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SER FIELES Y PERSEVERANTES
Javier I. Barros Bascuñán, Pbro.
“El que persevera, alcanza” dice el dicho popular. Y cuánta razón hay en esas palabras.
Porque no es suficiente saber comenzar una obra buena. También hay que saberla
continuar. Muchos saben comenzar, pocos terminar. Alguien ha dicho que “comenzar es
de todos; pero perseverar, de santos”.
En la vida espiritual la fidelidad o la perseverancia es una virtud tan necesaria.
Absolutamente necesaria. Jesús dice que “El que persevere hasta el fin, ese se salvará”
(Mt 10,22). Si no tuviéramos esta virtud, todo lo que podamos lograr, incluso con tanto
esfuerzo, lo podríamos perder. Todo. Por eso se decía que el purgatorio estaba
pavimentado de buenas intenciones.
Vale la pena pedir esa gracia, la de la perseverancia hasta el final. Y animarse a ser fiel.
Hay un texto del evangelio muy elocuente en este sentido. “Estén ceñidos vuestros lomos y
las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para
que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir
encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a
otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de
ellos! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que
le horadasen su casa.
También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del
hombre." Dijo Pedro: "Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?"Respondió el
Señor: "¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su
servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su
señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su
hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir", y se pone a
golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel
siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre
los infieles. "Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha
obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de
azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho,
se le pedirá más” (Mt 12, 35 – 48).
La fidelidad es ampliamente elogiada en toda la Sagrada Escritura. El mismo Dios se
caracteriza por esa virtud. “Dios es rico en amor y fidelidad” (Ex 34, 6 – 7). Y “su fidelidad
permanece para siempre” (Sal 116, 1 – 2). Es tan importante que a los discípulos de Cristo
se les llama precisamente así: “fieles”.
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Pero ésta no es una virtud muy común. Es lamentable. ¡Cuántas veces las personas
inician un año con grandes buenos propósitos, pero que poco a poco se van dejando de
lado, hasta olvidarlos totalmente! Tantos esfuerzos esporádicos que quedarán en nada.
Nos gusta el corto plazo. Queremos todo inmediatamente. De alguna manera a eso nos
tiene acostumbrado hoy la tecnología. Pero ¿de qué sirve un éxito de corto plazo si no
considera – o lisa y llanamente- va en perjuicio del largo plazo? Los grandes logros son
de largo plazo. La santidad también.
Vale la pena pedir esta virtud. Sólo así oiremos con intensísimo gozo al final de nuestra
vida, de labios de Jesús, “Muy bien siervo bueno y fiel, has sido fiel en lo poco, te constituiré
sobre lo mucho; entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 21 – 23). A san Vicente de Paul le
gustaba decir, “sin prisa, pero sin pausa”. Y gracias a ello pudo hacer la obra de caridad
más grande en la historia de Francia. En realidad, la perseverancia puede mucho más
que un esfuerzo intenso y fuerte pero breve. “El agua rompe la piedra a fuerza de tanto
caer”.
¿Cómo ser perseverantes? El elemento decisivo es lo siguiente: entender nuestra vida
cristiana como una relación personal con una persona. ¿Por qué hago lo que hago? Pues
no por algo sino por Alguien. Por una persona, por Jesús. Como aquella religiosa en el
hospital a quien se le comentó: yo no haría eso ni por un millón… y ella le respondió:
Pues yo tampoco”. “Que ¿cuál es el secreto de la perseverancia? El amor, -enamórate, y
no ‘le’ perderás” (San José María Escrivá).
El mejor camino para la perseverancia es la oración. La triste historia de todos los que
han abandonado la vida cristiana es que primero abandonaron la oración. Ella es
absolutamente necesaria para perseverar. “Sabe el traidor que alma que tenga con
perseverancia oración la tiene perdida, y que todas las caídas que la hace dar la ayudan,
por la bondad de Dios, a dar después mayor salto en lo que es su servicio: algo le va en
ello” (Santa Teresa). Charles de Foucauld decía: “Una cosa le pido al Señor: serle fiel”.
En tercer lugar, ayuda el tener y renovar nuestros propósitos. El problema con los
propósitos es que siempre decimos el "qué" vamos a hacer pero nunca el "cómo" lo
vamos a hacer.
En cuarto lugar, poner atención a lo pequeño. Ya lo dijo Jesús: “el que es fiel en lo poco, lo
será en lo mucho” (Lc 16, 107). Esto significa tener amor por la humildad. Porque muchas
veces la infidelidad nace de la soberbia. “Cierta vez, una liebre desafió a una tortuga a
correr una carrera, y la tortuga aceptó a condición de que le diera alguna ventaja. Así
comenzó a marchar la tortuga, pero pronto fue alcanzada por la liebre que se burló de
ella. Viendo que le llevaba ventaja, la liebre decidió sentarse a descansar hasta que llegó
la tortuga, pasó frente a ella, y siguió avanzando. Pasado un tiempo, la liebre reinició su
carrera, volvió a alcanzar y a sobrepasar a la tortuga; y volvió a sentarse a esperarla. Así
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ocurrió dos o tres veces más. La última vez, cuando ya estaban cerca de la meta, la liebre
se sentó a esperar, pero se quedó dormida; así que la tortuga llegó, pasó frente a ella, y
llegó primero a la meta, ganando la carrera. Moraleja: Más vale modestia y
perseverancia, que orgullo y descuido” (Esopo).
Finalmente, nunca hay crecimiento cristiano sin María. Ya lo sabemos, ella hace fácil lo
que de por sí es difícil. La perseverancia no es fácil. Pero ella lo hace así. Por eso, no
dejemos de invocarla para ello. Cuando el autor del cuarto evangelio quiso elegir una
persona que fuera el modelo consumado del cristiano, de aquel que siempre permanece
en Dios, la escogió a Ella. Por eso la pone al inicio de su evangelio y al final, al pie de la
cruz. ¿Puede haber un modelo mejor? Acojámonos a Ella para como Ella, ser fieles hasta
el final.
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