Los personajes femeninos en la literatura española 1 DOC. 1.1

Anuncio
Los personajes femeninos en la literatura española 1
DOC. 1.1. Doña Jimena, esposa del Cid Campeador. Un personaje histórico.
Jimena Díaz (antes del 24 de julio de 1046 - probablemente en 1116 )
fue la esposa de Rodrigo Díaz el Campeador, con quien contrajo matrimonio
entre julio de 1074 y el 12 de mayo de 1076 y, a la muerte del Cid, señora de
Valencia entre 1099 y 1102. Murió entre el 29 de agosto de 1113 y 1116,
probablemente en este último año.
DOC. 1.2. Doña Jimena, personaje literario.
Sin embargo, en el Cantar de mio Cid, Jimena tiene un papel muy secundario:
es la esposa que espera con paciencia el regreso del marido, que ha sido
desterrado. Interviene muy poco en el relato. Rodrigo se muestra como un
esposo fiel, y amante de su familia. Jimena es el modelo de mujer de la época:
se queda en un nivel inferior.
DOC. 1.3. Las hijas del Cid literario.
Son mucho más interesantes. Serán tratadas violentamente por sus maridos, y
suplicarán la muerte para poder superar la vergüenza de la deshonra:
Infantes
Creedlo bien,
doña Elvira y doña Sol,
Aquí seréis escarnecidas
en estos fieros montes.
Hoy nos partiremos
y dejadas seréis de nos;
2715
Los personajes femeninos en la literatura española 2
No tendréis parte
en tierras de Carrión.
Irán estos mandados
al Cid Campeador;
Nos vengaremos en ésta
por la del león.
Narrador
Allí les quitan los mantos
y los pellizones;
2720
Déjanlas en cuerpo
y en camisas y en ciclatones.
¡Espuelas tienen calzadas
los malos traidores!
En mano prenden las cinchas
resistentes y fuertes.
Cuando esto vieron las dueñas,
hablaba doña Sol:
Sol
¡Por Dios os rogamos,
don Diego y don Fernando, nos!
2725
Dos espadas tenéis
tajadoras y fuertes;
A la una dicen Colada
y a la otra Tizón;
Cortadnos las cabezas,
mártires seremos nos.
Moros y cristianos
hablarán de esta razón;
Que, por lo que nos merecemos,
no lo recibimos nos; 2730
Tan malos ejemplos
no hagáis sobre nos.
Si nos fuéremos majadas,
os deshonraréis vos;
Os lo retraerán
en vistas o en cortes.
Narrador
Lo que ruegan las dueñas
no les ha ningún pro.
Ya les empiezan a dar
los infantes de Carrión; 2735
Con las cinchas corredizas,
májanlas tan sin sabor;
Con las espuelas agudas,
donde ellas han mal sabor,
Rompían las camisas y las carnes
a ellas ambas a dos;
Limpia salía la sangre
sobre los ciclatones.
Ya lo sienten ellas
en los sus corazones. 2740
¡Cuál ventura sería ésta,
si pluguiese al Criador
Que asomase ahora
el Cid Campeador!
Tanto las majaron
que sin aliento son;
Sangrientas en las camisas
y todos los ciclatones.
Cansados son de herir
ellos ambos a dos,
2745
Ensayándose ambos
cuál dará mejores golpes.
Ya no pueden hablar
doña Elvira y doña Sol;
Por muertas las dejaron
en el Robledo de Corpes.
Los personajes femeninos en la literatura española 3
DOC.2.1. La Celestina, una obra de una época de cambios.
La Celestina, es una obra
publicada en 1499 y
escrita por Fernando de
Rojas. Es una obra que
explica muy bien los
cambios sociales y de la
forma de pensar en
España a finales de la
Edad
Media.
Los
personajes
más
interesantes son todos
mujeres: Celestina, una
vieja que se dedica a
concertar amores entre
jóvenes ricos; Melibea,
una doncella rica, que se
enamorará de Calisto, un
chico rico y algo alocado;
Areúsa y Elicia, jóvenes
prostitutas que ayudan a Celestina en su trabajo.
Los personajes femeninos en la literatura española 4
DOC.2.2. Encuentro de Calisto y Melibea (texto adaptado): Calisto entra en el
jardín de la Casa de Melibea persiguiendo a su halcón. Queda hechizado al
verla, y comienza a dirigirle palabras que imitan las de los enamorados de las
novelas que suele leer (de amor cortés). Melibea le sigue el juego hasta que se
da cuenta de que Calisto busca “otro tipo de relación”, y no precisamente
mediante palabras:
CALISTO, que ha conocido a MELIBEA en su jardín, donde su halcón se
refugió un día antes al escaparse, se imagina en sueños que está frente a su
amada, enamorándola. Ambos jóvenes se hallan en el mismo jardín en el que
se conocieron. MELIBEA está de pie; CALISTO, rendido a sus plantas.
CALISTO.- En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
MELIBEA.- ¿En qué Calisto?
CALISTO.- En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y
en hacerme el favor de verte en un lugar tan conveniente para descubrirte mi
secreto dolor. No creo que exista mayor recompensa al servicio, sacrificio,
devoción y obras pías que, por alcanzarla, tengo yo a Dios ofrecidos. ¿Quién
ha visto en esta vida cuerpo tan feliz como está ahora el mío? Los benditos
santos, que se deleitan en la visión divina, no gozan lo que yo gozo en tu
acatamiento. Mas en esto diferimos, por desgracia, que ellos no temen perder
su bienaventuranza y yo me alegro con recelo del esquivo tormento que tu
ausencia ha de causarme.
MELIBEA.- Pues un galardón aún mayor te he de dar, si perseveras.
CALISTO.¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran
palabra habéis oído!
MELIBEA.- Desventuradas serán cuando acabes de oírme, porque la paga
será tan fiera cual merece tu loco atrevimiento. El intento de tus palabras,
Calisto, ha sido de hombre que pretende salir para perderse en la virtud de una
mujer como yo. ¡Vete, vete de ahí, torpe, que no puede mi paciencia tolerar que
haya subido a un corazón humano el intento de alcanzar en mí el deleite del
amor ilícito!
CALISTO.- Iré como aquel a quien la adversa fortuna atormenta con odio
cruel.
Los personajes femeninos en la literatura española 5
DOC. 2.3. La Celestina en el cine. Hay varias adaptaciones de la obra llevadas
al cine. La última el personaje de Melibea lo hizo Penélope Cruz. El interés de
la obra es grande, porque es una obra de tema muy contemporáneo y unversal
(trata de los amores entre jóvenes):
DOC. 2.4. Melibea. Melibea es una mujer vehemente, que pasa de la
resistencia a la absoluta entrega a Calisto. En la obra se intenta hacerla víctima
de una pasión cegadora inculcada por el hechizo de Celestina. Lo único que le
saldría mal es la muerte de Calisto, que la deja en una delicada posición moral.
Finalmente se suicida, tras explicarle a su padre lo que ha pasado. La historia
es parecida a la de Romeo y Julieta, pero la de La Celestina es mucho más
fuerte.
¡Oh mi amor y señor Calisto! Espérame, ya voy; detente, si me esperas; no me
acuses por retrasarme, dando esta última cuenta a mi viejo padre, pues le debo
mucho más.
Los personajes femeninos en la literatura española 6
DOC. 2.5. Melibea, una mujer madura. Melibea es mucho más madura que
Calisto. Se demuestra en la primera ocasión en que están solos: Calisto
demuestra que es solo un estúpido.
MELIBEA.- ¿Qué quieres que cante, amor mío? Pero, ¿cómo mandas a mi
lengua hablar y no a tus manos que estén quietas? Mándalas estar tranquilas
para que podamos hablar. Deja estar mis ropas en su sitio. ¿Qué provecho te
trae dañar mis vestiduras?
CALISTO.- Señora, el que quiere comer el ave, quita primero las plumas.
DOC. 3.1. Don Quijote de la Mancha. La obra maestra de la novela europea. El
personaje femenino más importante no es, sin embargo, Dulcinea del Toboso,
dama de ficción, que apenas aparece en la obra. Hay en la novela muchas
otras mujeres, de verdad, llenas de personalidad.
DOC.3.2. La creación del personaje de Dulcinea: don Quijote tiene que
inventarse una dama a la que dedicar sus aventuras. Lo hace así porque lo
había leído en los libros de caballerías. Dulcinea no es, pues, un personaje
real, sino una ficción, aunque se fijó en una mujer a la que había conocido en
El Toboso, un pueblo cercano al suyo.
Los personajes femeninos en la literatura española 7
Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza
labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado,
aunque, según se entiende, ella jamás lo supo, ni le dio cata dello. Llamábase
Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus
pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que
tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea
del Toboso, porque era natural del Toboso; nombre, a su parecer, músico y
peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había
puesto.
DOC. 3.3. La verdadera Dulcinea. Don Quijote había pensado en Aldonza
Lorenzo, de El Toboso como modelo para Dulcinea. Sin embargo, se trata de
una mujer de pueblo, grosera, sin educación. Sancho la presenta como es. El
objetivo es la parodia del protagonista, don Quijote.
Aunque en las adaptaciones para el cine la presentan de otra forma:
Los personajes femeninos en la literatura española 8
Evidentemente, el cine cambia totalmente el sentido de la novela de Cervantes.
Los personajes femeninos en la literatura española 9
DOC. 3.4. Marcela: ¿primera feminista de la historia de la literatura europea?
El Quijote está lleno de personajes femeninos de extraordinaria personalidad,
pero podemos destacar uno especialmente: la pastora Marcela. Aparece en la
primera parte de la novela, y es una joven bellísima, que se ha negado a
aceptar el amor de otro pastor, Grisóstomo, y este se suicida. Cuando la
acusan de ser una mala mujer, don Quijote la defiende, porque dice que nadie
puede obligar a otra persona a aceptar su amor.
Marcela:
Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos.
Los árboles de estas montañas son mi compañía, las claras aguas de estos
arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis
pensamientos y hermosura. A los que he enamorado con la vista he
desengañado con las palabras. Y si los deseos se sustentan con esperanzas>,
no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo ni a otro alguno, bien se puede decir
que antes le mató su insistencia que mi crueldad. Y si se me hace la acusación
de que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada a
corresponder a ellos, digo que, cuando en ese mismo lugar donde ahora se
cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía
era vivir en perpetua soledad. Y si él, con todo este desengaño, quiso insistir
contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se ahogase en
la mitad del golfo de su locura?
Los personajes femeninos en la literatura española 10
Don Quijote:
Lo cual visto por don Quijote, pareciéndole que allí venía bien usar de su
caballería, socorriendo a las doncellas menesterosas, puesta la mano en el
puño de su espada, en altas e inteligibles voces, dijo:
-Ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea, se atreva a
seguir a la hermosa Marcela, bajo pena de caer en la furiosa indignación mía.
Ella ha mostrado con claras y suficientes razones la poca o ninguna culpa que
ha tenido en la muerte de Grisóstomo, y cuán ajena vive de aceptar los deseos
de ninguno de sus amantes, a cuya causa es justo que, en lugar de ser seguida
y perseguida, sea honrada y estimada de todos los buenos del mundo.
DOC.4.1. Las mujeres del teatro de Lope de Vega.
Lope de Vega escribió centenares de obras de teatro. Los personajes
femeninos son muy importantes en muchas de sus obras, y, a veces, más
fuertes e interesantes que los hombres.
Una de sus obras, Fuenteovejuna, trata de la lucha entre el pueblo y un
aristócrata (un Comendador de una de las poderosísimas órdenes militares).
Este Comendador ha raptado a una joven –Laurencia- el día en que se iba a
casar con Frondoso. Cuando ésta se escapa, después de haber sufrido los
malos tratos del Comendador, se presenta en donde los hombres están
discutiendo qué hacer, y les anima a luchar contra el tirano. Es un personaje de
gran fuerza dramática, mayor que la de los hombres de la obra:
ESTEBAN.
¡Hija mía!
LAURENCIA.
No me nombres1
tu hija.
ESTEBAN.
¿Por qué, mis ojos?
¿Por qué?
LAURENCIA.
¡Por muchas razones!
Y sean las principales,
porque dejas que me roben
tiranos sin que me vengues,
traidores sin que me cobres.2
[…]
Llevóme de vuestros ojos
a su casa Fernán Gómez;
la oveja al lobo dejáis,
como cobardes pastores.
1
2
Nombres: llames.
Cobres: aquí quiere decir recuperes.
[…]
Ovejas sois, bien lo dice
de Fuente Ovejuna el nombre.
[…]
Liebres3 cobardes nacistes;
bárbaros sois, no españoles.4
¡Gallinas, vuestras mujeres
sufrís5 que otros hombres gocen!6
[…]
¡Y que os han de tirar piedras,
[…]
amujerados, cobardes!
¡Y que mañana os adornen
nuestras tocas y basquiñas, 7
3
La liebre, como el conejo, es un animal que
siente miedo.
4
Hace referencia a una idea clásica del español:
defensor de su honra/honor.
5
Sufrís: aquí quiere decir soportáis.
6
Gocen: disfruten, es decir, que tengan
relaciones con ellas.
7
Ropa femenina
Los personajes femeninos en la literatura española 11
solimanes y colores!8
[…]
y yo me huelgo9, medio hombres,
porque quede sin mujeres
esta villa honrada, y torne10
aquel siglo de amazonas,11
eterno espanto del orbe.12
8
Maquillaje.
Me huelgo: me alegro.
10
Torne: vuelva.
11
Mujeres guerreras de la antigüedad. Orellana,
el descubridor español del río Amazonas, dice
que vio una tribu de mujeres guerreras , por eso
dio el nombre al río.
12
Es decir, que quiere que desaparezcan los
hombres, que no sirven para nada, y que sean
sustituidos por mujeres valientes, amazonas.
9
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 4.2. La mujer vestida de hombre.
La mujer disfrazada de hombre es un motivo que se repite con mucha
frecuencia en el teatro español del Siglo de Oro. Podemos distinguir entre dos
tipos fundamentales de mujeres disfrazadas. Por un lado estarían aquellas
mujeres que se disfrazan con el único objetivo de conseguir un propósito, que
generalmente es perseguir a un amante que la ha engañado para poder
casarse con él. Estas mujeres son muy femeninas y dan lugar a escenas
cómicas por el recelo de algunos personajes que no terminan de creerse que
son hombres. Por otro lado tendríamos, lo que vamos a llamar mujer varonil,
que se comporta como un hombre por deseo propio, estaríamos ante lo que se
ha venido en llamar mujer hombruna y que se caracteriza por tener muchas de
las características propias de un hombre, fuerza, valor etc.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 4.3. Un caso particular: Rosaura, de La vida es sueño. Esta obra es uno
de los dramas más importantes de la literatura europea. Rosaura aparece
vestida de hombre porque ha perdido su honor y su reputación por culpa de un
hombre, y debe recuperar el honor perdido. En la sociedad española del siglo
XVII, el honor perdido por una mujer debe ser recuperado por su padre, su
marido o su hermano. Rosaura está sola en la vida (eso cree ella), y debe
ocupar el puesto de un hombre para matar al responsable de su deshonra.
En el fragmento siguiente, Segismundo, príncipe que ha vivido toda su
vida encerrado como un animal por orden de su padre, el rey, ve a Rosaura –
que va vestida como un hombre- y queda sorprendido por su belleza.
ROSAURA
Si has nacido
humano, baste el postrarme
a tus pies para librarme.
SEGISMUNDO
Tu voz pudo enternecerme,
tu presencia suspenderme,
y tu respeto turbarme.
[…]
Con cada vez que te veo
nueva admiración me das,
y cuando te miro más
aun más mirarte deseo.
.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC.5.1. Benito Pérez Galdós
Benito María Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 10 de mayo
de 1843 - Madrid, 4 de enero de 1920), conocido como Benito Pérez Galdós,
fue un novelista, dramaturgo y cronista español. Se trata del mayor
representante de la novela realista del siglo XIX en España, y uno de los más
importantes escritores en lengua española.
Escribió novelas en las que los personajes femeninos están llenos
de fuerza y de interés. Pudo llegar a ser premio Nobel, pero algunos políticos y
escritores españoles lo impidieron, porque no les gustaban sus ideas políticas.
Galdós. Conservado en la Casa-Museo de Galdós, en Las Palmas de Gran
Canaria.
DOC. 5.2. Fortunata y Jacinta. Es una de sus mejores novelas, y analiza
perfectamente el comportamiento de dos mujeres de clase social diferente
(Fortunata, pobre, que ejerce la prostitución; Jacinta, rica, defensora del orden
social).
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
Serie para TVE (www.rtve/series/Fortunata)
DOC. 5.3. Fortunata. Mujer de clase social, amante del Juanito, joven rico
casado con Jacinta. Es una mujer que desearía salir del ambiente en que vive.
Se siente libre, o al menos quiere sentirse libre.
Iba [Fortunata] despacio por la calle de Santa Engracia y se detuvo un
instante en una tienda a comprar dátiles, que le gustaban mucho. Siguiendo
luego su vagabundo camino, saboreaba el placer íntimo de la libertad, de estar
sola y suelta siquiera poco tiempo. La idea de poder ir a donde gustase la
excitaba, haciendo circular su sangre con más viveza. Tradújose esta
disposición de ánimo en un sentimiento filantrópico, pues toda la calderilla que
tenía la iba dando a los pobres que encontraba, que no eran pocos.
Sentimiento filantrópico: sentimiento de amor hacia los demás, altruismo.
Calderilla: monedas de poco valor.
DOC. 5.4. Jacinta. Esposa de Juanito, rica y educada. Sospecha que su marido
la engaña, pero siente miedo de hablar.
A poco de acostarse notó Jacinta que su marido dormía profundamente.
Observábale desvelada, tendiendo una mirada tenaz de cama a cama. Creyó
que hablaba en sueños... pero no; era simplemente quejido sin articulación que
acostumbraba a lanzar cuando dormía, quizás por causa de una mala postura.
Los pensamientos políticos nacidos de las conversaciones de aquella noche
huyeron pronto de la mente de Jacinta. ¿Qué le importaba a ella que hubiese
República o Monarquía, ni que D. Amadeo se fuera o se quedase? Más le
importaba la conducta de aquel ingrato que a su lado dormía tan tranquilo. El
pérfido guardaba tan bien las apariencias, que nada hacía ni decía en familia
que no revelara una conducta regular y correctísima. Trataba a su mujer con un
cariño tal que... vamos, se le tomaría por enamorado. Solo allí, de aquella
puerta para adentro, se descubrían las trastadas. [...]
Pensando en esto, pasó Jacinta parte de aquella noche, atando
cabos, como ella decía, para ver si de los hechos aislados lograba sacar
alguna afirmación. Estos hechos, valga la verdad, no arrojaban mucha luz que
digamos sobre lo que se quería demostrar. Tal día y a tal hora Juan había
salido bruscamente, después de estar un rato muy pensativo, pero muy
pensativo. Tal día y a tal hora, Juan había recibido una carta que le había
puesto de mal humor. Por más que ella hizo, no la había podido encontrar.
Ninguno de estos datos probaba nada; pero no cabía duda: su marido se la
estaba pegando.
Quejido: expresión de dolor leve.
Atar cabos: descubrir algo poco a poco.
Pegársela a alguien: engañar a alguien, en sentido amoroso (tener una o un amante).
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 6.1. La Regenta, de Leopoldo Alas “Clarín”
Argumento
En una ciudad de provincias, Vetusta, vive Ana Ozores, de familia noble
venida a menos, casada con Don Víctor Quintanar, regente de la Audiencia, del
cual le venía el nombre, la Regenta. Ana se casó con Don Víctor en un
matrimonio de conveniencia. Bastante más joven que su marido, al que le une
más un sentimiento de amistad y agradecimiento que de amor conyugal, su
vida transcurre entre la soledad y el aburrimiento. Es una mujer retraída,
frustrada por no ser madre y que anhela algo mejor y desconocido. En esta
situación, la religión es la única válvula de escape dentro de la ciudad. Conoce
a Don Fermín de Pas, Magistral de la catedral, el cual se convierte en su
confesor. Ana siente una gran atracción y admiración por él. Pero la religión no
le basta. Conoce a Don Álvaro Mesía Don Juan de Vetusta, el cual está
enamorado de la Regenta. Ésta, desde que lo conoce ya no se siente tan triste.
El Magistral está celoso. Ana y Álvaro se hacen amantes. El Magistral contacta
con Petra, la criada de Ana, a la que le dice que espíe a Ana y a cambio la
convertirá en su nueva criada. Petra, un día, le cuenta que ha visto cómo Ana
se acuesta con Don Álvaro, el cual trepa por el balcón de la habitación de la
Regenta. El Magistral urde un plan. Le pide a Petra que adelante una hora el
reloj de Don Víctor, el marido de Ana. Éste ve a Don Álvaro saltar del balcón de
su mujer. Lo reta a duelo y, en el mismo, Don Álvaro mata a Don Víctor y huye.
Ana se entera de todo cuando Álvaro le escribe una carta contándole lo
ocurrido. Cae enferma durante un mes. Al cabo de un largo tiempo se decide a
salir para dirigirse a la catedral para ver si de nuevo encontraba el consuelo en
la religión. El Magistral la observa con cara de asesino. Ana siente miedo y cae
desmayada. El Magistral se marcha dejándola tirada en el suelo. Celedonio, al
encontrarse a la Regenta desmayada, la besó en los labios y ésta sintió que la
besaba un frío y asqueroso sapo.
Es una de las mejores novelas europeas del siglo XIX.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 6.2. Leopoldo Alas
Leopoldo Alas García-Ureña, conocido por su seudónimo de Clarín,
nació en Zamora el 2 de abril de 1852. Era el hijo del gobernador civil.
Comenzó sus estudios en León en el colegio de los Jesuitas y cursó el
bachillerato en Oviedo, ciudad que sirve de trasfondo de sus obras más
conocidas. Cuando tenía dieciséis años participó en las jornadas
revolucionarias de septiembre, lo que afianzó sus convicciones progresistas y
republicanas que marcaron su obra literaria y especialmente su labor
periodística. En ese mismo año Alas comenzó la redacción de su periódico
manuscrito Juan Ruiz. En 1869 empezó la carrera de Derecho, pero en 1871,
se trasladó a Madrid para doctorarse y estudiar Letras en la Universidad
Central. En la capital se dio a conocer como periodista. En 1872 Alas y su
amigo Armando Palacio Valdés comenzaron a publicar el periódico satírico
Rabagás. Muchas de sus colaboraciones en El solfeo, diario madrileño en que
Alas publicó su primer cuento Estilicón, consisten en poemas satíricos en la
sección titulada Azotacalles de Madrid. Alas inauguró el uso del seudónimo
Clarín, tomado del nombre del gracioso en La vida es sueño de Calderón de la
Barca, para los artículos que publicó el 11 de abril de 1875 en El solfeo.
Se doctoró en 1878, presentando la tesis El Derecho y la moralidad, y
dedicó su tesis al profesor Francisco Giner de los Ríos, que había tenido gran
influencia en él, como en muchos otros intelectuales coetáneos, a través del
krausismo, un movimiento filosófico encabezado en España por Julián Sanz del
Río y dirigido por Francisco Giner de los Ríos, quien lo aplicó a la pedagogía.
Estas ideas y sus críticas y parodias en los periódicos le valieron que, a pesar
de ganar el mismo año las oposiciones a la cátedra de Economía Política y
Estadística de la Universidad de Salamanca, sufriera el veto del conde de
Toreno, ministro de Cánovas. En 1880 Alas entró a formar parte de la
redacción del Madrid Cómico, otro periódico satírico.
Sin embargo en 1882 Alas fue nombrado catedrático de la Universidad
de Zaragoza. Ese mismo año se casó con Onofre García Argüelles. Un año
después, en 1883, regresó a Oviedo como catedrático de Derecho Romano y,
posteriormente, de Derecho Natural, en la Universidad de Oviedo. Desde ese
momento, Alas no abandonó la capital de Asturias. En 1887 fue elegido
concejal republicano del ayuntamiento de Oviedo, y murió el trece de junio de
1901 en esta ciudad.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
Doc. 6.3. Los recuerdos de Ana Ozores a partir de sensaciones (antes que
Proust).
Abrió el lecho. Sin mover los pies, dejose caer de bruces sobre aquella
blandura suave con los brazos tendidos. Apoyaba la mejilla en la sábana y
tenía los ojos muy abiertos. La deleitaba aquel placer del tacto que corría
desde la cintura a las sienes.
-«¡Confesión general!» -estaba pensando-. Eso es la historia de toda la
vida. Una lágrima asomó a sus ojos, que eran garzos, y corrió hasta mojar la
sábana.
Se acordó de que no había conocido a su madre. Tal vez de esta
desgracia nacían sus mayores pecados.
«Ni madre ni hijos».
Esta costumbre de acariciar la sábana con la mejilla la había conservado
desde la niñez. -Una mujer seca, delgada, fría, ceremoniosa, la obligaba a
acostarse todas las noches antes de tener sueño. Apagaba la luz y se iba.
Anita lloraba sobre la almohada, después saltaba del lecho; pero no se atrevía
a andar en la obscuridad y pegada a la cama seguía llorando, tendida así, de
bruces, como ahora, acariciando con el rostro la sábana que mojaba con
lágrimas también. Aquella blandura de los colchones era todo lo maternal con
que ella podía contar; no había más suavidad para la pobre niña. Entonces
debía de tener, según sus vagos recuerdos, cuatro años. Veintitrés habían
pasado, y aquel dolor aún la enternecía.
Antes de que Proust hablara de su famosa magdalena, Leopoldo Alas ya
había usado la técnica de la recuperación del pasado a partir de sensaciones
presentes.
DOC. 6.4. Reflexiones de Ana Ozores sobre su vida (técnica narrativa: estilo
indirecto libre).
«Pero no importaba; ella se moría de hastío. Tenía veintisiete años, la juventud
huía; veintisiete años de mujer eran la puerta de la vejez a que ya estaba
llamando... y no había gozado una sola vez esas delicias del amor de que
hablan todos, que son el asunto de comedias, novelas y hasta de la historia. El
amor es lo único que vale la pena de vivir, había ella oído y leído muchas
veces. Pero ¿qué amor? ¿Dónde estaba ese amor? Ella no lo conocía. Y
recordaba entre avergonzada y furiosa que su luna de miel había sido una
excitación inútil, una alarma de los sentidos, un sarcasmo en el fondo; sí, sí,
¿para qué ocultárselo a sí misma si a voces se lo estaba diciendo el recuerdo?:
la primer noche, al despertar en su lecho de esposa, sintió junto a sí la
respiración de un magistrado; le pareció un despropósito y una desfachatez
que ya que estaba allí dentro el señor Quintanar, no estuviera con su levita
larga de tricot y su pantalón negro de castor; recordaba que las delicias
materiales, irremediables, la avergonzaban, y se reían de ella al mismo tiempo
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
que la aturdían: el gozar sin querer junto a aquel hombre le sonaba como la
frase del miércoles de ceniza, ¡quia pulvis es! eres polvo, eres materia... pero al
mismo tiempo se aclaraba el sentido de todo aquello que había leído en sus
mitologías, de lo que había oído a criados y pastores murmurar con malicia...
¡Lo que aquello era y lo que podía haber sido!...
Doc. 6.5. Adaptaciones para TV.
www.rtve/series/laregenta
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 7.1. Federico García Lorca
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 5 de junio de 1898 –
entre Víznar y Alfacar, Granada, 19 de agosto de 1936) fue un poeta,
dramaturgo y prosista español, también conocido por su destreza en muchas
otras artes. Adscrito a la llamada Generación del 27, es el poeta de mayor
influencia y popularidad de la literatura española del siglo XX. Como
dramaturgo, se le considera una de las cimas del teatro español del siglo XX,
junto con Valle-Inclán y Buero Vallejo. Murió ejecutado tras la sublevación
militar de la Guerra Civil Española.
Doc. 7.2. Declaraciones de Lorca sobre el teatro
El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al
hacerse, habla y grita, llora y se desespera. El teatro necesita que los
personajes que aparezcan en la escena lleven un traje de poesía y al mismo
tiempo que se les vean los huesos, la sangre. Han de ser tan humanos, tan
horrorosamente trágicos y ligados a la vida y al día con una fuerza tal, que
muestren sus traiciones, que se aprecien sus olores y que salga a los labios
toda la valentía de sus palabras llenas de amor o de ascos.
[7 de abril de 1936].
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 7.3. Una de las mejores obras que escribió, La casa de Bernarda Alba,
sólo tiene personajes femeninos. Dos de ellos, la madre autoritaria (Bernarda),
que no deja libres a sus cinco hijas, y la criada vieja y sensata, Poncia, que se
da cuenta pronto de los problemas de la casa, son dos personajes magníficos.
Angustias: Yo no tengo la culpa de que Pepe el Romano se haya fijado en mí.
Adela: ¡Por tus dineros!
Angustias: ¡Madre!
Bernarda: ¡Silencio!
Martirio: Por tus marjales y tus arboledas.
Magdalena: ¡Eso es lo justo!
Bernarda: ¡Silencio digo! Yo veía la tormenta venir, pero no creía que estallara
tan pronto. ¡Ay, qué pedrisco de odio habéis echado sobre mi corazón! Pero
todavía no soy anciana y tengo cinco cadenas para vosotras y esta casa
levantada por mi padre para que ni las hierbas se enteren de mi desolación.
¡Fuera de aquí! (Salen. Bernarda se sienta desolada. La Poncia está de pie
arrimada a los muros. Bernarda reacciona, da un golpe en el suelo y dice:)
¡Tendré que sentarles la mano! Bernarda, ¡acuérdate que ésta es tu obligación!
La Poncia: ¿Puedo hablar?
Bernarda: Habla. Siento que hayas oído. Nunca está bien una extraña en el
centro de la familia.
La Poncia: Lo visto, visto está.
Bernarda: Angustias tiene que casarse en seguida.
La Poncia: Hay que retirarla de aquí.
Bernarda: No a ella. ¡A él!
La Poncia: ¡Claro, a él hay que alejarlo de aquí! Piensas bien.
Bernarda: No pienso. Hay cosas que no se pueden ni se deben pensar. Yo
ordeno.
La Poncia: ¿Y tú crees que él querrá marcharse?
Bernarda: (Levantándose.) ¿Qué imagina tu cabeza?
La Poncia: Él, claro, ¡se casará con Angustias!
Bernarda: Habla. Te conozco demasiado para saber que ya me tienes
preparada la cuchilla.
La Poncia: Nunca pensé que se llamara asesinato al aviso.
Bernarda: ¿Me tienes que prevenir algo?
La Poncia: Yo no acuso, Bernarda. Yo sólo te digo: abre los ojos y verás.
Bernarda: ¿Y verás qué?
La Poncia: Siempre has sido lista. Has visto lo malo de las gentes a cien
leguas. Muchas veces creí que adivinabas los pensamientos. Pero los hijos son
los hijos. Ahora estás ciega.
Bernarda: ¿Te refieres a Martirio?
La Poncia: Bueno, a Martirio... (Con curiosidad.) ¿Por qué habrá escondido el
retrato?
Bernarda: (Queriendo ocultar a su hija.) Después de todo ella dice que ha sido
una broma. ¿Qué otra cosa puede ser?
La Poncia: (Con sorna.) ¿Tú lo crees así?
Bernarda: (Enérgica.) No lo creo. ¡Es así!
La Poncia: Basta. Se trata de lo tuyo. Pero si fuera la vecina de enfrente, ¿qué
sería?
Bernarda: Ya empiezas a sacar la punta del cuchillo.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
La Poncia: (Siempre con crueldad.) No, Bernarda, aquí pasa una cosa muy
grande. Yo no te quiero echar la culpa, pero tú no has dejado a tus hijas libres.
Martirio es enamoradiza, digas lo que tú quieras. ¿Por qué no la dejaste casar
con Enrique Humanes? ¿Por qué el mismo día que iba a venir a la ventana le
mandaste recado que no viniera?
Bernarda: (Fuerte.) ¡Y lo haría mil veces! Mi sangre no se junta con la de los
Humanes mientras yo viva! Su padre fue gañán.
La Poncia: ¡Y así te va a ti con esos humos!
Bernarda: Los tengo porque puedo tenerlos. Y tú no los tienes porque sabes
muy bien cuál es tu origen.
La Poncia: (Con odio.) ¡No me lo recuerdes! Estoy ya vieja, siempre agradecí
tu protección.
Bernarda: (Crecida.) ¡No lo parece!
La Poncia: (Con odio envuelto en suavidad.) A Martirio se le olvidará esto.
Bernarda: Y si no lo olvida peor para ella. No creo que ésta sea la «cosa muy
grande» que aquí pasa. Aquí no pasa nada. ¡Eso quisieras tú! Y si pasara
algún día estáte segura que no traspasaría las paredes.
La Poncia: ¡Eso no lo sé yo! En el pueblo hay gentes que leen también de
lejos los pensamientos escondidos.
Bernarda: ¡Cómo gozarías de vernos a mí y a mis hijas camino del lupanar!
La Poncia: ¡Nadie puede conocer su fin!
Bernarda: ¡Yo sí sé mi fin! ¡Y el de mis hijas! El lupanar se queda para alguna
mujer ya difunta...
La Poncia: (Fiera.) ¡Bernarda! ¡Respeta la memoria de mi madre!
Bernarda: ¡No me persigas tú con tus malos pensamientos!
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 7.5. Adaptación de la obra al cine.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 8.1. Carmen Laforet: una novelista de la posguerra española.
Autobiografía:
He nacido en Barcelona, el 6 de septiembre de 1921. En enero de 1944
–a los 22 años- empecé a escribir mi primera novela: Nada.
En el intervalo entre esas dos fechas mi vida se había ido modelando de la
siguiente forma:
En 1923 –a punto de cumplir dos años-, fui con mis padres a Canarias.
Mi padre era arquitecto y también profesor de la Escuela de Peritaje Industrial.
Nuestro traslado a Canarias se debió a necesidades de este profesorado. Yo
recuerdo a mi padre muy joven, bien constituido, muy deportista. Tenía la
costumbre de fumar en pipa y usaba una excelente mezcla inglesa cuyo olor se
ha quedado en mí –así como el de los encerados corredores de la casa de Las
Palmas- como uno de los olores inconfundibles de mi infancia.
Mi padre era hijo de sevillanos, de origen nórdico (de origen francés mi
abuelo, y vasco mi abuela). Mi padre se había educado en Barcelona. Era un
balandrista notable y tenía un barco propio. Había sido campeón de tiro al
blanco con pistola en su juventud, y también teníamos en casa copas obtenidas
en carreras de bicicletas. El nos enseñó a nadar a mis hermanos y a mí, a
soportar fatigas físicas sin quejarnos, a hacer excursiones por el interior de la
isla… y a tirar al blanco con pistola, cosa en que yo fui siempre más torpe que
mis hermanos.
Mi madre era toledana. Hija de una familia muy humilde, había hecho los
estudios de primera enseñanza en la escuela de niñas pobres de unas monjas.
Más tarde, obtuvo una beca para estudiar magisterio. Mi padre la conoció como
alumna en una época en que él, accidentalmente, dio clases de dibujo en la
escuela Normal de ToledoMi madre al casarse tenía dieciocho años; veinte al nacer yo –fui el
primer hijo del matrimonio-, y treinta y tres el día en que murió en Canarias. Yo
la recuerdo como una mujer menuda, de enorme energía espiritual, de
agudísima inteligencia y un sentido castellano, inflexible, del deber. Era una
mujer de una elegancia espiritual enorme. Recuerdo también su bondad. Tenía
el don de la amistad. En Las Palmas aún hay muchas personas que la querían
y la recuerdan vivamente… Ella nos enseñó a mis hermanos y a mí la valentía
espiritual de la veracidad, de no dejar las cosas a medias tintas, de saber
aceptar las consecuencias de nuestros actos. En mi época de Canarias entran
también mis dos hermanos Eduardo y Juan, con quienes siempre me he
sentido compenetrada; y entra también más tarde una madrastra, que, a pesar
de todas mis resistencias a creer en los cuentos de hadas, me confirmó su
veracidad, comportándose como las madrastras de esos cuentos. De ella
aprendí que la fantasía siempre es pobre comparada con la realidad. (¡Esto
antes de haber leído a Dostoievski!)
En el año 1939 –exactamente en septiembre- volví a Barcelona, donde
viví tres años. Después de este periodo vivo en Madrid. He frecuentado –sin
terminar ninguna de las dos carreras comenzadas- las Universidades de
Barcelona y Madrid. He leído mucho. La vida me ha interesado en todos sus
momentos, tanto en los malos como en los buenos. Cuando vuelvo la vista
atrás, veo que todos esos años se han combinado para hacerme una persona
capaz del difícil don de sentir la felicidad, y humildemente creo que hasta de
derramarla en un círculo muy íntimo.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
Hasta aquí la historia de una muchacha de veintidós años. De esa época
en adelante sabréis todo aquello que tenga conexión con mis libros en las
pequeñas notas que he escrito al comenzar los distintos periodos de mi obra.
Por estas anotaciones y por los fragmentos de mis libros veréis que, si mis
novelas están hechas de mi propia sustancia y reflejan ese mundo que –según
os explicaba antes- soy yo, en ninguna de ellas, sin embargo, he querido
retratarme.
Doc. 8.2. Premio Nadal 1945: Nada.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 8.3. Argumento
Andrea, la narradora y protagonista de la novela, viaja a Barcelona con
la esperanza de encontrar una nueva vida, y librarse de las ataduras que le han
sido impuestas durante su estancia en el pueblo. Esta esperanza desaparece
al contemplar el panorama desolador de la casa en la que va a residir.
Durante el año en el que reside en Barcelona y pese a su tímida y
concentrada personalidad, la protagonista logra establecer una gran amistad
con Ena, una muchacha de familia adinerada y de mucha personalidad. Esta
amistad se ve alterada cuando Ena sabe de la existencia de Román, el
extravagante tío de Andrea, con quien establece una misteriosa relación que
finaliza con una venganza personal por parte de Ena y con el posterior suicidio
de Román que provoca el desenlace de los acontecimientos.
Al final Ena se va a Madrid a vivir e invita a Andrea al poco tiempo a que
vaya a trabajar y residir a la capital donde continuará sus estudios con
renovadas esperanzas.
DOC. 8.4. Imágenes de la posguerra española.
Clase del Auxilio Social. Retratos de Franco y José Antonio
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
Racionamiento: los vendedores del pan tienen a su lado el sello para marcar la
cartilla de los que compran.
Vehículo con gasógeno. No había gasolina suficiente.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 8.5. Texto de Nada. Ilusiones de la protagonista, Andrea. Realidad de la
posguerra. Sensaciones.
Por dificultades en el último momento para adquirir billetes, llegué a
Barcelona a medianoche, en un tren distinto del que había anunciado y no me
esperaba nadie.
Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el
contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda
libertad en la noche. La sangre, después del viaje largo y cansado, me
empezaba a circular en las piernas entumecidas y con una sonrisa de asombro
miraba la gran estación de Francia y los grupos que se formaban entre las
personas que estaban aguardando el expreso y los que llegábamos con tres
horas de retraso.
El olor especial, el gran rumor de la gente, las luces siempre tristes,
tenían para mí un gran encanto, ya que envolvían todas mis impresiones en la
maravilla de haber llegado por fin a una ciudad grande, adorada en mis sueños
por desconocida.
Empecé a seguir -una gota entre la corriente- el rumbo de la masa
humana que, cargada de maletas, se volcaba en la salida. Mi equipaje era un
maletón muy pesado -porque estaba casi lleno de libros- y lo llevaba yo misma
con toda la fuerza de mi juventud y de mi ansiosa expectación.
Un aire marino, pesado y fresco, entró en mis pulmones con la primera
sensación confusa de la ciudad: una masa de casas dormidas; de
establecimientos cerrados; de faroles como centinelas borrachos de soledad.
Una respiración grande, dificultosa, venía con el cuchicheo de la madrugada.
Muy cerca, a mi espalda, enfrente de las callejuelas misteriosas que conducen
al Borne, sobre mi corazón excitado, estaba el mar.
Debía parecer una figura extraña con mi aspecto risueño y mi viejo
abrigo que, a impulsos de la brisa, me azotaba las piernas, defendiendo mi
maleta, desconfiada de los obsequiosos camalics.
Recuerdo que, en pocos minutos, me quedé sola en la gran acera,
porque la gente corría a coger los escasos taxis o luchaba por arracimarse en
el tranvía.
Uno de esos viejos coches de caballos que han vuelto a surgir después
de la guerra se detuvo delante de mí y lo tomé sin titubear, causando la envidia
de un señor que se lanzaba detrás de él desesperado, agitando el sombrero.
Corrí aquella noche en el desvencijado vehículo, por anchas calles
vacías y atravesé el corazón de la ciudad lleno de luz a toda hora, como yo
quería que estuviese, en un viaje que me pareció corto y que para mí se
cargaba de belleza.
El coche dio la vuelta a la plaza de la Universidad y recuerdo que el bello
edificio me conmovió como un grave saludo de bienvenida.
Enfilamos la calle de Aribau, donde vivían mis parientes, con sus
plátanos llenos aquel octubre de espeso verdor y su silencio vívido de la
respiración de mil almas detrás de los balcones apagados. Las ruedas del
coche levantaban una estela de ruido, que repercutía en mi cerebro. De
improviso sentí crujir y balancearse todo el armatoste. Luego quedó inmóvil.
-Aquí es -dijo el cochero.
Levanté la cabeza hacia la casa frente a la cual estábamos. Filas de
balcones se sucedían iguales con su hierro oscuro, guardando el secreto de las
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
viviendas. Los miré y no pude adivinar cuáles serían aquellos a los que en
adelante yo me asomaría. Con la mano un poco temblorosa di unas monedas
al vigilante y cuando él cerró el portal detrás de mí, con gran temblor de hierro y
cristales, comencé a subir muy despacio la escalera, cargada con mi maleta.
Todo empezaba a ser extraño a mi imaginación; los estrechos y
desgastados escalones de mosaico, iluminados por la luz eléctrica, no tenían
cabida en mi recuerdo.
DOC. 8.1. Carmen Laforet: una novelista de la posguerra española.
Autobiografía:
He nacido en Barcelona, el 6 de septiembre de 1921. En enero de 1944
–a los 22 años- empecé a escribir mi primera novela: Nada.
En el intervalo entre esas dos fechas mi vida se había ido modelando de la
siguiente forma:
En 1923 –a punto de cumplir dos años-, fui con mis padres a Canarias.
Mi padre era arquitecto y también profesor de la Escuela de Peritaje Industrial.
Nuestro traslado a Canarias se debió a necesidades de este profesorado. Yo
recuerdo a mi padre muy joven, bien constituido, muy deportista. Tenía la
costumbre de fumar en pipa y usaba una excelente mezcla inglesa cuyo olor se
ha quedado en mí –así como el de los encerados corredores de la casa de Las
Palmas- como uno de los olores inconfundibles de mi infancia.
Mi padre era hijo de sevillanos, de origen nórdico (de origen francés mi
abuelo, y vasco mi abuela). Mi padre se había educado en Barcelona. Era un
balandrista notable y tenía un barco propio. Había sido campeón de tiro al
blanco con pistola en su juventud, y también teníamos en casa copas obtenidas
en carreras de bicicletas. El nos enseñó a nadar a mis hermanos y a mí, a
soportar fatigas físicas sin quejarnos, a hacer excursiones por el interior de la
isla… y a tirar al blanco con pistola, cosa en que yo fui siempre más torpe que
mis hermanos.
Mi madre era toledana. Hija de una familia muy humilde, había hecho los
estudios de primera enseñanza en la escuela de niñas pobres de unas monjas.
Más tarde, obtuvo una beca para estudiar magisterio. Mi padre la conoció como
alumna en una época en que él, accidentalmente, dio clases de dibujo en la
escuela Normal de ToledoMi madre al casarse tenía dieciocho años; veinte al nacer yo –fui el
primer hijo del matrimonio-, y treinta y tres el día en que murió en Canarias. Yo
la recuerdo como una mujer menuda, de enorme energía espiritual, de
agudísima inteligencia y un sentido castellano, inflexible, del deber. Era una
mujer de una elegancia espiritual enorme. Recuerdo también su bondad. Tenía
el don de la amistad. En Las Palmas aún hay muchas personas que la querían
y la recuerdan vivamente… Ella nos enseñó a mis hermanos y a mí la valentía
espiritual de la veracidad, de no dejar las cosas a medias tintas, de saber
aceptar las consecuencias de nuestros actos. En mi época de Canarias entran
también mis dos hermanos Eduardo y Juan, con quienes siempre me he
sentido compenetrada; y entra también más tarde una madrastra, que, a pesar
de todas mis resistencias a creer en los cuentos de hadas, me confirmó su
veracidad, comportándose como las madrastras de esos cuentos. De ella
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
aprendí que la fantasía siempre es pobre comparada con la realidad. (¡Esto
antes de haber leído a Dostoievski!)
En el año 1939 –exactamente en septiembre- volví a Barcelona, donde
viví tres años. Después de este periodo vivo en Madrid. He frecuentado –sin
terminar ninguna de las dos carreras comenzadas- las Universidades de
Barcelona y Madrid. He leído mucho. La vida me ha interesado en todos sus
momentos, tanto en los malos como en los buenos. Cuando vuelvo la vista
atrás, veo que todos esos años se han combinado para hacerme una persona
capaz del difícil don de sentir la felicidad, y humildemente creo que hasta de
derramarla en un círculo muy íntimo.
Hasta aquí la historia de una muchacha de veintidós años. De esa época
en adelante sabréis todo aquello que tenga conexión con mis libros en las
pequeñas notas que he escrito al comenzar los distintos periodos de mi obra.
Por estas anotaciones y por los fragmentos de mis libros veréis que, si mis
novelas están hechas de mi propia sustancia y reflejan ese mundo que –según
os explicaba antes- soy yo, en ninguna de ellas, sin embargo, he querido
retratarme.
Doc. 8.2. Premio Nadal 1945: Nada.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 8.3. Argumento
Andrea, la narradora y protagonista de la novela, viaja a Barcelona con
la esperanza de encontrar una nueva vida, y librarse de las ataduras que le han
sido impuestas durante su estancia en el pueblo. Esta esperanza desaparece
al contemplar el panorama desolador de la casa en la que va a residir.
Durante el año en el que reside en Barcelona y pese a su tímida y
concentrada personalidad, la protagonista logra establecer una gran amistad
con Ena, una muchacha de familia adinerada y de mucha personalidad. Esta
amistad se ve alterada cuando Ena sabe de la existencia de Román, el
extravagante tío de Andrea, con quien establece una misteriosa relación que
finaliza con una venganza personal por parte de Ena y con el posterior suicidio
de Román que provoca el desenlace de los acontecimientos.
Al final Ena se va a Madrid a vivir e invita a Andrea al poco tiempo a que
vaya a trabajar y residir a la capital donde continuará sus estudios con
renovadas esperanzas.
DOC. 8.4. Imágenes de la posguerra española.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
Clase del Auxilio Social. Retratos de Franco y José Antonio
Racionamiento: los vendedores del pan tienen a su lado el sello para marcar la
cartilla de los que compran.
Vehículo con gasógeno. No había gasolina suficiente.
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
DOC. 8.5. Texto de Nada. Ilusiones de la protagonista, Andrea. Realidad de la
posguerra. Sensaciones.
Por dificultades en el último momento para adquirir billetes, llegué a
Barcelona a medianoche, en un tren distinto del que había anunciado y no me
esperaba nadie.
Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el
contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda
libertad en la noche. La sangre, después del viaje largo y cansado, me
empezaba a circular en las piernas entumecidas y con una sonrisa de asombro
miraba la gran estación de Francia y los grupos que se formaban entre las
personas que estaban aguardando el expreso y los que llegábamos con tres
horas de retraso.
El olor especial, el gran rumor de la gente, las luces siempre tristes,
tenían para mí un gran encanto, ya que envolvían todas mis impresiones en la
maravilla de haber llegado por fin a una ciudad grande, adorada en mis sueños
por desconocida.
Empecé a seguir -una gota entre la corriente- el rumbo de la masa
humana que, cargada de maletas, se volcaba en la salida. Mi equipaje era un
maletón muy pesado -porque estaba casi lleno de libros- y lo llevaba yo misma
con toda la fuerza de mi juventud y de mi ansiosa expectación.
Un aire marino, pesado y fresco, entró en mis pulmones con la primera
sensación confusa de la ciudad: una masa de casas dormidas; de
establecimientos cerrados; de faroles como centinelas borrachos de soledad.
Una respiración grande, dificultosa, venía con el cuchicheo de la madrugada.
Muy cerca, a mi espalda, enfrente de las callejuelas misteriosas que conducen
al Borne, sobre mi corazón excitado, estaba el mar.
Debía parecer una figura extraña con mi aspecto risueño y mi viejo
abrigo que, a impulsos de la brisa, me azotaba las piernas, defendiendo mi
maleta, desconfiada de los obsequiosos camalics.
Recuerdo que, en pocos minutos, me quedé sola en la gran acera,
porque la gente corría a coger los escasos taxis o luchaba por arracimarse en
el tranvía.
Uno de esos viejos coches de caballos que han vuelto a surgir después
de la guerra se detuvo delante de mí y lo tomé sin titubear, causando la envidia
de un señor que se lanzaba detrás de él desesperado, agitando el sombrero.
Corrí aquella noche en el desvencijado vehículo, por anchas calles
vacías y atravesé el corazón de la ciudad lleno de luz a toda hora, como yo
quería que estuviese, en un viaje que me pareció corto y que para mí se
cargaba de belleza.
El coche dio la vuelta a la plaza de la Universidad y recuerdo que el bello
edificio me conmovió como un grave saludo de bienvenida.
Enfilamos la calle de Aribau, donde vivían mis parientes, con sus
plátanos llenos aquel octubre de espeso verdor y su silencio vívido de la
respiración de mil almas detrás de los balcones apagados. Las ruedas del
coche levantaban una estela de ruido, que repercutía en mi cerebro. De
improviso sentí crujir y balancearse todo el armatoste. Luego quedó inmóvil.
-Aquí es -dijo el cochero.
Levanté la cabeza hacia la casa frente a la cual estábamos. Filas de
balcones se sucedían iguales con su hierro oscuro, guardando el secreto de las
Los personajes femeninos en la literatura española
Documento 1
viviendas. Los miré y no pude adivinar cuáles serían aquellos a los que en
adelante yo me asomaría. Con la mano un poco temblorosa di unas monedas
al vigilante y cuando él cerró el portal detrás de mí, con gran temblor de hierro y
cristales, comencé a subir muy despacio la escalera, cargada con mi maleta.
Todo empezaba a ser extraño a mi imaginación; los estrechos y
desgastados escalones de mosaico, iluminados por la luz eléctrica, no tenían
cabida en mi recuerdo.
Descargar