municipal» y «Programa de Descentralización Ambiental para la Frontera Norte», respectivamente. Otros proyectos que incorporan a las instituciones de educación superior como actores de la política ambiental son «Probida Binational Water Program» (Probida Binational Water Program, 1995-1997; 30) y «Cooperación Universicomunitaria para la educación en salud ambiental», que actualmente llevan a cabo las universidades Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) y de Texas en El Paso (UTEP). La UACJ cuenta con un Centro de Estudios Ambientales que participa estrechamente con las autoridades en el diseño de políticas, así como con organismos de incidencia regional, como la Organización Panamericana de Salud, con sede en El Paso. La Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA) realiza a su vez un estudio sobre sustancias tóxicas en el Río Bravo, tomando muestras del agua del río desde Ciudad Juárez- El Paso hasta Ojinaga-Presidio. Actualmente este proyecto que inició en 1992 se encuentra en su tercera fase e involucra a otras dependencias gubernamentales de México y Estados Unidos como la Comisión Nacional del Agua, la Comisión de Recursos Naturales de Texas, la EPA y el Servicio de Parques Nacionales. Estos hechos, sugieren que ha habido un cambio cualitativo y cuantitativo al nivel de la aplicación y cumplimiento de la legislación ambiental. Las autoridades se muestran más fortalecidas en sus funciones de vigilancia y control ambiental,22 a pesar de que se presenta el hecho que las políticas no sean adoptadas por todas las instancias con el mismo grado de compromiso. Por ejemplo, esto ocurre en los casos del Comité Municipal de Protección Civil23 y con instancias federales como la Comisión Federal de Electricidad.24 También existen mecanismos permanentes de coordinación con la ciudadanía, a través de organismos ciudadanos, como el Grupo Progreso, que cuenta con recursos gubernamentales para promover obras y acciones que mejoren la calidad de vida de los habitantes,25 y como el “Comité Local de Ayuda Mutua”, que está formado por las principales empresas que disponen de medios para enfrentar contingencias ambientales.26 Finalmente, existen otros organismos no gubernamentales que impulsan la protección del medio ambiente como parte de sus actividades. Entre otros resaltan la Organización Popular Independiente y el grupo CASA, afiliado a las Comunidades 257 Eclesiales de Base, Conciencia Ciudadana y el Mujeres por Juárez, de filiación panista, Pluralidad y Convergencia y otros dedicados a mejorar las condiciones de vida de las mujeres, como el Grupo 8 de Marzo y FEMAP. A estas se añaden, evidentemente, las organizaciones que se involucraron en el caso Sierra Blanca, que actúan en Ciudad Juárez y El Paso, es decir a escala binacional. La actuación de estos organismos es relevante porque sus demandas han contribuído a delinear los contenidos de las políticas ambientales no sólo a nivel local, sino a nivel internacional. Gracias a ello, en la agenda política local se ha reconocido al tema ambiental «como una cuestión socialmente problematizada», lo que ha empujado al discurso y a la acción gubernamental a transitar paulatinamente de una política de «omisiones» a otra de “acciones». En esta transición la ley ha sido utilizada como instrumento para dirimir las controversias ambientales, a lo largo de las últimas décadas. Pero esta ley como se ha hecho notar anteriormente, ha tenido que adaptarse paulatinamente, al igual que las percepciones y los intereses de los actores que han participado entales controversias. CONCLUSIONES En esta breve semblanza he presentado las principales características de la dinámica socioespacial de Ciudad Juárez, así como su incidencia en la gestación de una aguda problemática ambiental. Expuse que esta ciudad está inmersa en procesos socioeconómicos y culturales que la vinculan de una manera más estrecha a un contexto de competencia globalizado y, junto con su vecina ciudad de El Paso, la orientan hacia su metropolización. Estos procesos pueden ser objeto de una doble lectura, según las posibles consecuencias que en el futuro tengan sobre la calidad del medio ambiente. Por un lado, como lo he señalado, los problemas ambientales han crecido y determinado que, no obstante los avances en materia de política y legislación ambiental, el panorama en la ciudad sea poco alentador. La magnitud de los problemas y de las demandas sociales parece rebasar la capacidad de respuesta de las autoridades, mientras que los organismos ciudadanos a pesar de haberse multiplicado, cuentan con una presencia social reducida. Pero, por otro lado, el hecho de que la ciudad esté experimentando un cambio cualitativo en sus procesos de localización industrial puede ser un aliciente para que los actores sociales relevantes realicen nuevos esfuerzos para elevar la calidad de vida de los habitantes. En tanto ciudad “globalizada”, para esos actores mejorar las condiciones de vida y la calidad del medio ambiente puede ser un factor clave en la competencia por atraer nuevas inversiones. Estas dos lecturas no necesariamente son contradictorias. A lo largo del texto he mostrado tanto los avances, como las inercias que aún influyen en el alcance de las políticas que inciden en el medio ambiente. Lo importante es tratar de indagar en qué medida pueden tener resultado los esfuerzos de los actores que ahora, posiblemente, se 258 plantean el diseño de nuevas políticas ambientales, más integrales y más precisas en términos normativos e instrumentales. Responder a esta interrogante requiere reflexionar acerca de algunas de las variables que han incidido en la evolución actual de la política ambiental y en el proceso de constitución de los nuevos actores que se desenvuelven en torno de ella. Entre otras variables, destacan dos que de modo implícito han estado presentes en los principales problemas o controversias suscitadas por motivos ambientales. La primera es la cultura jurídicoambiental de los actores, cuya evolución ha sido evidente pero de modo desigual y contradictorio. Esto se observa tanto en la actuación de los actores no gubernamentales, como en la falta de políticas articuladas y congruentes entre los tres niveles de gobierno. La otra variable se refiere al grado de consolidación e integración de un marco jurídico claro y coherente para la región, que evite problemas provocados por la contraposición o anulación de leyes de distintos ámbitos legales,27 que rigen en este espacio fronterizo. En este contexto, las variables aludidas deben ser consideradas, a fin de enfrentar una amplia gama de asuntos o controversias que se desprenden de las funciones urbanas de una ciudad con más de un millón de habitantes, a la cual se añade la característica de ser fronteriza. Asimismo, el diseño de las nuevas políticas debe estar orientado por criterios de inclusión y de representatividad, en la cual la mayoría de los actores relevantes pueda expresar sus percepciones o ideas sobre lo que es la ciudad o puede serlo. Estas políticas deben reconocer, explícitamente, el papel que desempeñan los principales agentes económicos que operan en la ciudad, al igual que la necesidad de apoyarse en un diseño jurídicoinstitucional que contribuya a resolver las controversias ambientales de modo armónico. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Alba, Francisco (1991) «La creación de un área de libre comercio en América del Norte y sus efectos en la frontera norte de México». Frontera Norte, vol. III, n. 6, julio-diciembre, pp. 172-182. BECCNews/NotiCOCEF, Ciudad Juárez/ El Paso, otoño de 1998. El Diario, 07/11/98, p. 9C. Entrevista a Alfonso Gallegos Antúnez, (1998), jefe del área de administración de riesgos de la Oficina de Protección Civil, 11 septiembre. Entrevista a Oscar Ibáñez, (1998), Director de Planeación Urbana en el Ayuntamiento de Juárez 1995-1998, 11 de septiembre. 259 Entrevistas a Manuela Salas, (1997), ex-delegada de la oficina en Ciudad Juárez de la Sedue y a Felipe Adrián Vázquez, Coordinador del Centro de Estudios del Medio Ambiente de la UACJ, septiembre. Gilbreath,Jan Rich y David Hurlbut, (1992) Freetrade with Mexico:what’s initforTexas?, U.S.-Mexican Policy Studies Program, University of Texas at Austin, González Aréchiga, Bernardo y José Ramírez, (1990) «Definición y perspectivas de la región fronteriza», Estudios Sociológicos, No. 23, p. 269. INEGI, (1988) Cuaderno de Información básica para la planeación, Programa de Investigación en Economía Regional, Directorio de la industria maquiladora de exportación, junio de 1998. Nóesis (1993) “Medio ambiente y servicios urbanos en Ciudad Juárez”, n.11, juliodiciembre, pp. 89-112. Pérez, Félix(1998) “Implicaciones del caso Sierra Blanca”, Centro de Estudios Regionales, UACJ, Ciudad Juárez. 12 de noviembre. Probida Binational Water Program. Informe de trabajos realizados 1995-1997, s.p.i., UACJ/UTEP, 30 pp. Tonatiuh Guillén, (1996) Gobiernos municipales en México: entre la modernización y la tradición política, COLEF-Porrúa, México. Zepeda, Eduardo (1991) «La frontera norte y el TLC: efecto y desarollo», Revista Mexicana de Sociología, No. 3, p. 196. 260 IV PARTE LA INTEGRACIÓN FRONTERIZA COLOMBO- VENEZOLANA LA INTEGRACIÓN FRONTERIZA COLOMBO- VENEZOLANA: SITUACIÓN Y PERSPECTIVA Raquel Alvarez de Flores CARACTERIZACIÓN GENERAL En el nuevo marco de las relaciones globales donde los mercados y los poderes están inseparablemente entretejidos, comienzan a privilegiarse asociaciones estratégicas de muy diversos ámbitos y de carácter económico, político y ecológico, conformándose bloques geoeconómicos, propuestas subregionales, regionales y binacionales derivadas de una situación específica compartida: la búsqueda de inserción en condiciones favorables al libre comercio mundial. Este proceso va acompañado de un nuevo juego político con nuevas reglas, nuevos actores (regiones, autoridades locales, partidos nacionalistas), actuando en un marco diferente que desborda el Estado-nacional. Se afirma, incluso, que la soberanía de los estados ha sido erosionada. Ocurre igualmente una movilización de bienes y servicios, en tanto factores de producción como el capital y los saberes, pasan a ocupar un lugar privilegiado. Es el último determinado por el resultado de las tecnologías de punta (informática, microelectrónica, robótica, biotecnología) y de la investigación científica. Así, el valor del conocimiento desplaza a los recursos naturales, la tierra o el precio de la mano de obra. Una consecuencia de la globalización la representa la desfronterización, concebida como la disminución de las fronteras de todo tipo en todos los aspectos de la vida, desvaneciéndose la diferencia entre “adentro y afuera”, con la grave amenaza de la pérdida de identidad nacional al dejar los ciudadanos de estar directamente relacionados con el Estado-nacional y vincularse con estas fuerzas globalizadas que se encuentran por fuera del propio grupo. 261 Los flujos comerciales, las transferencias multimillonarias y los consorcios gigantes no reconocen “límites” ni “fronteras” para instalarse allí donde los sueldos son más bajos y los gastos sociales o de protección del ambiente, ni siquiera existen. Un ejemplo lo representa el comercio de la construcción de máquinas e instalaciones como la ASEA BROWN BOVIN (ABB), con mil filiales en cuarenta países. En caso necesario pueden desplazar la fabricación de cada producto o parte de él de un país a otro en pocos días. Frente al despliegue o intensificación de estas fuerzas globalizantes, los estados-nación tuvieron que optar por la vía de relanzar o adoptar nuevas estrategias de integración como medida para contrarrestar las presiones y vulnerabilidades de las economías e insertarse favorablemente en esta competencia internacional. Así, unos de los primeros en sumarse a estas medidas fueron los estados de Europa occidental, que decidieron eliminar, desde Lisboa a Copenhague, casi todas las barreras para el movimiento transfronterizo de capital, bienes y servicios. Por su parte, Estados Unidos, Canadá y México decidieron fundar el Tratado de Libre Comercio (TLC), integrando por primera vez a un gran país en desarrollo. El gigante chino se adhirió al Tratado Mundial de Comercio (OMC), y en cuanto a América Latina, se optó por un reforzamiento subregional y regional para competir en estas relaciones interbloques, planetarias, proponiéndose en la Cumbre de Miami el establecimiento para el año 2005 de una zona de Libre Comercio al estilo del TLC ampliado al hemisferio americano. En esta atmósfera de constitución de espacios de integración se enmarca la actuación de Venezuela y Colombia, países con una dilatada naturaleza integracionista de larga data, facilitada por el curso de las relaciones históricas, geográficas, comunicacionales y comerciales actuando a favor del reforzamiento de estas relaciones binacionales y fronterizas. LA INTEGRACIÓN CONSTRUCTIVA Ambos países, ante el escenario mundial donde los procesos de integración se han fortalecido y ante el convencimiento mutuo de que ésta constituye la vía más acertada para la solución a los múltiples problemas de índole binacional y fronterizo, establecieron un esquema de soluciones imaginarias, solidarias y colaborativas, privilegiando la cooperación sobre el conflicto a fin de dar respuesta a los distintos problemas. Un ejemplo de lo anterior se evidencia a partir de 1989, con la actitud de los presidentes de Venezuela y Colombia, Carlos Andrés Pérez y Virgilio Barco, ambos hombres de frontera, quienes suscribieron el 3 de febrero de ese mismo año el Acuerdo de Caracas, cuyo propósito principal se expresa en el logro de acciones coordinadas y permanentes de los dos gobiernos, conducentes a la reintegración de la Comisión de Conciliación prevista en el Tratado sobre No Agresión, Conciliación, Arbitraje y Arreglo Judicial suscrito en 1939. Se establecía, igualmente, designar a dos altos comisionados por cada país, encargados de elaborar un inventario de las cuestiones por examinar entre ambos países y proponer a los dos gobiernos una metodología adecuada a su tratamiento y solución (véase Obregón y Nasy, 1990). 262 Lo expresado en el Acuerdo de Caracas va a reafirmarse con la Declaración de Ureña, suscrita el 28 de marzo de ese mismo año. Allí se designa a los miembros de las distintas comisiones. Se conforma definitivamente la Comisión Permanente de Conciliación, cuya convocatoria e intervención es sólo para ciertas controversias cuando las partes no lleguen a un acuerdo por la vía amistosa o a través de los canales diplomáticos ordinarios. Respecto a los altos comisionados, se acordó realizar el inventario propuesto en la Declaración de Caracas, aclarándose que tendrían la misión de recomendar un modus operandi para la solución del diferendo. En cuanto a los comisionados nacionales de Asuntos Fronterizos o de Vecindad, se avanzó en la definición de cuatro grandes áreas temáticas: a.- El tránsito de personas, bienes y vehículos b.- La integración económica fronteriza c.- La planificación conjunta del desarrollo urbano, y d.- El uso y preservación de los recursos naturales Paralelamente se elaboró una lista de cinco proyectos a los que las comisiones deberían dar preferencia: - Generación de energía eléctrica y navegación en el Orinoco - Explotación de la formación precámbrica denominada Escudo de Guayana - Interconexión eléctrica de regiones fronterizas - Crecimiento e interconexión de las áreas urbanas de Cúcuta y Villa del Rosario (Colombia) y San Antonio-Ureña (Venezuela). La idea consistía en crear un área metropolitana binacional con un plan maestro de desarrollo basado en una infraestructura común de servicios públicos y sociales - y, por último, un proyecto agroindustrial y azucarero entre el Norte de Santander y el estado Táchira. Cabe destacar que a esta comisión se incorporaron por primera vez representantes de las regiones fronterizas, actuando favorablemente en el avance de las mismas debido al conocimiento de los problemas fronterizos. El trabajo de estas comisiones permitió el avance en el estudio de algunos problemas entonces críticos para los dos países, como el caso de la seguridad fronteriza, suscribiéndose la llamada Declaración de Villa de Leyva, que formalizó la cooperación en la lucha contra el comercio ilegal de armas y narcotráfico y reforzó otros convenios militares firmados anteriormente. En lo que respecta al trabajo de la Comisión Demarcadora, se iniciaron labores para identificar, inspeccionar, colocar y mantener los hitos, así como la demarcación de la frontera terrestre entre ambos países. Trabajando bajo un esquema metodológico estratégico para el tratamiento y solución del problema fronterizo, los comisionados de Asuntos Fronterizos o de Vecindad incorporaron en sus agendas los siguientes temas: 1.- Migraciones 2.- Cuencas hidrográficas internacionales 263 3.- Delimitación de áreas marinas y submarinas 4.- Ríos internacionales 5.- Demarcación y densificación de hitos 6.- Transporte internacional 7.- Utilización de recursos naturales transfronterizos 8.- Tráfico de estupefacientes 9.- Sistema de control para evitar la sustracción de transporte, y procedimiento para su recuperación 10.-Cooperación y asistencia mutua en casos de emergencia y para la pre servación de ecosistemas Estas instancias de diálogo y negociación estuvieron acompañadas de numerosas visitas oficiales y encuentros informales de presidentes, ministros, viceministros de distintos gabinetes, cancilleres, gobernadores, presidentes de asambleas legislativas y alcaldes de los estados fronterizos. Puede señalarse que el manejo integral de las relaciones bilaterales a partir de la creación de estas comisiones ha sido provechoso. Así lo refiere el exviceministro de Relaciones Exteriores y exembajador de Colombia en Venezuela, Rodrigo Pardo. “EI esquema de negociación y de tratamiento de los diversos temas en forma simultánea ha evitado fa parálisis de las relaciones bilaterales y las ha conducido a una situación esencialmente operativa. Se evadió la parálisis y se fomentó el dinamismo.» (Pardo, 1993: 6). Resulta interesante destacar el trabajo permanente de estas comisiones presidenciales de Integración y Asuntos Fronterizos colombo-venezolanas, llegando en la actualidad a la realización de la vigésimoctava. En cada una se han abarcado diferentes temas entre los que resaltan los aspectos ambientales, educativos, comercio e infraestructura, salud, transporte y turismo, entre otros. Si bien se reconoce la existencia de diversos asuntos de tipo conflictivo aún sin resolver, valga señalar el caso del Golfo de Venezuela, no por ello se ha dejado de negociar en forma amistosa y simultánea diversos problemas de interés común que atañen a ambas naciones. Bien lo ha expresado el expresidente colombiano César Gaviria: “Entre Colombia y Venezuela vale más lo que nos une que lo que nos separa.” Estos hechos demuestran el interés de los dos gobiernos, animados por las ideas bolivarianas de concertar acciones francas, fecundas y dinámicas en el ámbito bilateral, para avanzar en el proceso de integración fronteriza regional dentro del espíritu de lo acordado en la «Declaración de Galápagos” y de las actas de «La Paz» y «Caracas». Allí se estableció un cambio de orientación en las políticas y programas comunes de integración fronteriza en los que se contemplan los siguientes aspectos: la armonización de políticas económicas, la liberalización de la circulación de capitales, personas y servicios, la unión aduanera, el perfeccionamiento del marco jurídico fronterizo y la delimitación de zonas de integración fronteriza y eliminación de las distorsiones de capitales. En el caso de la integración colombo-venezolana, la bilateralidad funciona como puerta abierta para el entendimiento directo entre ambos estados, en un ámbito de verdaderas 264 manifestaciones para avanzar en la integración. Este nuevo diseño de integración fronteriza en lo que respecta a la frontera colombo-venezolana (con 2317 Km. de límite internacional y cerca de siete millones de habitantes) se sustenta fundamentalmente en las ventajas y potencialidades que rindan estas áreas de frontera a lo largo de la línea fronteriza. Se observa una gran homogeneidad sociocultural facilitada por la continuidad geográfica y la historicidad de las relaciones sociales mantenidas por estos habitantes desde que formaban parte de una misma unidad político-administrativa. En estas zonas de frontera, esta unidad encuentra su mayor expresión, ya sea por razones de las propias limitaciones con sus respectivas estructuras nacionales o por los frecuentes intercambios comerciales y de todo orden, dando lugar a la formación de las llamadas «sociedades transfronterizas», entendidas como aquellas que actúan en un espacio habitado por poblaciones fronterizas pertenecientes a sistemas nacionales diferentes o que, estando distantes (las poblaciones), reciben la influencia de la frontera, conformando un campo de aplicación cultural, social, económico y político en concordancia con el límite internacional. Desde esta perspectiva se constituyen las relaciones fronterizas con una conciencia de destino histórico común ejemplificado por la suma cualitativa de acumulados históricos y culturales que imprimen un sello de originalidad a este proceso de integración fronteriza colombo-venezolana. En estos espacios convive una comunidad que se nutre de un largo y rico pasado de experiencias, pruebas, derrotas y victorias, configurándose una «tipología social» representada por la presencia del trabajador que cruza la línea de uno y otro lado diariamente, el ganadero fronterizo, el estudiante originario de una zona que realiza sus estudios en la otra, los camioneros que ejercen actividades de transporte y comercio, los agentes de cambio. Vistas de esta manera, las fronteras no son solamente la articulación de porciones distintas entre sí, sino que constituyen zonas de contacto entre países vecinos, generándose muchas veces una faja de interacción económica, social y cultural que sobrepasa los límites convencionales (Bolognesi-Drosdoff, 1990:14), dando lugar a un área de interfase, tal como la denomina González Posse (1990:3). Este área se expresa en lo social a través del intercambio entre individuos y grupos con diversos fines, y en lo cultural, en función de costumbres, usos, expresiones idiomáticas propias y distintivas de las fronteras representadas en el modo de ser, manera de pensar, de hablar, de vestir, de comer, de luchar, conjugando ese imaginario social que constituye el patrimonio policultural de las regiones fronterizas. En consecuencia, podría afirmarse que las fronteras son un ejemplo de contribución cultural en el que el clima, paisaje, formas de vida vegetal y animal, recursos económicos, contactos, interacciones e intercambios, creencias, entre otros, se conjugan para ejercer poderosas influencias sobre la identidad cultural, no sólo con relación a lo propio, sino también y muy especialmente con relación a los otros. 265 En este marco de referencia, las fronteras constituyen una realidad humana y no sólo territorial en la que se registran diversidad de movimientos y factores relacionados con la historia, la geografía, la ciencia política, el derecho internacional, la lingüística, la sociología y la ecología, entre otras, presentando las fronteras, por este motivo, posibilidades de cooperación o de integración fronteriza entre países vecinos, visualizándose las posibilidades de intercambio con base en las realidades locales y la aplicación de determinadas políticas en materia social, jurídica, ambiental, económica, de seguridad y defensa y educativa, en el marco de la normativa vigente de los países. Este proceso de integración modifica el carácter de frente que contiene cada frontera y transforma las líneas imaginarias en lugares de integración positiva, sin dejar de existir, claro está, la frontera como marco simbólico y de identidad. Un ejemplo de ello lo constituye la Unión Europea, que abarca un perímetro multifuncional en el que están coincidiendo en una confederación de estados-naciones, en acuerdo para transferir en una base voluntaria atributos mayores de soberanía (cf. Foucher, 1997:24). Bajo estas perspectivas se valora el espacio interactivo, dejando de ser las fronteras conceptos meramente técnicos y abstractos para presentar una nueva visión como el lugar de encuentro de culturas e intercambio comercial, industrial, asignándoseles su importancia especial frente a otras regiones de los países. Es el caso de las asociaciones alpinas transfronterizas entre las regiones alpinas centroeuropeas (Alpes centrales, Alpes orientales, Alpes occidentales). Estas asociaciones de regiones fronterizas europeas, con un total de 52 afines desde 1990, se ocupan de problemas específicos como: - Ordenación de territorio - Prevención y protección civil transfronteriza - Política regional - Trabajadores transfronterizos, entre otros (Véase, Letamendia, 1 997). De esta manera, las relaciones interregionales transfronterizas incrementan la porosidad de las fronteras estatales con una movilización a dos niveles: a nivel regional, los sectores privados y públicos se movilizan ante sus respectivos gobiernos estatales, las demás regiones y la Unión Europea, y a nivel interregional, las regiones se agrupan en asociaciones e intercambian información y conocimientos técnicos, así como también establecen una mayor cantidad y variedad de contactos sociales, lo que lleva al intercambio de experiencias y aprendizajes con posibilidades de una integración a nivel superior. Vistas desde este contexto, las áreas fronterizas han experimentado una evolución al pasar de ser «espacios de aproximación física de dos sistemas socioeconómicos que responden a soberanías políticas diferentes» (Power, 1993:7), a la concepción de espacios cuyas características geográficas y/o socioeconómicas aconsejan la planeación y la acción conjunta de las autoridades fronterizas en las que, de común acuerdo con el país vecino, se adelanten las acciones que convengan para promover su desarrollo, y posteriormente, el intercambio bilateral e internacional. 266 Con esta visión integradora y tomando en consideración el caso de la integración fronteriza colombo-venezolana, donde la frontera se presenta con una imagen de frontera de enlace y con una función de integración económica, cultural y administrativa a lo largo de la franja, especialmente de aquellas de más estrecho contacto, se deben establecer diversos tipos de programas y planes de desarrollo en los que los habitantes fronterizos tengan presencia y se privilegie el valor social de la integración por encima de los valores económicos. Estos últimos, hasta ahora han sido el centro de los esquemas de integración. El avance en el proceso integrador debe estar en sintonía con los factores geográficos, históricos, sociológicos y políticos que en su contenido dinámico y de aplicación tengan como denominador común el mejoramiento de las relaciones bilaterales y el desarrollo de estas zonas. EL ESTADO TÁCHIRA (VENEZUELA) Y EL NORTE DE SANTANDER (COLOMBIA): UN EJEMPLO DE INTEGRACIÓN FRONTERIZA El ámbito territorial Táchira-Norte de Santander abarca una superficie aproximada de 31.915 Km2, de los cuales el 35% corresponde al territorio del estado Táchira y el 65% al departamento Norte de Santander, separados por una línea fronteriza de aproximadamente 140 Km. de longitud, que representa el 6,89% del total de línea de frontera que separa a las dos repúblicas. El estado Táchira se encuentra situado en la parte suroccidental de la República Venezuela, ocupando al nororiente de la República de Colombia, con una superficie 11.100 Km. divididos en 29 municipios. El departamento Norte de Santander encuentra ubicado al nororiente de la República de Colombia, con una extensión 21.658 Kms2, dividido en 40 municipios. de de se de La región Norte de Santander-Táchira se caracteriza por ser la más dinámica y activa de la larga franja fronteriza entre Colombia y Venezuela. Históricamente, este espacio constituyó una sola unidad que se mantuvo durante el imperio colonial español y aún después de la separación de la Gran Colombia. Esta vocación integracionista se entrelaza con una historia y geografía compartidas en las que la existencia del río Táchira y su cuenca revive este pasado común. Allí se localiza el punto de contacto de mayor intensidad y cobertura a través del puente internacional Simón Bolívar. En cuanto a la población, presenta la más alta densidad poblacional, estimándose en 156,3% Hab./Km.2 para el estado Táchira, según el censo de 1995, y para el departamento Norte de Santander, en 54,5% Hab./Km.2 para este mismo año. La población del estado Táchira es de 979.458 habitantes. De esta población, 532.178 son de nacionalidad venezolana y 99.566, colombiana, que representa el 15,8%. Las concentraciones más altas de población colombiana se encuentran en el municipio San Cristóbal, siguiendo los municipios fronterizos de Bolívar, Ureña y Junín. La población 267 del departamento Norte de Santander es de 1.170.055 habitantes, de los cuales, el 55,4% vive en el área de frontera. La mayor concentración poblacional se observa en Cúcuta. Este hecho tiene una importante significación en la conformación del Sistema Metropolitano Binacional que estaría constituido por el área metropolitana de Cúcuta y el área metropolitana de San Cristóbal. Estudiosos del fenómeno fronterizo colomboenezolano afirman la calificación de ámbito binacional con una conurbación constituida por Cúcuta-Villa del Rosario (Colombia), San Antonio-Ureña (Venezuela) y coinciden en que las progresivas e inquebrantables relaciones binacionales hacen propiciar esta unidad urbana. Con la creación de esta conurbación binacional se busca la complementación en la prestación de los servicios y la eliminación de las trabas formales derivadas de la existencia del límite (véase Urdaneta y León, 1991). Cabe señalar que por esta región cruzan diariamente miles de vehículos de pasajeros y de carga, según datos del Banco República (Colombia). Un total de 15.200 vehículos y 56.500 personas cruza diariamente la línea fronteriza, para hacer sus compras, adquirir mercancías o dedicarse a las actividades laborales. (La Nación, C.D-1, 1995). Sí observamos las relaciones comerciales entre ambos países, vemos como éstas se apoyan en un número apreciable de acuerdos, tratados, actas y declaraciones conjuntas de vieja data, como los tratados Michelena - Pombo, de 1836, el Tratado sobre Demarcación de Fronteras y Navegación de Ríos Comunes de 1941y el Estatuto de Régimen Fronterizo de 1942, complementado por el Acuerdo de Tonchalá, de 1959. Se coincide en afirmar que desde mediados del siglo pasado, las relaciones económicas entre Colombia y Venezuela estuvieron sometidas a las contingencias de la evolución política y económica de ambos países y sólo a partir de 1962 se intensificaron estas relaciones con la Declaración de Bogotá, de febrero de ese mismo año. El intercambio comercial entre los dos países va a ir aumentando aún con los altibajos propios de las fluctuaciones de la moneda, dejándose sentir con mayor intensidad en las zonas fronterizas. No obstante, la cercanía geográfica de ambas zonas limítrofes ha permitido establecer una evidente e importante actividad económica, comercial e industrial con altos volúmenes de intercambio de mercaderías, que ha llevado a la colocación de las aduanas en ambas zonas a primeros lugares de recaudación de impuestos en las regiones fronterizas de sus respectivos países. Así, por ejemplo, en los primeros meses del año 1997, las aduanas de San Antonio del Táchira y Ureña recaudaron un equivalente en cuanto a importaciones de 252.617.275,866 Bs. (aproximadamente $ 515.981,186 ) y 99.464.140,420 Bs. (206.937.558 $), y en cuanto a exportaciones, San Antonio recaudó 323.346.853,477 Bs. ($ 661.006.020 ), y Ureña 71.784.971,830 Bs. ($178.365.310 ), mientras que en el año 1996 se obtuvo una recaudación de 9 mil 964 millones, 29.090 bolívares, es decir, hubo un incremento significativo de 6 mil 63 millones 339 mil 030 bolívares con 90 céntimos. (Datos suministrados por las Cámaras de Comercio de San Antonio y Ureña, 1997). 268 El Táchira, por su parte, constituye la conexión vial más importante con Colombia, teniendo a la ciudad de San Cristóbal como centro regional de servicios. Desde allí se bifurcan cuatro ejes viales que se combinan con las poblaciones colombianas de Cúcuta, Puerto de Santander, Chinácota, Pamplona y Villa del Rosario, en el departamento Norte de Santander. La capital concentra el 70% de la industria de esta zona andina, siendo el 30% propiedad de personas de origen extranjero, con predominio de colombianos. Tiene un gran potencial agropecuario y base agroindustrial, producción de lácteos, cueros, carnes, textil, frutos, madera, café, carbón y fosfatos, entre otros. La región cuenta además con bancos y medios de comunicación propios, universidades, aeropuertos, capacidad gerencial, empresas con éxito y servicios (Seminario La Frontera ColomboVenezolana y la Comisión Europea. San Cristóbal, Estado Táchira, 12 de junio de 1996). El eje fronterizo San Antonio-Ureña, cercano a la ciudad de Cúcuta, constituye uno de los más importantes polos de desarrollo económico de toda la región en el área comercial, industrial, e incluso en el área agropecuaria. La zona constituye el principal puerto terrestre del país y una de las más dinámicas de América Latina, a raíz de la puesta en vigencia de la Unión Aduanera Andina, potenciando el intercambio bilateral hasta alcanzar en 1997 una cifra cercana a US$ tres mil millones. Un análisis del dinamismo de las importaciones entre Colombia y Venezuela evidencia un incremento a partir del año 1992 en ambos países. Muchas de esas industrias han logrado penetrar el mercado internacional, tal como en el caso del calzado, equipos de seguridad bancaria y productos del sector metalmecánico. La posición geoestratégica del eje como puerta de entrada al Pacto Andino es otro elemento a considerar, con circulación de más del 80% de transporte de carga y de pasajeros que se mueven entre Colombia y Venezuela. A los efectos de comunicación con el resto del mundo, cuenta con un aeropuerto internacional y con otros muy cercanos, como el de Santo Domingo del Táchira y el de Cúcuta, Colombia. Las características (brevemente esbozadas) de esta región permiten afirmar que la misma constituye la más dinámica de todas las áreas fronterizas colombo-venezolanas y que la integración cobra su verdadero sentido como proceso sujeto a incesantes movimientos de la historia, alentado por la fuerza de una vecindad inevitable que se mantiene con el transcurrir del tiempo y se fortalece con el creciente intercambio comercial. Cabe destacar que por esta zona fronteriza se movilizan los mayores flujos económicos a nivel de los dos países e incluso de la Comunidad Andina de Naciones (véase, El Nacional 15-05-1997). Por sus potencialidades naturales (vínculos históricos, geográficos y culturales) y por su posición geoestratégica, esta región de frontera sin duda está llamada a ser un ejemplo de integración binacional, andina y latinoamericana. Esta integración fronteriza colombo-venezolana ha permitido la conjugación de acciones de representantes de los diversos sectores políticos, económicos y sociales ante la necesidad de un desarrollo fronterizo integrado. Los políticos impulsan la constitución de organismos propios para el manejo y sustentación de la integración fronteriza, como el caso de las asambleas regionales fronterizas* 269 El sector económico representa uno de los más importantes del proceso, ya que, como se sabe, surge básicamente de la necesidad que tienen las economías vecinas de intercambiar bienes y servicios para la subsistencia y de la concreción de planes y programas de desarrollo industrial y comercial para el fortalecimiento de la integración. Es el caso de la Cámara de Integración Económica Colombo-Venezolana, en sus dos últimos capítulos, el de Bogotá y el de Caracas. El número de miembros afiliados al capítulo colombiano supera las 250 empresas, y en el capítulo venezolano están inscritas más de 100 empresas. (véase, Iturbe, 1997:3). El plano social está presente a través del manejo de acciones que es necesario ejecutar para elevar el nivel de vida de las poblaciones fronterizas, abarcando la creación de programas para la educación, la salud y el ambiente hacia la incorporación de las poblaciones a las variantes del trabajo productivo en mejores condiciones de vida. En el tratamiento de las relaciones fronterizas colombo-venezolanas cobra vigencia el concepto de integración entendido como “un proceso más amplio, complejo y profundo entre dos o más naciones, que implica una vinculación e interpretación social, política, económica, cultural, científica, diplomática, e incluso militar, de enormes proporciones y con un papel dinámico y protagónico de variados agentes de las sociedades involucradas.” (Tokatlian, 1994:54). La participación activa de la sociedad civil (la cual constituye el cimiento de la integración social) es indispensable para avanzar en la integración política y económica. En este avance del proceso integrador entre ambos países debe considerarse (como lo hemos dicho a lo largo del trabajo) la diversidad de factores geográficos, históricos, sociológicos, políticos y técnicos para seleccionar la serie de instrumentos variables en su contenido, dinámica y áreas de aplicación con un denominador común: el desarrollo y la integración de las áreas fronterizas. Precisamente estas particularidades son determinantes para construir las relaciones fronterizas en el entendido de que el patrocinio integracionista para las naciones latinoamericanas no puede venir de la metrópolis mercantilista que desvirtúa y desustancia lo que hay de real entre nosotros, sino que debemos unirnos para resistir, para crecer y para contribuir al «equilibrio del mundo» del que hablara Martí. Para eso se hace necesario instrumentar una política fronteriza basada en investigaciones y estudios bajo el manejo de la cooperación global en la que se privilegien acciones específicas en materia económica, social y ambiental bajo un esquema jurídico-político renovado a fin de colocar estos espacios fronterizos en su dimensión real, determinada por los caracteres geopolítico y geoestratégico propios de los mismos y por las amplias ventajas que éstos presentan frente al proceso de apertura comercial, producto de la internalización de las economías. De esta manera, las fronteras pueden convertirse en generadoras de su propio desarrollo con beneficio directo hacia los habitantes y cambiar la imagen de zonas deprimidas y problemáticas que hasta ahora ha predominado. ¿Habrá tiempo para vernos y aceptarnos como realmente somos, colombianos y venezolanos, destinados a 270 vivir juntos sobre una misma frontera? ¿Llegará el día en el que los intereses individuales den paso a la comunidad de destino con un modo de pensar y vivir que alcance en lo posible el nivel de los genuinos tiempos históricos? La dinámica de los nuevos tiempos posibilita esta integración. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Bovin, Philipe, (1997), Coordinador Las Fronteras del Istmo. México: Centro de Estudios Superiores en Antropología Social, Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. Hans Peter y Schumann H., (1998), La Trampa de la Globalización. Madrid: SantiIlana, Taurus. Iturbe, Egle, (1997), “Las Relaciones de Comercio e Inversión entre Colombia y Venezuela”. Documentos de Trabajo 3, Buenos Aires: INTAL. Letamendia, Francisco, (1997), Juego de Espejos. Conflictos Nacionales CentroPeriferia. Madrid: Trotta. Obregón, Liliana y Nasy, Carlo, (1990), Colombia, Venezuela. Conflicto o Integración. Bogotá: Fescol - C.E.I. UNIANDES. Pardo García, R., (1993), «Colombia y Venezuela Integración: La Nueva Dimensión de las Relaciones Bilaterales.» Revista Colombia Internacional, (No. 24). Bogotá: Centro de Estudios Internacionales. Power, A., (1993), «Desarrollo Fronterizo y Proyectos de Inversión». CEPAL. Bogotá. Training Consulting, (1998), Proyecto «Estudio y Diseño para la Elaboración de Convenios Binacionales en Materia de Salud para la Zona Fronteriza del Estado Táchira». San Cristóbal, Venezuela. Tokatlián, J., (1994), «Componentes Políticos de la Integración». en: J.A. Puertos (Comp.), Integración Desarrollo Económico y Competitividad, Bogotá: Fescol. Urdaneta, Alberto y León, Ramón, (1991), Relaciones Fronterizas entre Venezuela y Colombia. (Desde la Perspectiva Venezolana). Caracas: Cendes, Colección Luis Lander. 271 LA INTEGRACION FRONTERIZA COLOMBO-VENEZOLANA Y SUS LIMITACIONES: PROPUESTAS POLITICO-ECONOMICAS PARA MAXIMIZAR EL PROCESO Juan Carlos Morales Manzur INTRODUCCIÓN Entre 1970 y 1989, las relaciones colombo-venezolanas llegaron al nivel más bajo de su historia. Desde 1989 hasta el presente, sin embargo, el clima político en ambos países ha tendido a cambiar, unido a la dinámica económica mundial y al nuevo impulso que la integración ha experimentando en los últimos tiempos. Entre las fechas señaladas, sin embargo, hechos tales como la agudización en el debate sobre las áreas marinas y submarinas, el conflicto en la demarcación de los hitos fronterizos y la difícil situación originada por el asunto Caldas, crearon un clima negativo para el logro de una verdadera relación armoniosa con firme orientación integracionista, por lo cual, necesariamente debe haber un cambio de mentalidad y conducta para la formación de una cultura que permita convivir dentro de un ambiente de integración. LIMITACIONES DE LA INTEGRACIÓN FRONTERIZA VENEZOLANA. UNA MIRADA RETROSPECTIVA COLOMBO- ASPECTOS POLÍTICOS Con referencia a los factores políticos como causales limitantes a un efectivo y real avance para las negociaciones de un verdadero proceso integracionista, se deben considerar prioritariamente situaciones fácticas concretas que en la realidad actúan y afectan tanto a Venezuela como a Colombia. Problemas limítrofes El aspecto limítrofe ha sido un aspecto negativo en contra de la integración colombovenezolana. No obstante el tratado de 1941, suscrito entre Venezuela y Colombia, el cual establecía que todas las diferencias sobre materia de límites quedaban terminadas, este aspecto sigue pendiente y se obviará aquí toda consideración sobre el desarrollo de los problemas derivados de la demarcación marítima entre ambos países. Las tensiones políticas están aún pendientes, y los intentos de solución, aún en ciernes. (Cfr. González y Donis; 1989:155) Narcotráfico El problema del narcotráfico es una prioridad que reclama solución efectiva y urgente, puesto que atenta contra los más altos intereses, tanto políticos como sociales, de las naciones involucradas. Conscientes de esta realidad, conviene formularse la siguiente 272 interrogante: ¿Se agravaría la situación del narcotráfico con una integración fronteriza entre Colombia y Venezuela? La respuesta no puede ser concluyente, ya que se parte de supuestos y análisis hipotéticos, pero dada la actual situación, podría pensarse que en efecto sí podría acentuarse y agravarse, en vista de que al dejarse abiertas las fronteras y producirse un libre tránsito y circulación de personas, sería muchísimo más difícil el control del tráfico de las materias primas y del puente de comercialización del producto terminal de la droga, por lo que se desprende que la actual coyuntura del narcotráfico entre Venezuela y Colombia constituye otro factor limitante al proceso de integración. Subversión La respuesta puede ser de diversa índole, dependiendo del enfoque que se pretenda dar respecto a la integración, ya que como bien se sabe, el control del orden público y la seguridad interna de cada país obedecen más a razones de soberanía que a esquemas integracionistas, pero tampoco debemos dejar a un lado que la integración lleva directamente, en su avance progresivo, a que ambos países armonicen políticas de tratamiento similar (de orden fiscal, seguridad, sanitaria, etc.) por lo que un abismo o disparidad en el manejo de la seguridad, tanto de carácter personal como material, nos arrastra a un indefectible obstáculo para una plena integración. En resumen, es obvio pensar que mientras la subversión tenga el auge que posee actualmente, difícilmente se puede aspirar a una interpenetración pacífica en las zonas fronterizas colombovenezolanas. (Cfr. Briceño y otros, 1991:19) ASPECTOS ECONÓMICOS Indudablemente, la consideración de las distintas variables económicas es fundamental dentro de un esquema de integración a los fines de alcanzar metas con éxito. Así, en la real práctica entre Venezuela y Colombia adquieren plena importancia situaciones irregulares como el contrabando, la distorsión de la economía local y el desequilibrio comercial de la zona fronteriza, entre otros, que necesariamente deben subsanarse mediante una decidida acción conjunta que deben emprender ambos países con la intención de sanear los vicios existentes y sembrar un camino claro para la integración. Se tratará de analizar en forma breve lo que en la actualidad constituyen factores limitantes que desde el punto de vista económico deben superarse, pues de lo contrario serían elementos perturbadores e indeseables para un verdadero clima de integración. Distorsión en la economía local. Uno de los fines más importantes de la integración fronteriza en el aspecto económico estáencaminado a favorecer al comercio, la industria, el aparato productivo de los países que lo integran y, por supuesto, al desarrollo progresivo de las economías involucradas. Sin embargo, el mercado fronterizo colombo-venezolano no refleja en la actualidad los propósitos que se acaban de enunciar, ya que dicho mercado se alimenta mayoritariamente de mercancías de regiones foráneas y extrañas a la zona, tales como 273 Asia, Europa, Estados Unidos de América y cualquier otra parte del mundo, con lo cual se desnaturaliza la genuina intención de la integración. De tal forma que, en virtud de este aspecto y para que exista un verdadero intercambio comercial entre Colombia y Venezuela que favorezca desde la perspectiva económica a ambas naciones en primer término y en forma indirecta al mercado latinoamericano, deben darse algunas condiciones fundamentales: 1.- Que las mercancías a comercializarse “sean originarias” prioritariamente de Colombia y Venezuela y, a lo sumo, de cualquier país latinoamericano, en la proyección de una futura ampliación hacia un mercado común latinoamericano que beneficie a toda la zona. 2.- Que estas mercancías no sean subsidiadas, de manera que todos los países intervinientes se encuentren en las mismas condiciones. 3.- La creación de efectivos mecanismos de control que permitan vigilar el fiel cumplimiento de las obligaciones y compromisos contraídos por ambos países. Ahora, hay una serie de factores que contribuyen a que se produzca esta distorsión en la economía local.A continuación se analizarán los más importantes, sobre todo los que son característicos en la frontera colombo-venezolana. El contrabando Se entiende por contrabando: “Producción o comercio prohibidos por la ley, y las mercancías objeto de la prohibición, operación generalmente clandestina, consistente en la importación o exportación de dinero, bienes o mercancías contra las normas legales vigentes, y en fraude a la Hacienda Pública. Su fundamento es siempre de carácter económico”.(Ibidem:18) Las formas que reviste el contrabando son muy variadas, y de acuerdo a los tipos de vías de comunicación que existan, eso va a determinar el tipo de contrabando que allí se produzca. En las zonas fronterizas conviven dos tipos de contrabando: 1.- el grande y organizado, que a través de empresas trata de aparentar legalidad en el tráfico ilícito de mercancías. 2.- El contrabando al menudeo, que es efectuado sin organización por personas de escasos recursos que tratan de hallar un complemento de ingresos en el transporte y reventa a pequeña escala de mercaderías de un lado a otro de la frontera. Paradójicamente, el contrabando perseguido por las autoridades es el pequeño, quedando en la mayoría de las veces impune el “gran contrabando”, que opera con toda facultad hasta por vía de acaparamiento, permitiéndose imponer precios y neutralizar al pequeño contrabando. Al respecto, parece interesante, y a la vez importante, el hecho de que, ya en 1966, el INFORME DE LA MISION DEL BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO presentado a los gobiernos de Colombia y Venezuela, relata: “Los contrabandistas pertenecen a uno y otro país; sin embargo, hay también extranjeros que se dedican a esta actividad, pero ello ocurre más bien en torno a Maicao y San Antonio... el control ejercido sobre el intercambio variaría de un 274 punto a otro de la frontera según el criterio de los funcionarios que lo tienen a su cargo. El grado de tolerancia es variable también según las épocas del año, lo cual tiende a crear un estado de confusión que actúa, como es natural, en provecho de los más hábiles y de los más influyentes”. (BID, 1966:121) Realmente, el contrabando ha arrojado graves consecuencias que afectan principalmente al comerciante de los estados fronterizos, especialmente del Zulia, en algunos rubros de comercio a todo el país. Entre las razones que contribuyen a acentuar el fenómeno del contrabando, una es la diferencia de precios, que es evidentemente atractiva al ilícito propósito del contrabandista. Por tanto, previas todas las consideraciones anteriores, se puede concluir que el contrabando conforma un obstáculo para la integración fronteriza colombo-venezolana. Desequilibrio comercial Otro hecho que influye en la distorsión de la economía local como causal limitante a una integración fronteriza lo constituye el desequilibrio comercial imperante en la zona. El origen de este problema surge por la competencia en el mercado. Al contrario de lo que se piensa, se puede inferir que las personas que ejercen el comercio formal no están en contra de la integración, ya que a conciencia reconocen la necesidad de tal proceso; lo que ocurre es la abismal diferencia en las condiciones para competir, puesto que en la frontera están establecidos comercios que no pagan ningún tipo de tributación, lo que imposibilita competir al comercio formal, que sí está obligado a una serie de erogaciones de tipo fiscal, y a ofrecer iguales ventajas e incentivos a los potenciales consumidores. ASPECTOS SOCIALES En un proceso de integración entran en juego diversos factores, de los cuales es prioritario considerar el factor o aspecto social. Dada la actual situación reinante en la frontera colombo-venezolana, en la cual, el descontrol migratorio, por un lado, y la falta de identidad de los pobladores fronterizos, por otro, aunados a la deplorable condición de los servicios asistenciales, conforman un cuadro nada halagador para aspirar a una empresa de éxito integradora en la frontera de los dos países. En términos generales se considera que el descontrol migratorio emerge como consecuencia de las faltas de condiciones adecuadas y del mínimo de garantía de subsistencia que ambos países han brindado a los pobladores de la zona, obligando de esa manera al hombre fronterizo a salir de su territorio buscando nuevas perspectivas de vida, con lo que, al no verse integrado a la realidad social de las ciudades, se siente marginado y rechazado por la colectividad y desasistido por parte de las autoridades, provocando como panorama inevitable una mezcla de resentimiento social, marginalidad, competencia desleal y desventajosa en los puestos de trabajo, y violando flagrantemente toda posibilidad de igual trato y oportunidades, condición ésta última sine 275 qua non para una integración armoniosa hacia el logro de fines comunes para ambos pueblos. De igual modo se pueden también considerar como factores limitantes a un proceso de integración la falta de identidad de los pobladores fronterizos y la deprimente asistencia social y de servicios públicos en la zona, ya que ambas circunstancias, lejos de crear atractivos favorables y sembrar los incentivos correspondientes, surge como tropiezo que hay que subsanar para concebir un esquema de integración. Sabemos que el habitante fronterizo es el primer fin que hay que desarrollar, y el aspecto social en este campo es esencial porque ello encierra gran parte de la cabal satisfacción de las necesidades del ser humano. Por lo tanto, si dichas expectativas no son cubiertas, es poco lo que se puede esperar del esfuerzo integracionista; por eso se considera que la actual situación social de la frontera colombo-venezolana no es la más idónea para que cobre eficacia la tan ansiada integración. PROPUESTAS POLITICO-ECONÓMICAS PARA MAXIMIZAR EL PROCESO DE INTEGRACIÓN FRONTERIZO COLOMBO-VENEZOLANO Las propuestas que se requieren para maximizar el proceso de integración colombovenezolano se engloban en la necesidad de capacitar a ambas economías para que se beneficien del dinamismo que un comercio más libre puede aportar. Ciertamente, los beneficios de la integración no son solamente los visibles en un comercio creciente entre Venezuela y Colombia. La producción planificada para un mercado más amplio debe reducir los costos por unidad de producción, tal como hace, por ejemplo, la competencia entre industria y agricultura en la zona de integración. Igualmente es factible que se dé la posibilidad de que los beneficios de la integración fluyan más a un país que al otro. Ello acarreará la necesidad de fijar algún límite por parte de cada país unilateralmente en lo que se refiere a cambios en aspectos fiscales y monetarios. Entre las propuestas que son necesarias para maximizar la integración fronteriza colombovenezolana, estarían las siguientes: A.- La liberalización del comercio Es quizás el factor más importante para iniciar un proceso de integración. Dicha liberalización debe incidir sobre artículos que no vayan a figurar probablemente en las listas nacionales, en razón de dar entrada a mercadería foránea en el sentido de crear una regulación de mercado dirigida a controles de calidad, productividad y competencia general. 276 B.- Los acuerdos comerciales Dicho aspecto debe estudiarse como medio de garantizar corrientes de comercio razonablemente equilibradas, y particularmente la referente a los productos en los que cada país tiene excedentes por el momento. En dichos acuerdos deben resolverse cuestiones tales como las relativas a las tarifas con terceros países que afecten el comercio bilateral, y establecer maneras de medir y controlar la deflexión comercial. C.- Planificación de inversiones Es un rubro importante de considerar, ya que una buena planificación nos garantiza canalizar los recursos para efectuar los gastos adecuados. Entre las tareas prioritarias está la de señalar las oportunidades de inversión óptimas, evitando de esta manera el mal gasto. Tal propósito se logra partiendo de una investigación conjunta de las necesidades de inversión que permitan racionalizar las mismas, evitando con ello la duplicación de inversiones en industrias que ya tienen exceso de capacidad, la creación de nuevas industrias que duplican a otras existentes y se exploran los programas más eficaces de sustitución de importaciones. Es necesaria igualmente una comprensión detallada de las condiciones en las que se dispondrá de capitales en uno y otro país para asegurar si condiciones desiguales crean también beneficios desiguales con la integración. D.- La infraestructura Deben examinarse las necesidades de ambos países que puedan resolverse mejor con planes conjuntos. Las fusiones de planes conjuntos de flotas aéreas y marítimas, planeamiento conjunto de redes de energía, desarrollo de instituciones especializadas para formación profesional y laboral, progreso en telecomunicaciones, todo ello representa sectores importantes que ofrecen beneficios potenciales a través de la integración. La nvestigación es detallada para decidir cuáles necesidades se van a satisfacer onjuntamente, medios de financiación, acuerdos administrativos y posibilidades de ayuda exerior, tanto para estudio de factibilidad como para costos de construcción, todo eso ontinuará la obra ya iniciada en este campo. E.- Creación de un Instituto Financiero Conjunto de Integración y Desarrollo para Colombia y enezuela La creación de un banco, conjunto de la integración y desarrollo sobre los ineamientos propuestos por la Comunidad Andina, puede ser conveniente para stimular la integración colombo-venezolana. Como dos países adyacentes eben presumiblemente realizar la integración más fácilmente con recursos isponibles, el banco o bancos propuestos podrían suministrar dinero y ecursos para inversiones deseables, emprender estudios de 277 factibilidad, ofrecer arantías de inversión y otras operaciones financieras relativas al desarrollo ntegracionista. F.- Promoción de exportaciones Son convenientes los intentos conjuntos para promover exportaciones a través de roductos, participación en los costos de ventas y planificación industrial para aprovechar a expansión del mercado, de modo que incentivar la exportación llevaría a fortalecer la roducción interna de los países involucrados en la integración, trayendo como onsecuencia un flujo importante en el aumento del empleo y en el desarrollo de la conomía. G.- Toma de conciencia gubernamental El personal que ha trabajado en la integración ha sido hasta ahora dirigido ndependientemente por cada gobierno. En el caso venezolano, hasta la actualidad han sido ocos los contactos entre el personal de cada grupo interesado en las labores de integración, or lo que se recomienda una mayor efectividad por parte de las comisiones especializadas n este aspecto en cada país y la creación de una verdadera comisión conjunta integrada por uncionarios de ambos países, en la que de manera amplia se puedan enfocar las ecesidades y obstáculos a vencer en un plan de integración. En él se deben señalar con recisión los problemas, conducción de estudios, investigación de apoyo disponible en los nstitutos internacionales y otras tareas afines que le competan para lograr el fin ntegracionista. Dicha comisión deberá actuar como instrumento de coordinación entre Colombia y enezuela, tomando como bases las recomendaciones de la Comunidad Andina y onsiderando a éstas como orientaciones básicas por estar consituido éste por países latinoamericanos conocedores de la realidad nacional. H.- Desarrollo de la zona fronteriza Ello se logrará creando fuentes confiables de autofinanciamiento que permitan sostener al esarrollo en una acción conjunta entre las diversas fuerzas que componen los sentamientos en la zona. I.- Regular el uso de la tierra y establecer los tipos y formas de exportación agrícola J.- Creación de núcleos fronterizos, entendidos como asentamientos permanentes K.- Implantar la figura de “Enfiteusis” (adjudicación de tierras a civiles quienes adquieren el derecho de explotación pero no la propiedad) en la zona fronteriza, para estimular el asentamiento, lo cual garantiza que las tierras estén en manos de venezolanos (o colombianos de la frontera) y en continua explotación. 278 L.- Formular definitivamente una política nacional de fronteras que permita llevar adelante os grandes intereses nacionales a través de acciones coordinadas en dichas áreas M.- Definir las políticas (dentro de la política nacional de fronteras) que deben preverse claramente, tales como las políticas de inmigración de las comunidades indígenas, del régimen de minas e hidrocarburos, entre otras N.- Realizar un censo nacional de instituciones, organismos y centros educativos que traten la problemática fronteriza e integracionista y proporcionarles el respaldo económico institucional adecuado. O.- Establecer las condiciones necesarias para lograr la integración física a través de la mejora de las comunicaciones entre ambos países. A estas propuestas pueden agregarse las establecidas en el Proyecto (aún no aprobado por l Congreso Venezolano) de Ley Orgánica de Fronteras (título II, Del desarrollo Fronterizo), que a continuación se señalan: 1.- El establecimiento de condiciones necesarias para el desarrollo sustentable de las zonas ronterizas a fin de satisfacer las necesidades básicas y el mejoramiento de la calidad de vida e sus habitantes. 2.- La seguridad alimentaria de la población radicada o residente en las zonas fronterizas. 3.- La ejecución de proyectos habitacionales, el suministro y el mantenimiento de servicios úblicos básicos y, en general, el desarrollo de la infraestructura necesaria para facilitar el sentamiento humano y el fortalecimiento de las comunidades que habitan en las zonas ronterizas. 4.- El control, reducción, corrección o eliminación de factores y procesos de degradación económica y social que puedan afectar la calidad de vida de los habitantes de las zonas fronterizas, su seguridad y defensa. 5.- La orientación de los procesos educativos y culturales, con el fin de fomentar mejores estados e conciencia social e identidad nacional en las zonas fronterizas. 6.- La promoción integral de la salud, el control de enfermedades y la protección de la vida sana e los habitantes de las zonas fronterizas. 7.- El estímulo a la recreación, el turismo y el deporte en las zonas fronterizas. 8.- La protección, el fomento y el desarrollo de las comunidades indígenas y de las poblaciones ampesinas de las zonas fronterizas. 9.- La promoción e incentivo de las inversiones que se consideren necesarias para el desarrollo e las zonas fronterizas. 10.- La promoción, fortalecimiento y coordinación de las políticas y estrategias de seguridad el Estado en las zonas fronterizas. 11.- La promoción y fortalecimiento de las políticas de integración fronteriza con los países ecinos. 279 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Ardila, Martha, (1993) «La Política de Colombia hacia el Caribe», Revista Política Internacional, aracas, Julio-Septiembre. Atencio, Jorge E, (1973) Teoría General de los Límites y Fronteras. El Concepto de Frontera inámica, CEIFAR. Mendoza. Banco Interamericano de Desarrollo, (1966), «Integración Fronteriza Colombovenezolana», nforme de la Misión del Banco Interamericano de Desarrollo presentadas a los gobiernos de olombia y Venezuela. Colección “Cuadernos del BID, Integración I”. Botero, Rodrigo, (1974) Colombia, Venezuela Latinoamericana, BCV, Prmera Edición, Caracas. y la Integración Económica BRICEÑO, R. y otros, (1991), La Integración Fronteriza Colombo-Venezolana: utopía o realidad?. Monografía presentada en el marco de la Cátedra Teoría General de la Integración Económica. niversidad del Zulia, Maracaibo. Carrera Damas, Germán, (1993) «Hacia un Balance de la Gestión Integradora entre Venezuela y olombia», Venezuela-Colombia. No. 14. Centro Universitario de Desarrollo, (1987) «Manual de Integración Latinoamericana», Caracas - olección “Universidad y Desarrollo”, CINDA. GONZALEZ, Hermann y DONIS, Manuel, (1989), “Historia de Las Fronteras de Venezuela”. diciones del Departamento de Relaciones Públicas de LAGOVEN, Caracas. León de Labarca, Alba Ivonne, (1988) La Múltiple Imposición Internacional y sus Implicaciones n el Proceso de Integración Latinoamericana, Maracaibo. Instituto de Filosofía del Derecho, niversidad del Zulia. León de Labarca, Alba Ivonne, (1987) La Integración Económica y sus Limitaciones en el Ambito e los Países Subdesarrollados, Maracaibo: Universidad del Zulia. Morales García, Lucrecia (1993) “La Política de Fronteras en Venezuela: Evolución y desarrollo”. onencia presentada en el simposio sobre la situación fronteriza colombovenezolana, niversidad Rafael Belloso Chacín, Maracaibo. Morales García, Lucrecia, (1994) “Las Fronteras Hoy”. En URU-Notas, Universidad Rafael rdaneta, Maracaibo. «Primer curso sobre políticas de fronteras», Conclusiones, (1998) Instituto Zuliano de Estudios ronterizos, Maracaibo. 280 «Proyecto de Ley Orgánica de Fronteras», (1998), Consejo Nacional de Fronteras, Caracas. Vázquez Carrizosa, Alfredo, (1987) Colombia y Venezuela, Una Historia Atormentada, Tercer undo, Editores, Bogotá. 281 POLÍTICA SOCIAL Y DESARROLLO EN LA ZONA URBANA FRONTERIZA DE LA CIUDAD DE SAN JUAN DE CÚCUTA, COLOMBIA Amanda Patricia Amorocho Pérez ¿Cómo pensar la estructuración y articulación de la realidad social, socioeconómica y cultural de una urbe intermedia con marcada expansión y crecimiento de la marginalidad? ¿Y cómo pensar la política social para esta realidad, tratándose de una ciudad y una zona ubana fronterizas? En esta ponencia se realizará un acercamiento a la ciudad fronteriza de San José de Cúcuta, eniendo en cuenta los distintos factores que han determinado su configuración espacial y os problemas sociales más comúnmente presentados: migraciones, deportados, arcotráfico, violencia y pobreza, aspectos que determinan su realidad actual y que abren a reflexión en torno al nivel de desarrollo alcanzado en esta región. Se pretende entonces localizar los problemas de la realidad social y los componentes socioeconómicos y culturales de Cúcuta para definir un espacio de análisis que permita conocer en la ciudad su racionalidad más profunda, causalidades, interrelaciones y complementariedades en su proceso de conformación y consolidación. Es necesario entonces complementar la forma tradicional de lectura de la ciudad con una forma dinámica que permita percibir sus distintos componentes, lo cual es necesario y pertinente en la construcción de una perspectiva teórico y/o conceptual integral, que permita perfilar políticas sociales acordes a las necesidades y problemas de los habitantes de las zonas binacionales, trascendiendo los enfoques estatal-corporativista y neoliberalasistencial por una perspectiva constitucional desde el estado social de derecho. Es entonces éste un intento por introducir el debate en torno a los nuevos enfoques de la política social que ponen énfasis en el establecimiento de los mínimos de justicia para garantizar los derechos sociales, económicos y culturales de la población, dejando atrás la mera búsqueda del bienestar. ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y CONFIGURACIÓN DEL ESPACIO URBANO DE LA CIUDAD DE SAN JOSÉ DE CÚCUTA Históricamente, la actual ciudad de San José de Cúcuta tiene su génesis en la perspectiva tradicional urbanística española colonial. Se erigió como un asentamiento de estructuración octogonal con funciones básicamente político-administrativas, más que comerciales y residenciales propiamente dichas1. Luego, una vez que se fueron sintetizando las relaciones de producción, configuraciones sociales y la institucionalización del ejercicio público a través del cabildo de la villa municipal o distrito parroquial, según la época, el asentamiento urbano adquirió otras connotaciones y proyectó algunas transformaciones, camino a la ciudad moderna, comercial y cosmopolita de la segunda mitad del siglo XIX y la actual centuria. Esta última imagen se 282 ve efectivamente consolidada en la medida en que, como asentamiento fundado en el período colonial, prosiguió su desarrollo por razones tácticas, tanto en lo político como en lo económico y militar, pues su situación fronteriza le daba importante preeminencia, en especial por su condición comercial e ingreso a la economía mundial. En tiempos republicanos tempranos se asentaron en Cúcuta importantes casas y agentes extranjeros que apoyaron a través del comercio exterior su consolidación como centro de política nacional y de comercio exterior. La configuración de este asentamiento como ciudad moderna en sus funciones viene a definirse más agresivamente con ocasión de la reconstrucción urbanística que tuvo que emprenderse después del terremoto de 1875. El proceso de reconstrucción de la ciudad se afrontó sistemáticamente en 1876, bajo un nuevo trazo urbanístico diferente al antiguo. Se vieron importantes esfuerzos colectivos y compromiso comunitario por las obras de interés público como calles, plazas y edificios del Gobierno, la Iglesia y la Seguridad Social. Sus funciones como urbe ya no serían las de antaño, su preeminencia como asentamiento ya no sería lo político, ni aún después de asignarse como capital de Norte de Santander en 1910; su relevancia e importancia funcional se localiza desde entonces en el marco de lo económico. Son las redes comerciales, industriales y financieras las determinantes de la configuración espacial de la ciudad, y con ello, un desordenado y no planificado crecimiento, precisamente por la carencia de una definición política y civilista generalizada. La ciudad de San José de Cúcuta configuró su espacialidad con una dinámica poblacional resultado de múltiples procesos culturales, sociales y económicos. La historia de la subregión fronteriza, como zona de interacción binacional, es en parte resultado de los procesos de movilidad demográfica (migraciones, desplazamientos, deportados) que ha tenido importantes efectos en el ámbito político, social, ecológico y cultural para el establecimiento de lo urbano. En este sentido, la subregión es un área geográfica que conforma una red social dinámica que al unir la población rural y urbana de diversas culturas regionales (paisa, santandereana, cundiboyacense, costeña, nortesantandereana y venezolana, entre otras) construye de esta forma su particular historia. Cúcuta se encuentra ubicada en un valle cálido de confluencia entre lo andino y la selva húmeda baja, lo cual define su paisaje natural. La conformación del paisaje urbano se ha ido perfilando como resultado de las distintas transformaciones productivas, valorativas, arquitectónicas, sociales y políticas; es también consecuencia de la planificación basada en parámetros del urbanismo moderno en el cual se destacaron la funcionalización y zonificación para planear la expansión de la ciudad, no obstante, existe también otro tipo de crecimiento, que es de carácter infomal y espontáneo, y que no se guía por los parámetros de la planificación, y constituye lo que se ha denominado sectores subnormales. El desarrollo de la ciudad muestra claramente la segregación social del espacio urbano que opera drásticamente en la separación social del ámbito residencial, la cual se ha acrecentado en las últimas décadas. Para el caso de la ciudad de Cúcuta se encuentran 283 medianamente delimitadas las zonas urbanas residenciales, comerciales o industriales, clasificadas de acuerdo al estrato socioeconómico. Para el caso de Cúcuta, el crecimiento de la ciudad en las décadas de los 70 y 80 obedeció principalmente al factor atractivo del comercio floreciente verificado hasta 1983, que motivó a muchos colombianos a residenciarse en esta ciudad con el fin de abrir establecimientos comerciales o viajar al vecino país en busca de mejores oportunidades de empleo; sin embargo, a partir de la crisis económica de Venezuela en 1983, muchos de los colombianos residenciados en Venezuela fueron deportados, estableciéndose en esta ciudad en condiciones de marginalidad. Ahora, con respecto a la mayoría de los comerciantes prósperos de Cúcuta que provenían de otras regiones de Colombia, éstos emigraron a sus ciudades de origen, reduciendo de esta forma las fuentes de empleo. CÚCUTA: CIUDAD FRONTERIZA En una economía de frontera se define el hecho conocido como “fenómeno fronterizo”, considerando a estos sectores como unidades especiales donde existe un lugar natural de intercambio y un “imperativo” de integración en lo económico, cultural y ambiental. En este caso, dicho intercambio es anterior a la imposición arbitraria de los límites artificiales entre las naciones vecinas. La frontera es una realidad, aunque su institucionalización haya sido un artificio político. Allí se comparten los mismos recursos, modo de vida, y se tiende por el libre cambio de bienes y servicios, de actividades sociales y factores de producción. Además, en las regiones de frontera se “interceptan” las políticas económicas y sociales de las naciones vecinas2. La ciudad de San José de Cúcuta ha sido considerada como una ciudad comercial por excelencia, el primer puerto terrestre de Colombia. Presenta además cierto grado de industrialización, teniendo como principal mercado la República de Venezuela. Esta característica determina su nivel de desarrollo, el cual ha dependido en buena parte de las políticas económicas adoptadas por ambos países, más que de las potencialidades propias de la región. En la época de la bonanza petrolera de Venezuela, Cúcuta orientó algunos sectores de su industria y producción agrícola al mercado venezolano, estimulando la inversión en comercio, turismo, manufacturas, construcción y servicios. Esta relación cambió a partir de 1983, cuando se revirtió el sentido de los flujos comerciales y el municipio de San Antonio del Táchira, en Venezuela, se convirtió en el principal eje de comercialización fronterizo desde ese país. En la actualidad, la apertura económica ha llevado a Colombia a afianzar los mercados con países vecinos como Venezuela, llegando a incrementar hasta en un 700% el intercambio comercial con ese país. Para la frontera, esto ha redundado en un aumento significativo de los sectores comercio y servicios, especialmente en lo relacionado con el transporte y almacenamiento de mercancías. Este proceso ha traído como consecuencia 284 el deterioro de las vías y el colapso de los servicios fronterizos básicos, pues no se encontraban preparados para soportar la alta concentración de población ni para responder al creciente flujo de mercancías y vehículos. De acuerdo con el estudio del BID-INTAL-CAF: “Las comunidades fronterizas están percibiendo que el creciente comercio bilateral y subregional no es aún un factor generador de beneficios económicos, sociales y ambientales para quienes viven permanentemente en los contornos urbanos y rurales de los principales pasos de frontera. Para esas colectividades vecinas, la consolidación del proceso de integración global, en lo que respecta al caso colombo-venezolano, los iversos sectores sociales, económicos y políticos requieren la creación de condiciones económicas, jurídicas e institucionales que les permitan tener una presencia y participación más activa en el devenir de las sociedades y las economías a las cuales pertenecen.”3 ESTRUCTURACIÓN URBANA: ¿ATIPICIDAD U ORIGINALIDAD? La concentración de la población marginal en el casco urbano de Cúcuta es consecuencia de las migraciones del sector rural y del proceso de deportación de colombianos desde Venezuela. La mayoría, o buena parte de ellos, son de otras regiones del país, e incluso, algunos deportados no son colombianos. Este fenómeno está influyendo notablemente en el crecimiento anárquico de las zonas urbanomarginales de esta ciudad. La estructura arquitectónica y urbanística de la traza central de la ciudad está fuertemente determinada por la perspectiva comercial, fabril y el establecimiento del sector financiero (banca formal, casas de cambio y compraventas). La estructura administrativa, a pesar de su importancia, no determina notablemente la estructura urbana. PROBLEMAS SOCIALES ACTUALES Esta ciudad vivió una dinámica comercial formal e informal muy solvente hasta la estruendosa caída de la moneda venezolana. En la época de mayor cotización, el bolívar alcanzó en 1983 una tasa cercana a los $18 pesos colombianos, lo cual significaba una competitividad importante en el intercambio comercial. Aquella vertiginosa devaluación de la divisa venezolana ocasionó un impacto muy fuerte como coyuntura económica para el mercado local y regional. Muchos almacenes y comercios en Cúcuta tuvieron que cerrar, banqueros y cambistas perdieron grandes sumas y el desempleo se disparó notablemente. Uno de los efectos socialmente llamativos que se configuraron en la sociedad cucuteña como efecto de aquella situación, fue la proliferación y agudización de la economía del rebusque, del “cuadre”, consistente en una generalizada relación de lucha por la subsistencia a través del negocio breve, atípico, subterráneo, subnormal. Se agudizó una subeconomía o economía subterránea amparada más en lo ilegal que en lo legal. Se incrementaron las ventas callejeras o ambulantes, pingües y miserables la mayoría 285 de ellas, donde cohabitaban los expendios de sustancias psicotrópicas prohibidas, compra y venta de artículos robados y, ante todo, “una subcultura del rebusque”. Podía decirse que este problema cambiario y económico-fronterizo de finales de los años 80 fue determinante para la configuración de la pobreza en esta ciudad, y cobra grandes dimensiones con la intervención terriblemente eficiente de otros factores que estructuraron este hecho, como inmigración, deportaciones, los efectos del deterioro del orden público en el sector rural, los desplazados y el narcotráfico, entre otros. El fenómeno de la inmigración Los conflictos generados por los flujos migratorios de población de un país o región a otra, generan igualmente problemas sociales de diverso orden, fundamentalmente porque los asentamientos o espacios receptores ven alterada su racionalidad económica y social, creando una imagen negativa o adversa hacia los inmigrantes, y considerándolos la causa de sus problemas internos, tales como el desempleo, la delincuencia y la saturación de los servicios públicos y sociales. Por otro lado, a la ciudad han llegado y siguen arribando constantemente migraciones de población provenientes de zonas rurales que paulatinamente se fueron asentando en los sectores periféricos deprimidos de la urbe. Este proceso inmigratorio es el resultado de la marginalidad, abandono y profundo desestímulo en que se hallan los sectores campesinos, con un problema de injusticia social agravado por efectos del narcotráfico y la violencia guerrillera y paramilitar, toda esta situación, vista como imagen o evidencia de una ausencia flagrante de presencia del Estado en aquellas comunidades. En respuesta a las anteriores circunstancias, la población campesina busca otras alternativas de vida, entre las que se encuentra el migrar hacia la ciudad, donde reducen su espacialidad y agudizan su pobreza a extremos vitales, como la carencia de alimentos, a cambio de satisfacer la necesidad de protección y seguridad para sus vidas. Así, los otrora llamados “cinturones de miseria” o zonas urbanas subnormales, están poblados básicamente por población campesina desarraigada y paulatinamente incorporada a tales condiciones. La ciudad de San José de Cúcuta ha ido recibiendo entre 1992 y 1995 una población de inmigrantes campesinos cercana a las 50.000 personas, tanto de los campos y municipios de este departamento como del resto del país. Este fenómeno ha llevado a la conformación de más de 25 barrios de invasión en esta ciudad, caracterizados por una inclemente marginalidad y múltiples carencias de los elementos básicos para una convivencia humana digna y sostenible. Los deportados El Centro de Migraciones de la Diócesis de Cúcuta ha acogido entre 1973 y 1993 a unos 73.400 deportados4. Las autoridades venezolanas dejan a los colombianos deportados en el puente internacional Simón Bolívar, límite y comunicación terrestre entre los dos países, bajo condiciones de vida deplorables, puesto que han sido detenidos o 286 apresados por encontrarse indocumentados trabajando en las haciendas, empresas o parcelas, de donde son sacados y expulsados. Una vez que son arrojados a este lado de la frontera, sin dinero ni bienes de ninguna especie, pues todo lo han perdido, sus haberes y ahorros de su trabajo, sus mejoras, sus salarios, etc., se malincorporan a esta ciudad a tratar de sobrevivir de la caridad pública, del apoyo de algún pariente, de la calle o, sencillamente, de su coraje y astucia para no dejarse morir de hambre ni derrotar por las adversidades. La deportación de colombianos de Venezuela se inició en 1965, y a partir de aquella fecha, ésta ha sido una práctica común por las autoridades de ese país. Los deportados colombianos5, una vez repatriados y lanzados arbitrariamente a la ciudad de Cúcuta, se ven obligados a asentarse en las periferias del casco urbano en condiciones desventajosas, sin efectivo, sin lugar de residencia y sin perspectivas inmediatas de trabajo, lo cual les hace ingresar a la condición de marginalidad. El juego de los deportados es definitivamente patético. El deportado es en sí un aventurero, individuo que ha transgredido fronteras, normas, identidades, jurisdicciones, y hasta culturas. Además, ha sido desarraigado violentamente de su “tierra prometida”, lugar donde esperaba, y de hecho, habría construido, parte de sus ideales (una heredad, un mejor futuro) y allí desea volver. Tiene el deportado, en la mayoría de los casos, una nostalgia, una frustración y un deseo por recuperar lo perdido, por ello hace lo posible por intentar cruzar la frontera de nuevo. De tal manera que esta ciudad se convierte en una especie de “muro de contención”, en la medida en que todos aquellos que no logran volver a Venezuela o a su lugar de deportación, terminan por residenciarse en Cúcuta, no precisamente en la mejor de las condiciones sociales y económicas6. Sector rural, orden público y desplazados7 El sector agrario en esta región se caracteriza por una inequitativa distribución de la tierra en buena parte de su territorio. La propiedad del suelo se concentra en pocas manos, de tal manera que la mayoría del campesinado no posee los medios de producción, lo cual le obliga en gran medida a emigrar a los centros urbanos, especialmente a la ciudad capital. En caso alternativo, colonizan tierras inhóspitas o apartadas, definiendo un proceso de ampliación de la frontera agrícola en condiciones definitivamente adversas, sin garantías económicas ni sociales y con un bajo potencial de inversión y desarrollo (carencia de vías, mercados, insumos, salubridad, educación y comunicaciones, pero fundamentalmente sin niveles de organización y sin presencia del Estado). La baja presencia estatal en los sectores rurales periféricos o marginales, así como las condiciones que implican la carencia de infraestructura productiva y de servicios, hace de aquellos espacios un escenario propicio para la presencia de fuerzas al margen de la ley, que pretenden imponer el control sobre el territorio: narcotráfico, guerrilla y paramilitarismo. Frente a esta situación, la población rural se adapta a las nuevas reglas de juego interactuando o reacomodándose a esa nueva realidad que se le impone. Ahora, debido a los problemas derivados de esta conflictiva relación y el interés del 287 Estado por rando una situación de choque en la cual los campesinos se ven entre dos fuegos y son obligados a desplazarse, abandonando sus parcelas y mejoras. De acuerdo a los datos aportados por la Oficina de Convivencia de la Gobernación de Norte de Santander, hasta marzo de 1998 había aproximadamente doscientos treinta (230) familias desplazadas, de las cuales el 29% se ubicó en la ciudad de Cúcuta. De este grupo, un 53% se había tenido que desplazar por causas políticas, especialmente hostigados por grupos paramilitares. El 42% de ellos se había desplazado por acciones de la Guardia venezolana en la zona del Perijá, y el 5% restante, debido a las incursiones de la guerrilla, grupos armados no identificados y autodefensas campesinas. En síntesis, puede verse cómo los desplazamientos de población campesina hacia la ciudad de San José de Cúcuta son provocados fundamentalmente por los múltiples problemas de violencia en el sector rural, evidenciados en el secuestro de propietarios de fincas, el cobro de “vacunas” y el enfrentamiento entre grupos armados. Ahora, estos nuevos actores, los desplazados, contribuyen ostensiblemente al crecimiento del problema social urbano: pobreza extrema, inseguridad, marginalidad, desempleo, prostitución, etc., pero sobre todo, más y más población con necesidades básicas insatisfechas8. Hay entonces, tanto en el campo como en el área urbana, un aumento considerable del riesgo político y económico en la producción, lo cual contribuye al detrimento del crecimiento económico de ambos sectores. El narcotráfico Completa el cuadro de los problemas y conflictos de la subregión fronteriza la presencia del narcotráfico. Dos son los frentes del problema en esta zona del país, y especialmente en lo que toca a la ciudad de San José de Cúcuta. De una parte, esta ciudad es puerto obligado para el tráfico de sustancias psicoactivas ilícitas vía Venezuela y resto del mundo. Para los narcotraficantes colombianos, la ruta de Caracas tiene como uno de sus puentes la ciudad de Cúcuta, especialmente para la modalidad de embarques a través de “mulas” humanas. Ello genera la circulación e instalación de una economía delincuencial, violencia, corrupción, y los males propios de esta actividad.Y, de otra parte, la desestructuración de la sociedad, la marginalidad, los altos niveles de indigencia y mendicidad callejera, así como una cultura de la ilegalidad y carencia de una moralidad ciudadana, entre otros desequilibrios sociales; constituyéndose en espacio ideal o propicio para la distribución y el consumo de sustancias psicotrópicas en todas las esferas de la sociedad cucuteña, fenómeno éste que contribuye notablemente a acrecentar los índices de inseguridad en esta urbe. Lo anterior, sin denotar lo nefasto que ha resultado para el departamento y la región (social y ecológicamente), la instalación de laboratorios y plantaciones de cultivos ilícitos en la zona del Catatumbo y el Perijá. Los cultivos de coca y amapola han traído al territorio múltiples efectos como la deforestación y la presencia de “capos” o patrones, así como de "raspachines", lo que representa un problema social y político de primer 288 orden. De allí han emanado numerosas marchas campesinas y confrontaciones armadas que activan otra serie de fenómenos adversos sobre lo urbano. Pobreza y miseria El interés por determinar quiénes están siendo afectados por la pobreza y la preocupación por cuantificar su magnitud, ha llevado a que la pobreza se mida desde dos enfoques básicos que permiten su identificación empírica. En primer término, la indagación directa de las necesidades básicas (medido con el índice de “necesidades básicas insatisfechas” o “NBI”) y en segundo lugar, la pobreza medida bajo el método del ingreso (comparación del ingreso del hogar con el valor de la línea de pobreza)9. La población total de Norte de Santander es de 1.252.867 habitantes (Proyección de 1997 DANE), de los cuales, 575.939 corresponden a la ciudad de San José de Cúcuta; y un 30.9% de los mismos se encuentra con NBI; y el 10.8% está en condición de miseria10. APROXIMACIONES PARA EXPLICAR LA POLÍTICA SOCIAL ¿Cómo pensar entonces políticas sociales que respondan a las necesidades y problemáticas propias de las ciudades fronterizas? En 1993, el doctor Juan Luis Londoño, oficiando como ministro de Salud de Colombia, planteó que existían básicamente dos visiones ideológicas que restaban importancia a la política social de Estado. Una, la visión hegeliana y, la otra, la postura neoliberal. La versión hegeliana postula que en los países existen condiciones estructurales que reproducen la pobreza y la inequidad, entonces la pregunta clave en esta versión es: ¿Para qué hacer política social si la estructura política, económica y social del país conduce a reproducir siempre estas condiciones de pobreza e inequidad? La segunda visión, basada en la ideología neoliberal, se pregunta acerca del papel de la política social frente a los mercados: ¿Para qué una política social si todo lo que se requiere es que los mercados funcionen? Si los mercados funcionan, tarde o temprano, a la gente le sobrevendrá el rezago de lo que puede ser crecimiento en un ambiente de progresivas oportunidades. Desde esta perspectiva, la política social es la política de dar oportunidades a la gente para que manifieste sus capacidades, por lo tanto, no hay que hacer un esfuerzo explícito. La salud, la educación, la vivienda y el agua potable son negocios como cualquier otro y hay que procurar las condiciones para que esos negocios se puedan realizar; no vale la pena hacer un esfuerzo propiamente de Estado; el Estado, por el contrario, debería retirarse (Londoño, 1994: 14). Sin embargo, al analizar estas versiones se encuentra que, en primer lugar, no es tan cierto que haya una inequidad estructural que no pueda enfrentarse, en segundo lugar, que una política social financiada y bien diseñada puede tener un impacto importante sobre la inequidad y sobre el acontecer político. Empero ¿cuáles han sido las condiciones de distribución del ingreso y de la pobreza en Cúcuta durante los últimos cincuenta años? ¿Persiste una inequidad alta, o hubo un progreso distributivo con 289 disminución de la pobreza? Y si persisten las condiciones de inequidad y pobreza ¿de qué forma se pueden disminuir? ¿Cómo pensar una política social para una ciudad en estas condiciones? ¿Cómo se pueden articular las políticas económicas y sociales para alcanzar el tan anhelado desarrollo? ¿Cuáles serían las políticas sociales que contribuirían a gestar un proyecto de sociedad para esta región? Según la Consejería Presidencial para la Política Social de Colombia, se tienen tres enfoques básicos que determinan las políticas sociales y su forma de intervención: El enfoque estatal–corporativista, el neoliberalasistencial y el más reciente modelo constitucional11 El enfoque estatal-corporativista es asimilable al concepto de estado de bienestar. En él se propone una clara separación entre lo estatal y lo privado en lo relacionado con la política social y la oferta de bienes y servicios sociales. En este modelo, los principales beneficiarios han sido los grupos organizados en gremios o la clase media trabajadora. Lo público lo constituye la acción de las instituciones estatales y la sociedad civil se limita a ser una receptora pasiva de la política social. Con este modelo se mejoró en la satisfacción de las necesidades básicas en los centros urbanos particularmente, se centralizó la toma de decisiones y se fortaleció la clase política como único interlocutor válido ante el Gobierno central en las solicitudes de la sociedad civil y las autoridades locales. El enfoque neoliberal-asistencialista articula activamente al sector privado. El modelo parte de dos supuestos: el bien social se asegura si cada individuo persigue su propio fin en la forma más eficiente y las necesidades humanas sólo pueden ser satisfechas a través de un sistema de mercado regulado por precios. En este enfoque, el Estado se limita a establecer condiciones macroeconómicas de operación de los sistemas político, económico y social, transfiriendo muchas de sus funciones a los niveles políticos– administrativos regionales y locales y a las fuerzas del mercado. La política social es aquí de corte asistencial, y se ejecuta a través de subsidios a la demanda, focalizados en los individuos que no pueden por sí mismos satisfacer sus necesidades sociales básicas a través de su acción individual y económica en el mercado. Las políticas sociales contemporáneas generalmente se plantean como contrapartida de la política económica de un país o región; buscan alcanzar el adecuado desarrollo social de toda la población, enmarcado en los principios de justicia social, bienestar y equidad. Si existiera un equilibrio cierto entre la política social y la política económica, se alcanzaría el tan anhelado desarrollo. Crecimiento económico y equidad son la fórmula, pero la fórmula está fallando. La reforma social que ha tratado de superar las fallas básicas de las políticas sociales aplicadas durante varias décadas en los países latinoamericanos, concebidas como la solución a problemas sectoriales o diseñadas con un enfoque asistencial, no lograron articularse a una política general de desarrollo. En consecuencia, se ha propuesto ahora 290 la reforma social como un complemento indispensable de las reformas económicas para alcanzar así un desarrollo integral en la comunidad. “ Reforma de Estado, gobernabilidad y reforma social son procesos que se refuerzan recíprocamente para generar las condiciones que hacen posible un consenso social básico que permita operar con eficiencia a las fuerzas del mercado y facilite la creación de una nueva cultura de la inversión, del trabajo y de legitimación de las inversiones privadas. Esas condiciones descansan en un ambiente de equidad básica y de asociación entre crecimiento de la economía, el éxito de las empresas y el bienestar general de la población”12 . Cúcuta, como ciudad fronteriza, a raíz de la apertura económica se ha constituido en uno de los principales ejes en el transporte de mercancía entre Colombia y Venezuela; entonces se podría pensar que Cúcuta, hasta cierto punto está entrando en el circuito de intercambio comercial binacional, intentando regirse por las fuerzas del mercado y siguiendo los lineamientos de las políticas económicas. Sin embargo, a pesar de los importantes o considerables flujos de dinero y mercancías que circulan por esta región, la ciudad y el territorio no alcanzan el crecimiento económico esperado, al tiempo que se hace ausente o inexistente una política social articulada que responda a las necesidades y problemas sociales: desplazamiento de la población, deportados, violencia, pobreza y desempleo que se presentan en esta ciudad. Podría decirse entonces que hay crecimiento, mas no desarrollo. Empero llama la atención que a pesar de la existencia de una política social focalizada13 continúa incrementándose la pobreza en el país, y de hecho, con mayor agudeza en ciudades de frontera como Cúcuta, lo cual indica fundamentalmente dos cosas: Una, la ausencia de una verdadera voluntad política para afrontar la pobreza, hecho éste evidenciado en el bajo presupuesto asignado y efectivamente invertido en lo social (en 1990 se invirtió el 7.6% del PIB y en 1993 el 7.4% del PIB); y, dos, la definición y comprensión tan inadecuada que las autoridades gubernamentales hacen desde el Estado al fenómeno en cuestión. No obstante lo anterior, continúan desarrollándose algunos programas sectoriales en lo social que pretenden mitigar la pobreza de la población. Estos programas focalizan el gasto social en ciertos sectores considerados vulnerables, tales como el de las mujeres jefe de hogar, el de los niños y el de los ancianos, la mayoría de los cuales son de corte paternalista o asistencial. Además, se continúan otorgando ciertos subsidios o créditos que benefician a las microempresas, como estrategia puntual y residual frente al problema del desempleo. Igualmente se ha incrementado la prestación de algunos servicios básicos sin lograr el cubrimiento total de la población, por lo cual se disminuye el derecho de todos los ciudadanos a acceder a los servicios de salud, educación, saneamiento ambiental y seguridad social. Lo preocupante es que las políticas sociales actuales no corresponden a un modelo de desarrollo con equidad. Es decir, no existe un verdadero compromiso con lo social, 291 aunque teóricamente se espera que el modelo “crecimiento más bienestar llevará al desarrollo” conduzca a mejores resultados. Sin embargo, en la realidad no se alcanza dicho desarrollo en la medida en que no se logra el crecimiento con equidad propuesto en el mismo. La política social debe reconocer los efectos sociales de las políticas económicas, además de reconocer que lo social es mucho más que la pobreza o lo sectorial, que tiene que ver con la forma en la que se organiza la sociedad, sus articulaciones, construcciones y redefiniciones. Las políticas sociales y los modelos de desarrollo deben definirse o contener una conceptualización clara y suficiente de lo social, la pobreza y demás problemas de lo humano. Las políticas sociales buscan en cierta forma reducir las fracturas sociales de la sociedad, canalizar los conflictos sociales, atender algunas necesidades de la población marginal, sin embargo, se puede constatar que la marginación no se ha logrado erradicar a través de los recursos institucionales y económicos. En primer lugar, porque se presenta una crisis de eficiencia y eficacia de dichas políticas, además de una crisis de inadecuación que no responde a las necesidades reales de la población en zonas marginales y, finalmente, se presenta una crisis de legitimación del propio modelo de desarrollo. ACERCAMIENTO CONCEPTUAL PARA PLANTEAR UNA NUEVA POLÍTICA SOCIAL El enfoque constitucional tiene por objeto garantizar a todos los ciudadanos (as) los derechos sociales, económicos, políticos y culturales reconocidos en la Constitución de 1991. La política social apoya la consolidación de la autonomía y la libertad de las personas para ejercer el poder desde lo local y lo regional. Se habla en esta perspectiva de la promoción de la democracia participativa, la concertación de los programas sociales; además se busca afectar a los factores estructurales determinantes de la inequidad, la pobreza y el marginamiento social, se busca también democratizar la propiedad e igualar las oportunidades, así como crear una cultura de la participación. En La Constitución Política Colombiana de 1991 se encuentra entre los principios fundamentales la definición de Colombia como un “Estado Social de Derecho”, donde se establece que la finalidad social del Estado es: “El bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población [...] Será fin fundamental de su actividad la solución de las necesidades insatisfechas de salud, de educación, de saneamiento ambiental y de agua potable. Para tales efectos, en los planes y presupuestos de la nación y de las entidades territoriales, el gasto público social tendrá prioridad sobre cualquier otra asignación” 14 . ¿Cómo pensar, entonces, políticas sociales en un Estado Social de Derecho? De acuerdo con Adela Cortina, el Estado Social de Derecho tiene por presupuesto ético la necesidad de defender los derechos humanos, por lo menos los de las dos primeras 292 generaciones, con lo cual la exigencia que presenta es una exigencia ética de justicia que debe ser satisfecha por cualquier Estado que hoy quiera ser legítimo. ¿Qué es una exigencia de justicia? ó ¿hasta dónde llega el “mínimo decente” que una sociedad debe cubrir? ¿Qué necesidades y bienes básicos han de considerarse como mínimos de justicia, mínimos que un Estado Social de Derecho no puede dejar insatisfechos sin perder su legitimidad? La exigencia de los mínimos de justicia en un Estado Social de Derecho se encuentra en la posibilidad que tenga el ciudadano de que sus derechos fundamentales, sociales, económicos y culturales sean respetados. La justicia, fundamento de un Estado Social de Derecho, no es lo mismo que el bienestar. La primera debe ser procurada por un Estado que se pretende legítimo; el segundo debe buscarlo el ciudadano por su cuenta y riesgo, cada uno según sus deseos y posibilidades (Cortina, 1995:189). Mientras que: “El Estado de Bienestar es la utilización del poder estatal para modificar la reproducción de la fuerza de trabajo y para mantener a la población no trabajadora en las sociedades capitalistas. Es decir, la reproducción presente y futura de la fuerza de trabajo y la redistribución de bienes y servicios a sectores de la población pasiva, como niños, incapacitados, ancianos, parados y otros grupos sociales...” (Gougtt, 1994: 41). El Estado de Derecho significa, ante todo, dominio de la ley, es decir, para lograr la protección de los derechos de todos los ciudadanos se hace necesario un marco jurídico que ha de aplicarse desde la imparcialidad, pues todos los ciudadanos son iguales ante la Ley. El Estado de Bienestar ha sido incapaz de encarar en la realidad social los dos valores éticos que han sido insignia de la modernidad: la igualdad y la libertad (Cortina, 1995: 199-200). La igualdad, buscada o pretendida desde acciones gubernamentales o como intervención estatal, es vista como un freno para la productividad. Los políticos y planeadores de distintas corrientes coinciden en ver el aumento de la productividad como el único camino para lograr una sociedad más igualitaria. Y, en lo referente a la libertad, el Estado de Bienestar no sólo ha traspasado la barrera de la libertad negativa (de la independencia individual), sino que también ha arrebatado a los ciudadanos su libertad positiva, es decir, su autonomía, a través de una presunta institucionalización de la solidaridad. Son entonces estas dos grandes inconsistencias del Estado de Bienestar factores determinantes de la indolencia estatal frente a la pobreza o los problemas sociales generalizados. En efecto, aunque parezca contradictorio, el “mega-Estado”, bajo el pretexto de lograr el mayor bienestar del mayor número de personas y alegando para ello motivos de solidaridad, ha asumido con respecto a los ciudadanos una actitud paternalista: “El paternalismo consiste en imponer determinadas medidas en contra de la voluntad del destinatario para evitarle un daño o para procurarle un bien. Se justifica cuando puede declararse que el destinatario de las medidas paternalista es un “incompetente básico” en la materia que se trata y, por tanto, incapaz de tomar decisiones racionales” (Garzón, 1988: 155-176). 293 Siguiendo con los planteamientos de Adela Cortina se puede concluir de estas premisas que al paternalismo de los gobernantes corresponde la convicción de que los ciudadanos no son autónomos, sino heterónomos. El sujeto tratado como si fuera metafísicamente heterónomo, acaba persuadido psicológicamente de su heteronomía y asume una actitud de dependencia pasiva en su vida política, económica y social; actitud propia de un “incompetente básico”, quedando incapacitado para percatarse de que es él quien ha de encontrar soluciones para sus propios problemas, pero no lo hace esperando que sea el Estado –fiscal- quien intervenga, pues al considerarlo dueño de todos los bienes piensa que es él quien debe ayudarle a encontrar el remedio para sus males o la satisfacción de sus deseos (Cortina, 1995: 200-201). ¿Para qué política social? ¿Cuál es el sentido de la formulación de políticas sociales en los planes de desarrollo en ciudades de frontera? Las políticas sociales, ¿tratan sólo de suavizar las desigualdades sociales o realmente buscan asegurar un mínimo de justicia? La solidaridad, como la libertad, no puede imponerse al individuo, es cosa de los seres humanos, no de los estados. Estos pueden diseñar un marco jurídico en el que ejercite su libertad la persona que lo desee, en el que sea solidario quien así lo quiera. Pero es un deber intransferible de cualquier Estado de Derecho que hoy quiera pretenderse legítimo, asegurar la satisfacción de los derechos básicos, pues es ahí donde radica su responsabilidad social de justicia, la cual no puede dejarse exclusivamente al sector privado y no debe empeñarse en garantizar el bienestar, sea éste máximo o mínimo. ¿Cuáles son las necesidades humanas fundamentales de los habitantes de frontera? ¿Será necesario otro marco jurídico que permita plantear políticas sociales binacionales? ¿Cómo articular coherentemente las políticas económicas y sociales en ciudades de frontera? La política social en las ciudades fronterizas como San José de Cúcuta debe superar su carácter residual frente a las políticas económicas. Debe asumir un papel en el que se supere el esfuerzo por tratar de disminuir los costos sociales generados por el nuevo modelo económico. Debe igualmente interrogarse por la forma en que se estructura la sociedad, lo democrática que resulta, las prácticas institucionales que fortalecen o limitan la participación, el respeto a los derechos humanos, la creación de posibilidades para que los ciudadanos desarrollen y alcancen libremente el bienestar que ellos han deseado para sí. Las políticas sociales no pueden quedarse en simples estrategias para superación de la pobreza o la inserción de los marginados del desarrollo, pues si a esto se reduce el propósito de dichas políticas sociales, se está limitando el proyecto de la modernidad para estas regiones de frontera. Las políticas sociales juegan un papel clave en la cultura de la integración. Desde esta perspectiva se precisan satisfactores creados culturalmente, compartidos para enfrentar las demandas en salud, educación, servicios básicos y vivienda, así como soluciones conjuntas para afrontar los problemas que surgen en la frontera: deportaciones, tráfico de drogas y violencia, entre otros. Los esfuerzos gubernamentales desde el estado Táchira y el departamento Norte de Santander en el planteamiento de sus políticas 294 sociales determinarán el nivel de desarrollo de la región y la calidad de vida que alcancen sus pobladores. Anexo: MATRIZ DE NECESIDADES Y SATISFACTORES REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Aprile-Gniset, Jacques, (1992) La Ciudad Colombiana, siglo XIX y siglo XX. Santafé de Bogotá: Banco Popular. Asobancaria, (1998) Logros y retos de la política social en Colombia. Santafé de Bogotá. Atehortúa Puerta, W, (1988) Diagnóstico Socio demográfico 1.973-1.985. Proyecciones de Población 1985-2000 Norte de Santander Colombia. Santiago de Chile, Agosto. 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España. 297 LA VIDA EN LA FRONTERA COLOMBO-VENEZOLANA (SAN ANTONIOUREÑA-NORTE DE SANTANDER) Elizabeth Zamora Cardozo INTRODUCCIÓN Estudiar la frontera colombo-venezolana desde los modos de vida de sus habitantes se ha constituido en uno de nuestros principales objetivos de investigación. La temática fronteriza ocupa gran centimetraje en los medios de comunicación venezolanos. La geopolítica, la seguridad y defensa, los secuestros, la guerrilla, el narcotráfico, así como lo relativo a la identidad nacional, son los puntos más tratados. Son tantas las referencias hechas desde afuera de la frontera, que se ha creado lo que denominamos una frontera virtual, sustentada especialmente en discursos de políticos y militares. No pretendemos a través de estas líneas exponer “la verdad de la frontera colomboenezolana”. Tratamos de que sea vista desde la óptica de sus protagonistas, en atención a la complejidad que implica el encuentro de grupos sociales pertenecientes a diferentes estados-nacionales, pero unidos por costumbres y tradiciones. La regionalidad se superpone y las relaciones interculturales “desdibujan” el límite geopolítico. El contacto entre venezolanos y colombianos, también da lugar a situaciones que trazan la diferencia. Se pertenece a un Estado-nacional o a otro. ¿Qué tipo de hechos, dentro de lo macro y microsocial demarcan el límite internacional y dan cuenta de que se forma parte de estados-nacionales específicos? ¿Cuáles desdibujan el límite geopolítico?. Las reflexiones apuntadas a continuación son el resultado de un trabajo de campo que se llevó a cabo en el estado Táchira, específicamente en el eje San Antonio – Ureña (Venezuela) y Cúcuta (Colombia). Los especialistas en la temática coinciden en que es el de mayor dinamismo social, cultural y económico en América del Sur. Nos preguntamos: ¿En qué medida este espacio determina los modos de vida de quienes lo viven desde dentro? ¿de qué manera es contada la frontera por quienes habitan en pueblos limítrofes? ¿cómo se autodefine el habitante de la zona? ¿cómo considera que lo ven desde “el centro”? ¿Qué situaciones del quehacer cotidiano de su gente nos proporcionan elementos para pensar en la constitución de una cultura de lo fronterizo? Algunas de estas interrogantes, configuradas en objetivos de investigación, serán abordadas en las siguientes líneas. Esta franja da cuenta de lo pluricultural, de lo diverso. Lo revela la diferencia idiosincrásica existente entre un guajiro, un llanero, un andino y un nativo del Amazonas. Vista desde la organización geopolítica venezolana, nuestra frontera con el vecino país está constituida por los estados Zulia, Táchira, Apure y Amazonas. En el caso de Colombia, las regiones fronterizas con Venezuela son los departamentos de El César, La Guajira, Santander, Boyacá, Arauca, Vichada y Guainía. En medio de las diferencias regionales ¿existen elementos que puedan identificar como “sujetos de frontera” a quienes habitan este espacio? ¿podemos hablar de un sentido y un significado implícito en el ser de la frontera? ¿de una identidad cultural de frontera?. 298 Para ilustrar nuestras reflexiones realizamos historias de vida a seis ancianos (cuatro en Ureña y dos, en San Antonio). Uno de ellos fue Doña Matilde Ruiz, una matrona que habita en un sector de Ureña, limítrofe con Colombia, denominado “La Mulata”. Es conocida como “La Negra Matilde, “La de La Mulata”. También entrevistamos a Don Eleuterio Durán, maestro de escuela y periodista de oficio; a Doña Cora, “La Cacica” (quien durante treinta años se desempeñó como requisadora en el Aeropuerto Internacional de San Antonio del Táchira). En el pueblo la conocen como “La Vieja Cora”. Entrevistamos a Don Lucas, a Doña Luisa y a Don José. Sus edades están comprendidas entre los 70 y 87 años. Todos ellos constituyen la primera generación especificada con el signo (1G). A excepción de Don Eleuterio, se realizaron historias de vida a los hijos de los mencionados ancianos. Luisa Eugenia, Cora María, Cruz Margarita, José Segundo y Jesús Matilde tienen entre 45 y 34 años de edad. Forman parte de la segunda generación. (2G). En el caso de Doña Luisa y Don José, las historias fueron realizadas también a la tercera generación(3G): Luisa María y José Tercero, todos venezolanos. En el uso de la técnica se estila cambiar los nombres de los informantes. Repetimos los seudónimos de la primera generación en la segunda y en la tercera. De esta manera, quien lee, puede llevar el hilo conductor de la línea familiar. Don Eleuterio, Doña Cora, Doña Matilde y Don Lucas conservan sus nombres originales. Son “testigos claves” y “personajes de frontera”. Hacemos referencia a las vivencias de los Rodríguez, historia familiar realizada por nosotros en 1994. Doña Ludovica, tres de sus hijos (Aura Ludovica, Jesusa Ludovica y Ludovico Segundo) y dos de sus nietos. (Gladys Ludovica y Ludovico Tercero) quienes ponen en evidencia aspectos de una frontera vivida en tres tiempos. Realizamos un total de seis historias familiares que sumaron diecisiete historias de vida. Una mujer colombiana que labora en una de las tantas fábricas de Ureña, a quien llamamos “María La Explotada”, contó su vida. También lo hicieron Jairo Vila, “El Heladero”, y Nieves, dos colombianos que tienen por casa a Ureña y a San Antonio, respectivamente. Así como una profesional del derecho residente en Ureña y un dirigente político a quien llamamos César, también de Ureña. Sumaron 21 las historias analizadas. De los relatos tomamos esencialmente aquellos episodios que se referían a lo fronterizo. Sin embargo, en algunos casos, en especial dentro de la primera generación, tratamos de recrear el ambiente, la atmósfera, alrededor del personaje, donde destacamos situaciones que el informante hizo sentir como centrales en su historia. CÚCUTA: LA TIJUANA1 DE COLOMBIA “Ya me voy pa´ la frontera, a quedarme en Venezuela” Rubén Blades Eran tiempos de bonanza en Venezuela. Entre los años 1979 y 1980, el barril de petróleo llegó a costar 39$. Cúcuta se convirtió en un importante centro comercial y de 299 servicios, “La Vitrina de Colombia”. Los venezolanos, al beneficiarse del cambio monetario de hasta 17 pesos por bolívar, realizaban compras en el país vecino. Esto influyó en su desarrollo económico. El viento soplaba hacia la capital del Norte de Santander. El Dorado estaba muy cerca. Oleadas de colombianos emigraron a la frontera. Trochas y caminos verdes fueron testigos. Los vecinos de mayor poder adquisitivo establecieron grandes negocios. A veces, aquellas posibilidades eran negadas a quienes no pertenecían a la zona. «Me dicen que no, que como yo soy del interior no me corresponde ningún servicio para conseguir trabajo, porque eso allá, es para los santandereanos y la gente de frontera. Total que... adiós, joven, se me va de aquí porque usted no es santandereano... es lo que me contestan a la hora de la verdad». ( Guillén Jiménez, 1980: 100) La ciudad recibía ecuatorianos, peruanos, bolivianos y habitantes de las islas del Caribe. Algunos se hacían pasar por colombianos. Esto le permitía llegar a la frontera con Venezuela. Cúcuta cumplía un doble papel. Receptora de población colombiana, así como de otras nacionalidades, que la utilizaban como vía de acceso hacia Venezuela y expulsora de aquel contingente humano, para quienes fungía como puente. Se convirtió en un espacio de tránsito con elevado número de población flotante. También a México van salvadoreños y nicaragüenses que para cruzar a los Estados Unidos, se hacen pasar por mexicanos. El pasado indígena ayuda. «En cuanto a la ciudad de Cúcuta y su área metropolitana, el 20% de su población mayor de 5 años (76.423 personas) vivía en 1980 en el exterior, de las cuales 64.960 personas estaban residenciadas en Venezuela. Es decir, que el 85% de la población de Cúcuta y su área metropolitana, que en 1980 estaba viviendo fuera del país, se encontraba en Venezuela». (Torrealba, 1987:19) También la ciudad mostraba otra cara. En esta selva de cemento, no todos pudieron optar a los beneficios. Las calles se llenaron de mendigos. Proliferaban los prostíbulos, denominados eufemísticamente “casas de muñecas”. En 1979 había alrededor de 3.000 (Guillén Jiménez, 1980: 205). De varios lugares de Colombia se desplazaban las colombianas a prostituirse, o ya prostituidas, hasta la metrópolis, con la idea de cruzar a Venezuela. Recalca el colombiano Guillén Jiménez que en los sitios nocturnos era común escuchar discursos como el siguiente: «Buenas noches, señores venezolanos (sn). Esperamos que las chicas y la atención sean de su agrado. Ahora viene el primer show de la noche, a cargo de Clarisa Sulivan». (ob.cit. 202) «Nuestras compatriotas vienen de cualquier parte del país, generalmente ‘dateadas’... comúnmente, cada burdel cuenta con los servicios de uno o varios ‘calanchines’ que se las ingenian para conseguir visas y permisos para las colombianas que quieran ingresar a Venezuela... las colombianas ‘pasadas de punto’... se aventuran ‘por el camino verde’... y llegan hasta San Cristóbal, Mérida o Maracaibo... a Caracas llegan las mejores». (íbid:206) 300 Hoy en día, este flujo ha cambiado. Por una parte, Venezuela con su crisis económica y social, ya no es tan atractiva para el inmigrante. Por la otra, los venezolanos no pueden consumir como lo hacían en la bonanza. Pero en la frontera, Cúcuta continúa siendo una metrópolis en relación con San Antonio y Ureña. A ureñenses y sanantoñenses la capital colombiana les queda más próxima para hacer compras, visitar médicos o asistir a programas culturales que San Cristóbal, la capital del estado, donde para llegar hay que transitar en más de una hora de camino por zonas montañosa, a diferencia de los pocosminutos de trayecto hasta la ciudad colombiana. UREÑA Y SAN ANTONIO DEL TÁCHIRA. PUEBLOS LIMÍTROFES En las tardes, cuando el calor sofoca, una caja de cerveza, asientos de mimbre y vallenatos acompañan a los habitantes de Ureña y de San Antonio. Allí “en el frente” conversan sobre los últimos acontecimientos de la frontera, del pueblo y de la gente de su calle. Si no fuese por la militarización de la zona y por los camiones de carga pesada que transitan continuamente, pensaríamos que estamos en cualquier pueblo de provincia. Pero Ureña y San Antonio son pueblos de frontera. La temperatura es de unos 38°C. Para 1996 se estimó la población de Ureña en unos 36. 194 habitantes, ubicados en una densidad de 194,05 por Km2. Posee uno de los índices poblacionales más altos del país: 19,9 habitantes por Km2. Para el año 2.000 se estima que la población será de 45.744 habitantes. Río, caña, y una fortaleza, son las imágenes constituyentes de la sintaxis y de la simbología que ilustran los escudos de San Antonio y Ureña. Sin embargo, el río se secó y la zafra y la caña ya no son propiedad de pequeños productores, sino del Central Azucarero. San Antonio está ubicado al oeste del estado Táchira y es la capital del distrito Bolívar. Su fundación data del 2 de octubre de 1724, por Eugenio Sánchez Osorio. En la década del setenta adquirió prestigio nacional por los bajos precios de artefactos electrónicos y electrodomésticos. Mientras los venezolanos compraban en Colombia productos manufacturados, los colombianos adquirían en San Antonio artefactos elaborados por la industria electrónica japonesa, que ha desarrollado una economía importadora. En esta localidad se encuentra ubicada la aduana más importante de la frontera colombo-venezolana, fundada en 1842. Al igual que Ureña, también es una “puerta hacia Venezuela”. Del país vecino recibe una población flotante, calculada para 1998 en 25.000 personas que transitan diariamente. LÍMITE GEOPOLÍTICO QUE SE DESDIBUJA. LÍMITE GEOPOLÍTICO QUE SE DEMARCA. LA DIALÉCTICA DEL VIVIR EN FRONTERA: “UNO VE A LOS DEL LADO DE ALLÁ COMO FAMILIA” Sintonizan los noticieros colombianos y venezolanos. Leen los periódicos de ambos países. Disfrutan de las fiestas de “lado y lado”. Están atentos a las fluctuaciones económicas del bolívar y el peso. Viven en un lado de la frontera y estudian o trabajan en el otro. Se casan. Tienen hijos. Unas compras las hacen allá y otras acá. 301 «Cualquier cosa que uno necesite, pa´ onde uno corre es pa´ Cúcuta, porque si no lo tienen, se lo buscan». (Jesusa-Ludovica 2G) En los momentos de unión, sobre todo en las actividades festivas, se sienten hijos de Bolívar, piensan que “estos países sangran aún, debido a la amputación a la que fueron sometidos en 1830”; que el de allá “es muy trabajador, responsable y serio”... que el de acá “es abierto, poco prejuicioso y alegre”. Desde el portal de la entrada, “El Custodio” grita a la mujer: “¡Vea, m´ hija, aquí le traigo otro trabajador colombiano!” - “¿Colombiano? -grita la señora- ¡y con lo bien que trabaja esa gente!” - “¿Sabes que mi padre era colombiano?” -me dice bien duro “El Gocho Juan”, como para decir que él también es berraquito, pues. - “¡Nosotros -le digo a la señora- nos le apuntamos a lo que sea... mejor dicho, al son que me toquen bailo. Bueno, Colombia - resuelve llamarme así, Custodio. Vete a tu apartamento». (Guillén J, 1980: 114). También hay lugar para el conflicto y la diferencia. José A. Páez y Francisco de Paula Santander2 tuvieron razón. Lo mejor fue dividir esto. El hermano se convierte en “el colombiano ése, narcotraficante, guerrillero” y el venezolano en “veneco flojo, corrupto y prepotente”. «...y como son las cosas: el tipo resulta muy formal... ¡sí señor! Me comenta que es de Maracaibo, que hace diez años trabaja de conductor... Bueno, después comienza a hablarme de los colombianos, que son muy malos, que matan, que roban, que no sé qué. Esta es la parte -digamos- aburridora».( ob.cit:121) «La trocha, sinceramente, es bonita como paisaje. Incluso Venezuela es bonita, pero lo que tiene de malo (porque después me di cuenta) es el factor humano. El venezolano, como persona, es indeseable... Ellos saben que uno es colombiano con sólo verlo. También uno se da cuenta de que son venezolanos con sólo verlos... nos dicen: “mentiroso, tú eres un indocumentado colombiano que viene aquí a robar, a poner problemas». (íbid: 107) Son relaciones sociales construidas en un tiempo, en un espacio, que se dan de manera espontánea y natural. Relaciones simbióticas y antagónicas propias del intercambio de grupos humanos en interacción. El eje fronterizo Cúcuta - San Antonio - Ureña se caracteriza por la especificidad de sus relaciones económicas, políticas y esencialmente sociales y culturales con respecto al resto del país. Venezolanos y colombianos de la frontera establecen lazos interactivos enmarcados dentro de una historia general y particular, tanto nacional como cotidiana. Son, en suma, gente de frontera. «Uno se iba a pié a Villa del Rosario a hacer el mercado y uno llegaba a Cúcuta y almorzaba con cuarenta centavos colombianos. Uno ve a los del otro lado allá como familia. Yo no sé si ellos nos verán así a nosotros. Estos días me encontré con la partida de mi abuelo. Él tenía el mismo nombre mío, Eleuterio, era de Villa del Rosario. Eso era común, el de allá, el de aquí, el de aquí, el de allá, y eso persistió por mucho tiempo, incluso cuando había reclutas aquí, apretadas, cuando Gómez, algunos se iban para 302 allá; y allá, pues si a la mujer le llegaba el momento de parir, paría allá y después se venía para acá, y el de allá lo mismo». (Don Eleuterio) Son lazos construidos en el quehacer diario, cotidiano. Historia que no se inventa. Lo que ocurre allá ha repercutido desde tiempos pasados en lo que ocurre aquí. Con aciertos y desaciertos. Con beneficios y calamidades. «Esto no lo ha inventado uno, obedece a necesidades prácticas. Que tú eres mi mujer y estás cocinando aquí y se te acabó el aceite... ¡puta,... no hay aceite! Entonces sales en carrera, pasas el puente, lo compras y te vienes y haces el almuerzo». (Don Eleuterio) Para Anthony Giddens, la continuidad de las prácticas sociales llevadas a cabo por el sujeto social supone la reflexividad, pero esta reflexividad no puede ser entendida como mera “autoconciencia”, sino como el carácter registrado del fluir corriente de una vida social. El ser humano es un agente intencional cuyas actividades obedecen a razones, y que es capaz, si se le pregunta, de abundar discursivamente sobre esas razones. Se construye una identidad propia, lo que desde el centro se ve como “ lo otro”, en la frontera forma parte de lo mío, lo propio, de la historia vivida. Se generan varios tipos de socialización. Una, dentro de la identidad cultural de frontera, como gente que vive una historia compartida, sustentada por una historia común. La otra, geopolítica, también muy arraigada tanto entre venezolanos y colombianos, que los define como pertenecientes a territorios nacionales diferenciados. El habitante de la frontera, tanto venezolano como colombiano, está consciente de la presencia de un allá y de un acá, aunque a la vez se mueve dentro de situaciones que desdibujan el límite, pero el hecho de que se comparta una frontera no implica que los habitantes de la misma vayan a “perder su identidad nacional”. El río une culturalmente. Divide geopolíticamente. Esto lo tiene muy claro el habitante de la frontera tachirense. «Mi mamá es colombiana. Cuando nos sentamos a ver un Miss Universo, ella grita por su colombiana y nosotras gritamos por nuestra venezolana... en mi casa nadie se pelea porque nos respetamos. A veces, cuando mi mamá dice que la más linda es la muchacha colombiana, yo le digo... ¡ay mamá! Pero hasta allí. Le respetamos su posición. Hubo una vez una situación en la que quedaban tres, entre esas estaba la venezolana y la colombiana,... y ¡plum! ... eliminaron de una vez a Venezuela, ¿qué hicimos inmediatamente? Comenzamos a “ligar” a la colombiana. Pero mientras iba Venezuela: ¡¡ Venezuela, Venezuela!!. Uno siempre hala para acá». (Angela) Y prosigue con sus reflexiones: «Tenemos que aprender a convivir, a ayudarnos sin perder nuestra identidad nacional. Yo veo noticias venezolanas y colombianas. Me duelen las cosas que pasan en ambos países, pero a la hora de cualquier cosa, por supuesto que mi tierra es Venezuela y yo siempre giro para acá. Eso no lo ha entendido la gente del centro. No es que nosotros vendamos a la Patria, sino que hemos aprendido a convivir con el vecino. Vemos sus defectos, sus virtudes. Tenemos que comprender esa situación y hacer leyes que se apliquen a esta realidad, política, social, humana, de todo tipo... nosotros no etiquetamos 303 como ellos (los del centro) lo hacen. ¿Colombiano = malo?. No señor. Nosotros sabemos que hay gente buena y mala». Ese límite que se desdibuja día a día en el diario acontecer, en la historia de similitudes entre venezolanos y colombianos, también se demarca de manera fehaciente en el caso de los deportados colombianos que cruzan en autobuses hacia su país. «Arrancan los carros para Cúcuta, encaravanados, y a los pocos minutos, cuando se ve que estamos llegando a Colombia, ocurre un caso, digamos dramático o digamos, nacionalista, si se puede llamar. Apenas cruzamos la frontera, o sea, el puente que une con Cúcuta, el Puente Internacional, no se sabe cómo es que ocurre esto, pero es como preparado: En todos los buses, la gente comienza a gritar: ¡Viva Colombia! ¡Viva Colombia! ¡Viva Colombia! ¡Colombia! ¡Colombia! ¡Colombia!...La poca gente que hay por las calles a esa hora se sorprende al oír a todos esos zarrapastrosos gritando ¿cierto?» (Testimonio de deportado en Guillén Jiménez, 1980: 141) Es el mismo puente que sirve de tránsito, pero la situación que se viva definirá la manera como será visto. Si une o separa. El mismo individuo, en su transitar, puede conocer ambas experiencias. La imagen que el espacio tenga entonces para quien cruza, estará dada por la vivencia experimentada. Eduardo Cirlot define al puente como “aquello que media entre dos mundos separados”. En muchos pueblos, según el mismo autor, simboliza la relación entre lo sensible y lo suprasensible. Al desprenderse de su acepción mística, representa el paso de un estado a otro. El cambio. Esta transición, el paso ‘a la otra orilla’, puede significar la muerte. En la frontera, cruzar el puente puede interpretarse a través de diferentes perspectivas. Para el obrero que se desplaza diariamente, es el paso a su lugar de trabajo, el transitar de cada mañana. Para quien tiene la familia de un lado y de otro y ha vivido siempre en la zona, es la unión de un aquí y un allá, prolongación de una misma cosa que desdibuja al límite geopolítico. También el puente puede significar la división. Cruzar puede remitir el estar fuera de la casa o llegar a ella. La relación establecida con el puente, con la línea, no es una abstracción. Es marca, es división. Puente que une. Puente que separa. Dialéctica del ser y no ser. Del vivir mismo. Una joven deportada desde Venezuela hacia Colombia, relata: «Ahí, en San Antonio, bastaba cruzar el puente para entrar en Colombia, pero nos tuvieron todo el resto del día en un patio de la PTJ (Policía Técnica Judicial venezolana) sin comida ni bebida y al rayo del sol. Cuando estaba oscureciendo nos recogieron a todas, nos insultaron y nos llevaron a los buses hasta el puente, y ahí estaba el DAS, esperándonos. Apenas nos fuimos bajando, empezamos a gritar ¡Viva Colombia! y les gritamos en la cara a los policías que nos llevaban, por habernos tratado mal: “¡Desgraciados asquerosos!”, les dije yo, sin que me pudieran hacer nada porque ya estábamos en la pura línea fronteriza y yo me había situado del lado colombiano». (Testimonio de una joven deportada, en Guillén Jiménez, 1980: 82) 304 HABLA DOÑA MATILDE RUIZ, “LA DE LA MULATA”: LA FRONTERA OLVIDADA La medalla del Corazón de Jesús que su madre le colgó al cuello era su única protección cuando después de recoger 12 arrobas de yuca se iba a venderlas en el mercado de Ureña. Caminaba descalza por el monte para cuidar sus zapatos. Al llegar, se los colocaba de nuevo. A sus 84 años, Doña Matilde Ruiz mejor conocida como “La Negra Matilde, la de La Mulata”, observa desde su mecedora de mimbre cómo su pueblo “es el mismito”. Siempre en el olvido. Dice no tener ningún sueño porque lo que le espera es el ancianato. Se alegra cuando por la radio, los locutores le envían saludos. Todos hablan de ella. En San Antonio. En Ureña. “Si Usted desea saber de la frontera, vaya y hable con “La Negra Matilde”, me dicen. En las mañanas, después de preparar el café, arregla la casa y da de comer a los animales. Está sola. Todos los muchachos que crió “se fueron tras su destino”. Pero siempre hay alguien que viene a visitarla. Desde su mecedora ve pasar a la gente. Tiene bendiciones para todos. Su casa está llena de recuerdos. De historia. San Miguel de la Mulata es una aldea venezolana limítrofe con Colombia. Pertenece al municipio Pedro María Ureña, en el estado Táchira. Según la tradición, fue fundada por “indios mulatos”, no se sabe la fecha, pero sus habitantes aseguran que es más antigua que Ureña, la capital del municipio. Uno de sus primeros pobladores fue Don Timoteo Becerra, quien: «... se trajo una muchacha del otro lao, llamada Belén... y ella decía: ‘yo me caso con este viejo porque yo no quiero parir... ese viejo no hace hijos...pero el viejo le metió cuatro muchachos...le metió cuatro varones... ella se casó con él por huir de los hijos, no quería tener más hijos...yo no había visto un viejito así, es que la gente de antes se alimentaba bien, m´hija». (Doña Matilde) Recuerda el día en que su tía Eleuteria Ruiz, sin recuperarse aún del susto, al ver en el cielo un “bicho que volaba”, llegó a la casa alarmada cuando se le atravesó en el camino otro animal. Este tenía “ojos muy grandes y llevaba gente”. Cuenta que la tía Eleuteria murió señorita. «... a los 90 años, en la agonía de su muerte nos dijo que ella necesitaba su velo y su corona, y la urna, que fuera blanquita. ¡Quedó tan bonita mi tía Eleuteria en la urna!. Esa cara se le escartidió, se le puso lisita cuando se le puso esa corona y ese velo». LA GALLINA DE LOS DIENTES DE ORO Por mucho tiempo, “cuando estaba viva, alentada”, Matilde organizó las festividades del Toro Candela y La Burriquita. Junto a otras mujeres se trasladó hacia el poblado colombiano de El Zulia a comprar una pila bautismal... “para que a los chinos (niños) no los siguieran bautizando en un plato”. Al comenzar el año preparaba comida a más de trescientos niños de la localidad, porque en aquel tiempo “todo era barato, no se veía la plata, pero había comida”. 305 La primera iglesia fue de teja, construida por su padre, Encarnación Ruiz: «...la gente lo ayudó. En un lugar que dizque era un cementerio; haciendo mi papá unos huecos encontramos una quijada, y tenía bastantes dientes de oro. Uno muchacho pues, no le tiene asco a nada. Puse los dientes en un ají cara de agua y volvimos a enterrar la quijada, en esto vino una gallina, y se los comió, pensaba que era maíz. Se comió los dientecitos la gallina». En La Mulata, al igual que en otros sectores de la frontera, se trabaja en labores agrícolas. Familias binacionales que lejos de la retórica oficial viven la integración de manera espontánea, en medio de prácticas sociales generadas por la experiencia cotidiana, muchas de estas prácticas incomprendidas desde fuera de la zona. Uno recorre tierras inhóspitas y ve a la gente sembrando. En Los Tanques, un sector de La Mulata, no hay agua, tampoco luz eléctrica. Venezolanos y colombianos trabajan la tierra en las peores condiciones. LA VIRGEN DE DOÑA CESÁREA La integración de venezolanos y colombianos del Táchira y del Norte de Santander ha sido producto de las vivencias que los identifican dentro de historias compartidas. «Pa’ aquel lao [Colombia], había una viejita llamada Cesárea Ramírez. Allí tenían una Virgen del Carmen, el día del Carmen hacían la fiesta, entonces traían la Virgen en procesión y tomaban guarapo, la gente rezaba y tomaba guarapo, entonces el padre de aquí mandó a prohibir la procesión porque estaban tomando. De allá sacaban la Virgen m´hija, la sacaban». La patrona de La Mulata es la Virgen del Carmen, su historia de cruce no conoció de límites geopolíticos. Los lugareños preparaban la procesión junto a los vecinos. La gran fiesta en su honor se realizaba del lado colombiano. «Allá hacían bastante comida, todo el mundo comía de gratis. Era otro tiempo, m´hija, una panela valía una locha». (Doña Matilde) LAS FIESTAS DE LA FRONTERA La fiesta es catálisis que distrae de los problemas recurrentes. Despierta lo dionisíaco del alma colectiva en trance de disfrutar el placer del rito alcohólico del brindis, el baile y el encuentro. En el Táchira, la fiesta principal es la de San Sebastián, donde concurre gran número de colombianos. Los venezolanos participan de las festividades colombianas en el Norte de Santander, en la población de Chinácota, localidad ubicada a 45 minutos de Cúcuta. Las ferias son en honor a San Nicolás. «Allí sí somos todos iguales, colombianos y venezolanos, allí no se piensa quién es venezolano y quién es colombiano. Vamos a divertirnos». (Habitante de la frontera.1988) En la frontera, por el hecho de ser un ámbito de interacción social, se presentan roces entre los grupos, que pueden ser producto de factores inmersos en el orden de lo micro o lo macroestructural, así como de situaciones coyunturales. En la fiesta, la noción de integración deja de ser una retórica para manifestarse a través de hechos concretos. 306 El hecho de que entre Venezuela y Colombia exista similitud religiosa incide en los procesos relacionales, coexistentes entre ambos grupos de la frontera. El 15 de agosto se celebran en Táriba, estado Táchira, las fiestas de la «Virgen de la Consolación»; ese día se ofician misas desde las 5:00 am hasta las 8:00 pm, una por cada hora. El pueblo le levanta, como ofrendas, altares en las esquinas. Estas fiestas son muy visitadas por los colombianos. Anselmo Amado, en su obra “Así era la vida en San Cristóbal”, señala: «La Virgen de la Consolación, milagrosa Virgen aparecida en una tabla hace muchísimos años, atrae a millares de peregrinos de todos Los Andes y de la vecina Colombia» (Amado, 1960:104) En San Antonio del Táchira, las fiestas patronales son en honor a San Antonio de Padua, el 13 de junio. Al igual que las de Ureña, en honor a San Juan, cuentan con la presencia de grupos culturales del Norte de Santander. «... las únicas fiestas que había aquí, en Ureña, eran las de San Juan, y en eso venían los carros chocones, las corridas de toro y uno, la ilusión; entonces le decíamos a mi papá, ¡ay, mañana es sábado, papá y llegaron los carritos chocones”. “Pues ya ustedes saben lo que tienen, que hacer, alistar bastante si quieren ir”, nos decía, nos tocaba ponernos el día viernes a alistar. Mi hermana Virginia y yo éramos las que alistábamos la comida a los animales. Cogíamos a buscar cogollos, eso era bojote tras bojote pa´ poder ir a la fiesta. Mi papá nos compraba unos cortes [metros de tela] y estrenábamos...esas fiestas, pues, mi papá iba con nosotros, habían corridas de toros y borrachos, y nosotros con la ilusión, y no nos montábamos sino por las rendijas que nos poníamos a mirar, por las tablas a mirar a los toros a los toreros, porque no entrábamos, no pagamos, y a comer las cotufas que venden y nos entusiasmábamos y nos veníamos, y eso era toda la fiesta”.(Aura – Ludovica 2 G). «Nosotros somos una sola nación. Aquí, en Ureña, si hay fiesta en Colombia, para nosotros pues también, porque si ellos no trabajan nosotros tampoco. Es como una unión que quiso hacer Bolívar en un tiempo. En Colombia es una fiesta y aquí se trabaja, pero aquí, de contrabando no se quiere trabajar». (Entrevista a estudiante: San Antonio del Táchira) Asimismo, los eventos deportivos, tanto venezolanos como colombianos, son celebrados en ambos países. «A todos nosotros aquí en la frontera nos gusta el fútbol, vivimos el fútbol colombiano como de aquí, y si pelea un boxeador venezolano, es a él que ligan los colombianos. Estamos hermanaos» (José Tercero 3G) EL TERREMOTO DE CÚCUTA... DESTRUYÓ LA IGLESIA DE UREÑA En 1875 se produjo un sismo de 8 grados en la escala de Richter, conocido como el “terremoto de Cúcuta ”, afectó en igual magnitud a los ureñenses. Se dice que... “la gente no podía mantenerse en pie, ya que era lanzada de una acera a otra de la calle. Caían a la tierra al tratar de levantarse”. (Ramírez, en Villamizar,1997: 65) El terremoto destruyó las capillas de La Mulata y la de Ureña. Doña Trina, la viuda de Don Pedro María Ureña, el fundador, murió sepultada bajo los escombros. La 307 desmoralización de la gente del pueblo y el alto grado de religiosidad hicieron que le solicitasen al presbítero Dr. Elio Caicedo, de la ciudad de Cúcuta, lo siguiente: «Rogamos al señor presbítero, Dr Elio Caicedo, viniese ahora a consolarnos, a ejercer su ministerio y con conocimiento del señor cura de San Antonio, la bondad de la que tanto satisfizo nuestros deseos: voló a las ruinas de esta, quedamos reducidos soportando hasta complacer penas de una situación de la cual la pluma no puede dar una idea ha permanecido entre nosotros dando su santo ministerio con una calidad digna de un verdadero ministro del Señor» (Archivo de la arquidiócesis de Mérida en Villamizar 1997: 66) Son innumerables los ejemplos que dan cuenta de la manera como se construye una identidad compartida. En la fortuna y en el infortunio. El terremoto de 1875 fue muestra de ello. Es uno de esos momentos en los que el límite se desdibuja. Una de las dimensiones de mayor interés para los sociólogos, es la de la solidaridad, los aspectos que dan lugar a la cohesión social. ¿Cuáles son los mecanismos que utiliza una sociedad para mantenerse unida? ¿para que los lazos que la conectan no se rompan? Emile Durkheim, en la que fuera su tesis de doctorado, La división del trabajo social (1893), se ocupa del asunto. Parte del hecho de que hay una primacía de la sociedad sobre el individuo. Desde allí explica la manera como los actores sociales se asocian entre sí. Establece dos tipos de solidaridad: la mecánica y la orgánica. La primera se construye a partir de semejanzas, de la presencia de una conciencia colectiva poco diferenciada y generará menos posibilidades de conflicto. En el segundo caso, la orgánica, es más compleja, pues incluye lo diverso. Es el tipo de solidaridad que se da en la sociedad industrial. La conciencia colectiva es exterior al individuo, lo modela en medio de la diversidad, crea coincidencias que nos permiten establecer vínculos capaces de mantener lazos que conectan a los sujetos dentro de la trama. Asimismo, George Mead se detiene en la serie de símbolos significantes implícitos en la construcción de sociedad. Cuando se piensa en el final de una sociedad, se relaciona esto con hecatombes naturales, registradas ya desde la Biblia con el diluvio, o históricas, como la desaparición de la ciudad de Pompeya a consecuencia de la erupción del Vesubio. Si hacemos un poco de ficción y pensamos que un día, todos, al despertar, tomamos un camino diferente... también sería el final. No existen relaciones. No existe comunicación. No existe sociedad. Dentro del estudio de lo social, los vínculos que establecen los seres humanos en su proceso de interacción, de prácticas sociales, son claves para la construcción de la sociedad. Esto lo podemos ver dentro de las historias de vida donde la narración del mundo cotidiano revela la serie de estrategias que el ser social construye para su permanencia dentro de la urdimbre social, con implicación de la permanencia del otro. Estrategias que revelan el deseo de seguir viviendo. El sujeto social crea vínculos que pueden surgir al infringir normas que van en detrimento de las conexiones sociales. En la novela Así se templó el acero, del escritor Nicolai Ostrovski, (1904-1936), el protagonista, Pável Korchaguin, está ligado al estoicismo, al viacrucis, se relatan sus 308 experiencias políticas y los aprendizajes de la nueva realidad revolucionaria de Rusia. También dentro del relato aparecen situaciones de frontera que ponen de manifiesto lo que hemos denominado la universalización del hecho fronterizo. Relaciones afectivas e intercambios comerciales entre quienes comparten la frontera. «Pongas como pongas los puestos, cuando hay boda o alguna fiesta, asiste la familia del otro lado de la frontera. ¿Y cómo no van a cruzarla cuando hay veinte pasos de casa a casa, y el río lo puede pasar hasta una gallina? También se dan casos de contrabando, cierto que son pequeñeces. Una mujer que trae un par de botellas de aguardiente polaco de cuarenta grados, pero también hay no pocos grandes contrabandistas, con los que trabaja gente que maneja no poco dinero» (Ostrovski, 1979:353) A pesar de las restricciones, del constreñimiento, del deber ser, se crean solidaridades, por pequeñas que sean, aún en medio de la guerra y de las diferencias ideológicas. «No puede detenerse ni un minuto: el frío paraliza al instante sus articulaciones y el soldado se mueve continuamente, a veces al trote. Los centinelas se nivelan y el polaco da vuelta, y echa a andar paralelamente al soldado rojo... El polaco quiere fumar, pero ha olvidado las cerillas en el cuartel... ¡camarada, dame cerillas!, dice el primero, infringiendo la ley sagrada... el soldado rojo ha oído la petición del polaco, pero el reglamento de servicio de guardafronteras prohíbe al combatiente entablar conversación con cualquier extranjero ... y el soldado rojo, sin volverse, tira la caja e cerillas... la caja vuelve a pasar de la misma forma la frontera y, entonces, el soldado rojo infringe, sin querer, la ley». (ídem) También están solos los soldados venezolanos y colombianos que custodian la frontera. El periodista colombiano, Efraín Otero (En Muñoz, El Mundo, 31/3/89.p.14), realizó un reportaje a soldados colombianos ubicados en los puestos fronterizos del departamento de la Guajira colombiana, frontera con Castilletes, en el lado venezolano. Después de destacar el olvido al que están sometidos por parte del Estado colombiano, revela cómo, en medio del tedio y del calor, los soldados de ambos países organizan equipos deportivos de fútbol y de béisbol para hacer más emocionante la contienda. Apuestan el Golfo de Venezuela. LOS DE ALLÁ Y LOS DE ACÁ «Con los colombianos me la llevo bien. Mire, esa señora que pasó ahorita, esa viejita es colombiana, el marido también. Ellos llegaron de allá, de Colombia, una mañanita, traían costales de cañamazos3 amarrados, y con unos muchachitos sarnosíiiiitos. La viejita me dice: - ¡Ay señora, buenos días! - ¡Buenos días!, le dije. - ¡Ayúdenos a buscar casita! ¿Así, de rompe? ¿qué hacemos? Y dejé que la señora entrara y que se metiera allí en una pieza, ¿qué más?. Los niñitos estaban enfermos. Le dije: En la cocina hay una olla de ajiaco4. Yo los tuve aquí tres meses. Es una gente muy buena, que trabaja la tierra. Tienen sus huertas... Yo quiero mucho a la gente colombiana, los quiero porque hay personas a las que les tiran duro, sabiendo que la zanja nos coge igualito a todos.” (Doña Matilde) 309 Los venezolanos que habitan en la frontera reiteran en sus discursos “el allá”, (Colombia), y “el acá” (Venezuela). Lo mismo sucede en el lado colombiano. Entre ambos países se encuentra el Río Táchira, que une y divide a la vez. Une culturalmente y separa en su connotación geopolítica. Esto lo tienen muy claro los habitantes de la frontera. La gente de La Mulata cuida sus hitos, sabe hasta dónde llega su territorio. «Estábamos buscando a ese señor [el hito], y no lo encontrábamos... nosotros mandamos desde el hito 00, el 01., el 2, el 3, el 4, el 5 y el 6 y el 7, que está en la hacienda El Diamante, esos son los hitos que nos corresponden a nosotros por el lado del norte de Santander. Después arranca el 01, el que va para Ricaurte... El hito 00... ¡y que había desaparecido!... lo que pasó fue que ese hito estaba abandonado, nadie lo tomó en cuenta, una comisión de la Guardia Nacional, con un representante de la Cancillería y unos miembros de esta comunidad (entre esos estoy yo incluido), lo limpiamos, fuimos, pasamos todo un día buscándolo, hasta que lo conseguimos, metido dentro de un cañaveral que eso era imposible detectarlo desde un helicóptero, lo limpiamos bien limpiecito, lo charapeamos, y lo limpiamos». ( Jesús Matilde 2G). Todo esto desmiente aquellos discursos que colocan al habitante de la frontera como “en peligro de perder su identidad nacional”, o que “son más colombianos que venezolanos”. Este tipo de afirmaciones, tanto desde Bogotá como desde Caracas (a los colombianos les preocupa que sus compatriotas se venezolanicen, y en nuestro país preocupa que los venezolanos se colombianicen de “tanto escuchar vallenato”), muestra la incomprensión de lo que significa la interacción cultural entre grupos que están separados geopolíticamente, pero que culturalmente forman parte de una misma región. Por todo esto es esencial, comprender la frontera desde adentro. Nos une la historia compartida, los lazos enfatizados en un lenguaje y en el parentesco. La vinculación por consanguinidad y afinidad, así como las concepciones de lo sagrado, convierten a esta frontera en una gran familia binacional. DECRETOS PARA LA DESINTEGRACIÓN Nos separan situaciones que pueden ser cotidianas, generadas por la interacción cara a cara. Lo que dice Alfred Schutz, en su teoría fenomenológica denomina Umwelt. También hay disposiciones estatales, dirigidas a la frontera, que afectan el quehacer cotidiano, tal es el caso de decretos dirigidos hacia la zona que no se corresponden con su realidad. En los años ochenta, la proliferación del contrabando de extracción o comercio no legalizado dio lugar a que se dictaran una serie de decretos, que tendieron a: «...afectar más al ciudadano común que al verdadero contrabandista, probablemente para hacer creer que ejercen una función estricta de control, mientras que las gandolas de 50 toneladas de cargamento continúan pasando la frontera impunemente”. (El Nacional, 16/10/87:D-2) El decreto 1716, promulgado en 1987, que limitaba las relaciones comerciales en la zona, tenía entre sus propósitos: “Regular la comercialización, circulación, depósito y tenencia de mercancías”. En su artículo 13, establecía: “No se permitirá la instalación de 310 establecimientos comerciales en la zona”. (Sánchez, El Nacional, 18/08/87:D-2). En las paredes de Ureña y de San Antonio se podían leer graffitis como el siguiente: “Abajo el 1716” y “1716 nos mata de hambre”. El decreto se derogó. Su funcionamiento ocasionaba la parálisis de una zona industrial en desarrollo que abarcaba 22 hectáreas. Fue sustituido por el 1795. Se denunció en la frontera que este decreto sólo tenía pequeñas diferencias con el 1716. En 1989, al asumir por segunda vez la Presidencia de la República Carlos Andrés Pérez, se deroga el 1795. Otro decreto que no se correspondía con la realidad fronteriza fue el 001177, publicado en Gaceta Oficial Nº 34.029 del 15 de agosto de 1988, en el gobierno de Jaime Lusinchi. stablecía la necesidad de un permiso fronterizo para que los habitantes del norte de Santander pudiesen ingresar a territorio venezolano. Atentaba contra el libre tránsito.5 También fué derogado. Se derogaron tres decretos en menos de dos años. EL CASO DE “LOS NIÑOS APÁTRIDAS” El 24 de octubre de 1991, el Presidente Carlos Andrés Pérez promulgó el decreto 1911, a través del cual, los hijos de padres ilegales nacidos en territorio venezolano podrían optar a la nacionalidad. Todo esto con la finalidad de evitar que siguiera proliferando la presencia de jóvenes sin documentación. El decreto fue derogado el 26 de noviembre de 1993 por el gobierno de Ramón J. Velásquez. Ramón Escovar Salom, para ese entonces Fiscal General de la República, demandó su nulidad ante la Corte Suprema de Justicia. Fue sustituido por el “reglamento que regula la expedición de las partidas de nacimiento”, decreto 3.267. Varios sectores de la sociedad venezolana protestaron la medida. Entre ellos, la Iglesia. Se alegaba violación de los derechos humanos, pues se condenaba a un gran número de personas a vivir en condiciones de apátridas. La situación del ilegal no se reduce a la frontera. En el año 1998 había en Venezuela alrededor de 400.000 niños y jóvenes indocumentados. No poseían documentación de ningún país y representaban un 2% de la población nacional. Esto limitaba su participación en las instituciones. No podían inscribirse en las escuelas ni ser atendidos en los hospitales. El problema se agravó entre 1997 y 1998, cuando los infantes debían ir a la escuela. No tenían papeles, por eso no los aceptaban en los centros de educación. «No me aceptan al niño en la escuela porque no tiene papeles. Como soy colombiana, lo llevé a presentar allá. Me dijeron que no podía porque no nació allá. Estaba desesperada con mi muchachito, del puente pa´yá, del puente pa’cá» (María, La Explotada. Ureña) El decreto no sólo afectaba a los colombianos ilegales, sino también a los venezolanos de la frontera, pues se veían perjudicados por tal medida. Si el padre del niño era venezolano, el problema era menor, pues presentaba al infante. La cuestión se agravaba 311 si la madre era venezolana y el padre colombiano ilegal. El niño debía ser presentado sólo por la madre y aparecer en el registro como hijo “natural”. Se le niega el apellido del padre, aún cuando éste quisiera reconocerlo. Se dieron casos como el de una de las tantas huelgas de médicos en Venezuela, donde parturientas de San Antonio y Ureña eran remitidas a Cúcuta. Luego, debían pasar el calvario de trasladarse a Caracas y realizar todo un recorrido burocrático para que sus hijos obtuvieran la nacionalidad venezolana. Al respecto, el prefecto del distrito Ureña, señor Luís Rodríguez, acotó lo siguiente: «Con el problema de los ‘niños apátridas, por lo menos aquí en la prefectura, pues yo, simple y llanamente, recibo las órdenes de la Dirección de Política y de la Gobernación del estado. Los niños que nacen aquí, en territorio venezolano o aquí en la frontera, en San Antonio o en Ureña, o en San Cristóbal, para explicarme bien, es lo siguiente, niños de padres extranjeros, eso implica colombianos, ecuatorianos, peruanos... si el padre y la madre no tienen ningún documento venezolano, tienen que trasladarse al Tribunal de Menores para que ellos den una autorización a la Prefectura para poderlos registrar, así no hay problema, siempre se ha hecho así. Si el niño es hijo de padre venezolano y madre extranjera, no hay problema, si la madre es venezolana y el padre extranjero, y no son casados, no puede llevar el apellido del padre, no lo lleva. Si la madre es colombiana y el padre venezolano, sí se puede registrar. Yo he manifestado eso ante las autoridades, pero no se ha hecho nada. También hay otro problema grave aquí, como usted sabe, aquí, en Venezuela, han tenido muchos problemas los hospitales, por lo que las damas embarazadas, en el momento del parto no las pueden atender en el hospital, entonces las remiten al hospital de Cúcuta o una clínica, qué sé yo, las llevan para allá, y siendo los padres venezolanos, ellos vienen aquí a reclamar que hay que registrarles, y yo no puedo, porque para yo poderlos registrar, tengo que tener una boleta... Los padres tienen que dirigirse, primero, al Consulado, de ahí los remiten a Caracas, de Caracas a San Cristóbal, y en San Cristóbal, que es donde está la Gobernación del estado, de allí sí los envían aquí, a la Prefectura. Las mujeres van a dar a luz allá en Cúcuta, porque aquí lo único que tenemos es un ambulatorio, y si están con los dolores, les queda más cerca Cúcuta que subir la montaña hasta llegar a San Cristóbal.” El Dr. Angel Marrero, presidente de la Asociación de Amigos de Colombia, con el apoyo del fallecido monseñor Tulio Ramírez Roa, lucharon para la derogación del decreto. En octubre de 1998, con el decreto 2819, en Gaceta Oficial N° 36553, se pone fin a la situación de los niños apátridas. Quedan así apuntados en los registros venezolanos todos los niños y jóvenes que estaban en tal condición. ELCENTRAL AZUCARERO:“¿YSI ELCOMPADRESEMUERE?” Ureña tiene tradición industrial. Lo avala la presencia del Central Azucarero. El Central cambió la relación con el espacio. Fue creado en 1954. Hoy, su nombre es Central Azucarero del Táchira (CAZTA), después de que fué privatizado con capital colombiano en el año 1994. A su privatización se opusieron representantes del sector económico y político. 312 Para esto se apoyaron en un decreto de la Ley de Fronteras que prohíbe a cualquier extranjero adquirir inmuebles en las zonas regidas por esa ley. Los industriales colombianos compraron el Central Azucarero. Pero el decreto que limita a los extranjeros para obtener propiedades en la frontera, quedó vigente, lo cual ha afectado a muchos de los pobladores colombianos, imposibilitados así de obtener vivienda. Finalmente, los capitales se hermanan y se continúan haciendo grandes negocios. Angela, una abogado del pueblo, señala: «Aquí viene gente muy humilde que un día ha logrado juntar el dinero para comprar su casa, pero este decreto no se lo permite. Tienen hijos aquí, toda una vida aquí, pero por el hecho de no tener la cédula venezolana no pueden tener casa propia. Son personas que tienen más de veinte años viviendo aquí, gente que uno conoce de toda la vida, sin embargo, están imposibilitados de obtener su vivienda, por ejemplo». (Angela) El cuerpo social siempre busca, inventa recursos, para salir airoso de las dificultades. Sin embargo, muchas veces, el remedio puede ser peor que la enfermedad. Algunas personas ponen sus casas a nombre de los hijos nacidos en el territorio. Pero si estos hijos son menores de edad, ellos no pueden vender los bienes hasta que no cumplan la mayoría de edad. Otros los colocan a nombre de un compadre, pero siempre viven con temor y me preguntan: ¿y si el compadre se muere? Hay gente que vive en un estado de total indefensión con este decreto. (Angela) EL INTERCAMBIO COMERCIAL EN LA FRONTERA “... fronteras llenitas de agujeros... si hubiera ballenas, ballenas pasan”. Ibargoyen Islas En la frontera colombo-venezolana se generan múltiples transacciones comerciales, ya sean éstas legales o ilegales. El comercio, en cualquiera de sus facetas, es inherente al territorio fronterizo.6 «...esta frontera de dos líneas, moviéndose como una víbora, hoy, la boca mordiendo por aquí, ayer, la cola mordiendo por allá» (Ibargoyen, 1975:32). Las características de dichas transacciones están directamente relacionadas por la variabilidad en el valor de la moneda. Se buscarán beneficios en los cambios monetarios en uno y otro país a través de la adquisición de bienes de consumo. «Aquí hay que estar pendiente de si el bolívar sube o baja, es que sufre uno, eso nos pasa a todos, pongamos que si sube el bolívar... ¡Ay, subió el bolívar! Aquí ha subido el bolívar hasta 16 pesos... pero si uno no tiene el bolívar pa’ descambiar, m´hija, la misma vaina». (Jesusa 2G). Esta fluctuación también genera el llamado contrabando de extracción o interacción (según desde dónde se le mire). Productos colombianos pasan al mercado venezolano, otras veces es a la inversa. El venezolano Ciro Sánchez da cuenta de las relaciones comerciales de frontera en su novela Los Andinos. 313 «Viajó de noche por los lados de Ureña, y desde allí lo condujo por los senderos del contrabando... ¡a la guerra y al contrabando les saca partido en la frontera quien sea diligente y avisao!». (Sánchez,1968:64). El 18 de febrero de 1983, la unidad monetaria venezolana fue devaluada con respecto al dólar. En los meses subsiguientes, el cambio fue de 6 pesos por bolívar. Para 1994, la relación era de tres pesos por bolívar, y para 1997, de 2,25 pesos. Esto ha provocado un cambio en la dirección de los flujos comerciales. Antes del “viernes negro”, los venezolanos se dirigían en grandes masas a adquirir productos en Colombia. Después de la devaluación de la unidad monetaria venezolana, cambió la dirección y en el transcurso de los últimos diecisiete años, además de la gasolina, los productos de la cesta básica venezolana7 han encontrado mercado en Colombia. Los cambios en la economía venezolana incidieron en la dinámica económica fronteriza en el vecino país. En entrevista concedida a Marta Fuentes, para el semanario venezolano Domingo Hoy, Pedro Sayago Rojas, encargado de Asuntos de Frontera de la Cámara de Comercio de Cúcuta, plantea: «Para nosotros, la crisis venezolana no comenzó ayer. Desde 1983, el comercio de Cúcuta ha visto descender progresivamente el número de compradores venezolanos, que son el principal soporte de la economía local... es cierto que esta nueva crisis (la venezolana) nos ha pegado, pero hemos aprendido a sobrevivir. Crecimos mirando hacia Venezuela, pero ahora debemos mirar de nuevo, y de reojo, hacia Colombia». (Fuentes. Domingo Hoy. 20- 11-94 p. 11) En un reportaje publicado en El Diario de la Frontera, de Cúcuta, donde se critica el mal estado en el que se encuentran las carreteras colombianas, se destaca: «...si su puesto no ha sido ocupado con tarros de leche o cerveza venezolanos, al menos encontrará dónde sentarse... de todas maneras no podrá estirar los pies, porque el pasadizo y los espacios cercanos a su silla estarán invadidos de cajas con etiquetas del vecino país» (Nahún Sánchez en El Diario de la Frontera, 04/06/89:6). MALETEROS Y MOSCOS: PERSONAJES DE FRONTERA Cuando para los colombianos resultó beneficioso adquirir productos en Venezuela, en la frontera apareció un nuevo oficio: el de “maletero” y la actividad de “maletear”. Consistía en transportar la mercancía por los “caminos verdes”. En el proceso intervenían el dueño de la carga (o “aguantador”), el “maletero” y “el mosco”, este último se ocupaba de comunicar la presencia o no de la Guardia Nacional venezolana. Desde la copa de los árboles, el “mosco” (estar “mosca”, en Venezuela, significa estar atento) alertaba en torno al posible peligro. La actividad de “mosquear” podía ser realizada por el dueño de la mercancía, por maleteros que en ese momento cambiaban de rol o por jóvenes, algunos de ellos estudiantes de bachillerato, para quienes tal actividad no era más que una fuente de ingresos, sin la connotación de “contrabandistas” que se les adjudicaba desde fuera de la frontera. 314 La vigilancia entre las trochas más intrincadas era realizada por los “moscos” más veteranos. Se crearon señales para dar cuenta de peligro o indicar el libre paso. La palabra “cierre” significaba la presencia de carros. El paso de la Guardia Nacional era sinónimo de “jaula”. La policía, al igual que en el centro del país, era identificada con la calificación de “tombos”. «Para mí, esto es un trabajo como cualquier otro. No es nada malo... Cuando los “tombos” o la Guardia se llevan a los maleteros, los ponen a pringar (limpiar) los zapatos o los baños del cuartel» (Entrevista a un “mosco”. Ureña:06/06/1989). Muchos de los maleteros apresados eran aquellos que transportaban bienes no pertenecientes a los “aguantadores” que habían hecho conexiones con la Guardia Nacional. Esta última perseguía al maletero por el pueblo. Tal actitud no era bien vista por los habitantes de la zona, quienes, las más de las veces, se identificaban con el perseguido. El oficio era practicado por hombres, niños y mujeres. Para éstas, encontrarse en estado de gravidez no era impedimento para insertarse por trochas y caminos verdes. Hubo familias enteras dedicadas a “maletear”. Al pueblo le cambió el espacio físico. La gente no corría tras San Juan Bautista, el Santo Patrono, sino en pos de la carga, cuando llegaba y era distribuida. Los supermercados vendían como nunca. Se veían en las esquinas grupos de jóvenes en pantalones cortos, con franelas amarradas a la cintura, a la espera de la carga que transportarían. Más allá, pretal, (cuerdas de mucha resistencia, que el maletero se colocaba en la espalda para llevar la carga) maletero y mercancía formaban uno solo. Comenzaba la aventura de cruzar la trocha. Algunos iban a pie, otros en bicicletas o ciclas. En entrevista realizada por nosotros, en 1988, a quien fuera Prefecto de Ureña, Alfonso Adarme Rojas, éste planteó: «Vemos en las calles cómo esa gente anda en pantalonetas creando una mala imagen al pueblo, se ha hablado con las autoridades con respecto a esto. Reconozco que son trabajadores, pero al menos deberían vestir en una forma más seria para dar ejemplo a la población». El maletero no era el último eslabón de la cadena de esta modalidad comercial. Al otro lado del río, en el lado colombiano, los esperaban mujeres y niños que les vendían “aguamiel” y comida. También algunos carros, que los llevaban, junto con la carga, a su destino. Estaban allí, todos lo sabían. Pero cuando las fuerzas del orden decidían armar un plan de represión, el maletero que ayer había estado en una acera organizando su carga, debía correr como un delincuente. La autoridad es la que decide en qué momento la misma actividad se toma como normal o como fuera de la ley. Estos son algunos ejemplos de lo que denominamos estrategias de sobrevivencia de frontera. Expresan los usos que los sujetos hacen uso de aquellas oportunidades ofrecidas por el espacio del cual forman parte. El maletero desapareció, junto con todos aquellos personajes que se insertaban en esta 315 cadena de intercambio, lo que demuestra el dinamismo de los grupos humanos. Lo importante es que estas historias no queden en el olvido. He allí el papel del periodista, del sociólogo, y en general, del científico social, al registrar la vida misma ,” para que no se desvanezcan en el tiempo los hechos de los hombres”, tal como acotara, ya en la antigua Grecia, Herodoto de Halicarnaso. Los “maleteros” también aparecen entre Camboya y Vietnam. El diario The Wall Street Journal recoge un dato según el cual, los contrabandistas cruzan las selvas en bicicleta, cargan cajas de productos de uso doméstico (jabones, cremas dentales) y las venden a los consumidores vietnamitas. Con la crisis asiática, el baht tailandés se revaluó, en cambio, el dong vietnamita se ha mantenido estable. Los productos fabricados en Tailandia cuestan un 35% menos que los fabricados en Vietnam. “Los contrabandistas descubren una mina de oro en Vietnam” (Marshall Samantha en El Nacional, 2 /4/98, E 6) El tema del contrabando pasa de la vida a la elaboración artística. Rómulo Gallegos lo ilustra en su obra Sobre la misma tierra. «De aquel viaje regresó Demetrio Montiel al cabo de varios meses en la Guajira colombiana, ya contrabandista, faldeando los Montes de Oca con un arreo de mulas cargadas de sedería... por desconocidos vericuetos de bosques intrincados, en territorio venezolano, hasta el occidente de Maracaibo». (p. 40). También Gallegos, a través de sus simbolizaciones literarias, muestra aspectos de la frontera como corrupción y componendas entre contrabandistas y guardias nacionales. Esta vez, el contrabando se pasa de un lado a otro de la frontera, simulando un entierro: “- ¡Adiós, Demetrio Montiel, y no olvidéis vos que aquí estaba el teniente Rodríguez cuando pasó ese entierro!” “-¡Gracias, mi teniente! Se le estima su buen acompañamiento en cuanto realmente vale... Y antes de que se me olvide otra vez, como ya me estaba ocurriendo, hágame el favor de acercarse. Ya para morir, me dijo el muchacho que tenía una deuda pendiente con usted de unos doscientos bolívares, si mal no recuerdo. Haga el favor de recibirlo de mis manos, aquí entre nos”, a lo que el teniente se acercó, ya tendiendo la mano». (p.43) La imagen de los muertos, como medio para realizar el contrabando, se repite en la creación popular mexicana. Así lo revela un corrido de Rafael Buendía, titulado El contrabando del muerto: “Qué poco vale la vida comparada con dinero, mataron a un emigrante, que se pasó de bracero. Lo cruzaron por la línea, Para darle sepultura Le inventaron un velorio Con familiares y viuda. Dicen que a la medianoche 316 Lo estaban desenterrando, Porque llevaba la panza Bien llena de contrabando” (Vélez, 1982:67) HABLA DON LUCAS Al primer contacto se mostró desconfiado con nuestra presencia. “¿Y eso pa’ qué es ?” pregunta. Hace 87 años nació en una aldea de Ureña llamada La Aguada. Cuando las misiones llegaron a Ureña para recibir a los misioneros, fue él quien se ocupó de hacer la cruz que todavía se conserva. Hoy en día, La Aguada, su aldea: «... está toda acabada. Ya no hay nada. La capilla, la casa de mi papá, la casa del rezandero,... se acabó... allá me bautizaron y me criaron hasta los 25 años, cuando me vine pa´ Ureña,... y aquí estoy. Cuando empezó ‘esto’ [el pueblo], vino un primer carro, que lo trajeron por el camino de La Aguada a hombros, para el Hato de La Virgen. Donde había chance, lo rodaban, y donde no, lo cargaban en palos hasta traerlo aquí, a Ureña. Y ahí lo pusieron a trabajar, de aquí, de Ureña a Aguas Calientes, por allá, por un caminito llamado ‘Siete Cueros’. El dueño era un señor de aquí. No me acuerdo cómo se llamaba el viejo». Trabajó para el dictador Juan Vicente Gómez. Se refiere a él como “el finado, aquél que gobernó después de tres días de muerto”. En la historia oficial se reseña el 17 de diciembre de 1935 como fecha de la muerte del dictador. Sin embargo, la tradición oral se sostiene que murió un 15 de diciembre, pero su deceso se ocultó al pueblo. Algunos alegan que fue debido al vacío de poder representado con su muerte. Para otros, uno de los últimos deseos del presidente era morir el mismo día de Simón Bolívar, el Libertador, ya que, por coincidencia, ambos nacieron el mismo día: un 24 de julio. Se corrobora en el discurso de Don Lucas la versión de la tradición oral según la cual, la verdadera fecha de fallecimiento de Gómez fue el 15 de diciembre. Recuerda que en aquellos tiempos: «... el que se resbalaba, lo... usted sabe, pero el que estaba al día, no se metían con él. No es como ahora, que al que no está quieto, le dan, y al que está, también». Fue testigo de la participación de los presos en la construcción de carreteras, que se hicieron primero a “pico y pala”, y luego, con tractores: «...les ponían una argolla, una cadena y una pelota de hierro, les daban una piqueta, un canalete,... y ¡hágale!». Por treinta y seis años consecutivos trabajó para el Gobierno: «... sin faltar ningún día, sólo una vez que me metí un hierro en un brazo, allá mismo, y me tuvieron que sacar ese hierro. ¡No falté ni un día!». Con una sonrisa dice que su secreto para mantenerse bien a sus 87 años, es “no preocuparse por lo de los demás ni por lo de uno mismo tampoco... y reclamar lo necesario”. Se acuesta a las seis de la tarde, y antes de las 5:00 am está de pie. Pasa el día sentado al frente de la casa. Cuida sus animales y conversa. En el Gobierno de 317 Rómulo Gallegos fue oficial de policía, y dice que su misión consistía en “saber tratar a la gente”. «... uno salía de comisión, encontraba a un borracho en una parte y otra, los encontraba por ahí y se los llevaba por las buenas, sin estropear a la gente, era muy tranquilo yo». LA HISTORIA DEL BURRO CON BOTAS La especialidad de Don Lucas es la de contar historias. Sobre todo las de Ureña. También protagonizó episodios que forman parte del mundo cotidiano de la frontera. Dice que en ese tiempo, el contrabando no era muy perseguido. «Todo el mundo andaba con sus cositas... como las llamaban aquí, “maletas”, y uno iba con su saco y sus maletas al hombro, llevaba cajas de whisky. Nadie se metía con uno. Se negociaba. Vendía cargas de leña. Las vendía en Escobal y en San Luis (Colombia), a 50 centavos la carga, pero con esos 50 centavos se hacía mercado pa´ todo el día, y sobraba plata. Me tocaba que ponerle al burro, como esto era empedrao pa´ quí pa’ bajo, me tocaba ponerle al burro botas de caucho pa´ que no sonaran y pa’ que el de la aduana no me sintiera pasar. Cuando pasaba del río pa´ llá, se las quitaba, pues venía ya bien el burrito. Había que estar buscando caucho pa´ cerle las botas, porque claro, se rompían siempre, ... ¡no! Eran pa´ que no sonaran los cascos del burro, y la Guardia Nacional no nos sintiera. No había puente, lo que había era una canoita, el canoero cobraba uno o dos bolívares por cada persona. Pachito era un hombre bueno, allá murió, en El Escobal». EL SUJETO DE FRONTERA Quien vive en la frontera y junto a la frontera, se desenvuelve dentro de un marco interactivo donde existe otro que está al lado, pero a la vez, ése otro se le parece demasiado. Habla su misma lengua, también sufre conflictos similares. Uno dice: “Gloria al bravo pueblo” y el otro: “Gloria inmarcesible”. El sujeto de frontera se desplaza en el encuentro de dos estados nacionales. Quien vive el día a día no está pensando si esto es de allá o de acá. Aguamiel es aguamiel, la tomo todos los días. El sujeto de frontera también está en un sobrevivir diario. Necesito de tí, necesitas de mí. «Nos la llevamos bien. Nosotros vivimos de ellos y ellos viven de nosotros... yo, yo no le hago nada a un colombiano, porque si no te esperan allá»(Habitante de Ureña). Es ese mundo vinculado a lo práctico, a la necesidad de resolver problemas en el que el sujeto de frontera busca solucionar sus conflictos. El sujeto actuante demuestra su capacidad de resolver y de, en lo posible, salir airoso de las dificultades. Un ejemplo de esto lo tenemos cuando entre los meses de mayo, junio y julio de 1989 se dio en Venezuela una escasez de moneda fraccionaria. El níquel había aumentado su valor en el mercado internacional. Se convirtió entonces en un bien exportable y en objeto de acaparamiento 318 para su posible venta. Esto causó incomodidades en las transacciones monetarias, especialmente en los carros de transporte público, así como en las ventas al detal. Los habitantes de la frontera aprovecharon la coyuntura de tener “otro país al lado”. En los pueblos fronterizos venezolanos circulaba la moneda fraccionaria colombiana como sustitución del “sencillo” venezolano. En San Antonio, en Ureña y en San Cristóbal, podían leerse letreros con la frase “Sólo hay sencillo colombiano”, o “El sencillo, en pesos”. Todo esto en contraposición al “no hay sencillo” de otras partes del país. El uso del peso colombiano es común en la frontera, pero con la referida crisis disminuyeron entre los usuarios las incomodidades generadas en otras partes del país. Otro de los ejemplos que muestran cómo el cuerpo social crea mecanismos de adaptación a las realidades donde se circunscriben, y además puede obtener provecho de ellas, es la diferencia de husos horarios entre Venezuela y Colombia. Cuando en Venezuela son las 11:00 am, en Colombia son las 10:00 am. Cruzar de un lado a otro significa ganar o perder una hora, según se vaya o se venga. Los habitantes de la frontera han adaptado su mundo cotidiano a ello. En Ureña y San Antonio se escucha, más que todo, la radio colombiana . Los habitantes del lado venezolano están habituados a restar un número a la hora. Si una persona pregunta la hora, ya esté del lado colombiano o venezolano, a la pregunta sigue otra: ¿aquí o allá? (si es que el interrogante ya no se ha adelantado a aclararlo). La diferencia horaria también beneficia a muchas personas que trabajan del lado venezolano y estudian del lado colombiano. Culminan sus trabajos a las 6:00 pm, y pueden llegar a su lugar de estudio a las 5:30 pm. La diferencia horaria no determina el que muchos venezolanos estudien en institutos colombianos. Lo hacen porque las ofertas de preparación profesional son mayores en Cúcuta que en los pueblos cercanos, pero la diferencia horaria les beneficia. Vivimos en países donde las improvisaciones forman parte de la norma. De ahí que nuestra sociedad latinoamericana deba poseer grados de adaptabilidad a los cambios. Pero estos cambios en la frontera son aún mayores. Hacia la frontera colombovenezolana se instituyen normas, decretos, sujetos a mayores cambios que en cualquier otro lugar del país. La zona fronteriza es álgida por la significación geopolítica que posee. Se suma a esto el que entre Venezuela y Colombia existan discrepancias limítrofes. Esto hace que el habitante de frontera deba estar sujeto a mayores coyunturas que en cualquier otro lugar del país. Además, el sujeto de frontera está expuesto a las decisiones, no de un país, sino de dos. Colombia y Venezuela. Venezuela y Colombia. Las decisiones políticas, económicas, sociales, culturales, que tome cualquiera de ellos, incidirán en la zona. Los cambios suscitados en la frontera, referidos a las relaciones de trabajo y a las de compra-venta, son utilizados de la mejor manera posible. Algunos jóvenes se desempeñan en el oficio generado por la coyuntura. Pueden estar en una fábrica, 319 también “maletear”, “gasolinear”, o dedicarse a vender productos de un lado a otro.Construyen, en lo posible, espacios que respondan a sus necesidades. Crean alternativas. Es un mundo en el que sobrevivir es lo primero que cuenta. “Es la forma de reflexión del entendimiento de agentes humanos la que interviene a mayor profundidad en el ordenamiento recursivo de las prácticas sociales”(Guiddens1984:40) La práctica social realizada por el sujeto es producto de la reflexión en torno a que es lo que más le conviene según la coyuntura. La reflexión -continúa Giddens- es posible en virtud de la continuidad de prácticas. Debe entenderse “no como mera autoconciencia, sino como el carácter registrado del fluir corriente de una vida social”. Por tal razón, el ser humano crea razones y además puede abundar discursivamente en torno a las mismas. Anthony Giddens considera que existen ‘reservorios del saber’ ya que el sujeto es un ‘sabio social’. Dentro de esta misma perspectiva, Alfred Schutz denomina “saber mutuo” a aquella dimensión que incluye la intersubjetividad de los individuos y las conexiones que tienen a través de sus selfs en la interacción cara a cara, que a la vez hace posible, a través de la inteligencia reflexiva que el sujeto posee, crear y construir. Giddens destaca la importancia de las prácticas sociales para, desde allí, comprender las rutinas de la vida social. La trama de una vida no puede verse desconectada de un espacio, de un tiempo. La vida cotidiana hace que el sujeto se asocie o disocie de otros, así como de situaciones sociales. Vive, pues, dentro de un escenario de interacción que le permite crear, recrear y sacar sus propias conclusiones. En este tipo de análisis se señala la importancia de conocer el horizonte histórico que los propios sujetos construyen a través de sus prácticas materiales y simbólicas, donde no son solamente las leyes macrosociales las que prefiguran al actor social, sino que la “activación” puede darse en medio de dos dialécticas, lo dado y lo dándose, presentefuturo. De allí que la realidad no pueda ser pensada sólo como producto histórico-social (lo estructurado), sino como proceso en construcción (lo estructurante). (Diana Charquía, 1992:2). CONCLUSIONES La franja fronteriza colombo-venezolana debe ser comprendida como espacio pluricultural, caracterizado por los diferentes grupos que constituyen cada una de las regiones que lo componen. Al observar la frontera de manera vertical, prevalece cierta diversidad regional y grupal, conformada por criollos e indígenas. Lo revela la diferencia idiosincrásica existente, por ejemplo, entre un wayuu y un llanero, un andino y un nativo del Amazonas. 320 En el encuentro entre cada uno de los departamentos del lado colombiano de la frontera, junto a los estados venezolanos, podemos notar que las regiones culturales se prolongan de un Estado nacional a otro. La interacción cultural desdibuja el límite geopolítico. De tal manera que la frontera da lugar a especificidades que igualmente se acentúan en lo político, económico y social. - Existen situaciones que dan lugar a una identidad cultural de frontera. Los vínculos de parentesco, la homogeneidad de cosmovisiones, de prácticas religiosas y alimenticias, de hábitos de vestir, la cercanía de los pueblos y el intercambio económico, propician vínculos interactivos que los hacen formar parte de una historia compartida. Paralelamente a lo que denominamos una identidad cultural de frontera, entre colombianos y venezolanos existe una socialización geopolítica delimitadora de la existencia de un aquí y un allá. Dos estados nacionales diferenciados. Se produce una interculturación propiciada por lazos culturales y consanguíneos, pero esto no hace que se obvie «lo venezolano» o «lo colombiano». A pesar de las manifiestas relaciones de convivencia, está la presencia del «yo» y «el otro»; se es colombiano y se es venezolano. 321 - Dentro de esta historia común, producto de la interacción que también produce conflictos, existen encuentros y desencuentros. Aciertos y desaciertos. Amistad y enemistad. Esto data de la época de la independencia. Lazos conectores llevados a la práctica en la conformación de ejércitos republicanos, donde venezolanos y colombianos combatieron juntos contra la corona española. Venezolanos que dieron su vida por la independencia de ambos pueblos, y colombianos que, como Antonio Ricaurte, se inmolaron en pro de una causa común. También venezolanos y colombianos tenemos registros de injusticias cometidas de uno hacia otro grupo en el período independentista. Rencores del pasado. - La figura de Simón Bolívar nos recuerda que somos pueblos hermanos con reafirmación en discursos, unos más hechos de retórica que de sinceridad y otros con un verdadero deseo de integración. De esto fue el pacto que hicieron dos novelistas, el venezolano Miguel Otero Silva y el colombiano Gabriel García Márquez. Si algún día llegase a haber una guerra entre ambos países, Miguel Otero iría a la calle Colombia en Caracas y gritaría: ¡Viva Colombia!, y García Márquez, a la calle Venezuela en Colombia, y gritaría: ¡Viva Venezuela! - Venezolanos y colombianos estamos relacionados por una serie de situaciones ambientadas en un proceso histórico-social singularizado por la condición de Colombia como país expulsor y Venezuela, como receptor de población. Rencor hay en los colombianos que sintieron que, por un golpe de suerte, en la casa del vecino comenzó a fluir de la tierra el «oro negro», llamado también «estiércol del diablo». Algunos de los vecinos vinieron a trabajar en bienes de servicio. Esto generó resentimiento en muchos colombianos y cierta actitud de superioridad entre algunos venezolanos, que antepusieron el “cuánto se tiene”, al “qué se es”. - Rencor hay entre los venezolanos que sintieron que el país cargó con una población de la cual, una parte llegó a hacer uso de conductas delincuentes. “Vienen aquí a robar”, se escucha a algunos. A esta imagen se contrapone la del colombiano como trabajador, plasmado también en la percepción que de sí mismo tiene el vecino. 322 - Muchos colombianos establecieron vínculos afectivos con venezolanas y venezolanos, construyeron una sola familia. Trabajadores de haciendas (en general, explotados por sus patrones) que dieron la posibilidad de producción en oficios que algunos de los nativos preferían no hacer o no contaban con la suficiente especialización para ello, esencialmente en industrias textileras y de calzado. Al mismo tiempo, Venezuela les brindó oportunidades de educación, vivienda y salud, negadas en su país, y por las cuales se convirtieron en emigrantes. - Los lazos de consanguinidad y afinidad hacen que, en general, la mirada hacia el otro, ya sea colombiano o venezolano, no tenga el maniqueísmo que podemos encontrar en el centro de Colombia y en el de Venezuela, constatado a través de artículos de prensa de ambos países. Los del lado colombiano tienen familia de este lado, o vínculos afectivos, igual pasa en el lado venezolano. La cercanía propicia la construcción de referencias, positivas y negativas y de una concepción integral del otro. - La visión estereotipada del colombiano, como narcotraficante o guerrillero, no aparece con énfasis entre los venezolanos de la frontera. En general, los colombianos son definidos como trabajadores, lo cual puede entenderse al revisar ciertas características de la zona donde el vecino cumple un papel dinámico en la producción. - La profundización de las relaciones entre ambos grupos no implica la pérdida de valores patrios, muy por el contrario, esta dinámica genera lazos interactivos dentro de una - identidad cultural de frontera, así como relaciones que ponen de manifiesto las diferencias y las particularidades que cada uno de los grupos desarrolla dentro de lo que implicaría la “historia personal de cada país”. Venezuela y Colombia cuentan con su historia personal, que los identifica como países, y a sus habitantes, como pertenecientes a un lugar. Los jóvenes de la tercera generación tienen mayor contacto con la realidad del centro del país que el que tuvieron sus padres y abuelos. Los medios de comunicación de masas han influido en ello. La realidad niega aquellos discursos que colocan al habitante de la frontera bajo el riesgo de perder la identidad nacional. - Entre los integrantes de las tres generaciones no se presentan visiones maniqueas hacia los colombianos. No los definen con estereotipos. En cuanto a los colombianos entrevistados en la frontera8 , al igual que los venezolanos definían a sus vecinos como personas con cualidades y defectos. Entre sus máximas cualidades estaba el ser abierto, amplio, y “que a muchos doctores se les podía tratar como amigos”. A los venezolanos los consideraban menos trabajadores que ellos y se quejaban de que en el centro los trataban mal, razón por la que preferían vivir en la frontera, aunque destacaron el temor hacia los cuerpos de seguridad venezolanos, esencialmente hacia la Guardia Nacional. “Uno tiembla cuando un guardia le pide los papeles, pues uno no sabe con qué le va salir ese señor”, nos decía Jairo Vila. - Entre todo lo que nos separa, lo más difícil, la gran discordia, es el problema limítrofe. En la escuela, a los venezolanos se nos enseña cómo nuestro territorio ha sido mutilado. Ver el mapa de lo que era la Capitanía General de Venezuela y hacerlo ahora, crea sentimientos de impotencia. Los venezolanos sentimos que nuestros vecinos son maestros en la retórica, ágiles en negociaciones geopolíticas. Lo han sido más que nosotros. Prevalece el sentimiento de que “los de al lado”, nos han quitado territorio, y que desean seguir haciéndolo. El problema radica cuando un militar venezolano viola los derechos humanos del vecino con el argumento de que “ellos nos quieren quitar el Golfo”. - La idea de integración binacional puede ser entendida en dos vertientes: por un lado, el intento de los estados concurrentes de elaborar estatutos en pro de la integración, y por otro, la integración generada de manera espontánea por parte de los conglomerados sociales fronterizos. Esta última queda expresada a través de lo que denominaremos simbiosis social fronteriza. Tiene lugar en la medida en la que los grupos buscan satisfacer sus necesidades para beneficiarse mutuamente, independientemente del estado nacional al cual pertenezcan. También existe un antagonismo social de frontera cuando el beneficio de un grupo se constituye en detrimento para el otro. - Otro aspecto donde destaca la universalidad del hecho fronterizo es la presencia de ciertos oficios de frontera. En México, «el coyote», en Venezuela, «la prote». Son quienes se encargan de pasar a los ilegales. Recibirán una denominación específica en cada lugar, pero en esencia realizan el mismo oficio. Por otra parte, el contrabando también se manifiesta en las fronteras, ya sea de extracción o de intracción. Su direccionalidad será producto de la coyuntura propia de cada país, situación que el habitante de la frontera utiliza para su beneficio en la búsqueda de mecanismos que lo favorezcan, lo que dará lugar a la recurrencia de hechos sociales como manifestación de los canales tomados por los grupos para satisfacer sus necesidades. Así, las mismas situaciones pueden evidenciarse en zonas de fronteras alejadas topográficamente. Una especie de estructura colectiva fronteriza de subsistencia. El sujeto de frontera se maneja dentro de la dinámica generada por la realidad de la zona. Cambia de oficio según el beneficio que éste le proporcione. Comercia aquí o allá, allá o acá, según hacia donde “sople el viento”. Se adapta a la realidad de frontera y aprende a obtener beneficios de la circunstancia de vivir en la frontera. El tema de la frontera se ha convertido en parte de la esencia de nuestro oficio como sociólogos. Quedan, sin embargo, muchas interrogantes inconclusas. De ahí que, como en los viejos folletines, sólo me reste decir: ... ¡hasta la próxima entrega! 323 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Cirlot, Eduardo, (1991), Diccionario de símbolos. Barcelona. Editorial Labor. Gallegos, Rómulo, (s/f), Sobre la misma tierra. Ediciones de la revista Bohemia. Guiddens, Anthony, (1984), La construcción de sociedades. Bases para la teoría de la estructuración. Buenos Aires. Amorrourtu. Guillén J. Gonzalo, (1980), Los que nunca volvieron. Bogotá. Editorial Pluma. Ibargoyen, Saúl, (1973), Fronteras de Joaquín Coluna. Monte Ávila Editores. Mead, George, (1973), Espíritu, persona y sociedad desde el conductismo social. Buenos Aires. Paidos. Ostrovski, Nicolai, (1979), Así se templó el acero. España. Akal Paz, Octavio, (1987), El laberinto de la soledad México. Fondo de Cultura Económica. Sánchez, Ciro, (1968), Los andinos. Caracas. Ediciones Garrido. Vélez, Gilberto, (1982), Corridos mexicanos. México. Editores Mexicanos Unidos. Villamizar, Omar, (1997), Una zafra histórica de Ureña. Ureña. Alcaldía de Ureña. HEMEROGRAFÍA Fuentes, M. (1997) “Hermano, ¿qué pasó con el bolo?”. Domingo Hoy. 20 de noviembre, p. 1/18. Sánchez, Alba. (1987), «El decreto para combatir el contrabando ha dado paso a mayor matraca». Caracas, El Nacional, 16 de septiembre de, p. D/2. Sánchez, Alba, (1988), «Una política de fronteras requeriría desafectar áreas bajo régimen especial». Caracas, El Nacional, 11 de diciembre, p. 24. Sánchez C., Nahun, (1989), «Carretera a Ocaña: odisea de valientes». Cúcuta, Diario de la Frontera, 4 de julio, p. 6. Sánchez, Fabiola, (1989), «Nuestras fronteras son las más vulnerables del mundo». Caracas, El Mundo, 10 de marzo, p. 6. 324 PARTICIPANTES Magister Carlos Alberto Montoya Corrales Departamento de Economía Universidad EAFIT. Licenciado Jesús Alberto Machuca Ramírez Dirección de Etnología y Antropología Social Instituto Nacional de Antropología e Historia, México. Doctor Juan Manuel Sandoval Palacios Coordinador del Seminario Permanente de Estudios Chicanos y de Fronteras DEAS- -INAH. Magister José Briceño Ruiz Grupo de Integración Regional Facultad de Ciencias Económicas y Sociales Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela. Doctor Juan Carlos Morales Manzur Sección de Integración Latinoamericana Instituto de Filosofía del Derecho «Dr. J.M. Delgado Ocando» Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas Universidad del Zulia, Venezuela. Magister Raquel Flores Investigadora del Centro de Estudios de Fronteras e Integración (CEFI) Universidad de Los Andes - Táchira, Venezuela. Magister José Antonio Trujeque El Colegio de la Frontera Norte Dirección Regional Matamoros Matamoros, Tamaulipas. Doctor Héctor Padilla Universidad Autónoma de Ciudad Juárez Ciudad Juárez, Chihuahua, México. Licenciada Amanda Patricia Amorocho Pérez Trabajadora Social Universidad Industrial de Santander Colombia. 325 Magister Elizabeth Zamora Cardozo, Escuela de Sociología Universidad Central de Venezuela. Doctor Miguel Angel Vázquez Ruiz Departamento de Economía Universidad de Sonora Hermosillo, Sonora, México. Doctora Rita Giacalone Grupo de Integración Regional Facultad de Ciencias Económicas y Sociales Universidad de Los Andes, Mérida. Venezuela. Magister Ronald José Blanco La Cruz Centro de Estudios de Fronteras e Integración (CEFI) Universidad de Los Andes, Táchira, San Cristóbal, Venezuela. Doctora Marleny Cardona A. y Adriana Angel J. Departamento de Economía Universidad EAFIT Medellín, Colombia. Magister Julio César Morales Cruz Universidad de Ciudad Juárez Chihuahua, México. Doctora Luisa Elena Molina Centro de Investigaciones Agroalimentarias e Instituto de Geografía, Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. Doctora Marleny Bustamante de Pernía Centro de Estudios de Fronteras e Integración Universidad de Los Andes, Núcleo Táchira, San Cristóbal, Venezuela. Doctora Ana María Aragonés Escuela Nacional de Estudios Profesionales – Acatlán. Universidad Nacional Autónoma de México. Doctor Jorge Lora Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. 326