El “Decreto Boyer” La Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964 favorecía claramente al arrendatario (farmacéutico en nuestro caso), sobre todo en lo relativo a la duración del contrato. Ya que al amparo de aquella Ley, se podía celebrar un contrato con el único limite de tres generaciones, es decir, el farmacéutico que estaba celebrando el contrato más dos subrogaciones, y teniendo en cuenta la vida media profesional de las personas, ( y que el farmacéutico en aquella época no estaba obligado a jubilarse, no como en la actualidad) nos podíamos acercar fácilmente a los 140-150 años de duración, el lector puede comprender que esta situación es completamente anómala, y que supone una desprotección total para el arrendador. Por ello el Ministro de Economía de aquellos años, Miguel Boyer, emitió un Real Decreto con un artículo nueve, muy pequeño pero muy molesto para el farmacéutico con oficina de farmacia, en el que decía que a partir del 30 de abril de 1985 (si bien entraría en vigor 10 días más tarde, es decir el 9 de mayo de 1985), los contratos se extinguirían con un plazo marcado, y dependiendo sólo de la voluntad del arrendador. También contemplaba el mantenimiento de la prórroga forzosa, aspecto éste que dependía de la habilidad en la negociación con el arrendador. El Real Decreto-ley 2/1985 ha tenido resultados mixtos. Por un lado, ha permitido que la tendencia a la disminución en el porcentaje de locales de negocio, y en especial las farmacias instaladas en un local alquilado, que se estaba produciendo a principios de la década de los ochenta se detuviera, aunque no ha podido revertir sustancialmente el signo de la tendencia. 1