en la iglesia, ¿quién es el pueblo?

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HENRIQUE ESTEVAO GROENEN
EN LA IGLESIA, ¿QUIÉN ES EL PUEBLO?
Na Igreja, quem é o Povo? Revista Eclesiástica Brasileira, 39 (1979) 195-2211
PUEBLO Y POPULAR EN LA PERSPECTIVA TEOLÓGICA
En eclesiología, pueblo es una categoría teológica central. En teología bíblica
encontramos tres términos griegos, ethnos, laos y ochlos, que han sido traducidos por
"pueblo".
Ethnos =pueblo pagano, gentiles. En la Biblia este término, siempre en plural ethne ,
sirve para referirse a los pueblos gentiles (nunca a Israel) como sujeto colectivo. Ethnos
equivale prácticamente a pueblo pagano. El contenido teológico de este concepto de
pueblo se expresa correctamente con términos como: humanidad perdida, todo el mundo
que necesita la salvación, o la población mundial como terreno de la acción de la
Iglesia. En el caso concreto de Brasil se referiría a la masa de brasileños que todavía no
han sido objeto de la acción de la Iglesia.
Laos = pueblo elegido. En la Biblia es un concepto eminentemente teológico que se
refiere a la identidad religiosa propia de Israel. Laos se refiere a Israel en su calidad de
pueblo elegido, pueblo de la alianza, el pueblo de Dios. De los muchos pueblos (=
ethne) Dios escoge un pueblo (=laos) por su nombre. La palabra laos no significa
pueblo como masa, sino pueblo unido y reunido. A partir del Vaticano II se hizo muy
popular la expresión pueblo como "pueblo elegido" y "pueblo de Dios en camino". Esta
expresión indica la autoconciencia de la Iglesia actual en Brasil.
Ochlos =plebe, gente sencilla. Se trata de un término muy usado en la Biblia pero que
ha quedado fuera de la reflexión teológica, lo cual es muy significativo (la teología es
parte de la Iglesia oficial y es lógico que no tenga ningún interés en insertar a la plebe
en la Iglesia). Dentro del laos, ochlos se refiere a la masa popular que (a los ojos de los
demás) no tiene identidad, las personas que no tienen ningún peso político, la gente
pobre y despreciada. En el NT ochlos indica a la multitud de los sin nombre que forman
el fondo de contraste para el trabajo de Jesús: ochlos son las masas desorganizadas de
las que se compadeció Jesús, porque estaban abandonadas a su suerte (Mt 9, 36), son las
personas simples que fueron manipuladas delante de Pilatos por la plana superior de los
judíos. En el evangelio de Juan ochlos gana un colorido propio: son los "galileos" y la
"plebe de Jerusalén", aquella gentuza que según los líderes religiosos de entonces está
maldita porque no conoce la ley (Jn ?, 49).
El significado teológico de pueblo en el sentido de ochlos se asemeja a los llamados
"anawim" o "pobres de Yavé", la plebe que se abre al evangelio de Jesús. La religión
del pueblo, el catolicismo popular, se identifica teológicamente como la religión del
ochlos.
Meditación teológica acerca de la plebe en la Iglesia.
Desgraciadamente no podemos servirnos de la amplia literatura que existe sobre el tema
"pueblo de Dios". En efecto, se refiere exclusivamente a los dos conceptos ethnos y
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laos. En cambio, aquí nos interesa considerar las relaciones existentes entre ochlos y
laos. Nuestra pregunta es ¿cómo puede una plebe convertirse en Iglesia? A esta cuestión
sigue todavía otra ¿cómo puede una Iglesia, que ya no es del pueblo, volver a ser una
verdadera Iglesia-del-pueblo?
Plebe - Iglesia
Iglesia no es un pueblo de Dios que nace naturalmente y se origina por propia cuenta.
Es una ekklesía, lo cual significa que se trata de un grupo de personas convocadas, un
pueblo que se reúne en una asamblea de Dios. Iglesia es un pueblo nuevo que se
constituye en cuanto tal cuando, análogamente a lo que sucedió con Israel en Egipto,
una plebe se arriesga a iniciar una nueva historia que Dios abre a ese vulgo. Este pueblo
nuevo encuentra su identidad al narrar su nueva historia como historia salvífica y no
condenadora, libertadora y no represiva, y celebrar en ritos lo que empieza a vivir. Ser
Iglesia implica, por consiguiente, un movimiento por el cual una plebe se convierte en
comunidad, que empieza a ser agente de una nueva praxis. Esto supone que es llamado,
que adquiere conciencia de este hecho y que sale en un éxodo real. La plebe precisa
vivir en la práctica el hecho de ser "raza escogida" (1 Pe 2, 9) y "sacerdocio real" que
sirve a Dios y domina la tierra (Ap 5, 10): personas con la cabeza erguida y el corazón
convertido, que conocen la gran promesa de Dios a los pobres y su alianza, que en la fe
van caminando hacia un nuevo orden social.
La lectura de la revelación bíblica puede mostrarnos cómo se realiza en concreto este
paso de plebe a pueblo elegido.
En Egipto, Israel era una plebe, una masa despreciada de esclavos y explotados.
Precisamente esta gente esclavizada - y ahí está la óptica propia de la historiografía
bíblica en cuanto revelación para nosotros- es objeto de la preferencia de Yahvé y recibe
la promesa de un mundo libre. Por la fuerza de esta promesa los esclavos se libertarán y
se convertirán en un pueblo libre (laos) en el que ya no habrá más esclavos y anónimos,
en el que por derecho propio no ha y lugar para ochlos.
Tomando como base la interpretación de los profetas podemos considerar la historia
posterior de Israel como una lucha continua para ser un laos. En esta lucha no son los
ethne de fuera los que constituyen la principal tentación para Israel. El peligro está
dentro, por el hecho de que en el mismo Israel se forma una plebe, una clase marginada
de gente despreciada y esclavizada. Teniendo en cuenta esta tentación resulta obvio el
sentido de la introducción del año sabático con la consiguiente liberación de los
esclavos (Ex 21, 2 y Lev 25), la celebración semanal del éxodo cada sábado (Lev 23) y
la regla de la santificación (Lev 19).
A partir de este dato se entiende la dura predicación de los profetas Amós, Miqueas,
Isaías.
En el exilio babilónico se repite de una manera más tajante este modelo de liberación y
de formación del pueblo de Dios: de unos exilados, pequeño resto de un pueblo vencido
en tierra extranjera, Yahvé forma para sí un pueblo nuevo (Jer 50).
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Una tercera realización histórica, todavía más acentuada, del proceso que Dios
desarrolla para formar un nuevo pueblo elegido, la encontramos en lo que sucede en
Jesús de Nazaret: nuevamente son los pequeños, los presos del sistema, los anawim,
ahora dentro del propio pueblo oficial de Dios, los que son llamados a ser Iglesia.
Desde Abraham hasta el final del NT la voz de Dios se hace oír al margen; no en el
centro sino en la periferia se percibe la intervención divina y allí el evangelio toma
forma, contenido y sentido típicamente crítico ante el status quo. Se advierte que en los
tiempos de crisis Dios comienza a interpelar a su pueblo desde abajo, a partir de lo que
es despreciado. En el margen, el esfuerzo por reconquistar el sentido y el dinamismo
que se perdieron al correr del tie mpo, encuentra su punto de apoyo. El espíritu de
profecía viene de abajo, como crítica de lo que se ha establecido.
Esta lectura de la Biblia (que sólo es posible si la realizamos al lado de los pobres) deja
patente la manera cómo una plebe se convierte en Iglesia o pueblo de Dios. Dios
manifiesta a los pobres su clara predilección para con ellos y los llama a reunirse, para
que unidos como sujetos y actores inicien una siempre nueva historia salvífica de Dios
con los hombres. En la propia imagen histórica de la Iglesia después de la muerte de
Jesús podemos ver cómo se concreta lo que venimos diciendo.
El origen de la primera comunidad cristiana no puede ser comprendido si no se destaca
la conversión a Jesús de los primeros seguidores. Analizando esta conversión podemos
decir que es más acertado hablar de una primera eclesiogénesis que de una fundación de
la Iglesia. Pero, todo indica que El fue correctamente comprendido por los discípulos,
cuando éstos después de la crucifixión prosiguieron aquella comunidad de seguidores
que se habla formado durante la vida de Jesús. Este grupo tenía una vivencia inmediata
de Jesús y de su mensaje, y esta vivencia siguió viva en ellos. Esta comunidad era capaz
de interpretarla de tal modo que mereció crédito, y de este modo se convirtió en el punto
inicial del ulterior proceso de formación de comunidades.
Este dato nos dice algo decisivo acerca de la estructura fundamental de las comunidades
cristianas. No pueden ser decretadas desde arriba, ni son organizadas por el mismo
Jesús. Podemos hablar de una "eclesiogénesis de abajo": la Iglesia se origina por la
conversión de los fieles a Jesús. Iglesia es la reacción de las personas que aprenden a
colocar su fe y esperanza en lo que Jesús presentó como el objetivo de Dios. Sólo un
grupo concreto puede hacer real el significado del evangelio, sólo allí se opera el perdón
para los débiles y pecadores, la solidaridad para con los forasteros, el compromiso con
los perdedores y vencidos, en otras palabras, la cercanía del reino de Dios.
Si nuestro análisis es correcto podemos ahora responder a la primera pregunta que nos
planteábamos: ¿Cómo puede una plebe convertirse en Iglesia? Cuando un grupo de
personas sin cualificación es orientado por Jesús y como creyentes ponen en él su
esperanza ; cuando ellas actualizan los impulsos de la palabra y de la praxis de Jesús en
la praxis del amor fraterno y del éxodo hacia una nueva sociedad.
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Iglesia - Iglesia del pueblo
La segunda pregunta planteada es más compleja y complicada: ¿cómo puede una
Iglesia, que ya no es "del pueblo", hacerse popular, en el sentido de que la plebe deje de
ser ochlos en la Iglesia y vuelva a ser sujeto de la Iglesia?
Aquí también se impone una reflexión teológica que se vuelque en la historia bíblica,
donde podemos encontrar relevantes indicios que muestran el camino a seguir.
La lógica de la alianza de Yahvé exigía que Israel se comportara como un pueblo libre y
sacerdotal, es decir, como un pueblo que en su conjunto se relaciona con Dios sin
intermediarios y que no tolera ninguna forma de opresión o esclavización. Ahora bien,
Israel no consiguió equilibrarse en esta línea. Cayó. A partir de este dato fundamental
podemos interpretar toda la historia bíblica.
La necesidad de un retorno continuo al inicio ideal quedó tema tizada en el Pentateuco
con su legislación mosaica: La memoria de la liberación de Egipto debe guardarse viva
a través de ritos y fiestas, como por ejemplo, el año sabático con la liberación de todas
las formas internas de esclavización dentro del pueblo de Dios.
Más tarde, los profetas retomaron el mismo tema central censurando al Israel oficial de
los reyes y sacerdotes por su infidelidad a la alianza, al haber creado formas internas de
opresión; los profetas predicaron la necesidad de una nueva conversió n del Israel
oficial, pero fueron rechazados.
Finalmente vino Jesús que, al predicar la buena noticia para la plebe, llamó al Israel
oficial a una metanoia, a una conversión del corazón y de la praxis religiosa. Lo
mataron y así nació el gran escándalo; la nueva Iglesia de los pequeños se formó en
oposición a Israel, al pueblo elegido oficial.
De este modo, en la historia salvífica el proceso de eclesiogénesis se revela como un
acontecimiento típico, que teológicamente se caracteriza como una actuación de Dios
que, a partir de abajo, censura, critica y subvierte el status quo del pueblo elegido
oficial. Este procedimiento de Dios no es tan extraño, ya que se puede constatar
fácilmente que cualquier sociedad e institución, después de desarrollarse, desvaloriza y
margina, ciertos valores humanos y religiosos que, a su vez, son conservados por el
margen. Ahí, en el margen de la sociedad y también en el margen de la Iglesia oficial,
encontramos los elementos que pueden cuestionar tanto a la sociedad como a la Iglesia
establecida. Ahora bien, prestar atención a lo que aparece al margen y favorecerlo,
subvierte el orden establecido.
La problemática propiamente teológica que nos ocupa puede ahora ser formulada del
siguiente modo: ¿cómo es posible que se forme siempre de nuevo una plebe marginada
dentro del pueblo de Dios, un ochlos en el seno del laos? En otras palabras; ¿cómo es
posible que el pueblo también después de la liberación tienda a volver a vivir en
condiciones como las de Egipto? La alianza de Dios es esencialmente una llamada a
salir de la esclavitud y, confiando en Dios, liberarse. Esta liberación es la dignificación
del pueblo al ser gente libre que pertenece solamente a Dios y, por esto, no acepta
ningún otro señorío. A esto lo contradice cualquier forma interna de relación
esclavizante: "permaneced libres y no os dejéis llevar de nuevo a ningún yugo de
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esclavitud" (Gá15, l). Con todo, se constituye en el seno del pueblo elegido, dentro de la
Iglesia, una clase de líderes que, gobernando y haciendo de intermediarios en la relación
con Dios, transforman al resto del pueblo nuevamente en plebe: gente sin dignidad, sin
responsabilidad, sin voz e incluso sin nombre. Entonces, Dios se procura un nuevo
sujeto como contraparte de la alianza en esta plebe. Este procedimiento se repite
también en la nueva alianza; la libertad de los hijos de Dios, tan defendida por Pablo,
está obviamente también en el nuevo pueblo de Dios, en la Iglesia, cercada, disminuida
y puesta fuera de juego.
De manara análoga a lo que sucedió en el Israel de los sacerdotes y escribas del tiempo
de Jesús, el pueblo en el sentido de ochlos está siendo también ahora alejado del centro
hacia la periferia y hacia abajo. También en la Iglesia católica de nuestros días hay una
clase inferior de fieles, laicos simples y sin atribuciones, católicos populares y gente
devota. Esta clase inferior no tiene el sentido de base en la forma en que se usa esta
palabra en el slogan "retorno a la base" y "comunidad de base", sino que comprende a
las personas al margen, que están fuera y que reciben el papel de beneficiadas y que en
la Iglesia son identificadas como destinatarios del trabajo pastoral: las más de las veces
se les explica la palabra, pero no se les da la palabra para que se expresen, se liberen e
influyan en las decisiones.
La actual problemática de una Iglesia en busca de pueblo pide la misma conversión de
la Biblia. Como el antiguo Israel, la Iglesia debe, si se quiere abrir al mensaje de Dios,
poner en marcha un movimiento que va del centro a la periferia. Dice Mesters que la
Iglesia debe hacer todo lo posible para situarse en el margen a fin de poder oir lo que
Dios tiene que decirle ahora. Este movimiento del centro hacia la periferia debe
concretarse en cambios estructurales dentro de la Iglesia: la marginación que caracteriza
la situación de los pobres de hoy en la sociedad debe invertirse en la Iglesia. Ahora bien,
la manera como los pobres se manifiestan directamente en la Iglesia es su religiosidad
popular, su manera de vivir el catolicismo.
CONCLUSIÓN
Como conclusión de su artículo, Groenen, resume así los puntos centrales de su
reflexión tanto sociológica como teológica:
1) el catolicismo eclesial se presenta como una de las formas de vivir dentro del mundo
católico, aunque en él se localizan la autoridad, la teología y la praxis pastoral.
2) otra forma es el catolicismo popular: es una forma de religión más genérica y original
y también menos específica; no es una forma de catolicismo superada o atrasada, sino
por el contrario una forma más o menos permanente que es esencial para la vitalidad del
catolicismo eclesial.
3) el catolicismo eclesial precisa teológicamente de metanoia: debe procurar salir del
centro (nivel oficial) encaminándose hacia la periferia; además, como religión
dominante corre continuamente el riesgo de caer en la tentación de oprimir a la plebe de
Dios.
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4) con todo, sería ingenuo pensar que el catolicismo eclesial puede perder su fachada de
religión confesional: es una utopía basar la praxis pastoral en el ideal de una "Iglesia
popular".
5) la dialéctica entre las dos formas de catolicismo es el lugar donde se sitúa la
evangelización como misión específica de la Iglesia; esta evangelización consiste en dar
continuamente la palabra al pueblo en su sentido más pleno.
6) el reverso de la evangelización será una vivificación de la Iglesia por el mundo
vivencial religioso del pueblo
Notas:
1
De la totalidad del artículo que trata de las nociones de pueblo y popular en la
perspectiva de las ciencias sociales y de la teología, extractamos sólo las pp. 209!-217 y
las conclusiones, por su relación con otro artículo del mismo autor que publicamos en
este numero de la revista.
Tradujo y extractó : RAMÓN ALAIX
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